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Los objetivos que se pretenden alcanzar en esta unidad didáctica son los siguientes:
• Conocer diversas orientaciones que nos proporcionan las definiciones seleccionadas sobre
la Atención Temprana, en las que podemos ver cómo no sólo se tiene en cuenta la
realización de un trabajo específico con un niño que presenta una serie de dificultades de
carácter biopsicosocial, sino que se remarca la precocidad de esta atención y se tiene en
cuenta la atención a las familias, como una parte inseparable del tratamiento que se va a
realizar.
Introducción
La Atención Temprana parte de un trabajo realizado con el niño tempranamente, pero muy
especialmente, de una atención a los padres, a la familia, que, en definitiva, se constituirán como
los protagonistas básicos responsables de la buena evolución del niño.
En la primera infancia, el sistema nervioso pasa por una etapa de maduración importante y de
mayor plasticidad. En el Libro Blanco de la Atención Temprana, editado en España el año 2000,
se constata cómo el proceso de maduración condiciona una mayor vulnerabilidad frente a las
condiciones adversas del medio y las agresiones, por lo que cualquier causa que provoque una
alteración en la adquisición normal de los objetivos que son propios de los primeros estadios
evolutivos puede poner en peligro el desarrollo armónico posterior, pero la plasticidad también
dota al sistema nervioso de una mayor capacidad de recuperación y de reorganización orgánica
y funcional que decrece de manera muy importante los años posteriores.
Un déficit, o dificultades importantes en los primeros años de vida de un niño, entraña un grave
riesgo de que se produzcan detenciones o desviaciones del desarrollo con secuelas, a veces,
irreversibles para el sujeto. Por tanto, la atención temprana comprende un conjunto de medidas
de orden médico y social, relacional, psicológicas, fisioterápicas, pedagógicas, etc., orientadas a
la consecución de un sano desarrollo del niño. Esta definición fue la primera de nuestro país en
que se puso de manifiesto cómo la Atención Temprana era un servicio a las familias y al entorno
del niño, poniendo de manifiesto su valor crucial en el desarrollo de un niño.
Meisels y Shonkoff (1990) ofrecen la siguiente definición general: “La Atención Temprana
consiste en los servicios multidisciplinares proporcionados a los niños con deficiencias o
evolutivamente vulnerables y sus familias, desde el nacimiento hasta los 3 años. Estos programas
están diseñados para incrementar el desarrollo del niño, minimizar los retrasos potenciales,
prevenir el deterioro futuro, limitar la adquisición de condiciones deficitarias adicionales, y/o
promover el funcionamiento adaptativo de la familia”. Los objetivos de la intervención temprana
son llegar a proporcionar a los niños los servicios que precisen y apoyar, al mismo tiempo, una
ayuda adecuada a la familia.
Vemos cómo esta definición se refiere, primero, a los problemas que pueden presentar los niños
con deficiencias o con vulnerabilidades específicas y que son potencialmente diversos y que
requieren un amplio rango de servicios para cubrir sus necesidades de bienestar y educativos,
contemplados desde una perspectiva multidisciplinar. Por ejemplo, de la medicina, de la
psicología, la educación, los servicios sociales, las patologías del lenguaje y del habla, la terapia
ocupacional, etc., desde la coordinación en este pluralismo profesional.
En segundo lugar, se refiere a la necesidad de desarrollar los programas de intervención
temprana en el contexto de la familia. Ello supone tratar de favorecer la adaptación y
comprensión de la familia a las necesidades del niño, y crear en la familia nuevas capacidades
para apoyar y facilitar el desarrollo del niño, así como para prevenir los problemas evolutivos
(Linares y Rodríguez, 2004).
Lidia Coriat (1974), pionera de la Atención Temprana, afirma: “Es a través de la madre que se
introducen, en el campo de la relación con su hijo, los elementos que apoyarán al niño afectado
por deficiencias. Como estamos hablando de niños y no de cosas, no se trata de reparar sistemas
nerviosos o de colocar informaciones en su debido lugar, como se haría en una biblioteca, sino
de ofrecer al niño la posibilidad de recuperar o construir su lugar como persona”. En esta
definición se pone de manifiesto la importancia del vínculo materno, así como pone en alerta
contra el exceso de estimulación para destacar la dignidad del niño.
Un niño sano nace dotado de un programa biológico adecuado para adaptarse al mundo exterior
y para poderlo asimilar, si cuenta con un entorno afectivo adecuado a sus necesidades.
El bebé sano nace con unas respuestas conductuales que primero son reflejas y,
progresivamente, van haciéndose más intencionales. Los adultos próximos al niño,
principalmente la madre, están capacitados de forma natural para interpretar estas reacciones
y responder a ellas. De este modo, si no hay otras perturbaciones, los bebés se hacen
progresivamente más competentes y los padres, asimismo, más competentes y eficaces a través
de su atención y cuidados mejor adaptados.
