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LA LÓGICA DIALÉCTICA Y LAS CIENCIAS SOCIALES

Ana Carolina Ames

UNC/ FFYH-CIECS

carolinaames@gmail.com

La propuesta de este trabajo consiste en recuperar la discusión lógico-metodológica


en relación a la utilización del método del materialismo dialéctico como alternativa para la
construcción de teoría social. Para ello, tomaremos algunas cuestiones que consideramos
clave para comenzar a investigar sobre este método en particular, fundamentalmente la idea
de totalidad dialéctica. Esperamos que la elucidación de este concepto pueda abrirnos el
camino para comenzar a apreciar las ventajas de la metodología dialéctica heredada de las
investigaciones de Karl Marx, en la articulación entre la elaboración teórica y el contenido
teorizado en el campo de las ciencias sociales.

En este sentido, cabe aclarar que si bien tomamos diferentes autores de tradiciones
distintas para ayudarnos a pensar la cuestión metodológica, tenemos en miras la utilización
de Marx del método del materialismo dialéctico en El Capital, como fuente principal y
argumento a favor de la utilidad del método. El problema básicamente consiste en que el
mismo Marx hace poca referencia cuestiones de corte metodológico, sino que su obra (tanto
esta como obras anteriores) se concentra más directamente en la elaboración teórica en sí.
En este sentido, creemos que una elucidación metodológica puede resultar muy iluminadora
del texto de Marx, así como también puede resultar una poderosa herramienta para seguir
construyendo teoría en la actualidad.

La motivación principal de esta propuesta tiene que ver con alimentar la posibilidad
de seguir construyendo hoy, teoría social con cierto grado de generalidad, es decir,
enfocada en comprender lo social desde un punto de vista global, ampliando el horizonte de
los problemas locales o cuestiones regionales particulares. Esta cuestión la podemos
plantear reivindicando ciertas características del mundo social que actualmente se nos
presentan casi inmediatamente: vivimos en un mundo complejo y de múltiples realidades

1
locales, singulares y con sus problemáticas particulares. Pero a su vez este mundo de
realidades y problemas locales, es también un mundo de importantes conexiones entre
realidades, es decir, es un mundo global, o en mejores términos, globalizado. Vivir en un
mundo globalizado en el sentido a que nos estamos refiriendo no es una cuestión propia de
una teoría social global, es un hecho concreto. Que las realidades locales encuentran puntos
de conexión con un todo general, que los resultados de procesos locales afectan a otros
procesos distanciados en el espacio y el tiempo en donde en principio no podría visualizarse
una conexión clara, que el mundo social manifiesta características a partir de las cuales
claramente se muestra su verdad en tanto realidad social global, constituye para nuestros
propósitos un punto de partida para pensar la investigación social.

Bajo esta línea de investigación, nuestra propuesta implica considerar el concepto


de totalidad dialéctica como un elemento que marca una distancia importante con otras
formas de teorizar siguiendo esta propuesta de teoría global, como ser el estructuralismo o
el funcionalismo. Pero más que entrar en discusión con estas otras formas teorías, nos
proponemos en este lugar, una elucidación de los puntos fundamentales que se deberían
tener en cuenta para poder desarrollar dicha oposición. En este sentido, cabe admitir que
recuperar la dialéctica en oposición al estructuralismo, es interesante si consideramos las
distintas tradiciones de interpretación del marxismo que se han desarrollado a lo largo del
siglo XX. Esbozaremos a grandes rasgos algunos puntos que se pueden plantear para
profundizar dicha contraposición.

El concepto de totalidad, fundamental de la lógica dialéctica hegeliana, expresa


directamente el carácter generalista u holista de esta perspectiva. Implica que ningún
elemento del campo de estudio existe de manera aislada. En el contexto de la teoría social,
implica que la realidad social debe ser abordada en un esfuerzo por comprender sus
estructuras fundamentales, las leyes que rigen su movimiento, su génesis y devenir
histórico. A su vez, esta comprensión general de la realidad social, se distingue de otras
formas generalistas en la medida en que pretende arrojar luz sobre las tenciones y
contradicciones reales. No responde a un ordenamiento de elementos en el sentido de
determinar sistémicamente sus funciones, sino que pretende capturar los nexos, relaciones,
movimientos entre los elementos que conviven enfrentándose como fuerzas opuestas. A

2
partir de esta noción general, se desprenden una serie de cuestiones que intentaremos
esbozar para presentar una idea más acabada de lo que el concepto de totalidad implica.

En el contexto general de la discusión en relación a la producción de conocimiento,


autores marxistas desde diferentes tradiciones vienen a recuperar el planteo desde donde se
para a discutir la lógica dialéctica: la ruptura con el problema del conocimiento tradicional,
que sufre la escisión entre forma contenido, producto de la separación entre el sujeto y el
objeto de conocimiento: “Para que el conocimiento se convierta en un ‘problema’ es
preciso que el análisis separe y aísle lo que viene dado, de hecho, como indisolublemente
ligado: los elementos del conocimiento, el sujeto y el objeto.” (Lefevbre; 1999:56)

La tradición occidental, desde la escolástica medieval hasta la modernidad, se ha


encargado de elevar la lógica y la razón, hasta encaminar la búsqueda de sus principios por
fuera del espacio de lo concreto material, del mundo empírico, objeto del conocimiento. De
esta forma, la lógica y la razón son propias del sujeto que conoce, mientras que el
contenido material del conocimiento, queda relegado a un ámbito de lo inalcanzable por el
sujeto, pues, atrapado en su conciencia, el sujeto ya no puede volver a encontrarse con el
objeto. Sus percepciones ya no son las de un mundo exterior e independientes, sino que se
confunden con las emanaciones de su propia conciencia. El conocimiento de vuelve, sino
imposible, al menos un problema.

En este contexto, la verdad de la lógica se presenta como una verdad formal. Define
la forma del pensamiento verdadero desde ciertos principios fundamentales: la identidad (A
es A), la no contradictorio (no es el caso que A y no-A sean simultáneamente verdaderas), y
el principio del tercero excluído (o bien A es verdadera o bien no lo es). En tanto representa
la forma del pensamiento, y su interés es el conocimiento verdadero, se mueve de verdad en
verdad a partir de reglas de inferencia y deducción lógica.

Ahora bien, dada la forma que adopta el conocimiento verdadero, ¿cuál es el


contenido de ese conocimiento? Si la lógica ha dejado a un lado el problema del contenido,
para concentrarse en el estudio de la forma, ¿qué tipo de conocimiento es el que
verdaderamente nos aporta? De hecho no se puede pensar en un conocimiento que no tenga

3
contenido, pues se supone que el conocimiento lo es respecto de algo, un objeto de
conocimiento.

