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Lengua en blues (Sergio Muñoz)

Soy, pero soy también el otro, el muerto,


el otro de mi sangre y de mi nombre
Jorge Luis Borges

escuché tiernos pétalos tristes


navegando por rieles que cercaban mi voz
galopé en la piedra imaginé una lengua
que desangraba sus máscaras e indagué en la sombra
del espejo y no me vi sino en la síncopa ciega de mi tacto
que no es sino lo que es y lo que la noche me dice que es

recordé la luz intacta y errante


desnudé esa piel oscura que huía y traté de atarla
a su límite le ordené caí bajo su manto
la asemejé a mi mano e intenté dibujar el vuelo
del colibrí que se oculta que la trae y la lleva
que la entrega y la quita con su zumbido y su prisa

porque para mí la idea es el hecho la idea


es la imagen concreta del vuelo -pero no su figura-

la idea es el recuento de esas alas que zumban


como élitros locos como aspas que me comunican
y me alejan del sangramiento del parto como voces
que salpican videncia y se mueven de un lado a otro
en el éxtasis de morder un alfabeto
que se descascara y se ahueca
se relumbra y se inflama y vuelve a arder en la sombra
del torrente sin fin del río que nos llama
por nuestro nombre bastardo y ciego

por ese nombre que aletarga el ala


y misteria la sangre de los hijos
y nos obliga a vivir heridos
la mirada

a través de la cicatriz retorné a las raíces


relajé el reflejo del relámpago en el río
tendí la mano lenta en el agua
y el oleaje respondió mi ruego
me colibrí en el animal que zumba en su talón

me hice hélice del tiempo y traje la aurora y su aullido


me hundí -arena- en su llama y aplaqué el lenguaje de la sangre
me vertí en la luz del espejo y grité
grité de nuevo nombre gemí de nuevo signo
lamí las manos y la sombra
me aletargué tras el último vestigio de la noche
fui directamente a la ceniza y me hice hueso
detalle óseo del que era y del que fui

busqué mi reflejo en los jardines idénticos del fuego


miré mi rostro por última vez
y me reí me reí me rehíce
cambié la faz de esas sílabas fugaces
las llené de verdad me revolqué en el filo de mí
me revolqué en el olor de mi nombre
me revolqué en el color de mi sangre
me revolqué en el mirar de los míos
me nombré
y fui Cereño.

Sergio Muñoz Arriagada nació en Valparaíso el año 1968. Es profesor de música por la Pontificia
Universidad Católica de Valparaíso y dirige el Taller de poesía de la Sebastiana. Ha organizado
diversos ciclos de poesía. En el año 2004 fue uno de los ganadores del Concurso de Publicaciones
Regional de Valparaíso. Ha participado en diversos encuentros de poesía y recitales de su obra en
Chile, Argentina y Perú. Desde el año 2003 dirige Taller de poesía y música en la Cárcel de Valparaíso
y otros recintos penitenciarios de la región. Desde el año 2004 co-dirige el Seminario de Reflexión
Poética en el Centro Cultural La Sebastiana.
Bella durmiente del siglo XX (Jorge Teillier)

¿En qué soñaba la Bella Durmiente


en su sueño que duró cien años?
¿Soñaba con la música muda
de los polvorientos oboes,
o con el hervir de las ollas
que las cocineras descuidaban?

¿Soñaba con los trabajos


de su hermana la Primavera
que sin esfuerzo le preparaba
el encaje de los duraznos
para su boda interminable?
¿O con aquellos dedales de oro
que ella olvidó entregarle
para que la amaran las agujas?

Tal vez soñaba que era una cierva


y que el cocinero piadoso
la hería para salvar a una nuera de una Ogresa.
O soñaba que su hijo era el día
y que la aurora era su hija
y que su abuelo era el tiempo
que pretendía devorarlos.

Tal vez soñaba con bosques


donde no habrá ardillas ni lobos,
ni príncipes que pierden su camino
ni niños que crean en hadas.

Tal vez soñaba con los tiempos


donde se preguntará qué es un pájaro
y donde la luna será sólo
una moneda inservible.

Amigo, no preguntes nunca


en qué soñaba la Bella Durmiente,
que este refrán te lo recuerde:
no hay mejor despertar que el sueño.
Jorge Teillier (1935-1996) juega con su poesía en dos variantes. Por una parte está impregnada por
el deseo del poeta de configurar un espacio propio, de carácter mítico, relacionado con un modo
de vivir particular, aquel que alude a la idea del "lar", al lugar del tiempo perdido, y a la empresa
de recuperarlo en la poesía, a través de ciertos íconos recurrentes, como el sur de Chile, los
bosques pluviosos y mágicos, los trenes que se pierden en la bruma, los pequeños fantasmas
familiares. Por otra, subyace la idea de la soledad urbana, los bares y los marginados boxeadores,
la bohemia y ese "gastar los codos en todos los mesones" que le haría tan conocido entre sus
lectores. Constante resulta además una cierta noción de desencanto en su poesía, la que, unida a
otras características epocales, nos revelará a un poeta perteneciente a un grupo generacional
bastante influyente en la literatura nacional, la Generación literaria de 1950.
El bar de los pobres (Teófilo Cid)

Hoy he ido a comer donde comen los pobres,


Donde el pútrido hastío los umbrales inunda

Y en los muros dibuja caracteres etruscos,


Pues nada une tanto como el frío,
Ni la palabra amor, surgida de los ojos,
Como la flor del eco en la cópula perfecta.

Los pobres se aproximan en silencio.


Monedas son sus sueños
Hasta que el propio sol airado los dispersa
Para sembrarlos sobre el hondo pavimento.
En tanto, cada uno es para el otro
Claro indicio, fervor de siembra constelada.

Y en la pesada niebla de los hábitos


que en ráfagas a veces se convierten
De una muda erupción
De alcohólica armonía,
yo siento que el destino nos aplasta,
Como contra una piedra prehistórica.

Pues somos los que pasan


Cuando los más abren los ojos claros
Al amplio firmamento
Que adunan los crepúsculos antiguos.
El mundo es sólo el sol para nosotros,
Un sol que ha comenzado por besar las terrazas
De los barrios abstractos.

Masticamos sus migajas,


Sintiendo que un espasmo egoísta nos mantiene,
Pues somos individuos, por más que a ciencia cierta
El nombre individual es sólo un signo etrusco.

En los que aquí mastican su pan de desventura


Un viejo gladiador vencido existe
Que puede aún llorar la lejanía,
Los menús elegir de la tristeza
Y darse a la ilusión de que, con todo,
Es un sobreviviente de la locura atómica.

Sentados en podridos taburetes


Ellos gastan los últimos billetes
Vertidos por la Casa de Moneda.
Los billetes son diáfanos, decimos,
Carne de nuestra carne,
Espuma de la sangre.

Con billetes el mundo


Congrega sus rincones
Y parece mostrar una estrella accesible
Sin ellos, el paisaje es sólo el sol
Y cada cual resbala sobre su propia sombra.

Pero la Casa de Moneda piensa por todos


Y los billetes, ¡Oh encanto del bar miserable!
Nos suministra sueños congelados,
Menús soñados el día desnudo de fama
Al levantar los vasos se produce el granito
Del brindis que nos une en un pozo invisible.

Alguien nos dice que el sol ha salido


Y que en el barrio alto
La luz es servidora de los ricos
¡La misma luz que fue manantial de semejanza!

Hoy he ido a comer donde comen los pobres


Y he sentido que la sombra es común
Que el dolor semejante es un lenguaje
Por encima del sol y de las Madres.
Teófilo Cid (1914-1964) desde su juventud sintió gran interés por las letras, según él, ese vivir a
través de las palabras fue una decisión que tomó tempranamente. Oriundo de Temuco, tierra de
destacados poetas, se relacionó desde su etapa escolar con escritores que lo acompañaron en sus
comienzos literarios. En 1933 se trasladó a Santiago. Tras seguir la carrera de Pedagogía en
Castellano, comenzó a trabajar como funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores. Sin
embargo, pronto dejó atrás las responsabilidades de ese cargo y se vinculó con la bohemia
intelectual santiaguina. Ya establecido en la capital, formó junto a otros poetas el grupo
Mandrágora, cuyo objetivo fue difundir, mediante actos públicos y tertulias, los postulados del
surrealismo. En 1963 la comuna de San Miguel le otorgó el Premio Nacional del Pueblo por el
conjunto de su obra poética. Murió el 15 de junio de 1964, dejando dos obras inéditas: Pacto para
noviembre, novela y La razón ardiente, libro de poemas. En 1976, Alfonso Calderón reunió en una
antología, la que llevó por título ¡Hasta Mapocho no más!, todos sus artículos dispersos en diarios
y revistas.
Algunas bestias (Pablo Neruda)

Desde la arcoirisada crestería


su lengua como un dardo
se hundía en la verdura,
el hormiguero monacal pisaba
con melodioso pie la selva,
el guanaco fino como el oxígeno
en las anchas alturas pardas
iba calzando botas de oro,
mientras la llama abría cándidos
ojos en la delicadeza
del mundo lleno de rocío.

Los monos trenzaban un hilo


interminablemente erótico
en las riberas de la aurora,
derribando muros de polen
y espantando el vuelo violeta
de las mariposas de Muzo.

Era la noche de los caimanes,


la noche pura y pululante
de hocicos saliendo del légamo,
y de las ciénagas soñolientas
un ruido opaco de armaduras
volvía al origen terrestre.

El jaguar tocaba las hojas


con su ausencia fosforescente,
el puma corre en el ramaje
como el fuego devorador
mientras arden en él los ojos
alcohólicos de la selva.

Los tejones rascan los pies


del río, husmean el nido
cuya delicia palpitante
atacarán con dientes rojos.

Y en el fondo del agua magna,


como el círculo de la tierra,
está la gigante anaconda
cubierta de barros rituales,
devoradora y religiosa
Pablo Neruda fue uno de los poetas más fecundos de la literatura chilena, latinoamericana y mundial
del siglo XX. La influencia de su vida y obra trasciende el ámbito literario, permeando todos los
campos de la cultura popular y académica, irradiando la historia política y social del país y alzándose
como un referente para la creación artística contemporánea. La creatividad literaria y poética de
Pablo Neruda lo hizo acreedor del transversal reconocimiento de pares y críticos. En 1965 le fue
otorgado el grado de Doctor Honoris Causa en la Universidad de Oxford, Gran Bretaña. En 1945 fue
galardonado con el Premio Nacional de Literatura y en 1971 recibió el Premio Nobel de Literatura,
siendo el sexto escritor de habla hispana y el tercer latinoamericano en recibir tan importante
distinción. El 23 de septiembre de 1973, Pablo Neruda falleció en Santiago víctima de un cáncer de
próstata.
Tan entregado estuve yo (Pedro Prado)

Tan entregado estuve yo a la muerte,


Tanto me despidiera de este mundo,
Que ya, sano otra vez, hoy me confundo
Al no saber gozar mi antigua suerte.

