Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
ECONOMÍA Y FINANZAS
SEDE PICOTA
TRABAJO MONOGRÁFICO
1
PRESENTACIÓN
En el presente trabajo se pretende aportar elementos para el estudio del
surgimiento de estados nacionales. Para ello se ha dividido el trabajo en 5 capítulos
teóricos, en donde se trabajan conceptos importantes tales como nación,
nacionalismo y estado, necesarios para analizar, describir e interpretar un hecho
concreto como es el caso de estados nacionales, sin pretender una definición
cerrada acerca de los mismos.
2
INDICE
PAG.
PRESENTACION 2
INDICE 3
RESUMEN ANALÍTICO 4
INTROUDCCION 5
CAPÍTULO I
1.1. ESTADO Y NACIÓN 6
1.2. DESARROLLO DEL CONCEPTO NACIONAL 7
1.3. DIFERENCIA ENTRE ESTADO Y NACION 8
1.4. ELEMENTOS DEL ESTADO 8
CAPÍTULO II
2.1. De los territorios indianos a los territorios de los
Estados Nacionales 9
2.2. Formación de los Estados Nacionales y
Expansión de la frontera 9
CAPÍTULO III
3.1. Las corporaciones y la construcción del Estado 11
3.1.1. Pueblos y gremios 11
3.1.2. Elite 12
3.1.3. Iglesia 12
CAPITULO IV
4.1. La construcción simbólica y narrativa de la nación 13
CAPITULO V
5.1 Conclusiones 14
CAPITULO VI
6.1 Bibliografía 15
CAPITULO VII
7.1. Anexos 17
3
RESUMEN ANALÍTICO
La formación del estado es el proceso de desarrollo de una estructura de gobierno
centralizada en una situación en la que previamente no existía. La formación del
estado ha sido objeto de estudio por parte de muchas disciplinas de las ciencias
sociales. En dicho estudio se suelen diferenciar los estados en dos tipologías: los
estados primitivos (aquellos que se desarrollaron desde sociedades sin estado y
ocupan este artículo) y los estados-nación (que se tratan en este otro). Hay distintas
teorías que explican tanto los orígenes de los estados primitivos cuanto los
contemporáneos y los debates académicos son abundantes al respecto.
Los estados primitivos se subdividen a su vez en dos tipologías: los primarios y los
propiamente dichos primitivos. La lista de ambos grupos estatales no está cerrada,
sino que sigue sujeta a diversas controversias científicas. Entre las teorías que
intentan crear modelos explicativos acerca del origen estatal destacan la
denominada hipótesis hidráulica y la generada desde el materialismo cultural para
los estados primarios, mientras que los modelos de formación voluntaria, los que
utilizan los conflictos como factor clave y otros que actualmente están bastante
desacreditados serían muy utilizados en el ámbito de los estados primitivos
4
INTRODUCCIÓN
En el siglo XIX se produjo una importante transformación en el mapa del mundo.
Aparecieron nuevos países y las fronteras de los ya existentes se transformaron
muchas veces. Por otro lado, también cambió la manera en que un país se
reconocía a sí mismo. Ya no se asociaba a la figura del rey sino a nuevos factores
vinculados a la política. El sentimiento nacional creció inspirado en la idea del
pasado común y dejó de depender de la lealtad a un monarca que, en muchos
casos, perdió su poder.
Antes del siglo XIX el mapa del mundo era muy diferente al que nosotros
conocemos. El territorio de América, por ejemplo, formaba parte de los reinos de
España, Portugal o Inglaterra y ninguno de los países actuales de este continente
existía todavía. También era diferente la manera en que los pueblos se reconocían
a sí mismos. Además, los países de la época no solo tenían nombres distintos a los
que tienen hoy, sino que estaban organizados en torno a los reyes, por lo que sus
fronteras podían variar con los cambios de monarca. Durante el siglo XIX se
desarrolló un proceso complejo que dio lugar a la aparición de los Estados
modernos. En ellos la nación se sostiene por la convicción de los habitantes de
pertenecer a una colectividad con características culturales e históricas propias y
diferentes a las de los demás países. Las guerras entre países fueron una
consecuencia de esa afirmación nacionalista, al igual que el estudio de la historia
nacional y el culto a los héroes.
