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C omo recientemente ha señalado Fernanda al escudriñar las fuentes conocidas, hacer lectu-
ras a contracorriente e interpretar los vacíos.
Núñez, en el tema de la prostitución, las dife-
rencias y desigualdades de género son más que Estudios como los de Fernanda Núñez o Ro-
evidentes, ya que mientras las prostitutas han salina Estrada han avanzado en este sentido,
sido históricamente estigmatizadas y obligadas dando cuenta de las diferencias de género en los
a sujetarse al control de las autoridades tanto discursos, los imaginarios masculinos en el
sanitarias como policiacas; los consumidores, o mundo del burdel y la forma en que se ha cons-
los clientes, han estado protegidos por el anoni- tituido una forma de “virilidad” —ya sea real o
mato y jamás han sido incomodados por ningún imaginada— relacionada con el “consumo” de
tipo de control sanitario.1 prostitución.3 Asimismo, Gabriela Pulido ha
Ciertamente es muy poco lo que se puede sa-
ber sobre esos personajes, su vida, las razones
publicaciones sobre clientes, padrotes y hombres que ejercen
que los llevaron a pagar por sexo, el papel que la prostitución. En el caso de los clientes, véase por ejemplo
han jugado en el sostenimiento del comercio se- Melissa Chagoya Fernández y Mauro Antonio Vargas Urías,
xual, las relaciones que han establecido con las Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo
mujeres, entre otras temáticas; y lo mismo pue- asociado a la trata de mujeres con fines de explotación se-
xual, México, Gendes, 2012; y de Ignacio Lozano Verduzco
de decirse para el caso de los proxenetas varones y Mauro Antonio Vargas Urías, El involucramiento de los
en México.2 Sin embargo, algo se puede avanzar hombres en la trata de personas con fines de explotación se-
xual, un estado de la cuestión, México, Gendes, 2012. En el
caso de los proxenetas se encuentra el libro de Óscar Mon-
* Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca. tiel Torres, Trata de personas. Padrotes, iniciación y modus
1
Fernanda Núñez Becerra, “Mujeres públicas y consu- operandi, México, Inmujeres, 2009. Muchos más estudios se
midores privados: los clientes esos desconocidos”, en Fa- han generado en torno a la prostitución ejercida por varo-
biola Bailón Vásquez y Elisa Speckman Guerra (coords.), nes. Tan sólo por mencionar algunos ejemplos: Álvaro López
Vicio, prostitución y crimen. Mujeres transgresoras en los López y Rosaura Carmona Mares, “Turismo sexual mascu-
siglos xix y xx, México, unam-Instituto de Investigaciones lino-masculino en la ciudad de México”, en Teoría y Praxis,
Históricas (en prensa). núm. 5, 2008, pp. 99-112; Nora Leticia Bringas Rábago y
2
Es en realidad hasta épocas muy recientes, con el de- Ruth Gaxiola Almada, “Los espacios de la prostitución en
sarrollo de los estudios de género y de las masculinidades Tijuana: turismo sexual entre varones”, en Región y Socie-
derivados de la mirada feminista (1990), que ha despuntado dad, núm. 55, Hermosillo, 2012, pp. 81-130.
una línea de estudios, sobre todo contemporáneos, acerca de 3
Rosalina Estrada, “La inevitable lujuria masculina, la
los varones en la prostitución. Así, contamos con algunas natural castidad femenina”, en Laura Cházaro y Rosalina
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caracterizado o dibujado algunos rasgos de los madrotas los encargados de responder —inde-
“pachucos” o padrotes de la ciudad de México pendientemente de la forma— a esa demanda.
para la década 1940 y ha analizado la relación El objetivo de este trabajo se centra en ana-
entre los cabarets, la explotación de la prostitu- lizar, desde una perspectiva de género,5 cómo
ción ajena y la entonces llamada “trata de fueron visualizados o considerados —o no— los
blancas”.4 clientes y los explotadores de la prostitución
El presente estudio se une a estos esfuerzos dentro de los reglamentos, la prensa y los estu-
para intentar dar una visión general sobre los dios médicos, en el periodo que va de 1865 a
clientes y los proxenetas varones en el periodo 1940. Esto con el propósito de ir develando esa
en el que funcionó en la ciudad de México el lla- “cara oculta” de dicho sistema que llegó a tener
mado “sistema reglamentarista francés”. Como consecuencias importantes en la vida de mu-
muchos otros países y ciudades, nuestro país chos hombres y mujeres.
adoptó y sostuvo un sistema de regulación es-
tatal de la prostitución, que se centró básica-
mente en el registro, vigilancia y control de las El reglamentarismo en México
mujeres insertas en la misma, sin considerar a y el mito del “mal necesario”
los demandantes, ni a los explotadores, con ex-
cepción de las matronas, para las cuales se es- En 1862 las autoridades municipales aprobaron
tipularon algunas normas. Los lenones o los El Primer reglamento de prostitución para el dis-
proxenetas varones y los clientes apenas si fue- trito federal,6 que tuvo como antecedente un
ron citados en algunas fuentes. Esta es una de “Proyecto de reglamento” elaborado desde 1851.7
las razones por las cuales los análisis contem- En dicho proyecto se planteó que la persecución
poráneos sobre la historia de la prostitución en de la prostitución debía quedar a cargo de la po-
México apenas si los han considerado. Sin em- licía y las faltas que en ella se cometieran de-
bargo, es un hecho que existieron y que ocupa- bían castigarse como “todas las otras de su
ron un lugar fundamental en el desarrollo del clase reservando a los jueces los casos en que
comercio sexual tolerado y de la explotación de éstas se compliquen con otros delitos comunes”.
