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La Britania del Rey Arturo

Conquistada con esfuerzo Britania era una de las provincias más leales del Imperio Romano (si
exceptuamos la región al norte del Muro de Adriano) y contribuía al bienestar económico del Imperio
aportando, entre otros productos, valiosa plata y estaño.
La población de la isla había sido romanizada y posteriormente cristianizada en torno a las principales
ciudades, aunque en el campo el sustrato pagano celta sobrevivía, pero ambas comunidades habían
aprendido a convivir más o menos pacíficamente.
Las cosas pintaban así de idílicas en Britania cuando en 383aD el emperador de origen hispano Magno
Clemente Máximo ordena la salida de la isla de algunas de las tropas allí ubicadas. En un primer
momento nadie pareció darle mucha importancia al asunto, hasta que en 407 los nativos contemplaron
con asombro y profunda preocupación como todas las tropas regulares romanas eran retiradas de la
provincia de Britania. Las incursiones navales de diversos pueblos germánicos en el este, las rapiñas de
los irlandeses en el oeste y el miedo a un colapso administrativo hace que los britanos supliquen al nuevo
emperador que envíe allí una guarnición para hacerse cargo del orden y la defensa, y cual sería su
estremecedor sentimiento de desamparo cuando recibieron la respuesta: "defendeos solos".

Afortunadamente el desastre no sobrevino súbitamente tras la retirada de las tropas romanas; las
ciudades (aunque en cierto declive en esta última época del Imperio Romano) siguieron subsistiendo, la
sociedad nativa celta en sus colinas fortificadas siguió conviviendo en paz con los britanorromanos, el
comercio con el continente siguió vivo y, en la ahora extensa zona fortificada de los Muros de Adriano
y Antonino, un pequeño estamento de oficiales de origen romano seguía manteniendo el poder y el
orden.

Y esa era la situación social: los britanorromanos mantenían el control de las ciudades y sus alrededores,
los caudillos celtas se enseñoreaban de sus colinas fortificadas y los "romanos" de los muros seguían
fieles a su Dux Britanniarum en York, y todos ellos aceptaban ser al menos "coordinados" por una
autoridad central -el antiguo Comes Britanniarum- que mantenía el orden y la paz... al menos hasta la
misteriosa figura de Vortigern.
Vortigern, desde su centro de poder en Wroxester, mantuvo operativa la administración legada por los
romanos e hizo que los ciudadanos reparan y cuidaran tanto las viejas fortificaciones romanas como las
antiquísimas colinas fortificadas celtas. El comercio con el continente seguía vivo y el cristianismo se
afianzaba en la sociedad, a pesar de que el pelagianismo (una herejía predicada por un sacerdote britano
que apostaba por la responsabilidad y la propia voluntad del individuo) se extendía entre las clases
populares y las gentes de las colinas mantenían su religión celta ancestral.
Vortigern había estado reclutando mercenarios anglosajones para hacerse cargo del Comis Litoris
Saxoni, una antigua linea de fortificaciones a lo largo de la costa oriental de Britania, para contener la
amenaza de sus hermanos continentales.
El plan parecía ser ciertamente exitoso, pero alrededor de 446aD una fatídica plaga y una serie de malas
cosechas impidieron a Vortigern contar con dinero o especie para pagar a sus federados germánicos y,
como suele ocurrir siempre que tenemos mercenarios que no han recibido su sueldo, la situación fue
complicándose hasta desembocar en una revuelta abierta.
Estos desórdenes sociales terminaron con el establecimiento de un domino anglosajón de facto de la
zona sureste de la isla. Los habitantes nativos decidieron, o bien cargar con todo cuanto podían llevar
consigo y establecerse más al oeste, o permanecer en sus hogares, donde se mezclaron sin demasiadas
complicaciones con la minoría guerrera anglosajona convertida ahora en élite dominante.
Tan desesperada era la situación que los britanos volvieron a dirigir sus miradas a lo que quedaba de
Roma y pidieron ayuda al general Aecio, héroe de los Campos Cataláunicos. Y también en esta ocasión
las súplicas de los aun leales britanos volvieron a ser desoídas.

