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Fuego en la pradera

Serie Tumbleweed 2

L. J. Maas

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Indice
Sinopsis
Créditos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Biografía de la autora
Libros de la Serie

3
Sinopsis

E
n esta secuela de Fiebre Rodadora, la historia de Devlin Brown, una ex-
forajida, y Sarah Tolliver, la mujer de su corazón, continúa. Sarah y Devlin
deben convencer a los rancheros de los alrededores para que destruyan
las vallas de alambre que contienen a su ganado para así evitar cierta
calamidad. En medio de la hermosa y, en ocasiones, implacable tierra del
Territorio de Oklahoma, Sarah y Devlin comienzan una nueva vida. Aventura y
misticismo abundan mientras visitan el campamento Choctaw. Sarah debe
decidir si se someterá a los rituales del clan que le permitirán unirse a la ex
forajida en una ceremonia que unirá sus corazones para siempre. Cada mujer
debe someterse a una prueba de sus habilidades individualmente y al mismo
tiempo competir contra el tiempo para evitar que una premonición se
convierta en una realidad aterradora.

4
Créditos
Traducido por K. D.
Revisado por mom1977
Diseño de documento y portada por Dardar
Editado por Xenite4Ever 2018

RENUNCIA: Todos los personajes que están en © Copyright Fotos MCA / Universal y Renaissance
son definitivamente similares a propósito, pero bueno, no tengo la intención de obtener un
beneficio! Todos los personajes originales que aparecen aquí: Devlin, Sarah, etc. Son
propiedad de Devlin@xenafan.com. Esta historia no puede ser vendida o utilizada con fines
de lucro de ninguna manera. Se pueden hacer copias para uso privado y apreciaría si se
incluyeran todos los avisos de derecho de autor y este descargo de responsabilidad. Si usted
tiene un sitio fanfic, por favor envíeme un correo electrónico si pone esto en su sitio (Sólo me
gusta llevar la cuenta).

Advertencia de violencia: Hay una cierta violencia (vamos, que es el viejo oeste y un Uber de
la princesa guerrera), pero nada más que PG13.

SEXO: No, no esta vez. (No sé, "¿tomar el asunto en sus propias manos", se considera sexo?)
Hay muchos dolores de cabeza, anhelo, fantasías, miradas bastante intensas, y un enorme e
increíble beso, ¡pero estoy haciendo esto a cappella! Si la idea de dos mujeres enamoradas
te molesta... bueno, como dijo Xena, ¡Vete a la mierda!"

ADVERTENCIA A MENORES DE EDAD: Hey, el Tribunal Supremo dijo en Reno v. Unión Americana
de Derechos Civiles (1997) que las leyes contra la disposición, en línea, ¡de ciertos materiales
“indecentes” disponibles para aquellos menores de 18 años eran inconstitucionales ...
búsquenlo! Además, esto es perfectamente "decente". J

OTRAS RENUNCIAS: 1) Está bien tengo que admitir que Adapté (libremente podría añadir) la
planta rodadora para esta historia de una película llamada "Connagher." ¡Es un gran western
y resulta que me encanta Katherine Ross y pienso que Sam Elliott es genial! He usado esta idea
sin el permiso o la intención de sacar provecho. 2) El término jinete, no es necesariamente un
término que encontrará en el diccionario. He acuñado la frase para esta historia, simplemente
porque detesto la distinción entre los sexos con los términos de vaquero y vaquera.

Sólo sé cómo se sienten acerca de mis historias a través de sus comentarios. Déjenme saber
lo que piensan de ellas, o lo que les gustaría ver en el futuro... homofóbicos no es necesario
que lo hagan, sin embargo. Estoy en: Devlin@xenafan.com

Ganador del premio Swollen Bud por la excelencia en la escritura de Fan Ficción.

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Para CB con amor.

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Prologo

U
na vez más, los espíritus visitaron a Taano. No se sentía bien, teniendo esta
misma visión durante tanto tiempo. El viejo chamán apartó a un lado la
piel de ciervo ablandada que servía como manta. Taano no podía
recordar una temporada de cosecha que se congelara tan rápidamente. Se
levantó y añadió una pequeña cantidad de estiércol de búfalo, lo echó al
fuego que estaba en el centro de la Chuka (Tipi). Se calentó las manos y se las
frotó. Después de bajar su cuerpo para sentarse con las piernas cruzadas
delante del fuego, tomó un cuenco de madera. Dentro del plato liso y tallado
yacía su bahtushi ikhish. La pequeña bolsa contenía hierbas, raíces, y cualquier
cosa que la naturaleza proporcionara para preparar sus medicinas.

Taano tomó una pizca de salvia de la bolsa y la arrojó al fuego después de


frotarla entre el pulgar y el índice. Entonces el anciano tomó el humo con las
manos. Se frotó sus articulaciones, que parecían doler más cada día. Añadió
cedro, luego, hierba dulce del mismo modo. Sus plumas de águila avivaron el
fuego para producir el humo necesario. Por último, añadió un poco de tabaco
para pipa, enviando el humo hasta los grandes espíritus superiores. Comenzó
el mismo ritual de todas las noches desde que la inquietante visión lo había
visitado. Sus oraciones fueron en un idioma olvidado por su pueblo, con la
excepción de los curanderos y las mujeres de los clanes familiares que todavía
lo conocían.

Él era Ankahito: su familia siempre había sido Ankahito, pero los clanes
originales se habían separado y viajado lejos, de modo que ahora había
muchos esparcidos por toda la tierra. Sería un largo viaje para un viejo
chamán, y Taano se preguntaba por qué los Espíritus llamarían a alguien tan
débil para una tarea tan ardua.

Pasó el resto de la noche hablando con los Espíritus, a veces amablemente, a


veces discutiendo. Los jóvenes del clan mantenían silencio al pasar por la
Chuka de Taano. Él conocía el idioma de los Antiguos, y nunca era una buena
cosa cuestionar los métodos de un curandero. Al salir el sol en lo alto del cielo,
las conversaciones de Taano habían terminado. Se dirigió a los ancianos y les
dijo de sus visiones y de la tarea para la que fue ungido. A pesar de esto dejaría
el clan Ankahito sin chamán, coincidieron en que el anciano debía ir a donde
los espíritus lo dirigiesen para entregar la advertencia.

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El anciano preparó el bahtushi, tomando todos los artículos que pensó que
necesitaría para conversar con los espíritus a lo largo del camino. Miró hacia
el cielo, y luego consultó el pequeño dibujo que había creado en un pedazo
de cuero liso. La distancia era grande, al menos para sus viejos huesos. Le
tomaría hasta que la luna pasara muchas veces por el cielo, o hasta cuando
el Búfalo tuviera sus crías, si el tiempo lo acompañaba.

Taano nunca pensó cuestionar las imágenes que los Espíritus le dieron. El
mensaje que tenía para entregar era claro; a quien lo entregaría parecía más
incierto. Sólo había dos que eran lo suficientemente fuertes como para
entregarles la propuesta. No les dijo a los ancianos que los dos salvadores de
la tierra serían mujeres. Los hombres y su orgullo. Sacudió la cabeza. Había visto
muchas cosas y conocido muchas mujeres poderosas en su juventud. Era
demasiado viejo para empezar a cuestionar los caminos de los espíritus ahora.
Los espíritus le dijeron que buscara a las dos en la zona por encima de las
llanuras. Una de las mujeres era un guerrero poderoso, la otra una poderosa
curandera. “Han pasado muchos años desde que me encontré con una
curandera”, Taano reflexionó. Se acordó de la madre de su clan cuando era
pequeño, que era parte sanadora, parte curandera.

La única otra información que se le dio a conocer era la naturaleza de las


mujeres. Los espíritus susurraron el mismo pensamiento repetidamente en sus
sueños por la noche.

Las conocerás por su contraste; Así como el sol no puede existir sin la luna, con
estas dos es lo mismo. Ellas son el verano y el invierno, la luz y la oscuridad,
dureza y suavidad. Su contraste es un enigma para el hombre, porque una no
es completamente dura, ni la otra totalmente suave. Cuando una está en la
luz y la otra está en la oscuridad, tienen el poder para convertirse en lo
contrario. A primera vista verás el halcón, que se abalanza para arrebatar a
los peces pequeños de la seguridad del agua para su propia comida, pero
hay que mirar más allá de la vista de los hombres. Debes ver al pez pequeño,
que voluntariamente da todo de sí para nutrir al halcón agradecido.

Búscalas con los ojos de los espíritus, y encuentra a Redhawk y Sakli.

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Parte 1

U
na fría ráfaga de viento otoñal se arremolinó en torno a las dos mujeres
de pie en la cresta de la colina. Sarah Tolliver se apoyó en el alto cuerpo
de Devlin Brown en busca de calor. El tiempo no parecía afectar a
Devlin. Rápidamente se quitó el manto recién lavado y lo envolvió alrededor
de la pequeña figura de Sarah. 
—¿Quieres quedarte un poco más? —preguntó Devlin.

Sarah sacudió la cabeza, girando los ojos llenos de lágrimas hacia arriba.

—No, probablemente preocuparemos a Mattie. Sólo quería pasar algún


tiempo a solas con el tío Art. Parece que la casa ha sido visitada sin parar
desde el funeral.

Art Winston había sido asesinado dos semanas antes. Un ganadero sin
escrúpulos pensó que podría adquirir los terrenos del anciano, así como el
rancho de Sarah. Devlin y Sara habían trabajado juntas para frustrar el plan.

—Realmente respetaba a ese viejo —dijo Devlin.

Sarah le sonrió, dándose cuenta de que esa declaración era lo más cercano
que Devlin estaría de expresar sus emociones por Art. Sarah recordaba el
tiempo que le había llevado a Devlin expresar sus sentimientos por ella. Su
sonrisa creció.

—¿Qué? —preguntó Devlin conscientemente.

Sarah sacudió la cabeza en respuesta, con los ojos llenos de lágrimas, pero de
un tipo diferente.

—Te amo, Dev —dijo finalmente.

La severa expresión de Devlin se evaporó con el viento. Una sonrisa perfecta


iluminó su rostro bronceado y se inclinó para colocar un casto beso en la
mejilla de su amante.

—Nunca me canso de escuchar eso —susurró en el oído de Sarah.

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—Mejor —Sarah sonrió de vuelta—, porque yo no creo que nunca me canse
de decirlo.

Sarah cogió las solapas de la chaqueta de Devlin en un agarre firme y tiró


suavemente, acercando la cabeza de Devlin hacia la suya. Apretó los labios
contra la cálida suavidad de la boca de Devlin y se sintió sorprendida por la
tensión de su cuerpo.

Devlin fue avasallada por el suave beso y su cuerpo reaccionó rápidamente.


Envolvió sus largos brazos alrededor de los hombros de Sarah, juntando sus
cuerpos. Dos semanas antes, no se atrevía a besar a la mujer; ahora le
resultaba casi imposible detenerse.

Devlin gimió, encontrando la fuerza para alejarse de alguna manera.

El sonido fue de pura frustración, y Sarah se asombró una vez más por su alta
compañera. Apenas podía creer que ella sola pudiera complacer y angustiar
a Devlin con un simple beso. Se preguntó si Devlin sentía lo mismo que ella en
ese momento. Si ese fuera el caso, entonces Sarah entendía bien la necesidad
de gemir de Devlin.

Habían pasado casi dos semanas desde que Devlin le dio un beso a Sara en
el centro de la ciudad y proclamara su amor. Hicieron una serie de
suposiciones sobre su futuro juntas, pero no habían tenido un momento para
hablar de lo que sucedería o lo que deseaban que sucediera. Sólo sabían que
su futuro sería uno solo y que todo lo demás iba a salir con el tiempo.

El problema con esta teoría, desde el punto de vista de Sarah, era que su
cuerpo le estaba diciendo que el tiempo se había acabado. Por supuesto, no
ayudó que, desde el día que Devlin besó a Sarah, su vida y su hogar habían
estado en un constante estado de agitación. Mattie y sus hijos alargaron su
estancia para ayudar después de la muerte de Art, pero ahora había dos
ranchos que cuidar, Sarah y Devlin se distribuían el trabajo. Por la noche, todo
lo que podían hacer era sentarse en el sofá y abrazarse, tratando de
permanecer despiertas hasta que se pusiera el sol.

El beso terminó, pero las dos mujeres se quedaron allí, abrazadas.

—Será mejor que nos pongamos en marcha, estamos perdiendo la luz del día
— dijo Devlin con voz ronca, aclarándose la garganta para eliminar los sonidos
de la pasión y la necesidad. Ahora no es el momento, y menos en medio de
la pradera.

Sarah simplemente asintió con la cabeza, no confiando en su voz. Caminaron


de la mano hasta donde esperaban los caballos. Los animales pateaban en

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el suave césped y ocasionalmente sacudían sus cabezas. Sarah se volvió antes
de que Devlin pudiera ayudarla a subir a la silla.

—Encontraremos tiempo, ¿no es cierto, Dev? Es decir, tiempo a solas... sólo


para nosotras —Sarah se apartó avergonzada con el pretexto de montar su
caballo, pero Devlin puso una mano en su brazo y Sarah se detuvo. Se volvió
para mirar hacia arriba a unos sonrientes ojos azules y se sintió casi
avergonzada por dudar de la atracción de Devlin hacia ella.

—Sí, Sachu-kash. —El dorso de los dedos de Devlin rozó la mejilla de Sarah—.
Ya habrá tiempo para nosotras. Pronto, lo prometo, y va a ser maravilloso. —
Devlin le susurró esto último a Sarah, viendo como su cara se sonrojaba
nuevamente.

Las lágrimas empañaban los ojos de Sarah, cada vez que Devlin la llamaba
así. En el lenguaje del clan, significaba “mi corazón.” Sarah recompensó a
Devlin con una sonrisa tímida.

—Te gusta burlarte de mí, ¿verdad?

—Sí, Sachu-kash. —Rió Devlin—. Pero es porque me gusta el color rosa en tus
mejillas.

Sarah se volvió hacia Devlin. Devlin sabía que estaba en problemas por la
mirada de determinación en los ojos de Sarah. Sarah pasó los brazos alrededor
de la cintura de Devlin, tirando de sus cuerpos muy juntos.

—Te gusta sonrojarme, ¿verdad? —preguntó Sarah con una maliciosa sonrisa
y brillo en los ojos.

El cuerpo de Sarah se deslizó contra Devlin. Sus caderas presionaron a Devlin


de una manera sugerente. No era extraño que Sarah fuera tan audaz. Al ser
cuestionada, aceptaba cualquier desafío puesto en su camino, incluso si ella
estaba a millas por encima de su cabeza.

La respiración de Devlin se aceleró y un rayo de placer la atravesó. Podía sentir


los pechos de Sara presionados bajo los suyos.

Sarah sabía que había ganado cuando vio la sonrisa arrogante desaparecer
de la cara de su amante, y Devlin tragó saliva.

—Hmm, me gusta la forma en que te ruborizas. Se inicia aquí mismo, en el


cuello... —Sarah pasó un dedo a lo largo de la línea del cuello de Devlin— ... y
termina aquí. —Apartó el pelo oscuro detrás de una de las orejas de Devlin y
observó como el oído se puso rojo.

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Devlin agarró el dedo burlón y besó bruscamente los labios de su amante.

—Tú —dijo mientras se apartaba y giraba a Sarah hacia su caballo con un


suave empujón—, eres una joven malvada.

Las dos rieron y se montaron en sus caballos, y luego cabalgaron de nuevo


hacia su nuevo hogar en el rancho de Art.

Devlin disfrutaba de las bromas lúdicas. Era algo nuevo en su vida. Sarah no
era una mujer que entregara a cualquiera lo mejor de ella y a Devlin le
gustaba eso. Devlin recordó cómo se sentía el cuerpo de Sarah contra el suyo
y se preguntó cuánto tiempo podría seguir controlándose a sí misma.

Como acabas de decirle, pronto.

Devlin y Sarah entraron en la casa del rancho a tiempo para ver a William
Hennessy estrechando la mano de Madeline, la hermana mayor de Sarah.

—Bueno, aquí están —dijo Mattie.

—Lamentamos llegar tan tarde, Mattie. Sr. Hennessy, no pensé que vendría
hoy.

Sarah era genial, pero era muy respetuosa con los hombres de negocio de la
ciudad. Mientras que los restantes miembros de la Asociación de Ganaderos
hicieron todo lo posible para ofrecer sus condolencias por la pérdida de su tío,
Sarah no podía olvidar que ellos no hicieron nada para detener los terribles
acontecimientos que ocurrieron. Hennessy era un viejo amigo de su tío, lo
sabía. Nunca tuvo tiempo para conocer al irlandés que era dueño de la
caballeriza en la ciudad y único abogado entre su pequeña ciudad y Kansas
City.

—Señora Tolliver —William Hennessy se quitó el sombrero y sacudió la mano


que Sarah le ofreció—. Hay ciertas cuestiones relativas a la voluntad de su tío
que requieren su atención. Pensé que sería más... bueno, más fácil para usted
y Madeline hacerlo en su propio hogar.

—Que bien —dijo Sarah.

Devlin puso una mano en el hombro de Sarah. Sintió al instante la conexión y


la amonestación tierna.

—Me disculpo, Sr. Hennessy. Realmente fue considerado de su parte hacer el


viaje hasta aquí. ¿Por qué no vamos todos a la casa?”

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Una vez que estuvieron en la habitación, Sarah hizo un gesto a Hennessy,
indicando al abogado que hiciera uso del escritorio de roble de su tío. Ella y
Mattie se sentaron en un par de sillas de cuero mullidos. Devlin cerró las puertas
dobles de la sala y se puso unos pasos detrás de Sarah.

—La información en el testamento de Arthur es, por supuesto, sólo para la


familia —dijo Hennessy, mirando a Devlin.

—Devlin es parte de esta familia —dijo Mattie, adelantándose a Sarah.

Devlin no estaba segura de qué hacer, pero una vez que Sarah le ofreció la
mano, sonrió levemente y la tomó.

—La señorita Brown es mi familia, Sr. Hennessy. En realidad, mencionar esto


ahora me ahorrará un viaje a su oficina. Necesito que redacte los documentos
necesarios para ejercer mi voluntad. Mis bienes y mis hijos deberán quedar al
cuidado de Devlin si algo llegara a pasarme.

La mano alrededor de Sarah se tensó por un momento, y luego se relajó


cuando Sarah miró a Devlin.

—Sé que no hemos hablado de esto Dev, pero es algo que me parece
importante de hablar.

Devlin sintió un breve momento de pánico ante la abrumadora confianza y


responsabilidad que Sarah le ofrecía. Sabía que esta relación sería para
siempre, pero aún no habían hablado de cosas tan prácticas. Esta era una
tierra dura, y cualquier cosa podría ocurrir en el plazo de un año. ¿Estaba
dispuesta a aceptar la tarea de criar a dos niños pequeños si le ocurriría algo
imprevisto a Sarah? Devlin era una proscrita, o al menos una reformada.
Mirando fijamente a los ojos verdes que siempre la miraban con confianza y
amor, Devlin sintió la respuesta en su corazón antes de que pasara a sus labios.

—¿Estas segura? —preguntó Devlin.

—Absolutamente. Es decir, si estás de acuerdo.

Devlin le apretó la mano. Esa acción y una comunicación tácita que pasó
entre las dos mujeres, fue la respuesta de Devlin.

Sarah sonrió y se volvió hacia el abogado.

—Confío en que pueda encargarse del papeleo. —Su consulta era más una
afirmación que otra cosa y dejó pocas dudas sobre quién estaba al mando
de esta reunión.

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—Um, bueno, sí, por supuesto, señora Tolliver —Hennessy tartamudeó,
haciendo una pausa para mirar a las dos mujeres en cuestión. Finalmente, al
fijar su mirada en sus dedos entrelazados, lo vio claro—. Bueno, vamos a
empezar, ¿de acuerdo? —preguntó como una formalidad.

—Ustedes, señoras, Sarah Tolliver y Madeline Caufield, siendo los familiares de


Arthur Winston, son las únicas herederas de su patrimonio y de todos sus fondos
y propiedades. Señora Caufield, su tío sabía que su vida está en otro lugar, por
lo que dejó la mayor parte de sus propiedades a la señora Tolliver. Sin
embargo, él le dejó una considerable herencia en efectivo. A usted, le dejó la
suma de doscientos mil dólares y el título de la finca en Kentucky.

—Buen Señor, yo ni siquiera sabía que el tío Art me tuviera en cuenta. —Mattie
miró al abogado y a su hermana—. ¿En qué parte del mundo consiguió tal
cantidad de dinero?

Mattie estaba más que sorprendida. Le escribía a su tío en alguna ocasión y


cada cinco años lo visitaba, pero nunca había sido cercana al hombre. Sarah,
por el contrario, era como una hija para él. Era evidente que tan pronto como
Sarah saliera al oeste, ella sería la heredera del negocio ganadero de la
familia. Mattie nunca pensó dos veces sobre ese hecho.

—Art era un astuto hombre de negocios. Tratar con vacas no era lo único en
lo que se concentró —dijo Hennessy.

—Sarah, es ridículo que reciba tanto dinero. Seguramente, necesitarás algo,


ahora que tienes que hacer funcionar ambos ranchos —dijo Mattie—. El
ingreso de Richard siempre ha sido más que suficiente para mantenernos
cómodos.

Sarah abrió la boca para negarse, pero fue interrumpida por Hennessy.

—En realidad, a la señora Tolliver le dejó la mayor parte de los bienes. El


efectivo de los bancos en Nueva York, Chicago y Kansas City, por un total de
casi ochocientos mil dólares. Eso sin contar todas sus propiedades. —Hennessy
hizo una pausa para mirar la expresión de sorpresa de Sarah.

—No tenía ni idea de que el tío Art guardara tanto dinero. Pero, cada centavo
será muy útil para administrar este lugar. Tengo cuatrocientos acres y tío Art
casi mil.

—¡Oh, hay mucho más que eso, señora Tolliver! Como ya he dicho, Art era un
gran hombre de negocios. Comenzó a comprar tierras en cuanto se
estableció aquí, cuando usted era una niña. Es dueño de casi cada acre de

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tierra que rodea el río Arkansas. Cada ganadero durante cien millas a la
redonda paga a Art derechos de agua —dijo Hennessy.

—¿La gente le paga por el agua que ofrece la naturaleza? —preguntó Sarah
con asombro.

Devlin había estado en silencio todo este tiempo, pero ahora sonrió a Sarah.
Era la manera del clan de compartir todos los dones de la Madre Tierra. Pagar
a alguien por el agua que fluía libremente en el río parecía tan ridículo e injusto
como tener que pagar por aire para respirar. Devlin se dio cuenta de que la
naturaleza de Sarah era tan parecida a la del clan que parecía como si ellos
la hubieran criado.

—Bueno, Art es dueño de las tierras —dijo Hennessy—. Me corrijo, señora


Tolliver, ahora es usted la propietaria de esas tierras. Se suma a cientos de miles
de acres más. Aquí, en los territorios de Arkansas, Missouri, Kansas, e incluso Fort
Laramie. Por decirlo sin rodeos, ahora es la mujer más rica al oeste de Chicago.

—Bueno, no sé qué decir —dijo Sarah—. No tenía ni idea que tío Art... Es decir,
sólo pensé que criaba ganado. —Miró de una cara a otra.

Por último, la risa retumbante de Devlin llenó la habitación.

—Está bien, Sarah. No tienes que pedir disculpas por ello.

Sarah sonrió vacilante.

—Lo siento, señor Hennessy. Estoy un poco sorprendida por esta noticia.

—Es comprensible. —Hennessy cerró la carpeta de cuero sobre la mesa frente


a él—. Sé que muchos de los hombres de esta ciudad han sido menos que
honorable en su trato con usted, pero eso no nos incluye a todos nosotros. Me
disculpo por mi parte y en nombre de muchos de los señores respetables de
la ciudad. Lo sé —se rió y levantó una mano—, probablemente está pensando
que estoy tratando de congraciarme ahora que es una mujer rica.

—Se me pasó por la mente —admitió Sarah.

—Bueno, no la culpo, jovencita, pero debe saber que una vez fui compañero
de cabalgada de Art. Cuando era un hombre mucho más joven, por
supuesto— Sonrió—. Art, yo y algunos viejos amigos que hace tiempo que han
partido hacia el creador, prácticamente construimos esta ciudad. Supongo
que con un pueblo viene el progreso, y trae a hombres como Montgomery. Él
fue la excepción, señora Tolliver, no la regla. Puede que tengamos nuestros
años y no siempre seremos capaces de pelear tanto como lo hicimos en
nuestros días de juventud, pero todavía hay algunos de nosotros que
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amábamos y respetábamos a su tío. Todo lo que tiene que hacer es llamarnos,
y tendrá algunos amigos por aquí. Podemos tener un poco de nieve en
nosotros —se pasó una mano por el pelo gris ondulado—, pero no deje que
eso la engañe, aún podemos pelear.

Hennessy sonrió amablemente y Sarah se encontró devolviéndole la sonrisa.


Estaba contenta de oír hablar así a alguno de los hombres de la ciudad.
Estaba empezando a temer que todos los de la asociación fueran réplicas
exactas de John Montgomery, el hombre que había matado a su tío. Si eso
resultara ser el caso, sería difícil para ella vivir y criar a sus hijos aquí a pesar de
su riqueza recién descubierta.

—Señor Hennessy, no puedo agradecerle lo suficiente todo lo que ha hecho.


Sé que el tío Art confiaba en usted y espero que me perdone si estoy todavía
un poco nerviosa por todo lo que hemos pasado recientemente. Acepto sus
disculpas y le recordaré su oferta, si alguna vez lo necesito.

Sarah firmó papel tras papel hasta que Hennessy declaró que el asunto del
testamento de Arthur Winston había concluido. Le dio la mano, y luego se
dirigió al aparejo Surrey enganchado en la parte delantera de la casa. Saludó
con la mano mientras soltaba las riendas y apartaba al caballo.

—¡Dev! —Un jinete de cabello canoso se acercó al porche, hizo una señal a
Sarah, luego se retiró apresuradamente el sombrero—. Las noches se están
volviendo bastante frías por ahí fuera. ¿Qué es lo que quieres hacer con todos
los terneros tardíos de la manada de la colina norte?

Devlin se apoyó en la barandilla del porche y se encogió de hombros.

—No me preguntes. Es para ella para quien trabajas —dijo señalando con el
pulgar en dirección de Sarah.

El jinete parecía desconcertado e inseguro sobre qué hacer a continuación.


No sabía si Devlin estaba bromeando con él o no, pero no quería ser él quien
la cuestionara.

—Um, señora Tolliver... uh…

—Comience a traerlos de diez o veinte a la vez, ¿Mr…?

—Porter, señora. Grubby (Sucio) Porter.

Sarah hizo una pausa y sonrió al hombre, que movió los pies con nerviosismo y
se rascó la barba de una semana.

—No quiero saber cómo consiguió ese apodo, ¿verdad Sr. Porter?

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—No lo tenga en cuenta, señora.

—Bueno, Sr. Porter, ciertamente se nota que el invierno va a llegar antes de lo


habitual en las colinas. Llévelos a los valles donde puedan pasar el invierno,
pero asegúrese de que los hombres los desplacen entre las dos tierras bajas
del este. No quiero que se alimenten de hierba verde demasiado tiempo —
dijo Sarah.

—Sí, señora —respondió Porter. Saludó con el sombrero antes de ponérselo y


alejarse.

—Espero que lo hayas disfrutado —Sarah sonrió a Devlin todavía apoyada en


la barandilla.

—Sí, lo hice.

Devlin no tenía la intención de humillar a Sarah, pero ella quería que los
hombres en el rancho supieran que Sarah sabía tanto del ganado y de cómo
manejar un rancho como cualquier hombre en el lugar. Cuanto antes llegaran
a conocer su ética de trabajo duro y aprendieran a respetarla como
ganadera, mejor para todos.

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Parte 2

D
evlin se quitó la mayor parte del lodo que traía del pelo y la ropa en el
abrevadero exterior. Le había tocado a ella y a otros cuatro jinetes
arrear a una vaca y su ternero desde el pantano Spring. Ahora el barro,
que se secaba rápidamente, la cubría de pies a cabeza. Se quitó la camisa
de algodón, pero el barro había calado hasta la camiseta. Después de
quitarse las botas, entró en la casa a través de la cocina y se dirigió a los
escalones, hasta el segundo piso. Sus ropas limpias estaban en la habitación
de Sarah, pero no la había visto en toda la tarde, por lo que Devlin se las tuvo
que arreglar sola para encontrar un traje limpio.

Cuando Devlin llegó al rellano del segundo piso, Mattie salió de la habitación
de Sarah, cerrando la puerta detrás de ella. Tenía una prenda de vestir
colgada sobre un brazo y se rió cuando vio acercarse a Devlin.

—Das miedo.

—Sí, un cabeza de ganado soltó la cuerda y terminé en el mismo lugar que la


vaca —dijo Devlin—. Siento lío que estoy creando.

—Dev, esta es tu casa, ¿recuerdas? No tienes que pedir perdón a nadie. Una
de las chicas en la cocina te vio entrar. Hay un baño de vapor caliente listo
para ti en la otra habitación. —Mattie indicó el dormitorio de Sarah—. Sólo
deja caer esas ropas lodosas en un montón en el suelo. Puedes usar esto si eres
demasiado tímida. —Le pasó lo que resultó ser una bata a Devlin—. Voy a ver
si consigo que tengas un poco de privacidad, al menos por un rato.

Devlin se quedó sin habla. Se estaba acostumbrando a aceptar la bondad de


los demás, pero no sabía qué hacer con esta mujer de fácil y alegre
personalidad. Devlin se preguntó si el marido de Mattie sabía lo que tenía.

—Gracias, supongo que tardaré algún tiempo en acostumbrarme. —Devlin


ofreció una sonrisa avergonzada.

—Lo estás haciendo bien. —Mattie sonrió al pasar junto a Devlin.

Devlin entró en el cuarto de baño del gran dormitorio que pertenecía a Sarah.
Era difícil pensar en él como su habitación, ya que Devlin y Sarah aún no

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habían pasado la noche juntas allí. Es decir, no habían hecho otra que no
fuera dormir. Podía sentir las emociones de Sarah cuando ella le daba un beso
de buenas noches y la abrazaba. Algunas noches, le costaba toda su fuerza
de voluntad el no dejar que su libido tomara el control de sus acciones. Devlin
quería que el aspecto físico de su relación fuera tan perfecto como creía que
era el espiritual. No quería hacer el amor con Sarah por primera vez en un
cuarto donde los que las rodeaban podían escuchar cada sonido que hacían.
Devlin pasó al cuarto de baño, prometiéndose que sería pronto.

La casa del rancho no tenía una plomería completa como el hotel que Devlin
había visitado una vez en Chicago, pero el baño separado era grande y tenía
su propia estufa de leña. Se acordó de la lujosa habitación del hotel, una suite
la llamaron. Tenía un sistema de agua que no sólo traía agua fresca, sino que
también se llevaba el agua sucia. La casa de Art era más elegante en
comparación con la cabaña de dos habitaciones de Sarah, donde tenían
que llevar agua en un cubo cada vez. Aquí, tenían una bomba que llevaba
agua desde un pozo al cuarto de baño directamente.

Devlin metió su cuerpo en el agua caliente, reclinándose en la larga bañera


que se acomodaba fácilmente a su altura. Finalmente se encontró con una
delicada pastilla de jabón, de un color lila pálido y con olor a lavanda. Lo olió
y sonrió. Se preguntó qué pensaría Sarah cuando oliera este olor dulce en vez
del duro jabón de lejía que Devlin generalmente utilizaba.

Devlin terminó su baño y se vistió con la ropa limpia que Mattie le había
proporcionado. Se acercó a la cocina y se le hizo agua la boca con los
deliciosos aromas procedentes de la estufa y la chimenea. Se dio cuenta de
que no había comido nada todavía. Después de tomar una taza de café,
Sarah y ella montaron para inspeccionar la tierra y habían terminado en el
lugar donde enterraron a Art Winston.

Miró alrededor de la casa, y luego fuera. Devlin se preocupó cuando fue


incapaz de encontrar a Sarah. Vio a Mattie en el porche sacudiendo el polvo
de una alfombra.

—¿Has visto a Sarah?

Mattie notó la expresión de preocupación en la cara de Devlin, y tuvo que


recordarse a sí misma que Devlin y su hermana habían estado a punto de
perderse la una a la otra recientemente.

—No la he visto desde hace rato. —Trató de recordar dónde vio a Sarah la
última vez, y una maliciosa sonrisa tiró de las comisuras de sus labios. La última
vez que habló con Sarah, había recibido el impacto de su vida. Mattie sacudió

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la cabeza—. No puedo creer lo tonta que soy a veces. Puede que tenga una
idea de dónde está, Dev, ¿por qué?

—¿Qué quieres decir con por qué? ¿Sarah se esconde de mí?

—No es de ti, se esconde de la vida. Tengo la sensación de que ser de repente


la mujer más rica del territorio tiene un ligero efecto sobre Sarah.

—No pensé... ¡maldición!, debería haberme dado cuenta.

—No te preocupes, amiga. No ha ido demasiado lejos. Sospecho que mi


hermana y tú son más parecidas de lo que cualquiera de las dos, está
dispuesta a admitir. —Mattie levantó la cabeza a tiempo para ver a Devlin
apartar la mirada con aire de culpabilidad—. Creo que deberías mirar en el
pajar —añadió mientras Devlin se sonrojaba—. Cuando Sarah era una niña, el
más mínimo trauma la hacía correr y esconderse de todo y todos. Por lo
general, la encontrábamos dormida en el granero —Mattie rió.

—Gracias —dijo Devlin y ofreció una sonrisa fácil. Ella saltó del escalón más
alto del porche y se dirigió al establo detrás del corral de caballos.

Sarah yacía en los fardos de heno limpio que cubrían el desván ventilado del
granero principal. Cruzó las manos bajo la cabeza como si estuviera
preparándose para echarse una siesta. Se había colado en el desván cuando
estuvo segura de que los niños estaban jugando fuera y Devlin había salido al
campo de tiro. Sonrió al imaginar a Devlin en su mente. El estómago le dio un
vuelco y empujó cualquier otra imagen de su cabeza que no involucrara a
Devlin.

Había pasado un largo tiempo desde que Sarah se dio el lujo de esconderse
de sus problemas. Aunque esto, realmente, no es lo que la mayoría de la gente
llamaría un problema, ¿verdad? Más dinero y poder de lo que podría
imaginar. Esos dos lujos garantizarían su permanencia en el territorio para el
resto de su vida, no más pequeñeces o mendigar. Ahora que Sarah tenía estas
cosas, no estaba segura de que las quisiera. De repente, su agradable, vida
fácil se había complicado más allá de la razón. ¿Es este el tipo de vida que
realmente quiero? ¿Dev quiere esto? ¡Por Dios, ni siquiera hemos hablado de
nosotros cuatro juntos, y mucho menos de lo que vamos a hacer con todo
esto!

El sonido de unos pasos con botas en la tierra y el movimiento inquieto de los


caballos en los puestos de abajo alertaron a Sarah de que no estaba sola. Se
puso de rodillas y miró por encima del borde de la buhardilla y luego en el
granero. No vio a nadie, pero un ataque de vértigo la obligó a alejarse de la

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orilla. Sarah odiaba la debilidad dentro de sí misma. Desde que era una niña,
había sufrido de ataques de náuseas y mareos cuando se encontraba a
cualquier altura. Oyó crujir la madera por la escalera que conducía a la
buhardilla. Esperó, pero nadie apareció. El corazón le latía en sus oídos. Se
acordó de que no había pasado mucho tiempo desde que Dale Karsten
había secuestrado a su hija. John Montgomery había contratado al hombre,
pero gracias a Devlin, el proscrito conoció un final prematuro.

Sarah se arrastró en silencio hasta el borde de la buhardilla. Una vez que estuvo
dentro a unos pocos pies, se inclinó todo lo que pudo, pero aún no vio a nadie.
Su posición le impedía ver la parte baja de la escalera, sólo veía la mitad del
suelo del establo. Se acercó más, esperando que no fuera una de las grandes
ratas o zarigüeyas que ocasionalmente anidaban en los graneros. Tenía miedo
de que, si se inclinaba más, pudiese estar al alcance de algo o alguien que
tratara de atacarla. La curiosidad ganó y Sarah cautelosamente asomó la
cabeza por la escalera, luchando contra el mareo que amenazaba con
dominarla.

Devlin asomó la cabeza por encima del borde de la buhardilla, con una gran
sonrisa en su rostro.

—Hola.

Sarah gritó y saltó hacia atrás en el heno, cayendo sobre su trasero.

—¡Hija de puta!

Devlin pareció sorprendida, luego se inclinó hacia atrás y estalló en un ataque


de risa estridente. Casi pierde su agarre en la escalera, al reírse tan fuerte.

—¿De qué te ríes? —Sarah preguntó entre dientes.

—De ti. Nunca te había oído hablar así antes. —Devlin continuó riéndose
mientras se introducía en el desván.

—¡Oh, Dev —Sarah dio una palmada en el brazo de Devlin a medias—, me


has dado un susto de muerte!

—Lo siento, pero deberías haberte visto cara. —Devlin no pudo mantener la
sonrisa de su rostro.

—Pensé que eras una rata.

—Bueno, me han llamado cosas peores, eso es seguro.

La ira de Sara se disipó, dejando una adorable cara con un puchero.

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—Lo siento, Sachu-kash, no debí haberme reído de ti —Devlin se apoyó en un
fardo de heno y tiró de Sarah hasta su regazo—. Dime, ¿qué puedo hacer
para compensártelo? —preguntó en un susurro, a milímetros de distancia de
la cara de Sarah.

Sarah sonrió con timidez, con una mirada que nunca usó antes de Devlin.

—Bueno, un beso puede ayudar.

—¡Oh!, tal vez, ¿eh? —preguntó Dev. Sarah asintió y Devlin comenzó a cerrar
la brecha entre ambas, pero se retiró en el último momento—. Espera un
segundo. ¿No vas a pellizcarme o abofetearme cuando cierre los ojos para
besarte, ¿verdad? —arqueó una ceja con recelo.

—Tendrás que arriesgarte, ¿no? —Sarah sonrió.

—Creo que voy a correr el riesgo. —Devlin se inclinó para darle un tierno beso.

Un beso se convirtió en unas pocas caricias y persistentes miradas antes de


que Sarah pusiera su cabeza sobre el pecho de Devlin.

Devlin apoyó la barbilla encima de la cabeza rubia.

—¿Cómo supiste dónde buscarme?

—Una vez que empecé a preocuparme, Mattie me dio una pista. Dijo que
solías esconderte en el granero cuando eras una niña y la vida comenzaba a
agobiarte un poco.

—Lo siento, Dev. Debí haber dejado que supieras dónde estaba. No quise
preocuparte.

Devlin tocó la mejilla de Sarah, aceptando la disculpa.

—¿Qué tienes, Sachu-Kash?

Sarah cogió el ala del sombrero Stetson de Devlin y se lo quitó de la cabeza.


Lo colocó sobre una paca de heno, luego se inclinó y tocó la frente a Devlin.

—¿Estás bien con todo esto? Estás recibiendo mucho más de lo que esperabas
conmigo.

Devlin sonrió a Sarah. Nunca antes se había sentido tan cómoda con otro ser
humano. Siempre había preferido su propia compañía a la de otros. Las cosas
eran diferentes ahora y podía sentirlo en su corazón. Las cosas que le
preocupaba previamente parecían sin importancia ahora. Sólo estaba Sarah,
Devlin, y su nueva familia. Familia.

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Ciertamente era una palabra desalentadora, pero Devlin había enfrentado
un desafío tras otro en su vida. Se negó a retractarse de ninguno de ellos. ¿Se
levantaría para cumplir con éste con el mismo vigor? Devlin sabía en su
corazón que lo haría. Habría momentos difíciles por delante para todos ellos,
pero se dio cuenta de que lo que haría la diferencia sería: El amor que
compartían, les daría un tipo diferente de fuerza, una que lograrían enfrentar
la alegría, así como la adversidad que la vida pudiese mostrarles.

—Creo que estoy de acuerdo con esto —se rió—. Eso por sí solo debería
asustarme. No voy a decirte que no estoy aterrada o que lo haré bien, pero
voy a decirte algo que es seguro. Me tienes, Sarah Tolliver. Me atrapaste por
una larga temporada, y por primera vez en mi vida, esto no me molesta. No
escucho el viento susurrando mi nombre y diciéndome que algo mejor me
espera en la próxima colina. Lo que veo y lo que quiero está aquí en mis
brazos.

Sarah miró la cara de la mujer que amaba con todo su corazón. Tenía la
sensación de que su vida sería una revelación tras otra. Devlin podría ser una
mujer dura, capaz de tomar la vida de un hombre en un abrir y cerrar de ojos,
pero también podía ser tierna e indulgente. Sarah miró a los ojos azules.

—Tienes un lado tierno, Devlin Brown, y apuesto a que no lo muestras a


muchos. Gracias por dejármelo ver.

Devlin quedó inmóvil en silencio por la admisión de Sarah, un tanto


sorprendida de que Sarah pensara que era afortunada. Una ráfaga de intensa
emoción pasó a través de Devlin, y extendió la mano y tiró de Sarah sobre ella.
Cogió la mejilla de Sarah y se acercó más. Devlin dijo las siguientes palabras
para sí misma, con demasiado miedo para expresar el compromiso de su
corazón. Yo te amaré para siempre, Sarah. En esta vida y la siguiente, siempre
voy a caminar a tu lado.

Devlin cerró la distancia que faltaba para un beso, a través del cual trató de
transmitir la profundidad de su amor. Las manos de Sarah se entrelazaron
alrededor del cuello de Devlin y las dos mujeres se inclinaron de nuevo en un
montículo de heno seco. El cuerpo más pequeño tumbado encima del suyo
era como el cielo para Devlin. Sus manos rodearon una cintura delgada y se
acercaron aún más sus cuerpos. Sus besos se hicieron más profundos, más
ásperos, y sus respiraciones se incrementaron junto con los latidos del corazón.

—¿Que me haces? —Devlin gimió en el oído de Sarah.

Sarah apretó su cuerpo con más fuerza contra la figura delgada debajo de
ella, provocando un nuevo gemido de Devlin. A Sarah le encantaba la forma

23
en que el sonido hacía sentir su cuerpo. Audazmente desabrochó los dos
primeros botones en la camisa de Devlin. Sarah besó la piel oscura, y la punta
de la lengua probó la carne expuesta. Se estremeció ante la forma en que el
sabor salado se demoró en su lengua y se preguntó cómo sería cada parte
del cuerpo de Devlin.

Maldita sea, Dev, ¿por qué simplemente no me tomas?

Sarah estaba esperando a que Devlin diera el primer paso. No estaba


acostumbrada a llevar la iniciativa y no estaba muy segura de si había reglas
para estas cosas cuando dos mujeres estaban juntas. Le había lanzado
sutilmente todas las indirectas que se le habían ocurrido, pero parecía como
si Devlin no notara sus señales. Pensó en decirle a Devlin que estaba lista para
consumar su relación, pero cuando llegó el momento, Sarah tuvo vergüenza
de hablar sobre el aspecto físico de su amor. Pensó enseñarle a Devlin lo que
quería, pero no estaba segura de lo que era.

Sarah tenía una buena idea de las formas en que dos mujeres podían disfrutar
juntas. No se consideraba una tonta completa. Sabía que implicaría tocar y
acariciar. Simplemente pensar en las pocas veces que se había dado placer
a sí misma la hizo detenerse y volver a evaluar la situación. ¿Podría obligarse a
tocar a Devlin de la forma que quería desesperadamente que Devlin la
tocara? Siempre que dejaba que su propia mano se ocupara de sus
necesidades, terminaba atormentada por la culpa. Una imagen del viejo
predicador portando la Biblia llenaba su mente. Golpeaba el púlpito y decía
que, si se sentía bien, era probablemente incorrecto. Sarah estaba muy lejos
de ese predicador de Kentucky ahora, pero algunas lecciones eran difíciles
de olvidar.

¡Demonios, mujer! Si sigues besándome así, voy a perder el poco control que
me queda, pensó Devlin. ¿Realmente no sabe lo que está haciéndome?
Quiero que nuestra primera vez sea perfecta, Sarah, pero te estas acercando
peligrosamente a algo que no quiero parar.

Sarah mordisqueó la piel en el cuello de Devlin y fue suficiente para que Devlin
cruzara la línea de la emoción que había estado pisando. Devlin rodó,
llevando a la otra mujer con ella, hasta que su cuerpo cubrió a Sarah. Devlin
se detuvo el tiempo suficiente para mirar a los ojos verdes que le devolvieron
la mirada, el deseo era evidente en la mirada. Parecía que un acuerdo tácito
se alcanzó entre las dos antes de que Devlin tomara los labios de Sarah en un
beso que la hizo gemir de satisfacción.

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Devlin casi inconscientemente deslizó la mano por el cuerpo de Sarah,
dejándola descansar contra un pecho lleno. Acarició un pezón endurecido a
través de la tela de algodón mientras gemidos de placer escapaban de la
garganta de Sarah. Devlin apretó la carne bajo su mano, sus propias caderas
presionaban el cuerpo que tenía debajo.

—¡Oh!, ¡Dios, Dev! —Sarah se quejó.

—¿Mamá?

Ambas mujeres se congelaron ante el sonido en el granero.

—Demonios —Devlin jadeó al oído de Sarah.

Devlin rodó a un lado, y Sarah se levantó, tratando de controlar su respiración.

—¿Sí? —La voz de Sarah se quebró en medio de la palabra y Devlin se rió en


voz baja cuando Sarah lo intentó de nuevo—. ¿Sí?

—¿Está Dev contigo? —La voz de Matt se filtró desde el establo.

—Um, sí. ¿Por qué? —Sarah dio una palmada en el estómago de Devlin,
mientras ella continuaba riendo.

—Tía Mattie dice que es hora de la cena. Me ha dicho que, si Dev estaba aquí
también, os dijera que pueden seguir con lo que estuvieran haciendo después
de la cena.

La cara de Sarah se volvió de un brillante color rosa.

—Ya vamos. —Su cara se puso de un tono rojo aún más brillante cuando se
dio cuenta de su elección de palabras.

—Ya no, no estamos haciendo nada —dijo Devlin mientras se abrochaba la


camisa y haciéndole un guiño a Sarah.

Sarah golpeó a Devlin en el estómago una vez más y las dos bajaron del pajar.
Antes de salir del establo, Devlin llevó a Sarah de nuevo al interior para otro
beso, y luego la soltó.

—Bueno, al menos eso responde a mi gran pregunta. —Sarah sonrió con


nerviosismo a los ojos azules.

—¿Qué pregunta es esa?

—Pensé... bueno, pensé que tal vez tú no ... no me querías exactamente de


esa manera —Sarah miró a sus zapatos, incapaz de encontrarse con la mirada
de Devlin.
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—¿Pensaste? —Devlin se detuvo bruscamente, preguntándose si había oído
bien. Extendió la mano y acarició la mejilla de Sarah hasta que la mirada verde
se elevó para encontrarse con la suya—. Eso no podría estar más lejos de la
verdad. Mujer, tú y yo tenemos que encontrar un lugar para estar solas muy
pronto, para enseñarte lo mucho que te quiero de esa manera.

Sarah tragó, incapaz de hablar, casi incapaz de respirar. Una expresión


disimulada de lujuria ardía detrás de los ojos azules de Devlin y Sarah se
preguntó si sería capaz de controlar sus propias necesidades por mucho más
tiempo.

26
Parte 3

S
arah señaló la silla de la cabecera de la mesa, pero Devlin no se sentía
cómoda sentada en ese lugar todavía. Devlin acercó la silla para Sarah
en su lugar. Sarah reconoció la incomodidad de Devlin y se sentó con
gracia. Devlin dio un suspiro de alivio y se sentó a la derecha de Sarah mientras
Sarah situaba a Hannah a su izquierda. Mattie se sentó en el otro extremo de
la mesa justo cuando los niños llegaron corriendo, sin aliento por montar a
caballo.

Matt tomó el asiento al lado de Devlin. Sarah se fijó en el sombrero en la


cabeza de su hijo y abrió la boca para hablar. Antes de que tuviera la
oportunidad de decir algo, Devlin se inclinó para hablar en voz baja al oído
de Matt.

—Chico, ¿no sabes que es mejor no usar sombrero y espuelas en la mesa de


tu madre?

Matt levantó la mirada con una expresión culpable, primero a Devlin, a


continuación, a la mirada de desaprobación de su madre.

—Lo siento, señora —pidió disculpas a su madre.

Matt retiró los elementos ofensivos, y Devlin actuó como si no hubiera dicho
una palabra. Sarah sonrió a los esfuerzos de su hijo por ser cortes. Se había
preocupado por Matt. Se preguntaba si aprendería todo lo que debería, sobre
todo con su padre fallecido y ninguna influencia masculina en su vida. Se dio
cuenta de que sus preocupaciones eran innecesarias; a pesar de que Devlin
podía ser muy dura, había ternura y gentileza en ella. Sarah sintió la confianza
de que Matt iba a aprender todo lo que necesitaba.

Cuando los niños se callaron, Sarah elevó una oración en agradecimiento por
su comida. No era una mujer que orara, Devlin se sintió incómoda la primera
vez que esto sucedió. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, se dio
cuenta de que Sarah no sonaba para nada como los predicadores del
circuito de fuego y azufre con quienes Devlin se había topado. Sarah dio
gracias por la familia, su bienestar, y la comida. Siempre decía la oración en
ese orden.

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Una vez que comenzó la comida, el comedor se llenó de conversación y risas.
Sarah tenía un ingenio seco y rápido en eso. Mattie era más o menos igual. Se
tomaban fácilmente el pelo y entretenían a los niños con historias de cuando
eran niñas en Kentucky.

Mattie era la habladora y Sarah la introspectiva, Devlin pudo verlo de


inmediato. Era divertido para Devlin ver lo relativo que eran las cosas en la
vida. Para Devlin, Sarah parecía tan habladora como una urraca. En
comparación con Devlin, lo era. En contraste con Mattie, sin embargo, Sarah
era prácticamente muda. Devlin dijo poco de sí misma, explicando algunas
técnicas de la cuerda para los niños y en ocasiones agregándose a la
conversación de los adultos. Devlin sabía que se acostumbraría a la charla,
pero en este momento, era algo nuevo. Tener a alguien a su alrededor era
relativamente nuevo, y mucho más que estas personas ahora eran familia.

—Así que vosotras deberíais tener algún tipo de luna de miel —dijo Mattie.

El tenedor de Devlin golpeó el plato de porcelana e hizo un ruido agudo. Sarah


trató de inhalar y tragar café al mismo tiempo. El resultado fue un ataque de
tos, mientras trataba de recuperar el control de su respiración.

—¿Qué has dicho? —Sarah finalmente se ahogó.

Miró a Devlin en busca de ayuda, pero Devlin había tomado ese particular
momento para encontrar algo fascinante en su plato. Devlin tenía la cabeza
inclinada sobre su comida, su cabello oscuro caía sobre los ojos.

—Mira, habéis pasado por mucho este último año. No estoy diciendo que
hagan un viaje a Nueva York, solo una escapada —dijo Mattie—. Sarah, sigues
diciendo que tienes que traer una carreta a la granja con tus cosas personales.
Bueno, ¿por qué Dev y tú no pasan algún tiempo allí mientras todavía estoy
aquí para cuidar de los niños?

Sarah contempló a Mattie. Francamente, una parte de ella tenía miedo de


estar a solas con Devlin. No era razonable, pero Sarah temía decepcionar
sexualmente a la mujer con más experiencia. Al mismo tiempo, parte de ella
no podía esperar para estar a solas con Devlin.

Devlin observó lo que parecía ser una mini-guerra que se libraba en el cerebro
de Sarah. Podía ver el juego de las emociones por la expresión de su cara.
Devlin sabía lo que quería, pero no iba a presionar a Sarah.

—Creo que tienes razón —dijo Sarah.

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Devlin casi se atragantó con su comida. No había esperado que Sarah
estuviera de acuerdo y sin siquiera pensarlo demasiado.

—Es decir, si quieres —Sarah miró en dirección a Devlin.

—Por supuesto. Es buena idea —alcanzó a decir Devlin.

—Bueno, decidido entonces —dijo Mattie.

Mattie miró a las dos adultas al otro extremo de la mesa y les lanzó una
pequeña sonrisa, de triunfo. A pesar de que parecían avergonzadas, Devlin y
Sara tenían una expresión de anticipación y alivio. Si, Mattie conocía a su
hermana, como lo pensaba, Sarah era probablemente tan reticente a revelar
sus sentimientos como Devlin. Mattie siguió comiendo, feliz por el hecho de
que pudo ayudar en una pequeña parte al llevar a estos obstinados caballos
al abrevadero para beber.

***

—No olvides a Dolly, mamá. —Hannah saltaba arriba y abajo delante de la


carreta. La más pequeña de los dos hijos de Sara, tenía seis años. Era una
versión en miniatura de Sarah, hasta en su obstinada determinación.

—No lo haré, cariño. Ahora te comportaras bien con tu tía Mattie ¿Sí? Matt,
cuida de tu hermana —dijo Sarah.

—Sí, señora —Matt besó la mejilla de su madre. Mattew era el hijo mayor de
Sarah. Cumpliría trece ese año, pero Sarah seguía siendo una o dos pulgadas
más altas.

Devlin se colocó delante de Matt.

—Échale un ojo a todo, muchacho. Hablé con Hank, y me dijo que podrías
montar con él un rato al día si quieres. Puedes aprender mucho de un jinete
como él.

—¡Sí, señora! —Matt dijo con entusiasmo. Se acordó de las advertencias


previas de Devlin referentes a esa frase y sonrió—. Lo siento, quise decir, Dev.

La sonrisa del niño era de una milla de ancho, y Devlin no pudo resistir sonreír
a cambio. Tiró del ala del sombrero hacia sus ojos y rió. Devlin se puso de pie
junto a Hannah. La niña extendió sus manos y saltó varias veces.

29
—¡Quiero darte un beso, también, Dev!

Devlin recogió a Hannah en un abrazo. La levantó por encima de su cabeza.


Sarah y Matt se taparon los oídos ante los agudos gritos y risas de la niña.
Hannah alzó sus manos alrededor del cuello de Devlin y depositó un beso en
la mejilla.

—No te olvides de Dolly, Dev —advirtió una vez más.

—No lo haré, princesa —rió Devlin.

La niña no había podido dormir desde que dejó su muñeca de trapo en la


cabaña. Sarah había hecho la muñeca durante el embarazo de Hannah. La
había puesto en la cuna de la niña, y ella la llevaba a todas partes a medida
que crecía. Seis años más tarde, Dolly había visto días mejores y Sarah parcheó
y remendó la muñeca de trapo muchas veces. Aun así, Hannah odiaba
separarse de ella.

—Lo prometo, princesa —Devlin sonrió a la niña en sus brazos—. Protegeré


personalmente a Dolly todo el camino a casa. Tuvo la intención de ir y
recuperar el preciado tesoro más de una vez, pero una cosa u otra lo había
impedido.

Sarah sacudió la cabeza mientras observaba el intercambio. Se preguntó si la


normalmente reservada Devlin se daba cuenta de que Hannah la manejaba
con su dedo meñique.

—¡Está bien! —Hannah sonrió mientras Devlin le dio un abrazo más y la devolvió
al suelo.

El viaje a la cabaña de Sarah no fue largo, y el clima cooperó. Devlin condujo


el carro a través del terreno montañoso. Al mismo tiempo, trató de calmar las
mariposas que revoloteaban alrededor de su estómago. Se sentía como una
novia en el día de su boda. El viaje le dio el tiempo a las dos mujeres para
hablar de sus vidas y la dirección que deseaban para su futuro.

—Nuestras vidas van a ser muy diferentes, ¿no es así, Dev?

—Habrá algunas pequeñas cosas a las cuales espero acostumbrarme.

—¿Sabes? —Sarah comenzó, con nerviosismo tirando de su larga falda de


lana— No me gustaría que te quedes si todo esto es demasiado para ti. Es
decir, yo no te amarraré a una promesa. Estoy segura de que hay muchas…

—Sarah —Devlin la interrumpió—. Sé que no soy muy buena a la hora de


expresar mis sentimientos sobre las cosas. No puedo prometerte que

30
conseguiré mejorar en este tema, pero planeo intentarlo. —Devlin mantuvo la
mirada en el horizonte mientras hablaba. Estaba demasiado nerviosa para ver
cuál podría ser la reacción de Sarah—. Me he pasado toda la vida buscando
algo, el tipo de cosas que pensé estaban destinadas sólo para otras personas.
Ahora parece que he encontrado algo que es condenadamente casi
perfecto. Puede que sea solamente un jinete con un poco de suerte, pero no
soy tan estúpida como para encontrar lo que siempre he querido y dejarlo ir.
Esto es para mí, y no me refiero sólo por un verano o dos o hasta que se ponga
demasiado difícil. Esto es lo que quiero para el resto de mi vida. A ti es lo que
quiero para el resto de mi vida.

—¿Cómo es que sigues diciendo que no eres de mucho hablar, cuando cada
vez que abres la boca, haces que me enamore un poco más?

Devlin sonrió. Le gustaba como sonaba. En secreto, suspiro aliviada. Tenía la


esperanza de que las palabras, que salieron de su corazón, no hicieran reír a
Sarah.

—Supongo que debe ser la inspiración.

—Las mujeres deben haber pensado que eras bastante encantadora.

Devlin se rió entre dientes, pero sintió un toque de celos en la voz de Sarah.
Nunca dejaría de sorprenderle que de alguna manera Sarah pensara en ella
como un buen partido. Devlin se inclinó y le dio un ligero beso en la mejilla a
la sorprendida mujer.

—Eso era antes, querida, porque de ahora en adelante, sólo pienso entretener
a una sola mujer con mi encanto.

Se rieron, lo que aligeró el momento lo suficiente como para hablar de sus


planes en un ambiente relajado. En poco tiempo, se detuvieron delante de la
cabaña. Sarah se quedó mirando el diseño pintado y la extraña cadena de
huesos y conchas clavados en la puerta. La forma era similar a un pájaro, pero
estaba pintada de un azul brillante.

—¿Dev? ¿Hay que preocuparse?

Devlin sonrió ante la marca familiar y el fetiche que colgaba de la puerta.

—No, en realidad, debería hacer que te sientas segura.

Devlin le explicó que la marca era para otras tribus indias de la región. Era una
advertencia tácita de que esta Chuka o vivienda, y todos sus habitantes
estaban bajo la protección del clan Thunderbird. Devlin sentía que podía
dormir mejor por la noche, sabiendo que su gente velaba por su familia.
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Sarah limpió y aireo la cabaña. Devlin, mientras tanto, colocaba en el granero
los suministros que llevarían con ellas, elementos que podrían ser almacenados
en el rancho, y equipos tales como arneses y tachuelas variadas que podía
enviar a alguien para recuperar más tarde. Un sonido fuerte llevó a las dos
mujeres fuera.

Una vaca grande se movía lentamente en contra de la cerca, y los ruidos que
hacía se hicieron más fuerte una vez que vio a Sarah.

—¡Anabelle! —Sarah gritó y corrió hacia el animal.

Devlin se movió con más cautela hacia la vaca de cuernos largos. Tenía una
historia con este animal. Era tan grande como un búfalo y Devlin bromeaba
con Sarah sobre el animal al decirle que era un fenómeno de la naturaleza.
Era tan dócil como un cordero recién nacido en torno a Sarah, pero en cuanto
a Devlin, la vaca le tenía manía. En el corto tiempo que Devlin había trabajado
en la casa de Sarah, tuvo que sacar a Anabelle de más situaciones que a otros
animales. Devlin mencionó más de una vez que la vaca sería pasto de las
llamas de una barbacoa, sólo para recibir una mirada de desaprobación por
parte de Sarah.

La Longhorn era la favorita de Sarah. Su madre había muerto al dar a luz y


Sarah prácticamente crio al animal. El ganado se parecía mucho a los
animales salvajes. Se alejaban de los seres humanos, especialmente los
animales mantenidos fuera del rancho donde tenían poca interacción con el
hombre. El hecho de que Sarah hubiera criado a Anabelle era probablemente
por qué el animal no tenía miedo a los seres humanos, o ya sea por el tamaño
de la vaca.

Devlin se dio cuenta de que la vaca era aún más grande de lo habitual, ya
que estaba a punto de parir en cualquier momento. Anabelle, por instinto,
había llegado al lugar más seguro en el que pudo pensar; el hogar.

—Está en problemas, Dev.

Devlin se acercó al animal, y como de costumbre, trató de patearla.

—¡Oh, no, no lo harás! —Devlin esquivó rápidamente la pata trasera de la


vaca—. No puedo creer que hayas llegado hasta aquí, grandísimo barril de
manteca de cerdo.

Devlin había asignado a unos jinetes la tarea de conducir a los pocos cientos
cabezas de ganado de este rancho, donde Sarah había vivido antes de la
muerte de su tío, al rancho Winston. La combinación de las manadas hizo más
fácil para los jinetes el cuidado de los pastizales y el ganado. Hubo un gran

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número de extraviados que se escaparon escondiéndose en las colinas, pero
Devlin tenían la costumbre de enviar un par de jinetes cada pocos días para
atrapar a las rezagadas. Varias de las vagabundas eran vacas que se
preparan para parir. Estos animales solían separarse todo lo posible del resto
de la manada, escondiéndose entre las rocas donde había menos
posibilidades de ser descubiertas por los depredadores.

Devlin examinó a Anabelle mientras Sarah sostenía y acariciaba la cabeza del


animal.

—Esto no es bueno. Parece que ha roto aguas, pero también está sangrando.

Ambas mujeres sabían que por lo general eso significaba un ternero muerto.
La vaca levantó la pierna de nuevo, sólo que esta vez Devlin entendió que
Anabelle no estaba pateándola a ella, sino a su propio estómago. Esa era otra
señal segura de que el becerro estaba muerto.

—Dev, tenemos que hacer algo. —Sarah tenía lágrimas en los ojos.

En otras circunstancias, Devlin habría dejado que la naturaleza siguiera su


curso. En estas tierras, sólo los más fuertes sobreviven y era por algo. Devlin no
podía soportar ver a Sarah llorar. Se desabrochó la chaqueta y se quitó la
camisa.

—Tenemos que mantenerla de pie. —Tan pronto como Devlin pronunció las
palabras Anabelle se tumbó en el suelo. Las contracciones recorrieron el
cuerpo de la vaca. Anabelle emitió un terrible gemido cuando aparecieron
dos patas. Devlin decidió echar al animal una mano y tiró de los pies. Anabelle
gruñó y echó la cabeza hacia atrás y hacia adelante. Los cuernos de la vaca
estuvieron peligrosamente cerca de golpear a Devlin.

—¿Qué puedo hacer para ayudar, Dev? —Sarah preguntó desde detrás de la
espalda de Devlin. Era una mujer de rancho informada, pero aceptó que las
habilidades de Devlin en este caso eran superiores.

—Acércate y sostén su cabeza. Deja que ella te vea eso ayudara a calmarla
un poco.

Con la cabeza en el regazo de Sarah, la vaca se relajó y dejó que otra


contracción tomara el relevo. La nariz del ternero apareció después de unas
pocas contracciones, pero Devlin sabía que el ternero se había ido. Su nariz
era de un azul mucho más profundo de lo que debería haber sido. A medida
que sacaba la cabeza del becerro fuera del canal de parto, ella pudo ver
que sus ojos no tenían vida. Arrancó una larga brizna de hierba y la utilizó para
hacer cosquillas en el interior de la nariz del becerro. No hubo respuesta.

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De repente, la lucha de Anabelle cesó y el animal se tranquilizó. Devlin, se
sorprendió por la forma en que los animales parecían tener un sexto sentido
para estas cosas, pensó que Anabelle sabía que el ternero estaba muerto.

—¿Dev? —Sarah llamó desde su posición frente a Anabelle.

—Murió. Tenemos que ayudarla a sacar el resto.

—Se ha rendido.

Devlin intentó tirar del becerro muerto, pero no pudo sacarlo más lejos que sus
hombros. Parecía estar colgado en algo dentro de la vaca, que se retorcía de
dolor.

—Tranquila, chica... tranquila —Las palabras de Sarah calmaron a Anabelle—


. ¿Debo ir a por un poco de cuerda? Lo podríamos sacar de esa manera.

—No, me temo que está enredado en el interior. Sólo estaríamos perjudicando


más a Anabelle.

La vaca se tumbó en el suelo, cada vez más débil a medida que pasaban los
minutos. Estaban en un callejón sin salida. El ternero no salía más, y las fuerzas
de la vaca, casi habían desaparecido, ya no estaba teniendo contracciones.

—Bueno, Anabelle, sólo créeme cuando digo que no me gusta esto más que
a ti —Devlin se arrodilló detrás de la vaca de nuevo.

Devlin deslizó su mano, seguida de su brazo, más allá de los hombros del
becerro por en el canal de parto. Devlin había hecho esto antes, pero sólo
cuando la vida de una vaca estaba en peligro. Anabelle era la favorita de
Sarah, por lo que era valiosa ante los ojos de Devlin. Cuando Devlin deslizó su
mano más allá del cuerpo del ternero y abajo de las patas traseras, sintió algo
en el útero que golpeó su mano.

—¡Que me condenen! —exclamó Devlin.

—Dev, ¿qué pasa?

—Hay otro aquí, y está vivo.

Devlin se dio cuenta de que el hermano muerto impedía que el otro becerro
ingresara al canal de parto. Los terneros estaban envueltos uno alrededor del
otro por lo que tampoco podría liberarse. Devlin empujó el ternero vivo lejos
del primero, lo que le permitió tirar del animal muerto del cuerpo de su madre.

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—¡Sarah, ven aquí! Arrastra a éste cerca de la valla, ya está muerto. No dejes
que Anabelle lo vea o ella se pondrá de pie. Todavía tengo que sacar a su
gemelo de ahí.

Una vez Devlin volvió a entrar, se dio cuenta de que estaba sintiendo las dos
patas traseras, lo que significaba que sólo le quedaban minutos antes de
perder a este becerro, también. La segunda de las crías era más grande que
la primera, pero Devlin logró maniobrar en el canal mediante el uso de ambos
brazos dentro de la vaca. Dos tirones fuertes y el ternero logró deslizarse del
útero. Después de limpiar la cara del animal, Devlin arrastró a la cría que
estaba temblando cerca de la cabeza de Anabelle.

La vaca olfateó al pequeño paquete mojado ante ella. Cuando Anabelle hizo
unos sonidos suaves, Sarah se puso a llorar, Devlin sabía que la aventura había
terminado bien. En cuestión de minutos, Anabelle echó la placenta,
pesadamente sobre sus pies, y se puso a limpiar al ternero recién nacido.

—Devlin, eres maravillosa —exclamó Sarah. Sarah hizo un movimiento para


abrazar a Devlin, pero Devlin la detuvo.