A partir de esto comienzan a aparecer los problemas. Si tenemos la verdad de la


forma, ¿cuál es la verdad del contenido?, ¿existe una verdad del contenido y una verdad de
la forma separadamente?, ¿cualquier contenido es verdadero en tanto adopta la forma de la
lógica? En resumen, los problemas que surgen son los problemas que han sido arduamente
trabajados por la filosofía a lo largo de la historia: ¿cómo obtenemos conocimiento
verdadero?, en esta formulación se resume todo planteo que atiende justamente a esta
división fundamental entre forma y contenido, es decir, el problema de resolver cómo el
contenido se adecua a la forma.

En este sentido, en tanto que para que exista conocimiento verdadero es necesaria la
unión del contenido y la forma ¿Cómo definimos entonces la relación entre ambos?
Planteado en estos términos, en palabras de Lefebvre, la relación del contenido y la forma
en la lógica formal queda mal determinada y controvertible: “El postulado lógico
metafísico es por cierto el del pensamiento “mágico”: la relación de la forma con el
contenido es concebida como una participación” (Lefebvre, 1999: 11).

El pensamiento lógico, al excluir de su forma a la contradicción, le concede este


carácter a su objeto, por más que sea un objeto abstracto, sin contenido real. Por tanto,
tampoco resulta que no haya de hecho ningún contenido en la forma lógica, pues al
imprimirle las características de la identidad, la lógica arma a su objeto de ciertas
propiedades que luego va a exigirle al contenido al cual se aplique, y son aquellas que se
siguen de sus principios fundamentales.

En este sentido, para el pensamiento lógico, todo contenido puede ser comprendido
sólo en tanto se encuentre amoldado a la forma de la identidad, que formulado en términos
metafísicos, excluye lo opuesto y contradictorio. Definido así por la identidad, el contenido
de la lógica queda a su vez definido por la inmovilidad, de donde surge justamente el
conflicto entre las estructuras del pensamiento y las fuerzas cambiantes de la experiencia
real.

4
A los propósitos de encontrar las raíces del pensamiento dialéctico, Lefevbre analiza
la herencia de Hegel, fuente teórica de la que Marx se nutre y que es de fundamental
importancia para comprender su método teórico. El proyecto de Hegel asume entonces la
tarea de volver a incorporar todos los elementos dispersos en un movimiento que
comprenda la totalidad de la forma y el contenido, pero no ya partiendo de la forma pura,
sino de la infinita riqueza del contenido cambiante y contradictorio.1

Hegel abogará por una unidad infinitamente rica del pensamiento y de lo real, de la
forma y del contenido. Ahora bien, no abandona la lógica, en tanto que representa el
camino hacia algo sólido, sino que sienta las bases para transitar el camino inverso: del
contenido a la forma. Así, Hegel convierte a la dialéctica, que había sido comprendida
como una práctica dominada por la ambigüedad y la falta de rigurosidad, en una práctica
científica, en un método riguroso.

El problema de la dialéctica entendida en el sentido tradicional era que mantenía


aislados los términos contradictorios, vagando de uno en otro sin llegar a ningún lado.
Hegel sintetiza los términos contradictorios a partir de la idea de una totalidad dialéctica,
en movimiento. Así, el objeto de conocimiento se convierte en una totalidad que encierra en
si misma polos contradictorios, lucha interna, que a su vez da cabida a la superación, al
Tercer Término, a una negación de la negación. Así, la lógica dialéctica no niega la
identidad, sino que le aporta un contenido: “Lo concreto es una identidad rica y densa,
cargada de determinaciones, conteniendo y manteniendo una multiplicidad de diferencias y
de momentos. La unidad es, por así decirlo, perpetuamente conquistada sobre la
contradicción y la nada” (Lefebvre, 1999: 22).

En este sentido, la lógica dialéctica es el método riguroso a partir del cual podemos
seguir el movimiento, delimitar un objeto en su relación con otro, como un momento que es

1
Dice al respecto Rodolfo Mondolfo en el Prólogo que escribe para su traducción de la Ciencia de la Lógica
de Hegel: “La nueva lógica con que Hegel quiere sustituir la tradicional, se plantea, como dice la Introducción
el problema precedente de la gnoseología kantiana, cuyo dualismo, del pensamiento y del ser, cerraba el
tránsito de nuestra conciencia al ser en sí (nóumeno). Hegel rechaza ese dualismo y el fantasma de lo
incognoscible; el pensamiento es el ser o el noumeno verdadero. Sin embargo, debemos conocerlo; lo que no
se logra con aceptar empíricamente las determinaciones del pensamiento, ofrecidas por la lógica tradicional,
sino con engendrarlas y coordinarlas mediante el movimiento dialéctico del pensamiento mismo” (Hegel,
1948: 13).

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necesario, pero también móvil y perecedero, es decir, es la lógica del desarrollo, de lo que
no es eterno, sino de lo que es proceso, cambio, es la lógica del devenir.

Nos encontramos entonces con que el concepto de totalidad de la dialéctica, propone de


entrada un modo de apropiación del objeto de conocimiento que plantea otro tipo de
búsqueda cognitiva. Desde otra línea de investigación alejada del autor que venimos
citando, J. Habermas, representativo de la Teoría Crítica, también enfatiza este aspecto,
encontrado en la investigación dialéctica, algo similar a lo que la tradición hermenéutica
postula como “comprensión”. Si bien en muchos términos, esta mirada cuestiona algunos
postulados fundamentales de la tradición hermenéutica, hace referencia al carácter de la
comprensión de la totalidad constituida como objeto de conocimiento en oposición a la
racionalización positivista, a partir de la cual el objeto de estudio se define y se aborda
desde esquemas de variables controlables.

En este sentido, la dialéctica se opone como método a la idea de control racional, en la


medida en que en esta está implicada la idea de objetividad que manifiesta la separación del
sujeto y del objeto de conocimiento. Esta separación, es lo que hace imposible el
conocimiento en tanto compresión, que empero “es lícito suponer cuando se trata de la
relación de control técnico sobre procesos objetivos y objetivados” (Habermas, 1988:44)

En la medida en que cambia la relación entre el sujeto y el objeto de conocimiento, y con


ella la relación entre la forma teórica y el contenido teorizado, cambia radicalmente el
método de investigación, es decir, el proceso de elaboración del conocimiento.

