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TRABAJO PRACTICO ESTRATIFICACION SOCIAL

MATERIAL DE APOYO Y LECTURA

 Ser digno de ser


Cultura villera

güero y su Garganta Poderosa


La garganta poderosa, una revista distinta a todas.
Cansados de que los medios hegemónicos los trataran “a todos de delincuentes”,
vecinos de las villas de todo el país crearon un medio que se auto gestiona, no
acepta publicidad y hace una bandera del anonimato, apostando al “espíritu
colectivo.” La realidad contada desde abajo y más allá de los estigmas.

"La Poderosa’ fue el nombre con el que Ernesto ‘Che’ Guevara y su amigo Alberto
Granado bautizaron a la moto con la que salieron a vivir su aventura
latinoamericana. No casualmente la revista que “reivindica la cultura villera”, como
la definen sus gestores - vecinos de distintos barrios marginados del país- fue
bautizada como La Garganta Poderosa: la idea es que viaje, que llegue, haga
escuela y vuelva a partir, conquistando nuevos lectores a quienes revelar todo
aquello del universo marginal que los medios hegemónicos no muestran,
empezando por la cultura solidaria que allí se moviliza, explican ellos, que
prefieren el anonimato colectivo al estrellado singular de sus periodistas.
El consejo editor de la revista, según consta en la primera página, está integrado
por “todos los vecinos de todas las asambleas de todos los barrios de La
Poderosa de América Latina”. Reconocen como editor en jefe a Rodolfo Walsh y
entre sus colaboradores incluyen a Julio Cortázar, el padre Mujica, Julio López y
30 mil detenidos desaparecidos.

La Garganta es una cooperativa de trabajo de La Poderosa


(www.lapoderosa.org.ar), una fuerza social complementaria a las propuestas
partidarias populares, que se construye desde las villas, buscando transformar la
realidad, a través de la organización y la unión vecinal -con asambleas barriales,
trabajo colectivo, actividades de educación popular y generación de cooperativas
de trabajo- para actuar sobre las problemáticas de los barrios y caminar hacia una
sociedad justa e igualitaria. La revista nace, en este marco, de la indignación y la
impotencia de quienes se sentían marginados y estigmatizados, y de la necesidad
de construir algo por fuera de esos mensajes que “siempre se encargan de contar
lo malo que hay en las villas”, según definen sus responsables.
Gestada en las asambleas de los barrios más humildes, la publicación marcó una
ruptura con la comunicación tradicional y se erigió como una herramienta valiosa,
capaz de dar batalla a los estereotipos, que se traducen en impedimentos bien
concretos, cuando por ejemplo un habitante de la villa sale a buscar trabajo.
La sanción de la ley audiovisual fue un puntapié para aquellos que desde hace
años venían peleando por un lugar en el concentrado mapa de medios argentinos.
Después vino el esfuerzo puntual de articular el trabajo colectivo, y anónimo, de
todos aquellos que quisieron hacerle frente a quienes, desde los grandes medios,
a menudo promueven el miedo, la discriminación y la xenofobia.
La revista tiene una frecuencia mensual y es producida y distribuida por vecinos
de las villas, elegidos en asambleas barriales. No reciben apoyo económico de
ningún partido político, empresa ni marca comercial, en una clara apuesta a la
transparencia. Tampoco admiten que nadie trabaje por fuera del anonimato, que
reivindican como una forma de que “nadie saque chapa personal con un trabajo
que es colectivo”. Los únicos que firman con nombre propio sus notas son los
redactores de la revista, que se eligen en las asambleas barriales.

Para las tapas eligen personajes populares, algunos de los ya convocados fueron
Tévez, Riquelme, León Gieco, Eduardo Galeano, Martín Palermo, Charly García,
Francella y la Mona Jiménez, personajes que también han reivindicado a la cultura
villera, y los pequeños grandes logros que desde ese ámbito La Garganta ha
conquistado con esfuerzo. Entre las últimas tapas cobró gran repercusión la de
julio pasado, en la que Tévez aparecía con la cabeza cubierta por un pañuelo de
las Madres de Plaza de Mayo y la inscripción “Nadie se atreva a tocar a mi vieja”
bordada en la tela, en apoyo a Hebe de Bonafini y a la asociación de las Madres
de Plaza de Mayo.

