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P ERSONA Y S OCIEDAD / Universidad Alberto Hurtado | 13

Vol. XXX / Nº 2 mayo-agosto 2016 / 13-36

De la epistemología clásica a la antropología filosófica de


Charles Taylor

Mimi Bick*
Montreal, Canadá

RESUMEN
En su primera sección, el artículo presenta un resumen de los principales argumen-
tos del libro coescrito por Hubert Dreyfus y Charles Taylor, Retrieving Realism,
aún sin edición en castellano. En esta obra, los autores argumentan en contra de
la epistemología clásica que ellos denominan ‘mediacional’ y ‘representacional’ al
mismo tiempo que despliegan su propuesta alternativa, la teoría ‘de contacto’ o
‘interactiva’. En la segunda sección, se discuten los siguientes temas recurrentes de la
antropología filosófica de Taylor, implícitos en la discusión epistemológica anterior:
la distinción entre lo natural y lo humano, especialmente sus implicancias para las
investigaciones en ambas áreas; la centralidad del lenguaje y la interpretación en
lo humano; el atomismo, holismo y la importancia de comunidad; y finalmente
se comenta el particular enfoque filosófico de Taylor, distintivo por su búsqueda
incesante de vínculos entre sus ramas y con la historia de las ideas.

Palabras clave
Teoría del conocimiento, realismo, filosofía del lenguaje, ciencias humanas,
antropología filosófica

From classical epistemology to Charles Taylor’s philosophical


anthropology

* B.A., McGill University, Montreal, Canadá; M.Phil. y D.Phil., Balliol College, Oxford. Correo elec-
trónico: mbickster@gmail.com.
14 | De la epistemología clásica a la antropología filosófica de Charles Taylor
Mimi Bick

ABSTR AC T
In its first section the article presents a summary of the principle arguments of the
book co-written by Hubert Dreyfus and Charles Taylor, Retrieving Realism, as yet
to be translated into Spanish. In this book, the authors argue against classical epis-
temology which they maintain is ‘mediational’ and ‘representational’ and propose
as an alternative to it, a ‘contact’ or ‘interactive’ view. In the second section of the
article, the following recurring themes of Charles Taylor’s philosophical anthropology,
implicit in the previous epistemological discussion, are then expounded: the distinc-
tion between humans and nature and, especially the implications of this distinction
on investigations into both areas; the centrality of language and interpretation to
human enterprise; atomism, holism and the importance of community; and finally
a comment is made on Taylor’s approach to philosophy as a persistent pursuit of the
connections between its domains and to the history of ideas.

Keywords
Theory of knowledge, realism, philosophy of language, human sciences,
philosophical anthropology

Introducción

Este artículo tiene dos objetivos. Por un lado, como Retrieving Realism, el libro
coescrito por Hubert Dreyfus y Charles Taylor, publicado en 2015, aún no ha sido
editado en castellano, resumo las líneas principales de su crítica a la epistemología
clásica y la alternativa a esta que los autores ofrecen.1 El segundo objetivo consiste en
tomar esta primera parte como trampolín para explorar algunos temas recurrentes
en la obra de Taylor, y que constituyen los elementos centrales de su antropología
filosófica. Entre estos, se abordan implícitamente en el libro los siguientes cuatro
temas: (i) la distinción entre lo natural y lo humano, en particular sus implicancias
para las investigaciones en cada área; (ii) la centralidad del lenguaje y la interpre-
tación en el ámbito humano; (iii) el atomismo, el holismo y la importancia de la
comunidad; y (iv) el enfoque particular de Taylor, que se caracteriza por buscar las
interconexiones entre las ramas de la filosofía. En algunas tradiciones filosóficas
como la anglosajona, este enfoque no es ni común ni universalmente apreciado,
pero para Taylor interesarse por estas conexiones es inevitable. Es así como ha ido

1
Si no hay una indicación al contrario, las citas de textos escritos originalmente en inglés o francés han
sido traducidos por la autora.
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construyendo su antropología filosófica y contribuyendo a la disciplina conocida


como la historia de las ideas.
Mientras que en su primera parte el artículo esboza la argumentación en-
contrada en Retrieving Realism de Dreyfus y Taylor, en la segunda se refiere
exclusivamente a la obra de Taylor y, aunque lejos de pretender ser exhaustivo,
contiene referencias desde su primer libro, The Explanation of Behaviour (1964)
hasta The Language Animal: The Full Shape of the Human Linguistic Capacity,
publicado en 2016. Esta estrategia podría tener como consecuencia despertar
el interés de distintos lectores por los trabajos de Taylor, tanto por los escritos
más recientes como por aquellos de décadas pasadas; aquellos que se dedican
más notoriamente a la epistemología, como vemos en la primera parte de este
artículo, como otros cuyo centro de interés es la transformación a través de la
historia de nociones y teorías sobre quiénes somos y sobre nuestras relaciones
con el mundo y los demás.

1. Retrieving Realism (Recuperando el realismo)

1.1 Crítica a la epistemología clásica, llamada ‘mediacional’2

Una poderosa afirmación de Wittgenstein abre el libro y lo anima: “Una imagen


nos tuvo cautivos. Y no podíamos salir, pues reside en nuestro lenguaje y este
parece repetírnosla inexorablemente” (Wittgenstein, [1953] 2001, p. 115). El
proyecto de Dreyfus y Taylor es develar esta ‘imagen’ que constituye el meollo
del pensamiento epistemológico clásico y dominante, para luego presentar su
alternativa: la teoría ‘de contacto’ o ‘interactiva’, cuya intención en cuanto a la
imagen de Wittgenstein es permitirnos trascenderla. Si tienen razón los autores,
una vez que hayamos reconocido los límites de la epistemología clásica y los ha-
yamos superado, esto nos permitiría a su vez reconfigurar algunos de los dilemas
más difíciles de la filosofía occidental. En lo que sigue, resumiré a grandes rasgos
las características principales de esta epistemología clásica en contra de la cual
los autores argumentan, para enseguida referirme un poco más extensamente a
la teoría alternativa que proponen.
Según Dreyfus y Taylor (2015), las epistemologías llamadas ‘mediacionales’, des-
de Descartes en adelante, conforman una familia. A pesar de sus diferencias, todos
los miembros de esta familia comparten las siguientes características definitorias:


2
En inglés, ‘mediational ’, es decir, por medio de.
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i. Una estructura ‘solo a través de’ y la distinción entre lo ‘interno’ y lo


‘externo’. Según estas epistemologías, nuestro conocimiento y acceso al
mundo ‘exterior’ se construye ‘solo a través de’ elementos ‘internos’. La
realidad que buscamos está ‘afuera’ de nosotros en el ‘exterior’, mientras que
los recursos que usamos para captarla son ‘interiores’ a nosotros mismos.
Desde Descartes en adelante, estas epistemologías mediacionales, según
las cuales el conocimiento es mediado por algún elemento, son a la vez
‘representacionales’ en el sentido de que ‘representamos’ la realidad externa
a través de elementos internos. A través del ‘giro lingüístico’, esta mediación
se realiza a través de proposiciones que ostensiblemente se corresponden
con la realidad. Una sucesión de giros en la historia de la filosofía da lugar
a otras versiones de esta epistemología clásica. Según los autores, a través
del giro ‘materialista’ podemos imaginarnos con John Searle (1983) como
cerebros en cubetas o como los seres descritos en la película The Matrix
(1999). También a través del giro ‘crítico’ de Kant o con Nietzsche concluir
que no existe la “percepción inmaculada”.3 En todas sus versiones, las epis-
temologías mediacionales afirman que nuestro acceso a la realidad externa
está dado o mediado por, o a través de, algún elemento interno nuestro.