Me veo entre los hombres solo y fuerte,


Más sabio en el amor y más profundo
En el pensar; pero ¡ay!, a un moribundo,
Si regresa, no habrá quien le despierte.

Yo soy como un viajero defraudado,


Contemplando su barco que se aleja:
Todo él es un clamor y está callado.
Cuando mudo regreso, paso a paso,
Al recordar mi barco, aquel ocaso
Para siempre en mis ojos se refleje.
Pedro Prado (1886-1952). Su poesía surgió en un contexto donde interactuaban dos poéticas
antagónicas; por una parte, el modernismo, de espíritu cosmopolita y referentes franceses, y por
otra, un nacionalismo que se tradujo en la lírica chilena, en la exaltación de los valores regionales, a
los que se les insufla una suerte de aliento universal. Prado puede ser ubicado en la promoción de
poetas que comienza a publicar sus primeras obras entre 1907 y 1917, en la llamada Generación
Literaria de 1920. Fue, además, fundador en 1915 del famoso grupo Los Diez, acerca del cual tanto
se habló en aquella época y que nunca pudo ser evocado sin tropiezos, porque muchos detalles
nunca se han esclarecido, sobre todo, considerando el carácter lúdico que los caracterizó. Con este
grupo publicó una revista que alcanzó cuatro números. La obra estrictamente poética de Pedro
Prado se suspendió en 1915, con la publicación de “Los pájaros errantes”, para reanudarse
diecinueve años más tarde, en 1934, con los sonetos del “Camino de las horas” y luego en 1945 con
Esta bella ciudad envenenada.
Hoy parió (Carlos Amador Marchant)

Hoy parió una gata en un rincón de mi casa.


Debe haber llegado a oscuras
desde muchos otros tejados humildes y lejanos.
La vi cuando el sol comenzaba al iluminar la tierra. Ahí estaba
pálida, taciturna, convaleciente.
No reaccionó ante mi presencia
más bien parece haberme narrado con su mirada ingrávida
toda su desesperante aventura. Yo la miré,
y ante mi mirada un maullar suave
estremeció las paredes del patio.
La desconocida, tal vez a las tres, cuatro o cinco de la madrugada,
barrió con todo lo que encontró a su paso: camisas,
trapos, calcetines, diarios viejos. Todo
quedó húmedo y ensangrentado.
Y ante mi asombrada e insistente mirada, pareciendo
comprender la exactitud de las cosas,
cogió de uno en uno
a sus tres cachorros
para llevarlos a un paseo por la vida.
Carlos mador Marchant (1955) comenzó sus actividades literarias en Arica, en 1972, al alero de la
revista Tebaida dirigida por Alicia Galaz. Allí fundará dos años más tarde el grupo literario Disinencia,
en la ex Universidad Técnica del Estado. Ese mismo año de 1974 inicia su labor como cronista en
diarios regionales de la época como La Defensa, La Concordia (ambos de Arica) y El Tarapacá, de
Iquique. Activo animador de generaciones literarias en el norte de Chile, ejerció el periodismo
escrito y realizó un vasto trabajo de difusión literaria en radios chilenas. En 1983 se crucificó en la
playa El Chinchorro de Arica para protestar por la falta de apoyo y persecución hacia los escritores
en tiempos de dictadura del general Augusto Pinochet. El hecho acaparó la atención de la prensa
mundial. El mismo año funda y dirige de la revista literaria Extramuros, de la que saldrían 10
números (1983-1985). Desde 1995 vive en Valparaíso, donde continúa su actividad literaria.
Poema favorito (Aristóteles España)

Se fue el poema con sus parodias fantasmales,


estaba en el pie izquierdo de André Bretón,
con sus dedos sucios de nieve y helicópteros,

también historias policiales donde un gnomo


fustigaba al poeta Sócrates Francia en un bar
lleno de pescadores chinos,
de islas con serpientes sin adjetivos,
el hedor a polis cerrada, a prisiones, y humo.

Eran mañanas tristes donde no existía la dulzura,


el amor colgaba de un volantín mojado,
con muñecas llenas de violines,
¡qué maravilla!, los poemas saltaban como ranas,

y se iban caminando sobre el espacio desértico,


con páginas de agua, heredades de frutas

y en el fondo, una hoja en blanco, rota, que fingía ser tordo,


como el pan de endecasílabos quemado en el horno;

entonces, el poema se fue, dejó sillones, honores,


y entró a ese laberinto con moscas y muerte,
cayó en una depresión, dijo, estaba en el techo,
se creía una lechuza, una pierna, la página.
Aristóteles España (1955-2011), poeta y licenciado en derechos humanos en el Instituto Argentino
por los Derechos del Hombre. Publicó, entre otros libros, Incendio en el silencio (1978), Equilibrios e
incomunicaciones (1980), Dawson (1985), Contra la corriente (1989), El sur de la memoria (1992),
Poesía chilena: la generación NN (Antología, 1993), Los pájaros de post-guerra (1995), Tardes
extranjeras y otros poemas (1998) y Materia de eliminación (1998). En 1983 obtuvo el Premio
Gabriela Mistral de la Municipalidad de Santiago; en 1985, el premio especial Rubén Darío por el
libro Dawson, del Ministerio de Cultura de Nicaragua y en 1998, el Premio Alerce de la Sociedad de
Escritores de Chile y el Consejo Nacional del Libro por Materia de eliminación.
Autorretrato de adolescencia (Pablo de Rokha)

Entre serpientes verdes y verbenas,


mi condición de león domesticado
tiene un rumor lacustre de colmenas
y un ladrido de océano quemado.

Ceñido de fantasmas y cadenas,


soy religión podrida y rey tronchado,
o un castillo feudal cuyas almenas
alzan tu nombre como un pan dorado.

Torres de sangre en campos de batalla,


olor a sol heroico y a metralla,
a espada de nación despavorida.

Se escuchan en mi ser lleno de muertos


y heridos, de cenizas y desiertos,
en donde un gran poeta se suicida.
Pablo de Rokha (1894-1968), su verdadero nombre era Carlos Díaz Loyola, inició sus estudios en la
escuela pública de Talca y luego fue internado en el Seminario Conciliar desde donde fue expulsado
por sus principios antirreligiosos. Al terminar sus estudios de Humanidades en Santiago, se matriculó
simultáneamente en las facultades de Derecho e Ingeniería de la Universidad de Chile,
abandonando los estudios poco tiempo después, para dedicarse por entero a la actividad literaria.
Su obra la componen cuarenta y seis volúmenes, entre libros de poesía, ensayos, folletos y
antologías. En 1922 autoeditó su libro «Los gemidos», obra esencial para comprender la literatura
castellana del siglo XX. Aunque el extenso poemario fue despreciado por la crítica de la época, hoy
es considerado una de las más importantes obras vanguardistas del continente americano. Falleció
trágicamente el año 1968.
En una estación de metro (Óscar Hahn)

Desventurados los que divisaron


a una muchacha en el Metro
y se enamoraron de golpe
y la siguieron enloquecidos
y la perdieron para siempre entre la multitud
Porque ellos serán condenados
a vagar sin rumbo por la estaciones
y a llorar con las canciones de amor
que los músicos ambulantes entonan en los túneles
Y quizás el amor no es más que eso:
una mujer o un hombre que desciende de un carro
en cualquier estación del Metro
y resplandece unos segundos
y se pierde en la noche sin nombre
Óscar Hahn (1938) poeta, crítico y ensayista chileno, integrante de la Generación Literaria de 1960,
también conocida como generación dispersa o "veteranos de 1970". Consiguió, en 1972, el grado
de Master of Arts en la Universidad de Iowa; volvió al país para ejercer como profesor de Literatura
en la Universidad de Chile sede Arica hasta el golpe de Estado de 1973. Su primer reconocimiento
como poeta lo obtuvo en 1959, con el Premio Poesía de la Federación de Estudiantes de Chile. El
año 1961 ganó el Premio Alerce de la Sociedad de Escritores de Chile por su primer libro de poemas
Esta rosa negra. Su siguiente publicación fue Agua final en 1967, con la que obtuvo el Premio Único
del Primer Certamen Zonal de Poesía Nortina de la Universidad de Chile, ex-sede Antofagasta. Su
trayectoria poética continuó con Arte de morir (1977), Mal de amor (1981), Imágenes nucleares
(1983), Flor de enamorados (1987), Estrellas fijas en un cielo blanco (1989), Tratados de sortilegios,
que reúne toda la obra poética anterior (1992), Versos robados, Antología virtual (1996) y Antología
retroactiva (1999). Entre las distinciones que ha recibido en el último tiempo destacan el Premio
Casa de América de Poesía otorgado por su libro de poemas En un abrir y cerrar de ojos (2006) y el
Premio de Poesía José Lezama Lima (2008). También obtuvo el Premio Iberoamericano de Poesía
Pablo Neruda (2011)
Para que no me olvides (Óscar Castro)

Yo me pondré a vivir en cada rosa


Y en cada lirio que tus ojos miren
Y en todo trino cantaré tu nombre
Para que no me olvides

Si contemplas llorando las estrellas


Y se te llena el alma de imposibles,
Es que mi soledad viene a besarte
Para que no me olvides

Yo pintaré de rosa el horizonte


y pintaré de azul los alelíes
y doraré de luna tus cabellos
para que no me olvides.

Si dormida caminas dulcemente


por un mundo de diáfanos jardines,
piensa en mi corazón que por ti sueña,
para que no me olvides.

y si una tarde, en un altar lejano,


de otra mano cogida, te bendicen,
cuando te pongan el anillo de oro,
mi alma será una lágrima invisible
en los ojos de Cristo moribundo
¡Para que no me olvides!
Óscar Castro nació en Rancagua el año 1910. Su obra literaria abarcó dos segmentos bien
determinados y, en parte, diferentes estilísticamente. Por una parte, su poesía, de matices
melancólicos, leves, transparente en su lenguaje, diáfana y lírica en sus metáforas, de una métrica
impecable y de gran maestría en la composición de romances, que se aprecia en libros como Viaje
del alba a la noche de 1938, avalado por un prólogo de Augusto D'Halmar, Las alas del fénix, de
1943, o el póstumo Glosario gongorino, publicado en 1948. Por otra parte, su narrativa, que en
cuentos como Huellas en la tierra de 1940 y La sombra de las cumbres de 1947, se muestra más
realista, cercana al criollismo. En sus novelas, entre las que destaca Llampo de sangre, el estilo y
los temas de Óscar Castro son aún menos poéticos y adhieren un realismo crudo y visceral. En
cambio, sus textos autobiográficos que conforman Comarca del jazmín, publicado en 1945, donde
retrata su niñez y entrega una vívida visión de su ciudad natal, Rancagua, mantienen la gracilidad
lingüística y el lirismo poético que despliega en su poesía.
La visión (Humberto Díaz Casanueva)

Yacía oscuro, los párpados caídos hacia lo terrible


acaso en el fin del mundo, con estas dos manos insomnes
entre el viento que me cruzaba con sus restos de cielo.

