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RESEÑA CRITICA REALIZADA POR RAFAEL CASTAÑEDA DUQUE

PARA QUE SIRVE REALMENTE LA ETICA. ADELA CORTINA.


Que es la ética y para qué sirve
Que es la ética- los seres humanos somos estructuralmente e inevitablemente
morales, ya que todos los seres humanos tienen y forjan un carácter, y como la
palabra ética viene de la palabra esos que quiere decir carácter, a lo largo de
nuestra vida tomamos decisiones, y estas decisiones genera predisposición a
tomar decisiones prudentes o imprudentes, pero estas decisiones traen
consecuencias, día a día tomamos decisiones y generamos así predisposiciones
de virtudes o excelencia en todo lo que hagamos.
La idea es generar virtud y no vicias, buscando en común la felicidad, vamos a
hacer éticos de alguna manera y necesaria mente, pero para ello hay que hacer
un buen carácter. Lo mejor que puede aprender alguien en su vida es forjar un
carácter que lo lleve a la felicidad a lo largo de su vida.
Moral como estructura y moral como contenido. Los seres humanos tenemos
una estructura moral, por lo cual nuestro cerebro hiper normalizado, genera una
distancia del mundo que nos rodea, y entendemos al medio dependiendo del
mundo que nos rodea, y así vamos generando una gran cantidad de
posibilidades de respuesta. Entre esas posibilidades tenemos que elegir entre
todas esas posibilidades de las cuales tenemos que responsabilizarnos de lo que
vamos a elegir.
Las cuestiones morales son muy subjetivas cada uno tiene su moral, ya que los
contenidos morales son diferentes tanto en los humanos como en las culturas,
todos tenemos estructura moral, pero todos desarrollan distintos lenguajes
morales, dependiendo a sus culturas y su contexto, los chicos no aprenden lo
que escuchan sino aprenden de lo que hacer.
El dialogo es mejor que la violencia, pero si le dicen que esa cultura es violenta,
usted pensaría esa cultura podría cambiar, y esa afirmación al cambio es lo que
hace un ser reamente moral
• Objetivos de desarrollo del milenio.
• Derechos humanos y capacidades básicas
• Democracia
Economía ayudando a formar buenas sociedades, creando riqueza al servicio de
la comunidad
Estar al servicio de dignidad humano y hacia la naturaleza
Realizaciones o bajos de moral sin ganas de emprender los retos morales, la
ética sirve para ahorrar en lo que se debería ahorrar y gastar lo que en realidad
se debería gastar.
No hay que generalizar todos somos corruptos o todos no han tenido las
oportunidades. Hay mucho que sacar bueno de la sociedad, deberíamos estar a
la altura de nuestros sueños,
Las religiones han hablado de un pecado natural. Hoy en día hay gente que dice
que tenemos una estructura moral pero esa estructura moral se viene afectada
por el famoso gen egoísta, que hace que seamos inevitablemente egoístas, cada
uno se ocupa de si mismo sin preocuparse por los demás.
La idea del egoísmo biológico, el misterio del altruismo biológico, ósea los seres
humanos altruistas, gasta recursos propios para ayudar a otros, en primer lugar,
un autor como Hamilton dice que hay altruismo genético, como cuidar a nuestros
hijos cercanos parientes, etc.
La pregunta es si tenemos la capacidad de ir mas allá, es nepotismo es algo de
toda la historia de la humanidad, actúa con los demás con la medida con la que
actúan tus genes, pero no es así los seres humanos vamos más halla de
nuestros genes, los seres humanos no solo son altruistas con sus parientes, sino
que estamos dispuestos a dar, cuando sabemos que estamos dispuestos a
recibir, ósea los seres humanos somos reciprocas damos y recibimos. La
reciprocidad indirecta, yo te doy y tú me das, retribución en el tiempo,
Esa capacidad de reciprocar esta por encima del egoísmo puro, y aparece la
gran característica de los seres humanos de cooperar, ayudándonos unos a
otros, esa ayuda mutua es la que hacen que progresen las especies, son los que
salen adelante. Es bueno ayudarse uno a otros, para sobrevivir necesitaban
ayudarse, pero los que venían de afuera eran extraños y peligrosos, es nuestra
cooperación la que nos permite sobrevivir. Las emociones se situaron en el
cerebro antes que la razón, y estas interesados siempre en el cercano mas no
en el cercano, y como dice el dicho ojo que no ven corazón que no siente, es
importante conocerse a si mismo, y lo que queremos es preocuparnos de solo
los cercanos, hasta donde queremos llegar ayudar a los que están lejos. Es
mejor generar aliados que adversarios, mas vale generar aliados que
adversarios, la empresa que genera buenas cosas y aliados genera mejora y le
va mucho mejor, generando capital social, el que crea adversarios genera odio
y destrucción.
Las personas además de ser inteligentes deben tener sensibilidad moral, con
sentido de la justicia y sentido de la gratuidad que es el momento de la sabiduría
moral. Quienes son los excluidos aquellos que no pueden devolver nada de lo
que le damos.

