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Divorcio

¿Cómo manejar la situación con los hijos?

Se suele coincidir sin ninguna duda, al hablar de la


familia, que ésta es el núcleo de nuestra sociedad y que su importancia
es vital para el sano desarrollo de todos los seres humanos. Sin
embargo, en algunas circunstancias el divorcio puede ser una medida
necesaria, cuando la relación de pareja se ha tornado demasiado
conflictiva, tiene repercusiones graves sobre los hijos y, se han agotado
todos los recursos por solucionar la situación. Cuando dos personas
deciden separarse, cualquiera que sea el motivo, ocurren una serie de
hechos que suelen ser incómodos, y en medio de todas las cuestiones
legales y de la vivencia emocional de cada miembro de la antigua
pareja, existe otra situación a la que muchas veces no se le da la
importancia suficiente y que requiere de un adecuado manejo para
sobrellevarla, y es la vivencia que los hijos están teniendo de esta
separación.

Las consecuencias del divorcio en los niños.


Dado el elevado número de separaciones entre parejas que

se producen hoy en día, son muchos los niños afectados por esta situación, que ha dejado de ser

excepcional para pasar a ser bastante habitual. Además del shock emocional para los padres que

supone una ruptura sentimental, éstos cargan con el miedo de cómo toda esa situación

repercutirá en sus hijos.

Las consecuencias que sufre el hijo de padres separados están más relacionadas con las

desavenencias familiares previas asociadas a la separación y con el papel que los padres hacen

jugar al niño en la separación, que con el evento de la separación en sí. Esto, junto con la edad

y la madurez del propio niño condicionan la forma en que la separación influye en su desarrollo.

Cuando ocurre una separación, los hijos experimentan una especie de duelo, por la pérdida de la

vida con los padres juntos y por el rompimiento de la estabilidad familiar, con todo lo que esto

implica. Los hijos pueden experimentar sentimientos de culpa por la percepción de que ellos

pudieron ser los responsables de que sus padres se separaran, situación que en muchos casos

se presenta por el señalamiento de alguno de los padres o de ambos hacia el hijo "que con sus

comportamientos hizo que su papá o mamá se fuera". También pueden experimentar rabia ante

alguno de los padres o ante ambos por lo que está viviendo, así como impotencia por la

sensación de no poder hacer nada para evitarlo y, por supuesto, tristeza ante todo lo que está

presenciando. Otros pueden encerrarse en sí mismos como parte de un mecanismo de defensa


contra el daño que la separación les ocasiona, o pueden mostrar rebeldía, fallos en la escuela,

etc. Sin embargo, no todos los niños reaccionan de la misma manera, lo que depende

fundamentalmente de sus características personales y de cómo se esté manejando la situación

de separación o divorcio.

Algunas de las posibles reacciones del niño frente a la separación de sus padres son:

 Reacción de ansiedad, e incluso angustia, durante el conflicto y tras la separación de los

padres. Suelen sentir miedo.

 Lloran a menudo y esto les tranquiliza. Hay que acompañarles en ese momento, y

favorecer esa expresión del dolor que sienten.

 Insisten una y otra vez en el deseo de que los padres vuelvan a estar juntos. Hasta que

no aceptan que esto no es posible, se muestran muy tristes e infelices. Acabarán

aceptando que esto no es más que una fantasía.

 Algunos se acuerdan del otro progenitor, cuando el que está con ellos les regaña; y

desean tanto estar con el otro, que incluso pueden llegar a pensar en escaparse de casa.

Llegan a idealizar más al otro progenitor, al ausente, pues sólo recuerdan los buenos

ratos pasados con éste.

 Probablemente, aparezcan trastornos en el sueño y en la alimentación.

Cuanto más pequeño e inmaduro es el niño, dispone de menos mecanismos para elaborar lo que

está pasando. En consecuencia, suelen aparecer manifestaciones de ello a través del cuerpo:

molestias abdominales, vómitos, dolores de cabeza, etc. Cuando el niño es algo mayor puede

sentirse la causa de dicha separación y, por tanto, sentir gran culpabilidad. Suelen aparecer

depresiones con fases más agresivas, repercusiones en el rendimiento escolar, regresiones a

edades anteriores (vuelven a surgir comportamientos anteriores, de más pequeños). En niños ya

más mayores, suele desarrollarse una hipermadurez en parte positiva, pero a la vez peligrosa,

que pretende sustituir al progenitor ausente.

¿Cómo enfrentar esta situación?

Se ha comprobado que es preferible para la estabilidad emocional de los hijos, unos padres

separados pero felices a unos padres juntos pero que viven peleando, sin llevar ninguna relación

de amor. Ellos llegarán a entenderlo, si es bien manejado e incluso podrán llegar a asumirlo
como una experiencia más de su vida que los hará crecer como personas. Sin embargo, para

que los hijos puedan comprender la separación y adaptarse poco a poco al nuevo estilo de vida,

es importante considerar varias recomendaciones generales para el manejo efectivo del mismo.