En tanto lógica del cambio, la dialéctica asume, en contraposición a la lógica


tradicional, en el proceso de investigación, un nuevo punto de vista respecto a lo que
constituyen los procedimientos de análisis y de síntesis. El objeto de la lógica clásica,
idéntico a si mismo, excluye de sí a su opuesto, se constituye a sí mismo como un objeto ya
resuelto, comprensible en su ser. El análisis es capaz de encontrar los elementos
constitutivos de este objeto, en tanto ya están dados en él. Es un camino que va de lo
complejo hacia lo simple, presuponiendo que estos elementos simples están todos
implicados lógicamente (según los principios de identidad y no contradicción), en una

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relación armónica. En este sentido, podemos comprender el objeto porque comprendemos
los elementos simples que se desprenden de éste y lo constituyen.

En el análisis dialéctico, ni partimos de verdades necesarias (puesto que el objeto


constituye una totalidad atravesada por contradicciones), ni llegamos a elementos simples,
evidentes y últimos, en el sentido de la lógica clásica. El objeto de la lógica dialéctica no es
un objeto acabado, verdadero en sí mismo. Al partir del contenido infinitamente rico,
múltiple y contradictorio, necesita otra manera de abordar su objeto que sea consecuente
con esto. En este sentido, la realidad no está constituida por elementos simples que pueden
ser comprendidos aisladamente, como verdades simples, sino que los elementos a los que
se llega a partir del análisis son también complejos. Su verdad se alcanza sólo en tanto
pueden ser comprendidos en el movimiento total, en su relación con la totalidad de los
elementos, en su desarrollo. Hegel comprende los elementos a los que llega el análisis a
partir del concepto de momento: “Analizar una realidad compleja y alcanzar sus elementos
reales es igual a descubrir sus momentos. El análisis debe ser operado y situado en el
movimiento, en el proceso creador” (Lefebvre, 1970: 136).

La síntesis, en el sentido clásico, resulta ser el procedimiento inverso, reúne a los


elementos simples para llegar a comprender lo más complejo. Encontramos así que análisis
y síntesis representan en la lógica clásica dos caminos para el conocimiento que son
opuestos, que deben ser recorridos en dos momentos diferentes y que representan
movimientos opuestos (de lo complejo a lo simple y de lo simple a lo complejo).

En la lógica dialéctica en cambio, no existe tal separación entre análisis y síntesis,


respetando así el carácter del contenido en donde sus diferentes momentos no se separan
del movimiento total. La síntesis desde la concepción dialéctica “…sitúa al 'momento' en el
todo, en el movimiento, en su sitio, en el conjunto de las relaciones” (Lefebvre, 1970: 137).
El análisis, al penetrar en la totalidad y quebrarla, constituye un acto de negación, al aislar
los distintos momentos, separándolos del movimiento total y por tanto de su verdad; la
síntesis, a su vez, “…'niega' esta negación, el momento aislador lo restablece en su verdad,
en la medida en que aquel se aísla por el entendimiento y se convierte en error” (Lefebvre,
1970: 137). La síntesis no se separa del análisis, sino que lo toma y a partir de aquel
restituye el movimiento real y la concatenación de todos los elementos que el análisis

7
desarticula: “El análisis diseca y produce una abstracción; pero la lógica dialéctica da un
sentido concreto a esta abstracción. La síntesis no excluye al análisis, sino que lo incluye.
El análisis es dialéctico porque lleva a momentos contradictorios. La síntesis es analítica
porque restablece la unidad ya implicada en los momentos” (Lefebvre, 1999: 24).

De esta forma, quedan unidos análisis y síntesis en un único movimiento de la


investigación, no pueden separarse, ni seguirse uno del otro: “El pensamiento 'sintético'
permanece en el corazón mismo del análisis, para orientarlo, para preparar las vías del
análisis, para mantenerlo en el movimiento, en el enlace de los elementos diferentes u
opuestos” (Lefebvre, 1970: 137).

El pensamiento dialéctico, al superar este problema de la disociación radical entre


forma y contenido, se topa con un nuevo problema, a saber ¿cómo comprender la totalidad
sin a apelar ningún elemento que este dado de forma completa, es decir, que no pueda ser
inmediatamente comprendido (o dogmáticamente presentado)? En efecto, la inmediatez de
todo conocimiento queda suprimida, y en cambio, es necesario partir de algún aspecto de
un modo sub-determinado.2

En este punto, observamos también en Habermas una aproximación similar a la


cuestión, al recuperar en este punto la idea de la pre-comprensión hermenéutica. En efecto,
al investigar no partimos de la nada mismo, ni de elementos dados a la razón como
evidencia. En cambio, partimos siempre de un universo de significados ya dados en la
práctica, en el lenguaje, en el sentido común. En este sentido, la anticipación hermenéutica
de la totalidad posibilita la entrada de la reflexión metódica exigiendo así “que los
instrumentos analíticos y las estructuras sociales se engranen entre sí como ruedas
dentadas”. (Habermas, 1988: 25)

En la medida en que el análisis aísla algún aspecto, el mismo movimiento sintético


demuestra la insuficiencia de dicho análisis y obliga a incorporar más momentos que se
relacionen. De esta forma, mientras se avanza en la investigación, las relaciones van

2
“The problem is that such a totality cannot be comprehended immediately; its articulation has to be
exhibited. This methodological problem is not at all that of finding a pure or simple case isolated from
concrete complexity; it is a matter of how to articulate a complex concept that cannot be grasped by some sort
of immediate intuition. In doing so we have to make a start with some aspect of it” (Arthur, 2004:25).

8
ganando en complejidad, y la verdad de la totalidad se va conquistando en un ida y vuelta a
partir del cual el material analizado en momentos anteriores debe ser re-organizado
constantemente en la medida en que nuevos momentos se le presentan al análisis (Cf.
Arthur, 2004: 25).

En sus ensayos sobre el desarrollo dialéctico de las investigaciones tanto de Hegel


como de Marx, Christopher Arthur (2004) hace referencia al carácter “lineal” en la manera
en que avanza el conocimiento a partir del modelo clásico, a diferencia del movimiento
dialéctico. Tal como él la denomina, la “lógica lineal”, funciona añadiendo elementos
simples, que obtiene de manera aislada, sin modificar en esencia, en la medida en que el
conocimiento adquiere una mayor complejidad en relación a los elementos simples
anteriores. Consiste en este sentido, en una decisión de agregar más información,
integrando forzosamente los elementos nuevos.3

En el caso de la lógica dialéctica, en cambio, el desarrollo de la investigación es


una resultante de la misma necesidad de superación que plantean los conceptos a los que se
llega por vía del análisis. La misma lógica de la exposición o movimiento sintético
demanda la incorporación al análisis de nuevos elementos (o momentos) que sinteticen en
un nivel de complejidad superior las contradicciones inmanentes a los momentos que el
análisis ha aislado previamente.

