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¿Hacia un embate de masas entre fujimorismo y antifujimorismo?

SI FUJIMORI VUELVE ADENTRO

Imaginemos que las movilizaciones, opiniones jurídicas y cálculos de costo-beneficio


obliguen a Pedro Pablo Kuczynski a revocar su indulto. ¿Qué pasa entonces? Algo que
primero viene a la mente es la desaparición de la persona, no la causa, de Alberto Fujimori
como factor político, y la consolidación final de Keiko Fujimori como N°1 en Fuerza
Popular.
¿Las cosas volverían a como estaban antes? No exactamente. PPK ya ha perdido la
neutralidad a desgano del sector antifujimorista, algo que no va a recuperar con esa marcha
atrás. Además habrá perdido lo que se consideraba su arma decisiva contra FP, y sus
críticos pasarán a considerarlo un traidor de ida y de vuelta.
El balance de la peripecia indultadora habrá sido entonces el descrédito de PPK, por
indultar y por desindultar, y la desaparición de la mayoría absoluta automática de FP. Una
mínima ganancia para el gobierno, siempre y cuando Kenji Fujimori no pase a ser un
antigobiernista furibundo. Algo comprensible en esa circunstancia.
Quizás Kenji Fujimori podría consolarse pensando que no fue PPK el demiurgo de la
marcha atrás, sino el intenso movimiento de opinión contra el indulto. Después de todo el
Alberto Fujimori de vuelta tras las rejas sería una figura remozada por la experiencia de la
excarcelación. Flaco consuelo, pero consuelo después de todo.
Para los ganadores de la batalla contra el indulto el panorama de la victoria sería real, pero
complicado. Podrán reclamar haber impedido males mayores, pero quizás no quieran ser
considerados por padres de la nueva situación, con un Ejecutivo aun más debilitado, y todos
los poderes del Estado acomodados en la derecha (agudizar las contradicciones).
Aun antes del indulto, que vino horas después, la salvación de PPK solo se prestó a una
celebración agridulce. El indulto mismo no fue celebrado realmente en ninguna parte. La
revocatoria del indulto, de darse, vería al antifujimorismo celebrando, qué duda cabe. Pero
no imaginamos a esa fiesta demasiado animada.
¿Qué posibilidades hay de que PPK dé ese paso? En realidad muy pocas. Entre otras cosas
porque de darse esa revocatoria del indulto, ella será una orden dada desde alguna instancia
judicial. Sería un juicio perdido, digamos, para PPK y Alberto Fujimori. Demoradísimo y
complicadísimo, como suelen ser los juicios en el Perú.

En nombre de la
gobernabilidad, por Francisco
Miró Quesada Rada
“A pesar de todo este prontuario, no de cualquier delincuente sino
de uno que tuvo aunque sea como dictador el gobierno del país, ha
sido indultado en nombre de la gobernabilidad sin ninguna brújula
ética”.

Dio un golpe desde Palacio apoyado por las Fuerzas Armadas.


Disolvió el Congreso Bicameral, el Tribunal de Garantías
Constitucionales, el Consejo Nacional de la Magistratura, los
gobiernos regionales. Intervino la Contraloría General de la
República y la procuraduría. Es decir, afectó el funcionamiento
político de las instituciones que nacen del mandato popular o
forman parte de la estructura funcional del Estado. A pesar de
todo, fue indultado en nombre de la gobernabilidad.

También ha sido indultado en nombre de


la gobernabilidad quien por tres días ocupó manu militari los
medios de comunicación, arrepintiéndose luego por temor a la
presión internacional, pero se las ingenió para crear unos
periódicos con plata de todos nosotros y ponerlos a su servicio
incondicional. Después corrompió a algunos dueños de los medios
de comunicación. Destituyó a los miembros de la Corte Suprema y
cesó a 150 jueces. Depuso a los miembros del Jurado Nacional de
Elecciones y al directorio del Banco Central de Reserva. Para
impedir que estas medidas fueran revocadas, un Congreso de
mayoría genuflexa modificó los recursos de hábeas corpus.

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El amigo faltoso, por Enzo Defilippi

Los presidentes de las cámaras legislativas sufrieron arresto


domiciliario, los partidos políticos y sindicatos estuvieron
ocupados por los militares.