Entonces ninguna idea tuve, en una blancura enorme


se perdieron mis sienes como desangradas coronas
y mis huesos resplandecieron como bronces sagrados.

Tocaba aquella cima de donde el alba mana suavemente


con mis manos que translucían un mar en orden mágico.
Era el camino más puro y era la luz ya sólida
por aguas dormidas, resbalaba hacia mis orígenes
quebrando mi piel blanca, solo su aceite brillaba.

Nacía mi ser matinal, acaso de la tierra o del cielo


que esperaba desde antaño y cuyo paso de sombra
apagó mi oído que zumbaba como el nido del viento.
Por primera vez fui lúcido, mas sin mi lengua ni sus ecos
sin lágrimas
Humberto Díaz Casanueva (1906-1992) poeta, diplomático y educador, su obra literaria -
"hermética" para algunos, -mística o metafísica para otros- se sumerge en la búsqueda de
respuestas sobre la trascendencia y la existencia humana. En 1926 publicó su primer libro, El
aventurero de Saba, a la vez que participó activamente en las movilizaciones del profesorado en pro
de la reforma educacional. La actividad gremial y política que desarrolló lo llevaría a su primer exilio
en 1928, bajo la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo. Hombre de diversas capacidades, Humberto
Díaz-Casanueva conjugó su oficio de poeta con su compromiso humano, desarrollando importantes
labores de difusión y denuncia en torno al tema de los Derechos Humanos y la segregación racial.
Estos y otros temas los abordó desde diversos discursos, escritos y artículos, así como desde su
misma producción poética, como es el caso de El niño de Robben Island (1985). Miembro de número
de la Academia Chilena de la Lengua, se hizo merecedor del Premio Nacional de Literatura en 1971.
Humberto Díaz-Casanueva murió en Santiago en 1992. El año 2011, Rodrigo Díaz, hijo de Humberto
Díaz-Casanueva, realizó la serie documental para televisión Los videntes, en las que retrata las
figuras de su padre, Rosamel del Valle y Ludwig Zeller.
El corazón (Braulio Arenas)

Tú hablaste del corazón hasta por los ojos


tú hablaste del fuego hasta por la nieve
por ti yo un día me decidí al azar
para encontrarte

Yo he desatado el nudo del azar


-una mañana me decidí de súbito-
y sólo quien haya logrado desatarlo
podrá entenderme.

Yo he desatado el nudo del azar


un nudo astuto, viejo y persistente
Y esta tarea era semejante
a la belleza

Yo he desatado el nudo del azar


y tú mujer apareciste entonces
mujer azar y azar mujer eran en todo
tan semejantes.
Braulio Arenas (1913-1988), poeta y novelista serenense, jugó un papel fundamental en el
desarrollo de las vanguardias chilenas al fundar el grupo Mandrágora, representante de la estética
surrealista en nuestro país. Muchas anécdotas se cuentan sobre Arenas y la Mandrágora; entre ellas
destaca lo ocurrido en 1940, cuando interrumpe un acto en el Salón de Honor de la Universidad de
Chile, en el que participaba Pablo Neruda y, luego de arrancarle el discurso de las manos, lo rompió
en mil pedazos. Posteriormente su obra se alejará de la vanguardia. Braulio Arenas recibió el Premio
Nacional de Literatura en 1984, por su extensa creación que incluye, entre otros títulos, El mundo y
su doble, (1940), La mujer mnemotécnica (1941) y Ancud, Castro y Achao (1963). Braulio Arenas
falleció en Santiago el año 1988.
La desaparición de la familia (Juan Luis Martínez)

Antes que su hija de 5 años

se extraviara entre el comedor y la cocina,

él le había advertido: “-Esta casa no es grande ni pequeña,

pero al menor descuido se borrarán las señales de ruta

y de esta vida al fin, habrás perdido toda esperanza”.

Antes que su hijo de 10 años se extraviara

entre la sala de baño y el cuarto de los juguetes,

él le había advertido: “-Esta, la casa en que vives,

no es ancha ni delgada: sólo delgada como un cabello

y ancha tal vez como la aurora,

pero al menor descuido olvidarás las señales de ruta

y de esta vida al fin, habrás perdido toda esperanza”.

Antes que “Musch” y “Gurba”, los gatos de la casa,

desaparecieran en el living

entre unos almohadones y un Buddha de porcelana,

él les había advertido:

“-Esta casa que hemos compartido durante tantos años

es bajita como el suelo y tan alta o más que el cielo,

pero, estad vigilantes

porque al menor descuido confundiréis las señales de ruta

y de esta vida al fin, habréis perdido toda esperanza”.


Antes que “Sogol”, su pequeño fox-terrier, desapareciera

en el séptimo peldaño de la escalera hacia el 2º piso,

él le había dicho: “-Cuidado viejo camarada mío,

por las ventanas de esta casa entra el tiempo,

por las puertas sale el espacio;

al menor descuido ya no escucharás las señales de ruta

y de esta vida al fin, habrás perdido toda esperanza”.

Ese último día, antes que él mismo se extraviara

entre el desayuno y la hora del té,

advirtió para sus adentros:

“-Ahora que el tiempo se ha muerto

y el espacio agoniza en la cama de mi mujer,

desearía decir a los próximos que vienen,

que en esta casa miserable

nunca hubo ruta ni señal alguna

y de esta vida al fin, he perdido toda esperanza”.


Juan Luis Martínez (1942-1993), poeta y artista visual chileno, fue autor de una reducida obra
poético-visual de considerable valor. Uno de sus libros, La Nueva Novela (1977), es un libro-objeto
en donde se funde intertextualidad, filosofía, humor, lógica con el lenguaje poético y la construcción
visual. En el sitio dedicado a él, leemos: “Juan Luis Martínez sentía que no era dueño del lenguaje
que componía su obra y por eso tachaba su nombre. Decía: ‘no soy yo el autor de nada, el lenguaje
le pertenece a todo el mundo, yo sólo lo ordené de una manera, pero esto lo podría haber hecho
cualquiera’. Martínez escribe su propio nombre, pero luego lo tacha, lo elimina, lo borra: el sujeto
desaparece, el ego no tiene cabida posible. La Nueva Novela es una obra plural escrita por muchos,
como en tiempos medievales. El ideario poético con el que Juan Luis Martínez aparece
comprometido es el de emanar una identidad velada, en sus palabras no sólo ser otro, sino escribir
la obra de otro.
El hombre (Luis Araya Novoa)

El mar, la cordillera y el desierto


son del norte de chile los orígenes.
Pero el hombre, que es sol entre los soles,
es su cosmos total, la tierra entera.
Es la simple palabra antes del eco.
Es el árbol que vence las arenas.
es la piedra aterida de silencio
que busca en el sonido su universo.
Sin él, la sal, el cobre, la turquesa,
vivirían aún su noche turbia.
La tierra aún sería la colmena
de légamo zumbante: pura larva.
El mar no habría abierto sus abismos.
La luz no bajaría de las cumbres
en eléctricos ríos velocísimos
terminados en deltas de cristales.
Arica no tendría alba de olivas.
Iquique no sería sol de escamas.
Antofagasta, cálida, Calama,
sin nacer estaría: pan de sombras.
Tocopilla, Taltal, Chuquicamata,
nunca habrían salido de las dunas.
Chañaral, Copiapó se ocultarían
a la espera de Juan Godoy, el mago.
Ovalle y Vallenar, sin rumbo fijo
navegarían lagos invisibles.
La Serena sería aún campana
de brisa fabricada por los pájaros.
Coquimbo dormiría en marejadas
de océano noctámbulo y corsario.
Combarbalá con piel de greda cruda
se buscaría para hallarse trunca.
Vicuña a la mistral no soñaría
en la palabra auténtica de Chile.
Del norte entonces nada se sabría
a no ser por el hombre, que es su fuerza.
Él crea su raíz. Coge el relámpago
que día a día salva la existencia.
Despierto, clamoroso, persistente,
siembra su ser, transforma geografías.
Entre el mar y el desierto ordena alturas.
Con su mente corrige los espacios.
Multiplica la luz. Planta alboradas,
Semillas de espigadas primaveras.
El hombre es la mejor veta del norte:
agua para su sed, sol en su noche.
En él tiene su voz la tierra ardida.
El mar, profundidad, roncos designios.

Luis Araya Novoa, nació en Iquique el año 1938. Profesor universitario, ganó el segundo premio
nacional en el concurso de poesía “Carlos Pezoa Véliz” de la editorial Quimantú en los años setenta.
Con ocasión del centenario de Pablo Neruda (2004), le fue concedido el premio con el nombre del
poeta del “Canto general”
La Mesa (Rafael Rubio)

La mesa está esperando la comida


no vienen los eternos comensales
se está quedando sola y aburrida
mirando los oscuros ventanales.

Hay una sopa triste que se enfría


No hay rastros de la abuela ni señales
del padre o de la madre o de la tía.
Del hijo no se sabe. Desleales

Se fueron quizás dónde. Así es la vida.


La mesa mira sillas irreales.
Se está quedando sola y aburrida.
Mirando los oscuros ventanales.
Rafael Rubio, nacido en Santiago en 1975, ha publicado los poemarios Arbolando y Madrugador
pero su trabajo poético ha sido incluido, también, en diversas muestras colectivas, como Antología
de la poesía chilena joven y Cantares: nuevas voces de la poesía chilena, entre muchas otras. Un
quehacer con la palabra que ha recibido, además, variados reconocimientos, como las becas de la
Fundación Pablo Neruda (1994) y de los Talleres José Donoso de la Biblioteca Nacional (1998), el
primer lugar en el concurso "Yo no me callo" (1997), una mención honrosa en los Juegos Literarios
Gabriela Mistral de la Municipalidad de Santiago (1997), el premio de poesía joven Armando Rubio
(2001), entre otros. En términos de su formación académica, el autor obtuvo una Licenciatura en
Letras y un Magíster en Letras mención Literatura por la Pontificia Universidad Católica de Chile,
institución donde además ha obtenido el grado de Doctor en Literatura, con la tesis "Plagio, parodia
y pastiche en la poesía chilena contemporánea", defendida y aprobada en junio de 2008.
Confesiones (Armando Rubio)

Soy bestia umbilical, delgada y andariega,


con un aire de pájaro en la calle.