En El capital podemos ver como Marx va articulando el desarrollo de los medios de


producción conjuntamente con el desarrollo de las relaciones de producción en función de
mostrar un proceso en donde ningún elemento nuevo es fortuito, todo emerge del desarrollo
histórico en donde relaciones de producción y medios de producción se condicionan
mutuamente. La máquina, por ejemplo, no es un invento milagroso que vino a revolucionar
el modo de producción manufacturera, sino que surge del interior mismo de este sistema de
producción, de las relaciones que ya existen, y como consecuencia justamente del
desarrollo de relaciones de producción más complejas cuya base técnica artesanal empieza
a mostrar sus límites: “…los inventos de Vaucanson, Arkwright, Watt, etc, sólo pudieron

3
“There is no immanent dynamic in the presentation; the shift from one 'level of analysis' to another is due to
a decision to add a further determination, e.g., 'let money be invented', 'let labour-power be a commodity', 'let
different organic compositions prevail'” (Arthur, 2004: 26).

9
llevarse a cabo porque aquellos inventores se encontraban ya con una cantidad considerable
de obreros mecánicos diestros, suministrados por el período de la manufactura…La base
técnica inmediata de la gran industria se halla, pues, como vemos, en la manufactura…De
este modo, la industria mecánica se fue elevando de un modo espontáneo hasta un nivel
material desproporcionado a sus fuerzas. Al llegar a una determinada fase de su desarrollo,
esta industria no tuvo más remedio que derribar la base sobre la que se venía
desenvolviendo y que había ido perfeccionando dentro de su antigua forma, para
conquistarse una nueva base más adecuada a su propio régimen de producción” (Marx,
1999: 312).

A partir de este cambio de enfoque respecto de lo que se constituye como punto de


partida de la investigación, del abandono de la idea de evidencia última o primera (si se la
considera desde el punto de vista del análisis o de la síntesis), cambia a su vez la idea de
prueba o verificación de la teoría. Al no haber una delimitación objetiva que restrinja al
objeto a ciertas variables, se diluye con ello la lógica de someter a una prueba controlada
los resultados alcanzados. De la misma forma, cambia el esquema lógica de inducción y
deducción, imposibilitando la corroboración lógico formal de postulados que se siguen
necesariamente. En este sentido, todas las tradiciones que desarrollan el método dialéctico
comparten la idea de que la corroboración se efectúa en cada paso de la investigación, y
que el resultado final de la investigación, es el proceso de investigación mismo, en la
medida en que reconstruye y comprende a la totalidad.4

A su vez, nos encontramos con un desplazamiento de acentos en la relación entre


teoría y empiria, entre lo abstracto y lo concreto. El método dialéctico exige que las
categorías desarrolladas sean la expresión de relaciones dadas en la experiencia, es decir, su
validez no puede ser meramente analítica. Sin embargo, tampoco se corresponden con
fenómenos sujetos a la observación controlada5. La capacidad de abstracción es el
instrumento con el que la teoría cuenta en función de aislar los elementos implicados en la
totalidad, a fin de develar su propia estructura interna.6 El análisis utiliza la abstracción para
romper la totalidad que se presenta ante la intuición y la representación cómo unidad de lo

4
Cf. Adorno, 2001; Arthur, 2014; Habermas, 1988; Lefevbre, 1999: Marx, 1999.
5
Cf. Adorno, 1999 Habermas, 1988.
6
Cf. Prologo de Marx a la primera edición de El Capital.

10
diverso, como síntesis. De esta forma posibilita la investigación, que “ha de tender a
asimilarse en detalle a la materia investigada, a analizar sus diversas formas de desarrollo y
descubrir sus nexos internos” (Marx; 1999: XXIII). La exposición sintética de los
elementos encontrados por vía del análisis, recompone la totalidad, mostrando su
movimiento. En este proceso de investigación, la relación entre las categorías abstractas y
lo concreto abstraído debe quedar plasmado de manera rigurosa en cada paso, a fin de
evitar la construcción teórica sobre el vacío: “Y si sabe [el investigador] hacerlo [exponer el
movimiento real] y consigue reflejar idealmente en la exposición la vida de la materia, cabe
siempre la posibilidad de que se tenga la impresión de estar ante una construcción a priori”.
(Marx; 1999: XXIII)7

Planteado entonces la relación entre lo abstracto y lo concreto en la elaboración


dialéctica del conocimiento, nos queda por recuperar cuestión de la relación entre el estudio
de lo social y su desarrollo histórico. Este es un punto por demás complejo, en donde
encontramos distancias más importantes entre autores y tradiciones.

Para introducirnos en esta cuestión, tomaremos la estrategia de abordar los


conceptos desarrollados por C. Arthur, representante de una línea de investigación actual
que se autodenomina “el nuevo giro a la dialéctica marxista-hegeliana”, para señalar sus
límites y cómo se articularían otras interpretaciones del problema.

Arthur distingue entre una “dialéctica histórica” y una “dialéctica sistemática”.8 La


primera versión, según este autor representa la mala lectura de los marxistas inspirados en
Engels que ven en el trabajo de Marx un desarrollo dialéctico de las etapas de la historia de
los modos de producción. Según Arthur, esta suerte de dialéctica histórica se fundamenta
en una idea en principio deficientemente interpretada de algunas frases de Marx en relación
a las luchas de clases. Dicha interpretación, según este autor, implica un abandono de la

7
En el texto de la Introducción de 1958, en donde hace Marx referencias más claras en lo que respecta a sus
presupuestos metodológicos, encontramos también expresada esta misma idea: “Lo concreto es concreto
porque es la síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto, unidad de lo diverso. Aparece en el
pensamiento como proceso de síntesis, como resultado, no como punto de partida, aunque sea el verdadero
punto de partida, y, en consecuencia, el punto de partida también de la intuición y representación. En el
primer camino, la representación plena es volatilizada en una determinación abstracta; en el segundo, las
determinaciones abstractas conducen a la reproducción de lo concreto por el camino del pensamiento” (Marx,
2007: 21).
8
Cf. Arthur, 2004. Capitulo IV.