Periodistas, dirigentes políticos y sindicales estuvieron


encarcelados. Sabía de los crímenes de La Cantuta y Barrios Altos,
se calló la boca y luego amnistió a los criminales. Calumnió a
través de los diarios chicha a sus adversarios, políticos y
periodistas, también los ‘chuponeó’. Impidió con dos leyes de su
servil mayoría en el Congreso que se realizara un referéndum
contra su ilegal reelección, cesó a cuatro miembros del Tribunal
Constitucional porque declararon ilegal su intento de reelegirse.
Con dinero del Estado promovió el transfuguismo e hizo fraude en
las elecciones del 2000. Junto con Montesinos creó un sistema de
corrupción en diversas instituciones públicas. Arbitrariamente
cesó a 117 diplomáticos, 300 catedráticos de San Marcos y otros
tantos de La Cantuta, sin demostrar que eran terroristas como se
afirmaba. Y fue indultado.

Tuvo un proceso transparente y fue condenado por una serie de


otros delitos, contra la vida, el honor, la seguridad pública, de
cohecho activo, falsedad ideológica, peculado doloso, interferencia
telefónica, secuestro agravado (Dyer y Gorriti), usurpación de
funciones, compra ilegal de canal de noticias, irregular
compensación por años de servicio a su compinche Montesinos.
Luego de los ‘vladivideos’ y la Marcha de los Cuatro Suyos huyó
del país y renunció por fax, consecuencia del desprecio que tiene
de la voluntad popular y de las leyes, a la que ahora le pide un
perdón genérico como para salir del paso.

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VACIO DE PODER

El indulto a Alberto Fujimori a cambio de un tiempo más


de Kuczynski en el sillón presidencial configura, junto con la
secuela de Odebrecht, el dramático tránsito hacia un vacío de
poder que no es una broma.

Ese vacío de poder a la vista, tan cierto y peligroso, no vamos a


llenarlo con solo un poquito de Gabinete Ministerial como el que
intenta proponernos la desgastada vicepresidenta Mercedes Aráoz
ni con solo un poquito de reconciliación fantasiosa como la que
ofrece el presidente Kuczynski, ni con solo un poquito de paz
familiar en el interior de los todavía enemistados cuarteles
fujimoristas, ni con solo un poquito de orden fiscal y judicial en
medio de las carencias presupuestales y logísticas de tribunales y
magistrados sobrepasados por la dimensión criminal del Caso
Odebrecht.

Con los poquitos de esto y aquello, Kuczynski, Aráoz, los


Fujimori, Pablo Sánchez y Duberlí Rodríguez intentan armar, en
una arquitectura de cuatro palos, una gobernabilidad precaria. Y
nada más.

El vacío de poder amenaza con volver anárquicos el Gobierno y el


Legislativo, con el desbande adicional de cuadros que invocan el
indulto a Fujimori como motivación principal de sus renuncias y
no la corrupción de quienes los convocaron a sus listas electorales
y ahora se ven envueltos en el escándalo de Odebrecht.

En tanto duren las razones de confrontación entre las facciones de


Keiko y Kenji Fujimori y no cicatricen las heridas del último
desgarramiento interno, no puede hablarse del poder de Fuerza
Popular en el Congreso. Muchas identidades están quebradas,
otras cargadas de arrogancia y frustración y no pocas sumidas en
la simple depresión.

¿Cómo tendría que ser el nuevo juego de puentes y entendimientos


entre el Gobierno y el Congreso? ¿Habrá lugar acaso para un
poquito de diálogo o pacto sobre alguna mesa?

Si Kuczynski es consciente de que el tiempo presidencial que le


queda es incierto, su primera responsabilidad pasa por designar a
un primer ministro de respetable personalidad y con clara esquina
política (tendrá que buscarlo con una lámpara milagrosa) que
concentre la confianza pública que ya no puede concentrar él como
presidente. Solo con un primer ministro así puede construir un
Gabinete de ancha base, no necesariamente de reconciliación, pero
sí capaz, por ejemplo, irónicamente, como lo sugiere Carlos
Meléndez, de reconciliar a los damnificados del norte con el
Gobierno Central, haciendo eficaz y rápido el hoy extraviado
proceso de reconstrucción.

Kuczynski necesita sostenerse en una PCM política y eficiente.


Esa PCM no la va construir ni con Fernando Zavala en la sombra
ni con Aráoz en la luz. Zavala insistiría en un tonto “Gabinete de
lujo” y Aráoz en amigos y amigas a vuelta de la esquina. Es más:
Aráoz y Martín Vizcarra, en su poquito de investidura
vicepresidencial que les queda, son el factor de recambio en el
poder en la eventualidad de que Kuczynski pudiera recaer en una
nueva amenaza de vacancia o renuncia.

Un peligroso vacío de poder inmediato, incluso legislativo, está


pues a la vista. Quitémonos la venda de los ojos.

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