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acceso 03-05-2017

Actualidad | Mundo

Así se le gana a la corrupción: los casos de Georgia y


Singapur
La corrupción es un mal que aqueja, en menor o mayor grado, a
todos los gobiernos del mundo y, en algunas ocasiones, a tal nivel
que parece irreversible. Sin embargo, dos países demostraron que
se puede combatir y eliminar de raíz.
Por Bruno Carrillo | 2014-08-04 | 10:37

No hay ningún país que se salve de la corrupción, pero hay varios en que los
ciudadanos deben convivir con ella como una realidad en el día a día. Imagina ser un
peatón y que te pare un policía para que le des dinero y, si no lo haces, te vas a la cárcel.
O tener que desembolsar miles de dólares extra en sobornos al comenzar tu propia
empresa, para poder cortar a través de la burocracia. O tener que dar dinero o “regalos” a
los guardias en inmigración para que te dejen entrar a tu propio país.

Según estimaciones conservadoras del Banco Mundial, al año se paga un billón de


dólares en sobornos de entidades privadas a entidades públicas. Esta cifra no toma
en consideración los montos manejados por malversación de fondos, puesto que son
dificilísimos –sino imposibles– de medir globalmente.

Y aquí viene la pregunta del millón: ¿Se puede hacer algo para combatir y desarraigar la
corrupción aun cuando pareciera estar ser parte intrínseca de la sociedad? La respuesta
es sí, y te presentamos dos países que lo lograron.

El caso de Georgia
Georgia, ubicada entre Rusia y Turquía, solía ser parte de la Unión Soviética y, luego de
su independencia en 1991, heredó un sistema que funcionaba en base a la
corrupción. Todo, desde los policías a la recaudación de impuestos; comenzar una
empresa era prácticamente imposible sin algún tipo de soborno. Mientras que el gobierno
tenía déficit monetario, la élite política se hacía rica con fondos malversados. ¡Se podía
pagar sobornos hasta para entrar a la universidad! Esto duró hasta el año 2003 cuando,
tras la famosa Revolución de las Rosas, que colocó a un nuevo gobierno a la cabeza,
se decidió declararle la guerra a las malas prácticas que llevaban décadas aquejando
al país.

En el año 2010, la organización Transparencia Internacional puso a Georgia en el primer


lugar de países que han reducido el nivel relativo de corrupción, y en el segundo lugar
en cuanto a la percepción pública de la efectividad del gobierno para luchar contra este
problema.

Las principales medidas tomadas a partir del 2003 fueron las siguientes:

1) Reformar el cuerpo policial: se cortó la estrecha relación que había entre la


policía y el mundo de crimen organizado; se aprobó legislación y medidas anti-mafia, se
atacó y arrestó a las cabezas y mandamases de las bandas criminales más grandes en
operativos relámpago, se despidió a 16 mil policías y se contrató gente nueva recién
graduada de la universidad, con mejores salarios (a $400-$500 dólares, diez veces más
que los salarios antiguos). Se instauró un sistema de tolerancia cero contra los sobornos,
con inspectores encubiertos que vigilaban que los oficiales cumplieran su deber.

2) Reforzar Impuestos Internos: se anunció una política de tolerancia cero contra


la corrupción entre las fuerzas de funcionarios públicos de las instituciones usadas para
recaudar impuestos, y lo mismo contra privados. Se comenzó a arrestar a toda persona
que se comprobase que estaba siendo corrupta, incluso autoridades: notablemente
los ministros de energía y el de transportes y comunicaciones, el jefe de la compañía de
ferrocarriles y hasta el presidente de la federación de fútbol, entre otros personajes de
importancia. Se aprobó una reforma tributaria que bajaba los impuestos para promover el
crecimiento económico y mejorar la eficiencia del sistema de recolección de impuestos.