Cualquier discapacidad motora, sensorial, física o psíquica rompe este desenvolvimiento natural
y obliga al individuo y al entorno que lo acoge a realizar un esfuerzo de adaptación y a suplir con
recursos alternativos, las carencias que presente el niño.
Pero este esfuerzo suplementario, este rodeo adaptativo, no siempre resulta viable. En parte,
por razones debidas al propio déficit y, en parte, por la situación de desinformación y de crisis
emocional en que suelen encontrarse los padres.
La intervención cualificada
Son precisamente estas limitaciones añadidas a la disfunción misma, las que deben prevenirse
en los servicios de Atención Temprana, desde una intervención cualificada y cuidadosa, porque,
tal como hemos dicho anteriormente, es en estos primeros años, en especial, cuando se pueden
conseguir prioritariamente mayores cambios en el funcionamiento psíquico y de todo tipo, en
las diferentes áreas del desarrollo.
Las situaciones iniciales de desventaja colocan al niño en una situación de riesgo que, en
combinación con otros factores psicosociales, puede producir detenciones o desviaciones del
desarrollo y, en el peor de los casos, la desestructuración psíquica.
No obstante, es un hecho que la misma situación traumática no genera en todos los niños
idéntica respuesta, lo que hace pensar que el profesional debe hacer un esfuerzo por conocer la
individualidad propia de cada uno de ellos, a fin de realizar una intervención ajustada a las
características del niño. El ser portador de un déficit puede tener una influencia
desestructurante sobre el psiquismo, pero es la interacción dinámica que se puede dar entre
padres e hijo la que proporcionará los recursos motivadores al niño para irse organizando a
través de las capacidades restantes, cualesquiera que éstas sean, y poder dar sus mejores
respuestas. Ayudar a los padres a percibir y a conectar con las necesidades psicológicas de su
hijo, será un trabajo siempre a tener en cuenta en Atención Temprana.
Por otra parte, la eficacia de los programas de Atención Temprana se basa, por una parte, en la
precocidad de la intervención, que depende, asimismo, de un diagnóstico precoz de los
problemas que puedan presentar los niños y que podrían derivar en otro tipo de patologías.
Dicha población se refiere a todos aquellos niños que corren el riesgo de ver afectado el curso
de su desarrollo como resultado de la acción de causas de origen prenatal, natal o postnatal.
El diagnóstico
El diagnóstico precoz permite iniciar un trabajo de forma temprana y, por tanto, más eficaz,
puesto que la capacidad de asimilar e integrar nuevas experiencias, sabemos que es mucho
mayor en etapas precoces del desarrollo, gracias a la posibilidad de aumentar las
interconexiones neuronales, en respuesta a ambientes enriquecidos con estímulos apropiados
(Mulas y Hernández, 2005).
En los últimos años se han producido avances significativos en la identificación de los niños con
riesgo, así como en su valoración clínica y pronóstica. Más recientemente, se empieza a disponer
de análisis de resultados a medio y largo plazo sobre intervenciones terapéuticas realizadas en
los últimos 30 años en América del Norte y Europa, lo que permitirá valorar su eficacia en el
tratamiento de niños con necesidades especiales.
Conclusiones
La Atención Temprana se considera hoy día, por lo tanto, una atención global prestada al niño y
a su familia en los primeros meses o años de su vida, como consecuencia de alteraciones en su
desarrollo, o bien por una situación de alto riesgo.
Objetivos
Los objetivos que se pretenden alcanzar en esta unidad didáctica son los siguientes:
Introducción
En 1957, seis países europeos, Alemania, Francia, Italia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo,
plasmaron en el Tratado de Roma un Mercado Común Europeo, que cambió de forma decisiva
el curso de la historia europea de los últimos cincuenta años. A través de un largo y complicado
proceso de ampliación territorial y de objetivos (desde los económicos iniciales a otros sociales,
culturales y políticos), se fueron creando las condiciones y formulando los compromisos que han
conducido a la actual Unión Europea, que agrupa ya un número de 27 países.
Hoy, la Unión Europea es uno de los lugares con más desarrollo económico y tecnológico del
mundo y un espacio en el que se produce una extraordinaria movilización social interna y
externa.
En los últimos veinte años, en la mayoría de los países que forman parte de Europa, hemos
asistido a profundas transformaciones sociales con resultados trascendentes para el conjunto
de la infancia.
Perspectiva histórica de la atención temprana
Desde principios de los años setenta, en la mayoría de los países que hoy conforman la Unión
Europea se pusieron en marcha iniciativas tendentes a crear unidades de lo que antes se conocía
como “estimulación precoz” y que significó un enorme cambio de orientación respecto a las
políticas previas de segregación o institucionalización especial de los niños con discapacidad. En
Alemania, a partir de 1974 se empiezan a desarrollar en Baviera la red de Centros de Estimulación
Precoz. En Francia, a partir de 1975, se establecen los Centros Médicos Psicopedagógicos, en el
Reino Unido, los Equipos de Distrito; en España, se inicia, en el año 1978, el primer Centro de
Atención Temprana para niños ciegos, al que siguen otros generales a partir de 1980, los
Centros Base de Atención a Minusválidos y, en los países escandinavos, los Centros de
Habilitación Precoz. En contraste con el Programa Head Start de los EE.UU. dirigido a niños en
situación de desventaja socioeconómica de 3 a 5 años, los programas de estimulación precoz en
Europa nacieron más vinculados a las deficiencias o discapacidades, esto es, a las raíces
biológicas de la exclusión, orientación que fue cambiando con los años ante el incremento de
las demandas de procedencia social, pero también por la maduración de la Atención Temprana
desde su propia experiencia y por el impulso de las políticas de integración y normalización social
que se alentaba en cada país (Ponte 2004).