Atado a los semáforos


por ley irrevocable.
Suelo ser atacado por mis hábitos
y por los vendedores ambulantes
que me auscultan la cara
de bar destartalado y decadente.

Amo a la ciudad más que a nadie:


las calles y edificios,
noches pobladas de mamíferos
domésticos y astutos, que transitan por bares,
y beben, y comen, y se ríen, y se ríen, y se mueren.

Soy bestia siempre en celo,


pájaro individual, enfermo.

Confiado ciegamente en mis zapatos,


no me pierdo un detalle
de lo que está pasando, que es muy grave.

Me entristecen los hombres, me deprimen


sus orejas, sus dientes, y las blandas
extremidades; las ojeras;
y los rostros desérticos, tortuosos;
bigotes, anteojos, pelos, anillos, monedas;
cigarros defendidos contra viento y marea; el fraudulento
pudor de las camisas;
y el orgullo, ese orgullo inconcebible…

Sobre todos,
los hombres que van solos por el mundo,
unánimes espaldas, hombros, rabia.

¡Voltear los autobuses, y tocarles


la oreja a los absurdos transeúntes,
saber de abuelas suyas y de hermanas,
y de la fecha atroz en que nacieron!

Cordialmente aborrezco
a los hombres de gafas, que saludan
suficientes, constreñidos,
con una mano blanda, lisa, como de nieve,
y se vuelven, y mueren
de cara ante el periódico;
a todos los que pasan
las horas entre muslos y aguardientes
perpetuando la fiesta de este mundo.

Extraña la ciudad cuando parece


no haber nadie, ni voces de Zutano o Mengano,
cuando una sombra inmensa, resollando
se descuelga de muros, y se manda cambiar,
de una vez por todas, hacia un patio sin hambre;
aunque haya transeúntes
con ojos de paloma y pecho duro,
y algunos que se tienden en las calles
con un olor a muertos
y a padre avejentado por sus sueños.

Ninguna novedad hoy en la tarde.


La ciudad y su curso inevitable.
Yo, bestia umbilical, pájaro enfermo,
he de seguir de noche
atado al parpadear de los semáforos,
a la misma ciudad donde parece
que ya no habita nadie.
El poeta Armando Rubio Huidobro (1955-1980) es una figura simbólica entre los poetas chilenos de
los años ochenta, generación de la cual fue considerado como una de las mayores promesas. Sin
embargo su vida se truncó repentina y absurdamente a los veinticinco años. No obstante su fugaz
existencia, alcanzó a dejar una honda impresión, tanto entre sus pares, como en la crítica
especializada. Armando Rubio perteneció a una familia ligada a la literatura, su padre fue el poeta
Alberto Rubio. A los nueve años escribió sus primeros poemas, siguiendo el modelo de Gabriela
Mistral y a los quince, sus primeros cuentos, inspirados en autores como Pío Baroja, Anton Chejov,
William Saroyan y Knut Hamsun. La poesía de Armando Rubio, dispersa en distintas publicaciones,
fue reunida y prologada por su padre, en el libro Ciudadano publicado en 1983, obra que recibió el
Premio Municipal de Poesía en 1984 y el elogio unánime de la crítica
En el éxtasis (Ángel Cruchaga Santa María)

Era tu amor el único digno de tristeza.


Se me volvió una llaga perenne tu belleza.

Hoy, para no morir, miro el rostro profundo


de mi madre. Mis ojos sienten llorar el mundo.

Y agradezco a mi Dios el momento encantado


en que mi corazón trémulo te ha mirado.

Y agradezco a mi Dios que vivas, que respires


cerca de mi quebranto, aunque nunca me mires.

Pudo un banal amor encenderme las venas,


pero ellas en el cuerpo se volvieron cadenas.

Entregué mis estrellas hasta quedarme exhausto,


y aquella amada nunca comprendió mi holocausto.

Tú que estás inundada de cielo y eres clara,


como si eternamente el Cristo te mirara,

perfumaste mis siglos, tu claridad me diste.


Era este amor el único digno de hacerme triste.
Ángel Cruchaga Santa María (1893-1964), poeta y funcionario público, junto a Vicente Huidobro
fundó la revista Musa Joven en 1912, en la que además escribían Juan Guzmán Cruchaga, Mariano
Latorre y Jorge Hübner Bezanilla. También se desempeñó como colaborador en las revistas y
periódicos: Zig-Zag, La Unión de Valparaíso, La Discusión de Chillán, Caras y Caretas de Buenos Aires
(donde además fue redactor en 1919), Corre-Vuela, la Revista de Los Diez, y Letras, entre otras. En
su producción poética es posible detectar la presencia de ciertas constantes, como por ejemplo: el
énfasis permanente en el mundo del amor, la predisposición a la tristeza, la presencia de mujeres
que en su obra son -según el propio autor- "trizaduras etéreas, seres de transparencia fantasmal
inexistente"; la actitud contemplativa que conlleva un escaso sentido de la acción inmediata y una
especial afinidad con el arte y el pensamiento oriental. Fue precisamente esta estética la que empleó
en la escritura de Anillo de jade, publicado en 1959.
La flauta (Juvencio Valle)

Esta flauta tan vieja que canta mientras sueño


¿con qué dedos de azúcar la tocan los pastores?

Mi sombra se divierte y se convierte en vuelo


por esta simple flauta que silba en la colina.

Finos alambres de oro se cruzan en el prado


y son como una vela en el lomo del viento.
Antenas, puentes, febles escaleras de seda,
¿hasta dónde no llega este tren de silencio?

Danzando al viento vienen por el lado del bosque


unas sílfides blancas, cándidas como un ala,
mientras las mariposas con sus cuerpos de loto
velan el viejo encanto de la hoja de parra.

La flauta de mis sueños en su círculo de oro


no abandona su siembra de rica pedrería.
Quiebra al viento los vidrios de sus veinte portillos
y ardida y simple sigue tocando en la colina.

Unas arañas verdes andan en una hoja


glosando esa alegría de convertirse en hilo;
una explora su pago, la otra cae al vacío
y así hacen las urdimbres de sus cachemiras.

Es justo el medio día y el sol parece un faro,


mas las estrellas miran la fiesta en la colina.

¿Qué cosa habrá más buena para lavar las sienes


y florecer, huyendo del pilar de cemento,
que abandonar los remos y tender las raíces
escuchando la flauta que silba en la colina?
Juvencio Valle nació como Gilberto Concha Riffo el 6 de noviembre de 1900, en Villa Almagro, un
poblado a orillas del río Cautín, a una legua de Nueva Imperial. Allí estudió las primeras letras y a los
once años ingresó al liceo de hombres de Temuco donde conoció a Pablo Neruda, quien lo bautizaría
más tarde como Juvencio Silencio. Sus primeras lecturas fueron autores clásicos españoles del
Renacimiento y del Siglo de Oro, entre ellos Garcilaso de la Vega, San Juan de la Cruz, Góngora,
Quevedo y otros que marcarían su poesía. En 1966 se le otorgó el Premio Nacional de Literatura y
realizó nuevos viajes, entre ellos a la URSS, invitado por la Unión de Escritores Soviéticos; también
visitó los países socialistas de Europa y Cuba. Juvencio Valle murió el 12 de febrero de 1999, en su
casa de Santiago.
La pieza oscura (Enrique Lihn)

La mixtura del aire en la pieza oscura, como si el cielorraso hubiera amenazado


una vaga llovizna sangrienta.
De ese licor inhalamos, la nariz sucia, símbolo de inocencia y de precocidad
juntos para reanudar nuestra lucha en secreto, por no sabíamos no ignorábamos qué causa;
juegos de manos y de pies, dos veces villanos, pero igualmente dulces
que una primera pérdida de sangre vengada a dientes y uñas o, para una muchacha
dulces como una primera efusión de su sangre.

Y así empezó a girar la vieja rueda —símbolo de la vida— la rueda que se atasca como si no volara,
entre una y otra generación, en un abrir de ojos brillantes y un cerrar de ojos opacos
con un imperceptible sonido musgoso.
Centrándose en su eje, a imitación de los niños que rodábamos de dos en dos, con las orejas rojas
—símbolos del pudor que saborea su ofensa— rabiosamente tiernos, la rueda dio unas vueltas en
falso como en una edad anterior a la invención de la rueda
en el sentido de las manecillas del reloj y en su contrasentido.
Por un momento reinó la confusión en el tiempo. Y yo mordí largamente en el cuello a mi prima
Isabel,
en un abrir y cerrar del ojo del que todo lo ve, como en una edad anterior al pecado
pues simulábamos luchar en la creencia de que esto hacíamos; creencia rayana en la fe como el
juego en la verdad
y los hechos se aventuraban apenas a desmentirnos
con las orejas rojas.
Dejamos de girar por el suelo, mi primo Ángel vencedor de Paulina, mi hermana; yo de Isabel,
envueltas ambas
ninfas en un capullo de frazadas que las hacía estornudar —olor a naftalina en la pelusa del fruto—
.
Esas eran nuestras armas victoriosas y las suyas vencidas confundiéndose unas con otras a modo de
nidos como celdas, de celdas como abrazos, de abrazos como grillos en los pies y en las manos.
Dejamos de girar con una rara sensación de vergüenza, sin conseguir formularnos otro reproche
que el de haber postulado a un éxito tan fácil.
La rueda daba ya unas vueltas perfectas, como en la época de su aparición en el mito, como en su
edad de madera recién carpintereada
con un ruido de canto de gorriones medievales;
el tiempo volaba en la buena dirección. Se lo podía oír avanzar hacia nosotros
mucho más rápido que el reloj del comedor cuyo tic-tac se enardecía por romper tanto silencio.
El tiempo volaba como para arrollarnos con un ruido de aguas espumosas más rápidas en la
proximidad de la rueda del molino, con alas de gorriones —símbolos del salvaje orden libre— con
todo él por único objeto desbordante
y la vida —símbolo de la rueda— se adelantaba a pasar tempestuosamente haciendo girar la rueda
a velocidad acelerada, como en una molienda de tiempo, tempestuosa.
Yo solté a mi cautiva y caí de rodillas, como si hubiera envejecido de golpe, presa de dulce, de
empalagoso pánico
como si hubiera conocido, más allá del amor en la flor de su edad, la crueldad del corazón en el fruto
del amor, la corrupción del fruto y luego... el carozo sangriento, afiebrado y seco.
¿Qué será de los niños que fuimos? Alguien se precipitó a encender la luz, más rápido que el
pensamiento de las personas mayores.
Se nos buscaba ya en el interior de la casa, en las inmediaciones del molino: la pieza oscura como el
claro de un bosque.
Pero siempre hubo tiempo para ganárselo a los sempiternos cazadores de niños. Cuando ellos
entraron al comedor, allí estábamos los ángeles sentados a la mesa
ojeando nuestras revistas ilustradas —los hombres a un extremo, las mujeres al otro—
en un orden perfecto, anterior a la sangre.

