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VENUS Y SATURNO

VENUS Y SATURNO

Escena: Inés y Clara sentadas en un sillón, descalzas, vestidas con soleras de verano, junto

a la ventana abierta que da a un patio. Planta baja de un edificio, ya es la noche, todo

calmo.

Inés - Observá con qué placer enciendo este cigarrillo (lo enciende)... como si encendiera

su cuerpo o un planeta entre los dedos.

Clara - (la observa, después le extiende la mano y dice) Pasame.

Inés le da el encendedor y mira cómo Clara enciende su tabaco.

Inés - Me gustan los encendedores, es como llevar fuego, una llama líquida, en el bolsillo.

Así los pienso, no como un envase de plástico fucsia o azul. Qué se yo… también me gusta

pensar que es mi boca la que sostiene el fuego ahora, ¿ves? (da una pitada)...cuando doy la

pitada y ese anillo rojo parece nacer o ser el centro mismo de la tierra o de un orgasmo. Es

hermoso pensar que el fuego pueda depender de una boca, del aire, de algo a lo que

adherirse. Terrible a la vez.

Clara - Todos (a modo de conclusión).

Inés - (Parece pensar unos instantes, fuma y responde) Interdepender me gusta más.

Clara - (Sentenciando divertida) Vos vas de la ceguera poética a la lucidez espiritual.

Ahora hablamos de interdependencia... ¿qué es, zen o budista eso? (se ríe)

Inés – Cualquiera de los dos.

Clara – (Repite) Interdepender....Suena sano. Suena a horizontalidad.


Inés – Yo también hubiera dicho algo así. (Sonriendo) Las visiones se hermanan con el

tiempo, ¿no?

Clara – Parece.

Inés mira hacia la ventana, sigue fumando, Clara no, ella se estira en el sillón,

pliega/arrodilla las piernas, en dirección al público. Ambas permanecen un momento

sumidas en sí mismas, en lo que dijo Inés.

Clara - ¿Armaste más tabaco?

Inés - (Responde sin desviar la mirada de la ventana) No. Lucio recién se duerme, no

alcancé. (Pausa y suspira) Sabés... sentarme en la ventana y hacer esto a veces es lo único

que hago por mí en todo el día (Clara la mira). Tengo que embellecer la miseria Clara,

entonces miro fijo la tapia del fondo… (Agudiza la mirada, señalando la tapia con la mano

que sostiene el cigarrillo) la miro… hasta que le nacen un montón de flores y hojas verdes

y una puerta, un pasadizo, escondido bajo las enredaderas. Nunca pienso a dónde me lleva,

sólo lo veo ahí. (Pausa) Un día voy a salir corriendo contra esa pared... como Ana.

Clara – Shhh ¿Escuchás? (Lo dice como si no hubiera oído la última oración, mirando

hacia arriba. Inés sigue mirando por la ventana) Los de arriba. (Afirma y se queda

escuchando) ¿Cogerá bien?

Inés - (Volviendo a mirar a Clara) ¿Él o ella?

Clara - Él.

Inés - (Como desanimada o resignada) No... la cama siempre se mueve igual, siempre

monótona tac tac tac tac. Si cogiera bien variaría el ritmo y ella no gritaría así, tan fingido.

Clara- ¿Y si es ella?

Inés - Ojalá, la idea de tener un vecino que pueda coger bien me gusta (risas). Detesto esa

palabra: coger, es violenta. A Franco lo quiero pero no me gusta cómo hacemos el amor.
(Recitándole a Clara dice) “Ven a dormir conmigo: no haremos el amor, él nos hará.” Sí

Julio sí, así es....

Inés cambia de posición, se queda pensando. Clara juega con las uñas de sus pies y sigue

fumando.

Inés - Creo que Franco no tiene idea de lo que es el placer de una mujer, de cómo

sentimos... él piensa que la tiene, pero se equivoca tanto... y lo peor es que no lo sabe. A

veces siento que se hace una paja conmigo, te juro... (Mira a Clara, risas) con amor claro,

pero así de monótono... (con mirada ajada, gris, perdida dice) como esa cama... como un

perro... como un reloj. (Fuma, se queda mirando el cigarrillo y dice, como citándose a sí

misma:) “El placer de una mujer” (se ríe) Qué pelotudéz acabo de decir, parezco la del

Kiosco...

Inés se acomoda para quedar hablando frente a Clara, que gira el cuello para mirarla de

frente.

Inés - Mirá Clara: si hay división, si puedo decir “vos” y “yo”, hacer el amor es una

cagada. (Hará con las manos gestos para describir sus palabras, Clara la mirará

hipnotizada) A mí sólo me gusta cuando los cuerpos se hacen una sola cosa, viva,

moviente, que respira, que ondula, repta, se incorpora, vuelve al suelo desintegrada, se

posee, se desquicia y se retoma con tanta dulzura...(suspira) amo ese silencio...

