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UNIVERSIDAD PERUANA UNIÓN

Facultad de Ciencias de la Salud


EAP Medicina

Estudio de Casos
Curso: Consejería cristiana
Docente: Pr. Lendeert Brouwer
Alumno: Wendy Tapia Bullón

Lima, 18 de Mayo del 2018

CASO 1
Paciente femenina, 28 años de edad, procedente de Pucallpa, Ucayali. Ingresa al hospital
referida desde el Hospital Regional Coronel Portillo de Ucayali, atendida por 02 heridas de
bala.
Refiere haber estado viajando con su esposo y su segundo hijo, de un año, en una
movilidad particular cuando fueron alcanzados por un carro sin placa con tres hombres
encapuchados dentro. El copiloto saca un revólver con el que apunta a la familia disparándo
cinco veces. La paciente gira dándoles la espalda para proteger a su pequeño pero en el
transcurso es alcanzada por dos proyectiles: El primero impacta en su columna, a la altura
de la cuarta vértebra lumbar y el segundo deja una herida superficial en el borde lateral del
brazo derecho, pero impacta en la cabeza de su hijo, matándolo al instante.
La paciente tras dos operaciones, es diagnósticada con daño medular tipo II y pronóstico de
paraplejia de los miebros inferiores irreversible. Es además informada de la muerte de su
hijo. Pocos días más tarde manifiesta a la enfermera de turno que le administra analgésicos
su deseo de acabar con su vida e incluso detalles de planeación suicida. Le cuenta además
que ya ha hecho arreglos para que su hermana cuide de su primer hijo.
A la evaluación psiquiátrica, la mujer se muestra calmada, con frialdad emocional. Al relatar
sus planes de acabar con su vida, se muestra decidida de hacerlo tan pronto como se le dé
el alta hospitalaria. Expresa que la vida ha perdido sentido para ella puesto que dejar de
caminar implica una disminución de su independencia, exclama “seré inútil para mi familia
en esta condición” y “no quiero que cuiden de mí”. Se niega a hablar sobre lo que la muerte
de su hijo significó para ella, le resta importancia al episodio aludiendo que “la vida es así”,
dice que ya lo ha superado.
La paciente recibe una interconsulta de psiquiatría y psicología, pero además se solucita su
permiso para recibir visitas espirituales del capellán del hospital. Se niega al principio, pero
acaba aceptando por insistencia de su esposo.
A través de las visitas, el capellán procura disuadirla de sus ideas hablándole del valor que
tiene la vida, al haber sido dada por Dios a nosotras y de aunque no podamos entender el
por qué de muchas de las desgracias que nos acontecen, tenemos firme fe en la promesa
de la vida eterna y el cielo.
La paciente acaba confesando que se siente culpable por la muerte de su hijo quien apenas
empezaba a vivir y que no pudo proteger. Acepta las enseñanzas y una nueva esperanza
de vida, renunciando a sus ideas suicidas. Se le preescribe iniciar terapias psicológicas y
dos fármacos (un ansiolítico y un antidepresivo) en dosis mínimas para ayudar a aligerar el
peso emocional del episodio que ha vivido mientras trabaja en terapia para resolver sus
sentimientos.
ABORDAJE ÉTICO-CRISTIANO

Las Escrituras relatan dos casos de suicidio, y en ambos casos se trataba de hombres en
posiciones de liderazgo. El primero es el del rey Saúl. Saúl se había ido alejando
lentamente de Dios. En 1 Samuel 31, se relata cómo se encontraba observando con horror
que Israel perdía una batalla vital.Tres de sus hijos yacían muertos. Saúl había sido herido y
sabía que no tenía escapatoria. Entonces le pidió a su escudero que lo matara, pero éste se
rehusó a hacerlo, por lo cual Saúl escogió quitarse la vida cayendo sobre su propia espada
para escapar de ser capturado por el enemigo. Aparentemente, el suicidarse era más
honorable que la cautividad. Elena White comenta: “Así pereció el primer rey de Israel
cargando su alma con la culpa del suicidio. Su vida había fracasado y cayó sin honor y
desesperado, porque había opuesto su perversa voluntad a la de Dios”.
El otro caso mencionado en la Biblia fue el de Judas. Jesús le advirtió a Judas de que
estaba buscándose problemas (Mateo 26:23-25), pero Judas creía que estaba obrando
correctamente al traicionar a Jesús. Sólo cuando vio que sus planes estaban fracasando
(Mateo 27:3-5) comprendió que su vida era demasiado vergonzosa para continuar viviendo.
Elena White dice que “Judas sintió que no podía vivir para ver a Jesús crucificado, y,
desesperado, salió y se ahorcó. Jesús sabía lo que Judas estaba planeando, y aún así él
“no pronunció una sola palabra de condenación. Miró compasivamente a Judas y dijo: ‘Para
esta hora he venido al mundo’”.
Si Jesús, quien conoce los corazones de los hombres, continúa obrando en favor de la
gente sin condenarla, ¿actuaremos nosotros en una forma diferente? Elena White menciona
que Pilato también cometió suicidio. “Antes que arriesgarse a perder su puesto entregó a
Jesús para que fuese crucificado, pero a pesar de sus precauciones aquello mismo que
temía le aconteció después. Fue despojado de sus honores, fue derribado de su alto cargo
y, atormentado por el remordimiento y el orgullo herido, poco después de la crucifixión se
quitó la vida”.17 De estos casos bíblicos, podemos discernir que el caso real a considerar
tiene que ver con el entorno de nuestra propia vida. A todo el mundo se le ha dado la
oportunidad de conocer a Dios y cada uno debe decidir qué hacer con este conocimiento.
Los que lo rechazan a él y sus valores, a menudo sienten que la vida no es digna de ser
vivida y quieren acabar con la suya. Sin embargo, no todo suicidio es el resultado de
rechazar a Dios. Hay otros factores sobre los cuales uno pierde el control, como el estrés, la
soledad, la traición, la vergüenza, la depresión, las enfermedades mentales o las
enfermedades terminales.
Aunque no entendemos en forma completa las causas y motivaciones que llevan al suicidio,
como adventistas podemos afirmar tres importantes principios. Primero, debemos reconocer
que la vida es preciosa y que es un don de Dios para ser vivida a través de su gracia por
medio de la fe. Segundo, cuando encontramos a alguien con pensamientos de
autodestrucción, tenemos la obligación de ministrar a esa persona. Tercero, debemos
entender que no nos pertenece el juzgar. Aun cuando estemos ejerciendo un ministerio de
amor y ternura para con los implicados, no estamos investidos de autoridad para emitir
juicio de que alguien ha cometido el pecado máximo.

