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TEMA 23º

PROPIEDAD PRIVADA Y SUS LÍMITES EN MATERIA DE AGUAS, MINAS,


COSTAS Y MONTES. PROPIEDAD INTELECTUAL
(Esquema)

I. LA PROPIEDAD PRIVADA Y SUS LÍMITES EN LAS


PROPIEDADES ESPECIALES

1. Regulación sistemática en el Código civil de las propiedades


especiales

II. LOS LÍMITES EN MATERIA DE AGUAS

1. Regulación de la propiedad de las aguas

2. Estructura de la propiedad de las aguas en la Ley de Aguas.

3. Estructura y contenido de la vigente Ley de Aguas

4. Los límites a la propiedad privada y el dominio público


hidráulico del Estado

5. Usos comunes y privativos del agua

6. Régimen transitorio de la Ley

III. LOS LÍMITES EN MATERIA DE MINAS

1. Regulación y ámbito de la Ley de Minas

2. Naturaleza de los yacimientos minerales y clasificación

3. Reservas del Estado


4. Condiciones para ser titular de derechos mineros

5. Transmisión de derechos mineros

6. Caducidad y extinción de los permisos y autorizaciones

IV. LOS LÍMITES EN MATERIA DE COSTAS

1. Objeto de la Ley de Costas


2. Límites derivados de la Ley de Costas

A. Servidumbre de protección
B. Servidumbre de tránsito
C. Servidumbre de acceso al mar
D. Otras limitaciones de la propiedad
E. Zona de influencia

V. LOS LÍMITES EN MATERIA DE MONTES

VI. LA PROPIEDAD INTELECTUAL

1. Nacimiento y contenido

2. Sujetos

3. Objeto

4. Contenido
A) Derecho moral de autor
B) Derechos de explotación
C) Otros derechos

5. Duración

6. Reproducción sin autorización

7. Extinción

8. Cesión de los derechos y otros contratos


9. Acciones

10. Registro General de la Propiedad Intelectual


PROPIEDAD PRIVADA Y SUS LÍMITES EN MATERIA DE AGUAS, MINAS,
COSTAS Y MONTES. PROPIEDAD INTELECTUAL

I. LA PROPIEDAD PRIVADA Y SUS LÍMITES EN LAS


PROPIEDADES ESPECIALES

1. Regulación sistemática en el Código civil


El Libro II del Código civil, tras la regulación de la propiedad privada
individual en los arts. 348 y sigs. (Título II) y la comunidad de bienes o
propiedad privada en comunidad en los arts. 392 y sigs. (Título III),
dedica el Título IV a lo que llama de algunas propiedades especiales,
regulando en sucesivos capítulos la de las aguas, la de los minerales o
minas y la propiedad intelectual.
Se trata de instituciones propietarias que gozan de regulación
mediante ley especial, por lo que la contenida en el Código es parca y
básica y sólo subsistente en cuanto no contradiga cuanto dispongan las
leyes especiales.
Curiosamente, el Código civil llama a la propiedad sobre las aguas y
sobre los minerales y a la intelectual, en la que la intervención
administrativa es clarísima, propiedades especiales no tanto por razón de
su objeto ni de su regulación en ley especial cuanto precisamente por la
fuerte intervención administrativa sobre dichas propiedades, como
recuerda SÁNCHEZ ROMÁN.

II. LOS LÍMITES EN MATERIA DE AGUAS

1. Regulación de la propiedad de las aguas


La propiedad de las aguas ha tenido, en nuestro país, una regulación
especial aun antes de la promulgación del Código civil. Efectivamente,
una de las instituciones reguladas con espíritu codificador tras el fracaso
del Proyecto de 1851 y antes del Código civil, fue la propiedad de las
aguas. La primera ley fue de 1866, posteriormente se reguló en la Ley de
13 de junio de 1879, mantenida por el Código civil expresamente en el
art. 425, en cuya virtud todo lo que no esté expresamente prevenido por
las disposiciones de este capítulo (el de las aguas) se estará a lo
mandado por la Ley especial de Aguas. Dicha ley fue finalmente derogada
por la Ley 29/1985, de 2 de agosto, notablemente modificada después
por la Ley de 13 de diciembre de 1999. Actualmente, la materia se rige
esencialmente por el Texto refundido de la Ley de Aguas, aprobado por el
Real Decreto Legislativo 1/2001, de 20 de julio, que deroga la ley de
1999, excepto la disposición adicional primera. Asimismo, es
importantísima la STC 227/1988, de 29 de noviembre y el Reglamento
del Dominio Público Hidráulico (R.D. 849/1986, de 11 de abril).

2. Estructura de la propiedad de las aguas en la Ley de Aguas


La Ley de Aguas distingue entre aguas de dominio público o
pertenecientes al dominio publico hidráulico y aguas pertenecientes al
dominio privado. A cada una de tales aguas atribuye un régimen de
apropiación y de explotación por los particulares, si bien el objeto
fundamental de la ley es el dominio público de las aguas.
En la Ley se declara el dominio público las aguas continentales, ya
superficiales ya subterráneas renovables, consideradas como recurso, en
su conjunto, deben estar subordinadas al interés general y puestas al
servicio de la nación, como decía la E. de M. de la Ley de 1985. Este
planteamiento impone como novedad la inclusión en el dominio público
de las aguas subterráneas. Actualmente puede decirse que todas las
aguas son públicas y que las aguas privadas tienen un carácter
excepcional.

3. Estructura y contenido de la vigente Ley de Aguas


La actual regulación de la Ley de Aguas se estructura en 135 artículos,
ordenados en un Título Preliminar y ocho Títulos, 8 disposiciones
adicionales, 8 transitorias y 3 finales. Respecto de su contenido, en
cuanto a la materia civil se refiere, cabe destacar lo siguiente.
La ley se inaugura con un Título Preliminar, cuyo art. 1º determina su
objeto: «es objeto de esta Ley la regulación del dominio público
hidráulico, del uso del agua y del ejercicio de las competencias atribuidas
al Estado en las materias relacionadas con dicho dominio en el marco de
las competencias delimitadas en el art. 149 de la Constitución».
El art. 2 define el dominio público hidráulico y dice que constituyen el
dominio público hidráulico del Estado, con las salvedades expresamente
establecidas en esta Ley:
a) Las aguas continentales, tanto las superficiales como las
subterráneas renovables con independencia del tiempo de renovación.
b) Los cauces de corrientes naturales, continuas o discontinuas.
c) Los lechos de los lagos y lagunas y los de los embalses superficiales
en cauces públicos.
d) Los acuíferos subterráneos, a los efectos de los actos de disposición
o de afección de los recursos hidráulicos.
e) Las aguas procedentes de la desalación de agua de mar una vez que,
fuera de la planta de producción, se incorporen a cualquiera de los
elementos señalados en los apartados anteriores.
En cambio, son de dominio privado, dice el art. 5, los cauces por los
que ocasionalmente discurran aguas pluviales en tanto atraviesen, desde
su origen, únicamente fincas de dominio particular. Pero el dominio
privado de estos cauces no autoriza para hacer en ellos labores ni
construir obras que puedan hacer variar el curso natural de las aguas o
alterar su calidad en perjuicio del interés público o de tercero, o cuya
destrucción por la fuerza de las avenidas pueda ocasionar daños a
personas o cosas.