5
CAPÍTULO I
Una de las temáticas de mayor preocupación por parte de los dedicados a las
ciencias sociales en el mundo ha sido la del Estado-Nacional. Preocupación que no
es gratuita desde el momento en que en ella entran en juego, en el plano práctico,
una serie de procesos y valores (regímenes políticos, identidad, multiculturalidad...)
en los cuales se decide el futuro de los países de la región. Siguiendo la clásica
definición del politólogo argentino Oscar Oszlak el “Estado” sería, desde una
perspectiva abstracta, “una relación social”. Su objetivación o materialización se
hizo a través de una serie de instituciones burocráticas en donde se concentraba
“el poder y los recursos de dominación política”. En esa misma línea y partiendo de
tradiciones diversas (Max Weber, Antonio Gramsci, Pierre Bourdieu, Fernando
Savater), Juan Carlos Garavaglia sostiene que el Estado no sería primariamente
“una cosa” o “un aparato”, sino “una comunidad humana” y un “entramado de
relaciones sociales” caracterizadas por reivindicar el monopolio del uso legítimo de
la coacción física y simbólica, de la dominación de unos individuos sobre otros
dentro de un territorio. Para Garavaglia una historia del Estado debería centrarse
en estudiar la constitución e institucionalización, realizada de manera paulatina al
interior de determinadas sociedades, de un “poder separado”, es decir,
independiente de la colectividad social. En este proceso se verificará la imposición,
por parte de ese poder autónomo, de “pérdidas y sujeciones” a los miembros de la
sociedad (individuos, asociaciones intermedias, grupos privilegiados), pues se les
obligará a renunciar a su fuerza particular.
En el siglo XIX fue Ernest Renán quien puntualizó que la Nación era un producto
histórico con principio y final. Ni la raza, ni la lengua, la religión, los tratados
comerciales o el suelo (el cual se convierte, al fin y al cabo, en un sustrato
6
indispensable) constituyen el basamento fundamental de las naciones. De ahí
entonces que la Nación se convierta en el resultado de un largo pasado de
sacrificios, desvelos y esfuerzos. “Es una gran solidaridad –apuntaba-, constituida
por el sentimiento de los sacrificios que se han hecho [por los antepasados] y los
sacrificios que todavía se está dispuesto a hacer” (Ernest Renán, 1987, pp. 59-86).
Sobre el origen del Estado y la Nación, la idea que prevaleció en los intelectuales
hispanoamericanos durante gran parte del siglo XIX fue la del contractualismo,
fundada en las tesis del derecho natural. El Estado y la Nación eran producto de un
contrato voluntario entre los individuos libres e iguales. No obstante con la
introducción del positivismo se fue produciendo una metamorfosis conceptual que
si bien no logró eliminar a la visión contractualista, al menos evidencia el debate
suscitado durante esa época.
El desarrollo del concepto había generado, a partir del siglo XVII, los primeros
mapas europeos de naciones-Estado, donde las fronteras se pretendían establecer
firmemente para garantizar la paz, al menos en principio, puesto que la estabilidad
de las fronteras nunca se consiguió. A la par de este desarrollo de concepto se
busca justificar la existencia de un Estado-nación natural, delimitado por fronteras
naturales en contraposición con la idea de la nación como producto de las
similitudes culturales. Este tipo de concepción territorial del Estado llevará a la
conformación de Estados imperiales, más que nacionales, donde se agrupan varias
comunidades nacionales bajo una misma autoridad estatal centralizada, que entran
en conflictos debido a sus profundas diferencias culturales, acendradas en tiempos
de depresión económica.
