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Título: Formación del consentimiento


Autor: Stiglitz, Rubén S.
Publicado en: Sup. Esp. Nuevo Código Civil y Comercial de la Nación. Contratos 2015 (febrero), 25/02/2015,
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Cita Online: AR/DOC/4737/2014
Sumario: I. Manifestación de la voluntad negocial. Finalidad y modos. El carácter recepticio. La relevancia del
acto voluntario objetivamente reconocible.— II. La declaración como acto reconocible exteriormente. Lo
esencial de la declaración: la claridad del contenido.— III. Manifestaciones de voluntad: (A) expresa, positiva o
directa y (b) tácita, indirecta o concluyente. Concepto. La categoría de los comportamientos declarativos y no
declarativos.— IV. Declaración presumida por la ley. Noción. Ejemplos.— V. Relaciones contractuales de
hecho o "conducta social típica". Antecedentes.— VI. El silencio como manifestación de voluntad. Ausencia de
manifestación.— VII. El consentimiento. Voluntad real y voluntad declarada. Importancia de la cuestión.—
VIII. Formación del consentimiento.— IX. La oferta en el Código Civil y su tratamiento en el Código Civil y
Comercial.— X. Invitación a ofertar.— XI. Una aclaración previa. Oferta a persona indeterminada. Régimen
anterior del Código Civil y del de Comercio. Efectos.— XII. Invitación a ofertar. La formación del
consentimiento en los contratos por adhesión.— XIII. Obligatoriedad de la oferta.— XIV. Retractación de la
aceptación. —XV. Muerte o incapacidad de las partes.— XVI. Caducidad por muerte o incapacidad de las
partes. Estado de situación actual.— XVII. Contrato plurilateral.— XVIII. Aceptación y perfeccionamiento del
contrato.— XIX. Aceptación. Concepto. Requisitos. Modalidades: expresa o tácita. Contraoferta. La situación
en el Código Civil.— XX. Modos de aceptación: una novedad.— XXI. El perfeccionamiento del
contrato.—XXII. Retractación.— XXIII. El acuerdo parcial. Otra novedad.— XXIV. El acuerdo parcial.—
XXV. Los elementos esenciales de los contratos: enumeración. Importancia de la cuestión. Vinculación del
tema con la clasificación de las fuentes de la reglamentación contractual.— XXVI. Elementos esenciales de los
contratos (continuación). Precedentes en el derecho comparado: Francia, España e Italia.— XXVII. Elementos
esenciales de los contratos (continuación). Conclusiones.— XXVIII. Recepción de la manifestación de la
voluntad. Una modificación fundamental.
I. Manifestación de la voluntad negocial. Finalidad y modos. El carácter recepticio. La relevancia del acto
voluntario objetivamente reconocible
Hace a la estructura del negocio jurídico, cómo se presenta en la vida de relación o en el mundo exterior, a
los fines de ser reconocible por los demás (1). Y no lo es sino a través de la forma, que viene a constituir el
elemento externo del acto jurídico por el que se manifiesta la voluntad, el modo como se presenta, su figura
exterior (2).
Para ello se requiere que la voluntad del agente no se agote como fenómeno interno (psíquico) y adopte una
modalidad exterior (3), pues mientras permanezca oculta carece de trascendencia jurídica, está desprovista de
valor (4).
Al Derecho le resulta relevante la voluntad del sujeto, en la medida que se traduzca en actos —conductas o
comportamientos— externos (sociales), objetivamente reconocibles, productores de efectos jurídicos.
Lo expresado significa que los actos voluntarios exteriorizados (emitidos), sólo son factibles de ser
socialmente identificados como tales por su forma.
Acontece que la manifestación (5) de la voluntad negocial hace a la forma o al aspecto externo en que se
expresa la autonomía. El sentido indicado precedentemente atiende a la "actitud exterior" por la que se expresa
la voluntad. Así, el negocio jurídico puede exteriorizarse objetivamente bajo la forma de una declaración o de
un comportamiento (6).
Lo expresado precedentemente significa que el acto voluntario requiere de una forma exterior que permita
ser socialmente identificado, aun cuando se trate de un negocio correspondiente a la categoría de los "no
formales".
En efecto, no existe una categoría de actos en los que sea factible prescindir de la forma, cualquiera que ésta
sea, ya que todo acto requiere de una forma exterior que lo haga reconocible en la vida de relación.
El acto "no formal" sólo significa que el ordenamiento jurídico, por prescindir, para esa hipótesis, de una
regulación imperativa que imponga una forma determinada para que el acto se revele como eficaz, tolera que las
partes de la relación sustancial sean, en función del principio de la "autonomía de la voluntad", quienes
seleccionen libremente el medio jurídicamente apto (idóneo) para hacer del acto un fenómeno exteriormente
reconocible (7).
Aceptado que la forma del acto apunta a la reconocibilidad objetiva de la voluntad del agente, la
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manifestación constituye un "plus" de la forma ya que la noción misma de declaración presupone la necesidad
de su lanzamiento o proyección a la vida de relación. O, dicho con otras palabras, a los fines de la eventual
producción de efectos jurídicos, se hace preciso que la manifestación o declaración de voluntad sea recepticia,
trascienda, llegue a los terceros.
Y así ha sido recibido por nuestro derecho positivo. A esos fines será menester articular lo dispuesto por los
artículos 260 y 262 del Código civil y comercial de la Nación, de suerte tal que, si bien es cierto que los hechos
se juzgan voluntarios, si son ejecutados con discernimiento, intención y libertad, ningún hecho tendrá el carácter
de voluntario, sin un hecho exterior por el cual la voluntad se manifieste (8). De allí que el último artículo al que
hemos hecho referencia, establezca que "Los actos pueden exteriorizarse oralmente, por escrito, por signos
inequívocos o por la ejecución de un hecho material".
II. La declaración como acto reconocible exteriormente. Lo esencial de la declaración: la claridad del
contenido
Podemos afirmar que, así como el elemento sustancial del hecho voluntario para ser calificado como tal,
reside en su exteriorización a través de una manifestación (9), el elemento sustancial de ésta requiere de su
proyección a otros sujetos y sólo bajo tales circunstancias es productora de efectos jurídicos.
En consecuencia, hace a la esencia de la declaración: (a) que sea emitida con el propósito de que el
contenido específico del que se halla dotada, "lo que es el negocio"(10), sea conocido por los demás, así como
(b) que el mismo sea expresado con claridad y que (c) quien infringe el deber de "hablar claro" afronte las
consecuencias de su obrar.
De este último carácter se predica la necesidad de que la declaración debe portar aptitud o idoneidad
suficiente para ser inmediatamente reconocida por aquellos a quienes va dirigida.
A su vez, la aptitud suficiente de la que debe hallarse dotada la declaración para ser reconocida, requiere de
quien la emite el deber de seleccionar adecuadamente las expresiones atinentes al contenido esencial del acto
cuya formación se pretende iniciar.
La claridad de la declaración, en tanto presupone sinceridad en el contenido, se opone a la falsedad, a la
disimulación de lo verdadero, al artificio, a la astucia, a la exageración, a la oscuridad, a la ambigüedad, así
como a la reticencia definida como la verdad deliberadamente ocultada.
La falta de claridad compromete la validez del acto (11).
En cambio, no hace a la esencia de la declaración que (a) vaya dirigida a persona determinada ya que puede
ser dirigida a personas indeterminadas (12), ni que (b) el conocimiento de su contenido deba necesariamente ser
inmediato, en razón de que una manifestación puede prolongarse en el tiempo, lo que supone que puede
revelarse transcurrido un lapso desde su emisión.
III. Manifestaciones de voluntad: (A) expresa, positiva o directa y (b) tácita, indirecta o concluyente.
Concepto. La categoría de los comportamientos declarativos y no declarativos
La manifestación es expresa, positiva o directa, cuando es realizada por medios (formas) que, por su
naturaleza, están destinados a exteriorizar la voluntad como, por ejemplo, la palabra o el documento.
Habrá de tenerse presente que la formación del consentimiento no sólo es factible alcanzarla con la
recepción de la aceptación de una oferta sino, además, "por una conducta de las partes que sea suficiente para
demostrar la existencia de un acuerdo (art. 971, CCCN).
Por lo demás, el artículo 979 del Código civil y comercial, al regular los modos en que es factible consentir,
enuncia "...toda declaración o acto del destinatario que revela conformidad con la ofertas...". No se reproduce lo
relativo a la forma expresa y de ellas la manifestación verbal, por escrito o por signos inequívocos (13). Se la
reemplaza por la expresión omnicomprensiva de "toda declaración".
Recordamos que los signos inequívocos deben tratarse de gestos equivalentes al lenguaje (14).
Hace a la naturaleza de la manifestación expresa o directa, que los medios sensibles o signos a los que se
recurre hayan sido aceptados por los usos del tráfico negocial o admitidos convencionalmente por las partes,
como mecanismos útiles a los fines de hacer conocible (transmisible) el contenido de la declaración o querer
interno (15).
A su vez, la manifestación tácita es aquella que se realiza a través de un comportamiento o acto concluyente,
o hasta de declaraciones negociales de voluntad con diverso contenido, de los que sea factible deducir la
voluntad del interesado (16). El artículo 264 del Código civil y comercial, define a la manifestación tácita de la
voluntad como aquella que "resulta de los actos por los cuales se la puede conocer con certidumbre".

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Los caracteres más salientes de la declaración tácita de voluntad consisten en que (a) debe tratarse de un
acto o comportamiento del que unívocamente se deduzca la voluntad del emitente y, por tanto, incompatible con
una voluntad contraria (17) y (b) del que se deduzca "una toma de posición vinculante respecto a ciertos intereses
ajenos"(18).
En síntesis, la declaración tácita, indirecta o emergente de la conducta concluyente, es aquella por la cual el
acto del agente no tiene como finalidad anoticiar un contenido determinado y sin embargo posee aptitud
suficiente como declaración, en tanto comporta inequívocamente un acto finalísticamente dirigido a afectar la
esfera jurídica ajena.
Su idoneidad como medio expresivo deberá ser evaluada en consideración a lo acordado por las partes, o a
los usos y costumbres sociales al tiempo de ser emitida.
