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científica
Estos principios son (a veces) algo más que pesimismo
sin fundamento y memoria selectiva
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La ley de Murphy dice que si algo puede salir mal, saldrá mal. Este Murphy era el
ingeniero aeroespacial Edward Aloysius Murphy y formuló su ley en 1949 después de
descubrir que estaban mal conectados todos los electrodos de un arnés para medir los
efectos de la aceleración y deceleración en pilotos.
Es innegable que tanto esta ley como las que siguieron, con sus corolarios, principios y
máximas, tienen su principal explicación en la memoria selectiva y en nuestros sesgos,
como la inclinación a la negatividad, que nos hace temer y recordar más los casos
negativos que los positivos o neutros, y el sesgo de confirmación, que nos lleva a hacer
caso sólo a los ejemplos que ratifican nuestras creencias.
De todas formas, algunas de estas leyes tienen algo más de fundamento del que puede
parecer. A veces incluso cuentan con investigaciones y pruebas que las respaldan.
Como recuerdan en Ask a Mathematician, “nada dura para siempre, así que en algún
momento todas las piezas de una máquina se romperán”. A lo que podríamos añadir que
cuanto más tiempo y trabajo comporte una tarea, más fácil será que en algún momento
surja algún contratiempo. Es decir, aunque no todo saldrá mal siempre, ni mucho
menos, esta primera ley de Murphy se cumplirá a menudo, a condición le demos tiempo
suficiente.
Por cierto, al parecer (este punto no está claro), el enunciado original dice que “si hay
dos o más maneras de hacer algo y una de ellas puede resultar en una catástrofe, alguien
se decidirá por esta".
El propio Matthews explica sus investigaciones en un vídeo. Está en inglés, pero las
pruebas y demostraciones se entienden muy claramente.
A veces nos vemos obligados a recurrir a planos y guías en papel, como si estuviéramos
en la Edad Media. O en 1998. A menudo nos da la impresión que la información
importante de nuestra ruta o destino se pierde en un doblez o en el borde del mapa,
obligándonos a tener que ir pasando páginas adelante y atrás para orientarnos.
4. Los pares de calcetines siempre van de dos en dos antes de entrar a la lavadora y de
uno en uno al salir de ella
Si perdemos sólo un calcetín, ya tendremos uno suelto. Como ya no nos pondremos ese
calcetín suelto, el próximo que perderemos al hacer la colada será otro que tenga pareja,
por lo que ya tendremos dos calcetines desparejados.
Y si perdemos más de uno a la vez, lo más fácil es que sean de pares diferentes, como
explica el estadístico Victor Niederhoffer en Daily Speculations. "Si tienes 20 calcetines
-10 pares diferentes-, después de perder el primer calcetín, las posibilidades de que el
segundo deshaga otro par son de 18 sobre 19, frente a 1 sobre 19 de que sea un calcetín
del mismo par". Es decir, si no compramos pares nuevos para reponerlos, corremos el
riesgo de acabar con un cajón lleno de calcetines impares.
Este asunto ya lo tratamos en otro artículo: si nos da la impresión de estar en la cola más
lenta es porque 1) la cola más lenta es por lo general la que tiene más gente y, en
consecuencia, es la cola en la que es más fácil que estemos y 2) si sólo escogemos una
cola y hay, por ejemplo cuatro, hay un 75% de posibilidades de que al menos una de las
otras colas sea más rápida que la nuestra. Por tanto, la mayor parte de las veces habrá al
menos otra cola que sea más rápida.
Nunca nos cansaremos de este gif
Lo mismo se aplica al tráfico, como se explica en Principia Marsupia. En este caso hay
que añadir que pasamos más tiempo en el carril lento precisamente porque es el más
lento y además pasamos más tiempo siendo adelantados que adelantando.
6. Llevar un paraguas cuando hay previsión de lluvia hace menos probable que llueva
Aunque no hay relación causal entre un hecho y otro (sería un ejemplo de correlación
ilusoria), Matthews explica los motivos por los que es muy habitual que acabemos
acarreando el paraguas sin necesitarlo. Este autor explica lo siguiente:
Aunque las predicciones de lluvia son cada vez más acertadas, hay que tener en
cuenta que si vivimos en un sitio con pocas precipitaciones, la mayoría de las
veces se acierta a la hora de decir que NO lloverá.
No nos importa tanto si va a llover a lo largo del día como si va a llover durante
el tiempo que estemos en la calle. "Las probabilidades de que llueva en la hora,
más o menos, que estés paseando son por lo general muy bajas en casi todo el
mundo".
Si tenemos en cuenta ambos factores, es muy probable acabar paseando el
paraguas inútilmente porque "incluso las previsiones en apariencia precisas de
las que disponemos actualmente no son lo suficientemente buenas para predecir
de forma fiable los eventos menos frecuentes".
Se trata de una de las muchas versiones de una popular frase de Mark Twain, que dijo
que una mentira puede dar media vuelta al mundo mientras la verdad aún se está
poniendo los zapatos.
Hay muchos motivos que dan la razón, al menos en parte, a esta ley de Murphy. De
entrada, los rumores exitosos juegan con nuestras emociones y ansiedades, como hacen
leyendas urbanas clásicas como "la chica de la curva". También se dirigen a nuestras
inclinaciones y sesgos: a muchos nos pareció graciosísimo que Esperanza Aguirre
creyera que Saramago era Sara Mago, por ejemplo, y convertimos el chiste en anécdota
porque deseábamos que fuera verdad.
Además, a medida que los rumores se difunden, les damos aún más credibilidad,
simplemente por el hecho de que los oímos más. Esto nos lleva a difundirlos, por lo que
entramos en un círculo vicioso. Los medios juegan un papel importante en este punto:
un estudio del año pasado recogía que muchos medios de comunicación dedican más
tiempo y trabajo a propagar rumores falsos que a verificarlos y desmentirlos.
Eso sí, las noticias falsas se resisten a los desmentidos. Vimos un ejemplo hace unos
meses cuando volvimos a publicar la historia de Ricky Martin y la mermelada: aún
encontramos comentarios en foros y webs que aseguraban que el episodio había
ocurrido realmente, pero que nunca se emitió y las grabaciones se destruyeron,
siguiendo la retorcida lógica habitual de las teorías de la conspiración. ¿Cómo probar
que jamás existió algo que nadie vio y que luego fue destruido?
Por otro lado, si encontramos algo en el primer sitio donde buscamos, no se puede decir
que esté perdido, por mucho drama que le pongamos al asunto. Se pueden admitir
excepciones. Por ejemplo, si ese primer sitio es una oficina de objetos perdidos.