la prostitución ajena en la ciudad de México,
puesto que fueron los clientes quienes deman-
daron servicios sexuales e impusieron sus “gus-
5
Es decir, desde una perspectiva relacional que permi-
ta analizar y comprender las características que definen a
tos” sobre el tipo de mujeres “a pagar” en los las mujeres y a los hombres, así como sus semejanzas y di-
burdeles; y asimismo, fueron los padrotes y las ferencias. Entendiendo el género como un “elemento cons-
titutivo de las relaciones sociales, las cuales se basan en
las diferencias percibidas entre los sexos” y como “una for-
Estrada (eds.), En el umbral de los cuerpos. Estudios de ma primaria de las relaciones simbólicas de poder”. Véase
antropología e historia, México, El Colegio de Michoacán / Joan Scott, Género e historia, México, fce / Universidad
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2005, pp. Autónoma de la Ciudad de México, 2008, p. 65.
117-144; y “¿Público o privado? El control de las enferme- 6
El “Primer reglamento sobre la prostitución en Méxi-
dades venéreas del porfiriato a la Revolución”, en Estudios co” estaba compuesto por 6 apartados: “Prevenciones ge-
de Historia Moderna y Contemporánea de México, núm. 33, nerales”; “De las mujeres públicas en general”; “De los
enero-junio de 2007, pp. 33-56; Fernanda Núñez Becerra, burdeles”; “De las mujeres públicas no adscritas a los bur-
op. cit. (en prensa); y de la misma autora, La prostitución deles”; “De los médicos”, y por último “De la policía”. “Pri-
y su represión en la ciudad de México (siglo xix). Prácticas mer reglamento de 20 de abril de 1862 sobre la prostitución
y representaciones, Barcelona, Gedisa, 2002, pp. 210-217 en México”, en Blas Gutiérrez Alatorre, Leyes de Reforma.
4
Gabriela Pulido Llano, “Cabareteras y pachucos en Colección de las disposiciones que se conocen con este nom-
Magazine de Policía. Ciudad de México, 1940”, en Fabiola bre publicadas desde el año 1855 al de 1870, t. II, parte III,
Bailón Vásquez y Elisa Speckman Guerra (coords.), op. cit., México, Miguel Zornoza Impresor, 1870.
(en prensa); véase también de la misma autora “El mapa 7
“Proyecto de decreto y reglamento sobre prostitución,
del pecado. Representaciones de la vida nocturna en la ciu- 1851”, en Boletín del Archivo General de la Nación, terce-
dad de México, 1940-1950”, México, enah (tesis de docto- ra serie, tomo III, núm. 3(9), julio-septiembre de 1979, pp.
rado), 2014. 10-12.
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Tal creencia se reforzó con dos ideas más: 1) dad, así como la idea de que las prostitutas eran
que el riesgo que corrían las mujeres “decentes” las principales propagadoras de la enfermeda-
al ser violadas disminuiría, así como las prác- des venéreas y, por lo tanto, un potencial “peli-
ticas fuera de “lo normal” y especialmente la gro” para la población, dejando sin considerar
homosexualidad, y 2) que con la tolerancia, exis- a los varones, quienes frecuentemente eran los
tirían canales adecuados para desahogar esa ne- que llevaban la enfermedad a sus casas.
cesidad “biológica” construida sin hacer peligrar El temor por las enfermedades venéreas, y
a este grupo de mujeres, y por tanto, al orden particularmente por la sífilis, que no tenía cura
patriarcal. Así se justificó la existencia de un en ese momento, se aunó a la idea del “mal ne-
grupo específicamente dirigido a ellos: las pros- cesario”, convirtiendo a la prostitución en un
titutas, mujeres solas, sin hijos y sin “honor” que verdadero dilema para las autoridades, que es-
defender, cuyo cuerpo fue concebido como un taban tratando de construir un nuevo orden so-
simple “receptáculo” de la sexualidad varonil. cial. La solución que encontraron fue instaurar
La idea de que la prostitución era un “mal un modelo higiénico, una profilaxis, imponiendo
necesario”, y aquélla de la “inevitable lujuria medidas normativas, pero únicamente a las mu-
masculina”, como bien señala Fernanda Núñez, jeres. Puesto que los hombres “no podían conte-
permearon las mentalidades y atravesaron las ner su sexualidad”, toda la responsabilidad
épocas dando sustento durante muchos años al recayó en ellas.
sistema reglamentarista.12 De esta manera, no Mantener a las prostitutas vigiladas, contro-
es extraño encontrar a los médicos y a los legis- ladas y limpias fue el objetivo preponderante
tas porfirianos repitiéndolas una y otra vez pa- del “reglamentarismo”, lo mismo que proteger
ra sustentar la permanencia de las normas.13 la salud y el anonimato de los varones. Como
Los reglamentaristas, ciertamente, llegaron ha señalado Rosalina Estrada, para ellos la en-
a lamentar que los hombres gastaran su dinero fermedad fue una materia privada, protegida
en “mujeres públicas” y desatendieran a sus hi- por la atención y el secreto médico, mientras
jos, pero al mismo tiempo dieron por sentada la que para ellas “el tránsito al dispensario se da
doble moral y perpetuaron la noción de la “in- a la vista de todos, el espacio de curación tiene
evitable lujuria masculina”. Más importante nombre propio —sala de sifilíticas— y las en-
aun, sobre dicha base reprodujeron otro conjun- fermedades sustituyen al cuerpo […] como si
to de prejuicios de clase, raza, género, sexuali- ellas mismas transitaran por la calle. El anoni-
mato, es un derecho inexistente”.14
En suma, la elaboración del sistema regla-
12
Fernanda Núñez Becerra, op. cit. (en prensa). mentarista respondió a una preocupación andro-
13
En 1874 el médico, José María Reyes señalaría “La
prostitución es una necesidad social; necesidad funesta si
céntrica y a una doble moral que impuso normas
se quiere, pero que no pudiendo extinguirla los gobiernos diferentes según el género, al prohibir toda for-
tienen la obligación de hacerla menos peligrosa […] para ma de relación sexual fuera del matrimonio para
evitar estragos en la salud de los hombres se debe sistemar las mujeres, en oposición a la aprobación o legi-
y vigilar”. José María Reyes, “Estudio sobre la prostitución
en México”, en Gaceta Médica de México, tomo IX, núm.
