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MILAGRO?
EJEMPLOS DEL NUEVO TESTAMENTO
LO QUE SE RECLAMA EN LA ACTUALIDAD
Jimmy Jividen
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¿QUÉ ES UN MILAGRO?
Jimmy Jividen
Publicado por
Spanish Literature Ministry
P.O. Drawer W
Wichita Falls, Texas 76308-0095
U.S.A.
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UNA BREVE EXPLICACION SOBRE ESTE LIBRITO
Todos los que enseñamos la Biblia sabemos que hay un gran número de
personas que presentan escuelas de pensamiento ajenas a la realidad enseñada
en el Nuevo Testamento.
Por ejemplo, en el Uruguay así como en Venezuela, existe un fuerte
concepto de ateísmo. Conceptos equivocados acerca del Espíritu Santo y los
milagros han causado muchas divisiones en Chile y México.
A veces, es necesario corregir una enseñanza falsa antes de establecer la
verdad Bíblica. No se puede construir un fundamento firme donde existe
enseñanza falsa.
El Ministerio de Literatura en Español (Spanish Literature Ministry) le
pidió a Jimmy Jividen proveernos con un manuscrito sobre milagros. Le
estamos agradecidos por su tema. Este estudio estará en circulación en idioma
inglés y castellano.
Damos gracias al hermano Jimmy Jividen por su espíritu de cooperación.
-Dryden Sinclair
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Jimmy Jividen
Jimmy Jividen
Febrero 1988
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INTRODUCCION
LA DEFINICION DE UN MILAGRO
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entenderlo fácilmente cuando alguien dice: “Es un milagro que no haya sido
herido en el accidente…”.
Muchas veces, se usa la palabra para definir lo que se cree que es
providencial. “Fue un milagro que se recuperara…”.
Técnicamente no hay nada malo cuando se usa el término “milagro” así
como hemos explicado. Vemos que el significado de una palabra se determina
por su uso. La misma palabra puede significar algo radicalmente diferente
empleándola en otro contexto. La palabra “fútbol” significa algo muy diferente
para un norteamericano de lo que significa un europeo.
La confusión contemporánea respecto a milagros se deriva
frecuentemente del mal empleo del uso popular de la palabra en cuanto a su
significado en el Nuevo Testamento.
Señales
La palabra “señal” representa algo que está más allá de su propia
esencia. Una señal de tránsito no es la calle, pero dirige hacia la calle o avenida
que identifica. Los eventos milagrosos del Nuevo Testamento no se deben ver
como eventos centrados en sí mismos. Hay que aceptarlos como la
demostración de que Dios aprueba o está de acuerdo con un hombre y su
mensaje. La palabra “señal” enfoca en el propósito del evento milagroso.
Maravillas
La palabra “maravilla” se refiere a la reacción reverente del observador
al contemplar un evento. La palabra refleja el tipo de reacción o sentimiento que
uno tendría al ver la aurora boreal en el cielo de Alaska, o al ver la puesta del
sol en el Cañón del Colorado. El enfoque de esta palabra se centraliza en la
reacción manifestada por el observador.
Milagros
El significado de esta palabra es poder. La palabra refleja la fuente del
evento milagroso. Los eventos milagrosos no se producen por sí mismos.
Tienen que ser causados por un poder. Debe haber un poder que pueda
suspender las leyes de la naturaleza. Se trata de un poder sobrehumano. Fue el
reconocimiento de este tipo de poder el que hizo exclamar a Nicodemo:
Nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él… (Juan 3:2).
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La posesión de poder –poder sobrehumano— era un prerrequisito para
hacer milagros.
Obras
La cuarta palabra que se usa en el Nuevo Testamento para determinar
milagros es “obra”. Juan la usa extensivamente. El contexto nos explica que se
trata generalmente de las obras hechas por Jesús para que los hombres crean en
El.