ii. El contenido del conocimiento está conformado por elementos dis-
cretos y explícitos. De acuerdo con estas epistemologías, el contenido
del conocimiento se compone de elementos explícitos, claramente defi-
nidos, que adoptan la forma de creencias, ideas, proposiciones. Aunque
los mencionados autores conceden que para algunos propósitos puede
ser beneficioso descomponer las afirmaciones analizando sus elementos
más pequeños, como concepción de cómo es y cómo funciona la mente
y el pensamiento, esta concepción es a la vez errónea y poco convincente.
Para comenzar, porque no refleja nuestra propia experiencia humana,
en la que las intuiciones y lo implícito, entre otros elementos, operan en
nuestra aprehensión del mundo.

iii. La justificación de afirmaciones de conocimiento es conceptual,


lingüística, proposicional. Si las creencias y las ideas o proposiciones
son los bloques básicos de nuestro conocimiento, nuestras justificacio-
nes deben referirse solo y exclusivamente a estos. En otras palabras, los
elementos descritos en (ii) conforman los ‘hechos’ o ‘datos brutos’ que

3
Expresión usada por Nietzsche en Así hablaba Zaratustra, § 37 (1998).
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usamos para llegar a nuestras conclusiones. No podemos ir más allá o


por debajo de estos elementos sin caer en la incoherencia o sin sentido.

iv. Una clasificación dualista (‘ dualist sorting’). Las epistemologías clá-


sicas recogen y separan lo mental de lo físico y corporal, y conciben los
dos en oposición (Dreyfus y Taylor, 2015, pp. 10-11). Incluso cuando
se rechaza formalmente al dualismo, como es el caso de algunas formas
contemporáneas de materialismo, ‘lo mental’, es decir, funciones o es-
tados del cerebro, sigue siendo una categoría aparte en la cual o desde
la cual se producen nuestras emociones, ideas y acciones.

v. Conciencia monológica. Desde Descartes en adelante, y como conse-


cuencia de la clasificación dualista, el lugar de la conciencia es monológica;
esto es, se da en el individuo. Si bien los autores reconocen la contribución
de la duda metódica cartesiana al ideal de libertad frente a las verdades
establecidas por autoridad, se oponen y se lamentan de que cada vez la con-
ciencia se radica más clara y estrictamente en el sujeto individual aislado.

1.2 La teoría de contacto o interactiva

En su conjunto, las cinco características descritas anteriormente (de i a v) forman


la imagen que nos ha mantenido cautivos, aquella que Dreyfus y Taylor (2015)
desean superar mediante la presentación de su alternativa: la teoría de contacto o
interactiva. Estrictamente hablando, esta no es una epistemología completa, sino
más bien una descripción fenomenológica de nuestro estar en el mundo. Es a
partir de la fenomenología que cualquier epistemología se forma, incluyendo por
supuesto la clásica mediacional.
Contra la estructura ‘solo a través de’ y la distinción interna-externa de la episte-
mología clásica (descrita arriba), los autores postulan que gozamos de un contacto no
mediado y directo con la realidad. Como el agua para el pez o la selva para el tigre,
nosotros “aprehendemos el mundo y el mundo nos aprehende” (Dreyfus y Taylor, 2015,
p. 39).4 Los antecedentes lejanos de este punto de vista son Platón y Aristóteles, mien-
tras que sus creadores contemporáneos son Heidegger, Merleau-Ponty y Wittgenstein.
Según Dreyfus y Taylor (2015), nuestro contacto e interacción con el mundo son
directos, holistas e integrales. Nos contactamos con el mundo que simultáneamente

4
En inglés se usa un juego de palabras: “we grip the world and it grips us”.
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se nos impone en un acto gestáltico. Específicamente, nos ubicamos en el mundo para


hacerle frente y captarlo (‘to cope with’ and ‘grasp it’). Es mediante la ‘espontaneidad
guiada’ y los ‘acomodos’ (‘affordances’) que un futbolista en su camino a la red, por
ejemplo, comprende integralmente y de una sola vez el significado del campo de
juego, viendo al instante las aperturas en la línea defensiva del equipo contrario.
Para describir la actuación del futbolista, sería ineficaz y hasta absurdo referirse a
las creencias en forma de proposiciones que este mismo tiene en su mente sobre el
campo de juego, lo que él y los otros jugadores están tratando de hacer, etc., como
suponen las epistemologías clásicas (característica mencionada en el punto ii). Una
mejor descripción de lo que está haciendo el futbolista, al igual que nosotros mismos
en nuestras vidas cotidianas “pasa ineludible y primordialmente a un nivel por de-
bajo de lo conceptual […] el ejercicio de habilidades conceptuales se apoyan en las
competencias epistémicas a un nivel más profundo” (Dreyfus y Taylor, 2015, p. 75).
Ejercer nuestra agencia implica interactuar directamente con el mundo en
una ‘coproducción’:

Es profundamente equivocada la idea de que se puede describir el estado


del agente sin ninguna referencia a su mundo [...]. Tal descripción sería
posible si el conocimiento estuviera radicado en el sujeto. Pero no lo es;
la aprehensión [‘grasp’, francés ‘prise’] está en el contacto, la interacción, y
esta interacción no puede ser descrita solo haciendo referencia al agente.
(Dreyfus y Taylor, 2015, p. 94)

En tanto hemos reconocido este nivel de coproducción directa y este estar en el


mundo, reconocemos entonces a un agente encarnado que es simultáneamente
influenciado por el mundo y que se acomoda a este. De tal modo, el lugar donde
se produce la comprensión y el significado no es nuestra mente o cerebro, como
supone la epistemología clásica (característica descrita en el punto iv), sino nues-
tro ser-en-el-mundo o yo completo, incluyendo necesariamente nuestro físico,
vale decir, lo corporal íntegramente. Por otra parte, la conciencia monológica
(característica descrita en el punto v) ha sido desplazada porque esta descansa
necesariamente sobre el hecho de haber aprendido anteriormente cómo colocarse
correctamente en el mundo para que este adquiera sentido, lo que a la vez requiere
de otras personas. Según los autores:

Detrás de nuestro pensamiento explícito, descentrado, desenganchado,


incluso solitario, hay un contacto aún más básico con la realidad, no
solo por y con el mundo con el cual estamos conectados, sino también
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con aquellas otras personas con las cuales nosotros nos encontramos así.
(Dreyfus y Taylor, 2015, p. 106; énfasis mío)

Más abajo volveré a retomar este rechazo de la conciencia monológica en la sección