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dinámica real de la dialéctica, confundiéndose con una lógica lineal en sentido tradicional
de desarrollo lógico.
En cambio, sostiene Arthur, el trabajo que Marx realiza en El Capital queda mejor
retratado desde una concepción de la dialéctica como “dialéctica sistemática”, es decir, un
desarrollo dialéctico de los conceptos a partir de los cuales se logra una exposición del
modo capitalista de producción en tanto que esta constituye una totalidad; en este sentido,
el problema del desarrollo histórico queda fuera de su concepción de la dialéctica
materialista de Marx. Es decir, Marx tomaría la sociedad capitalista como totalidad y todo
desarrollo teórico que realiza apunta al descubrimiento de los nexos internos, de las
relaciones que se articulan al interior de dicha totalidad, dejando de lado lo relativo a su
génesis y devenir históricos.
El planteo general de Arthur, bajo la perspectiva de la “dialéctica sistemática”, hace
ver el desarrollo de Marx como un desarrollo lógico dialéctico de los conceptos en sí
mismos y de este modo, su interpretación hace diluir el carácter concreto histórico de la
investigación marxista.
Si bien es cierto que en este planteo, Arthur consigue desentrañar rigurosamente el
análisis dialéctico, mostrando como los conceptos se desarrollan, ganando en complejidad y
determinación en la medida en que la investigación avanza, a su vez que expresando
relaciones concretas al interior de la sociedad capitalista, la disociación respecto del
desarrollo histórico hace que pierda perspectiva el enfoque dialéctico. Encontramos en
Marx fundamento para sostener que efectivamente está pensando en la sociedad capitalista
con una mirada histórica, aunque el método histórico deba ser aclarado y re-definido en los
términos de la dialéctica. Por ejemplo, en el siguiente fragmento del texto de los Ensayos
de Marx: “Desde este punto de vista, puede afirmarse que la categoría más simple puede
expresar las relaciones dominantes de un todo no desarrollado o las relaciones subordinadas
de un todo más desarrollado, relaciones que existían ya históricamente antes de que el todo
se desarrollara en el sentido expresado por una categoría más concreta. Sólo entonces el
camino del pensamiento abstracto, que se eleva de lo simple a lo complejo, podría
corresponder al proceso histórico real” (Marx, 2007: 23).
Marx muestra, en el desarrollo de su investigación el desarrollo de las categorías
(por tanto a su vez, de las relaciones de producción) hasta abarcar la totalidad compleja que

12
constituye la economía capitalista. Esta exposición, implica su desarrollo histórico, aunque
la dinámica de la misma no presenta un orden histórico en el sentido de un ordenamiento
temporal según los momentos en que las categorías surgen en el curso de los
acontecimientos. En tanto potencia económica que lo domina todo, el capital es punto de
partida y punto de llegada de la investigación, y en este sentido, las categorías se
posicionan en el orden en que articulan las relaciones al interior del capital como potencia
dominante.

En este sentido, entendiendo la historia re-definida en los términos de la dialéctica


resulta impracticable y erróneo alinear las categorías económicas en el orden en que fueron
históricamente determinantes. Su orden de sucesión está, en cambio, determinado por las
relaciones que existen entre ellas en la moderna sociedad burguesa, y que es exactamente el
inverso del que parece ser su orden natural o del que correspondería en el curso del
desarrollo histórico. No se trata de la posición que las relaciones económicas asumen
históricamente en la sucesión de las distintas formas de sociedad. Se trata de su articulación
al interior de la moderna sociedad burguesa.9

La relación entre el desarrollo dialéctico de los conceptos y la dialéctica histórica se


torna en algún punto controvertido en la medida en que consideramos las leyes de la
dialéctica hegeliana. En efecto, el movimiento de la investigación dialéctica, que incorpora
las determinaciones contradictorias del contenido concreto de su objeto, arroja ciertas leyes
que podemos encontrar aplicadas en las investigaciones de Marx, pero que exigen ciertas
aclaraciones en relación al sentido de la legalidad en general en el estudio de lo social a
través de la dialéctica. Pasemos entonces en primera instancia a analizar estas leyes y el
modo en que las encontramos desplegadas en El Capital.

A partir de las diferentes reconstrucciones que la tradición de la filosofía dialéctica


ha desarrollado, podemos articular a grandes rasgos tres leyes que estarían implicadas en
esta lógica: la ley de la unión de los opuestos, la ley del paso de cambios cuantitativos a
cambios cualitativos y la ley de la negación de la negación.

9
Cf. Marx, 2007:28-29

13
La primera ley, de unión de los opuestos, es justamente la negación del principio de
la lógica tradicional de no-contradicción. Afirma, en efecto, que cada cosa es el resultado
de múltiples determinaciones contradictorias. Los opuestos conforman una totalidad. Es el
principio a partir del cual se entiende que no hay elementos simples, acabados, sino que
todo lo que es, guarda en su interior una complejidad inmanente, una lucha de fuerzas
opuestas. Estas tendencias contradictorias son la fuente del movimiento. En este sentido, la
totalidad es la forma en que conviven las contradicciones. Encontramos expresada esta idea
de forma explícita y clara en el siguiente pasaje de la obra de Marx: “Veíamos que el
proceso de cambio de las mercancías encierra aspectos que se contradicen y excluyen entre
sí. El desarrollo de la mercancía no suprime estas contradicciones; lo que hace es crear la
forma en que puede desenvolverse. No existe otro procedimiento para resolver las
verdaderas contradicciones. Así, por ejemplo, el que un cuerpo se vea constantemente
atraído por otro y constantemente repelido por él, constituye una contradicción. Pues bien,
la elipse es una de las formas de movimiento en que esta contradicción se realiza a la par
que se resuelve” (Marx, 1999: 65).

Tanto en la realidad como en el pensamiento, nos encontramos con múltiples


contradicciones. Las contradicciones que investiga Marx son las que recoge del mundo
material, de los modos de producción económica. En este sentido, no hay contradicción
más grande que la que se observa en la sociedad capitalista: cuando la sociedad ha logrado
conquistar el modo más desarrollado de producción social, resulta que la mayor parte de
esta sociedad se encuentra excluida de sus beneficios.

La totalidad de las contradicciones que se manifiestan al interior de la sociedad


capitalista serán el objeto de estudio de la ciencia marxista. Para entender cómo las
diferentes contradicciones se relacionan y cuál es el desarrollo que las articula, debemos
mirar las otras dos leyes que se deducen del movimiento dialéctico entre polos opuestos.

La segunda ley expresa que grandes cambios cuantitativos, al potenciar los


elementos contradictorios que lo contienen, engendran cambios cualitativos. Es decir, el
crecimiento, la expansión en número, en cantidad, puede hacer que lo que tenía una cierta
forma, cambie totalmente a algo distinto de lo que es, un “salto cualitativo”.

