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Él era experto en las artes amatorias, más Casanova que Don Juan y más estratega que atractivo.

Dominaba la palabrería y sabía enjaezar con sus habilidades a cualquiera. Conocía los mejores
bailes y vestía siempre a la situación. Sabía de perfumes y poesía. En fin, todos disfrutaban de su
presencia.

Lo único que guardaba para él eran cuatro reglas que nunca le habían fallado: no visitar el mismo
lugar dos veces; respetar a sus amadas; nunca usar el mismo nombre y evitar que entre ellas se
conocieran.

Un código moral impecable que le permitía conquistar nuevos lugares y corazones. Y no es que él
lo buscará, a veces las cosas simplemente pasan. Hay personas que parecen haber nacido para
eso.

Casanova, dicen, conquistó a más de 132 mujeres. Pero él era diferente, si multiplicas por 5 ese
número quizá te puedas acercar a la respuesta. Fue esa la razón que lo llevó a su retiro. Ahora es
un jubilado que no tuvo otro remedio más que alejarse a vivir en una granja. El único lugar en el
que podía estar a salvo, al fin de cuentas sus animales nunca hablarían.

Y ¿cómo fue que paró a vivir en ese lugar? Es fácil la respuesta, llegó el momento en que ya no
quedaban más lugares, ni más nombres disponibles. Y en lugar de seguir sus normas decidió
romperlas…

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