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Autoras/or:
Izabel Araujo2, Juan Pablo S. Tapiro3, Mirella
Rocha4, Sofía Bertolini5.
Resumen.
1
Esta ponencia surge como parte de las reflexiones colectivas en el grupo de estudio Lucha de clases en
América Latina y la disciplina Fundamentos del Trabajo Social Crítico, realizados como parte del proyecto
de investigación Lucha de clases y Trabajo Social Crítico en América Latina, inscrito en el ILAESP
(Instituto Latino-americano de Economía, Sociedad y Política), en la UNILA (Universidad Federal para la
Integración Latinoamericana) en Brasil. Este proyecto es coordinado por Juan Pablo S. Tapiro, con la
coordinación adjunta de Mirella Rocha y la participación de las estudiantes Izabel Araujo y Sofía Bertolini,
entre otras/os.
2
Estudiante de Servicio Social en la Unila.
3
Profesor en ILAESP-UNILA. Doctor en Servicio Social. Miembro del Colectivo Trabajo Social Crítico de
Colombia. Miembro de la Marcha Patriótica Capítulo Brasil.
4
Profesora en ILAESP-UNILA. Doctora en Servicio Social. Investigadora de Grupo de Estudios de Teoria
da Dependência – GETD/UNILA e de Núcleo de Estudos e Pesquisas Marxistas – NEPEM/UFRJ.
5
Estudiante de Servicio Social en la Unila.
1
Introducción.
6
Sobre la crisis estructural del capital ver entre otros: Antunes (2007), Harvey (1991), Mészáros (2009),
Vega Cantor (2009). En Tapiro 2017 se encuentra una aproximación sobre la crisis estructural capitalista,
la lucha de clases, y sus particularidades en América Latina.
2
Con el fin de la Unión Soviética y del denominado “Socialismo Real” se fortaleció la
base material para la ofensiva ideológica neoliberal, donde muchas organizaciones y
fuerzas sociales y políticas de izquierda, así como sectores intelectuales, abandonaron
cualquier aspiración a superar la sociedad capitalista, por lo que a lo máximo que
podríamos aspirar es a asumir la lucha social en los límites o las márgenes de la
democracia burguesa, sea desde una perspectiva derrotista o idealista-utópica de una
transformación social y emancipación humana, sin colocar la necesidad de una
revolución social, de la toma del poder, de la colectivización/socialización de los medios
de producción, etc., es decir, sin la base material para alcanzar dicha transformación y
emancipación.
En América Latina la implementación de las políticas de ajuste neoliberal, de
pérdida de derechos sociales y/o de su efectivación, de cierre del diálogo con los
trabajadores y sus organizaciones por parte de las clases dominantes –hegemónicas en
los Estados burgueses nacionales-, de privatizaciones de entidades públicas, de
desmonte de los aparatos productivos-industriales, entre otros, se ha vivido con
alcances diferenciados según cada proceso particular, donde un elemento clave han
sido las respuestas de las mayorías trabajadoras, explotadas, despojadas y oprimidas.
A pesar de ser Chile el primer país del mundo en que se experimentó la estrategia
neoliberal, usando como medio la dictadura cívico-militar, iniciada el 11 de septiembre
de 1973, y de que efectivamente desde la segunda mitad de la década de 1970 en
muchos países de América Latina (tanto en dictaduras como en democracias
burguesas) se comienzan a asumir políticas en ese sentido; será a partir del Consenso
Washington en 1989, que se construye un derrotero para ser asumido por todos los
gobiernos de la región –y del mundo-, reposicionándose el proyecto monroista de
América para los (norte-)americanos, será por eso que en la década de 1990
tendremos una ampliación y profundización general de la implementación de esta
estrategia, cuyo mayor alcance sería el Área de Libre Comercio de las Américas
(ALCA).