2.3, cuando consideraremos los argumentos de Taylor en contra del atomismo y
a favor del comunitarismo. Veremos también en la sección 2.2 cómo su rechazo
de la conciencia monológica juega un papel importante en su oposición a teorías
designativas del lenguaje y a favor de la alternativa que él propone, en que la di-
mensión expresiva-constitutiva del lenguaje está en el centro.
Si la epistemología mediacional y la conciencia monológica conforman la ima-
gen dominante, cobra sentido suponer que cada uno de nosotros puede tener una
interpretación distinta, incluso incompatiblemente distinta, de la realidad, como
se suscribe bajo puntos de vista antirrealistas y relativistas. En la segunda parte del
libro, Dreyfus y Taylor (2015) se oponen a estas corrientes y presentan sus propios
argumentos a favor del realismo ‘robusto’ y ‘plural’. En los siguientes párrafos
expondré esta posición y el razonamiento utilizado para defenderla.
Para comenzar, Dreyfus y Taylor (2015) abordan el mundo humano, cultural,
social y personal donde distinguen dos planos. Uno es el plano humano biológico
universal, donde todos disponemos del mismo contacto directo y forma de acomo-
darnos para con la realidad, donde ‘lo mismo’ significa tener las mismas necesidades
básicas de alimentación, vivienda y similares, y en el cual también nos toca hacer
frente a las ‘mismas’ limitantes (‘boundary conditions’) como seres encarnados. Esto
implica, por ejemplo, que cuando entramos a una cultura no-conocida y comenzamos
a aprender su lenguaje, sabremos que sería inútil apuntar con el dedo a algo si la otra
persona no fuera capaz de verlo, debido a que un objeto grande lo oculta a la vista
(Dreyfus y Taylor, 2015, p. 107). Las dificultades de comprensión no ocurren aquí,
sino en el segundo plano, donde se juegan los significados humanos; por ejemplo,
cuando intentamos comprender el trato que se da entre hombres y mujeres, la orga-
nización política o los ideales por los cuales las personas están dispuestas a luchar.
Es en este plano donde nos encontramos con el desafío de comprender a otros, en
donde existe una gran variedad de posibilidades culturales que conectan de formas
muy diversas los fines y significados de nuestras vidas.
En consecuencia, los autores preguntan, ¿es posible lograr la comprensión de
otras culturas y lenguajes distintos a los propios? Más aún, ¿es posible responder
afirmativamente a la pregunta anterior sin caer en el relativismo o el no-realismo?
Ellos pretenden argumentar que sí. Para lograr el ‘entendimiento mutuo’ y la aún
más exigente ‘fusión de horizontes’ (Gadamer, 1992), los cuales según los autores
son por lo menos filosóficamente plausibles, es esencial que ambas partes sean per-
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sonas o culturas, interactúen habiendo auténticamente renunciado a la esperanza


de que eventualmente el otro aprenda a comprender el mundo de forma ‘correcta’,
es decir, como lo hacemos nosotros por nuestro lado.
Esta renuncia genuina es muy importante porque, según el realismo de Dreyfus-
Taylor, ambas comprensiones del mundo son igualmente ‘reales’. Estos afirman:

tenemos que entender algo que va mucho más allá de lo que jamás
podríamos desentrañar comparando su vocabulario descriptivo con el
mundo-como-es accesible a nosotros; [más bien] tenemos que compren-
der cómo constituyen significados humanos a través de toda la gama
de medios, algunos de los cuales son inicialmente muy lejanos de los
nuestros. (Dreyfus y Taylor, 2015, p. 121)

En la sección 2.2 vamos a explorar más a fondo la constitución de significados


humanos cuando analicemos con mayor detención el lugar del lenguaje en la
antropología filosófica de Taylor.
Si aceptamos la idea de conocer las cosas del mundo cotidiano a través de esta
coproducción, ¿podemos también afirmar con los autores una posición realista
de la ciencia según la cual esta “describe las cosas en el universo tal como son en
sí mismos, independientemente de su relación con nuestras capacidades corpo-
rales y nuestras prácticas de adaptación”? (Dreyfus y Taylor, 2015, p. 132). ¿No
es contradictorio aceptar, por un lado, que somos seres encarnados, y proponer
por el otro que la verdad científica es la correspondencia entre afirmaciones de
conocimiento y la realidad empírica investigada por humanos?
Los autores utilizan la idea de Samuel Todes (2001) acerca de nuestra orienta-
ción en el campo vertical del universo y la hazaña del equilibrio que nos permite
mantenernos en posición vertical, como apoyo a la afirmación de que la deter-
minación de los objetos depende de nosotros, pero solo en la medida en que “nos
alineamos con una realidad verdaderamente independiente” (Dreyfus y Taylor,
2015, p. 137). En su búsqueda de la verdad, desde Galileo en adelante, los cien-
tíficos han puesto entre paréntesis su experiencia encarnada y directa del mundo
cotidiano para investigar y descubrir un universo físico “sin cosas perceptibles
con sus colores, orientación, solidez, peso, etc., un universo donde no hay cerca
ni lejos, arriba ni abajo, ni un antes ni un después” (Dreyfus y Taylor, 2015, p.
140). A través de este acto de poner entre paréntesis su experiencia cotidiana, los
científicos han descubierto leyes causales universales, las cuales con el tiempo y a
través de un proceso de superación han ido mejorando nuestra comprensión del
mundo natural. Si nos preguntamos acerca de qué es específicamente lo robusto
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de este rescate del realismo, es la recuperación del mundo natural en-sí-mismo.


Además, cuanto más sabemos acerca de la estructura del mundo, mejor es nuestro
contacto directo cotidiano y la aprehensión perceptiva del mundo. Más abajo, en
la sección 2.1, ampliaré esta idea acerca de las diferencias entre la investigación
de lo humano y lo natural como el primero entre los temas recurrentes centrales
de la obra de Taylor.
La naturaleza del realismo propuesto por Dreyfus y Taylor (2015) no solo es
contundente, sino plural. Esto significa que hay una multiplicidad de formas de
estar en el mundo y una multiplicidad de formas de cuestionar, explorar o ‘inte-
rrogar’ la realidad. Por ejemplo, en el caso del oro, la ciencia moderna nos dice
que su número atómico es 79, mientras que para la religión del antiguo Egipto es
un elemento sagrado con una naturaleza divina (Dreyfus y Taylor, 2015, p. 151).
No obstante, el hecho de que estas definiciones sean inconmensurables, ambas
son ‘reales’, en el sentido de la expresión utilizada por los autores: manifiestan
verdades independientes que “nos obligan a revisar y ajustar nuestro pensamiento
para aprehenderlos” (Dreyfus y Taylor, 2015, p. 136). Sobre la posibilidad de que
haya una perspectiva unificada, a pesar de que los autores prefieren “suspender el
juicio”, concluyen que vale la pena intentar dicha empresa, por motivos científicos,
culturales, morales y humanos (Dreyfus y Taylor, 2015, p. 168).