Reflexiones sobre la urbanización y el respeto a la Cultura Villera


A partir del debate siempre abierto sobre la realidad social de las villas de emergencia en la
ciudad de Buenos Aires y de la acción pastoral de la Iglesia, publicamos el documento de
2007 sobre el tema, firmado por el Equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia.
Vivir en la villa hace que los sacerdotes del Equipo para villas de emergencia tengamos una
mirada particular de esta realidad, que difiere, la mayoría de las veces, de la observación
que pueda tener alguien que viene de afuera de la villa, ya sea un profesional o alguien
vinculado a la actividad política.
Vivir en la villa nos hace comprender, entender y valorar la vida en ella de manera distinta
a lo que se escucha habitualmente en el periodismo amarillo, que parece sugerir que las
villas son las causantes de la mayoría de los problemas de nuestra querida Buenos Aires.
En estas reflexiones queremos acercar una mirada positiva sobre la cultura que se da en la
villa, ya que para nosotros es una gracia de Dios vivir en ella.
No ignoramos los delicados problemas que los vecinos vivimos en la villa: la violencia
familiar, los abusos, el consumo de drogas, sólo por nombrar algunos; sin embargo, éstos y
otros están también presentes en el resto de la ciudad de forma menos expuesta, o más
maquillada. Como sacerdotes intentamos humildemente mirar de frente los problemas, con
el corazón, y comprometernos con las manos en su resolución.
Sin embargo, para nosotros la villa no es un lugar sólo para ayudar, es más bien el ámbito
que nos enseña una vida más humana y, por consiguiente, más cristiana. Valoramos la
cultura que se da en la villa, surgida del encuentro de los valores más nobles y propios del
interior del país o de los países vecinos, con la realidad urbana.
La cultura villera no es otra cosa que la rica cultura popular de nuestros pueblos
latinoamericanos. Es el cristianismo popular que nace de la primera evangelización; el
pueblo siempre lo vivió como propio, con autonomía, y siempre desde su vida de cada día.
Es un cristianismo no eclesiástico, ni tampoco secularista, sino con auténticos valores
evangélicos.
Cuando el pueblo que vive en la villa celebra, celebra la vida, la vida natural, pero como es
cristiano, por su fe sabe que esa vida culmina, se plenifica en la Vida de Dios. Cuando por
ejemplo celebra a la Virgen (Luján, Caacupé, Copacabana, etc.) en esas fiestas pone en
juego valores como la fraternidad, la solidaridad y la paz, ya que es la Madre de todos, la
que nos convoca, y en este tipo de fiestas fortalece el tejido social. El pueblo que celebra en
la villa celebra la vida, porque se organiza en torno a ella, anhela y lucha por una vida más
digna. Y, en este sentido, la cultura villera tiene un modo propio de concebir y utilizar el
espacio público. Así, la calle es extensión natural del propio hogar, no simplemente espacio
de tránsito; lugar donde generar vínculos con los vecinos, donde encontrar la posibilidad de
expresarse, lugar de la celebración popular.
La cultura de la villa tiene características muy positivas que son un aporte para el tiempo
que nos toca vivir y que se expresa en valores como la solidaridad, el dar la vida por el otro,
el preferir el nacimiento a la muerte, el dar un entierro cristiano a sus muertos, el cuidar del
enfermo, el ofrecerle un lugar en la propia casa, el compartir el pan con el hambriento –
“donde comen 10 comen 12”–, la paciencia y la fortaleza frente a las grandes adversidades,
etc. Valores que se sustentan en que la medida de cada ser humano es Dios, y no el dinero.
La cultura villera señala valores evangélicos muy olvidados por la sociedad liberal de la
ciudad. Sociedad liberal que se organiza y hace fiesta en torno al poder y a la riqueza, y que
es expresión de ideologías de derecha a izquierda.
Por eso, ante el planteo de urbanización de las villas –que preferimos al de erradicación,
que nos recuerda las topadoras– nos preguntamos qué significa.
Porque ¡atentos! Si urbanización significa que la cultura porteña invada con su vanidad la
cultura villera pensando que progreso es darle a los “villeros” todo lo que necesitan para ser