De todos modos, la manifestación tácita, "carece de eficacia cuando la ley o la onvención Eigen una
manifestación expresa (art. 264 CCCN).
IV. Declaración presumida por la ley. Noción. Ejemplos
Existen manifestaciones de voluntad presuntas que son aquellas en que el texto legal asigna un efecto
determinado al comportamiento.
Existen (a) declaraciones presuntas iuris tantum en tanto el legislador establece que determinado
comportamiento importa una manifestación de voluntad, salvo prueba en contrario.
Así, por ejemplo, en materia de remisión de deuda si el documento original de donde resulte la misma se
halla en poder del deudor, se presume que el acreedor se lo entregó, salvo el derecho de éste a probar lo
contrario (art. 950, Cód. civil y comercial).
Otra categoría corresponde al de las (b) declaraciones presuntas iuris et de iure, que son aquellas
manifestaciones legalmente tipificadas en que el legislador califica el efecto y no admite prueba en contrario.
V. Relaciones contractuales de hecho o "conducta social típica". Antecedentes
Hay situaciones en la vida diaria, en las que las relaciones contractuales no son el resultado de recíprocas y
convergentes declaraciones de voluntad.
El tema se inicia con un precedente jurisprudencial publicado en Alemania, donde se fundó en la existencia
de un "contrato tácito" la hipótesis de un aviador deportivo que debió afrontar el pago por el uso de una pista de
aterrizaje. Sobre el particular se sostuvo que "quien tiene necesidad de aterrizar ni acepta supuestas ofertas ni se
detiene a hacerlas: se limita a aterrizar, y por ese hecho está obligado a pagar el precio correspondiente". La
tesis del "contrato tácito" fue criticada, en razón de que importaba una ficción insuficiente para fundar una
obligación contractual, especialmente cuando se trataba de un contrato ineficaz. Por el contrario, sostenía Haupt,
cabía admitir relaciones jurídicas nacidas de conductas de hecho y contractuales por sus efectos, en cuyo caso
proponía como denominación la de relaciones contractuales fácticas (19).
Parcialmente Larenz participa del criterio al sostener que el moderno tráfico en masa trae consigo que, en
algunos casos, nazcan obligaciones sin que se emitan declaraciones de voluntad tendientes a ello. En lugar de
las declaraciones de voluntad, prosigue, existen —de hecho— ofertas públicas y aceptaciones de hecho que no
suponen declaraciones de voluntad, pero sí implican conductas que por su significado social típico tienen los
mismos efectos jurídicos que la actuación jurídica negocial. Y suministra el ejemplo de la utilización de
vehículos de autotransporte de pasajeros, donde considera que es una ficción suponer que la marcha de un
autobús presuponga una oferta para concluir contratos de transporte y que tomar ese medio de transporte
implique aceptación de un contrato. Sobre el particular, señala que el que utiliza el autobús sabe, según el
criterio del tráfico, que se halla obligado a pagar el precio del trayecto según la tarifa, sin que deba tenerse en
cuenta si su intención consistía en emitir una declaración de voluntad de tal contenido, si tiene o no capacidad
negocial e incluso si conoce o no la tarifa (20). Señala Larenz que el obstáculo a suponer que en el caso media la
celebración de un contrato, consiste en que quien utiliza el medio de transporte público, no se halla en la misma
situación de aquel a quien se le ha hecho llegar una oferta y que dispone de la posibilidad de reflexionar si ha de
aceptarla, rechazarla o realizar una contrapropuesta. Por el contrario, se encuentra en la situación general de
toda persona que toma parte en el tráfico y que ha de hacer uso de un medio que está al servicio de todos. Si lo
hace ha nacido una relación jurídica, un contrato de transporte y no porque esa consecuencia jurídica se haya
querido o declarado, sino porque su conducta está indudablemente unida a esa consecuencia que es el
significado de una conducta social típica. A todas esas hipótesis —concluye— a las que cabe añadir las
relaciones que nacen con las empresas que suministran servicios como ferrocarriles, correo, limpieza, agua,
habrán de aplicarse directamente y no por vía de analogía las normas de derecho privado relativas a contratos,
ya que se trata de relaciones de obligación derivadas de conducta social típica a las que intrínsecamente debe
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considerarse según el derecho de las obligaciones (21).


Díez-Picazo coincide con Larenz en relación a los supuestos que la doctrina alemana enuncia como
"prestaciones del tráfico en masa" constituidas por aquellas hipótesis en que determinadas obligaciones como,
por ejemplo, pagar un precio, surgen del hecho de la realización de determinados comportamientos sin previa
declaración de voluntad, tomando como ejemplo el estacionamiento de un vehículo en una playa destinada a
esos fines. En ese caso, la inexistencia de una declaración de voluntad motiva que la obligación nazca de una
fuente obligacional —conducta social típica—, distinta al negocio jurídico (22).
Según nuestro punto de vista, no es necesario acudir a la idea de conducta de hecho ni de conducta social
típica para explicar el fundamento de la relación obligatoria. Es la propia conducta del sujeto obligado la que
exterioriza su aceptación, especialmente cuando en los casos concretos con que se ejemplificaron las
concepciones, son los usos del tráfico los que no requieren declaraciones de voluntad expresas pues, para el
perfeccionamiento del contrato, basta con una declaración de voluntad tácita, indirecta o concluyente o, si se
prefiere, un comportamiento no declarativo (23).
VI. El silencio como manifestación de voluntad. Ausencia de manifestación
Como principio general, es factible afirmar que el silencio o el comportamiento omisivo implican ausencia
de manifestación (24).
Ello de ninguna manera significa que el silencio en ningún caso conforma una declaración vinculante.
En efecto, partamos de la base de que, así como (a) las partes pueden acordar atribuir al posterior silencio
valor de declaración expresa, también (b) el legislador puede asignarle carácter de manifestación de voluntad,
cuando exista "una obligación de explicarse por la ley... o a causa de una relación entre el silencio actual y las
declaraciones precedentes" (art. 261, Cód. civil y comercial de la Nación) (25).
Constituye aplicación de lo expresado —"obligación de explicarse por la ley"— por ejemplo, en el contrato
de seguro, la carga del asegurador de pronunciarse acerca de los derechos del asegurado en un plazo perentorio
(de caducidad) de treinta días computado desde la denuncia del siniestro o desde la recepción de información
complementaria, si es que la requirió. La omisión del asegurador en pronunciarse en el plazo antedicho,
"importa aceptación" sobre la existencia del siniestro denunciado (art. 56, ley 17.418). En este caso, el silencio
opera como manifestación.
Pero, salvo las excepciones previstas por el artículo 919 del Código Civil y las aplicaciones que de él
derivan, el silencio no constituye una manifestación de voluntad.
VII. El consentimiento. Voluntad real y voluntad declarada. Importancia de la cuestión
El acto jurídico, por definición, es voluntario (art. 259, Cód. civil y comercial) y lo que interesa saber es si
es suficiente que la voluntad real o psicológica quede retenida en el sujeto o si es preciso que esa voluntad se
exteriorice, lo que constituye una voluntad declarada.
La importancia de la cuestión radica en la eventual discordancia entre la voluntad real o interna y la
declarada, pues en ese caso el intérprete debe decidir si atenerse a lo querido o a lo manifestado (26), cuestión
que interesa a las partes de la relación sustancial y a los terceros a quienes les sean oponibles o se prevalezcan
de los efectos del contrato.
La teoría subjetiva o clásica de la voluntad real o interna, sostiene que habrá de estarse a lo auténticamente
querido por el otorgante, pues ella traduce auténticamente su intención.
La teoría objetiva o de la voluntad declarada, afirma que lo que debe tenerse en cuenta es lo que se
manifestó.
Actualmente prevalece el criterio sustentado en que, en principio, prevalece la voluntad real si es que ella ha
sido conocida o conocible por el destinatario, salvo que (a) la discordancia sea atribuible a quien culposa o
dolosamente ha emitido la declaración, o (b) que el destinatario haya obrado de buena fe en cuyo caso debe ser
protegida, con fundamento en la seguridad del comercio y la confianza en la apariencia (27). De lo contrario
habrá de estarse a lo declarado, integrando su análisis con el comportamiento del declarante, salvo que
razonablemente no pueda contarse con él. Es el criterio legal sustentado por el artículo 236 del Código Civil de
Portugal ubicado en la Sección IV que se inicia bajo el título de "Interpretación e integración del contrato".
La solución legal propone proteger al destinatario confiriendo a la declaración el sentido que sería razonable
presumir en base al comportamiento del declarante, y no en el sentido que éste pretenda atribuir.
Esta doctrina objetiva se explica en la legítima expectativa del destinatario y en la necesidad de no ver
perturbada la seguridad del tráfico (28).

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Entre nosotros deben armonizarse distintas disposiciones que, al cabo, desembocan en un principio general,
cual es el contenido en el artículo 218, inciso 1° del Código de Comercio ya que acude más a la intención de las
partes que al sentido literal de los términos. Si la directiva fracasa, pues con ella no es factible identificar un
elementointerno no declarado como lo constituye la intención, habrá de estarse —como criterios de
interpretación— a lo que disponen los artículos 1198-1 del Código Civil en cuanto nos remite a lo que
verosímilmente las partes entendieron o pudieron entender, obrando con cuidado y previsión, y a las reglas
objetivas vinculadas a "los términos claros y precisos empleados en otra parte" del mismo documento (art. 218,
inc. 2°, Cód. de Comercio), a los hechos de los contrayentes, subsiguientes al contrato y que tengan relación con
lo que se discute (art. 218, inc. 4°, Cód. de Comercio), a los usos y prácticas generalmente observados en el
comercio en casos de igual naturaleza, y a la costumbre del lugar donde debe ejecutarse el contrato (art. 218,
inc. 6°, Cód. de Comercio).
VIII. Formación del consentimiento
Se halla regulado en el capítulo III de la Teoría general del contrato aunque, como ha quedado demostrado
no es factible ningún desarrollo de la formación del contrato si no se alude preliminarmente a las disposiciones
generales de los actos jurídicos (artículos 257 a 264 del CCCN).