4. Los límites a la propiedad privada y el dominio público hidráulico


del Estado
El Título I primero regula el dominio público hidráulico del Estado,
determinando los bienes que lo integran y definiendo los cauces, riberas,
y márgenes, así como los lagos, lagunas, embalses y terrenos
inundables. El art. 10 se refiere a las charcas situadas en predios de
propiedad privada y dice que éstas se considerarán como parte
integrante de los mismos siempre que se destinen al servicio exclusivo de
tales predios y sin perjuicio de la aplicación de la legislación ambiental
correspondiente. Asimismo, se regulan los acuíferos subterráneos y las
aguas procedentes de la desalación.
El título IV se refiere a la utilización del dominio público hidráulico,
cuyo capítulo primero trata de las servidumbre legales. Éstas se regulan
como sigue:
En virtud del art. 45, los predios inferiores están sujetos a recibir las
aguas que naturalmente y sin obra del hombre desciendan de los predios
superiores, así como la tierra o piedra que arrastren en su curso. Ni el
dueño del predio inferior puede hacer obras que impidan esta
servidumbre, ni el del superior obras que la agraven. Si las aguas fueran
producto de alumbramiento, sobrantes de otros aprovechamientos, o se
hubiese alterado de modo artificial su calidad espontánea, el dueño del
predio inferior podrá oponerse a su recepción, con derecho a exigir
resarcimiento de daños y perjuicios, de no existir la correspondiente
servidumbre.
El art. 46 dispone que “los Organismos de cuenca podrán imponer,
con arreglo a lo dispuesto en el Código Civil y en el Reglamento de esta
Ley, la servidumbre forzosa de acueducto, si el aprovechamiento del
recurso o su evacuación lo exigiera. Con arreglo a las mismas normas,
los Organismos de cuenca podrán imponer las servidumbres de saca de
agua y abrevadero, de estribo de presa y de parada o partidor, así como
las de paso cuando se trate de garantizar el acceso o facilitar el mismo a
zona de dominio público de los cauces, para usos determinados
incluyendo los deportivos y recreativos, y en general cuantas
servidumbres estén previstas en el Código Civil. El expediente de
constitución de servidumbre deberá reducir, en lo posible, el gravamen
que la misma implique sobre el predio sirviente. La variación de las
circunstancias que dieron origen a la constitución de una servidumbre
dará lugar, a instancia de parte, al correspondiente expediente de
revisión que seguirá los mismos trámites reglamentarios que los
previstos en el de constitución. El beneficiario de una servidumbre
forzosa deberá indemnizar los daños y perjuicios ocasionados al predio
sirviente de conformidad con la legislación vigente”.
Por último en virtud del art. 47 “en toda acequia o acueducto, el
cauce, los cajeros, y las márgenes serán considerados como parte
integrante de la heredad o edificio a que vayan destinadas las aguas, o
en caso de evacuación, de los que procedieran”.

5. Usos comunes y privativos del agua


El Capítulo II del citado Título regula los usos comunes y privativos del
agua o del dominio público hidráulico. Así, en virtud del art. 52 el
derecho al uso privativo, sea o no consuntivo, del dominio público
hidráulico se adquiere por disposición legal o por concesión
administrativa. No podrá adquirirse por prescripción el derecho al uso
privativo del dominio público hidráulico. Asimismo, se debe tomar en
consideración que en virtud de la Disposición Adicional Primera, los
lagos, lagunas y charcas, sobre los que existan inscripciones expresas en
el Registro de la Propiedad, conservarán el carácter dominical que
ostentaren en el momento de entrar en vigor la Ley 29/1985, de 2 de
agosto, de Aguas.
El art. 53 determina las causas de extinción al señalar que el derecho
al uso privativo de las aguas, cualquiera que sea el título de su
adquisición, se extingue:
a) Por término del plazo de su concesión.
b) Por caducidad de la concesión en los términos previstos en el art.
66.
c) Por expropiación forzosa.
d) Por renuncia expresa del concesionario.
La declaración de la extinción del derecho al uso privativo del agua
requerirá la previa audiencia de los titulares del mismo.
Se debe tomar en consideración que, en virtud del art. 54, el
propietario de una finca puede aprovechar las aguas pluviales que
discurran por ella y las estancadas, dentro de sus linderos, sin más
limitaciones que las establecidas en la presente Ley y las que se deriven
del respeto a los derechos de tercero y de la prohibición del abuso del
derecho.

6. Régimen transitorio de la Ley


La Ley contiene finalmente un régimen transitorio en las cuatro
disposiciones transitorias de la Ley que afecta a quienes, conforme a la
normativa anterior a la Ley 29/1985, de 2 de agosto, de Aguas, fueran
titulares de aprovechamiento de aguas públicas en virtud de concesión
administrativa o prescripción acreditada, así como de autorizaciones de
ocupación o utilización del dominio público estatal (D.T. 1ª); a los
titulares de algún derecho conforme a la Ley de 13 de junio de 1879,
sobre aguas privadas procedentes de manantiales que vinieran
utilizándose en todo o en parte y hubieran obtenido su inclusión en el
Registro de Aguas como aprovechamiento temporal de aguas privadas
(D.T. 2ª); a los aprovechamientos temporales de aguas privadas
procedentes de pozos o galerías, inscritos en el Registro de Aguas al
amparo de la disposición transitoria tercera 1 de la Ley 29/1985, de 2 de
agosto, de Aguas (D.T. 3ª); y a los aprovechamientos de aguas calificadas
como privadas por la Ley de 13 de junio de 1879, que se podrán inscribir
en el Registro de Aguas a petición de sus titulares legítimos (D.T. 4ª).