14
Lo que sucede justamente es que, al constituir la totalidad estudiada una unión de
opuestos, de fuerzas contradictorias, el desarrollo de estas tendencias contradictorias, su
expansión, llega necesariamente a un límite en donde, para conservarse, se transforma en
algo diferente. Lo vemos expresado por el mismo Marx cuando analiza la emergencia del
régimen capitalista a partir del empleo de una cantidad de mano de obra que excede la tasa
máxima permitida por el régimen gremial (régimen anterior que intenta en vano
contrarrestar las fuerzas del nuevo modo de producción naciente): “Aquí, como en las
ciencias naturales, se confirma la exactitud de aquella ley descubierta por Hegel en su
Lógica, según la cual, al llegar a un cierto punto, los cambios puramente cuantitativos se
truecan en diferencias cualitativas” (Marx, 1999: 247).10

La tercera ley, la de la negación de la negación, es la que explica cómo se resuelve


la contradicción en algo nuevo, separado, que no es en particular ninguno de los dos polos
contrapuestos, sino algo diferente (su negación) que contiene a ambos. Esta nueva realidad
contiene los polos contradictorios bajo una nueva forma, y en tanto totalidad, también
genera su propia antítesis o contradicción.

Si bien esta ley está implicada a lo largo de todo el desarrollo de las categorías
económicas11, Marx habla expresamente de la ley de la negación de la negación en el

10
Miremos este ejemplo más de cerca, descrito por Marx más adelante, en el capítulo XI: “Por lo que se
refiere al régimen de producción, vemos que la manufactura, por ejemplo, apenas se distingue en sus orígenes
de la industria gremial del artesanado más que por el número de obreros empleado al mismo tiempo y por el
mismo capital, número que en la manufactura es mayor…Por tanto, en un principio, la diferencia es
meramente cuantitativa…Sin embargo, dentro de ciertos límites, la cosa cambia. El trabajo materializado en
el valor es trabajo de calidad social media, aplicación de una fuerza media de trabajo. Pero para obtener una
magnitud media, es necesario reunir muchas magnitudes individuales diversas de la misma especie. Dentro de
la misma rama industrial, cada obrero individual, Pedro o Pablo, difieren más o menos del tipo medio de
obrero. Estas divergencias individuales, que matemáticamente se llaman 'errores', se compensan y
desaparecen en cuanto se reúne un número relativamente grande de obreros…Por tanto, el empresario
individual, si quiere acogerse íntegramente a la ley de la valorización, tiene que producir como capitalista, es
decir, emplear muchos obreros al mismo tiempo, poniendo en acción desde el primer momento trabajo social
medio” (Marx, 1999: 259-261). A su vez, la forma que adopta la convergencia de muchos obreros trabajando
juntos, que Marx la nombra como cooperación, también produce cambios cualitativos que derivan de esta
modificación en la cantidad de obreros trabajando: “Del mismo modo que la fuerza de ataque de un escuadrón
de caballería o la fuerza de resistencia de un regimiento de infantería difieren sustancialmente de la suma de
las fuerzas de ataque y resistencia desplegadas por cada soldado, la suma mecánica de fuerzas de los diversos
obreros es algo sustancialmente distinto de la potencia social de fuerzas que desarrollan muchas brazos
coordinados simultáneamente en la misma operación indivisa…La cooperación no tiende solamente a
potenciar la fuerza productiva individual, sino a crear una fuerza productiva nueva, con la necesaria
característica de fuerza de masa” (Marx, 1999: 262).
11
Cf. Rubin, 1929.

15
último capítulo del Tomo I cuando habla del proceso de acumulación originaria. En este
capítulo explica cómo el modo capitalista de producción representa la negación del modo
de producción basado en la propiedad privada del trabajo (trabajo individual, en donde el
trabajador produce sus medios de vida), en la medida en que en el capitalismo, el trabajador
es separado de sus medios de trabajo y el trabajo toma una forma social. Esta nueva forma,
la de la producción capitalista, contiene a su vez los términos lógicos de su superación: del
trabajo social a partir de medios privados, a la socialización inmanente de los medios de
producción: “El sistema de apropiación capitalista que brota del régimen capitalista de
producción, y por tanto la propiedad privada capitalista, es la primera negación de la
propiedad privada individual, basada en el propio trabajo. Pero la producción capitalista
engendra, con la fuerza inexorable de un proceso natural, su primera negación. Es la
negación de la negación. Esta no restaura la propiedad privada ya destruida, sino una
propiedad individual que recoge los progresos de la era capitalista: una propiedad
individual basada en la cooperación y en la posesión colectiva de la tierra y de los medios
de producción producidos por el propio trabajo” (Marx; 1999: 649).

Este fragmento polémico ha sido objeto de innumerables críticas en tanto que


muchos ven en él una suerte de teleología dialéctica, de predicción marxista respecto del
futuro de la economía capitalista. Por este motivo, al ser interpretada como una predicción
de Marx del advenimiento del socialismo, se confunde el sentido de las leyes dialécticas
con la idea clásica de Ley científica. Esta confusión es lo que motiva a autores como Arthur
a cuestionar correctamente la idea de una dialéctica histórica, en la medida en que no hay
evidencia en las investigaciones de Marx que sugiera que el estudio de las leyes que rigen
la sociedad capitalista puedan fundamentar predicciones en el sentido en que la filosofía
12
positivista de la ciencia lo entiende. Mas allá de lo que respecta a este pasaje en
particular, esta ley es fundamental para comprender el desarrollo dialéctico de los

12
Para una interpretación de este pasaje que no implica pensar en una suerte de profecía de Marx, sino una
explicitación de una contradicción inmanente al sistema capitalista, es decir, una representación de una
posibilidad lógica presente al interior de este sistema (y no un supuesto momento posterior) se puede
confrontar el capítulo 6 del texto de Christopher Arthur de 2004 que venimos citando titulado “Negation of
the Negation in Marx’s 'Capital'”.

16
conceptos, ya que expresa el carácter sustantivamente diferente y negador que implica el
desarrollo de las contradicciones más simples en la separación de formas más complejas.13

Hemos entonces repasado en términos generales algunas leyes que se formulan


desde la dialéctica hegeliana y que vemos desarrolladas en las investigaciones de Marx.
Ahora bien, cabe reflexionar acerca del carácter de estas leyes, para comprender el alcance
de su generalidad y el sentido de su validez. Al habernos despojado de lo que la filosofía de
la ciencia y la lógica clásica entiende por investigación científica válida y verdadera, con
sus presupuestos y sus métodos, a saber, los datos en tanto “evidencias”, la observación
contralada como medio para determinar la correspondencia de los conceptos con la
experiencia, los modelos racionales, el análisis y la síntesis como caminos opuestos y
separados, de lo simple a lo complejo y de lo complejo a lo simple, etc, es necesario que
también nos replanteemos el concepto de ley.