La norma que lo regula dice así:
Artículo 971. Formación del consentimiento. Los contratos se concluyen con la recepción de la aceptación
de una oferta o por una conducta de las partes que sea suficiente para demostrar la existencia de un acuerdo.
9. Formación del consentimiento. La situación en el Código civil. Regulación del Código civil y comercial
de la Nación
Recordemos que el artículo 1144 del Código Civil, disponía que "el consentimiento debe manifestarse por
ofertas o propuestas de una de las partes..." y ser aceptadas por la otra. Como se advierte, el Código civil y
comercial fija la oportunidad del consentimiento identificándolo con la recepción de la aceptación de la oferta,
por lo que decididamente opta por la teoría de la recepción. Y va más allá, pues admite la existencia de
aceptación y, por ende, de consentimiento a través de "una conducta de las partes" cuya manifestación sea
"suficiente" para demostrar la existencia de un acuerdo. Todo lo cual se hallabaestablecido en los artículos 1145
y1146 del Código civil en cuanto enunciaban hipótesis que hacían presumir la existencia de consentimiento
tácito. Así, hacían referencia a "hechos o actos que lo presupongan o que autoricen a presumirlo" (1145) o
"cuando una de las partes entregare y la otra recibiere la cosa ofrecida o pedida" (1146). Entendemos que el
Código civil y comercial al utilizar una única frase: "conducta de las partes...suficiente para demostrar la
existencia de un acuerdo" ha logrado sintetizar los enunciados indicativos que resultaban de los artículos 1145 y
1146 del Código civil.
En efecto, lo expresado viene a cuento de que toda declaración de voluntad, puede ser expresa o tácita (29),
salvo que por la voluntad del oferente o la ley, se exijan determinadas modalidades o una declaración formal (30)
.
El consentimiento contractual presupone la expresión de la voluntad por los diversos medios que la ley
establece para tener por válida su exteriorización, "los cuales no radican necesariamente en su formalización por
escrito, sino que puede surgir de otros medios o actitudes, dentro de los cuales los hechos, actos o actuaciones
de las partes revisten una especial gravitación para considerar su exteriorización"(31). Una aplicación de lo
expuesto lo constituye el fallo donde se decidió que "la falta de instrumentación por escrito de un contrato de
representación celebrado con una editorial a los efectos de comercializar sus productos no obsta a su existencia,
habida cuenta que no se requiere formalidad alguna para su validez y que de los elementos probatorios
aportados por la accionante, surge que, efectivamente, esta última realizó acciones de promoción con
potenciales compradores que permiten inferir la relación contractual que unió a las partes"(32).
Incluso existen ofertas que, a pedido del proponente o por la naturaleza del negocio, o según los usos, no
requieren para su aceptación de una declaración de voluntad. En tales casos se entiende concluido el contrato
desde que la oferta fue recibida por el destinatario y en tanto no la rechace en un término prudencial; o bien,
desde que el destinatario dio comienzo de ejecución al contrato, dando aviso de ello al oferente (33).
El consentimiento en los contratos por adhesión requiere de tres etapas. (a) El predisponerte formula una
invitación a oír ofertas, a cuyo efecto, redacta previamente el texto/formulario que contiene las cláusulas o
condiciones generales sobre la base de las cuales habrá de contratarse; (b) el adherente, predominantemente
consumidor, adhiere a dicho contenido pues no tiene otra opción y al suscribir el formulario lo que en rigor
formula es una oferta destinada al predisponerte/proveedor y (c) éste se reserva el derecho de aceptarla o no. Si
la acepta, queda perfeccionado el contrato.

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IX. La oferta en el Código Civil y su tratamiento en el Código Civil y Comercial


El Código civil y comercial de la nación define a la oferta del siguiente modo:
Artículo 972. Oferta. La oferta es la manifestación dirigida a persona determinada o determinable, con la
intención de obligarse y con las precisiones necesarias para establecer los efectos que debe producir de ser
aceptada.
Como se advierte, el Código civil y comercial mejora la redacción del artículo 1148 del Código civil pues
identifica a la oferta como manifestación; añade que puede ser dirigida a persona "indeterminada" y culmina
con la necesidad que la misma lo sea "con la intención de obligarse".
Vale recordar, que oferta o propuesta es la primera manifestación de voluntad directamente dirigida a gestar
el consentimiento, que contiene el proceso de formación del contrato.
Por nuestra parte, sostenemos que la oferta es una proposición unilateral que una persona dirige a otra
—determinada o determinable—, para celebrar un contrato. Hay oferta cuando el contrato puede quedar
perfeccionado con la sola aceptación de la otra parte, sin necesidad de una nueva manifestación del primero (34).
Se trata concretamente de la primera de las declaraciones contractuales, y no ya de un mero acto
preparatorio del contrato. En los contratos discrecionales, predominantemente precedidos de tratativas previas,
la oferta supone la culminación de esos tratos preliminares, y sirve de referencia para separar esa etapa de la que
le sucede cronológicamente que es la instancia precontractual a la cual la oferta da comienzo (35).
No configura tampoco, por sí, un acto o negocio jurídico, sino una exteriorización (declaración) unilateral de
voluntad (36) emitida por el "proponente", "oferente" u "ofertante", destinada a otro sujeto, que va a recibirla (37)
.
Ha sido caracterizada como una declaración de voluntad unilateral, recepticia y que tiene por finalidad la
formación del contrato (38).
El efecto principal de la oferta es permitir el acceso a la formación del contrato mediante la aceptación de
aquel a quien va destinada, de tal manera que el destinatario es quien dispone del poder jurídico de que el
contrato nazca a la vida jurídica (39).
La disposición que venimos comentando, establece que la oferta es "la manifestación dirigida a persona
determinada o determinable". Como advertimos y con relación a la "persona determinada", el Código civil y
comercial reproduce el requisito que, en el mismo sentido, requerían los artículos1148 del Código Civil y 454
del Código de Comercio. Esto equivale a decir que debe tener un ("destinatario") concreto: una o más personas
determinadas que, en su caso, asumirán la condición de aceptantes (40). En definitiva, el recaudo no implica sino
exigir, también con relación al elemento "sujeto" del contrato, que él también esté incorporado a la oferta, como
uno de los antecedentes constitutivos del negocio.
La oferta al público, o a persona indeterminada —por lo mismo—, carece en nuestro Derecho de fuerza
vinculante, sin embargo, no por ello cabe aseverar, en términos absolutos, que la persona del destinatario deba
estar individualizada, determinada subjetivamente. A los fines de la norma, equivale a personas determinadas,
las determinables mediante un procedimiento claro establecido en la oferta. Precisamente, por esa razón, por
incluir como destinatario de la oferta a "personas determinables", consideramos que el Código civil y comercial
mejora la regulación de los Códigos civil y comercial.
X. Invitación a ofertar
El Código civil y comercial de la Nación, la ha regulado con el siguiente texto:
Artículo 973. Invitación a ofertar. La oferta dirigida a personas indeterminadas es considerada como
invitación para que hagan ofertas, excepto que de sus términos o de las circunstancias de su emisión resulte la
intención de contratar del oferente. En este caso, se la entiende emitida por el tiempo y en las condiciones
admitidas por los usos.
XI. Una aclaración previa. Oferta a persona indeterminada. Régimen anterior del Código Civil y del de
Comercio. Efectos
Cabe señalar que lo que en rigor disciplina el artículo 973, es la "invitación a persona indeterminada". La
situación anterior a la sanción del Código civil y comercial, era la que sigue.
Sosteníamos que las ofertas a personas indeterminadas o al público en general emitidas por medio de
circulares, prospectos, catálogos, listas de precios, envíos de tarifas o avisos análogos, publicidad comercial u
otros medios, carecían de validez en nuestro Derecho (artículos 1148, Código Civil y 454, Código Comercial)
como propuesta de contrato, ya que se exige que sean dirigidas a persona o personas determinadas. La doctrina

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admitía que, a los fines del artículo 1148 del Código Civil, equivalían a personas determinadas, las
determinables mediante un procedimiento claro establecido en la oferta (41).
El artículo 454 del Código de Comercio suministraba una solución análoga al del Código Civil (art. 1148),
ya que establecía que "las ofertas indeterminadas, contenidas en un prospecto o en una circular, no obligan al
que las ha hecho".
Sobre la base de la interpretación estricta de dichas normas tradicionales, en nuestro régimen general, en
principio, señalábamos que no constituían propuestas las llamadas ofertas al público o invitación a contratar,
pues requerían una oferta concreta del interesado y luego, a continuación, la aceptación de quien hizo la
invitación o la oferta al público en general. Y ello en razón de que la invitación tenía y tiene por finalidad que le
propongan, a quien la formuló, un futuro contrato (42). En la actualidad, el Código civil y comercial establece
que "la oferta dirigida a personas indeterminadas es considerada como invitación para que hagan ofertas...", por
lo que normativamente se ha mejorado la cuestión.
XII. Invitación a ofertar. La formación del consentimiento en los contratos por adhesión
La situación descripta precedentemente, es distinta al instituto de la "invitación a ofertar" que es tema
doctrinario y no legislativo.
Desde un punto de vista de su esencia, participa de la naturaleza jurídicade una declaración unilateral de
voluntad del agente, dirigida a un número de personas, o a personas indeterminadas, o al público en general,
invitándose a los destinatarios a iniciar tratativas o a formular una oferta dirigida al primero a contratar. En
efecto, la invitación tiene por finalidad que le propongan u ofrezcan al emitente un futuro contrato.
