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Biografía de Juan Jacobo Rousseau (Escritor, Filósofo y Músico)

Rousseau
Juan Jacobo Rousseau (FILOSOFO FRANCES NACIDO EN GINEBRA) 1712-1778). “Con Voltaire termina un mundo. Con Rousseau
comienza otro”Goethe
Renunciar a la libertad es renunciar a la cualidad de hombres, a los derechos de humanidad e incluso a los deberes.
El contrato social.
Nombre completo: Jean-Jacques Rousseau (nacido el día 28 de Junio de 1712 en Ginebra Suiza), fue un escritor, filósofo y músico de la
ilustración (movimiento cultural europeo que se desarrolló especialmente en Francia e Inglaterra, desde principios del siglo XVIII hasta el
inicio de la Revolución francesa, conocido como Siglo de las Luces). Huérfano de madre (Susana Bernard) desde temprana edad, fue criado
por su tía materna y su padre Isaac Rousseau, sin haber recibido educación, como aprendiz con un relojero y un maestro grabador, quien lo
sometió aun trato brutal, es por eso que a los 16 años abandona Ginebra en 1728.
Tras un tiempo peregrinando, llegó y se estableció en Annecy, siendo tutelado por Madame de Warens, una dama ilustrada que le ayudó
en educación y en su afición por la música. A ojos de Rousseau, la Madame sería una madre y una amante. Después de haber presentado
una enfermedad grave. Forja su carácter de “paseante solitario” mientras recorría kilómetros y kilómetros por los Alpes, Rousseau practica
el periodismo.
Escribió sus memorias, las Confesiones, y se dedicó a vivir de sus patrones y lecturas públicas que hacía de ellas. En 1772 Mme d’Epinay,
escandalizada por lo que Rousseau relata de su relación con ella, pide a la policía que prohíban tales lecturas. Con una salud mental
resquebrajada definitivamente, se alejó del mundo. Aunque siguió escribiendo, su salud mental le hacía ver enemigos en todas partes y no
pudo disfrutar de su fama.
Retirándose a Ermenonville, Rousseau falleció de un paro cardíaco en 1778. Murió a los 66 años.
Como literarioDejando a un lado su enfrentamiento con la iglesia católica, por sus polémicas doctrinas, su estilo literario cambió. Sus obras
autobiográficas y de su yo, dieron un vuelco fundamental en la literatura europea; a tal punto que es considerado uno de los precursores
del Romanticismo.Como político
Concebía la democracia como un gobierno directo del pueblo. El sistema que defendía se basaba en que todos los ciudadanos, libres e
iguales, pudieran manifestar su voluntad para llegar a un acuerdo común, a un contrato social (toda ley que el pueblo no ratifica, es nula y
no es ley), la soberanía no puede ser representada por la misma razón que no puede ser enajenada. Como la voluntad general no puede ser
representada defendía un sistema de democracia directa que inspira, hasta cierto punto, la constitución federal suiza de 1848.
Como botánico
Descubre tardíamente la botánica, hacia sus 65 años, gustando de herborizar, que lo tranquilizaba, luego de tanta jornada de reflexionar,
que lo fatigaba y lo entristecía, el hombre, estando desnaturalizado, sin instintos, no puede contemplar la naturaleza, haciendo únicamente
áreas habitables y cultivables, desnaturalizadas, «contorneadas a su modo» en «campiñas artificiales» donde si bien pueden vivir, no
resulta más que en un país pobre.
EN EDUCACION
Rousseau era un filosofo, pero a través de su novela (Emilio o De la Educación), promueve sus grandes pensamientos filosóficos,
enmarcando su ideología que la naturaleza y la humanidad es buena. Rousseau concibe su paradigma del hombre encadenado en Emilio, o
De la educación. Al igual, Rousseau del [[Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres]] quiere apartar la
formación del hombre en Emilio, o De la educación de su indagación, «los hombres, diseminados entre ellos, observan, imitan su industria,
y se elevan de esta manera hasta el instinto de las bestias; se alimenta igualmente de la mayoría». Rousseau crea un sistema de educación
que deja el hombre, o en este caso niño, para dejar que el niño vive y desarrolle sí mismo en una sociedad corrupta y oprimida. Como el
estudio preliminar de Emilio, o De la educación dice, «asignar a los niños más libertad y menos imperio, dejarles hacer más por sí mismos y
exigir menos de los demás».
De los hijos de la pareja nunca más se supo ni para bien ni para mal, lo que hace suponer que tal vez murieran en la infancia ya que ninguno
de ellos despuntó en algo que hiciera concebir sospechas por el parecido en conducta, en ideas o simplemente en semejanza física.
El contrato social