Actualmente, el niño, desde que nace, está considerado como un sujeto competente y sensible,
capacitado para tomar decisiones y ser parte activa de la interacción. Este nuevo concepto
acerca del bebé, en el que se remarca la protección del niño como sujeto social, adquirió un
refrendo mundial con la aprobación por la Organización de las Naciones Unidas de la Convención
de los Derechos del Niño (1989). Esta Convención se ha convertido en la referencia de los países
europeos para el desarrollo de las políticas de infancia y en la actualidad se trabaja en el
desarrollo de indicadores para controlar su cumplimiento (UNICEF, 1998).
En los países de la Unión Europea, muchos problemas del desarrollo infantil relacionados con la
salud o la asistencia sanitaria, como la atención al parto, la alimentación, la higiene o la
prevención de infección y accidentes, han dejado de constituir motivo de especial preocupación
para una parte muy importante de la población. La cobertura de los sistemas de asistencia
sanitaria, en muchos casos con medios especializados en atención a la primera infancia, alcanza
casi el 100% de la población. La mortalidad infantil se ha reducido de manera notable, al tiempo
que ha crecido la esperanza de vida al nacer (WHO, 2001).
Algunas discapacidades, como las relacionadas con el kernicterus (atetosis), el trauma obstétrico
(parálisis braquial); algunas infecciones perinatales, como la polio, defectos en el desarrollo del
tubo neural (mielomeningocele) o metabolopatías, como la fenilcetonuria han disminuido
notablemente. Sin embargo, surgen nuevas dificultades, problemas y contradicciones sanitarias.
La expansión de los procedimientos de vacunación masiva no ha podido evitar la aparición y
transmisión del SIDA; la expansión del sobrepeso infantil convive con situaciones de crecimiento
intrauterino retardado (CIR) o de malnutrición en ámbitos de exclusión social; las nuevas
técnicas de control de embarazo y planificación familiar no han podido evitar el incremento de
la prematuridad y sus graves secuelas de discapacidad; el desarrollo de la reproducción asistida
no está todavía exento de ocasionales y graves complicaciones; el aumento del bienestar
ambiental no ha sido capaz de frenar el incremento de los accidentes domésticos que son la
fuente principal de morbilidad infantil.
Por otro lado, la integración de los niños con discapacidades en la escuela ordinaria va
sustituyendo progresivamente a las anteriores políticas de segregación o institucionalización
especial dando lugar a la denominada escuela de la diversidad. La presencia de niños con
discapacidades en las aulas es todavía un proceso complejo, aunque la apuesta por una escuela
inclusiva, abierta y flexible para acoger las necesidades educativas de todas las niñas y niños
parece irreversible.
Por otra parte, un nuevo factor social está modificando la familia, vinculado a la imposibilidad
de conciliar satisfactoriamente los intereses laborales y familiares. Las dificultades para dejar a
los hijos con personas sustitutas que pueden implicar costes adicionales y situaciones de
incertidumbre, o la desvalorización del trabajo doméstico, no remunerado y minusvalorado por
la sociedad, generan una creciente falta de disponibilidad de la mujer para la maternidad, la
doble jornada o las tareas de cuidadora, aunque todavía hoy asume mayoritariamente estas
funciones (41 horas semanales de promedio, dedican las mujeres europeas al cuidado de los
hijos; el doble que los varones, EUROSTAT, 2001). Uno de cada cuatro europeos realiza
diariamente tareas no retribuidas de cuidado de niños.
La movilidad formativa y laboral, la falta de flexibilidad del régimen laboral en relación con el
embarazo y el cuidado de los hijos, la pérdida de contacto o relación con las familias de origen
sin que haya acceso o disponibilidad de medios alternativos de cuidado, las dificultades de
integración en medios urbanos desconocidos en los que no existen programas comunitarios de
inserción social son factores que también hay que considerar.
Estos profundos cambios en las familias conllevan consecuencias para la natalidad, la crianza y
la educación de los hijos. Los niños y niñas europeas se relacionan con nuevos agentes de
socialización, cuyas actitudes, valores, disponibilidad o competencia para las funciones
parentales, de cuidado o educación son diferentes a las familias tradicionales.