—No te me acerques —advirtió Devlin, volviéndose hacia Sara—. Estoy


cubierta de cosas en las cuales preferiría no pensar. Déjame al menos llegar
hasta un cubo de agua, un poco de jabón, y una camisa limpia primero. —
Ella sonrió—. Sin embargo, tengo que admitir —Devlin se volvió hacia Anabelle
que limpiaba a su cría—, que es el ternero con el aspecto más extraño que he
visto nunca. Su cabeza es demasiado grande para su cuerpo.

Sarah examinó a la cría, también.

—Creo que... bueno, que se parece a... Dev, se parece a un búfalo —dijo con
asombro.

—Te dije que una vaca tan grande te daría problemas. Cosa que no me
sorprende —Devlin se volvió hacia Sarah—. Lo que me sorprende es que haya
un búfalo tan grande. Parece que tu pequeño bebe estuvo en pastos más
verdes. —Ella se rió.

—¡Dev, cuidado!

Devlin se volvió y saltó fuera del camino, evitando por poco la pezuña trasera
de Anabelle.

—Eres una hija de…

—¡Devlin! No es más que un animal, no está tratando de hacerte daño.

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—Sí, bueno, la próxima vez que lo haga, va a terminar como un filete en mi
plato.

Anabelle resopló aire a través de la nariz, convenciendo a Devlin que Sarah


estaba equivocada esta vez. Esta vaca sin duda parecía entender lo que
estaba diciendo Devlin.

—Demasiado grande para una maldita vaca —Devlin murmuró en voz baja—
. Simplemente no es natural.

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Parte 4

—Eso fue maravilloso, Sarah, gracias —dijo Devlin cuando Sarah le sirvió otra
taza de café—. Espero que sepas que voy a terminar tan gorda como
Anabelle si sigues alimentándome de esta manera. —Le sonrió a Sarah por
encima de la mesa.

—Eres muy exagerada. Aunque con María y Angelia trabajando en la cocina


en la nueva casa, creo que tendrás un respiro. Me dijeron en términos muy
claros que la propietaria del rancho no tenía cabida en la cocina —Sarah se
rió.

—Es cierto, tendrás otras cosas que hacer que dedicarte a cocinar y limpiar.
Eres rica y poderosa ahora, Sachu-kash. Esto significa que puedes administrar
tu rancho de la forma que estimes conveniente, sin ninguna interferencia de
la asociación. No tienes que tener miedo de lo que alguien vaya a pensar si
deseas cabalgar. Sólo que no seas tan buena que me dejes sin trabajo —
Devlin le hizo un guiño.

—No creo que alguna vez llegue a ser tan buena.

—No sé tú, pero ¿qué me dices de calentar un poco de agua para un baño?
Podría darme uno.

—Lo secundo. Me refiero a que las dos necesitamos de un baño, no sólo tú. —
Sarah se rió.

—Oh, por supuesto, escuché lo que dijiste la primera vez —Devlin se levantó
de la mesa y se inclinó para besar la mejilla de Sarah.

Devlin se fue para encender un fuego en el exterior, donde la gran olla


colgaba. El estómago de Sarah se apretó cuando un ataque de nervios la
golpeó. Eso es todo. Es exactamente lo que querías, ¿verdad? Sólo Dev y yo,
completamente a solas. ¿Por qué es que de repente estoy muerta de miedo?
Sarah pensó mientras entraba en la habitación del fondo.

—¿Qué pasa, Sarah? —preguntó Devlin una vez que vertió el último cubo de
agua caliente en la bañera.

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Devlin observó a Sarah por el rabillo del ojo mientras se ocupaba de la tarea
de llenar los cubos de agua de la olla que estaba en el fuego. Podía ver que
Sarah la observaba como si nunca la hubiera visto antes.

—¿Sarah? —Devlin se acercó a ella y le tocó suavemente la cara.

Devlin acercó a Sarah en sus brazos y sintió su cuerpo tenso. Sarah bajó la
mirada y un rubor completo se asentó en su cara. Devlin no estaba segura de
qué hacer con esta reacción. Sarah no era una mujer que jugara a ser tímida.
Devlin trató de comprender el funcionamiento de la mente de Sarah. Después
de todo, esta era la primera vez que compartirían este tipo de intimidad. Era
su primera noche juntas sin familia al otro lado de la pared, una hija dormida
entre ellas, o al menos una de ellas completamente vestida. Devlin estaba
preocupada pensando que tal vez ella estaba presionando a Sarah. Quizá
era demasiado pronto.

—¿Quieres que salga de la habitación? —preguntó Devlin, curiosa por ver si la


modestia era el problema.

—¡No! —Sarah levantó la vista y ambas mujeres sonrieron ante la fuerza de la


respuesta—. Quiero decir, no, yo quiero que te quedes. —Sarah miró a los ojos
que contenían amor y preocupación—. Es sólo que, bueno, Dios sabe que no
soy virgen, pero yo, nunca he... no sé qué hacer para complacerte, Dev. —
Sarah terminó la frase en un solo aliento, bajando la cabeza avergonzada.

Devlin no pudo detener la sonrisa que se dibujó en sus labios. Colocó dos
dedos delgados bajo la barbilla de Sarah para levantarle la cara. Los ojos
verdes que la miraron no tenían nada más que amor y ansiedad. El corazón
de Devlin se encogió en su pecho.

—Sarah, si es demasiado pronto para ti, amor, no tenemos que hacer nada
en absoluto.

—Pero eso no es lo que quiero —Sarah dejó escapar.

—¿Oh? —Devlin, arrastró su respuesta. Miró hacia abajo con un toque de


diversión por el tesoro en sus brazos.

—Quiero decir... bueno, Peter fue el único... Creo que fui su primera, también,
y... simplemente nunca fue muy…

Devlin puso un dedo sobre los labios de Sarah, que la silenciaron. Devlin se
apartó del abrazo y condujo a Sarah a la cama. Devlin se sentó y sentó a Sarah
en su regazo.

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—Sarah, relájate, soy yo. Yo no sólo soy tu amante, soy una mujer, también.
Puedes hablar conmigo. Me puedes decir cualquier cosa que necesites y voy
a entenderte. ¿Es porque soy una mujer? —preguntó Devlin, sin saber si ella
quería escuchar la respuesta de Sarah.

Sarah tomó una respiración profunda. No estaba acostumbrada a estar en


una posición tan incómoda. No solía tener tantos problemas para explicar sus
sentimientos, pero la importancia de lo que estaban a punto de hacer cayó
sobre ella como una loza de piedra. Estaba desesperadamente temerosa de
que Devlin no quisiera a alguien en su cama que no supiera lo que estaba
haciendo. Sarah quería complacer a la mujer que había capturado su
corazón.

—Sí y no. Peter era un amante amable, pero nunca sentí cualquiera de las
sensaciones que he leído. Me temo que me estaba mintiendo... bueno, me
temo que no será agradable para ti —Sarah miró a Devlin con lágrimas en los
ojos.

Los ojos de Devlin se volvieron azul profundo mientras quitaba una lágrima
errante de la cara de Sarah. La cara de Devlin expresaban una mezcla de
emociones.

—¿Estás tratando de decirme que nunca disfrutaste de las relaciones


sexuales?

—Lo siento, Dev. Me enseñaron que una mujer tenía relaciones sexuales para
tener hijos, para complacer a su marido. Nunca se trató de placer.

—Oh, Sachu-kash —Devlin atrajo a Sarah a sus brazos—. Ya va siendo hora —


susurró.

Devlin se puso de pie y levantó a Sarah también. Comenzó a desabrocharse


la camisa y Sarah sólo podía mirar.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Sarah, aunque la respuesta era evidente.

—Estoy desvistiéndome. Vamos a darnos ese baño... juntas —Devlin se acercó


a Sarah y su voz bajó un tono, imponiéndose, pero sin ninguna aspereza—.
Entonces voy a hacer lo que he querido hacer desde el primer momento que
me enamoré de ti, Sarah Tolliver —Devlin envolvió sus brazos alrededor de su
cintura delgada. Se inclinó y le dio un tierno beso en el cuello a Sarah—. Voy
a llevarte a la cama y simplemente disfrutare de acostarme a tu lado, y si
quieres que te toque, lo haré. Si quieres que te haga el amor, lo haré. Y si
quieres que te muestre lo que es el placer, voy a hacerlo también. Sin

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embargo, si no deseas ninguna de esas cosas, tendremos el placer de dormir
juntas hasta que estés lista. ¿Te parece bien?

Sarah sintió un escalofrío por la espalda y su pulso se aceleró al escuchar el


tono seductor, aunque calmante de las palabras de Devlin. Observó cómo los
ojos de Devlin se oscurecieron de deseo. Todo lo que pudo hacer fue asentir
en respuesta.

Dentro de la bañera grande, Sarah se sorprendió de lo rápido que se


acostumbró al cuerpo de Devlin, quizás porque era otra mujer. Muchos de los
primeros sobresaltos de Sarah fueron arrojados por la borda una vez que Devlin
quedó desnuda ante ella y ayudó a Sarah con sus prendas. Ahora estaba
apoyada en la parte posterior de la bañera con la longitud del cuerpo de
Devlin extendido delante de ella. La cabeza de Devlin estaba escondida
debajo de la barbilla de Sarah, acunada entre sus pechos.

Se quedaron así durante algún tiempo. Devlin alivió los nervios de Sarah con
historias de cómo fue criada en el clan Thunderbird del Choctaw. Al mismo
tiempo, Devlin distraídamente acariciaba la piel expuesta de Sarah. No podía
apartar los ojos del cuerpo de Devlin, y se preguntó si Devlin se había situado
así para poder mirar sin vergüenza. La piel más oscura de Devlin tenía las
cicatrices de su dura vida, pero Sarah parecía más cautivada por el abdomen
musculoso y la forma de los pechos de la mujer flotando ligeramente fuera del
agua, los pezones oscuros se endurecieron, cuando el aire frío los golpeó.

—¿Cómo te hiciste esto, Dev? —preguntó Sarah por el pequeño tatuaje


encima del omóplato derecho de Devlin.

—Fue Mantema. La conociste en el pueblo. Era la anciana mayor, muy


pequeña, pero grande en conocimientos.

—¿Es la que se ríe mucho y baila con los niños?

—Sí, esa es. Su nombre significa entregar algo sagrado. Es responsable de


tatuar el tótem animal de una persona en su cuerpo cuando regresan de su
primera misión. Los tatuajes son una parte de la cultura Chahta una vez que
un miembro del clan alcanza la mayoría de edad.

—¿Dolió?

—Siendo honesta, no sentí nada —añadió Devlin cuando Sarah hizo un sonido
de incredulidad—. Lo hace inmediatamente después de que alguien regresa
de su búsqueda inicial. Creo que era así, no sé cómo explicarlo, pero creo que
todavía tenía un pie en el mundo de los espíritus. No era yo misma todavía, así
que realmente no lo sentí. ¿Quieres saber la parte extraña? —Devlin inclinó la

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cabeza para ver el asentimiento de Sarah—. No tiene que preguntarte cuál es
el animal que vino a ti, ella sólo lo sabe.

Sarah siguió el patrón de plumas de la cola de un halcón repartidos en forma


de abanico.

—Keeho dijo que me veía como Sakli, el salmón. Si ese es mi nombre dentro
del clan, ¿no será mi guía animal, también?

—El hecho de que el halcón de cola roja sea mi animal de poder y que sea
mi nombre se considera un regalo especial —dijo Devlin—. Sería bastante
interesante si eso te ocurriera a ti también. Como Chahta del clan Thunderbird,
he recibido nueve tótems animales. Estos animales me ofrecen su orientación,
protección, y la instrucción. Keeho y otros seis ancianos del clan me ayudaron
a descubrir mis primeros siete en una ceremonia sagrada. Los dos últimos
llegaron a mí solos. El halcón de cola roja me habló de una manera que
ninguno de los otros hizo, con poder. A través de visiones, descubrí que llevaba
una medicina especial para mí. Cuando era más joven, me enseñó que, si lo
llamaba, él me honraría con talentos especiales.

Cuando Devlin inclinó la rodilla, Sarah perdió la cuenta de sus pensamientos y


tuvo que morderse el labio para no dejar que sus dedos alcanzaran y tocaran
la mancha oscura de rizos que quedó a la vista. No tenía idea de lo que iba a
hacer, pero sabía que quería tocar a Devlin. Sarah sabía lo que se sentía en
las pocas ocasiones que se tocaba, y se imaginó a Devlin tocándola de esa
manera. De repente, un escalofrío recorrió la longitud de su cuerpo.

—Te estas quedando helada —Devlin se puso de pie y se movió de la bañera.


Mantuvo abierta una toalla y después ayudó a Sarah a salir de la bañera,
envolviendo la tela alrededor del cuerpo de Sarah.

—¿Estas entrando en calor? —preguntó Devlin.

—Mucho —Sarah asintió. No le digo exactamente lo caliente que estoy ahora


mismo.

Después Devlin colocó dos troncos más en la chimenea, y se instalaron en la


cama. Devlin no podía creer lo maravilloso que se sintió el cuerpo de Sarah.
Cerró los ojos y trató de frenar su respiración. Su piel parecía las brasas de una
fogata donde Sarah presionaba su cuerpo contra el suyo.

—Nunca te he visto sin esto. —Los dedos de Sarah trazaron una fina pieza de
cuero alrededor del cuello de Devlin. La tira de cuero sostenía una pequeña
bolsa atada firmemente a los extremos de una pieza suave de la piel de

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ciervo—. Recuerdo cuando te dispararon y traté de quitártelo lo sostuviste,
incluso en tu sueño.

—Es mi ikhish Bahta —dijo Devlin—. Mi bolsa de medicina.

—¿Qué hace?

—Me protege.

—No ha estado haciendo su trabajo —Sarah sonrió mientras se apoyaba en


un codo y tocó una cicatriz, y luego otra en el cuerpo de Devlin.

—Nunca deja de decirme cuándo alejarme del peligro —rió Devlin—. Pero no
siempre escucho.

Sara se rió, y Devlin se sintió contenta de poder aliviar algo la incomodidad


que Sarah había estado sintiendo.

—¿Qué hay en ella, Dev?

—No sería muy sabia si te lo dijera.

—No entiendo. ¿Qué clase de respuesta es ésa?

—La misma que cualquier Chahta te daría si le haces la misma pregunta —


sonrió Devlin—. Es algo privado. Algunos de los artículos no tendrían ningún
sentido para ti. Son cosas que tienen significado sólo para mí. Cosas que sólo
yo siento que puedan alejar a los malos espíritus o me traen buena suerte.
Tengo un pedazo de cáscara de huevo de un halcón de cola roja, un poco
de tierra roja del pueblo Chahta…

Sarah presionó dos dedos contra los labios de Devlin.

—No tienes que decírmelo.

—No quiero ocultarte nada, Sachu-kash, quiero que lo sepas. De buen grado
me gustaría decirte todos mis secretos.

Sarah se quedó mirando esos ojos azules cielo y una vez más se preguntó si
estaba soñando. Ella bajó la cabeza y colocó un lento y prolongado beso en
los labios de Devlin.

—¿Dev? —susurró Sarah.

—¿Hmm?

—¿Podrías?

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—¿Hacer que, Sachu-Kash? —Devlin abrió los ojos y miró a la mujer en sus
brazos.

—¿Me enseñaras de que se trata el placer? —Sarah preguntó tentativamente,


rozando un mechón de ébano húmedo de la cara de Devlin.

Devlin la hizo rodar suavemente hasta que ella se quedó sobre Sarah. Devlin
no dijo una palabra; inclinó la cabeza más cerca hasta que sus labios se
apretaron ligeramente contra Sarah. No hicieron más que besarse por lo que
pareció una eternidad, pero ninguna de las dos era consciente del tiempo.
Dejaban que sus bocas y lenguas exploraran con ternura y pasión.

Mientras su deseo quemaba más, Devlin deseaba tanto tomar a la mujer en


sus brazos con toda la pasión desenfrenada que sentía. Tenía la extraña idea
de que Sarah igualaría su pasión. Para esta mujer, sin embargo, que nunca
había experimentado el placer por la mano de un amante, Devlin tenía que
obligarse a ir despacio. Lo haría durar, hasta que Sarah supiera que cada vez
que se juntasen, no habría nada más que el éxtasis esperado.

Devlin besó el cuello de Sarah y la punta de su lengua jugó con el pulso que
latía de manera irregular a través de la piel de Sarah. Sus dedos corrieron por
la longitud del cuello de Sarah, en el espacio entre los pechos, y en su vientre,
que se estremecía bajo el toque ligero de Devlin. Devlin se detuvo cuando
sintió los vellos que cubrían la parte inferior del abdomen de Sarah.

—Sara, ¿puedo tocar? —La solicitud era probablemente innecesaria, pero


Devlin sentía que debía pedirlo.

Sarah sintió como si sus entrañas estuvieran en llamas. Apartó la manta que las
cubría y reveló su figura desnuda ante la intensa mirada de Devlin.

—Sí, por favor tócame, Dev —dijo sin aliento.

Los dedos de Devlin jugaron con los rizos que eran del mismo color claro que
las trenzas de miel que caían sobre los hombros de Sarah. Los rizos se
humedecieron cuando Devlin llevó sus tiernas exploraciones aún más abajo, y
gimió al sentir la excitación de Sarah. Colocó la palma de su mano en la parte
interior del muslo de Sarah y con una ligera presión separó las piernas.

Devlin apenas podía contener su propia necesidad cuando el aroma


embriagador de la excitación de Sarah asaltó sus fosas nasales. Llevó la boca
al cuello de Sarah y le dio un beso, succionando suavemente la piel para
morderla. Movió sus labios sobre la piel enrojecida de los hombros de Sarah,
luego hacia abajo a lo largo de su clavícula. Pasó la lengua por el hueco entre
los pechos de Sarah. Al mismo tiempo, los dedos de Devlin acariciaban la piel

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de los muslos de su amante y su dedo índice se movió en toques delicados a
lo largo de sus suaves pliegues.

Sarah no estaba segura en donde debía centrar su atención. La mano de


Devlin la acariciaba de una manera que nunca había pensado tocarse a sí
misma, y la boca de Devlin estaba haciendo una fiesta en la parte superior de
su cuerpo. Un gemido lánguido escapó de la garganta de Sarah cuando los
cálidos labios de Devlin atraparon un pezón endurecido y tiraron en un suave
movimiento de succión.

—Oh, Dev —exclamó Sarah. Sus manos agarraron involuntariamente los largos
mechones oscuros que se extendían a través de su cuerpo.

—Mmm —Devlin murmuró contra la piel caliente—. ¿Te gusta esto?

—Oh sí. Mi Dios, ¿hubo una mujer a la que le has hecho esto?

Sarah pensó que tal vez debería alentar a Devlin, respondiendo de una
manera más efusiva, pero por la vida de ella, no podía decir una oración
coherente. Toda su atención estaba centrada en su propio cuerpo y las
sensaciones que Devlin creaba con cada roce. Había sentido algo parecido
a este sentimiento en su pecho, cuando había amamantado a sus hijos, pero
no era nada en comparación con las marcas de fuego que iban desde el
pezón a la zona que Devlin acariciaba entre sus piernas.

Devlin sintió un cálido líquido contra sus dedos y succionó con más fuerza. Soltó
el pezón, presionando la carne dura, tiernamente con los dientes. Sarah gimió
y empujó sus caderas contra la mano de Devlin. Volvió su atención al otro
pecho. Por último, Devlin llevó las puntas de los dedos mojados hasta los labios
y chupó la esencia de su amante de ellos. Cuando el sabor de Sarah llenó su
boca, Devlin lanzó un gruñido desde lo profundo de su pecho. Extendió su
cuerpo a lo largo del de Sarah y utilizó su lengua para marcar un rastro de
fuego ardiente a lo largo de su piel.

Sarah sintió a Devlin moverse hacia abajo, abrió los ojos y vio que Devlin le
animó a abrir más sus piernas. Devlin besó y mordió la piel tierna en el interior
del muslo de Sarah, pasando un dedo por la línea de su cuerpo donde la
pierna se unía a la cadera. Devlin continuó el asalto colocando besos suaves
sobre los rizos húmedos entre las piernas de Sarah, intensificando los besos más
y más hasta que las caderas de Sarah se sacudieron ante la sensación de los
labios de Devlin sobre la piel aterciopelada.

—¡Dev! —Sarah gritó, y Devlin se petrificó, pensando que había ido demasiado
lejos en su prisa por tener a la mujer.

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—¿Quieres que me detenga? —Devlin preguntó con voz ronca.

—Dios, no, no sabes lo bueno que es —Sarah jadeó.

Devlin se rió contra la piel de la mujer. Esta era su Sarah, la mujer que no había
disfrutado de sus relaciones sexuales hasta el momento.

—¿Estás disfrutando de mi tacto, Sachu-Kash? —Devlin besó la parte interior


del muslo de Sarah.

—Oh, Dev, sí... Es solo...

Devlin se incorporó sobre un codo para ver los ojos de Sarah, que estaban
brumosos por el deseo. El pecho de Sarah subía y bajaba rápidamente.

—¿Debería sentirme así de bien, Dev? —Sarah preguntó con incertidumbre.

—Si amor. Cada vez.

Devlin comenzó una vez más sus tiernos besos. Observó cómo Sarah se
inclinaba sobre la cama, con una sonrisa en sus labios entreabiertos.
Finalmente pareció ceder a las gratificantes sensaciones de su vida sexual.
Devlin sintió el hilo de su propia excitación correr por el interior de sus muslos y
ella apretó sus caderas en el colchón para satisfacer el ardor que se
desarrollaba allí. Cuando la lengua de Devlin corrió a lo largo de un sedoso
pliegue, ambas mujeres jadearon. El sabor de su amante causó una explosión
de necesidad en el cuerpo de Devlin, mientras que Sarah empujaba sus
caderas sin pudor hacia la fuente de su inmenso placer. Sarah nunca había
sentido un toque tan íntimo en su vida.

La tierna exploración de Devlin sobre el sexo de Sarah quedó en el camino


cuando Sarah sacudió sus caderas frenéticamente contra la lengua de Devlin.
Sarah trató de satisfacer una necesidad que no sabía cómo expresar.

—¿Dev? —Sarah declaró. No tenía idea de qué más pedir, pero esta vez,
Devlin sabía lo que Sarah deseaba.

Devlin envolvió sus labios sobre el clítoris y movió su lengua contra ella en un
ritmo rápido y constante. Sin detenerse, deslizó un dedo dentro de Sarah.

—¡Oh, sí! —gritó Sarah. Devlin deslizó el dedo en solitario y lo reemplazó por
dos. Continuó el movimiento deslizante lentamente, a continuación,
empujándolo mientras ella continuaba chupando el bulto palpitante de
nervios—. ¡Oh, sí! —Sarah gimió más fuerte cuando la sensación de los dedos
de Devlin llenándola compitió con la sensación de una lengua lamiendo firme
e insistentemente su centro.

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Devlin sintió tensarse los músculos de Sarah, luego temblaron
incontrolablemente. Sarah arqueó su espalda y el sonido que salió de su
garganta fue música para los oídos de Devlin. Devlin paró su la lengua, pero
siguió el movimiento de su mano, con el tiempo las sensaciones de los
músculos internos de Sarah pulsaban contra los dedos enterrados en su interior.
El cuerpo de Sarah convulsionó una vez más cuando otro orgasmo la atravesó.

Devlin se movió para mantener a Sarah en sus brazos.

—Te amo, Sarah —susurró ella, sintiendo su cuerpo temblar.

—Oh, Dev, cuánto te amo —Sarah envolvió sus brazos alrededor del cuello y
lo apretó. Tirando ligeramente hacia atrás, ella acarició un alto pómulo—. Te
amo.

Poco tiempo después, Devlin se acomodó sobre su espalda, Sarah se


acomodó de costado a su lado. Colocó una pierna sobre los muslos de Devlin,
apoyó una pequeña mano sobre el estómago. Devlin sonrió para sí, dándose
cuenta de que tenía todo lo que en la vida pudiera querer. Por supuesto, el
dolor entre sus piernas era molesto, pero esta era la noche de Sarah. Ya habría
tiempo de sobra para que Sarah se familiarizara con su cuerpo.

Justo cuando Devlin expresaba esos pensamientos en su cabeza, la mano de


Sarah acarició inocentemente la piel de Devlin.

—¿Dev?

—¿Hmm? —respondió Devlin, tratando de no retorcerse bajo el toque fácil.

—¿Puedo tocar?

—Claro amor.

Sarah movió su mano para ahuecar la parte inferior del pecho de Devlin.

—¿En cualquier sitio?

Devlin tragó saliva y cerró los ojos, momentáneamente perdida en la caricia


de Sarah. Al abrir los ojos y respirar profundamente, miró hacia abajo y usó su
mano para dirigir la barbilla de Sarah hacia arriba. Devlin contempló esos ojos
verdes y sonrió.

—Sachu-Kash, te pertenezco tanto como tú me perteneces a mí. Siempre


puedes tocarme donde sea y cuando quieras.

Sarah besó la parte superior del pecho de Devlin. Exploró el cuerpo de su


amante. Nunca había tocado una mujer de esta manera antes, y al principio,

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ella actuó por curiosidad. Sin embargo, cuando sus dedos rozaron
casualmente sobre un pezón y Devlin se quedó sin aliento por el placer, Sarah
se dio cuenta de la potencia de su toque. Mientras continuaba, sintió que su
propia excitación crecía simplemente al tocar a Devlin. Al igual que Devlin
había provocado esos sonidos sin vergüenza de ella, Sarah quería hacer lo
mismo con Devlin.

Los dedos de Sarah masajearon cada pulgada de la parte superior de Devlin.


Se movió a través de los hombros de Devlin, deteniéndose en la sensible zona
de la clavícula, por el pecho, los brazos, y, finalmente, a través de sus senos. El
toque de Sarah era tan delicado como lo fue el de Devlin, y se preguntó si la
fuerte mujer preferiría un toque más duro.

Las suaves yemas de los dedos de Sarah embelesaron a Devlin mientras se


deslizaban por su piel caliente. Era excitante y exasperante al mismo tiempo.
Ella quería dejarse llevar por las caricias que nunca antes había sentido de un
amante, pero la humedad y el pulso golpeando entre sus piernas le estaban
diciendo que quería que la tomara rápido y duro. Devlin respiró hondo y
suspiró de placer junto con frustración.

Sarah expresó su preocupación.

—Dev —susurró—, muéstrame cómo te gustaría ser tocada.

Devlin acercó a la mujer más en sus brazos, hasta que el cuerpo de Sarah
estuvo sobre ella. Estaba a punto de tomar la mano de Sarah y presionar
firmemente contra su pecho, mostrando a Sarah que ella ansiaba un toque
más duro, pero se contuvo.

Esta noche era la primera vez para Devlin, también. Por primera vez en su vida,
una mujer que la amaba estaba haciendo el amor con ella, una mujer a la
que Devlin amaba. Devlin nunca había experimentado la ternura de la caricia
de una amante antes. Aun cuando el sexo había sido bueno para Devlin, era
áspero y rápido, similar a un combate de entrenamiento. Nunca había cedido
el control a nadie por temor a ser herida o abandonada. Ahora la mujer dueña
de su corazón le solicitaba que Devlin le mostrara lo que le gustaba, pero
¿cómo podía Devlin decirle que ella no sabía lo que le gustaba, si nunca la
habían tocado de esa manera?

—Sachu-kash, me gustaría que me toques exactamente de la manera que


me has estado tocando. Se siente tan bien... tan bien. Quiero que sientas lo
que me haces —dijo Devlin con voz ronca, tomando la mano de Sarah.

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Devlin deslizó sus manos por su vientre, haciendo una pausa cuando llegó al
triángulo oscuro. Se detuvo brevemente, mientras esperaba para ver si Sara
daría marcha atrás. En cambio, el gemido estrangulado que Sarah liberó por
ese primer contacto sorprendió a Devlin. Abriendo más las piernas, deslizó sus
manos en su humedad. La sensación de sus manos mezclándose juntas entre
las piernas de Devlin arrancó un gemido sin aliento a cada una de ellas.

Sarah sonrió al pensar que su cuerpo podía excitar a Devlin de esta manera.
Se apoyó en su amante y la besó con una intensidad que sorprendió a Devlin.
Devlin quitó la mano de su centro y se abrazó a Sarah, acariciando la suave
piel de su espalda. Sarah abrió un camino de tiernos besos por todas las partes
que sus dedos habían tocado antes. Sarah pronto descubrió que su nuevo
pasatiempo favorito sería succionar los pezones oscuros de Devlin. La forma
en que Devlin gimió y rodó sus caderas contra la mano de Sarah la excitaba.
Se dio cuenta de que estaba tan excitada como su amante. Apretó los dedos
suavemente contra la entrada húmeda de Devlin.

—Oh, sí, necesito sentirte dentro de mí —gimió Devlin.

Sarah deslizó dos dedos más profundos, como Devlin lo hizo con ella. Sintió la
cálida suavidad envolver los dedos y los movió hacia delante en un
movimiento de balanceo lento.

Devlin gimió de nuevo y empujó sus caderas con más fuerza contra la mano
de Sarah.

—Más —declaró y se agachó para indicar que quería otro dedo dentro de
ella.

Devlin sintió la plenitud de tres de los dedos de Sarah más profundo,


moviéndose contra ella, y se entregó a Sarah. Envolvió un brazo alrededor de
su cintura y el otro en el pelo. Devlin rodó sus caderas en un movimiento suave
contra su mano. Podía sentir una cálida humedad sobre la parte superior de
su muslo y se dio cuenta que Sarah estaba a horcajadas sobre su musculosa
pierna, su propia pasión ardió de nuevo. Devlin deslizó su mano hacia abajo a
lo largo de la espalda de Sarah hasta que llegó a la suave carne de la espalda
de Sarah. Apretó la carne allí y alentó el movimiento de las caderas de Sarah.
Pronto, el movimiento correspondió a Devlin cada mujer se acercaba al
clímax.

—Sa —Devlin se quejó en el oído de Sarah. Siempre la había llamado Sachu-


Kash, pero ahora cantaba esta palabra del clan. Devlin sintió comenzar los
primeros temblores de su orgasmo. En respuesta, Sarah apretó su cuerpo
fuertemente a Devlin—. ¡Sa! —Devlin gruñó mientras su cuerpo se sacudió en

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una liberación feroz. Gimió la palabra de nuevo, los músculos se
convulsionaron, sintiendo como si se estuviera derritiendo desde adentro
hacia afuera. La palabra del clan que Devlin continuó gimiendo en el oído de
Sarah era tal vez la más simple de todas las palabras, pero con el impacto más
grande para las dos amantes. Sarah lo estaba escuchando por primera vez,
pero para siempre se convertiría en su apodo. El grito de alegría de Sarah
siguió a Devlin mientras se encontró con su propia liberación.

—Sa —Devlin jadeó una vez más, lo que significa “mía”.

Sarah levantó la cabeza y vio que el brazo de Devlin descansaba sobre sus
ojos. Las lágrimas corrían por los lados de la cara de Devlin.

—Dev, ¿te encuentras bien, ¿Te lastimé? —El miedo creció en Sarah ante la
reacción de Devlin.

—Oh, no, Sachu-kash, lo siento —Devlin abrazó con fuerza a la mujer que yacía
a su lado.

—¿Hice algo mal?

Devlin miró la cara preocupada de Sarah y se sintió abrumada por las


emociones que la llenaban.

—Por supuesto que no, mi amor. Lo que hiciste estuvo muy bien. Nunca he
sentido algo tan maravilloso.

Devlin admitió que, aunque había experimentado el placer, nadie había


hecho el amor con ella antes. Los suaves toques de Sarah fueron los primeros
que Devlin había conocido de una amante. Compartir su amor con tanta
ternura recordó a Devlin una parte de sí misma que pensaba había muerto
hace mucho tiempo: su corazón.

Ambas mujeres tenían una noche de primeras veces. Alzaron las mantas sobre
sí mismas para cubrirse y se acurrucaron juntas para dormir, agotadas, pero
felices.

49
Parte 5

C
ada uno de los sentidos de Devlin estaban alertas, a pesar de que
parecía estar dormida para cualquier persona que la observara. Se
quedó inmóvil con los ojos cerrados, controlando su respiración para
que no se acelerara ante la descarga de adrenalina que corría por su cuerpo.
Abrió los ojos una fracción de segundo y miró alrededor de la habitación para
confirmar que no había nada fuera de lugar. Oyó el sonido de nuevo. Fue un
paso ligero, casi arrastrando los pies. Era sólo una persona, por los sonidos que
se filtraban a través de la pared.

—¿Sarah? —Devlin susurró al oído de la mujer dormida. Estaba sorprendida por


el nivel de alerta que mostraba Sarah—. Hay alguien afuera. Ponte algo y
guarda silencio.

Devlin se bajó de la cama como una sombra deslizándose por el suelo. Se puso
los pantalones y una camisa, que ella no se molestó en abrochar. Sacó el
revólver de su funda y se dirigió a la sala principal de la cabaña. Las persianas
de madera estaban cerradas sobre las ventanas a cada lado de la puerta.
Puso una oreja contra la puerta y escuchó pasos que se movían alrededor de
la cabaña y hacia el establo.

Devlin abrió la puerta de madera sin mucho más que un crujido y sus pies
descalzos se movieron sin hacer ruido en la tierra seca. No siguió directamente
al intruso. En cambio, dio la vuelta al establo para ir por delante de él. Oyó
forcejeo en uno de los cubículos vacíos. El intruso no estaba haciendo mucho
para mantener sus movimientos en secreto.

Devlin se inclinó de manera que la valla que separaba el patio de los cubículos
la ocultara, y se acercó más. Escuchó frases masculladas y lo que sonaba
como quejas y protestas. La luz de la media luna le dio la iluminación suficiente
para ver. Era evidente para Devlin que quien se encontraba en la residencia
no estaba haciendo mucho para evitar ser capturado. La correcta
combinación de sorpresa y amenaza le darían la ventaja.

El establo se quedó en silencio cuando el intruso aparentemente se preparó


para la noche. Devlin sonrió mientras se preparaba para asustar de muerte a
la pobre alma que tuvo la mala suerte de haberla sacado de su cama. De

50
repente de pie en posición vertical, Devlin giró sobre un talón, frente a la
puerta abierta. Sólo un botón de su camisa estaba cerrado, y la brisa nocturna
azotaba su cabello oscuro alrededor de la cara de bronce. Su brazo
extendido sostenía un revólver Colt.

—¡Tanta Kim Tomi! —exclamó el anciano, temblando de miedo.

Devlin se sintió tonta. Estaba medio vestida y blandiendo su revólver, mientras


que a sus pies yacía un anciano aterrado. Sólo podía imaginar lo que estaba
pensando el indio con ojos desmesuradamente abiertos, mirando a los seis
pies de una mujer muy intimidante.

—¿Kata chim? —En circunstancias normales, Devlin no habría sido tan grosera
como para preguntar quién era el hombre sin antes mostrar el debido respeto,
pero en su libro, estaba invadiendo y eso es todo lo que entendía.

—¡Tanta Kim Tom! —repitió.

Devlin ladeó la cabeza, incapaz de distinguir el lenguaje que el anciano


habló. Sonaba vagamente familiar, pero no podía ubicarlo.

—¿Chahta imanupa ish anumpola hinla ho? —ella le preguntó si el hombre


hablaba Choctaw, con la esperanza de que pudieran encontrar un terreno
común.

Ahora fue el turno del anciano de mirarla confundido.

—Bueno, esto no nos va a llegar a ninguna parte —Devlin colocó el arma en


la cintura de los pantalones y le ofreció al hombre una mano.

—Chisa oh —dijo una vez que él estuvo de pie.

El hombre no estaba muy firme sobre sus pies, y su piel estaba caliente pero
seca al tacto de Devlin. Se puso de pie y se inclinó ligeramente parecía
agotado.

—Sí, oh chisa a usted, también, sea lo que sea. ¿De dónde vienes, y qué es lo
que quieres en un lugar donde no puedes hablar el idioma? —Devlin hizo la
pregunta más para sí misma—. Ven, vamos a llevarte dentro. Tengo un tekchi
en la casa que probablemente tiene un Winchester cargado en este instante.

Devlin hizo un gesto al hombre para que la siguiera. Se colgó la mochila


improvisada por encima del hombro y tuvo que llevarlo prácticamente a la
puerta. Efectivamente, Sarah estaba esperando con su rifle. Sarah era
testaruda, Devlin, sin embargo, se sintió mejor al saber que cuando las cosas
eran de cuidado, Sarah hacía lo que se le indicaba. Lo último que necesitaba

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Devlin era preocuparse porque su propia amante le disparara en medio de la
noche.

—¡Dev! —Sarah llamó preocupada. Apoyó el rifle contra la pared en el interior


de la puerta de la cabaña y corrió a socorrer a Devlin.

Los ojos del anciano se abrieron cuando Sarah se acercó a él. Miró a las dos
mujeres, asintió y sonrió débilmente. Tropezó y Sarah le ayudó a recuperar el
equilibrio. Con el hombre frágil entre ellas, Sarah y Devlin ayudaron a su
invitado a entrar a la cabaña.

El hombre habló en un idioma que Sarah no reconoció. Murmuró en la medida


que lo ayudaron a acomodarse junto a la chimenea. Hank había improvisado
una cama cuando él se quedó en la cabaña, mientras que Sarah y Devlin
visitaban las tierras de los Choctaw. Devlin avivó las brasas en el interior de la
chimenea de piedra y añadió algo de leña, a continuación, un tronco. La
habitación rápidamente se volvió cálida y confortable. Durante todo el
tiempo, el anciano murmuró en su propio idioma.

—¿Qué está diciendo? —preguntó Sarah.

—Que me zurzan, si lo sé —Devlin sacudió la cabeza.

Sarah envolvió una manta alrededor del hombre y le ofreció un vaso de agua,
que bebió con avidez. Le sirvió otro y se dirigió a la olla todavía colgando junto
a la chimenea. Sirvió un plato de la cena sobrante y se lo llevó a él.

—Come como si no hubiera comido en bastante tiempo —dijo Devlin.

El viejo se tragó la comida y Sarah volvió a llenar el plato. Devlin se arrodilló


junto a la cama de madera.

—¿Chi hohchifo Nanta? —Devlin intentó el idioma del clan, una vez más,
preguntando al hombre su nombre. Los febriles ojos marrones la miraron y el
hombre negó con la cabeza. Una irónica sonrisa adornaba su rostro.

—¿Ko sa Omita? — preguntó en respuesta. Por desgracia, Devlin no entendía


al hombre más de lo que parecía entenderla a ella.

—Ak akostinincho —dijo Devlin.

Sarah puso una mano sobre el hombro de Devlin.

—Dev, no creo que decirle que no lo entiendes en Choctaw tenga más


sentido que decírselo en inglés —sonrió a Devlin.

Devlin le dirigió una tímida sonrisa a Sarah.

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—Oh sí. Supongo que se me olvidó.

—Tal vez por lo menos podemos averiguar de dónde viene, a qué tribu
pertenece —dijo Sarah.

—Gran idea. ¿Te importaría intentarlo? —preguntó Devlin.

—Muy graciosa —Sarah pasó los dedos por el pelo de Devlin y apoyó una
mano a lo largo de la parte posterior del cuello de la mujer arrodillada.

Sarah captó la mirada del hombre mientras observaba interactuar a las dos
mujeres. Sobre todo, se dio cuenta de la forma en que miraba la mano de
Sara cuando ella cariñosamente tocó a Devlin. Aún no se había preparado
para la forma en que otras personas reaccionarían anta ella y Devlin juntas.
Entre los hombres blancos, ahora que poseía riquezas, significaba que tenía
poder. Cuando las personas eran poderosas, podían hacer lo que quisieran sin
represalias.

Sarah retiró su mano y se alejó medio paso de Devlin. Devlin sintió la diferencia
inmediatamente. Se volvió y miró a Sarah. Se fijó en la expresión de su rostro y
la forma en que Sarah se distanciaba físicamente de ella. Su ira al instante
despertó. Había experimentado el dolor que la actitud prejuiciosa que un
hombre podía infligir, y ella no estaba dispuesta a permitir que nadie tratara a
Sarah de esa manera.

—No hagas eso, Sachu-Kash —advirtió Devlin—. No dejes que te hagan sentir
vergüenza —Se puso de pie junto a Sarah y deslizó su brazo alrededor de su
cintura delgada. Devlin besó la sien de Sarah, entonces ella miró hacia el
hombre que seguía mirándolas de manera extraña—. Un tekchi —No estaba
segura de por qué habló en Chahta, pero se sentía bien. Se quedó mirando al
anciano hacia abajo y lo repitió en español—. Mi esposa —El brazo de Sarah
fue alrededor de la cintura de Devlin y ligeramente la apretó.

—Ah. —El viejo asintió y sonrió—. Omi tu a na.

Metió una mano dentro de su mochila y sacó una hoja gastada y sucia de
piel. Se lo ofreció a Devlin, que se arrodilló para que pudiera ver los cuadros
pintados allí. Su ira se encendió de nuevo ante la vista. Retiró la piel de sus
manos y señaló un punto en el cuero.

—¿Quién diablos es usted? —dijo entre dientes.

—¡Dev! ¿Qué pasa? —Sarah se acercó a su lado.

—Esto es lo que está mal —dijo Devlin con voz tensa. Pasó la piel a Sarah.

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—Se parece a un mapa. Hay una foto de un halcón de cola roja y un pez en
la parte superior. No entiendo, ¿cómo sabe este hombre nuestros nombres
Chahta?

—Eso es lo que me gustaría saber.

Devlin agarró bruscamente el saco del hombre y derramó su contenido sobre


la cama. Una parte de se avergonzaba por el tratamiento que le estaba
dando a un anciano, pero sus otros sentidos le dijeron que este hombre sabía
demasiado sobre ellas. Ya no podía pensar sólo en sí misma. Tenía seres
queridos que proteger.

El viejo estaba sentado tranquilamente mirándola, como si estuviera


esperando a que terminara. No parecía estar ofendido por el tratamiento.

Devlin desenvolvió el último elemento no identificado. Inmediatamente se


arrepintió de haberlo hecho, y ella esperaba que no fuera demasiado tarde
para reparar el daño a cualesquiera que sean los espíritus que protegían al
hombre. Sostenía un cuenco de madera tallada en sus manos, junto con una
bolsa decorada de tamaño mediano. Las marcas en el recipiente eran muy
similares a las de un recipiente que su madre, Tima, poseía.

—Es Alikchi, un curandero —dijo Devlin.

—¿Explica eso porque nos conoce? —preguntó Sarah.

—Algo —Devlin se volvió hacia Sarah y sonrió—. Confía en mí, saben cosas.

Devlin tomó la piel hacia atrás y dijo unas palabras de disculpa al anciano.
Sabía que no podía entender el idioma, pero esperaba que pudiera sentir el
sentimiento detrás de sus palabras. Devlin señaló al halcón en el mapa, y luego
señaló el mismo dedo en su propio pecho. Ella repitió la acción, indicando su
nombre cada vez que se señalaba a sí misma.

Por fin, el anciano asintió.

—Redhawk —repitió en voz entrecortada.

Devlin sonrió y asintió. Repitió el procedimiento, señalando la ilustración de los


peces, y luego a Sarah. El viejo siguió interrumpiendo señalando a Sarah y
haciendo la misma pregunta ininteligible.

—¿Qué pasa? —preguntó Sarah.

—No estoy segura, pero parece que piensa que debes ser alguien diferente
de lo que eres.

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El hombre miró hacia atrás y adelante entre las dos mujeres. Con el ceño
fruncido, como si estuviera confundido. Miró a Devlin y colocó su mano sobre
el pecho.

—Ankahito —dijo. Se detuvo y miró a Devlin—. Ankahito —repitió. Esta vez, él


tendió la mano a Devlin.

—Oh —dijo Devlin—. Redhawk —Ella señaló con el dedo a su propio pecho.

—Na —El anciano negó con la cabeza—. Ankahito. —Él apuntó a su pecho, y
luego hizo un gesto a Devlin y a Sarah con la mano.

—Creo que nos está diciendo que es él, Dev, no como se llama —dijo Sarah—
. Creo que su pueblo es Ankahito

—Nunca he oído hablar de ellos —dijo Devlin—. Chahta —Devlin se señaló a sí


misma.

—Chahta —el hombre imitó—. ¿Chahta? —Señaló a Sarah.

—Bueno —dijo Devlin, frotándose la barbilla—, es un poco más complicado.


No —Ella sacudió la cabeza.

El anciano habló rápidamente, más para sí mismo que para las mujeres.
Parecía confundido, pero ni Devlin ni Sarah podían entender por qué.

Se puso de pie con las piernas temblorosas y dio un paso hacia ellas.

—¿Na Chahta? —le preguntó a Sara.

—Parece bastante molesto por que no seas Choctaw —Devlin se acercó a


Sarah.

El hombre se acercó y tomó la mano de Devlin. A continuación, colocó la


mano libre de Devlin en Sarah.

—¿Tua kemli?

—Creo que está preguntando si estamos juntas —dijo Sarah mientras miraba
sus dedos entrelazados.

—Omi —Devlin dio una respuesta afirmativa. Apartó la mirada con timidez,
examinando la mano más pequeña dentro de la suya.

El viejo se sentó en la cama una vez más. Murmurando para sí mismo, pero
parecía más feliz. De repente, cogió el cuenco de madera con las dos manos.
Habló rápido, ofreciéndole el recipiente a Sarah y bajando la cabeza.

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—No entiendo —dijo Sarah—. ¿Por qué quieres que tenga este cuenco?

—Es su itampo ikhish, su cuenco medicinal. Él parece creer que lo mereces


más que él. Me da la sensación de que él cree que eres una mujer curandera.
—Está marcado en los bordes como el de Tima. Tima no es una curandera,
¿verdad? —Sarah preguntó mientras examinaba el recipiente.

—Correcto — Devlin frunció el ceño con preocupación—. Recuerda, Tima es


una sanadora. Ella tiene el don de la curación, pero nunca se entrenó en los
caminos de una curandera. Keeho es un curandero. —Al ver la expresión
confusa de Sarah, Devlin se apresuró a explicar—. Los curanderos son más que
sanadores en el clan Thunderbird. Son chamanes, hombres santos. Actúan
como un canal entre una enfermedad y los espíritus. Utilizan canciones y
rituales para sanar a los enfermos, protegerse de las tormentas, traer el éxito
de una guerra o de una cacería. Los he visto traer la lluvia en tiempos de
desesperación. Tima tiene un don para sanar el cuerpo físico. Ve una visión de
vez en cuando, pero no tiene el poder especial de los espíritus. Cura la
enfermedad con hierbas y oraciones tradicionales”.

—¿Y una curandera es diferente? —preguntó Sarah. Todavía era nueva en la


cultura Choctaw, en particular en las tradiciones del clan Thunderbird.

—Oh, sí —dijo Devlin—. Una mujer curandera es un hallazgo raro y


especialmente potente. La explicación más sencilla es que ella es en parte
curandera y en parte sanadora. Tiene conocimientos y dones especiales, que
los espíritus le dan al nacer. El poder suele ser algo que se transmite de madre
a hija. Tima conoció a una mujer curandera. Me contó historias cuando era
una niña de la mujer curandera que pertenecía al clan Beaver en el sureste.
Era una mujer joven, pero tenía la capacidad de curar la mente, así como el
cuerpo. Usó sueños, visiones, hierbas, incluso historias y la vida silvestre para
curar a sus pacientes. Tima dijo que la mujer nunca tuvo hijas para pasarles el
poder. Cuando la mujer murió, el poder de los espíritus tuvo que buscar otra.

Sarah no estaba seguro de cómo se sentía acerca de este hombre que


pensaba que era algo más de lo que realmente era.

—No —Sacudió la cabeza y empujó el cuenco—. No soy lo que usted está


buscando.

El anciano parecía confundido. Siguió hablando en un idioma que no podían


entender.

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—Dev —la voz de Sarah estaba emocionada ahora—, tal vez Keeho podría
traducir el lenguaje. Es decir, tal vez su conexión con los espíritus podría ayudar
a entender lo que dice el anciano.

—Hmm, podría funcionar —Devlin se frotó la cara con una mano, trabajando
en los detalles de ese viaje—. Debemos coger el carro. No parece que pueda
sentarse en un pony. De acuerdo, haremos un viaje a la aldea del clan. —Hizo
una pausa para sonreír a Sarah—. Tima estará feliz.

Las mujeres ayudaron al anciano a instalarse para dormir el resto de la noche.


Volvieron a su habitación, con la cabeza llena de pensamientos
contradictorios. No pasó mucho tiempo antes de que Sarah pudiera sentir los
latidos constantes del corazón de Devlin. Apoyó la cabeza sobre el pecho de
Devlin y el sonido reconfortante, junto con su respiración profunda, le dijeron
a Sarah que Devlin estaba dormida.

Sarah se sentía incómoda. La charla de poder espiritual causó un miedo


extraño en ella, y no podía entender por qué. Se tendió en la oscuridad, Devlin
parecía confortablemente cómoda a su lado, pero pasaron largas horas
hasta que ella se relajara lo suficiente para dormir.

57
Parte 6

—¿Estáis lo suficientemente cómodos atrás? —preguntó Devlin por encima del


hombro.

—Estamos bien, Dev —Sarah puso una mano en la espalda de Devlin. No


parecía que el rebote de la carreta fuera demasiado molesto para el anciano
ya que seguía durmiendo a pierna suelta.

Las mujeres se despertaron temprano, incluso después de haber perdido un


par de horas de sueño. Descubrieron que su huésped tenía fiebre. Estaba
débil, pero aún había sido capaz de comer un poco de caldo caliente que
Sarah preparó para él.

El movimiento de balanceo arrulló a Sarah al recordar los sucesos de la


mañana. Estaba preparando una sopa ligera sobre el fuego cuando vio al
hombre intentar sacar su bahtushi ikhish de su saco de viaje. Estaba débil y la
bolsa se deslizó de las manos. Sarah se acercó a él y tomó la bolsa. Ella se
sorprendió de que él se la entregara tan fácilmente, pero entonces recordó
que estaba bajo la impresión de que ella tenía algunas habilidades curativas.

Sarah examinó la bolsa. Estaba hecha de piel de zorro rojo. La cabeza había
quedado unida y servía como colgajo para mantener el bahtushi cerrado.
Sarah abrió la bolsa y se quedó mirando el contenido, piezas individuales de
piel de ciervo atadas en manojos. No estaba segura de por qué, pero ella
levantó cada haz de piel cubierta hasta su nariz. Encontró uno cuyo olor
reconoció, la abrió y encontró seis flores secas de sasafrás. Tomó dos de las
flores y volvió a atar el paquete, poniendo todo de nuevo en la bolsa.

Sarah puso las flores en un poco de agua hirviendo para hacer un té, que
sostuvo para el hombre mientras bebía. Una hora después, la fiebre había
disminuido y fue capaz de dormir. Dormía tan profundamente que Devlin llevó
su cuerpo ligero y lo colocó en la parte trasera del carro.

—¿Cuánto tiempo tardaremos en ir de esta manera, Dev? —preguntó Sarah.

—Más que a caballo. Vamos a tener que bordear los acantilados de arenisca
y llegar por el otro lado. Nos llevará la mayor parte del día. Asegúrate de gritar
cuando quieras que pare para que puedas estirar las piernas o algo así.

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—Sí, señora. —Sarah sonrió en dirección de Devlin. No estaba acostumbrada
a que alguien la cuidara. Normalmente era ella la que se encargaba de todos
los demás. Tener a Devlin en su vida y saber que siempre cuidaría de su
bienestar significaba mucho para ella.

El pequeño grupo llegó al pueblo del clan Thunderbird bien entrada la tarde.
Después de arrodillarse y frotar la tierra roja en el dorso de las manos, Sarah y
Devlin se detuvieron para saludar a un buen número de los aldeanos.

Tima fue de las primeras en llegar a las dos mujeres y besó la mejilla de su hija.
Tima se apartó de los brazos de Devlin y la miró a los ojos. Lo vio
inmediatamente. En realidad, era más lo que no vio en las facciones de su hija.
Atrás quedó la mirada casi atormentada de dolor. Esa expresión fue
reemplazada por algo que Tima había pedido; que ese brillo de enojo en los
ojos de la joven, un día se transformara en esperanza.

Después de que las dos mujeres hubieran abandonado el campamento varias


semanas antes para volver a la aldea del hombre blanco, Tima había rezado
todos los días a los espíritus para que se abrieran los ojos de esas mujeres
testarudas. Cuando Devlin envió noticia de la muerte del tío de Sarah, el clan
envió a un representante para mostrar su respeto a Sarah. Durante siete días
después de la muerte de Arthur Winston, un hombre joven del clan mantuvo
un fuego constante ardiendo cerca de la tumba. El fuego era para
proporcionar luz y calor a Art en su viaje al mundo de los espíritus. Tima había
enviado un mensaje personal a Sarah, diciéndole que a pesar de que
procedían de diferentes tribus, eran toda una familia. Eso fue lo último que
Tima supo de Redhawk y Sakli.

Tima giro y tomó a Sarah en sus brazos. No podía pensar en una mejor manera
de mostrar su placer.

—Yakoke, Sakli. Himmak nitak ut achukma Hoke.

—De nada, pero ¿por qué es un hermoso día? —preguntó Sarah confundida.
Miró la cara avergonzada de Devlin. Amanecer brillante—. ¡Oh! —Sarah se
sonrojó profusamente.

—Nali —Devlin llamó la atención de su madre con el nombre de su apodo, lo


que significaba “sonrisa”—, podemos hablar de nosotras más tarde. En este
momento tenemos un hombre con nosotros que está enfermo. Se ve como
del clan, pero no podemos entender su lenguaje. Creo que podría ser Alikchi.

Tima se volvió hacia el montón de mantas en la parte trasera del carro. Al


instante, las habilidades de sanador y se hicieron cargo de ella y subió junto al

59
anciano. Estaba débil, pero él trató de hablar con Tima. Después de unas
palabras por parte de ella, ella renunció a tratar de comunicarse verbalmente
y cambió a entregar señales. El hombre asintió y movió la cabeza un par de
veces. Tima al parecer, había encontrado una forma de hacerse entender.

—¿Tenía fiebre? —preguntó ella.

—Sí, esta mañana temprano, pero Sarah le hizo un té —dijo Devlin.

—¿Qué usaste? —Tima se volvió a Sarah.

—Sasafrás

—¿La raíz?

—No —Sarah sacudió la cabeza—. Las flores secas.

—¿Cómo supiste que hacer con ellas? —preguntó Tima.

—Yo, eh, es que... —Sarah hizo una pausa, mirando de Devlin a Tima— pensé
que era de conocimiento común, supongo. No recuerdo quien me lo enseñó.

Tima intercambió una mirada con Devlin, pero ninguna de las dos dijo nada.

—Lo llevaremos a la Chuka del sanador— dijo Tima—. Lo atenderé allí. Tal vez
Keeho o Miko Kontonalah entiendan su lenguaje, pero Keeho está lejos en las
colinas enviando ofrendas a Hashtahli —ella explicó que Keeho podría estar
fuera durante un par de semanas mientras oraba a su dios sol.

Tima envió a un chico en busca de su padre. Los hombres blancos que vinieron
a hacer trueque consideraban a Kontonalah un Miko, o jefe, del clan
Thunderbird. En verdad, los Choctaw no tenían un jefe. Cada familia tenía un
portavoz. Kontonalah era un anciano de la tribu y había estado presente
desde la edad de los Antiguos. Él fue portavoz de siete familias dentro del clan.
Los hombres blancos tendían a confundir la posición venerada de Kontonalah
dentro de la tribu como un jefe. El Choctaw era demasiado educado para
corregirlos.

Devlin y Sarah se reunieron con unos amigos mientras Tima revisaba al


anciano. En un primer momento, Tima había animado a Sarah para quedarse
con ella, pero cuando le hizo la oferta, Sarah la rechazó. Tima decidió dejarlo
pasar hasta que pudiera hablar con Redhawk.

Devlin y Sarah encontraron su camino a la Chuka del curandero cuando


Kontonalah salió de la vivienda. Saludó a su nieta y a su amante con su
habitual sonrisa abierta y su sentido de humor irónico.

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—Hálito, ippok tek —Kontonalah siempre llamó así a su nieta desde que la vio
por primera vez. Luego la llamaría por su nombre del clan, Redhawk.

—Hola a ti también, abuelo. ¿Estás bien? —Devlin dijo mientras lo abrazó.

—Omi, estoy bien —dijo, ofreciendo una sonrisa a Sarah—. ¿No sabes nada de
este extranjero? —Kontonalah comenzó a preguntar a Devlin sobre el
anciano. Hablaron de forma rápida y Sarah añadió la mayor cantidad de
información que pudo.

—¿Entiendes su lenguaje? —preguntó Devlin—. Suena familiar.

—Keyu —Kontonalah negó con la cabeza—. Tienes razón. Su lenguaje suena


como si lo hubiera oído antes. Él es, sin duda iksa.

Sarah miró a Devlin confundida. Había aprendido a hablar el idioma del clan
muy bien, pero esta palabra la confundía.

—¿Que clan? —preguntó a Devlin.

—¿Iksa achafa? —Devlin repitió la pregunta de Sarah a su abuelo.

—Iksa inla —Kontonalah aclaró.

—Quiere decir que él es de un clan diferente —dijo Devlin—. ¿Cómo puede


ser Chahta, abuelo, y hablar en otra lengua?

—Él es un anciano —dijo Kontonalah con naturalidad—. Los portavoces de la


tierra. Keeho sabrá más cuando regrese. —Miró a su alrededor y respiró
profundamente—. Es una buena tarde para ir a pescar. Redhawk, voy a ir a
pescar.

Devlin puso los ojos en blanco en dirección a Sarah. Esta era una de las
muchas cosas acerca de su gente que la enfurecía a veces. Creían que todo
sucedía por una razón y a su debido tiempo. Su abuelo no estaba ni
preocupado ni curioso, o si lo estaba, se lo guardó para sí mismo. Devlin vio
que interrogarlo sería inútil. Su mente ya estaba en otras cosas.

—Está bien —dijo Sarah antes de que Devlin le explicara que Kontonalah le
había ordenado que fuera con él—. Veré si puedo ser de ayuda a Tima.

Kontonalah acababa de salir cuando Devlin presionó ligeramente los labios


en la frente de Sarah y sonrió con timidez. Devlin no entendía por qué, de
repente se sentía tímida en el pueblo. Su clan nunca había sido reservado a la
hora de expresar emociones o afecto en público.

61
Por el rabillo del ojo, Devlin vio a unos pocos jóvenes en los márgenes del
campo. Algunas de las caras eran nuevas para Devlin y ella quería asegurarse
que los Bravos entendieran su relación con Sarah antes de dejarla allí.

Devlin miró la cara de Sarah y la besó de una manera que dejó pocas dudas
en cuanto a la naturaleza de su relación. Ambas mujeres se alejaron con la
sensación de debilidad en las rodillas, pero Devlin siguió a Kontonalah casi
flotando. Disfrutó de las expresiones desinfladas en los rostros de los hombres
jóvenes a su paso.

Sarah se rió para sí misma mientras volvía a entrar en la Chuka. Una parte de
ella se deleitaba en pertenecer a Devlin. En el fondo, disfrutaba el hecho de
que Devlin expresara con tanta fuerza su amor por ella. Por supuesto, siendo
la mujer que era, Sarah tenía muy clara su independencia. Hoy, y después de
un beso como el que acababan de compartir, Sarah estaba disfrutando del
placer de pertenecer a Devlin.

Sarah hizo a un lado la piel de ciervo que cubría la abertura a la Chuka y pidió
a Tima permiso para entrar.

—Chukoa Ant —Tima invitó a Sarah a entrar en la oscura morada. Esta era la
Chuka ikhish, la tienda de medicina. Apartada de las otras Jukat, era más
grande que otras viviendas y Sarah lo recordaba bien, después de haber
despertado allí cuando estuvo enferma y ver la cara sonriente de Tima que la
saludaba.

Sarah entró y se sentó junto a Tima. Bajó la mirada hacia el hombre que seguía
durmiendo y se preguntó si no habría caído en un estado de coma. Se dio
cuenta de la subida y bajada de su pecho y su respiración fuerte, y desigual.

Al leer los pensamientos de Sarah, Tima, dijo:

—Él todavía respira, eso es bueno. Fue inteligente de tu parte mantener su


fiebre baja. Creo que voy a ponerle una cataplasma sobre el pecho. Pienso
que puede ayudar.

—¿Qué puedo hacer para ayudar? —preguntó Sara cuando Tima retiró la
camisa de piel de ciervo del hombre.

—Puedes comenzar a preparar la cataplasma. Mi itampo ikhish está ahí al


lado del fuego. Vamos a utilizar Chuchupate, creo. ¿Me pasas mi Bahta ikhish?

Sarah encontró el cuenco para la medicina de madera al lado del fuego.


Recogió la bolsa de medicina de piel animal en la cual Tima mantenía sus

62
hierbas y raíces. La piel parecía ser de un castor, su cola dura y plana todavía
estaba unida a la piel. Tima había cosido la bolsa en una forma alargada.

Sarah se sentó junto a Tima. Tima se dio cuenta que Sarah había puesto la
bolsa de la medicina en la pequeña estera tejida junto al hombre. Sarah luego
colocó el cuenco sobre la cola plana de la piel de castor. Tima observó con
ojos que en un principio se estrecharon con sospecha, pero luego los abrió
muy sorprendida.

—¿Hice algo mal Nali? —preguntó Sarah.

Tima no pudo ocultar su sonrisa cuando Sarah utiliza el apodo que Devlin
usaba para ella.

—Has sido de gran ayuda, Sakli. ¿Continuarías ayudándome? —Se frotó las
manos—. Estas viejas manos sienten la hashtula que viene.

—Por supuesto. ¿Qué debo hacer?

Tima dirigió a Sarah en cada paso. Tima cantó y cantó mientras Sarah
mezclaba la raíz pulverizada con grasa de búfalo derretida. Tima a
continuación, aplicó la pasta sobre el pecho del hombre y lo cubrió con un
trozo de piel suave. La curación de tima era física. Cantó y rezó un poco, pero
no era nada parecido a lo que Sarah había visto realizar a Keeho con los
miembros enfermos del clan.

Tima le mostró a Sarah como lavarse las manos con un polvo de color beige y
un recipiente con agua. El polvo secó era raíz de yuca, se molió y se almacenó
en una vasija de barro rojo. Tan pronto como Sarah mojó sus manos y se frotó
el polvo en ellas, la mezcla formó un jabón espumoso. A continuación, cada
uno de ellas depositó una pequeña cantidad de salvia en el fuego.
Ahuecaron sus manos y dirigieron el humo hacia ellas, purificando sus cuerpos
con el humo sagrado.

Dejaron la Chuka y se alejaron del campamento, yendo a ninguna parte en


particular. Cada mujer parecía perdida en sus propios pensamientos.

—¿Cómo es que tus métodos de curación son muy diferentes a los de Keeho?
—preguntó Sarah.

—¿Por qué lo preguntas?

—Bueno, en realidad, Dev... quiero decir... Redhawk trató de explicarme la


diferencia entre lo que haces y lo que hace Keeho —dijo que el anciano que
hemos traído aquí, pensaba que yo era una especie de curandera.

63
Tima no alteró su paso, pero asintió, cerrando los ojos por un momento.

—¿Y estás confundida por nuestras diferencias, o deseas saber por qué este
anciano pensó en ti de esta manera?

—No estoy realmente segura de lo que estoy preguntando —dijo Sarah—. Sé


que verte sanar me hace sentir muy bien. No es que tenga nada en contra de
Keeho, pero me asusta. Me mira como si él no confiara en mí, pero no puede
ser porque no soy del clan, porque lo he visto mirar a Redhawk de la misma
manera.

—Keeho es un buen hombre —dijo Tima—. Los espíritus hablan a través de él,
y el amor que siente por su pueblo es grande.

—Supongo que no le gusto.

—Él se preocupa profundamente por ti, Sakli, como lo hace por mi Redhawk.
Creo que actúa de esa manera hacia ti porque te teme.

—¿Tiene miedo de mí, pero…?

—Teme tu poder, y por lo que he visto, tal vez tenga razón.

—¿Qué poder podría tener sobre un chamán? —preguntó Sarah con


incredulidad.

Llegaron a un arroyo y Tima llevó a Sarah a un grupo de rocas de arenisca


planas. Tima se sentó e indicó a Sarah que lo hiciera a su lado. Arrancó una
larga brizna de hierba seca del suelo y la mordió en un extremo. Estaba sumida
en sus pensamientos mientras luchaba por decidir qué decirle a Sarah.
Demasiado podría asustarla, pero quedarse corta podría confundirla.

—Ahora tienes poder en el mundo del hombre blanco.

—Sí, supongo que por sus estándares lo tengo.

—Para mantener el poder en el clan no es necesario ni la política ni la


economía. A veces, el estado y las posesiones materiales vienen de ella, pero
el poder dentro del clan proviene de los espíritus y cualquiera que sea el
destino que han seleccionado para ti. —Tima se detuvo y se dio cuenta que
Sarah estaba escuchando con atención.

—Las mujeres tienen el poder simplemente porque son mujeres. Se nos da el


conocimiento de la fecundidad en nuestra capacidad de tener hijos, y hemos
sido bendecidas con el conocimiento de la sangre en nuestro ciclo de la luna.
En el mundo del hombre blanco, ¿cómo sabe la gente quién eres?

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—Bueno, supongo que por mi reputación o mi apellido. Es el apellido de mi
padre, pero luego me casé y tomé el de mi marido, así que podría ser confuso.

—En el clan Thunderbird, se me conoce por mi madre. Si alguien me pregunta


quién es mi madre, mi respuesta me identifica. Cuando Tekola me tomó como
su esposa, vino a vivir con el clan de mi madre. La mayoría de los clanes con
los que estoy familiarizada reconocen el poder en forma automática dentro
de una mujer. He oído hablar de un clan que le da el mismo valor a una mujer
que muere durante el parto como a un valiente que muere en la guerra —
Tima observó cómo Sarah procesaba la información.

—¿Por qué me dices esto, Nali?

—Debido a que tienes ese poder, Sakli. Tienes el poder de mil generaciones
de mujeres en ti, pero también eres poderosa por otras razones. Tú y Redhawk
son ohoyo yukpali. No es nada para avergonzarse, como tu gente te lo ha
hecho pensar. Vosotras sois mujeres únicas colocadas en nuestro camino por
los espíritus para enseñarnos algo especial. Los espíritus te han bendecido con
un poder tan grande que puedes anular el de los hombres, y creo que Keeho
entiende eso. Es por eso que te teme. Hay una última razón por la que Keeho
puede haber aumentado su miedo. —Tima arrugó la frente. Una vez más, se
preguntó cuánto debía revelar. Era difícil ser menos que honesta con Sarah.

—¿Cuál es la última razón, Nali? —Sarah preguntó con inquietud.

—Él cree que tienes el poder de soñar.

—No estoy segura de entender. Yo sueño, como todo el mundo, ¿no es así?