En los casos de predisposición de condiciones generales o cláusulas predispuestas, el predisponente -así
operan, entre otros, los bancos y las aseguradoras-,dirige indeterminadamente a futuros clientes, una invitación a
ofertar. Entonces, a la finalidad de propender a que se le efectúen ofertas, se añade la configuración previa y
unilateral del contenido del futuro contrato por adhesión, que habrá de perfeccionarse con la oferta efectuada
por el adherente, sobre la base de las cláusulas predispuestas por el predisponente, y la ulterior aceptación de
éste, pero con una reserva. Cuando quienemitela invitación a ofertar predispone el documento (en los contratos
bancarios y de seguro se denomina solicitud o formulario), deja espacios en blanco que debe llenar el oferente
(cliente) como, por ejemplo, en el contrato bancario de préstamo (artículo 1408, Proyecto) el importe del crédito
solicitado, el plazo de amortización, el monto de sus ingresos, los bienes de que dispone en garantía de la
restitución del crédito, identificar al fiador y los bienes de que dispone, etc.). Al firmar la solicitud, la misma se
transforma técnicamente en oferta. Pero obviamente, el banco se reserva el derecho de aceptar o no dicha
propuesta en consideración al riesgo empresarial como, por ejemplo, que los ingresos del oferente o del
fiador sean magros con relación a la suma solicitada en préstamo. En ese caso, el emitente de la invitación a
ofertar, adopta la denominación de aceptante. En consecuencia, el invitante a ofertar no puede ser oferente sino
aceptante.
A los sujetos intervinientes en la invitacióna oir ofertas se les denomina: (a)
emitente/predisponerte/proveedor a quien formula lainvitación a ofertar; (b)destinatario/adherente/consumidor a
quien va dirigida, quien si decide negociar adoptará el nombre de ofertante; (c) emitente/
proveedor/predisponerte, quien si acepta la oferta pasa a ser aceptante.
En el contrato de seguro acontece exactamente lo mismo.
La práctica comercial argentina y la circunstancia de que el contrato de seguro sea típicamente un contrato
por adhesión, impuso que la oferta adopte la forma de una solicitud o propuesta impresa que provee el
asegurador y en las que sólo resta llenar claros referentes a las condiciones particulares del contrato específico
de que se trata, y que son aquellas a que se hace referencia en el art. 11-2, Ley de Seguros.
El hecho de que, tradicionalmente, los formularios impresos de propuestas los provea el asegurador no
implica que la oferta parta de él y que con la firma del asegurado se perfeccione el contrato. Importa, lisa y
llanamente, por parte del asegurador, una invitación a proponer, dirigida indeterminadamente a los asegurandos,
hecha para facilitarles la redacción de la propuesta y que alcanza relevancia jurídica como elemento de
interpretación del contrato definitivo.
Lo contrario, —suponer que la propuesta parte del asegurador— importaría afirmar que la aseguradora se
halla en estado de oferta permanente y que bastaría con que el asegurando acepte para que el contrato quede
perfeccionado.
En síntesis, la importancia del tema radica en la formación del consentimiento y en la oportunidad de la
conclusión del contrato: éste se perfecciona en el momento en que el emitente de la invitación acepta la oferta
—predominantemente consumidor/adherente— efectuada sobre la base de las cláusulas predispuestas por el
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primero.
Artículo 974. Fuerza obligatoria de la oferta. La oferta obliga al proponente, a no ser que lo contrario resulte
de sus términos, de la naturaleza del negocio o de las circunstancias del caso.
La oferta hecha a una persona presente o la formulada por un medio de comunicación instantáneo, sin
fijación de plazo, sólo puede ser aceptada inmediatamente.
Cuando se hace a una persona que no está presente, sin fijación de plazo para la aceptación, el proponente
queda obligado hasta el momento en que puede razonablemente esperarse la recepción de la respuesta, expedida
por los medios usuales de comunicación.
Los plazos de vigencia de la oferta comienzan a correr desde la fecha de su recepción, excepto que contenga
una previsión diferente.
El oferente, y en su caso sus herederos, están obligados a mantener la oferta durante el tiempo de su
vigencia, a menos que, siendo revocable, la retracten.
XIII. Obligatoriedad de la oferta
El problema de la obligatoriedad de la oferta atañe a determinar si ella crea, para quien la formula, el deber
de mantenerla o si, por el contrario, puede ser retractada en cualquier momento, antes de ser aceptada por el
destinatario (43).
Recordamos que el Código Civil había seguido la regla general de los sistemas tradicionales en torno de la
no obligatoriedad de la oferta (44), en el sentido de que mientras no haya aceptación, la oferta no era vinculante,
no obligaba a quien la emitía, quien podía, por ende, retractarla libremente (45): "Las ofertas pueden ser
retractadas mientras no hayan sido aceptadas" (art. 1150) (46).
Pues bien, el Código civil y comercial regula la cuestión de un modo tal que se hace preciso vincular el
artículo que comentamos con el siguiente (975), de modo que la solución que ahora se suministra
normativamente es análoga a la del Código civil, aunque a nuestro juicio, mejor desenvuelta
metodológicamente. De resultas de la cual podemos afirmar que la oferta obliga al proponente (artículo 974),
salvo que se la retire (retracte) antes de ser recibida por el destinatario o al mismo tiempo que la oferta" (artículo
975).
En cuanto a la cuestión relativa al momento límite en que se debe emitir la aceptación, el Código civil y
comercial, reproduce la solución que había previsto el artículo 1151 del Código civil, de modo tal que la oferta
hecha a una persona presente o la formulada por un medio de comunicación instantáneo, sin fijación de plazo,
sólo puede ser aceptada inmediatamente. Habrá que reconocer que se ha mejorado el contenido de la disposición
ya que la versión anterior sólo hacía referencia a "la oferta...hecha verbalmente...". Ahora se alude a que, en el
caso, debe tratarse de una propuesta efectuada "sin fijación de plazo". Ello significa que se prevé la posibilidad
de una oferta hecha verbalmente, pero con indicación de plazo, lo que significa que se extiende el ámbito de
aplicación de la oferta entre presentes.
Otra novedad consiste en que el Código civil y comercial, prevé la hipótesis de la oferta a una persona que
no está presente. En ese caso, si no medió fijación de plazo para la aceptación, el proponente queda obligado
hasta el momento en que puede razonablemente esperarse la recepción de la respuesta, expedida por los medios
usuales de comunicación.
El Código civil y comercial, introduce dos nuevos temas: (a) el cómputo de los plazos de vigencia de la
oferta se computa desde la fecha de su recepción, salvo que las partes hayan convenido lo contrario; (b) el
oferente, y en su caso sus herederos, están obligados a mantener la oferta durante el tiempo de su vigencia, a
menos que, siendo revocable, la retracten.
XIV. Retractación
El principio general, y sólo con relación a la retractación, reproduce conceptualmente lo que se expresaba en
el artículo 1150 del Código civil a través de la siguiente disposición:
Artículo 975. Retractación de la oferta. La oferta dirigida a una persona determinada puede ser retractada si
la comunicación de su retiro es recibida por el destinatario antes o al mismo tiempo que la oferta.
En consecuencia, y sólo con relación a la retractación de la oferta valen las consideraciones que
expresáramos, vigente el Código civil, como las que siguen:
Una vez expedida la aceptación por parte del destinatario de la oferta, el contrato queda perfeccionado (art.
978, Cód. civil y comercial), y la retractación enviada con posterioridad es inidónea (47).
Excepcionalmente, la oferta obliga por sí a quien la emite, cuando hubiera renunciado a la facultad de
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retirarla, o se hubiese obligado, al formularla, a permanecer en ella hasta una época determinada.
En ambos supuestos, la oferta es emitida con carácter irrevocable, constituyendo una declaración unilateral
de voluntad que por sí obliga al proponente, sea por tiempo indeterminado, o bien durante un término (48).
Sin embargo, en el primero de los casos, la renuncia a la retractación efectuada por tiempo indeterminado,
en cuanto importa una severa restricción a la libertad de no contratar del proponente, ha sido interpretada
restrictivamente por la doctrina.
Mientras algunos autores sostienen lisa y llanamente que tal renuncia carece de valor, pues es inconcebible
privar de toda limitación temporal a una relación creditoria y, por ende, se ha de admitir la retractación de
conformidad con el artículo 947 del Código Civil (49), otra postura admite su validez, pero señala que es viable
la fijación judicial de un plazo (art. 871 inciso d) de vigencia de la oferta y que, en todo caso, su exigibilidad
como obligación nacida de la voluntad unilateral, está siempre sometida a la prescripción liberatoria (50). Sin
perjuicio de las mencionadas hipótesis de irrevocabilidad, en las que por su propia voluntad el oferente renuncia
(ilimitada o temporariamente) al derecho de retractación, la doctrina moderna plantea la necesidad, impuesta por
la regla de la buena fe (art. 961, Cód. civil y comercial), de sostener, como principio, que la oferta deba
mantenerse por un tiempo razonable de conformidad con los usos negociales (51), a fin de que el destinatario
pueda considerarla y estudiarla, y que ha de variar según la complejidad del objeto contractual, debiendo ser
fijado por el juez en caso de conflicto (52).
De adoptarse este principio, la solución ya no consistiría simplemente en la responsabilidad del oferente por
la retractación (53), sino en la conclusión misma del contrato a pesar de la retractación, en tanto la aceptación se
emita dentro del lapso "razonable".
En síntesis, podemos reseñar sinópticamente el régimen de obligatoriedad de la oferta de la siguiente
manera:
XV. Muerte o incapacidad de las partes
El Código civil y comercial de la Nación prevé la hipótesis, conforme el siguiente texto:
Artículo 976. Muerte o incapacidad de las partes. La oferta caduca cuando el proponente o el destinatario de
ella fallecen o se incapacitan, antes de la recepción de su aceptación.
El que aceptó la oferta ignorando la muerte o incapacidad del oferente, y que a consecuencia de su
aceptación ha hecho gastos o sufrido pérdidas, tiene derecho a reclamar su reparación.
XVI. Caducidad por muerte o incapacidad de las partes. Estado de situación actual
El artículo 1149 del Código Civil, establecía las reglas a partir de las cuales la oferta, como acto negocial,
llega a sufrir las contingencias que afectan al proponente (54): "La oferta quedará sin efecto alguno si una de las
partes falleciere, o perdiere su capacidad para contratar: el proponente, antes de haber sabido la aceptación, y la
otra, antes de haber aceptado".
La caducidad de la oferta complementa entonces las reglas sobre revocabilidad, como figuras que excluyen
la obligatoriedad de la propuesta contractual.
El fundamento de la caducidad consiste en que el fallecimiento o la incapacidad hacen imposible un acuerdo
de voluntades en el cual la coincidencia se opera en un instante en que ambas personas estén en aptitud legal
para obligarse (55).
