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El estudio de la música en la prehistoria está limitado por los escasos restos arqueológicos
relevantes encontrados en yacimientos arqueológicos y tiene en la etnología musical
o musicología comparada (la comparación de la música de pueblos originarios actuales con
la que pudieron realizar en las culturas prehistóricas) una de sus principales técnicas de
estudio, junto con análisis cognitivos y de comportamiento, estudios anatómicos y del
registro arqueológico. En un yacimiento de Mezin, Ucrania, se hallaron seis huesos de
mamut con señales de haber sido perforados.1 Estaban dentro de un conjunto con piezas
de marfil que habían sido decoradas con ocre, mazos y otros elementos similares. La
discusión sobre su uso aún sigue abierta. También se han hallado sonajeros realizados con
hueso o con semillas, así como caracolas y cuernos que se piensa que se utilizaban para
producir sonido. En yacimientos europeos se han encontrado, sobre todo, flautas, silbatos y
posibles bramaderas, estas últimas realizadas en hueso o en madera. Hay piezas
encontradas en contextos que les dan 30 000 años de antigüedad. Estaban realizados en
huesos cortos, como falanges, y producían sonido al soplar por ellos.
Se desconoce cómo pudo ser la música en la Prehistoria, ya que no queda ningún registro
sonoro ni escrito de la misma. Pero sí que han ido apareciendo pequeños instrumentos, o la
evidencia de cierta tecnología gracias al arte mueble y al arte parietal que permite pensar el
que pudieran haber realizado instrumentos o que tuvieran el desarrollo suficiente para crear
música. A medida que vamos avanzando en el tiempo, vamos encontrando elementos cada
vez más complejos y que no establecen duda alguna de la presencia de instrumentos en las
sociedades prehistóricas y protohistóricas.