Esta desastrosa crisis provocó una confrontación de pareceres entre el Dux, el Comes y las autoridades
urbanas que desembocó en la desaparición de la cohesión britana ahora que la unificadora presencia de
Roma los había abandonado para siempre.

Fue en ese momento cuando apareció la nebulosa figura de Ambrosius, un nativo celta de las colinas.
Muchos de los celtas, profundamente preocupados por lo alarmante de la situación, decidieron emigrar a
la región de Armórica, en la actual Francia, fundando lo que aun hoy conocemos como Bretaña.
Los que se quedaron con Ambrosius decidieron luchar por su tierra. Consiguieron contener a los
anglosajones y repararon parte del Muro de Adriano, aunque este estaba casi abandonado en su zona
occidental y en torno a Yorkshire y la Comis Litoris Saxonis estaba perdida para siempre.

Tras la encomiable pero no demasiado decisiva labor de Ambrosius surge otro misterioso héroe llamado
a permanecer vivo en las tradiciones orales y escritas hasta nuestro días: Arturo.
Entre los documentos en los que aparece Arturo y que han llegado hasta nuestros días los más
importantes son el poema épico Y Gododdin, en el siglo VII e Historia Brittonorum redactada
por Nennius en el sigo VIII. Posteriormente el interés por su figura se reviviría en el siglo XII se le
mencionaría en Historia Regnum Britanniae de Geoffrey de Monmouth y Le Morte d'Arthur, de Chrétien
de Troyes, inspirados ambos en los relatos que aun se mantenían vivos en las memorias de los exiliados
en Bretaña.

Se ha identificado a Arturo con diferentes origenes: el hijo de un britanorromano y una celta, el hijo de
un celta y una britanorromana, el descendiente del Dux o varios héroes galeses como Owain Ddathgwyn.
Presumiblemente la teoría del héroe mestizo (con las últimas investigaciones está cobrando mucha
fuerza la postura que defiende su origen de madre romana y padre celta) podría explicar el éxito que
logró unificando intereses en contra del enemigo común anglosajón. Y, al parecer, su postura más que
permisiva con la población que se mantenía fiel a su paganismo y algún expolio a iglesias y conventos
para financiar sus actividades militares, pueden ser la causa de que no se le mencione en Excidio
Britanniae y que Gildas lo situe entre los "superbus tyrannus" epíteto que dedica a los nobles britanos.

El liderazgo de Arturo parece haber conseguido no solo establecer un vínculo de unidad entre los
britanorromanos y los celtas nativos, si no que logró una serie de decisivas victorias -siendo la más
recordada la famosa Batalla de Baddon Hill en 516- sobre los anglosajones. Tras su muerte en 537
durante la Batalla de Camlann (Gueith camlann in qua Arthur et Medraut corruerunt) sus azañas
aseguraron una paz que duraría casi un siglo y le labraron un hogar en la memoria de la humanidad y le
elevaron al nivel de mito.

Las guerras anglosajonas (o el Exordio Britanniae, que queda más espectacular) pueden ser un excelente
trasfondo de campaña para DBA y deja un abanico muy amplio a la hora de escoger ejército además del
II/81. Sub-Roman British. 407AD-945AD su lista de enemigos y aliados es amplísima E= (a) II/54a, 68a,
73, 81a. (b) II/54ab, 68a, 73, 81b. (c) II/54b, 65b, 68ab, 73, 81c, 82a. (d) II/54b, 68b, 73, 81d, III/19a,
24ab, 40ab, 45a. A= (a) II/78a. (b) II/73 o II/83a. (d) III/40ab. Un escenario de campaña similar a Ard
Ri podría ser una buenísima opción.
Existen varias marcas de miniaturas que tienen en stock miniaturas para representar los ejércitos
britanorromanos en DBA, como Donnington o Essex, con un amplísimo catálogo tanto para los britanos
como para sus numerosos enemigos. Las miniaturas que podéis ver en este artículo son Essex.

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