• Saber cómo funcionan los niveles de prevención en nuestro país, así como las principales
fuentes de detección de niños en riesgo o con trastornos del desarrollo, tan
imprescindibles para que el alumno, cuando inicie su trabajo, pueda desenvolverse con
un conocimiento adecuado en todos los ámbitos de la Atención Temprana en nuestro
país.
Introducción
Del modelo biopsicosocial surge la necesidad de establecer relaciones y coordinaciones con los
programas y servicios que trabajan para promover o mejorar la salud en el ámbito infantil y de
las familias. La Atención Temprana debe estar en estrecho contacto con los programas de
prevención y detección, a fin de iniciar el trabajo en etapas muy tempranas de la vida del niño.
Cuanto mayor sea la coordinación que se pueda establecer, mejor y de forma más temprana
podrá ofrecerse la ayuda adecuada al niño y a su familia. Estas colaboraciones, son la
consecuencia de tres niveles que quedan indicados en el Libro Blanco de la Atención Temprana
en España.
La prevención primaria de los trastornos de desarrollo infantil tiene como finalidad evitar las
condiciones que pueden llevar a la aparición de deficiencias o de trastornos en el desarrollo
infantil. Los servicios competentes están orientados prioritariamente a la salud, bienestar social
y educación.
Son competencias de los servicios de salud, entre otros, programas de salud maternoinfantil,
detección de metabolopatías y de vacunación, de información de factores de riesgo y cómo
prevenirlos, de atención pediátrica primaria. Han sido las actuaciones en este ámbito las que
han permitido la práctica erradicación de la poliomielitis, la disminución drástica de algunas
infecciones intrauterinas, la eliminación de cuadros de parálisis cerebral infantil secundarios a
incompatibilidad del factor Rh, etc. Avances más recientes evitan la infección en la etapa fetal
por el virus de immunodeficiencia adquirida, a los hijos de madres que son portadoras.
Los servicios de pediatría en atención primaria, utilizados por toda la población infantil desde
el nacimiento hasta los 14 ó 18 años de edad, ocupan un lugar especial en la prevención de
trastornos en el desarrollo y de las situaciones de riesgo.
Los programas de seguimiento de los niños que tienen un alto riesgo de presentar trastornos
neuropsicosensoriales, seguido por las unidades neonatales, los servicios de pediatría y
neurología infantil, están dirigidos de forma específica a un grupo especialmente vulnerable de
la población infantil.
Los servicios de salud mental infantil tienen un papel importante en la prevención primaria, ya
que colaboran con equipos de salud y de planificación familiar en programas maternoinfantiles,
que habrían de permitir evitar, en muchas ocasiones, la aparición de situaciones de riesgo. Estos
servicios también participan en la elaboración de recomendaciones y en la adopción de medidas
para el fomento de la salud mental en general, y para reducir la exposición de los niños a
situaciones de privación psicosocial.
Es competencia de los servicios educativos las actuaciones de soporte al niño y a la familia desde
los centros de educación infantil, utilizados de forma mayoritaria por la población a partir de los
3 años de edad y por una parte de ésta en edades anteriores. La tarea de estos centros en la
prevención de trastornos en el desarrollo puede ser fundamental para las poblaciones de alto
riesgo, porque ofrecen un entorno estable y estimulante a un sector de la población infantil que
padece a menudo unas condiciones adversas dentro de la misma familia.
También se tendrán en cuenta otros colectivos de riesgo que precisen una atención especial,
que incluirá un sistema de alerta social como, por ejemplo, las campañas de sensibilización de
profesionales de las distintas redes y de la sociedad misma a fin de hacer una detección precoz.
Factores que contribuyen a que un buen número de niños/as que presentan trastornos de
desarrollo no sean diagnosticados, empeorando, por lo tanto, las disfunciones y conflictos que
presentan son:
• Las tendencias banalizadoras o contemporizadoras que, bajo la idea de “ya pasará”, dejan
y olvidan la responsabilidad terapéutica frente a problemas que merecen una atención y
evaluación serias.
Servicios de obstetricia
ETAPA PERINATAL
Servicios de neonatología
En las unidades o servicios de neonatología reciben atención niños con un alto riesgo de
presentar deficiencias, trastornos o alteraciones del desarrollo en función de determinadas
condiciones genéticas y de situaciones adversas en el ámbito biológico u orgánico: infecciones
intrauterinas, bajo peso, hipoxia, hemorragias cerebrales o infecciones postnatales.
ETAPA POSTNATAL
• Servicios de pediatría
El equipo pediátrico, por medio de las visitas regulares al niño los primeros años de vida
y de los programas de control del niño sano, habría de ser, sin duda, el principal agente
de detección precoz. La observación directa del niño y la información aportada por los
padres en una entrevista abierta a sus inquietudes y dirigida a obtener los datos más
relevantes, permitirán confirmar la normalidad del desarrollo infantil o establecer la
situación de sospecha de desviación.