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Tercero: lo que no es dentro de lo normal. No es milagroso, pues nada de
milagroso es visible en tal evento, ya que no contradice las leyes de la
naturaleza. No es normal porque el evento es diferente de lo usual. Uno no
puede comprender su causa y el efecto. Muchas cosas que pertenecen a esta
categoría pueden ser entendidas más tarde. La causa y el efecto se conocen
cuando el hombre adquiere mejor conocimiento del universo o de las
circunstancias que rodeaban el evento. La hipótesis es un fenómeno que pueda
clasificarse como paranormal. Uno no entiende todas las cosas asociadas con las
causas y sus efectos. Algunas personas son más susceptibles a las hipótesis que
otras. Uno no sabe por qué. La hipótesis no contradice las leyes naturales
conocidas, pero no cabe en lo conocido, en las causas normales. Por tanto, es
paranormal.
Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las
cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que
Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su
nombre (Juan 20:31-32).
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Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para
perdonar pecados (dijo al paralitico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y
vete a tu casa (Marcos 2.10-11).
Lo que Jesús dijo se confirmó con sus obras. Los milagros son prueba de
que Jesús es el Hijo de Dios. Se podría decir que los malignos eran una
necesidad teológica si Dios quería dar al ser humano una nueva revelación. Los
milagros siempre fueron acompañados por nuevas revelaciones. Además, los
milagros que confirmaron el Nuevo Testamento, también constituyeron el
cumplimiento de las Escrituras del Antiguo Testamento. Esto se refleja en
varios pasajes: Juan 4:25; Mateo 11:2-5, Lucas 4:17-21. Los profetas hablaban del
Mesías que vendría, quien sería un obrador de milagros. Así fue Jesús. Este
hecho confirmó su propio reclamo de ser el Hijo de Dios, y confirmó su
mensaje.
También había otros factores relacionados a los milagros no siendo ellos
el propósito básico de los milagros en sí. Los milagros de Jesús reflejaban su
compasión: Mateo 9:36; 14:14; 15:32; 20:34. Los milagros se usaban para ilustrar
la enseñanza de Jesús (Juan 6:35; 11:25). Los milagros produjeron la publicidad
necesaria para su ministerio –Mateo 8:4; Marcos 7:36; Lucas 5:14. Sin embargo,
estos hechos no eran el propósito principal de los milagros. Los milagros del
Nuevo Testamento tenían como objetivo principal confirmar al hombre o al
mensaje como venido de parte de Dios.
Hay tres maneras para probar que los milagros del Nuevo Testamento
son únicos. Esta exclusividad los separa de los obradores de milagros del
paganismo, tanto en el pasado como en el presente. No debemos confundir lo
real con lo falso. El poder de Dios no se puede poner a la misma altura de los
engaños y artimañas de los hombres.
Los milagros de la Biblia eran sobrenaturales. Eran contrarios al orden
natural de cosas. Los milagros desplazaban las leyes naturales. No eran
ilusiones. Jesús, de verdad, se sobrepuso a la ley de gravedad caminando sobre
el agua. Cristo sanó –de verdad—a los ciegos. Hizo caminar a los cojos; levantó
a los cuerpos muertos. Cristo sanaba instantáneamente y por completo. Nunca
falló. Los milagros de la Biblia tenían el propósito teológico de confirmar. Eran
la prueba final de que los hombres que los obraban, y los mensajes que
predicaban, eran de Dios. Dios siempre revelo cosas nuevas con milagros. Sí
ocurrió en los días de Moisés, y en los días de los profetas. Son los milagros los
que confirman nuestra fe en Jesús, en su calidad de Hijo de Dios, y nuestra fe en
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la Escritura como la palabra de Dios. No necesitamos milagros mientras que no
haya nuevas escrituras que deban ser confirmadas.
Los milagros de la Biblia no tenían motivos egoístas. Los milagros del
Nuevo Testamento no se hicieron con el fin de cosechar aplauso, obtener
beneficios económicos o para mostrar el poder personal del que hizo un
milagro. Jesús rechazó convertir piedras en panes cuando tuvo hambre;
tampoco llamó a una legión de ángeles cuando fue arrestado. No hay prueba
alguna de que los obraban milagros obtuvieran alguna ventaja. No hicieron
milagros con el fin de alcanzar beneficios personales.
