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El docente Superman

“El docente es multifacético. No solo debe enseñar: también debe moralizar, educar las
emociones y sentimientos, alimentar, contener, pacificar.”

¡Se esperan tantas cosas del maestro! Que sea un transmisor de conocimientos, un
“creador y un provocador permanente”, un “motivador” que “ame la infancia”, un héroe
capaz de vencer todos los obstáculos para cumplir con su misión, un mago para “poder
hacer mucho con pocos recursos”, un sacerdote dispuesto a sacrificarlo todo. Un docente
debe ser “experto en solucionar problemas” de las diverso tipo (de aprendizaje, de
conductas,de disciplina, de drogadicción, de abandono familiar, de violencia; de
burocratización, etc). Debe saber matemáticas y enseñar esa disciplina, pero con eso no
alcanza: también debe garantizar que sus alumnos aprendan realmente y lo demuestren en
las evaluaciones del Ministerio de Educación o los organismos internacionales. También
debe saber relacionarse con los alumnos y sus familias, aunque ninguno de ellos tenga
interés en la escuela ni en el aprendizaje, a pesar de que a veces se muestren agresivos y
hasta violentos. Debe estar en condiciones de lidiar con los más variados y agudos
problemas sociales que los alumnos “traen consigo”, porque es imposible que los dejen
“fuera de la escuela”.

Hoy en dia se puede observar cómo se refleja la violencia social en el interior de las
aulas y en consecuencia el ambiente de trabajo hostil que se vivencia, el cual el
docente debe saber manejar, controlar, intervenir, ya sea como psicopedagogo frente
al ataque violento de un estudiante, como enfermero de un hospìtal público ante la
posible lesión de un alumno, como “padre/madre” ante una confrontación entre
compañeros, o como “policía” para evitar inconvenientes en los recreos,
formaciones, entradas y salidas.

También debe estar dispuesto a colaborar con sus colegas, aunque ellos no tengan interés
ni tiempo para colaborar con él. Debe, asimismo, mantener una relación cordial, respetuosa
y de colaboración con directores y supervisores, aunque estos sean incapaces, injustos o
arbitrarios. Hay quienes esperan, incluso, que el docente predique con el ejemplo. Si
pretende enseñar valores, debe mostrar con su vida (y no sólo con su prédica) que es una
persona virtuosa. Muchos creen que bastan estas cualidades personales para tener
“autoridad” y gozar del respeto de los alumnos, sus familias y la sociedad. Y para terminar
con esta enumeración digamos que no faltan quienes suben la apuesta y sostienen que un
“verdadero maestro” no puede ser “una persona banal”, sino que debe ser “serio” (pero
también “alegre” y con “sentido del humor”).

Por lo tanto, si tuviéramos que diseñar una imagen de esa proyección de docente que
genera el imaginario social sería una mezcla entre un payaso, una maestra de escuela
del siglo XIX, un sacerdote, un verdugo -un juego de mesura digno de Maquiavelo-,
un terapeuta, una actriz de comedia, un juglar, un vigilante, un robot, un mago y una
monja de claustro.
Desde luego, podrían agregarse otras cualidades a esta lista arbitraria. El lector docente
seguramente podrá seguir con este ejercicio; pero le sugerimos que lo haga con humor y,
porqué no, con una pizca de sana ironía. Humor e ironía pueden favorecer la distancia y la
reflexión crítica respecto del sentido y las consecuencias de estas consignas
contradictorias.

Si sumáramos todas las demandas y expectativas que la sociedad deposita sobre el


docente, este debería ser una especie de superhombre (más bien, supermujer): una entidad
magnífica tan improbable como imposible. La sociedad y los gobiernos, siempre “generosos”
en exigencias, son proporcionalmente mezquinos a la hora de proveer a los docentes los
recursos y condiciones necesarios para satisfacerlas. Muchos docentes sienten en carne
propia esta contradicción. Lejos de la felicidad “vocacional”, sienten culpa, vergüenza,
impotencia o rabia, y muchas veces una mezcla de todos los sentimientos. Algunos se
refugian en la rutina y “hacen la plancha”; otros “hacen como que” estan actualizados y
aprender las jergas pedagógicas de moda, esas que se oficializan en los planes y
programas de los ministerios. Otros resisten, luchan, reflexionan e intentan recuperar la
iniciativa para no ser meros ejecutores de -o “resistentes” a- las políticas de turno.