Sin embargo las nefastas consecuencias del neoliberalismo para el conjunto de la
sociedad, especialmente para las mayorías trabajadoras, despojadas y expropiadas de
medios de vida, conllevaron a una retomada y auge de las luchas sociales, donde han
sido material y simbólicamente muy importantes los procesos por un lado en Chiapas-
México, cuando ya desde el 01 de enero 1994 hizo su aparición pública el Ejército
Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), como nueva expresión de resistencia al
capitalismo y la ofensiva neoliberal, y de lucha por un nuevo mundo, una nueva
sociedad; y por otro lado el triunfo electoral del Comandante Hugo Chavez en 1998,
quien 6 años antes había dirigido una insurrección armada, colocando nuevamente
como proyecto político la construcción del socialismo en el siglo XXI y la retomada de
un proyecto de unidad e integración latinoamericana y caribeña de inspiración
bolivariana, proponiéndose la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América
(ALBA); así como la intensificación de las movilizaciones y protestas sociales, donde en
varios países fueron derrocados presidentes neoliberales y donde llegaron al gobierno
alternativas políticas que se presentaban como anti-neoliberales, y que fueron
expresión de una limitada, contradictoria, pero importante, virada a una cierta izquierda
progresista, más posibilista y reformista que revolucionaria, cuya principal conquista fue
la derrota del ALCA, y de freno parcial a la injerencia estadounidense.
3
Sin embargo es importante destacar que los gobiernos de algunos países como
México y Colombia han mantenido una alineación permanente con los intereses del
capital monopolista transnacional, y particularmente de los Estados Unidos de América.
Pero también que la falta de radicalidad y profundización en los procesos de
democratización en la región han posibilitado que en medio de los rebatimientos de la
actual expresión de la crisis estructural del capital se comience a configurar una
retomada de los sectores más reaccionarios y cipayos a los gobiernos, sea por la vía
electoral como en Argentina, sea por la vía del golpe parlamentario como en Brasil.
Estamos viviendo un segundo proceso de institucionalización de la estrategia
contrainsurgente en la región7, cada vez más cohesionado internacionalmente, que
implica elementos de consenso, pero sobre todo de coersión, de control y
disciplinamiento, imponiéndose una cultura de miedo y desesperanza, donde la
respuesta para quienes resisten, luchan, se insurgen para defender sus derechos, o
peor aún, para transformar la realidad, es represión, cárcel y muerte.
Es por esto que se hace necesario aprender de las experiencias históricas de las
luchas de nuestros pueblos, de sus aciertos, errores, potencialidades y límites para
enfrentar la actual ofensiva neoliberal y contrainsurgente. Es imperativo para las fuerzas
sociales y políticas de izquierda en la región defender los procesos de Venezuela,
Bolivia, Ecuador, Nicaragua, entre otros, -y por supuesto Cuba-; procesos que sino
radicalizan y apuntan a una democratización política, social y económica difícilmente
podrán mantenerse por mucho tiempo, se trata de asumir la transformación material de
la realidad social; y estos procesos no dependen de quien esté en el gobierno, incluso
porque la propia democracia burguesa está en crisis, se trata de recuperar y asumir el
protagonismos de las masas de trabajadores explotados, despojados y oprimidos, en
las calles, en las movilizaciones, en las asambleas populares, en los espacios de
trabajo, estudio, convivencia, etc., para construir y forjar un proyecto de superación del
modo de producción y reproducción capitalista, de la sociabilidad individualista,
consumista y fetichista hegemónica.
