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Ramírez Pablo Millán.

El yo ensimismado.

La dialéctica interna llevada al exceso inhibe, dificulta, entorpece y muchas veces


imposibilita la acción. Es triste que la vida se nos vaya y se nos escape sólo en el
pensar. Sin embargo, el pensamiento dialéctico con uno mismo llevado al exceso
provoca el enclaustre en uno mismo, es decir, el yo se toma así y cubre consigo mismo
formándose una barrera ante lo otro. Dicho de otro modo, encerrado el yo en la prisión
del pensamiento se nos olvida lo otro, dejamos de sentirlo . En este encierro uno es
solo, solamente yo y nada más. Pero en su encierro llega un determinado momento
que el pensar enclaustrado por sí mismo se confunde y se cree independiente de lo
corpóreo. El pensar se cree autosuficiente y pasea entre la dialéctica del yo que habla y
del yo que escucha. Pero no sale de ahí. Desprecia el trato de su cuerpo en relación
con los otros y lo otro.

A partir de este momento se origina una escisión en el individuo. En la confusión, el yo


se entiende como una realidad que comprende dos entidades ontológicamente
distintas, es decir, cuerpo y pensamiento. Desde esta comprensión de su ser el
individuo ensimismado en su pensar se encuentra en el problema fundamental de cómo
relacionar su pensar con su hacer que siempre es corpóreo. Cómo y por qué se origina
el encierro voluntario del yo en sí mismo no es materia de este escrito, aunque es claro
que es relevante entender la causa que origina todo el proceso de escisión del
individuo. Lo que importa resaltar del proceso es que este mismo encierro es patológico
en el sentido social y práctico.

Abusar del diálogo ensimismado nos imposibilita muchas veces a ejecutar


nuestras acciones. Nuestro pensar se vuelve una especie de filtro por donde pasa todas
nuestras percepciones que el cuerpo recoge del exterior. Siendo así, antes de ejecutar
cualquier misión el yo ensimismado considera todas las opciones que se le ocurran
para llevar a cabo el acto y así mismo despliega alternativas de posibles desenlaces a
cada una de esas opciones. Abandonado a la consideración de las posibilidades el yo
se pierde divagando.
Este yo encerrado se desarraiga de la vida práctica y le resulta muchas veces
confusa e inquietante, El yo prefiere seguir en su encierro que salir a sentir el mundo
por sí mismo. La bronca esencial de este encierro es que hay muchas circunstancias
que por necesidad obligan a salir al yo de sí mismo. En estos casos el yo entra en
conflicto al no saber qué hacer ante tal circunstancia no pensada pues queda
vulnerable al otro.

Tan habituado está el yo en su ensimismamiento que perdió la facultad de


improvisar en el acto. El yo ya no es seguro sin el filtro del pensar, y cuando sale a la
intemperie su actuar es torpe, sin gracia ni delicadeza. El abandono de su cuerpo lo
compromete a la incompetencia. Desde este punto se reinicia el proceso del
ensimismamiento. Al no sentirse seguro con su corporeidad y con su capacidad práctica
el yo huye a esconderse de nuevo en su pensamiento.

Este encierro es problemático en el hombre por qué lo imposibilita al ejercicio de


la comunidad, creyéndose solo, el yo intenta resolverse a sí mismo negándole la voz al
otro. Algo de esto es trasferible a las sociedades modernas, haciendo la analogía, la
ciudad bien podría cumplir esta función de encierro y ensimismamiento. El hombre se
enclaustra en la ciudad porque ahí se siente cómodo y seguro ante la naturaleza.
Encerrado el hombre pierde su vínculo con lo natural, así como el yo individual pierde el
vínculo con su cuerpo. También se aplica la consideración de que el hombre se
entiende en la ciudad como una entidad diferente a lo “natural” y modernamente se
intenta una autosuficiencia respecto de ella, sin embargo esta distinción entre hombre y
naturaleza como dos órdenes distintos es una mera ilusión producto de su aislamiento.
Hombre es nataruleza en tanto que es un ser biológico. Es una misma entidad yo y
cuerpo la distinción sólo es epistémica. Entender esto nos ayuda a estimular de un
cierto modo un recuentro con esta otra instancia que creíamos diferente pero que en
realidad no arraiga a un aquí y aun ahora. El yo ensimismado está enfermo de sí mismo
y necesita eso otro para salir y escapar de sí.

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