Grimson, A., Tenti Fanfani, E.; “Mitos sobre los docentes”, en ​Mitomanías de la educación
argentina​, Buenos. Aires, Siglo XXI, 2014, pp. 74-75
(norma IEEE)
Acerca de cómo trabajamos la primer ejercitación grupal

Leímos la actividad y el texto en cuestión, entre acotaciones y alguna que otra broma.
Pusimos en común lo leído y empezamos a hablar del tema, no sólo de la actividad, sino del
tema.
Una de las chicas contó un par de anécdotas acerca de experiencias vividas por su padre,
un profesor de lengua y literatura que se las vio negras en una oportunidad en un
bachillerato nocturno, cuando un alumno de adultos entró alcoholizado y drogado a su aula,
rompió el vidrio de la ventana y de uno de sus pedazos tomó un vidrio y se lo puso en la
garganta a otra alumna, embarazada de siete meses.
Otra de las integrantes comentó su propia experiencia en la educación no formal como parte
del proyecto, concluyendo en algunas de las perspectivas de la sociedad.
Una vez debatido ciertos temas sobre la educación y el rol del docente, se comenzaron a
discutir la ubicación de los párrafos a anexar, la temática de cada uno y cómo redactarlo,
siempre tratando de que hubiera una coherencia con el autor (una continuidad).
Aún sin ponerse de acuerdo sobre cómo empezar a redactar, una de las compañeras
compartió un diálogo escuchado entre docentes que debatían la inclusión de uno de sus
alumnos.
A partir de las anécdotas propuestas, se sugirió incluir la experiencia vivida por el profesor
de Lengua y Literatura como un paradigma del docente “multifunción” (o multifuncional) en
la actualidad.
Pero así como comentaban historias sobre las capacidades del docente, muchas veces
forzada, una integrante del grupo también dio su aporte para los casos contrarios, donde el
llamado “profesor” carecía de toda didáctica y pedagogía.
Nuevamente se retomó la tarea de analizar cómo introducir estas ideas en el texto original,
si relacionarlos haciendo hincapié en la inclusión y la astucia del docente de poder
sobrellevar una situación con variables que pueden perjudicar el aprendizaje, sobre cómo
afecta la violencia indirecta ejercida en la sociedad, las redes sociales, el uso de las
tecnologías de la información y la comunicación, o sobre cómo en la escuela se reflejan
todos estos temas.
Luego de decidir qué ideas se querían abordar en los nuevos párrafos, se discutió acerca
de qué manera introducir la ironía (un recurso utilizado por el autor).
Una vez que se pusieron de acuerdo para intervenir entre el primer y segundo párrafo
original, concluyeron en que éste debía centrarse en la violencia social que afronta el
docente.
Una de las chicas comenzó a escribir en su cuaderno las frases que el resto del grupo le
dictaba, de manera que quedó armado el párrafo en cuestión. Sólo que, por falta de tiempo,
decidieron postergar darle la tonalidad del autor a eso que redactaron previamente para
proceder a armar el segundo párrafo.
Como ya habían discutido sobre todo lo que debe hacer un docente en la actualidad, y para
seguir la línea del autor que detalla la actividad como algo que va más allá de enseñar,
decidieron ubicar, luego del segundo párrafo original, un resumen de las distintas piezas que
se pretende que lo formen. Enumeraron personajes que diferían entre sí, pero que les sirvió
para armar ese​ collage​ que describiera todo lo que se le pide ser a un educador.
Transcribieron todas estas ideas que acordaron ordenar, mediante un documento en línea,
para trabajar en conjunto y lograr darle el mismo contexto que el del escritor.

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