Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
En los últimos diez años ha proliferado la información sobre el Síndrome de Asperger. A la consulta de
psicólogos, logopedas, psiquiatras, neurólogos, etc., llegan con frecuencia familias con diagnósticos previos de
Síndrome de Asperger (diagnósticos no siempre confirmados). Incluso empieza a ser habitual encontrarse con
personas adultas autodiagnosticadas con el mencionado Síndrome. Afortunadamente, cada vez es más frecuente
oír hablar de este Síndrome en medios científicos, educativos, Internet, medios informativos.. Poco a poco este
trastorno empieza a ser familiar para la sociedad. En contraste con la buena noticia que supone que el Síndrome
de Asperger deje de permanecer en un círculo aislado y sea dado a conocer (y por tanto, a comprender), está el
hecho de algunos “puntos negros” que rodean esta amplia difusión del Síndrome y que hace que, en definitiva, el
Síndrome de Asperger sea aún hoy un enigma:
En torno al Síndrome de Asperger podemos encontrar otro tipo de trastornos que tienen una
sintomatología similar (que no idéntica), e incluso algunos de ellos presentan las mismas necesidades,
tanto educativas y terapéuticas como necesidades “vitales”, lo que evidencia dificultades de limitación
diagnóstica del S.A respecto a otros trastornos como: Autismo de Alto Funcionamiento, Trastorno
Semántico-Pragmático, Trastorno del Aprendizaje No Verbal, Trastorno Obsesivo-Compulsivo,
Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, Personalidad esquizoide, Esquizofrenia de inicio en
la Infancia, Fobia social, etc. Delimitar la diferencia entre unos y otros no siempre es fácil, e incluso a
veces es la propia evolución del niño la que finalmente nos permite definir en qué tipo de trastorno
encajan adecuadamente las alteraciones y necesidades que presenta. En definitiva, aún hay problemas
evidentes para diferenciar diagnósticamente a personas con Síndrome de Asperger de aquellas que
presentas otros cuadros similares.
Estas dificultades diagnósticas llevan a que haya personas con Síndrome de Asperger que no estén
diagnosticadas, o a que lo sean tardíamente... o a que se dé el diagnóstico de Síndrome de Asperger a
personas que presentan otros cuadros diferentes que se acompañan (o no) de espectro autista.
El hecho de que el Síndrome de Asperger sea un diagnóstico más “amable” para las familias (puesto
que tiene un pronóstico más optimista que el autismo de Kanner, y además frecuentemente está asociado
a un C.I. normal o incluso por encima de la media) hace que se generen una serie de expectativas, previas
incluso a cualquier conocimiento en profundidad de la persona y a una intervención educativa y/o
terapéutica.
Siendo un Síndrome sobre el que aún pesan muchas preguntas en cuanto a las características que lo
componen, el diagnóstico ha de basarse sobre criterios consensuados y sobre un conocimiento profundo
del Síndrome de Asperger, así como de la persona que lo padece.
Poco a poco, las piezas de este puzzle nos irán permitiendo componer una imagen definida de este trastorno y tal
vez podamos comprobar que la imagen última no es fija, única y "unicolor", sino una multiimagen con muchos
matices, tantos como los que coexisten en las relaciones humanas; esas relaciones humanas que cuánto más se
conoce de su entramado, más queda por conocer..
A la hora de plantearme escribir este capítulo sobre el diagnóstico del Síndrome de Asperger, he tenido que
responderme previamente a una pregunta que, aunque sus posibles respuestas parezcan obvias, es necesario tener
absolutamente claras y establecidas a la hora de realizar un diagnóstico honesto.