CASO 2

Paciente mujer de 18 años, procedente de Lima, en gestación de 9 semanas, acude sola a


consulta por ginecología para su primer control prenatal. Durante la evaluación, la cual
resulta normal muestra incontinencia emocional, rompiendo en llanto en dos ocasiones. Al
preguntar si se encuentra bien, manifiesta “he venido para rogar que me hagan un aborto”.
Cuenta que es huérfana y vive con su hermana mayor, la cual aún no sabe de su embarazo,
su cuñado y sus dos sobrinos. Ha abandonado el colegio pero había empezado a estudiar
cosmetología y encontrado un trabajo en una peluquería local. Durante las clases conoció a
un chico con el que inició una relación amorosa que culminó en encuentros sexuales y fruto
de ellos, quedó embarazada. Manifiesta no tener deseos de continuar su vida, se muestra
desesperada pues tenía el sueño de “empezar su propio negocio”. Cuando se le pregunta
por su pareja, expresa que terminaron hace un mes debido al carácter controlador e
inseguro de este. También declara no querer acudir a su hermana pues cree que está la
obligará a casarse con el joven y ella “no quiere vivir al lado de una persona así, aunque
haya tardado en darse cuenta”.
Se intenta calmar a la paciente antes de proceder a dialogar con ella. Se le dice que debido
a los principio ético-cristianos, no se considera correcto proceder con un aborto a menos
que guarde motivos terapéuticos o en caso de violaciones. El médico le dice que, como
adventistas, creemos que Dios nos conoce desde el vientre materno y que es él quién nos
otorga el regalo de la vida y que ante cualquier dificultad, es también él principalmente quién
nos sostiene ante las situaciones difíciles de la vida como la maternidad fuera del
matrimonio.
La paciente finalmente entiende que no podemos ayudarla, pero se retira calmada tras
realizar una oración intercesora por ella y su bebé, donde se pide a Dios que no la
desampare en ningún momento. Un mes más tarde, regresa acompañada de su hermana
para los controles ecográficos biométricos. Ambas agradecen al doctor por su exhortación a
que conservara al bebé. Cuentan que fue difícil asimilar la noticia al principio, pero ahora,
apoyan al cien por ciento a la paciente y continuarán ayudándola para que pueda culminar
sus estudios y criando a su hijo.