Este nivel de detección es fundamental, puesto que los niños con problemas graves de
desarrollo tienen antecedentes de patología prenatal o perinatal en una elevada
proporción y, a menudo, hay programas de seguimiento específicos a los cuales habrían
de dirigirse. Solamente una minoría de niños que presentan problemas de desarrollo de
grado medio o leve, tienen antecedentes perinatales y, por lo tanto, la mayoría no están
incluidos en un programa específico de seguimiento. La detección hay que realizarla, en
estos casos, en el marco de la consulta pediátrica regular.
• Servicios educativos
Cuando el niño/a asiste a la escuela infantil, los maestros y educadores son agentes
importantes de detección. En esta etapa pueden apreciarse problemas en las
capacidades y comportamientos básicos para el aprendizaje: habilidades motrices, de
socialización, de lenguaje, dificultades de atención y de percepción y limitaciones
cognitivas o emocionales que anteriormente no habían sido detectadas.
Cuando la detección se hace por medio de las consultas pediátricas, de las escuelas
infantiles o de los mismos padres, la atención se inicia entonces en los CDIAT’s, que dan
continuidad a la atención cuando ésta ya se ha iniciado en la unidad neonatal.
Objetivos
Los objetivos que se pretenden alcanzar en esta unidad didáctica son los siguientes:
• Conocer el trabajo que realizan los Centros de Atención Temprana en nuestro país. Después
de una breve introducción sobre estos Centros, se tendrán en cuenta criterios de trabajo,
población con la que se trabaja y un conocimiento general sobre la metodología e
intervención, que va desde conocer la trayectoria que sigue una familia cuando llega al
CDIAT hasta la primera inclusión del niño en la escuela.
Introducción
Los centros de desarrollo infantil y Atención Temprana (CDIAT) son servicios autónomos en
España, que tienen por objetivo la atención de la población infantil de 0 a 6 años que presenten
trastornos del desarrollo o que se encuentran en una situación de riesgo de padecerlo.
Son centros de carácter interdisciplinario, que surgieron hacia los años setenta, y han
experimentado una constante evolución en el transcurso de su trayectoria histórica, para irse
adecuando a las demandas crecientes de atención por parte de la población infantil y sus
familias. Este proceso ha sido motivado por la mejor detección y diagnóstico de los diferentes
trastornos del desarrollo y por el reconocimiento de su origen multifactorial, factores que han
destacado la importancia capital de una intervención temprana.
Antes de iniciar un trabajo de Atención Temprana, se habrían de tener en cuenta una serie de
consideraciones, que indicaremos a continuación, y que ayudarán al alumno a formar una serie
de criterios para su futuro trabajo.
• Cada niño tiene su propio perfil de desarrollo y cada familia su propia dinámica
relacional. El profesional de AT efectuará previamente una cuidadosa observación de
las dinámicas que se producen entre padres e hijos, a fin de poder intervenir mediante
una atención cuidadosa e individualizada.
• Los objetivos que se pretenden alcanzar en esta unidad didáctica son los siguientes:
• Conocer el trabajo que realizan los Centros de Atención Temprana en nuestro país.
Después de una breve introducción sobre estos Centros, se tendrán en cuenta criterios
de trabajo, población con la que se trabaja y un conocimiento general sobre la
metodología e intervención, que va desde conocer la trayectoria que sigue una familia
cuando llega al CDIAT hasta la primera inclusión del niño en la escuela.
• Es necesario prestar atención a las primeras vinculaciones y tener en cuenta la
importancia crucial de las primeras experiencias vividas por los niños en sus relaciones
iniciales con el mundo exterior, así como la importancia de los períodos críticos. Por lo
tanto, estas experiencias deberán ser gratificantes y adecuadas a la evolución del niño,
por lo que es necesario:
El objetivo general de la Atención Temprana, que se desprende de las definiciones que hemos
presentado anteriormente, consiste en ayudar al niño y a su familia a encontrar nuevas formas
de adaptación o compensación del déficit o de sus dificultades, que le permitan conseguir en el
ámbito cognitivo, una estructuración coherente del mundo físico y alcanzar, en el aspecto
emocional, un desarrollo armónico de la personalidad.
El Libro Blanco de Atención Temprana fija como objetivo principal aquellos niños que presentan
trastornos de desarrollo o que están en una situación que presenta riesgo de que lo padezcan y
que, siguiendo un modelo que considere los aspectos biopsicosociales, reciban todo aquello que
desde la vertiente preventiva y asistencial pueda potenciar la capacidad de desarrollo y
bienestar, y se posibilite, de la manera más completa, la integración en el medio familiar, escolar
y social, así como su autonomía personal.
• Reducir los efectos de una deficiencia o déficit sobre el conjunto global del desarrollo
del niño.
• Optimizar, tanto como sea posible, el curso del desarrollo del niño.
• Atender y cubrir las necesidades y las demandas de la familia y entorno en el cual vive
el niño.
• Dar soporte a la familia desde el momento de la detección del déficit, prestándole una
atención individualizada.
• Lograr una coordinación interna y externa con los recursos de la zona que el niño
precise.