En estas tres formas únicas o exclusivas del Nuevo Testamento donde se
muestra que los milagros eran radicalmente diferentes a los milagros de
nuestros días. Uno se da cuenta de que está frente a dos realidades: la una es
Dios, y la otra es el hombre.
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voluntad inmutable establecida en la creación. La cual nos revela en la
Escritura. Debido a esta realidad, podemos estar seguros de que las promesas
divinas son verdaderas y que Sus juicios serán ciertos. Podemos confiar en las
leyes de Dios. También podemos confiar en sus promesas y advertencias.
Podemos confiar en el orden y la consistencia de Su universo creado. Dios es
Dios de orden.
Nos hemos de preguntar si Dios sana o si no sana. Ciertamente, Dios
sana. Nadie se sana sin Su voluntad. Entonces, debemos más bien
preguntarnos: ¿cómo sana Dios? ¿Sana por medio de los procesos de
sanamiento naturales del cuerpo, o sana al hombre en forma contraria a esas
leyes? El sanamiento natural es una maravilla. Cuando nos cortamos un dedo,
las funciones naturales del cuerpo empiezan de inmediato el proceso de sanar.
La sangre se coagula. Los glóbulos blancos comienzan a destruir las bacterias.
Los glóbulos rojos comienzan a reparar las cédulas heridas. Las leyes que Dios
estableció para el funcionamiento del cuerpo, inician el proceso de sanamiento.
No por ser un proceso natural deja de ser la obra de Dios. No es asunto de
cuestionar si los milagros del Nuevo Testamento son reales (verdaderos). Ellos
son verdaderos. Uno cree en estos milagros por el texto inspirado de la
Escritura. Esta fe quedó confirmada por los resultados producidos en las vidas
de los apóstoles y la existencia de la iglesia.
No debemos preguntarnos si Dios responde a las oraciones o si no
bendice con su providencia. Claro que lo hace. Las Escrituras nos dan el
testimonio de que así lo ha hecho, y las escrituras nos prometen que lo hará. La
historia misma muestra que así ocurrió en el pasado, y la fe nos asegura que lo
hace en el presente. La pregunta, en verdad, debería formularse así: “¿Cómo lo
hace?”.
¿Lo hace Dios en forma ordenada, siguiendo sus leyes de creación y de
revelación, o lo hace en forma caótica sin plan ni consistencia? Pablo sabía que
el plan predestinado de Dios obra conforme “al propósito del que hace todas las
cosas según el designio de su voluntad” (Efesios1:11). No hay contradicción
entre la voluntad de Dios, su plan y sus leyes.
¿Acaso juega Dios con el orden en su creación o con las leyes de
revelación cuando contesta la oración de los cristianos? Dios contesta las
oraciones y obra providencialmente “conforme con su voluntad.” Esta voluntad
no sólo está revelada en las Escrituras sino también en la naturaleza.
Una condición para la oración es que esté de acuerdo con la voluntad
divina. Jesús enseño su principio a sus discípulos, diciendo: “Hágase tu
voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. (Mateo 6:10). Aún la
oración del Señor en el huerto era: “pero no sea como yo quiero, sino como tú”
(Mateo 26:39, 42, 44). Jesús no pidió al Padre algo que fuera contra su plan
eterno de redención para dejar ocurrir algo que eliminase el sufrimiento que El
tendría que sobrellevar.
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Sería igual presunción orar por algo que vaya contra las leyes divinas de
la oración o contra su voluntad en su revelación. Nadie oraría a Dios salvar a un
infiel en su infidelidad. Sería contrario a la ley de su revelación –“el que no
creyere, será condenado” (Marcos 16:16). Nadie oraría a Dios pidiéndole sanar a
una persona contra las leyes de la creación. La voluntad de Dios se hace no solo
en el reino espiritual, sino también en el físico.