—¿Tus sueños se hacen realidad? ¿El mundo parece ralentizarse de manera


que puedas inspeccionar ese momento en el tiempo más de cerca? ¿Sabes
cosas que no puedes explicar, pero sabes que son ciertas? ¿Cuándo miras a
los ojos de un hombre, puedes ver el interior de su corazón? —Tima observó
cómo Sarah miraba el suelo en silencio—. ¿Alguna parte de tus sueños se han
hecho realidad?

Sarah asintió y Tima esperó a que continuara.

—Cuando era una niña, soñaba que mi madre moría. Poco tiempo después,
lo hizo. Pensé que su muerte fue mi culpa. Pensé que, si le decía a alguien,
ellos dirían que era una bruja.

De repente, Sarah recordó los acontecimientos recientes cuando ella no


podía explicar las extrañas sensaciones que había experimentado. Sabía que
Peter estaba enfermo antes de que el cáncer de su cuerpo lo consumiera.

65
Recordó mirar a los ojos de Dale Karsten justo antes de que Devlin lo matara a
tiros. En ese momento, ella sabía exactamente lo que iba a hacer, cuando iba
a sacar su arma.

—Incluso ahora, tengo sueños, y a veces una pequeña porción de lo que


recuerdo se hace realidad.

—¿Pero no todo?

—No, no todo. A veces veo cosas, a veces gente que no conozco habla
conmigo, pero no siempre entiendo lo que dicen. De vez en cuando, sueño
con algo alegórico.

—No entiendo esta palabra.

Sarah había vuelto al inglés para encontrar la palabra correcta y ahora


trataba de explicarlo en Chahta.

—Esto significa que mis sueños no son literales. Representan una idea o algo
por el estilo que va a pasar. Es como cuando soñé que un guerrero oscuro me
rescataría, a continuación, Redhawk entró en mi vida.

—Visiones —Tima dijo rotundamente—. Tienes el poder de soñar, Sakli. Debes


convertirte en Chahta, aceptar tu nombre secreto, y comenzar tu
entrenamiento.

—El entrenamiento ¿para qué?

—Para llegar a ser Alikchi.

—¿Entrenar para convertirme en una curandera? Nali, no quiero ese tipo de


poder. Es una responsabilidad demasiado grande.

—No estés tan temerosa, pequeña. No te pasará nada por no aceptar.

—Pero ¿y si es mi destino y le doy la espalda?

—Tu destino es tu destino. Si tú no vas a él, él vendrá a ti —dijo Tima con


naturalidad.

—¿Los espíritus me darán la espalda a mí o a mi familia si no acepto?

—Sakli, hablas como si fueras Chahta. —Sonrió Tima.

Sarah se rió con nerviosismo.

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—A veces me siento más en casa aquí que en cualquier otro lugar. No quiero
ser castigada. Yo no quiero que mi familia sufra por algo que he hecho o no
he hecho.

—¿Crees en los espíritus del hombre blanco?

—Tenemos un solo espíritu y lo llamamos Dios. Y sí, yo creo. Son las religiones y
las leyes, que los hombres han hecho en el nombre de este Dios las que no me
gustan.

Tima hizo un gesto de comprensión.

—Incluso entre los Chahta, nuestros caminos han cambiado. Sentimos las
religiones del hombre blanco a nuestra manera, un poco más cada
temporada. Sakli, ¿esta es la manera en que el Dios del hombre blanco los
trata? ¿Los castiga por ser humanos? ¿Es por eso que le temes?

—Supongo que no es la manera en que Dios nos trata. Es la interpretación que


el hombre le da, por qué Dios hace las cosas que hace. No podemos entender
los misterios de un ser tan grande, así que inventamos las razones del por qué.

—Las razones del hombre blanco se basan en el miedo. El Chahta hace lo


mismo, en cierto modo. Aprendí las historias de mi pueblo que mi abuela me
enseñó. Si te conviertes en Chahta, le enseñaré a tu hija estas historias. La
diferencia entre mi pueblo y el tuyo es que el clan basa sus historias sobre el
amor y la aceptación. Toda nuestra forma de vida existe dentro del círculo
sagrado.

—¿Es ese el circulo medicinal donde me enseñaste a orar?

—Omi, ese es, pero es más que una simple oración. Es la forma en que vivimos
nuestra vida. El círculo medicinal, es el círculo en el que nuestro mundo existe.
Nuestra vida es un círculo y todo en nuestro mundo; plantas, animales, incluso
el suelo que pisamos es una parte de ese círculo y tiene la misma importancia
que nosotros.

—No creo que esté lista para esto todavía.

Tima se acercó y apartó el pelo dorado de la cara de Sarah.

—Sabrás cuando estés lista. Cuando tú y Redhawk estén listas para itauaya,
podrás hablar acerca de convertirte en Chahta. Ven, se está haciendo tarde.
Vamos a hacer espacio para ti y Redhawk en mi iksita.

—Gracias —dijo Sarah.

67
Volvieron al pueblo por el camino que habían dejado, escuchando los sonidos
de la pradera alrededor de ellas. Sarah apretó más el chal alrededor de ella.
Los vientos fríos de la noche soplaban fuerte desde el norte.

—Nali, ¿cuándo dijiste que tendría que convertirme en Chahta para que
Redhawk y yo pudiéramos casarnos, era cierto? ¿Podemos realmente
casarnos?

—Omi. Primero tendrás que convertirte en Chahta para que una familia te
adopte en el clan. Las ceremonias no son fáciles, pero los espíritus te sonríen,
Sakli. Creo que tus viajes espirituales no serán demasiado duros. Los espíritus
hablarán a una familia del clan y te adoptarán. Entonces podremos realizar el
itauayachi para ti y Redhawk. Tu guerrera tendrá que construir un iksita por su
cuenta, pero los otros guerreros del clan la ayudarán.

Tima nunca se preguntó si esto era lo que Sarah quería, pues podía verlo en
sus ojos. También podía ver el miedo a lo desconocido en su cara. Los temores
del hombre blanco. Tima sabía que Sarah era una mujer con determinación y
un orgullo feroz. Cuando se colocará en posición de elegir, Tima sabía que iba
a elegir sabiamente.

68
Parte 7

D
evlin se reunió con Tima y Sarah cuando entraron en el pueblo. Sonrió y
levantó un grueso y largo palo. La pieza sostenía la mitad de una
docena de grandes peces, destripados y listos para el fuego.

—¡Hija mía, extrañaba la comida que llevabas a mi iksita! —Dijo Tima con
orgullo.

—Mientras yo no tenga que cocinar, estoy feliz de llevarlos a tu hogar, madre.

Disfrutaron de algunas alegres bromas mientras Devlin se despojaba de su


camiseta.

—Tengo que lavarme.

Tima le dio algo de raíz de yuca y un paño suave. Devlin volvió a caminar a la
corriente cuando Sarah le dijo lo que ella y Tima habían hablado antes.

—Dev, Tima me habló de convertirme en Chahta —dijo en su entusiasmo.

Devlin se detuvo y lanzó una mirada de ira en la dirección de Tima.

—No sería una buena idea —dijo entre dientes.

—Me dijo que podríamos casarnos de esa manera, Dev.

—Sarah, por favor —Devlin colocó las manos en los brazos de Sarah—. Tima,
¿por qué te diría esas cosas sin consultarme primero?

—¿Consultarte primero? —Sarah se encogió de hombros con furia alejándose


de las manos de Devlin—. Devlin, no soy una niña —su voz se elevó con cada
sílaba.

Devlin sabía que estaba a punto de decir algo incorrecto, pero ella dejó
escapar las palabras de todos modos.

—Entonces deja de actuar como tal.

Sarah dio un paso atrás y Devlin inmediatamente se arrepintió de su respuesta.


Había hablado por miedo y nada más. Apenas podía creer que fuera la
culpable de esa expresión en la cara de Sarah. Parecía como si la hubiera

69
abofeteado. Devlin no esperó a escuchar la respuesta de Sarah. ¿Qué podía
decirle que Devlin no estuviera ya diciéndose a sí misma? Giró sobre sus talones
y se alejó.

El sol se había sumergido en el horizonte occidental cuando Sarah, una vez


más ayudó a Tima a cambiar la cataplasma en el anciano. No había dicho
una palabra a Tima, pero Tima podía sentir la ira y la tristeza que la rodeaba.
Tima también mostró a Sarah cómo preparar el pescado para asar
lentamente sobre las brasas del fuego.

Ninguna de las dos charló mientras Tima enseñó a Sarah cómo hacer banaha
paska, pan Choctaw, que eran más como bolas de masa hervida. Tima
mezcló harina de maíz y agua, añadiendo el agua hasta que la mezcla fue
suficientemente rígida para formar bolas alargadas del tamaño de un puño.
A continuación, las envolvió en hojas de maíz, que ató en el medio con la seda
del maíz y la dejó caer en una olla de agua hirviendo.

La mayoría de las mujeres en el pueblo utilizan ampos de madera, o platos, y


el agua se mantenía hirviendo añadiendo continuamente rocas calientes al
fuego. Sarah se había acordado de traer ollas de metal con ella en esta visita
e intercambiarlas con las mujeres que no las aceptaban como regalos.

—Deberías ir por ella, Sakli. La comida está casi lista —dijo Tima.

—Ya es grandecita. Sabrá cuando está lista su cena.

Tima observó a Sarah y notó que su voz ya no contenía ira, sólo una inmensa
tristeza que tocó el corazón de Tima. Se sentía responsable por la ira de Devlin
y las palabras fuertes que había causado entre Devlin y Sarah.

—Ella es orgullosa, Sakli, y sabe que te ha hecho daño con sus palabras, pero
el orgullo y la vergüenza son una combinación fuerte. Ahora, incluso se sentirá
indigna de tu corazón.

El corazón de Sarah se rompió ante la idea de que algunas palabras duras


pudieran hacer a Devlin dudar de la profundidad de su compromiso. En el
mismo instante, la duda se apoderó de su corazón. Devlin había actuado tan
enojada ante la idea de que Sarah se convirtiera en Chahta. ¿Era posible que
Devlin no estuviera tan comprometida con Sarah como pensaba?

—Tienes razón, pero no sé qué decirle para solucionarlo.

—Sakli —la voz de Tima era tan suave como un águila flotando en el viento—
, cuando la encuentres, no necesitaras palabras para expresarle lo que está
en tu corazón.

70
Sarah ofreció una sonrisa y se fue en busca de Devlin. Tima la detuvo y le sugirió
que tomara un manto de piel de conejo para combatir el aire frío del otoño.
Tima le dio una sonrisa agridulce mientras observaba a Sarah alejarse.
Removió las brasas del iksita y envolvió la comida en las hojas para mantener
el calor, sabiendo que pasaría algún tiempo antes de que las dos mujeres
volvieran a su Chuka.

No tardó mucho tiempo en encontrar a Devlin; estaba donde Tima dijo que
estaría. Estaba sentada entre los cantos rodados que llevaban al mirador del
pueblo. Tenía las piernas recogidas contra el pecho y los brazos abrazaban las
largas extremidades de su cuerpo. Estaba tan pérdida en sus pensamientos
que dejó que Sarah se acercara a centímetros antes de saltar hacia arriba, y
alcanzar instintivamente su pistola.

—¡Sarah! ¡Demonios, podría haberte hecho daño! —A Devlin le llevo un soplo


de brisa darse cuenta de lo que acababa de decir—. Te hice daño. Lo siento
mucho.

Sarah casi se lanzó a los brazos solidos de Devlin.

—Lo siento, Dev, no quería hacerte enojar.

—No, querida, no fuiste tú, simplemente, me cogió todo por sorpresa. No


quiero verte lastimada.

—Todo está bien. No tienes que casarte conmigo, sólo pensé…

—Oh, Sachu-kash, ¿es eso lo que piensas? —Devlin la apartó—. ¿Que yo no


quiero casarme contigo? No es eso en absoluto. Ven aquí, amor, y siéntate —
. Las dos mujeres se instalaron en las rocas y Devlin envolvió el manto de piel
alrededor de los hombros de Sarah. Devlin tomó las manos de Sarah. No
parecía saber por dónde empezar.

—Dev, si no es porque no quieres casarte conmigo delante de tu familia,


entonces, ¿qué es? ¿No quieres que me convierta en Chahta? —preguntó
Sarah confundida.

—Sachu-kash, no tiene nada que ver con que quiera o no quiera casarme
contigo, es lo que más deseo. —Devlin besó las manos a su alcance y su
corazón se hizo más ligero con la sonrisa que Sarah la recompensó—. Para
llegar a ser Chahta, tienes que pasar por un proceso de purificación. Una
búsqueda, un viaje. Estos rituales son bastante difíciles de conseguir cuando
has sido criada en el clan y todas sus enseñanzas, pero puede ser una tortura
para las personas que han sido criados en el mundo del hombre blanco.
Puedes sentir que te están partiendo por la mitad. Una parte de ti abrazará a

71
los espíritus, pero una parte de ti tendrá la cultura del hombre blanco tan
profundamente arraigada en ti que preferirías sufrir que dejarla de lado. —
Devlin hizo una pausa para poner la palma de su mano contra la mejilla de
Sarah—. Es difícil y doloroso, Sarah. Es sólo que no quiero verte pasar por
cualquier cosa que pueda herirte. Sé que es egoísta y testarudo de mí parte,
pero es lo que siento. —Devlin bajó la cabeza, a la espera de la reprimenda.
Se sorprendió por el suave beso que sintió en la parte superior de su cabeza.

—Perdóname, Dev. Por no entender.

—No te di mucho tiempo para hacerlo.

—Es cierto —Sarah sonrió—, pero, te conozco. Debí darme cuenta de que
estarías pensando en mi seguridad. Esto es nuevo para mí.

—Sarah, te amo. Te amaba incluso antes de encontrarnos. No quiero dejarte


o estar con nadie más, pero arrancaría un pedazo de mi alma si algo llegara
a sucederte. Una búsqueda puede ser peligrosa... tres, tal vez cuatro días sin
comida ni agua. Es necesario un compromiso monumental, también. Oré por
casi un año antes de entrar en mi primera misión. Me preocupa, que quieras
pasar por esto sólo por mí.

—En primer lugar, no estaría haciendo esto sólo por ti. Lo estaría haciendo por
nosotras, por los niños, para que todos pudiéramos ser una familia sin que nada
pueda separarnos. En segundo lugar, ¿por qué temes que haga esto? Sé que
no quieres verme en peligro, pero ¿no tienes confianza en mí? Soy más fuerte
de lo que a veces te gusta pensar.

—Lo sé —murmuró Devlin, bajando la cabeza—. Demasiado fuerte, tal vez.

—¿Muy fuerte?

—Tal vez te conviertas en Chahta. Tal vez aprendas que cuando queremos
algo en nuestra vida, tenemos que estar dispuestos a pagar por ello. Es posible
que veas que no soy parte de tu camino. Quizá seré el precio que pagues —
Devlin susurró esta última parte y Sarah finalmente entendió. Era el miedo al
abandono lo que pesaba en ella.

—Mírame, Devlin Brown —Sarah ordenó, y los ojos azules de Devlin subieron a
encontrarse con los suyos—. Escúchame ahora. No hay espíritu lo
suficientemente fuerte en este mundo o en el siguiente que me separe de ti.
Donde sea que mi camino me lleve, te quiero a mi lado.

Devlin no tuvo que pensarlo dos veces. Se inclinó y besó a Sarah con una
intensidad que sorprendió a ambas.

72
Se separaron para respirar y Sarah no pudo evitar decir:

—Ahora dime. ¿Por qué iba a querer dejar a una mujer que besa así? —ella
sonrió.

La risa de Devlin llenó la oscuridad a su alrededor mientras envolvía a Sarah


dentro de su abrazo. Sarah disfrutó de los brazos cálidos y reconfortantes de
su amante. De repente, todas las decisiones aterradoras a las cuales se
enfrentaba se desvanecieron en la noche. Haría lo que recomendaba Tima y
dejaría que su destino acudiera a ella.

—¡Devlin! —Sarah siseó suavemente.

—¿Qué? —Devlin respondió con voz inocente.

—Mantén las manos quietas —Sarah la reprendió por tercera vez.

—Te quiero, Sarah —Devlin le tomaba el pelo, besando su suave cabeza rubia.

—Oh, Dev, ¿qué voy a hacer contigo?

La luz del fuego en el centro de la Chuka iluminaba intermitentemente la


sonrisa de Devlin.

—Yo podría hacer una lista —susurró Devlin—. Y comienza aquí —Devlin
colocó la mano de Sarah contra su pecho.

Sarah apartó la mano. Todavía no se había acostumbrado a la vida en


comunidad del clan. Sarah y Devlin se quedaron en la Chuka de Tima junto a
su iksita. Todo pasaba a través de las mujeres del clan Thunderbird. Cuando
los niños volvían a visitarlas, se quedaban en el hogar de su madre. Era posible
tener más de unos pocos miembros durmiendo en la Chuka por la noche, o a
toda una familia, pero Sarah estaba teniendo un tiempo bastante difícil con
sólo ella, Devlin, y Tima.

Tima, como Devlin y los otros miembros del clan, no tenía reservas sobre
desnudar sus cuerpos entre sí. Devlin trató de explicarle a Sarah, pero no pudo
superar sus propias inhibiciones. Sarah amablemente se dio la vuelta cuando
Tima se desnudó y se metió en su Topa. Devlin retiró sin vergüenza su propia
ropa, tratando de tranquilizar a su compañera, pero la visión del cuerpo
desnudo de Devlin tumbado sobre su topa no hizo nada para aliviar la timidez
de Sarah. De hecho, la visión del cuerpo de Devlin causó en Sarah más
vergüenza, porque estaba segura de que todo el mundo en el pueblo podía
leer sus pensamientos en ese momento.

73
Ahora que finalmente Sarah yacía junto a Devlin con sus ropas de dormir, sintió
el mismo deseo que Devlin. Sarah no era capaz de superar el hecho de que
Tima estaba durmiendo a dos metros de distancia.

—Vamos a hacer demasiado ruido, Dev.

—Puedo ser muy silenciosa, Sachu-kash.

—No estoy segura de que pueda.

Devlin se rió en respuesta.

—Sarah, confía en mí. A Tima no le importa. Todos vivimos muy cerca en una
Chuka. He escuchado a mis padres por la noche mientras he ido creciendo.
Nos amarnos los unos a los otros y expresar el amor es parte de la vida. Es
natural y no algo de lo que avergonzarse.

Sarah hizo una mueca de desagrado.

—Lo inteto, Dev, realmente lo estoy haciendo —susurró.

Devlin escuchó la voz entrecortada y se dio cuenta de que Sarah había


llegado a su límite de nuevas experiencias para un día.

—Está bien, Sa —Envolvió sus brazos alrededor del cuerpo a su lado y disfrutó
de la forma en que la cabeza rubia encontraba fácilmente ese lugar perfecto
en el hombro—. Abrazarte toda la noche, también está en mi lista.

A la mañana siguiente, Sarah se despertó antes del amanecer, pero no vio a


Tima en su Topa. Tima ya se había levantado y guardado sus ropas de dormir.
Devlin roncaba suavemente y Sarah sonrió ante lo cómoda que se veía allí
tendida. Era como si un cambio hubiera tenido lugar dentro de Devlin. Sarah
sabía que era parte de la nueva felicidad de Devlin con su relación, pero una
gran parte se debía a estar en casa. Devlin le había confiado a Sarah que era
el único lugar en el que alguna vez se sintió cómoda.

Sarah dejó a Devlin dormir profundamente en las pieles. Se vistió y se dirigió al


arroyo para lavarse. En el momento en que estaba presentable, el sol se
asomó sobre las colinas del este. Sarah sabía que Tima estaría en la Chuka del
sanador. El silencio de la noche se había roto un par de veces cuando Tima se
levantó para ver cómo estaba su paciente.

La única otra interrupción fue el sueño de Sarah. Una mezcla confusa de los
acontecimientos, algunos reales, otros imaginarios, había interrumpido su
sueño. La única cosa que Sarah podía recordar al despertar fue que ella había

74
estado en el rancho y había fuego. Sacudió la cabeza y se preguntó por qué
sus sueños parecían tan vivos en el pueblo del clan.

Sarah apartó la solapa de piel de ciervo y entró. En el mismo instante que abrió
la boca para saludar a Tima, su mirada se posó en Keeho.

—Hola —lo saludó con sorpresa.

Lo que complació a Sarah fue el hecho de que el anciano estaba despierto.


Se tumbó de espaldas, obviamente enfermo con fiebre, pero había estado
hablando con Keeho. Keeho parecía estar escuchando, comprendiendo las
palabras.

El anciano hizo un gesto en dirección a Sarah y habló rápidamente a Keeho.


En el mejor de los casos, Keeho había tratado con cierta indiferencia a Sarah.
La expresión que Keeho le otorgó al anciano parecía enfadada, a
continuación, sorprendida, y, finalmente, de aceptación.

—Ven y siéntate a nuestro lado, pequeña Sakli —Keeho sorprendió a Sarah


con el saludo cordial. Como siempre, su voz era baja y controlada. Devlin
había dicho a Sarah que, en sus años con el clan, nunca había oído a Keeho
levantar la voz.

—No fue mi intención molestarte, perdóname, Alikchi —dijo Sarah.

Keeho sonrió interiormente ante ella. Estaba aprendiendo rápido, y estaba


orgulloso de ver que no sólo se había convertido en experta en el lenguaje
Chahta, sino que también tenía la gracia de aceptar sus formas como la suya
propia. Observó que usó su título para dirigirse a él. Tenía respeto por el clan y
lo que significaba, eso era evidente. Redhawk le había enseñado bien. Tal vez
no necesitaba que nadie le enseñara.

Sarah observó cómo Tima se escabullía de la Chuka, se fue sin hacer ruido, y
si Keeho lo notó, no dio ninguna señal.

—Binili —Keeho pidió a Sarah que se sentara.

—Achukma Hoke —Sarah dijo como lo hicieron todos los miembros del clan
cuando se les pedía que se unieran a una conversación o para sentarse en el
hogar de otro. Las palabras en Chahta significaban “es bueno”. Sarah había
aprendido de Devlin que era el equivalente a decir “Es un honor.”

Sarah se colocó junto al anciano, y frente a Keeho. No se había dado cuenta


antes de la palidez del anciano o la ingesta rasposa de su aliento. Levantó un
poco la cabeza. Se veía muy débil, pero Sarah sintió el conocimiento en los
ojos del anciano cuando giró la cabeza para mirarla.
75
—Su nombre es Taano —dijo Keeho—. Ven y siéntate con nosotros, Redhawk.

Sarah levantó la vista. Una sombra alta bloqueó la luz de la de apertura a la


Chuka. Devlin entró en la vivienda, seguida por su madre. Sarah se dio cuenta
donde había ido Tima. Mentalmente dio las gracias a la mujer por despertar a
Devlin.

Devlin se sentó a la derecha de Sarah. Cada mujer tomó inconscientemente


la mano de la otra. El gesto no pasó desapercibido para el anciano. Habló tan
rápidamente como su falta de aliento lo permitiera. Devlin fijó una mirada de
sorpresa en Sarah.

—Keeho habla su idioma. Su nombre es Taano —dijo Sarah.

La voz de Taano atrajo la atención de todos hacia él una vez más.

Keeho tradujo las palabras del hombre.

—Taano ha recorrido una gran distancia para traer un mensaje para nosotros.
Es una misión que ha tomado su vida. Él se ha sacrificado a petición de los
espíritus, que le dieron instrucciones para entregar su mensaje a nadie más
que a ustedes dos.

Sarah levantó la cabeza hacia Tima para confirmar la mala salud del anciano.
Sus miradas se cruzaron en la Chuka y Tima hizo un gesto casi imperceptible.

Sarah tomó la mano del anciano, y él sonrió débilmente. Tosió, luego habló.

—Él dice que lo honras —tradujo Keeho—. No tiene ninguna duda de que tú y
la guerrera oscura van a complacer a los espíritus en gran medida. Dice que
eres una madre digna de elogios.

Sarah dio al anciano una media sonrisa, buscando las caras a su alrededor.

—No entiendo. ¿Cómo sabe él que tengo hijos?

—Él no entiende. Él piensa que eres Alikchi —dijo Devlin.

—Quizás somos nosotros los que no entendemos —dijo Keeho.

Keeho intercambió miradas con Devlin. Devlin decidió que el silencio sería la
respuesta más apropiada, pero no podía evitar pensar en su declaración. ¿Él
vio más en Sarah que Devlin? Más importante aún, ¿Qué pensaría Sarah si
supiera las consecuencias de lo que podría esperarse de ella?

—Sarah, ¿recuerdas cuando te dije que el clan tenía en alta estima a las
mujeres? —preguntó Devlin.

76
—Sí —dijo Sarah—. Todo, el nombre de un miembro del clan, su hogar, viene
a través de su madre.

—Bueno, nunca he conocido a una desde que fui adoptada en el clan, pero
Madre es un término venerado. La madre de un clan es su curandera. Ella
ocupa el lugar más alto en el clan, incluso por encima de los ancianos o jefe
Miko.

Un ataque de tos sacudido el frágil cuerpo del anciano. Tima trajo un poco de
té tibio para que bebiera. Cuando habló en susurros roncos, Keeho inclinó la
cabeza para escuchar y traducir.

—¿De dónde viene y por qué cree él que Sarah es Alikchi? —preguntó Devlin—
. ¿Cómo nos conoce?

Keeho levantó una mano a Devlin. Se dirigió a Taano en un idioma que Devlin
estaba segura que había oído antes, pero no podía recordar de dónde.

La piel del anciano se veía gris, y cuando él hizo una pausa para recuperar el
aliento, Keeho tradujo.

—Él es un anciano Ancestral y viene de lejos, del sur. Se enseña que, en la


mañana de la creación, Hashtahli, el Padre Sol, abrió el montículo sagrado,
Nanih Waiya, y de la tierra creció Okla, las personas. Al salir de la tierra, se
tumbaron a sí mismos bajo la luz del sol a los lados de Nanih Waiya para
secarse. Los primeros que salieron fueron pobremente formados, algunos bajos
y achaparrados y otros demasiado delgados y hambriento. Cuando se
secaron, este grupo viajó lejos de Nanih Waiya. El segundo grupo que salió del
montículo sagrado estaban mejor formados, pero Hashtahli no había
perfeccionado su arte todavía. Estas personas, también, cuando estuvieron
secas, viajaron lejos de Nanih Waiya. El último grupo estaba perfectamente
formado, limpios de las extremidades, hermosa cara y bendecidos con fuerza
e inteligencia. Ellos optaron por residir en el área que rodea el montículo
sagrado y se convertirían en las personas llamadas Chahta. —Keeho hizo una
pausa, asegurándose de que aún tenía la atención de Sarah y Devlin—.
Algunos hablan de más tribus hechas por Hashtahli en el día de la creación.
Se dice que sólo los Antiguos saben dónde viven todas las tribus. Algunos dicen
que hay quienes viven ocultos al mundo que no han sido descubiertos por el
hombre blanco o el hombre rojo.

Devlin había aprendido todo esto cuando era una niña, pero ella sospechaba
que Keeho relató la historia para el beneficio de Sarah.

77
—Taano es el Alikchi de una de estas tribus familiares —Keeho comenzó de
nuevo—. Dice que el Achafa Chito, los Grandes Seres, le dieron una visión. La
hierba murió dos veces y aun así persistía la visión.

—Dos años —explicó Devlin a Sarah.

Taano tosió una vez más hasta Keeho tomó la taza de té de sus manos. Keeho
sostuvo a Taano acunándolo en sus brazos y entonó una canción que Sarah
encontró extrañamente tranquilizadora. La piel de Taano estaba tan
cenicienta que Sarah podía ver a través de ella el complejo de venas y
arterias. Observó que el flujo de sangre cada vez era más débil.

Los ojos de Taano se volvieron pesados y ya no podía levantar cabeza. Su


respiración era entrecortada. Susurró a Keeho, luego se volvió a mirar a Sarah
y Devlin por última vez. Sintiendo que había cumplido su tarea, tenía una
pequeña sonrisa en su cara cuando él respiró su último aliento.

En un momento de compasión, Sarah se acercó a Taano, pero Devlin mantuvo


su mano.

—No, Sarah —dijo Devlin—. A las mujeres no se nos permite tocar a los muertos.

—¿Qué ha dicho, Alikchi? ¿Cuál era su mensaje? —Sarah preguntó con


lágrimas en los ojos.

—El búfalo debe correr libremente. Dijo que una calamidad de grandes
proporciones se acerca y que sólo si los búfalos corrían libres la tierra podría
continuar. Taano creía que los espíritus lo condujeron a ti, que sólo Hasimbish
humma y Sakli tenían el poder para proteger nuestras vidas.

—¿El bufalo? Ya están libres —dijo Sarah—. ¿Qué significa eso?

—Los espíritus no siempre hablan en el mismo idioma que nosotros, pequeña


Sakli, — dijo Keeho—. Debo meditar y orar al Padre Sol para que me guie.
Puedes unirte a mí si lo deseas.

Devlin casi cayó en estado de shock. De repente, la muerte de Taano y la


tristeza que trajo habían desaparecido de su mente. Se dio cuenta que estaba
sentada allí con la boca abierta, pero la expresión de Sarah reflejaba lo
mismo. En realidad, el aspecto que Sarah tenía parecía ser una combinación
de sorpresa y miedo.

Según la información de Devlin, Keeho nunca había invitado a participar a


Tima en la meditación y la oración con él. Si hubiera habido otro hombre santo
en el clan, Keeho se habría fortalecido a sí mismo con la ayuda de otro
hombre. La mayoría de los hombres curanderos nunca se lo permitieron a las
78
mujeres en su círculo. Las mujeres eran demasiado poderosas, especialmente
las mujeres que experimentaban su ciclo de la luna.

—Yo... Sería un honor —Sarah tartamudeó.

—Después del entierro de Taano, enviaremos el humo —dijo Keeho.

Tima indicó que las tres mujeres debían dejar a Keeho para preparar el cuerpo.
Tan pronto como salieron de la Chuka, Sarah y Devlin bombardeados a Tima
con preguntas con respecto al comportamiento de Keeho.

—Vengan conmigo —Tima detuvo las mujeres de hablar tanto al mismo


tiempo.

Tima llevó a las mujeres a su Chuka.

—Binili —Ella indicó que se sentaran.

Se sentaron en un círculo alrededor del fuego. Tima se movía por la Chuka y


preparó un té. Devlin tomó nota de que no era una bebida cotidiana, sino
más bien un, té ceremonial. Tima entregó a cada mujer un recipiente poco
profundo con una generosa cantidad de té. Tima entonces desenvolvió un
paquete de ante para revelar una pequeña pipa. Devlin nunca se había
sentado en el consejo de una mujer, pero ella reconoció esto como uno.

—Tu Sarah, ¿entiende el camino de las mujeres en el clan? —preguntó Tima a


Devlin.

Devlin entendió que esta era la manera en que su madre le pedía a Devlin
que le explicara.

—Los Chahta son una sociedad matriarcal —dijo Devlin a Sarah—. De lo que
la mayoría de la gente de fuera del clan nunca se da cuenta es de que las
mujeres del clan toman la mayoría de las decisiones, sentadas alrededor de
un consejo como en el que estamos ahora. Las mujeres son las dadoras de
vida y son los miembros más poderosos del clan. Ellas deciden cuáles serán las
reglas, pero es el Miko quien anuncia las decisiones, por lo tanto, de ahí la idea
de los de afuera que los hombres gobiernan los clanes Chahta.

Devlin y Sarah vieron como Tima colocaba el tabaco en una pipa corta y
delgada, con un suave recipiente de piedra arenisca. Ella encendió el tabaco
sagrado, y su olor dulce llenó la Chuka, anillos de humo flotaron hacia arriba.
Tima ofreció una oración silenciosa a las cuatro direcciones, de la Madre
Tierra, y finalmente hasta Hashtahli.

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—La pipa tiene un gran poder —dijo Tima mientras daba una calada a la pipa
y expulsaba el humo al aire. Le pasó la pipa a su hija y Devlin fumó de ella.

Devlin se la pasó a Sarah.

—¿Has hecho esto antes?

—Mattie y yo solíamos dar un par de caladas a la pipa de maíz de mi padre.


¿Es lo mismo?

—Sí. —Devlin rió en silencio como respuesta.

Sarah tomó su turno, y luego devolvió la pipa a Tima, que fumó de ella una vez
más, extendiendo la palma de la mano como instando al humo hacia arriba.

—El Ashuka hakchuma está hecho de dos partes separadas. Está el cuenco, y
está el mango. Separados no son más que partes. Juntos, se unen para
proporcionarnos a nosotros una manera para comunicarnos con los espíritus.
Juntos, son una entidad espiritual —Tima fumó de la pipa por última vez—. El
tabaco es sagrado para los Chahta. El hombre blanco ofrece el tabaco sin
conocer el significado especial que tiene para nosotros. Han enseñado al
hombre rojo cómo hacer mal uso del tabaco, corrompiendo el regalo de la
Madre Tierra. Corresponde a la madre del clan preservar el camino.

Sarah de repente sintió algo más que tres mujeres sentadas en una Chuka
fumando. Había un vínculo allí, algo natural a la vez tácito entre ellas. No tenía
nada y todo que ver con la sangre. No era la sangre de los familiares, pero la
sangre sagrada y poderosa de las mujeres. Sarah no tenía idea de que, en ese
momento, Devlin estaba sintiendo lo mismo.

—Los espíritus están llamándolas a las dos. ¿Lo sienten? —preguntó Tima. Sin
saber por qué, Sarah y Devlin asintieron. Podían sentir algo, lo habían sentido
desde la noche en que conocieron a Taano. Era como si algo tirara de ellas—
. —Sakli, es el momento de que vengas a tu poder.

—Pero pensé que habías dicho que no había ninguna prisa, que solo dejara
que llegara —La voz de Sarah subió de tono.

—Ha llegado el momento. Siento que los vientos han cambiado ya. Ahora hay
una urgencia y puedo sentirlo en mi interior.

Devlin había seguido en silencio este intercambio, pero ahora estaba al borde
de la confusión. De alguna manera, Taano había seguido su visión, y ya que
era un Ancestral, Devlin creía en su poder espiritual. Los espíritus estaban
llamándola a ella y Sarah. Tal vez era una prueba, o podría ser que ella y Sarah
eran las más adecuadas para el trabajo. Lo que no había sido capaz de
80
comprender era por qué Keeho había estado dispuesto a aceptar a Sarah en
sus dominios particulares. Ahora, cuando Tima volvió a hablar del poder de
Sarah, Devlin cayó en la cuenta. ¿Lo supo Taano todo el tiempo? ¿Sarah es
más de lo que parece?

—¿Ellos quieren que te conviertas en Alikchi? —Devlin se volvió hacia Sarah y


le preguntó en un susurro sorprendido.

—Tampoco lo entiendo, Dev —Sarah se sacudió el flequillo de la frente en su


gesto habitual de impaciencia—. Nali dice que tengo autoridad y que tiene
algo que ver con mis sueños.

—¿Sueñas? —preguntó Devlin—. Ellos…

—¿Se hacen realidad? Sí, fragmentos de ellos.

—Nali —Devlin se volvió hacia su madre—, ¿es por esto que Keeho desea a
Sarah para comunicarse con los espíritus junto con él? ¿Él ve su destino, lo
sabe?

—Ambos hemos visto su destino, pero depende de Sakli elegir si va a seguir


este camino.

—Pero ella no es Chahta.

—Sería tan arrogante por nuestra parte pensar que la madre del clan debe
ser uno de nosotros, como lo sería para el hombre blanco pensar que él es el
legítimo heredero de la tierra bajo nuestros pies —dijo Tima—. Ella puede
convertirse al clan.”

—¿Y si ella no quiere? —Devlin podía oír el tono ascendente de su voz.

—Ella ya dijo que sí.

—¡Para que nos casemos, no para convertirse en una curandera!

—Odio interrumpir esta conversación entre madre e hija, pero te das cuenta
que aún estoy aquí, ¿verdad? —La voz de Sarah aumentó el volumen para
hacer notar su presencia.

—Lo siento, Sa, pero quiero estar segura de que no te convenzan de algo para
lo que no estás preparada. —Devlin tomó la mano de Sarah—. Lo que están
pidiendo de ti…

—No es algo que nunca haría sin consultar primero contigo, Devlin —Sarah dijo
con firmeza—. Además, Nali —Sarah se volvió a Tima— No puedo creer que

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sea la única que tiene un sueño ocasional que se haga de vez en cuando
realidad. Seguramente, debe haber alguien más... bueno, más cualificado.

—Ni siquiera has visto ninguna prueba, Nali. ¿Cómo puedes estar tan segura
de que Sarah es la indicada? —preguntó Devlin.

—Ella conoce el camino. Ella pasó la prueba —dijo Tima en su habitual forma
despreocupada.

—¿Hiciste una prueba? —Devlin miró a Sarah con sorpresa.

—No, lo juro —dijo Sarah.

En ese momento, ambas mujeres estaban mirando a Tima. Ella suspiró


profundamente, inclinó la cabeza y se quedó mirando sus manos. Estiró sus
dedos, frotando la rigidez de las articulaciones. Sarah y Devlin intercambiaron
miradas indiscretas sobre el silencio de Tima, pero esperaron pacientemente
para que le explicara. El silencio persistió durante unos momentos más.

—Sakli me ayudó a preparar la medicina de Taano ayer. Di instrucciones y lo


hizo.

—Sarah, ¿has hecho la medicina? —preguntó Devlin.

—Bueno, sí, pero Tima me dijo qué... ¡Oh, Dios mío! —exclamó Sarah—. Yo lo
maté, ¿verdad?

—No, Sa, no —Devlin intentó mantener una cara seria en esta grave situación,
pero teniendo en cuenta la expresión de Sarah, era difícil.

—No hiciste tal cosa —dijo Tima.

—Relájate, Sachu-kash. Me sorprendió es todo. Tima por lo general no permite


que nadie la ayude cuando cura —Devlin arqueó una ceja a su madre, que
se encontró con ella con una mirada igual de intimidante—. Sarah, dime lo
que hiciste, exactamente como lo recuerdes, cada paso.

Sarah consideró el motivo de la pregunta de Devlin, pero trató de recordar lo


mejor que pudo.

—¿Que raíz usaste? —preguntó Devlin.

—Nali la llamó Chuchupate. Siempre la llamé raíz OSHA, al menos se veía y olía
igual. Algo así como el apio muy fuerte.

—¿Cómo supiste?

—Yo... bueno... supongo que sólo lo sabía.


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—Y cuando colocaste la bolsa medicinal y el cuenco junto a Tima, ¿dónde los
dejaste?

Sara arrugó los ojos cerrándolos por un momento en un intento de revivir el


momento en su mente.

—Puse la bolsa de la medicina en el tapete justo al lado de Tima. Puse el


cuenco junto a él. Oh, sí, recuerdo que puse el cuenco sobre la parte plana
de la cola del castor.

—¿Por qué allí?

—Parecía tener sentido, supongo. No estoy del todo segura de por qué lo hice
de esa manera. Supongo que pensé que, si lo hacía mal, Tima diría algo.

Devlin apretó la mano de Sarah antes de dar a Tima otra mirada de soslayo.

—Debiste haberle dicho lo que estaba haciendo, Nali, eso no fue justo. Sarah,
esa era la prueba de Tima. Se la hace a todas las mujeres que ella piensa
podrían tener el don de la curación.

—Tasa, no habría sido una prueba adecuada si lo hubiera sabido. Debes


recordarlo. Hiciste la misma prueba —dijo Tima.

Devlin dio a su madre una media sonrisa, en parte, por escuchar su nombre
de pequeña, que Tima rara vez utilizaba, y en parte por recordar la prueba. Al
oír su antiguo nombre se suavizó la molestia creciente de Devlin. Era una
versión abreviada de la palabra tashka, que significa “guerrero”. Tima sabía
desde el momento que conoció a Devlin de niña que era un guerrero.

—¿Dev? —Sarah llamó la atención de Devlin—. ¿Eres una curandera?

—Me hicieron la prueba y fallé —dijo Devlin—. No sabía diferenciar una raíz de
otra. No sabía dónde colocar la bolsa medicinal o el hecho de que la cola de
un castor es sagrada y un lugar excelente para mezclar las hierbas curativas.
No sabía nada de eso, por lo que Tima me detuvo y me dijo que saliera de la
Chuka. Si alguien no familiarizado con los espíritus de curación mezcla el ikhish,
o la medicina, creemos que los espíritus se enfadaran y tomaran la vida del
paciente para evidenciar al falso médico.

—Oh, Dev —Sarah se llevó la mano a la boca—, pero eso es lo que pasó.
Taano murió.

—No, pequeña Sakli —dijo Tima en voz baja—. Oyó a los espíritus llamándolo,
pero tus medicinas le permitieron terminar su viaje. Tu don de curación lo

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mantuvo el tiempo suficiente para que Keeho pudiera hablar con él. Sin ti,
habría ido a la tierra sagrada con su tarea sin terminar.

—Déjame ver si lo entiendo entonces —comenzó a decir Sarah—. ¿Quieres


que vaya a través de los rituales para convertirme en Chahta, luego entrenar
para convertirme en una curandera, todo para entender el mensaje de
Taano?

—No, es más que eso —dijo Tima—. El mensaje es sólo una pequeña pieza. A
cambio de los conocimientos que te impartan los espíritus, te convertirás en la
madre sagrada para el clan. Es un gran honor, así como una responsabilidad.

Sarah se llevó los dedos a la cabeza y se frotó las sienes. Se levantó y se paseó
por la Chuka espaciosa.

—No puedo hacer esto. Soy una ganadera. Yo trato con lo que puedo sentir
y tocar, no con lo que no puedo ver. Es demasiado. No puedo, yo sólo
puedo…

—Está bien, Sachu-kash, no tienes que hacer nada. Además, esto no es algo
que se pueda hacer en este momento de todos modos. Estoy segura que
quieren decir cuando tengas más edad.

—¿Qué quieres decir? Tima y Keeho dicen que lo ven como mi destino —Sarah
dejó de caminar.

—Eres demasiado joven, Sarah —dijo Devlin—. Una mujer no puede iniciar su
formación en la medicina hasta que deje de tener su ciclo. Mientras se
desangra, se considera demasiado poderosa. ¿Cómo puedes ver? Tima y
Keeho deben estar viendo algo en tu futuro.

Sarah miró a Devlin, y las lágrimas llenaron sus ojos. Sarah miró a Tima y
encontró una expresión de compasión en su cara. Fue esa mirada de
entendimiento lo que causó que las últimas reservas de Sarah se
desmoronaran. De repente, dio la vuelta y salió corriendo de la Chuka.

—¡Sarah! —Devlin la llamó. Después Devlin se sentó dónde estaba,


sorprendida por la emotiva salida de Sarah—. ¿Qué dije?

—Deberías ir con ella, Tasa. Ella necesitará palabras dulces de tu parte.

—Pero que…

—Ve con ella ahora —dijo con firmeza Tima.

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Tima observó a Devlin abandonar la Chuka, con una expresión confusa. Tima
sacudió la cabeza. Ella esperaba que Sakli se abriera a Redhawk. Sería mal
fahpo comenzar su vida con secretos.

85
Parte 8

—¿Sarah? ¡Sarah, espera! —Devlin llamó. Sarah se detuvo, pero no se dio


vuelta. En el momento en que Devlin se encontró con ella, Sarah había
conseguido controlar sus emociones, pero no las lágrimas—. Sachu-kash, ¿qué
es? ¿Es algo que hice, algo que dije? Fuera lo que fuese, lo siento. Puedo
arreglarlo si me das una oportunidad.

Sarah se fijó en la expresión de Devlin, que era a partes iguales de


remordimiento y dolor. Parecía fuera de lugar para Devlin estar de pie allí,
mirando de modo contrito. Poco tiempo antes, Sarah sabía que esta mujer
estaba enojada y llena de fuego. Ahora el comportamiento sumiso de Devlin
tocó el corazón de Sarah. No pudo contener la risa inocente que amenazaba
con salir.

—Eres muy linda cuando no estás segura de qué es lo que has hecho —dijo
Sarah a través de las lágrimas.

Devlin sonrió y tiró de Sarah en sus brazos. Sarah envolvió sus brazos alrededor
de la cintura delgada de Devlin y enterró su cabeza contra su pecho. Devlin
besó la parte superior de su cabeza.

—Sabes que me tienes por completo, ¿verdad?

Sarah levantó la cabeza y las lágrimas brillaron en sus mejillas.

—Es la mejor inversión que he hecho —susurró.

Devlin enjugó las lágrimas de Sarah y la besó en la frente.

—Sa, habla conmigo. Dime lo que te hizo huir de esa manera.

Sarah asintió y caminaron de la mano a través del pueblo, en dirección a la


pradera abierta. Encontraron un lugar debajo de un árbol de nogal.

Devlin se echó hacia atrás, estirando su largo cuerpo en el suelo. Ella se levantó
apoyándose en un codo y puso una mano en la espalda de Sarah.

—¿Que te hizo huir allá, Sa?

86
Los vientos de invierno se arremolinaron en torno a las mujeres y Sarah apretó
la manta de piel de conejo con fuerza alrededor de sus hombros.

—El miedo, supongo. Eso y el hecho de que no quiero que nunca te


decepciones de mí.

—Deberías saber que no creo que puedas hacer, nunca, alguna cosa que me
decepcione. ¿A que le tienes miedo, Sachu-Kash?

—A lo que Tima y Keeho saben de mí. Todos ustedes dependen tanto de estos
espíritus, lo que no se puede ver. Me asusta.

—Es por eso que estaba tan preocupada de que te convirtieras al clan. Es
difícil. Muy difícil de cambiar tu sistema de creencias a mitad de tu vida.

—Es difícil creer en cosas que no puedo ver, pensar que tengo regalos que me
hacen especial. Esto —Sarah levanto un trozo de tierra— con esto sé cómo
lidiar. Puedo ararla, plantarla, y usarla como alimento. Puedo darle forma a lo
que yo quiera.

—Sé exactamente a que te refieres. Para mí, esto era en lo que creía —Devlin
puso una mano en la pistola en su cadera—. Esto es lo que era real para mí.
Era extraño pensar que no importara lo que hiciera, había poderes que tenían
el control de mi vida. Creo que esa fue la parte más difícil de todo, el darme
cuenta que no estaba en completo control de mi vida.

—¿Cómo lo superaste?

—Acepté el hecho de que hay un mundo sólido y un mundo de los espíritus y


que es posible vivir dentro de ambos. Finalmente, llegué a creer que no estaba
a cargo de mi propio destino y que no había nada de malo en tomar la ayuda
que los espíritus me ofrecían. A veces, Sachu-kash, no hay nada malo en
depender de alguien más.

Sarah arrojó el trozo de tierra lejos de ella. Se dio cuenta de la verdad en las
palabras de Devlin. Eran las experiencias de Devlin, pero podrían aplicarse a
Sarah. Temía a pocas cosas en la vida, pero dependiendo de lo que estaba
en lo alto de esa lista. Se acordó de la expresión en el rostro de Tima justo antes
de que Sarah huyera de la Chuka. Lo que más asustaba a Sarah era lo que
Tima sabía. Podía decirlo por la mirada en los ojos de Tima.

—No creo que fuera una visión del futuro, Devlin, lo que Tima y Keeho vieron.
Creo que lo que vieron en mí está aquí, en este momento.

—Pero…

87
—No puedo tener más hijos —dijo Sarah mientras las lágrimas llenaron sus ojos
de nuevo—. No he tenido mi ciclo desde que Hannah nació.

Devlin acercó a Sarah de nuevo contra ella y la mantuvo allí.

—Lo siento, Sachu-kash. ¿Es esto lo que te pone tan triste?

—Sí. Una vez que explicaste que una mujer no inicia su formación hasta ese
momento, sabía que Tima había visto mi futuro. Además, significa que no
habrá más niños para nosotras dos.

—Bueno, creo que al menos una de nosotras carece de los medios para que
esto suceda de todos modos —Devlin sonrió y besó la parte posterior del cuello
de Sarah.

—Ya lo sé, tonta. He oído, quiero decir que sé que, en algunas culturas, si un
hombre no puede engendrar un hijo, su esposa se acuesta con alguien que
conozca, un amigo de confianza... —Sarah se apagó, completamente
avergonzada.

—¿Te gustaría estar con otra persona? —La voz de Devlin se elevó en el campo
ante la sorprendente admisión, a pesar de que Devlin intentó ocultar los celos
que sintió al instante.

—¡No! —Las dos mujeres se rieron por la fuerza de la exclamación de Sarah—.


Quiero decir, bueno, pensé que tú…

—Sa, amo los niños que tenemos ahora. No podría estar más feliz o sentirme
más completa si fueran realmente una parte física de mí. Tenemos lo que
tenemos, y francamente, esto es más de lo que creía que los espíritus me
darían. No necesitamos un niño de nuestra sangre para unirnos entre sí.
Nuestros corazones no podrían estar más cerca.

—¿Es cierto que los Chahta creen que una vez que estás casado por el clan,
sus corazones permanecen juntos para siempre, en este mundo y el siguiente?

—Sí, es verdad.

—Te amo y quiero ser parte de tu mundo. No sé si voy a pasar sus pruebas,
pero yo quiero hacerlo. Quiero pertenecer al clan Thunderbird. Quiero ser tu
mujer, a pesar de que no me lo has pedido todavía —Sarah volvió la cabeza
y sonrió a Devlin.

—El máximo honor que un amante puede otorgar a una mujer Chahta es
respetarla con una oferta de amor y matrimonio. Cuando te conviertas en

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Chahta, te pediré que nos casemos en la forma tradicional del clan. Puedes
apostar —Devlin dio un beso suave en los labios de Sarah.

—Vamos —Sarah inesperadamente se puso de pie y extendió las manos—.


Vamos a decirle a Tima.

Devlin se rió ante el entusiasmo de Sarah. Devlin sabía que una vez que Sarah
ponía su mente en algo, no habría forma de detenerla. Se levantó y siguió
obedientemente a su amante de vuelta al pueblo para encontrar a Tima.

Tima sonrió cuando dio el permiso para que las dos mujeres entraran en su
Chuka. Podía decir por la actitud de Sarah que ya no llevaba su carga sola.

—Nali, espero que perdones mi pobre comportamiento de antes. No puedo


ofrecer ninguna justificación o explicación. Las creencias Chahta son tan
diferentes de los caminos de mi pueblo que me asusté ante la idea de no tener
control sobre mi propia vida. Nunca he sido el tipo de mujer que ha vivido su
vida con miedo, y no tengo la intención de empezar ahora. No estoy segura
de que vaya a pasar sus pruebas, reconozco que mis temores toman lo mejor
de mí a veces, y estoy esperando para matar a la primera persona que sea lo
suficientemente loca como para dejar que la sane, pero si sientes que tengo
lo que se necesita, lo intentaré.

La sonrisa de Tima se hizo más grande y ella asintió.

—Si sintieras de manera diferente, no tendrías el don.

—Tengo que admitir otra cosa —Sarah miró a Devlin—. Estaba asustada por la
sensación de que sabías que ya no tenía mi ciclo mensual.

—Sarah... —Tima rara vez utilizaba su nombre de nacimiento, pero sentía que,
en este caso, tenía que oírlo—. ... se te olvida que yo ayudé a sanarte hace
poco tiempo. Una mujer sanadora no sólo se fija en el cuerpo de su paciente,
sino también en su alma. Vi en tu chukash donde tienes todos tus secretos. Un
paciente no puede ocultar nada a los ojos de su curador. —Tima se detuvo y
observó a Devlin, que sólo tenía ojos para la hermosa mujer a su lado.

—Un sanador puede ver dentro de una persona, me gustaría explicarles algo
a los dos. Si deseas convertirte en Chahta, Sakli, entonces deben hacerme
una promesa ambas.

—Siéntense —dijo Tima. Una vez que Devlin y Sarah se sentaron, Tima
continuó—. Tasa, sabes que tu abuelo no tiene hijos, y tú eres la guerrera de
su corazón.

—Omi —dijo Devlin.


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—Algún día él te pedirá que te conviertas en Miko para nuestra familia. El clan
te respeta en el corazón, así como en la fuerza. Veo a los hombres votando
para hacerte el jefe Miko algún día. Si aceptas la posición, se sabe que habrá
cosas que no pueden ser discutidas fuera del Consejo de los ancianos, incluso
con tu pareja.

—Sí, Nali, lo entiendo —dijo Devlin.

—Sakli, será lo mismo contigo. Si pasas los caminos de la curandera, aceptarás


la posición de la madre del clan. Habrá visiones dadas a ti que tendrás que
soportar sola. Los espíritus puede que te ordenen no hablar a nadie sobre estas
visiones —Tima miraba de Devlin a Sarah—. Puede que obtengas
conocimiento de los secretos de los que sanes. ¿Podrán cada una de ustedes
hacer esto? ¿Pueden prometer obedecer las formas del clan si se presentan
estas situaciones?

—Eso va a ser difícil, al no ser capaz de compartirlo con Dev —Sarah admitió.

—Estoy de acuerdo —Devlin miró por el rabillo del ojo y su expresión seria
desapareció. Una pequeña sonrisa se formó—. Apuesto a que me lo dirás
antes que yo.

—Apuesto a que no —dijo Sarah rápidamente.

Las dos mujeres se rieron y se dieron la mano. En ese instante, la atmósfera


dentro del Chuka cambió. Tima lo notó a pesar de que las mujeres no lo
hicieron.

—Niñas —Tima negó con la cabeza, uniéndose a las risas—. Ve, deja mi Chuka
y haz algo útil. Tengo dos hijas fuertes en mi iksita, sin embargo, no tengo la
carne para una comida y mis jarras de agua están vacías.

El sonido de su risa viajó a través del pueblo, y parecía que el día era más claro
para el clan Thunderbird.

Sarah se liberó de su sueño. Se sentó y Devlin gimió suavemente en sueños


cuando sintió la pérdida del cuerpo cálido de Sarah. Cuando los ojos de Sarah
se ajustaron a la tenue luz de la Chuka, se deslizó de la topa que compartía
con Devlin y alimentó con pequeños trozos de leña el fuego situado en el
centro. Su mirada se encontró con Tima, cuando la mujer mayor la miraba
desde el otro lado de la Chuka.

—Tus sueños te despertaron —susurró Tima.

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Sarah asintió, preguntándose por qué siempre sentía como si Tima pudiera leer
su mente. Se suponía que tenía más que ver con la forma en que Tima
expresaba sus declaraciones que cualquier capacidad de leer la mente.

—He tenido sueños en los últimos tres días —continuó Tima—. ¿Sueñas con
fuego?

—Sí —dijo Sarah—. ¿Lo viste, también?

Tima asintió y sus ojos tenían una expresión lejana.

—Me gustaría saber el significado. Sólo siento que es de gran importancia, que
nuestra propia existencia podría depender del resultado. Me falta la
capacidad para entender mis sueños por completo. Los espíritus no han
estado dispuestos a revelarme la verdad a mí.

—Está llegando el invierno, por lo que no podría ser incendios de pastizales. Ha


sido un otoño seco, pero las nieves de este invierno y las lluvias de primavera
deberían poner remedio a eso. Déjame preguntarte algo, Nali —Sarah susurró
con el fin de no despertar a Devlin— ¿si completo con éxito la formación para
convertirme en curandera, sabré el significado de mis sueños, entonces?

—Eso creo. Tienes que entender que no puedo recordar un momento en que
nuestro clan tuviera una curandera. Aprendí las formas de curación y
conocimiento que mi madre antes que yo, conocía. Así que ya ves, no puedo
decir lo que puedes esperar exactamente.

—Entonces, ¿cómo puedes entrenarme si no has realizado el entrenamiento


tu misma? —preguntó Sarah.

—Los espíritus me guiarán. Además, Keeho te enseñará también. Él sabe


muchas formas espirituales de las cuales no estoy al tanto. Creo que nuestros
métodos combinados serán suficientes para ponerte en tu camino. El viaje
real, sin embargo, dependerá de ti.

—¿Crees que la visión de Taano tiene que ver con nuestros sueños de fuego?

—Creo que se acercan demasiado para ser una coincidencia.

—Me gustaría que los espíritus no fueran tan crípticos con sus visiones —Sarah
resopló con exasperación.

Tima rió.

—Debes mostrar tanta paciencia con ellos como lo hacen contigo. Ha habido
muchas, muchas nieves desde que los espíritus caminaron en nuestra realidad.

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Tienden a olvidar que no tenemos los mismos conocimientos que ellos.
Cuando comiences la primera luna de tu entrenamiento, irás a una misión de
sanación. Durante este tiempo, cuando los espíritus decidan aceptarte o no,
recibirás la visita de una de las trece madres de los clanes. Estas serán tus guías
sagradas, y van a interceder en tu nombre con los poderes superiores. Si las
madres de los clanes no te visitan, será porque no has sido aceptada como
candidata digna para nuestro clan.

—Veo tantas escenas diferentes dentro de mi sueño —dijo Sara— y siento que,
si tuviera el poder para unirlas todas, contarían una historia.

—Si quieres, iremos ante Kontonalah y los ancianos por la mañana. Si


comprometes tu deseo de convertirte en Chahta, comenzará tu aceptación
en el clan. La aceptación es una sencilla ceremonia donde se aprende la
historia de nuestro pueblo. Una vez que se ha completado, es necesario que
te entregues a ti misma para ser entrenada en el camino de la curandera.
Cuando se lleven a cabo estos pasos, puedes unirte a Keeho y los ancianos
en la oración.

—Parece mucho sólo para ser incluida en sus oraciones —dijo Sarah
somnolienta.

—Sakli, ninguna mujer de nuestra tribu ha sido parte de la oración y la


meditación en el círculo de los ancianos. Nunca han permitido que una mujer
tome parte en el pabellón de la oración sagrada de esta manera. El poder de
las mujeres puede ser una cosa terrible para un hombre, pero nuestro clan está
confiando en la palabra de Keeho que va a utilizar su poder para el bien del
clan.

—Espero poder cumplir con sus expectativas sobre mí —Sarah susurró mientras
se deslizaba bajo el manto de pieles junto a Devlin.

—Lo harás —aseguró Tima.

El resto de la noche pasó rápidamente para las tres mujeres que compartían
la Chuka. Un frente frío había aparecido en la noche. Sarah se estremeció
ligeramente, ahora de pie fuera de la Chuka de Miko Kontonalah. Devlin entró
primero para cumplir con los trámites necesarios para defender el caso de
Sarah.

El proceso implicaba obtener la aprobación del jefe Miko, pero lo más


importante, la aprobación de los padres adoptivos de Sarah. Devlin había
explicado que antes de que un recién llegado pudiera convertirse en una
parte de la tribu, los espíritus tenían que hablar con un miembro existente, que

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tenía que aceptar el llamado de los espíritus como padre adoptivo del
iniciado. Si nadie dentro del clan se veía obligado a pasar al frente, los
ancianos denegarían la solicitud.

Devlin se asomó fuera de la Chuka que pertenecía a Kontonalah y le indicó a


Sarah que entrara. Ella dio a Sarah una sonrisa y la presentó formalmente a los
ancianos y a Miko Kontonalah, a pesar de que el clan ya la conocía. El Miko
dirigió a Sarah para sentarse ante el semicírculo de los hombres. Devlin se sentó
a su lado.

—Na hollo ohoyo —comenzó Kontonalah—. Aunque sabía que era Sarah, se
dirigió a ella como una mujer blanca. Sarah tenía un nombre de clan, pero era
muy inusual—. ¿Vienes al clan con una petición? —preguntó Kontonalah,
aunque ya sabía la respuesta.

Sarah estaba asustada más allá de la razón por estar en esta habitación llena
de los hombres más importantes del clan Thunderbird. Sin embargo, no quería
alejar sus miedos al observar a Devlin en busca de apoyo. Ella trató de
imaginar a los ancianos de los clanes como los hombres de la Asociación de
Ganaderos, los hombres con los que a menudo había tenido enfrentamientos.
Ese pensamiento le devolvió un poco de valor.

—Si, lo hago. Deseo ser Chahta. Espero aprender y quiero que mis hijos
conozcan el camino del clan —dijo Sarah, como Tima le había enseñado.

—Sakli —Kontonalah ahora se dirigió a Sarah por su nombre de clan—,


escucha la historia de nuestro pueblo.

Sarah observó como el tío de Devlin, Kaylan, dio un paso adelante. El hermano
del padre adoptivo de Devlin, Kaylan había sido responsable en gran parte
de la formación de Devlin como un guerrero dentro del clan. Desenrolló
cuidadosamente una piel de ciervo. En el interior, en la piel lisa, alguien había
pintado muchos cuadros. Cuando habló Kaylan, Sarah se dio cuenta que la
piel era un libro de cuentos de todo tipo.

—Demasiadas nieves atrás para ser contadas fácilmente, no existían Atia


hatak isht, o los seres humanos, en este mundo. Hashtahli vivía solo con nuestros
hermanos los animales. No era ningún consuelo, ya que sólo querían jugar Toli
durante todo el día. Hashtahli preguntó a Hushi Ninak Aya, su esposa, la luna,
por qué ella era tan brillante durante la noche: —Ver a mis hijos, jugar y cazar
en el bosque por la noche. Me hace feliz—. Pensó Hashtahli sobre esto.
Entonces Hashtahli decidió que debía tener hijos, también. En primer lugar, se
construyó una gran montaña. Colocó la semilla de la idea del hombre en el
interior del montículo sagrado. Entonces Hashtahli se sentó a esperar el

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nacimiento de sus hijos. Los primeros en nacer fueron los Creeks. Cuando
salieron de la cueva, salieron del montículo sagrado y se pusieron sobre las
rocas calientes bajo el Padre Sol para secarse. Dormían por la noche, pero se
enfriaron cuando la luz de Hashtahli los dejó. Cuando Hashtahli vino otra vez,
dijeron entre sí: —Viajemos a la tierra donde el Padre Sol habita para no tener
frío—. Por lo tanto, viajaron al este. Entonces nacieron los Chalakki. Cuando
salieron al sol para secarse a sí mismos, se encontraron con que el bosque a su
alrededor se había convertido en cenizas. Se pusieron al lado de la montaña
sagrada, y cuando estaban secos finalmente, no pudieron localizar el rastro
de sus hermanos Creek. Caminaron alrededor del montículo. Finalmente,
alguien dijo: —Dejemos este lugar y encontremos un lugar para ser una
familia—. Viajaron al norte y allí encontraron la casa para su nación. Los Chiksa
surgieron de la montaña de al lado. Mientras yacían en el suelo caliente,
secándose a la luz de Hashtahli, vieron al Chalakki caminar hacia el norte.
Siguieron a su hermano Cherokee y se establecieron cerca de la nación
Cherokee. El Chahta llegó último desde el montículo sagrado. Los Chahta
caminaron alrededor de su madre, la montaña sagrada, y finalmente se
subieron sobre las rocas a secarse bajo Hashtahli. Cuando los Chahta estaban
secos, se reunieron juntos en un círculo, cada hombre tenía una voz. Cuando
cada hombre tenía su decir, formaron una tribu, a continuación, se separaron
en pequeños clanes, trece en total. Ellos decidieron no dejar a su madre sola.
Se quedarían a la vista de la montaña desde donde ellos podían verla y su
poder les protegería siempre. Esta es la historia de nuestro pueblo, tal como
me lo contó mi moshi y cómo se lo diré a saibaiyi.

Kaylan terminó el cuento y Sarah tuvo que sacudir la cabeza para regresar al
presente. El narrador había sumergido a Sarah tan a fondo en su historia que
creía que acababa de presenciar el nacimiento del hombre como el
Choctaw lo vio.

El silencio en la Chuka persistió durante largos momentos y los nervios de Sarah,


en combinación con el calor del fuego, causaron que una gota solitaria de
sudor corriera por el lado de su cara. Nadie se movió ni hizo un sonido, ya que
esperaban pacientemente para ver si los espíritus habían concedido el deseo
de Sarah.

Una vez más, Sarah no se atrevió a mirar a Devlin mientras esperaba para ver
quién dentro del clan había recibido la llamada para adoptarla en su familia.
Se preocupó al principio puesto que aún no había llegado a conocer a
muchos a nivel personal. Ahora bien, cuando el incómodo silencio persistía, su
corazón cayó al darse cuenta de que nadie vendría.

94
A pesar de que Sarah estaba de espalda a la entrada, vio un haz de luz
exterior iluminar la Chuka, y sintió una corriente fría que barrió a través de la
morada. Sarah había pensado que era la única que estaba nerviosa, pero el
suspiro de alivio de Devlin le dijo que no estaba sola en sus sentimientos.

Por último, Sarah se permitió mirar hacia Devlin. Ella se había vuelto a mirar
hacia atrás para ver quién era el misterioso padre, y ella no ocultó la expresión
de asombro en su rostro. Sarah se estremeció al pensar que pudo causar esa
reacción. De repente, sintió el peso de una mano en el hombro. Cuando volvió
la cabeza, estaba segura que su expresión no era distinta a la de Devlin.

—He recibido la llamada.

La voz de Keeho sonó alto y claro a través de la Chuka. Si Devlin y Sarah se


sorprendieron de que el curandero, muchas veces cascarrabias, se presentara
como el padre Chahta de Sarah, los ancianos estaban igual de sorprendidos.

Un hombre de aspecto fuerte saltó de la posición en que estaba sentado.


Sarah lo reconoció como Nitushiabi, o Young Bear. Era el más joven Miko en el
círculo. Su expresión reflejaba enojo y señaló con el dedo a Keeho.

—No voy a decir que no le creo, Alikchi, pero ¿estás seguro de que los espíritus
te hablaron en una visión?

—¿Cuestionas la visión de un hombre santo? —preguntó Kontonalah.

—Yo no acuso, sólo pregunto. Keeho ¿es cierto que sentiste el llamado o es
simplemente un deseo de hacer más fuerte tu clan?

Devlin escuchó el sorprendente intercambio. Nunca había esperado que


Keeho se convirtiera en el padre Chahta de Sarah, pero nunca anticipó que
habría indignación o debate sobre ello. Sus puños se abrían y cerraban
mientras trataba de contener su ira en contra de Nitushiabi.

Young Bear estaba en el clan cazador de su pueblo. El clan incluyó a todos


dentro de esta tribu Chahta. La familia de Young Bear siempre fueron buenos
cazadores. Debido a esto, ellos eran un clan fuerte y tenían mucho que decir
sobre los métodos en que los ancianos dirigían el pueblo.

Keeho provenía de un clan de sanadores y curanderos. También eran muy


poderosos dentro de la estructura del clan. Devlin entendía el motivo de
Nitushiabi para hablar. El chisme se había extendido, obviamente, por el
posible regalo de Sarah como curandera. Devlin estaba segura de que
Nitushiabi temía que Keeho quien era un poderoso chamán, al adoptar a
Sarah y llevarla a su iksita cambiaría el equilibrio de poder en el clan de Keeho.

95
Devlin sabía que Keeho era un hombre de pocas palabras, y este momento
no era una excepción. Keeho resopló ante los comentarios de Nitushiabi.

—¿Me acusas? —preguntó con impaciencia.

Young Bear se encontró de pie solo. Si provocaba más problemas, sus palabras
serian entendidas como una acusación. Ante los ojos de los otros ancianos, un
hombre santo Chahta no era una persona para ofender. Nitushiabi podría
encontrarse a sí mismo sin aliados o sin honor después de la confrontación.
Sopesó sus opciones y eligió tomar su asiento.