III. LOS LÍMITES EN MATERIA DE MINAS


1. Regulación y ámbito de la Ley de Minas
Los arts. 426 y 427 C.C., que conforman el Capítulo II del Título IV del
Libro II, contienen las normas que el Código civil dedica a la propiedad
de los minerales. Obviamente, la regulación es claramente insuficiente y
debe ser completada no sólo con la Ley 22/1973 de 21 de julio, de
Minas, sino también con la Ley 21/1974, de 27 de junio sobre
investigación y explotación de hidrocarburos, con la Ley 54/1980, de 5
de noviembre sobre recursos minerales energético, que modifica la Ley de
Minas, con la Ley 6/1977, de 4 de enero, de Fomento de la Minería, el
Real Decreto 2.857/1978, de 25 de agosto, por el que se aprueba el
Reglamento General para el Régimen de la Minería y la Ley 25/1964, de
29 de abril, Reguladora de la Energía Nuclear. Asimismo, se debe tomar
en consideración el art. 132 C.E. y otros preceptos del propio Código
civil, como el art. 334-8º, que configura las minas como bienes
inmuebles; el art. 339-2º, que las configura como bienes de dominio
público; los arts. 476 a 478 en sede de usufructo de minas; o el art.
1.632-2 respecto de los derechos del enfiteuta en relación con las minas
descubiertas en la finca enfitéutica.
En la regulación del Código civil, el art. 426 establece que «todo
español o extranjero podrá hacer libremente en terreno de dominio
público calicatas o excavaciones que no excedan de diez metros de
extensión en longitud o profundidad con objeto de descubrir minerales,
pero deberá dar aviso previamente a la autoridad local. En terrenos de
propiedad privada no se podrán abrir calicatas sin que preceda permiso
del dueño o del que le represente». Y el art. 427 C.C. especifica que los
límites del derecho mencionado en el artículo anterior, las formalidades
previas y condiciones para su ejercicio, la designación de las materias
que deben considerarse como minerales, y la determinación de los
derechos que corresponden al dueño del suelo y a los descubridores de
los minerales en el caso de concesión, se regirán por la Ley Especial de
Minería.
Esta ley especial es, actualmente, la mencionada Ley de Minas, de 21
de julio de 1973, cuyo objeto, como determina su art. 1º es establecer el
régimen jurídico de la investigación y aprovechamiento de los
yacimientos minerales y demás recursos geológicos cualesquiera que
fueren su origen y estado físico, quedando fuera de su ámbito los
hidrocarburos líquidos y gaseosos. Asimismo, el art. 3-2 excluye del
ámbito de la ley la extracción ocasional y de escasa importancia de
recursos minerales, cualquiera que sea su clasificación, siempre que se
lleve a cabo por el propietario de un terreno para su uso exclusivo y no
exija la aplicación de técnica minera alguna.

2. Naturaleza de los yacimientos minerales y clasificación


El art. 2 expresamente dice que todos los yacimientos de origen
natural y demás recursos geológicos existentes en el territorio nacional,
mar territorial y plataforma continental, son bienes de dominio público,
cuya investigación y aprovechamiento el Estado podrá asumir
directamente o ceder en la forma y condiciones que se establecen en la
presente ley y demás disposiciones vigentes en cada caso. Tales
yacimientos minerales, así como los recursos geológicos, los clasifica la
ley en tres secciones, como dispone el art. 3, si bien la Ley 54/1980, de 5
de noviembre excluye de la sección C) los carbones, los minerales
radioactivos, los recursos geotérmicos y las rocas bituminosas para
conformar una nueva sección D).
A la sección A) pertenecen los de escaso valor económico y
comercialización geográficamente restringida, así como aquellos cuyo
aprovechamiento único sea el de obtener fragmentos de tamaño y forma
apropiados para su utilización directa en obras de infraestructura,
construcción y otros usos que no exigen más operaciones que las de
arranque, quebranto y calibrado. A la regulación de los
aprovechamientos de la sección A), se destina el Título III (arts. 16 a 22),
los cuales se atribuyen a los dueños o a las personas físicas o jurídicas a
las que ceda sus derechos, cuando se encuentren enclavados en terrenos
de propiedad privada. Cuando se encuentren en terrenos patrimoniales
del Estado, las CC.AA., las Provincias o los Municipios, sus titulares
podrán aprovecharlos directamente o ceder a otros sus derechos.
Finalmente, cuando se encuentren en terrenos de dominio y uso público
serán de aprovechamiento común. El ejercicio de este derecho se
condiciona a la obtención de la pertinente autorización de explotación y a
la presentación de los planes de labores correspondientes. Por tratarse
de bienes de dominio público, el Estado podrá explotarlos directamente o
ceder su aprovechamiento a terceras personas cuando lo justifiquen
superiores necesidades de interés nacional y si el propietario del terreno
rechaza la invitación que se haga para ello.
Cuando el Estado lleve a cabo directamente la explotación de estos
recursos o la ceda a terceros, los propietarios de los terrenos tendrán
derecho a percibir la correspondiente indemnización por la ocupación de
la superficie necesaria para la ubicación de los trabajos de explotación y
por los daños y perjuicios que se les causen.
La sección B) incluye las aguas minerales, las termales, las
estructuras subterráneas y los yacimientos formados como consecuencia
de operaciones reguladas por esta ley. El aprovechamiento de los
recursos de la sección B) se regula en el tít. IV, definiendo con este objeto
las aguas minerales, las termales, las estructuras subterráneas y los
yacimientos formados por acumulaciones de residuos de actividades
reguladas por esta ley. Dentro de las aguas minerales se mantiene la
distinción entre las minero-medicinales y minero-industriales,
clasificando a las aguas termales que sean destinadas a usos
terapéuticos o industriales como aguas minerales a todos los efectos de
esta ley.
Para el aprovechamiento de los recursos de la sección B) deberá
obtenerse la debida autorización de aprovechamiento, estableciéndose
las oportunas prioridades en los tres tipos de recursos que en la sección
se incluyen y creándose para las estructuras subterráneas, de tanta
importancia en la protección del ambiente, perímetros de protección
similares a los de las aguas minerales.
La sección C) comprende cuantos yacimientos minerales y recursos
geológicos no estén incluidos en las anteriores y sean objeto de
aprovechamiento conforme a esta ley. De esta sección se excluyeron los
carbones, los minerales radioactivos, los recursos geotérmicos y las rocas
bituminosas, así como cualesquiera otros yacimientos minerales o
recursos geológicos de interés energético, los cuales conforman una
nueva sección D).