Las causales consisten en la muerte o incapacidad, sea del oferente o del destinatario. Si dichas
contingencias atañen al proponente, opera la caducidad si han ocurrido antes de que conociera la aceptación. Si
atañen al destinatario, en tanto hayan acaecido antes de que hubiera aceptado.
De modo que la caducidad, que opera de pleno derecho, sólo tiene incidencia en los contratos que no se
perfeccionan instantáneamente (56).
Finalmente, también opera la caducidad de la oferta, por el mero transcurso del plazo que para la vigencia de
ella hubiera sido fijado. En caso de omitirse plazo de vigencia (oferta "pura y simple"), a pesar del silencio
legal, en principio no se entiende mantenida "sine die", sino durante un "plazo razonable", conforme al criterio
de buena fe y a los usos del tráfico (artículo 974-3, Código civil y comercial) (57).
XVII. Contrato plurilateral
El Código civil y comercial de la Nación ha regulado el contrato plurilateral a través de la siguiente
disposición:
Artículo 977. Contrato plurilateral. Si el contrato ha de ser celebrado por varias partes, y la oferta emana de

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distintas personas, o es dirigida a varios destinatarios, no hay contrato sin el consentimiento de todos los
interesados, excepto que la convención o la ley autoricen a la mayoría de ellos para celebrarlo en nombre de
todos o permitan su conclusión sólo entre quienes lo han consentido.
La fuente de esta norma ha sido el artículo 919 del proyecto del 98, por lo que contiene los mismos defectos
como la referencia a "personas", perdiéndose de vista que los sujetos del contrato plurilateral sólo son las
"partes".
En rigor, la finalidad de la disposición apunta a la formación del consentimiento en esta categoría
contractual, que se logra a través del acuerdo entre distintas partes ofertantes, cuando las hubiere, y distintas
partes destinatarias. En ese caso, el principio que rige consiste en la exigencia de un "consentimiento de todos
los interesados". La excepción viene dada para cuando la convención o la ley "autoricen a la mayoría de ellos
(ofertantes y destinatarios) para celebralo en nombre de todos o permitan su conclusión sólo entre quienes lo
han consentido".
XVIII. Aceptación y perfeccionamiento del contrato
El contrato queda perfeccionado (concluido) con la aceptación, siempre y cuando la misma manifieste
expresamente su acuerdo con la oferta en todo su contenido esencial. Ha sido regulada del siguiente modo:
Artículo 978. Aceptación. Para que el contrato se concluya, la aceptación debe expresar la plena
conformidad con la oferta. Cualquier modificación a la oferta que su destinatario hace al manifestar su
aceptación, no vale como tal, sino que importa la propuesta de un nuevo contrato, pero las modificaciones
pueden ser admitidas por el oferente si lo comunica de inmediato al aceptante.
XIX. Aceptación. Concepto. Requisitos. Modalidades: expresa o tácita. Contraoferta. La situación en el
Código Civil
La aceptación es una declaración unilateral de voluntad (58) emitida por el destinatario de la oferta,
recepticia, dirigida al proponente con la finalidad de perfeccionar el contrato.
Como toda declaración de voluntad, puede ser expresa o tácita (59), salvo que por la voluntad del oferente o
la ley, se exijan determinadas modalidades o una declaración formal (60).
El consentimiento contractual presupone la formación de la voluntad de los respectivos sujetos de derecho y
luego la expresión de ella por los diversos medios que la ley establece para tener por válida su exteriorización,
"los cuales no radican necesariamente en su formalización por escrito, sino que puede surgir de otros medios o
actitudes, dentro de los cuales los hechos, actos o actuaciones de las partes revisten una especial gravitación
para considerar su exteriorización"(61). Una aplicación de lo expuesto lo constituye el fallo donde se decidió que
"la falta de instrumentación por escrito de un contrato de representación celebrado con una editorial a los
efectos de comercializar sus productos no obsta a su existencia, habida cuenta que no se requiere formalidad
alguna para su validez y que de los elementos probatorios aportados por la accionante, surge que, efectivamente,
esta última realizó acciones de promoción con potenciales compradores que permiten inferir la relación
contractual que unió a las partes"(62).
Incluso existen ofertas que, a pedido del proponente o por la naturaleza del negocio, o según los usos, no
requieren para su aceptación de una declaración de voluntad. En tales casos se entiende concluido el contrato
desde que la oferta fue recibida por el destinatario y en tanto no la rechace en un término prudencial; o bien,
desde que el destinatario dio comienzo de ejecución al contrato, dando aviso de ello al oferente (63).
La aceptación debe ser oportuna (dentro del plazo de vigencia, o el razonable, si la oferta es "pura y
simple"), y referirse a todos y cada uno de los puntos o elementos de la propuesta, para que se produzca el
perfeccionamiento del contrato (64). El artículo 978 del Código civil y comercial alude a la plena conformidad
con la oferta, frase que no se hallaba incluida en el artículo 1152 del Código civil.
Es suficiente la ausencia de acuerdo sobre uno solo de ellos, para que quede frustrado el consentimiento (65).
De allí que, bajo la vigencia del Código civil se tuviera expresado que "la aceptación instrumentada en una
orden de compra que modifica la oferta original debe interpretarse como una contraoferta en los términos del
artículo 1152 del Código civil y no como una mera aceptación con modificaciones"(66).
La aceptación debe ser "lisa y llana". Recordemos que sobre la regulación contenida en el Código civil,
sosteníamos que cualquier modificación importaba la propuesta de un nuevo contrato (artículo 1152, Código
Civil.) o contraoferta (67), afirmación que, sancionado el nuevo Código civil y comercial la repetimos aunque
con un añadido: las modificaciones pueden ser admitidas por el oferente si lo comunica de inmediato al
aceptante. En ese caso, queda perfeccionado el contrato (ART. 978, cccn).
XX. Modos de aceptación: una novedad

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El Código civil y comercial de la Nación introduce una novedad: los modos de aceptación y lo hace así:
Artículo 979. Modos de aceptación. Toda declaración o acto del destinatario que revela conformidad con la
oferta constituye aceptación. El silencio importa aceptación sólo cuando existe el deber de expedirse, el que
puede resultar de la voluntad de las partes, de los usos o de las prácticas que las partes hayan establecido entre
ellas, o de una relación entre el silencio actual y las declaraciones precedentes.
Se trata de un tema que no fue regulado por el Código civil, pero sí ahora con la nueva regulación. Sobre el
particular son de aplicación los artículos 262 a 264 del nuevo Código civil y comercial. Esto significa, en lo que
atañe al tema que nos ocupa que la aceptación puede provenir de una manifestación exteriorizada oralmente o
por escrito, por signos inequívocos o por la ejecución de un hecho material. En cuanto al silencio (artículo 263),
el Código civil y comercial reproduce lo que disponía el artículo 919 del Código civil, de modo que el mismo
importa aceptación cuando existe obligación de expedirse la que puede resultar de la voluntad de las partes, o de
los usos o de las prácticas que las partes hayan establecido entre ellas, o de una relación entre el silencio actual y
las declaraciones precedentes. Finalmente, la aceptación puede ser tácita, la que resulta de los actos por los
cuales se la puede conocer con certidumbre, salvo que la ley o la convención exijan una manifestación expresa.
XXI. El perfeccionamiento del contrato
El contenido de la regulación del perfeccionamiento del contrato, debe entendérselo referido a las dos
categorías clásicas:
Artículo 980. Perfeccionamiento. La aceptación perfecciona el contrato:
a) entre presentes, cuando es manifestada;
b) entre ausentes, si es recibida por el proponente durante el plazo de vigencia de la oferta.
La presente disposición debe entendérsela articulada con lo dispuesto por el artículo 974, de modo que la
aceptación perfecciona el contrato entre presentes, cuando es manifestada inmediatamente. A su vez, la
aceptación perfecciona el contrato entre ausentes, si es recibida por el ofertante durante el plazo de vigencia de
la oferta. Si no ha mediado plazo, debe entenderse que la aceptación perfecciona el contrato si es recibida en un
plazo razonable (arg. artículo 974-3).
XXII. Retratación de la aceptación
La cuestión se halla disciplinada a través del siguiente texto:
Artículo 981. Retractación de la aceptación. La aceptación puede ser retractada si la comunicación de su
retiro es recibida por el destinatario antes o al mismo tiempo que ella.
El problema de la obligatoriedad de la aceptación se presenta únicamente en los casos de contratos
perfeccionados entre ausentes, en los cuales las partes se hallan imposibilitadas de intercambiar declaraciones
sin solución de continuidad y, por ende, media un lapso entre la emisión de la aceptación y la recepción de esa
declaración. Ello es así porque en los contratos entre presentes, al contrario, una vez emitida la aceptación, ella
es recibida simultáneamente, y automáticamente queda perfeccionado el contrato, de modo que no queda
margen temporal para revocar esa declaración de aceptación.
En cambio, en los contratos entre ausentes, conforme lo disponía el artículo 1155-1 del Código Civil, el
aceptante podía retractar su declaración antes de que ésta llegue a conocimiento del oferente, lo que significaba
que era suficiente con que la retractación de la aceptación se expida (68). No era necesario que llegara con
anterioridad a que la aceptación hubiera sido conocida por el oferente, bastando con que la retractación haya
sido emitida antes. En ese caso, la aceptación como manifestación de voluntad no lo vincula u obliga.
Al contrario, una vez recibida por el oferente la declaración de aceptación, toda retractación ulterior a la
aceptación recibida no valdría como tal, careciendo de eficacia a tales efectos, pues el contrato ya estaría
perfeccionado, y el incumplimiento de las obligaciones asumidas por el aceptante le haría incurrir en
responsabilidad civil contractual (69).
Ahora, sancionado el Código civil y comercial la situación ha variado pues se ha optado por la teoría de la
recepción. En efecto, la disposición en análisis establece que la aceptación puede ser retractada, si la
comunicación de su retiro es recibida por el destinatario antes o al mismo tiempo que ella. La expresión
"destinatario" está referida al oferente.
