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A pesar de las dificultades que conlleva dar una definición precisa del realismo muchos
teóricos han coincidido en afirmar que éste pretende brindar una representación cabal de
los objetos y hechos de la realidad. Para no caer en aporías o confusiones me valdré en
citar a René Wellek para quien “el realismo es la representación objetiva de la realidad
social contemporánea”. (Espósito, 36) Aclarado de cierta manera la definición de
realismo podemos acercarnos a la obra de Boccaccio y de Verga.
Separados por varios siglos, Boccaccio y Verga son representantes de la literatura italiana
que se valieron del realismo para dotar a su obra de verosimilitud. Por un lado, las
esclarecedoras palabras de Wellek nos dicen qué es el realismo y cómo un autor realista
debe representar su realidad contemporánea. Así pues, no otra cosa, es la que hace el
narrador del Decamerón en la “Introducción de la Primera Jornada” anclándose en primer
lugar en una realidad histórica comprobable, que es la Florencia en los años de la peste:
Digo, pues, que los años de la fructífera Encarnación del Hijo de Dios había
llegado ya al número de mil trescientos cuarenta y ocho, cuando a la egregia
ciudad de Florencia, más hermosa que ninguna otra de Italia, llegó la mortífera
peste (Boccaccio, 112)
Luego una vez ubicado cronológicamente, el narrador procederá a relatar los síntomas de
la peste negra, además de describir los tormentos de aquellas personas que la padecieron.
Efectivamente el Decameron de Boccaccio pretende abarcar todos los temas que tiene a
su disposición:
Por otra parte, Giovanni Verga en “Cavalleria Rusticana” representa la realidad humilde
y provinciana de la Sicilia de finales del S. XIX. Esta realidad cotidiana que el narrador
da cuenta está dotada de todos los problemas que un pequeño pueblo italiana puede tener.
El cuento presenta el mundo de los enredos amorosos y las lides donde hasta la hidalguía
y el respeto por el adversario se han perdido:
Boccacio y Verga dan cuenta que una realidad particular sí puede ser representada. Su
narrativa nos acerca la realidad de los años que ambos vivieron y la posibilidad de conocer
las vivencias y las características de aquellos tiempos.
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La realidad, valga la redundancia, se comprende de distintas realidades. En el caso de Boccaccio, estos
son el mundo mercantil/ burgués y el noble/cortesano.
Como decía al concluir la anterior consigna los autores son escritores de su tiempo y su
narrativo reflejará la época en la que vivieron lo que hará que aproximen sus
problemáticas contemporáneas. De esta manera Boccaccio y el Decamerón muestran un
mundo donde el hombre se aleja cada vez más de su versión medieval, es decir, ya no es
más dependiente y subordinado a las cuestiones teológicas. El Decamerón, así, centra su
preocupación por el hombre mismo y sus vicisitudes; paulatinamente nos acercamos al
humanismo. Aterrizado en la tierra, todas las novelle del Decamerón plasmarán las
preocupaciones y vivencias de este nuevo hombre.
En IV, 5 la novella ya nos presenta a los nuevos sujetos burgueses mercantiles. Tres
hermanos que se preocupan con quién habrán de casar a su hermana, buscando un buen
partido para ella con el cual ellos puedan coordinar futuros negocios. Lo que mueve al
accionar a este nuevo hombre es esencialmente el dinero:
Había, pues, en Messina tres jóvenes hermanos y mercaderes, que habían quedado
muy ricos tras la muerte de su padre, que era de San Gigmignano; y tenían una
hermana llamada Elisabetta, joven muy bella y educada, a la que, por la razón que
fuese, aún no la habían casado. (Boccaccio, 254)
Por otro lado, en el Decamerón vemos cómo a un narrador o distintos narradores que ya
no se preocupan por cuestiones moralizantes como los medievales, sino simplemente por
entretener, al fin y al cabo el eje del libro es la de pasar diez días relatando novelle. Ya
alejados de las cuestiones moralizadoras, los narradores se valen de su subjetividad para
insertar comentarios antes o después de sus novelle. El caso de IV, 10 cuyo registro es
totalmente cómico, de engaños amorosos y, elemento característico de la obra, el nuevo
posicionamiento de la mujer, algo más consiente (aunque no del todo) de su libertad que
la mujer medieval, porque efectivamente la mujer del relato se vale de su ingenio para
librarse de los problemas que el enredo con su amante puedo ocasionarle con su marido;
merece la intervención directa final del narrador:
La cual, luego, junto con él y con la querida criada que había querido darle de
cuchilladas, muchas veces se rió y se divirtió, continuando su amor y su solaz
siempre de bien en mejor; como querría que me sucediese a mí, pero no que me
metieran dentro de una arca2 (Boccaccio, 280)
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Resaltado mío.
Sin pretensiones moralizadoras, como decíamos, el narrador del X, 10 inserta sus ideas
antes de relatar su novella. Recordemos que este relato es característico en la exaltación
de la virtud femenina, que Branca dice “parece que quieren presentar la dorada y ejemplar
Vida de un santo” (Branca ii, 77):
Mansas señoras mías, por lo que me parece, este día de hoy se ha dedicado a reyes
y sultanes y a gente semejante; y por ello, para no sepárame demasiado de
vosotros, quiero contar de un marqués no una cosa magnífica sino, una
descabellada bestialidad, aunque al final le resultase bien: y no le aconsejo a nadie
que la imite, porque fue una verdadera lástima que a él le resultase bien
(Boccaccio, 611)
Al pronunciar tales palabras el narrador da una actitud condenatoria a las pruebas que el
protagonista masculino infringirá al femenino. Así por muy virtuosa que el accionar de la
joven haya sido en el relato, el narrador aconseja que no debe ser imitado. Tales pruebas
de fidelidad femenina, probables en el medioevo son ya impensables e imposibles de
cumplir en los tiempos que Boccaccio y sus lectores viven.
Bibliografía
Boccaccio, G. Decamerón, Libros en red, 2004.
Verga, G. Relatos Sicilianos, Centro Editor de América Latina S.A. 1980.
Crítica
Branca, V. (i), “Boccaccio y la representación del hombre moderno” En: AA.VV.,
Giovanni Boccaccio. Homenaje en el sexto centenario de su muerte, edición de A. N.
Marani, La Plata: UNLP, 1975.
Branca, V. (ii), Boccaccio y su época [trad. y notas de Luis Pancorbo], caps. 3 y 4 (pp.
71-142). Madrid: Alianza Editorial, 1975.
Espósito, F., “Realismos”, en Amícola, J. y De Diego, J. L. (dirs.), La teoría literaria
hoy. Conceptos críticos de la teoría literaria del siglo XX. La Plata: Ediciones Al
Margen, Colección “Textos Básicos”, 2008, p. 35-43.
Guglielmino, S. y Grosser, H., “Giovanni Verga” [trad. de la cátedra], en Il sistema
letterario. Guida alla storia letteraria e all’analisi testuale. Vol. IV.Milán: Principato,
1996 (pp. 270-282).