2. De la teoría de contacto a la filosofía antropológica de Taylor

2.1 Ciencias naturales y humanas: oposición a su fusión, la importancia de sus


diferencias

Una de las ideas-fuerza de Retrieving Realism es que las investigaciones sobre el mundo
natural a través de la ciencia no deben ni pueden ser tomadas como modelo para las
exploraciones en campos relativos a los seres humanos. Taylor se opone al naturalismo,
al supuesto de que como los seres humanos son parte de la naturaleza, podemos estudiar
con eficacia a estos utilizando los métodos desarrollados por los científicos naturales
desde el siglo XVII. Este es un tema recurrente en su obra, a partir de su tesis doctoral,
texto que se convirtió en su primer libro, The Explanation of Behaviour (1964).5

5
En 1980, Richard Rorty manifestó su oposición a Dreyfus y Taylor sobre este mismo punto: “Mi ar-
gumento rechaza la noción Diltheyiana inútil según la cual existe un método especial para las ciencias
humanas [...]. Más específicamente, argumentaré en contra de los intentos de los profesores Dreyfus y
Taylor para preservar la oposición entre las ciencias naturales y las humanas para así darle sentido a esta
noción de Dilthey” (Rorty, 1980, p. 39).
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En el libro recién mencionado, Taylor (1964) argumenta contra el positivismo en


general y contra el conductismo en particular, como formas equivocadas de expli-
cación para las ciencias sociales o, como él prefiere llamarlas, las ciencias humanas.6
El conductismo es un miembro de una familia grande e influyente de teorías que
son reduccionistas por naturaleza. Según Taylor: “todas ellas tratan de evitar re-
conocer algún aspecto prominente e ineludible de la vida humana […] [Ignoran]
los fines y la intencionalidad, incluso obvian la conciencia” (Taylor, 1985b, p. 21).
A través de su obra, Taylor ha argumentado que las teorías reduccionistas y el
naturalismo ignoran las características centrales que nos marcan como humanos, y
al hacerlo, nos inducen a error en lo que respecta a la forma de abordar las ciencias
humanas. También suponen concepciones metafísica y ontológicamente truncadas
y erróneas de lo que significa vivir una vida humana entre humanos. Este último
error es aún más grave que el anterior, y Taylor lo toma como punto de partida
para avanzar varias de sus concepciones y propuestas alternativas.
En la década de 1960, este rechazo de Taylor al reduccionismo y al natura-
lismo lo llevó a involucrarse en una disputa con algunos científicos sociales y en
particular en contra de una corriente empirista y positivista de la ciencia política
estadounidense, cuyos defensores influyentes incluían a Robert Dahl (1956), Se-
ymour Lipset (1959), Gabriel Almond (1963) y David Easton (1953).
En el artículo “La neutralidad en las ciencias políticas” (Taylor, 1985b), publicado
por primera vez en 1967, el autor enfrenta la idea de que se puede estudiar la política
como una serie de ‘hechos’ neutrales,7 es decir, igual como sugeriría la epistemología
clásica revisada en la primera parte de este artículo (específicamente la característica
del punto iii). Según Taylor, con la excepción de hechos muy simples, por ejemplo,
cuando contamos el número de votos, nuestros análisis políticos no pueden ser
neutrales. Por definición siempre contienen y contendrán algún juicio de valor.
Las teorías políticas nos proporcionan una interpretación de los ‘hechos’ mediante
la identificación de las características que suponen debemos estudiar, ya sean estas
estructurales, superestructurales, relacionales, psicológicas o de otra índole, según
la teoría en cuestión. Contra la neutralidad de los valores en las ciencias humanas,
Taylor postula una posición filosófica cuyo propósito es desbancar la ‘doctrina arrai-
gada’ según la cual “las cuestiones de valor son independientes de las cuestiones de
hecho”. Muy por el contrario, “un marco dado de explicación […] tiende a apoyar

6
Al conductismo, Taylor añadiría las teorías influenciadas por el auge de los computadores y la psico-
logía cognitiva como otros ejemplos de una ciencia humana mal entendida y llevada a cabo. Ver, por
ejemplo, “Psicología cognitiva”, en Taylor (1985a).
7
En la obra de Dahl, A Preface to Democratic Theory (1956), se encuentran muchas hipótesis, fórmulas
matemáticas y gráficos de todo tipo, incluso algunas demostraciones.
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una posición valórica asociada […, por lo que] emite y secreta sus propias normas
para la evaluación de la política y las políticas” (Taylor, 1985b, p. 81).
Según Taylor, los marcos morales y políticos contienen concepciones implícitas
de los bienes, deseos y propósitos humanos, es decir, de nuestros fines. Implícita en
cualquier afirmación supuestamente neutral, siempre se esconde una evaluación.
Tomemos, por ejemplo, la conclusión ‘neutral’ de Lipset (1959) acerca de que las
democracias estables son superiores a las oligarquías estables porque en estas últimas,
debido a que la mayoría de la gente carece de educación y tiene apego a las tradiciones
establecidas, es improbable que reclamen sus derechos. Pero el juicio evaluativo aquí es
evidente: ciertos bienes tienen mayor valor que otros, en este caso, la autorrealización
y la autonomía por sobre la ignorancia, o por sobre la felicidad o la paz, como resulta-
do de la obediencia a la autoridad. Si a primera vista una afirmación parece neutral,
una segunda mirada nos muestra que no lo es y que no podría serlo. Taylor recalca:

cualquier marco de explicación particular está vinculado a una concepción


determinada de un conjunto [Schedule] de necesidades, deseos y propósitos
humanos, de tal manera que si el conjunto resulta haber sido erróneo de
manera significativa, el marco no puede sostenerse [...] Una concepción de las
necesidades humanas entra así a las teorías políticas particulares, por lo que
no puede ser considerada foránea o extrínseca, agregada al marco posterior-
mente para producir un conjunto de juicios de valor. (Taylor, 1985b, p. 75)

Según el autor, para evitar las trampas del naturalismo y el reduccionismo, y


para que sean exitosos nuestros intentos de explicar la acción humana a través de
la ciencia política, la antropología, la sociología y ciencias similares, nos vemos
obligados a aceptar que somos animales autointerpretativos. Cuando Taylor utiliza
esta expresión, remite a una versión condensada de varios de sus argumentos sobre
los seres humanos, entre los que destacan:

(i) Nuestra naturaleza lingüística: es nuestra vivencia en y a través del


lenguaje el medio por el cual constituimos el sentido o la significación
de las cosas, las personas, el mundo, etc.