ABORDAJE ÉTICO-CRISTIANO

El aborto es uno de los trágicos dilemas de la condición degradada del hombre. La Iglesia
debería ofrecer un respaldo amable para aquellos que enfrentan personalmente la decisión
del aborto. Las actitudes de condena son impropias en los que han aceptado el evangelio.
Como cristianos tenemos el cometido de transformarnos en una comunidad de fe afectuosa,
solícita para ayudar a quienes están en crisis al considerar alternativas. El amor cristiano
(agápe) es la valiosa dedicación de nuestras vidas para elevar la vida de los otros. El amor
también respeta la dignidad personal y no tolera la opresión de una persona bajo el
comportamiento abusivo de otra (Mat. 16:21; Fil. 2:1-11; 1 Juan 3:16; 4:8-11; Mat. 22:39;
Juan 18:22, 23; Juan 13:34).
En forma práctica y de manera tangible la Iglesia como una comunidad sustentadora deberá
expresar su compromiso hacia el valor de la vida humana. La iglesia también deberá
proponerse la misión de mitigar los desafortunados factores sociales, económicos y
psicológicos que puedan llevar hacia el aborto, y prestar atención redentora a quienes
sufren las consecuencias de decisiones individuales en esta cuestión.
La iglesia no debe servir como conciencia para los individuos; de cualquier modo, debería
proveer orientación moral. El aborto por razones de control de la natalidad, selección de
sexo o por conveniencias no es tolerado por la iglesia. Sin embargo a veces las mujeres
pueden enfrentar alguna circunstancia excepcional que presenta serios dilemas morales o
médicos tales como una amenaza significativa para la vida de la mujer embarazada, serios
peligros para su salud, severos defectos congénitos cuidadosamente diagnosticados en el
feto, y embarazos resultantes de una violación o incesto. La decisión final en cuanto a la
interrupción del embarazo o no, debería ser hecha por la mujer embarazada luego de
adecuada consulta. Para tomar su decisión, ella deberá ser ayudada con informaciones
precisas, principios bíblicos y la orientación del Espíritu Santo. Por otra parte, estas
decisiones son mejor tomadas dentro del contexto de una relación familiar saludable.
Dios se relaciona con la vida intrauterina. Se utilizan pronombres personales para el feto.
Jeremías 1:5: “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te
santifiqué, te di por profeta a las naciones”. Isaías 49:1: “Jehová me llamó desde el vientre,
desde las entrañas de mi madre tuvo mi nombre en memoria”.
La vida es un don de Dios. Hechos 17:25 y 28 dice: “pues él es quien da a todos vida y
aliento y todas las cosas”, “Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos”. Ezequiel 18:4,
nuestro Dios dice: “He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el
alma del hijo es mía”. Salmo 24:1 “De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que
en él habitan”.
El ser humano pertenece a Dios, la vida es un don de Dios. A él le corresponde la soberanía
y la autonomía de interrumpir la vida. Debemos celebrar la vida y no la muerte. “Creed en
Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros” 2 Crónicas 20:20.

CASO 3

Paciente varón de 15 años, procedente del Callao, ingresa a emergencias por cuadro
psicótico. Es traído por su madre quien lo encontró arrodillado en una esquina de la sala
cuando volvió del trabajo. Mostraba marcada agitación psicomotriz, ansiedad severa y
hablando incoherencias. Durante la evaluación de drogas en orina, se hallan metabolitos de
marihuana, cocaina y alcohol en sangre.
Una vez estabilizado, se procede con la entrevista en la cual el joven niega ser consumidor
habitual de marihuana, sin embargo, afirma que sus amigos del barrio fuman en grupo en su
presencia. Dice que son chicos “que lo hacen reír” pero sus padre tienen muchos prejuicios
contra ellos. La madre manifiesta no estar de acuerdo con las amistades de su hijo, a quien
describe como bueno y estudioso, pero cambió abruptamente hace ya dos meses. Mientras
se continúa con el interrogatorio y se profundiza más, descubrimos que el paciente tiene
una novia que lo presentó a su nuevo grupo de amigos y que lo convence de faltar a clase
para reunirse con los muchachos en el parque donde beben y se drogan.
Tras realizar el test CAGE de alcoholismo y drogas, se determina que si bien, el paciente no
se encuentra aún en adicción, si roza las conductas de riesgo para desarrollarlo.
Se programa una consulta con sus padres en psiquiatría, tras el alta, donde se busca hacer
énfasis en que la adicción es un problema mental evitable a través de la temperancia. En la
misma charla, se habla al joven sobre como, como cristianos, consideramos nuestros
cuerpos son un templo para Dios y que la juventud es un periodo crucial en el que se basa
el resto de nuestra vida y la importancia de tomar buenas decisiones en él.
Finalmente el muchacho confiesa ante sus padres que no se siente a gusto en ese grupo de
amigos y que se reune con ellos por ganarse el favor de su novia. Relata que ese día ellos
le dieron más cocaina de lo habitual lo que desencadenó el cuadro psicótico. Se disculpa
con ellos, y juntos se comprometen a mejorar como familia.
ABORDAJE ÉTICO-CRISTIANO

Los Adventistas del Séptimo Día creemos que la Biblia enseña que el cuerpo humano es un
“templo del Dios” el cual debe cuidarse de forma inteligente (2 Cor. 6:15-17).
La creencia fundamental de nosotros, los adventistas, basada en los principios bíblicos
establece que junto al ejercicio físico adecuado y al reposo físico, se debe adoptar la dieta
más saludable. Por lo tanto, las bebidas alcohólicas, el tabaco y el uso irresponsable de
drogas y narcóticos son dañinos para la salud humana, por lo tanto debemos abstenernos
de ellas.
Por otra parte, debemos comprometernos con todo aquello que genere pensamientos y
hábitos saludables con el fin de agradar a Dios y ser más útiles a nuestros semejantes.
Para tener una vida plena, los Adventistas del Séptimo Día animamos a todos a seguir un
estilo de vida saludable que evite el consumo de tabaco, bebidas alcohólicas, y el uso
inadecuado de drogas.

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