Los ancianos inclinaron sus cabezas juntas brevemente, susurrando entre sí.
Finalmente, fue Kontonalah, como el principal portavoz, quien miró a Sarah y
dijo:

—Achukma Hoke.

Sarah levantó la vista. Devlin ya estaba de pie. Ella le indicó a Sarah que saliera
de la Chuka.

—Yakoke —Sarah ofreció a toda prisa a los ancianos.

Una vez fuera, Sarah se volvió hacia Devlin.

—¿Qué fue eso?

Devlin sonrió.

—Te dije que no tenías que preocuparte, ¿verdad? Además, las pruebas de
tu convicción para convertirte en Chahta serán las difíciles, no esta parte.

—¿Keeho? Todo este tiempo pensé que no me soportaba.

—Creo que no está acostumbrado a estar rodeado de mujeres, junto con el


hecho de que a la mayoría de los hombres curanderos no les gusta el poder
natural que poseen las mujeres.

—Aun así... supongo que esperaba que fuera un poco más que eso.

—Lo será —dijo Devlin ominosamente.

96
Parte 9

A
la mañana siguiente cayó la primera helada de la temporada. Sarah
se estremeció, a pesar de la manta de pelo de caballo y los brazos de
Devlin envueltos alrededor de ella. Sarah llevaba una piel de ciervo,
mientras se preparaba para entrar en el pabellón de oración. Keeho y los otros
ancianos habían ido antes, vestidos sólo con sus taparrabos. El calor sería
intenso y la falta de ropa era necesaria, aunque Sara todavía se sentía
desnuda, con sólo la piel envuelta en ella.

—Envié a Talako hasta el rancho con un mensaje para Hank —Devlin susurró a
Sarah—. Sólo para que Mattie y los niños sepan dónde estamos y que estamos
bien.

Talako, Grey Eagle, era amigo de la infancia de Devlin y estaba feliz por la
oportunidad de hacer un poco de comercio. Devlin no estaba segura de por
qué mencionó esto ahora. Tal vez fue por decir algo. Devlin se sentía débil e
insuficiente en ese momento. No estaba familiarizada con las costumbres de
los hombres y mujeres curanderos y podía ofrecer muy poca protección a
Sarah.

Sarah había pasado la noche anterior, y la mayor parte del tiempo que
debería haber estado durmiendo, escuchando y aprendiendo de Tima. Tima
le enseñó a Sarah lo que sabía de la casa de oración y el ritual de sudoración,
pero admitió que sólo había experimentado la ceremonia con las mujeres. Los
hombres Chahta creían que el poder natural de la mujer se hacía demasiado
intenso durante el ritual de sudoración cuando los hombres y las mujeres
compartían el mismo espacio. Incluso las mujeres del clan se negaron a
permitir que una mujer que estuviera menstruando se uniera a ellas por temor
a su poder en ese momento de la luna. Keeho había prometido que iba a
enseñar a Sarah, así como dejaría que participara de la ceremonia.

—En cierto modo, estoy un poco celosa de ti —Devlin susurró en el oído de


Sarah—. Siempre he querido ver lo que hacen allí.

—Está bien —dijo Sarah nerviosa—, entras tú ahí y yo me voy a casa.

Devlin apretó a Sarah con más fuerza.

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—Vas a estar bien, Sachu-kash. Keeho no va a dejar que te pase nada—.
Sarah se dio cuenta de que la expresión de su amante no era tan segura como
sus palabras.

Sarah empujó los pensamientos negativos de su mente. Tima le había dicho


que sería un error entrar en la casa de oración con pensamientos negativos. Si
Sarah entraba en la casa creyendo que ella no pertenecía a ese lugar, los
espíritus no vendrían.

Observaron al guardián del fuego que cuidaba la fogata fuera de la casa de


oración. El fuego estaba al final de un camino que conducía desde el
albergue al foso. El guardián del fuego había llenado el hoyo con piedras
grandes, cada una del tamaño de una cabeza. Tima había explicado que
cuando Keeho llamara para comenzar una ronda, el guardián llevaría una
carga de rocas calientes en la piel cubierta de búfalo y las colocaría en un
hoyo en el centro de la casa de oración.

Keeho llegó a la entrada e indicó que era hora de que Sarah entrara. Devlin
besó la frente de Sara y tomó la manta. Keeho alzó la vista y vio como dos
halcones de cola roja volaban en un círculo perezoso en el cielo, por encima
de la casa de oración.

—Es una buena señal —dijo.

Sarah entró en la casa de oración y entrecerró los ojos en un intento por ver.
La casa de oración ya estaba caliente por el fuego en el centro. Ella dependía
de Keeho para decirle todo lo que necesitaría saber para completar la
ceremonia. Tima le había dicho a Sarah que no hiciera preguntas, y que
escuchara todo lo que Keeho le dijera. Le dijo que habría tiempo suficiente
para preguntas después. Sarah deseó haber tenido más tiempo para
prepararse, pero esto de alguna manera era una emergencia. Puesto que la
profecía de Taano era demasiado críptica para que Keeho pudiera resolverla
solo, los ancianos pensaban que necesitarían el poder de Sarah. Ella aún no
sabía cómo decirles a estas personas que se sentía tan impotente como un
bebé.

Keeho colocó la solapa para ocultar la entrada, así permitió a Sarah tener luz
suficiente para ver un momento. Sabía que una vez que la casa de oración
fuera sellada, la leve iluminación desaparecería. Keeho se situó justo detrás de
Sarah cuando ella entró. Fiel a su palabra, dio instrucciones a Sarah a cada
paso.

—Al entrar en la casa de oración, siempre nos moveremos con el arco del sol
—dijo Keeho—. Cómo has visto el pabellón tiene la forma de la hermana

98
tortuga en el exterior. Siempre recuerda que no debes pasar por encima del
cuello dela tortuga. —Sarah se dio cuenta de que él quería decir que debía
moverse en dirección de las agujas del reloj, siempre a su izquierda—. ¿Tima
te enseñó las palabras adecuadas de respeto?

Sin responder, ya que Tima le había dicho que no hablara si podía evitarlo,
Sarah le enseñó. Se puso de rodillas, con su frente tocando el suelo.

—Akanohmi moma —dijo en voz alta. Tima había traducido las palabras que
significaban literalmente “a todos mis ancestros.” Las palabras no eran
solamente un reconocimiento de que todas las cosas, plantas, rocas, agua
eran sus hermanos y hermanas, sino también en honor a los materiales que se
utilizarían para esta ceremonia.

—Siéntate aquí —instruyó Keeho—. A mi lado, Sakli.

Sarah se sentó en el suelo desnudo. La hierba se había secado. La tierra se


sentía fresca cuando se sentó, en completo contraste con el calor de su piel.
Observó como el guardián del fuego trajo dos cuencos grandes llenos de
agua. Colocó uno al lado de la fogata central y el otro junto a Keeho.

Sarah pensó que fue extraña la forma en que su mente se apagó. La cuchara
en el tazón la hipnotizaba. Era una pieza larga de caña de río, y la copa
parecía estar tejida de hierba. Pensó que a ella algún día le gustaría aprender
cómo las mujeres trabajaban aquí el arte de la cestería.

Keeho ordenó al guardián traer ocho rocas para el pozo de fuego. Mientras
el guardián del fuego llevó a cabo la tarea, Keeho le explicó a Sarah lo que
estaba ocurriendo.

—Habrá cuatro folotas, o resistencias, para nuestras oraciones de hoy.


Después de que el guardián del fuego traiga las piedras, vamos a comenzar
con la ceremonia de humo y la vara de oración irá alrededor del círculo. Una
vez que esas ceremonias estén completas, voy a llamar para el final de la
folota. Si la experiencia te supera, debes esperar hasta que termine la
resistencia para salir de la casa sagrada. Si sales, debes esperar el inicio de la
siguiente folota para entrar de nuevo. —Keeho le hizo una señal al guardián
del fuego—. Shanafila es el guardián del fuego. Es una posición de honor. Él es
fuerte y va a hacer un duro trabajo para llevar las piedras calientes.

Sarah observó como el hombre conocido como Blue Hawk traía las rocas de
una en una. Las llevaba en una piel honda de muchas capas para mantener
el calor de las piedras brillantes alejadas de sus manos o el cuerpo. Cuando

99
pasó a Sarah la primera vez, pudo sentir el flujo de calor que desprendía la
piedra grande.

—El número sagrado del Chahta es ushta, cuatro —dijo Keeho a Sarah—. Lo
más sagrado de las cosas viene en cuatro: la familia madre, padre, hermano,
hermana. Hay cuatro elementos en nuestro mundo físico; tierra agua, cielo, y
todos los seres vivos. Hay cuatro estaciones y cuatro direcciones a las que
ofrecemos nuestras oraciones. Debido a este número, le digo a Shanafila que
traiga cuatro piedras a la vez. —Aparte de la voz de Keeho, los únicos sonidos
audibles eran los gruñidos de Shanafila y su pesada respiración mientras
llevaba a cabo la laboriosa tarea de traer las piedras calientes—. Esa es la
última piedra que Shanafila traerá por ahora. Cuando salga, va a sellar la
puerta. Las mujeres fuera espolvorearan harina de maíz en toda la casa de
oración. Esto ayudará a mantener alejados a los malos espíritus.

Sarah observó cómo Shanafila salía de la casa y sellaba la entrada. Ellos se


sumergieron en la oscuridad. Los sonidos de la respiración, el estallido de las
brasas que quedaban del fuego, y el silbido de las rocas calientes eran los
únicos ruidos que se oían. La combinación de calor opresivo y la completa
oscuridad se sentía un centenar de veces más claustrofóbico de lo que Sarah
podría haber imaginado. Se concentró en la sensación de sus propias manos
a lo largo de sus piernas en un intento de luchar con su creciente pánico. De
repente, podía oír su propia respiración agitada haciendo eco dentro de los
confines de la casa de oración. Estuvo a un latido de corazón de salir
corriendo cuando sintió unas manos reconfortantes sobre los hombros.

—No tengas miedo, Sakli —La voz de Keeho venía detrás de ella. En su miedo,
el primer instinto de Sarah fue sacudirse las manos del hombre—. Cierra los ojos,
Sakli. —Sarah quería reír en voz alta. ¿Por qué iba a cerrar los ojos cuando
estaba bastante oscuro ya? —. Relájate, Sakli, cierra los ojos. —Puedo hacer
esto. ¡Soy más fuerte que esto, maldita sea! Sarah gritó en su cabeza. Cerró los
ojos con fuerza—. ¿Qué ves? —preguntó Keeho.

—Oscuridad.

—La oscuridad es un estado. Dime que ves.

—Yo... bueno, no veo nada. No hay nada que ver.

—Ahora abre los ojos —El agarre de Keeho sobre sus hombros había aflojado
un poco—. Dime lo que ves ahora.

—No veo más de lo que vi con los ojos cerrados. No veo nada.

—Entonces, ¿por qué temes, pequeña?

100
La voz de Keeho era tan baja que apenas la oyó, pero ella estaba
avergonzada de sus propias debilidades. Sonrió en la oscuridad.

—Este es el comienzo, Sakli. Este es el vientre de la Madre Tierra, una fuente de


energía para todas las mujeres. Viviste aquí durante nueve lunas antes de ver
el mundo exterior. No tenías miedo entonces, no tenga miedo ahora.

Ella pensó en sus palabras. Los cuartos cercanos, oscuros, de hecho, podían
sustituir el vientre de una madre. El sudor que goteaba de su cuerpo cayó al
suelo, haciendo que la tierra alrededor se sintiera cálida y húmeda.
Pensándolo un poco, el útero de una madre era exactamente lo que Sarah
podía imaginar.

Sintió que las manos dejaban los hombros y vio la sombra del cuerpo de Keeho
caminar frente al fuego. Vio brevemente una llama aparecer junto al fuego y
volvió a reconocer la forma de Keeho. Le pareció ver un cuenco en sus manos.
Después de un momento, la voz de Keeho vino a Sarah desde el lado opuesto
de la casa de oración.

—Mi cuenco sostiene la hoja de la salvia. El primer paso es limpiar y purificar.

El sonido de la voz de Keeho se movió dentro del círculo. Sarah se imaginó la


ceremonia de difuminado correr como había visto realizarla al hombre
previamente. Por último, se detuvo ante Sarah. Lo imaginó agitando
suavemente la pluma sobre el cuenco de barro, la hierba humeante flotaba
en su dirección. El dulce olor intenso de la salvia blanca llegó hasta su cara y
ella lo invitó a entrar a sus sentidos con una respiración profunda.

—Yo uso una pluma del hermano halcón hoy. Él nos ayudará a tener visiones,
para reunir la inspiración —El movimiento de Keeho se detuvo—. Ahora hemos
entrado en el tiempo sagrado. Este es un tiempo para que tu mente se abra y
esté tranquila.

Sarah sintió a Keeho alejarse de ella, pero no podía decir si tenía los ojos
abiertos o cerrados. Pensó en levantar la mano y tocar sus párpados sólo para
estar segura, pero se sentía como si estuviera flotando en la oscuridad. Su
cerebro no podía dar la orden a su brazo. No podía moverse. Estaba
simplemente ahí, flotando.

Más olores llenaron la casa. Keeho roció salvia, cedro, y hierba dulce en lo alto
de las rocas calientes que brillaban intensamente. Sarah reconoció cada olor
a la vez. Escuchó mientras Keeho agradecía a las rocas por su participación
en la ceremonia.

101
Un fuerte silbido rompió el silencio, pero no se asustó. Podía escuchar la voz de
Keeho dentro de su cabeza, ¿o estaba a su lado? Por un momento, pensó que
tal vez ella sólo estaba sintiendo su voz. El silbido se hizo más fuerte y Sarah
podía sentir el vapor de agua difundirse en la casa cuando Keeho echó agua
fría sobre las rocas al rojo vivo. El vapor se elevó en enormes nubes que
recordaron a Sarah las nubes de tormenta sobre la pradera. Escuchó una voz
dentro de su cabeza que ella reconoció como la de Keeho. Lo oyó llamar a
la potencia occidental, la primera de las cuatro direcciones. Ella sabía que la
primera folota había comenzado.

—El poder de Occidente nos abrirá el mundo de los espíritus. Nos


nombraremos a nosotros mismos para que los Poderosos nos conozcan. Soy
Keeho Naksika binili —Keeho anunció su nombre de clan para luego sentarse
aparte.

Uno por uno, los ancianos declararon sus nombres de los clanes, junto con sus
nombres secretos. Incluso Sarah sintió una fuerza extraña cuando llegó su turno
y declaró su identidad. Nunca se detuvo a preguntarse cómo sabía que era
su turno en el círculo, pero de repente, ya no temía a la oscuridad o los
misterios de la casa de oración. Una paz inusual vino sobre ella, y ella se negó
a dejar que su sentido común luchara contra ella.

En algún lugar de su mente, suave como las últimas olas de un eco moribundo,
Sarah escuchó las palabras: Yo soy Ankahito... Siempre he sido Ankahito. Le
recordaban a Taano, el curandero que había intentado salvar. Sintió palabras
similares crecían en su corazón.

Soy Chahta... Siempre he sido Chahta.

—La pipa de oración dio la vuelta al círculo —Keeho explicó a Sarah—.


Rogamos a los guardianes de las cuatro direcciones. Pedimos que nos
infundan su poder.

Se fueron a través de este proceso para cada una de las direcciones


sagradas. Keeho comandaba el aspecto de cada ronda. Rogó a los espíritus,
condujo las oraciones, inició las canciones, y controló la cantidad de calor y
vapor dentro de la casa de oración. A veces, los cantos eran ruidosos y
bulliciosos, y en otras ocasiones, eran suaves y bajos.

Sarah perdió la noción del tiempo y casi quien era ella dentro del oscuro
vientre de la Madre Tierra. Ni siquiera pudo recordar el final de las últimas dos
resistencias, y ahora era el momento para la cuarta y última folota.

102
Un tambor sonó y Sarah se preguntó por qué no lo había oído antes. De
repente, el intenso calor desapareció. Una suave brisa de primavera enfrió su
cuerpo. Sara se rió en voz alta, al darse cuenta de que aún tenía cerrados los
ojos. Los abrió y se encontró con un impresionante y hermoso cielo azul. Ella
sabía que todavía estaba en la casa de oración. Una parte de ella podía oír
el canto de los ancianos y a Keeho orar.

Sarah se puso de pie y se volvió en todas direcciones. Estaba en la casa aun,


pero al mismo tiempo, ella estaba de pie en la pradera abierta. Cada uno de
sus sentidos se sentía diez veces más agudo. Podía oler la tierra arcillosa bajo
sus pies y sentir la hierba alta, que rozaba sus manos. La pradera estaba viva y
Sarah era una parte de esa vida. La vista cambió y la hierba de la primavera
se secó. Las hojas caían de los árboles, los frutos secos y las bayas caían al
suelo. Era otoño.

Sus sentidos recién intensificados olieron un olor inconfundible.

Humo.

De repente, hubo una sensación de pánico corriendo a través de ella. Donde


quiera que se volviera, los animales corrían en diferentes direcciones. Sarah se
llevó las manos a los oídos para dejar de escuchar el sonido atronador. Era
como si estuviera justo encima de una nube de tormenta. El sonido se hizo tan
fuerte que sacudió la tierra. Sus ojos se abrieron cuando se dio cuenta que el
sonido no era un trueno.

Mirando en todas direcciones, vio paredes de llamas calientes. Que se


extendían rápidamente en toda la pradera, se alimentaban de todo a su
paso. Justo por delante de las llamas llegó a la fuente del sonido
ensordecedor. Era ganado y búfalos, cientos de miles de ellos. Mezcla de raza
de vacas, cuernos largos y grandes búfalos de un tamaño que nunca había
visto antes. Todos corrían lejos del mar rojo que les pisaba los talones.

Sarah observó impotente cómo los animales competían por escapar, pero de
repente, los alambres se levantaron delante de ellos. Alambres de púas y
cercas de gran altura, del tipo que los ganaderos utilizan para marcar su tierra.
Los animales no tenían forma de escapar. El fuego se descargó sobre ellos
desde la parte trasera y el alambre detuvo su progreso. No les importó a los
animales enloquecidos. Se aplastaban y estrangulaban en la parte delantera
con el alambre.

Sarah gritó una y otra vez. Gritó y gritó a las bestias para que detuvieran su
estampida, pero no había otro lugar para huir. El alambre del hombre blanco
bloqueaba su única vía de escape. Miles de animales pisoteándose unos a

103
otros mientras eran cortados en pedazos por el afilado alambre. Sarah no
podía hacer nada más que llorar ante la vista, desplomándose en el suelo
fatigada y angustiada.

Cuando levantó la vista de nuevo, el clan rodeaba a los animales que morían.
Ahora el ganado se había ido y sólo la manada de búfalos quedaba, enormes
bestias que, resoplaban, y desgarraban el terreno en su ira y frustración.
Pronto, incluso ellos sucumbieron, pisoteados debajo de las pezuñas de sus
hermanos.

Sara vio a Tima y a los otros del clan que había llegado a querer. Ella pensó
que tal vez ayudarían a salvar a los animales. Se hizo evidente que el Chahta
no tenía conocimiento de cómo salvar el búfalo. Las bestias apoyaron a la
gente del clan, pero el Chahta no podía deshacer el poder del hombre
blanco.

Sarah miraba, y con cada búfalo que caía, un miembro del clan desaparecía
entre la niebla que los rodeaba. Sintió una voz dentro de la cabeza de nuevo,
pero esta vez, no era Keeho. La voz le dijo que una vez que los búfalos
desaparecieran, la gente Chahta moriría también.

—¡No! —Sarah gritó cuando, uno por uno, los búfalos cayeron al suelo.

—Ayúdanos, Sakli. —Tima levantó una mano hacia Sara, mientras la niebla
blanca envolvió su cuerpo.

¡No! —gritó Sarah por última vez.

Pensó que estaba tumbada en el suelo, pero ¿cómo puede ser eso?, se
preguntó, mientras sus piernas se desplomaban debajo de ella. Lo último que
recordaba era la sensación de la tierra húmeda por debajo de la mejilla y el
calor mientras las llamas se la tragaron.

Devlin había recorrido el mismo trozo de tierra durante horas. Estaba a punto
de ser castigada por su abuelo debido a su comportamiento anterior, fuera
de la casa de oración. Ahora corría el riesgo de la expulsión si interrumpía la
ceremonia de un curandero, pero la única cosa en la mente de Devlin era
Sarah.

—No —advirtió Tima cuando vio a Devlin mirando la entrada de la Chuka de


Keeho.

—Necesito saber cómo está. ¿Qué puede tomarles tanto tiempo? —siseó
Devlin.

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Tima no respondió, pero Devlin no tenía necesidad de escuchar nada. Podía
ver por la expresión en el rostro de su madre que estaba preocupada,
también. Se habían necesitado tres hombres para retener a Devlin cuando
ella escuchó gritar a Sarah por segunda vez. Devlin había intentado aferrarse
a sus creencias, pero la idea de que Sarah la necesitara relegó cualquier otro
pensamiento al segundo lugar.

Tima había intentado calmar a Devlin, pero era casi imposible para los
hombres sujetar a la histérica mujer. Cuando por fin el guardián del fuego abrió
la casa de oración, dos hombres llevaron el cuerpo inerte de Sarah
directamente a la Chuka de Keeho.

—Redhawk, Tima, vengan —Keeho ordenó desde el interior de la Chuka. Su


voz era ronca y parecía como si acabara de correr la carrera de su vida.

Devlin se precipitó en la Chuka y se habría echado a llorar al velar ante ella si


hubiese estado sola.

—¡Sarah! —gritó mientras se dejaba caer de rodillas y apretó a Sarah en un


fuerte abrazo.

—Está bien, amor —susurró Sarah—. Estoy bien.

Ella no se sentía bien. De hecho, Sarah sintió como si toda la energía en su


cuerpo hubiera sido sacada fuera de ella como una camisa sucia en el día de
lavado. El sudor y la suciedad cubrían su piel, y sus cabellos de oro estaban
pegados alrededor de la cara. El olor acre de las hierbas se aferraba a su
cabello y la piel.

—¿Cómo está ella realmente? —preguntó Devlin a Keeho.

—Ella ha visto mucho —Keeho miró a Sara con algo parecido a la admiración
en su mirada—. Fue drenada y necesita comer y descansar, pero ella va a
estar bien. Fue la intensidad de la visión y no la enfermedad lo que la impactó.

Sarah se incorporó lentamente, como si necesitara un gran esfuerzo para


moverse.

—Y sé lo que significa el mensaje de Taano, Dev —dijo ella con voz cansada.

—Más tarde, Sachu-kash —dijo Devlin—. Hay que descansar un poco en


primer lugar.

—No, Dev, no puede esperar, es demasiado importante —Sarah miró Keeho y


Tima, a continuación, a los ojos de Devlin. ¿Cómo puedo decirles que con el
final de los búfalos llegará también el fin de los Chahta? Sarah recordó que

105
Tima le había dicho que, como curandera, estaría al tanto de información que
tendría que guardar del clan. Sarah sabía que no era una madre, así que ella
tomó la decisión de todos modos—. Va a ser un incendio en la pradera... en
el otoño, creo. Cientos de miles de reses y búfalos morirán debido a las vallas
de alambre de los rancheros. Eso es lo que Taano quiso decir cuando dijo que
el búfalo debe correr libremente. Los vi, Dev. Fue horrible. La forma en que
murieron fue simplemente horrible.

Sarah se apoyó en los brazos de Devlin. Devlin no necesitó mirar la cara de


Keeho mientras asentía, lo que confirmó la visión de Sarah como real. Podía
ver en los ojos de Sarah, se sentía en la forma en que el cuerpo de Sarah
temblaba. Era como si estuviera volviendo a vivir el horror de ese momento,
una vez más.

Sarah se apartó de Devlin y pasó una mano por el pelo largo. Miró su brazo,
cubierto de sudor, suciedad y trozos de hierba seca.

—Buen Señor, soy un desastre.

Sarah sonrió débilmente a Devlin, y Devlin se sintió mejor. Sarah era cada vez
más como ella misma de nuevo. Devlin siguió sosteniendo a Sarah,
necesitando el contacto constante.

—Voy a hablar con los ancianos. Les diré a todos de tu visión, Sakli. Ahora que
sabemos el enigma, tal vez los espíritus nos bendigan con la respuesta. Ve a
descansar, pequeña. Lo has hecho bien —dijo Keeho.

Tima se quedó para hablar con Keeho, pero Devlin ayudó a Sarah a ponerse
de pie. Keeho envolvió una manta extra alrededor de los hombros de Sarah
antes de abandonar su Chuka.

—¿Estás bien para caminar? —preguntó con preocupación Devlin.

Sarah tuvo que admitir que estaba inestable cuando ella se levantó, pero
ahora se sentía más fuerte, aunque agotada mentalmente.

—Tengo que limpiarme. Necesito un baño —dijo ella, volviéndose hacia el


arroyo.

—Está malditamente frío.

—Creo que estoy demasiado sucia para preocuparme por eso. Siento que
estoy cubierta de suciedad. Dime la verdad —Sarah se detuvo para mirar a
Devlin— ¿Cómo me veo?

—No estás mal... —dijo Devlin.

106
Sara se rió cuando llegaron al agua y ella puso la manta en la orilla.

—Así de diplomática eres. Sé que luzco…

—Absolutamente hermosa —interrumpió Devlin. De repente se dio cuenta que


Sarah se estaba quitando su vestimenta—. ¿Qué estás haciendo? —preguntó
con sorpresa y se volvió para ver a uno de los hombres jóvenes que estaba
con una lanza de pescar a muy poca distancia con el agua hasta las rodillas.

—Me voy a bañar.

—Bueno, ¿por qué no vamos más abajo? Es más tranquilo y... pensé que no
te gustaba bañarte en frente de otras personas —Devlin intentó decir en voz
baja.

—Estoy demasiado cansada para pensar en eso, amor —Sarah sumergió su


cuerpo en el agua fría. Se frotó la cara y el cuerpo, y luego su cabello.

Devlin trató de usar su propio cuerpo para bloquear la visión de Sarah. Podría
haber jurado que el joven pescador se había quedado observando
expectante. En ese momento, Devlin estaba de pie con el agua hasta las
rodillas, y el valiente estaba sentado en la orilla sacando el pez de la punta de
su lanza.

—¿Qué estás mirando? —Devlin gruñó en señal de advertencia.

—Uh, nada —dijo.

—¿No tienes nada mejor que hacer?

—No —dijo el valiente confundido.

—¡Entonces encuentra algo! —Devlin dijo entre dientes y el joven se escabulló


hacia atrás como un cangrejo. Agarró sus cosas y se marchó a la parte más
profunda de la corriente.

—¿Dev?

—Hmm, ¿qué? —Devlin, finalmente salió de su posición vigilante para mirar a


su amante.

¿Estás tomando un baño, también? —preguntó Sarah.

—¿Qué?

Devlin siguió la mirada de Sarah en dirección de sus propias piernas, hasta sus
botas, que estaban bajo el agua.

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Sara se rió y el sonido era tan precioso para los oídos de Devlin que estaba
dispuesta a hacer el tonto. Devlin sonrió y se acercó a la orilla.

—Estaba limpiando las botas —murmuró.

Sarah no entendía por qué, pero por primera vez en mucho tiempo, su risa se
sentía completamente libre. Terminó su baño, para gran consternación de
Devlin y, temblando, se envolvió con fuerza en la manta caliente.

Compartieron una comida con Tima dentro de su Chuka y hablaron de cosas


sin importancia.

—Tengo muchas cosas que hacer todavía —dijo Tima. Tocó a cada mujer
mientras salía de la Chuka. Devlin sospechó que Tima entendía la necesidad
de Sarah de compartir un tiempo a solas.

—Ven aquí, Sachu-kash —dijo Devlin.

Sarah no necesitaba más persuasión. Ella yacía junto a Devlin, sintiendo una
extraña energía dentro de su propio cuerpo. Sabía que debería estar
cansada. Había sido desprovista de su fuerza cuando salió de la Chuka de
Keeho, pero ahora, estaba como si hubiera algo zumbando dentro de ella.

—Tenemos que ir a casa, Dev —dijo Sarah—. Tenemos que hablar con la
gente, ver si la asociación nos ayudará. Tenemos que conseguir que los
ganaderos acaben con sus cercas.

—No será fácil, Sachu-kash.

Sarah se apoyó en un codo.

—¿Tú me crees entonces? —Parecía sorprendida.

—Por supuesto que sí. ¿Creías que no lo haría?

—No lo sé. Dev, lo que me pasó en ese campo, fue la cosa más extraña que
he visto, pero por alguna razón, todo se sentía... No sé —Sarah apartó el
flequillo de la frente—. Se sintió muy natural. Tenía miedo al principio, pero una
vez que estaba sucediendo, se sentía bien de alguna manera. Sé que no me
explico bien, pero…

—Sarah —Devlin la interrumpió—. Esta es la forma en que mi gente vive. Nada


de esto me parece extraño. Estoy feliz y sorprendida de que seas capaz de
aceptarlo de buen grado. Nunca he hablado de estas cosas porque pensé
que podría molestarte. Los espíritus están hablando contigo. Es un gran honor.
Es casi como si ya fueras Chahta.

108
Soy Chahta... Siempre he sido Chahta.

Las palabras que vinieron espontáneamente a la mente de Sarah en la casa


de oración volvieron a ella de nuevo.

—Había más en mi visión, Dev —Sarah se sentó al lado de Devlin—. Más cosas
que no le dije a los otros —Ella reveló con culpa el resto.

—Tal vez estoy interpretándolo de manera incorrecta —Sarah trató de


racionalizar sus sentimientos.

—No, creo que tu primera impresión era correcta —Devlin miró a Sara con ojos
tristes—. No es la primera vez que he oído esto. Cualquiera que conozca la
tierra y cómo era antes de que el hombre blanco barriera el oeste, siente de
la misma manera. Durante miles de años, la necesidad mutua a atado a los
búfalos y las tribus de las llanuras. Nuestro clan ha sido bendecido. Nuestro
pueblo sigue en pie donde estaba cuando me encontré con ellos. La mayor
parte de los indios en las praderas del oeste son nómadas. Van donde van los
búfalos. —Devlin se detuvo para tocar la cara de Sarah.

—Creo que tienes razón, Sa. Tú visión nos habla de un gran desastre, pero creo
que dice mucho más. Si el búfalo desaparece de esta tierra, creo que también
lo hará el clan. Como pueblo, todavía van a existir, pero creo que su forma de
vida se desvanecerá. Esa será la pérdida real. Estas personas, todas las tribus
de todo el país, conocían esta tierra miles de años antes de que el hombre
blanco llegara aquí. Ahora el gobierno los reduce a nada más que el estatus
de esclavos. Tienen que ir donde y cuando el gobierno les diga.

Sarah sintió una tristeza increíble por una raza de gente que había aprendido
de repente que ya no eran los capitanes de su propio destino.

—Si las gentes como yo nunca hubieran llegado al oeste, no estaríamos


teniendo este problema —dijo entre lágrimas.

—Sa, siempre ha sido suficiente para todos. Nunca fue la entrada de los
blancos en esta tierra lo que provocó la destrucción. Es lo que él trajo con él,
su mentalidad y su pensamiento de creerse con el derecho de coger lo que
podía. El pueblo indio mira a la tierra como si fueran una parte de ella. Son sólo
un punto en un círculo que incluye todo lo que tiene vida. El hombre blanco
la ve como algo que tiene que poseer, para doblegar a su voluntad.

—¿Por qué? No entiendo por qué tenía que ser de esa manera —Frustrada,
Sarah apretó los puños.

109
—¿Quién puede decir por qué un hombre tiene ciertos instintos y otro no? El
Chahta cree que todos los hombres provienen de las mismas tribus originales.
En algún lugar a lo largo de la línea, se separaron. El abuelo cuenta una historia
que describe la gente que vino al oeste a través de esta tierra como las tribus
indias. Parece recordar que su abuelo le dijo que las tribus que viajaron al este
se convirtieron en los hombres blancos.

Sarah acomodó contra Devlin, su cuerpo cansado. Era casi como si tuviera la
energía para tener esta conversación y no más que eso. Pensó en todos los
misterios que rodeaban la vida del pueblo Chahta. Se preguntó si miraría de
forma diferente los acontecimientos de su vida ahora.

—Cuéntame una de las historias de tu abuelo, Dev.

—¿Una historia?

—Mm-hmm. Algo para hacerme olvidar los malos pensamientos.

Devlin envolvió la piel alrededor de Sarah y besó la parte superior de su pelo


todavía húmedo. Devlin sonrió, sabía que cuento le relataría.

—Esta es una historia corta, pero cuando era más joven, siempre me hacía
pensar. Todavía me hace sonreír porque me recuerda que debo estar
agradecida por lo que tengo. —Cruzó los tobillos y puso su brazo alrededor
del hombro de Sarah—. Le pregunté a mi abuelo cómo el mapache y la
zarigüeya podían ser hermanos cuando se veían tan diferentes entre sí. Dijo
que el hermoso abrigo de piel del mapache siempre había sido una fuente de
envidia para el hermano zarigüeya. Dijo que una vez, la zarigüeya y el
mapache tuvieron gruesos abrigos. Un día a finales del verano, mapaches y
zarigüeyas se reunieron y se detuvieron a hablar. Como se relajaron, la
zarigüeya miraba la fina piel de color de su hermano, pero sobre todo su
exquisita cola. Verás, la zarigüeya y su hermano habían compartido el mismo
abrigo, Hashtahli los había hecho igual:

—Hálito, Hermano, ¿estás bien? —preguntó mapache.

—¿Hermano, sí, estoy bien, y tú? —zarigüeya preguntó de vuelta.

—Sí, estoy bien, también —respondió el mapache.

La zarigüeya estaba admirando la cola de su hermano tanto que no podía


pensar en otra cosa que decir.

—¿Dónde vas esta mañana? —preguntó el mapache.

110
—Voy camino hacia el bosque —dijo zarigüeya, todo el tiempo mirando la
cola del mapache.

—¿Para qué?

—Por caqui. Me encanta el caqui y oí que están casi maduros.

—Bueno, acabo de pasar una arboleda de caqui y los árboles están llenos,
por lo que estás justo a tiempo —dijo el mapache.

—¿Dónde vas luego, mapache?

—Voy a bajar al arroyo a buscar langostas.

—Oh, acabo de llegar de la quebrada. ¡Hay langostas en todas partes!'


zarigüeya dijo, pero su mirada se desvió a la cola de su hermano una vez más.
'Tu cola es tan hermosa, mapache. ¿Cómo logras tenerla de esa manera, con
los anillos a su alrededor?

—Tomé corteza de nogal americano, lo envolví alrededor de mi cola, luego,


la quemé. Así es como llegué a tener los anillos de colores.

Se despidieron el uno del otro, cada uno se fue en una dirección diferente.
Zarigüeya no pudo mantener su mente en otra cosa durante el resto del día.
Los días se convirtieron en las estaciones, pero la admiración de la zarigüeya
se convirtió en envidia y, finalmente, en celos.

Se puso tan mal que zarigüeya se negó a hablar con el mapache, enojado
por lo que tenía su hermano. Un día, zarigüeya decidió que él también era lo
suficientemente bueno para tener una cola de color.

Se puso un poco de corteza de nogal y la envolvió alrededor de su cola. Él


hizo un fuego, pero zarigüeya no estaba acostumbrada a encender fuego.
Resultó ser mucho más grande de lo que necesitaba. Cuando zarigüeya fue
a chamuscar su cola, el fuego quemó todo el pelo de la cola.

Debido a la incapacidad de zarigüeya para ser feliz con el regalo que el dios
del sol le dio, Hashtahli hizo que su amigo, Luak, que conocemos como fuego,
quemara todo el pelo de la cola de zarigüeya.

Esa es la razón por que las zarigüeyas, hasta el día de hoy, no tienen pelo en
sus colas. Están avergonzadas por esto y todavía mal humoradas, por eso
viajan sólo por la noche.

Devlin se preguntó si Sarah había oído toda la historia. Podía sentir su


respiración relajada, pesada por el sueño. Devlin pensó que debía levantarse

111
y encontrar algo para ayudar a Tima o a los aldeanos, pero en ese momento,
no podía imaginar algo que pudiera tener prioridad sobre esto.

Devlin sonrió en el silencio de la chuka. Esa historia le hizo pensar en su madre.


Devlin había evitado la verdad cuando le dijo a Sara que su abuelo le había
contado esa historia. Ella no había mentido. Kontonalah se había sentado
junto a ella para decirle el cuento, pero ella no tuvo el corazón para decirle
que era uno de los pocos cuentos que recordaba de su madre. Devlin nunca
pensó en no decirle a Sarah. Tragó saliva para contener las lágrimas, que al
instante aparecieron al pensar en su madre. Se dio cuenta de que cuando
ella contara su historia a Sarah, tendría una lucha emocional. A Devlin no le
gustaba sentirse fuera de control y sabía que una charla acerca de su
verdadera familia lo haría.

Devlin podía oír los sonidos del exterior. Escuchó niños jugando y algunas
mujeres cantaban mientras pelaban el maíz. Si ella escuchaba con atención,
podía oír a algunos hombres jóvenes que se jactaban de su última cacería.
Podía oír la voz agradable de su madre en su memoria. Devlin se rió cuando
oyó la historia de mapache y zarigüeya.

“Pero, ¿qué significa, mamá?”, Preguntó Devlin.

“Esto significa que no te preocupes tanto por lo que no tienes y debes estar
agradecida por lo que tienes.”

Devlin mantuvo a Sarah en sus brazos y dio las gracias a quien quisiera
escucharla por la bendición de tener a esta mujer y sus hijos en su vida.

112
Parte 10

L
os ancianos decidieron que el mejor curso de acción sería confiar en Sarah
y Devlin. Taano había viajado una gran distancia y dio su vida para
entregar el mensaje. Dijo que los espíritus indicaron que Devlin y Sarah solas
serían capaces de resolver su dilema.

Sarah deseaba que hubiera una manera más fácil, pero no parecía haberla.
Ella y Devlin discutieron la idea de hablar con los ganaderos sobre tomar
medidas para echar abajo sus cercas. Mientras que las perspectivas parecían
escasas, sabían que tenían que convencer a los ganaderos de alguna
manera. Con la nueva riqueza, Sarah tendría más poder entre los ganaderos
del territorio. Ella y Devlin esperaban que fuera suficiente.

Sarah estaba triste por no poder quedarse y pasar por los rituales para
convertirse en Chahta. A pesar de su miedo al principio por la mística que
rodeaba las ceremonias, ahora quería nada más que ser la esposa de Devlin
ante los ojos del clan. Prometió, a Tima, que volverían con los niños en la
primavera tan pronto como el tiempo lo permitiera y se comunicarían si las
circunstancias cambiaban.

Sarah dejó la pesada cortina caer de nuevo sobre la ventana. La tela


voluminosa evitaba que los vientos fríos entraran en la sala. Las chimeneas en
cada habitación también ayudaron a mantener el casco de la estancia
cálida. Sarah se dejó caer de nuevo en la silla al lado de la ventana. Se sentía
sola ahora que Mattie había vuelto a casa y el sonido de niños gritando ya no
llenaba la casa.

Devlin estaba fuera del rancho. Llevaba a un entusiasta Mattew con ella
siempre que podía. Hannah estaba durmiendo su siesta de la tarde, y Sarah
paseó por la casa sin rumbo. María y Angelia compartían las tareas del hogar
y Angelia se ocupaba de la cocina. La cocina y la limpieza tomaba una gran
parte del día, Sarah se sintió perdida en su propia casa. Era algo más que el
aislamiento. Había estado deprimida los últimos dos días por la situación de los
ganaderos.

Dos meses habían pasado desde que salieron de la aldea. Se acercaba el


final de febrero, pero Sarah y Devlin habían discutido la mejor manera de

113
abordar el problema desde el momento en que regresaron a su casa. La idea
de llamar a una reunión en la ciudad no emocionaba a ninguna de las dos.
La Asociación del territorio ganadero se componía de hombres, con dos
excepciones; la viuda Henley y Sarah. Para la población del municipio, Devlin
era sólo una empleada. Incluso las personas que sabían de la relación de
Sarah y Devlin no la aceptaban como pareja. Sarah se consideraba a sí misma
y a Devlin como socios iguales en la vida y los negocios, pero estaba de
acuerdo con Devlin que los otros no lo veían de esa manera.

Nadie había visto a la viuda Henley en años. Junto a Sarah, la viuda era
propietaria del rancho más grande en el territorio. Sarah y Devlin no fueron
capaces de hacer que escuchara su historia porque nunca pudieron hablar
con ella. William Hennessy se hizo cargo de todo, desde los asuntos legales de
la viuda hasta sus negociaciones personales. Le transmitió el mensaje a ella,
pero la respuesta fue que a la viuda no le importaba nadie.

Devlin y Sara decidieron que Sarah debía ser la portavoz. Llamar a una reunión
en la ciudad fue idea de ella, pero todo fue un desastre. Cualquier
credibilidad que tuviera con la gente del pueblo se redujo después de esa
humillación. Los hombres se rieron tan estruendosamente que Devlin tuvo que
recurrir a todo su autocontrol para no descargar unas cuantas rondas de
golpes sobre sus cabezas para que se callaran. Sarah, siempre ha sido una
mujer fuerte e inteligente, pero se quedó sin palabras y frustrada por los chistes
de los hombres. Cuanto más trató de explicar sin hacerse ver como una loca,
más los hombres se burlaron y la ridiculizaron. Por último, no tuvo otra opción
que abandonar.

El invierno había sido frío hasta ahora, pero con poca precipitación. Por lo
general, el otoño era lluvioso y con bastante nieve. No hubo lluvia o nieve esta
temporada, sólo vientos fríos y fuertes. Este cambio de clima no le cayó bien
a Sarah. Cuanta más seca la tierra, más se acercaba la posibilidad que su
visión se convirtiera en realidad. La parte más difícil de aceptar es que no
estaban más cerca de una solución.

Sarah detestaba el fracaso. Las desigualdades son parte de la vida, y Sarah se


había fijado metas altas para sí misma en los últimos años. Fue una de las
afortunadas. A través de la determinación y trabajo duro, había logrado todo
lo que se propuso, a pesar que de las probabilidades en su contra eran
enormes. No le gustaba no dar la talla, y en su opinión, era lo que estaba
ocurriendo. Estaba al límite de su ingenio y estaba al borde de la desastrosa
fecha.

114
No tuvo intención de sentarse allí y sentir lástima de sí misma, pero cuando
Devlin volvió a casa un poco más tarde, fue así como encontró a Sarah. La
visión de Sarah con lágrimas corriendo por su rostro fue suficiente para alarmar
a Devlin.

—¡Sarah! ¿Estás bien? —Devlin corrió a arrodillarse frente a ella—. ¿Hay algo
mal con Hannah?

El corazón de Sarah se fundió ante la expresión preocupada de Devlin y sus


palabras de aprehensión.

—No, de verdad, lo siento. No es nada malo, Dev —Ella bruscamente secó las
lágrimas de su rostro— Odio llorar así.

—No te sientas de esa manera, Sachu-kash. Tus lágrimas son parte de tu


compasión. Es una parte de ti.

—Bueno, es una parte de la que puedo prescindir por cierto tiempo,


supongo—dijo Sarah—. Uf, hueles —añadió con una sonrisa.

—Debería —sonrió Devlin—. He estado trabajando duro.

—Necesitas un baño caliente.

—Nah —Devlin se puso de pie—. Puedo lavarme con agua fría.

—Te vas a morir. Voy a calentar un poco de agua. Si prometes esperar un


poco hasta que esté el agua caliente, te lavaré la espalda —dijo Sarah con
un brillo en los ojos.

—Esa sí es una buena razón para un baño —Devlin observó a Sarah salir de la
habitación—. Los estados de ánimo de esa mujer cambian más rápido que el
tiempo —dijo para sí misma.

Poco después, Devlin estaba disfrutando de su baño, aunque era difícil para
ella mantenerse concentrada. Sarah comenzó ayudando a Devlin a lavar su
cabello largo y continuó con el prometido lavado de espalda. Sus manos
tendieron a vagar, lo que hizo que concentrarse en las palabras fuera mucho
más difícil para Devlin. Por último, con la promesa de comportarse, Sarah se
sentó en un taburete junto a la bañera. Devlin se echó hacia atrás y cerró los
ojos, disfrutando mientras el agua caliente relajaba los músculos doloridos.

—¿Por qué llorabas, Sa? —preguntó Devlin. Sus ojos aún estaban cerrados,
pero abrió uno para mirar a Sarah.

115
Sarah estaba sentada con la barbilla en las manos, y los codos apoyados en
las rodillas.

—Estoy frustrada y enojada. No sé qué hacer ni a quién recurrir para pedir


ayuda.

Devlin sabía que se refería a lograr que los ganaderos derribaran sus cercas
de alambre. La reacción por parte de los ganaderos en la reunión había
devastado a Sarah. Hasta ahora, las mujeres habían estado buscando a gente
para ayudar a correr la voz y hacer el trabajo. Sin embargo, algo que Sarah
dijo hizo pensar a Devlin que tal vez lo estaban haciendo mal.

—¿Por qué crees que Taano nos dio ese mensaje? Es decir, ¿por qué los
espíritus enviarían así a un anciano por todo el país? —preguntó Devlin.

—Supongo que porque debemos tener algún tipo de habilidades que otros
no. Algo único para hacer el trabajo.

—Estoy de acuerdo. Si ese es el caso, ¿por qué seguimos tratando de


encontrar a otros para hacer el trabajo en lugar de simplemente hacerlo
nosotras?

—No estoy segura de entender —dijo Sarah lentamente—. No utilizamos


alambrados en nuestro rancho.

—Entonces tal vez es hora de buscar a cada ganadero personalmente y


utilicemos algunas de estas habilidades únicas que los espíritus nos otorgaron.
Sarah —Devlin se sentó, y su voz se hizo más fuerte cuando un plan de acción
tomó forma en su mente— es posible que no lo sepas, pero tienes un don
increíble para persuadir. No siempre está en tu forma de hablar o en lo que
dices. A veces es sólo la forma en que te mueves o la expresión en tu cara. Ese
tipo de cosas tienen que sentirse personalmente, no en frente de una multitud.

—¿Y piensas que funcionaría?

—Así es como me atrapaste.

Sarah miró la cara sonriente de Devlin y recordó el día en que Devlin decidió
montar por su rancho. Había asumido que su tío Art forzó a Devlin a aceptar.

—Creo que tenemos que visitar a cada ganadero a un día de viaje. Hablar
con ellos individualmente. Ejercer un poco de tu magia en ellos.

—¿Y dónde vas a estar mientras ejerzo esta magia?

Devlin se echó hacia atrás y entrelazó sus dedos, haciendo crujir los nudillos.

116
—Voy a estar usando mis habilidades únicas.

—¿Qué son?

—Mantenerte fuera de problemas —rió Devlin.

Sarah se inclinó hacia delante para salpicar a Devlin. Después se trasladó y


besó a la mujer apasionadamente.

—Ey, no me beses de esa manera a menos que pretendas seguir adelante —


dijo Devlin después de separarse para tomar aire.

—¿Y si lo hago?

El corazón de Devlin se agitó.

—Entonces, ve a cerrar la puerta de la habitación —dijo ella con voz ronca.

Sin decir una palabra más, Sarah se levantó y Devlin escuchó el giro de la llave
en la cerradura de la puerta. El aleteo se movió en el vientre de Devlin mientras
sacaba su cuerpo del agua y se dirigía al dormitorio.

—Asegúrate de que Hannah tome su siesta, Angelia. Va a tratar de


convencerte de no hacerlo, si puede —dijo Sarah.

Angelia y María eran miembros de confianza de la familia. El tío de Sarah había


contratado a las hermanas para cocinar y limpiar cuando el marido de María,
Alejandro, los trajo desde México y comenzó a trabajar en el rancho como
jinete. Sarah había ofrecido a la familia una casa en el rancho. Se sentía más
cómoda con otras dos mujeres alrededor para hablar y Hannah disfrutaba
jugar con la hija de María, Nelli. Sarah no sabía lo que haría sin ellos.

—Sí, señora. Sé cómo puede ser esa pequeña —rió Angelia.

—¿Dónde están todos, esta mañana? Dev y yo estamos listas para salir.

—Hannah está jugando con las muñecas en la cocina con Nelli. María está en
la cocina y tiene un ojo sobre ellas. Mattew está en el granero con el señor
Hank. Él le muestra cómo cuidar de algo que ellos llaman tack.

—Bueno, estaremos de vuelta a la hora de la cena. Basta con que ellos lo


sepan. Si necesitas algo, llama a Hank. Va a estar aquí todo el día.

—Vamos a estar bien, señora. Cuídese.

117
Sarah y Devlin llevaron el carro más pequeño. La parte de atrás estaba llena
de suministros en caso que los necesitaran y una cesta de picnic para el
almuerzo. Fue un paseo rápido, a pesar de que estaban a finales de febrero,
la brisa estaba impregnada con la calidez de la primavera. La viuda Henley
tenía unas pocas tierras al sur, pero su rancho estaba a sólo dos horas del
Double Deuce.

Devlin detuvo la carreta a unos treinta pies de la casa. Parecía lo


suficientemente tranquilo, que era la forma en que a la viuda le gustaba. Sus
jinetes, barraca, y casi toda la actividad del rancho estaban situados en tierras
más al sur. La casa de dos pisos estaba en medio de la nada y parecía
perfecto para la antisocial mujer.

Devlin saltó primero de la carreta y caminó alrededor de Sarah para darle una
mano. Sarah miró la silenciosa casa desde de su asiento en la carreta.

—Sachu-kash, ella no va a comerte.

—No sabes cómo es esta anciana, Dev. Dispara primero y pregunta después

A medida que sus pies tocaron el suelo, Sarah escuchó el distintivo sonido de
la risa de una niña.

Devlin ladeó la cabeza y frunció el ceño hacia Sarah.

—¿Has oído lo que acabo de oír?

—Oh, eso es imposible.

Una vez más, se oyó la risa amortiguada.

Sarah se acercó a la parte trasera del carro y quitó la tela que cubría los
suministros.

—Hannah Marie —exclamó.

—Quería sorprenderte, mamá —dijo Hannah en un intento de eliminar la


expresión tormentosa de la cara de su madre.

—UH… oh. Sarah, ven aquí y cuenta hasta diez —Devlin llevó a Sarah a la parte
delantera de la carreta.

—Dev, yo…

—Cariño, no hay nada que podamos hacer al respecto ahora. Vamos a


hacerlo lo mejor que podamos…

118
—¿Lo mejor que podamos? —La voz de Sarah era un susurro agudo—. Dev,
nunca has conocido a esta mujer antes, ¿verdad?

—Bueno, no.

—El verano que yo tenía diez años, vivía aquí con el tío Art. El esposo de la
señora Henley acababa de morir, y fui con el tío Art a ofrecer las condolencias.
Ella nos disparó con un rifle y no era una cerbatana, debo decir. Ella es tan
intratable como... como...

—Vale, vale, me hago una idea. Sólo vamos por Hannah, volvemos a casa, y
espero que la anciana no nos haya visto —Las mujeres estuvieron de acuerdo
con un movimiento de cabeza, y Devlin se dirigió a la parte trasera de la
carreta para sacar a Hannah—. Um... ¿Sarah?

Sarah siguió a Devlin y vio el piso de la carreta, donde momentos antes


Hannah se había ocultado.

—Oh, Dios mío —gritó mientras observaba nuevamente la carreta vacía—.


¡Dev!

***

—Bueno, ¿a quién tenemos aquí?

—Hannah Marie Tolliver —Hannah dijo con orgullo. Subió los escalones del
porche y se sentó en un pequeño barril.

—Bueno, siéntate como si fuera tu casa —dijo la anciana.

—Mi mamá tiene uno de esos y le disparó a un zorro justo aquí —Hannah puso
un dedo entre sus ojos—. Desde muy lejos, también.

—Supongo que será mejor que no te dispare entonces. No me gustaría que tu


mama me persiguiera después con un Winchester.

—De todos modos, no debería dispararme —Hannah alzó la vista hacia la


señora Henley con una expresión seria—. Mama dice que las personas que se
disparan entre sí no tienen sentido común. Sin embargo, ella le disparó a un
hombre muy malo. Sólo debemos disparar cuando cazamos. Debe tener
cuidado con dónde apunta esa cosa. Eso es lo que mamá le dice a mi
hermano, Matt, y muy seguido. Es un niño y usted sabe cómo son los niños. Él
nunca escucha nada.

119
La señora Henley rió. Había pasado un largo tiempo desde que escuchó su
propia risa, pero esta chica era una gran habladora. Apoyó el rifle contra la
pared junto a la puerta.

—Entonces no sería nada bueno dispararte, considerando que no eres mucho


más grande que un perro de la pradera.

—Soy más grande que un perro de la pradera—. Hannah hinchó el pecho.

—¿Por eso fue todo ese alboroto en frente?

—No —Hannah golpeó con aire ausente sus talones contra el barril de
madera—. Esa fue una de mis mamás.

—¿Tienes más de una madre?

—UH Huh.

—Bueno, vamos, pequeño perro de las praderas. Quiero conocer a estas dos
madres tuyas. La manera más fácil para llegar a la parte delantera es yendo
a través de la casa. —La señora Henley tendió la mano y Hannah, obediente,
deslizó su manita al alcance, de la fuerte pero arrugada mano de la anciana.

***

—Bueno, bueno, no entremos en pánico. Quiero decir no es como si estuviera


realmente perdida —Devlin le decía a Sarah para que no entrara en pánico,
sin embargo, podía sentir que su propia voz se elevaba con cada palabra.

—Lo juro, Dev, si esa vieja le dispara a mi pequeña niña…

—No vamos a permitir que eso ocurra. No he visto ningún movimiento desde
el interior de la casa, por lo que es probable que la anciana esté tomando
una siesta o algo así. Vamos a buscar en silencio a la parte de atrás.

Sarah y Devlin se agacharon, mediante señales de mano para comunicarse,


ya que se arrastraron por el lado oeste de la casa.

La señora Henley y Hannah caminaban a través de la sala. Las cortinas de


encaje cubrían las ventanas, lo que dificultaba ver el interior, pero era
bastante fácil ver lo que sucedía fuera. La señora Henley hizo una pausa,
mirando a las mujeres arrastrándose alrededor como si fueran personajes de
una novela barata.

120
—¿Tus madres son torpes o algo así? —preguntó.

—¿Eh? —preguntó Hannah.

—No importa. Vamos a sentarnos en el porche. Creo que es lo suficientemente


cálido para eso. Abrocha tu abrigo, perrito de la pradera, o cogerás un resfrío
— Ella seguía controlando el progreso de las mujeres fuera y sacudió la
cabeza—. Espero que nos encuentren en el porche, tarde o temprano. Hay
que decir, sin embargo, que no actúan como las chicas más listas del baile,
eso es seguro.

Al descubrir que la parte trasera de la casa estaba desierta, Devlin volvió hacia
Sarah.

—Escucho voces.

Yo también. ¿En la parte delantera?

Ellas no perdieron el tiempo regresando por donde habían llegado momentos


antes. La vista que encontraron dejó a las mujeres sin habla.

Hannah estaba sentada en el regazo de una mujer que parecía tener por lo
menos ochenta años. Hannah estaba contando cómo Devlin había salvado
a Dolly de un destino peor que la muerte al salvarla de las fauces de Rupert,
el viejo perro de caza de Art Winston. La señora Henley estaba escuchando
atentamente, intercalando las preguntas apropiadas.

—¡Hannah! —gritó Sarah.

—¡Mama! —Hannah sonrió desde su posición en el regazo de la mujer—. Te


encontré.

—Oh, nos encontraste, ¿verdad? —Sarah trató de no sonreír, rara vez podía
permanecer enojada con Hannah por mucho tiempo. Era demasiado
parecida a Sarah cuando tenía su edad.

—Ven aquí —dijo Devlin. Se acercó al porche y trató de levantar a Hannah


cuando rápidamente fue golpeada en sus nudillos—. ¡Ay!

—Ella parece estar bastante cómoda donde está —espetó la señora Henley.

—Señora. Henley, soy… —Sarah comenzó a decir, tendiéndole la mano.

—Sarah Tolliver. Y está es Devlin Brown. Sí, sé quiénes son, pero lo que no sé es
porque están aquí, cuando no son bienvenidas.

—Mire, señora Henley, nosotras… —Devlin comenzó.

121
—Y traer un pistolero a sueldo contigo no ayuda mucho —agregó la señora
Henley.

—Ahora espere un minuto —Sarah dio un paso adelante para hacer frente a
la mujer—. Devlin no es un pistolero a sueldo.

—¿No? Entonces, ¿qué es ella para ti?” Los ojos de la señora Henley brillaron
de alegría mientras dejaba caer la trampa.

—Ella es mi…

—Mire, no queremos ningún problema —interrumpió Devlin. Tomó suavemente


a Sarah por los hombros—. Si no nos quiere aquí, seguiremos nuestro camino.
No veo ninguna razón para entrar en insultos.

—Oh, no erices las plumas de la cola —dijo la señora Henley—. Ahora están
aquí, bien podrían quedarse un momento. ¿Tienes hambre? —preguntó a
Hannah.

Hannah sonrió y asintió.

—Mi estómago me dice que me alimentes, por favor.

—El mío también —La señora Henley puso de pie a Hannah y la condujo al
interior de la casa. Deteniéndose un momento en la puerta, se volvió
ligeramente—. Creo que espera que las alimente, también. Bueno, vamos
entonces. Dos madres —se rió entre dientes.

—¿Tienes alguna idea de lo que acaba de ocurrir aquí? —Sarah se volvió


hacia Devlin.

—No —Devlin sacudió la cabeza—. Sin embargo, yo digo que a caballo


regalado no le miremos los dientes.

Sarah tuvo un pensamiento, corrió de vuelta a la carreta, y cogió su cesta de


picnic. Ella y Devlin entraron con cautela a la casa. Era una hermosa casa con
muebles y objetos de vidrio que habían sido traídos, obviamente, desde el
este. Viejos retratos colgaban en las paredes y una espineta (instrumento
musical de cuerda) estaba de pie en una esquina de la sala. La casa parecía
demasiado cara para Devlin, y tenía miedo de tocar algo.

—Tenemos el almuerzo —Sarah levantó la canasta—. ¿Le gustaría compartirlo


con nosotras?

—Creo que esa es la mejor idea que has tenido hasta ahora, señorita —dijo la
señora Henley.

122
Fue una comida breve, aunque incómoda para Devlin. Si Hannah no hubiera
llevado la mayor parte de la conversación, las dos partes probablemente no
hubieran hablado en absoluto.

La señora Henley se levantó y entró en la cocina.

—Sarah Tolliver, entra aquí y haz que tu juventud sea útil —dijo en voz alta.

Sarah puso los ojos en blanco hacia Devlin y se levantó para seguir el sonido
de la voz de la señora Henley. Cuando Sarah regresó, llevaba una bandeja
con una cafetera y tres delicadas tazas de porcelana. Sirvió el café, lo cual no
fue discutido por la señora Henley.

—Devlin, abre esa puerta detrás de ti —La señora Henley indicó una puerta
lateral cerca de la entrada a la sala de estar.

Devlin accedió y le devolvió la mirada. La puerta parecía conducir a un


armario de almacenamiento.

—Ahí, ese cofre pequeño, el que está en el estante superior. Trae eso para la
niña.

Devlin bajó el cofre molestándose rápidamente porque esta mujer estaba


dándole órdenes como si ella fuera un jornalero. Colocó el cofre sobre la
mesa.

La señora Henley desabrochó la correa de cuero que mantenía la tapa


cerrada.

—Ven aquí, pequeño perro de las praderas —Abrió la parte superior para
revelar una variedad de muñecas con diminutos trajes, todos en diferentes
colores y modelos.

—¡Muñecas! —exclamó Hannah. Sarah sonrió a su respuesta. No podría


entender nunca por qué algo tan simple como las muñecas deleitaban tanto
a Hannah.

—Ahora, Devlin, lleva esto y lo pones en la alfombra en la otra habitación.


Puedes jugar con ellas allí —dijo a Hannah.

—Son demasiado bonitas para jugar, no quiero que… —comenzó a decir


Sarah.

—Tonterías. No tiene sentido que las polillas se den un banquete con ellas. Ve
—ordenó a Devlin.

—¿Cómo se dice, Hannah? —preguntó Sarah.

123
—Gracias, señora... No sé su nombre —Hannah dejó escapar.

La señora Henley rió.

—Mi nombre es Cordelia Leander Henley —se rió de nuevo cuando Hannah
trató de decir su nombre—. ¿Por qué no me llamas Cordy? Era así como mis
amigos me llamaban.

—Gracias, Cordy —respondió Hannah. Feliz siguió a Devlin a la habitación


contigua.

—Oh, tendrás problemas. Es un encanto, tiene… —dijo la señora Henley.

—La cara de un ángel y las maneras de un diablo —Sarah se sonrojó cuando


la señora Henley la miró con una extraña expresión en su rostro—. Es... bueno,
es lo que mi padre solía decir de mí.

La señora Henley lo encontró divertido y se rió fuerte y largo.

—Apuesto a que ésta lo descubrió por las malas, ¿eh? —Indicó a Devlin, que
acababa de tomar su asiento.

—¿Me he perdido de algo? —preguntó Devlin.

—Son sólo cosas de una anciana es todo. Por lo tanto, Sarah Tolliver y Devlin
Brown, ahora que las orejas pequeñas están fuera del camino, es hora de
poner las cartas sobre la mesa. Te lo diré de inmediato. Mis vallas caerán sobre
mi cadáver.

—Eso puede arreglarse —Devlin murmuró en voz baja.

—¿Qué dijiste? —preguntó la señora Henley.

Sarah golpeó la espinilla de Devlin debajo de la mesa.

—¡Ay! Um, que es un buen día en el rancho —dijo Devlin.

—Mm-hmm. —La señora Henley levantó una ceja escéptica hacia Devlin—.
Soy vieja, pero no soy sorda.

Devlin al menos tuvo el buen sentido de ruborizarse por su error.

—Lo siento, no quise decir eso.

—Por supuesto que lo hiciste, pero eso da lo mismo. Ahora el asunto es por que
deseas que los ganaderos derriben sus vallas de alambre. Puedo ver en parte
el sentido en ello. Mi marido nunca puso cercas, ni de madera. En esos días, la
sal de un jinete era si podía mantener a su rebaño bajo control. Los tiempos

124
son diferentes ahora y tenemos una manada cien veces más grande que la
inicial. Si contratara a todos los jinetes que se necesitaría para mantener los
rebaños bajo control como me gustaría, pronto sería una mujer pobre. Ahora
empieza por decirme por qué debería echar abajo mis vallas.

Sarah miró a Devlin, y la cara de Devlin cambió. Los ojos claros se volvieron de
un cálido cielo azul y la línea dura de la boca de Devlin se curvó en una leve
sonrisa. Era como si algo iluminara a Devlin desde dentro cuando miraba a
Sarah.

Después de un gesto casi imperceptible de aliento por parte de Devlin, Sarah


se volvió hacia la señora Henley y contó la historia. Sarah sabía que estaba
abriéndose a sí misma hacia la humillación y el ridículo, al relatar su visión, pero
ella y Devlin estaban de acuerdo en una cosa. Si no se sentía bien,
dependiendo de con quién estuvieran hablando en ese momento, no dirían
más de lo que debían. A pesar de que la viuda era una cascarrabias
intratable, Sarah y Devlin sentían que ella podría ser receptiva a toda la
verdad.

Casi una hora después, Sarah se echó hacia atrás en su silla. La señora Henley
quedó mirando a Sarah y Devlin.

—¿Y esperas que me crea esto? —preguntó la señora Henley.

—Bueno, todo lo que puedo decir es que es verdad. En cuanto a que usted lo
crea o no, supongo que eso es otra cosa —dijo Sarah.

—Es tan loco que pienso que debe ser verdad. ¿A quién más le dijiste esto?

—Usted es la primera —dijo Devlin—. Tratamos de decirlo en la asociación,


pero no llegamos muy lejos. No hemos contado toda la historia a nadie más
todavía.

—Bueno, no lo hagan. Van a pensar que estás más loca que un cencerro, y
no conseguirás ya nada.

—Pero, ¿cómo vamos a lograr que los ganaderos se unan a nosotras? —


preguntó Sarah.

—Mujer, te miro y veo que sabes bastante sobre ganado. También sé que la
jinete es muy buena en lo que hace. He estado en esta tierra desde que la
única otra mujer en el territorio era una india. Sólo hay una cosa a la que los
ganaderos en el territorio responden, y eso es dinero. Puedes decirles todas las
historias y hacer todas las predicciones que desees, pero hay una sola razón
por la que ellos te seguirán, y eso será si hay algo para ellos.

125
Sarah y Devlin escucharon fascinadas. La viuda había estado aquí antes que
cualquiera de ellas, y tenía experiencia en el trato con los ganaderos. Si la
señora Henley tenía una manera de resolver esto, estaban dispuestas a
escucharla.

—Dices que este gran incendio sucedería ¿en el otoño? —preguntó la señora
Henley.

—Hasta donde yo sé, sí —dijo Sarah—, pero no es seguro. Podría estar


equivocada. Podría ser incluso en el verano.

La señora Henley pareció considerar esto.

—¿Qué vas a hacer con tu ganado? Tienes una gran cantidad de cabezas en
el Double Deuce.

—Planeamos vender a casi todas a precio de mercado. Vamos a llevarlas al


corral en la primavera. Está a sólo 65 km de distancia —dijo Devlin.

—¿Y cuánto te dará ese ladrón de Charlie Roberts?

—Tres, quizá cuatro dólares por cabeza —dijo Devlin.

—Obtendrías casi cuarenta dólares por cabeza en Abilene. Me han dicho que
tienen un nuevo mercado de ganado allá arriba.

—Supongo que es así —dijo Sarah—pero es un largo camino entre aquí y


Kansas. Estaríamos hablando de un movimiento de ganado que no
necesitamos hacer. Por supuesto, nos gustaría hacer una pequeña fortuna,
pero no necesitamos el dinero.

—Tú no lo necesitas, pero mucha otra gente sí. Escucha mi propuesta. A tu


lado, tienes el rancho más grande de los alrededores. Si hago correr la voz,
diciendo que estoy en tratos contigo, entonces puedes apostar que no habrá
un ranchero que se levante contra nosotras.

—¿A cambio de? —preguntó Devlin.

—Reunirás a los ganaderos y conducirás todo su ganado a Abilene en la


primavera o principios del verano, contigo como jefe de ruta —dijo la señora
Henley, señalando a Devlin.

—¿Está loca? —Devlin levantó la voz—. ¿Sabe de cuánto ganado está


hablando? Nadie ha conducido tanto. Lo máximo que he llevado al mismo
tiempo han sido cinco mil cabezas. ¡Está hablando de cuarenta, tal vez
cincuenta mil reses!

126
—Es demasiado peligroso, una unidad de ese tamaño. Nos llevará todo el
verano —dijo Sarah.

