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El Código de Policía y sus problemas constitucionales

Por FRANCISCO BARBOSA.


El tiempo.com: http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/francisco-barbosa/el-codigo-
de-policia-y-sus-problemas-constitucionales-francisco-barbosa-columna-el-tiempo-54392

El Código de Policía es una necesidad. Su actualización es fundamental para lograr una


convivencia ciudadana. Sin embargo, el Congreso debió hacerlo bien

Era evidente que Colombia requería un nuevo Código de Policía. El país no podía seguir
siendo regulado por una reglamentación de 1970 que en el marco de la Constitución de
1886 ponía el énfasis en muchos temas, salvo en la protección y respeto de los derechos
fundamentales.

Sin embargo, para tramitar la reforma no solo se necesitaba determinación sino claridad
y técnica, y el Congreso de la República no cumplió con esos requisitos. El Código de
Policía –Ley 1801 del 2016– nació con problemas por varias razones que expondré a
continuación y que seguramente podrían llevar a la Corte Constitucional a declarar su
inconstitucionalidad.

En cuanto a los aspectos de trámite, se destacan dos tópicos. El primero tiene que ver
con que este dispositivo normativo debió tramitarse como ley estatutaria, toda vez que
regula derechos fundamentales de los ciudadanos. En el capítulo II se hace mención al
derecho de reunión que consagra nuestra Carta política de 1991 en su artículo 37. En
igual sentido se aborda el derecho a la protesta, que también se vincula con el derecho
a la libertad de expresión. Ni hablar de la absurda y peligrosa inclusión del “espectro
electromagnético” en una ambigua noción de “espacio público” (artículo 139), que pone
en riesgo el derecho a la intimidad.

Todos estos aspectos debieron tramitarse en el legislativo como ley estatutaria de


conformidad con el art. 152 de la CP de 1991 y tal como lo ha explicado la Corte
Constitucional en la sentencia C- 818 de 2011. El trámite de esa iniciativa por ley
ordinaria pone en riesgo el Código ante el máximo órgano de lo constitucional.

Ahora bien, por qué se tramitó de esa forma. Me imagino que por dos razones simples.
La primera: se requerían menos votos, lo cual implicaba menos esfuerzo de
convencimiento a otros sectores políticos y, en segundo término, se evitaba que la Corte
Constitucional hiciera un control previo al Código. Es decir, era mejor sacarlo rápido para
que, de golpe, con otra Corte Constitucional, en otro momento político y en plena
aplicación del mismo, la nueva normatividad policiva se mantuviera. Sin embargo, ese
no era el camino.

El segundo es que la Corte tendrá que revisar porqué en el último debate se aprobaron
sin discusión alguna, 140 artículos a pupitrazo, lo que deja endeble este Código a la luz
de los análisis factuales del debate parlamentario que se realizará en sede judicial.

En lo sustancial, la Corte Constitucional censuraría la indeterminación de las acciones


policivas. Es necesario que se especifiquen –como ocurre en los campos disciplinario y
penal– los casos, para que la Policía y los ciudadanos no vayan a caer en la confrontación
por las ambigüedades normativas que se derivan de acciones como las requisas, el
derecho a la protesta o las intromisiones al domicilio, entre otras. Los límites deben estar
definidos no solo porque la Corte lo diga, sino porque la ley debía definirlo con precisión
conforme a la Carta política de 1991.

El Código de Policía es una necesidad. Su actualización es fundamental para lograr una


convivencia ciudadana. Sin embargo, el Congreso debió hacerlo bien, tanto
estableciendo el trámite legislativo adecuado como tomando en consideración la
jurisprudencia de la Corte Constitucional para que los derechos, entre ellos reunión e
intimidad, no queden al arbitrio de las autoridades. Pero así estamos y en el entretanto
se invierten ingentes sumas de dinero en la publicidad de un Código cuyo futuro no está
claro.

Por ahora tenemos un nuevo Código de Policía que está hecho para una sociedad que
parece que sigue siendo víctima de aquella malévola frase, derivada de un cuadro del
pintor español Goya –1780-85–, llamado La letra con sangre entra. Malas costumbres
en tiempos de paz.

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