Los profesionales no debemos de hacer diagnósticos únicamente porque las familias (o incluso las propias
personas afectadas) nos lo piden. El fin último del diagnóstico no es una mera etiqueta de las dificultades que
presenta una persona. Si bien no cabe duda que para las familias un diagnóstico supone encontrar (“por fin”,
dirían aliviadas muchas familias) las respuestas a muchas preguntas, la confirmación de que el extraño
comportamiento de su hijo/a NO se debe a una mala educación, el camino último (en principio, puesto que a
partir del diagnóstico se inicia un camino nuevo) de un largo deambular en busca de una comprensión de lo que
sucede a su hijo; no obstante, el diagnóstico, la mera etiqueta, no dará respuesta a los interrogantes planteados.
El niño o el adulto afectado de Síndrome de Asperger no va a estar ni mejor ni peor en función del diagnóstico
que se le de. Pero parece obvio que las personas que le rodean tendrán un punto de inflexión a partir del cual
deben de comprender mejor el comportamiento del niño o adulto; y sobre todo, un punto de inflexión a partir del
cual podrán ayudarle. Éste al menos debe de ser el objetivo último del diagnóstico: el diagnóstico debe facilitar la
comprensión del funcionamiento de la persona afectada; debe de permitirnos explicar las peculiares
características que acompañan este síndrome (y no únicamente describirlas); debe de permitirnos explicar y
comprender el patrón de dificultades existentes; debe ayudarnos a establecer tanto debilidades como fortalezas (y
su relación con posibles dificultades de aprendizaje), así como las necesidades concretas y, finalmente, debe de
dotar a las familias y profesionales de herramientas para ayudarles de forma eficaz.
No cabe duda de la importancia del diagnóstico, por sus no menos importantes implicaciones en la intervención
posterior. Un diagnóstico adecuado nos permitirá diferenciar al síndrome de Asperger de otro tipo de trastornos,
favoreciendo la elaboración de programas de intervención adecuados a las características peculiares de esta
población, tales como su inflexibilidad, sus intereses restringidos, la presencia de habilidades especiales, etc. Pero
lo que es evidente, y debe quedar claramente establecido, es que el diagnóstico NO debe de servir para
presuponer un conjunto de comportamientos y necesidades preconcebidas. No es justificable evaluar algo
únicamente para justificar un déficit.
1.- El primer paso a dar es realizar una anamnesis o recogida de datos de la historia clínica del niño.
Para comprender qué es el (y que suponer ser una persona con) Síndrome de Asperger, es imprescindible situarse
en una perspectiva evolutiva, puesto que cuando hablamos de este Síndrome hablamos de un trastorno del
desarrollo. Para hablar de un desarrollo alterado, necesitamos la referencia constante de un desarrollo
normalizado y, por tanto, la perspectiva del desarrollo normal.
2.- Evaluación cualitativa: Se realiza mediante la observación directa, no requiere de ningún instrumento
específico, sino que se lleva a cabo a través de todo el proceso de evaluación. Requiere de considerable
experiencia clínica y de conocimientos suficientes sobre los fundamentos teóricos del Síndrome de Asperger,
Trastornos Generalizados del Desarrollo, Trastornos de la Comunicación y otros trastornos similares.
Este tipo de evaluación debe de servirnos para determinar qué conductas y comportamientos concretos se
corresponden (o no) a los síntomas o alteraciones cognitivas que caracterizan al Síndrome de Asperger. Estos
síntomas deben de poder encuadrarse en las definiciones conocidas y reconocidas para el Síndrome de Asperger;
de forma que podamos encuadrarlo dentro de una u otra clasificación.
El Síndrome de Asperger se diagnostica, al igual que el autismo, en base a unos rasgos comportamentales. No
existe un acuerdo definitivo sobre los criterios diagnósticos, aunque sí en los criterios básicos del cuadro, siendo
no obstante muy difícil juzgar en ocasiones cuando una conducta es cualitativamente “anormal” (de ahí la
necesidad de recurrir también a criterios y pruebas cognitivas “cuantitativas”). No obstante, sí hay una serie de
escalas que nos han de servir de referencia:
A.- Alteración cualitativa de la interacción social, manifestada por lo menos en dos de las siguientes características:
1. Alteración importante del uso de múltiples comportamientos no verbales como contacto visual, expresión facial,
posturas corporales y gestos que regulan la interacción social.