En el contrasentido de las manecillas del reloj se desatascó la rueda antes de girar y ni siquiera
nosotros pudimos encontrarnos a la vuelta del vértigo, cuando entramos en el tiempo
como en aguas mansas, serenamente veloces;
en ellas nos dispersamos para siempre, al igual que los restos de un mismo naufragio.
Pero una parte de mí no ha girado a compás de la rueda, a favor de la corriente.
Nada es bastante real para un fantasma. Soy en parte ese niño que cae de rodillas
dulcemente abrumado de imposibles presagios
y no he cumplido aún toda mi edad
ni llegaré a cumplirla como él
de una sola vez y para siempre.
Enrique Lihn (1929-1988), es una de las voces más lúcidas de la poesía nacional. Pese a ser conocido
principalmente por su labor poética, este miembro de la Generación Literaria de 1950 supo
también desplegar su discurso ácido y escéptico en el ámbito de la crítica, la narrativa, la
dramaturgia, el comic y el happening, convirtiéndose en un fecundo animador de la vida literaria
y cultural del Santiago de su época. Portador de una visión descarnada de la vida, libros como La
pieza oscura fijan hitos importantes, no sólo para su propia poesía, sino para el panorama poético
en conjunto. Otra de las características fundamentales de su obra es la constante apelación al
oficio del escritor y al sentido de su hacer, línea de trabajo que desarrolla en La musiquilla de las
pobres esferas (1969). De sus motivaciones y concepciones en torno a la literatura y el arte quedan
las Conversaciones con Enrique Lihn, serie de entrevistas realizadas por Pedro Lastra que recorren
el imaginario del poeta. Víctima del cáncer, escribió hasta el último momento de su vida, a pesar
de la enfermedad, de lo que surgió el libro Diario de muerte, publicado en forma póstuma por
Pedro Lastra y Adriana Valdés.
Muda, Triste y pensativa (Violeta Parra)

Muda, triste y pensativa


ayer me dejó mi hermano
cuando me habló de un fulano
muy famoso en poesía.
Fue grande sorpresa mía
cuando me dijo: «Violeta,
ya que conocís la treta
de la versá’ popular,
princípiame a relatar
tus penurias ”a lo pueta”».

«Válgame Dios, Nicanor,


si tengo tanto trabajo,
que ando de arriba p’abajo
desentierrando folklor.
No sabís cuánto dolor,
miseria y padecimiento
me dan los versos qu’encuentro;
muy pobre está mi bolsillo
y tengo cuatro chiquillos
a quienes darl’ el sustento».

En ratitos que me quedan


entre campo y grabación,
agarro mi guitarrón,
o bien, mi cogot’e yegua.
Con ellos me siento en tregua
pa’ reposarme los nervios,
ya que este mundo soberbio
me ha destinado este oficio,
y, malhaya el beneficio,
como lo dice el proverbio.

Igual que jardín de flores


se ven los campos sembra’os
de versos tan delica’os
que son perfeutos primores.
Ellos cantan los dolores,
llenos de fe y esperanzas;
algotros piden mudanzas
de nuestros amargos males;
fatal entre los fatales
voy siguiendo estas andanzas.
Por fin, hermano sencillo
que no comprendís mi caso,
¿no sabís que un solo lazo
lacea un solo novillo?
Pica’o tengo el colmillo
de andar como el avestruz,
sin conseguir una luz
ni una sed de agua siquiera.
Mientras tanto, la bandera
no dice ni chuz ni muz.
Violeta Parra (1917-1957) constituye un referente de la música popular chilena para el mundo. Su
veta artística se plasmó en numerosos matices: artista de radio, compositora y recopiladora
folclórica, artista plástica, poeta. Su obra pudo llegar al público masivo gracias a la efectiva relación
que tuvo la artista con la industria musical, convirtiéndose así en un ejemplo de cómo la industria y
el arte pueden tener una relación armoniosa. Gran parte del movimiento musical chileno generado
desde la década de 1950, tuvo en Violeta Parra y su familia un punto de partida. Con estrechos lazos
con el movimiento conocido como Nueva Canción Chilena, Violeta reflejó también la evolución del
canto popular a través de los distintos espacios en que la artista tuvo que desenvolverse. Sus
composiciones y recopilaciones, además, fueron un punto de referencia para el posterior desarrollo
de la música nacional, transformándose en la principal figura de la historia de nuestro folclor. Pero
toda esa sensibilidad que plasmó en su obra, tuvo un triste desenlace en su vida. Su intensidad hasta
en las cosas más sencillas, sus fracasos amorosos y sus dificultades económicas, generaron en ella
una gran depresión que la condujo al suicidio el día 5 de febrero de 1967.
Dos de Noviembre (Stella Diaz Varín)

No quiero
Que mis muertos descansen en paz
Tienen la obligación
De estar presentes
Vivientes en cada flor que me robo
A escondidas
Al filo de la medianoche
Cuando los vivos al borde del insomnio
Juegan a los dados
Y enhebran su amargura.

Los conmino a estar presentes


En cada pensamiento que desvelo
No quiero que los míos
Se me olviden bajo tierra
Los que allí los acostaron
No resolvieron la eternidad

No quiero
Que mis muertos me los hundan
Me los ignoren
Me los hagan olvidar
Aquí o allá
En cualquier hemisferio

Los obligo a mis muertos


En su día
Los descubro, los trasplanto
Los desnudo
Los llevo a la superficie
A flor de tierra
Donde está esperándolos
El nido de la acústica.
De personalidad polémica y rupturista, integrante de la Generación Literaria de 1950, Stella Díaz
Varín se perfiló como una voz singular y trascendente en la historia de la literatura chilena. Su poesía
fue una expresión original, que plasmó su fuerte personalidad creativa y bohemia, con una
perspectiva femenina. Nació el 11 de agosto de 1926, en La Serena. El 1 de mayo de 1947 llegó a
Santiago para estudiar medicina, con el firme propósito de especializarse en psiquiatría, carrera que
no concluyó. En cambio se integró activamente a la Alianza de Intelectuales de Chile -dirigida por
Pablo Neruda- y a los círculos culturales de la época, sobre todo a la mítica bohemia de El Bosco,
donde cultivó amistad con destacados creadores nacionales como Alejandro Jodorowsky, Enrique
Lihn, Ricardo Latcham, Mariano Latorre, Luis Oyarzún, Jorge Teillier, José Donoso, entre muchos
otros. En ese período comenzó a colaborar en algunos diarios nacionales como El Siglo, Extra, La
Opinión y La Hora; al mismo tiempo que participó en las diversas actividades generadas por la
Sociedad de Escritores de Chile.
Arts Poetique (Rodrigo Lira)
Para la galería imaginaria

Que el verso sea como una ganzúa


Para entrar a robar de noche
Al diccionario a la luz
De una linterna
sorda como
Tapia
Muro de los Lamentos
Lamidos
Paredes de Oído!
cae un Rocket pasa un Mirage
los ventanales quedaron temblando
Estamos en el siglo de las neuras y las siglas
y las siglas
son los nervios, son los nervios
El vigor verdadero reside en el bolsillo
es la chequera
El músculo se vende en paquetes por Correos
la ambición
no descansa la poesía
está c
ol
g
an
do
en la dirección de Bibliotecas Archivos y Museos en Artí
culos de lujo, de primera necesidad,
oh, poetas! No cantéis
a las rosas, oh, dejadlas madurar y hacedlas
mermelada de mosqueta en el poema

El Autor pide al Lector diScurpas por la molestia (Su Propinaes Misuerdo)


Rodrigo Lira fue un poeta nacido en Santiago de Chile el 26 de diciembre del año 1949, que se quitó
la vida en su cumpleaños número 32 (en 1981). Habiendo completado su formación básica, se
embarcó en estudios sociológicos, filosóficos y artísticos a nivel universitario. Sin embargo, a la edad
de 22 años debió ingresar en carácter de urgencia en un hospital psiquiátrico, y allí descubrió que
sufría de esquizofrenia. Unos años más tarde pudo continuar estudiando, y finalmente ejerció la
docencia durante algún tiempo. Por otra parte, también se conoce que trabajó como escritor de
cuentos para niños, cómics e incluso como diseñador de títeres. Curiosamente, sus últimos cuatro
años de vida fueron asimismo sus más productivos, tanto en la creación literaria como en la
obtención de premios. Cabe señalar que, de una manera un tanto retorcida, su suicidio acrecentó
la extravagancia que siempre había rodeado al autor, sobre todo considerando que lo llevó a cabo
en su fecha de nacimiento.
Pasos sobre tu rostro (Lionel Lienlaf)

Madre, sobre tu rostro, con un


traje desconocido
apareció el murmullo del agua.
Todos los recuerdos presentes
envolvían ese sonido
y algo me miró.
Yo era un tronco formado
por miles de caras
que salían de tu rostro.
Por el tronco caminé a través
de cientos de generaciones
sufriendo, riendo,
y vi una cruz que me cortaba la cabeza
y vi una espada que me bendecía
antes de mi muerte.
Soy el tronco, madre
el que arde
en el fuego de nuestra ruka.

Leonel Lienlaf (1990), primer poeta mapuche en obtener el Premio de Literatura de la Ilustre
Municipalidad de Santiago por su libro “Se ha despertado el ave de mi corazón”. El tema central de
estos poemas es el mundo mapuche y su cosmovisión. La poesía de Lienlaf no persiguió crear una
confrontación con la cultura chilena, sino más bien reconocer la presencia de las creencias de su
pueblo en su espacio cotidiano.
Desolación (Gabriela Mistral)

La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde


me ha arrojado la mar en su ola de salmuera.
La tierra a la que vine no tiene primavera:
tiene su noche larga que cual madre me esconde.

El viento hace a mi casa su ronda de sollozos


y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito.
Y en la llanura blanca, de horizonte infinito,
miro morir intensos ocasos dolorosos.

¿A quién podrá llamar la que hasta aquí ha venido


si más lejos que ella sólo fueron los muertos?
¡Tan sólo ellos contemplan un mar callado y yerto
crecer entre sus brazos y los brazos queridos!

Los barcos cuyas velas blanquean en el puerto


vienen de tierras donde no están los que no son míos;
sus hombres de ojos claros no conocen mis ríos
y traen frutos pálidos, sin la luz de mis huertos.

Y la interrogación que sube a mi garganta


al mirarlos pasar, me desciende, vencida:
hablan extrañas lenguas y no la conmovida
lengua que en tierras de oro mi pobre madre canta.
Miro bajar la nieve como el polvo en la huesa;
miro crecer la niebla como el agonizante,
y por no enloquecer no encuentro los instantes,
porque la noche larga ahora tan solo empieza.

Miro el llano extasiado y recojo su duelo,


que viene para ver los paisajes mortales.
La nieve es el semblante que asoma a mis cristales:
¡siempre será su albura bajando de los cielos!

Siempre ella, silenciosa, como la gran mirada


de Dios sobre mí; siempre su azahar sobre mi casa;
siempre, como el destino que ni mengua ni pasa,
descenderá a cubrirme, terrible y extasiada.
Gabriela Mistral (1889-1957), maestra de escuela y poeta, de nombre Lucila Godoy Alcayaga, llegó
a convertirse en una de las más relevantes figuras de la literatura universal. Galardonada en 1945
con el Premio Nobel, su vida, su pensamiento social, político y su obra continúan siendo objeto de
estudio y de controversia. El 10 de enero de 1957, luego de padecer y luchar largamente con un
cáncer al páncreas, Gabriela Mistral falleció en Nueva York. De manera póstuma aparecieron libros
que reunieron parte de sus prosas, rondas, cantos, oraciones y poemas, como Motivos de San
Francisco en 1965, Poema de Chile en 1967 y Lagar II, entre otros. El Archivo del Escritor de la
Biblioteca Nacional de Chile conserva actualmente el más importante fondo documental dedicado
a su legado, compuesto por 563 piezas, que incluyen manuscritos, epistolarios, fotografías y otros
documentos privados.
La canción desesperada (Pablo Neruda)

Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.


El río anuda al mar su lamento obstinado.
Abandonado como los muelles en el alba.
¡Es la hora de partir, oh abandonado!

Sobre mi corazón llueven frías corolas.


¡Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos!
En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
De ti alzaron las alas los pájaros del canto.

Todo te lo tragaste, como la lejanía.


Como el mar, como el tiempo.
¡Todo en ti fue naufragio!

Era la alegre hora del asalto y el beso.


La hora del estupor que ardía como un faro.
Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor, ¡todo en ti fue naufragio!

En la infancia de niebla mi alma alada y herida.


Descubridor perdido, ¡todo en ti fue naufragio!
Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo.
Te tumbó la tristeza, ¡todo en ti fue naufragio!
Hice retroceder la muralla de sombra,
anduve más allá del deseo y del acto.

Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí,


a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto.

Como un vaso albergaste la infinita ternura,


y el infinito olvido te trisó como a un vaso.
Era la negra, negra soledad de las islas,
y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos.
Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta.
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.

¡Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme


en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!
Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.

Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas,


aún los racimos arden picoteados de pájaros.

Oh la boca mordida, oh los besados miembros,


oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.
Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.
Y la ternura, leve como el agua y la harina.
Y la palabra apenas comenzada en los labios.
Ése fue mi destino y en él viajó mi anhelo,
y en él cayó mi anhelo, ¡todo en ti fue naufragio!

Oh sentina de escombros, en ti todo caía,


qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron.
De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste
de pie como un marino en la proa de un barco.

Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes.


Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo.
Pálido buzo ciego, desventurado hondero,
descubridor perdido, ¡todo en ti fue naufragio!

Es la hora de partir, la dura y fría hora


que la noche sujeta a todo horario.
El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa.
Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros.

Abandonado como los muelles en el alba.


Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.
Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.

Es la hora de partir. ¡Oh abandonado!


Pablo Neruda fue uno de los poetas más fecundos de la literatura chilena, latinoamericana y mundial
del siglo XX. La influencia de su vida y obra trasciende el ámbito literario, permeando todos los
campos de la cultura popular y académica, irradiando la historia política y social del país y alzándose
como un referente para la creación artística contemporánea. La creatividad literaria y poética de
Pablo Neruda lo hizo acreedor del transversal reconocimiento de pares y críticos. En 1965 le fue
otorgado el grado de Doctor Honoris Causa en la Universidad de Oxford, Gran Bretaña. En 1945 fue
galardonado con el Premio Nacional de Literatura y en 1971 recibió el Premio Nobel de Literatura,
siendo el sexto escritor de habla hispana y el tercer latinoamericano en recibir tan importante
distinción. El 23 de septiembre de 1973, Pablo Neruda falleció en Santiago víctima de un cáncer de
próstata.
La libertad (Gonzalo Rojas)

Todos los que se mueren en este instante no hacen un número siquiera


no hacen una palabra,
pues toda su agonía, dentro de unos minutos, reventará en estiércol,
y toda su ilusión estallará en un sueño putrefacto.

Así mi pensamiento es una sucesión


de estallidos sin causa y sin efecto
como ese coro eterno de murientes llorosos
que luchan por pasar desde el atardecer hasta la aurora,
que muerden en las rocas los restos del placer
con su boca sangrienta. Pobre reino animal
que va a parar al reino mineral de la muerte.

No discuto cuántas son las estrellas inventadas por Dios.


No discuto las partes de las flores.
Pero veo el color de la hermosura,
la pasión de los cuerpos que han perdido sus alas
en el vuelo del vicio.

Entonces se me sube la sangre a la cabeza,


y me digo: ¿Por qué
Dios y no yo? - ¿Por qué yo no he creado el mundo?
¿Por qué he de verlo todo como esclavo?
Yo no quiero dormir. Yo quiero estar despierto
adentro de los ojos de las desesperadas criaturas,
aullando tras las rejas de cada pensamiento,
más allá de las cuales reina la libertad totalmente desnuda,
como una estrella helada para siempre.

No sé para qué sirve toda esa libertad


que se canta y se baila vestido de cadenas.

Me acuerdo de esas blancas prostitutas con quienes he partido la cama


de mi primera juventud.
Todas ellas olían a jardines.
Oh belleza rugiente. Todas ellas
no eran sino una inmensa telaraña. .

Por mis venas discurre la sangre presurosa del animal inútil


que come cuatro veces al día como un puerco,
que me tutea y me deprime
con su palabra ufana,
testimonio evidente de esa parte de mí
que se muere al nacer, como una nube:
lo blando, lo confuso, lo que siempre está fuera
del peligro, el adorno y el encanto.
No beberé. No comeré otra carne
que la luz del peligro.
No morderé otra boca que la boca del fuego.
No saldré de mi cuerpo si no para morirme.

Ya no respiraré para otra cosa


que para estar despierto noche y día.
Gonzalo Rojas (1916-2011), uno de los grandes poetas chilenos del siglo XX, nació en Lebu el 20 de
diciembre de 1916. Estudió Derecho y Literatura en el Instituto Pedagógico de la Universidad de
Chile y se desempeñó más tarde como académico en Valparaíso y Concepción. Es considerado uno
de los poetas chilenos más influyentes de las últimas décadas, hecho que puede ser constatado en
la vasta literatura ensayística y crítica en torno a su obra y en los numerosos premios que recibió,
entre ellos, el Premio Reina Sofía de España y el Premio Nacional de Literatura en Chile, ambos en
1992; el Primer Premio José Hernández, máximo reconocimiento que otorga el mundo literario
argentino, y el Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo en México, ambos en 1998; y el Premio
Miguel de Cervantes, máximo galardón de las letras hispánicas, en el año 2003.
Inquietudes sentimentales (Teresa Wilms Montt)

Criaturas : si el dolor no fuera tan ilimitado como


el infinito, yo habría roto sus límites.
Porque más allá de todo lo que la mente pueda
imaginar, va mi alma inconsolable, encerrada en
su mutismo de duelo.

Criaturas : las llamo, no con la voz que Dios ha


dado al hombre para hablar a los que aman, las
llamo con otra voz creada en el fondo de mi ser
por la desolación inmensa de mi pena.
Vivo de vuestros recuerdos, criaturas; cubierto
de lágrimas el corazón, lágrimas que fecundan
mis bondades, como la lluvia a la tierra que da
flores.

Criaturas : vuestros nombres son la llave de un


tabernáculo sagrado ante el cual ofrendo mi alma
en holocausto ; son el secreto santo de mi vida, jamás
lanzado a la profanación.

Si Dios existe, si no es farsa su justicia ya su


grandeza, él permitirá en el día de mi muerte que
yo lleve sobre mis labios, redimidos por el inmenso
dolor de haberlas perdido, la impresión dulcísima
de vuestros castos besos ; y en mi frente la frescura
de vuestras manitas adoradas.
María Teresa de las Mercedes Wilms Montt (1893-1921). Dado el contexto social de la clase y época
a la que perteneció, la educación de Teresa Wilms estuvo a cargo de estrictas institutrices, que la
adiestraron en todas las materias y deberes propios a la búsqueda de un conveniente marido. Sin
embargo, desde pequeña, se manifestó contraria a los valores y enseñanzas de su clase, que poco
acomodaban a su espíritu libre y creativo. En 1918 se trasladó a Madrid, allí publicó dos obras,
ampliamente reconocidas por la crítica literaria española: En la Quietud del Mármol y Anuarí. El año
1920, en París, se reencontró con sus hijas, las que antes le habían sido quitadas, pero tras la partida
de ellas, enfermó gravemente. Producto de esta crisis consumió una gran dosis de Veronal y tras
una larga agonía falleció el 24 de diciembre de 1921. Tenía 28 años. En las últimas páginas de su
diario, escribió: "Morir, después de haber sentido todo y no ser nada...".
La vida y la muerte se hermanan (Gabriela Huinao)

Al mirar atrás
puedo ver el camino
y las huellas que voy dejando.
A su orilla árboles milenarios se alzan
con algún cruce de amargas plantas.
Pero es equilibrada su sombra
desde la huerta de mi casa.
Allí aprendí a preparar la tierra
la cantidad de semilla en cada melga
para no tener dificultad en aporcarla.
Es tu vida
-me dijo una vez mi padre
colocándome un puñado de tierra en la mano.
La vi tan negra, la sentí tan áspera.
Mi pequeña palma tembló.
Sin miedo -me dijo-
para que no te pesen los años.
La mano de mi padre envolvió la mía
y los pequeños habitantes
dejaron de moverse dentro de mi palma
El miedo me atravesó como punta de lanza.
Un segundo bastó
y sobraron todas las palabras.
Para mostrarme el terror
a la muerte que todos llevamos.
De enseñanza simple era mi padre
con su naturaleza sabia.
Al hermanar la vida y la muerte
en el centro de mi mano
y no temer cuando emprenda el camino
hacia la tierra de mis antepasados.
Abrimos nuestros dedos
y de un soplo retornó la vida
al pequeño universo de mi palma.
Graciela Huinao (1956) es una narradora y poeta mapuche de lengua castellana, además de ser la
primera mujer indígena en ingresar en la Academia Chilena de la Lengua. Huinao publicó su primer
poema, «La loika», en 1989 y su primer libro Walinto. Ha escrito relatos, una novela y antologado
algunos libros, como Hilando en la memoria, 7 poetas mapuche (2006), Hilando en la memoria, epu
rapa. 14 mujeres poetas mapuche (2009).
La bicicleta (Miguel Arteche)

En rueda está el silencio detenido,


y en freno congelado la distancia.
Qué lejano está el pie, cómo se ha ido
la infancia del pedal sobre la infancia.

