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Parte I
Sobre la cultura
Según el Diccionario de Estudios Culturales Latinoamericanos cultura
proviene de la etimología latina y se asocia con la acción de cultivar o practicar
algo, también con la de honrar; de ahí la connotación inicial asociada al culto:
tanto a una deidad religiosa como al cuerpo o al espíritu. En su origen entonces,
el concepto está vinculado con la idea de la dedicación, del cultivo (M. Szurmuk
y R. MckeeIrwin, 2009:71)
En términos generales, se considera que cultura es la manifestación artística
de disciplinas como la literatura, la música, la pintura, etc. pero esta definición
reduce la dimensión que ella tiene en la vida de los pueblos y de las personas.
La cultura está conformada por instituciones y el conjunto de modos de
vida, simbólicos y performativos, que están sobredeterminados por lo histórico y lo
geográfico y son propios a formaciones sociales concretas, que se desarrollan en
particulares modos de producción, distribución y consumo de bienes y artefactos
con valor simbólico.
En el término más amplio de la palabra, cultura es el conjunto de valores
que dan sentido y condicionan la conducta o forma de ser de un pueblo y de las
personas que lo integran y abarca todas las manifestaciones de la vida colectiva
e individual: política, Estado, escritura, educación, relaciones sociales, religión,
trabajo, etc.
Concepto de cultura:
Como cultivo, perfeccionamiento, ejercicio de las cualidades del
hombre/mujer con el objetivo de superar progresivamente su personalidad.
Cultura como el producto de la superación del hombre que vive en
comunidad, o sea la realización del hombre, tanto en el terreno de lo material
como de lo espiritual, que son las expresiones que dan características propias a la
vida de una comunidad (2010: 168).
Podemos afirmar que para el peronismo la cultura es el conjunto complejo
de realizaciones materiales y espirituales que se dan en una comunidad y que
determinan sus características propias frente a las demás comunidades.
Cada pueblo posee unas modalidades propias, unos principios
consustanciales a su ser y un destino providencialmente trazado que constituyen
su verdadera personalidad. El mantenimiento de esta personalidad nacional, de
esa individualidad que lo hace destacar entre todos los demás, exige un
renunciamiento de los afanes individuales de los hombres y una veneración de
ese algo inmaterial, impagable y prodigioso que se constituye como el genio
tutelar de cada pueblo (2010: 171).
La personalidad de los Pueblos nos está dada, por consiguiente, por las
manifestaciones espirituales y materiales de su cultura. El contenido ético-religioso,
artístico, científico y técnico de las culturas, difiere en el tiempo y en el espacio,
siendo justamente ese contenido el que determina la personalidad de cada
pueblo y establece las diferencias entre las culturas que los mismos presentan
(2010: 172).
Es en defensa de la personalidad del Pueblo argentino, que el Peronismo
desea organizar la cultura, para que no se sigan implantando en nuestro país
cosas contrarias a nuestra idiosincrasia, a nuestra raza, a nuestra religión y a
nuestra lengua, sino que se implante y se imponga nuestra propia cultura.
Cuando una Nación recupera su ser nacional, la cultura se convierte en fuerza de
inimaginables proyecciones. (2010: 172).
Tronco histórico
Partido unitario contra partido federal o la “civilización” europea contra la
“barbarie” americana
Los unitarios, que ya han consolidado el paradigma central de su
pensamiento: el poder nacional lo pensamos y organizamos desde afuera hacia
adentro según lo que disponga y nos permita hacer el Imperio Británico y su socio
menor Francia; se van a asumir como la élite que expresa a esa civilización
europea anglo-francesa a la que admiran y desean reproducir en territorio
americano a cualquier costo, procurando organizarla como un Estado
Centralizado desde la ciudad de Buenos Aires.
Los federales, que para entonces también han consolidado un paradigma
inverso: el poder nacional lo pensamos y organizamos desde adentro hacia
afuera según lo que nos convenga, sin importar lo que opinan y desean el Imperio
Británico y su socio menor Francia; se van a asumir como la expresión de una
nación americana organizada como una Confederación Federal de Provincias
gobernadas por líderes populares.
Pero los unitarios tendrán un problema: su base social es minoritaria porque
la constituye solo la élite de las ciudades y la única importante y portuaria es
Buenos Aires; en cambio la base social de los federales es mayoritaria en su
expresión rural y en la periferia de las ciudades.
Es por ello que los unitarios decretarán que los federales eran la “barbarie”
americana a la que había que suprimir, para que ellos pudieran gobernar e
implantar a la “civilización” europea anglo-francesa a través de los inmigrantes
de ese origen que se propondrán traer.