timación de las relaciones extramaritales para
22, 15 de diciembre de 1874, p. 449. Años después, en 1911, los hombres. Pero, ¿que efectos tuvo esta diferen-
el afamado médico reglamentarista, Lavalle Carvajal se- ciación en la práctica?
ñalaría: “La solicitud genésica es más apremiante en el Para empezar, al naturalizar la idea de la in-
varón que en la hembra, queriéndolo así la anatomía y la
fisiología de los órganos sexuales […] La necesidad sexual evitable lujuria masculina y de la mujer —o por
no es tan imperiosa como la de comer y de orinar, nadie lo lo menos un grupo de ellas— como “depósitos”
pone en duda […] pero todas deben satisfacerse en sus mo- se naturalizó la existencia del comercio sexual
mentos oportunos, en sus crisis agudas”. E. Lavalle Car- y con ello, la continua demanda de prostitución,
vajal, La buena reglamentación de las prostitutas es
conveniente, útil y sin peligros, México, Imprenta de la Se-
cretaría de Fomento, 1911, p. 21. 14
Laura Cházaro y Rosalina Estrada, op. cit., 2007, p. 34.
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que no va a ser criticada, ni cuestionada por mu- en caso de salirse de las normas o incumplir con
cho tiempo. El argumento de la inevitabilidad- lo estipulado,17 a ellos no se les impuso ninguna
peligrosidad sirvió, asimismo, para que las norma, prohibición u obligación. Y es que, en una
autoridades mexicanas impusieran desde 1865 sociedad que consideraba a la prostitución como
todo un sistema de tolerancia que justificó el algo “normal” y “necesario”, la penalización de
ejercicio de la prostitución “pública”, la explota- los hombres consumidores resultaba simplemen-
ción sexual de un grupo específico de mujeres, y te “inconcebible”, por el contrario, lo que imperó
el acceso de los varones a las mismas. De igual fue su protección.
forma, dicho binomio, en la medida en la que es-
taba sustentado en una justificación “ideológica”
y “simbólica” donde la sexualidad masculina era La tarea de velar por la salud masculina
más importante que la femenina, tuvo efectos
diferenciados en las normas impuestas a hom- Los clientes ciertamente no fueron considerados,
bres y a mujeres, y en general, en la forma en la nombrados o analizados durante la época regla-
que el Estado lidió con ambos grupos. De esta mentarista en el discurso “oficial” y tampoco den-
manera, mientras las prostitutas fueron vistas tro del “legal”, pero su presencia está latente, ya
y tratadas como victimarias, a las cuales había que el sistema entero estuvo pensado para su
que identificar, limpiar, vigilar y controlar; los protección. De hecho, Maximiliano de Habsbur-
hombres fueron vistos como víctimas, a los cua- go lo importó a México de Francia con el objetivo
les había que proteger, mantener en el anoni- explícito de proteger a sus tropas de las enfer-
mato y advertir sobre los “peligros” que corrían. medades venéreas.
Reconocer las relaciones de poder implícitas Los clientes aparecerán, entonces, en las
en tales ideas, creencias, discursos y argumen- múltiples precauciones que tomaron médicos e
tos, resulta de vital importancia para entender higienistas durante el último tercio del siglo xix
por qué se implementaron, durante más de se- y las primeras décadas del xx para proteger su
tenta años en la ciudad de México,15 estipulacio- salud, para proteger el secreto médico en caso
nes y prohibiciones a las mujeres que ejercían la de presentar alguna enfermedad venérea o pa-
prostitución, en tanto que los varones fueron prác- ra insistir en el mito de la prostitución como un
ticamente invisibilizados. Mientras ellas queda- mal necesario.
ron bajo la vigilancia de la policía, se les sujetó a La forma privilegiada de protección fue, como
una revisión médica “periódica” —que tendrían ya se había mencionado, limpiando e inspeccio-
que realizar de manera obligatoria con el objeto nando los cuerpos-depósito, los cuerpos de las
de minimizar “los efectos destructivos de la sífi- prostitutas, vigilándolos y controlándolos. Y es-
lis”, identificar a las enfermas y empezar a llevar ta tarea se realizó bajo el argumento del respeto
a cabo un registro que materializara su control—, a los “derechos sociales” y a la “protección hi-
se les obligó a realizar un registro y a pagar un giénica de la población”. De ahí la negativa de
impuesto, se les prohibió asistir a determinadas
zonas, se les confinó a espacios oficialmente titución en otros lugares, además de los burdeles. Véase
tolerados,16 y fueron perseguidas y sancionadas “Reglamento para el ejercicio de la prostitución”, en Diario
Oficial de la Federación, única sección, Poder Ejecutivo,
Departamento de Salubridad Pública, 14 de abril de 1926.