(ii) Nuestras acciones están relacionadas con nuestros propósitos y fines,


y los horizontes morales que se dan en el lenguaje; o, más precisamente,
en uno u otro lenguaje particular.8

8
En la sección 2.2 se revisan estas ideas con algo más de detención.
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Esta perspectiva, de acuerdo a la cual no podemos y no debemos evitar el lenguaje,


las interpretaciones y la ‘evaluación fuerte’9 cuando nos dedicamos a explicar la
acción humana, fue compartida por algunos científicos humanos contemporá-
neos a Taylor, como el sociólogo Robert Bellah (1985), el historiador y sociólogo
Clifford Lasch (1979) y el influyente antropólogo Clifford Geertz ([1973] 2003).
En la obra de este último pensador se escuchan fuertes ecos de esta perspectiva
compartida sobre la ciencia humana y el rol primordial de la interpretación.
Geertz estaba convencido de que la antropología cultural tenía que renunciar a
su tradicional objetivo de describir ‘hechos culturales’ y reorientarse para poner
atención a los sujetos y, más particularmente, a sus intenciones, propósitos y fines
constituidos a través de sus lenguajes y culturas. Según Geertz:

[e]l concepto de cultura que propongo […] es esencialmente un concep-


to semiótico. Creyendo con Max Weber que el hombre es un animal
inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido, considero
que la cultura es esa urdimbre y que el análisis de la cultura ha de ser
por lo tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, sino una
ciencia interpretativa en busca de significaciones. (Geertz, 2003, p. 20)

Geertz instó a los antropólogos y demás científicos humanos a abrazar la ‘des-


cripción densa’ (‘thick description’), término que acuñó para referirse al quehacer
principal de la etnografía: “establecer la significación que determinadas acciones
sociales tienen para sus actores y enunciar, lo más explícitamente que podamos, lo
que el conocimiento así alcanzado muestra sobre la sociedad al que se refiere…”
(Geertz, 2003, p. 37).
Contra el naturalismo y el reduccionismo - cuyos preceptos, premisas y mé-
todos además se han filtrado hacia muchas ópticas culturales -, a través de los
años Taylor va elaborando un proyecto hermenéutico a gran escala, siguiendo
los pasos de Dilthey, Hegel, Heidegger, Gadamer y Habermas. Postula una
comprensión particular del ser humano en la que el lenguaje y la autointer-
pretación juegan papeles claves, así como también extiende la noción de que
nuestras acciones, motivaciones y emociones están impregnadas de valores, y
a su vez estos necesariamente están articulados a través de nuestros lenguajes.
Me referiré a estas ideas a continuación, en un esfuerzo por esbozar, en forma
rudimentaria, este gran proyecto de Taylor.

9
Para Taylor, la ‘evaluación fuerte’ (‘strong evaluation’) refiere a distinciones de valor y discriminaciones
cualitativas entre lo que se considera inferior y superior, mejor y peor, noble y bajo, por ejemplo.
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2.2 El lenguaje y lo humano: nuestra condición de animales autointerpretativos

Si quisiéramos indagar en el interés de Taylor por el lenguaje como característica


definitoria de nuestro ser y como concepto clave de su antropología filosófica,
nuestro punto de entrada podría ser su libro Hegel, publicado originalmente en
1975, y su publicación más reciente, The Language Animal: The Full Shape of the
Human Linguistic Capacity (2016). Durante los aproximadamente cuarenta años
entre una publicación y la otra, Taylor escribió muchos artículos y dio varias
conferencias sobre el tema, entre ellas “Language and Human Nature” (1978)
y “Theories of Meaning” (1980).10 El tema de nuestra capacidad como animales
lingüísticos, aunque no es necesariamente central, está presente en muchos, sino
en todos sus otros libros, artículos, charlas y entrevistas, en sus discusiones acerca
de la identidad y de la agencia, el multiculturalismo y la política.
¿En qué consiste esta idea y de dónde viene? Voy a tratar de responder a esta
pregunta mediante la explicación de una distinción importante a menudo utilizada
por Taylor. Por lo menos desde su trabajo en Hegel, Taylor se ha interesado en lo
que él llama teorías expresivas y constitutivas del lenguaje. Estas se contraponen
a las teorías designativas (‘ designative theories’). Veamos para comenzar en qué
consisten estas teorías designativas.
El poder de las teorías designativas, según Taylor, proviene de su simpleza
y de lo que a primera vista parece ser una explicación razonable de una de las
funciones del lenguaje, es decir, el designar objetos, eventos y estados. Sobre este
punto, con frecuencia Taylor cuenta una fábula inventada por De Condillac en
el siglo XVIII, de dos niños abandonados en el desierto que inventan el lenguaje
mediante sus gritos de angustia, los que devienen en signos lingüísticos. Según
De Condillac, así es cómo, palabra por palabra, nace el lenguaje (De Condillac,
2014, Parte II, sec.1). Taylor (1978) recalca que Hobbes, Locke y otros pensadores
de la Ilustración afirmaron esta misma teoría: usamos las palabras para representar
lo que existe fuera de nosotros, esto es, una realidad independiente de nosotros,
a través de algún medio interno a nosotros, siguiendo así los postulados de la
epistemología clásica, como vimos en la primera parte de este artículo. Cuando
nos preguntamos ‘¿qué significa x?’, según la teoría designativa solo necesitamos
mirar ‘hacia fuera’ en el mundo y apuntar.

Además de estas conferencias, hay muchos otros trabajos de Taylor sobre el lenguaje, entre ellos uno
10

de los volúmenes de artículos cuyo título habla por sí solo, Human Agency and Language: Philosophical
Papers 1 (1985a); Sources of the Self: The Making of the Modern Identity (1989) y el más reciente, The
Language Animal: The Full Shape of the Human Linguistic Capacity (2016).
26 | De la epistemología clásica a la antropología filosófica de Charles Taylor
Mimi Bick

Si hablar de la significación nos pone nerviosos, podemos simplemente


pensar en esto como un conjunto de correlaciones que han sido creados
entre los ruidos que pronunciamos y ciertos acontecimientos o estados en
el mundo. Al final de este camino, tenemos teorías conductistas como
la de Skinner. (Taylor, 1978, p. 8)

Entonces, ¿cuál es el problema con estas teorías? Según Taylor (1978), el lenguaje
posee para nosotros los seres humanos una función expresiva que las teorías de-
signativas no desean y no pueden explicar. Es cierto que ratas, monos, delfines y
algunos otros animales no-humanos pueden aprender a reaccionar ante el mundo y
elegir, por ejemplo, el signo de un triángulo en una puerta y otros trucos similares,
de manera análoga a los niños en la fábula de De Condillac, quienes reaccionan
ante su experiencia en el desierto. Sin embargo, nuestro uso del lenguaje tiene algo
importante en común con el quehacer musical y artístico: cuando creamos música
y arte visual no estamos sola o prioritariamente representando la realidad. A través
del lenguaje estamos expresando nuestra comprensión y, aún más básicamente,
constituyéndola (su naturaleza ‘constitutiva’). Frente a la fábula de De Condillac,
el pensador romántico alemán Johann Gottfried Herder –un precursor histórico
de la teoría de Taylor y un autor que para este es un referente–, respondió “¡impo-
sible!”, porque da por sentado justamente aquello que tenía la misión de explicar.
La fábula de De Condillac asume que los niños en el desierto ya saben lo que
significa que una palabra ‘represente’ o ‘tome el lugar de’ algo, pero según Herder
esto es precisamente la cosa misteriosa sobre el lenguaje que estamos tratando de
explicar. Sobre esta idea de Herder, Taylor afirma:

Cualquiera puede ser instruido para que capte el significado de una


palabra, adivinarlo o incluso inventar una [palabra], siempre y cuando
ya esté en posesión de un lenguaje. Pero, ¿en qué consiste esta capacidad
humana, que disponemos nosotros y los animales no, para dotar de
sentido a algunos sonidos, y para comprender que estos se refieren a, y
que se usan para hablar de, las cosas? (Taylor, 1978, p. 19)