2. Incapacidad del individuo para desarrollar relaciones apropiadas con compañeros apropiados al nivel de desarrollo
3. Ausencia de la tendencia espontánea a compartir placeres, intereses u objetivos con otras personas.
4. Falta de reciprocidad social y emocional.
B.- Patrones de comportamiento, intereses y actividades restrictivos, repetitivos y estereotipados, manifestados al menos por
una de las siguientes características:
1. Preocupación excesiva y absorbente por uno o más patrones de intereses estereotipados y restringidos, que son
anormales, sea por su intensidad o por su objetivo
2. Adherencia aparentemente inflexible a rutinas o rituales específicos y no funcionales.
3. Manierismos motores repetitivos y estereotipados.
4. Preocupación persistente por partes de objetos (incluye fascinación por el movimiento).
C.- El trastorno causa un deterioro clínicamente significativo en el funcionamiento social, ocupacional y en otras áreas
importantes de la actividad del sujeto
D.- No hay un retraso general del lenguaje clínicamente significativo (por ejemplo, a los 2 años de edad utiliza palabras
sencillas, a los 3 años de edad utiliza frases comunicativas).
E.- No hay evidencia de un retraso clínicamente significativo en el desarrollo cognitivo ni en el desarrollo de conductas de
autoayuda, conductas adaptativas y curiosidad por le medio ambiente que rodea al niño.
F.- No cumple los criterios de otro trastorno generalizado del desarrollo ni de esquizofrenia..
✧ El trastorno comienza a manifestarse alrededor del tercer año de vida del niño o en ocasiones, a una edad más
avanzada.
✧ El desarrollo lingüístico del niño (gramática y sintaxis) es adecuado y con frecuencia avanzado
✧ Existen deficiencias graves con respecto a la comunicación pragmática o uso social del lenguaje. Discurso fluido
pero extenso, literal y pedante, utilizando monólogos y no intercambios conversacionales
✧ A menudo, se observa un retraso en el desarrollo motor y una torpeza en la coordinación motriz
✧ Trastorno de la interacción social: incapacidad para la reciprocidad social y emocional.
✧ Trastorno de la comunicación no-verbal
✧ Desarrollo de comportamientos repetitivos e intereses obsesivos de naturaleza idiosincrásica
✧ Desarrollo de estrategias cognitivas sofisticadas y pensamientos originales
✧ Pronóstico positivo con posibilidades altas de integración en la sociedad
Algunas de las anomalías conductuales comienzan a manifestarse en el primer año de vida del niño
El desarrollo del lenguaje es adecuado, aunque en algunos individuos puede existir un retraso inicial moderado.
El estilo de comunicación del niño tiende a ser pedante, literal y estereotipado
El niño presenta un trastorno de la comunicación no verbal.
El niño presenta un trastorno grave de la interacción social recíproca con una capacidad disminuida para la
expresión de la empatía.
Los patrones de comportamiento son repetitivos y existe una resistencia al cambio.
El juego del niño puede alcanzar el estadio simbólico, aunque repetitivo y poco social
Se observa un desarrollo intenso de intereses restringidos y concretos.
Torpeza motora: El desarrollo motor (grueso y fino) puede manifestarse retrasado y existen dificultades en el
área de la coordinación motora.
Falta de sentido común.
Comportamiento social “extraño”.
Egocentrismo.
Inteligencia normal o superior
El diagnóstico de autismo no excluye el diagnóstico del síndrome de Asperger.
• Déficit en la interacción social: Graves impedimentos para la interacción social recíproca manifestada al menos por
dos de los siguientes puntos
• Imposición de intereses y rutinas: manifestados por al menos uno de los siguientes puntos
• Dificultades o alteraciones del lenguaje: Problemas del habla y del lenguaje manifestados por tres de los siguientes
puntos
• Dificultades en la comunicación no verbal: manifestadas por al menos uno de los siguientes puntos:
• Anomalías en el desarrollo motor: En los exámenes neurológicos de su desarrollo se observa retraso temprano en
el área motriz o anomalías y torpeza motriz.