El reino del volante sometido


se borra con la sed que hay en la llanta.
La mano que no está tiene un sonido
de tanta ausencia y cercanía tanta.

Cuán remota la edad que en ti palpita


con las velocidades de tu cita,
y qué rápida estás con ser tan quieta,

tan inmóvil pedal dormido ahora


por la lluvia de ayer que te evapora
tu perdida niñez de bicicleta.
Miguel Arteche (1926-2012), estudió en el Liceo de Los Ángeles y en el Instituto Nacional de
Santiago. Cursó estudios de derecho en la Universidad de Chile, carrera que no finalizó, y de
Literatura Española en la Universidad de Madrid. En 1947, publicó su primer volumen de poemas,
La invitación al olvido. Influenciado por Luis Cernuda, destacado poeta español de la Generación
Literaria de 1927, este poemario tiene como tema principal el sur de Chile. La obra poética lo
consolidó como una voz destacada en la Generación Literaria de 1950. Su trayectoria en las letras
nacionales fue reconocida en 1996, cuando recibió el Premio Nacional de Literatura. Falleció el 22
de julio de 2012, tras varios años alejado de la actividad pública.
Última primavera (Miguel Arteche)

La luz bajaba desde la colina.


El sonido de un tren, un paso que he perdido.
Juventud, herida de otro tiempo,
te alejas soñolienta
como una verde lámpara sepultada en la noche...

Algo silencioso
estaba junto a mí. La lluvia
penetraba los techos perfumados.
Juventud, perdiste tu campana antigua,
tu yelmo mágico,
tu vara transparente.

Ésta es mi habitación. Ésta tu llama.


Éste el vestido. Ésta tu cintura.
“Tu nombre”, dijiste, “se ha perdido en la sombra.
Búscalo más allá, detrás de las colinas”.

Era yo el que cantaba.


Nadie ha de saciar nuestro encuentro perdido.
Me perdí en el bosque. Partiste a los canales.
La luz bajaba desde la colina.
Miguel Arteche (1926-2012), estudió en el Liceo de Los Ángeles y en el Instituto Nacional de
Santiago. Cursó estudios de derecho en la Universidad de Chile, carrera que no finalizó, y de
Literatura Española en la Universidad de Madrid. En 1947, publicó su primer volumen de poemas,
La invitación al olvido. Influenciado por Luis Cernuda, destacado poeta español de la Generación
Literaria de 1927, este poemario tiene como tema principal el sur de Chile. La obra poética lo
consolidó como una voz destacada en la Generación Literaria de 1950. Su trayectoria en las letras
nacionales fue reconocida en 1996, cuando recibió el Premio Nacional de Literatura. Falleció el 22
de julio de 2012, tras varios años alejado de la actividad pública.
Adiós (Rosa Cruchaga)

A mis alumnos

Yo vi de niña el agua de los tilos


como un pastor siguiendo a los vellones.
Vi un eco de cascada que besaba
a su azul, desde un muelle de arreboles.

Os seguiré más hondo que a mi sangre.


Sin medida de cuajos fuisteis míos.
Sin origen de pulsos en menguante.

Hijos de mis alientos: con sus tumbos


de fe y pavor de todo jazminero
quise entre ellos cubriros como lama
mediadora entre el aire y el océano.

Hoy digo “Adió a mis solos: poseídos


mientras era yo el muro y era también la lluvia.
Mis niños de papel que ondulé con mi aliento
me disteis alborada y sepultura.
Rosa Cruchaga Montes (Santiago, 1931-2016), poeta y profesora chilena. Estudió pedagogía en
Castellano en la Pontificia Universidad Católica de Chile, desde donde egresó en 1982 con la tesis
"Revisión de la crítica a la obra de Juan Carlos Onetti", y además recibió el título de profesora de
Religión por la Escuela Normal de Angol. En 1984 se convirtió en la primera mujer en ser nombrada
miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua, ocupando el sillón nº 7.
Imagen de mi padre (Nicanor Parra)

Yo tenía un fiel amigo


de lento mirar cansado
triste como un jardinero
y puro como un relámpago.

Tenía las manos suaves


como el corazón de un pájaro
al andar casi danzaba
y hablaba casi cantando.

Como ríos paralelos


vagábamos por los campos
yo lo confundía a veces
con la sombra de algún árbol.

El cielo que lo cubría


no podía ser más alto
y el nardo azul de su alma
no podía ser más nardo.

Si hubiera sido de agua


¡qué compañero tan claro!
serenos como sus ojos nunca se verán dos lagos.

Amigo dulce dormido


que nunca será olvidado
ni en el día en que se cierren
para mí todos los astros.
Nicanor Parra (1914-2018) poeta que subvirtió de manera tajante la lírica chilena en su época,
nació en Chillán en el seno de una familia campesina. Junto a sus padres y numerosos hermanos -
Violeta Parra entre ellos-, constituían una familia de clase media provinciana, sometida a la
precariedad económica y continuos cambios de residencia. En 1932 se trasladó a Santiago para
concluir los estudios secundarios en el Internado Barros Arana y al año siguiente ingresó al Instituto
Pedagógico de la Universidad de Chile, para iniciar las carreras de matemática y física. La influencia
de su propuesta estética sobre la cultura nacional le valió obtener el Premio Nacional de Literatura
en el año 1969. A los reconocimientos y homenajes que ha obtenido en Chile, se han sumado
importantes distinciones internacionales, entre las cuales destacan el Premio Juan Rulfo en 1991,
el Reina Sofía en 2001 y, en 2011, el Premio Cervantes, máximo galardón de la literatura en lengua
hispana.
Décimas de la negra Ester (Roberto Parra)

Al Puerto de San Antonio


me juí con mucho placer
Conocí a la Negra Ester
en casa del Celedonio
era hija del demonio
donde ella se divertía
su cuerpo al mundo vendía
le quitaban su trabajo
pior que un escarabajo
donde el jilucho caía

La negra muy cosquillosa


no aguantaba la barreta
güen gancho bonitah tetah
su carita como rosa
como espiga de orgullosa
pero no le valió nada
porque estaba deshojada
como la parra en otoño
pero hay que bajarle el moño
a esta carta marcada

Yo a miraba de reojo
sin decir media palabra
si era tan linda la cabra
le hacía la pata al cojo
y saldré de mi antojoh
pensaba para mih adentroh
no voy a contar e cuento
cuando llegue el lindo día
lah nocheh voy a hacer díah
juro por el firmamento

Me lo pasaba borracho
sin un cobre en los bolsilloh
cantaba mah que los grilloh
pa' tomarme un medio cacho
triste la vida del huacho
por no ser correspondío
es tanto lo que he sufrío
sin esperanza ninguna
maldita jué mi fortuna
hoy grito muy aflijío.
Llegaba todah lah nocheh
con la guitarra en la mano
en invierno y en verano
altiro me armaba boche
aguantaba loh reprocheh
como estaba enamorao
me encontraba desgraciao
porque no me daba bola
y me rascaba la cla
porque no estaba a su lao

Un día por la mañana


anteh que rayara el sol
mah linda que un arrebol
fresquita como manzana
muy alegre muy ufana
venía la negra Ester
hasta cuándo padecer
no aguantaba los tormentoh
me muero de sentimiento
si pierdo a la Negra Ester
Hubo muchos inventos, anécdotas y viajes en la vida de Roberto Parra (1921-1995), pero dos
creaciones suyas explican su valor como figura inspiradora del arte popular chileno. La "cueca chora"
fue un engendro musical que logró canalizar el folclore de los bajos fondos urbanos, permeado por
influencias musicales modernas, en tiempos en que la cueca se asociaba puramente a una postal
campesina. El segundo gran legado de Roberto Parra son Las décimas de la Negra Ester, la principal
de todas sus obras literarias, escrita a partir de experiencias recogidas de su propia biografía. Su
marca aparece sintetizada en varios clásicos de la cueca urbana, como "El Chute Alberto", "Los
parecidos" o "Las gatas con permanente". Son las llamadas "cuecas choras", el desvío por el cual el
folclorista llevó el baile nacional desde el pulcro dominio de los huasos de salón y cantoras
maquilladas a los bajos fondos de los conventillos, cárceles y locales nocturnos. La expresión
creativa de ese mundo casi siempre marginado por la cultura oficial es lo que una y otra vez se
menciona como su aporte fundamental en los tributos a Roberto Parra, fallecido en Santiago el 21
de abril de 1995 por complicaciones derivadas de un cáncer a la próstata. Actividades como la
Cumbre Guachaca anual y la viva influencia de su estilo en músicos jóvenes son el recordatorio
permanente de la profundidad de su sello inequívocamente chileno.
Hombres necios (Sor Juana Inés de la Cruz, México)
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis.
Si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
Combatís su resistencia
y luego con gravedad
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.
Queréis con presunción necia
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Tais,
y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?
Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.
Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.
Siempre tan necios andáis
que con desigual nivel
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.
¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata ofende
y la que es fácil enfada?
Mas entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y queja enhorabuena.
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada
o el que ruega de caído?
¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?
¿Pues para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar
y después con más razón
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo


que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.
Sor Juana Inés de la Cruz (Juana Inés de Asbaje y Ramírez; San Miguel de Nepantla, actual México,
1651 - Ciudad de México,1695) Escritora mexicana, la mayor figura de las letras hispanoamericanas
del siglo XVII. La influencia del barroco español, visible en su producción lírica y dramática, no llegó
a oscurecer la profunda originalidad de su obra. Su espíritu inquieto y su afán de saber la llevaron a
enfrentarse con los convencionalismos de su tiempo, que no veía con buenos ojos que una mujer
manifestara curiosidad intelectual e independencia de pensamiento.
Ella (Vicente Huidobro)

Ella daba dos pasos hacia adelante


Daba dos pasos hacia atrás
El primer paso decía buenos días señor
El segundo paso decía buenos días señora
Y los otros decían cómo está la familia
Hoy es un día hermoso como una paloma en el cielo

Ella llevaba una camisa ardiente


Ella tenía ojos de adormecedora de mares
Ella había escondido un sueño en un armario oscuro
Ella había encontrado un muerto en medio de su cabeza

Cuando ella llegaba dejaba una parte más hermosa muy lejos
Cuando ella se iba algo se formaba en el horizonte para esperarla

Sus miradas estaban heridas y sangraban sobre la colina


Tenía los senos abiertos y cantaba las tinieblas de su edad
Era hermosa como un cielo bajo una paloma