Siguiendo a Herder, Taylor argumenta que el lenguaje es un vehículo de nuestra


autoconciencia; hablar es la expresión de esta capacidad y su realización. Cuando
hablamos, damos expresión a esta conciencia reflexiva, un poco como lo haría un
pintor o un poeta a través de su creación artística. Nuestra conciencia reflexiva se
forma o deviene a través del lenguaje. Según Taylor, es así como Herder también
es responsable de la dimensión holista de la significación: ‘triángulo’, por ejemplo,
P ERSONA Y S OCIEDAD / Universidad Alberto Hurtado | 27
Vol. XXX / Nº 2 mayo-agosto 2016 / 13-36

tiene sentido en contraste con o en el contexto de muchas otras cosas (de los no-
triángulos y otras figuras) como una particular propiedad o dimensión. Es por lo
anterior que esta teoría expresiva-constitutiva del lenguaje de Taylor está conec-
tada con su oposición a la epistemología clásica y a favor de la fenomenología de
contacto, analizada en el punto 1 de este artículo.
Adicionalmente, Taylor ha planteado a menudo un argumento ontogenético
a favor de su teoría holística-constitutiva de lenguaje. A diferencia de los puntos
de vista de corte atomistas que sitúan el lugar del significado en el individuo,
de acuerdo con el argumento ontogénico, necesariamente hemos sido inducidos
a una comunidad lingüística (Taylor, 2016, pp. 18-20). Llegamos a ser capaces
lingüísticamente a través de nuestra interacción con los demás, nuestros padres
o cuidadores y familiares primero, y después a través de nuestra experiencia
en círculos cada vez más amplios de la vida social. Mediante este proceso, que
incluye la observación, la imitación y mucha repetición y práctica, se aprende
no solamente a nombrar las cosas con palabras, sino que una parte importante
de esta inducción a una comunidad lingüística, precisamente la parte expresiva-
constitutiva, implica aprender a habitar el lenguaje; esto es, utilizar gestos y
expresiones, tomar distancia y acercarse, iniciar y poner fin a las conversacio-
nes, y todos los otros aspectos de competencia involucrados en participar en el
‘juego’ del lenguaje.
Así que convertirse en los animales lingüísticos que somos se logra a través de
nuestras vivencias en comunidades lingüísticas reales. Los lenguajes naturales par-
ticulares que hablamos dependerán de la comunidad lingüística o comunidades a
las cuales hemos sido inducidos. Es importante destacar que en la medida en que se
refiere a nuestras evaluaciones y posturas morales, el horizonte de significación en
una lengua puede a veces, y hasta cierto punto, coincidir con el de los demás. Por
esta razón, Taylor (2016) argumenta que el modo de ser en un lenguaje particular
será algo diferente que en otro, aunque en algunos puntos habrá superposiciones y
puntos de intersección. En lo que respecta a su propia experiencia de vida, en una
entrevista reciente Taylor habló de su infancia en Montreal, Quebec, y del entorno
bilingüe y bicultural en el que creció, hablando inglés en su hogar, el idioma de
su padre, y francés, el de su madre, charlando con ella y con la constelación más
amplia de su familia que vivía en el mismo vecindario. Sobre las virtudes de este
contexto bilingüe y bicultural, Taylor sugirió que más allá de una mayor plasticidad
y flexibilidad mental y de pensamiento en comparación con una situación unilingüe
y unicultural, este contexto “te obliga a ponerte en perspectivas muy diferentes”,
situación que en el caso de los anglófonos y francófonos en Quebec, en la época
en que él creció, implicaba “una tremenda cantidad de malos entendidos, incluso
28 | De la epistemología clásica a la antropología filosófica de Charles Taylor
Mimi Bick

demonización y falsos estereotipos” (Throsby, 2016, s/p).11 También rememoró que


al estar inserto en esta situación familiar, con frecuencia él intentaba explicar a
uno de sus padres lo que ‘en realidad’ quería decirle al otro(a), en un esfuerzo de
mejorar las relaciones entre ambos. Podría decirse que esta experiencia personal
sentó las bases de su posterior y continuo esfuerzo por establecer la idea de que el
lenguaje es la forma fundamental en que se constituye nuestra experiencia.

[Desde un] punto de vista hermenéutico [...] si estamos en parte cons-


tituidos por nuestras autocomprensiones, y si estas a su vez pueden ser
muy distintas según los distintos lenguajes articulados con sus respectivos
trasfondos de distinciones de valor, entonces el lenguaje no solo sirve
para representarnos a nosotros mismos y el mundo, sino que también
ayuda a constituir nuestras vidas. Ciertas formas de ser, de sentir y de
relacionarse entre sí son disponibles solo a través de y gracias a ciertos
recursos lingüísticos. (Taylor, 1985b, pp. 9-10)

2.3 Antiatomismo y comunitarismo

Si bien Retrieving Realism (Recuperando el realismo) no se centra en ningún


razonamiento centralmente político, en varios de sus argumentos es relevante
esta línea de interés de Taylor. Ya hemos visto en la sección 2.1 que el argumento
contra la epistemología clásica conlleva rechazar el naturalismo y los intentos de
modelar la explicación de lo humano, incluida la ciencia política, siguiendo los
métodos de las ciencias naturales. Luego, sin hacer un tratamiento explícito sobre
las consecuencias políticas, estas están implícitas en la sección 2.2, ya que la política
de reconocimiento que sugiere Taylor (discutido en el artículo de Mauro Basaure
en esta revista) y su teoría del lenguaje, están íntimamente relacionadas entre sí.
En esta sección quisiera revisar el rechazo por parte de Taylor hacia el atomis-
mo, bajo el entendido de que este término alude a una concepción específica de la
sociedad. Las democracias liberales occidentales han tendido hacia una concepción
de la sociedad que podemos llamar ‘atomista’, aunque algunos autores prefieren
el término ‘individualista’. Según esta concepción, la sociedad es el producto o la
suma de sus partes (‘atómos’), los miembros individuales que la componen, y la

Entrevista con Taylor realizada por Margaret Throsby con motivo de su conferencia inaugural en el
11

Instituto de Justicia Social de la Universidad Católica en Sydney, Australia. Disponible en http://www.


