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ARMENIA FERNANDEZ DIAZ SECTOR ARMENIA, COL.

GAVIOTAS SURLa oración en l

La agonía de Getsemaní
Pasión de Nuestro Señor: Pasión de la Iglesia

I. Después de la Última Cena, Jesús tiene una inmensa necesidad de orar. Su alma está triste
hasta la muerte. En el Huerto de los Olivos cae abatido: se postró rostro en tierra (Mateo 26,
39), precisa San Mateo. "Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero no sea yo como
quiero, sino como quieres Tú". En Jesús se unen a la tristeza, un tedio y una angustia mortales.

Buscó apoyarse en la compañía de sus amigos íntimos y los encontró durmiendo; pero, entre
tanto, uno no dormía; el traidor conjuraba con sus enemigos. Él, que es la misma inocencia,
carga con los pecados de todos y cada uno de los hombres, y se ofreció, con cuánto amor, como
Víctima para pagar personalmente todas nuestras deudas... y de cuántos solo recibe olvido y
menosprecio.

¡Cuánto hemos de agradecer al Señor su sacrificio voluntario para librarnos del pecado y de la
muerte eterna! En nuestra vida puede haber momentos de profundo dolor, en que cueste
aceptar la Voluntad de Dios, con tentaciones de desaliento. La imagen de la Agonía de Jesús en
el Huerto de los Olivos nos enseña a abrazar la Voluntad de Dios, sin poner obstáculo alguno ni
condiciones, aunque por momentos pidamos ser librados, con tal de que así pudiésemos
identificarnos con la Voluntad de Dios. Debe ser una oración perseverante.

II. Hemos de rezar siempre, por nosotros y por la Iglesia; pero hay momentos en que esa oración
se ha de intensificar, cuando la lucha se hace más dura; abandonarla sería como dejar
abandonado a Cristo y quedar nosotros a merced del enemigo: "solo me condeno; con Dios me
salvo" decía San Agustín.

Nuestra meditación y oración diaria, siempre a través de la Santísima Virgen, para poner el
corazón con el de Ella en Dios, siendo verdadera oración, nos mantendrá vigilantes ante el
enemigo que no duerme: "vigilad y orad para que no caigáis en tentación..." Y nos hará fuertes
para sobrellevar y vencer tentaciones y dificultades. Si nos descuidáramos perderíamos la
alegría y nos veríamos sin fuerzas para combatir y dar testimonio de la Verdad.

III. Los santos han sacado mucho provecho para su alma y para la Iglesia de este pasaje de la
vida del Señor. Santo Tomás Moro nos muestra cómo la Agonía del Señor en Getsemaní ha
fortalecido a muchos cristianos ante grandes dificultades y tribulaciones. También él fue
fortalecido con la contemplación de estas escenas, mientras esperaba el martirio por ser fiel a la
fe. Y puede ayudarnos a nosotros a ser fuertes en las dificultades, grandes o pequeñas, de
nuestra vida ordinaria y aprovecharlas para reparar por nuestras faltas y ofrecer por la Iglesia.
El primer misterio doloroso del Santo Rosario puede ser tema de nuestra oración cuando nos
cueste descubrir la Voluntad de Dios en los acontecimientos de nuestra vida personal y en los de
la historia de la Iglesia que quizá no entendemos.
MEDITACIÓN

Llegado al umbral de su Pascua,


Jesús está en presencia del Padre.
¿Cómo habría podido ser de otra manera,
dado que su diálogo secreto de amor
con el Padre nunca se había interrumpido?
"Ha llegado la hora" (Jn 16, 32);
la hora prevista desde el principio,
anunciada a los discípulos,
que no se parece a ninguna otra,
que contiene y las compendia todas
justo mientras están a punto de cumplirse en los brazos del Padre.
Improvisamente, aquella hora da miedo.
De este miedo no se nos oculta nada.
Pero allí, en el culmen de la angustia,
Jesús se refugia en el Padre con la oración.
En Getsemaní, aquella tarde,
la lucha se convierte en un cuerpo a cuerpo extenuante,
tan áspero que en el rostro de Jesús el sudor se transforma en sangre.
Y Jesús osa por última vez, ante del Padre,
manifestar la turbación que lo invade:
"¡Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz!
Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lc 22, 42).
Dos voluntades se enfrentan por un momento,
para confluir luego en un abandono de amor ya anunciado por Jesús:
"Es necesario que el mundo comprenda que amo al Padre,
y que lo que el Padre me manda, yo lo hago" (Jn 14, 31).

ORACIÓN

Jesús, hermano nuestro,


que para abrir a todos los hombres el camino de la Pascua
has querido experimentar la tentación y el miedo,
enséñanos a refugianos en ti,
y a repetir tus palabras de abandono y entrega a la voluntad del Padre,
que en Getsemaní han alcanzado la salvación del universo.
Haz que el mundo conozca
a través de tus discípulos el poder de tu amor sin límites (cf. Jn 13,1),
del amor que consiste en dar la vida por los amigos (cf. Jn 15,13).

Jesús, en el Huerto de los Olivos, solo, ante el Padre,


has renovado la entrega a su voluntad.
R /. A ti la alabanza y la gloria por los siglos.

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