Si revisamos la aplicación de estas leyes en todo el texto que constituye El Capital,


podemos verificar que no se trata de generalizaciones de casos particulares, y su carácter no
tiene la pretensión de universalizar causalidades, relaciones y dependencias de unos
fenómenos con otros. Las leyes del movimiento que se sintetizan bajo esta lógica no tienen
en modo alguno una validez general, sino que solo tienen sentido en la medida en que
comprenden la relación entre los fenómenos particulares y la totalidad.

Lo que se rompe aquí en relación al concepto clásico de ley y a la ciencia positiva,


es la simetría entre explicación y predicción. Por este motivo autores como Habermas
entienden que una teoría dialéctica de la sociedad procede en términos hermenéuticos. Sin
entrar en detalle en esta interpretación particular, si podemos afirmar en términos generales,
que cuando estamos tratando con una totalidad, se entiende que se trata de una totalidad
particular. Las contradicciones, fuerzas antagónicas que se desarrollen en su interior,
deberán ser en cada caso descubiertas por la investigación dialéctica y referidas a la
totalidad. En este sentido, las leyes que describimos más arriba son válidas en la medida en
que aprehenden aquellas relaciones fundamentales de dependencia por las que un mundo

13
Cf. Rubin, 1929.

17
social, una situación histórica en su conjunto, queda determinada precisamente como
totalidad y trabada en todos sus momentos.14

Habiendo reconstruido a grandes rasgos en qué consiste la aplicación del método


dialéctico en El Capital de Marx, podemos detenernos a pensar qué elementos puede
aportarnos para revisar nuestro modo de actual de construir teoría social.

Luego de haber recuperado el concepto de totalidad, podemos preguntarnos en qué


medida puede sernos útil para construir hoy teoría social. Con esta aproximación no solo
intentamos justificar la validez de las investigaciones de Marx, sino también la necesidad
de continuar dicha investigación atendiendo al desarrollo que el modo de producción
capitalista ha vivenciado en los últimos ciento cincuenta años que le siguieron a las
investigaciones de Marx. En este sentido, consideramos que si se acepta la validez de la
comprensión del modo de producción capitalista que en las páginas de El Capital Marx
logra sintetizar, se debe necesariamente emprender el camino, siguiendo la metodología
adecuada, para comprender cómo ha sido su desarrollo ulterior.

Apostamos por la construcción de teorías de lo social desde la idea de totalidad


porque comprendemos que en el mundo social contemporáneo prevalecen las
contradicciones y fuerzas antagónicas en la estructura de las relaciones sociales que Marx
se esforzó por esclarecer, y, a su vez, que ya prácticamente no existen realidades sociales
inconexas de lo que constituye el modo de producción capitalista, hoy presente a escala
global.

En lo que respecta al tema de defender una lectura dialéctica de la obra de Marx, en


oposición a las lecturas estructuralistas, desarrollaremos de manera muy escueta y limitada
los términos generales del problema a raíz de ciertas características muy generales del
estructuralismo y del marxismo estructuralista. Dejamos abierta la cuestión para un
posterior desarrollo del tema.

El estructuralismo que se desarrolla como tendencia en el estudio de lo social a


partir de los años 50’, tiene como punto de partida las investigaciones etnológicas de
Claude Levi-Strauss, quien es considerado el padre de esta corriente, aunque en realidad
14
Cf. Habermas 1988

18
sus orígenes se remontan a los estudios de Ferdinand de Saussure, fundador de la
lingüística moderna que sirve de base al estructuralismo.

Este tipo de enfoque había aportado a la lingüística una importante base


epistemológica sobre la cual consolidarse como ciencia, lo que resultó de gran atractivo
para que otros campos del conocimiento hicieran el intento de adaptación de esta
metodología tan aparentemente prometedora. El aspecto que más se destaca de esta
perspectiva en favor del aporte hacia la cientificidad es el carácter objetivo que adquieren
sus realizaciones. En este sentido: “Todos los estructuralistas buscan en la realidad humana
aquellos aspectos de estabilidad, de inmutabilidad, que puedan brindar asidero a un
conocimiento verdaderamente científico” (Corvez, 1969: 8).

Como su nombre lo expresa, esta tradición busca caracterizar su objeto de estudio a


partir de estructuras. Así, el estudio de lo social va a consistir en descubrir aquellas
estructuras que subyacen a lo que a simple vista se visualiza como comportamiento de
sujetos que actúan libremente: “El análisis estructural, descuidando lo puramente
accidental, intenta poner de manifiesto el código secreto que vincula las múltiples
actividades del hombre: su organización social, su vida económica, sus creaciones
artísticas, su lenguaje, y aun su actividad psíquica e intelectual” (Corvez, 1969: 9).

En este sentido, el análisis estructural busca diluir al sujeto y la conciencia. Entiende


que la explicación objetiva, es decir, científica, de la acción social, está ligada al
funcionamiento de la estructura, que es independiente de los individuos que la componen, y
los motivos de su accionar no se corresponden en realidad con los sentidos mentados por
estos, sino por una suerte de inconsciente en donde las posibilidades de acción están ya
dadas.15 Así, para dar cuanta de la estructura, no es tan importante atender a los elementos
que la componen, sino más bien a las relaciones que existen entre dichos elementos. Esto a
su vez facilita el análisis comparativo entre las distintas estructuras que caracterizan a
distintas sociedades, permitiendo dar cuenta de los aspectos que se manifiestan en cada una

15
“Este inconciente, a despecho de las frecuentes alusiones a él, nada tiene que ver – salvo en el hecho de
estar organizado - con el inconciente freudiano, que es el de la pulsión el del deseo en su poder de
simbolización. Es un inconciente categorial, combinatorio, sin referencia a un hablante: pensamiento que no
piensa, se aliena en la objetividad de los códigos y de los sistemas.” (Corvez, 1969: 80)

19
de ellas, y que por tanto, puede construirse a partir de estos, una idea exacta y científica
respecto del ser del hombre.

A partir de los años 60’ y 70’, el marxismo se encontró con esta corriente ya
exitosa. Podemos nombrar como uno de sus principales exponentes a la interpretación
althusseriana. No sería del todo correcto decir que Althusser aplico los métodos del
estructuralismo al análisis de los textos de Marx, más bien su trabajo de interpretación de
estos textos dejan ver que el estructuralismo estaría inscripto en la obra de este autor: “El
estructuralismo de Althusser no sería, pues, otra cosa que el del mismo Marx, pero
dearrollado, teorizado con arreglo a las auténticas estructuras, frente a las ‘adaptaciones’
que le hicieron sufrir por su cuenta ciertos ideólogos marxistas” (Corvez, 1969: 116).