Las diferentes actuaciones que se desarrollan desde la intervención temprana van dirigidas,
como ya hemos dicho anteriormente y son citadas en el Libro Blanco de la Atención Temprana,
a todos los niños con riesgo biopsicosocial, o sea, a aquellos niños que durante el período
prenatal, perinatal o postnatal, o durante su primer desarrollo, hayan estado sometidos a
situaciones que podrían alterar su proceso de maduración, como pueden ser la prematuridad,
el bajo peso o la anoxia en el momento del nacimiento, que presentan una o diversas
discapacidades, trastornos metabólicos, accidentes, etc.
Son niños en situación de riesgo psicosocial los que viven en condiciones sociales poco
favorables, como, por ejemplo, la falta de atenciones o interacción adecuada con sus padres y
su familia, maltrato, negligencia, abusos, que pueden alterar el proceso de maduración.
Las edades de atención se sitúan entre el nacimiento y los seis años, estableciéndose en el
momento de salida o alta criterios de derivación a los centros que la patología del niño los haga
más aconsejables.
• Trabajo favorecedor de un normal desarrollo del niño en todas las áreas y, en especial,
del desarrollo de una personalidad sana.
• Trabajo favorecedor y potenciador del desarrollo de las competencias que el niño posea
desde las primeras etapas de la vida.
Se realiza un contacto inicial con el profesional que haya realizado la detección del caso,
y se efectuará un intercambio de información e historial clínico, así como un primer
encuentro con la familia.
Se realiza una entrevista inicial con la familia en el hospital, o en el CDIAT, según la edad
del niño y sus circunstancias en el momento de la derivación. En esta entrevista de
acogida se recogerá información sobre la estructura y el funcionamiento de la familia que
se pueda observar en ésta, así como se recogerán las preocupaciones, dificultades y
expectativas que tienen respecto a su hijo, sobre ellos mismos y con relación a su entorno.
Finalizada la etapa de valoración, cada profesional aporta al resto del equipo los datos
más relevantes que ha observado según su especialidad, con el fin de elaborar un
programa individualizado de atención al niño, de manera que se tengan en cuenta los
factores biopsicosociales y de atención y seguimiento a la familia.
Cuando se inicia un tratamiento de forma directa con el niño y su familia, se realizará una
serie de observaciones para determinar qué tipo de intervención es más aconsejable
establecer, según el desarrollo y momento evolutivo en el que se encuentra el niño.
Asimismo, se valoran las características que presenta la familia y su grado de
estructuración y se determina el espacio físico donde se va a realizar la intervención
(CDIAT, hogar familiar, etc.). Por último, se asignará definitivamente la atención al
profesional especialista más idóneo para el caso.
Siempre que sea posible, se organizará un trabajo con grupos de padres. A la vez, es
interesante realizar, al mismo tiempo, grupos con niños que padezcan problemáticas
parecidas. Es importante crear estos grupos, ya que proporcionarán un espacio
emocional en el que los padres pueden compartir sus experiencias con otros padres en la
misma situación, y los niños pueden encontrar compañeros para un proceso de
socialización y, a la vez, realizar sus primeras identificaciones.
Recursos materiales
• Espacio
• Tiempo
- Dimensión temporal del vínculo que vendría dada, en parte, por la regularidad
de las interacciones y también por la repetición de la experiencia amorosa. El
ritmo es un organizador temporal de la vida del bebé: el ritmo cardíaco de la
madre, el ritmo del chupeteo, el ritmo del amamantamiento, el ritmo del laleo,
el ritmo de los días y las noches, de la presencia o ausencia de los padres, el
ritmo que posibilita gradualmente tolerar su ausencia, de menos tiempo a un
mayor periodo. Este tempo emocional y su interiorización serán favorecidos,
expresados y reforzados en todo momento por el profesional especialista en
Atención Temprana.
- Tiempo de dedicación objetivo del trabajo. Hablaremos nuevamente de
flexibilidad dentro de un tiempo preestablecido. Generalmente, la edad del niño
y sus capacidades personales y circunstancias indican el tiempo de trabajo
directo oportuno, con él. No obstante, el trabajo con los padres es siempre de
una duración muy variable y, en la medida en que forma parte de la experiencia
compartida, se va interiorizando en la mente grupal de la familia, convirtiéndose
en un ente propio. Se ha de estar muy atento a las señales que se reciben de los
padres para orientar de una forma u otra la intervención.
En cualquier caso, se priorizará la atención directa a los niños y a sus familias frente a
otras tareas. Es necesario, sobre todo en los casos de alto riesgo, buscar fórmulas
flexibles y efectivas que posibiliten que esta atención no se vea interrumpida durante
largos períodos de tiempo.
• Juegos y juguetes
Las nuevas tecnologías suponen una gran ayuda para aquellos niños con dificultades de
aprendizaje. Hoy día se pueden encontrar en el mercado distintos materiales para usar
en el ordenador y en pantalla de vídeo, con programas adecuados a las dificultades o
patologías que los niños presenten.