Para esto es necesario asumir la vigencia, centralidad y transversalidad de la lucha
de clases en las luchas sociales, lo que implica recuperar la herencia teórico-
metodológica y política de Marx y parte de la tradición marxista, para la aprehensión de
7
Para Marini (1978) la doctrina de contrainsurgencia establece una línea de enfrentamiento a los
movimientos revolucionarios – emancipatorios o de resistencia – a desarrollarse en tres planos:
aniquilamiento, conquista de bases sociales e institucionalización. Se aproxima a la doctrina fascista,
pero “a diferencia del fascismo, la contrainsurgencia no pone en cuestión en ningún momento la validez
de la democracia burguesa, tan sólo plantea su limitación o suspensión durante la campaña de
aniquilamiento. Mediante la reconquista de bases sociales, se debe pues marchar a la fase de
institucionalización, que es vista como restablecimiento pleno de la democracia burguesa y sus
instituciones” (MARINI, 1978). Murga y Hernández (1980) realizan una aproximación para entender la
estrategia contrainsurgente en América Latina pos II Guerra Mundial, la cual se radicaliza como
respuesta a la revolución cubana con las dictaduras cívico-militares; posteriormente en la década de
1980 se realizará el proceso de institucionalización de esta estrategia -pautado por el gobierno
estadounidense desde la segunda mitad de la década de 1970- incorporada en los procesos de
democratización en la región. Vega Cantor y Novoa (2014) actualiza elementos de esta reflexión sobre la
imbricación entre guerra contrainsurgente y neoliberalismo, con énfasis en Colombia, pero también con
elementos geopolíticos regionales.
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las contradicciones de la sociedad capitalista en la contemporaneidad, para entender su
crisis, y tener los elementos que nos permitan, como clase, una práctica revolucionaria
efectiva, es decir, una estrategia y táctica que se correspondan y respondan a los
desafíos actuales en el enfrentamiento al neoliberalismo y para la superación del
capitalismo en su fase imperialista, plenamente mundializado.
5
campesina, pero también indígena, estudiantil, e incluso llamándose a sectores
militares a unirse en ese proyecto8.
Posteriormente, entre mediados de 1930 y la revolución cubana en 1959, se habría
hecho hegemónica una perspectiva estalinista, fundada en la tesis de la revolución por
etapas, donde se proponía un proyecto democrático-burgués nacional, planteándose la
alianza entre el proletariado y la burguesía nacional supuestamente progresista, para
desarrollar las condiciones que posibilitarían avanzar posteriormente en una
perspectiva socialista.
Con el triunfo de la revolución cubana se abrió lo que Löwy denominó un nuevo
periodo revolucionario, en el cual se retomaba nuevamente la necesidad de la unidad
obrero-campesina, de la ciudad y del campo, anti-imperialista y socialista; con la
particularidad de que se legitima de manera amplia la lucha armada como método
eficaz para la toma del poder.
Es también a partir de este periodo, junto con las expresiones de rebeldía inspiradas
en Mayo de 1968, el rechazo a la guerra de Vietnam (1955-1975), entre otros
elementos que también eran expresión política y socio-cultural de la crisis de la
sociedad capitalista, y que también afectó las ciencias sociales en su conjunto, que el
marxismo tuvo tierra fértil para comenzar a tener presencia en las universidades, sin
embargo fue un marxismo que en general se presentaba de forma fragmentada, fuera
desde perspectivas más teoricistas, academicistas, economicistas o politicistas.
Como planteamos anteriormente, posterior al fin de la Unión Soviética y del
denominado “Socialismo Real”, también se consideró superado el proyecto socialista, el
anti-imperialismo, la lucha de clases, en fin, el marxismo. Por eso, teniendo como base
el momento contemporáneo de crisis estructural del capital, de la estrategia de guerra
contra-insurgente y de neoliberalismo, así como los límites del marxismo que
históricamente fue difundido, estudiado, aprendido y practicado en la región, es que
proponemos volver a Marx, Engels y parte de la tradición marxista que ha continuado
su legado, para aprehendiendo su herencia, la unidad teórico-metodológica y política de
su perspectiva, contribuir en los análisis de la realidad social para su transformación.
Es decir, retomar la herencia del pensamiento social de Marx, no se puede limitar a
una de las dimensiones de su perspectiva, asumir la dimensión política exige el análisis
teórico para lo cual es necesario el método, esta es la base para la unidad teórico-
práctica, para la praxis social, y a su vez para pensar los diversos tipos de praxis, entre
éstas la profesional, por eso proponemos recuperar a Marx también para los procesos
de renovación crítica del Trabajo Social, lo que se ha denominado la construcción de un
Trabajo Social Crítico.