15
En otros estados el sistema reglamentarista duró mu- 17
Desde un principio el reglamento estipuló una serie
cho más tiempo, y en algunos casos, nunca se derogó. de penas y multas por infracciones o incumplimiento de
16
La ciudad de México no tuvo una zona de tolerancia las normas que fueron creciendo conforme se fue reforman-
desde un inicio, aunque sí hubo prohibiciones para esta- do el reglamento. Véase “Reglamento de prostitución de
blecer los burdeles o ejercer la prostitución en determina- 1898”, reproducido en Leovigildo Figueroa Guerrero, “La
das áreas. Sería hasta el siglo xx, que las autoridades prostitución y el delito de lenocinio en México y los artícu-
intentarían establecer una “zona roja” y a partir de 1926 los 207 y 339 del código penal del Distrito Federal”, México,
empezarían a otorgar licencias para el ejercicio de la pros- unam (tesis de licenciatura), 1946, pp. 19-28.
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hacer de la enfermedad en el caso de ellas, un servía a la salud de los causantes y así contri-
problema privado, en oposición a ellos.18 Y este buía al auge del negocio en el que participaba”.22
es un elemento importante que hay que desta- Desde esta perspectiva, las “debilidades” se-
car, porque se convirtieron los discursos pa- xuales de los hombres consumidores de sexo pa-
triarcales de defensa a la doble moral en gado, en oposición a los peligros higiénicos
discursos de defensa a los “derechos sociales” causados por las prostitutas, no fueron, por su-
sostenidos por el Estado.19 Con ello se encubrió puesto, problematizadas, discutidas o cuestio-
el rol masculino, pero más importante aún, el nadas, por lo menos durante las primeras
Estado se adjudicó la tarea de garantizar el or- décadas del “funcionamiento” del sistema,23 de
den y la cultura patriarcal en esta materia, con- tal suerte que, más allá de empeñarse en la ta-
virtiéndose en un actor más del sistema rea de higienizar los cuerpos de las mujeres o
proxeneta.20 Como llegó a señalar el médico Al- de advertir utópicamente —y no a ellos, sino a
fredo Saavedra: las matronas o dueñas de los burdeles—, que
evitaran el contacto sexual con las mujeres
El ejercicio del comercio carnal como una enfermas,24 pusieron gran atención en fomen-
actividad legalizada del vicio a fin de de- tarles el miedo a padecer los “males venéreos”
fender las buenas costumbres de la buena y a proponer medidas precautorias, e incluso,
sociedad y también para preservar a la po- educativas. Diversos médicos dedicaran estu-
blación de todo contagio de enfermedad ve- dios enteros a tales materias.
nérea” permitió que “los buenos habitantes Pero ¿quiénes eran los clientes? Difícil saber-
y también la plebe pudiera entrar en con- lo con seguridad. Núñez señala que a la oferta
tacto bajo la garantía paternal del Estado de un gran número de mujeres, correspondía
prudente, protector y celoso guardián de la una demanda de hombres solos, jóvenes, mi-
salud”.21 grantes, que llegaban a la ciudad de México en
busca de empleo. Pero también los había profe-
O, en palabras de Salvador Novo: “El Estado sionistas, artesanos, comerciantes, estudiantes
se creyó, en el deber de velar por la salud de los en busca de una “iniciación” y, por supuesto,
clientes de los burdeles. O sea que en cierta varones de clase alta, que eran aquellos a quie-
apreciable medida, adquirió acciones en un ne- nes estaban dirigidas las llamadas “casas de
gocio que rendía buenos, seguros dividendos [...] citas” o los burdeles de “primera clase”.25 Pro-
bablemente eran también a los cuales estuvie-
18
Para ellos, el reglamento de los médicos inspectores
y sanitarios planteaba que no se debía realizar “investiga-
ción ni indagación alguna sobre el diagnóstico, ni el trata- 22
Salvador Novo, Las locas, el sexo, los burdeles y otros
miento que haya formulado el médico que asiste al ensayos, México, Novaro, 1972, p. 20.
enfermo”. Véase, “Reglamento de los médicos inspectores 23
Hacia 1911 Carlos Roumagnac hará ya evidente la
sanitarios de la capital”, en Código Sanitario de los Esta- crítica a dicho prejuicio, cuestionando directamente uno de
dos Unidos Mexicanos, promulgado el 30 de diciembre de los pilares de la reglamentación. Carlos Roumagnac, La
1902, México, Herrero Hermanos Editores, 1903, p.147. prostitución reglamentada. Sus inconvenientes, su inutili-
19
Fabiola Bailón Vásquez, “Las garantías individuales dad y sus peligros. Disertación leída ante la Sociedad Mexi-
frente a los derechos sociales: una discusión porfiriana en cana Sanitaria y Moral de Profilaxis de las Enfermedades
torno a la prostitución”, en Julia Tuñón (comp.), Enjaular Venéreas, México, Tipografía Económica, 1909.
los cuerpos: normativas decimonónicas y feminidad en Mé- 24
En el artículo 20 del reglamento de 1898, que define
xico, México, El Colegio de México, 2008, pp. 327-375. las obligaciones de las matronas; el inciso K, por ejemplo,
20
Se entiende por “sistema proxeneta” al conjunto de señalaba: “Mostrar el certificado sanitario de las mujeres
actores que mueven el comercio sexual: dueños de cabarets, que estén a su cargo, si alguien lo exige; y evitar el comer-
casas de citas, hoteles, lenones o padrotes, matronas, ta- cio de ellas con hombres de quienes se sospeche que estén
xistas, etcétera. enfermos de mal venéreo”. “Reglamento de prostitución de
21
Alfredo Saavedra, Prostitución no reglamentada, Mé- 1898”, en Leovigildo Figueroa Guerrero, op. cit., p. 23.
xico, Sociedad Mexicana de Eugenesia, 1968, p. 5. Las cur- 25
Luis Lara y Pardo, La prostitución en México, México,
sivas son de la autora. Librería de la Viuda de Bouret, 1908.
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dedicadas a la prostitución eran condenadas por Así, por primera vez, desde que se habían im-
“los males que con su conducta causan a la so- puesto los reglamentos, un autor desmontaba
ciedad”. Mientras los primeros sacrificaban su el mito del “mal necesario” y le hacía ver a sus
vida por el país, las segundas sacrificaban vidas lectores la no consideración de los varones. Sin
ajenas condenándolas a la debilidad. En otras embargo, aunque llegó a asestar un golpe cer-
palabras, no dejaron de reproducir prejuicios de tero al reglamentarismo, sus planteamientos no
género, ni concepciones androcéntricas. generaron ninguna medida. Por el contrario,
Pero, las medidas que propusieron —más allá unos años después se impuso un nuevo regla-
de que no fueron tan restrictivas como en el ca- mento de prostitución, el de 1926.
so de las mujeres— se plantearon desde y para Lo que sí logró Roumagnac fue evidenciar pú-
el ejército teniendo al cuerpo militar como foco blicamente la participación de los varones en la
principal. En otras palabras, no se plantearon pa- prostitución y afianzar esta discusión, que vol-
ra el resto de la población masculina Y más impor- vió a ser retomada después del conflicto bélico,
tante aun, no cuestionaron el modelo propuesto, en un contexto en el que la prostitución se ha-
sino simplemente intentaron complementarlo. bía incrementado, haciendo cada vez más evi-
Los cuestionamientos al carácter androcéntri- dente la existencia de una gran demanda de
co del reglamentarismo empezarían a tomar for- mujeres y la poca eficacia del reglamentarismo.
ma hasta la tercera década del siglo xx, teniendo Lo que interesa destacar, en todo caso, es que
los planteamientos del médico Luis Lara y Pardo durante las siguientes décadas diversos secto-
y del periodista Carlos Roumagnac como funda- res, incluidos los grupos feministas, participa-
mento. Desde 1908 Lara y Pardo pondría a dis- ron en el debate en torno a la prostitución y
cusión los medios con los cuales el Estado había presionaron al gobierno para que los reglamen-
venido “velando” por la salud de la “población” y, tos fueran derogados.
por supuesto, de los clientes; sin embargo, sería En dicho debate, los clientes estuvieron —por
Roumagnac tres años después (en 1911), el que supuesto— presentes, especialmente para evi-
cuestionaría directamente el sistema y al Esta- denciar que al igual que las prostitutas podrían
do, apuntando –entre otras cosas— que había propagar las enfermedades venéreas. Incluso
omitido toda pena o indagación sobre los deman- algunos médicos propusieron a la Cámara de
dantes, mientras había dejado recaer toda la res- Diputados que se implementaran sanciones a
ponsabilidad en las mujeres.36 los mismos —y no sólo a las mujeres como se ve-
Influido por los planteamientos y cuestiona- nía haciendo—, y se exigiera a quienes ejercían
mientos realizados en Inglaterra, a raíz de la la medicina privada informaran de los enfermos.
consolidación de un movimiento político apoya- Sin embargo, tales propuestas implicaban vio-
do por feministas, trabajadores radicales y pro- lar el “secreto” médico, por lo que fueron recha-
testantes, llamado “abolicionismo”, Roumagnac zadas por los legisladores.37
llegó a refutar el argumento del imposible con- Tendrían que pasar algunos años para que
trol de “las pasiones” masculinas, y asimismo, la propuesta fuera nuevamente retomada y tu-
a criticar el hecho de que en nombre de una me- viera cierto efecto, ya que junto con la deroga-
dida sanitaria, se “había creado una clase espe- ción de los reglamentos de prostitución en 1940,
cial” —las prostitutas “oficializadas”— “para la se incluyó dentro del código penal el delito de
que se suspenden garantías que debe disfrutar “contagio” que, sin embargo, no estaba dirigido
todo ser humano”. Para él, el sistema reglamen- específicamente a los varones demandantes de
tarista era injusto porque no satisfacía ninguna
necesidad individual, ni social, y atentaba “en
un solo sexo y a favor del otro”.
37
María Eugenia Sánchez Calleja, “La prostitución en
menores de edad. Entre la prohibición y la tolerancia. Ciu-
dad de México, 1920-1940”, México, enah (tesis de maes-
36
Carlos Roumagnac, op. cit. tría), 2002, p. 152.
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prostitución, sino a cualquiera que “a sabien- representante de la baja clase media que gas-
das” contagiara la enfermedad.38 taban buena parte de sus sueldos en el burdel,
Ahora bien, con la derogación de los regla- entre muchos más.
mentos las mujeres dejaron —por lo menos en Sin embargo, a diferencia de estos últimos, pa-
la letra—de estar vigiladas y controladas por ra los cuales no hubo ningún tipo de reprimenda
el Estado, pero ello no implicó la eliminación o atención dentro del discurso y los instrumentos
de la doble moral, ni una crítica y señalamiento legales u “oficiales”, para los explotadores, como
a la responsabilidad de los varones, por lo cual, veremos en el siguiente apartado, el proceso fue
siguió prevaleciendo la idea de la “inevitable diferente, pues se pasó de la relativa minimiza-
lujuria masculina” y la justificación de una de- ción de su presencia durante el periodo reglamen-
manda de prostitución y prostitutas. En otras tarista a su identificación y denuncia pública;
palabras, la nuevas políticas, si bien prohibie- y de ahí a la generación de debates y a la imple-
ron el comercio sexual que se llevaba a cabo en mentación de medidas punitivas.
los burdeles, no prohibieron la prostitución en
general, por lo cual emergieron nuevas “formas”
y “negocios” en los cuales los dueños y las due- Los explotadores de la prostitución
ñas se empeñaron en responder a esa continua y su castigo
demanda, que no cambió considerablemente,
porque las concepciones sobre los clientes y la Como ya se había señalado, el reglamentarismo
prostitución tampoco lo hicieron. fue un sistema que estuvo fundamentalmente
En este contexto, los demandantes empeza- dirigido a la vigilancia y control de las mujeres,
ron a ser cada vez más evidenciados y denuncia- y no sólo a las que ejercían la prostitución, sino
dos, junto con los explotadores de la prostitución también a aquellas que administraban o diri-
ajena en la prensa.39 Múltiples notas van a dar gían los burdeles, las llamadas “matronas”.
cuenta de los “viejos rabo verde” de clase alta, de Desde 1862 el Reglamento de prostitución in-
los militares de alto rango que se habían posicio- cluiría un conjunto de normas dirigidas a estas
nado no sólo como dueños de burdeles, salones de últimas, que definirían claramente las obliga-
baile y cabarets, sino también como clientes asi- ciones que tendrían que cubrir como “directo-
duos a los mismos; de los vínculos entre los “de- ras” del comercio sexual “tolerado” de la ciudad.
mandantes” de cuello blanco y las autoridades Tales normas iban desde pagar por la apertura
corruptas; de los maridos dedicados a la juerga; de una casa de prostitución de acuerdo a una
de los solteros y estudiantes que aprovechaban clasificación, cubrir las cuotas correspondientes
las noches sabatinas para “divertirse” en los por cada una de las mujeres que en él residiría,
centros de “vicio”; de los campesinos recién lle- solicitar por escrito una “concesión”, no admitir
gados a la ciudad, el proletario, el lumpen y los a ninguna mujer que no tuviera su “patente”;
cuidar que todas realicen su visita médica; dar
noticia a la oficina de las mujeres que resulta-
38
El artículo 199 bis señalaba: “El que sabiendo que está
enfermo de sífilis o de un mal venéreo en periodo infectante,
ren enfermas, así como de las altas y las bajas
ponga en peligro de contagio la salud de otro por medio de que hubiere en el burdel; evitar juegos de azar,
relaciones sexuales, será sancionado con prisión hasta escándalos o la entrada de menores de edad;
de tres años y multa de hasta tres mil pesos, sin perjuicio impedir que las mujeres cometan faltas contra
de la pena que corresponda si se causa el contagio”, en Dia-
rio Oficial de la Federación, 14 de febrero de 1940, p. 1. el pudor; cuidar el aseo y “dar parte a la auto-
39
Esto no significa que no hubiera denuncias a finales ridad de todo aquello que trastornara el orden
del siglo xix, pero el nuevo contexto de cuestionamiento al interior de la casa”, entre otras.40
papel del estado como garante de la prostitución hizo más
evidente, sustancial y significativa la atención que empe-
zaron a recibir los clientes en las primeras tres décadas del 40
Véanse los diferentes reglamentos, de 1862, 1865,
siglo xx. 1871, 1898, 1926.
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El Estado mismo, expresión de un sistema Esto último tuvo su punto más álgido duran-
político dirigido por hombres, se conformó, de te el reglamentarismo que, pese a los intentos
hecho, como una especie de explotador que exi- mencionados por incluirlos dentro del regla-
gía su cuota a las mujeres, a través del im- mento, y pese a que hubo una inercia en el cas-
puesto que éstas mensualmente tenían que tigo al delito de lenocinio, finalmente quedaron
pagar.44 Ese es un elemento fundamental pa- minimizados, poniendo toda la atención en las
ra entender el fenómeno de la explotación en mujeres, tanto prostituidas como prostituyen-
la larga duración y el relativo vacío que se creó tes, si bien el reglamentarismo pretendía que
durante el reglamentarismo para vigilar o per- con la oficialización de las matronas y la regu-
seguir el proxenetismo masculino y permitir la lación de los burdeles, el proxenetismo —por lo
explotación de la prostitución ajena de mujeres, menos el no “oficial”— desapareciera, lo que
algo que, por lo menos en la letra, no existió en produjo fue el resultado contrario. Los proxene-
el periodo anterior. tas no se desvanecieron de la vida real, siguie-
Si bien, la sociedad virreinal fue también una ron operando y refinando sus modos de operar.
sociedad patriarcal que justificó la “necesidad” Y de ello dan cuenta diversos estudios médicos
de la prostitución, lo cierto es que intentó san- de finales del siglo xix y las primeras décadas
cionar a los explotadores, tanto mujeres como del siglo xx, así como la prensa.