—Estoy diciendo que ese es el tipo de acuerdo que podemos hacer. Es a ti a


quien le toca pensar en los detalles. Todo lo que estoy diciendo es que, si le
dices a estos ganaderos, que puedes obtener diez veces más de lo que vale
su carne por aquí, tendrás un trato. El dinero es lo que les importa.

—¿Y que es lo que usted pretende? —preguntó Sarah—. ¿Qué quiere sacar
de todo esto?

—Más dinero. Escucha. Te daré mi ganado para que lo vendas en Abilene y


te daré a cada hombre en mi rancho que quiera ir contigo. Tengo cincuenta
buenos hombres con los que puedes contar y pagaré su sueldo. Cuando la
operación esté hecha y tú jinete vuelva a casa, te venderé cada acre de
tierra que posea a treinta centavos de dólar.

—No entiendo. ¿Por qué nos vendería su tierra? —preguntó Sarah.

—En caso de que no te hayas dado cuenta, estoy envejeciendo —sonrió—.


Mi madre conoció a su creador a los ciento dos años. Mi abuela a los ciento
dieciséis y su madre antes que ella a los ciento nueve. Somos un grupo al que
le gusta quedarse por más tiempo. Creo que me gustaría llevarme mi fortuna
y comprar una lujosa casa en Kansas City. Tener sirvientes que hagan y
realicen las cosas para mí. Supongo que deseo que mis últimos días sean más
fáciles. Además, no les daría ni un solo centavo a esos ganaderos de la
asociación. No voy a dejar un maldito acre a cualquiera de esos idiotas.

Sarah y Devlin sonrieron ante el deseo de la señora Henley. Sarah preguntó:

—¿Dev?

—Va a ser un infierno de paseo —Devlin sonrió, aunque su rostro se puso serio—
. No veo la manera de evitarlo. Quizás esta es la forma en que estaba
destinado a hacerse. —Se encogió de hombros.

—Entonces supongo que tenemos un trato, señora Henley —Sarah le ofreció


la mano.

—Creo que ahora que somos socias en los negocios, puedes llamarme
Cordelia.

Se dieron la mano y hablaron durante un tiempo más sobre la mejor manera


de dejar que los demás ganaderos supieran de su negocio. Cordelia les dijo
que la dejaran encargarse de los demás. Devlin sonrió, imaginando que ella
tenía algo con los ganaderos.
127
Devlin recogió a Hannah ahora dormida y se detuvo para estrechar la mano
de la señora Henley. Cordelia insistió en que se llevaran el cofre con las
muñecas para Hannah. Sarah llevó el cofre por delante de Devlin. Hizo una
pausa, y luego se volvió a Cordelia.

—Sabe, Cordelia —Sarah comenzó—, mi tío Art y yo vinimos aquí para visitarla
cuando era una niña. Nos disparaste.

—¿Te herí? —La señora Henley tenía un brillo en los ojos.

—No —Sarah rió.

—Entonces, no os estaba disparando —su risa se extendió por la pradera.

128
Parte 11

—¿Qué quieres decir con que no voy? —La voz de Sarah se elevó con cada
palabra.

—Dime qué parte no entiendes y la repetiré de nuevo —dijo Devlin.

—No me trates como a los hombres con los que trabajas.

El intercambio había estado sucediendo durante unos breves momentos, pero


los hombres en el rancho sabían cuándo alejarse y buscar algo que hacer. No
era la primera vez que habían visto a las dos mujeres enfrascarse en una
discusión estresante, pero por lo general terminaba con una broma o una
disculpa. Todo el mundo en el Double Deuce era consciente de la urgencia
de realizar las tareas de primavera para que pudieran comenzar con el difícil
trabajo de juntar y conducir a la mayor manada en la que ninguno de ellos
había tomado parte.

Devlin bajó la cabeza y respiró hondo.

—Lo siento —Sarah alzó la vista, con las manos en las caderas—, el camino es
el lugar más horrible que Dios puso en la tierra. Es brutalmente duro. Si crees
que has convivido con los hombres, olvídate, no has vivido con ellos hasta que
no hayas pasado dos meses con ellos de esta manera. Es muy peligroso.

—Pero no para ti.

—Sarah, se razonable —declaró Devlin—. He estado haciendo esto mucho


tiempo.

—¿Y todo lo que yo hago es jugar a la reina del ganado durante todo el día?
Soy dueña de la mayor parte del ganado que llevaras.

—¿Ahora sacaras a relucir tu posición sobre mí? —preguntó Devlin en voz baja.

Las dos mujeres estaban cara a cara, con las manos en las caderas, mirándose
fijamente. Sarah cedió en primer lugar. Miró a los heridos ojos azules de Devlin
y se dio cuenta de lo que dijo.

—No quise decir eso.

129
—No es como ha sonado —dijo Devlin. Sarah creyó detectar una nota de
dolor en la voz de Devlin.

—Lo sé. Lo siento, Dev.

Sarah al instante lamentó que su mal humor hablara por ella. Su


temperamento le creaba muchos problemas, sin embargo, Devlin se había
acostumbrado a sus momentos de enfado. Los incidentes eran generalmente
de corta duración y pasaban rápidamente.

—Es sólo que… —comenzó Sarah.

—Sachu-kash —interrumpió Devlin a Sarah con un toque de su mano—,


¿recuerdas lo mal que estaba cuando iniciaste los rituales para convertirte en
Chahta?

Sarah sonrió.

—Es difícil de olvidar tu reacción.

—Pero yo estaba de acuerdo en apoyarte. Tenía que permitirte ser la persona


que eres. Es posible que me asuste hasta la muerte con tu testarudez, pero
nunca te pediría ser menos de lo que eres. Sa, no me pidas que sea menos de
lo que soy. No quiero decirlo así, pero sé más de esto que tú. Déjame hacer lo
que hago.

Sarah sintió que la ira desaparecía de ella como el agua de un cubo volcado.
Se inclinó hacia adelante, golpeando con la cabeza suavemente en el pecho
de Devlin.

Algunas veces, soy como una vieja arpía.

—Tú no eres vieja —Devlin rió y envolvió a Sarah en un abrazo ante la expresión
del rostro de Sarah—. Sachu-kash, eres la mujer de la que me enamoré. No me
gustaría que fueras de otra manera.

—Dev, ¿estás segura de que no puedo simplemente ir…

—Sarah —Devlin, dijo arrastrando las palabras de advertencia. Dio un paso


atrás y arqueó una ceja—. No soy capaz de hacer bien mi trabajo si estoy
preocupada por ti. Y —Devlin levantó una mano cuando Sarah abrió la boca
para hablar—, no me diga que puedes cuidar de ti misma y que no debo
preocuparme. Es algo que no puedo evitar y lo hago tanto si estás conmigo o
no. —Devlin mantuvo la cara de Sarah en sus manos y la besó en los labios—.
Sa, sé que puedo hacerte enojar la mayor parte del tiempo, y esto puede
sonar extraño, pero se siente bien tener a alguien de quien preocuparse de

130
esa manera. Este trabajo va a ser la cosa más grande que he hecho en mi
vida, y voy a necesitar hasta el último resquicio de concentración para ello. Y
cada vez que estás cerca, sólo tú llamas toda mi atención.

Sara se rió y cubrió la mano de Devlin con la suya.

—Bueno, si vas a ser tan encantadora conmigo, ciertamente no puedo estar


enojada, ¿verdad, mi tashka?

—Tashka, ¿eh? ¿Así es como me ves, como tu guerrera?

—Absolutamente. Mi guerrera encantadora.

—Esperaba que pensaras eso.

—¡Oh, tú! —Sarah dio a Devlin una palmada suave en las costillas que
causaron que Devlin la agarrara y la abrazara.

—Te amo, Sarah —susurró Devlin.

Sarah sonrió en el beso.

—También te amo.

—Porque soy tan condenadamente encantadora, ¿eh?

—Y humilde —agregó Sarah—. Dev —ella hizo como si fuera a empujar a


Devlin lejos—, los hombres nos están mirando.

Devlin miró por encima del hombro al grupo más cercano de hombres, y luego
de nuevo a Sarah. Besó a Sarah de nuevo.

—No me importa, deja que ellos busquen a sus propias novias.

—Vamos —dijo Sarah riendo mientras empujaba hacia atrás a Devlin—. Será
mejor que tú y todo tu encanto vuelvan al trabajo.

Devlin tenía una sonrisa de oreja a oreja cuando regresó a la fogata donde
Hank y Mattew marcaban y castraban a los becerros de primavera. Cada diez
terneros soltaban uno después de ponerle la marca que lo convertía en un
toro de rancho. Matt había resultado tener algo de talento como laceador.
Hábilmente arrojó las cuerdas alrededor de los terneros y los arrastró hacia una
de las fogatas donde los hombres tenían la marca preparada.

Hank hizo una pausa para secarse el sudor de la cara con un pañuelo. No
había podido evitar oír el acalorado intercambio entre las dos mujeres. Se rió
para sí mismo porque pensó que era una especie de justicia romántica que
Devlin al fin hubiese conocido a una mujer que era tan terca como ella.
131
—¿Conseguiste que ella no nos acompañara? —preguntó Hank.

Devlin se levantó y echó el sombrero hacia atrás sobre su cabeza.

—Síp —dijo con un aire de superioridad, balanceándose sobre sus talones.


Hank se arrodilló junto a Matt y le hizo un guiño al chico—. Supongo que te
duelen las rodillas de tanto rogarle.

Devlin miró a los dos, que estaban de rodillas en el suelo y tratando de no reírse.
Se echó a reír.

—Puedes apostar. —Al ponerse los guantes de cuero, Devlin echó un vistazo a
la cara de Matt y le revolvió el pelo—. No olvides nunca, muchacho, aquí
mando yo, pero allí —Devlin señaló con el pulgar hacia atrás en dirección a la
casa del rancho—, ¡ella es la jefa!

Sarah se echó hacia atrás en la suave silla de cuero. Cerró los ojos y todavía
podía oler el aroma débil del tabaco que su tío Art solía fumar en esta
habitación. No sabía si estaba en su mente o si el olor seguía aferrándose a la
tela de las cortinas. La sala había sido el punto medular de las operaciones en
el rancho. Sarah recordaba muchas noches viendo como Art trabajaba en el
escritorio donde estaba sentada ahora.

Con los ojos todavía cerrados, no oyó nada fuera, excepto el mugido del
ganado, que ya se preparaba para pasar la noche. Se extendían por su
rancho casi hasta donde alcanzaba la vista, encerrados dentro de las cercas
temporales que los hombres habían construido. Los hombres llegaron de
lugares tan lejanos como Texas cuando se enteraron de la empresa del
Double Deuce; Había un montón de puestos de trabajo. Miles de raíles tenían
que ser dividido para las vallas improvisadas. Devlin había insistido en que se
utilizaran las cercas gruesas. Ella había explicado a Sarah que, si algo sucedía
antes de tiempo, los cuernos largos serían capaces de atravesar una cerca de
ese tipo.

Sarah acababa de terminar de firmar el último de los giros bancarios a sus


muchos acreedores. Sólo las operaciones diarias en un rancho de este
tamaño eran caras, pero con la enorme tarea para la cual se estaban
preparando, los gastos eran colosales. Sabía que su objetivo final no podía ser
medido en dólares, pero al ver que sus saldos bancarios disminuían, temía lo
que sucedería si Devlin no podía llegar a Abilene. Sacudió los pensamientos
negativos de su cabeza. Incluso si Devlin llegaba a Abilene con sólo la mitad
de su ganado, el precio que los ferrocarriles estaban pagando por la carne
de vacuno las finanzas del Double Deuce estarían bien para asegurarse el
resto de su vida de Sara y algo más.

132
Fiel a su palabra, Cordelia Henley había persuadido a cada ganadero a
menos de cien millas a apoyarlas. Devlin había estado en lo cierto con su
primera conjetura; todo el stock era de alrededor de cincuenta mil cabezas.
Sarah había oído hablar de un jefe de ruta que había llevado a cincuenta y
dos mil cabezas en una unidad hasta Chisholm, pero no estaba segura que la
historia fuera cierta.

A cambio de llevar su ganado a Abilene, cada uno de los ganaderos acordó


proporcionar suficientes provisiones y jinetes para su manada. Eso era
considerable ya que una manada estaría conformada por más de tres mil
cabezas de ganado. Eso significaba que cada ganadero proporcionaría al
menos quince o veinte jinetes, caballos adicionales, un cocinero, vaqueros, y
todos los materiales de construcción para el carro de tirada. Sarah se
sorprendió cuando Devlin le dijo lo que necesitarían para los tres vagones que
su rancho debía suministrar. No tenía ni idea de que los hombres pudiesen
comer 230 kgs de carne de cerdo salada y 90 kg de frijoles o que se
necesitarían cerca de 90 kg de café para mantenerlos en movimiento.
Después que Devlin contratara al cocinero, fue presentado a Sarah como el
mexicano Bob y luego ordenó los suministros que solicitó.

Llevó la mayor parte del mes el reunir el ganado de los diversos ranchos
después de la temporada de partos. El Double Deuce poseía la superficie más
extensa y los corrales temporales, por lo que los animales fueron conducidos
allí. Devlin llamó al siguiente proceso; caos organizado. Los jinetes conducían
a grupos pequeños por una larga y estrecha rampa. Cuando el ganado
pasaba, un hombre gritaba la marca, otro hombre anotaba, y otro colocaba
una marca temporal en el animal detrás de su hombro izquierdo. El Double
Deuce utilizaba una barra como su marca de ruta, un signo que identificaba
todo el ganado como pertenecientes a esta unidad. Todos gritaban a la vez,
mientras que al mismo tiempo algunos de los bovinos entraron en pánico y
trataron de salir de la rampa de confinamiento. Matt obtuvo su sal, como a los
jinetes les gusta decir, por ser uno de los que chequeaban la información.
Como muchos de los jinetes no sabían leer ni escribir un hombre que podía
cifrar y anotar era invaluable durante este proceso.

Los temperamentos estaban más tranquilos ya que los jinetes trabajaron con
hombres que no conocían, cada caballo pertenecía a una marca diferente.
Cada día después que Devlin leía los libros de actas, su expresión se volvía más
sombría. A medida que aumentaba el número, también lo hacía la
preocupación de Devlin.

Sarah levantó la vista y se dio cuenta que se había quedado dormida.

133
—Te atrapé —dijo Devlin con una sonrisa. Se sentó en el suave sofá, inclinó la
cabeza hacia atrás y soltó un suspiro.

—Sí, ahora ya sabes lo que hago todo el día, simplemente sentarme aquí y
echarme la siesta —dijo Sarah somnolienta.

—Me lo imaginaba.

Sarah se hizo a un lado del sofá y animó a Devlin para estirar las piernas. Devlin
apoyó su cabeza en el regazo de Sarah mientras pasaba sus dedos por el pelo
largo y oscuro.

—Estás trabajando muy duro —dijo Sarah.

Devlin sonrió a medias.

—Esto no es nada en comparación con lo que voy a sentir cuando esté en el


camino.

Sarah le masajeó las sienes.

—Mmm, me vas a dormir.

—Está bien, lo necesitas.

—No, no antes de hablar contigo de algunas cosas —Devlin abrió mucho los
ojos y se incorporó—. Quiero preguntarte ¿cómo te sentirías acerca de
quedarte en la aldea del clan Thunderbird mientras estoy fuera? Ahora solo
escúchame antes de decir algo —agregó—, cuando Sarah estuvo a punto de
hablar.

—Pero, Dev, yo…

—Por favor, Sarah.

—Está bien, habla —Sarah cedió con una sonrisa.

—Sé que has manejado un rancho con muchos menos recursos que los que
tienes ahora, eso no es lo que me preocupa. Habrá un grupo de hombres de
mi confianza que cuidaran el pequeño rebaño que dejaremos atrás. No dejo
de pensar acerca de tu visión y lo que podría suceder si hay un incendio antes
de que vuelva. Me sentiría mucho más cómoda si estuvieras con mi familia.
Además —Devlin sonrió—, si continuas con los rituales para convertirte en
Chahta, podré casarme contigo cuando vuelva.

Sarah se tomó un momento para pensar en la última frase de Devlin.

—¿Eso es un soborno, Devlin, o una propuesta?


134
—Esa es una promesa, Sa. Escucha, yo sé que…

—Vale.

—Eres independiente y…

—Dije que vale.

—¿Qué? —Devlin finalmente se detuvo al escuchar.

—Dev, he dicho que vale. Estoy de acuerdo —Sarah sonrió de esa manera
que hizo que la lengua de Devlin se trabara y no pudiera hablar—. He estado
pensando en ello y creo que es una buena idea.

—Oh —murmuró Devlin—. ¡Oh! —exclamó, con una amplia sonrisa en su


rostro—. Así que tú y Hannah se quedarán con Tima. ¿Vas a estar bien allí sin
mí?”

—Mientras Tima no me eche por ser demasiado testaruda, supongo que


estaremos bien —Sara se rió.

—No, recuerda, que me crio. Está acostumbrada a una hija obstinada. Tengo
la sensación de que malcriará a Hannah.

—¿Estarás bien si continuo la ceremonia sin ti?

—Tengo que admitir que, si yo estuviera allí, probablemente haría algo para
que nos expulsaran a las dos del clan. No lo puedo evitar, Sa. No puedo
soportar la idea de que te aflija cualquier tipo de dolor, físico o mental.

—Está bien, lo entiendo —Sarah tocó la mejilla de Devlin con los dedos—.
Puede que no lo demuestre como tú, pero me siento de la misma manera.
Sabes que no habría un lugar suficientemente seguro para que un hombre se
esconda de mí si te hace daño de alguna manera.

—Lo sé —Devlin besó la frente de Sarah. Ante ella apareció de nuevo la


expresión del rostro de John Montgomery cuando miró la mancha carmesí
que se extendía al darse cuenta que Sarah le había disparado en el pecho.

—¿Crees que Matt estará bien al permanecer en el pueblo? —Sarah


interrumpió los pensamientos de Devlin.

—¿Qué? Oh, bueno, eso es otra cosa que quiero hablar contigo. Sarah... —
Devlin pasó los dedos por su pelo largo. Se había convertido en un hábito
inconsciente cuando trataba un tema delicado— en cierto modo le prometí
a Matt que podría venir en la unidad. Es decir, le dije que sólo si tú estás de

135
acuerdo, pero es inteligente y... —la voz de Devlin vaciló mientras miraba la
expresión afligida de Sarah.

—Pero él es sólo un niño, Dev. Es muy peligroso.

—Sarah, estás mirando a Matt como una madre.

—¿Cómo, se supone que voy a mirarlo? —dijo con lágrimas formándose en sus
ojos.

—Cumplirá trece años mañana. Infiernos, la mitad de nuestros jinetes sólo


tienen dieciséis años. Es un hombre joven. Es inteligente, respetuoso y muy
trabajador, todo lo que le enseñaste a ser. Sólo que ahora es el momento de
que aprenda algunas lecciones que tú no puedes enseñarle.

Sarah no podía luchar contra Devlin en ese punto. Era difícil correr lejos de la
verdad, y sabía que lo que decía Devlin era cierto. Sin embargo, eso no
impidió que su corazón de madre se rompiera.

—¿Qué hará él, cuidaras de él?”

—Por supuesto que lo haré. —Devlin se echó hacia atrás y abrió sus brazos
para que Sarah se cobijara en ellos—. Le haré el Wrangler de la manada voy
a estar dirigiéndolo. Él va a conducir la Remuda, los caballos sueltos. Después
atará los caballos por la noche, ayudará a los cocineros, lavará los platos,
recogerá leña, cosas por el estilo. Él no hará el trabajo de un jinete, te puedo
prometer eso. Empezará desde abajo. Te garantizo que en el momento en
que termine su jornada diaria, correr al este para ir a la universidad y obtener
una educación le parecerá tremendamente bueno. —Ambas rieron y Devlin
secó las lágrimas de las esquinas de los ojos de Sarah—. Yo cuidaré de él, Sa,
lo prometo.

—Sé que lo harás, Dev, es por eso que estoy de acuerdo. ¿Es por eso que me
convenciste de comprar ese caballo para él? ¿Y la razón de por qué le
compraste esa lujosa silla para su cumpleaños?

Devlin sonrió tímidamente.

—Bueno, es la silla de un vaquero, y necesitara un caballo fuerte, pero nunca


le habría dicho nada a él sin hablar primero contigo, Sarah. Él es tu hijo y…

—Él es nuestro hijo —interrumpió Sarah. Inclinó la cabeza y respiró hondo antes
de continuar—. Peter era un hombre maravilloso, y no quiero que ninguno de
los niños olvide jamás que él era su padre, pero tienes cualidades que deseo
que aprendan de ti, también.

136
—¿Yo? ¿Quieres que los niños aprendan de mí? —preguntó con asombro
Devlin.

—Absolutamente. Eres inteligente, conoces esta tierra, y a su gente. Sabes


cómo tratar con ellos. Trabajas más duro que cualquiera de las personas que
conozco. Eres una amiga leal y tienes integridad. Quiero que Matt crezca
conociendo todas esas cosas.

Devlin no sabía qué decir. Estaba segura de que, si abría la boca para hablar,
se pondría a llorar como un bebé. Nadie había puesto mucha fe en ella antes
y determinó que sería digna de la confianza de Sarah.

—No voy a defraudarte —susurró.

Las mujeres agotadas sentían como si hubieran ido a dormir cuando era hora
de levantarse de nuevo. Todavía quedaba mucho por hacer antes de que
Devlin saliera con el ganado al día siguiente. En la comida del mediodía,
tendrían una fiesta para el cumpleaños de Matt, pero Sarah y Devlin
decidieron esperar hasta más tarde para darle sus regalos.

El resto del día estuvo lleno de detalles de última hora y la organización de la


manada. Devlin quería irse después que la manada hubiera dejado de pastar
en la mañana, pocas horas después del amanecer. Ordenó a los hombres
que cabalgaran en el camino de regreso con sus rebaños esa noche,
vigilándolos como si estuvieran en la ruta. No quería ningún ganado asustados
por la noche. Le dijo al resto de los jinetes que montaran guardia y que todos
los hombres que irían en la unidad se reunieran en la casa del rancho en una
hora.

Sarah entró en el corral cuando Devlin eludió unos cuernos grandes.

—Anabelle —Sarah castigó a la vaca. La Longhorn resopló y se detuvo


cuando vio acercarse a Sarah—. ¿Qué haces con ella? —preguntó,
conociendo la aversión que Devlin y la vaca se tenían mutuamente.

—Anabelle va en la unidad —dijo Devlin.

—Oh, Dev, no vas a vender…

—No, pero no creas que no lo he pensado —Devlin levantó la voz y Anabelle


resopló de nuevo. Sarah pensó que la vaca realmente entendía a Devlin.

—Ella va a dirigir esta unidad —dijo Devlin—. No tenemos ningún novillo que
haya hecho el viaje antes. A pesar de lo cascarrabias que ella es conmigo,
Anabelle es los más imperturbables cuernos largos que he conocido. Supongo
que, por tener el tamaño de un búfalo, la manada la seguirá a todas partes.
137
—Pero, ¿qué vas a hacer con ella cuando vuelvas a casa?

—Hank, Alejandro, y algunos de los otros hombres dijeron que la traerían de


vuelta ya que Matt y yo viajaremos en tren. Ellos se encargarán de ella en los
corrales hasta que decidamos qué hacer aquí.

—Está bien, pero no te enojes con ella a mitad de camino y decidas venderla
—dijo Sarah en un tono de advertencia.

Devlin sonrió con malicia a la mujer al verla salir del corral.

—Todo depende de la cantidad de alboroto que me cause entre aquí y


Abilene —se rió cuando Anabelle resopló y gruñó bajo en su garganta.

Más tarde, cuando Devlin finalmente estaba en la parte trasera del carro de
tiro para hablar con los hombres, tuvo que tragar un poco por los nervios.
Sentados en las vallas y generalmente dando vueltas se encontraban todos
los hombres involucrados en la unidad. Había un capataz, un cocinero, un
wrangler, y vigilantes para cada una de las quince manadas. Además, de un
total de doscientos veinticinco jinetes. A pesar de que Devlin había
contratado personalmente a cada uno de los hombres, quería tener una
última oportunidad de hablar con el grupo que estaría comandando en el
camino. Sarah se puso de pie en el porche, junto con Cordelia Henley y un
número de los otros propietarios de ranchos.

—Todos ustedes me conocen y saben quién soy. Y saben lo que puedo hacer,
también. No tolero la pereza ni a los alborotadores —No tuvo que explicar la
última declaración. Los hombres miraron rápidamente a los relucientes
revólveres que posaban sobre cada cadera y entendieron su significado —
Como habrán adivinado, esta es una de las mayores manadas que se han
visto. Nos va a llevar un infierno de trabajo llegar a Abilene con ellos, pero no
tengo que decirles eso. Tenemos unos cincuenta mil cabezas por ahí. Los he
dividido en quince rebaños. Ya saben que soy la jefa de camino, pero cada
rebaño tiene un capataz que depende directamente de mí. Cuando no esté
ahí, su capataz hablará por mí. Cada manada también tiene un cocinero y
dos vagones. Me he enterado que algunos de los cocineros que yo misma
contraté cocinaran comida tan buena que no llegaran a extrañar el hogar.
Por supuesto, si algunos de ellos no son tan buenos, estoy segura que habrá
quien se lo diga —Devlin se rió y el grupo de hombres también lo hizo de buena
gana. Era bien sabido que las galletas de un cocinero de ruta eran tan duras
como el plomo, pero aun así era mejor que no comer nada—. Mi plan es
conducir la manada bastante duro los primeros días. Espero que eso los agote
al caer la noche. Deberíamos estar en la ruta en unos tres días. Recuerden que

138
estamos llevando un rebaño mixto, no sólo novillos, por lo que podríamos
terminar con terneros tardíos. No quiero oír hablar de disparos en las mañanas.
Tenemos un montón de carretas, por lo que, si no pueden mantener el ritmo,
la amarran a otra carreta hasta la parada del mediodía y hacer lo mismo para
la tarde. Traten que su ganado no se abra demasiado, no más de 30 metros
de ancho. Una última cosa, cada jinete recibe su salario, cuarenta dólares al
mes, más un bono extra cuando consigamos llegar a Abilene. ¿Alguien tiene
alguna pregunta?

El grupo permaneció en silencio mientras Devlin los observaba.

—Entonces les sugiero que caminen a sus lugares y se acomoden para pasar
la noche. Sin música, sin licor. Comenzamos el trabajo al amanecer.

Hubo unos pocos silbidos de un par de tejanos en el grupo, pero los hombres
estaban generalmente calmados mientras se dirigían a sus rebaños asignados.
Devlin aceptó las felicitaciones y buenos deseos de los propietarios de rancho
hasta que ella y Sarah finalmente se encontraron solas en el porche.

—Matt, ven aquí —Devlin llamó.

Sarah puso sus brazos alrededor de él y le dio un beso en la mejilla.

—Dev y yo tenemos algo especial para tu cumpleaños.

Devlin silbó entre dientes y Hank condujo un musculoso caballo desde el


establo. Los ojos de Matt se iluminaron cuando lo vio y se precipitó hacia Hank
y el animal.

—¿Es mía? —Se volvió para mirar a Sarah y Devlin.

—Toda tuya, hijo —dijo Sarah—. Su nombre es Smokin' Molly (La fumadora).
Aunque no quiero saber por qué le dieron ese nombre.

Matt miró a la yegua, deteniéndose para darle una caricia debajo de la


barbilla.

—Dev, ¿por qué su silla de montar tiene un doble juego de cinchas? Nunca
he visto una así antes.

—Bueno —Devlin comenzó mirando a Sarah. Sarah asintió y ella continuó —


Cuando un domador ata a un caballo, ata su lazo al corno de la silla. Por
supuesto, algunos de esos caballos son muy temperamentales, por lo que tiran
bastante fuerte. El doble juego de cinchas en la silla evita que te quedes sin
montura. Yo estaré muy ocupada con esta unidad. No creo que tenga tiempo
para sacarte de cada problema entre aquí y Abilene.

139
Le llevó a Matt un momento comprender las palabras de Devlin.

—¿De verdad?

—De verdad.

Matt se precipitó hacia adelante y abrazó a Devlin, lo que sorprendió a Sarah


tanto como a Devlin. Después de un momento de vacilación, Devlin le
devolvió el afecto al niño de todo corazón.

—Oh, sí, gracias, mamá, por dejarme ir. —Sara, incapaz de evitar burlarse, se
quedó con los brazos cruzados sobre el pecho observando la inesperada
exhibición.

Matt miró a Sarah con la misma sonrisa tímida que solía llevar Devlin. Dio a su
madre el mismo abrazo.

—Oh, sí, gracias, mamá —bromeó de vuelta.

Sarah se dio cuenta de que Matt era casi tan alto como ella. Parecía que
había pasado tan poco tiempo desde que ella era por lo menos 5 centímetros
más alta que él. Sonrió y se puso en el primer escalón del porche.

Así, está mejor —ella sonrió y puso sus brazos alrededor del cuello de Matt.
Evitó que las lágrimas corrieran por su cara, pero no fue capaz de evitar que
se formaran en sus ojos—. Está bien, no crezcas más alto que tu madre.

—Veré qué puedo hacer con respecto, mamá —Mattew rió.

La cara de Sarah se puso seria.

—Estar en la manada es peligroso. Me tienes que prometer que vas a hacer


todo lo que Dev te diga, exactamente como lo diga.

—Lo prometo. No llores, mamá.

—Ella estará bien —Devlin dio un paso detrás de Sarah.

Sarah miró a los suaves ojos azules de Devlin.

—Correcto Dev. Voy a estar bien —Respiró hondo y sonrió—. Es mejor que veas
lo que necesitas llevar y donde tienes que estar esta noche. Amanecerá más
rápido de lo que piensas.

—Sí, señora.

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—Hank está en el granero —dijo Devlin—. Él será el capataz en nuestro grupo.
Te dirá lo que necesitas para empezar y me sentaré contigo esta noche.
¿Vales?

—Claro que sí, Dev. —Matt empezó a correr hacia el granero, pero volvió de
nuevo—. O sea, jefa —añadió con una sonrisa.

—Vamos —Devlin puso su brazo alrededor de Sarah y se dirigió hacia la casa.

—¿A dónde vamos?

—Voy a tomar un baño muy caliente y estaba esperando que te unieras a mí


en nuestra muy suave cama —dijo Devlin en voz baja.

—Ah, lo esperas, ¿verdad?

—Sí —Devlin acercó más a Sarah y le dijo al oído—. Va a pasar bastante


tiempo antes de que vuelva a verte de nuevo, y quiero dejar un buen
recuerdo de esta noche.

Sarah sonrió.

—Prometiste reunirte con Matt esta tarde —le recordó.

—Sí, pero eso me deja toda una tarde libre —Devlin se volvió con una sonrisa
sensual hacia Sarah.

—Me gusta como piensas. Permíteme ver que está haciendo Hannah.

Después que las dos mujeres inclinaron sus cabezas en la habitación de


Hannah y se aseguraran que la niña estaba profundamente dormida,
caminaron, cogidas del brazo, hacia su propia habitación.

—Prométeme una cosa, Dev —Sarah caminaba con la cabeza sobre el


hombro de Devlin.

—Cualquier cosa, Sachu-kash.

—Prométeme que incluso cuando nuestras vidas sean caóticas y el tiempo nos
esté llevando en cincuenta direcciones diferentes, al igual que ahora, siempre
vamos a sacar tiempo para cosas como esta.

—¿Esta?

—Ya sabes, detenernos en medio del día para... para estar juntas. Para hacer
el amor —Sarah admitió con rubor.

Devlin se detuvo para pasar sus dedos a lo largo de la mejilla de Sarah.

141
—Creo que —ella extendió la otra mano para cerrar y bloquear la puerta de
la habitación— que será el juramento más fácil de hacer del mundo. Lo
prometo —susurró justo antes de que sus labios encontraran a los de Sarah en
un beso lleno de una vida de promesas por cumplir.

***

Al salir el sol sobre el horizonte oriental, la anticipación amaneció junto con el


nuevo día. Incluso los jinetes que eran ganaderos experimentados sintieron la
energía en el aire. El ganado había estado pastando durante unas dos horas
y Devlin regresó a la casa del rancho, una vez más, antes de salir.

—Tenía la esperanza de que volvieras una vez más —dijo Sarah. Se puso de
puntillas para envolver sus brazos alrededor del cuello de Devlin—. Te amo,
Dev.

—Te amo, también, Sachu-kash. Además —Devlin se inclinó y recogió Hannah,


que tiraba de la pernera del pantalón—, ¿cómo podría irme sin decir adiós a
mis dos chicas favoritas?, ¿eh?

—Te echaré de menos y estaré triste cuando te vayas, Dev —Hannah hizo un
puchero.

—Yo también te echaré de menos, princesa —dijo Devlin con voz


entrecortada—. Te necesito para que ayudes a tu mamá a no estar tan triste.

—¿Vas a estar triste, también, mamá?

—Sí, cariño. —Sarah se encontró con los ojos de Devlin—. Voy a estar triste,
también.

—Entonces yo te ayudaré —Hannah sonrió.

Devlin se rió y sostuvo a la niña en un brazo, envolviendo con el otro los


hombros de Sarah.

—Quiero que intentes comportarte con tu mamá, ¿de acuerdo?

—Está bien, voy a tratar, Dev, pero es difícil a veces.

—Lo sé, princesa, pero siempre y cuando lo intentes —Devlin guiñe un ojo
Sarah— seré feliz.

—Te amo, Dev. —Hannah abrazó el cuello de Devlin.


142
Devlin tuvo que controlarse para no llorar ante el cariño de la niña. Devlin sabía
que más tarde pensaría en esto como la primera vez que en realidad se sentía
parte de esta familia.

—Te amo, también, princesa —Le devolvió el abrazo fuerte—. Ahora ve hasta
el porche. Nos llevará casi todo el día para salir, así que, si te sientas en el
columpio allí, podrás ver todo. ¿Sí?

Hannah ofreció una sonrisa entusiasta y corrió al columpio del pórtico tan
rápido como sus pequeñas piernas, se lo permitieron.

—Ni siquiera pienses en no volver a casa conmigo, Devlin —Sarah tiró del
chaleco de cuero de Devlin.

—Ni en sueños —dijo Devlin—. Mi corazón estará contigo, Sa, recuerda que:
Siempre te estaré cuidando donde sea que estés. —Sostuvo a Sarah más
cerca y le susurró al oído —. Recuerda que soy Redhawk. Puedo flotar en el
aire y ver a kilómetros. Dondequiera que tu camino te lleve, allí estaré a tu
lado. Cuando me necesites, Sachu-kash, voy a estar allí.

Sarah asintió, conteniendo las lágrimas.

—Si no te vas en este momento, no dejaré que te vallas. Te amo, tashka.

Devlin sonrió y Sarah se acercó más. Fue sólo un beso, pero estaba lleno de
una intensidad feroz. Al igual que el primer beso que compartieron, de pie en
la ciudad bajo la lluvia, las había unido, este beso reforzaba su relación. Cada
mujer sintió los brazos de la eternidad abrazarla mientras miraba hacia un
futuro y una vida juntas.

143
Parte 12

—¡Júntenlos! —Devlin gritó de nuevo a Hank y a los hombres de la punta, que


a su vez pasaron la voz.

Los hombres a los costados de cada manada gritaron de nuevo a los hombres
cerca de los flancos en la parte trasera, y alertaron a los hombres de arrastre,
que montaban en último lugar y se comían la mayor parte del polvo del
camino. Durante la primera semana, los jinetes adicionales los acompañarían.
Luego regresarían una vez que la manada estuviera en la ruta.

Devlin había ordenado a cada capataz que no pusiera en marcha a su


rebaño hasta que el extremo posterior de la manada se encontrara al menos
a un cuarto de hora de distancia. Planeó moverlos rápido al principio. Esto los
obligaría a avanzar más lejos y serviría para cansar a los animales hasta que
estuvieran en la carretera. Estarían más cansados por la noche y era menos
probable que se asustaran fácilmente. Quince minutos eran una distancia
decente entre los rebaños. Nunca había arrastrado una unidad de este
tamaño, pero esperaba que sus rebaños se extendieran entre veinticinco o
treinta kilómetros, sobre la pradera.

Gritos, silbidos, y el chasquido de los látigos llenó el aire de la mañana. Devlin


había alentado a la mayor parte de los jinetes para que aprendieran a utilizar
los látigos en vez de sus revólveres de seis cañones para despertar el ganado.
Sabía que reduciría los accidentes y ahorraría munición. Muchos hombres con
los que viajaba utilizaban con demasiada frecuencia sus armas. Su sensación
personal era que a los jinetes se les hacía mucho más fácil sacar su pistola para
disparar a otro hombre cuando surgían desacuerdos.

Una vez que las manadas se movieron, Devlin se volvió para ver a Mattew. Se
concentró tanto en la tarea delante de él que nunca vio a Devlin a un lado
observándolo. Su única tarea, mientras que la manada se movía era conducir
el Remuda, la manada de los caballos de repuesto, dos extras para cada
hombre. Devlin había contratado a un vaquero para cada uno de los quince
rebaños, sabiendo que sería un trabajo difícil. Matt y su yegua trabajaban bien
como pareja, teniendo en cuenta que sólo llevaban juntos un día. Devlin lo
observó unos momentos más antes de dirigirse al vagón más cercano.

144
Un equipo de cuatro mulas tiraba del carro. A diferencia de la carreta de un
campesino, los vagones de provisiones tenían ruedas anchas para una mejor
tracción en campo abierto. El carro tenía arcos sobre el que se podía atar una
lona para protegerse del sol o del mal tiempo. Dado que hace mucho tiempo
no llovía, el cocinero había guardado la lona en el interior del vagón.

Bob el mexicano era el cocinero en el grupo de Devlin. Devlin no era tonta; a


ella le gustaba la buena comida y Bob era el cocinero de Art Winston. Había
oído decir a Art, una vez que “Bob hacía las galletas tan ligeras, que, si no
pusiera arándanos en ellas, los mosquitos se las llevarían.” Al igual que otros
cocineros, Bob dictaba las reglas en la carreta vagón, e incluso Devlin no era
tan tonta como para buscarle su lado malo.

—Bob, quiero alejarme un par de kilómetros del Washita antes de hacer una
pausa para comer a mediodía. Podemos cruzar el río y avanzar otros diez
kilómetros antes de acampar para la cena. Haz que tu vigilante pase la voz a
los capataces y a los otros vagones.

—Vale jefa.

Devlin se apartó del carro en movimiento. Tendría que acostumbrarse a que


los hombres la llamaran jefa. Si eran serios o divertidos, ella era la jefa de
camino y eso significaba que nadie hacía nada sin su aprobación. Era su
trabajo montar por delante, explorar hacia la mejor ruta, e interceptar
cualquier posible problema para la manada. También tenía que decirles a los
cocineros dónde acampar. Los vagones de provisiones tenían que estar
instalados en el campamento horas antes que la manada. Nada hacía que
un jinete olvidara rápidamente su cansancio que una buena comida en el
momento en que saltaba de su caballo.

Después de notificar a Hank que ella estaría viajando adelante, Devlin se puso
en marcha hacia el norte. El sendero que siguieron no era tan transitado, pero
los surcos de las carretas eran lo suficientemente visible para seguir fácilmente.
Miles de cabezas de ganado se comían la hierba mientras pasaban camino
a Kansas. Los mejores precios de la carne estaban en Abilene, y la única
manera para los Texanos de llegar era atravesando el territorio a lo largo del
camino que algunos llamaron Chisholm Trail.

No había nada más que praderas a cientos de millas a la redonda. La hierba


alta era soplada suavemente con la brisa cálida. Parches de bluebonnets (la
flor oficial de Texas) y brochas indias añadían color a la pradera. Por lo general,
la hierba verde habría estado en todas partes, pero la lluvia había sido escasa
durante la pasada primavera. Había suficiente para la manada hasta Abilene,

145
pero Devlin sabía que si un poco de lluvia no aliviaba el calor del verano, la
visión de Sarah podría tener lugar antes de lo esperado.

Montó todo el camino hasta el río Washita y marcó el lugar donde la manada
se detendría a mediodía. Después de haber cruzado el río, cabalgó hacia el
norte del valle Washita y marcó un lugar similar para el campamento por la
noche. Los cocineros encontrarían fácilmente los pañuelos rojos que había
atado a un árbol de naranjo Osage.

Devlin evitó cuidadosamente las espinas de 5 centímetros mientras revisaba


las ramas en busca de signos de fruta. Las manzanas de caballos, o manzanas
de cobertura como las llamaron los colonos, por lo general maduraban a un
color verde brillante al final del otoño o invierno. Cortó las ramas que
rodeaban una fruta seca, todavía oculta de las ardillas que comían las semillas
que se encontraban dentro. Esta probablemente sería su última oportunidad
de encontrar árboles frutales a lo largo del camino.

En días pasados, Devlin no había visto nunca un árbol como este fuera del
valle del Red river en la parte sur del territorio. Hoy en día, los proveedores sin
escrúpulos cobraban a los colonos cerca de cincuenta dólares por una
fanega de semillas de naranjo de Osage. El alambre era caro, por lo que los
agricultores plantaron miles de árboles espinosos. Las ramas crecían juntas y
hacían una pared que dividía la tierra y contenía su ganado. La madera era
la más dura que Devlin jamás había encontrado y ella se había pasado más
de un día ganando un dólar por cortar los árboles para postes de cercas.

Devlin suspiró al sentir la urgencia y el miedo por la visión de Sarah. Sintió que
la tristeza la embargaba. Se dio cuenta que una forma de vida estaba
desapareciendo para los pueblos indígenas dentro del territorio y para los
ganaderos. Los colonos y los trenes traían a más personas al oeste cada día,
personas que no tenían idea de cómo vivir en una tierra salvaje. Llegaron en
busca de una tierra para domesticar. Devlin sacudió la cabeza mientras metía
la fruta en su alforja y se alejaba.

Dispuso ir más al norte para escanear la zona donde acamparían más tarde.
La tarea más difícil era decidir el terreno para pasar la noche junto a
cincuenta mil cabezas de ganado.

En el momento en que Devlin llegó al vagón del mexicano Bob, el primer turno
de los jinetes estaba sentado en el suelo con platos llenos de panecillos y
tocino. La comida del mediodía por lo general era ligera, pero la cena era
algo que los jinetes esperaban con entusiasmo. Una cosa que siempre se
incluía en la cena era carne.

146
Devlin subió la colina donde Matt había establecido una cuerda temporal
como corral para la Remuda. Devlin hizo una pausa antes de bajarse,
observándolo preparar los caballos de refresco para el primer grupo de
hombres que habían venido a comer. Un par de jinetes le tocaron la espalda
a Matt, para entregarle las riendas de sus monturas.

—¿Cómo estuvo la cena? —preguntó Devlin.

—Buena —Matt sonrió.

Devlin sabía que el vigilante y el Wrangler comían antes que nadie. Para pagar
por el placer de cenar primero, hacían casi todas las tareas pequeñas, e
ingratas de la ruta. El vigilante se hacía cargo de la Remuda por la noche.
Durante el día, lavaba los platos y conducía el segundo vagón lleno de los
sacos de dormir de los jinetes. Cuando él y el cocinero llegaban al
campamento en algún momento del día, el vigilante encontraba un lugar
tranquilo bajo un árbol, si lo había, extendía su petate, y se dormía.

—¿Ayudaste a Bob con la leña?

—Sí. También le dije que cavaría la zanja para el fuego en el campamento de


la noche.

—Me agoto sólo de ver toda esa energía que tienes, muchacho —rió Devlin—
. Tómate tu tiempo, Matt. Es un largo camino hasta Abilene.

—Sí, jefa —dijo con su sonrisa habitual.

—Guarda la silla de Alto, más adelante regresaré por ella —Devlin metió las
riendas de la yegua en el estribo. Alto no era un caballo salvaje. Venía cuando
Devlin la silbaba.

—Está bien —dijo Matt. El Wrangler novato estaba de vuelta ya que algunos
de los jinetes del primer turno se acercaron hasta la colina.

—Hola, compañero —Willie Abbott, el hombre del flanco izquierdo, llamó a


Mattew—. Necesito a Belle, la yegua blanca que está justo por allí —señaló
hacia la parte posterior del improvisado corral.

Devlin se volvió a ver a Matt. Los caballos de refresco en la Remuda no se


comparaban en nada a Alto. Esos caballos aun hacían lo que querían; se les
llamaba y no venían. Aún más, nunca dejaban que un hombre los paseara y
colocara una cuerda alrededor del cuello. La sensación era que, si un caballo
permitía a un hombre acercarse demasiado, sería demasiado fácil de robar.

147
Devlin observó cómo Matt hizo girar su cuerda un par de veces y sin esfuerzo
capturó la yegua parda. El caballo se retiró para levantar la cabeza, pero Matt
había plantado firme sus pies y comenzó a tirar del animal de repuesto. Él dio
el caballo a Devlin para que lo ensillara y alzó su cuerda para coger el
siguiente animal.

Devlin se volvió y se dirigió a la carreta por su cena. No pudo evitar la sonrisa


poco habitual que adornaba sus facciones. Seguiría manteniendo un ojo
sobre Matt, pero al menos no tendría que preocuparse tanto por él. Mattew
se estaba adaptando muy bien y Devlin se sentía como un padre orgulloso.

—¿Tienes hambre, jefa? —Hank se metió otro panecillo en la boca mientras


Devlin se sentaba en el suelo junto a él.

—¿También tú?

Hank rió, sus ojos marrones brillaron.

—No me digas que ya estás extrañando el hogar. No hemos estado fuera ni


un día.

—Extraño mi hogar desde el momento en que mi trasero tocó la silla de montar


esta mañana, mi amigo.

—Sí, pero sólo piensa en el reencuentro que tendrán las dos. —Hank movió las
cejas.

—Tienes una mente sucia. ¿Sólo piensas en eso?

—Más o menos. Y no me digas que no la has extrañado. Todos los jinetes del
barracón os escucharon anoche. —Hank se levantó y arrojó sus platos en la
bandeja del carromato.

La cara de Devlin se convirtió en algo que Hank sólo podría describir como
pura vergüenza, unida al miedo. Pasó junto a la mujer, sentada en su camino,
para regresar al rebaño.

—Es eso… —Devlin casi se atragantó con el pan—. ¿Es eso verdad, Hank?

—Nah. Sólo quería ver esa expresión en tu cara —Él inclinó la cabeza hacia
atrás y se rió en voz alta.

Devlin nunca podría amonestar a su amigo por su broma ya que su trato


afable y la risa eran contagiosas. Se rió aliviada totalmente.

—Irás al arrastre mañana, hijo de puta —dijo en voz alta, lo que hizo que el
hombre riera más fuerte.

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Devlin tragó el último bocado de su comida y tiró los platos sucios en la
bandeja. La pila de platos sucios esperaba al vigilante o a las manos del
Wrangler para lavarlos antes de que el cocinero pudiera seguir adelante.

—He marcado un buen lugar para ti, Bob, con un montón de maleza para
leña. ¿Necesitaras la ayuda de Matt?

—No, jefa, Francisco ayudará.

Francisco no era sólo el vigilante sino también el hijo de Bob. Era un hombre
joven y amistoso más o menos de la misma edad de Matt, a quien los jinetes
llamaban Frankie. Devlin recordó el día en que lo había contratado. Al
principio, había tenido sus dudas. Observó al joven escuálido y sacudió la
cabeza. Después de que Bob hiciera que su hijo demostrara su talento con los
caballos y su habilidad para conducir el carromato, Devlin cambió de opinión.

Una vez montada, Devlin rodeo los rebaños para revisar el ganado. Cuando
vio a algunos acostado, supo que habían pastado lo suficiente. Se detuvo y
habló con el capataz con instrucciones de cruzar el río Washita.

Los sauces se alineaban en la orilla de arcilla roja del río. Este probablemente
sería el paso más sencillo de la unidad. La lluvia podría inundar rápidamente
el río, pero ya que no hubo precipitaciones importantes en meses, fácilmente
podrían vadear el Washita.

Devlin se dirigió a un lugar llamado Rock Crossing. El río era muy ancho, pero
a mitad de camino, el lecho del río cambió de arena a roca dura. El ganado
no tuvo problemas en cruzar las aguas poco profundas y Devlin ordenó a los
hombres que redujeran el ritmo para dejar que las vacas bebieran hasta
saciarse.

Seis millas más adelante, en medio de una pradera ondulante, Devlin se sentó
a horcajadas sobre Alto en la cima de la colina más alta. Hizo rodar su
sombrero por encima de su cabeza. A tres kilómetros y medio de distancia, el
hombre de avanzada la vio y le dio la señal a Hank. Hank agitó la mano hasta
estar seguro de que Devlin lo había visto. Luego ordenó a sus hombres para
que condujeran el ganado al lugar donde pasarían la noche.

Devlin observó la manada a continuación y exhaló un inquieto suspiro de


alivio; un día terminaba y probablemente cuarenta y cinco más faltaban. Dio
las gracias a los espíritus que velaban por ella por un primer día, sin incidentes.
Horas más tarde, observó a los hombres una vez más divididos en turnos para
cenar. Los tentadores aromas procedentes del campamento le hacían agua

149
la boca, pero Devlin rodeó por los alrededores del campamento para
comprobar el ganado y a los hombres antes de detenerse por su cena.

Cuando la agotada mujer entró en el campamento, nuevamente observó a


Matt. La cena era la única comida que el Wrangler no comía antes que nadie.
Frankie estaba en algún lugar acurrucado en su saco de dormir, descansando
lo más posible antes de que el ganado se detuviera a reposar y él tuviera que
hacerse cargo de la Remuda. Esto significaba que una vez que Matt llegara
al campamento, unas horas antes que el ganado, tendría una gran cantidad
de trabajo por hacer. Recoger leña, cavar una zanja para el fuego del
cocinero, ayudar a descargar la carreta, y si es necesario, moler el café.

Devlin sonrió para sí misma y se preguntó si Matt tendría tanta energía esa
noche como lo tenía al mediodía. Desmontó y desensilló a Alto antes de que
Matt la condujera al corral de cuerdas. Los hombres se turnaron para
conseguir sus caballos de repuesto. Ensillaron los animales y los piquetes donde
arrojaron sus sacos de dormir.

Willie Abbott había conseguido un caballo fresco al mediodía, pero hizo que
Matt colocara a su yegua blanca, Belle, de vuelta en la Remuda. Devlin ensilló
un caballo diferente para la noche. Los arrieros eran supersticiosos cuando se
trataba de caballos blancos y claros. Devlin había aprendido en su primer
arreo de ganado que la mayoría de los hombres creían que los animales
blancos atraían los rayos. Se había burlado abiertamente de la idea hasta que
una noche durante una tormenta eléctrica, mientras montaba guardia, vio un
relámpago golpear a un novillo blanco, a continuación, saltar a otra vaca
blanca a 20 metros de distancia. Mató a los animales y provocó una
estampida que duró casi toda la noche.

—Bueno, ¿tienes hambre? —preguntó Devlin a Matt mientras Frankie se hacía


cargo de la Remuda.

—¡Mucha! —dijo.

—Yo también, vamos a ver lo que hay en el menú.

Devlin había visto a Bob faenar a un novillo a principio del día, por lo que ya
sabía en lo que consistiría la cena. Por lo menos durante un par de días antes
de una nueva matanza, los hombres comerían un estofado “hijo de puta”.
Devlin no tenía idea de dónde venía el nombre, pero la mayoría decía que
tenía todas las partes de la vaca en ella, excepto la cola. Era una mezcla de
lengua, hígado, corazón, y todas las partes ricas que el cocinero tenía que
usar ese día. Bob utilizaba sólo los jugos de la carne, por lo que era el guiso
más sabroso que un vaquero comía.

150
Durante la cena, Matt y Devlin se sentaron aparte de los otros jinetes. No era
raro que el jefe de camino siguiera siendo algo distante, y la mayoría de los
jinetes ya conocían la reputación de Devlin como una mujer de pocas
palabras. Devlin intentó tomarse un tiempo cuando ella y Matt estuvieran solos
para responder sus preguntas y enseñarle algunas lecciones que lo ayudarían
en el camino.

Después de terminar la abundante comida, Matt ayudó a Bob con los platos
y la limpieza. Devlin montó en su caballo de repuesto y se fue a comprobar los
rebaños. Dio instrucciones para hacer descansar al ganado en las tierras altas
para aprovechar la brisa. También estableció equipos de corredores en cada
rebaño para estar en guardia en caso de una estampida. Estos hombres no
tenían que vigilar las vacas toda la noche, pero serían ellos los que saltarían
sobre la silla de montar a la primera señal de problemas. Devlin había
aprendido años antes que era más fácil detener una estampida con unos
pocos hombres bien coordinados que con una docena de jinetes gritando,
todos moviéndose en una dirección diferente. Dijo una breve oración para no
tener problemas en esa noche o cualquier otra.

Devlin miró el reloj de oro que sostenía metido en el bolsillo de su chaleco.


Podría haber adivinado que eran casi las diez en punto cuando la primera
guardia, salió a caballo y el resto de los hombres entraron en el campamento.
En el momento en que Devlin llegó al campamento, la mayoría de los hombres
estaban sentados alrededor del carromato conversando o extendiendo sus
sacos de dormir. Observó cómo el cocinero volvió la lengua del vagón hacia
la Estrella del Norte.

—Pensé que estarías profundamente dormido ya —le dijo a Matt.

Había colocado su saco de dormir cerca del lugar donde Devlin puso sus
propias mantas antes.

—Supongo que estaba demasiado emocionado, ¿sabes?

—Sí, creo que me sentía de la misma manera en mi primera unidad. Parece


como si hubieran pasado cien años.

—¿Te importa? ¿Es decir, te parece bien si me acuesto aquí abajo? —Matt
indiqué el área cerca de las mantas de Devlin.

—Claro, hazte un espacio allí. —Él se dejó caer sobre las mantas con un
suspiro—. ¿Te sientes bien al final del día?

—Ya sabes cómo es esto —dijo Matt. Se sentó y empezó a quitarse las botas.

151
—Duerme con las botas puestas las primeras noches —dijo Devlin—. Hasta que
las vacas estén acostumbradas. Las primeras noches son cuando están más
intranquilas. Si vienen corriendo hacia nosotros en medio de la noche, por lo
menos estarás listo para saltar sobre la silla.

Devlin sacó una cuchilla de mango largo de una funda en su pierna y cortó la
naranja de Osage que había recogido hace unos días. Puesto que se había
secado, era difícil de cortar.

—Toma —le entregó un par de trozos a Mattew—, pon éstos en la parte inferior
de tu saco de dormir. Asegúrate de que no se caigan cuando lo enrolles por
la mañana. Va a mantener a los insectos fuera de tus mantas.

—Estupendo. Gracias, Dev.

—Hiciste un buen trabajo hoy, Matt. Tienes una aptitud natural para la cuerda.

Los sonidos de los guardias nocturnos que montaban y salían a caballo fuera
del campamento interrumpieron su conversación. Devlin abrió la tapa superior
de su reloj y observó la hora.

—¿Todos los jinetes tienen relojes así, Dev?

—No, éste pertenecía a mi padre —Devlin cerró la tapa antes de que Matt
pudiera ver el interior—. La mayoría de los hombres usan las estrellas para decir
la hora. —Observó la expresión confusa de Matt—. Mira —señaló en el cielo—
, hay algunos momentos en que los hombres siempre quieren saber la hora
durante la noche. Son las diez. A las diez en punto, el primer guardia se va,
montan guardia durante dos horas antes de intercambiar lugares con el
siguiente hombre. Son las diez en este momento. ¿Ves la Osa Mayor y ahí la
Estrella del Norte en la Osa Menor? —Se volvió a mirar a Matt mientras
asentía—. A las diez en punto, el asa del Gran Cucharón está levantada y el
cucharon está abajo, como si tuviera algo en la parte del cazo. Está justo al
noroeste de la Estrella del Norte. A las cuatro de la mañana, el Gran Cucharón
ha girado hasta que está horizontal, o como si estuviera sentado en una mesa.
Luego está al suroeste de la Estrella del Norte. Con el tiempo, te acostumbraras
a dividir ese tiempo en turnos de dos horas. Ya conoces la posición al principio
y al final. Todo lo que tiene que hacer es poner dos puntos más en el medio.

—Genial —dijo Matt mientras miraba hacia las estrellas.

Devlin continuó y se volvió a Matt y se preguntó cuánto tiempo había estado


hablando sola. Él estaba profundamente dormido. Devlin juntó las manos
detrás de la cabeza y escuchó los sonidos de las reses. Lo más probable era
que a la medianoche las vacas se echaran en el suelo para descansar. Miró

152
hacia el cielo nocturno y pensó en Sarah. Se preguntó si Sarah estaría dormida
o si ella estaría mirando las mismas estrellas que Devlin contemplaba.

—Buenas noches, Sachu-kash —Devlin susurró antes de que ella se diera la


vuelta y se durmiera.

153
Parte 13

S
arah salió de la Chuka de Tima y se quedó mirando las estrellas. Se sentía
como siempre cuando miraba el cielo nocturno, como si fuera pequeña
e insignificante en un mundo tan grande. Pensó en Matt y Devlin, con la
esperanza que estuvieran a salvo durmiendo.

Sarah se sentó en la hierba seca al lado de la Chuka. El suelo estaba todavía


caliente por el calor del día. Se llevó las rodillas al pecho y apoyó la barbilla
allí. Casi la totalidad de las fogatas alrededor del pueblo se habían apagado.
Estaba tranquilo, aparte de los ruidos nocturnos de la pradera. Había sido
demasiado difícil dormir sin Devlin acostada junto a ella. Ni siquiera había
pasado un día completo desde que Devlin y Matt se marcharon hacia
Abilene. Y Sarah ya los extrañaba a los dos.

Sarah sintió una mano en su brazo y se apartó, sobresaltada.

—¡Dios mío, Nali! Vas a tener que aclarar la garganta o algo así, para que
pueda oírte venir —Puso una mano sobre su corazón en un intento de volver a
un ritmo regular.

—Puedo moverme en silencio, pero esta vez, parecía como si estuvieras a


kilómetros de distancia de este lugar.

—Lo estaba —Sarah sonrió—. Mi mente está donde está mi corazón.

—¿Y tengo que preguntarte dónde anda?

—Eso es fácil. Dondequiera que Devlin esté.

Tima apretó el brazo de Sarah para tranquilizarla.

—Tal vez deberías darte un poco de tiempo, Sakli. Quizá mañana no sea un
buen día para comenzar tus lecciones.

—No, no quiero esperar —Sarah pasó los dedos por el pelo y el gesto
inconsciente recordó a Tima los gestos de Devlin.

—No es que yo quiera apresurar nada. Sé que tú y Keeho han explicado que
necesito trabajar en el desarrollo de la paciencia. Lo estoy intentando,
realmente lo estoy haciendo. Es sólo que quiero hacer algo, alguna forma de

154
avanzar y dominar mi mente, así como mi cuerpo. Si no tengo algo así para
centrarme, sólo voy a preocuparme aún más.

Tima asintió con la cabeza. Entendía el razonamiento de Sarah. Habían


pasado muchas temporadas, pero recordaba la primera vez que Tekola se
fue con los guerreros en una cacería. Una luna llena pasó antes de ver a su
marido de nuevo, y Tima tuvo que mantenerse constantemente ocupada por
temor a ceder a sus preocupaciones.

—También estoy un poco preocupada por Hannah —Sarah expresó su


preocupación por que sabía que Tima tendría una respuesta para su miedo—
. ¿Estará bien mientras tenga que estar haciendo todo este entrenamiento y
el aprendizaje?

—No tuvo problemas para ver al clan como familia hoy, ¿verdad?

—No —Sarah sonrió— no lo hizo. —Hannah se había negado a dejar a Tima,


una vez que supo que era la madre de Devlin. Al final del día, Hannah estaba
llamando a Tima “ipokni”, o abuela. Tima parecía encantada. Presentó a
Hannah a las mujeres y a otros niños del pueblo con orgullo. Sarah estaba
secretamente encantada de que Tima aceptara tan fácilmente a sus hijos.

Sarah y Hannah habían llegado al pueblo ese mismo día. Sarah había
conducido el carro lleno de suministros y artículos con los que ella quería
comerciar con el clan. El Chahta creía que una buena técnica de
negociación era señal de buen carácter. Sarah estaba aprendiendo, aunque
en algunas cosas era más lenta que en otros.

Sarah también ató su nuevo pony, Coal, a la carreta. Era un caballo brioso
cuyo color era tan negro como la boca de un lobo, de ahí su nombre. Sarah
se enamoró del animal al instante. Le recordó a Sarah su querido Telémaco, a
quien tuvo que sacrificar después de que se rompió las patas delanteras en
una caída que casi le cuesta a Sarah su vida, también.

—Hannah es una chica buena y muy agradable de tratar. Va a disfrutar el


tener a otros niños de su misma edad con quien jugar. Cuando te esté
enseñando, Oka Kapassa velará por Hannah, como lo hacen todas las chicas.
Cuando estés con Keeho o lejos del pueblo, estaré pendiente yo a Hannah.
Cuando ella esté conmigo, será como si nunca te hubieras alejado de su lado.

—Gracias, Nali.

Una lenta sonrisa se extendió por la cara de Tima.

155
—Le has dado a mi hija algo que ha soñado toda su vida. Has acercado a tu
familia a su corazón y has animado a los hijos de tu cuerpo para convertirse
en los niños de su hogar. Son ustedes los que merecen las gracias, Sakli.

Sarah bajó la cabeza, abrumada por las palabras de Tima. Se sentaron juntas
por unos momentos en silencio hasta que Sarah finalmente habló.

—¿Qué vamos a hacer mañana? ¿Cómo vamos a empezar?

Al instante, Tima se convirtió en la maestra. Su rostro era un estudio de


neutralidad, sus emociones bien escondidas. Palmeó el brazo de Sarah y se
levantó.

—Lo que vaya a pasar mañana es mejor dejarlo hasta mañana. Vuelve dentro
y descansa, Sakli. Tu nueva vida comenzará muy pronto.

Tima apartó la solapa de piel de ciervo y entró en la Chuka. Sarah observó la


figura que se alejaba con una sonrisa. En un momento Tima podía ser una
madre amorosa, y al momento siguiente, se convertía en la sanadora de
palabras simples.

Ella está en lo correcto. No puedo estar todo el verano sin dormir sólo porque
Dev no está aquí. Sarah suspiró profundamente, cerró los ojos y levantó la cara
a la brisa de verano. Buenas noches, mi tashka. Miró una vez más a las estrellas
y entró. A pesar de que tardó mucho tiempo en llegar, finalmente, el sueño
venció a Sarah.

***

—Ya sé cómo se trenza, Nali —Sarah se quejó—. ¿Es esta una parte de mi
entrenamiento?

Tima y Sarah estaban sentadas fuera de la Chuka del sanador. Tima también
tenía una Chuka personal. La medicina afectaba a las personas, así como sus
alojamientos. Los espíritus y sus poderes podrían afectar a los objetos
inanimados, incluso.

Era una práctica aceptada en el clan de no interrumpir un sanador a menos


que él o ella llamaran al transeúnte. Siempre que Sarah se sentaba con Tima
junto al fuego de la cocina de la Chuka personal de Tima, sucedían muchas
cosas en el pueblo. La gente se detenía para hablar, los niños jugaban, y las
mujeres de edad de vez en cuando dormían siesta por la tarde. Ahora que

156
Sarah y Tima estaban sentadas al lado del albergue de Tima, nadie habló con
ellos o se acercó. Sarah se dio cuenta que este comportamiento era lo que
podía esperar de su futuro. Estaba aprendiendo cómo convertirse en Chahta,
y si tenía éxito, para formarse como curandera. Si Sarah lo vio de esa manera
o no, el clan Thunderbird la veía como alguien especial.

—Incluso cuando estamos aprendiendo, todavía hay trabajo por hacer —dijo
Tima.

—Así que ¿estoy trabajando o entrenando? —preguntó Sarah confundida,


con las cejas juntas.

—¿Hay alguna razón por la que debas hacer una distinción?

—Bueno, yo —Sarah no terminó su pensamiento. Sabía que sonaba como Na-


Hollo ohoyo. Sonaba como una mujer blanca. Todo tenía que tener una
respuesta en lugar de hacer lo que se le decía. Sarah se reprendió
mentalmente. Sabía que el Chahta miraba el mundo de manera diferente a
como su gente lo hacía. La vida diaria del clan era mucho más relajada. La
personalidad practica de Tima era similar a la de Keeho; las gentes de
medicina miraban la vida con más aceptación. Se dieron cuenta de que
había cosas en la vida que podían controlar y cosas que no podían.
Encontraron que no tenía sentido preocuparse, gastar energía, en asuntos que
estaban fuera de su alcance.

Tima, satisfecha de que Sarah hubiera encontrado una respuesta inteligente


a su propia pregunta, le respondió.

—No estás simplemente trenzado —Extendió paquetes largos y delgados de


hierba dulce sobre una estera de paja—. Estás trabajando y formando. Como
un niño, aprendiendo a gatear antes de empezar a caminar. Debes aprender
a ser Chahta antes de que puedas formarte como curandera. Debe aprender
nuestros caminos antes de que puedas esperar que una de las madres del
clan elija llevarte bajo su ala y te enseñe su manera. —Sarah asintió—. Parte
de esta hierba vamos a dejarla en longitudes largas para secar. Más tarde,
vamos a utilizar la hierba seca para tejer cestas para guardar la ropa. Algunas
de las hierbas que vamos a utilizarla para modelar pequeñas cestas, o
paquetes, en el que ponemos el cordón umbilical de un bebé recién nacido.
—Sarah trabajó con sus manos y escuchó a Tima. Tima esperaba que esta
técnica podría ser un primer paso en el enfoque de Sarah. Tima había
aprendido de niña que la cestería podría ser un alivio, casi meditativo—. Me
has oído hablar del círculo sagrado. Todo lo que hacemos como Chahta tiene
su lugar dentro de un círculo. Hoy creamos tótems que utilizaremos en las

157
ceremonias más adelante. Nosotros trenzamos la longitud de la hierba dulce
mientras aún está húmeda. La atamos en un círculo y lo colgamos en la Chuka
a secar. Estos serán utilizados para quemar en la purificación. —Tima tomó
unos minutos para mostrar a Sarah como atar y meter los extremos de la
longitud de la hierba dulce trenzada. En poco, tuvieron un pequeño montón
de aros al lado de ellas.