XXIII. El acuerdo parcial. Otra novedad
El acuerdo parcial constituye otra de las tantas novedades que introduce la teoría general del contrato. Lo
hace a través de un texto como el que sigue:
Artículo 982. Acuerdo parcial. Los acuerdos parciales de las partes concluyen el contrato si todas ellas, con
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la formalidad que en su caso corresponda, expresan su consentimiento sobre los elementos esenciales
particulares. En tal situación, el contrato queda integrado conforme a las reglas del Capítulo 1. En la duda, el
contrato se tiene por no concluido. No se considera acuerdo parcial la extensión de una minuta o de un borrador
respecto de alguno de los elementos o de todos ellos.
XXIV. El acuerdo parcial
El acuerdo parcial constituye una novedad con relación a lo que establecía el Código civil que, como se
recordará, requería incluir en la oferta "todos los elementos constitutivos" de la misma.
La fuente del artículo 982 podría hallarse constituida por lo dispuesto por el artículo 1242 de la "Propuesta
de la modernización del derecho de las obligaciones y contratos" para España del 2010 en tanto establece que:
"No impedirá la perfección de un contrato, si las partes están de acuerdo en sus elementos esenciales y quieren
vincularse ya, el que hayan dejado algún punto pendiente de negociaciones ulteriores". Lo propio acontece con
el artículo 1388 del Código civil de Québec, en cuanto dispone que "Es una oferta de contratar, la propuesta que
contiene todos los elementos esenciales del contrato previsto y que indica la voluntad de su autor de hallarse
ligado en caso de aceptación".
XXV. Los elementos esenciales de los contratos: enumeración. Importancia de la cuestión. Vinculación del
tema con la clasificación de las fuentes de la reglamentación contractual
El Código Civil no enunciaba los elementos del contrato ni tampoco lo ha hecho el nuevo Código civil y
comercial, cuestión que sí ha sido prevista en el derecho comparado y elaborada por la doctrina nacional.
Se coincide en la trascendencia del tema y en su íntima vinculación con la validez (y no con la eficacia) del
contrato, pues el examen sobre la existencia y legitimidad de los elementos esenciales se refiere al período de
estructuración (formativo) del acto.
Los elementos constitutivos o estructurales del contrato, tradicionalmente se han denominado o se les asignó
tratamiento de esenciales, entendido ello en el sentido de que la falta de o la infracción a cualquiera de ellos
afecta su existencia o su validez, según el caso (70).
Al punto que es valor entendido, que todas las cuestiones inherentes a la estructura esencial del contrato, se
hallan contenidas en normas imperativas como fuente de la reglamentación o contenido del contrato, lo que las
torna indisponibles por las partes de la relación jurídica sustancial.
XXVI. Elementos esenciales de los contratos (continuación). Precedentes en el derecho comparado: Francia,
España e Italia
La cuestión ha sido regulada, por ejemplo, en el Código Civil francés (71), por el Código Civil italiano (72) y
por el Código Civil español (73) y, como se advierte, no existe coincidencia en la denominación ni en el
enunciado (74).
En Francia, cuando Colin y Capitant examinan el tema, afirman que el artículo 1108 confunde en su
enumeración las condiciones de existencia y de formación del contrato y sus condiciones de validez (75).
Ripert y Boulanger señalan que la disposición legal ha tratado "en conjunto" las condiciones de existencia y
las condiciones de validez del contrato y lo que califican de confusión, lo explican en la circunstancia de "que
no siempre es fácil hacer la separación entre unas y otras"(76).
Por su parte, Josserand observa que la incapacidad funciona como un vicio del consentimiento y no como
una condición autónoma (77).
Carbonnier llama elementos constitutivos o estructurales o requisitos de existencia a las condiciones
enunciadas en el artículo 1108 del Código Civil que, de no concurrir, anulan el contrato (78).
En Italia, ocurre lo propio.
Así Messineo denomina elementos constitutivos a las partes y al consentimiento. Y presupuestos de validez
del contrato, a la capacidad de obrar y el poder de disponer (79).
Años más tarde, a los requisitos los denominó componentes del contrato, como expresión equivalente a
elementos constitutivos o legales, recordando que en alguna otra disposición (art. 1336-1), por ejemplo la
referida a oferta al público, se emplea la expresión extremos.
Afirma que los matices terminológicos "complican inútilmente las cosas", pero que lo que se debe tener en
claro es que el enunciado del artículo 1325 del Código Civil italiano, debe entenderse en el sentido de que el
contrato que no contenga los elementos componentes no se perfecciona, pues la ley atribuye a los mismos
carácter necesario y que ello surge del artículo 1418 del mismo Código en cuanto se estatuye como causa de
nulidad del contrato "la falta de uno de los requisitos indicados por el artículo 1325..."(80).
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En suma, la corriente doctrinaria dominante equipara requisitos con elementos, en el sentido de "entidades"
cuya presencia es requerida para que un acto tenga existencia (81).
Prevalece el criterio de que el artículo 1325 del Código Civil italiano carece de alcance normativo, pues no
porta carácter imperativo (prohibitivo o permisivo), o sea no implica un mandato del legislador. Parece ser, se
afirma, un enunciado más propio de la doctrina que de la ley, un "índice sumario" de nociones fundamentales
que luego se desenvuelve en normas y que "son reagrupadas en relación con la numeración de este artículo"(82).
Uno de los requisitos exigidos por el artículo 1325 del Código Civil es el de la forma, cuando resultara
prescripta por la ley bajo pena de nulidad, cuya inclusión ha sido objeto de generalizada aceptación (83).
La forma, cuando es exigida por la ley, es aceptada como elementos constitutivo particular, o sea, referido a
los contratos de forma constitutiva, pero no como elemento estructural de carácter genérico que atrape en su
formulación a todos los contratos.
Genéricamente, la forma como expresión o exteriorización de la voluntad es un presupuesto del
consentimiento (84).
En cambio, más allá del consentimiento y de la forma, se ha afirmado que la causa y el objeto son
construcciones dogmáticas que han constituido —y siguen siéndolo— materias de ásperas e inconclusas
controversias doctrinales, sea en orden a su autonomía, como a su significado, cuyo perfil no corresponde al de
un elemento o requisito (85).
XXVII. Elementos esenciales de los contratos (continuación). Conclusiones
Como quiera denominárseles: elementos, condiciones, requisitos, componentes, extremos, presupuestos,
etcétera, no pensamos que sea relevante la falta de coincidencia en la denominación, si la acepción y los efectos
que se pretende atribuir a todas y cada una de las expresiones utilizadas, es la misma.
Debemos comenzar admitiendo con relación al enunciado identificado como clásico: consentimiento, objeto
y causa, que no es pacífica la doctrina de los países cuyas legislaciones le han servido de fuente, en el sentido de
que los tres constituyan elementos esenciales. Por nuestra parte, decididamente nos inclinamos por afirmar que
lo son, al punto que los tres países que hemos tomado como ejemplo, aunque lo hayan hecho con otras
denominaciones o hayan añadido algún otro, incluyen el consentimiento, el objeto y la causa.
XXVIII. Recepción de la manifestación de la voluntad. Una modificación fundamental
El texto constituye una novedad:
Artículo 983. Recepción de la manifestación de la voluntad. A los fines de este Capítulo se considera que la
manifestación de voluntad de una parte es recibida por la otra cuando ésta la conoce o debió conocerla, trátese
de comunicación verbal, de recepción en su domicilio de un instrumento pertinente, o de otro modo útil.
Definitivamente, el Código civil y comercial de la Nación, abandona la teoría de la emisión parcialmente
aceptada por el Código Civil (arg. artículo 1149 y 1154) y se inclina por la teoría de la recepción. En efecto, la
disposición examinada lo establece "a los fines de este Capítulo", lo que significa que cualquiera sea la
manifestación de voluntad, la del oferente o la del aceptante, es recibida cuando la conoce o debió conocerla.
Cuando se alude a la declaración de voluntad, la norma dispone que la comunicación que la contiene puede ser
verbal, a través del instrumento pertinente o de otro modo útil. La recepción debe serlo en el domicilio del
destinatario.
(1) CARIOTA FERRARA, L., Aguilar, Madrid, 1956, T. II, nro. 95, pág. 327; BETTI, E., "teoría general
del negocio jurídico", R.D.P., Madrid, 1959, T. I, nro. 10, pág. 99.
(2) STOLFI, G., Teoría del Negocio Jurídico, R.D.P., Madrid, 1959, parág. 49, pág. 201; CARIOTA
FERRARA, L., op. cit., T. II, nro. 95, pág. 331.
(3) SANTORO PASSARELLI, F., Doctrinas Generales del Derecho Civil, R.D.P., Madrid, 1964, nro. 29,
pág. 158; BARBERO, D., "Sistema de derecho privado", Ejea, bs. As., 1967, T. I, nro. 219, pág. 456; C1ª Civ.,
Com. y Minería de San Juan, 3-XII-1986, "Gramajo, D. c. Zapata, E.", JA, 1987-IV-430; CNFed. Civ. y Com.,
Sala III, 17-IX-1996, "Organización Coordinadora c. Secretaría de Inteligencia", DJ, 1997-2-758.
(4) CARIOTA FERRARA, L., op. cit., T. II, nro. 95, pág. 328.
(5) De ahora en más, emplearemos como expresiones intercambiables "manifestación o declaración" de
voluntad (cfr., CARIOTA FERRARA, L., op. cit., T. II, nro. 95, pág. 331).
(6) BETTI, E., op. cit., T. I, nro. 34 bis, pág. 200.
(7) STOLFI, G., "Teoría del negocio jurídico" R.D.P., Madrid, 1959, parág. 49, pág. 201, quien si bien

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reconoce que la declaración no formal constituye el principio general, le atribuye notables inconvenientes en
punto a la prueba del acuerdo efectuado, no sólo porque (a) suscita la duda sobre el alcance exacto de lo
pactado, sino porque con frecuencia origina la discusión sobre (b) si se trata de simples tratos previos o del acto
completo querido o sobre (c) si las declaraciones del agente se hicieron o no en serio.
(8) SPOTA, A. G., "Insttituciones de Derecho civil. Contratos", Depalma, Bs. As., 1982., Ts. I-II, nro. 170,
pág. 254.