3. Reservas del Estado


El art. 7 determina que el Estado podrá reservarse zonas de cualquier
extensión en el territorio nacional, mar territorial y plataforma
continental en las que el aprovechamiento de uno o varios yacimientos
minerales y demás recursos geológicos pueda tener especial interés para
el desarrollo económico y social o para la defensa nacional.
La zonas de reserva, dice el art. 8, podrán ser especiales, provisionales
y definitivas.

4. Condiciones para ser titular de derechos mineros


Las condiciones para ser titular de derechos mineros se regulan en el
Título VIII, cuyo primer precepto, el art. 89, establece que podrán ser
titulares de derechos mineros las personas físicas o jurídicas nacionales
o extranjeras.

5. Transmisión de derechos mineros


El principio clásico de libertad de contratación entre las partes y el
control por la Administración de la concurrencia en los adquirentes de
las condiciones legales exigidas rige en sede de transmisión de derechos
mineros, regulada en el Título IX de la Ley. Los derechos que otorga una
autorización de recursos de la sección A) o de aprovechamientos de
recursos de la sección B) pueden ser trasmitidos arrendados y gravados
en todo o en parte por cualquier medio admitido en derecho a personas
que reúnan las condiciones que establece el título VIII, previa
autorización de la Dirección Provincial del Ministerio de Industria (art.
94).
Los permisos de exploración y los de investigación, dice el art. 95,
podrán ser transmitidos, en todo o en parte, por cualquier medio
admitido en derecho a personas que reúnan las condiciones establecidas
en el tít. VIII, previa autorización de la autoridad que hubiere otorgado el
permiso. Tratándose de explotación de recursos de la sección C), se
establece también la necesidad de acreditar la solvencia económica de los
cesionarios, de manera que, en virtud del art. 95-4, de no considerarse
suficiente la solvencia económica del cesionario o racionalmente viable el
proyecto de financiación ofrecido, podrá exigírsele la fianza a que se
refiere el art. 48.
A las transmisiones mortis causa de los derechos mineros se refiere el
art. 98, en cuya virtud será preceptiva la notificación a la Delegación
Provincial competente del Ministerio de Industria en el plazo de un año
desde el fallecimiento del causante, a los efectos de obtener la
autorización a que se refieren los arts. 94, 95 y 97 de la ley.

6. Caducidad y extinción de los permisos y autorizaciones


El régimen de caducidad de permisos y concesiones se regulan en el
Título VII de la Ley.
Finalmente, el Gobierno podrá acordar la caducidad por motivo grave o
reiterada infracción de las condiciones contenidas en el título del
otorgamiento de la autorización, permiso o concesión o de normas de
observancia obligatoria, en perjuicio del orden público o del interés
nacional.

IV. LOS LÍMITES EN MATERIA DE COSTAS


1. Objeto de la Ley de Costas
El régimen jurídico de las costas se regula en la ley 22/1988, de 28 de
julio, de Costas, cuyo art. 1º establece que “la presente ley tiene por
objeto la determinación, protección, utilización y policía del dominio
público marítimo-terrestre y especialmente de la ribera del mar”. De
acuerdo con el art. 132-2 C.E., el art. 3 de la Ley determina los bienes de
dominio público marítimo-terrestre estatal, el cual incluye:
1. La ribera del mar y de las rías.
2. El mar territorial y las aguas interiores, con su lecho y subsuelo,
definidos y regulados por su legislación específica.
3. Los recursos naturales de la zona económica y la plataforma
continental, definidos y regulados por su legislación específica.
Asimismo, los arts. 4 y 5 acaban de conformar los bienes que
pertenecen al dominio público marítimo-terrestre estatal, como los
terrenos ganados al mar como consecuencia directa o indirecta de obras,
y los desecados en su ribera o los terrenos invadidos por el mar que
pasen a formar parte de su lecho por cualquier causao los acantilados
sensiblemente verticales, que estén en contacto con el mar o con
espacios de dominio público marítimo-terrestre, hasta su coronación o
las islas que estén formadas o se formen por causas naturales, en el mar
territorial o en aguas interiores o en los ríos hasta donde se hagan
sensibles las mareas, salvo las que sean de propiedad privada de
particulares o entidades públicas o procedan de la desmembración de
ésta, en cuyo caso serán de dominio público su zona marítimo-terrestre
playas y demás bienes que tengan este carácter, conforme a lo dispuesto
en los artículos 3 y 4.
2. Límites derivados de la Ley de Costas
Los artículos 20 y sigs. de la Ley regulan las limitaciones de la
propiedad sobre los terrenos contiguos a la ribera del mar por razones de
protección del dominio público marítimo-terrestre.
Así, en virtud del art. 21 los terrenos colindantes con el dominio
público marítimo-terrestre estarán sujetos a las limitaciones y
servidumbres que se determinan en el presente título, prevaleciendo
sobre la interposición de cualquier acción. Las servidumbres serán
imprescriptibles en todo caso.
Se exceptúan de esta sujeción los terrenos expresamente declarados
de interés para la seguridad y la defensa nacional, conforme a su
legislación específica.
La ley regula las siguientes servidumbre legales, es decir, límites a la
propiedad privada:

A. Servidumbre de protección.
Se regula en los arts. 23 y sigs.
En virtud del art. 23, la servidumbre de protección recaerá sobre una
zona de 100 metros medida tierra adentro desde el límite interior de la
ribera del mar. La extensión de esta zona podrá ser ampliada por la
Administración del Estado, de acuerdo con la de la Comunidad
Autónoma y el Ayuntamiento correspondiente, hasta un máximo de otros
100 metros, cuando sea necesario para asegurar la efectividad de la
servidumbre, en atención a las peculiaridades del tramo de costa de que
se trate.
El art. 24 determina qué se puede hacer en la zona de protección: En
los terrenos comprendidos en esta zona se podrán realizar sin necesidad
de autorización cultivos y plantaciones, sin perjuicio de lo establecido en
el artículo 27.
En los primeros 20 metros de esta zona se podrán depositar
temporalmente objetos o materiales arrojados al mar y realizar
operaciones de salvamento marítimo; no podrán llevarse a cabo
cerramientos, salvo en las condiciones que se determinen
reglamentariamente.
Los daños que se ocasionen por las ocupaciones a que se refiere el
párrafo anterior serán objeto de indemnización según lo previsto en la
Ley de Expropiación Forzosa.
El art. 25 determina las actividades prohibidas, como edificaciones
destinadas a residencia o habitación o actividades que impliquen la
destrucción de yacimientos de áridos o el tendido aéreo de líneas
eléctricas de alta tensión.
Con carácter ordinario, sólo se permitirán en esta zona las obras,
instalaciones y actividades que, por su naturaleza, no puedan tener otra
ubicación o presten servicios necesarios o convenientes para el uso del
dominio público marítimo-terrestre, así como las instalaciones deportivas
descubiertas. En todo caso, la ejecución de terraplenes, desmontes o tala
de árboles deberán cumplir las condiciones que se determinen
reglamentariamente para garantizar la protección del dominio público.
Excepcionalmente y por razones de utilidad pública debidamente
acreditadas, el Consejo de Ministros podrá autorizar las actividades e
instalaciones a que se refieren las letras b) y d) del apartado 1 de este
artículo. En la misma forma podrán ser autorizadas las edificaciones a
que se refiere la letra a) y las instalaciones industriales en las que no
concurran los requisitos del apartado 2, que sean de excepcional
importancia y que, por razones económicas justificadas, sea conveniente
su ubicación en el litoral, siempre que, en ambos casos, se localicen en
zonas de servidumbre correspondientes a tramos de costa que no
constituyan playa, ni zonas húmedas u otros ámbitos de especial
protección. Las actuaciones que se autoricen conforme a lo previsto en
este apartado deberán acomodarse al planeamiento urbanístico que se
apruebe por las Administraciones competentes.