3) Desregulación de negocios: redujeron las regulaciones para los negocios,


eliminaron el requerimiento de licencias y permisos en un 84% para hacer el medio más
atractivo para inversionistas locales y extranjeros, y se modernizó y automatizó el
sistema para procesar permisos y creación de nuevos negocios para hacer más rápido y
menos engorroso el proceso. Resultado de todo esto, Georgia subió en el ranking de
facilidad para hacer negocios, desde 112 en 2005, a 8 en 2014 (Chile está en el puesto
22).

4) Reformar los registros civiles y públicos: se modernizó, automatizó,


transparentó y expeditó el sistema, y se le subió el salario a los funcionarios luego de
reemplazar el 80% del personal, además de implementar la regla de tolerancia cero. Los
procesos se hicieron eficientes y transparentes. En el año 2004, 97% de los
georgianos decía que el registro civil era una de las agencias más corruptas del país. Dos
años más tarde, se revirtió la opinión: un 97% de la población afirmó creer que no había
corrupción en la agencia.

Cabe mencionar que uno de los principales factores que influyó para que todo esto fuera
posible, fue la voluntad política de lograr este cambio. El gobierno que entró a
gobernar en el año 2003 estaba completamente comprometido con eliminar la corrupción,
y por ello contó con 90% de apoyo durante los comicios. El público estaba simplemente
aburrido de tener que convivir con un sistema corrupto. Puedes leer el informe completo de
las medidas georgianas en este link.
El caso de Singapur
Este tigre asiático tenía altísimos índices de corrupción en los años sesenta, pero a través
de diversas medidas y campañas se ha logrado ubicar actualmente en el puesto número 5
de 177 países en el índice de transparencia mundial.

El caso de Singapur tiene varias similitudes con el de Georgia: se optimizaron procesos,


se modernizaron las instalaciones y agencias y se implementó una política de
tolerancia cero para la corrupción. Sin embargo, la piedra angular de las reformas
fue cambiar la legislación y aprobar varias leyes anticorrupción, medida que fue
combinada con una debida ejecución de dichas leyes. Para lograr esto, se instauró una
entidad independiente, el Buró de Investigación para Prácticas Corruptas (CPIB, en
inglés), para descubrir prácticas ilegales e implementar duras sanciones contra quienes
estuvieran vulnerando la ley.

Además, se transparentaron y regularon las funciones de los empleados públicos: se


definió que no podían pedir prestado dinero a personas con las que estuvieran
relacionados, se puso un límite de deuda en relación a los bienes propios (la deuda no
podía ser más de tres veces el valor del patrimonio de la persona), se hizo ilegal el uso de
información oficial para perseguir ganancia personal, se exigió que se hiciera una
declaración anual de bienes y se prohibió recibir regalos o compensaciones del público.

Esto fue acompañado de medidas para recortar enormemente la burocracia y


optimizar procesos gubernamentales como obtención de documentos, permisos y
creación de negocios. De hecho, a estas alturas Singapur rankea tercero en el índice
mundial de facilidad de hacer negocios.

¿Se pueden aplicar estas medidas a otros países?


Sí, aunque tendrían que ser acomodadas y combinadas con otras para calzar en las
distintas realidades culturales y organizacionales del país en cuestión. Los principios en
común que muestran estos dos éxitos fueron esenciales para lograr el cambio: voluntad
política –tanto Georgia como Singapur tenían una directiva comprometida a acabar con
las prácticas corruptas- y enfrentar el problema directamente, sin contemplaciones, a
como diera lugar.

Ambos países tomaron ejemplos de otras naciones antes de decidir qué sectores había
que reformar y cómo, y fueron consistentes e implacables en la persecución de las
prácticas corruptas. Sin embargo, esto no habría sido posible sin la manifestación del
público, que tanto en Georgia como en Singapur estaban hastiados de las prácticas “poco
cristianas” de parte del gobierno e instituciones previas. Una vez más, la primera palabra la
tienen los ciudadanos.

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