A su vez, Althusser se esfuerza por distinguir entre “ciencia” e “ideología”,


pretendiendo justamente interpretar al marxismo como lo primera e intentando borrar todo
vestigio ideológico proveniente de las interpretaciones del humanismo, sobre desde su
vertiente existencialista, dominante en Francia desde un tiempo anterior.

A partir de esta distinción, y analizando el modo en que el pensamiento de Marx se


despliega en sus obras de juventud hasta la consolidación de “El Capital”, Althusser no
duda en revindicar el carácter científico de la segunda etapa del desarrollo marxista, y una
desestimación de los trabajos de la primera. Entiende que existe en Marx una “ruptura
epistemológica”, a partir de la cual “El Capital” representa la verdadera ciencia y lo
anterior se trataba de un puro lenguaje ideológico. Así es como intenta despojar al
marxismo de todo hegelianismo, afirmando a su vez que la dialéctica de Marx es algo
totalmente distinto de la hegeliana. En este sentido, también se posiciona a su vez en contra
del historicismo en tanto resabio de teleología y especulación de la filosofía de la historia.16

La interpretación althusseriana del marxismo, al reivindicar el aspecto estructural de


dicha teoría, entiende que su objetivo principal estriba en develar la anatomía de este
mundo y la dialéctica de las variaciones esa anatomía, estando está constituida por la vida
material, que no es otra cosa que la vida económica, y siendo su conciencia y su ideología,
una suerte de relación imaginaria con sus condiciones de existencia. Revindica en este

16
Cf. Althusser, Balibar, 1969.

20
sentido la idea de “determinación de lo económico en última instancia”, y manifiesta que la
esencia de toda formación social implica instancias determinantes en el interior de un
complejo de estructura y superestructura. Estas instancias quedan representadas por la
economía, la política y la ideología, que gozan de cierta autonomía relativa y eficacia
específica. Existe en este sentido, una discontinuidad radical en la dialéctica, en tanto que
cada nivel posee su tiempo propio, relativamente autónomo.

Esta estratificación en instancias separadas de lo social, en que deviene la


interpretación estructuralista, viene a oponerse a la idea de totalidad que desarrollamos
anteriormente. En efecto, la distancia entre una interpretación y otra salta a la vista
claramente. Si consideramos el modo de producción capitalista como una totalidad en el
sentido de la dialéctica, debemos suponer una conexión entre las distintas instancia mucho
más comprometida que la planteada por el estructuralismo de Althusser.

Con esto no queremos decir que no puedan distinguirse de algún modo ciertas
instancias. En efecto lo político, por ejemplo, tiende a delimitar un campo de acción que se
separa de algún modo de lo económico. El problema es bajo que lógica interpretar dicha
separación, y aquí si tenemos que la lectura en base a la dialéctica y la lectura
estructuralista difieren entre si de modo sustancial, de forma tal que su objeto de estudio, el
modo de producción capitalista, queda determinado por lógicas internas diferentes que
afectan sustancialmente a las ideas que se forman acerca de su constitución y sus líneas de
desarrollo.

Para explicar cómo las distintas instancias se forman, desde la perspectiva del
razonamiento dialéctico, la investigación debería llevarnos a comprender los nexos que
conectan cada instancia con la totalidad. Las propias tensiones que se manifiestan al interior
de las diferentes instancias de lo social, y entre estas instancias, a las que el investigador
tiene acceso desde una pre-comprensión significativa de dicha realidad, pueden ser
analíticamente tratadas y sintéticamente puede ser descubierto su movimiento.

Además, no se debe descuidar el interés del propio Marx respecto del método
dialéctico, en relación a su objetivo principal que consiste en una crítica de la economía
política: al ser la lógica del desarrollo, contraposición de la lógica estática, es a partir de

21
aquella que Marx logra exponer las categorías de la economía política de una forma tal que
de cuenta no sólo de las relaciones que se establecen entre ellas, sino también del modo en
que se articula su desarrollo histórico. En este sentido, para la economía marxista, las
categorías económicas no caen del cielo ya constituidas, sino que son la cristalización (o
“cosificación”) de relaciones sociales que se desarrollan a partir de un proceso histórico.
Para Marx, todas las categorías económicas representan relaciones sociales entre personas.
Por tanto, su desarrollo, coincide justamente con el desarrollo de estas relaciones sociales.
En esto está la clave de la importancia de Marx para la sociología: desde Marx, la economía
no se trata de relaciones entre categorías independientes, exclusivamente técnicas del
estudio económico, sino que se trata de relaciones sociales entre personas.

En este sentido, la crítica de Marx a la economía política lo que hace es mostrar las
relaciones sociales que están detrás de las categorías que los economistas clásicos
utilizan.17 Por tanto la operación resulta un especie de sociologización de la economía, y no
como suele pensarse, un reduccionismo de lo social a las estructuras de la economía. El
modo de producción económico viene a ser fundamental para el análisis de lo social no
tanto como factor determinante sino más bien como punto de partida de la investigación: en
efecto, la función primera y vital de que las sociedades deben ocuparse, es garantizarse su
reproducción material, producir su vida. En este sentido, existe en Marx como cuestión
antropológica implicada la relación constitutiva de lo social a partir de la cual los hombres
entran en relaciones entre sí y con la naturaleza a partir del trabajo. Pero esta relación
constitutiva de lo social no implica ninguna instancia determinante de otras instancias. El
tema de la determinación de una instancia sobre otra se vuelve más complejo y quizá podría
decirse que pierde sentido si interpreta el modo de producción capitalista desde la dialéctica
bajo el concepto de totalidad.

Ninguna instancia, desde esta lógica, puede tener la capacidad de “determinar” otra,
en tanto que la acción de determinar queda excluida de la lógica del desarrollo dialéctico,
así como también la causalidad y la predictibilidad bajo sus formas clásicas. La misma idea
de instancia debería ser revisada incluso, si esto supone una estructura de relaciones rígidas.
En su lugar, el análisis dialéctico propone la idea de “momento”, cuya forma es la que

17
Cf. Rubin 1928; García 1979.

22
dibuja el movimiento de las fuerzas en lucha. Cada momento tiene un desarrollo, y
engendra nuevos momentos. Pero esta generación, que como describimos antes es
profundización y separación en nuevas formas, debe ser contrapuesto de la idea de
determinación.

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