—Toda la vida existe dentro de un círculo —Tima dijo mientras sus dedos
trabajaron sin pausa—. El círculo tiene muchos nombres, pero más a menudo
se llama rueda de la medicina. Es difícil para algunos de ver. Es una forma de
pensar, en círculos. Nosotros, los humanos no somos los únicos objetos que
existen dentro del círculo. Las plantas, los animales, el agua y el fuego, todos
ellos son una parte de la rueda. Todas las criaturas vivas, incluso las rocas
debajo de tus pies, los cuatro vientos que soplan en la cara, y las estaciones
que cambian cada pocas lunas, estos son todos una parte del círculo de la
vida. Todo tiene un propósito y una razón de ser. Uno no puede existir sin el
otro. Cuando se termina, empieza otro. Donde hay muerte, siempre habrá
vida. Nada nunca deja de ser cuando todas las partes de la rueda trabajan
juntas. No vivimos en líneas rectas, pero sí en círculos. La rueda de la medicina
puede ser una herramienta compleja para los santos, pero su concepto y su
uso son simples para aquellos de nosotros que lo pensamos en termino de
nuestra vida cotidiana. Todos entramos en la rueda en diferentes puntos al
nacer y pasamos el resto de nuestras vidas viajando alrededor de ella. Una
cruz divide el círculo, que indica las cuatro direcciones. Cada dirección de la
rueda gobierna un lapso de tiempo de tres lunas. La fase de la luna en la que
se nace determinará aquellos aspectos de tu vida que la rueda de la
medicina va a dominar. Por edades, hemos utilizado la rueda para compartir
el poder de la Madre Tierra. A través de él, nos encontramos con que tenemos
ciertos puntos fuertes dentro de nosotros en función a cuando hemos
nacimiento y la posición en la rueda. —Ni Sarah ni Tima detuvieron su trabajo,
pero Sarah escuchaba con atención mientras hablaba Tima—. Vivimos en un
mundo que está lleno de opuestos. Para la oscuridad de la noche, existe la
luminosidad del día. Está el fuego y el agua, el sol y la luna. Son opuestos, sin
embargo, existen juntos. La clave de esta existencia armoniosa entre los
elementos de la Madre Tierra es la misma cosa que nos esforzamos dentro de
nosotros mismos. La rueda nos recuerda este concepto. A través del equilibrio,
logramos nuestro objetivo final de una existencia perfectamente natural como
parte de la Madre Tierra.

—Así que ¿la vida debe ser equilibrada como todo lo que veo en la
naturaleza? —preguntó Sarah.

158
—Es un concepto que el hombre blanco ha encontrado difícil. Desean
dominar el mundo que les rodea. En realidad, ellos deben aprender cómo
dominarse a sí mismos. Una mujer se esfuerza por lograr el equilibrio dentro del
círculo llegando a conocer al guerrero que existe dentro de ella, así como
conoce el lado femenino de su ser. La única manera de cambiar el mundo a
su alrededor, Sakli, es cambiarte primero a ti misma.

Sarah asintió. Pensó en sí misma y su personalidad. Siempre se había


preguntado de dónde venían algunos de sus rasgos. ¿Si hubiera sido un
capricho de la creación o de su lugar en la rueda? También sabía que carecía
de equilibrio en su vida. Había sido víctima muchas veces. Cuando conoció a
Devlin, deseaba ser tan fuerte como un jinete, y sin miedos. Después de
escuchar las palabras de Tima, Sarah se dio cuenta que tenía esas cualidades
como guerrero. Tal vez esa era la razón por la que ella y Devlin eran una buena
combinación. Aunque eran opuestas en muchos sentidos, existía un equilibrio
en ellas como pareja.

—Ven, Sakli, tenemos tanto aprendizaje como trabajo para llenar nuestros días
—Tima sonrió a Sarah, cuya cabeza parecía estar en las nubes.

—Sí, Nali —dijo Sarah diligentemente.

La mirada burlona en los ojos de Sarah le recordó a Tima a Devlin. Sí, realmente
eran una pareja. La sonrisa de Tima se convirtió en una mueca de
preocupación mientras se alejaba con su saco de trenzas de hierba dulce. Los
pensamientos de Redhawk le recordaron a Tima las dificultades que
experimentó en su propia búsqueda para convertirse en Chahta.

Tima sacudió la cabeza y pidió a los pensamientos negativos que se alejaran.


Le enseñaría a Sakli todo lo que necesitara para completar su entrada en el
clan. Dependía de los espíritus y la fuerza de Sarah que ella prevaleciera.

Por más de quince días, Sarah trabajó junto a Tima. Por la noche, ella pasaba
tiempo con Hannah y la arrullaba para dormir. Luego las lecciones de Sarah
comenzarían en serio. Tima contaba historias a Sarah, y dentro de cada
historia había una lección. Tima explicó lo que era ser Chahta, y crecer dentro
del clan Thunderbird. Habló de su vida diaria y las creencias que separaban la
cultura Chahta de otras tribus indias. Todo lo que Tima había pasado años
viviendo, ella trató de enseñarlo a Sarah en un corto periodo de tiempo.

Tima pensó que a veces era demasiado rápido. Sentía la urgencia en sus
sueños. Los espíritus le dijeron que fuera tan rápido como Sarah pudiera
hacerlo. Justo cuando Tima pensaba que ella había presionado demasiado,
Sarah sonreía como si estuviera lista para más. La naturaleza de Sarah le

159
permitió comprender los conceptos y creencias con facilidad. Si Sarah tuvo
problemas con cualquiera de las tradiciones, se lo guardó para sí misma.

La felicidad y el trabajo llenaban a menudo los días de Sarah. Estaba


acostumbrada al trabajo duro por la supervivencia de su familia. Su vida
adulta en un rancho ganadero le había enseñado eso, aunque en la pradera,
había estado sola. Aquí en el pueblo, los hombres y las mujeres compartían sus
respectivas áreas de trabajo. Grupos de mujeres reunían agua, tendían
cultivos de maíz, frijol y calabaza, y tomaban turnos para cuidar a los niños.
Oka Kapassa, una de las hermanas de Tima, no se había casado, pero ella
amaba a los niños. Mantenía un ojo vigilante sobre ellos y les contaba historias
o les enseñaba cestería. A pesar de que diferentes mujeres llevaban el
cuidado de niños del grupo a veces, todos los niños corrían hacia Oka Kapassa
en busca de abrazos o historias especiales.

Oka Kapassa hacía sentir a Sarah incómoda, pero no podía entender por qué.
Oka Kapassa era alta y delgada, y sorprendentemente hermosa. Sarah pensó
en Devlin la primera vez que se reunió con Oka Kapassa. A pesar de que Sarah
sabía que Tima y Tekola habían adoptado Devlin, se encontró con un notable
parecido entre Devlin, Tima, y las otras hermanas de Tima.

Oka Kapassa era fabricante de cestas. Si bien todas las mujeres Chahta
podían crear cestas, su trabajo era excepcional. Sus cestas contaban historias
dentro de su armazón. Sarah notó a Oka Kapassa mirándola de vez en
cuando. Cuando Sara se daba cuenta, Oka Kapassa miraba hacia otro lado.
La manera suave de la mujer y sus actos de amor en el cuidado de Hannah
eran una paradoja en comparación con su relación con Sarah.

Cuando Sarah tenía que moler el maíz o hacer paquetes de secado de las
plantas que ella y Tima habían reunido, se hizo un hábito hacer sus tareas
cerca de donde Oka Kapassa estaba contando las historias de los niños. Ella
siempre los llenaba de cuentos, de risa, amor, y una lección. Sarah no podría
haber sido más feliz con la forma en que Hannah encajaba con la gente del
clan. Sarah lo atribuía en gran parte por la buena conducta de Hannah hacia
Oka Kapassa y la fuerza tranquila de la mujer. Aun así, siempre había algo en
sus acciones hacia Sarah. No era nada evidente, pero era suficiente como
para confundirla.

Al fin, el día especial de Sarah había llegado. Este sería el día en que ella haría
su búsqueda. Pasaría todo el tiempo que fuera necesario en el lugar sagrado.
Estaría en lo alto de los acantilados, entre los cedros antiguos. Allí haría su
promesa y ofrecería oraciones a los espíritus que han dirigido a los Chahta. No

160
volvería al pueblo hasta que recibiera una señal de aceptación del cielo,
donde vivía Hashtahli.

Sarah se despertó esa mañana llena de una energía nerviosa. En el momento


en que terminó de alimentar con el desayuno a Hannah, había desarrollado
una sensación de malestar en la boca del estómago. Estaba preocupada por
cuánto tiempo duraría su búsqueda. Se acordó de Devlin diciendo que le
había tomado un año de oración y cuatro días sin comida y agua antes de
ver su visión de aceptación.

Luego estarían las dudas; Keyuachi fue la palabra utilizada por Tima. Ella le
explicó que el Keyuachi eran espíritus enemigos de Hashtahli y, por tanto,
enemigos del pueblo Chahta. Vendrían a Sara como dudas. Usarían cualquier
medio que pudieran para sacarla de su camino. Tima advirtió que iban a
tentarla para alejarla del camino Chahta, y sus tentaciones serían atractivas.

Mantén la concentración. Mantente fuerte. Sarah repitió las palabras de Tima


como un mantra en su cabeza.

—¿Cómo te sientes hoy? —Tima preguntó a la pálida mujer.

—Como si fuera a vomitar —dijo Sarah.

—Bueno —Tima sonrió y tocó la mejilla de Sarah. Sarah lanzó una mirada
desagradable a Tima—. Si te sintieras demasiado bien, pensaría que estás
demasiado confiada.

—Lo siento, pero no considero que sentir ganas de echar mi desayuno fuera
en cualquier momento sea sinónimo de sentirse bien.

—Toma, bebe un poco de esto, puede ser útilT—Tima entregó Sarah una taza
de té caliente.

—Mmm, menta —Sarah murmuró lo que había aprendido—. La menta se


cosecha en el verano cuando…

—Sakli —Tima interrumpió, tratando de no reírse de la expresión grave de


Sarah— no es una prueba.

—Sea lo que sea, voy a fallar. Voy a hacer algo mal, como siempre lo hago.

—No, Sakli. No hay nada que puedas hacer mal. Esta es una búsqueda. Vas a
buscar las respuestas que puedan venir a ti, o puede que no. No existe lo
correcto o lo incorrecto. Estás pensando como Na hollo ohoyo cuando crees
que sólo está lo bueno o lo malo, negro y blanco. Abre los ojos y ve la manera
en que Hashtahli quiere que lo veas, con la luz de muchos colores.

161
—Tengo miedo, Nali. Nunca he dicho eso antes. Siempre pretendo que no lo
tengo —Sarah se mordió el labio inferior.

Tima se sentó junto a Sarah y le tomó la mano.

—Sakli, yo no te prometo que no habrá ningún dolor asociado con tu


búsqueda, pero ¿alguna vez has experimentado algo que realmente valga la
pena que sea fácil de lograr? Hoy te alejaras de nosotros como Na hollo
ohoyo, pero volverás como una mujer Chahta—Se estiró y alisó el pelo de
Sarah lejos de los ojos— El temor de algo tan importante en tu vida es natural.
Yo creo que uno sería débil y tonto sino sintiera miedo en absoluto. Tu
búsqueda hoy será como si tu antiguo yo hubiera muerto. Será dolorosa a
medida que experimentas el paso de las viejas formas, pero el resultado valdrá
la pena. Vas a pasar por un proceso que altera la vida, pero siempre hay dolor
relacionado con el nacimiento. Vas a renacer y tus miedos serán
reemplazados por tu felicidad. Dime, ¿el día en que Hannah vino a este
mundo, tuviste miedo?

Sarah no pudo evitar una sonrisa nerviosa mientras asentía.

—Lo había hecho antes, pero cuando estás a kilómetros de la nada, con sólo
un marido nervioso en busca de ayuda... sí —admitió—. Estaba aterrada.

—Pero el miedo que sentiste, esta cosa que tenía el poder de aterrorizarte, no
podía durar. ¿Se iguala la sensación que tenías la primera vez que estrechaste
a tu hija en tus brazos?

Sarah sacudió la cabeza.

—Tampoco tu miedo te abrumara hoy. El miedo no es malo, Sakli. Nos dice


cuando tenemos cosas que necesitan ser trasladadas a la luz. Son todavía
desconocidas para ti, y el miedo a lo desconocido es lo que nos aterra.
Entrega esos temores a los espíritus y ten valor. Tengo fe en que tu fuerza te
guiara.

—¿Cómo voy a saber si Hashtahli me acepta?

Tima sonrió.

—Tu señal vendrá del cielo.

***

162
Sarah se sentó en medio de la Chuka del sanador. El consejo de ancianos se
sentó a su alrededor en un semicírculo, tres hombres a la izquierda de Miko
Kontonalah y tres mujeres a la derecha. Detrás de Sarah estaba el fuego, su
resplandor naranja hacía extrañas sombras en las caras de los hombres y las
mujeres que la rodeaban.

Los ancianos dieron instrucciones a Sarah para su búsqueda. Le repitieron gran


parte de lo que le había enseñado Tima, pero, aun así, Sarah escuchó
atentamente. Un hilo de sudor rodó por la piel entre los omóplatos. Llevaba un
vestido tradicional Chahta, que caía muy por debajo de sus rodillas. Estaba
hecho de piel de ciervo suave y teñido de un color rojizo-marrón oscuro. Por
recomendación de Tima, Sarah llevaba polainas de hombre bajo su vestido
para el ascenso por los acantilados. Mocasines pesados hasta la rodilla
completaron su atuendo, que se estaban volviendo incómodamente
húmedos en la Chuka calefaccionada.

Mantema se acercó y se sentó frente a Sarah. Mantema era baja, pero lo que
le faltaba en estatura, lo compensaba en circunferencia. Sarah rara vez había
tenido ocasión de hablar con Mantema, pero recordaba que Devlin había
dicho que era responsable del primer tatuaje que recibía un joven Chahta.
Sarah pensó en el dolor asociado con la marca, pero hoy, ese dolor era lo que
menos le importaba. Tan pronto como Sarah regresara al pueblo después de
su búsqueda, Mantema colocaría un tatuaje en la espalda, siempre que el
Padre Sol aceptara a Sara como uno de los Chahta.

Mantema sacó un viejo saco hecho de alguna piel. Se había suavizado con
los años por el uso constante. Sarah todavía podía ver los débiles contornos
de los símbolos de poder que habían sido pintados en él con el tiempo.
Mantema sacudió y desató el trozo de cuero crudo envuelto alrededor de la
parte superior de la bolsa. La abrió y la sostuvo frente a ella.

Sarah hizo una pausa y respiró hondo. Bajó la cabeza y pidió a los espíritus
animales para guiar su mano hacia los tótems de las criaturas que serían
buena medicina para ella. Metió una mano en la bolsa. Tima le había
ordenado que sacara, sin pensarlo conscientemente, el primer elemento que
sus dedos tocaran.

Ella sacó el objeto y se lo entregó a Mantema. Uno a la vez, Sarah sacó siete
iconos de la bolsa. Algunos eran garras y pedazos de cuero para distinguir el
animal que representaba el tótem. Otros eran pequeños fetiches tallados.
Mantema tomó cada elemento y lo colocó dentro de un tazón de hierba
dulce enrollado.

163
Cuando Sarah terminó, se sentó y observó cómo Mantema recogía cada
elemento. Sostuvo algunos durante un largo rato, mientras rápidamente
colocaba a los otros a un lado de una pequeña piel de búfalo. La piel era lo
suficientemente pequeña como para haber venido de un ternero de búfalo,
pero en el lado de la piel, alguien había pintado la versión Chahta de la rueda
de la medicina. Como una brújula, había puntos que indicaban el norte, sur,
este y oeste. Otros tres puntos fueron marcados con símbolos que Sarah sabía
que significaba encima, por debajo y por dentro. Por último, cuando
Mantema había dejado todos los elementos en la piel, alzó la mirada hacia
Sarah y sonrió. Se hizo a un lado para que los ancianos detrás de ella pudieran
ver. Algunos murmuraron unas pocas palabras que Sarah no pudo distinguir.
Otros asintieron con admiración.

—Desde el este, recibimos la visión y la iluminación. Es buena fortuna de hecho


para recibir la medicina búho. El búho puede ver en la oscuridad y es un
cazador silencioso. Él representa la sabiduría porque puede ver lo que otros no
pueden.

Mantema pasó a describir los otros espíritus animales que habían elegido ser
maestros, guías y protectores de Sarah. Una a una, ella señaló el urogallo de
las praderas, cisne, león de montaña, tortuga, e irónicamente, el salmón. Por
último, Mantema levantó un objeto largo que parecía ser el pico de un pájaro.

—El interior del animal te enseña cómo encontrar el deseo de tu corazón. Este
tótem ayuda a protegerte de lo que nadie ve, las creencias sagradas que
llevas en lo más profundo de tu ser. El halcón es tu animal interior. —Mantema
hizo una pausa, como para ver el efecto que sus palabras tenían sobre Sarah.

Sarah sonrió. Podría haber dicho a alguien que esto era cierto. El nombre de
clan de Devlin era humma Hasimbish, Redhawk. El animal de poder de Devlin
era el halcón de cola roja, y ahora Mantema estaba diciéndole a Sarah que
su protector era el halcón. Tenía un perfecto sentido para Sarah. De repente,
Sarah sintió la conexión con las creencias de estas personas que tanto
apreciaba. Nunca podría volver a contar las apariciones de entrar en el
mundo de los espíritus como una coincidencia. Esa creencia eufórica la
asustó.

—El halcón interior te servirá bien, Sakli. Presta atención a su clamor, cuando
el halcón grita, hay peligro cerca. Ten en cuenta y escucha su mensaje —
Mantema recogió sus artículos y los colocó en su bolso. Antes de que se
levantara, miró a Sarah—. Nos veremos de nuevo... muy pronto. Inola, Sakli —
agregó para desear buena suerte a Sarah.

164
Sarah se sentó en el borde de la roca sintiéndose decepcionada. Había
dejado el pueblo determinada a recibir su aceptación en el clan al momento
de salir. Eso había sido casi cinco días antes. Tenía hambre, sed, estaba
sudorosa, sucia y cansada. Tal vez no debería sentir ninguna de esas cosas.
Después de todo, a pesar de que estaba prohibido beber agua del arroyo,
Tima le había enseñado cómo recoger el rocío de las hojas de la mañana y
masticar la pulpa de la tuna para saciar su sed.

A pesar de que no podía comer cualquiera de las plantas o animales en el


bosque a su alrededor, tenía una pequeña cantidad de banaha. Por
supuesto, no eran de Tima, lo que los hacía menos apetecible. Sarah había
aprendido a hacer el pan Choctaw, pero sus primeros esfuerzos habían sido
horribles. Si hervía la harina de maíz dentro de la hoja de maíz durante
demasiado tiempo, se secaban en algo parecido a las balas de mosquete
una vez que llegaban al aire. Sarah había hecho el banaha que llevaba
consigo en esta búsqueda. No eran tan suave y esponjoso como los de Tima,
pero sus habilidades culinarias Chahta habían mejorado considerablemente
desde los primeros intentos.

Nunca entendió por qué no podía bañarse, pero a medida que su mente se
perdía, se recordó preguntar a Tima sobre eso. Los cueros que llevaba olían
como si hubieran sido despojados de algún animal.

El bosque estaba frío, así que Sarah se sentó al sol en lo alto de una cornisa. Se
tumbó sobre su espalda y colgó sus pies sobre el borde del canto de la roca.
Pensó que era extraño porque temía a las alturas antes de esto. Se puso de
lado y se asomó al precipicio. La sensación de mareo que acompañaba a
laalturas ya no estaba allí. Movió ausente pedazos de roca y las ramitas de la
cornisa.

Acostada sobre su espalda una vez más, Sarah levantó la mirada hacia los
antiguos árboles de cedro que la rodeaban. Sarah mordisqueó una pieza
alargada de banaha y pateó sus talones, disfrutando del sonido de sus
mocasines de cuero hechas a medida que tocaban la superficie de la roca.
Miró los trocitos de hierbas verdes en el pan a medio comer, preguntándose
de qué clase de planta habían venido. Tima le entregó las hierbas y le dijo a
Sarah que las mezclara en su pan.

Cualquiera que fuera la mezcla, Sarah sintió que le ayudó a mantener la


concentración. Inmediatamente después de comer, aumentaba el sueño,
pero después de unos momentos de dormir, no sólo se sentía restablecida,

165
también llena de energía y capaz de pensar con más claridad. Se sorprendió
de las ideas y los problemas que había resuelto durante ese tiempo después
de que ella comió. La energía podía durar horas, pero entonces la depresión
volvía.

Sarah trataba de ser fuerte frente al Keyuachi. Las dudas eran fuertes y les
gustaba provocarla y tentarla. Había visto cómo se veían. Al principio, pensó
que el Keyuachi de Tima eran una analogía, pero el día antes, Sarah se
convenció a sí misma de su sustancia. Pensó que podía verlos en las sombras.
A veces le ofrecían una comida tentadora o una taza de agua fría, pero Sarah
se mantuvo fuerte. Cuando pensaba en Devlin, se le hacía difícil mantener su
compromiso.

—No volveré. Tendrán que venir y llevar mis huesos a casa porque no voy a
rendirme —dijo Sarah en voz alta. Sus cejas se fruncieron y se preguntó cuánto
tiempo había estado esperando en los acantilados—. Me pregunto si van a
venir a buscarme. Tal vez ya se olvidaron de mí. Tal vez Dev también ya lo hizo.

Pensó en Devlin y recordó sus fuertes brazos alrededor de ella. Recordó el


placer de hacer el amor y el fuego azul que parecía iluminar los ojos de Devlin
desde dentro. Fue durante sus pensamientos sobre Devlin que escuchó la
música.

Comenzó suave y ligera al principio. Era música de flauta, baja y triste. Sonaba
como si viniera de algún lugar en lo alto de los acantilados. Dolorosa en un
primer momento, el ritmo cambió y la flauta se aligeró. Para los oídos de Sarah,
la música sonaba como si estuviera ahora algo alegre y ligera, una hoja seca
de roble flotaba en las corrientes de aire ondulante. De repente, se sintió como
una hoja, arrojada al agua. Se balanceaba y se agitaba, pero se mantuvo
encima de la superficie. Pasó por las rocas lisas redondeadas por el paso del
agua a través del tiempo. Finalmente cedió y permitió que el agua la llevara
a lo largo de la parte superior del arroyo que fluía rápidamente.

Sarah abrió los ojos y se dio cuenta que debió haberse dormido. Esforzó sus
oídos para escuchar la música. Al principio, pensó que había sido un sueño,
pero ahí estaba otra vez. No era tan fuerte como antes, pero los ritmos
inconfundibles de la música de flauta Chahta flotaron sobre ella de más arriba
del acantilado.

—Sarah...

Se incorporó y miró a su alrededor. Oyó su nombre pronunciado en un tono


familiar.

166
—Sarah...

—¿Dev? —Sarah sabía que era imposible, pero no podía confundir esa voz.

—Aquí arriba, Sarah.

Miró a su alrededor y alcanzó a ver a una guerrera caminando por el sendero


hasta la cima del acantilado.

—¿Dev? —gritó.

—Sígueme, Sarah.

Se levantó y corrió a lo largo del camino, sin poder alcanzarla. La guerrera


vestía como nadie que Sarah hubiera visto nunca. El atuendo, incluso la
pintura que cubría el rostro, era blanco y negro. Las plumas de águila y de
ante blanco contrastaban contra el colorido follaje otoñal del bosque.

Sarah tuvo que trepar por las últimas rocas para llegar a la cima. Se detuvo en
seco cuando observó la vista. Se puso de pie sobre una meseta plana de roca.
Parecía que era el pueblo de otro clan. La gente hacía sus rutinas diarias y
Sarah miraba a lo alto de otra pared del acantilado para ver alojamientos
tallados en la superficie de la roca.

—Soy Ankahito... Siempre he sido Ankahito.

El pensamiento vino a Sarah espontáneamente, y en su mente, sabía lo que


significaba la declaración y por qué lo dijo. En su mente, sin embargo, no
podía comprender dónde había oído esas palabras.

La gente del clan no le prestó atención mientras llevaban a cabo sus tareas.

—Estoy aquí, Sarah...

Se dio la vuelta para encontrar a no menos de veinte de los guerreros blanco


y negro. Todos estaban vestidos igual. Hombros anchos caían en caderas
estrechas. Sarah no podía decir si eran hombres o mujeres en sus cueros con
cuentas ornamentales. El cabello largo de ébano caía sobre sus hombros y sus
caras estaban pintadas en diagonal, la mitad blanco y negro.

Sarah ahora se dio cuenta que la música de la flauta había cambiado una
vez que ella empezó a subir por el sendero al ritmo de los golpeteos de los
tambores. El ritmo se hizo más poderoso, y todos a la vez, los guerreros se
movieron en un grupo de baile. Se movían en perfecta sincronización. El baile
se hizo más frenético y acrobático cuando los tambores se batieron a un ritmo
perversamente intenso.

167
—¿Me puedes sentir, Sarah?

Quería dar la vuelta y buscar la voz que parecía venir detrás de su oreja
derecha.

—Quiero estar contigo, Sarah. Ven conmigo.

Era la voz de Devlin, y la idea hizo que el cuerpo de Sarah zumbara al mismo
ritmo pulsante que la música de los tambores.

—Un día... sin duda, puedes dejar a un lado este viaje por un día...

Más alto y más urgente, la música coincidía con la forma en que el cuerpo de
Sarah se sentía.

—…para estar conmigo.

—Yo —La música alcanzó un crescendo ensordecedor. Sarah giró la cabeza


sólo para encontrar un espacio vacío detrás de ella. Volvió a escanear a los
bailarines y delante de ella, a centímetros de distancia, estaba su guerrera.
Estaba de pie con la cabeza inclinada y tenía el olor distintivo de Devlin.

Sarah preguntó:

—¿Tashka?

Párpados pintados de negro se levantaron lentamente para revelar los iris azul
aciano.

—Abandona tu tonto viaje, Sarah. Ven conmigo.

Sarah observó como un fuerte brazo se extendía hacia adelante y una mano
abierta se acercó a ella. Se perdió en la belleza de los ojos azules. Supo en ese
instante que iba a renunciar a cualquier cosa por su guerrera. Ella alargó la
mano y la guerrera sonrió cuando Sarah se acercó.

¿Renunciar a algo? ¿Rendirse? Sarah pensó.

Sarah sacudió la mano hacia atrás, pero la poderosa atracción de los ojos de
la guerrera la tenían atrapada. De repente, se oyó un agudo lamento y Sarah
se tapó los oídos por el dolor. Cuando volvió a mirar a los ojos de la guerrera,
una vez más, ya no eran del azul profundo que recordaba. Dio un paso atrás
en estado de shock y miedo. Los ojos de la guerrera se habían vuelto de color
amarillo con una hendidura en medio como la de un reptil.

168
Desde algún lugar por encima de ella, escuchó un grito. Era ensordecedor a
sus oídos sensibles y levantó la vista. Muy por encima de ella un halcón volaba
en círculos. Se precipitó hacia ella y volvió a gritar.

Mirando a su alrededor, Sarah se encontró sola en la parte superior de los


acantilados. Retorcidos árboles de cedro, cuyos troncos parecía como si
hubieran sido retirados y retorcidos por la melaza suave y dulce. Se dejó caer
al suelo, incapaz de soportar por más tiempo.

El halcón chilló alto una vez más. Estaba encaramado en uno de los viejos
árboles de cedro, cuya parte superior había sido arrancada por el viento o el
hielo, o ambos. El halcón saltó de la rama y abrió sus alas para emprender el
vuelo. Se elevó hacia el cielo hasta que Sarah tuvo que acostarse sobre su
espalda para verlo. Oyó los chillidos del halcón ya que parecía volar en el sol.
El brillo de la luz la cegó y ella levantó una mano para evitar el
deslumbramiento. A la sombra causada por su mano, Sara fue capaz de ver
lo que podría considerar como el primero de muchos milagros en su vida.
Flotando hacia ella lentamente y de manera constante, una pluma de halcón
maravillosamente prístina se posó sobre su pecho.

La sostuvo en su mano y examinó el lado de color marrón rojizo en contraste


con el lado blanco. Parecía tener líneas que ondeaban a través de ella. Sarah
se dio la vuelta en la roca lisa, incapaz de mantener los ojos abiertos. Tendría
que examinar la trampa, que había evitado por poco, más adelante. Sólo
había evitado sus pensamientos en el último momento debido a los gritos de
advertencia del halcón. De lo contrario, habría cedido a un truco de los
Keyuachi. Dentro de sus manos, agarró el regalo del halcón de cola roja, su
señal de aceptación del cielo, donde vivía Hashtahli. Las palabras de
despedida de Devlin llegaron a Sarah mientras luchaba por mantener los ojos
abiertos.

Recuerda que soy Redhawk. Puedo flotar en el aire y ver a kilómetros.


Dondequiera que tu camino te lleve, allí estaré a tu lado. Cuando me
necesites, Sachu-kash, voy a estar allí.

—Gracias, tashka —susurró Sarah. Sonrió mientras sus ojos se cerraban.

169
Parte 14

D
evlin se dio la vuelta y vio a los dos últimos guardias que despertaban al
cocinero antes de dirigirse hacia sus sacos de dormir. Ellos no se
molestaron en quitarse el sombrero, sabían que sólo tenían una o dos
horas antes de que el desayuno estuviera listo y que volverían a estar de vuelta
en la silla de montar.

Devlin cerró los ojos y trató de conciliar el sueño de nuevo. Habían estado en
la ruta un poco más de quince días, y ella aún no pasaba una noche
durmiendo bien. No esperaba que fuera diferente. ¿No había anticipado
soñar con Sarah todas las noches? El sueño de la noche anterior, sin embargo,
había parecido terriblemente real. Devlin creció en torno a personas que se
tomaban en serio los sueños. Preguntarse si Sarah estaba en problemas y no
poder hacer nada al respecto hizo que Devlin se enfadara.

Ser la jefa de camino tenía sus ventajas. Al menos Devlin no tenía que
despertarse en medio de la noche para montar la manada durante dos horas
a la vez. Sin embargo, mientras que otros roncaban en sus sacos de dormir,
Devlin escuchó a cada jinete en el campamento durante la noche. Tenía el
sueño ligero en el mejor de los casos, pero desde que comenzó el viaje, estaba
al tanto de todo lo que ocurría a su alrededor, especialmente por la noche.
Había llegado a reconocer los sonidos de las reses cuando se echaban en el
suelo, y podría diferenciar entre los distintos jinetes por los sonidos que hacían
cuando regresaban al campamento.

Se quedaba allí, mirando hacia el cielo oscuro. Observando mientras la


oscuridad se desvanecía a un color gris claro antes del amanecer. Corrió por
el sendero en su mente y lo que encontraría con la llegada del alba. Cada
día que pasaba sin encontrarse con indios hostiles era un buen día para Devlin.
Dos hombres los habían seguido durante un par de días, y esperaba
encontrarse con una partida de Comanches en cualquier momento.

El sendero hasta el momento había sido rutinario y cada ganadero se sentía


bendecido a causa de ello. Después de cruzar Walnut Creek, habían montado
al menos quince kilómetros de la pradera estéril antes de llegar al sur del,
Canadian. Los arboles de roble y álamo se alineaban en el río, y la orilla sur les
había proporcionado una buena zona para acampar. El mexican Bob había

170
encontrado una buena cantidad de ciruelas silvestres. Él y Matt reunieron
suficiente de la fruta madura para hacer pasteles fritos, que alentaron a los
hombres en gran medida. Veinte kilómetros después, cruzaron el río Canadian
del Norte, ahí fue cuando se encontraron con los dos exploradores
Comanches.

Había bastante pasto para las reses y leña para los cocineros. Los jinetes fueron
capaces de añadir variedad a su dieta principalmente de ternera, al hacer
algo de caza a lo largo del camino. Las mesetas que conducían al río
Cimarron produjeron pollos de pradera, ciervos, y un ocasional antílope. La
moral de los hombres era relativamente buena, pero Devlin sabía que estaban
todavía muy lejos de su objetivo. Muchas cosas podían ir mal entre aquí y
Abilene.

—Corre, jefa, hay tocino en la sartén —Bob llamó.

Este primer grito significaba que Devlin, Hank, y los hombres de avanzada
podrían tomar el desayuno. Los otros jinetes se movían lentamente,
vistiéndose, limpiando y recogiendo sus sacos de dormir. Devlin recogió el saco
de dormir y lo dejó caer al lado de la carreta. El Wrangler o el vigilante reunían
los sacos de dormir y los cargaban en la Cooney, una piel de vaca suspendida
por sus esquinas y colgada bajo el carromato. La mayoría de las veces,
contenía leña o virutas de estiércol de búfalo como un suministro de
combustible de emergencia.

Por lo general, Frankie, su vigilante, llevaba los sacos de dormir en el segundo


carro, pero como Devlin había predicho antes de empezar, tuvieron que
convertir el segundo carromato en una carreta sin lona. El carro estaba lleno
durante el día con los terneros recién nacidos que eran demasiado pequeños
para mantener el ritmo de la manada.

Devlin se sentó en silencio y comió su desayuno mientras observaba a los


jinetes subir a los terneros en el vagón. Tenían que tener cuidado ya que Devlin
había dado instrucciones a Matt y Frankie el día después de que comenzaron
el viaje. Las vacas a menudo daban a luz a terneros tardíos, y cuando las reses
se levantaban del suelo por la mañana, ahí estaban los pequeños. Devlin
había estado en unas unidades en la que el jefe de ruta ordenaba disparar a
los terneros y enterrarlos, por lo que las vacas no podían encontrarlos. Se había
convertido en una práctica común, pero ella nunca vio el sentido en ello.

Cada mañana, cuando las vacas, pastaban, un jinete ataba a los recién
nacidos y los llevaba al carro. No había demasiados de ellos, tal vez cinco o
seis. Frankie, que conducía el carro durante el día, mantenía un saco de

171
arpillera marcado con el apodo de cada ternero o número para identificarlos.
Un buen jinete siempre conocía su ganado, y cuando subía al carro con su
paquete, llamaba al marcador del ternero. Envolvían el saco de arpillera
alrededor del ternero y lo echaban en el vagón. El saco era un paso
importante. Una vaca no cuidaría a su ternero si tenía el olor de otro ternero
en él, y eso era inevitable en un carro pequeño de este tipo, por lo que cada
día el jinete envolvía el ternero en el mismo saco. Al mediodía y de nuevo al
final del día, los jinetes llevaban a los terneros con sus madres para que los
alimentaran.

Matt se despertó con el resto de los jinetes y metió el sombrero sobre su pelo
rebelde. Le dio una sonrisa soñolienta a Devlin y se fue a relevar a Frankie de
la Remuda. El vigilante entonces dormiría unas pocas horas antes de conducir
el segundo vagón. Devlin, Hank, y los hombres de punta, Willie y Jake,
terminaron de comer y salieron a ver el rebaño mientras levantaban sus sacos
de dormir. Mientras los jinetes comían su desayuno, Devlin y su grupo
mantenían un ojo en el rebaño.

Durante las siguientes horas, Devlin rodeó la manada, controlando las cabezas
de ganado que ahora podía reconocer a simple vista. Fuera de unos pocos
miles, podría identificar fácilmente a los alborotadores, el más lento, el más
agresivo. Luego estaba Anabelle. Para Devlin, era como si la vaca resoplara y
fingiera mover sus grandes cuernos hacia Devlin cada vez que pasaba. Devlin
podía quejarse y maldecir a la vaca en voz baja, y Anabelle inhalaba tan
fuerte que soplaba el polvo a su alrededor.

Los hombres de punta se posicionaron atrás de los novillos para que el ganado
pudiera extenderse y pastar a su propio ritmo. Devlin sacó todos los trucos de
su sombrero para mantener a las vacas felices y contentas, y vio que los otros
capataces hicieron lo mismo. Ella quería llegar al mercado con las cincuenta
mil cabezas si era posible.

Los jinetes terminaron su comida de la mañana y tomaron sus lugares en el


rebaño. Los hombres de punta se mantuvieron igual. Ellos eran manos
confiables que conocían las mañas del ganado, y que podían actuar como
si fueran un cerebro si surgían los problemas. Los hombres de los flancos
cambiaban posición todos los días. Los hombres de arrastre, por desgracia
para ellos, siempre cabalgaban en el mismo lugar.

Devlin rodeó de nuevo el campamento una vez que los ganaderos se


acomodaron en su lugar alrededor de la manada. Sacudió la cabeza ante
Matt, que estaba hasta los codos en agua jabonosa. Lavaba los platos para
el cocinero con el mismo entusiasmo con el que cabalgaba su caballo.

172
—Me canso cada vez que te veo trabajar, muchacho —dijo Devlin a su paso.

Matt levantó la vista, sonriendo mientras se limpiaba el jabón espumoso de su


barbilla. Sabía que era un cumplido cuando Devlin se burlaba así de él. Devlin
elogiaba muy pocas veces y nunca falsamente. Cuando lo hacía, era muy
importante para el receptor.

Devlin sintió un orgullo especial por las observaciones favorecedoras que


recibió sobre Matt. Los jinetes lo molestaban un poco, pero eso era debido a
su edad. Era un rito de paso entre los jinetes, pero fueron los primeros en
responder a las preguntas de Matt, le enseñaban cómo hacer algo nuevo, o
cuidar su espalda cuando se presentaran problemas.

Devlin buscó en su bolso de guerra, como los jinetes les gustaba llamar a su
magra bolsa de posesiones. Sacó su chaqueta de lona ligera y una vieja
camisa de algodón, luego se sacó el chaleco de cuero ajustado y la camisa
que llevaba. Vestida sólo con su camiseta de algodón, se quitó el sombrero y
se sentó a trenzar el pelo de ébano en una sola trenza que colgaba plana
sobre su espalda. Luego se puso la camisa de algodón, que era más holgada
que las camisas que solía llevar. Por último, se puso la chaqueta suelta y colocó
su Stetson en la cabeza.

Matt esperó a Devlin con Alto ensillada y lista para el día.

—¿Vas a preguntar por qué estoy vestida de esta manera? —preguntó Devlin.

Matt se encogió de hombros.

—Pensé que, si era importante, me lo dirías.

Devlin se preguntó qué pensaría Sarah de su hijo ahora. Se dio cuenta que el
chico se parecía cada vez más a ella. Sus gestos y la forma en que trabajaba
solo hicieron que Devlin sintiera que estaba viendo a su propio hijo de carne
y hueso.

—Hay un par de indios detrás de nosotros desde que cruzamos el Canadian.


No puedo decir qué tipo, nunca se acercaron lo suficiente. Espero que sean
Comanches o Kiowas

—¿Que quieren?

—Probablemente sólo algunas cabezas de ganado. Mira, Matt, tengo la


extraña sensación que podrían acercarse hoy. Sería un buen lugar para que
causen problemas si lo tienen en mente. Estamos a pocos días de distancia
del río Cimarron, y hay una gran cantidad de árboles y matorrales en esta
pradera.
173
—¿Van a dar problemas? ¿Son hostiles, Dev? —Matt trató de no dejar que la
noticia le afectara, pero había preocupación en sus ojos.

—No hay manera de saber si son hostiles, no hasta que los tengas encima.
Creo que vamos a conocer la respuesta a esa pregunta si intentan robar
nuestro ganado en lugar de pedir un poco.

—¿Por qué no negocian como los Chahtas?

—Ellos no tienen nada con que negociar. Esto, —Devlin le señaló con una
mano, indicando el área a su alrededor—, se supone que fue su tierra una vez,
pero ahora el gobierno dice que los indios tienen que permanecer en áreas
pequeñas llamadas reservas. Es difícil para ellos cambiar su forma de vida.
Demonios, no es sólo una forma de vida, su orgullo está en juego. Están
acostumbrados a seguir las manadas de búfalos y vivir tan libres como los sus
espíritus los destinaron a vivir. Ahora los búfalos han cambiado, pero los indios
se supone que no deben dejar las reservas. Por lo que algunos de ellos, sobre
todo los más jóvenes con mal genio, salen de las reservas. —Devlin comprobó
sus pistolas, procurando que los seis cañones estuvieran cargados—. Es difícil
saber lo que quieren, Matt. Yo conocí a muchos de ellos. Creo que la mayoría
sólo quiere alimentar a sus familias. No puedo decir que me gustaría hacer
algo diferente. Algunos de ellos, sin embargo, quieren hacer pagar a todos
por las acciones del gobierno. Estas personas les han mentido, engañado,
robado, y exterminado. —Devlin suspiró profundamente—. No digo que matar
mujeres y niños esté bien, pero eso nos da una idea de por qué están tan
enojados. Hay algunos de ellos que están hablando más allá de la razón. Esos
son los que me preocupan.

—¿Dev?

—¿Sí?

—¿Por qué vas vestida de esa manera?

Devlin se subió a la silla y sonrió.

—Me estoy volviendo como tu madre, toda habladora. Calculo que hoy, a
más tardar mañana, tendremos un grupo de jinetes que se nos acercaran. El
Kiowa y los comanches son bastante similares cuando se trata de la forma de
verse y vestirse. Si son Kiowa, lo más probable es que tendrán placas de pelo.
Podrás ver una correa de cuero largo, a veces colgando todo el camino hasta
el suelo, atado a su cuero cabelludo. Tendrá discos de plata atados a él, algo
así como los cinturones de algunos de los Chahta. A veces, el Comanche usa
las placas de pelo, pero no como los Kiowa. La única forma segura de conocer

174
a un Comanche es por la forma de vestir. Muchos de ellos usan ropa del
hombre blanco, pero la única cosa que siempre tienen es un taparrabos.

Devlin bajó su mirada para ver la expresión en el rostro de Matt.

—Déjame a mi reconocer quién es quién. ¿Vale?"

—Está bien, Dev.

—Sólo tienes que recordar un par de cosas fáciles y eso es todo. ¿Crees que
puedes?

—Por supuesto.

—En primer lugar, incluso si son indios hostiles, no van a tener tantas armas
como nosotros tenemos. Su táctica es por lo general pedir lo que quieren. Si
no eres justo con ellos y piensan que pueden salirse con la suya, volverán por
la noche y provocarán una estampida en la manada. Mientras estamos fuera
reuniendo las reses, van a separar el ganado que quieren y se largaran. Así
que lo primero es no engañarlos, pero eso no quiere decir que les daré toda
la tienda. Lo que van a querer más que nada es algo que sólo pueden obtener
de los hombres blancos... caballos, armas, whisky y tabaco. Lo que espero que
hagan primero es llegar a la Remuda. Si son comanches, son los ladrones de
caballos con más talento y los comerciantes más astutos de todos. No te
asustes, a pesar de que el aspecto de algunos de ellos es suficiente para hacer
que quieras mearte en los pantalones. No vas a entender lo que están
diciendo a menos que tengan a alguien que hable inglés con ellos. No
importa, sin embargo. No importa lo que digan o lo mucho que apunten a los
caballos, has sólo una cosa.

—¿Qué?

—Me señalas a mí. Probablemente te estarás preguntando por qué no voy y


te ayudo…

—Me vería débil —dijo Matt sin perder el ritmo.

Devlin sonrió al niño.

—Sí, eso es en parte. Si creen que soy con la que tienen que tratar, dejaremos
que vengan a mí. Es una de esas pequeñas cosas que haces cuando estás
tratando con personas. Es un poco conseguir que el poder vaya en tu
dirección —Devlin le guiño un ojo—. Lo más importante que queremos es que
piensen que soy un hombre.

Los ojos de Matt se iluminaron con la comprensión.

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—Oh —dijo arrastrando las palabras—. Es por eso que estás vestida así.

Devlin le hizo un guiño de nuevo.

—Facilita las cosas a veces, si sabes lo que quiero decir. No importa lo que
digan, simplemente apunta hacia mí y llámame hombre o usa la palabra
Chahta. ¿Recuerdas cómo es?

—Nakni. Sí, entiendo, jefa.

—¿Piensas que puedes hacerlo? Ya sabes, no hay vergüenza en decir que no


puedes. Prefiero que me lo digas ahora…

—Puedes contar conmigo, Dev.

Devlin miró la determinación feroz en los ojos del niño y supo dónde había visto
esa expresión. A pesar que su rostro estaba empezando a perder parte de su
gordura infantil, tenía los ojos de su madre. El mentón duro y anguloso que
estaba desarrollando y la forma como se arrugaba su nariz al sonreír sólo
aumentaba la semejanza. En ese momento, tenía la misma firmeza en la
mandíbula que Sarah cada vez que se proponía hacer una tarea difícil. Devlin
dudaba que alguna vez se lo dijera al chico, pero había algo reconfortante
en el hecho. Algo seguro al saber que una parte de Sarah cabalgaba con
ella.

—La segunda cosa es que en ningún caso saques ese rifle —Devlin señaló el
rifle que yacía en una caja de cuero de vaca cerca de la silla de Matt—.
Aunque estén listos para atacar. Si alguien apunta una flecha o un arma hacia
ti, busca tu caballo y utiliza el cuerpo del animal para protegerte. Si una
conmoción estalla, me lo pasas a mí. ¿Entiendes?

—Claro, Dev, pero yo soy un buen tirador. —Matt estaba orgulloso de la


habilidad que su madre le había enseñado y del preciado Winchester que le
había regalado.

—Puedes ser bueno, chico, pero ellos son mejores. Lo garantizo. Cuando un
hombre tiene un arma en la mano, se pone un gran objetivo en el pecho.
Cuanto más tiempo vayas por la vida sin disparar un arma de fuego, más
tiempo vivirás. ¿Estamos claros?

—Sí, jefa —Matt dijo con un tono resignado. Le había prometido a su madre
que iba a hacer todo lo que Devlin le dijera. Matt puede que sea muy joven,
pero había dos verdades que había entendido en su vida: Un hombre no
rompe una promesa a su madre, y nunca, nunca desafía a Devlin Brown.

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Devlin se preguntó lo que Matt estaba pensando mientras caminaba de
vuelta a la carreta para ayudar al cocinero con las tareas antes de acordonar
su Remuda. Probablemente me está maldiciendo, Devlin murmuró mientras
cabalgaba hacia el norte.

Habían dejado los rebaños en Kingfisher Creek temprano ese día. Devlin
agradeció a los cielos por encima de ella por mantener la tierra seca. Cuando
pensó en ello, la falta de precipitación era lo que la tenía en esta situación, en
primer lugar, pero la lluvia en el sendero podría ser desastrosa. Los arroyos
que llegaban al Cimarrón y a Nine Mile Creek tenían bancos de arena
movediza. En la estación lluviosa, era casi imposible conducir una manada, y
mucho menos cruzarla.

Cuando llegaron a Kingfisher Creek, el mexicano Bob en primer lugar dio de


beber al equipo de mulas que tiraban del carromato. Llenó el barril de agua,
y luego dejó su sitio a Matt y la Remuda. Finalmente, llegaron los jinetes de a
poco con el ganado. Siempre al final de la lista, por supuesto, llegó el equipo
de arrastre.

Inmediatamente después de la comida del mediodía, cuando los rebaños


habían estado en marcha durante dos o tres kilómetros, la anticipación de
Devlin se convirtió en realidad. Observó desde una cumbre de piedra arenisca
como los exploradores que habían estado siguiendo a la manada se unieron
a un pequeño grupo de sus amigos. No notaron a Devlin, y ella esperó
pacientemente hasta que la banda se dividió en tres grupos. Cuando se
trasladaron en dirección del ganado, Devlin se apresuró para llegar al primer
rebaño.

—Odio tener razón —dijo Devlin a Hank mientras subía hasta allí.

—Estuve observando a los dos que tenía más cerca por un buen rato —dijo
Hank—. Me preguntaba cuando te unirías a la fiesta.

—No me quiero perder toda la diversión —dijo Devlin con voz distraída ya que
algunos de los indios se dirigían a la Remuda. Se maldijo por haber dejado solo
a Mattew. A pesar de que le había dicho que podía manejarlo, Devlin estaba
empezando a dudar de su decisión. Se había preguntado si traer al niño
afectaría algunas de las decisiones que tendría que tomar. Estaba a punto de
averiguarlo.

Devlin vio por el rabillo del ojo mientras el pequeño grupo se acercó a ella
desde la parte delantera a caballo. Podía ver a Matt con cautela moviendo
la cabeza y apuntando hacia ella. Él nunca hizo un movimiento que pudiera
ser confundido como hostil, y los tres hombres, los cuales Devlin ahora

177
identificaba como Comanches, se dirigieron donde había detenido su
caballo. La manada se mantuvo en movimiento, pero Hank y los hombres de
avanzada, junto con uno o dos de los flancos, se apartaron de las reses para
acercarse alrededor de Devlin.

Devlin frunció el ceño y esperó en su silla de montar. Se levantó un poco,


colocando su peso sobre las puntas de sus pies. Dos jóvenes valientes se
acercaban, parecían ser de la edad de Devlin. Reconoció los signos de la ira
y la desconfianza en la expresión del indio. Llevaba el pelo separado y atado
en dos trenzas a cada lado de la cabeza. Su camisa estaba hecha de piel de
ante pesada, mangas con flecos que terminaban en una V en la parte
posterior de su cuello. Propio del traje de Comanche, la camisa del valiente
era larga, cayendo casi hasta las rodillas. Polainas con flecos y bien apretados
y un taparrabos colgaba de la cintura debajo de la camisa.

Devlin se preguntó por el estilo de la vestimenta. Por lo general, el Comanche,


Kiowa, y Apache llevaban camisas lisas cuando las llevaban. Esta banda
llevaba todo lo que el Chahta describiría como camisas de vestir. Símbolos
pintados, intrincadas plumas y abalorios adornaban los trajes. La camisa del
líder tenía líneas irregulares de color amarillo a lo largo de la parte delantera.
Devlin reconoció el símbolo de los trajes Shoshone. Por alguna razón, este
Comanche debía algún respeto a los rayos, y les rendía homenaje en su
camisa.

El líder hizo una señal con la mano izquierda, sosteniendo su mano y


moviéndola hacia adelante y hacia atrás. Devlin, a través de su relación con
los Shoshone, sabía un número pequeño de señales de mano y palabras que
el Comanche entendería. El líder estaba haciendo señas para que se
detuviera.

—Yatahe —dijo Devlin. Bajó la voz a propósito para tener un tono más
poderoso.

El líder miró como si reconociera a Devlin. La miró durante un minuto antes de


parecer aceptarla como el líder de la manada. El líder Comanche no habló,
pero una vez más levantó su mano hacia ella. Contuvo la palma hacia fuera,
moviendo su mano hacia atrás y hacia adelante.

—Chahta —dijo Devlin. La señal de la mano fue fácil, preguntando quién era
ella, y ella se sintió aliviada—. “Hasimbish humma. —Devlin añadió el nombre
Redhawk en Choctaw.

Se miraron el uno al otro, y Devlin oró para que los jinetes detrás de ella se
mantuvieran pacientes. Podía oír el sonido de los caballos sacudiendo sus

178
cabezas y estampando sus pezuñas en el suelo. Obviamente, el líder
Comanche no quería charlar.

—Seemote —pidió enérgicamente.

—No —Devlin sacudió la cabeza ante el pedido del hombre de diez cabezas
de ganado. Estaba esencialmente en su tierra, pero también era consciente
de que, si este pequeño grupo de asaltantes sentía que era suave, volverían
cada día por más reses. Ella les habría dado un centenar de cabezas de
ganado si ella pensara que sería para alimentar a sus mujeres y niños, pero el
tiempo había pasado para tal caridad.

—Wahatehwe —dijo Devlin mientras sostenía dos dedos.

El líder parecía como si le hubiera gustado negociar más, pero él se arriesgó a


mirar detrás de Devlin. Los jinetes fuertemente armados tenían una vista
impresionante. Como no quería arriesgarse a usar las pocas balas que tenía,
el líder Comanche asintió una vez. Hizo un gesto con una mano a sus
compañeros Bravos, que se dirigieron hacia la parte delantera de la manada
para cobrar su pago.

Era obvio que habían hecho esto antes. Los hombres jóvenes sabían que los
mejores y más fuertes novillos estaban en el frente. Eso era lo más gracioso del
ganado en una unidad como esta. El más fuerte se quedaba delante,
marcando el ritmo. Si llegara a estar enfermo o herido en el camino, se
trasladaban hacia la parte posterior. Una vez que se sentían en forma otra vez
y eran capaces de tomar un poco de velocidad, regresaban a su lugar
original.

Devlin oyó el mugido agudo de una vaca y miró por encima del hombro. Los
Bravos estaban tratando de separar a Anabelle de la manada. Estaban
teniendo dificultades con ella, pero parecían decididos a tomar el más
grande del lote.

—¡Esa no! —Devlin gritó por encima del ruido. Los guerreros la miraron y se dio
cuenta de que hablaban inglés—. Deja a esa. —Devlin señaló a Anabelle, que
estaba peligrosamente cerca de cornear a uno de los caballos Comanche.

El guerrero más cercano a Anabelle ignoró los gritos de Devlin y sacó su arco
de la espalda, colocando con rapidez una flecha en el mismo. Devlin alcanzó
instintivamente su revólver. Durante todo el tiempo su mano se movía, seguía
recordándose que entrar en un modo ofensivo podría significar el fin para
todos ellos, pero no podía sacarse a Sarah de la cabeza. Devlin sólo podía ver

179
la expresión de decepción en el rostro de Sarah, cuando le explicara cómo
había dejado que unos cuantos indios masacraran a su amada Anabelle.

Devlin no podía creer cuando el percutor de su Colt sonó y la cabeza de


pedernal salió bruscamente del eje de la flecha. Inmediatamente, los indios y
los jinetes sacaron sus armas. Era un testimonio de cada lado, que ninguna de
las partes parecía dispuesta a comenzar el derramamiento de sangre.

Devlin enfundó la pistola y saltó del lomo de Alto, corriendo hacia Anabelle y
los guerreros comanches.

—No, no, no —gritó ella, agitando las manos—. No pelea... simplemente esta
vaca, no.

El líder instó a su caballo para que se acercara más a Devlin y la miró. Parecía
incapaz de discernir si Devlin estaba tratando de engañarlo o si estaba
desequilibrada.

Devlin, mientras tanto, sabía que estos Comanches hablaban inglés mejor de
lo que estaban dejando entender.

—No es mi vaca —dijo. El líder se encogió de hombros. Era difícil saber si no


había entendido o estaba expresando su indiferencia. Tragándose su orgullo,
Devlin miró al líder Comanche—. Pertenece a mi mujer —murmuró.

Se hizo el silencio durante un largo rato hasta que el líder rió ligeramente. Se
volvió a los hombres detrás de él e hizo algunos comentarios ininteligibles,
entonces ellos también rieron. Devlin podía sentir las puntas de las orejas
encendidas mientras admitió su debilidad ante estos hombres, pero cuando
sus ojos se encontraron con el líder, sintió más vergüenza. El hombre asintió
como si comprendiera su situación. No iba a dejar que fuera tan fácil, sin
embargo.

—Dos en lugar de uno grande —dijo.

—Tienes un trato —Devlin sonrió y asintió—. Ura —dijo en agradecimiento.

Le tomó sólo unos momentos a la banda de indios capturar su pago y retirarse.


Cuando el líder volvió a mirar a Devlin, él la llamó “Puha”. Lo más cercano que
podía entender, era la palabra Comanche para poder. El dirigente señaló a
Devlin mientras repetía la palabra, y luego montó fuera de su vista. El idioma
Comanche era casi idéntico al Shoshone, pero aún Devlin no podía
comprender por qué el hombre había utilizado esa palabra para ella.

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—Por los pelos, jefa —Hank sonrió mientras pasó por delante de Devlin. Devlin
estaba al tanto de las sonrisas en el resto de las caras cuando algunos de los
hombres trataron de contener la risa ante la admisión de Devlin.

—¿Quién quiere montar en el arrastre? —Devlin advirtió a los hombres. Al


instante, el ceño fruncido de preocupación reemplazó las sonrisas de los
jinetes. Tomó su sombrero, que había caído al suelo durante su precipitado
salto de Alto. En ese momento, Anabelle resopló en voz alta, y Devlin saltó para
evitar al Longhorn, ya que trató de ir por ella.

—Me debes una, vaca —exclamó, golpeando la grupa de Anabelle con su


Stetson—. Y si no comienzo a ver cierto respeto de tu parte hacia mí, voy a
entregarte al siguiente grupo de ataque que veamos. Sigue así y serás
barbacoa Comanche.

Como de costumbre, Anabelle resopló y actuó como si Devlin no estuviera allí.

181
Parte 15

—Me gustaría que lloviera un poco —Devlin miró hacia el cielo mientras un
rayo parpadeaba constantemente en el horizonte.

Habían acampado durante la noche sin incidentes, pero justo antes de que
la cena estuviera lista, el tiempo había cambiado. El aire se volvió pesado y
sabía a moneda de cobre. Devlin y Hank rodearon la manada por lo que los
hombres podían comer su cena y saltar de nuevo en su silla de montar. Devlin
tenía la incómoda sensación de que sería una larga noche.

—A mí también —dijo Hank—. Prefiero enfrentarme a un aguacero de cinco


días que a una tormenta eléctrica con una manada de este tamaño.

—Pienso lo mismo. Parece que se está moviendo bastante rápido. Tal vez a
dos o tres horas.

—Sí, esa sería mi apuesta. Tal vez tengamos suerte y se mueva más hacia el
este.

—Tal vez —Devlin acordó distraídamente. Mirando a su amigo, se acomodó


su sombrero—. Tendremos que dormir con las botas puestas.

Ambos rieron ante la idea, pero sabían que no era una broma. El ganado
podía provocar una estampida por las razones más simples y extrañas.

Devlin rodeó de nuevo el campamento cuando el segundo grupo de jinetes


se dirigió de nuevo a la manada.

—Deshazte de tu rifle. Va a ser una noche caliente —dijo.

La mayoría de los jinetes no necesitaban el recordatorio. En las noches cuando


las tormentas eléctricas amenazaban, los ganaderos sabían que era mejor
montar alrededor con los rifles escondidos detrás de sus sillas de montar. Todos
habían visto al menos un jinete golpeado por un rayo que había ido
directamente al largo cañón de su arma. En esta noche, todos los jinetes se
detuvieron ante el carro de tirada y le dieron al mexicano Bob sus rifles para
su custodia.

182
—¿Alguna vez has estado en una estampida, muchacho? —preguntó Devlin
Mattew.

—Nop. ¿Piensas que tendremos una esta noche, Dev?

—Nunca se sabe. Puedo sentir algo en el aire. Apuesto a que tus caballos
estaban más asustadizos esta tarde, ¿no?

—Sí, lo estaban. —Matt se acordó que los animales habían estado de mal
humor, cuando se hizo el campamento.

—Bueno, duerme con un caballo ensillado esta noche. Si el infierno se desata,


salta sobre su espalda y monta lejos de la manada. Si tu caballo se espanta
antes de poder montarlo, corre hasta aquel árbol de allí. —Devlin apuntó un
frondoso árbol alrededor de ellos.

—¿Dev? —Matt llamó cuando estaba a punto de acostarse a dormir — ¿Debo


dejarme la ropa puesta?

—Si. A menos que desees aparecer en Abilene en calzoncillos largos —Devlin


hizo un guiño mientras se alejaba.

Devlin se unió al resto de los hombres que montaban guardia alrededor de la


manada. Menos de dos horas después, destellos blancos intermitentes
llenaron el cielo. No había nada más que oscuridad, el sonido del ganado
inquieto, y las voces de los jinetes, que trataban de calmar la manada. Los
destellos de luz se hicieron más frecuentes, bañando el paisaje de luz.

Devlin palmeó el cuello de Alto. La yegua sacudió la cabeza adelante y atrás


como si tratara de esconderse de las sombras misteriosas que el rayo causó.
Devlin estaba agradecida por los pequeños favores. En algunas tormentas
eléctricas que habían estado, el trueno sonaba como el disparo de un rifle.
Esta noche retumbaba, bajo y profundo.

Todos ellos viajaban en círculos alrededor de la manada, por lo general en


direcciones opuestas entre sí. Montaban lentamente sus caballos y tratando
de mantener sus monturas lo más tranquilas posible. La tormenta podría durar
una hora o tres; no había forma de saber. Algunos de los arrieros cantaban
canciones. No tenían particularmente buenas voces, Devlin pensó, unas
pocas, dolía escucharlas, pero ayudó a la manada. Al igual que los bebés en
una cuna, las reses, estaban inquietas, pero calmadas. Sólo unas pocas se
habían asentado en el suelo para pasar la noche. Para variar, una de las
vacas calmadas era Anabelle. Devlin no pudo evitar mover la cabeza al pasar
junto a la vaca. Anabelle nunca parecía estar nerviosa, ni parecía
preocupada por lo que sucedía a su alrededor. Devlin sólo podía suponer que

183
un Longhorn tan grande como un búfalo, probablemente, no tenía muchos
enemigos naturales.

Comenzó rápidamente, que es la manera que las cosas siempre parecen


ocurrir en el camino. Un momento Devlin estaba en su silla, contemplando la
idiosincrasia de la vida, y al minuto siguiente, estaba en medio del caos. A su
derecha, vio al caballo de Willie Abbott levantarse en dos patas, cuando las
reses se agruparon en torno a él. El caballo dejó escapar unos relinchos y
continuó hacia atrás. El ganado se asustó, pero todavía no estaba fuera de
control. Devlin entró en el rebaño, pateando a los novillos para alejarlos del
aterrorizado caballo de Willie.

En ese momento, el ganado en la parte trasera de la manada decidió unirse


al grupo inquieto de la parte delantera. Los constantes relámpagos causaron
que todo el mundo fallara. Hubo dos o tres segundos de oscuridad, entonces
el cielo se volvió blanco por un segundo. El efecto surrealista hizo entrar en
pánico a la manada de arrastre. Sus sonidos se hicieron más agudos, y de
repente el ganado entró en un caos en toda regla. Todos trataban de huir a
la vez apretando al caballo de Willie. El ganado de la parte posterior
empujaba contra Devlin, y se dio cuenta que tenía que salir antes de que Alto
se encabritara asustada.

Trató de girar, pero no había espacio para maniobrar. Soltó su látigo y lo


rompió sobre las cabezas del ganado que avanzaba. Se echó hacia atrás de
alguna manera, lo suficiente para que ella pudiera girar con Alto, pero el
espacio donde había estado momentos antes ahora se llenó de ganado.
Algunos de los jinetes se habían unido a la refriega, pero se quedaron en la
periferia de la manada. Reprimieron sus látigos y empujaban el ganado fuera
del camino para despejar el camino para Devlin. De repente, Hank estaba allí,
pero no podía instar a su caballo en el mar de novillos apretados. Fue entonces
cuando sucedió lo inevitable.

Willie todavía se aferraba a la silla de montar, pero apenas. Algo había


asustado a su caballo, y en este punto, se había enloquecido. Se resistió como
si un enjambre de avispas estuviera bajo su piel. Devlin podía ver el miedo en
la cara de Willie cada vez que el rayo iluminaba la zona. A pesar que era un
ganadero con experiencia, Willie parecía temer por su vida lo suficiente como
para cometer un error crítico. Devlin observó mientras tomaba una pistola
metida en el cinturón de sus pantalones.

Devlin gritó una advertencia con la esperanza de que Willie la oyera sobre los
sonidos del ganado aterrorizado, los relinchos de los caballos, y el trueno
retumbante. Sólo pudo ver con impotencia como Willie sacó su pistola y

184
disparó al aire. Dos disparos hicieron que inmediatamente el caballo de Willie
quedara bajo un aparente control. Miró a Devlin, y ambos parecieron exhalar
un suspiro de alivio. La pausa fue de corta duración, sin embargo.

Unos cinco segundos pasaron desde que Willie había disparado su pistola, no
hubo suficiente tiempo para que los ecos se extinguieran. El ganado en la
parte posterior presionó hacia delante de nuevo, excepto que ahora los
novillos en frente estaban simplemente dando vueltas alrededor, sin moverse
para ampliar el área cubierta del rebaño. El ganado creciente desde atrás
parecía asustado por algo, y las vacas de atrás trataron de saltar por encima
de sus hermanas aplastándolas. Otros imitaban a los acrobáticos novillos y
pronto la pequeña área en donde estaban atrapados Devlin y Willie era un
remolino de ganado en pánico.

Devlin intentó mantenerse arriba de Alto que tropezó y se tambaleó cuando


el ganado presionaba sobre ellos. Los cuernos de los animales que saltaban y
cargaban se acercaban peligrosamente a los caballos atrapados dentro de
la manada. Alto tropezó de nuevo, y por mucho que Devlin aguantara, ella
sentía que, si no tranquilizaba la manada, ella y Alto terminarían arrastrados al
suelo por las histéricas criaturas alrededor de ellos.

Devlin lanzó su brazo en un arco sobre su cabeza y disparó con su látigo. Ella
golpeó hacia abajo en las partes posteriores de los novillos que se
encontraban delante de la manada. Los mugidos fuertes de los bovinos que
recibieron sus golpes urticantes incitaron a los otros animales a entrar en
acción. El rebaño se aflojó, pero antes de que Devlin pudiera romper el borde
exterior, se encontró con al menos doscientas cabezas de ganado corriendo
a través de la pradera.

El mayor temor de Devlin se convirtió en realidad cuando se dio la vuelta y vio


el resto de la manada en estampida junto con el pequeño rebaño rebelde en
el que ella y Willie estaban atrapados. No había nada que hacer ahora, sino
tratar de correr más rápido que el ganado, ponerse en frente de ellos, y
hacerlos girar. Cuando el ganado se giró los novillos que venían de frente,
disminuyeron la velocidad y se aplastaron entre sí. Era la única esperanza de
Devlin en este punto.

Fue más fácil de lo previsto llegar hasta el borde exterior del ganado en
estampida. Willie obviamente tenía el mismo pensamiento, porque ya estaba
allí. Su caballo era más ligero que Alto y tenía la adrenalina disparada en su
interior. Eran una pareja rápida y estaban tal vez a doscientos metros por
delante de Devlin y su yegua. El chasquido de los látigos detrás de Devlin se
hizo más débil. Arriesgó una mirada rápida y el siguiente relámpago iluminó el

185
paisaje detrás de ella. Vio la mayor parte de la manada en estampida a su
vez mientras los jinetes cabalgaban a lo largo del borde derecho y empujaban
a los líderes de la manada hacia la izquierda.

Devlin giró la cabeza para centrarse en su propia posición. Alto desaceleró


ligeramente y la manada parecía estar respondiendo al sonido agudo de
Devlin, junto con las heridas de su látigo. Mirando al frente, Devlin intentó no
estremecerse cuando a cada poco rato los rayos llenaba su visión con luz. Un
largo momento de brillante luz eléctrica mostró que Willie estaba corriendo
delante de ella. La próxima vez que la luz iluminó el cielo, Devlin tuvo que
parpadear con incredulidad. Creyó que, si hubiera parpadeado una tercera
vez, su vida habría terminado.

En un instante, la tormenta iluminó a Willie Abbott. Seguía estando al menos


un centenar de metros por delante de Devlin cuando él, su montura, y el
ganado que lo rodeaba pareció flotar en el aire por un instante.

Devlin no tenía necesidad de oír los gritos o ver que el hombre y los animales
ya no estaban allí para darse cuenta de lo que había sucedido. El instinto se
convirtió en pensamiento cuando tiró de la cabeza de Alto con fuerza y hacia
la izquierda, su mano se envolvió alrededor del mango de marfil de su Colt.
Cuando Devlin volvió con fuerza a su caballo, disparó a los tres novillos más
cercanos. Los disparos repentinos, junto con los cuerpos bloqueando su
camino, hicieron que el grueso de la manada girara a la izquierda, junto con
Devlin y su yegua. Para mantenerlos en movimiento de esa manera, Devlin
disparó las balas restantes.

