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CASO:
Mujer de etnia gitana, de 33 años, que ingresa con cuatro hijos de 14 años; 10
años y mellizos de 18 meses. La llamaremos con un nombre ficticio: Macarena.
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-Falta de respeto de la madre hacia sus hijos y de ellos hacia su madre.
-Comunicación basada en gritos, insultos, amenazas...
-Macarena defiende a sus hijos con excusas incoherentes, probablemente
porque es un acto reflejo adquirido durante los años de maltrato de su
compañero para con ellos..
-Refuerza conductas negativas de sus hijos( se ha llegado a reir cuando uno de
ellos hace algo indebido, que debería sancionar).
-Conducta infantil de Macarena.
-Ausencia de refuerzos positivos.
-Los niños no obedecen a su madre.
-No la escuchan: está desvalorizada , continuando con la desvalorización de
que era objeto por el agresor.
-Los dos mayores se relacionan poniendo en evidencia alta agresividad.
-Confusión de roles: el mayor actúa como padre-hombre, poniéndose por
encima de su madre, asumiendo la autoridad que ella no tiene.
-Separar al más débil, o al que esté más afectado . Se lo lleva a otro lugar,
donde pueda tranquilizarse, mediante técnicas de relajación-respiración.
-Se le explica a Macarena que en ese instante omita la atención de su hijo,
para no reforzar su conducta.
-Cuando se lo considera el momento más adecuado, se reúnen la madre, el
niño y el educador para tratar el problema. Es probable que la madre o los hijos
no quieran hablarse, pero el educador tratará de convencerles de que se
necesita resolver la situación por medio del diálogo.
Es muy importante que cada uno pueda expresar cómo se sintió,
comenzando por el agredido, ya que apelar a verbalizar los sentimientos
dará la pauta al agresor del daño que se hace a la madre, lo cual no era
seguramente su intención.
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Por otra parte, algunas veces hay una respuesta agresiva por parte del
hijo, bien cuando se siente injustamente tratado, bien cuando la madre
utiliza términos agresivos, demanda urgentemente o no respeta la
actividad del hijo en ese momento, por mucho interés que tenga el niño
en dicha actividad.
Este es un momento en el que resulta indispensable lograr el
reconocimiento de ambas partes de lo mucho que se quieren y el daño
que pueden causarse cuando se agreden.
-Momentos después de la agresión, el educador se reunirá por separado con la
madre y el hijo.
-Tanto el agresor como la agredida firmarán unos compromisos ante el
educador, orientados a evitar cualquier tipo de agresión y a adoptar otras
medidas en la resolución de conflictos.
-El educador ( y todo el equipo, enterado de dichos compromisos) irá revisando
con el tiempo la marcha de los mismos, reforzándolos positivamente si los van
cumpliendo.
En caso contrario, se les animará a que los cumplan, analizando los por qué y
buscando soluciones conjuntas.
-El ir analizando la evolución de las relaciones entre madre e hijos, con los
propios protagonistas, es indispensable para que se reconozcan situaciones de
violencia intrafamiliar y se corrijan en el momento en el que hacen eclosión.
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INTERVENCIÓN DESDE LA USMI (Unidad de Salud Mental Infantil)
CASO:
Javier es el pequeño de dos herramos. El mayor tiene ocho años más que él, y
se independizó dos años atrás después de acabar sus estudios universitarios.
En la actualidad tiene un buen trabajo, y mantiene una buena relación con sus
padres. El padre de Javier trabaja para una compañía europea y desde antes
de que Javier naciera se ha dedicado a viajar toda la semana, viniendo a casa
solo los fines de semana. La madre es funcionaria, aunque ha tenido varios
períodos de baja laboral al no encontrarse bien por los problemas de Javier.
A nivel académico Javier es descrito como un niño con buena capacidad, que
aunque no se ha esforzado nunca a nivel de estudios, saca la primaria sin
dificultades. Cuando pasa a la ESO en un Instituto nuevo, se produce un
fracaso académico claro, habiendo repetido 2º de la ESO. A nivel social, Javier
cambia de grupo de amigos hace unos años, relacionándose con los
repetidores y comenzando a salir hasta altas horas de la noche y a fugarse de
las clases.
La problemática conductual grave comienza hace ahora dos años, con fugas
de casa, incumplimiento de horarios, mentiras, consumo de canabis y
pequeños robos en casa. En los últimos meses, cuando los padres han
intentado poner límites a Javier, ésta ha comenzado a mostrar agresividad
verbal y física tanto hacia el padre como hacia la madre. Ha llegado a
marcarles con moratones en diversas ocasiones y a amenazarles con cuchillos
si no acceden a sus demandas. La información referente a la violencia con los
padres no la relatan hasta la cuarta entrevista, según cuentan los padres por
vergüenza. La respuesta de Javier cuando en confrontado por estos hechos es
culpabilizar a los padres por provocarle.
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del padre, ante lo que la madre responde con rechazo hacia el padre y una
protección permisiva de Javier.
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CASO:
La problemática de Héctor está presente desde hace casi cinco años, habiendo
pasado un periodo breve en el Centro de Recepción sin que esto supusiera
cambios en las conductas. La madre y su pareja acuden desde hace años a las
citas regulares den el SEAFI, siguiendo las pautas que allí se les dan y que se
han centrado en modificar estilos de manejo.
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Los factores etiológicos implicados son: altos niveles de impulsividad, bajo
rendimiento académico, modelamiento de conductas agresivas del padre,
carga biológica del padre, estilo de manejo de la madre, estilo de interacción
del nuevo núcleo familiar.
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INTERVENCIÓN EN LOS SEAFIs
CASO:
Introducción
En este trabajo se va a tratar de analizar una de las problemáticas en la familia,
con la que nos encontramos muy frecuentemente y que voy a tratar de
describir.
Ante este planteamiento del problema de difícil resolución, querría realizar una
división en diferentes momentos del tratamiento, para facilitar su comprensión,
utilizando un caso como paradigmático para ilustrar de forma paralela, las
posibilidades de intervención.
Esquema de actuación:
Estudio de la demanda de los padres: Los padres hartos de haberlo probado
todo, para evitar que se repitan situaciones de violencia y nuevas
intervenciones de la policía, optan por plantear unas medidas que saquen al
menor de la casa. Estas se concretan en dos, según la edad del joven (16):
internamiento o emancipación.
Análisis de la situación
El trabajo de intervención va a durar siempre con la madre y su compañero,
tres meses (entrevistas semanales). En las primeras entrevistas (a veces es
preciso hacerlo en la primera, por el deterioro de los acontecimientos), debe de
hacerse un primer análisis y un diagnóstico de la situación familiar, atendiendo
a todo lo que se juega en lo que se dice, por ejemplo en el caso que presento
en paralelo, de vez en cuando en el discurso de la madre, había una forma de
comparar, o identificar a la hija con el exmarido, este tipo de identificaciones es
demasiado común. Ella veía en su hija similares comportamientos a los de su
ex, en temas de violencia y de abuso de substancias, en el padre era el alcohol
en la hija era el hachís. Este tipo de identificaciones a veces subliminares, no
son nunca buenas, ya que colocan al hijo en el lugar de la confrontación
permanente y no dejan ver las diferencias y cualidades de éste.
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Veamos pues un poco más de este caso para situarnos en el momento inicial
del tratamiento.
Estudio de caso.
Momento de violencia inicial.
Por todo ello, la atención social no se puede aliar a los padres, buscando “la
tranquilidad” a costa de separar, al menor de los padres, si no que se deben de
buscar otras vías, para volver al diálogo. Tampoco hacer el caso nuestro
asumiendo nosotros la responsabilidad de su resolución. El problema implica a
toda la familia generalmente y debe de entenderse así. La conducción de la
cura tiene que ser en todo momento protagonizada por los padres, que son los
que inician el caso, (en el supuesto que sean otros, ha de implicarse a estos de
igual forma). Nuestro cometido será ayudarles en esa conducción mostrándoles
las carreteras secundarias y principales, analizando con ellos los pros y los
contras, siendo la decisión final la de los usuarios.
* * *
* * *
En esta primera fase del tratamiento se trata de cortar por todos los medios, la
violencia en la familia, planteando que esta cuestión solo puede traer
consecuencias todavía peores. En este sentido es interesante situar la
subjetividad de los padres, viendo los fantasmas existentes, por ejemplo en
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este caso, aparece la cuestión que es necesario separar, entre lo que pasó con
su marido alcohólico, que aunque no era violento había una lucha constante
por que dejara la bebida... Ella la sitúa también como consumidora de hachís y
otras sustancias e intenta un tratamiento con la psicóloga de la UPC, que no
funciona. Cuando se consigue ver que la chica no es una adicta, que fuma
esporádicamente, como una gran parte de los adolescentes actuales, puede
empezar a separar y desubicarla de este lugar y podrá entonces intentar tener
otra relación con ella. Esta desidentificación de la que hablaba al principio de
este capítulo, es importante hacerla para lograr que se mueva algo la relación
madre-hija, y permita la intervención. En este proceso también a raíz de este
tema, se aprovecha para hablar de cuestiones que mostraban una falta de
asimilación de la separación, no solo por parte de la madre, sino también por
parte de la hija. Había en esta separación muchas cosas tapadas por la madre
(y el hermano mayor como cómplice), para que sus hijos pequeños no
sufrieran. De esta forma el alcoholismo paterno estaba muy mitigado al igual
que las disputas y violencia de la pareja. Este ocultamiento favorece siempre
ciertas idealizaciones y preguntas que no tienen respuesta. En este sentido la
joven reprochaba que no se le hubiera hablado de su enfermedad que le
condujo a la muerte. No le perdona que se enterara tan tarde.