En principio es importante mantener una actitud abierta y clara, explicar sinceramente (sin

detalles dolorosos) lo que está pasando y el porqué, sin culpar a nadie y mucho menos a los

hijos; hablar con ellos en el momento apropiado, estimular a que pregunte lo que desee y

contestarle con sinceridad, tomando en cuenta su edad, capacidad de comprensión y sus

características personales. Además debe permitírsele expresar sus sentimientos ante el divorcio

cuando así lo desee y comprenderlo, y que sepa lo que sus padres están sintiendo también. Los

niños tienen el derecho de ver y estar con sus padres cuando así lo deseen, así que no deberá

prohibírseles el poder hacerlo. Pueden conversar y llegar a un acuerdo acerca del régimen de

visitas, vacaciones, y por supuesto también deben acordar mutuamente las normas a señalar en

ambos hogares para que no existan confusiones. Por todo esto, deben tratar de llevar una

relación respetuosa entre ambos, no expresar cosas negativas del otro delante del niño, y no

utilizar al niño como mensajero, ni para obtener beneficios propios, ni para interrogarlo

intentando explorar qué hace o deja de hacer el otro. Tampoco se debe amenazar al hijo, como

un castigo a su comportamiento, con llevarlo o dejarlo con el otro progenitor. No se debe

someter al niño a la difícil situación de escoger con qué progenitor quiere quedarse, porque ello

le genera angustia y sentimientos encontrados.

En el caso de que exista una nueva pareja, se debe dar tiempo al niño para que la conozca y se

adapte a la nueva relación. Se debe dejar que sea él quien decida cómo llamarla. Tome en

cuenta que es preferible el papel de una buena amiga o el de un buen amigo que no asuma las

responsabilidades y no aplique normas disciplinarias, porque eso les corresponde a sus padres

biológicos.

Durante todo este proceso de separación, los hijos necesitarán más de cada uno de sus padres,

por lo que es recomendable que éstos compartan el mayor tiempo posible con ellos y les

expresen su amor, haciendo énfasis en que eso no cambiará. No es conveniente llenar al niño de
cosas materiales para tratar de llenar espacios de afecto vacíos y evitar así sentirse culpable.

También es importante que no se fomenten las fantasías de reconciliación que pueden los niños,

especialmente si la decisión de separarse es definitiva. En este último caso, deben hacérselo

saber para que pueda terminar de cerrar su proceso y comprender la situación.

También es recomendable visitar el colegio de los hijos e informar a quienes corresponda de la

situación que se está viviendo, solicitando toda la cooperación posible ante su rendimiento

académico. Se debe estar atento ante cualquier conducta negativa que pueda presentar el niño y

que se prolongue más de lo esperado, consultando a un profesional especializado.

Recuerde que no debe transmitir a su hijo la experiencia negativa que pueda haber vivido con

respecto a "las relaciones amorosas", explíquele que no todas tienen porqué ser así y fomente

una actitud abierta ante el tema y no la predisposición al fracaso en todas las relaciones que

pueda llegar tener.

En síntesis, se debe procurar comunicar al niño en esta situación que:

 La decisión de separarse es exclusivamente de los padres. Ellos


han tomado esta decisión porque creen que es lo mejor para todos
los componentes de la familia. Los hijos no han tenido nada que
ver en esta decisión. Los padres no se han separado porque el
niño se haya portado mal, pues otras veces lo ha hecho y no ha
ocurrido así.
 Hay muchas personas que se preocupan por él (abuelos, amigos,
profesores) y desean que sea feliz. Por tanto, ha de borrar ese
miedo que siente a ser abandonado, a quedarse sólo, porque
cuenta con el cariño de más personas.

 Seguirá disponiendo de ambos padres, en todos los aspectos que


él precise, aunque ya no vivan juntos. Siempre que le preocupe
algo o se sienta mal, podrá hablar con sus padres. Los padres
demuestran su amor de muy diversas maneras. Puede sentir que
sus padres le siguen queriendo si intentan estar con él todo el
tiempo que pueden, si le ayudan cuando les necesita y si le
escuchan.

En cuanto a los padres en esta situación, es importante que tengan claro que:

 No deben caer en la sobreprotección del hijo por pena. Le deben


seguir tratando como a un niño "normal" de su edad. Si no "no le
ayudan a crecer", acabará comportándose de forma inmadura y
más infantil de lo que le corresponde.
 Todas las personas tienen virtudes y defectos; también los padres.
Deben hablar del otro progenitor con el niño usando argumentos
reales, sin caer en la ficción.
 Es preferible que los días de encuentro no se llenen
excesivamente con actividades, pues si se ocupa el tiempo en
hacer demasiadas cosas no hay tiempo para charlar o
comunicarse, que es lo verdaderamente esencial.
 Los puntos más conflictivos tras la separación suelen ser los hijos,
el dinero y las nuevas relaciones. Intenten ser objetivos, no
busquen poner al niño de su parte y traten de solucionar estas
cuestiones sin involucrarle.
 Es preferible para los niños, que vuelva a constituirse una familia
compuesta por hombre y mujer, aunque uno de ellos no sea el
verdadero progenitor, porque ello reparará los vínculos dañados,
aunque requerirá tiempo la aceptación de esa nueva situación por
parte de todos.

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