Tenía una boca de acero


Y una bandera mortal dibujada entre los labios
Reía como el mar que siente carbones en su vientre
Como el mar cuando la luna se mira ahogarse
Como el mar que ha mordido todas las playas
El mar que desborda y cae en el vacío en los tiempos de abundancia
Cuando las estrellas arrullan sobre nuestras cabezas
Antes que el viento norte abra sus ojos
Era hermosa en sus horizontes de huesos
Con su camisa ardiente y sus miradas de árbol fatigado
Como el cielo a caballo sobre las palomas.
Vicente Huidobro (1893-1948), seudónimo literario del poeta Vicente García-Huidobro Fernández,
es considerado por la crítica literaria nacional e internacional como el promotor y divulgador del
movimiento poético vanguardista en Chile y América Latina en el primer tercio del siglo XX,
principalmente producto de la propuesta y desarrollo de su teoría estética conocida como
Creacionismo. Nació en el seno de una aristocrática familia. Su primera educación formal la recibe
de institutrices inglesas y francesas, para ingresar más tarde al Trinity College y, finalmente, al
Colegio San Ignacio de la Compañía de Jesús. En 1910 comenzó sus estudios de literatura en el
antiguo Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, pero no los completó. Sin embargo, su
educación literaria se inició sobre todo al calor de las tertulias que oficiaba su madre poeta, María
Luisa Fernández Bascuñán, con quien también publicó en 1912 su primera revista, Musa joven, y
quien lo apoyó intelectual y económicamente a lo largo de toda su vida.
Nocturno muy oscuro (Pablo de Rokha)

La noche inmensa no resuena, estalla


como un bramido colosal, retumba
con un tremendo estruendo de batalla
que saliera de adentro de una tumba.

Fue un pedazo de espanto que restalla


o una convicción que se derrumba,
una doncella a quien violó un canalla
y una montura en una catacumba.

Calla con un lenguaje de volcanes,


como si un escuadrón de capitanes
galopara en caballos de basalto.

Porque el silencio es tan infinito


tan espantoso y grande como un grito
que cae degollado desde lo alto.
Pablo de Rokha (1894-1968), su verdadero nombre era Carlos Díaz Loyola, inició sus estudios en la
escuela pública de Talca y luego fue internado en el Seminario Conciliar desde donde fue expulsado
por sus principios antirreligiosos. Al terminar sus estudios de Humanidades en Santiago, se matriculó
simultáneamente en las facultades de Derecho e Ingeniería de la Universidad de Chile,
abandonando los estudios poco tiempo después, para dedicarse por entero a la actividad literaria.
Su obra la componen cuarenta y seis volúmenes, entre libros de poesía, ensayos, folletos y
antologías. En 1922 autoeditó su libro «Los gemidos», obra esencial para comprender la literatura
castellana del siglo XX. Aunque el extenso poemario fue despreciado por la crítica de la época, hoy
es considerado una de las más importantes obras vanguardistas del continente americano. Falleció
trágicamente el año 1968.
El hombre cotidiano (Rolando Cárdenas)

Hay un gesto cotidiano que nos dice:


hay un modo de estar que nos delata,
y siempre el tiempo que nos recuerda quiénes somos.

Se nace una mañana empapado de alba


después de recorrer la infancia más remota,
después de volver del colegio
comiendo una naranja lentamente,
sin fijarse mucho si estamos sobre un puente,
sin ver apenas cómo alas dibujan el paisaje.

Nos sacamos nuestra máscara de sueño


para penetrar en el día. De pronto recordamos
que hay cosas que decir
sin importancia alguna,
copiar actitudes como ante un espejo
de una manera implacable,
para ser una vez más fantasma entre fantasmas.

Entonces nuestra tristeza nos recuerda


que alguna vez podemos herir el día con el grito,
para arrojar entre ruinas ese lento morir,
más breve aún que la luz en el agua.
Que podemos liberarnos de esas cosas antiguas
que siempre se suceden cansadas como siglos,
y que se puede resucitar la lluvia entre las piedras,
y siempre nuestro olvido,
sin necesidad de esperar las estrellas
para buscar en el diccionario la palabra extraviada.
La historia y la escritura del poeta Rolando Cárdenas (1933-1990) están indisolublemente ligadas a
las nieves magallánicas. Su padre fue un ovejero que llegó a la zona procedente de la isla de Curaco
de Vélez, en el archipiélago de Chiloé. Rolando, nacido y criado en Punta Arenas, vivió en esa ciudad
hasta los 22 años, experiencia que moldeó su imaginario y lo pobló de las voces e imágenes que
caracterizan su obra poética.
La casa musgosa (Efraín Barquero)

Crezcan junto a mí las plantas de humedad,


de rostros pesados de silencio.
Acompáñenme las orejas temblorosas
de las enredaderas alargadas.
Pongan los hongos el huevo del invierno,
y los helechos se alimenten de mi sombra,
y las palmas me muerdan con su boca gruesa,
manchando mi cuerpo como la piel de una culebra.

Musgo quiero, y ninguna otra piel orgullosa.


Musgo denso, y ningún otro enfermo terciopelo.
Musgo doloroso como una frente honda.
Y respirado apenas, como una boca de piedra.

Sea todo un crecer a la sombra de mi casa.


Y mi mano se vuelva cada vez más ciega,
para andar sin romper su silencio.
Sea el tiempo como un árbol herido.
Sea el aire como un gran tajo abierto.
Sea el cielo como una yema redonda.
Y mi rostro no asombre. Y mi voz no intimide.
Como un profundo y ciego injerto,
que entrará en la carne palpitante del mundo,
llorando de hermosura verde.
Nadie (Gonzalo Millán)

Las calles están silenciosas


y desiertas. Solamente cruzan
las sombras de los árboles.
No se oyen pájaros, bocinas,
ni siquiera el motor inminente
de un auto siempre aproximándose.
Los ascensores, las escaleras
y pasillos de los edificios, vacíos.
En una cocina un charco
en torno al refrigerador
que de deshiela
con sus bandejas desnudas
y la puerta abierta.
Conservada en el hielo
no hay más que una arveja
muy pequeña, redonda y verde.
Gonzalo Millán (1947-2006), fue uno de los poetas más importantes dentro de la escena nacional
chilena de los años 60. Partió al exilio en el año 1973 y volvió de forma definitiva al país 11 años
más tarde. A partir de 1985 fue director de la revista El espíritu del valle (1985-1998). Durante los
últimos años de la dictadura publicó Virus (1987), en el que reflexiona sobre la función de la poesía
y del arte ante el poder. Ese mismo año se instauró el Premio Pablo Neruda de poesía, que Millán
obtuvo por unanimidad. Desde esa fecha y hasta 1997 se instaló en Holanda, víctima de lo que llamó
una "mudez poética". En los años 90 publicó en Estocolmo, junto a Juan Castillo del grupo CADA, el
libro-objeto “5 Poemas eróticos”. Dos importantes antologías de su obra vieron la luz en esos años:
“Strange Houses” y “Trece lunas”. Después de varios años sin publicar, editó “Claroscuro” y
“Autorretrato de memoria” -por el que obtuvo el premio Altazor en poesía-, los dos primeros tomos
de una trilogía dedicada a la relación entre imagen y texto, que quedó inconclusa tras su muerte,
ocurrida el 14 de octubre del 2006.
La obra del poeta Efraín Barquero (1931) transita por una cierta continuidad de la tradición poética
que incorpora elementos propios de la lírica popular y del mundo de la poesía infantil. La utilización
de arquetipos del mundo popular y campesino, como 'el padre' o 'la compañera', son las constantes
de una poesía emparentada con la tierra y con una suerte de mitología de lo cotidiano, donde se
refuerza la presencia de la tradición.
Telenovela (Rosario Castellano)

El sitio que dejó vacante Homero,


el centro que ocupaba Scherezada
(o antes de la invención del lenguaje, el lugar
en que se congregaba la gente de la tribu
para escuchar al fuego)
ahora está ocupado por la Gran Caja Idiota.

Los hermanos olvidan sus rencillas


y fraternizan en el mismo sofá; señora y sierva
declaran abolidas diferencias de clase
y ahora son algo más que iguales: cómplices.

La muchacha abandona
el balcón que le sirve de vitrina
para exhibir disponibilidades
y hasta el padre renuncia a la partida
de dominó y pospone
los otros vergonzantes merodeos nocturnos.

Porque aquí, en la pantalla, una enfermera


se enfrenta con la esposa frívola del doctor
y le dicta una cátedra
en que habla de moral profesional
y las interferencias de la vida privada.

Porque una viuda cosa hasta perder la vista


para costear el baile de su hija quinceañera
que se avergüenza de ella y de su sacrificio
y la hace figurar como una criada.

Porque una novia espera al que se fue;


porque una intrigante urde mentiras:
porque se falsifica un testamento;
porque una soltera da un mal paso
y no acierta a ocultar las consecuencias.

Pero también porque la debutante


ahuyenta a todos con su mal aliento.
Porque la lavandera entona una aleluya
en loor del poderoso detergente.
Porque el amor está garantizado
por un desodorante
y una marca especial de cigarrillos
y hay que brindar por él con alguna bebida
que nos hace felices y distintos.
Y hay que comprar, comprar, comprar, comprar.
Porque compra es sinónimo de orgasmo,
porque comprar es igual que beatitud,
porque el que compra se hace semejante a dioses.

No hay en ello herejía.


Porque en la concepción y en la creación del hombre
se usó como elemento la carencia.
Se hizo de él un ser menesteroso,
una criatura a la que le hace falta
lo grande y lo pequeño.

Y el secreto teológico, el murmullo


murmurado al oído del poeta,
la discusión del aula del filósofo
es ahora potestad del publicista.

Como dijimos antes no hay nada malo en ello.


Se está siguiendo un orden natural
y recurriendo a su canal idóneo.

Cuando el programa acaba


la reunión se disuelve.
Cada uno va a su cuarto
mascullando un -apenas- "buenas noches".

Y duerme. Y tiene hermosos sueños prefabricados.


Poeta mexicana nacida en el Distrito Federal en 1925. Su infancia transcurrió en Chiapas y luego
estudió Filosofía y Letras obteniendo una maestría en la UNAM. Practicó con gran éxito todos los
géneros literarios, destacándose especialmente en su obra poética que la ha convertido en una de
las más altas representantes de México en el último siglo. Obtuvo importantes reconocimientos
entre los que se destacan, Premio Xavier Villaurrutia 1961, Sor Juana Inés de la Cruz y Premio Carlos
Trouyet. Toda su obra está recopilada en el libro «Poesía no eres tú». Falleció electrocutada por una
lámpara en Tel Aviv en 1974, cuando ocupaba el cargo de embajadora de su país ante el gobierno
de Israel.

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