B. Servidumbre de tránsito
En virtud del art. 27, la servidumbre de tránsito recaerá sobre una
franja de seis metros, medidos tierra adentro a partir del límite interior
de la ribera del mar. Esta zona deberá dejarse permanentemente
expedita para el paso público peatonal y para los vehículos de vigilancia
y salvamento, salvo en espacios especialmente protegidos.
En lugares de tránsito difícil o peligroso dicha anchura podrá
ampliarse en lo que resulte necesario, hasta un máximo de 20 metros.
Esta zona podrá ser ocupada excepcionalmente por obras a realizar en
el dominio público marítimo-terrestre. En tal caso se sustituirá la zona
de servidumbre por otra nueva en condiciones análogas, en la forma en
que se señale por la Administración del Estado. También podrá ser
ocupada para la ejecución de paseos marítimos.

C. Servidumbre de acceso al mar


Se regula en el art. 28,el cual establece que la servidumbre de acceso
público y gratuito al mar recaerá, en la forma que se determina en los
números siguientes, sobre los terrenos colindantes o contiguos al
dominio público marítimo-terrestre, en la longitud y anchura que
demanden la naturaleza y finalidad del acceso.
Para asegurar el uso público del dominio público marítimo-terrestre,
los planes y normas de ordenación territorial y urbanística del litoral
establecerán, salvo en espacios calificados como de especial protección,
la previsión de suficientes accesos al mar y aparcamientos, fuera del
dominio público marítimo-terrestre. A estos efectos, en las zonas
urbanas y urbanizables, los de tráfico rodado deberán estar separados
entre sí, como máximo, 500 metros, y los peatonales, 200 metros. Todos
los accesos deberán estar señalizados y abiertos al uso público a su
terminación.
Se declaran de utilidad pública, a efectos de la expropiación o de la
imposición de la servidumbre de paso por la Administración del Estado,
los terrenos necesarios para la realización o modificación de otros
accesos públicos al mar y aparcamientos, no incluidos en el apartado
anterior.
No se permitirán en ningún caso obras e instalaciones que
interrumpan el acceso al mar sin que se proponga por los interesados
una solución alternativa que garantice su efectividad en condiciones
análogas a las anteriores, a juicio de la Administración del Estado.

D. Otras limitaciones de la propiedad


Finalmente, el art. 29 contiene otras limitaciones de la propiedad. Así,
“en los tramos finales de los cauces deberá mantenerse la aportación de
áridos a sus desembocaduras. Para autorizar su extracción, hasta la
distancia que en cada caso se determine, se necesitará el informe
favorable de la Administración del Estado, en cuanto a su incidencia en
el dominio público marítimo-terrestre.
Los yacimientos de áridos, emplazados en la zona de influencia,
quedarán sujetos al derecho de tanteo y retracto en las operaciones de
venta, cesión o cualquier otra forma de transmisión, a favor de la
Administración del Estado, para su aportación a las playas. Con esta
misma finalidad, dichos yacimientos se declaran de utilidad pública a los
efectos de su expropiación, total o parcial en su caso, por el
Departamento ministerial competente y de la ocupación temporal de los
terrenos necesarios.39

E. Zona de influencia
El art. 30 regula la llamada zona de influencia: La ordenación
territorial y urbanística sobre terrenos incluidos en una zona, cuya
anchura se determinará en los instrumentos correspondientes y que será
como mínimo de 500 metros a partir del límite interior de la ribera del
mar, respetará las exigencias de protección del dominio público
marítimo-terrestre a través de los siguientes criterios:
a) En tramos con playa y con acceso de tráfico rodado, se preverán
reservas de suelo para aparcamientos de vehículos en cuantía suficiente
para garantizar el estacionamiento fuera de la zona de servidumbre de
tránsito.
b) Las construcciones habrán de adaptarse a lo establecido en la
legislación urbanística. Se deberá evitar la formación de pantallas
arquitectónicas o acumulación de volúmenes, sin que, a estos efectos, la
densidad de edificación pueda ser superior a la media del suelo
urbanizable programado o apto para urbanizar en el término municipal
respectivo.
Para el otorgamiento de las licencias de obra o uso que impliquen la
realización de vertidos al dominio público marítimo-terrestre se requerirá
la previa obtención de la autorización de vertido correspondiente.