(9) Afirma Betti que "el fenómeno que se nos ofrece en la declaración es el de un trascender el pensamiento
de sí mismo y volverse expresión objetiva, dotada de vida propia, perceptible y apreciable en el mundo social"
(BETTI, E., op. cit., T. I, nro. 11, pág. 99).
(10) CARIOTA FERRARA, L., op. cit., T. II, nro. 95, pág. 331.
(11) BETTI, E., op. cit., T. I, nro. 12, pág. 103.
(12) No deja de ser recepticia la declaración dirigida a personas indeterminadas, ya que aun en este último
supuesto aquélla tiene como propósito el de ser recibida por otros sujetos (SANTORO PASSARELLI, F.,
"Doctrinas generales del derecho civil", R.D.P., Mdrid, 1964, nro. 29, pág. 158).
(13) En un reciente fallo se decidió que importa un signo inequívoco y, por ende, una declaración positiva
de voluntad que, a la rescisión del contrato de la explotación de una estación de servicio que una de las partes
propuso a la otra (Y.P.F.), ésta retire los surtidores de su propiedad (CNFed. Civ. y Com., Sala I, 3-IV-1997,
"Y.P.F. c. De Carlo Hnos.", DJ, 1997-3-541).
(14) CARIOTA FERRARA, L., op. cit., T. II, nro. 97, pág. 337. Spota suministra el ejemplo de una subasta
donde uno de los asistentes expresa su voluntad positiva mediante una inclinación de cabeza, con la cual —en
relación con una indicación del rematador incitando para que se eleve la postura anterior— se manifiesta la
voluntad de mejorarla (SPOTA, A. G., op. cit., Ts. I-II, nro. 170, pág. 255).
(15) STOLFI, G., op. cit., pág. 204.
(16) C1ª Civ. y Com., Sala I, Bahía Blanca, 25-IX-1980, "Coop. Agrícola Ltda. La Victoria", JA,
1981-II-síntesis.
(17) CARIOTA FERRARA, L., op. cit., T. II, nro. 97, pág. 338; CNCom., Sala E, 26 VIII 1987, "Gordovil,
J. c. American Express", JA, 1987-IV-479, donde se afirmó que el fundamento de la presunción de
consentimiento tácito del art. 1146 del Cód. Civil está en el principio de no contradicción: la aceptación se
presume porque el disenso entraría en contradicción con lo actuado por el mismo sujeto.
(18) BETTI, E., op. cit., T. I, nro. 14, pág. 109.
(19) MOYANO, I., "Las relaciones contractuales fácticas", JA, 1961-IV-29.
(20) LARENZ, K., "Derecho de las Obligaciones", R.D.P., Madrid, 1958, T. I, pág. 58.
(21) LARENZ, K., op. cit., T. I, pág. 60.
(22) DÍEZ-PICAZO, L., "Fundamentos del derecho civil patrimonial", T. I (Introducción. Teoría del
contrato), pág. 135.
(23) SANTOS BRIZ, J., "La contratación privada", Montecorvo, Madrid, 1966,, pág. 130, quien señala que
el principio de buena fe impide negar el cumplimiento del contrato y que éste se justifica para evitar un
enriquecimiento injusto.
(24) En el sentido indicado en el texto se tiene expresado que "la voluntad no manifestada no tiene
relevancia jurídica, siendo imposible fundar en ella una acción de cumplimiento o nulidad de contrato. De lo
contrario —se agregó— toda idea de seriedad y seguridad jurídica estaría perdida. Es que los hombres deben
poder confiar en lo que ven escrito y firmado, y no es posible que a su conducta legítima y de buena fe se le
oponga más tarde una supuesta voluntad o intención distinta (CNCiv., Sala K, 4-III-1991, "Marchese, O. c.
Marchese, S.", JA, 1991-IV-síntesis).
(25) CNCom., Sala E, 26-VIII-1987, "Gordovil, J. c. American Express Arg.", JA, 1987-IV-479, donde se
hizo aplicación de lo dispuesto por los arts. 918 y 919 del Cód. Civil, en un supuesto donde se discutía la
aplicación de una cláusula contenida en el documento contractual que vinculaba a las partes por el que se
establece que American Express tiene derecho a "modificar en cualquier momento el presente convenio" y que
"cualquier modificación le será notificada (al usuario). Consideramos que las modificaciones han sido aceptadas
en caso de conservar o utilizar la tarjeta después de recibida nuestra notificación. En caso de no aceptar nuestras
modificaciones usted puede dar por terminado el presente convenio partiendo la tarjeta por la mitad y
devolviéndonos la misma". Se sostuvo que, en la especie, el silencio constituye una manifestación tácita de

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voluntad (arts. 918 y 919, Cód. Civil) ya que si la intención del interesado consistía en no consentir, no hizo lo
que debía hacer (partir la tarjeta y devolverla) o no se opuso a lo que estaba ocurriendo, cuando debía oponerse.
Añadió el tribunal que no fue objeto del proceso la pretensión de nulidad de alguna de las cláusulas.
(26) SPOTA, A. G., op. cit., Ts. I-II, nro. 160, pág. 238.
(27) MOSSET ITURRASPE, J., "Contratos", Rubinzal-Culzoni, Santa Fe.
(28) PIRES DE LIMA - ANTÚNES VARELA, J., Código Civil Anotado, Coimbra, 1987, Vol. I, pág. 223.
(29) CNCom., Sala E, 26-VIII-1987, "Gordovil, J. c/American Express Argentina", J.A., 1987-IV-479,
donde se sostuvo que el fundamento de la presunción de consentimiento tácito del art. 1146 del Cód. Civ. está
en el principio de no contradicción: la aceptación se presume porque el disenso entraría en contradicción con lo
actuado por el mismo sujeto.
(30) BORDA, G., "Tratado de Derecho civil argentino. Obligaciones", Perrot, bs. As., 1989, T. II, nro.
1213, pág. 156; MOSSET ITURRASPE, J., Contratos, cit., pág. 123.
(31) CCiv. Com. y Minería, San Juan, sala II, 8/8/2006, "Salud Oeste S.A. c/Asociación Trabajadores del
Estado", LLGran Cuyo, 2007-133
(32) CN Com sala C, 7/6/2005, "Racana M. c/Sainte Claire Editora", JA: 2005-IV-440
(33) MOSSET ITURRASPE, J., Contratos, cit., pág. 123.
(34) ENNECCERUS, L. - NIPPERDEY, H. C., Tratado de Derecho Civil, T. I (Parte General), Bosch,
Barcelona, 1981, vol. 2, primera parte, parág. 161, pág. 253; LEHMANN, H., Tratado de Derecho Civil, Vol. I
(Parte General), R.D.P., Madrid, 1956, parág. 33, pág. 338; VON TUHR, A., Teoría General del Derecho Civil
Alemán. Obligaciones, T. I, Depalma, Buenos Aires, 1948, pág. 134; BORDA, G., Tratado..., cit., T. II, nro.
1201, pág. 157; MOSSET ITURRASPE, J., Contratos, cit., pág. 114; CNCiv., Sala E, 6-IX-1985, "Becerra
Ferrer, M. c/Cabjolsky, H.", J.A., 1986-III-518.
(35) MORENO QUESADA, B., La Oferta de Contrato, Nereo, Barcelona, 1963, pág. 59.
(36) CCiv., Com., Trab y Familia, Bell Ville, 26/11/2002, "Bid Coop. Ltdo. c/Uez S.", LLC, 2003-1164
(37) SPOTA, A. G., op. cit., T. I, pág. 261. La oferta es un acto prenegocial, que conforma la base sobre la
cual se podrá construir un contrato, pero no constituye en sí un negocio jurídico autónomo (MOSSET
ITURRASPE, J., Contratos, cit., pág. 115, nota 47).
(38) LLAMBÍAS, J. J. - ALTERINI, A., "Código civil anotado", Abeledo-Perrot, Bs. As., 1985 T. III-A,
pág. 44; MOSSET ITURRASPE, J., Contratos, cit., pág. 114.
(39) CCiv. y Com., Bahía Blanca, Sala 1ª, 15-III-1994, "Bronzetti, M. c/Richert, H.", J.A., 1996-I-109.
(40) SPOTA, A. G., op. cit., T. I, nro. 178, pág. 266; MOSSET ITURRASPE, J., Contratos, cit., pág. 115.
(41) BORDA, G., Tratado... Obligaciones, cit., T. II, nro. 1202, pág. 150, quien suministra el ejemplo de la
oferta dirigida a quien gane una competencia deportiva. Cfr. OERTMAN, P., Introducción al Derecho Civil,
Labor, Buenos Aires, 1933, nro. 46, pág. 261, quien da el ejemplo de oferta hecha al primero que se halle en
determinada situación u obre en forma determinada. Cfr., SPOTA, A. G., op. cit., Ts. I-II, pág. 266, quien
ejemplifica con oferta realizada mediante aparatos mecánicos, a quien primero introduce la moneda.
(42) MUÑOZ, L., "La teoría general del contrato", Cárdenas, México, 1973, nro. 165, pág. 241; BORDA,
G., op. cit., T. II, nro. 1201, págs. 147 y sigs.
(43) MOSSET ITURRASPE, J., Contratos, cit., pág. 118.
(44) Es la solución del Derecho Romano y del Código vigente en Francia, que se apoya en la idea de
bilateralidad del consentimiento como sustento de la obligación. Si la oferta fuera obligatoria, el oferente
quedaría sometido a la discreción del destinatario, que pasaría a dominar por su sola voluntad la decisión sobre
la formación del contrato (FONTANARROSA, R., op. cit., pág. 62; MOSSET ITURRASPE, op. cit., pág. 118).
(45) Ello sin perjuicio de la responsabilidad precontractual que excepcionalmente pese sobre quien,
efectuando abusivamente dicha retractación, provoca la frustración intempestiva del perfeccionamiento del
contrato.
(46) CNCiv., Sala G, 14-III-1985, "Arabadjian de Saru, A. c/Voskian, M.", J.A., 1986-II-527.
(47) LLAMBÍAS, J. J. - ALTERINI, A. A., op. cit., T. III-A, pág. 50.