Sin más alarde que eso, el ganado se juntó en un grupo pequeño, casi la mitad
de su número original. Tal vez pasaron unos minutos antes de que Hank y otros
cuatro jinetes alcanzaran a la manada. Devlin se sentó en su silla respirando
con dificultad y sintiendo su corazón latir contra el pecho. Tenía la boca seca
y se dio cuenta que la causa era el miedo.

—Dev —Hank sostuvo una gran linterna en una mano mientras se acercaba a
ella—. ¿Estás bien? ¿Qué pasó con Willie?

Devlin sólo podía apuntar por delante de ellos hasta que encontró su voz.

—Más adelante. Cuidado... necesitas la luz.

El caballo de Hank dio unos pasos tentativos hacia adelante y Hank llevó el
farol en alto.

186
—¡Buen Dios! —Maldijo. El terreno por delante de él desapareció en la nada.
La tierra simplemente no existía, cayendo bruscamente en un cráter de al
menos a doscientos metros por debajo de ellos.

Devlin se controló a sí misma y empezó a gritar órdenes.

—Lleva estas reses de vuelta con el resto. Un par de hombres vayan al


campamento y traigan algunos rollos de cuerda y algunas linternas —Devlin
desmontó y se encontró que sus piernas temblaban. Se acercó al lado de
Hank, colocando su mano sobre su montura para mantener el equilibrio—.
Tenemos que llegar allí y ver si Willie sigue vivo.

—No seas loca, Dev. No hay manera de que pudiera haber sobrevivido.

La voz de Hank era suave y llena de preocupación, pero Devlin era la jefa de
camino.

—Tengo que estar segura.

El tono desapasionado de Devlin estaba de vuelta mientras se dirigía a un


afloramiento de piedra arenisca y se sentó con cansancio. Irónicamente, la
tormenta se movía más allá de ellos ahora. Hank se acercó y se sentó junto a
su amiga. Ninguno habló, lo cual no era muy diferente de la forma en que
actuaban generalmente, pero algo había cambiado para Devlin.

En ese breve espacio de tiempo en que Devlin vio a Willie hundirse en la


muerte, había sentido miedo. Había sentido un miedo a morir, a la pérdida.
Incluso ahora, su corazón latía de manera irregular ante la idea de no volver
a ver a Sarah de nuevo. Devlin no podía recordar un momento en que ella
tuviera miedo. ¿Cuándo había sido la última vez? ¿Cuándo ella era una niña?
Tal vez ella había temido por otra persona, pero nunca por sí misma.

Devlin se quitó el sombrero y corrió ligeramente la mano por el pelo. Eso es lo


que la hacía tan buena, ¿verdad? ¿No fue siempre su ventaja sobre otras
personas? ¿No había sido así siempre, porque sabía la verdad? La verdad,
como Devlin la veía, era que los hombres no querían morir, al menos, la
mayoría de los hombres.

Su poder había sido que a ella nunca le importó si vivía o moría. Le importaba
ahora. Cuando se sentó mirando hacia las sombras oscuras, Devlin Brown tuvo
que preguntarse si había perdido el control.

187
Parte 16
—¡Dev! —Sarah dijo entre dientes mientras se sentó de golpe, despertando de
su pesadilla. Sarah miró alrededor de la Chuka para ver a Hannah todavía
metida en sus ropas de dormir. Tima, como siempre, se veía en paz mientras
dormía.

Sarah se arrastró hasta el centro de la Chuka y añadió pequeños trozos de


leña al fuego. Su corazón latía rápidamente, como si hubiera estado en una
carrera. Respiró hondo para tratar de calmar sus nervios, sacudiendo la
cabeza para eliminar los últimos vestigios de sueño y recordar el sueño. No
podía recordar las imágenes visuales, lo cual era inusual para ella, pero se
mantuvieron los sentimientos residuales. Al principio, sentía que Devlin estaba
en peligro. Sarah podía sentir que la amenaza inmediata había pasado, pero
ahora había una sensación de desesperanza asociada con ella. Sarah cerró
los ojos con fuerza, pero por más que lo intentó, no pudo entender los
sentimientos.

Sarah ajustó la manta que se había deslizado hacia abajo para revelar el
pequeño tatuaje en su hombro derecho. Mantema había fijado el tatuaje en
la piel de Sarah tan pronto como ella había regresado al pueblo el último día
de su misión. Mantema, junto con Tima y los ancianos, estaban preocupados
por Sarah cuando pasaron cuatro días y Sarah no había regresado. En el
quinto día, Sarah regresó al pueblo.

Mantema se sorprendió que Sarah fuera capaz de caminar de regreso. Tan


pronto como Mantema preparó a Sarah para su marca, se quedó dormida.
Durmió durante dos días, y cuando se despertó, el clan tenía una fiesta con
motivo de su nombramiento. Desde ese día, nadie en el pueblo usó su nombre
de pila; Sarah. Para las personas Chahta, Sakli era ahora un verdadero
miembro del clan Thunderbird. Ahora era Chahta ia isht, sangre Choctaw.
Keeho también había anunciado al pueblo el nombre secreto de Sarah. Este
sería un nombre conocido sólo por el clan Thunderbird y Sarah, que lo usaría
cuando se presentara durante las ceremonias. A partir de ese momento, el
clan conocería a Sarah como Sakli Alakofichi, la que cura.

Sarah se acercó al fuego. Por enésima vez, deseó el cálido cuerpo de Devlin
cerca de ella por la noche. Se retorció cuando la manta de piel se frotó contra
su marca. En el tatuaje se había formado una costra, y cuando la piel seca se
desprendió para revelar la nueva piel debajo, le picaba. Su símbolo animal de

188
poder miraba ferozmente al mundo desde la espalda de Sarah. Era incapaz
de ver el tatuaje, incluso cuando estiró el cuello lo más lejos posible. Mantema
había resuelto el problema mostrándole un pequeño trozo de piel sobre la que
Mantema había pintado el diseño.

Sarah se frotó con aire ausente la piel de la espalda. Al mirar las brasas del
fuego, Sarah pensó en su diseño de poder. Nunca se había planteado la
cuestión de cómo Mantema supo sobre su búsqueda. Sarah pudo haber
tenido dudas acerca de los misterios y la magia de las personas Chahta, pero
su búsqueda silenciaba muchos de esos pensamientos. No había dicho una
palabra cuando Mantema le entregó la imagen que era ahora era parte de
su cuerpo. La cabeza de un halcón quedó dibujada con ojos que parecían
feroces y suaves al mismo tiempo. La singularidad del tatuaje era que el halcón
no tenía las marcas de color marrón rojizo habituales. Su cara era la mitad
negro y mitad blanco, con un diseño diagonal al igual que la guerrera en la
visión de Sarah.

No había discutido ninguna parte de su búsqueda con Tima o Keeho. El clan


respetaba sus acciones, y nadie planteó cuestionarla. El Chahta consideraba
las visiones como algo privado, y la interpretación sólo sucedía cuando los
aldeanos necesitaban ver a Keeho en busca de respuestas. Sarah era
plenamente consciente de que el Keyuachi la había visitado con la esperanza
de alejarla de su misión.

Sabía que le hablaría a Keeho de su visión en algún momento para saber que
podría significar, pero ahora era demasiado pronto. La manera en que Sarah
aceptaba todo lo que era tan diferente a sus creencias anteriores no
ameritaba tanto escrutinio. Reconoció lo que le había sucedido con tanta
facilidad como si hubiera ocurrido en su casa del rancho. Era la única manera
para ella de creer en este momento.

Soy Ankahito... Siempre he sido Ankahito. Yo soy Chahta ... Siempre he sido
Chahta.

Sarah se apartó el pelo de la cara y envolvió la manta de piel con más fuerza
sobre los hombros. Un fuerte enfriamiento pasó a través de ella, y su cuerpo se
estremeció en respuesta. Tendría que preguntarle Keeho pronto por qué estas
palabras seguían apareciendo en su mente. Ni siquiera estaba segura de
quienes eran los Ankahitos, excepto que el chamán muerto Taano los había
llamado su pueblo. Se sentía más cálida ahora cuando sus pensamientos
acerca de lo místico se transformaron en pensamientos sobre Devlin.

189
Sarah no sabía si se había imaginado el temor que sentía por Devlin o si el
sueño había sido real, pero de acuerdo con todo lo que había llegado a creer
en el último tiempo, eligió la segunda opción. Puso su mano sobre su pecho y
sintió que el latido de su corazón se había regularizado. Lo tomó como una
buena señal. Su agitación anterior había desaparecido. Ahora experimentó
una sensación extraña de resolución. Aunque no era exactamente paz, era
una especie de calma. En cualquier caso, tal vez era suficiente para permitirle
dormir el resto de la noche.

***

—¿Tengo que aprender qué? —preguntó Sarah a Tima con asombro.

—¿Es necesario que hable más alto para ti, Sakli? —preguntó Tima muy seria.

—No, pero yo…

—Entonces, ¿por qué me pides que repita lo que dije?

—Es más por la incredulidad por lo que oí.

—Oh.

Tima le había entendido, pero le resultó difícil lograr que Sarah verbalizara sus
pensamientos. Debido a eso, Tima trataba a Sarah de la misma forma como
lo había hecho cuando Devlin era una niña.

—Pero, Tima, ¿cestería?

Tima dejó lo que estaba haciendo y fijó una mirada exasperada en Sarah. No
tenía que decir una palabra. Sarah respiró profundamente y cerró los ojos.

—Lo sé, lo sé. Prometí que no cuestionaría tus métodos de entrenamiento —


Habían llegado a este acuerdo una vez que Tima decidió enseñarle a Sarah.
El entrenamiento fue una preparación para la búsqueda de la sanación de
Sarah, durante la cual apelaría a los espíritus por un guía espiritual. Con suerte,
una de las madres de los clanes aceptaría la solicitud de Sarah y la orientaría
en su camino a la medicina.

—Sakli, algunos de los sanadores más fuertes de nuestro clan han sido cesteros.
Hashtahli ha dado este oficio a las mujeres solteras. Algunos dicen que es una
recompensa por la fidelidad que las mujeres Chahta han mostrado a sus
clanes. Otros dicen que es una manera para que las mujeres sobresalgan,

190
para mostrar su imaginación y el poder. Yo creo que tiene una conexión
directa con el camino que deseas seguir. Eres Chahta ahora, Sakli. Esta
habilidad te enseñará mucho sobre las formas de las mujeres Chahta.

Sara dio a Tima una mirada derrotada.

—¿Por qué tiene que ser con Oka Kapassa? ¿Por qué no me puedes enseñar
tú?

—Debido a que Oka Kapassa es la mejor para aprender el oficio. Tiene la


misma capacidad natural con el tejido que lo hace con la curación. ¿Por qué
no quiere entrenar con Oka Kapassa?

—Yo... yo... —Sarah hizo una pausa y se mordió el labio con nerviosismo—. Ella
me asusta —murmuró.

—¿Qué? —Tima rió y Sarah encontró que la acción le recordaba algo a Devlin.

—Dije que me asusta un poco —dijo Sarah con más fuerza, mientras colocaba
sus manos en sus caderas.

—¿Por qué temes a Oka Kapassa?

Sarah se sentó junto a Tima.

—Me siento como una niña tonta, diciendo esto en voz alta.

—A menudo lo que nos da miedo en las sombras de la noche se ve tonto a la


luz del día.

—Me mira. Es desconcertante. ¿Estoy loca? Debes haberlo notado que


cuando ella y yo estamos cerca.

Tima quería burlarse de las acusaciones de Sarah, para decirle que todo esto
era una tontería acumulada en su mente. Tima quiso tranquilizar a Sarah, pero
lo había visto, también. Entendía las miradas de su hermana, pero ¿cómo
podía explicar la verdad a Sarah sin romper su palabra a Devlin?

—Sakli, no estás loca. He visto la forma en que Oka Kapassa te mira cuando
piensa que nadie la ve, pero no es para tratar de asustarte. No puede evitarlo,
supongo.

—No estoy segura de entender, Nali. ¿Por qué no puede evitarlo?

Tima suspiro y miro hacia arriba. ¿Por qué no había dicho su hija la verdad a
Sarah? Devlin le había prometido a Tima, antes que dejaran el pueblo la última
vez, que le explicaría la historia de su madre y padre a Sarah. Tima sospechaba

191
que su hija había palidecido de miedo al desnudar sus emociones, incluso a
su compañera. Sin embargo, no podía ir en contra de la promesa que había
hecho.

—Oka Kapassa se preocupa mucho por Redhawk. Creo que mi hermana se


preocupa por mi hija. Se preocupa de que algo aleje a Redhawk del camino
del bien al que hace poco se ha comprometido.

—¿Y ella piensa que seré yo quien haga eso?, ¿que de alguna manera llevaré
a Dev por el mal camino? —Sarah estaba sorprendida por la explicación de
Tima.

—Creo que —Tima hizo una pausa, buscando una manera de expresar sus
sentimientos—, creo que las preocupaciones de Oka Kapassa no son tanto
sobre ti y tu compromiso con Redhawk, sino porque tu mundo está abajo en
el valle. Teme que tu mundo se convierta en el mundo de Devlin en lugar de
al revés.

—¿Pero no he demostrado mi amor por este mundo?

—Sakli, nunca has tenido que demostrar nada ante mí. Te has ganado mi amor
y mi respeto porque eres la mujer en el corazón de mi hija. No necesito nada
más para convencerme.

—Pero Oka Kapassa sí —Sarah miró a lo lejos y pensó por un momento—. Tengo
que mostrarle lo que soy. Tengo que mostrarle que soy Chahta, aquí —Sarah
colocó su mano sobre su corazón—, y que no importa donde vivamos, el
camino Chahta siempre será una parte de nuestra familia.

Tima sonrió a Sarah. Sarah tenía un modo de examinar el mundo a su


alrededor.

—¿Vas a ser tejedora de canastas entonces?

Sarah devolvió la sonrisa a Tima.

—Nali, ¡voy a ser la mejor maldita tejedora de canasta que pueda!

***

—Bienvenida a mi Chuka, Sakli.

192
—Es un honor que una tejedora de su talento haya accedido a entrenarme,
Oka Kapassa —dijo Sarah.

Las dos mujeres se sentaron fuera de la Chuka de Oka Kapassa a la sombra


escasa de un pequeño árbol de cedro. Un respeto mutuo existía entre ellas,
pero nada más. Oka Kapassa estaba decidida a no dejarse arrastrar por el
encanto de Sarah. Había visto cómo el carisma natural de Sarah, algo de lo
que ella ni siquiera era consciente, atraía a otros del clan. Oka Kapassa podía
ver lo que los otros habían visto, pero puso una armadura a su corazón en
contra de ella. Resistiría la tentación de abrirse a Sarah. Tenía que estar segura.
No podía permitir que la historia se repitiera.

Sarah se sentía como si ella estuviera estudiando con su maestro de escuela.


De regreso a esa escuela de una sola habitación en Kentucky, había
aprendido muchas lecciones a punta de una vara de nogal. Su carácter
rebelde le hizo entrar en conflicto con el maestro hasta que finalmente habían
llamado a una tregua. No fue hasta que Sarah se había tragado su orgullo y
tratado al hombre con respecto que ella se abrió a las lecciones que le
enseñaba.

Sarah trató de tomar el mismo enfoque para aprender con Oka Kapassa.
Pasaron los días mientras Sarah se mordía la lengua ante los comentarios de
Oka Kapassa, algunos de los cuales sabía que estaban destinados a hacer
daño. Lo único que le impedía volver por más era la forma en que Oka
Kapassa trataba a Hannah. Su transformación de instructor distante a amante
cuidadora cuando Hannah aparecía ante su vista era increíble. Era evidente
que los problemas de Oka Kapassa sólo eran con Sarah. A pesar de que era
naturalmente tranquila y reservada, parecía contener su aguijón para Sarah.
Sarah, por el contrario, estaba decidida a demostrarle a esta mujer, que Devlin
había tomado la decisión correcta al tomarla como su pareja.

—Bueno, no resultó como tenía en mente —Sarah miró el diseño en la cesta


que ella sola había completado—. Simplemente no creo que sea lo
suficientemente bueno todavía. ¿Qué estoy haciendo mal? —preguntó con
exasperación, mirando con nostalgia las cestas bien perfiladas en la Chuka de
Oka Kapassa. Platos pequeños y grandes, tazones, el trabajo detallado era
impecable. De preferencia un lugar de prominencia era un plato grande
ovalado. El diseño contaba una historia. El tejido del centro del plato era tan
decorativo y detallado que Sarah estaba convencida de que nunca podría
duplicarlo.

Oka Kapassa sostuvo el plato de Sarah. Sus dedos acariciaron las espirales de
las fibras vegetales como un sanador examina a un paciente. Buscó en el

193
plato y sintió cada imperfección. No siempre eran visibles; algunas estaban en
el espíritu del objeto. Oka Kapassa sonrió con aprobación a su alumna. La
técnica de Sarah era sana; había aprendido bien los fundamentos. Oka
Kapassa sabía que era el momento de pasar a la siguiente etapa.

—No es tu capacidad la que impide tu visión en el tejido, Sakli. Para tejer los
artículos de uso diario que los Chahta usamos, los materiales que tenemos en
la tienda son apropiados. Para que un fabricante de cestos haga algo que ve
en el ojo de su propia mente, el tejedor debe cosechar sus propios materiales.
Es necesario acercarse a las plantas y los árboles con esta visión en tu mente,
con el conocimiento de que son tan parte del círculo sagrado como tú lo eres.
A continuación, espera a que el espíritu del artículo hable contigo.

—¿Los materiales que quieran formar parte de mi cesta me hablaran?

Al principio, Oka Kapassa, pensó que Sarah era condescendiente con ella. No
sería la primera vez que alguien se burlaba de ella por su creencia en los
caminos de la rueda de la medicina. Los niños que aún tenían que ir en su
primera misión, todavía no sabían de la magia dentro del clan, a menudo no
entendían las complejidades del círculo. Oka Kapassa miró fijamente a Sarah,
que la miraba fijamente también. La expresión del rostro de Sarah la tomó por
sorpresa. Oka Kapassa vio una creencia genuina por la magia en los ojos de
Sarah.

—Sí, Sakli, es precisamente lo que harán. Cada ser vivo, incluso las plantas y
árboles, tiene un espíritu y un lugar dentro del círculo sagrado, al igual que
nosotros. Incluso saber esto no es suficiente. Hasta llegar al lugar donde creas
que ningún espíritu es mayor que otro, no serás capaz de oír a otros espíritus
llamándote.

—Pero lo hago, Oka Kapassa. He aprendido a creer de esta manera —dijo


Sarah—. ¿Me podrías indicar cómo cosechar para las cestas?

Sarah parecía haber olvidado la animosidad natural que existía entre ellas. Tan
atrapada en su deseo de aprender este nuevo aspecto de la vida Chahta,
puso a un lado su orgullo para aprovechar la sabiduría de Oka Kapassa.

—Entonces mañana por la mañana comenzarás —dijo Oka Kapassa. Se


encontró sonriendo ante el entusiasmo y la alegría de Sarah.

Sarah dio un beso de despedida a Hannah antes de que el sol se levantara a


la mañana siguiente. Compartió una taza de té caliente con Tima antes de
salir de la Chuka de la sanadora.

—Pareces muy emocionada con la cestería ahora —bromeó Tima.

194
Sarah sonrió con vergüenza.

—Al principio, no quería que Oka Kapassa se enterara que me estaba


molestando. No quería que ganara. Ahora hay algo que me está enseñando,
algo mucho más que estoy dispuesta a dejar de lado mis sentimientos
personales. No puedo explicarlo mejor que eso.

—Has llegado muy lejos en tan poco tiempo, Sakli. Has cambiado mucho.
Creo que Redhawk estará muy satisfecha.

Sarah tuvo un momento de duda.

—¿Estás segura? Es decir, no piensas que vaya a disgustarse por como he


cambiado, ¿verdad?

—Sakli, Redhawk es Chahta. Realmente creo que te amaría sin importar qué,
pero saber que la mujer que ama se ha convertido en una mujer Chahta... es
un regalo sin precio.

La sonrisa de Sarah regresó y apretó la mano de Tima.

—Amar a Dev no sólo me ha dado lo que siempre he soñado, también me ha


traído una familia y un pueblo. Creo que soy la única que ha recibido un
regalo.

Sarah se sentó en la Chuka de Oka Kapassa justo después del amanecer. La


fabricante de cestos ofreció oraciones a los espíritus mientras arrojaba salvia y
hierba en el fuego.

—Ninguna fuerza de la vida significa más que otra o es más valiosa. Pedimos
a los espíritus que se entreguen para nuestro uso. Todos ellos encajan entre sí,
junto con nuestra esencia. Todos somos parte unos de otros dentro del círculo
sagrado. Dependemos unos de otros para sobrevivir. No es nuestro derecho
usar los materiales de la Madre Tierra, simplemente porque somos más rápidos
o más fuertes. Ella da estas cosas para nosotros como regalos. Las personas
Chahta no aceptan regalos de nadie, que no sean los espíritus.

Algún tiempo después, Sarah siguió detrás de Oka Kapassa. La mujer tenía el
doble de la edad de Sarah, pero sus piernas eran tan largas como la de Devlin
y Sarah tenía que darse prisa para coincidir con su paso. Hasta el momento,
Oka Kapassa había hablado con Sarah sobre el aspecto espiritual de la
cosecha de plantas. Ahora, mientras caminaban a lo largo de los bosques,
explicó algunos de los aspectos más universales de la cestería.

—Como sanador, ¿qué te ha enseñado Tima sobre el uso de la hierba dulce?


—preguntó Oka Kapassa.
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—La utilizamos para la purificación. La quemamos para enviar el humo en
muchas de nuestras ceremonias Chahta.

Oka Kapassa asintió.

—¿Sabes por qué hacemos cestas de hierba dulce?

—Yo —Sarah se detuvo en seco. No estaba segura y algo le dijo que no


adivinara. Ella sacudió la cabeza y Oka Kapassa no pudo evitar una sonrisa.

—Hay muchas razones, pero hay una razón que es más importante que otra.
Debido a su uso ceremonial, reservamos hierba dulce para las cestas donde
colocamos el cordón umbilical de un bebé recién nacido. Debido a su olor
dulce, almacenamos la ropa y pieles en cestas hechas de hierba dulce.
Porque se seca extremadamente rápido, pero es resistente, somos capaces
de almacenar a largo plazo.

—Nunca me di cuenta de todo eso. Supongo que he crecido tomando ciertas


cosas por sentado, al igual que nunca pensé en lo mucho que utilizamos las
cestas.

—Es cierto, Sakli. Utilizamos las muchas formas de nuestras cestas para la
recolección, cosecha, almacenamiento y cocción. No solo tú piensas así.
Incluso muchos Chahta dan por sentada su vida cotidiana. Piensan que lo que
tenemos ahora siempre lo tendrán. Compramos mantas en la tienda del
hombre blanco en lugar de tejer las nuestras, el comercio de armas reemplaza
nuestros arcos, y tomamos compañeros fuera del clan. No se dan cuenta que
cada vez que vamos fuera, perdemos un pedazo de nosotros mismos.

Sarah no sabía cómo responder al razonamiento. Podía entender y estar de


acuerdo con la respuesta de Oka Kapassa al cambio de la forma de vida
Chahta. Un segundo más tarde, se dio cuenta de lo que estaba tratando de
decir. Oka Kapassa, pensó Sarah, jugó un papel importante en el cambio de
las formas de los clanes. Sarah no tenía palabras para refutar las acusaciones
sutiles hasta que recordó quién era.

Soy Chahta ... Siempre he sido Chahta.

Sarah trató de sacudirse los sentimientos de ira y duda de sí misma. Sabía que
Oka Kapassa dijo cosas como esta para obtener una reacción de ella. Se
acordó de las palabras que Keeho había hablado con ella durante una de
sus discusiones. Le había dicho a Sarah que tenía un gran poder dentro de sí.
Permitir que otros la hicieran sentir emociones como la ira o los celos sólo les
entregaba su poder innecesariamente.

196
Sarah se tragó las palabras que persistían en su lengua.

—¿Qué aspectos de la vida necesito tener al tanto para convertirme en una


fabricante de cestos, Oka Kapassa?

Oka Kapassa se volvió y miró a Sarah. No sabía qué esperar después de su


penetrante observación. Cuando examinó la cara de Sarah, vio la voluntad
detrás de la conducta de la aprendiz. Oka Kapassa podía percibir la guerra
que Sarah tenía dentro de sí misma. Sentir y no hablar era algo difícil. Oka
Kapassa no pudo impedir la pequeña inclinación de cabeza. Si Sarah era tan
intuitiva como Tima pensaba, reconocería su disculpa. Sarah levantó la vista
hacia Oka Kapassa, a la espera de una respuesta.

—Se necesitan muchos inviernos para aprender las habilidades de un maestro


tejedor —Oka Kapassa finalmente dijo. Las dos comenzaron a caminar y Oka
Kapassa fue la maestra una vez más—. Debes aceptar a la Madre Tierra y lo
que ofrece, así como lo que retiene. Es necesario estar en sintonía con las
estaciones y cuando la madre va a proporcionar lo que necesita. Por último,
es necesario aprender todo lo posible de las plantas y los árboles que utilizará
un cestero. Al igual que estás aprendiendo de mí, es importante que le
enseñes a tu hija de la misma manera. De esta manera, el conocimiento
nunca se pierde o se olvida.

—Hay mucho que aprender. Que arrogante fui al pensar que podría
convertirme en una tejedora de canastas —Sarah sacudió la cabeza,
olvidando su ira anterior.

—Vas a hacer bien cualquier cosa si trabajas duro para lograrlo, Sakli.

Sarah levantó la vista con incredulidad ante las palabras de Oka Kapassa,
cuando se volvió y se alejó.

Una hora más tarde, Sarah y Oka Kapassa estaban junto a un arroyo poco
profundo.

—No es suficiente, Sakli, saber dónde encontrar las plantas que vas a
necesitar. Debes identificar las plantas, saber qué partes utilizar y cómo
prepararlas. En este sentido, la recopilación de artículos de cestería es similar
a la cosecha de plantas para usar en la curación.

—¿Qué pasa si quieres que parte de su tejido sea de un color en particular?

—Podemos utilizar materiales de la Madre Tierra para crear cualquier


combinación de colores que exista en la naturaleza. Por ejemplo, usamos la
raíz del junco para las áreas blancas y los brotes nuevos del árbol redbud

197
(Heraldo de la primavera) para un color marrón rojizo. Si empapamos la raíz
seca de la espadaña en cenizas húmedas, podemos utilizar la hierba seca
para el color negro. Creamos amarillo con la corteza del árbol de la manzana,
el color rojo con bayas zumaque, el azul usando espuela de caballero, y verde
con el árbol de hojas perenne.

—¿Cómo hago los colorantes? —Sarah sacó la corteza de la rama de sauce


negro de su regazo.

—Diferentes técnicas para diferentes materiales. Las nueces, pacanas, y


cáscaras de nuez de nogal se pueden hervir en agua. Después, el material se
sumerge en esa agua. La mayoría de la madera se maneja de la misma
manera.

El día continuó de la misma manera. Oka Kapassa señaló plantas o áreas de


interés a Sarah como fabricante de cesta. Después de algún tiempo, Sarah
comenzó a equiparar el equilibrio de las plantas y los animales a la vida dentro
de la rueda de la medicina. Cerca del final del día, Oka Kapassa dijo poco;
simplemente observaba y escuchaba como Sarah mostraba una habilidad
para reconocer las plantas y hierbas. En ocasiones, Sarah parecía identificar
las plantas y sus usos que no recordaba haber aprendido. Era evidente para
Oka Kapassa que Sarah poseía una poderosa medicina.

Sarah pasó cada día aprendiendo con Oka Kapassa. Completó proyectos,
grandes y pequeños. Prestó especial atención al arte y la magia del oficio de
Oka Kapassa. Pasarían muchos años, antes que la habilidad de Sarah igualara
el talento innato de su maestra, pero ella brillaba en su trabajo.

Con el tiempo, Sarah comenzó su formación con Tima y Keeho. Le tomaría


muchos más años convertirse en una mujer curandera experimentada que
ser una experta fabricante de cestos. Antes de que pudiera empezar, tendría
que experimentar la búsqueda de un sanador. Por lo tanto, Keeho y Tima
trabajaron juntos para preparar a Sarah para su siguiente misión.

Sarah todavía pasaba las mañanas y una tarde ocasional con Oka Kapassa.
A pesar de la reserva de Oka Kapassa y la renuencia obstinada a aceptarla
como una mujer Chahta, Sarah estaba decidida a no darse por vencida. Una
tarde, Sarah, Tima, y Oka Kapassa compartían, fuera, su mutua compañía
alrededor del fuego. La brisa de verano se sentía bien en su piel caliente.
Muchas de las mujeres del clan evitaban el calor del día, por lo que hacían
sus tareas con el frescor de la noche.

Hannah apareció desde el interior de la Chuka de Tima, frotándose los ojos


somnolientos.

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—Estoy sedienta, mamá.

—Puedes beber un poco de agua, pero luego vuelves a entrar.

Hannah se acercó a un gran recipiente de agua que parecía una olla de


arcilla, pero era una cesta tejida de zumake y densamente recubierta por
dentro y por fuera con brea de piñón caliente. El recubrimiento
impermeabilizaba la cesta, y con la tapa de corteza de abedul, el envase
mantenía el agua fresca durante horas.

Hannah tomó su vaso y se sentó al lado de su madre.

—Hace calor, mamá —se quejó.

—Sí, lo sé, amor. Ven aquí —Hannah se deslizó en el regazo de su madre y


Sarah limpió la frente de la chica con un paño frío—. ¿Cómo te sientes?” —
besó la parte superior de la cabeza de Hannah.

—Mucho, mucho, mucho mejor —dijo Hannah con una sonrisa. De repente, la
sonrisa se convirtió en un ceño fruncido—. Extraño a Dev —dijo ella, cayendo
sobre el pecho de Sarah.

—Yo también, cariño, yo también —Sarah abrazó a Hannah—. ¿Sabes?, Dev


me contó una historia antes de irse, y que me hizo sonreír. Yo apuesto a que te
hará sonreír, también. ¿Quieres escucharla?

—Ajá.” Hannah se acurrucó en los brazos de su madre.

Tima y Oka Kapassa miraban con una sonrisa, intercambiando una mirada de
sorpresa cuando Sarah le contaba a Hannah la historia del hermano zarigüeya
y el hermano mapache. En el momento en que Sarah terminó, Hannah había
olvidado lo que la había puesto triste.

—¿Qué es esto, mamá? —Hannah pasó un dedo alrededor de la pequeña


bolsa de cuero que Sarah llevaba alrededor de su cuello.

—Este es mi ikhish Bahta —Sarah explicó lo que la bolsa de medicina


representaba y cómo Tima le había enseñado a hacerla después de su misión.

—¿Tendré una?

—Sí, pero no hasta que seas mayor —Sarah continuó diciendo a Hannah
algunas de las cosas que podía esperar al crecer como una joven Chahta.
Hannah pareció aceptar el conocimiento incondicionalmente. Sarah
hablaba y meció a la niña en sus brazos hasta que se quedó dormida. Sarah
cerró los ojos e inclinó el rostro hacia el cielo.

199
Mientras madre e hija compartía ese intercambio, Oka Kapassa las observaba
con ojo crítico. Se sorprendió por las palabras de Sarah. En todo el tiempo que
Oka Kapassa había pasado con Sarah, se había negado a aceptarla como
una compañera aceptable para Redhawk. Oka Kapassa había visto lo que
había sucedido a la madre de Redhawk. Se había enamorado de alguien
fuera del clan, y debido a eso, su hija había crecido lejos de su pueblo. Sólo
gracias a la gentileza de los espíritus Redhawk había regresado al clan.

Oka Kapassa había tenido éxito al eliminar los recuerdos de la verdadera


madre de Redhawk, de su mente. Si bien no era una victoria todos los días,
ella fue capaz de poner el dolor en un lugar apropiado. La entrada de Sarah
en el clan había traído todas las viejas emociones a la superficie. Oka Kapassa
pudo ver el pasado regresando de nuevo. Había algo diferente esta vez,
Sarah estaba enseñando a su hija, la manera del clan. En algún momento
durante la noche, Oka Kapassa sintió que su corazón se derretía.

Esto era exactamente lo que había temido. Que el amor de Redhawk por
Sarah no sólo la alejaría del clan, sino que cualquier familia que viniera de esa
relación nunca conocería el camino Chahta. La maldición se encendería y el
clan estaría un paso más cerca de la extinción.

Todo estaba cambiando ante sus ojos. Con una pequeña acción, Sarah había
disipado la idea de que las enseñanzas de los clanes no sería una parte en la
vida de su familia. Oka Kapassa se dio cuenta que había caído en la trampa
contra la que había tratado de escudarse. En contra de su mejor juicio, o al
menos su voluntad, Sarah había dejado huella en su corazón.

La mañana siguiente amaneció brillante y hermosa. El sol del verano se elevó


en un cielo surcado de magenta y azul. Tima entró en la Chuka cuando Sarah
terminó de vestirse.

—Los espíritus han sido bueno contigo, Sakli.

—¿Qué quieres decir?

Tima indicó que Sarah debía mirar hacia afuera levantando la solapa de piel
que cubría la entrada de la Chuka. En el suelo estaba un paquete. Sarah
levantó la cubierta de tela del paquete y miró a su alrededor como si esperara
ver a alguien. Examinó la tela roja. Pintado en negro estaba en el contorno un
pez saltando. Tima había estado en lo cierto cuando dijo que el regalo era
para Sarah.

Sarah llevó el paquete dentro y lo desenvolvió. La gente del clan no creía en


hacer regalos. Ellos creían que todos los dones que necesitaran serían dados

200
a ellos por los espíritus. Incluso el Chahta sabía, sin embargo, que había
momentos en que sólo un don podía decir lo que había en el corazón de uno.
Ese fue el caso cuando Sarah se quedó mirando el plato tejido en sus manos.
Era la hermosa pieza que estaba en la Chuka de Oka Kapassa la que Sarah
había mirado con tanto anhelo. De hecho, su espectacular diseño hizo que el
plato fuera la envidia de todas las mujeres del pueblo.

—No entiendo, Nali. ¿Qué quiere decir? —preguntó Sarah confundida.

Tima rió mientras negaba con la cabeza.

—Sabes cosas sobre el Chahta que hacen que me pregunte cómo pudiste
haber adquirido tal conocimiento, pero cuando se trata de las personas,
puedes ser muy ciega. Creo que acabas de tratar a tu primer paciente.

—¿Mi primer paciente?

—Sí, hija. Creo que has sanado el corazón de mi hermana.

201
Parte 17

H
bían encontrado el cuerpo de Willie en el fondo del barranco. Por suerte,
su cuello estaba roto y murió al instante. Devlin ordenó a los hombres
sacar todo el ganado caído de su miseria, y se fue de vuelta al
campamento.

Matt se había encariñado con Willie. Willie solía sentarse cerca del fuego por
la noche y le enseñaba todo, desde atar los nudos hasta la forma de hacer
una buena broma. Devlin quiso darle la noticia a Matt. Lo tomó como un
hombre, pero lo escuchó llorar una vez que todos se acomodaron en sus sacos
de dormir. Extendió una mano para consolarlo. Esa noche fue larga para
Devlin, y esperó el sueño que nunca llegó.

Al salir el sol, Devlin pasó la voz de que se quedarían acampando durante un


día más para faenar las reses muertas y distribuir la carne entre los quince
rebaños. Tendrían que cortar los animales en el barranco. Se necesitaría la
mayor parte del día, pero los ganaderos comerían filetes de tres pulgadas esa
noche. Ellos terminaron llenando dos vagones con la carne sobrante. Devlin
dijo que les daría la carne a los primeros indios que vieran o la dejaría en el
asentamiento más cercano. El trabajo más duro de la mañana fue enterrar a
Willie Abbott.

Devlin se quitó el sombrero y lo sostuvo con nerviosismo en sus manos. Sus


dedos frotaron el borde suave y aterciopelado mientras luchaba con las
palabras que necesitaba decir. Era la jefa de camino, y junto con todos los
elogios de una unidad exitosa venían las tareas que no eran tan agradables.

—No estoy segura de si Willie era un hombre temeroso de Dios, pero creo que
lo era —comenzó Devlin.

La mayoría de los hombres se reunieron alrededor de una tumba poco


profunda que había sido cubierta con piezas planas de piedra arenisca. Un
par de los hombres había tallado el nombre de Willie y la fecha en una de las
losas como una lápida. Otro había formado una cruz rústica de dos palos
atados juntos y lo metió en el suelo. Matt se paró junto a Devlin y ella lo vio
secándose los ojos.

202
—Willie era un buen hombre y un buen jinete. No tenía familia, así que supongo
que tendremos que pensar que fue a su creador con una sonrisa en su rostro
—Devlin se detuvo cuando un número de jinetes asintió—. Pienso que está en
un lugar donde los caballos nunca se cansan, los caminos no polvorientos, y
donde Dios no permitiría criaturas tan tontas como el ganado. Buena suerte
ahí, Willie. —Los jinetes asintieron a las palabras de despedida de Devlin para
su amigo. La mayoría de los ganaderos admitieron que compartían el mismo
sueño, donde el ganado fuera inteligente o no hubiera ninguno.

Devlin dio algunas órdenes para el día y se alejó de la tumba. Hank la encontró
en lo alto de una loma cubierta de hierba que daba a la pradera, con la
espalda contra una cornisa de piedra arenisca.

—Ey, espero no haberte asustado —dijo Hank.

—Te escuché venir hace diez minutos. Haces más ruido moviéndote entre la
maleza que un toro pícaro.

—Bueno, pensé que en el estado de ánimo que te encuentras, podría evitar


que me des un tiro —Hank se sentó a su lado—. ¿Cómo te sientes, Dev?

—Muy mal.

—Sí, bueno, me supuse que estarías sintiéndote así, pero escucha, no hubo
nada que se pudiera haber hecho para salvar a Willie. Fue un milagro que no
cayeras a ese maldito acantilado junto con él.

—Lo sé —dijo Devlin tristemente.

—Oh. Entonces, ¿por qué estás escarbando tanto alrededor del diente?

—No es nada —Se apoyó contra las rocas con un suspiro.

—Nada, ¿eh? ¿Seguro que no te sientes responsable por la muerte de Willie'?


Porque si ese es el caso…

Devlin suspiró de nuevo, esta vez más fuerte.

—No vas a dejarme en paz con esto, ¿verdad?

—Me imagino que para eso están los amigos.

—¿Qué? —Abrió un ojo y lo miró—. ¿Para hacerte pasar por un infierno hasta
que excaves y derrames tus entrañas?”

Hank sonrió cuando captó la mirada divertida de Devlin en lugar de ira.

—Sí, algo así.


203
Se enderezó y cruzó sus largas piernas delante de ella.

—Tuve miedo anoche, Hank.

—¡Es normal que lo tuvieras! Ese fue un infierno de…

—Nunca he tenido miedo antes.

Hank se sentó y se quedó mirando a su amiga.

—¿Nunca?

—No sé, claro, cuando yo era una niña, supongo. Sólo sé que nada me hizo
sentir de la forma en que lo hizo anoche, como si tuviera mucho que perder.

—Lo tienes.

—Gracias, eso me hace sentir mucho mejor.

—Bueno, por el fuego del infierno, Dev, lo tienes, pero eso no es motivo para
preocuparse. Si tuviera a alguien esperando en casa por mí como tú, tendría
miedo de estropearlo, también. Así es la vida, sin embargo. He pasado la
mayoría de mis años temiendo que nunca encontraré algo tan especial como
tú y Sarah tienen. Cuando yo lo tenga, estoy seguro que pasaré el resto de mis
días temeroso de perderlo. Una vez oí decir a alguien que sólo los tontos y los
niños no conocen el miedo. ¿Estás pensando que eres mejor que el resto de
nosotros?

Hank la empujó con un hombro. Devlin se preguntó cómo mantenía su


constante buen humor.

—Me hizo sentir que estoy cuestionándome a mí misma. Como si fuera a


cometer un error porque estoy apretando demasiado.

—Eso es porque tienes dudas, es algo natural en ti. Crees que siempre a la
vuelta de la esquina habrá un desastre. Creo que tienes miedo porque piensas
que hay algo por lo que vale la pena vivir, ahora.

—Más o menos. Nunca me sentí tan bien, no quiero perderlo “.

—Entonces tal vez deberías empezar a pensar en el miedo como tu amigo.


Hay un lado bueno, ya sabes. En lugar de ver al miedo como algo que va a
hacer que hagas algo estúpido, míralo como algo que puede llegar a salvarte
el pellejo. Nosotros la gente común y corriente usamos el miedo para evitar
hacer cosas que puedan hacer que nos maten. Tal vez podrías tratar de
empezar a verlo de esa manera, mi amiga.

204
—Deberías dejar el negocio del ganado y convertirte en un predicador—
Devlin sonrió. Entendió lo que quería decirle, ella sólo lo había mirado desde
una perspectiva.

—No, me gusta dormir los domingos.

Los dos rieron y Hank estaba feliz de poder ayudar a su amiga. También,
sospechaba que el estado de ánimo de Devlin podría tener algo que ver con
la falta de Sarah.

—Bien, voy para abajo. ¿Vienes?

—Creo que voy a quedarme por un rato más. Podría ser la última vez que esté
sentada, sin hacer nada durante mucho tiempo. Gracias, Hank.

Hank sonrió antes de volverse y bajar la colina, dejando a Devlin a solas con
sus pensamientos. Se encontró con Mattew, sentado a la sombra de la
carreta. Matt se había tomado la muerte de Willie quizá peor que los
ganaderos.

—Ey, compañero —dijo Hank.

—Ey —Matt contestó.

—Acabo de llegar de hablar con Dev. Está allá arriba —Hank señalo el camino
rocoso—. Creo que se siente mal por todo lo que ha pasado. Podría ayudar si
vas allí, tal vez la animarías un poco.

—¿Crees que podría ayudar?

—Por supuesto. A veces todo lo que necesitas para sentirte mejor es que
alguien que conoces esté ahí para ti.

Hank sonrió para sí mismo mientras observaba a Matt caminar en la dirección


de Devlin. Esperaba haber hecho lo correcto. Esos dos estaban sufriendo, y
pensó que podrían ser de ayuda el uno para el otro.

Además, había visto la mirada de orgullo que Devlin llevaba cada vez que
alguien elogiaba el trabajo de Mattew. Eso casi lo había derribado la primera
vez que lo vio. Hace algunos años, nunca hubiera imaginado que una
proscrita como Devlin Brown pudiera incluso tener sentimientos. Lo que
descubrió fue que después de que alguien hubiera sido abatido tantas veces,
enterraba sus emociones donde otros no pudieran llegar a ellas. No es que
Devlin no tuviera sentimientos; ella era mejor que la mayoría en ocultarlos.

—Eey, Dev.

205
—Hola, Matt. ¿Por qué no te sientas un momento? —Devlin pasó los dedos por
el pelo y se colocó su sombrero cuando Matt se sentó a su lado—. ¿Cómo
estás?

—Bien, supongo. Creo que me sentiría mucho peor si tu no lo hubieras


sepultado.

—Tengo que admitir, que me sentiría un poco molesta por eso, también —.
Sonrió Devlin. Sabía lo que le estaba diciendo, pero no estaba segura de cómo
responder. Sabía que Matt la admiraba, pero no estaba segura de lo que eso
significaba. Devlin, Matt, y Hannah todavía tenían que examinar los límites de
su relación. Sabía que los niños la querían, pero ¿cómo la veían? ¿Qué papel
cumplía ella en sus vidas?

Matt se rascó la mejilla y miró hacia a la pradera. A él le gustaba estar cerca


de Devlin, pero a veces se sentía incómodo, no muy seguro de querer ser parte
de su vida. A veces, los dos podían hablar fácilmente, y otras veces, las
palabras eran escasas. Cuando su madre estaba cerca, Devlin era diferente.
Devlin se reía y bromeaba, era mucho más natural. Por otra parte, Matt era
diferente con su madre alrededor, también. Tenía una manera de hacerlo reír.

Mattew pensó en su padre y lo mucho que lo echaba de menos. Él y su padre


podían hablar de cualquier cosa. Matt se preguntó si Devlin siempre había sido
tan callada, incluso cuando tenía su edad. Se preguntó si siempre había
llevado ropa de hombre o si alguna vez se había vestido como lo hacía su
madre. Decidió darle una oportunidad a esta conversación.

—¿Tu padre era alto? —No era mucho, pero era todo lo que a Matt se le
ocurrió preguntar. Vio las piernas largas de Devlin extenderse sobre la roca
debajo de ella.

—Bueno, yo recuerdo que era bastante alto, pero supongo que todo el
mundo es alto para un niño pequeño —dijo Devlin—. ¿Y tu padre? ¿Era alto?”

—No, no realmente. Es decir, yo no creo que él fuera tan alto como tú.

—Bueno, has crecido un poco desde que tu padre murió. Creo que todo se
ve más pequeño cuando eres el que se está haciendo más grande. Supongo
que debes extrañarlo.

—Sí —Matt bajó la cabeza y murmuró—. Solíamos hablar mucho.

—Al parecer ese no es mi fuerte, ¿uh? —preguntó Devlin con vergüenza. De


alguna manera, pensó que estaba decepcionando Matt.

—Bueno, tú eres buena en otras cosas, Dev.


206
Un incómodo silencio reemplazó su charla y Devlin metió la mano en el bolsillo
de la chaqueta y sacó su reloj de bolsillo. Miró el tiempo, y por el rabillo del ojo,
vislumbró a Mattew inclinado observando. Se quedó mirando la foto
presionada bajo el cristal de la tapa. Devlin cerró el reloj con un chasquido
impaciente cuando se dio cuenta de que lo había atrapado.

—L-lo siento, Dev, no fue mi intención entrometerme —Mattew inclinó la


cabeza, temeroso de haber arruinado la creciente confianza entre ellos.

Devlin no pudo evitar sentir pena por él. ¿Qué estaba escondiendo, de todos
modos? Quiso decírselo a Sarah antes de separarse, pero no hubo tiempo.

Devlin tocó el ornamentado diseño, grabado en relieve, en la tapa del reloj.


Desenganchó el reloj de la cadena anclada en el bolsillo de su chaleco y se
lo pasó a Matt.

—Si presionas la perilla que está enfrente, la tapa se abre —Matt cogió el
objeto pesado en ambas manos, tratándolo como si se tratara de una
inestimable obra de arte—. Vamos —Devlin lo tranquilizó.

Matt abrió el reloj de bolsillo y observó la belleza del diseño.

—Nunca vi algo como esto antes —Él examinó la fotografía era como una que
había visto a su madre. Ella tenía una de su padre en un uniforme.

Matt miró el retrato de una pareja joven. El hombre parecía grande. Llevaba
un sombrero de ala ancha y una insignia de sheriff en su chaleco. Matt pensó
que eran los padres de Devlin, porque se parecía a los dos. El hombre tenía los
ojos tan claros en la imagen que seguramente eran del mismo azul que Devlin.
La mujer era muy delgada, pero no parecía frágil. Era hermosa, con el pelo
oscuro recogido hacia atrás y las mejillas se parecían a las de Devlin. Su piel
era oscura, mucho más oscura que la de Devlin.

—¿Son tus padres, Dev? —Matt preguntó mientras le regresaba el reloj a


Devlin.

—Sí. Mi padre era sheriff en Sedalia, Missouri. Ahí es donde lo mataron.

—Tu madre es muy bonita.

Devlin sonrió para sí misma al recordar un sentimiento ya olvidado.

—Sí, era hermosa tanto de corazón como de rostro —Esperó para ver si Matt
preguntaba, pero debería haberlo sabido. Sarah le había enseñado a ser un
caballero—. Mi madre era una india Choctaw.

207
Matt parecía aliviado de que Devlin sacara el tema.

—Pensé que fuiste adoptada por el Chahta, Dev.

—Fui adoptada por el clan Thunderbird, pero mi madre ya era parte de ese
pueblo. Los dejó para vivir con mi padre después de que se casaron. Luego
que mis padres murieron, cuando tenía aproximadamente la edad que tienes
ahora, regresé al lugar de mi madre. La gente del pueblo me acogió, y
cuando descubrieron quién era yo, me dieron la bienvenida. Cuando decidí
quedarme, Tima y Tekola me adoptaron como su hija.

—¿Es un secreto, Dev? Es decir, ¿quiénes son realmente tu mamá y tú papá?

—No, no es un secreto. De hecho, quise decírselo a tu madre, pero las cosas


se pusieron difíciles antes de salir. Supongo... bueno, callé el hecho a medida
que fui creciendo. La gente puede ser bastante malas con algunas cosas,
¿sabes? —Devlin se preguntó si Matt comprendía lo que estaba diciendo. No
sabía cómo explicar la forma en que se había sentido la primera vez que
alguien la había llamado mestiza. Nunca olvidó que Dale Karsten, el hombre
al que había matado no hace mucho tiempo, nombraba su raza cada vez
que quería meterse con ella.

Matt se sintió mal ahora que había sacado el tema. Devlin tenía la mirada más
triste que había visto en su cara, y él nunca había tenido la intención de traer
malos recuerdos. Sin embargo, tenía la edad suficiente, para imaginar el tipo
de cosas que la gente podría decir y hacer a los que eran diferentes a ellos.

—Es un reloj estupendo, Dev —dijo Matt.

Devlin se volvió hacia él y ahuecó su mejilla en una mano. Sonrió, pero era una
sonrisa teñida de dolor.

—Mi abuelo se lo dio a mi padre. Supongo que tenía que dárselo a mi hijo —
se rió ligeramente—. Creo que yo no resulté como mi padre pensó que su niña
sería, ¿eh? Supongo que te lo dejaré a ti, es decir si quieres tenerlo. No es
mucho, ni siquiera es oro real, pero yo…

—Estaría orgulloso de poseerlo algún día, Dev. Muy orgulloso.

—Lo estarías, ¿eh? —Devlin lo miró a los ojos y descubrió la verdad. La razón
por la que las expresiones de Matthew le recordaban tanto a Sarah era
porque en el fondo, eran las mismas. No porque fueran de la misma sangre,
era algo aún más profundo, eran sus creencias, y su corazón. Sarah tenía
orgullo y fuerza, pero también era el alma más compasiva que Devlin había
conocido. Devlin vio lo que todo padre esperaba ver en sus propios hijos, un

208
pedazo de sí mismos mirando hacia ellos. Sólo los padres más afortunados
veían lo mejor de sí mismos; Devlin tendría que recordar decirle a Sarah que
ella era una de esas afortunadas.

—Está bien, es un trato. Voy a depender de ti para mantener la tradición. Eso


significa que tendrás el reloj hasta que tenga niños, luego se lo heredaras a
uno de ellos. Aunque no hasta que me haya ido. —Devlin hizo un guiño al niño
y enganchó el reloj de nuevo en la cadena—. Y espero que no te
decepciones si no te lo doy de inmediato. Calculo que todavía me quedan
años por delante de todos modos.

Matt rió y dejó caer la cabeza en respuesta. El silencio los envolvió antes de
que Matt interviniera de nuevo.

—¿Quiere decir con esto que soy como tu hijo?

Devlin tosió y se aclaró la garganta repentinamente seca, como si una


eternidad hubiera pasado entre ellos. En verdad, sólo habían pasado
segundos. No estaba segura de cómo responder o incluso lo que Sarah había
planeado decir a los niños. Los chicos habían aceptado que Devlin fuera
ahora una parte de sus vidas.

—Bueno, supongo que algo así... —Se quedó sin palabras. Matt la miró y
sonrió—. ¿Estás bien con eso?

—Ajá —La sonrisa de Matt creció mientras asentía.

—Por supuesto, eso no quiere decir que tienes que llamarme nada especial,
ya sabes.

—Ishki toba —Matt interrumpió.

—¿Dónde has oído eso?

—Es correcto, ¿no es así? —Matt preguntó con preocupación—. Significa


segunda madre, ¿verdad?

—Sí, madrastra, o segunda madre. ¿Quién te enseñó la palabra Chahta? —


Devlin preguntó de nuevo.

—Oh, yo creo que lo oí decir a mamá —Matt bajó la cabeza hasta que el ala
del sombrero ocultó sus ojos, pero Devlin podía ver sus mejillas rosadas.

—Tu madre, ¿eh?

—Tal vez.

209
—O tal vez fue Talako y su boca de gran tamaño.

Matt se encogió de hombros.

—Tal vez —dijo en voz baja.

Talako, el amigo de la infancia de Devlin, había aceptado la oferta de


abandonar el pueblo y ayudar con la unidad. Últimamente, había estado
enseñando el idioma Chahta a Matt para describirle el juego de Toli. Devlin no
estaba enojada con Talako por enseñarle a Matt una palabra tan especial,
pero quería estar segura que Matt sabía su significado.

—Me siento honrada de que me llames así, Matt, pero es más que sólo un
nombre —Devlin observó cómo Matt alzó la vista y esperó a que continuara—
. Cuando una mujer se convierte en Ishki toba de un niño, es algo voluntario.
Es decir, es una especie de... bueno, es excepcional. El vínculo que una madre
y un niño comparten es especial. Tú y tu madre siempre tendrán ese lazo
distintivo. Incluso después de haber crecido hasta convertirte en un hombre y
aunque ya no estés bajo la protección de tu madre, su corazón todavía te
verá como lo hacía cuando naciste. Es difícil de describir, pero es diferente de
cualquier otro tipo de relación que existe. Así que, cuando llega una mujer
que puede hacer que un niño sienta esos mismos sentimientos, le llama Ishki
Toba. ¿Lo entiendes?

—Creo que sí —Matt dijo tentativamente después de unos momentos de


silencio—. Sí —Su sonrisa creció y él asintió—. Lo entiendo, Dev, y yo creo que
encaja. Creo que eres toba Ishki.

Devlin decidió hacer algo completamente inusual. Abrazó a Matt. Matt había
crecido expresando afecto, por lo que la exhibición parecía natural en él.
Devlin rogó que Matt no se riera de ella. Cuando se separaron, sin embargo,
la sonrisa de Mattew parecía tan genuina que Devlin se preguntó por qué se
había preocupado.

210
Parte 18

—¿Ya encontraste un lugar decente para cruzar? —preguntó Hank a Devlin


mientras subía.

—No te va a gustar.

—¡Maldita sea! Sabía que ese río sería un problema.

—Bueno, sólo piensa en lo que habría pasado si hubiéramos tenido un verano


lluvioso. Seguro que ha llovido bastante en las Montañas Rocosas.

—Entonces, ¿Qué decides, jefa? —preguntó Hank, aunque ninguno se sentía


con ganas de bromear ahora.

—No hay mucho que podamos hacer. Vamos a tardar un mes en llegar a
Abilene. No podemos esperar la crecida de los ríos. Tendremos que hacer la
única cosa que podemos hacer. Corre la voz que vamos a pasar la mayor
parte del paso en el día. Iremos muy despacio.

Devlin soltó el caballo y se alejó de la manada. Hank lo entendió. El progreso


ha sido lento en el último mes con una manada de este tamaño, pero no se
habían encontrado con tantos problemas como los que podrían tener.

—Se suponía que iba a ser el Cimarrón, y no éste —Devlin murmuró para sí
misma. Se acordó de los días en que la mayoría de la gente lo llamaba el Red
Fork (tenedor rojo) de Arkansas. A pesar de que el río no se inundaba, siempre
estaba el peligro de las arenas movedizas. Sin embargo, habían sido
afortunados.

Lograron llegar al Cimarrón unos tres días después de la muerte de Willie. Las
vacas cruzaron el río sin demasiada dificultad. Diez kilómetros más al norte
llegaron a Turkey Creek. La leña era escasa. Matt y Frankie habían ayudado a
los cocineros con la búsqueda de madera u otras alternativas. Algunas veces
utilizaron estiércol seco de búfalo, y una vez recurrieron a los tallos secos de las
plantas de girasol.

Durante kilómetros y kilómetros, viajaron a través de la pradera llana. Se


encontraron con una madriguera de perritos de las praderas (parecidos a los
topos), sus túneles cubrían el pasto por lo menos unos diez kilómetros. De vez

211
en cuando, un novillo metía su pezuña en uno de los agujeros y caía al suelo.
Con el paso de los días, Devlin se preocupaba cada vez más a medida que
el número de la manada disminuía.

Bebieron en Hackberry Creek y tuvieron que parar durante casi tres horas
cuando una manada de búfalos pasó junto a ellos. Devlin agradeció a los
espíritus que los búfalos no los atacaran. Cuando búfalo quería el derecho de
paso, por lo general lo tenían. En este caso, el búfalo pasó al galope,
aparentemente despreocupado por el ganado. Almez Creek ofreció agua
clara y mucha de área de pastoreo, pero todavía era escasa la leña.

En Shawnee Creek, quince kilómetros más adelante, los jinetes tuvieron que
mantener los rebaños lejos del agua debido a depósitos de yeso que
envenenaron el río. El lugar puso a Devlin de mal humor simplemente por su
nombre. Los ganaderos lo llamaron Skeleton Creek porque los huesos
blanqueados de los indios que habían muerto durante una epidemia de
cólera se alineaban en las orillas sin árboles.

Después de proteger el rebaño del agua contaminada, los jinetes dejaron


beber a las vacas en Nine Mile Creek. Había buenos lugares para acampar
al este de la ruta. Devlin oyó al mexicano Bob alabar al Señor por la leña. El
cocinero estaba cansado de las constantes bromas de Devlin al decirle que
su comida tenía gusto a estiércol de búfalo, que así era. Por supuesto, todo el
mundo olía a él, ya que el estiércol de búfalo era todo lo que habían
quemado durante los últimos días.

Una vez más, Devlin se paró frente al Salt Fork, río de Arkansas. Junto con el
Canadian del Sur y el Cimarrón, este río era uno que había marcado en su
mapa como una potencial fuente de problemas. Devlin había asumido que,
dado que la sequía había hecho que las dos veces anteriores pasaran sin
dificultades, hoy sería lo mismo. Estaba equivocada.

—Tiene bastante corriente —dijo Matt detrás de ella.

Sacada de sus pensamientos, Devlin se volvió y colocó un brazo alrededor del


hombro de Matt.

—Los he visto mucho peores. Vamos a atravesarlo por allí, ¿ves? —Señaló un
punto donde el banco caía abruptamente, pero el río parecía poco
profundo. El agua se movía con rapidez. Las ramas y otros desechos se
arremolinaban encima de la superficie agitada.

—Pasaremos un rebaño por vez. Primero cruzaremos las carretas y la Remuda,


a continuación, moveremos el ganado. Si los mantenemos en movimiento,

212
vamos a estar bien —Devlin habló con una confianza que no sentía. Vio el
innumerable potencial de desastres. Lo primero que quería hacer era dejar a
Matt y sus caballos a salvo; entonces sabía que se sentiría mucho mejor con la
situación.

—Está bien, Bob —gritó Devlin—. Trae la carreta hasta aquí.

El carro y su equipo de mulas cruzaron el río lentamente. Devlin y Matt tomaron


cada uno un lado y llevaron a los caballos por la empinada orilla hasta el
agua. Los animales podían prácticamente oler la tierra seca al otro lado y
tenían prisa por llegar. El río corría desde algún lugar en lo alto de las
montañas, haciendo que el agua fuera muy fría. No se parecía en nada a las
aguas cálidas, de movimiento lento que habían cruzado hasta el momento.

—¿Dónde crees que vas? —preguntó Devlin cuando llegaron a la otra orilla.

—Bueno, pensé que podía ayudar con el ganado…

—No, Matt.

—Pero…

—Matt, quien está al mando de esta unidad?

—Tú, jefa —dijo derrotado.

—Entonces, sólo haz lo que te digo, ¿de acuerdo? Mantén un ojo en la


Remuda y muévela para que el ganado no se asuste. ¿Vale?

—Está bien —Matt dio una patada a la tierra con la punta de la bota y se
montó en su caballo.

—Cuando seas un poco más grande. En este momento, simplemente no


tengo tiempo para sacarte del río si pasa algo. ¿Entiendes?

Matt asintió y Devlin llevó a Alto de nuevo a las congeladas aguas. Permitió
que la yegua se moviera a su propio ritmo, evitando los escombros que se
precipitaban aguas abajo. Devlin presionó la lengua contra los dientes
frontales y le indicó a Hank con un agudo silbido para que trajera el rebaño
por la orilla.

El ganado, como diría cualquier jinete, eran quizás las criaturas más tontas de
Dios. No tenían la terquedad de una mula, para excavar con sus cascos y
detenerse. En cambio, a pesar de su miedo palpable, los bueyes permitieron
a los hombres persuadirlos a pasar por el terraplén resbaladizo. Peor aún, los
jinetes tuvieron que continuar fustigándolos para que siguieran moviéndose

213
o se arremolinarían en el centro de la corriente, ahogándose a sí mismos y a
cualquier persona que se acercara a los animales en pánico.

Anabelle condujo a las reses al agua. La vaca no estaba distraída en lo más


mínimo por la congelada corriente. Los primeros novillos alcanzaron el lado
opuesto llamando a los demás. La manada se movía más rápido, lo que hizo
feliz a Devlin.

Sin previo aviso, una rama sumergida, quizá de tres metros de largo, saltó a la
superficie del agua. El novillo más próximo salto hacia atrás y cayó contra Alto.
La yegua relinchó de miedo y trató de mantener su equilibrio. En su defecto,
aterrizó en el agua de lado, derribando a Devlin en el proceso. Golpear la
superficie helada con la espalda sacó el aire de los pulmones de Devlin. Antes
de que pudiera volver en sí, perdió el agarre de las riendas de Alto. En el
momento en que soltó las riendas, su cuerpo comenzó a moverse aguas
abajo.

—¡Dev! —Hank gritó y señaló el cuerpo de Devlin en el agua. De pie en el otro


lado del ganado, corrió alrededor de la manada. Los otros jinetes no pudieron
detener su tarea por temor a que toda la manada se detuviera en medio de
la corriente.

Devlin luchó para mantener la cabeza por encima de la superficie, pero el río
estaba lleno de árboles y arbustos arrancados. Sus manos temblorosas se
enredaron en las ramas y sus ropas empapadas la arrastraron debajo de la
superficie. Parecieron horas, pero en realidad, fueron segundo antes de que
cayera algo en su camino. Sintió por primera vez el impacto en el hombro
izquierdo, luego su cara chocó contra ella, y una corriente roja de sangre llenó
su visión. De repente, el objeto que flotaba con ella en el agua agitada se dio
la vuelta. Devlin se dio cuenta que era un árbol, arrancado por el torrente.
Pensó que podía aferrarse a él y al menos no ahogarse. A medida que el árbol
rodaba otra vez, se dio cuenta de que su pierna estaba enredada entre las
ramas inferiores. No había manera de que se quedara en la superficie del
agua.

El tronco una vez más rodó y la parte superior del cuerpo de Devlin salió del
agua. En ese momento, Devlin sintió que algo la golpeó. Ella descubrió que
una cuerda se había enganchado en una de las ramas del árbol y alrededor
de su pecho. Un instante después, su impulso hacia adelante se desaceleró y
se detuvo por completo. El agua continuó moviéndose contra ella, pero ahora
se dio cuenta de que no sólo la cuerda la tenía asegurada, sino que el árbol
estaba encajado detrás de dos rocas.

214
—¡Dev!¡Dev!

—¿Matt? —Devlin no podía creer que su voz estuviera tan cerca. Estiró el
cuello para ver detrás de ella y vio que Matt cruzaba el agua a pulso. Parecía
un muñeco de trapo con el agua tirando de él río abajo, pero él se mantuvo
firme y fue capaz de avanzar rápidamente.

—¿Estás loco? Vuelve —gritó Devlin. Si Matt la oyó, no dio ninguna indicación.

Hank sólo podía ver por qué era demasiado tarde para llegar hasta Devlin.
Matt había salido de la nada, corriendo sobre el lomo de su caballo a lo largo
de la orilla del río mientras las ramas de árboles y arbustos lo arañaban a él y
su montura. Vio su oportunidad cuando Devlin apareció a la superficie, y con
la cuerda atrapó la rama del árbol y a Devlin en un intento. El peso tiró de su
caballo en el agua y Matt desmontó, atando la cuerda en uno de los sauces
a orillas del río.

Matt podía oír gritar a Devlin y sabía que estaría en un gran problema una vez
que llegara a la orilla. No se detuvo a pensar en el peligro de la situación
cuando lanzó la cuerda y atrapó el árbol. El agua estaba fría y los dientes de
Matt castañeteaban. Cuando llegó a Devlin, ella sostenía la cuerda y una
rama en la parte superior del tronco del árbol para mantener la cabeza fuera
del agua. En ese momento, Hank había pedido ayuda y dado órdenes a los
hombres para mantener el rebaño moviéndose a través del río.

—¿Qué demonios estás haciendo? ¡Vuelve a la orilla! —Devlin gritó a Matt.

—No a menos que puedas llegar, también —Matt miraba desafiante a la mujer
sumergida hasta que vio que algo cambiaba en su expresión.

—No puedo, Matt. Mi pierna está atrapada —Tiró con más fuerza esta vez,
pero su pie y el tobillo quedaron atrapados en las densas ramas del árbol.

—Hank podría usar un hacha. El mexicano Bob tiene una en el carro de tiro.

Devlin sacudió la cabeza.

—Sería imposible hacerlo con lo agitada que está el agua. Además, incluso si
pudiera, no sería capaz de ver nada en esta agua turbia. Podría acabar
cortándome el pie.

Matt escuchó a Devlin mientras hablaba con calma sobre su propio rescate.
No lo demostró, pero Matt sabía que debía estar helada. Sabía que lo estaba,
sus labios estaban casi azules.

—Entonces te llevaremos a ti y al árbol a la orilla.

215
Devlin vaciló, preguntándose si ese plan tenía alguna oportunidad. Tenía sus
dudas, pero se estaba quedando sin opciones.

—Podría valer la pena intentarlo, pero primero quiero que estés en tierra firme.
Yo no…

—No, Dev. No voy a dejarte.

Matt dijo las palabras con tanta determinación que Devlin se sintió incapaz de
argumentar. Asintió con la cabeza y escuchó como el muchacho gritó a Hank.
Ella estiró el cuello para ver las manadas moverse a través del río sin más
contratiempos.

Hank y otros dos jinetes, tomaron la cuerda que sujetaba a Devlin y el árbol.
Pusieron todo su esfuerzo en tirar, pero incluso con la enorme fuerza de Hank,
apenas podían mover el tronco del árbol en contra de la corriente. Devlin
suspiró, pero al abrir la boca sus dientes castañearon.

—Sólo necesitamos algunos chicos más —dijo Matt al ver la expresión


derrotada de Devlin.

—Matt —Devlin intentó encontrar una manera de salir del lío, pero el agua fría
estaba dándole sueño. Trató de sacudirse la pereza—. Matt, creo que
necesitaríamos una docena de hombres para tirar de esta cosa.