V. LOS LÍMITES EN MATERIA DE MONTES


La Ley de 8 de junio de 1957, de Montes, tras regular durante casi
medio siglo el régimen jurídico de los montes, ha sido derogada por la
vigente Ley 43/2003, de 21 de noviembre, de Montes.
El objeto de la Ley, como dice la Exposición de Motivos y el art. 1º, “es
constituirse en un instrumento eficaz para garantizar la conservación de los
montes españoles, así como promover su restauración, mejora y racional
aprovechamiento apoyándose en la indispensable solidaridad colectiva”.
La Ley se inspira en unos principios que vienen enmarcados en el
concepto de la gestión forestal sostenible. Los de más principios, en virtud
del art. 3, son los siguientes: la multifuncionalidad, la integración de la
planificación forestal en la ordenación del territorio, la cohesión territorial y
subsidiariedad, el fomento de las producciones forestales y del desarrollo
rural, la conservación de la biodiversidad forestal, la integración de la
política forestal en los objetivos ambientales internacionales, la cooperación
entre las Administraciones y la obligada participación de todos los agentes
sociales y económicos interesados en la toma de decisiones sobre el medio
forestal.
Por su titularidad los montes son públicos o privados, pero todos son
bienes que cumplen una clara función social y por tanto están sujetos al
mandato constitucional según el cual las leyes delimitan el derecho y al
mismo tiempo la función social de la propiedad. En el caso de los montes
catalogados de utilidad pública, la Ley opta por su declaración como dominio
público, constituyéndose el dominio público forestal con estos montes junto
con los restantes montes afectados a un uso o un servicio público. Así, el
art. 4, intitulado función social de los montes con clara incorrección técnica,
pues la función social se predica del derecho de propiedad o de su ejercicio,
pero no de su objeto, determina que “los montes, independientemente de su
titularidad, desempeñan una función social relevante, tanto como fuente de
recursos naturales como por ser proveedores de múltiples servicios
ambientales, entre ellos, de protección del suelo y del ciclo hidrológico; de
fijación del carbono atmosférico; de depósito de la diversidad biológica y
como elementos fundamentales del paisaje”.
La Ley refuerza la institución del Catálogo de Montes de Utilidad Pública,
de gran tradición histórica en la regulación jurídica de los montes públicos
en España e instrumento fundamental en su protección. En primera
instancia, al homologar su régimen, que ya era de cuasi dominio público,
con el de los bienes plenamente demaniales. En segundo lugar, al ampliar
los motivos de catalogación. Así, el art. 13 determina los montes que las
Comunidades Autónomas podrán incluir en el Catálogo de Montes de
Utilidad Pública, el cual, como dice el art. 16, “es un registro público de
carácter administrativo en el que se inscriben todos los montes declarados
de utilidad pública”.
Por otro lado, el art. 18 determina que “la titularidad que en el catálogo se
asigne a un monte sólo puede impugnarse en juicio declarativo ordinario de
propiedad ante los tribunales civiles, no permitiéndose el ejercicio de las
acciones reales del artículo 41 L.H.”.
Finalmente, los arts. 22 y sigs. Regula nel régimen de los montes
privados. El art. 22 se refiere a los asientos registrales y establece que “toda
inmatriculación o inscripción de exceso de cabida en el Registro de la
Propiedad de un monte o de una finca colindante con monte demanial o
ubicado en un término municipal en el que existan montes demaniales
requerirá el previo informe favorable de los titulares de dichos montes y,
para los montes catalogados, el del órgano forestal de la Comunidad
Autónoma.
Tales informes se entenderán favorables si desde su solicitud por el
registrador de la propiedad transcurre un plazo de tres meses sin que se
haya recibido contestación. La nota marginal de presentación tendrá una
validez de cuatro meses.
Para los montes catalogados, los informes favorables o el silencio
administrativo positivo derivado del apartado 2 no impedirán el ejercicio por
la Administración de las oportunas acciones destinadas a la corrección del
correspondiente asiento registral”.
Respecto de la gestión de los montes privados, el art. 23 establece que
éstos se gestionan por su titular, el cual podrá “contratar su gestión con
personas físicas o jurídicas de derecho público o privado o con los órganos
forestales de las Comunidades Autónomas donde el monte radique”. En su
caso, “la gestión de estos montes se ajustará al correspondiente instrumento
de gestión o planificación forestal. La aplicación de dichos instrumentos será
supervisada por el órgano forestal de la Comunidad Autónoma”.
Por último, el art. 24 se refiere a la clasificación y registro de montes
protectores por las Comunidades Autónomas y a instancia del propietario,
mientras que el art. 25 regula una suerte de derecho de adquisición
preferente (tanteo y retracto) y el art. 26 establece los límites a la segregación
de montes.

VI. LA PROPIEDAD INTELECTUAL


La propiedad intelectual ha sido tradicionalmente objeto de regulación
especial, mediante ley ajena al Código civil, incluso previa al mismo,
como la primera Ley de Propiedad Intelectual, que era de 10 de enero de
1879, y que fue derogada por la Ley 22/1987, de 11 de noviembre.
A la propiedad intelectual se refieren los arts. 428 y 429 C.C. Este
último se remite a la ley especial y, en cuanto no prevea la ley especial,
finaliza el art. 429 C.C., se aplicarán las reglas generales establecidas en
este Código sobre la propiedad. Por su parte, el art. 428 establece que el
autor de una obra literaria, científica o artística, tiene el derecho de
explotarla y disponer de ella a su voluntad.
Por tanto, propiedad intelectual es la que tiene el autor o creador sobre
una producción de su talento o de su ingenio, es decir, sobre una obra
suya literaria, científica o artística. Así, la propiedad intelectual, a
diferencia de la propiedad en sentido estricto, tiene por objeto un bien
incorporal o inmaterial. Se habla de propiedad porque el ordenamiento
concede un poder similar al poder del propietario: un poder absoluto e
inmediato sobre la cosa y con eficacia erga omnes.
Actualmente, la norma básica tiene naturaleza constitucional, pues el
art. 20-1-b) C.E. reconoce y protege el derecho a la producción y creación
literaria, artística, científica y técnica como derecho fundamental, de
manera que, en virtud del art. 53 C.E. goza de reserva legal y de amparo
constitucional:
La propiedad intelectual se regula por el Real Decreto Legislativo
1/1996, de 12 de abril, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley
de Propiedad Intelectual, el cual deroga la Ley de 11 de noviembre de
1987, la Ley 20/1992 de 7 julio, de modificación de la Ley 22/1987 de
11 noviembre, de Propiedad Intelectual y las leyes de incorporación al
Derecho español de diversas Directivas de la C.E.E. sobre derechos de
autor.
La Ley se estructura en cuatro libros y un total de 164 artículos. Los
libros regulan: los derechos de autor, el libro primero; los otros derechos
de propiedad intelectual, el libro segundo; la protección de los derecho
reconocidos en la ley, el libro tercero; y el ámbito de aplicación de la ley,
el libro cuarto.
Posteriormente, la Ley 6 de marzo de 1998 ha incorporado al Derecho
interno la Directiva del Parlamento Europeo y del Consejo de 12 de
marzo de 1996, sobre la Protección Jurídica de las Bases de Datos, la
cual ha introducido en el Libro segundo un Título VIII acerca del derecho
sui generis sobre las bases de datos.
Tradicionalmente, la doctrina ha distinguido dos aspectos o elementos
en el derecho de propiedad intelectual o derecho de autor: el patrimonial
y el moral. Aquél queda conformado esencialmente por la explotación
económica de la obra y la obtención de su resultado económico:
publicación, edición, distribución, venta de ejemplares, etc. Se trata de
un derecho con duración temporalmente limitada y transmisible tanto
inter vivos como mortis causa,.
El derecho moral es un derecho de carácter personal, personalísimo,
aunque no pueda afirmarse que sea un derecho de la personalidad, de
contenido extrapatrimonial y conformado por facultades tales como la de
decidir si la obra es publica o no, y en su caso, de qué manera, retirar la
obra del mercado, exigir el mantenimiento de la integridad de la obra,
etc. Se trata de un derecho irrenunciable e intransmisibles inter vivos,
pero transmisible limitadamente por acto mortis causa.
En virtud del art. 3 L.P.I., los derechos de autor son independientes,
compatibles y acumulables con:
• La propiedad y otros derechos que tengan por objeto la cosa
material a la que está incorporada la creación intelectual.
• Los derechos de propiedad industrial que puedan existir sobre la
obra.
• Los otros derechos de propiedad intelectual reconocidos en el libro II
de la presente ley.