Sería insensato orar “hágase tu voluntad” y luego, en la misma oración,
pedir a Dios que contradiga sus leyes naturales para curar a una persona
enferma. Nuestras oraciones deben estar en armonía con la voluntad de Dios si
esperamos obtener la ayuda que necesitamos de él.
La pregunta fundamental en la discusión acerca de los que reclaman
milagros en nuestros días no es el poder de Dios, sino más bien la naturaleza de
Dios. Dios es Dios de poder. El puede hacer todas las cosas. Nada es imposible
para Dios. Dios es también un Dios de orden. Todas las cosas ocurren según su
voluntad. Dios trabaja conforme con las leyes de su creación y de acuerdo con
las leyes de su revelación. Los que buscan agradar a Dios, no dejarán de
considerar estos aspectos de la naturaleza de Dios.
No hay evidencia
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fácilmente. Hay enfermedades imaginarias, experiencias causadas por la
emoción o bajo un estado de éxtasis las cuales causan cambios en la vida y
sentimientos de las personas. Hay quienes dan explicaciones milagrosas de
fenómenos naturales como si fueran señales de Dios. ¿En dónde podríamos
trazar la línea divisora entre lo subjetivo y la evidencia?
Esta forma de escepticismo no es impiedad. Es lo que recomendaba el
Nuevo Testamento para poner a prueba reclamos de milagros falsos, pues
también hubo reclamos de milagros que no lo eran en épocas neo
testamentarias. Tales “milagros” fueron puestos a prueba y rechazados.
Jesús previno a sus seguidores que se cuidasen de los falsos profetas y
falsos Cristos quienes proclamarían realizar milagros. Les dijo que “no les
creyesen” (Mateo 24:24). Juan dijo a sus contemporáneos que no escuchasen a
aquellos que predican doctrinas falsas acerca del Espíritu Santo. Ellos tenían
que probar si lo que enseñaban era de Dios o de los hombres (1 Juan 4:1). Pablo
advirtió a los corintios tener cuidado de falsos apóstoles y obreros fraudulentos
que se disfrazan de apóstoles de Cristo. Esto no es maravilla, porque el mismo
Satanás se disfraza como ángel de luz (2 Corintios 11:13-14). Jesús alabó a la
iglesia de Éfeso, pues sus miembros pusieron a prueba a los falsos apóstoles
(Apocalipsis 2:2).
El Nuevo Testamento menciona en trece ocasiones, durante los últimos
días después del Pentecostés, la proclamación de signos falsos por falsos
profetas. El Nuevo Testamento habla en verdad acerca de maravillas
contemporáneas, pero las califica como falsas. Hacer preguntas a aquellos que
clamaban hacer milagros era una forma en que los cristianos neotestamentarios
se defendían de maestros falsos. Ese mismo proceso es válido hoy en día.
Comprobarlos es responsabilidad de quien pretende producir milagros. La
evidencia genuina y palpable de su verdad debe ser presentada por quienes los
reclaman como ciertos.
No hay propósito
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venido otro Jesús que necesite ser confirmado por medio de lo milagroso;
tampoco se le ha dado al hombre una nueva revelación que deba ser
confirmada por medio de milagros. Los reclamos de milagros en nuestros días
deben ser rechazados, pues no tienen ningún propósito.
Los judíos en los días de Jesús buscaban señales. Ellos querían que Jesús
obrara milagro, a fin de obtener pan del cielo –como en los días de Moisés—sin
trabajar por ello (Juan 6:26,30). Querían una señal que justificase la acción de
limpieza de Jesús en el templo (Juan 2:18). Luego querían ver otra señal cuando
Jesús echó un demonio de un ciego y de un mudo endemoniado (Mateo 12.38).
La respuesta de Cristo era categórica a aquéllos que buscaban milagros en su
época.
La generación mala y adultera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la
señal del profeta Jonás (Mateo 12:39).
