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y OTROS TEXTOS
Estudio preliminar por Pablo Kreimer
Índice
ESTUDIO PRELIMINAR
7 Las tensiones de Varsavsky
Pablo Kreimer
OTROS TEXTOS
77 Estilos tecnológicos
A. Características de los estilos
B. Gran estrategia tecnológica
C. El concepto de precios de escasez
159 El aparato científico
Las tensiones de Varsavsky
Pablo Kreimer
1. Texto y contexto
Para leer estos textos hay que ubicarse en el contexto en el que fueron
publicados: Ciencia, política y cientificismo es un libro que forma parte de
una lucha, un debate, una polémica, una toma de posición.
En efecto, algunas de las cuestiones que Oscar Varsavsky planteó allí,
y en otros textos de esos años, cobran sentido en el marco de las disputas
propias del fin de los años sesenta, y son portadoras de un fuerte aroma
«de época», que será nostálgico, condescendiente (como quien observa
pecados de juventud) o algo anticuado, según donde se ubique el lector
en el presente. Otras cuestiones formuladas entonces tienen, por el con-
trario, una sorprendente actualidad.
Sobre las lecturas de la época, digamos brevemente que se trataba de un es-
pacio universitario e intelectual marcado por el fin de un período, el que se
extendió desde el fin del peronismo, en 1955, hasta la irrupción del gobierno
autoritario del general Onganía, en 1966. Este período se fue conformando en
los imaginarios colectivos como los tiempos dorados de la ciencia argenti-
na, y de buena parte del campo intelectual en general: modernización de las
universidades, incluyendo la creación de nuevas carreras, como Sociología y
Psicología o la instalación de Clementina, la primera computadora local, y la
puesta en marcha de mecanismos ad-hoc para el apoyo de las actividades de
investigación (entre los que sobresale la creación del CONICET en 1958, junto
con la creación o revitalización de otras instituciones orientadas a la ciencia y
la tecnología, como el INTA, el INTI y la CNEA), disponibilidad de recursos y
valorización social de las actividades de producción de conocimientos.
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Cuando Varsavsky ataca «la actitud de la ciencia que prevalece entre los
científicos argentinos», a la que estigmatiza como cientificismo, en rea-
lidad genera mucha más incomodidad que la que podría caberles a sus
propios colegas. A la mayoría de estos los ataca en un núcleo fuerte, es
cierto: les enrostra que se han convertido en productores de papers, que
son «especialistas angustiados por publicar antes que sus competidores»,
actuando con criterios más orientados a los detalles que a generar nuevas
ideas. Este aspecto se ve reforzado por un viejo concepto, que Varsavs-
ky actualiza, en relación con los criterios de cientificidad; señala que la
tendencia a la cuantificación –como modo de otorgar verosimilitud a los
datos, y por lo tanto hacerlos más duros u objetivos– suele ocultar la ca-
rencia de nuevas ideas y conceptos originales.
A los científicos les señala, sobre todo, que sus prácticas no son neu-
tras ni inocentes, por más que lo quieran proclamar, y que sus elecciones
(de temas de investigación, de métodos, de orientaciones generales) tie-
nen consecuencias sobre el tipo y el uso de los conocimientos que produ-
cen, pero además afectan al resto de la sociedad.
Sin embargo, aunque en una primera instancia, la crítica parece dirigida
hacia los científicos que creen en el valor objetivo y neutral de la ciencia
(donde sus «malos» usos no son responsabilidad de los científicos, sino
de los políticos), que están convencidos de su progreso y de la utilidad
de los productos que ella genera, en realidad va más allá. En efecto, si
Varsavsky se limitara a señalar que los inconvenientes que observa se
relacionan con la organización social de la ciencia, con sus valores, sus
modos de elección de problemas, sus formas de legitimación, etcétera,
los conflictos podrían limitarse al espacio protegido de la ciencia como
actividad autónoma y, desde allí, formular sus relaciones con el resto del
mundo, en particular con el Estado y otros actores sociales. Por el con-
trario, cuando considera que el problema no es solo la ciencia, sino los
fundamentos científicos de la sociedad, la cuestión ya no se puede resolver
entre las paredes de los laboratorios, las aulas y otros lugares en donde se
hace ciencia, aunque los incluya, claro. Porque es la sociedad la que le
otorga a la ciencia el valor de verdad sobre el mundo físico y natural y, por
lo tanto, una parte sustantiva de las decisiones sociales, públicas y priva-
das, se sustentan en criterios científicos, basados en este tipo de ciencia.
Es interesante señalar dos paradojas. La primera: la acusación de cienti-
ficismo, que personalidades como Varsavsky resignificaron en un senti-
do «progresista y comprometido» con las necesidades sociales, tiene en
realidad un origen más turbio, ligado a la emergencia del nazismo, y la
acusación de «cientificistas» por parte del régimen a quienes practica-
ban –como Einstein– una física que se juzgaba «especulativa» y, por ello,
«alejada» de los problemas nacionales –o, mejor, «nazionales»–. Como
CIENCIA, POLÍTICA Y CIENTIFICISMO Y OTROS TEXTOS | 11
vemos, los contextos hacen que los conceptos puedan tener significa-
dos muy alejados. Segunda paradoja: la creencia en la racionalidad de
la ciencia, en su carácter acumulativo y, sobre todo, en su neutralidad,
eran ideas bien instaladas en los científicos y en los intelectuales de iz-
quierda, hasta bien avanzada la mitad del siglo xx (en realidad, muchísi-
mos lo siguen sosteniendo en la actualidad). El más ejemplar de ellos fue
John D. Bernal, muy reconocido cristalógrafo inglés, militante comunis-
ta y fundador del primer sindicato de investigadores, en los años treinta
en Cambridge, quien planteaba en su libro de 1939, La función social de
la ciencia, que el culpable en última instancia de los «malos usos» de la
ciencia es la sociedad capitalista, que se apropia de un modo perverso de
los productos del conocimiento. El «medio interno» de la ciencia, es de-
cir la llamada «comunidad científica» (el concepto de comunidad ya nos
dice bastante), por el contrario, era percibido como un espacio que era un
modelo de democracia, sin privilegios de clase.
Varsavsky discute esta idea: «la ciencia actual no crea toda clase de
instrumentos, sino solo aquellos que el sistema le estimula a crear». Avan-
za así hacia un postulado crucial: la autonomía de la ciencia y, sobre todo,
su neutralidad. Planteado en estos términos, la sociedad no es inocente,
desde ya, por los usos que hace del conocimiento (esto ya era bastante
claro, al menos desde el Proyecto Manhattan y las bombas de Hiroshima
y Nagasaki), pero tampoco es inocente en relación con la ciencia que es-
timula y el conocimiento que produce. Como los científicos tampoco son
inocentes, se concluye que, tanto los actores dominantes de la sociedad
como los propios investigadores, son corresponsables en generar cono-
cimientos legitimados por la comunidad científica internacional, pero
completamente inútiles para la sociedad que los financia.
4. Centros y periferias
4 Véase Pablo Kreimer, «Migration of Scientists and the Building of Laboratories in Argen-
tina», Science, technology and society, 2 (2), 1997, y Ciencia y periferia. Buenos Aires,
EUDEBA, 2010.
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5. La actualidad de Varsavsky