abc.net.au/radionational/programs/throsby/professor-charles-taylor/7350788
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Vol. XXX / Nº 2 mayo-agosto 2016 / 13-36

primera tarea de esta asociación es la protección de estos individuos (por ejem-


plo, en la teoría de Hobbes (1980) y Locke, 1960). Bajo esta línea conceptual,
los individuos-átomos son seres racionales y autónomos, equipados con distintos
deseos, preferencias y concepciones del bien, elegidos libremente. El punto de vista
“voluntarista” del yo (Sandel, 1982, p. 59), asociado con el atomismo, enfatiza,
siguiendo a Kant, lo correcto sobre el bien en su concepción de justicia. Es ilumi-
nadora la metáfora que Bernard Williams usó para describirlo –el yo es como un
rectángulo vacío esperando ser óptimamente llenado (Williams, 1981, pp. 12-13).
Según el voluntarismo, este yo está distanciado de sus fines y además los antecede.
Todo esto choca frontalmente con la teoría de contacto elaborada por Dreyfus y
Taylor (2015) y con lo que es ser una persona humana; a saber, un ser encarnado,
conectado, situado en el mundo y apegado a este, en conjunto con otros. También
hay otras razones que hacen a la concepción arriba esbozada, problemática.
Como los fines y particulares concepciones del bien de los individuos que
componen una sociedad a veces entran en conflicto entre sí, el papel del Estado
es garantizar los derechos y las libertades individuales. La justicia equivale a un
acuerdo sobre normas de procedimiento cuya implementación da lugar a solu-
ciones efectivas y ecuánimes ante conflictos sobre la distribución de bienes y ser-
vicios, así como ante cuestiones morales. Esta concepción de la justicia, llamada
‘procedimental’ (‘procedural’), requiere que el Estado evite cualquier concepción
sustantiva del bien; es decir, requiere que el Estado mantenga una postura estric-
tamente neutral para con los fines y concepciones particulares del bien de sus
ciudadanos. Es probable que Teoría de justicia de John Rawls (1979) sea la más
clara y detallada argumentación a favor de esta concepción atomista liberal. En
la década de 1980, Taylor, en conjunto con Michael Sandel, Michael Walzer y
Alasdair McIntyre, elaboraron lo que terminó siendo conocido como la crítica
comunitarista del liberalismo y sus concepciones subyacentes de la sociedad y de
las personas que la habitan.
Según el comunitarismo, el agente descentrado, desconectado, autónomo, no
comprometido, asumido en la visión atomista de la sociedad, es una descripción
inadecuada por varias razones, vinculadas a la crítica epistemológica que hemos
visto en la primera parte de este trabajo. Presumir un yo, cuya agencia se da prin-
cipalmente a través de la elección libre, ignora cómo se forma la identidad; esto es,
en relación a y en intercambio con otras personas y en una comunidad, en primera
instancia en las comunidades lingüísticas en las cuales hemos sido inducidos, tal
como vimos anteriormente. Una vez develado este punto, resulta difícil aceptar
la presunción del yo como anterior a sus fines y concepciones del bien como una
descripción adecuada. Por las razones expuestas, entonces, no puede haber un
30 | De la epistemología clásica a la antropología filosófica de Charles Taylor
Mimi Bick

yo vacío rectangular esperando ser óptimamente llenado. Una descripción más


adecuada, en cambio, sería la de un yo en desarrollo que llega a ser a través de sus
interacciones con el mundo y con los demás, y a través de un proceso continuo
de autorreflexión y autointerpretación.
Contra el atomismo, el comunitarismo abraza una visión holista según la cual
el todo es mayor que la suma de sus partes. Una comunidad no es meramente
la suma de los intereses y actividades individuales de sus miembros agregados y
cuyos conflictos mutuos son adjudicados por una justicia procedimental. Esta
visión holista tiene dimensiones ontológicas, así como metafísicas, metodológicas
y políticas. Por un lado, nos convertimos en los seres y agentes que somos (on-
tología) dentro de nuestras comunidades. Por otro lado, nuestros compromisos
con algunas comunidades particulares (nuestro barrio, una religión) o con la
solución a un problema específico –la reducción de la contaminación, la mejora
de la calidad de la educación pública y similares–, forman parte de la identidad,
como fines constitutivos de nuestro yo. Como afirmaría Taylor, el límite entre el
yo y la comunidad es más fluido y poroso de lo que el atomismo supone; como
afirmaría Sandel, la relación entre el yo y sus fines no es una de posesión, sino
que de constitución. Es en estos sentidos que los comunitaristas mantienen que
la comunidad es anterior (y subyace) a los individuos que la conforman.

2.4 Enfoque filosófico particular

Dos características generales del enfoque filosófico de Taylor se translucen a través


de la discusión anterior: a) las ideas filosóficas manifiestan y reflejan el momento
histórico y cultural en que se formulan; y b) las afirmaciones y argumentos en un
dominio de la filosofía tienen implicancias para con afirmaciones y argumentos en
otras de sus ramas o dominios. Muchos filósofos y escuelas filosóficas de pensamiento
no están de acuerdo con este enfoque ni lo practican. Este hecho parece ser una
razón suficiente para concluir este trabajo con algunas observaciones al respecto.
En varios puntos de las páginas anteriores se ha tocado la relación entre las ideas
y su articulación contextual e histórica. Esta noción –de que las ideas filosóficas
no solo son la manifestación del genio, temperamento y creatividad personal de
su autor, sino también la expresión a favor o la reacción en contra de otras ideas
que circulan en una época y lugar particular– no es una novedad.12 Lo que me

En el mundo angloamericano, algunos practicantes de esta corriente de pensamiento político son au-
12

tores como Quentin Skinner, James Tully y John Dunn, entre otros.
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Vol. XXX / Nº 2 mayo-agosto 2016 / 13-36

parece potencialmente novedoso comentar como interpretación es cómo este sello


propio del enfoque de Taylor podría ser considerado una muestra de parentesco
con su tutor en Oxford, el famoso pensador Isaiah Berlin.13
Según relata Taylor (2000), en la década de 1930 Berlin dio un viraje desde la
filosofía académica practicada en Oxford hacia la ‘historia de las ideas’ (Taylor,
2000), un campo que con sus propias contribuciones, sin lugar a dudas, ayudó a
desarrollar. En este espacio disciplinario más abierto, Berlin encontró una forma
para dar cabida a sus amplios intereses que incluían no solamente las ideas éticas,
políticas y filosóficas, sino también otros fenómenos culturales como la literatura,
la música y la poesía, los que alimentaban su visión de las ideas y su evolución a
través del tiempo. Estaba particularmente interesado en la Ilustración y la contra-
Ilustración, y estudió con detención a algunos filósofos y pensadores prácticamente
desconocidos desde la óptica de la filosofía académica británica del momento.
Estos incluían a Giambattista Vico y Johann Gottfried Herder (Berlin, 1976,
1979), varios intelectuales rusos (Berlin, 1978) y otros pensadores judíos (Berlin,
1980). Vale la pena notar que como corriente de ideas, la Ilustración ha sido un
foco de atención de Taylor, así como la filosofía del lenguaje de Herder (1827), la
que ayudó a labrar la suya propia.14
Más allá de esta similitud específica, ¿es descabellado pensar que Taylor sigue
en algún otro sentido los pasos de Berlin? Pareciera que una mirada a la tabla
de contenidos de Sources of the Self (1989) o de The Language Animal… (2016)
serviría para sostener que algunos de los trabajos de este autor también pueden
ser clasificados en la amplia categoría de la historia de las ideas. Por otra parte,
hemos visto ya cómo en sus argumentos contra la epistemología mediacional,
el naturalismo y el reduccionismo se vislumbran como una estrategia típica de
Taylor: la de pasar por alto las diferencias entre puntos de vista para concentrarse
en sus similitudes y así hablar con legitimidad de un parecido familiar o de una
familia de teorías. Esta estrategia argumentativa sirve a menudo para ambientar
el escenario en el cual el autor presentará sus propias ideas, en reemplazo de la
familia de puntos de vista que se esté tratando. Esta misma estrategia cumple
una segunda función: proporciona una estructura para tejer el largo y ancho
tapiz de la historia de las ideas que una mirada más detallada a cada autor y