hombres, acusándolos del delito de lenocinio, Desde 1872 el médico e higienista Marroui
sobre todo si su actividad era públicamente co- haría referencia a ellos al señalar: “Existe tam-
nocida.45 Esto quiere decir que, por lo menos en bién una clase de hombres envilecidos que sobre
la letra, los explotadores hombres y los efectos ser vagos de oficio, viven holgadamente a ex-
de su modo de actuar fueron identificados por pensas de la prostitución de las mujeres”.47 Pos-
las autoridades y castigados con trabajos en ga- teriormente, Lara y Pardo anotará:
leras, o azotes, si llegaban a reincidir. Según
señala Ana María Atondo, la posterior aparición El primitivo poseedor de las que han de ser
del delito de “lupanar”, con el que se castigaba más tarde prostitutas oficiales, es casi
al propietario del lugar en el cual se llevaban a siempre el mismo; el que ha vivido cerca
cabo los encuentros y la posesión, más que al de ellas, que con ellas ha recibido leccio-
explotador o el acto de explotar, fue lo que final- nes de vicio; que tiene iguales instintos,
mente llevó a una nueva concepción de la pros- iguales apetitos e iguales virtudes; el que,
titución en la que se fue “desculpabilizando” o más tarde, será el “souteneur”, el “querido”
desresponsabilizando al proxeneta.46 que las explote y las maltrate y las convier-
ta en dóciles instrumentos de sus vicios.
44
Alfredo Saavedra haría referencia a éste como “el
más grande representante de la industria del sexo”, op. cit., “mujeres públicas” —que se puede evidenciar, por ejemplo,
p. 15. en la escasez de penas o castigos dirigidas a ellas por ejer-
45
Ana María Atondo señala, por ejemplo, una ordenan- cer la prostitución de manera individual— se va a volver
za elaborada por el visitador Tello de Sandoval dirigida a cada vez más represiva. Los recogimientos, que antes ser-
los alguaciles para prevenirlos sobre la actitud a seguir vían de refugio a las mujeres solas y pobres (no sólo a las
en contra de los “pecadores públicos”, entre los cuales se en- que se habían dedicado a la prostitución) se transforman
contraban los “alcahuetes” y “rufianes”, denunciándolos en centros de reclusión para las mujeres delincuentes. Así,
ante los jueces o alcaldes, quienes debían castigarlos “con- se fue mermando la preocupación por proteger a la mujer
forme a derecho”. Asimismo, menciona la existencia de desvalida y fue aumentando la autoridad del Estado para
varias cédulas reales destinadas al proxenetismo y, al pa- reprimirla, mientras las actitudes hacia los proxenetas se
recer, válidas en todo el territorio de la Corona. Ana María fueron suavizando. Marcela Suárez Escobar, Sexualidad y
Atondo, El amor venal y la condición femenina en el México norma sobre lo prohibido, La ciudad de México y las pos-
colonial, México, Conaculta-inah, 1992, p. 58. trimerías del virreinato, México, unam, 1999, p. 205.
46
Ibidem, p. 305. De hecho, una las características más 47
Archivo Histórico de la Secretaría de Salud, Fondo
importantes de este periodo es que la actitud tolerante Salubridad Pública, Sección Inspección Antivenérea, c. 1,
mostrada en un principio por parte de la Corona hacia las exp. 4.
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[...] Toman a orgullo tener un hombre una multa de 150 pesos, la cual pagó inmedia-
que aproveche de las ganancias, exiguas o tamente, quedando en libertad.50
cuantiosas, que su triste comercio les pro- El caso no es extraordinario. Durante esa épo-
porciona. Generalmente consagran un día ca, la nota roja empezará a denunciar a los pa-
de la semana al amante [pero] la explota- drotes, “apaches”, “sosteneurs”, “caifanes”,
ción exterior no siempre viene, hay que de- “cinturitas” o “cachifos”, ubicándolos como los
cirlo, del amante, sino que en ocasiones es principales promotores de la explotación de la
el padre, la madre, y a veces de todos ellos, prostitución ajena. Periódicos como La Presa, De-
aliados con el amante.48 tectives, Revista de Policía o El Universal Gráfico
darán cuenta de mujeres “enganchadas”, modos
Para Pardo, la razón de la explotación deri- de operar y corrupción policiaca, mezclando en
vaba de los deseos de las mismas mujeres (“to- muchas ocasiones, la realidad con la ficción.51
man a orgullo”) y no de una cultura patriarcal Más adelante, otros periódicos de mayor cir-
o del trabajo de persuasión que realizaban los culación, como El Nacional, se unirán también
hombres sobre ellas en una lógica de explota- al combate de la explotación de la prostitución
ción sexual. Llama la atención la reproducción ajena, haciendo cada vez más visible la partici-
de esta construcción que veremos hasta la ac- pación de otros actores. Particularmente hacia
tualidad, y el hecho de que, como en la época 1937 tal periódico promovió una campaña en
virreinal, el proxenetismo masculino se siguie- contra de los españoles propietarios de cabarets
ra dando en múltiples modalidades, de tal suer- dando a conocer al público en general aspectos
te que podían ser los mismos parientes los acerca de la trata de mujeres que hasta ese mo-
encargados de explotar a las mujeres. Sin em- mento eran poco discutidos.52
bargo, a diferencia de aquella etapa, en la re- Delhumeau revelará dos años después entre
glamentarista no serían sancionados. El delito los cambios más importantes de la vida noctur-
de lenocinio sería tipificado hasta 1929,49 con la na, algunas de las transformaciones que había
salvedad de que no quedaban comprometidos sufrido el modo de operar de estos proxenetas,
“los dueños de casas de asignación permitidas que se fueron adaptando al contexto y a las cir-
por la ley”. cunstancias del momento:
Dicha aclaración daba lugar a que explotaran
libremente la prostitución ajena, como lo de- Estos hombres son, en su mayoría, “chu-
muestra el caso de “El chileno”, un individuo los” que durante las largas horas de la no-
que regenteaba un hotel en 1939 y que tenía un che permanecen de pie cuidando que sus
permiso del Departamento de Salubridad. Se- mujeres no salgan del establecimiento y
gún relata el periódico La Prensa, la policía en- llevando mentalmente la cuenta de las co-
contró que explotaba a un grupo de mujeres en pas servidas a ellas y a los clientes que las
el callejón del 57, por lo cual, lo aprehendieron acompañan, así como las piezas que dan-
y llevaron ante al juez, pero éste sólo le puso
50
“Enérgica redada de mariposillas del amor, efectua-
ron las autoridades policíacas”, en La Prensa, 5 de septiem-
bre de 1939, México.