Surgen en este momento por tanto cuestiones que no se habían hablado de la
separación, favorecidas también por haber otro hombre nuevo compañero de la
madre, no porque éste las impidiera sino por que no era cómodo hablar de
aquello delante de él.
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Esto no impide que se hable de todo incluso de la emancipación, pero es
importante que se diga que esta no se desea por parte de los padres, si este es
el caso.
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Nuevos episodios violentos
Estos temas son importantes que afloren para que cada miembro de la familia,
pueda hacer sus interpretaciones que contribuyan a realizar una construcción
del tema, que pueda finalizar en la asimilación final del problema. También
contribuyen mucho a empatizar y que cada uno pueda entender mejor la
posición del otro, llegando a comprender mejor su forma de actuar.
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Subjetivación del problema
También hubieron charlas que no llegaron a ser ya fuertes entre la madre y los
tres hijos, quedando al margen el compañero de ésta por voluntad propia y por
que en este momento no era necesario. En estas charlas la menor reconoció
algo de su problema, pudo subjetivar que el problema también lo tenía ella,
siendo éste el principio de todo cambio, es decir no se puede cambiar algo, si
no existe una consciencia de que hay un problema que resolver. Esta
interiorización es básica cuando se trabaja con menores, ya que es muy difícil
de que éstos reconozcan de que el problema no es solo de sus padres, sino
que ellos también tienen algo que ver. Y esta cuestión puede facilitarse con el
discurso de los hermanos.
El trabajo terapéutico debería realizarse con los menores y con los padres. No
obstante, en los casos habituales que los adolescentes no quieren venir, sobre
todo en los comienzos del trabajo familiar, es interesante trabajar con los
padres en un primer momento (la madre biológica y el compañero de ésta en el
caso que expongo), haciendo sesiones individuales y de pareja, ya que la
visión de uno puede complementar a la del otro, siempre tratando de buscar
una objetividad en el caso y la necesidad de que exista un acuerdo entre
ambos. En el caso que vemos la valoración de que él empezaba a notar un
cambio en la chica, muy leve pero que podía favorecer el pronóstico, fue muy
importante para demostrar que existían esperanzas de solución.
Etapa de cambio.
Así podemos llegar a esta etapa que a veces como en este caso, puede ser
desesperante, ya que los cambios son pequeñísimos, y hay que seguir
manteniendo la calma, la esperanza, la tranquilidad, etc. Pero a su vez,
muchas veces esta etapa puede ser peligrosa por que puede salir el malestar
acumulado en las anteriores, y ahora que la cosa está más tranquila,
expresarlo, con el peligro que ello comporta de involucionar todo lo conseguido.
En este sentido la regla debe de ser: evitar el reproche, ya que las conductas
pasadas obedecían a otro momento, a otra fase donde la falta de comprensión
de la situación, la aparente falta de comunicación y de diálogo, llevaban al paso
al acto, en forma de fuga, violencia,... La falta de escucha que siente el
adolescente lleva con frecuencia a esta actitud, sin que pueda evitarse. Por
supuesto es fundamental señalar los pequeños cambios que aparecen,
tratando de ver si son especialmente significativos, es decir si determinada
modificación sustancial puede producir una mutación a una nueva etapa.
El futuro
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respeto, de límites y horarios, que no vienen de los padres, pero que ofrecen
una entrada en el mundo de los adultos, la socialización reconocida...
El reto posterior es tratar de conseguir que después de aceptar estas
responsabilidades que el trabajo conlleva, pueda plantearse de nuevo la
formación para la mejora de su situación.
Pensar en el futuro es ya una forma de salir de la adolescencia centrada en lo
inmediato, ya que trata de controlar los cambios de su entorno, sobre todo los
de su propio cuerpo. Esta proyección muestra una apuesta por el porvenir.