Esta obra de Jean-Jacques Rousseau es el resultado final de un proyecto iniciado en 1743, cuando era secretario del embajador en
Venecia; lo que había de ser un amplio volumen sobre las instituciones políticas acabó convirtiéndose en un extracto que el autor
tituló El contrato social o principios de derecho político (1762). De ahí la advertencia inicial: “Este pequeño tratado se ha extraído de
una obra más extensa, iniciada sin haber consultado mis fuerzas y abandonada después de algún tiempo. De los diversos fragmentos
que podían extraerse de ella, éste es el más considerable, y lo que me ha parecido menos indigno de ser ofrecido al público. El resto
ha desaparecido”.En su Discurso sobre las ciencias y las artes (1750), premiado por la Academia de Dijon, Rousseau había afirmado
el carácter irreconciliable de naturaleza y cultura (ciencias y letras no han promovido las luces de la humanidad, sino que la han
envilecido, oprimiendo más sus cadenas); luego, en el Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los
hombres (1754), estableció el carácter dañino de la sociedad, su intrínseca corrupción, al estar basada en la negación de la
naturaleza.
Si la sociedad es intrínsecamente mala, se pregunta ahora Rousseau, por fundarse en la desigualdad y haber alejado al hombre del
estado de naturaleza (estado primigenio en que el ser humano no vive escindido entre el hecho y el derecho, sino en armonía con su
bondad original), ¿puede este hombre ya corrompido por la sociedad construir una nueva sociedad justa? La respuesta de Rousseau
es afirmativa, porque el mal no está en el hombre sino en su relación con la sociedad. La perversión se ha producido por el mal
gobierno y es el “corazón del hombre” quien puede cambiar la situación.
En El contrato social, Rousseau establece la posibilidad de una reconciliación entre la naturaleza y la cultura: el hombre puede vivir
en libertad en una sociedad verdaderamente igualitaria. El problema fundamental es “Encontrar una forma de asociación que
defienda y proteja con toda la fuerza común proporcionada por la persona y los bienes de cada asociado, y por la cual cada uno,
uniéndose a todos los demás, no se obedezca más que a sí mismo, y permanezca, por tanto, tan libre como antes”.
La solución reside, según Rousseau, en un contrato social basado en la enajenación de todas las voluntades, de forma que cada uno
recupere finalmente todo lo que ha cedido a la comunidad. De este modo, dándose cada individuo a todos, no se da a nadie, y no
hay ningún miembro de la sociedad sobre el que no se adquiera el mismo derecho que se cede. Se gana en equivalencia lo mismo
que se pierde, adquiriendo mayor fuerza para conservar aquello que cada cual posee.
El contrato será, pues, expresión de la voluntad general. La voluntad general es distinta de la simple voluntad de todos porque no es
una mera totalización numéricamente mayoritaria de las voluntades particulares y egoístas, cuya resultante es siempre el puro
interés privado. La voluntad general, en cambio, es siempre justa y mira por el interés común, por el interés social de la comunidad,
por la utilidad pública. De esa voluntad general emana la única y legítima autoridad del Estado.
Primera edición de El contrato social (1762)
A diferencia de toda monarquía absoluta, o de toda forma de poder autocrático, con el ejercicio de la voluntad general la soberanía
residirá en el pueblo. Esta soberanía es, por tanto, absoluta, dado que no depende de ninguna otra autoridad política, no estando
limitada nada más que por sí misma; es inalienable, dado que la ciudadanía atentaría contra su propia condición si renunciara a lo
que es expresión de su propio poder; y, finalmente, es indivisible, ya que pertenece a toda la comunidad, al todo social, y no a un
grupo social ni a un estamento privilegiado.
El pueblo, partícipe de la soberanía, es también al mismo tiempo súbdito, y debe someterse a las leyes del Estado que el mismo
pueblo, en el ejercicio de su libertad, se ha dado. Se concilian así libertad y obediencia mediante la ley, que no es sino concreción de
la voluntad general y alma del cuerpo político del Estado. La cuestión de quién dicta las leyes la resuelve Rousseau con la figura del
legislador, que será “el mecánico que inventa la máquina”.
Los principios hasta aquí expuestos constituyen las ideas básicas de los dos primeros libros de El contrato social. Parten de una
situación histórica y sirven para diseñar la hipótesis jurídica del tránsito del estado natural al estado civil, de forma tal que el hombre
pierde su libertad natural pero gana la libertad civil, circunscrita a la voluntad general, y su igualdad natural no queda destruida por
una sociedad que le es impuesta, sino que es reemplazada por la igualdad moral.
En los dos últimos libros, Rousseau trata del gobierno, al que define como un “cuerpo intermediario establecido entre súbditos y el
soberano para su mutua comunicación, a quien corresponde la ejecución de las leyes y el mantenimiento de la libertad tanto civil
como política”. Su poder ejecutivo es delegado por el único soberano, el pueblo, y sus miembros podrán ser destituidos por ese
mismo sujeto.
Rousseau parece preferir la democracia como forma de gobierno, considerando conveniente su aplicación, especialmente para los
pequeños estados. De hecho, la constitución de un estado como el postulado por Rousseau se parece a la democracia ginebrina de
su época, en la que las leyes eran propuestas al pueblo soberano por un número limitado de magistrados. Pero Rousseau sostiene
también un cierto relativismo que le hace considerar que no existe una forma de gobierno apta para todos los países, si bien, en
todo caso, cualquier forma de gobierno debe ser expresión de la voluntad general de la ciudadanía para ser legítima.
Finalmente, Rousseau considera las condiciones del sufragio y las elecciones; propone la antigua Roma como modelo para impedir
las transgresiones, y termina con la necesidad de fundar una religión civil, entre cuyos dogmas positivos figurarán la santidad del
contrato social y las leyes establecidas como expresión de la voluntad general. Esta religión civil tendría un único dogma negativo: la
intolerancia.

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