1. Nacimiento y contenido
El derecho de propiedad intelectual corresponde al autor por el solo
hecho de su creación, como dispone el art. 1º L.P.I. y se halla integrado
integrado, según el art. 2 L.P.I., por derechos de carácter personal y
patrimonial, que atribuyen al autor la plena disposición y el derecho
exclusivo a la explotación de la obra, sin más limitaciones que las
establecidas en la ley.

2. Sujetos
El artículo 5 L.P.I. dice que se considera autor a la persona natural
que crea alguna obra literaria, artística o científica. No obstante, de la
protección que esta ley concede al autor se podrán beneficiar personas
jurídicas en los casos expresamente previstos en ella.
Salvo prueba en contrario, se presumirá autor a quien aparezca como
tal en la obra, mediante su nombre, firma o signo que lo identifique. Pero
si la obra se divulgue en forma anónima o bajo seudónimo o signo, el
ejercicio de los derechos de propiedad intelectual corresponderá a la
persona natural o jurídica que la saque a la luz con el consentimiento del
autor, mientras éste no revele su identidad (art. 6).
La pluralidad de sujetos se manifiesta en las obras en colaboración y
en las obras colectivas, a que se refieren los arts 7 y 8 L.P.I.

3. Objeto
La Ley distingue entre obras originales (art. 10), derivadas (art. 11) y
colecciones y bases de datos (art. 12).
En virtud del art. 10, objeto de la propiedad intelectual son todas las
creaciones originales literarias, artísticas o científicas expresadas por
cualquier medio o soporte, tangible o intangible, actualmente conocido o
que se invente en el futuro, enumerando libros, folletos, escritos,
explicaciones de cátedra, composiciones musicales, obras teatrales,
cinematográficas, esculturas, etc. El título de una obra, cuando sea
original, quedará protegido como parte de ella.
También son objeto de propiedad intelectual, como obras derivadas,
las enumeradas en el art. 11:
1. Las traducciones y adaptaciones.
2. Las revisiones, actualizaciones y anotaciones.
3. Los compendios, resúmenes y extractos.
4. Los arreglos musicales.
5. Cualesquiera transformaciones de una obra literaria, artística o
científica.
Finalmente, el art. 12 se refiere a las colecciones y a las bases de
datos.
En cambio, no son objeto de propiedad intelectual, en virtud del art.
13 L.P.I. las disposiciones legales o reglamentarias y sus
correspondientes proyectos, las resoluciones de los órganos
jurisdiccionales y los actos, acuerdos, deliberaciones y dictámenes de los
organismos públicos, así como las traducciones oficiales de todos los
textos anteriores.

4. Contenido
La L.P.I. distingue entre el derecho moral, los derechos de explotación
y otros derechos.

A) Derecho moral de autor


En virtud del art. 14 L.P.I., corresponden al autor los siguientes
derechos:
a) Decidir si su obra ha de ser divulgada y en qué forma.
b) Determinar si tal divulgación ha de hacerse con su nombre, bajo
seudónimo o signo, o anónimamente.
c) Exigir el reconocimiento de su condición de autor de la obra.
d) Exigir el respeto a la integridad de la obra e impedir cualquier
deformación, modificación, alteración o atentado contra ella que suponga
perjuicio a sus legítimos intereses o menoscabo a su reputación.
e) Modificar la obra respetando los derechos adquiridos por terceros y
las exigencias de protección de bienes de interés cultural.
f) Retirar la obra del comercio, por cambio de sus convicciones
intelectuales o morales, previa indemnización de daños y perjuicios a los
titulares de derechos de explotación.
Si, posteriormente, el autor decide reemprender la explotación de su
obra deberá ofrecer preferentemente los correspondientes derechos al
anterior titular de los mismos y en condiciones razonablemente similares
a las originarias.
g) Acceder al ejemplar único o raro de la obra, cuando se halle en
poder de otro, a fin de ejercitar el derecho de divulgación o cualquier otro
que le corresponda.
Este derecho no permitirá exigir el desplazamiento de la obra y el
acceso a la misma se llevará a efecto en el lugar y forma que ocasionen
menos incomodidades al poseedor, al que se indemnizará, en su caso,
por los daños y perjuicios que se le irroguen.
Los anteriores derechos son irrenunciables e inalienables.
Los derechos que conforman el derecho moral se transmiten
limitadamente mortis causa en los términos del art. 15 L.P.I. Y el art. 16
añade que siempre que no existan las personas mencionadas, o se ignore
su paradero, el Estado, las Comunidades Autónomas, las Corporaciones
locales y las instituciones públicas de carácter cultural estarán
legitimados para ejercer los derechos previstos en el art. 15.

B) Derechos de explotación
En virtud del art. 17 corresponde al autor el ejercicio exclusivo de los
derechos de explotación de su obra en cualquier forma y, en especial, los
derechos de reproducción, distribución, comunicación pública y
transformación, que no podrán ser realizadas sin su autorización, salvo
en los casos previstos en la presente ley.
Los sucesivos artículos determinan que se entiende por reproducción,
distribución, comunicación pública y transformación.
Los derechos de explotación regulados son independientes entre sí
(art. 23 L.P.I.), renunciables y transmisibles, tanto inter vivos como
mortis causa. Pero, como señala el art. 22 L.P.I., la cesión de los derechos
de explotación sobre sus obras no impedirá al autor publicarlas reunidas
en colección escogida o completa.