parte de una “sociedad civilizada”, no estamos de acuerdo.
¿Por qué pensar que el cambio de apariencias –de una casa de ladrillo y chapa hecha con el
esfuerzo del villero por otra casa del Instituto de la Vivienda de varios pisos– es ya un
progreso? En este caso, ¿urbanización no será más bien otra cosa que emprolijar la villa
para que el resto de la ciudad no chille y quede conforme? Cuando se habla en urbanizar,
¿se piensa solamente en hacer casas que estén pintadas? ¿Acaso no hay sobrados ejemplos
de barrios que cambiaron su fisonomía y su realidad actual es peor que la vivida tiempo
atrás?
Pensamos que la palabra urbanizar es unilateral, se da desde el poder –no necesariamente
con mala intención– y muestra una desvalorización de la cultura de la villa. Creemos que la
ciudad piensa que debe eliminar la villa y que desconoce su cultura popular multifacética.
El planteo de urbanización debe ser respetuoso de una auténtica cultura como es la villera
y no querer barnizarla o, lo que es más grave aún, borrarla de un plumazo.
No creemos en esta urbanización, más bien creemos en un encuentro de culturas que
conviven, aprenden, comparten. ¿Acaso no sería bueno que el resto de los barrios porteños
conocieran y valoraran las vivencias y creencias de los villeros? Si la ciudad no
quiere colonizar la villa, deberá tener un corazón humilde capaz de escuchar la palabra de
inmensas barriadas que tienen mucho para decir.
La excesiva mediatización del Gobierno y de organismos a través de los punteros barriales
ha sido a lo largo de los años uno de los factores del gran desconocimiento de la villa y de
su cultura.
A algunos que quizás comenzaron como representantes de su barrio los han convertido en
representantes remunerados de otros intereses; la referencia de lo que es la villa quedó en
manos de este puñado serviles al sistema. Por eso son pocos los que desde los estamentos
del Gobierno o de organizaciones conocen y valoran la cultura villera.
¿Qué elementos entonces debería contemplar este encuentro de culturas donde urbanizar no
sea colonizar, sino más bien una integración de culturas que dialogan y aprenden entre sí,
dando lo más positivo que tienen?
¿Acaso urbanizar no sería más bien crear situaciones positivas donde se dé las mismas
posibilidades a los que viven en la villa que a los que viven en Belgrano o cualquier otro
lugar de la ciudad? ¿Urbanizar no será garantizar el acceso escolar para todos los niños y
jóvenes de las villas, o que cuando se inauguren las salitas de salud cuenten con lo mínimo
indispensable, como son las cloacas?
¿No será urbanizar el día que los médicos, sacerdotes, abogados, profesores o capataces
surjan de las villas para que, imbuidos de la solidaridad de la cultura villera, pongan su vida
al servicio de su barrio, de la ciudad, del país?
Más que de urbanizar nos gusta hablar de integración urbana, esto es, respetar la
idiosincrasia de los pueblos, de sus costumbres, de su modo de construir, de su ingenio para
aprovechar tiempo y espacio, de respetar su lugar, que tiene su propia historia.
Sin duda debe haber un camino hacia el mejoramiento de la calidad de vida en las villas –
fue y es una preocupación de este equipo–, pero es fundamental en este camino poner el
oído en el corazón del villero para que las posibles soluciones no provengan de oficinas
donde trabajan técnicos que ignoran la realidad, y que en lugar de mejorarla la empeoran.
Sirvan de ejemplo esos planes que se bajan indiscriminadamente, y que en vez de
incentivar el estudio facilitan que el chico deje la escuela para cobrarlos, o que la
motivación para hacer una actividad deportiva vaya detrás de un plan. Este tipo de
asistencialismo –o habría que decir clientelismo– perpetúa la dependencia mental y atrofia
la capacidad de los asistidos para convertirse en ciudadanos responsables de su futuro.
Por lo tanto, entendemos que lo positivo de la urbanización es una preocupación del resto
de la ciudad para con la villa, tratando de darle una mejor calidad de vida, pero a nuestro
entender, así, sin más, sería no valorar y tener presente lo que la villa puede aportar al resto
de la ciudad. Para nosotros la integración urbana sería el camino que debería recorrerse en
la Ciudad de Buenos Aires.

Rodolfo Ricciardelli, Enrique Evangelista y Adolfo Benassi de la Villa 1-11-14.


José María Di Paola, Carlos Olivero y Nibaldo Leal de la Villa 21-24 y N.H.T. Zabaleta.
Sebastián Sury y Walter Medina de la Villa 15.
Guillermo Torre y Marcelo Mirabelli de la Villa 31.
Gustavo Carrara y Martín De Chiara de la Villa 3 y del Barrio Ramón Carrillo.
Sergio Serrese de la Villa 19.
Jorge Tome y Franco Punturo de la Villa 20.

Equipo de Sacerdotes para las villas de emergencia Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 11
de junio de 2007

Countries, un ideal bajo la lupa


Casi 290.000 personas viven hoy en forma permanente en 700 barrios cerrados;
eligieron esa vida para disfrutar del verde y la paz de los suburbios; pero los
tiempos de viaje al centro, los crecientes robos y los servicios sin subsidios ponen
en duda los beneficios
Por Evangelina Himitian | LA NACION

V Wenceslao y Belisario Granato se arrojan


a la pileta, mientras sus padres disfrutan la tarde en Santa Bárbara. Foto: Ricardo Pristupluk
Hace tres años, Vanesa vendió su departamento en Villa Urquiza, compró un lote en un
barrio cerrado y levantó la casa de sus sueños. Era perfecta para ella, su marido y los dos
hijos, que nacieron poco después: mucho espacio, mucho verde, muchos amigos... mucho
viaje. Llegó un día en que el gris del asfalto comenzó a ganarle la batalla al verde: pasaba
más de cuatro horas diarias en la Panamericana. Cuando hizo el balance, concluyó que eso
no era vida. Hace un mes y medio, decidió mudarse a Olivos, donde el jardín es más chico,
pero puede disfrutarlo ya que pasa menos horas arriba del auto.
Juan Pablo y Soledad Presas hicieron el camino inverso. Hace tres años dejaron su casa en
Ramos Mejía y se instalaron en un country de la zona oeste. Están felices. El no niega que
el viajecito al centro es lo peor de la jornada, pero el desenchufe que logra cuando llega a
casa, bien lo vale.
Cada mañana, los 288.000 habitantes permanentes de los 700 barrios cerrados y countries
que hay en el país se reconcilian con la realidad de que vivir en un lugar alejado tiene sus
pros y sus contras.
Entre los beneficios figuran la vida lejos del ruido y la contaminación; la posibilidad de
duplicar los metros cuadrados y de olvidarse, salvo excepciones, de la inseguridad. ¿Las
contras? La distancia, las expensas y el aumento en el costo de vida y la más reciente: la
quita de subsidios que prometen cifras astronómicas en el próximo invierno.
Hoy, el 80% de las 90.000 casas que hay en estas urbanizaciones son viviendas
permanentes, según cifras que aporta el presidente de la Federación Argentina de Clubes de
Campo (FACC), Jorge Juliá. No obstante, la consultora Reporte Inmobiliario (RI) apunta
que en los últimos seis años se desaceleró el ritmo de la apertura de nuevos
emprendimientos. Sólo se sumaron unas 30 nuevas urbanizaciones, sobre todo en las zonas
sur y oeste del conurbano, ya que la zona norte, con Pilar y Tigre a la cabeza, es la más
explotada.
En cambio, se revirtió el tipo de uso: dejó de ser una casa de fin de semana, algo que
caracterizó a la explosión de este tipo de desarrollo inmobiliario en la década del 90. En
2005, el 63% de las casas en countries eran vivienda permanente, según RI. "A mucha
gente se le hizo inviable mantener dos casas en funcionamiento. Por eso, o se instalaron en
forma definitiva en el country, o en la ciudad", apuntó Juliá. Claro que para tomar tal
decisión, hay que hacer bien las cuentas y poner todos los elementos en la balanza. La que
sigue es una lista de los aspectos positivos y negativos por observar a la hora de elegir este
estilo de vida.
(+) Pensar en verde
Lo primero que destacan quienes se mudaron a este tipo de vivienda es la cantidad de verde
que rodea su vida. En promedio, los lotes tienen 800 m2 de parque.
(-) Una vida arriba del auto
La principal contra es el tiempo arriba del auto. "Quien trabaja en el centro pasa entre 3 y 4
horas diarias en el auto", dice Germán Gómez Picasso, gerente de RI.
(+) Los chicos van en bicicleta
"Es lo que buscan las parejas que se mudan: que los hijos jueguen, anden en bicicleta y
visiten a los amigos libremente", dice Haydee Burgueño, de la inmobiliaria homónima.
(-) Accidentes en los accesos
Hace diez años ingresaban en la ciudad 750.000 vehículos por día. Hoy, lo hacen
1.316.000. Esto hizo que aumentaran los accidentes. Sólo en la Panamericana, hay 400 por
mes. "Los accesos están colapsados. Esto desaceleró la instalación de nuevos countries",
dice Gómez Picasso.
(+) Deportistas motivados
Golf, tenis, salir a correr o a caminar, jugar al fútbol con vecinos. Parecería que tomar la
iniciativa resulta más sencillo en un entorno amigable.
(-) El estigma del microcosmos
Muchos vecinos de countries que están hartos de que se los llame habitantes de una
burbuja. "Hay que dejar de hacer sociología. Hoy, el 90% de quienes viven en countries son
personas de clase media que planifican sus gastos para llegar a fin de mes", reclama Juliá.
(+) El fin de las rejas
Vivir entre rejas o pendientes de los robos dejó de ser una preocupación en la mayoría de
los casos.
(-) Los robos y la "sensación de seguridad"
No obstante, casi todas las semanas se conocen noticias de robos en countries. "El índice de
robos es de 0,003 por ciento. El más bajo del país", asegura Juliá. Para incrementar la
"sensación de seguridad", en los ingresos se adoptaron medidas, que algunos visitantes
consideran exageradas o antipáticas, como impedir la entrada de vehículos que no
presenten el comprobante del pago del seguro.
(+) Se gasta menos en salidas
En general, los gastos se incrementan al menos en un 20 por ciento, dice Burgueño.
Algunos habitantes, dicen que se duplica. Las expensas oscilan entre los $ 900 y los $ 4000,
según losamenities . Quien va a diario al centro gasta entre $ 100 y $ 150 diarios entre
combustible, peaje y estacionamiento. El chárter de Pilar al centro sale $ 24, la combi
escolar $ 200 por mes. Colegios como el Moorlands, St. Johns, Santa María y San Jorge o
Los Robles rondan los $ 2500. Sin embargo, se equipara con gastos que no se hacen. "Se
sale menos en salidas y se disfruta más la casa, no se paga gimnasio ni cochera", apunta
Gómez Picasso.
(-) El presupuesto country
El pintor, el piletero, el jardinero y las empleadas cobran entre 30 y 40% más.
(+) o (-) Al comienzo, muchas visitas
Al principio, es la novedad: cuando uno recién se muda, todos lo quieren visitar y disfrutar
de los amenities de su casa. Esto puede ser algo positivo o negativo. Pero, pasada la
novedad, hasta los más allegados se convierten en familia lejana, sin más razón que la
distancia.
(+) Triplicar los m2 y sumar parque
"Por el valor de un departamento en Recoleta se compra una casa con cuatro dormitorios,
dependencias, pileta y parque de 500 a 1000 m2", dice Burgueño.
(-) Hay que tener dos autos o más
Las distancias obligan a que haya tantos autos como habitantes independientes. Todo esto
reduce la oferta educativa y hace que muchos dejen el country cuando los hijos entran en
edad universitaria.
(+) Edificar para autofinanciarse
Comprar un lote y construir les permitió a muchos hacer su casa sin vender o sin
endeudarse. Esta fórmula ahora está en duda, según RI, ya que hoy edificar cuesta US$
1100 el metro cuadrado, con una inflación de los costos de construcción en dólares del 23%
y del 31% en pesos.
(-) El fin de los subsidios
La quita subsidios a los servicios en los countries preocupa a los dueños de casas con
muchos ventanales y que consumen entre $ 500 y $ 800 pesos de gas en invierno. También,
desde FACC cuestionan que se pagan tasas municipales por alumbrado barrido y limpieza,
de las que no se hace uso.
"Es la vida ideal, la que todos quisiéramos tener, pero que realmente disfruta quien puede
resolver el tema laboral sin movilizarse o trabajando relativamente en la zona y haciendo
todos los cálculos que este tipo de vida implica", concluye Gómez Picasso.
"PASAMOS MÁS TIEMPO JUNTOS"
Cuando se está acercando a su casa en Santa Bárbara, Federico Granato, de 44 años, tiene
la sensación de que está llegando a un lugar de vacaciones.
Después de haber pasado la vida en la ciudad y de jurarse el más convencido de los
porteños, un día, hace ocho años, junto con su mujer, Marina Huello, se plantearon la
necesidad de hacer un cambio de vida. "No fue que lo buscáramos, pero ya teníamos tres
hijos y en el departamento de Montevideo y Marcelo T. ya no entrábamos. Necesitábamos
un ambiente más", cuenta, con mucha franqueza.
Evaluaron alternativas y unos amigos les contaron que habían comprado un lote en Santa
Bárbara. Fueron a averiguar. "Realmente compramos el lote muy barato y tuvimos la suerte
de que una abuela nos prestara un lugar donde vivir hasta que termináramos de edificar.
Cuando vinimos al barrio, eran apenas unas pocas casas por manzana", cuenta.
Eso fue hace siete años. Y, desde entonces, la vida le cambió, en todo sentido. Para ir a su
trabajo, como jefe de control de gestión de una empresa en Barracas, tenía que madrugar.
"Mis amigos me dicen que estoy loco de manejar una hora y media para ir y otra para
volver. Afortunadamente, después, las cosas cambiaron y ahora trabajo en Munro, y viajo
menos", apunta.
La mayor de sus hijas, Marina, ya tiene 15 años, y le siguen Wenceslao, de 13, y Belisario,
de 9. "Cuando nos mudamos, ellos estaban como de vacaciones, había que perseguirlos
para que estudiaran. Pero después te acostumbrás. Sentimos que ganamos mucho en calidad
de vida y en tiempo compartido como familia. Pasamos más tiempo juntos", dice,
convencido.
Saben que, en unos años, cuando ellos empiecen la facultad, tal vez tomen la decisión de
volver a vivir a la Capital. "Hay que disfrutar y adaptarse a lo que es mejor para cada
etapa", concluye.
EL CRECIMIENTO DE LAS URBANIZACIONES SATÉLITE
Pese a los vaticinios que anunciaron el fin de los barrios cerrados, desde los años 90 siguen
creciendo las familias que los habitan.
AÑOS SETENTA- Un decreto que cambió todo
Hicieron su aparición en los 70 gracias al decreto 8912/77 que favoreció su instalación. Sin
embargo, entre los pioneros hay que señalar al Tortugas, de 1930, y al Mapuche, de 1963.
LOS NOVENTA-Un símbolo de la época
El 35% de la clase media alta porteña compró, en los 90, una casa para fines de semana.
Había 30.000 viviendas, pero sólo una de cada tres, habitada en forma permanente.
EL NUEVO SIGLO -La poscrisis y el crecimiento de los countries
Como inversión u opción al corralito, desde 2002 se expandieron. Se pasó a 125.000
habitantes permanentes y para 2005, el 63% de las casas ya era vivienda fija.
HOY... Hay 288.000 habitantes
Los countries fueron eje del crecimiento poblacional del último censo en Pilar y General
Rodríguez (+28%), y en Ezeiza y Canning (+34%). El 80% de las casas son viviendas
permanentes.
CARA Y SECA DEL FENÓMENO
 María Luisa Ferrari, del Botánico a Fátima
"Se casaron mis tres hijos, mi marido se autojubiló y entonces decidimos que era el
momento para hacer este cambio. Dejamos el departamento en el Botánico y nos vinimos a
vivir a CUBA Fátima", cuenta María Luisa Ferrari de Segura. "Estoy feliz, acá me olvidé
de cómo es el ruido, el tráfico. No me molesta salir con el auto, porque acá cerca tengo
todo. Lo único que me impedía antes venirme era el infierno del tránsito, pero como mi
marido ahora trabaja en casa, sigue con sus inversiones, vamos a Capital una vez por
semana o menos. Eso sí, si voy a ver a mis amigas, no voy ni loca en auto. Me tomo la
combi, llevo mi libro y voy feliz", dice.

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