8
Sobre la unidad obrero-campesina ya se coloca como orientación en los pronunciamientos sobre
América Latina de la Internacional Comunista entre 1921 y 1923. Respecto a la producción marxista
latinoamericana en ese momento histórico se destacan Mariategui (Perú), Mella (Cuba), entre otros.
6
material y del suelo histórico-concreto de la lucha de clase. En la necesaria batalla de
las ideas en esa dirección, es importante retomar la experiencia del debate profesional
en Brasil.
La trayectoria del Servicio Social en Brasil 9 es marcada por una historia con tres
marcos fundamentales: i) la génesis de la profesión, la cual se institucionaliza y se
legitima como uno de los recursos movilizados por el Estado y por el empresariado, con
el soporte de la Iglesia Católica, en la perspectiva de enfrentamiento a las expresiones
de la “cuestión social” a partir de 1930; ii) la inserción del Servicio Social brasilero en el
Movimiento de la Reconceptualización del Trabajo Social en América Latina, a partir de
la década de 1960, por medio de cuestionamientos acerca de los referentes teórico-
metodológicos, técnico-operativos y ético-políticos de la profesión, como expresión de
la profundización política de la lucha de clases en escala mundial en este periodo; iii) el
proceso de interlocución con el marxismo, sobre todo a partir de la publicación a inicios
de la década de 1980, de la obra Relaciones Sociales y Servicio Social en Brasil, de
Marilda Iamamoto y Raul de Carvalho, dado que es en el proceso de asumir y apropiar
el marxismo como referencia analítica, que se comienza a tornar hegemónico en el
Servicio Social en Brasil, el abordaje de la profesión como componente de la
organización de la sociedad inserta en la dinámica de las relaciones sociales,
participando en el proceso de reproducción de esas relaciones (ver Iamamoto e
Carvalho.1982).
La interlocución con la tradición marxista va a imprimir una dirección teórico-política a
la formación profesional de asistentes sociales en la sociedad brasilera, conforme es
evidente en el currículo de 1982 y las actuales directrices curriculares de la Associação
Brasileira de Ensino e Pesquisa em Serviço Social (ABEPSS), aprobadas en 1996. Este
proyecto de formación está organizado en torno de tres núcleos de fundamentación:
núcleo de fundamentos teórico-metodológicos de la vida social (responsable por el
análisis del ser como totalidad histórica), núcleo de fundamentos de la formación socio-
histórica de la sociedad brasilera (responsable por la particularidad de la producción y la
reproducción de la vida social en la realidad brasilera), núcleo de fundamentos del
trabajo profesional (responsable por explicitar los fundamentos que vinculan la
profesión al proceso de reproducción de las relaciones sociales, considerando la
realidad brasilera, recuperando sus nexos de construcción y actualización históricos).
Ese proyecto de formación hace parte del proyecto Ético-Político Profesional del
Servicio Social en Brasil – que incluye también la Ley de Reglamentación de la
Profesión y el Código de Ética Profesional, aprobados en 1993 – lo cual representó un
avance en el debate ideo-teórico que se inició en la categoría profesional con el
movimiento de intención de ruptura en la década de 1970, en medio de un proceso
político ligado a la construcción de la resistencia al proyecto autocrático burgués. De
este modo el Proyecto Ético-Político Profesional refleja el avance de la clase
trabajadora en lucha en este país y sus rebatimientos al interior de la profesión, al
afirmar el compromiso con la clase trabajadora, con la plena efectivación de los
derechos sociales conquistados en la Constitución Federal de 1988 y con la
construcción de un nuevo orden social.
9
Es este país la profesión Trabajo Social se denomina Servicio Social, y al profesional Asistente Social.
7
La vinculación a la tradición marxista que tiene en el Proyecto Ético-Político un
importante marco, está situado en el terreno de la necesaria construcción de una nueva
moralidad profesional, pues pretende romper con el conservadorismo sub-sirviente a un
proyecto profesional que se corresponde con la política del capital, apostando a
construir una cultura profesional nueva (Barroco. 2003), fundamental a la práctica
profesional concatenada con la lucha de los trabajadores.
Sin embargo, si esa construcción histórica de vinculación a un proyecto societario
emancipatorio ganó espacios en la profesión, no fue sin embates, debates y reflexiones
que evidenciaran las contradicciones al interior de la profesión, y los diversos proyectos
que se expresan en la misma 10.
En el cuerpo ideo-teórico del Servicio Social, la positividad capitalista se revela desde
su génesis, moldando en el tiempo histórico del capital, instrumentos para la
manutención funcional de la sociedad burguesa constituida, con pautas de intervención
y posicionamientos políticos definidos. El conservadorismo profesional arquitecta un
universo de prácticas reformistas que pretenden controlar y adaptar comportamientos,
moldar subjetividades y formas de sociabilidad necesarias a la reproducción del orden
burgués11.
Operando abiertamente contra el conservadorismo y teniendo la coyuntura de la
crisis estructural del capital, la ofensiva neoliberal y la contrainsurgencia como trabas
poderosas a su concretización, el proyecto ético-político sigue como una trinchera de
lucha. En cuanto al interior de la profesión alcanzaba relativa hegemonía a lo largo de la
década de 1990 – principalmente en lo que se refiere al ala militante y políticamente
activa de la categoría profesional – en la coyuntura latinoamericana a partir de la
década de 1990 se profundiza la programática ideo-teórica-política y económica
neoliberal, o sea, un golpe para la lucha de clases, colocando en reflujo los
movimientos de resistencia, favoreciendo los intereses del capital, particularmente con
las contra-reformas en curso en el escenario actual.
En esa perspectiva se recoloca el desafío de embate, con el peso nada residual del
conservadorismo en el Servicio Social en un momento de timidez de la lucha política
abierta (no) trabada por la categoría profesional y de la práctica social fragmentada,
favorable al ordenamiento capitalista. También es en ese terreno que tenemos que
avanzar con la construcción de proyectos ético-políticos y del TSC en América Latina,
los cuales dependen de la voluntad mayoritaria del cuerpo profesional, pero más allá de
la hegemonía necesaria, se vincula principalmente a la intensificación de la lucha de
10
José Paulo Netto (2007) identifica tres direcciones principales del proceso de renovación del Servicio
Social en Brasil entre los años 1960-1970: i) la perspectiva modernizadora, la cual buscaba adecuar el
Servicio Social al desarrollo capitalista, especialmente en medio de los procesos socio-políticos
emergentes después del Golpe de 1964; ii) la reactualización del conservadorismo, perspectiva que
condensa la renovación compatible con el segmento profesional más impermeable a los cambios; iii) la
intención de ruptura con el Servicio Social tradicional, la cual posee como eje una crítica sistemática al
desempeño tradicional y a sus soportes teóricos, metodológicos e ideológicos, de modo que es en esa
perspectiva que va a emerger la tradición marxista en el Servicio Social.
11
De acuerdo con el análisis de Netto (2006) esas prácticas se verifican en la tendencia a la
psicologización de los problemas sociales, en que el profesional recorta un problema, transfiere su
resolución para la esfera individual y privada, enfatizando la importancia de la redefinición de
características personales del individuo en su superación.
8
clases, o sea, al fortalecimiento del movimiento de los trabajadores, tan severamente
oprimido y apaciguado, especialmente en la última década en la región.
Es ahí que cobra toda su importancia la investigación social desde una perspectiva
marxista para el análisis de la realidad social, por lo cual el principal desafío es lograr
una verdadera incorporación de ésta tanto en la formación profesional como en el
trabajo profesional.
A manera de cierre.
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