7
Las naciones divididas o dispersas en distintos Estados también generaban
conflictos de muy difícil solución (caso del pueblo judío, el kurdo o el gitano). En
otros casos las comunidades de una misma nación eliminan las fronteras, de
manera que hay libre tránsito a través de fronteras, como es el caso de los
indígenas del norte de México y el sur de EUA
8
CAPÍTULO II
El estudio de la configuración del territorio indiano a partir del siglo XVI tiene una
importancia capital a lo hora de esclarecer los antecedentes de los estados
nacionales. Antes de explorar someramente cómo se llevó a cabo esa
configuración será necesario establecer la diferencia entre “territorio” y
“territorialidad”. Marcelo Carmagnani nos dice que al territorio debemos entenderlo
como el resultado de una tensión entre comunidad y autoridad. No es por tanto, un
mero agregado de comunidades ni tampoco alude a simples zonas geográficas. La
tensión antes señalada.
9
sobre los periféricos. Este proceso condicionó el rol y el comportamiento de las
clases dominantes en los países semicoloniales, donde los nuevos Gobiernos
quedaron en manos de las nacientes oligarquías locales en sus diferentes
vertientes tales como minera, agrícola o ganadera exportadora.
10
CAPÍTULO III
Pensamos muchas veces que durante el siglo XIX hubo en América Latina un
“Estado fuerte”, centralizado y organizado cuyos méritos fueron debidos a una
burocracia bastante compleja. Sin embargo, esa perspectiva no es del todo cierta.
Aunque a fines del XIX encontramos países con un Estado más consolidado, su
historia ha mostrado que para haber llegado a ese punto hubo una serie de
conflictos y negociaciones entre un gobierno central con las denominadas
“corporaciones”. Las corporaciones (pueblos, municipalidades, gremios, elites,
milicias e Iglesia) jugaron un rol fundamental en posibilitar e imposibilitar la
construcción de un centro gubernativo con capacidad de tener una presencia
impositiva, fiscalizadora y monopolizadora de la coacción física y simbólica en los
confines de cada país. Durante mucho tiempo algunos de estos actores fueron
olvidados por la historia política creyéndose que en la construcción de los Estados-
nacionales las relaciones de dominación prevalecientes en orden a asegurar una
estabilidad institucional fueron de arriba hacia abajo, descuidando, por ejemplo, el
poder de las corporaciones las cuales desfiguraron en no pocas ocasiones aquélla
supuesta unilateralidad. Ilustremos lo anterior a continuación.
11
3.1.2. Élites
3.1.3. La Iglesia
12
CAPÍTULO IV
Para rastrear aquellos elementos que sirvieron, hasta cierto punto, de base en la
configuración de una “comunidad” nacional en las repúblicas hispanoamericanas
durante el siglo XIX es preciso clarificar dos conceptos utilizados por los diversos
grupos de la sociedad colonial. Uno de ellos fue el de “patria” y el otro el de “nación”.
Ambos términos no tuvieron durante los trescientos años de vida hispánica un
significado preciso. Más bien fueron cambiando de acuerdo a las coyunturas que a
continuación mostraremos. Sin embargo, se debe aclarar que para entender dichas
variaciones se hace indispensable acercarnos a cómo se gestaron en la Europa
antigua y cuáles fueron las múltiples acepciones que tuvieron. Así comprenderemos
la apropiación, asimilación y re-conceptualización de tales términos por la sociedad
colonial indiana. Al respecto, José Antonio Maravall ha sostenido que el amor a la
patria, a la lengua o a un territorio ha sido una construcción histórica. Fue un
sentimiento elaborado por la literatura antigua (Horacio, Virgilio, Ovidio), aunque
haya argüido que el amor a la patria era un vínculo afectivo natural.
Para Aristófanes y Cicerón, herederos de una cultura que desbordaba los linderos
de una ciudad, la patria era todo el mundo, la “patria communis”, el cosmos como
polis. Esa visión cosmopolita fue posible por las empresas alejandrinas que
trascendieron el horizonte estrecho de las ciudades helénicas, por la concepción
“panhelénica” o por la misma experiencia del Imperio Romano que buscaba
conquistar hasta los confines de la tierra. El mundo cristiano llevó a cabo una
“operación mental” al proyectar esa visión terrena de patria a una esfera
escatológica, supra-local, universalista: la patria celestial.
13
CAPITULO V
5.1. Conclusiones
14
CAPITULO VI
6.1. BIBLIOGRAFIA
15
CAPITULO VII
7.1. ANEXOS
16