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1 DE JUNIO DIA DEL NIÑO

Cada 1 de Junio se celebra el día del niño en Ecuador, todos los ecuatorianos
festejamos a los niños con actividades públicas y privadas.

En esta fecha se conmemora un año más de los derechos de los niños, niñas y
adolescentes, por ende, se les rinde homenaje. Día a día, algunos infantes en
el país atraviesan maltratos, abusos y agravios por parte de los adultos, por la
cual la Asamblea General de Naciones Unidas, el año de 1956, legisló un día
para recapitular los derechos y efectuar labores en beneficio de ellos.

Los niños en el mundo, necesitan un país en donde se les brinde protección,


solidaridad, seguridad, en donde se trabaje duro diariamente para luchar en
contra de la pobreza, favoreciendo así las oportunidades productivas para sus
hijos, que les permita desarrollarse como persona para un futuro, requieren de
políticas públicas de protección a su favor, y alternativas para desempeñar su
liderazgo y sentido de la pertenencia.

El 20 de noviembre de 1989 las Naciones Unidas declaró la Convención sobre


los Derechos del Niño, primera Ley Universal, en donde se instauró los
derechos de los niños en todo el mundo.

La idea de festejar el “día del niño” surgió hace ya más de 40 años, cuando la
Asamblea General de la ONU se congregó para la firma sobre los derechos de
los infantes en todo el planeta. El Ecuador fue el primer país en América Latina
y el tercer país en el mundo en haber ratificado la convención.

Es un día y un mes para reflexionar sobre los derechos de los niños, ya que no
solo un día se celebra los pequeños, sino todos los días, por medio del trabajo
y dedicación al país, por un mejor por un porvenir. Esta fecha debe ser
recordada siempre en el Ecuador, ya que los derechos de los niños son
invaluables para ellos y debemos de respetarlos creando así un ambiente de
paz y armonía, en donde puedan vivir felices.

Los niños son el futuro de nuestra patria, por eso debemos amarlos y
respetarlos, para hacer de ellos personas de bien.
LO QUE ALGUNA VEZ FUIMOS
Hablar de la niñez es pronunciar de lo que alguna vez fuimos. Muchos añoran la infancia
como una etapa privilegiada de la historia personal; unos conservan memorias vívidas a
pesar de los años transcurridos; otros apenas tienen evocaciones que se pierden entre
vagas reminiscencias. Algunos se esfuerzan por no idealizar los primeros años de su vida
porque no siempre han gozado de aquello que es deseable esperar para todo niño. Por
muchas razones –personales, familiares, o sociales- también la niñez, como cualquier otro
ciclo humano, puede ser una etapa dura.

Lo cierto es que, más allá de las condiciones en las que se ha vivido la propia niñez, ésta
se caracteriza, más que cualquier otra etapa subsiguiente, por la “ley del crecimiento
continuo”. En la niñez nos desarrollamos alrededor del 70% de lo que creceremos en el
resto de la vida. Como afirma la psicología, la psiquiatría, la psicopedagogía y otras
disciplinas afines, la infancia es como la “matriz extra uterina” que nos contiene y en la que
nos desenvolvemos los primeros años de existencia. Es como la cera maleable en donde
se imprimen, como sellos, las impresiones que quedarán en la profundidad de nuestra
psiquis. Resulta como el rompecabezas donde se van articulando las diversas piezas que
irán construyendo nuestra identidad y el perfil de nuestra personalidad.

De todas las etapas humanas, la infancia es la más determinante de todo el proceso


posterior de la vida. Crecemos biológica, psicológica y afectivamente, un gran porcentaje
de nuestro ulterior desarrollo.

En la niñez nos abocamos a la gran tarea del descubrimiento y la exploración de la


realidad y de la vida que nos rodean. Nos autoconocemos permanentemente y
comenzamos la socialización con otras personas, insertándonos en una familia y en el
circuito de otras relaciones.

Nosotros ya no somos niños. Sin embargo, alguna vez lo hemos sido. Cuando recordamos
la niñez y evocamos al niño que fuimos podemos sentir diversas emociones: Alegría,
nostalgia, agradecimiento o quizás, también, por qué no, otras sensaciones no tan
positivas.

Cuando te conectás con el niño que fuiste, el que lleva tu nombre y tu historia, ¿qué
imagen es la que viene?; ¿cuál es el retrato en el que te ves y te reconocés a vos mismo?;
¿qué lugares recordás?; ¿qué olores te son familiares?; ¿qué paisajes se dibujan?; ¿qué
voces escuchás?; ¿qué anédoctas recordás?...

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