El síndrome de Asperger según Peter Szatmari (1989):
Trastorno cualitativo de la interacción social manifestado en un déficit con respecto a la comprensión de las
convenciones sociales, principalmente si éstas son reglas implícitas.
Anomalías en el desarrollo de las habilidades pragmáticas del lenguaje.
Ausencia de comunicación no-verbal manifestada en uno de los siguientes síntomas:
- Expresiones faciales, gestos manuales, postura corporal y prosodia del habla singulares e idiosincrásicas.
- Incapacidad para apreciar las claves sociales importantes
Etapa infantil: Mismos síntomas descritos para la etapa adulta o síntomas para el autismo.
Las principales diferencias entre los distintos criterios son:
1) Sólo Gillberg incluye torpeza motora como criterio relevante en el diagnóstico diferencial
2) Szatmari no enfatiza la limitación de intereses propios y rutinas
3) El DSM y el CIE incluyen como criterio la ausencia de retraso en el desarrollo del lenguaje
4) Lorna Wing sitúa las primeras manifestaciones conductuales en el primer año de vida
5) Gillberg considera la posibilidad de la existencia (en algunos casos) de un retraso mental leve.
2.- Evaluación cuantitativa: Comprende la utilización de pruebas psicológicas estandarizadas para una
aproximación diagnóstica objetiva. Se requiere de menos experiencia que la necesaria para la evaluación
cualitativa, pero requiere de más tiempo para su aplicación, clasificación e interpretación.
Junto con la evaluación cualitativa, la valoración cuantitativa ha de permitirnos hacer una evaluación del
desarrollo actual de la persona a diagnosticar y han de aportarnos los siguientes datos:
a) Desarrollo social
b) Desarrollo cognitivo
c) Desarrollo del lenguaje y la comunicación
d) Desarrollo emocional y conducta
e) Valores psicométricos
Algunas herramientas que nos sirven para valorar estos aspectos son:
Pruebas específicas
Todo ello ha de ser la base que nos permita realizar un juicio diagnóstico adecuado.
La información diagnóstica
El tema de la información del diagnóstico a la familia constituye un aspecto importante dentro del proceso
diagnóstico, aunque no siempre suficientemente desarrollado en los diversos libros, manuales, artículos, etc.
Informar a los padres de que su hijo tiene un trastorno, genera en ellos un impacto emocional, que será distinto en
cada familia y para cada miembro de la misma. En general las familias destacan la importancia que tiene la forma
en que se les comunica el diagnóstico, siendo por ello necesario cuidar el proceso informativo y la forma de
llevarlo a cabo. Si la comunicación del diagnóstico se realiza facilitando una buena y completa información, la
familia podrá llegar a tener una mejor comprensión de la realidad de su hijo y podrá adecuar el entorno tanto a
sus necesidades como a sus posibilidades.
Decir que la información es una de las principales demandas de las familias no es ningún error. Es evidente que
cuando recogemos datos para el diagnóstico de un chico solicitamos mucha información sobre el contexto
familiar, el escolar, la evolución del niño/a..., y generalmente los padres facilitan esa información generosa y
detalladamente. Sin embargo, no siempre ocurre igual en sentido contrario; en determinados casos se da una
inadecuada transmisión de información (en cantidad, calidad y forma) a esos padres.
Podríamos preguntarnos cuáles son los fallos más frecuentes en la información diagnóstica que se les facilita a
los padres... y podríamos respondernos:
Información insuficiente
Información inexacta
Información excesiva de una sola vez
Información incomprensible debido al uso de un lenguaje técnico
Información cargada de aspectos negativos (respecto a lo que el niño no hace o las dificultades que
tiene y va a tener)
Cuando se informa, se impone actuar de forma realista. Algunas “normas” básicas que se debe de considerar a la
hora de informar a los padres sobre el diagnóstico de su hijo/a son: