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UNIVERSIDAD PÚBLICA Y PRIVATIZACIÓN DEL CONOCIMIENTO*

Carlos Montemayor**

Los vastos y variables conceptos de “conocimiento” y “educación” han recibido


diferentes impulsos, orientaciones y recursos cuando el beneficio del proceso educativo
se ha concentrado en los objetivos de una élite, de un sector económico o político o de
un Estado nacional.
Los valores centrales y posibles, reiterados a lo largo de muchas culturas y épocas,
corresponden, primero, a la posibilidad de transmitir el conocimiento; segundo, a la
posibilidad de producirlo o ampliarlo y, tercero, a la posibilidad de beneficiarse de él.
El 18 de diciembre de 2000, la delegación de Estados Unidos presentó ante el Consejo
del Comercio de Servicios de la Organización Mundial de Comercio (OMC) una
propuesta para que se liberara el comercio de los servicios de enseñanza superior,
considerados como un “importante sector de la economía mundial”.

la educación desde la globalización debe verse como un hecho independiente de los


intereses de un Estado, de una nación o de una comunidad; le sustrae su importancia
como función pública y la define sólo por una orientación supranacional.

Nociones como “conocimiento” y “educación” adquieren otros matices; dejan de ser


nociones dependientes de un proceso de transformación o de responsabilidad social.
elemento impulsor de la transformación de un país.

Destaquemos las cuatro modalidades en la primera modalidad se apunta que sólo the
service itself crosses the border (el servicio mismo cruza la frontera). Aquí, a diferencia
de los bienes que cruzan la frontera, a la enseñanza se le llama “el servicio mismo”. En
la segunda modalidad se especifica que a some consumer moves to another country
(un consumidor del servicio se traslada a otro país). La tercera modalidad se refiere a
las facilidades en el extranjero para el establecimiento de education providers
(proveedores de educación), ya sea permitiéndoles establecer sus propios campus o
asociarse con otras instituciones domésticas. La cuarta modalidad alude a personas
concretas, profesores o investigadores, que viajan a otro país para provide an
educational service (proporcionar un servicio educativo).
Los grandes consorcios globalizadores están creando, y ahora así lo impulsan, su propio
orden educativo, un sistema de enseñanza acorde con sus necesidades, con su visión
del mundo y con sus planes de expansión mundial.

A principios del siglo XXI en México había cerca de dos millones de estudiantes de
educación superior y 72% de ellos se encontraba en universidades públicas.

Resulta imposible afirmar que la educación superior en México sea un fenómeno de


mercado, puesto que el aumento de la población estudiantil en educación superior no
se logrará con una mayor “competencia” del mercado privado nacional o trasnacional,
sino con una política de Estado que considere ese objetivo como una necesidad de
planificación pública.
Conviene que la educación superior se vea como una responsabilidad de Estado, si el
objetivo de la educación es la superación del país mismo y no sólo la preparación de
una élite.
El conocimiento se está convirtiendo aceleradamente en una patente, en una
mercancía, en un secreto de empresas trasnacionales que lo consideran ya no como un
patrimonio del ser humano, sino como una propiedad privada. Esto no es una evolución
de la especie humana, esto es un retroceso.

El primer riesgo está en el hecho mismo de los propósitos centrales de las


corporaciones: patentar el conocimiento, es decir, convertirlo en una propiedad
intelectual de patente, lo que excluye a “los demás” de participar en él. La
comercialización de patentes bloquea e impide el libre flujo de información a través de
reportes y publicaciones académicas, como fue habitual en “el pasado de la
humanidad”.
La dinámica actual del mercado trasnacional y privatizador de los servicios de
educación inciden negativamente en ambas premisas: socialmente sólo se dan
condiciones propicias para que a una élite social pueda transmitirse el conocimiento (es
decir, sólo una élite puede convertirse en “un consumidor del servicio de educación”
porque el ser consumidor no es un derecho, sino un privilegio: únicamente el que
dispone de recursos económicos puede disfrutar de esa transacción comercial).

La dinámica actual del mercado trasnacional y privatizador de los servicios de


educación inciden negativamente en ambas premisas: socialmente sólo se dan
condiciones propicias para que a una élite social pueda transmitirse el conocimiento (es
decir, sólo una élite puede convertirse en “un consumidor del servicio de educación”
porque el ser consumidor no es un derecho, sino un privilegio: únicamente el que
dispone de recursos económicos puede disfrutar de esa transacción comercial).

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