El mobiliario será el apropiado para niños desde su más temprana edad. Se dispondrá,
por lo tanto, de una colchoneta, cojines hamaquitas, material de fisioterapia, mesas,
sillas, escaleras pequeñas, etc. Serán necesarias, asimismo, cortinas oscuras que ayuden
a controlar la luz de la estancia y permita el trabajo de estimulación visual con objetos
luminosos para aquellos niños que presenten problemas visuales.
Intervención inicial. Valoración.
La valoración inicial dependerá del momento en que se inicia la atención al niño. Implicará un
estudio global y en profundidad del desarrollo del niño, de su historia individual y familiar y de
su entorno.
Para ello, y según la edad del niño, se precisará un trabajo interdisciplinar de los distintos
profesionales que componen el equipo, así como la colaboración y la coordinación de las
instituciones que hayan derivado el caso, o bien de las que participen en exploraciones o
exámenes complementarios.
• Recogida de información
• La acogida
Los datos obtenidos se organizarán en una historia común, de forma que, cuando un
profesional haya de ponerse en contacto con la familia, conozca los datos aportados
previamente y se evite solicitar innecesariamente informaciones que ya se han facilitado
previamente.
o Relación con los otros niños y con el educador si el niño está escolarizado.
o Pruebas estandarizadas.
Una vez hemos obtenido una primera información, cada profesional aportará en una
reunión de equipo los datos y conclusiones de su evaluación, a fin de establecer, de
forma conjunta y teniendo en cuenta todos los factores biopsicosociales, los
diagnósticos o hipótesis diagnósticas.
Se establecerán entonces las necesidades del niño y las de la familia, así como los
recursos existentes de la comunidad. Es importante establecer prioridades en la
actuación, posibles pronósticos a corto, medio y largo plazo. Se concretarán,
organizarán jerárquicamente y temporizarán los objetivos de la intervención
terapéutica, y se determinará qué profesional o profesionales se responsabilizarán de
llevarlos a término. Este primer programa terapéutico está supeditado a la opinión y a
los posibles elementos nuevos que la familia pueda aportar durante la entrevista de
devolución.
• Entrevista de devolución
El objetivo principal de esta entrevista será el de ofrecer a los padres, mediante el uso
de un lenguaje sencillo, comprensible y adecuado, toda la información que les pueda
servir para entender la situación presente de su hijo, las posibles perspectivas de futuro
y los medios terapéuticos que se les pueden proporcionar desde el centro a ellos mismos
y a su hijo, así como ofrecerles soporte y acompañamiento. Se propondrá y establecerá
de forma conjunta el plan de actuación y se determinará la función o funciones que los
padres puedan asumir. Asimismo, se considerará el pronóstico probable y la posibilidad
de recurrencia del trastorno.
Intervención terapéutica.
La intervención agrupa todas las actividades orientadas al niño y a su entorno, a fin de mejorar
las condiciones de desarrollo. Los ámbitos de actuación y la modalidad de intervención se
establecerán en función de la edad, las características y las necesidades del niño y de su familia,
del tipo y grado del trastorno, de las posibilidades del mismo equipo y del posible acceso a otros
recursos de la comunidad.
• Atención al niño
Cada niño, una vez acabada la valoración, tendrá un programa de atención global
individualizado, que recogerá las aportaciones de los diversos profesionales del servicio.
Este programa se elaborará, a ser posible, con la participación de los padres o tutores,
ya que ello permitirá descubrir sus propios recursos y, al mismo tiempo, fortalecerá la
relación con su hijo, aspecto clave para la evolución madurativa y afectiva del niño.
• Atención a la familia
La intervención con las familias tendrá como finalidad ayudar a los padres en la reflexión
y adaptación a la nueva situación, ofrecerles la posibilidad de comprender mejor la
situación que están viviendo y evitar que el problema que viven los padres quede
centrado exclusivamente en el trastorno que padece el niño. Todo ello favorecerá las
actitudes positivas de ayuda al niño, el hecho de que se interprete el comportamiento
de éste en función de sus dificultades y que se intente establecer el feed-back en la
relación entre los padres y el niño. Hay que procurar que cada familia pueda adecuar
sus expectativas a las posibilidades reales de la intervención, y situar correctamente
desde el principio el papel que corresponde al profesional y el protagonismo que los
padres en todo momento han de tener.
La atención individualizada tiene como objetivo prioritario abrir un espacio en el que los
profesionales y también los padres puedan dialogar, intercambiar información referida
al tratamiento del niño, la dinámica de la familia y aspectos familiares generales o
escolares. Esta atención puede ser el medio propicio, para la familia, de transmisión de
sentimientos, dificultades respecto al trastorno del hijo o de esperanzas e ilusiones en
relación con los avances adquiridos.
Es importante que los profesionales puedan atender no sólo los aspectos referidos al
niño, sino también todas las otras demandas familiares, no siempre fáciles de
manifestar, relativas a las relaciones de pareja, los vínculos establecidos con los otros
hijos y con la familia extensa. La finalidad de todo esto es ayudar a los padres a entender
sus sentimientos y que reconozcan sus competencias en cuanto a la educación de sus
hijos.
Hay que informar a los padres debidamente de cualquier cambio que esté relacionado
con la intervención, como, por ejemplo, todo lo que haga referencia a objetivos,
metodología o a los distintos contactos establecidos con otros profesionales de la
sanidad o la educación.
De forma parecida, hay que facilitar información de todos los recursos sociales o
administrativos, en todo aquello que hace referencia a recursos asistenciales o a ayudas
técnicas, económicas y legales con los que los padres pueden contar. Se les ofrecerá
también la posibilidad de ponerse en contacto con asociaciones de padres de niños con
dificultades que haya en la comunidad y con otros profesionales o dispositivos
asistenciales.
• Atención a la escuela
Los profesionales del CDIAT han de informar a la escuela sobre la situación del niño y de
la familia en el momento en que se integre. Posteriormente, y en colaboración con el
equipo escolar y los educadores, se podrán fijar espacios en que se revisen o discutan
los objetivos pedagógicos, las estrategias de aprendizaje y la utilización de los recursos
materiales o personales necesarios para poder conseguir los objetivos pensados.
También convendrá participar en el proceso de toma de decisiones sobre la modalidad
de escolarización.
El primer contacto con la Escuela Infantil comporta una preparación y una anticipación
por parte del profesional de Atención Temprana. Por lo tanto, se realizará un trabajo
previo con la familia y un trabajo de información y sensibilización de las dificultades del
niño con la escuela escogida. Para el niño, la escolarización supone la separación de la
madre y de la seguridad de la familia, así como la vivencia de unas experiencias muy
nuevas para él. Para las madres y padres de niños con discapacidades, supone la
confrontación con una institución y sus ideas en aspectos relacionados con el desarrollo,
las capacidades y los comportamientos de los niños en un ambiente previamente
determinado y correspondiente a edades concretas.
La inclusión tiene un ritmo, no puede hacerse con prisas. Exige una evaluación cuidadosa
de las posibilidades emocionales del niño y de la familia con relación a la separación y a
los nuevos cambios que se van a experimentar.
Con respecto al niño, las condiciones básicas que se deben tener en cuenta para la
incorporación de la escuela infantil son las siguientes:
Asimismo, se tendrá en cuenta que los niños que se encuentran con mayores
dificultades para iniciar la inclusión son:
• Evaluación y seguimiento
Se entiende por evaluación el proceso integral a partir del cual se valoran los cambios
producidos en el desarrollo del niño y en su entorno, así como la eficacia de los métodos
utilizados. Su finalidad es verificar la adecuación y efectividad de los programas de
actuación en relación con los objetivos propuestos.
La evaluación que ha de tener por objeto todos los aspectos de la intervención, consta
de dos momentos:
• Derivación
En ambos casos, la familia tiene que recibir información oral y un informe escrito que
sintetice la evolución del niño y la situación actual, así como sus nuevas necesidades.
Cuando hace falta que otro equipo asistencial continúe la atención del niño, es
fundamental la coordinación entre los dos, y siempre con el consentimiento de la familia
hay que proceder a un adecuado traspaso de información. Habrá que valorar y planificar
de forma cuidadosa el momento y la forma de la derivación, teniendo en cuenta la
vinculación de la familia y del niño con el servicio anterior.
Trastornos del desarrollo motriz. Se establece este diagnóstico cuando se presenta una
patología en vías, centros o circuitos nerviosos implicados en la motricidad. Se incluyen las
distintas formas y grados de parálisis cerebral, espina bífida, miopatías, etc., y también
diferentes disfunciones motrices menores (retardo motriz, hipotonía, dificultades en la
motricidad gruesa o fina, etc.).
Trastornos en el desarrollo sensorial. Se incluyen en este grupo los déficits visuales o auditivos
de distinto grado.
Trastornos de conducta. Se incluyen en este grupo aquellos niños que presentan formas de
conducta inadecuadas y a veces perturbadoras.
Trastorno emocional. Se incluyen aquí los niños que presentan manifestaciones de angustia,
inhibición, síntomas y trastornos del humor, etc.
Trastornos en el desarrollo de la expresión somática. En este grupo se incluyen los niños que
presentan patologías funcionales en la esfera oral alimentaria, respiratoria, del ciclo sueño-
vigilia, en el control de esfínteres, etc.
Retardo evolutivo. En este grupo consideramos aquellos niños que presentan un retardo
evolutivo y que no se sitúan en los apartados anteriores. Frecuentemente, constituyen un
diagnóstico provisional, que evoluciona posteriormente hacia la normalidad (evolución
frecuente en el caso de niños que ha sufrido o sufren enfermedades crónicas, hospitalizaciones,
atención inadecuada) y, en otros casos, a diferentes disfunciones, la más frecuente de las cuales
es el trastorno en el ámbito cognitivo. Libro Blanco de la Atención Temprana.