No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se
arrepentirán. Mas Abraham le dijo: si no oyen a Moisés y a los profetas,
tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos (Lucas
16:30-31).
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Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del
templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus
ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no
tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al
Señor tu Dios (Mateo 4:5-6).
Esta era una tentación para que Jesús mostrara su poder. El diablo lo
desafió a que probara que El era el Hijo de Dios, produciendo un milagro. El
propósito de tal milagro no hubiera sido para confirmación. Jesús sabía muy
bien quién era. Y así ocurrió con el diablo. Satán quiso que Jesús obrara un
milagro para probar la promesa de Dios. También citó la Escritura del Salmo
91:11-12.
Uno puede imaginarse muy bien la persuasión que el diablo debe haber
usado, lo cual, desde luego, no ha sido escrito en el Nuevo Testamento. Como
los tentadores del siglo veinte, el diablo podría haber dicho: “¿Acaso no crees en
la promesa de Dios? ¿Acaso no tienes confianza en Dios que ha prometido que
sus ángeles te cuidaran? ¿No deseas obtener todo lo que Dios quiere que tú
tengas? Pon a prueba al Señor Dios para ver si El cumple su promesa”. Jesús no
aceptó tales proposiciones del diablo. Cristo citó la Escritura, diciendo: “¡No
tentarás al Señor tu Dios!”.
Una parte fundamental de la tentación consistía en que el diablo quiso
pervertir al propósito de milagros. El quiso que Jesús probara a Dios para ver si
Dios cumplía sus promesas. Jesús, desde luego, no lo hizo no pidiendo a Dios
un milagro. La misma respuesta se debe dar a los que no quieren tentar con
milagros.
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impusiera las manos (Hechos 19:1-7). Timoteo recibió un don de Dios por la
imposición de las manos de Pablo (2 Timoteo 1:6).
Cornelio y su casa recibieron poderes milagrosos para hablar en otras
lenguas y para profetizar. Esto fue aparecido a lo que aconteció en el día de
Pentecostés (Hechos 10:44-48; 11:15-18). Ellos, como los apóstoles, recibieron el
bautismo del Espíritu Santo.
No hay autoridad
La palabra de Dios fue confirmada por los milagros obrados por los
apóstoles. De esta manera la gente podía ver y creer que el mensaje era de Dios.
Lo segundo puede ilustrarse por medio de lo dicho por el apóstol Juan
sobre los milagros. Al concluir su evangelio, él muestra que los textos escritos
en el Evangelio mencionan los milagros hechos en los días de Jesús y los
apóstoles, y que esto también confirmaba la obra.
Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las
cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que
Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su
nombre” (Juan 20:30-31).
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La palabra ha sido confirmada por milagros descritos por los apóstoles.
No necesitamos nada más.
Otras personas han sido engañadas pensando que, si Jesús “es el mismo
ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13.8), los milagros deben seguir aún en
nuestros días. Obsérvese bien que en este contexto de Hebreos no se encuentra
nada referente a los milagros. El pasaje bíblico enseña que Jesús es el mismo, y
no que obra en el mundo en la misma forma en todas las generaciones. Cristo
tampoco muere todos los días en la cruz o en toda la generación. La palabra de
Dios no se revela de nuevo en cada generación. Jesús no resucita cada día y en
cada generación. De la misma manera tampoco se obran los milagros en cada
generación para confirmar la palabra de Dios. Jesús es el mismo en cada
generación, pero hay cosas que Jesús ha hecho una vez para siempre.
Las Escrituras mismas dicen que los milagros habían de terminar. Desde
luego, uno puede definir una fecha exacta de su terminación. No es posible
saber exactamente cuando se hizo el último milagro. Solo podemos creer en la
promesa de que terminarían los milagros. El apóstol Pablo habla acerca de este
tema en su carta dirigida a los Corintios. Los Corintios se gloriaban en los dones
milagrosos que habían recibido.
El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas,
y la ciencia acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas
cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará (1 Corintios
13:8-10).