La tarea ideológica de satanizar al gaucho, el resultante social mayoritario
del mundo rural surgido de 300 años de choque y mestizaje de razas en el
Virreinato del Río de la Plata, caracterizando a la construcción social y cultural
hispano americana como una construcción social y cultural bárbara; correrá por
cuenta de un grupo de jóvenes intelectuales educados en la visión liberal elitista
europeizante, que pasarán a la historia como la Generación del ‘37.
El iniciador será Esteban Echeverría quien, después de pasar varios años en
París volverá deslumbrado por la “civilización” que allí vio y avergonzado del país
“bárbaro” en que nació y se formó. Será entonces a través de sus relatos "El
Matadero" y "La Cautiva" que comenzará a construir el abismo social y cultural
entre la vida urbana y la rural, que no existía en la cultura política hispano
americana preexistente en la que se formó, introduciendo en los salones literarios
y políticos de la Ciudad de Buenos Aires el desprecio y el temor hacia el gaucho y
a lo americano; condimento emocional que será necesario para poder generar
el consenso social y cultural que dará soporte a la decisión política unitaria de
ejercer la violencia supresora sobre los federales. Otro que abonará a lo mismo
será José Mármol con su novela "Amalia"; pero quien encarnará en forma integral
la tarea, es decir en el plano literario y en el político militante, será Sarmiento con
su ensayo sociológico Vida de Juan Facundo Quiroga: Civilización y Barbarie.
Esta guerra de supresión que los unitarios desatarán contra los federales, con
el respaldo externo de Inglaterra y Francia y también de Brasil, comenzará en
1828 con la bárbara y arbitraria ejecución sumaria de Dorrego por parte de
Lavalle y terminará en 1862, después que Urquiza entregue el triunfo a Mitre en la
batalla de Pavón y, como corolario de ello, quede este con las manos libres para
derrotar militarmente y asesinar a Peñaloza, a Varela y al resto de los jefes
provinciales federales, salvo Urquiza.
“El país ya era otro país, y no quisieron entenderlo”, señala Arturo Jauretche
refiriéndose a los viejos partidos políticos. Y agrega:
Parte II
Cultura y educación
Civilización y barbarie
Tal como expresamos al comienzo, el colonialismo capitalista se atribuye
valores como el progreso, la civilización, las ideas, la razón, la cultura. Sarmiento
toma esto. Lo excepcional que tiene “El Facundo” de Sarmiento es que se trata
de un libro con la ideología de los conquistadores, pero escrito por un hombre de
la elite del país colonizado. Lo que se desarrolla en verdad es la civilización
occidental. Los valores del centro tienen que ocupar el mundo, porque al
ocuparlo lo civiliza, lo hace entrar en la senda del progreso.
Lo que hace Sarmiento es incorporar este concepto de civilización. Los
hombres cultos de Buenos Aires, los que se han formado con las ideas europeas
son la civilización. Los gauchos, los hombres de las campañas, los indios son la
barbarie. El hombre es hombre porque se hace a través de la cultura, pero los
que no se hacen a través de la cultura son los barbaros, porque los barbaros son
la negación de la cultura. Dos conceptos antagónicos e irreconciliables. A la
barbarie hay que combatirla y derrotarla. Para Sarmiento no hay arreglo posible
con la barbarie.
Indio, parte del cuadro “Allá a lo lejos y no hace mucho tiempo” de Martín
Aramburu.
Transformar la educación
Desde el advenimiento del gobierno peronista se luchó contra el
analfabetismo, la deserción escolar, y se aumentó el presupuesto para impulsar el
desarrollo de la educación de quinientos millones a tres mil millones anuales, todo
lo cual es visto con interés en los países del Tercer Mundo. Un balance de la
acción desarrollada en el campo de la enseñanza establece que en 1945
estudiaban en la Argentina, aproximadamente dos millones de educandos, y al
promediar 1955 esa cifra se eleva a cuatro millones (Historia del peronismo):
En un análisis sobre el tema, el Gral. Perón testimonia: “Recibimos el país
con casi 15 % de analfabetos entre niños y adultos; todos los años más de
doscientos mil niños no podían concurrir a la escuela primaria por falta de
asientos en las escuelas del estado. Lo devolvimos con sólo el 3% de
analfabetos adultos y hoy todos los niños y jóvenes sin excepción pueden
cumplir sus estudios primarios, secundarios, universitarios y técnicos. En 1945
el déficit de edificios para escuelas de todo tipo no pasaba de los diez mil.
Nosotros en ocho años de gobierno construimos ocho mil escuelas
confortables y grandes (casi a razón de tres escuelas por día). Sólo en los
años iniciales del Primer Plan Quinquenal se construyeron más escuelas que
en todo el resto de la Historia Argentina”. (J. D. Perón en La fuerza es el
derecho de las bestias, 1958: 36).