C) Otros derechos
La L.P.I. reconoce otros derechos al autor, entre los que cabe destacar
el derecho de participación en el precio de venta de los autores de obras
de artes plásticas (art. 24), el derecho de remuneración por copia
privada, que es irrenunciable para los autores y los artistas, intérpretes o
ejecutantes. (art. 25).

5. Duración
Como regla general, los derechos de explotación de la obra duran, en
virtud del art. 26, toda la vida del autor y 70 años después de su muerte
o declaración de fallecimiento. Si se trata de obras anónimas o
seudónimas durarán 70 años desde su divulgación lícita, pero si antes
de cumplirse este plazo fuera conocido el autor, bien porque el
seudónimo que ha adoptado no deje dudas sobre su identidad, bien
porque el mismo autor la revele, será de aplicación lo dispuesto en el
artículo 26 (art. 27). Los derechos de explotación de las obras que no
hayan sido divulgadas lícitamente durarán 70 años desde la creación de
éstas, cuando el plazo de protección no sea computado a partir de la
muerte o declaración de fallecimiento del autor o autores.
Asimismo, se debe tomar en consideración las reglas de los arts. 28 y
29 para los casos de obras de colaboración, obras colectivas y obras
divulgadas por partes, volúmenes, entregas o fascículos, que no sean
independientes.
Los plazos de protección establecidos en esta ley se computarán desde
el día 1 enero del año siguiente al de la muerte o declaración de
fallecimiento del autor o al de la divulgación lícita de la obra, según
proceda (art. 30).

6. Reproducción sin autorización


En determinados supuestos cabe la reproducción sin autorización del
autor:
1º Como consecuencia o para constancia en un procedimiento judicial
o administrativo.
2º Para uso privado del copista y siempre que la copia no sea objeto de
utilización colectiva ni lucrativa.
3º Para uso privado de invidentes, siempre que la reproducción se
efectúe mediante el sistema Braille u otro procedimiento específico y que
las copias no sean objeto de utilización lucrativa (art. 31 L.P.I).
4º Con finalidad docente o de investigación, haciendo constar la fuente
y el nombre el autor de la obra utilizada.
5º En virtud del art. 35, las obras situadas permanentemente en
lugares públicos, como parques, calles, plazas u otras vías públicas,
pueden ser reproducidas, distribuidas y comunicadas libremente por
medio de pinturas, dibujos, fotografías y procedimientos audiovisuales.
6º Los titulares de los derechos de autor no podrán oponerse a las
reproducciones de las obras, cuando aquéllas se realicen sin finalidad
lucrativa por los museos, bibliotecas, fonotecas, filmotecas, hemerotecas
o archivos, de titularidad pública o integradas en instituciones de
carácter cultural o científico, y la reproducción se realice exclusivamente
para fines de investigación.
7º Finalmente, conforme a los arts. 32 a 35 y 37 L.P.I., tampoco es
necesaria la autorización del autor, para utilizar trabajos y artículos
sobre temas de actualidad difundidos por los medios de comunicación
social, citando la fuente y el autor del trabajo y siempre que no se haya
hecho constar en origen la reserva del derecho.

7. Extinción
En virtud del art. 41 L.P.I., la extinción de los derechos de explotación
de las obras determina su paso al dominio público, es decir, que podrán
ser utilizadas por cualquiera, siempre que se respete la autoría y la
integridad de la obra, sin necesidad de retribución.

8. Cesión de los derechos y otros contratos


La Ley regula la cesión de los derechos tanto mortis causa como inter
vivos en los arts. 42 y sigs. Los derechos de explotación de la obra se
transmiten «mortis causa», dice el art. 42, por cualquiera de los medios
admitidos en derecho.
Los derechos de explotación de la obra pueden transmitirse por actos
«inter vivos», quedando limitada la cesión al derecho o derechos cedidos,
a las modalidades de explotación expresamente previstas y al tiempo y
ámbito territorial que se determinen. La falta de mención del tiempo
limita la transmisión a 5 años
Asimismo, la Ley regula determinados contratos como el de edición
(arts. 58 a 73), o el de representación teatral y ejecución musical (arts.
74 a 85), y regula las obras cinematográficas y demás obras
audiovisuales (arts. 86 a 94) y los programas de ordenador (arts. 95 a
104).

9. Acciones (arts. 138 y sigs.)


El titular de los derechos reconocidos en la ley, sin perjuicio de otras
acciones que le correspondan, podrá instar el cese de la actividad ilícita
del infractor y exigir la indemnización de los daños materiales y morales
causados.
Asimismo, podrá solicitar con carácter previo la adopción de las
medidas cautelares de protección urgente reguladas en el art. 141.
El cese de la actividad ilícita podrá comprender:
a) La suspensión de la explotación infractora.
b) La prohibición al infractor de reanudarla.
c) La retirada del comercio de los ejemplares ilícitos y su destrucción.
d) La inutilización y, en caso necesario, destrucción de los moldes,
planchas, matrices, negativos y demás elementos destinados
exclusivamente a la reproducción y de los instrumentos cuyo único uso
sea facilitar la supresión o neutralización, no autorizadas, de cualquier
dispositivo técnico utilizado para proteger un programa de ordenador.
e) La remoción o el precinto de los aparatos utilizados en la
comunicación pública no autorizada.
El perjudicado, dice el art. 140, podrá optar, como indemnización,
entre el beneficio que hubiere obtenido presumiblemente, de no mediar
la utilización ilícita, o la remuneración que hubiera percibido de haber
autorizado la explotación.
En caso de daño moral procederá su indemnización, aun no probada
la existencia de perjuicio económico. Para su valoración se atenderá a las
circunstancias de la infracción, gravedad de la lesión y grado de difusión
ilícita de la obra.
La acción para reclamar los daños y perjuicios a que se refiere este
artículo prescribirá a los 5 años desde que el legitimado pudo ejercitarla.

10. Registro General de la Propiedad Intelectual


Se regula en los arts. 144 y sigs. de la L.P.I. Tiene carácter único en
todo el territorio nacional, pero las Comunidades Autónomas
determinarán la estructura y funcionamiento del Registro en sus
respectivos territorios, y asumirán su llevanza, cumpliendo en todo caso
las normas comunes.
Podrán ser objeto de inscripción en el Registro los derechos de
propiedad intelectual relativos a las obras y demás producciones
protegidas por la presente ley. Se presumirá, salvo prueba en contrario,
que los derechos inscritos existen y pertenecen a su titular en la forma
determinada en el asiento respectivo.
Contra el acuerdo del Registrador podrán ejercitarse directamente ante
la jurisdicción civil las acciones correspondientes.

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