Este pasaje no nos dice claramente lo que es “lo perfecto”. Dice que esto –
“lo perfecto” vendría cuando los dones espirituales se acabaran.
Tampoco se nos dice el tiempo cuando esto ocurría. Pero el pasaje bíblico
nos enseña claramente que los dones espirituales como la profecía, las lenguas y
la ciencia, acabarían. Eran dones temporales, inferiores, y acabarían mientras
que el amor nunca deja de ser. Dios no continuó creando de dar sus leyes sobre
la creación. Cada semilla produce su fruto. La ley había sido establecida. Su
propósito se había cumplido. En la revelación del evangelio al hombre. Dios no
continuó obrando milagros después de su palabra fue confirmada. El permite
que la palabra produzca su trabajo de regeneración. El evangelio había sido
establecido. Su propósito se había llevado a cabo.
Los dones milagrosos espirituales eran temporales. Tenían que terminar.
¿Qué evidencia tenemos que sugiera que su término no ha llegado todavía?
Ninguna escritura nos promete la continuación de los dones milagrosos; no hay
evidencia de que ello suceda en nuestros días. No hay persona viviente que se
ajuste al patrón descrito en el Nuevo Testamento para aquellos dotados con
dones milagrosos. No hay razón para que tal cosa continúe en existencia.
Ambas, la fe y la razón, nos hacen ver que debemos rechazar toda pretensión de
milagros en nuestros días.
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NO HAY DISTINTIVO
SUMARIO
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hacían los magos de las religiones paganas –eran sobrenaturales y no estaban
gobernados por las leyes naturales dadas por Dios a su creación. Eran
sobrenaturales.
Tercero: era necesario entender el propósito de los milagros. Del testimonio
dado por las escrituras donde encontramos asentados esos milagros, se aclara
que su propósito era confirmar el hombre y el mensaje conectado con el milagro
como siendo cosa de Dios.
Los reclamos contemporáneos de milagros son falsos. No se ajustan a los
patrones de los milagros del Nuevo Testamento. Consisten en trucos, fraudes,
hechos paranormales, curaciones psicosomáticas y fenómenos psicológicos.
Los milagros modernos deben ser rechazados no solo porque son falsos,
sino también por las consecuencias teológicas que resultan de aceptarlos. Al
aceptar tales reclamos, se niega la suficiencia de las Escrituras. Si los milagros
existen, debe haber profetas en últimos días, que los obran. Si los milagros
existen, debe haber una nueva revelación que sea confirmada por los milagros.
Si las cosas fuesen así, debemos llegar a la conclusión de que las Escrituras son
incompletas e inadecuadas. Las palabras y las obras de los que producen estos
milagros, deberían ser añadidas a la Escritura, si de verdad son válidas.
Si se aceptan tales reclamaciones, comprometemos la exclusividad del
cristianismo entre las religiones del mundo. Las religiones del mundo hablan de
milagros. Sus milagros son como los que reclaman hacer milagros hoy día, pero
son diferentes en todo de los milagros registrados en el Nuevo Testamento.
Si se aceptan tales reclamaciones, se niega la naturaleza de Dios. Dios
obra al mundo en forma ordenada y consistente. Las leyes que puso en acción
en la creación son tan estables como aquellas leyes que reveló en las Escrituras.
Si Dios rompe sus leyes de creación para hacer milagros, ¿cómo podemos saber
si no hará lo mismo en cuanto a sus leyes de revelación? Pero Dios no es un
Dios de caos; Dios es un Dios de orden y de consistencia.
No hay prueba alguna de los milagros de la actualidad. No hay ninguna
evidencia objetiva. No tienen ningún propósito valido en las Escrituras. No hay
hombres calificados para realizar tales milagros. No hay autoridad que
justifique su continuación a partir de la Escritura. No hay nada que los distinga
de los milagros de los paganos. Los milagros del Nuevo Testamento fueron
ejecutados por la autoridad de Dios, pero los reclamos actuales de milagros son
obras de hombres.
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