En uno de sus libros tempranos, prolongado por López Aranguren, Adela Cortina
(Valencia, 1947) definía la ética como una suerte de reflexión filosófica sobre la
moral realmente vivida. Y así, si hablar de moral sería hablar del comportamiento
humano en cuanto caracterizarle como bueno o malo, tomando en consideración
los códigos o principios que lo orientan, la “ética” o “filosofía moral” supondría un
“segundo nivel reflexivo acerca de los juicios, códigos y acciones morales ya
existentes, a los que elevaría a consciencia y, en definitiva, clarificaría. En este
sentido, la ética sería algo así como una teoría filosófica de la acción humana.
Una teoría que no ignoraría el carácter contingente de su objeto.

Muchos años, y muchos libros después (Ética mínima: Introducción a la filosofía


práctica, 1986; Ética sin moral, 1990; Ética aplicada y democracia radical, 1993;
Ética civil y religión, 2002; Justicia cordial, 2010) Adela Cortina vuelve sobre su
gran tema, la ética, centrándose en su utilidad, que es, -nos dice ahora- la de
nuestra propia capacidad moral, que debemos convertir en algo máximamente
fecundo o rentable. Ya se sabe que la forma de la pregunta condiciona, por lo
general, la respuesta... Sea como fuere, se diría que Cortina, convertida
entretanto en una experta en “ética de los negocios”, nos lleva en esta última
muestra de su trabajo desde las cimas del kantismo más puro y riguroso, con su
tesis del primado del deber y, en consecuencia, del carácter de fruto colateral de
la felicidad, en el que se formó, las covachuelas de un sutil humanitarismo. Y si
en plena “tangente ática” Aristóteles escribió que “la verdadera felicidad consiste
en hacer el bien”, su heredera en el oficio Adela Cortina nos recuerda ahora que
“la ética sirve para apostar por una vida feliz, por una vida buena, que integra,
como un sobreentendido, las exigencias de la justicia y abre camino a la
esperanza”. Y no solo eso. Porque también vendría a servir, según nuestro autor,
para resolver, encauzar y enderezar otras muchas cosas, no menos importantes,
hasta el punto de dar al lector la impresión de que la ética sería una especie de
curalotodo mágico, tan “útil” o tan “rentable” como para suturar potencialmente
todas nuestras heridas. Y así, serviría para abaratar costes, crear riqueza y
enseñar a priorizar invirtiendo en lo que realmente “vale la pena”, como serviría
también para intentar forjarse buen carácter, para recordar que los seres
humanos necesitan ser cuidados y están, a la vez, hechos para cuidar de
próximos y no tan próximos, para recordar que es más prudente cooperar que
buscar el máximo beneficio individual, para ser protagonista de la propia vida y
para aprender a degustar lo que es valioso.

Pero la ética sirve también, para Cortina, para “cambiar las tornas y tratar de
potenciar las actitudes que hagan posible un mundo distinto”. Nada menos. Es
obvio que las actitudes morales importan mucho. Tanto como lo que las hace
posibles. Pero llegar a sugerir, pongamos por caso, que los innumerables casos
de corrupción a que asistimos tienen su origen en desfallecimientos de la
voluntad moral sería casi un sarcasmo. ¿Puede prescindirse así de las
cuestiones estructurales? ¿Qué entiende la autora por un mundo distinto? ¿Cuál
sería su base material? Y, ¿de qué justicia hablamos al sugerir la conveniencia
de conjugar justicia y felicidad? ¿De la justicia completa o universal, de la
correctora o conmutativa o de la distributiva? Particularmente inquietante resulta,
por lo demás, la invocación de nuestra autora, siguiendo a Jeffrey Sachs, a la
compasión de ricos y poderosos a su voluntad de ser respetuosos y honestos
con los demás como “motor de cambio”.
Se diría que a la luz de esta obra no existen otros valores que los morales
“puros”. Y, sin embargo, no parece prudente -ni posible- prescindir de las razones
bien de anclaje remotamente religioso, debidamente depuradas, bien políticas,
sociales y económicas de connotación siempre fuertemente axiológica, a la hora
de habérselas con estas exigencias. Como tampoco parece conveniente ignorar
las causas reales de nuestros antagonismos constitutivos, ni menos aún de las
de esa variante especialmente dolorosa del mal moral que es el mal social, un
mal que no se reduce al estado de “humillación” al que tantos se ven hoy
condenados.
En la denuncia de las raíces morales de la actual crisis y de cuanto lo ha hecho
posible -en el plano ético, claro es-, así como en la defensa de los valores del
ciudadano activo y de una democracia “verdadera” esta obra alcanza, sin duda,
su momento culminante. Con un matiz: ¿por qué no más atención a la
responsabilidad legal? Algunos lectores no podrán menos de pensar que Cortina
ha trazado las líneas maestras de un intento -uno más, y van muchos- de
recomponer un alma moral a este mundo desalmado sin tocar sus fundamentos
materiales.

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