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Ricardo Alemán
¿Cómo entender que políticos nefastos como Manuel Bartlett, Elba Esther
Gordillo, René Bejarano, Dolores Padierna y Marcelo Ebrard, entre
muchos otros, que en sus alforjas cargan un negro historial, resulten
purificados solo por entrar a las filas de Morena y por recibir la bendición de
Andrés Manuel López Obrador, mientras la sociedad solo aplaude y ve
hacer y pasar?
¿Cómo entender que un político que tiene más de 10 años sin trabajar, que
lleva una década sin pagar impuestos, del que nadie sabe de dónde obtiene
recursos millonarios para la manutención de una numerosa prole, sea el
político que más aceptación tiene entre el electorado?
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¿Cómo entender que la izquierda mexicana y que un partido político como
Morena hayan pasado del culto a Cuauhtémoc Cárdenas —el tres veces
candidato presidencial y constructor del PRD—, al culto a Cuauhtémoc
Blanco, el patán golpeador de mujeres que brilla por su ignorancia? ¿Y cómo
entender que luego de ese salto al vacío —el impensable salto de Cárdenas a
Blanco—, esa disque izquierda sea la más votada?
¿Cómo entender que luego de uno de los peores gobiernos en la capital del
país, como el de López Obrador, exista la posibilidad de que de la mano de
Obrador, su preferida a pesar de graves corruptelas, tenga posibilidades de
convertirse en jefa de Gobierno de la capital?
¿Cómo entender que la izquierda del PRD, esa que logró sacudirse a AMLO y
que sobrevivir a sus intentos destructivos, haya cometido suicidio político en
una alianza con Ricardo Anaya y con el PAN, que representan todo aquello
contra lo que luchó el PRD, contra lo que nació y contra lo que sus padres
fundadores emprendieron un largo camino a la revolución democrática de las
conciencias?
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¿Y cómo entender que el candidato que no tiene cola que le pisen, que no
milita en el PRI, que es un candidato ciudadano, que tiene la mejor
preparación, la mayor capacitación para gobernar, el mayor reconocimiento de
empresarios e inversionistas, se encuentre en tercer lugar, en la cola de las
preferencias?
El problema, entonces, no son los buenos o los malos candidatos, los malos o
los peores políticos, y tampoco los pingües negocios familiares llamados
partidos políticos.
Al tiempo.
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