(48) La concesión de un término al destinatario de la oferta, se explica por el interés del mismo oferente, de
hacer más probable la aceptación (RESCIGNO, P., op. cit., pág. 93).

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(49) DE GÁSPERI, L. MORELLO, A. M., Tratado de Derecho Civil, Tea, Buenos Aires, 1964, pág. 264;
LLAMBÍAS, J. J., Tratado de Derecho Civil. Obligaciones, T. IV-B, Perrot, Buenos Aires, 1987, nros. 2973 y
sigs.; MOSSET ITURRASPE, J., op. cit., pág. 120.
(50) SPOTA, A. G., op. cit., Ts. I-II, nro. 184, pág. 278; BORDA, op. cit., T. II, nro. 1207, pág. 153;
LLAMBÍAS, J. J. - ALTERINI, A. A., op. cit., T. III-A, pág. 52.
(51) HAUSER, J., Les Contrats, Presses Universitaires de France, Paris, 1977, págs. 22/23. En el mismo
sentido, De Gásperi y Morello afirman que "nada puede ser más peligroso que querer obligarse y no quererlo
enseguida. Sería el reinado del capricho y la arbitrariedad" (op. cit., pág. 262).
(52) MOSSET ITURRASPE, J., Contratos, cit., pág. 121.
(53) En cuyo caso sería de índole precontractual, incluyendo la hipótesis del art. 1156 del Cód. Civ.: "La
parte que hubiere aceptado la oferta ignorando la retractación del proponente... y que a consecuencia de su
aceptación hubiese hecho gastos o sufrido pérdidas, tendrá derecho a reclamar pérdidas e intereses".
(54) MOSSET ITURRASPE, J., Contratos, cit., pág. 122. La excepción está prevista en materia de
donación, ya que el donatario puede aceptar la oferta luego de la muerte del donante (art. 1795, Cód. Civ.).
(55) BORDA, G., op. cit., nro. 1204, pág. 162.
(56) LLAMBÍAS, J. J. - ALTERINI, A. A., op. cit., T. III-A, pág. 49.
(57) C1a. Civ. Com. La Plata, J.A., 1961-IV-12; LLAMBÍAS, J. J. - ALTERINI, A. A., op. cit., T. III-A,
págs. 49-50.
(58) CNCiv., Sala B, 6-XI-1986, "Gelves, U. c/Spirito, G.", J.A., 1987-IV-262.
(59) CNCom., Sala E, 26-VIII-1987, "Gordovil, J. c/American Express Argentina", J.A., 1987-IV-479,
donde se sostuvo que el fundamento de la presunción de consentimiento tácito del art. 1146 del Cód. Civ. está
en el principio de no contradicción: la aceptación se presume porque el disenso entraría en contradicción con lo
actuado por el mismo sujeto.
(60) BORDA, G., op. cit., T. II, nro. 1213, pág. 156; MOSSET ITURRASPE, J., Contratos, cit., pág. 123.
(61) CCiv. Com. y Minería, San Juan, sala II, 8/8/2006, "Salud Oeste S.A. c/Asociación Trabajadores del
Estado", LLGran Cuyo, 2007-133
(62) CN Com sala C, 7/6/2005, "Racana M. c/Sainte Claire Editora", JA: 2005-IV-440.
(63) MOSSET ITURRASPE, J., Contratos, cit., pág. 123.
(64) La formación del contrato exige una concordancia exacta entre la oferta y su aceptación (GHESTIN, J.,
op. cit., nro. 224, pág. 241; CNFed. Civ. y Com., Sala I, 24-V-1985, "Gas del Estado c/Richco S.A.", J.A.,
1985-IV-112).
(65) Incluso, si la oferta contiene elementos secundarios, el desacuerdo sobre ellos también impide el
perfeccionamiento (Borda, G., op. cit., T. II, nro. 1213, pág. 156). Cfr. CCiv. y Com., Sala I, Bahía Blanca,
"Bronzzetti, Marino I. c/Richert, H.", 1996-I-109, donde se afirmó que en nuestro Derecho, el desacuerdo —aun
respecto de cuestiones accidentales—, obsta al perfeccionamiento del contrato. El acuerdo —se agregó— debe
ser completo, y la conformidad sobre puntos aislados, aun cuando comprenda a los elementos esenciales del
contrato, no es vinculante, en la medida en que la regulación supletoria prevista para el tipo contractual en
cuestión no puede superar —por su propia naturaleza— el desacuerdo expreso de las partes.
(66) CN Com sala C, 28/4/2006, "Interservices Management Lt. c/Provincia ART", JA: 2006-III-152
(67) En el sentido indicado, se tiene expresado que "la contestación de la propuesta originaria no produce el
perfeccionamiento del contrato, cuando no importa aceptación de dicho ofrecimiento sino contraoferta por la
que se mutan aspectos sustanciales del régimen original —regalías, porcentajes de ganancias, local donde debía
funcionar el negocio franquiciado—, sin que tales modificaciones hayan sido aceptadas por el ofertante, pues
aquella importa la proposición de un nuevo contrato (artículo 1052, Código civil).
(68) LLAMBÍAS, J. J. - ALTERINI, A. A., op. cit., T. III-A, pág. 55.
(69) MOSSET ITURRASPE, J., Contratos, cit., pág. 126, quien interpreta de ese modo —en postura que
compartimos— el texto —por cierto oscuro— del citado art. 1155-2, en cuanto dispone que "si la retractare
después de haber llegado al conocimiento de la otra parte, debe satisfacer a ésta las pérdidas e intereses que la
retractación le causare, si el contrato no pudiese cumplirse de otra manera, estando ya aceptada la oferta".
(70) RIPERT, G. - BOULANGER, J., Tratado de Derecho Civil, T. IV, La Ley, Buenos Aires, 1964, nro.
129, pág. 97.
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(71) Artículo 1108: "Cuatro condiciones son esenciales para la validez de una convención: "— El
consentimiento de la parte que se obliga;"— Su capacidad de contratar;"— Un objeto cierto que forma la
materia de la obligación;"— Una causa lícita de la obligación".
(72) Artículo 1325: "Indicación de los requisitos. Son requisitos del contrato: "1) el acuerdo de las partes;
"2) la causa;"3) el objeto;"4) la forma, cuando resultara prescripta por la ley bajo pena de nulidad (arts.
1350-1352)".
(73) Artículo 1261: "No hay contrato sino cuando concurren los requisitos siguientes:"1) Consentimiento de
los contratantes;"2) Objeto cierto que sea materia del contrato;"3) Causa de la obligación que se establezca".
(74) Basta para demostrarlo, los ejemplos a los que ya nos hemos referido. Con el nombre de condiciones,
el Código Civil francés incluye también la capacidad. Y con el nombre de requisitos el Código Civil italiano
también menciona la forma. Esto pone en evidencia el uso de denominaciones tan genéricas como vagas a las
que hace referencia Castán Tobeñas (CASTÁN TOBEÑAS, J., Derecho Civil Español, Común y Foral, T. III,
Reus, Madrid, 1978, pág. 478) y la anarquía a que alude Mosset Iturraspe, no sólo en lo relativo al alcance o
significado de los vocablos sino, además, al conocimiento sobre cuáles son los elementos que integran el
contrato en punto a su formación y validez (MOSSET ITURRASPE, J., op. cit., pág. 54).
(75) Para los citados autores, son condiciones de existencia y formación del contrato, el consentimiento de
las partes, el objeto y la causa, al punto que la ausencia de alguna de ellas produce la nulidad absoluta del acto.
A su turno, —prosiguen— son condiciones de validez del acto, la capacidad de las partes y la inexistencia de
vicios de la voluntad, de suerte tal que si faltan algunas de estas dos últimas condiciones, el contrato es anulable
(COLIN, A. - CAPITANT, H., op. cit., T. III, pág. 609).
(76) RIPERT, G. - BOULANGER, J., op. cit., T. IV, nro. 129, pág. 97.
(77) JOSSERAND, L., op. cit., T. II, vol. 1, nro. 39, pág. 38.
(78) CARBONNIER, J., Derecho Civil, T. II, Bosch, Barcelona, 1960, vol. II, nro. 95, págs. 153 y sigs.
(79) MESSINEO, F., Manual..., cit., T. IV, pág. 436.
(80) MESSINEO, F., "Il contrato...", en Trattato ..., cit., T. I, XXI, pág. 97, de donde deduce que a los
elementos del artículo 1325 cabe aplicarles la calificación de constitutivos o esenciales, pues mediante ellos el
contrato se perfecciona y viene a existir. Agrega este autor que las expresiones "constitutivos o esenciales"
equivalen a "necesarios" en el sentido de que la presencia de ellos está ligada al perfeccionamiento del contrato
y sin ellos, el contrato es nulo.
(81) MIRABELLI, G., Dei Contratti in Generale, Utet, Torino, 1987, págs. 42 y sigs.
(82) SCOGNAMIGLIO, R., op. cit., Libro IV, págs. 65 y sigs., quien afirma que la enumeración sólo tiene
importancia descriptiva y sistemática; MIRABELLI, G., op. cit., pág. 43.
(83) BIANCA, M., op. cit., pág. 284, quien lo funda en intereses superiores "responsabilización del
consentimiento", como ser que impone en ocasiones, la carga del acto público consistente en declarar el propio
consentimiento ante un oficial público; en menor medida la carga de otorgar por escritura pública con el
designio de reclamar la atención de la parte sobre la declaración hecha suya mediante la firma; obtener la
certeza del acto, etcétera.
(84) BARBERO, D., Sistema del Derecho Privado, T. I, Ejea, Buenos Aires, 1967, nro. 217, págs. 453 y
sigs., quien apartándose del sistema tradicional enuncia la estructura del negocio como integrada por: (a) la
manifestación negocial, que incluye la "forma" de la manifestación y, por ende, el consentimiento (págs. 472 y
sigs.); (b) la voluntariedad de la manifestación (pág. 516), integrada por los vicios del consentimiento; (c) la
intención negocial, a la que identifica con la causa y distingue del motivo (pág. 533).
(85) SCOGNAMIGLIO, R., op. cit., Libro IV, pág. 67.

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