13
En esta sección, el nexo entre el enfoque filosófico de Taylor y Berlin se formula en calidad de posible
interpretación. Una fundamentación más acabada de esta interpretación requeriría mayor detención
y extensión, lo que constituye un proyecto de investigación que escapa de los propósitos y límites del
presente artículo.
14
Taylor (2016) indaga en la corriente romántica alemana, en particular en la obra de Hamann, Herder
y Humboldt, un punto de vista al que se refiere en ese libro como HHH.
32 | De la epistemología clásica a la antropología filosófica de Charles Taylor
Mimi Bick

punto de vista, con sus diferencias, haría mucho más difícil, si no imposible,
de reconstruir.
Tanto en la primera sección de este ensayo, revisando las ideas principales
de Retrieving Realism, así como en las secciones posteriores, hemos visto los
cruces entre los dominios filosóficos que Taylor postula para el avance de sus
propias ideas y que desentraña frente a las ideas de los demás. Mientras que
muchos filósofos se mantienen fijos en sus campos de especialización, el enfo-
que de Taylor es casi por definición uno que aborda las relaciones explícitas e
implícitas entre las ramas o los dominios de la filosofía. Hemos visto que, en
sus manos, los puntos de vista ontológicos y metafísicos tienen repercusiones en
las concepciones éticas y políticas, y cómo también al indagar en las posiciones
éticas y políticas descubrimos sus premisas ontológicas y metafísicas. Igualmen-
te, las premisas epistemológicas y metodológicas tienen consecuencias para las
posiciones políticas y éticas, y las posiciones políticas y éticas son impulsadas
por las premisas y teorías epistemológicas y metodológicas que las subyacen. A
menudo parece que Taylor propone que la relación que ha trazado entre uno y
otro dominio de la filosofía es de carácter necesario; a veces parece mejor des-
crito como una relación de asociación y de tendencia, de afiliación y de mayor
coherencia y alineamiento.

Conclusión

Este artículo ha abordado el proyecto Dreyfus-Taylor (2015), el cual intenta recu-


perar el realismo de las garras de la epistemología clásica y de diversas concepciones
de la experiencia humana, limitadas y erróneas, como una entrada a la explora-
ción de algunas preocupaciones filosóficas centrales de Charles Taylor durante el
transcurso de su vida académica.
Vimos que, frente a la epistemología clásica, en particular a las teorías mediacionales
y representativas, la teoría de contacto nos proporciona una descripción fenomenológica
de nuestra forma primitiva de estar en el mundo. Esta descripción busca capturar
la realidad subyacente en virtud de la cual podemos desarrollar nuestra experiencia
conceptual, lingüística y reflexiva típicamente humana, aunque es fácil ignorar este
hecho, tal como la cita de Wittgenstein (2001) al comienzo de este artículo lo presagia.
Como los seres encarnados que somos, al mismo tiempo el mundo nos tiene absortos
y le hacemos frente también, usando como recursos ajustes diversos y la espontaneidad
guiada. Esta fenomenología de estar en el mundo proporciona un punto elemental
común entre las personas de todas las diferentes comunidades etnoculturales.
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Analizamos también que el mundo nos tiene absortos y lo hacemos frente junto
con otros, en primera instancia, con las personas significativas de las comunidades
lingüísticas particulares a las cuales como niños somos inducidos. Según la an-
tropología filosófica de Taylor, el lenguaje es central porque es junto con otros y a
través del lenguaje que se constituye la significación de las cosas y nuestra forma
de expresarnos. Por lo tanto, ser inducidos en una comunidad lingüística es equi-
valente a aprender una forma específica de hacer frente y aprehender el mundo;
de producirlo y darle sentido dentro del horizonte de articulaciones comunes a las
demás personas con las que compartimos este lenguaje en particular. De acuerdo
con esta visión hermenéutica, la interpretación es inevitable en las esferas humanas,
lo que explica y da fundamento al rechazo de Taylor hacia el conductismo y hacia
algunos tipos de ciencia política empírica. Como vimos, la ciencia natural no es
un modelo apropiado en el que basar las ciencias humanas.
A partir de la idea de que creamos la significación junto con otros a través del
lenguaje, surge la pregunta acerca de la compatibilidad de las diferentes formas
de ser en el mundo que proveen diferentes lenguajes y culturas. En oposición al
subjetivismo, no-realismo y relativismo, Dreyfus y Taylor argumentan a favor del
realismo robusto y plural. Esto significa que diferentes lenguajes proporcionan
distintas formas de aprehender el mundo y varios pueden ser tan ‘reales’ como
otros (de ahí lo plural). Aunque los distintos lenguajes pueden no ser del todo
compatibles entre sí, nuestra humanidad compartida abre en principio la posibilidad
de una comprensión mutua e incluso, idealmente, de una ‘fusión de horizontes’.
Si a estas nociones filosóficas sumamos el antiatomismo y las ideas comunitaris-
tas sobre la identidad, comprenderemos mejor la política de reconocimiento de
Taylor. Se sugiere a los lectores interesados sobre este tema consultar el artículo
de Mauro Basaure en esta misma revista, así como leer el informe de Taylor y su
colega Gérard Bouchard (2010) sobre ajustes razonables (reasonable accomodation)
entre grupos etnoculturales en la provincia de Quebec, Canadá, donde nació y ha
vivido Taylor la mayor parte de su vida.15
Una pregunta pendiente es si el lenguaje particular usado por los científicos
para desenmascarar el universo debería ser considerado privilegiado o especial.
Dreyfus y Taylor sostienen que sí lo es, y que lo que las ciencias naturales captan

Según el prefacio a la versión en castellano: “El ejemplo de Quebec al impulsar y desarrollar una re-
15

flexión profunda y meditada sobre estas cuestiones, constituye, con todas sus limitaciones y las críticas
que pueden formulársele, un modelo excelente para sociedades complejas como la vasca. La publicación
entre nosotros del presente Informe es, por todo ello, no una mera edición de vocación académica o in-
telectual, sino sobre todo una invitación con una clara vocación política práctica” (Bouchard y Taylor,
2010, p. 19).
34 | De la epistemología clásica a la antropología filosófica de Charles Taylor
Mimi Bick

cada vez más son las estructuras del universo, que son independientes de nosotros
mismos. En este punto también radica su realismo.
Algunas características del enfoque filosófico particular de Taylor podrían
deberse a experiencias vividas al principio de su carrera trabajando con su tutor
en Oxford, Isaiah Berlin. Su temprana pasión por la filosofía francesa y alemana
se ha extendido a través de toda su obra, con un continuo interés por ciertos
pensadores y ciertas tradiciones filosóficas. Su enfoque filosófico puede ser des-
crito como una extendida y profunda incursión en la historia de las ideas, con
su particular forma de realizarlo, la que se esmera en trazar las conexiones entre
diferentes dominios de la filosofía. Es mérito suyo que tanto sus seguidores como
sus detractores intelectuales lo hayan aplaudido por el extendido y rico material
que nos ha proporcionado, beneficio que esperamos poder seguir gozando en los
años venideros.

Recibido agosto 16, 2016


Aceptado octubre 28, 2016

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