51
Véase por ejemplo: “Mercado de mujeres”, Detectives,
48
Luis Lara y Pardo, op. cit., pp. 59, 86-87. 27 de diciembre de 1931; “En México no hay apaches sólo
49
El código señalaba: Comete el delito de lenocinio toda existen sousteneurs”, en Revista de Policía, 5 de septiem-
persona que habitual o accidentalmente explota el cuerpo bre de 1926; “Trata de blancas”, en Detectives, 17 de oc-
de la mujer por medio del comercio carnal, se mantiene de tubre de 1935; “En la rúa del vicio”, en Detectives, 23 de
este comercio u obtiene de él lucro cualquiera. Código de enero de 1933; “Temas escabrosos”, en El Universal Grá-
Organización, de Competencia y de Procedimientos en ma- fico, 25 de julio de 1935.
teria Penal para el Distrito Federal y Territorios, México, 52
“Secreto a voces”, en El Nacional, 29 de octubre de
Talleres Gráficos de la Nación, 1929. 1937.
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zan (cuando no están sentadas en los ga- sarrollar a nivel mundial propuestas y medidas
binetes ingiriendo bebidas) con la finalidad legales en contra del proxenetismo.
de exigirles, ya en la madrugada, el total En el caso de México, desde 1917 y hasta
exacto de sus ganancias, tanto las obteni- 1921, la prostitución y su explotación ocuparon
das por la comisión que les abona el caba- un lugar en las sesiones que se llevaron a cabo
ret sobre las copas pagadas sobre sus en la Cámara de Diputados, donde debatió có-
invitantes, como las logradas con la cuota mo se podía adecuar la realidad en esta materia
de diez centavos que estas pecadoras acos- a los principios revolucionarios. Así, algunos
tumbran cobrar por cada “fox”, danzón o diputados como Felipe Trigo, Agustín Vidales o
tango. Cuando los explotadores de las ca- Querido Moheno llegaron a evidenciar cómo las
bareteras son individuos que tienen sobre mujeres dedicadas a la prostitución eran vícti-
ellas un gran dominio se abstienen de con- mas tanto de “la matrona”, como del “cliente, el
currir a los establecimientos donde ellas doctor y el gobierno”, y la necesidad que había
“trabajan” y en tal caso les basta con ins- de castigar a los explotadores.54
truirlas sobre lo que deben de hacer y ge- Tendrían que pasar, sin embargo, ocho años
neralmente son obedecidos al pie de la para que finalmente fuera incluido dentro del
letra. Algunos las facultan para tener co- código penal de 1929 el delito de “lenocinio”.
mercio sexual con sus clientes y otros les Sin embargo, como ya se mencionó, esta medi-
indican que se atengan únicamente a lo que da, si bien generó un cambio en la discusión y
ganen en el cabaret.53 atención al problema, no representó una trans-
formación en términos prácticos porque el regla-
En suma, durante el periodo reglamentarista mento de prostitución de 1926 seguía vigente.
los padrotes siguieron operando y refinando sus Posteriormente, en 1931 volvieron a realizarse
métodos de explotación, logrando la complicidad reformas al código penal, pero el delito de leno-
de otros actores que vinieron a sumarse a la cinio mantuvo la excepción citada, de tal suerte
conformación y sostenimiento del sistema que no sería sino hasta 1940, con la derogación
proxeneta; sin embargo, a diferencia de los de los reglamentos, que entraría en vigor el ar-
clientes, para los cuales no se implementó nin- tículo 207, que a la letra señalaba:
guna medida o política “oficial”, con el paso de
los años, los “padrotes” empezaron a ser cada Art. 207. Comete delito de lenocinio:
vez más denunciados y a la larga castigados, I. Toda persona que habitual o acciden-
por lo menos en el discurso. talmente explote el cuerpo de otra por
Esta medida respondió a un largo proceso medio del comercio carnal, se manten-
que dio inicio a finales del siglo xix con el desa- ga de este comercio u obtenga de él un
rrollo de la corriente abolicionista en Europa, lucro cualquiera.
que llevó a poner el acento en la explotación de II. Al que induzca o solicite a una persona
la prostitución ajena, y que empezó a hacer ca- para que con otra comercie sexualmen-
da vez más visible no sólo la participación de te con su cuerpo o le facilite los medios
los proxenetas varones en el desarrollo del co- para que se entregue a la prostitución:
mercio sexual, sino también la protección que III. Al que regentee, administre o sostenga
tenían del Estado, la corrupción y la impunidad. directa o indirectamente, prostíbulos,
Numerosos grupos participaron en este debate, casas de cita o lugares de concurrencia
tanto en Europa como en México, generando
una fuerte presión que llevó, finalmente, a de-
54
Katherine Bliss Elaine, Compromised Positions. Pros-
titution, Public health, and Gender politics in Revolutionary
Eduardo Delhumeau, Los mil y un pecados, México,
53
Mexico city, Pennsylvania, Pennsylvania State University,
Omega, 1939, pp. 66-67. Las cursivas son mías. 2001, p. 81
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