El caso que comento muestra una evolución constante, ya que ahora que se
está manteniendo el trabajo en un lugar difícil para la sujeto (de cajera en un
supermercado con uniforme), plantea la vuelta a los estudios, como en muchos
adolescentes que ven que el trabajo no cualificado no es rentable, ya que
observan que su esfuerzo no está bien recompensado por el dinero que ganan,
con lo cual muchos vuelven a estudiar para buscar otras posibilidades de
empleo futuro, mucho mejores. Este es nuestro caso, llega a concienciarse y
acude voluntariamente a nuestro departamento a informarse de la posibilidad
de hacer un módulo formativo el próximo curso, con el educador del equipo,
para poder mejorar su situación.
Todo ello a pesar de que esta nueva situación supone hasta cierto punto un
agotamiento para la madre, que ha comprendido que solo puede esperar,
aguantar y seguir movilizando a sus hijos por la búsqueda de empleo,
reconociendo que ella ha propiciado esta situación por que les ha dado todo
hecho a sus hijos hasta ahora, y estos no han aprendido suficientemente a
enfrentarse con los problemas.
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INTERVENCIÓN DEL EQUIPO DE MEDIDAS JUDICIALES
CASO:
Luis es hijo único y sus padres están separados desde hace varios
años. En el momento en que llega el caso a nuestro equipo, el menor vive con
su madre en un apartamento bien situado que reúne las condiciones mínimas
de habitabilidad. Esta vivienda se tiene en régimen de propiedad con cargas
económicas. La madre acaba de empezar a trabajar en un locutorio telefónico.
Antes de ir a vivir con su madre, Luis estuvo durante ocho años en acogimiento
familiar en familia extensa con sus abuelos. El contacto del hijo con el padre
ha sido esporádico.
En primer lugar, contactamos con los servicios sociales municipales que nos
confirman que conocen el caso, ya que la madre acudió solicitando ayuda
debido a los problemas de conducta de su hijo pero reconocen que la
intervención no ha sido posible por no considerar la madre válidas las
propuestas y orientaciones planteadas por el equipo social de base, aún ni
siquiera sin haberlas explorado. El menor también rechaza la intervención.
Según parece, la madre va contactando con distintos profesionales (también
con un gabinete de psicólogos) esperando la confirmación de su “diagnóstico” y
no aceptando otras valoraciones que no sean aquellas que ella considera
válidas.
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encerrándose en el baño durante unos veinte minutos sin motivo aparente,
durante la entrevista observamos dificultades en el razonamiento, en el
lenguaje y en la expresión, cierto alejamiento de la realidad, reacciones
incoherentes (risas injustificadas, movimientos corporales extraños, etc.). En
cuanto al padre, se observa una elusión de responsabilidades y un escaso
interés por lo que se habla (hasta el extremo de estar a punto de dormirse en
un momento de la entrevista). La madre exterioriza su angustia y se
considera víctima de la situación.
Tras este primer encuentro citamos a los pocos días a Luis en su domicilio.
Mientras tanto, la madre nos llama con frecuencia por teléfono para
transmitirnos su angustia por las conductas que presenta su hijo. Le
advertimos de que nuestra intervención es puntual ya que debemos dar
cumplimiento a 40 horas de prestación de servicios en beneficio de la
comunidad. Le orientamos para que acuda al SEAFI del municipio pero ella
rechaza esa propuesta ya que no confía en los servicios sociales municipales.
Las informaciones que nos transmite la madre van en la misma línea y por ello
le proponemos que pida cita lo antes posible en la Unidad de Salud Mental del
centro de salud municipal.
La siguiente cita con Luis la convocamos fuera del domicilio, para verificar si
es capaz de recordar y asumir ese compromiso. El joven no acude a la
entrevista. Por ello, y dada la situación, en la cual es prioritario ver al joven al
margen de verificar si es capaz de cumplir compromisos, decidimos mantener
los encuentros en su casa.
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había propiciado nuestros primeros contactos con este caso. De hecho, en
esos momentos y en el estado en que se encuentra Luis no le vemos capaz de
llevar a cabo la prestación.
Finalmente, tras valorar la situación se decide por parte del Juez de Menores la
modificación de la medida de libertad vigilada cautelar por un internamiento
cautelar en un centro terapéutico de Valencia.
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para este proyecto Daphne: se trata de aquellos casos de maltrato intrafamiliar
cuya intervención no ha podido ser completada dentro del medio abierto por su
especial gravedad, siendo necesario el internamiento.
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