¿Comprendés? Ese silencio.

Inés se queda mirando a Clara, sosteniendo el último gesto de sus manos, prolongándolo.

Clara sigue mirándola como si buscara en ella, como si en Inés estuvieran las respuestas y

dice:

Clara - El silencio... ¿Qué es?


Ahora le pregunta al público, con pausa suficiente para generar intentos de respuesta

interna.

Clara - ¿Qué es?

Unos segundos y ambas miran hacia un costado del escenario, saben que vendrá, como si

la pregunta hubiera implicado la inevitable aparición: Entra caminando el Silencio vestido

de blanco, descalzo también, y se queda de pie, a un costado, mirándolas, anunciándose,

respondiéndoles con esa mirada, con su corporeidad.

Inés se levanta del sillón y mientras va majestuosa hacia el Silencio, retoma la pregunta de

Clara.

Inés - “¿Qué es?”

Camina rodeándolo, examinándolo, como si tuviera el poder de la interrogación. El

Silencio está inmóvil, con la mirada perdida en dirección a Clara. Entonces Inés responde

arriesgando respuestas, casi como un impune juego de adivinar, sin importar dar con la

verdad, sin quitarle a él los ojos de encima.

Inés - Es el amor haciéndonos... (Pausa, sigue caminando alrededor, ofrece otra

respuesta) Un hombre centrado, detenido en cualquier calle... (Sigue rodeándolo) La suma

de las piedras y los templos... (Pausa) El fondo de un lago... (Y con tono de conclusión) Tu

universo.

Se detiene frente a los ojos del Silencio como buscando descifrarlo, casi dándole la espalda

a Clara, y después de mirarlo intensamente unos instantes acaba diciendo:

Inés - No sé. No puedo decirte qué es… (Gira hacia Clara como para decirle vencida)

¿Cómo podría decírtelo? Yo sólo lo siento y eso tiene que bastarme.

Inés se acerca al silencio, cierra los ojos, parece como si el Silencio le dijera algo al oído.

Clara - ¿Qué haces? (Pregunta en vilo, tirante de atención)


Inés - Escucho su respiración.

Se queda unos momentos inmóvil, escuchando, y después relata alejándose del Silencio,

yendo en dirección a la ventana.

Inés - Una vez me contaron un cuento: decía que hubo un tiempo, un único tiempo, cuando

todo eran astros y luces y la vida no pulsaba aún, que en la Tierra había silencio... uno puro,

absoluto, estelar...uno verdadero...te imaginás?... (Se queda mirando la noche por la

ventana, apoyada en el marco, y cambia el tono de voz para concluir) Pero para mí son

sólo ideas, fantasías...se confunden Clara: no había nadie de nosotros para oír. ¿Qué es

sonido y qué es silencio sin quién los perciba y los teorice?

Pausa.

Inés - Igual ese cuento no tiene nada que ver con el Silencio que yo nombro. No puedo

decirte nada de aquel silencio en realidad, (comienza otra vez a caminar lento hacia el

Silencio) pero puedo, en cambio, mostrarte dónde encontrar uno real, asible… ir hacia él.

Puedo decirte a qué huele (le huele el hombro, el principio del brazo), abrazarlo (lo abraza

por la espalda), mirarte desde él (mira a Clara desde atrás de un hombro. Y soltándolo

despacio, ubicándose otra vez frente a él, mirando sus facciones, aclara) no hablo de

vacío, de ausencia, de falta...(y acariciando el rostro) hablo de este hermoso Silencio, el

que vengo a buscar a la ventana del patio cuando todo duerme o cuando bailo, el necesario.

Clara – El de salir de viaje al amanecer y mirar los campos a lo lejos... (Inés la mira

sonriente)

Inés – Sí. El de los ojos de Lucio... o el de los tuyos cuando los cerras y cantas (pausa). A

Franco le aterra este Silencio... (Mirando al Silencio una vez más) No puedo amar un

hombre que no ame desde el Silencio, no puedo...sólo ese lazo me une.

El Silencio le besa la frente. Pausa.


Clara - Yo sé qué pasa Inés.

Lo dice sentada, con las manos quietas sobre sus muslos. Inés la mira, va hacia ella, se

arrodilla y se sienta a sus pies, y le pregunta enternecida:

Inés - ¿Vos sabes qué pasa?.. Sería hermoso que supieras, (tomándole las manos) justo

ahora que estás acá conmigo, que están todos ellos allá, afuera, en las casas, en la calle,

sentados en los teatros, escuchando una sinfonía en el auto o la última porquería de la radio

mientras se duchan...(con énfasis en el gesto de tomarse las manos) Decilo… decilo y que

todos escuchen...aunque no sepan, aunque claro que no escuchan.. (Da un beso a las

manos, se toma un momento para acariciarlas y verlas) pero creo que una vez que ciertas

cosas se pronuncian en el mundo, algo cambia, algo se ordena porque la escucha es desde

otro lugar...

Pausa. *Sonido de gota que cae al agua. Inés intentará explicar:

Inés - Así… como las ondas de esa gota que acaba de caer al agua donde cien garzas se

adormecen: algo ha sucedido, algo nuevo, todas van a recibirlo, a hacerle espacio,

consciente o inconscientemente... aunque la mayoría jamás vaya a saber que una gota

rompió el espejo de agua mientras dormían ¿entendés? Tiene que ser así.

Por eso, decilo ¿Qué pasa Clara? necesito callarme por favor..

Clara – (Acariciándole la mejilla, maternal, responde) Lo sé. Sé por qué grita así esa

mujer…

Mira al público, le suelta las manos a Inés, se levanta y camina hacia adelante al tiempo

que continúa diciendo:

Clara - Sé por qué algunos de ellos han venido, se han ubicado cómodamente y ahora

miran por sobre las ventanas de sus ojos y aguardan... (Deleitada dice, mientras aún

avanza) aguardan....quieren que les diga algo que de vida a las cosas. (Pausa) Que los
estremezca. (Pausa) El vacío Inés, el existencial vacío interior. La desconexión. La fogosa

dependencia.

Se detiene. Mientras las luces bajan una refulge con más fuerza justo encima de Clara, y

con el cuerpo bailará diciendo:

Clara - Cuántos han olvidado que justo ahora, entre los árboles de algún bosque, las

partículas de polvo bailan en la luz.. (Detiene su danza. Pausa) Que las olas, sentí... (cierra

los ojos. *Sonido de olas de mar)... que las olas rompen multiplicadas en todas las orillas y

que cientos de mariposas son arrasadas, sepultadas por esas olas, y que caen, están cayendo

ahora... hasta llegar al fondo (al tiempo que la luz refulgente baja hasta la penumbra).

Están ahí, nosotros acá, sabiéndolo. ¿Y ellas? ¿Acaso sabrán?.

Dejan de oírse las olas de a poco, la luz va regresando a medida que cesan. Clara cerrará

los ojos y se dejará mecer con ese mar alejándose. Luego pregunta:

Clara - ¿Alguien ha mirado el mar y visto también las mariposas? ¿O siempre la superficie,

la apariencia vacía, la división? ¿Espejarán alguna vez los ojos el universo? ¿O siempre un

limitado tramo?

Comienza a tomarse las manos ella misma, mirándose, diciendo:

¿Alguna vez se han tomado las manos “como si de ello dependiera muchísimo del mundo:

(detiene el movimiento de sus manos y así, mirando al público, continúa) la sucesión de las

cuatro estaciones... el canto de los gallos.... el amor de los hombres”? ¿Alguien pudo darse

entero en un gesto así? ¿O es el mismo gesto ya sabido, repetido hasta el hartazgo?...

(Mirándose deshacer lentamente el lazo de sus manos) ¿Alguien ha cruzado ese silencio?

Pausa. Inés se pone de pie y, mientras camina hacia Clara para pararse a su lado, le dirá

al público:
Inés - Julio sí, él sí. El resplandecía incluso anónimo, desde un cuarto oscuro de la casa,

desarmado de su escritura, tan humano. Pero Franco no... Tantos Francos no, tantas Inés

no, tantas Claras no, tantos no...(Molesta, refregándose la cara y el pelo con las manos,

dice mirando a Clara) Hablar de todo esto me aturde, la mina de arriba me aturde, dan

ganas de putearla, porque no es verdadero (la toma de los hombros a Clara, mirándola de

frente e insiste) No es verdadero (la suelta).Y ahí debe estar ella, la Dorada Mentira, de pie

a un costado de la cama mirándolos, viendo cómo se ultrajan. Está ocupada con ellos. Se

alimenta. Las manos se le llenan de zafiros, se empodera.

Clara – (Propone al público:) Recuerden... Recuerden alguna vez que ella haya estado ahí,

contemplando. Recuerden sus Mentiras.

Mientras Clara lo dice, sobre el público recaen luces azules y doradas/anaranjadas

simulando la presencia de la Mentira en el recuerdo. Pausa para que la luz invoque el

recuerdo.

Inés – ¿Pueden darse cuenta del gran absurdo? Miren cómo se nota siempre en sus caras,

sus cuerpos. Mírense (pide refiriéndose a las luces). Siempre tan superficial Ella, nunca

profunda. Jamás oceánica.

Clara – (Le aclara pausadamente al público) Esto… esto también es estremecer.

Clara gira su cabeza hacia un lugar del público, Inés mira hacia donde mira Clara: en

dirección a donde está sentada la Verdad.

Clara – Mirá... ¿la ves?

Comienza lentamente a brillar una luz blanca sobre la Verdad, al tiempo que las luces

azules y doradas comienzan a difuminarse, como si las echara o destruyera a las demás.
Clara - Es la Verdad. Ahí, todo el tiempo estuvo ahí. No importa que no la hayamos visto,

siempre subyace. Transforma ese dorado y azul en el puro blanco. Podemos cerrar los ojos,

dormir como las garzas, pero sucede igual.

La Verdad se pone de pie. Está vestida completamente de blanco, con una larga capa y una

capucha cubriéndola, hermosa. Camina parsimoniosa, en paz hacia el escenario. Sube los

escalones (si los hay), se para frente al Silencio, muy cerca, se quita la capucha y se acerca

más, casi besándolo. Inés y Clara se sonríen y los miran.

Inés – (explicándole al público) Ella ama al Silencio...sólo habla a través de él, es

inconfundible, y para encontrarla hay que dejarlo venir, abrirse al Silencio, dormir con él,

amar con él, odiar y desesperar con él… hasta que se haga cuerpo, sangre, huesos,

pensamiento. Sólo entonces se sabe y ella aparece, nace, incluso de la multitud, del caos.

Sólo entonces hay un terreno vivo, salvaje, donde algo verdadero pueda desvestirse y

descansar.

La Verdad y el Silencio se arrodillan uno frente al otro sin dejar de mirarse.

Inés se acerca más a Clara, le toma el mentón y se lo lleva hacia arriba para que mire.

Inés - Mirá las cosas Clara.

Inés le suelta el mentón, Clara comienza a mirar a su alrededor, Inés le habla como a una

niña.

Inés - Todo está tan usurpado, tan lleno de historias y de nombres... ¿Cuántos ecos

atravesarán de lado a lado esta habitación mientras hablamos? ¿Qué estarán pensando todos

ellos? (elevando la voz, irónica) ah! el ruido inaudible de los pensamientos disfrazado de

silencio!!!... (mira al público) ¿y si se pudieran escuchar?!! (pausa para que impacte la

pregunta y la repite con un tono más bajo de voz) ¿y si se pudieran escuchar?.

Pausa. Suspira, vuelve a hablarle a Clara:


Inés - Deben haberte mirado las piernas, los breteles del vestido, quizás hasta les recordaste

a alguien....otros se habrán quedado prendidos de la culpa dorada y azul y más de uno

estará esperando oír el gemido de la de arriba, como la gota o las olas del mar... ¿qué

podemos hacer?, estas cosas siempre pasan: los análisis, las previsiones, las visiones, la

lógica....la cabeza. (Con tono triste, vencido) Pero… hay Clara (mirando al público pide:)

Mírenlo.... (señalando al Silencio) ese que está ahí arrodillado...mírenlo... Él es el Silencio,

está acá para recordarnos cómo llegar a la Verdad....para que dejemos de sumergirnos unos

minutos en los charcos estrellados de la cabeza, tan tramposos. Siempre tiene tanto para

decir la cabeza, es como un tren que nos lleva nos lleva... (Mirando a Clara, incluyéndose,

confesando triste:) Yo tampoco puedo evitar esos trenes Clara...yo tampoco!...a veces

Lucio me habla de superhéroes que vuelan al cielo o de bichos y yo lo miro, le digo que sí

pero no lo escucho...y él lo sabe, lo siente, por eso insiste, quiere enseñarme a escuchar, a

estar con él.....y yo tan egoísta, tan hundida en mis tragedias o planes de viajes o en

Franco...soy una hipócrita, una farsante...no estoy a salvo de nada, pido lo que no puedo

dar.

Clara la abraza y llama a la Verdad, justo después de soltar a Inés.

Clara - Verdad...

Inés y Clara los miran. La Verdad y el Silencio, arrodillados, alzan cada uno una de sus

manos, apoyan palma con palma a la altura del corazón y entonces la Verdad responde sin

dejar de mirar al Silencio, a través de él dice:

Verdad - El capullo ha de romperse, ha de estrangular sus capas lentamente para ser flor.

Tiene miedo el capullo: así es fuerte, está seguro en sus verdes muros, nada lo toca, nada

llega a la oscuridad de su centro...Y la flor es algo tan frágil, pura entrega, cualquiera

podría dañarla..
Se debate, el capullo, entre su cómoda seguridad hasta la muerte, o liberar el perfume al

viento sin saber a dónde lo lleve, eternizarlo.

Pregunta a todos pero sin desviar la mirada:

Verdad - ¿Serán capullos... o flores?

La Verdad y el Silencio lentamente deshacen el gesto de las manos, siempre mirándose.

Clara los mira... lo que ha oído la ha puesto nerviosa, está crispada...

Clara – ¿Y eso qué tiene que ver con todo esto? ¿Por qué todo en metáforas? Ya empiezo a

sentir… (deja inconclusa la oración)

Verdad y Silencio permanecen callados, no hay respuesta.

Clara - Verdad! Silencio! Digan algo! Inés...

Inés – (Mira a la Verdad y ruega) Por favor...

Entonces la Verdad decide dar su última frase.

Verdad - Derrumben las murallas: el pasado, el ego, el Miedo, el Miedo, sobre todo el

Miedo.... que no deja oír ni amar.

Clara – (diciéndole temerosa, casi en voz baja) Inés... no... no quiero que venga el Miedo,

hoy no por favor.

Inés – (Inés le toma el rostro, la consuela) Tranquila, shh...tranquila...no va a venir...

Clara – ¿Cómo sabes que no va a venir? Mirá cómo estoy....casi temblando.

Inés – (Le suelta el rostro, la sigue mirando) Cuando están ellos dos el Miedo sólo mira de

lejos, agazapado, sí, pero no se acerca...no puede...él necesita otras llaves: los trenes

mentales, las Doradas Mentiras. Además, (mira a su alrededor, el piso) además no sería

justo, ensuciaría toda la casa y yo que limpié hoy el lío de Lucio, los platos, el

comedor...No puedo dejar que entre, acabaría con el orden, iría hasta su cuna, lo

despertaría. Tranquilizate Clara...por favor.


Clara – Está bien, tenés razón.

Clara se acomoda el pelo como buscando recobrarse y después va hacia el sillón: empieza

a buscar las cosas para armar tabaco.

Clara - Inés... por favor... traeme un poco de agua... quiero olvidarme del calor, todo esto

de las flores. Dale… (le dice amable, como animándola) acá esperamos.

Inés – Sí, está bien. ¿Ustedes quieren?

Verdad y Silencio asienten.

Inés - Bueno, ya vuelvo.

Se va Inés, Clara suspira, se sienta, necesita recuperarse. Va a armar otro tabaco ahora,

se va a tomar su tiempo: que el espectador mire el detalle, dimensione la tardanza, se

enfrente con la demora real y sin apuro de esos gestos y acciones. Después Clara se va a

poner de pie, va a encender el tabaco con total disfrute. Se va a desplazar, va a caminar el

escenario, lento, las caderas ondulan al caminar, resuenan los pasos. Y después de esa

pausa va a contarles de Inés.

Clara – Voy a contarles de Inés. Todos estamos acá por ella, yo estoy acá por ella, ustedes

también, aunque no lo crean... ellos dos (señalando a Verdad y a Silencio) son un puente

hacia ella. Hasta podríamos haber sido una creación de su finísima mente. Tranquilos (mira

el público y se ríe cómplice)...no, no somos eso. Ella hubiera creado otros bordes, otros

caminos subterráneos de la luz, quizás estaríamos todos acostados, flotando boca arriba sin

ningún esfuerzo, sobre un río, dejándonos ir.

Es largo lo que voy a decirles, no se preocupen, ella no va a interrumpir, no va a regresar

hasta que yo no de la señal.

Pausa para acomodarse.


Clara - Inés... tiene 23 años, un hijo de 2, Lucio, que no vamos a ver porque dormirá y

dormirá para que podamos con todo esto. Inés no es de este mundo, jamás ha encajado y,

aunque no lo sepa, jamás lo hará. Es de esas almas desarraigadas que vagan hermosas por la

ciudad, que buscarán incansablemente su lugar, su kibbutz, o morirán de tristeza o se

suicidarán.

Imaginémosla ahora, en una cocina, buscando los vasos, el agua...en su cabeza deben haber

magnolias o peces o la nueva idea de comprarle ese juguete a Lucio, tan caro, quizás venda

el anillo y mañana lo busque, encendida, feliz. Pero, ya lo descubrirán, es su tristeza la que

la hace hermosa.Yo me siento diminuta a veces, trivial al lado de esa belleza con que lo

transforma todo, como esa tapia. Es un gigante de una tierra que no conozco, no sé si

dimensiona su magia..pero yo sí, yo sí la veo.. esa magia es diamantada noche, silenciosa,

sobre el fuego del océano....algo así...y la fuente de todo eso es su tristeza, de ahí manan las

visiones y entran en la piel de su lenguaje: de la tristeza... aunque ella sea tan alegre, tan

solar. Yo sólo soy humana, y en algún punto, me cruzo por sobre la curva de lágrimas

celestes.

(Pausa y retoma) La conocí una tarde de verano, llovía mucho (cierra los ojos)....

Empieza a llover, *ruido de lluvia. Las luces en el fondo y costados del telón asemejarán

los truenos que resuenen.

Clara - Así llovía... (se empieza a abrazar, como si regresara el frío del agua a su cuerpo)

yo iba caminando por la costa del río.. estaba muy enojada, necesitaba caminar un poco, sin

importar a dónde, perder total conciencia del espacio. No había nadie afuera, nadie.. la

lluvia era tremenda. Ya empezaba a calmarme cuando en un momento la veo...estaba como

escondida, de pie entre los árboles, eran sauces..no tenía ropa, estaba desnuda, embarazada,

con los ojos cerrados y la cara hacia el cielo, hacia la lluvia, y los brazos abiertos,
extendidos. Frené, no estaba lejos...fui rápido hasta un tronco caído a unos metros y me

agaché... no sabía qué hacer, me sentía una intrusa. Miré hacia los lados para ver si veía a

alguien más...nada. Sólo ella y yo.

Me volví a enojar muchísimo, me dio bronca...yo no podía seguir caminando así...

arrastrando mi mal humor y tener que pasar frente a ella como si nada...como si no

estuviera desnuda y esas cosas sucedieran siempre...tenía tanta ira...puteé contra las

hormonas de la maternidad que llevan a las mujeres a hacer tantas cosas y después contra

mí, por reprimida: claro...imaginen que en mi mundo eso no sucedía nunca, me

desencajaba... y encima ella estaba tan hermosa...cuando noté esto algo en mí empezó a

serenarse...y entonces la empecé a mirar, me quedé agachada, mojándome, viendo su

cuerpo, lo que hacía...estaba llena de vida.

No salí de ahí, tampoco me vio...en un momento volvió en sí, agarró un sobretodo, lo

anudó y empezó a caminar hacia arriba, hacia la vereda...yo esperé y después subí. La vi

temblar, meterse en un auto, encenderlo e irse. (pausa, reviviendo la sensación)

Me quedé desolada, no entendía nada...no podía. (Empezará a dejar de a poco de llover.

Los truenos y luces cesan) Volví a mi casa de ese entonces y lloré peor.. hasta quise ser

madre y verme como ella (risas y le confiesa al público) Sí, el vacío existencial. Así estuve

casi tres días, después se me pasó la locura del embarazo y a los dos meses me la encontré

en el kiosco de la esquina de casa, con Lucio en brazos y las ojeras de no dormir. Se había

mudado esa semana y como a diario coincidíamos, empezamos a hacernos amigas.

Cuando tuve confianza se lo conté, le dije que la había visto, y cuando le pregunté por qué

lo había hecho, como si nada, otra vez, respondió: porque quise.

¿Ven? el querer fue razón suficiente para hacerlo...no quedó sólo en el plano ideal, no le

importó que pudieran verla, censurarla...(pausa, suspiro)..fue libre, feliz.


Quizás ella ya sea una flor, sólo que no se ha dado cuenta...

Deja por completo de llover.

Clara - Ah.. (Cierra los ojos escuchando)...la paz...el olor a tierra mojada...

Ya sé lo que están pensando, pero fue así, les juro que fue así. Clara e Inés se conocen así.

(Mirando a la Verdad, como buscando su confirmación) ¿Verdad? (la Verdad asiente y

sonríe). Ahora saben algo, algo que va a hacer que cuando Inés regrese la vean con otros

ojos, ojos que conocen, que saben secretamente, ojos amplios, de mar con mariposas en su

fondo. Es probable que no recuerden lo que estaba sucediendo antes de pedirle agua para

que se fuera y yo pudiera contarles esta historia. No importa, los hilos se enredan tantas

veces...y ya he hablado tanto, ahora me voy a sentar y voy a dar la señal.

Se da media vuelta y camina hacia el sillón, se sienta, respira y busca la cajita de

sahumerios que hay entre las cosas de la mesita. Mientras está encendiéndolo, regresa Inés

con la bandeja, vasos y jarra de agua. Clara la va a ayudar despejando cosas de la mesa

así Inés tiene lugar para apoyar, sin soltar el sahumerio de su mano.

Inés – Corré eso también...ahí está, gracias...

Apoya la bandeja y empieza a llenar los vasos. Ese tiempo sirve para que el espectador de

a poco regrese, se incorpore a la nueva escena. Clara va a buscar dónde poner el

sahumerio, va hacia un uno de los costados, donde hay un porta-sahumerios entre unos

libros apilados. Vuelve y recibe el vaso de agua que le da Inés y se sienta a su lado.

Clara – Gracias...

Inés – De nada. (Le alcanza los vasos a la Verdad y al Silencio y le pregunta a Clara

mientras regresa a sentarse) ¿Estás mejor?

Clara – Sí, tranquila (dice agradecida, toma agua).

Inés – ¿Qué hora es? (mientras se sienta también)


Clara – No sé, deben ser como la una ya, ¿por?..(se interrumpe) Pará. ¿Escuchás?

(mirando hacia arriba) ahí... (suspira) por fin terminaron. (Y mirando a Verdad y Silencio

les dice) Ahora pueden descansar, Gracias.

Verdad y Silencio se recuestan al mismo tiempo a dormir juntos a un costado, se apaga

lentamente la luz de su lado del escenario.

Inés - Sí, por fin. Ahora vamos a oler marihuana, él fuma siempre después de estar con ella,

se sienta en la ventana y mira la luna.

Clara - Mierda que lo has observado (dice sorprendida)

Inés – No, sólo me gusta pensar que hace eso, que se sienta y se cruza de piernas así (le

muestra, cruzando sus piernas) sin vestirse, transpirado, y mira la luna y piensa qué solo

que está y en cómo sería tener plata para irse al carajo, a Camboriú aunque sea (risas).

Clara - Vos y tu imaginación...

Inés – Sí, a veces imagino, otras veces realmente veo. Cerrá los ojos Clara, voy a contarte

lo que vi una vez, uno de esos ecos que desde que entramos atraviesa de lado a lado el

escenario. Perdón, tengo que sacarlo, así se duerme también.

Clara cierra sus ojos e Inés comienza su relato.

Inés - Es el umbral, es la mañana. Todos duermen en la casa, ella está ahí: detenida, la

puerta del frente abierta de par en par. Respira sabiendo que hay cuerpos esparcidos,

blandos, en lugares precisos a los que llega mentalmente. Retrocede. Caminar a esa hora los

pasillos es como el desvelo en monasterios corrompidos a la luz del alba.

Un paso. Otro. Cruza cuartos y casi sin hacer ruido abre las ventanas que dan al jardín de

atrás. Que el viento, que a raudales entre y le adhiera el camisón blanco de hilo a una mitad

viva del cuerpo mientras vuelve al umbral, como un espíritu impune u olvidado.
Se sienta, se repliega en el escalón de la entrada, está descalza. Puede sentir el peso rendido

del sueño sobre cada cama, su humedad, la oscuridad que los sostiene, honda y tibia.

No hay ruidos en la ciudad, es domingo en el jardín, en la calle de tierra que mira fijo, tras

el enrejado. Tiene la planta de los pies sobre el cemento y el sol (mira sus pies como si ella

lo sintiera), pisa el sol en ese delineado tramo, lo sabe pero no lo piensa, sólo se perturba

con la fría suavidad de las baldosas a su espalda. Siente el calor pero goza del frío que

imagina en los recuadros amplios de piso limpio, repasado con lavanda la noche anterior.

No recuerda ningún lugar, para ella el frío está ahí: en el suelo que no toca. (Breve pausa).

Dije: mira la calle, calle recortada por los rombos negros de la reja que además fragmentan

los barrales verdes paralelos del chalet al otro lado. Cuando no busca pensar se sienta

ritualmente ahí, ese escalón, y mira hasta que un leve mareo y dolor se le concentran a

mitad de los ojos y ya no puede decir cuál reja está detrás, todo se vuelve un plano

desquiciado y redentor, por momentos divertido, al que ella se arroja sólo para soltarse

después, para sentir el alivio de poder correr lejos de ese cuadro casi diabólico,

recomponerse. Cree que todo esto le da paz, no pensar le da paz. Y ella, Clara, sabe de

cosas antiguas como la Tierra, unidas como el cosmos, cuando reposa y no piensa. No

puede decirlas, no, no sabe hacerlo. Pero le he visto los ojos, (mirando al Silencio dormido

dice) ella conoce ese Silencio, pero ha olvidado cómo llegar a él, lo ha perdido y ahora

inventa cosas, ritos, para llamarlo. Puede imaginarse caminar la casa en paz, con el Silencio

tomándole su cintura: se ve igual, pero tan liviana como la pluma que ha dejado el cuerpo

del pájaro, y sonríe sin saber que lo hace y ve todo tan justo y en su lugar alrededor, al

punto de no distinguir objetos superpuestos, todo se vuelve una unidad moviente y hermosa

y ella es las flores del jarrón, el fuego que cuece, las borlas de la lámpara y ella misma.
Pero ¿Cómo podría decir todo esto, hablar de paz sin sentirla, sin tenerla? ¿Cómo podría

saber cómo miraría las cosas?

Esta es la verdad: cuando mira la reja muere, se va del mundo, no está, cae en un

caleidoscopio hasta la ausencia de sí misma. Es cesación pero no medita. Es una tregua

pero no es paz. Ella se dice que es paz sólo para no enloquecer. No, no está loca, sólo está

muy triste y muy sola. Ha dejado de saber quién es, qué quiere, qué es el amor, (Clara

empieza a llorar con los ojos cerrados) entonces se sienta en el umbral como si se esperara

llegar una mañana con flores diminutas en los brazos, de regreso, cálida. Pero no se espera,

sólo se anula, se ceda, se mece a sí misma hasta perderse, se abraza con desesperación (se

abraza), clava sus uñas en su espalda, se huele el pecho, el pliegue interno de los brazos,

busca su olor, llora, llora, se dice cosas (deshace el abrazo), quiere calmarse. Se acaricia el

rostro, los hombros, se consuela de a poco, hasta volver a la tristeza con cierto alivio. Ella

es el cuerpo que la doma, dividido. Y el llanto convulso y las palabras de calma se mezclan

esquizofrénicamente, se desbastan unas a otras y nadie puede saber qué es lo que queda

después. Nadie la ve salvarse, ella es lo que no descansa ninguna mañana, lo sé. Duerme y

tiene sueños y se alimenta pero ha dejado de sentir ese Silencio, ¿comprendés? (Clara abre

los ojos llorosos y la mira).

Ahora pregunta al público:

Inés - ¿Comprenden?...Ha dejado de sentir y elige ese tiempo del umbral para vaciarse y

percibir, a penas, eso que la sostiene en el mundo: un tonto juego y el viento. Ínfima como

ese círculo ardiente del cigarrillo, tan dependiente.

Clara – (Seca sus lágrimas) ¿Y eso?.. ¿Quién es? ¿Dónde está?

Inés – Ella es Ana. ¿Te acordás cuando trabajé ese verano en la casona camino al mar?

Bueno es la hija de la dueña, la vi hacer esto muchas veces. Era casi imperceptible.
(Pausa). El último día antes de irme me acerqué a ella, no me animé a darle un abrazo, pero

nos miramos un rato a los ojos. Ahí lo supe todo, así me lo contó. Y sucede que mi tapia es

lo mismo que sus rejas... somos la misma mujer. (Pausa, se queda pensando) Nunca más

volví… ¿y si se quedó esperándome?... ¿y si todo este tiempo ella pensó a diario, mientras

yo la olvidé y me dediqué a mi vida, a mis importantes cosas normales?

Clara – Tranquila Inés, tranquila...despacio, Lucio y ellos duermen (señalando a Verdad y

a Silencio) y no sos la misma mujer, vos estás acá, Él está acá (refiriéndose al Silencio), no

lo perdiste...ya vámonos a dormir también...no los aturdas (refiriéndose al público), ya fue

suficiente todo...van a necesitar tiempo...tiempo Inés, vos también, yo también, todos

vamos a necesitar tiempo...dale, vamos..durmamos..dejemos que se enciendan las luces,

que se desperecen y que de a poco se vayan y se pidan algo para tomar en algún lado y

después hablen y analicen y critiquen todo esto, a vos, a mí, a ellos (señalando a Verdad y

Silencio)...o no, o que no hagan nada, nada, ni mencionen todo este lío existencial y a veces

poético....hasta quizás mejor para ellos y nosotros: todo queda acá, donde debe quedar.

Clara comienza a levantarse, como queriendo que Inés la siga también.

Inés – Sí...(aún sentada, mira al público) perdónenme, no quise aturdirlos, a veces uno

baja muy hondo los ojos en el mar.

Inés respira profundo. Clara que se estaba levantando, buscando sus cosas para irse a

dormir, detiene todo cuando Inés, con un tono de voz que salva el humor, la liviandad de

las cosas, al tiempo de agarrar el tabaco, dice:

Inés - ¿Me esperas? quiero consumirme a Saturno entre los dedos y vamos, sí?

Clara – (Sonriendo, como si la perdonara) Bueno, entonces yo a Venus....pero fumemos

del mismo o va a dolerme la cabeza. (Se queda parada a un costado, mirándola terminar

de armar el tabaco)
Inés – Está bien. Puta.. me había olvidado de Venus. (Lo enciende) Mañana llevo a Lucio

al planetario. Voy a llamar a la casona también, a ver si sigue estando Ana, así la vamos a

visitar.

Clara – Pero Lucio es muy chiquito Inés, no va a entender nada (extendiendo la mano para

dar una pitada).

Inés - Por eso, (le da el tabaco) porque para él la belleza, la normalidad, la locura aún no

tienen parámetros ni lenguaje ni conceptos. Le mostraría todo el mundo así.

Clara – (dice citando a Blake) “Si las puertas de la percepción fueran depuradas, todo

aparecería ante el hombre tal cual es: infinito”. ¿Vos no serás Blake reencarnado no? (Se ríe

y empieza a bailar)

Clara - Mirame, soy Venus bailando lunática a tu alrededor Saturno...

Inés la mira embelesada.

Inés - ¿Y qué bailas? (pregunta recibiendo el tabaco que Clara, al pasar bailando a su

lado, le deja)

Clara - Lo que duerme ahí acostado (mirándolo al Silencio)…lo que perdió Ana….lo que

cantan las sirenas.

Inés – Silencio...

Clara - Eso mi bella Kafka. Eso...

FIN.

(*: Sonidos que se escucharán en toda la sala, amplificados.)

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