Los ojos del niño se llenaron de lágrimas. Miró a Devlin, a continuación, a la


orilla. Su rostro se arrugó en una sonrisa.

—¿Qué hay que sea tan fuerte como una docena de hombres?

Devlin volvió la cabeza. Ahí, en la orilla del río, estaba Anabelle. La Longhorn
permanecía impasible como siempre, de pie cerca de la orilla, al parecer, sin
tener en cuenta el remolino de agua helada alrededor de sus patas. Por un
momento, le pareció a Devlin como si el animal estuviera observando toda la
escena.

—¿Estás loco? Ese animal me odia, Matt. Dejaría que me ahogara sólo por
gusto.

—No, ella puede hacerlo, Dev, sé que puede —Matt sopló con los dedos de
cada mano en un intento de mantener el calor. Luego, una vez más tomó la
cuerda y la roca que bloqueaba el camino del árbol.

—No tenemos otra manera.

216
Devlin volvió a mirar a Anabelle, que continuó observando distraídamente
mientras el río pasaba. El frío y la fatiga estaban afectando a Devlin. Supuso
que era lo que sucedía, ya que estaba a punto de aceptar el loco plan.

—Está bien, pero vuelve a la orilla primero.

—Está bien —Matt sonrió y Devlin deseó tener tanta confianza en Anabelle
como él.

Matt a través de gritos y apuntando hacia Anabelle dio a conocer su plan.


Devlin se imaginó que, si la situación no hubiera sido tan grave, Hank hubiera
estado tumbado de culo en el suelo riéndose. Los hombres lanzaron otra
cuerda a Matt, que él y Devlin lograron asegurar alrededor del árbol. Luego,
una vez que Matt estuvo seguro en tierra firme, aseguraron las cuerdas
alrededor de Anabelle.

Devlin sintió que el tronco cambiaba a medida que la presión se acumulaba


detrás de ella. No dudaba que el lado cascarrabias de la vaca la haría
forcejear. Para gran sorpresa de Devlin, Anabelle miró hacia ella y resopló. Era
ese ruidoso gruñido que la vaca parecía hacer sólo alrededor de Devlin y de
nadie más. Mientras todo el mundo contuvo la respiración, Anabelle comenzó
a tirar lenta y constante hacia la orilla del río.

El agua se derramó alrededor de Devlin, y apenas podía expandir sus


pulmones lo suficiente como para tomar una bocanada de aire. El dolor en el
tobillo se intensificó a medida que Anabelle laboriosamente tiraba del árbol a
la orilla, junto con el cuerpo atrapado de Devlin. Estaba casi a la mitad del
camino cuando Devlin sintió el estremecimiento de la madera debajo de ella.
Un sonido de rasgadura llenó sus oídos mientras era arrastrada por debajo de
la superficie del agua.

Sintió que su pierna estaba libre y al instante salió a la superficie. Se esforzó por
tomar una bocanada de aire y vio los trozos de árbol a su alrededor. La cuerda
alrededor de su pecho estaba todavía unida a una sección del tronco. En un
rápido movimiento, el árbol rodó hacia adelante y Devlin fue lanzada,
nuevamente, de cabeza en el agua helada.

Devlin trató de abrirse camino hacia la superficie, pero la rama siguió rodando
hacia ella. Mientras tanto, Matt y Hank instaban a Anabelle a moverse más
rápido. Cuando ella estuvo a diez pies de la orilla, los hombres agarraron las
cuerdas y corrieron hacia el agua. Su fuerza combinada fue suficiente para
mover el árbol que cubría a la mujer. Cuando llegaron a la orilla Devlin, estaba
inconsciente. Hank no estaba seguro de que estuviera respirando. Le golpeó

217
la cara y apretó las palmas de sus manos contra su estómago en un intento
de sacar el agua que había tragado.

Devlin aún seguía inconsciente por lo que pareció una eternidad para los
hombres, que no podían hacer nada. Alguien corrió con mantas y otro jinete
trajo la bolsa de Devlin llena de ropa seca. Por último, ella tosió, expulsando
chorros de agua.

Devlin aún no era ella misma. Sabía que había perdido el conocimiento, pero
lo único que podía pensar era lo bueno que el sol se sentía sobre su piel. Fue
entonces cuando detectó el olor horrible y sintió algo caliente y viscoso frotar
contra su cara. Abriendo un ojo, vio la lengua de Anabelle en su cara.

—Hija de… —Devlin sacudió con fuerza su cuerpo hacia arriba para sentarse
y empujó la cara de la de cuernos largos lejos.

—Sólo está tratando de decir que se alegra de que estés viva, jefa —Hank rió
de puro alivio.

El resto de los hombres se rieron cuando Devlin empujó la vaca lejos de ella
por tercera vez.

—¡Bien, bien! Gracias, Anabelle. Matt, apártala de mí.

Matt sonrió y tiró de la Longhorn, que obviamente había cambiado de opinión


con respecto a Devlin, una vez devuelta a la seguridad de la orilla del río.
Nadie sabía por qué, pero algunos sospechaban que la vaca entendía que
Devlin había salvado a la Longhorn de convertirse en comida para los
comanches.

—¿Cómo estás, Dev? ¿Puedes levantarte, ya? —preguntó Hank.

—No soy tan fácil de matar —Devlin se quejó, y Hank le dio una mano—. El
tobillo me duele un poco —dijo mientras colocaba con cuidado su peso sobre
el pie—. Pero voy a vivir. —Miró todas las caras sonrientes a su alrededor—.
¿Qué diablos están mirando? ¡Pónganse a trabajar! ¿Piensan que la manada
se conducirá sola hasta Abilene?

Los hombres se dieron cuenta que su jefa estaba de vuelta y lucharon para
encontrar sus monturas y sus lugares en la manada.

—Nunca he visto una mujer con tanta suerte en mi vida —uno de los jinetes
murmuró en voz baja. Incluso con los comentarios sarcásticos, Devlin, así como
los demás, sabía lo que pasó. Uno de los suyos estuvo muy cerca, y eso hizo
que cada hombre ahí fuera más consciente de su propia mortalidad. En un
abrir y cerrar de ojos, todo lo que eran, todo lo que tenían, podría ser
218
arrebatado. El resultado fue bueno esta vez. La próxima vez, quizá no serían
tan afortunados.

—Y a tí —Devlin señaló a Mattew, que volvía después de llevar a Anabella a


su posición al frente de la manada.

Matt se preparó para la reprimenda que estaba seguro de recibir. Se preparó


para la furia de Devlin. Ella lo sorprendió al agarrar el cuello de la camisa y
envolverlo en un abrazo fuerte. Mirando hacia arriba desde el abrazo, Matt se
sorprendió por el afecto.

—Me escuchas tanto como lo hace tu madre —Devlin revolvió el pelo mojado
del niño—. Y estoy malditamente feliz por eso.

—Salvé tu sombrero —Con una sonrisa, Matt ofreció el Stetson arrugado.

—Ah, bueno, entonces todo está perdonado —Devlin le dio forma de nuevo
al fieltro húmedo y lo puso sobre su cabeza—. Es difícil que estas cosas se
rompan. —Habría odiado perder éste, ya que había pertenecido al padre de
Sarah. La vida era impredecible en la llanura, ya sea en una casa, chuka, o en
el camino. Apegarse a los bienes materiales sólo traía angustia. Abrió su reloj
de bolsillo y el agua goteaba de su interior.

—¿Está roto? —Matt preguntó con preocupación.

—No, no hay que preocuparse. Conozco a un armero en Abilene que puede


arreglarlo. Ponte algo de ropa seca antes de volver a tu caballo —dijo Devlin—
. Si los dos volvemos a casa con neumonía, tu madre nunca permitirá que nos
divirtamos de nuevo.

Ambos rieron mientras Hank los observaba. Sabía que el cambio de actitud de
Matt se debía principalmente a la nueva relación que él y Devlin compartían.
Matt nunca había sido hosco o temperamental, pero era propenso a la
soledad. Desde que Matt y Devlin habían pasado de ser amigos a una relación
más de padre e hijo, Matt parecía más a gusto. Era como si conocer su lugar
en la manada lo ayudara a relajarse.

Hank comenzó a caminar con ellos y esperaba que este tipo de sucesos tan
terrorífico no se volvieran a repetir, al menos por un tiempo. Él sabía que era
improbable, pero lo deseó de todas maneras.

219
Parte 19

S
arah no podía concentrarse en las oraciones o ceremonias que Keeho
había estado enseñándole durante las últimas semanas. Se sentía atraída
a la Chuka de Oka Kapassa. Oka Kapassa se había alejado de su camino
en un intento aparente de evitar a Sarah. No habían hablado, con la
excepción de un amistoso saludo ocasional, desde que Sarah encontró el
regalo de Oka Kapassa fuera de la Chuka. Sarah pensó en ceder a los deseos
evidentes de Oka Kapassa, pero el nombre de Sarah en el clan era Sakli por
una razón. El salmón que nada constantemente río arriba contra la corriente,
nunca se daba por vencido hasta llegar a su destino, se ajustaba
perfectamente a la personalidad de Sarah.

Una tarde, Sarah se sentó en el borde de la pradera. Miró hacia abajo del valle
y observó el movimiento del bisonte en las grandes manadas. Pensó en Oka
Kapassa y su cambio. Se preguntó por qué Oka Kapassa se preocupaba tanto
por Devlin. Si Devlin era tan especial para la mujer, ¿cómo era que Tima era la
madre adoptiva de Devlin? Sarah sabía que la ley Chahta no impedía que las
mujeres solteras adoptaran niños ya que los tíos, no el padre, proporcionaban
gran parte de la instrucción para los guerreros. De repente, un pensamiento
vino a la cabeza de Sarah. ¿Cómo pudo ser tan ciega, y por qué Devlin no se
lo había dicho? El parecido era asombroso. Por supuesto, siendo Sarah, tenía
que saber la verdad.

—¿Puedo hablar contigo, Oka Kapassa? —Sarah fue a la fuente.

—Siempre eres bienvenida en mi Chuka, Sakli. ¿Sobre qué deseas hablar? —


Oka Kapassa se comportaba como si nunca hubiera habido ninguna
animosidad entre ellas. Se sentó en el suelo clasificando las raíces secas,
cortezas y hierbas en paquetes separados para su uso futuro.

Una vez que Sarah se sentó al lado de Oka Kapassa, dejó escapar las palabras
que habían estado en su mente durante días.

—Eres la madre de Redhawk, ¿verdad? No me refiero a Tima, me refiero a su


verdadera madre.

220
Oka Kapassa no parecía sorprendida en lo más mínimo, lo que hizo creer a
Sarah que había dado en el blanco. Fue Sarah, sin embargo, quien estaba a
punto de ser sorprendida.

—No, Sakli. —Oka Kapassa le sonrió—. No soy la madre de Redhawk, pero no


estás lejos de la verdad.

—Estaba segura, quiero decir… no quise... Sólo pensé... —balbuceó Sarah—.


Perdóname —dijo avergonzada.

—Sakli, no hay nada que perdonar. Como ya he dicho, estas muy cerca. La
madre de Redhawk, la mujer que dio a luz a Redhawk, era mi hermana.
Okshakla era mi hermana gemela. ¿Sabes lo que significa mi nombre, Sakli?

—Agua fría.

—Correcto. El nombre de mi hermana, Okshakla, significaba aguas profundas.


Yo era callada y reservada. Okshakla también era calmada, pero cuando ella
hablaba, siempre era para decir algo profundo. Crecimos para adaptarnos a
nuestros nombres.

Todas las palabras y las acciones de Oka Kapassa ahora tenían sentido para
Sarah. Entendió cada palabra dura que había pronunciado. Las similitudes
físicas entre Devlin y Oka Kapassa tenían sentido también.

—No estoy segura de entender. ¿Por qué la madre adoptiva de Redhawk es


Tima? Yo habría pensado, dado el amor que escucho en tu voz por tu
hermana, que…

—Mi dolor era muy grande cuando mi hermana se fue del clan, Sakli. Yo sabía
que estaba muy enamorada, pero sentí que no le aportaría nada bueno a
ella renunciar a su pueblo. Cuando Redhawk volvió a nosotros y nos dijo de la
muerte de sus padres, me enojé. Estaba tan enojada que negué mi derecho
de nacimiento, me negué a adoptar a Redhawk como hija. Le di la espalda
a la niña porque pensé que ella era la razón por la que mi hermana había
muerto —Oka Kapassa se detuvo para enjugar las lágrimas que corrían por sus
mejillas—. La culpaba de la muerte de mi querida hermana cuando ella dejó
al clan. Culpé a su marido por permitirle renunciar a quién era.

—Así que por eso te disgustaba tanto —dijo Sarah en un susurro. Estaba claro
para Sarah que Oka Kapassa vio su relación con Devlin como una historia que
se repetía—. Sólo me viste como alguien por quien Redhawk renunciaría a su
gente.

Oka Kapassa asintió.

221
—Estaba equivocada en ese entonces, y me equivoqué al tratarte así. No es
la forma Chahta. Perdóname, Sakli —Bajó la cabeza por la vergüenza.

Sarah puso una mano sobre el hombro de Oka Kapassa, sin saber cómo quitar
el dolor que había sido parte de la existencia de Oka Kapassa durante tanto
tiempo. Sarah dijo las únicas palabras que habría querido escuchar en
circunstancias similares.

—No hay nada que perdonar, Akana.

La palabra Akana, que Sara escogió cuidadosamente, añadió mucho más a


la reconfortante declaración. Aceptar a alguien como amigo se hacía a
menudo, pero para aceptar a alguien como Akana, o “mi amigo”, era lo más
cercano a familia. Sarah aún no se daba cuenta que cada día que pasaba
en el pueblo del clan hacía que su familia creciera un poco más grande.

Sarah había pasado la mañana ayudando a las mujeres mayores del clan
mientras enseñaban a las mujeres y las niñas cómo preparar Nita nipi Itaba
Nusi, bellotas y Carne de oso. El plato era uno que el Chahta tradicionalmente
cocinaba en una olla grande en el centro de la comunidad. Sarah recibió un
gesto de asentimiento por parte de las mujeres por su previsión en traer una
de sus ollas de hierro al pueblo.

No era común que los cazadores encontrasen un oso gordo en esta época
del año. En el calor del verano, los hombres por lo general eran felices con
agregar ardillas y conejos a su dieta de carne de búfalo. Debido a su carne
grasosa, necesitaban cocinar la carne de oso de inmediato. Reservaron una
pequeña porción para cortar en tiras y secarla para usarla más tarde para
preparar pemmican. El clan había recibido la venia en la víspera de la
celebración del pueblo. Los ancianos miraban esta ocurrencia como una
señal favorable de los espíritus. Sólo sirvió para recordar a Sarah que el clan
esperaba mucho de ella. Era la celebración del inicio de la búsqueda de su
curandera.

La mayoría de las bellotas del bosque alrededor del pueblo, aunque


abundantes, eran amargas hasta el punto de ser incomibles. Una de las
mujeres de más edad, Shinkak, le explicó a Sarah cómo eliminarían el amargor.

—Se puede notar la diferencia porque los robles blancos tienen hojas
redondeadas y los robles negros tienen hojas puntiagudas. Las bellotas de
roble blanco son menos amargas. Sin embargo, debemos ser justos con
nuestros hermanos de cuatro patas. Las ardillas comen las bellotas de roble
blanco, también. Nosotros no somos las únicas creaciones de Hashtahli que se
preocupan por los frutos secos amargos. La bellota de roble negro te hará

222
fruncir el ceño como cuando le das una mordida a un caqui sin madurar —se
rió junto con las mujeres jóvenes cuando ella frunció los labios, a modo de
ejemplo—. Debemos filtrarlas para quitar el sabor fuerte y amargo.

Las chicas más jóvenes pasaron la mañana recogiendo leña de nogal para el
fuego. Las mujeres y las niñas limpiaron un punto en la parte superior de una
pieza grande y plana de piedra arenisca. Hicieron un fuego con la madera de
nogal, y cuando se consumió, reunieron las cenizas. Las mujeres pasaron algún
tiempo golpeando y quitando la piel roja de las bellotas. A continuación, las
dividieron en dos mitades y las colocaron en una cesta grande, de tejido
suelto. Shinkak las dirigió para colocar una segunda cesta que contenía las
cenizas de nogal encima de la cesta que sostenía las bellotas peladas.

Por último, dejaron caer el agua lentamente a través de la cesta de cenizas


de nogal que a su vez bajó hacia la cesta de bellotas. La combinación del
agua y las cenizas de nogal crearon una especie de la lejía suave, que
eliminaría el sabor amargo de las bellotas. Sarah ayudó a lavar las bellotas y
las puso en la olla de hierro. Por último, se añadieron trozos de carne de oso y
algunos ajos silvestres que crecían en los bosques alrededor de todo el pueblo.
El guiso hirvió hasta que la carne y las bellotas estuvieron blandas.

Ahora, Sarah y Tima estaban sentadas fuera de la Chuka de la sanadora bajo


un cobertizo hecho de maleza. El refugio proporcionaba sombra en los
calurosos días de verano como estos. A medida que el final del verano se
acercaba, muchos hogares secaban carne a fuego lento con madera de
nogal, así como otros suministros para los días fríos. Sarah aspiró el maravilloso
aroma del guiso, que había atraído a un montón de personas a la zona de la
cocina.

Aun no era tiempo para que el clan cosechara muchas de las nueces de los
árboles, pero algunas se recolectaban en verde. El nogal americano, las
nueces negras y pacanas abundaban en los bosques cercanos. Tima le
enseñó a Sarah la forma Chahta de almacenar los frutos secos para que los
gusanos e insectos no los infestaran. Ahumaban los frutos secos sobre un fuego
de nogal, luego se reunían en grupos. Tima cubría cada montón de frutos
secos con barro, que cuando se secaba servía como una cáscara dura para
la fruta en el interior. El Chahta aprendió esta técnica observando al tekhanto,
el aplicador de barro. Los insectos colocaban alimento para las crías de la
próxima temporada dentro de las vasijas de barro selladas. Incluso años
después, el Chahta podía romper o remojar las bolas de barro en agua para
revelar las nueces ahumadas, y crujientes por dentro.

223
Mientras trabajaban, Tima explicó algunos aspectos de la próxima misión de
Sarah.

—Cuando uno va en una búsqueda —dijo Tima—, tú estás en busca de algo.


Podemos cuestionarnos muchas veces durante nuestras vidas, pero siempre
es porque estamos buscando respuestas. La primera misión que experimenta
un joven Chahta es la misma que tú experimentaste. Su objetivo es doble. En
primer lugar, para ser aceptado en el clan, en segundo lugar, para recibir el
animal de poder que siempre estará contigo. Mañana, te comprometerás en
una búsqueda que pocos Chahta han hecho. Se llama la búsqueda del
curandero.

Sarah había oído la mayor parte de esto antes, pero todavía escuchaba con
atención las palabras de Tima.

—No te quedaras tanto tiempo como antes. Está prohibido permanecer más
de cuatro días sin comida ni agua. He sabido de santos que han estado en
misiones de casi dos semanas, pero aun estas muy lejos para comunicarte
estrechamente con el mundo de los espíritus. En el cuarto día, si no recibes tu
guía, debes volver al pueblo. ¿Lo entiendes, Sakli?

Sarah asintió. Sabía por qué Tima hizo hincapié en ello. Era consciente de la
terquedad de Sarah. Tima debió haber sospechado que sus primeros
pensamientos serían hacerlo a su manera.

—Las mujeres del clan van en muchas misiones durante sus vidas al igual que
lo hacen los hombres, en busca de verdades. Te pedirán respuestas a muchas
preguntas. Las preguntas que hacemos en la vida cambian a medida que
envejecemos y nuestro enfoque se amplía. Las mujeres jóvenes a veces son
estrechas en su búsqueda. Tal vez desean sabiduría, un marido o hijos. Algunas
buscan el camino que han de seguir. Las mujeres mayores se vuelven
desinteresadas en sus misiones y muchas veces buscan ayuda para las
personas que aman. Las mujeres mayores del clan se vuelven introspectivas
con la edad. Buscan respuestas a quiénes son y cuál es su lugar dentro del
mundo del Creador. Es la forma Chahta, sin embargo, se les prohíbe a las
mujeres entrar en busca de una visión. Pueden buscar otras razones, pero no
buscar visiones.

—Pero Redhawk

—Redhawk es vista como un guerrero del clan. Las leyes para la mujer Chahta
no se aplican a ella.

224
—Pero ¿no veré visiones en todas las misiones? —Sarah se preguntó si debía
decirle a Tima sobre el guerrero blanco y negro que había conocido durante
su primera misión.

—No, en absoluto —dijo Tima—. Algunas misiones son una forma de separarnos
de las absorbentes actividades del día a día que abarcan nuestras vidas.
Aprenderá, Sakli, que no siempre es necesario ir a un lugar sagrado para
obtener la sabiduría de los espíritus. Muchas veces, nos encontramos con que
las respuestas que buscábamos durante una misión estaban dentro de
nosotros todo el tiempo.

—Lo entiendo, Tima, pero ¿qué pasa si experimento una visión mientras estoy
en una búsqueda? ¿Se supone que debo guardar silencio al respecto?

Tima sonrió. A veces Sarah emitía un aura tan poderosa como los Antiguos.
Otras veces, Sarah exudaba la inocencia de un niño. Tima se sentía
bendecida por enseñarle el camino a una persona tan abierta al mundo que
la rodeaba.

—En las generaciones futuras, creo que muchos de nuestros caminos van a
cambiar, Sakli. Por ahora, hay que dejar que los hombres del clan alberguen
sus pequeñas inseguridades.

—No los entiendo la mayoría de las veces, Nali. Pensé que los hombres Chahta
eran diferentes.

—En muchos sentidos, lo son, pero en pequeñas cosas, todos los seres
humanos son los mismos. Soy una mujer joven para los estándares de los
clanes, pero, aun así, he visto mucho. He conocido a hombres y mujeres de
raza blanca que tenían la esencia del Chahta Okla en sus corazones. También
he conocido a la gente del clan que actuó con los mismos miedos y celos
mezquinos que el hombre blanco. No hay ningún clan mejor que el otro ante
los ojos de Hashtahli. Él ve a cada uno de nosotros, y cuando es nuestro
momento para ir al lugar sagrado, bendecirá a cada uno de nosotros de
acuerdo a la forma en que guiamos nuestras vidas cuando caminábamos en
la tierra.

—Nali, he escuchado los cuentos de cómo Hashtahli creó el Chahta, pero las
historias no dicen nada de los hombres que fueron creados por separado de
las mujeres. Los cuentos del Creador que los hombres blancos adoran, al
menos los hombres con los que crecí, dicen que el hombre fue creado
primero, y luego la mujer. Usan este concepto para enseñarle a las mujeres
que son menos que los hombres.

225
Tima rió ante la idea.

—Te diré mi forma de ver la diferencia en las creencias. Cuando yo era muy
joven, hicimos el largo viaje desde nuestra tierra natal hasta donde vivimos
ahora. Un anumpuli aba blanco habló con mi padre. Recuerdo que mi madre
estaba cerca de Kontonalah, y algunos de mis hermanas estaban
escuchando. Mi hermana Okshakla era mayor que yo, y se sentó junto al
soldado blanco que se convertiría en el padre de Redhawk . Su nombre era
John Devlin Brown.

Sarah sonrió a menudo se había preguntado cómo Devlin había recibido tal
nombre.

—El misionero nos contó cómo su Dios había creado al hombre, entonces creó
a la mujer de una pieza del cuerpo del hombre. No creo que a mi madre le
divirtiera la historia del hombre. Artamicha era una mujer de cierto estatus
dentro del clan. El clan de su madre era de mujeres poderosas que se casaban
con guerreros poderosos. Kontonalah recibió gran parte de su estatus al
casarse con Artamicha “.

Tima hizo una pausa, y por la expresión de su cara, Sarah fue consciente que
ella estaba recordando un momento agradable en su vida.

—El misionero blanco solamente habló a los hombres de nuestra familia. Miró
a mi padre y a John Devlin y les preguntó si estaban contentos que el Creador
se acordara de crear a la mujer en el último momento. John Devlin habló
primero. Dijo que estaba muy contento. Le preguntó al misionero ¿quién
cocinaría, limpiaría, y le daría hijos si no fuera por la mujer? Mi padre dijo que
él también estaba contento. Le preguntó al misionero ¿para quién cazaría?
¿A quién protegería al ir a la guerra? ¿Para quién construiría una Chuka? ¿Para
quién bailaría durante la cosecha? Recuerdo que mi madre parecía muy
satisfecha con la respuesta de mi padre.

Sarah asintió comprendiendo.

—John Devlin sintió la pérdida de una mujer a causa de lo que podía hacer
por él. Kontonalah sentía que su existencia giraba en torno a lo que haría por
ella.

Tima asintió, sin dejar de sonreír.

—Tenemos algunas creencias simplemente porque eso es todo lo que


sabemos —Su sonrisa se hizo más grande—. John Devlin cambió mucho antes
de casarse con Okshakla. Ahora vamos a hablar más de tu búsqueda de
mañana.

226
La búsqueda de un curandero sería el último paso en la preparación de Sarah
para los años que pasaría estudiando para convertirse en Alikchi. Regresaría a
los altos acantilados que había visitado antes y estaría sin comida ni agua
hasta que su espíritu guía la aceptara en los caminos del curandero. La
búsqueda de un sanador era específica en el sentido que Sarah esperaría a
que una de las trece madres de los clanes originales se ofreciera para
convertirse en su ikhananchi o maestro.

—¿Estaré bien si tengo que permanecer allí durante cuatro días sin comida y
agua? —preguntó Sarah.

—Va a ser difícil —dijo Tima—, pero ¿de qué sirve una victoria que no se gana?

Sarah entendía la verdad de esas palabras. Bajó la cabeza y miró las manos,
que descansaban en su regazo. Había luchado toda su vida para vivir el tipo
de vida que quería, no lo que otros querían o esperaban de ella. Nunca fue
fácil, pero la recompensa había sido grande.

—Espero que no te estemos presionando, Sakli, al ir demasiado rápido —Tima


se preguntó si el silencio de Sarah significaba que se sentía abrumada—. Me
preparé durante un año completo antes de mi búsqueda de curación. Me
preocupa que no te hayas preparado lo suficiente.

—No es así, Nali. He comprendido la urgencia de mi formación desde el


principio. Sé que me va a llevar muchos años para aprender todo lo que
necesito saber, ya sea como una fabricante de cestos o una mujer curandera.
También sé que, si no hubiera accedido a comenzar ahora, puede que nunca
hubiéramos sabido lo del incendio o el daño que las cercas de los ganaderos
harían. Desde el principio, sin embargo, he sentido que es lo correcto. Has sido
una maestra, una madre y una amiga para mí. Estos regalos me dan fuerza.

Después de la celebración de la fiesta, Sarah entró en la casa de oración para


participar en una ceremonia de purificación antes de comenzar su búsqueda.
Durmió durante unas horas, que le parecieron minutos, en la Chuka de Tima.
Incluso si hubiera tenido toda la noche para dormir, no habría sido capaz de
hacerlo. Su mente inquieta no podía descansar su deambular nervioso.

Sarah se bañó al salir el sol y se puso las mismas pieles que había usado durante
su misión anterior. Keeho y Tima se reunieron con Sarah y la acompañaron
hasta el borde del bosque. Se detuvieron antes de entrar en él, y Keeho sacó
un objeto de la mochila.

—Sakli, ojalá hubiera palabras que pudiera hablar, un hechizo que pudiera
evocar para hacer que este viaje sea más fácil para ti. No importa si las madres

227
no te eligen. Recuerda que te he adoptado en mi hogar, y estaré orgulloso de
ti no importa qué pase. Tener familia lo es todo, y la relación que ahora
compartimos nos une tan estrechamente como la sangre —Keeho colocó un
objeto en manos de Sarah—. Este cuchillo pertenecía a mi padre. He
arreglado el mango y afilado la hoja muchas veces durante los inviernos. Te lo
doy ahora para que lo lleves contigo y para que recuerdes que mi línea de
sangre continuará a través de ti. Fue a causa de los espíritus que te convertiste
en la hija de mi hogar. Es a causa de quien eres que te convertiste en la hija
de mi corazón.

Sarah no sabía qué decir a Keeho. Su sentida emoción la sorprendió. Había


crecido mucho más, cerca de él en las últimas semanas. Estudiaron y oraron
juntos, y aunque Sarah sentía lo mismo por su padre adoptivo, ella no se atrevió
a pronunciar las palabras.

Keeho, mientras tanto, no estaba acostumbrado a este tipo de muestras de


cariño. El silencio de Sarah lo avergonzaba y se dio la vuelta para marcharse.
Me voy —dijo rápidamente.

—Keeho —Sarah llamó. Lo detuvo con una mano en su brazo—. Siempre me


sentiré honrada de estar en tu iksita.

Keeho sonrió, era algo que rara vez hacía. Apretó la mano de Sarah y asintió
con la cabeza en dirección a Tima. Se dirigió de nuevo hacia el pueblo,
dejando a las mujeres para terminar el viaje a los acantilados por sí mismas.

Sarah ayudó a Tima para hacer un campamento pequeño en la parte inferior


de las rocas de gran tamaño. Tima se quedaría allí hasta que regresara Sarah.
El trabajo de Tima como mentora de Sarah sería orar y ofrecer fuerza espiritual
durante el tiempo que Sarah estuviera comprometida en su búsqueda. Tima y
Sarah finalmente se sentaron una al lado de la otra y ofrecieron el humo de la
pipa de Tima. Sarah le entregó a Tima una bolsa de tabaco escondida dentro
de una cesta de caña. La cesta estaba lejos de ser perfecta, pero había sido
la primera creación de Sarah. El objeto deforme recordó a Sarah los regalos
que Hannah le había dado en ocasiones.

Tima sacó una flauta de su paquete de suministros y tocó una melodía. Sarah
escuchó con asombro.

—Nunca me dijiste que tocabas la flauta.

—Nunca lo preguntaste —dijo Tima—. Un buen sanador demuestra la


necesidad de crear. Aprendí a tocar la flauta de mi abuela. Es por eso que te
envié a Oka Kapassa para aprender cestería.

228
Sarah asintió, pero luego sus cejas se unieron en un ceño fruncido.

—Después de todo lo que aguanté con Oka Kapassa, ¿me quieres decir que
podría haber aprendido la flauta en lugar de cestería?

—Por supuesto.

—¿Por qué no me lo dijiste entonces? —Sarah levantó la voz hasta que vio la
sonrisa cómplice de Tima—. Lo sé. Debido a que no pregunté —dijo
irónicamente.

—No, Sakli, porque ya tenemos un tocador de flauta en nuestra familia. Sin


embargo, no tenemos a nadie que haga buenas cestas.

Tima volvió a su música después de su declaración. Sarah abrió la boca para


ofrecer una réplica, pero se detuvo antes de que pudiera pronunciar una
palabra. Podía ver los ojos de Tima arrugados en las esquinas mientras
contenía su sonrisa. Sarah entendió que Tima le estaba tomando el pelo y se
dio cuenta de que era lo más cerca que iba a bromear con ella.

***

Sarah estaba cansada después de su ascenso entre los árboles y las rocas,
pero comenzó a recoger las piedras que usaría para hacer un círculo
alrededor de su campamento. Tima le había dicho que seleccionara rocas
que se sintieran bien. Siempre que Sarah levantaba una piedra del suelo,
colocaba un poco de harina de maíz en su lugar. La harina de maíz era su
ofrenda, una forma de agradecer a la tierra por su uso. Había buscado en el
área hasta que encontró un lugar que la hacía sentirse fuerte y poderosa, y
apiló las rocas en el gran claro plano. No motaría su campamento hasta la
primera hora de la mañana cuando hiciera el círculo de piedras, una versión
de la rueda de la medicina. El amanecer añadiría energía a las piedras.

Sarah hizo un fuego lejos de la zona que tenía intención de utilizar para su
campamento. Una vez que hizo su círculo, crearía un hogar dentro de su
protección. A lo largo de su búsqueda, se sentaba por la noche y alimentaba
el fuego. Durante el día, ella dormía. Keeho le había enseñado a Sarah que
los espíritus disfrutaban del velo de la oscuridad y eran más propensos a visitar
durante la noche. Además, los depredadores como linces y pumas hacían la
mayor parte de su caza por la noche.

229
Sarah se preparó para la noche con una ceremonia de humo. Usaría esto para
eliminar los espíritus negativos de su campamento, al tiempo que invitaba a
los espíritus positivos para quedarse. Keeho le había demostrado y explicado
en detalle la ceremonia varias veces, y ella era capaz de realizarla de
memoria.

Sarah reunió unas brasas del fuego y las colocó en un recipiente de barro que
Keeho le había dado. Arrojó salvia y hierba dulce sobre las brasas brillantes
para que las hierbas humearan y no se quemaran de inmediato. Para
mantener el rescoldo caliente, abanicaba el recipiente con la pluma de
halcón que había recibido en su primera misión. Dirigió el humo hacia su
pecho, y luego por la cabeza. De esta manera, sacó fuera y lejos cualquier
sentimiento negativo dentro de su corazón. Por último, ofreció el cuenco a las
cuatro direcciones.

Se sentó durante un tiempo y distraídamente alimentó el fuego con pequeños


palos. Pensó y oró, luego pensó un poco más. Aprovechó la oportunidad para,
pasear a lo largo de la parte superior de los acantilados de arenisca y
alrededor de los antiguos árboles de cedro con sus troncos retorcidos y
deformados. Una vez que construyó su círculo de piedras, sólo saldría de él
cuando fuera absolutamente necesario. Se sorprendió cuando la tarde se
convirtió en noche rápidamente. Lo que la sorprendió aún más fue cuando los
primeros rayos del sol se asomaron en el horizonte, todavía estaba despierta.

Sarah ofreció más humo y se fue a construir su campamento. En primer lugar,


ella organizó el círculo de piedras. Cerca del extremo norte del círculo, hizo un
hogar para el fuego. En el medio, construyó un cobertizo con postes de
madera y hojas de cedro. Dejó una abertura en las piedras hacia el este para
salir del círculo cuando fuera necesario. Sin embargo, cada vez que ella volvía
a entrar en el círculo, colocaba las piedras como si cerrara la puerta de una
cabaña. Sin pensarlo, una vez terminado el campamento, se enroscó sobre su
manta de piel y se durmió.

Sarah se despertó varias veces durante el día. El sol brillante y el constante


parloteo de las aves casi la mantuvieron despierta, pero se negó a moverse
de su lugar. Sabía que necesitaba descansar para estar alerta por la noche y
alimentar el fuego. Por último, cuando finalmente la tarde pasó y el sol se
hundió bajo en el horizonte, hizo un viaje a los arbustos. Estaba renovada y
preparada para su viaje. Los gruñidos de su estómago eran molestos, pero no
dolorosos. Esperaba volver al pueblo del clan antes de que los gruñidos se
convirtieran en dolor.

230
Sarah escuchó movimiento frente a ella. Deslizó cuidadosamente su mano
alrededor de la empuñadura del cuchillo de hueso que Keeho le había dado.
Observó, sin moverse, ya que las ramas se estremecieron. De repente, su
aliento quedó atrapado en la garganta, cuando un animal entró por el denso
matorral. Un ciervo grande miró a Sarah. Se detuvo a una docena de metros
de su círculo y olfateó el aire con recelo. Sarah pareció extrañada ya que por
lo general los ciervos no se acercaban al fuego. El animal se comportaba
como si ella no estuviera allí. Hubo un movimiento adicional en los arbustos.
Sarah observó cómo ocho más salían de la misma espesura y siguieron al
ciervo por un camino estrecho entre los árboles.

—Bueno, eso fue para hacer latir el corazón —Sarah se rió en voz alta. Soltó el
cuchillo y echó más leña al fuego. Se preguntó cuánto tiempo pasaría antes
de que una de las madres de los clanes viniera a ella.

Se puso cómoda, sentada con las piernas cruzadas frente al fuego. Se suponía
que no debía pensar en nada, vaciar su mente, y llamar a las madres. Se
suponía que esto indicaba que estaba dispuesta a aprender el camino en la
medicina. Despejó la mente de las cosas que pensaba todos los días. Sabía
que la gente dependía de ella y del resultado de esta búsqueda.

Sarah no tenía ninguna expectativa con respecto a esta búsqueda. Aunque


tenía esperanzas. Creía que el futuro del pueblo Chahta dependía de ella en
más que la apertura de la pradera y la predicción de un incendio. Es cierto
que había encontrado una manera de convencer a los ganaderos para
eliminar sus cercas, pero la visión que había tenido ese día en el pabellón de
oración se sentía como mucho más. Se acordó de todos los detalles. ¿Cómo,
es que, con la muerte de cada uno de los búfalos, un miembro del clan
desaparecería? También recordó la petición de Tima en busca de ayuda en
la visión. Sintió el peso de la responsabilidad de estas personas que ahora eran
su pueblo.

Sarah sintió que su cabeza se inclinaba y ella la sacudió para enderezarla.

—Está bien, parece que la meditación con los ojos cerrados podría ser un
problema.

Se sentó de nuevo y se quedó mirando las llamas de color naranja. Ahora


sabía por qué Tima había sugerido que recogiera pequeñas ramas y palos
para alimentar constantemente el fuego. Las ramas grandes habrían durado
más tiempo, pero luego no tendría nada que hacer. Lanzar las ramitas al fuego
la mantenía concentrada y despierta.

Un ruido sacó su mente de su deambular vacío una vez más.

231
—Otra vez, no —dijo Sarah. Rió hasta que un animal apareció ante su vista.

Sarah se congeló y tuvo miedo de tomar otra bocanada de aire. Un gran


puma musculoso estaba ante ella donde había estado el ciervo. El gato olió,
su nariz olfateó el aire. El puma llegó hasta el borde de su círculo, sus patas
apenas hacían ruido, mientras avanzaba sobre la tierra blanda. Su hocico
estaba cubierto de sangre, y ella pensó que era esa la razón por la que el gato
no la había atacado. Tal vez acababa de comer.

El animal se quedó mirando a Sarah, a continuación, olfateó las piedras que


había puesto por la mañana. Abrió la boca y dio un gruñido. El sonido no era
similar a los fuertes gruñidos que Sarah había oído hacer a los grandes felinos.
Este era suave, como si el puma hubiera bostezado. Se dejó caer en el suelo,
la tierra se levantó a su alrededor, cuando se instaló en su lugar.

Sarah sólo podía suponer que el animal no tenía hambre. Se dio cuenta que
no había nada que le impidiera convertirse en la siguiente en el menú. Alcanzó
su cuchillo de nuevo. Lo dejó justo al lado de ella, pero el gato la miró como si
supiera lo que estaba haciendo. Le gruñó bajo, lamió sus patas, y luego se las
frotó a través de su cara. El gato repitió el procedimiento hasta que su cara
estuvo limpia de la sangre.

Sarah sostenía el cuchillo afilado con fuerza, pero sabía que, incluso si se las
arreglaba para sorprender al gato, era demasiado grande para poder
defenderse con sólo con un cuchillo. Vio como el puma se limpiaba a sí mismo
y miraba a su alrededor, al parecer sorprendido de encontrar a Sarah todavía
allí. Hizo el aullido suave de nuevo.

Sarah trató de recordar todo lo que aprendió sobre cómo tratar con los
depredadores. No era capaz de pensar en cualquier cosa que le ayudara en
esta situación. El gato se quedó mirando fijamente y se lamió el hocico. A
Sarah le pareció que el puma estaba considerando si iba a hacer una buena
comida. Decidió probar con la única cosa que le había funcionado cuando
la gente estaba involucrada: la razón.

—Hola —dijo Sarah. Los bigotes del gato se movieron por el sonido de su voz—
. Apuesto a que esta parte del bosque te pertenece, ¿eh? —preguntó, ya
sabiendo la respuesta.

El gato saltó, provocando que Sarah retrocediera en respuesta. El gato


caminó alrededor del perímetro del campamento de Sarah y levantó la nariz
en el aire una vez más, y luego regresó a su posición anterior, fuera del círculo
de piedras. La expresión en la cara del gato parecía una pregunta para Sarah.
¿Por qué no debería comerte? Era lo que la mente de Sarah escuchó.

232
—Puedes ver lo pequeña que soy —comenzó a decir Sarah—. No sería una
gran comida para un lince, y mucho menos para un gran puma como tú.
Buscó en su cerebro por alguna razón mejor, y la perfecta la golpeó. Esperaba
que los ciervos tomaran su posición dentro del círculo sagrado.

—Además, la carne humana no es muy saludable para ti. Por lo que sé, un
buen ciervo gordo sería mucho menos fibroso. ¿No te parece?

El gato parpadeó de un modo aburrido y Sarah, dentro de su cabeza,


escuchó: Continúa, ¿has dicho algo sobre ciervos?

—¿Sabes?, una manada de ciervos pasó por este lugar no hace mucho
tiempo. Siguieron ese camino por allí —Sarah señaló con nerviosismo el camino
que conducía a los árboles—. Están ahí fuera y en el círculo de la vida, son
muchos más ellos que yo.

El puma lamió el hocico dos o tres veces y Sarah tenía la sensación de que
estaba pensando en la cena. El gato se levantó y miró alrededor del
campamento, luego de nuevo a Sarah. Ella juró que su mirada decía; ¿ahora,
en qué dirección se fueron?

Sarah levantó un dedo indicando la ruta y el puma se fue en esa dirección.


Ofreció otro maullido suave y desapareció entre la maleza. Sarah echó más
leña al fuego hasta que las llamas estuvieron altas, y luego cayó de nuevo en
su manta de dormir. Estaba segura de que el castañeteo de sus dientes hizo
eco a través de los acantilados.

***

Sarah se sentó delante de su pequeño fuego con el ánimo abatido. Siempre


se desanimaba cuando las cosas no sucedían de la forma que se esperaba,
aunque su decepción no duraba mucho tiempo. Esta era la última noche de
su misión. Tendría que volver a Tima con las manos vacías. Sarah se había
sentado, con la mente despejada, a la espera en la quietud. Sin embargo,
ninguna de las madres de los clanes se le había aparecido. Ahora era difícil
dejar de pensar en la sed que tenía. El hambre no era tan mala. Después del
segundo día, no había sentido hambre en absoluto.

Sarah suspiró y arrojó unos cuantos palos en el fuego. Había cantado algunas
de las viejas palabras que Keeho le enseñó, pero aun así sólo había silencio
alrededor de su campamento. El puma nunca regresó, pero el ciervo sí. Se

233
sintió culpable cuando la manada pasó por su campamento de nuevo,
menos uno de sus miembros. El ciervo la miró de la misma forma que el gran
gato, como si entendiera. Él había bajado la cornamenta en su dirección
como para decirle que en su pueblo eran conscientes de su lugar en el círculo
sagrado.

Sarah afirmó la barbilla en la palma de su mano y se quedó mirando el fuego.


Cerró los ojos y contuvo las lágrimas.

—Por favor, madre sagrada, muéstrate —murmuró con exasperación.

¡Finalmente!, una voz sonó delante de Sarah.

Sarah abrió los ojos mientras que en su boca se formó la forma de la O.

—Sakli, yo soy la que mantiene la sabiduría. Las madres de los clanes me han
enviado como emisario a ofrecerte su inclusión en el camino. Me has hecho
esperar, pequeña.

—Pero ¡he estado aquí durante días! —dijo Sarah—. He tranquilizado y


aclarado mi mente y yo… —Se detuvo bruscamente. El suave sonido de la risa
se encontró con sus oídos y se cubrió la cara con las dos manos—. Me olvidé
de pedirte que vinieras a mí —admitió al fin—. Durante todo este tiempo
estuve esperando a que vinieras a mí y…

—Estaba esperando una invitación —la anciana terminó—. Pero estamos


juntas al fin y tenemos mucho que hacer.

—Pero tengo que volver al campamento de Tima mañana al mediodía —dijo


Sarah.

—No temas, pequeña. Encontrarás que el tiempo se mueve de forma


diferente para los que andan en el mundo de los espíritus que para lo que
caminan en la tierra. Has hecho una declaración de aprender el camino para
el bien de tu clan. No soy más que una de las curanderas de los treces clanes
originales. A lo largo de tu vida, voy a visitarte a menudo, al igual que las otras
madres. Te llevará muchos inviernos alcanzar los conocimientos necesarios
para ser una verdadera curandera.

—¿Cuándo voy a aprender todo lo que necesito saber? —preguntó Sarah.

—El día que pases al lugar sagrado, habrás aprendido todo lo que necesitas
saber.

Sarah sonrió.

234
—Así que lo que estás diciendo es que nunca dejaré de aprender. Nunca
sabré todo lo que hay que saber acerca de ser una curandera, incluso hasta
el día que me muera.

—Eres una joven inteligente, Sakli. El clan Chahta ha elegido bien. Ahora
tenemos trabajo que hacer. ¿Estás dispuesta a aceptar los sacrificios
necesarios para seguir el camino?

—Supongo que me gustaría saber de qué tipo de sacrificios estamos


hablando.

—Para llegar a ser una madre para el clan, se espera que entregues todo a
las madres originales.

—¿Y que voy a recibir? ¿Qué harán las madres por mí a cambio?

—Vamos a enseñarte a ver.

—No sé —Sarah sonrió—. Creo que he sido capaz de ver muy bien desde hace
tiempo por mi cuenta.

La mujer se rió del humor de Sarah.

—Sakli, las madres te enseñarán a ver lo que está más allá de la capacidad
de un caminante terrestre. Te enseñaremos a ver la verdad y la belleza, así
como la fealdad y la mentira. Siempre estaremos ahí para consolarte en tu
dolor y en último lugar, vamos a enseñarte a ver y curar el dolor de los demás.

Sarah pensó por un momento.

—Entiendo y acepto la oferta.

—Bueno. Ahora vamos a empezar.

De repente, Sarah y la anciana estaban delante de una pared de roca.


Estaban en lo alto de un acantilado y Sarah miró hacia abajo hasta el suelo.
Sólo podía distinguir su campamento con su círculo de piedras y fogata. El
borde de la roca exterior en la que se encontraban brilló de un color naranja
intenso cuando la piedra arenisca capturó la luz de una antorcha en la mano
de la anciana. Sarah vio frente a ella una abertura, como una puerta, tallado
en la roca. Levantó la cabeza y vio que muchas de estas viviendas estaban
excavadas en las rocas.

La anciana le indicó la entrada y le entregó la antorcha a Sarah.

—Las madres ven en ti, Sakli, el corazón de una curandera. Es importante que
también sepamos lo que ves en ti. Viaja a través de la kiva y te estaré

235
esperando en el otro lado. Si vuelves a salir a través de esta puerta, entonces
no podrás ser aceptada en el camino.

—¿Qué hay ahí? —preguntó Sarah mientras se esforzó por ver en la abertura
oscura.

—Amigos, enemigos, familia. Para ver el final de cualquier viaje, hay que ver
la verdad. Date prisa ahora. Te llevará muchos días para encontrar la verdad.

Sarah se volvió hacia la anciana, una vez más, pero se encontró sola en el
borde de la roca. Se dio cuenta de que no había nada que hacer más que
seguir adelante. Agarró la antorcha en su mano sudorosa y entró al lugar
oscuro. El mismo brillo de color naranja apareció cuando las llamas de su
antorcha bailaron en las paredes. Sus oídos captaron un sonido suave, como
el ritmo bajo de un tambor. Dio una vuelta en círculo para encontrar la fuente
del sonido.

—Es el latido del corazón de la madre tierra —Era una voz profunda que Sarah
conocía bien, pero cuando se volvió a mirar, no era la cara de Devlin. La
bailarina blanco y negro ahora le dijo al oído—. La Chuka te recuerda a un
útero. Este es tu renacimiento, Sarah. La felicidad se mezcla con el dolor. Si
aceptas la alegría, debe ser capaz de soportar el dolor ¿Puedes realmente
hacer frente a todo lo que la verdad podría mostrarte?

—Sí —dijo Sarah con una intensa confianza que no sentía. Cuando volvió a
mirar, la bailarina había desaparecido.

Sarah siguió moviéndose a través del laberinto de habitaciones. Vio imágenes


de aquellos a los que amaba y rostros de su pasado. Algunos de los espíritus
hablaron con ella, pero la mayoría de ellos observaban con expresiones sin
vida su paso. Habló con algunos, pero sabía que nunca debía repetir las
palabras, de esta visión, a cualquiera. Hubo numerosos momentos en los que
pensó dar la vuelta. Algunos de los espíritus que vio herían su alma. Fue sólo su
voluntad, el impulso inquebrantable que había estado con ella desde su
nacimiento, que la empujó a seguir adelante.

Sarah también se vio a sí misma en diferentes edades y en muchas


circunstancias. Era la niña que pensó que sus sueños habían matado a su
madre. Más tarde, era la mujer joven cuya voluntad no pudo salvar la vida de
su padre. Era niña y adulta, feliz y triste. La bailarina había tenido razón. El
nacimiento era una cosa de la alegría y el dolor mezclados juntos como una
emoción.

236
Sarah sintió que el laberinto de habitaciones de tierra terminaba. Miró la
antorcha en su mano y vio que la llama se quemaba débilmente. El material
envuelto alrededor de la cabeza de la antorcha casi se había consumido. Vio
un último obstáculo por delante de ella. Una figura se detuvo ante la apertura
al mundo exterior, bloqueando la ruta de Sarah.

—¿Quién eres tú? —le preguntó cuándo la figura no habló como los demás.

—Yo soy la verdad, Sakli. Soy tu mejor amigo y tu mayor enemigo. Tengo el
poder para elevarte y la capacidad de conquistar tu alma. Acercate más si
lo deseas para hacer frente a la verdad.

Sarah hizo una pausa antes de dar un paso vacilante. La figura estaba vestida
de la misma forma que la bailarina. Sin embargo, en lugar de la pintura blanca
y negra de la cara, un paño negro enmascaraba las facciones de la figura. El
desconocido hizo una seña a Sarah hacia adelante con una mano.

—Tú eres Keyuachi —dijo Sarah—. Eres la duda.

—Mira de nuevo, Sakli. Yo no existo si no lo deseas así. ¿Te escondes de la


verdad?

Sarah dio otro paso hacia delante, se acercó con una mano. Y le arrancó el
paño negro de la cara al desconocido. Abrió la boca cuando los restos
agonizantes de la antorcha se pulverizaron en la mano. Se quedó congelada
en su lugar, su respiración se aceleró, como si fuera incapaz de tomar el aire
suficiente. Lo que el desconocido había dicho tuvo sentido, cuando Sarah se
quedó mirando su propio reflejo.

—Somos uno, Sarah. No permitas que estas personas te convenzan de que


eres lo que no eres. Tú nunca vas a ser especial.

Una expresión de dolor cruzó las características de Sarah al recordar a su


madre diciendo algo similar cuando era una niña. Su madre sabía que Sarah
podía soñar, y la mujer la había disuadido de creer en tal cosa, en la creencia
de que podría ser especial. Sarah sentía como se encogía sobre sí misma. Se
sentía como un pretendiente en un mundo de fantasía dentro de su propia
mente. Durante muchos años, había sofocado la ira y el resentimiento que
sentía por su madre. No hubiera sido amable pensar mal de los difuntos.
Finalmente se dio cuenta que había sido ese pensamiento lo que la llevó a
renunciar tantas veces en su corta vida.

La frente de Sara se arrugó y su mandíbula se tensó.

237
—Estás equivocada. Hay una diferencia entre nosotros, Keyuachi —Levantó la
mano y empujó lo poco que quedaba de la antorcha en su reflejo del espejo.

El Keyuachi gritó de dolor y se retorció en agonía hasta que se disipó en la


nada. El Keyuachi se convirtió en un espectro fantasmal y gritó mientras volaba
por la habitación, rodeando el techo por encima de la cabeza de Sarah.

—La diferencia es que yo no me rindo —Sarah gritó por encima de los gritos
de lamento del Keyuachi. El espectro giró en la habitación una vez más y voló
por la puerta que una vez había custodiado. La oscuridad la rodeó, pero Sarah
siguió el brillante rastro de luz del Keyuachi fuera de la habitación.

—Felicidades, pequeña —La madre del clan se presentó delante de Sarah en


medio de su campamento, como si nunca se hubieran ido—. Te tomó muchos
inviernos, pero al final viste en ti la misma fuerza que vemos.

Sarah miró confundida. No sólo estaba en su propio campamento, sino que su


fogata aún ardía con fuerza. Se acordó que la madre le había dicho que
estaría en el laberinto por días. Mirando a su alrededor, se dio cuenta que sólo
habían pasado momentos.

—Te ves inestable, Sakli. Siéntate —La mujer se sentó en el suelo con Sarah. Le
ofreció a Sarah algo de comida y agua—. Adelante —dijo en respuesta a la
reticencia de Sarah—. Tu misión ha terminado, Sakli. Ahora eres una
curandera.

—No me siento diferente —dijo Sarah con la boca llena de agua y banaha.

—¿Qué esperabas? —se rió la mujer mayor.

—Bueno, no sé. Supongo que pensé que de repente me llenaría de todo tipo
de sabiduría o algo así.

—Pero la tienes, Sakli.

—No sé nada diferente de lo que sabía antes.

—Cuando llegue el momento, pequeña, tú lo sabrás. Hará falta tiempo para


que todo el saber se abra paso a través de tu mente, pero con el tiempo, lo
entenderás. El Aprendizaje debe ser un proceso lento, Sakli, cualquier cosa
que tenga el poder de curar de igual manera tiene poder para hacer daño.
Recuerda que debes actuar siempre, no reaccionar. Y cuando actúes, nunca
dejes que sea por miedo.

—Gracias a todas ustedes.

238
—De nada. El honor está en dar. Ahora, Sakli, eres responsable. En el lenguaje
de tu clan, ahora eres isht ahalaia. Esto significa que no sólo eres responsable
de tu propia salud y desarrollo espiritual. Al igual que eres la madre de tus hijos
físicos, también debes ser la madre de tu clan. Eres responsable por el
bienestar de los hijos de tu cuerpo, del mismo modo que ellos son responsables
de sus padres cuando envejecen. Como curandera, eres responsable de
todas las personas de tu clan. Ellos también te protegerán y cuidarán de ti
como un padre. Ahora debes velar por las necesidades de tu clan Chahta al
igual que lo haces por las tuyas y las de tu propia familia. Esto es paralelo a la
interconexión del clan con todas las personas y el mundo que les rodea.
También es una forma de decir que nosotros debemos tratar a los demás,
como nos tratamos a nosotros mismos.

Sarah bostezó profundamente.

—Ahora duerme, pequeña. Tu futuro comienza con la primera luz.

Sarah y Tima se abrazaron cuando Sarah regresó al campamento de Tima al


día siguiente. Sarah hizo una mueca y Tima le dio la vuelta para examinar el
origen del dolor.

—¿Sabías que esto estaba aquí? —preguntó Tima.

Sarah frunció las cejas y tiró de la piel en el hombro. Agarró una parte de la
piel de ciervo que parecía cortada. A través de la apertura, pudo ver parte
de un corte en la parte superior de su hombro.

—Debo haberme cortado en las rocas anoche —dijo Sarah con aire ausente.

Tima sonrió mientras examinaba la marca.

—Cuando esto se cure, tendrás una cicatriz —dijo—. Se parecerá a esto.


Cogió un palo y dibujó una marca en el suelo para que Sarah la viera.

Sarah sonrió a Tima. Su cicatriz se asemejaba a una pluma, la marca de una


curandera Chahta.

—Lo admito, Sakli —Tima comenzó a decir con lágrimas en los ojos—, ayer por
la noche, vi al Keyuachi.

Sarah sonrió para sí misma.

—Yo sé lo que quieres decir. Me estoy hartando de ellos. Te lo contaré algún


día. En este momento, me muero de hambre. ¿Tiene algo de comer?

239
Tima se rió de Sarah y se sentaron juntas. Tima sacó fruta, pan y una jarra de
agua que había llenado recientemente. Escuchó mientras Sarah relataba
partes de su búsqueda. Sabía que Sarah dejó lagunas en su historia, pero
estaba en su derecho.

Por último, Sarah hizo una pregunta.

—Nali, ¿sería mal educado de mi parte preguntar por qué no eres una
curandera? ¿No te eligieron las madres del clan?”

—Fui seleccionada para entrenar a otra —Tima sonrió y puso su mano sobre
Sarah—. Nunca había contado a nadie, aparte de Keeho, lo que los espíritus
le habían dicho cuando era joven—. Las madres de los clanes vinieron a mí
durante mi búsqueda de curación. Me dieron una elección ese día. Podría
convertirme en Alikchi, o podría entrenar a otro. Me dijeron que algún día,
alguien vendría, que no tenía conocimiento en los caminos de clanes. Ésta no
tendría madre de quien recibir su formación o incluso un estatus en el clan,
pero ella poseería el poder de salvar las formas Chahta. He elegido el camino
de la responsabilidad en lugar de la ruta de reconocimiento. Nunca he sido
más feliz con mi elección.

240
Parte 20

C
inco kilómetros después del incidente en la Salk Fork, la manada cruzó
Pond Creek. Un gran lago en el lado sur, justo al este del sendero que le
dio el nombre al arroyo. Más perros de la pradera, fiestas indias, y
búfalos se cruzaron en su camino. Cuando llegaron a Polecat Creek, Devlin
sabía que estaban en Kansas.

Cruzaron las llanas praderas de Kansas, a caballo por los campos de girasoles
y varas de oro. Vieron un número cada vez mayor de naranjos de Osage
plantados en hileras. Esa era una señal segura de granjeros, o nidos, como los
llamaban los jinetes. Los granjeros llamaban a los naranjos cercas frutales y
plantaron los árboles como una protección contra el viento y una valla natural.
Las manadas de búfalos todavía se cruzaron en su camino, pero su número
disminuía a medida que los ganaderos avanzaban hacia el norte.

Justo después de cruzar el río Chikaskia, un grupo de guerreros Osage se


acercó a ellos en busca de tabaco y novillos. Devlin les entregó dos novillos,
pero se negó a darles tabaco. Algunos de sus hombres tenían algo y sabía
que el mexicano Bob lo guardaba en la carreta de tirada. La entristecía que
lo que antes era sagrado para estas personas ahora se había vuelto tan
común. Disfrutaba de un cigarro o dos, pero en esas raras ocasiones, una
pequeña parte de ella siempre veía la mirada de regaño de Tima.

En el día cincuenta, Devlin y los ganaderos del Double Deuce llegaron al río
Arkansas. Vadearon el agua clara sin tener que nadar. El agua era poco
profunda, por lo que el ancho río de quinientos metros fue más fácil cruzar.
Siguieron adelante más allá de la localidad de Wichita. Era un lugar que crecía
cada vez más dentro del campamento indio. Jesse Chisholm había construido
un puesto comercial en la desembocadura del río y poco a poco, el pueblo
aumentaba en población. Wichita tenía algunas tiendas, un salón, herrero, y
tiendas de silla de montar. No había más de veinte o treinta familias allí, pero
Devlin era lo suficientemente desconfiada como para mantenerse alejada del
pueblo.

Después de cruzar el Arkansas, hubo un cambio en los ganaderos que


rodeaban la manada. Devlin lo sintió ella misma. Por primera vez desde que
habían empezado, se permitió creer que podían hacerlo. Cruzaron las

241
praderas llanas donde crecían altas plantas de mezquite y más naranjos de
Osage, cargado de verdes frutos duros.

En el día cincuenta y tres, llegaron a Elm Springs. Los frescos manantiales se


unieron al río Smoky Hill fluyendo hasta Abilene. Ahora estaban a cuarenta y
cinco kilómetros al sur de su destino. Tenían alojamiento, leña y agua en los
alrededores de Elm Springs. Devlin ordenó a los rebaños que encontraran un
buen lugar para acampar y se instalaran por uno o dos días. Ella y algunos
otros tendrían que completar la tarea de vender la manada.

Esta última parte sería lo más fácil de la unidad. A pesar de que a Devlin no le
gustaba la idea de tratar con los hombres que vendían la carne de res a los
ferrocarriles, al menos no tendría que regatear. El precio ya estaba fijado,
Sarah había telegrafiado a Abilene antes de que la manada saliera del
territorio.

Devlin llevó a Hank y otros dos hombres de su manada junto con ella, a
Abilene. No quería que los ganaderos estuvieran demasiado cerca de la
ciudad, al menos no hasta que se hubieran trasladado los rebaños a los
corrales. No le tomó mucho tiempo negociar con los hombres del Pacific
ferrocarril de Kansas, y un día después, ella y su grupo estaban de regreso a la
manada.

A la mañana siguiente, el día cincuenta y ocho, condujeron los rebaños al


campamento en el río Smoky Hill. Estaban a cuatro kilómetros de Abilene. Los
hombres que dirigían el mercado ferroviario le habían dicho Devlin que
disponían de mil vagones para enviar toda la carne, por lo que habían
acordado llevar dos rebaños por día. La mayoría serían enviados al este a los
mataderos. Se había producido una escasez de reses en el oeste, por lo que
un número de cada rebaño iría en esa dirección. Las Remudas, menos las
monturas personales de los ganaderos, también fueron vendidas para ir hacia
el oeste. Siete días más tarde, Devlin entró en Abilene con lo último de la
manada. Aceptó los giros bancarios de las tres compañías de ferrocarriles y se
dirigió hacia el banco de la ciudad.

Devlin temía esta parte. Hank y Matt vinieron como apoyo moral. En realidad,
parecía más como una orden para ellos. Se prepararon para estar en el banco
la mayor parte del día, mientras contaban y separaban el dinero de cada
rancho para la unidad. Los bonos y acciones que pertenecían a Devlin por
liderar la unidad tuvieron que repartirse de la participación de cada
ganadero. Por último, estaba el pago de los hombres. Mientras Devlin
manejaba todas las sumas de dinero utilizando giros bancarios y telegramas,
pagó a los hombres en efectivo. Se dio cuenta de que, por desgracia, en el

242
momento en que dejaran Abilene, la mayor parte de los ganaderos habrían
gastado sus salarios duramente ganados en comida, bebida y
entretenimiento, por lo general del tipo femenino.

El trío se sentó en el interior de las hacinadas oficinas de Malcolm E. Sanders,


un funcionario del banco. Llevaba lentes de montura metálica y hablaba en
un ritmo rápido. Devlin pensó que era sobre todo porque el caballero
aficionado a los libros no dejaba de mirar el revolver de seis cañones que ella
y Hank llevaban.

Matt, chupaba un caramelo duro que había comprado en la tienda, se inclinó


sobre el escritorio de Malcolm y observó al hombre añadir cifras a una
columna. Malcolm levantó la vista como si quisiera solicitarle a Matt que
retrocediera un poco, pero luego miraba a Devlin y Hank y volvía a trabajar
en sus números. Repitió cada cifra en voz alta mientras leía el libro en el que
Devlin había detallado todos los números de la manada. A medida que
Malcolm agregaba las sumas en una hoja de papel contable, Matt lo
observaba escribir y Devlin daba unos golpecitos con los dedos.

Cuando Malcolm reveló la cifra total, Devlin arqueó una ceja.

—Te faltan quinientos sesenta y tres dólares con treinta y siete centavos.

—Bueno, yo desde luego no sé cómo... quiero decir, yo… —Malcolm


tartamudeó. Normalmente era preciso en sus sumas, pero este grupo lo puso
nervioso. Se preguntó cómo una mujer como ésta había acumulado tanta
riqueza y, sobre todo, cómo supo tan rápidamente que sus cifras estaban
equivocadas. Su expresión parecía divertida en lugar de enfado, pero
Malcolm estaba perturbado, no obstante.

—Tienes que sumar los dos de aquí —Matt señaló el libro al hombre mayor y
sonrió amablemente. Sus dientes estaban teñidos de rosa por el dulce que
había estado comiendo.

—Oh, sí... Ya veo. Honestamente, yo no estaba tratando de…

—Cálmese, Malcolm —Devlin se quitó el sombrero y pasó los dedos por el


pelo—. No disparo a la gente por ser mala en matemáticas. Bueno, no la
primera vez de todos modos. —Hizo un guiño a Matt—. Simplemente relájese
y haga su trabajo.

—Sí, señora.

Malcolm terminó el resto de las cifras y llenó la información necesaria para


telegrafiar el dinero a las personas adecuadas. Cordelia tenía razón. La venta

243
del ganado haría ricos a todos, eso era seguro. Devlin nunca había tenido
tanto dinero en su vida.

—¿Y éste, señorita Brown? —Malcolm indicó el dinero de Devlin.

—Colóquelo en la misma cuenta de Sarah Tolliver. —Devlin no podía pensar


en ningún otro uso para el dinero más allá de su nueva familia, pensó que así
podría ir al mismo saco—. Espere un minuto. Calculo que necesitaré cincuenta
dólares en efectivo.

Malcolm sonrió. Fue la primera vez en el día. La voz suave de Devlin, que no
parecía darle mucho crédito a la enorme riqueza que ahora controlaba,
realmente le afectó.

—¿Va a necesitar contratar guardias para pagar a sus hombres? —parecía


una pregunta ridícula dada las pistolas brillantes de Devlin, pero era su deber.

Devlin sonrió.

—Creo que no vamos a encontrar a nadie tan tonto como para tratar de
robarnos, ¿verdad?

—No, señora —Malcolm devolvió la sonrisa agradable.

—¿Y qué hay de mí, Dev? —Matt preguntó mientras miraba el dinero que
Devlin metía en el bolsillo.

—Eres un ayudante contratado, hijo. Se les paga junto con todos los hombres
—Devlin rió al niño ansioso—. Malcolm, fue un placer hacer negocios con
usted.

Al día siguiente, Devlin dio a los hombres sus salarios y bonificaciones. De las
casi cincuenta mil cabezas de ganado, habían perdido menos de
cuatrocientos. Los hombres que tenían previsto regresar al Double Deuce
como jinetes permitieron a Devlin que depositara sus bonos. La mayoría de
ellos se dio cuenta de que, si tenían el dinero en sus bolsillos en una ciudad
como Abilene, no se quedaría allí mucho tiempo.

La orden de pago fue para los jinetes primero, luego los cocineros y, por último,
los vigilantes y los vaqueros. Cuando Matt dio un paso adelante para su pago,
Hank miró a Devlin.

—Ganaste treinta dólares por la unidad. Además, obtienes un bono como


todos los demás. El total del salario es ciento treinta dólares. Dale diez en
efectivo —dijo Devlin Hank.

244
—Aw, Dev —Matt se quejó. Los otros que se habían quedado en el
campamento se rieron de la decepción de Matt ya que todos sabían qué tipo
de capataz podía ser la jefa de ruta.

Devlin lo consideró y dio a Matt una sonrisa.

—Está bien, veinte, pero será mejor que te vea con ropa nueva cuando
lleguemos a ese tren pasado mañana.

—Así será, jefa.

Cuando la caja de metal estuvo vacía, Hank cerró con aire triunfal.

—Parece que lo hiciste, Dev, Sarah va a estar horriblemente feliz contigo. Lo


has hecho bien, mi amiga. Muy bien.

Devlin esbozó una sonrisa genuina. Sabía que Hank era una de las pocas
personas que se daban cuenta del gran logro que la manada había sido para
ella. También se dio cuenta de lo mucho que había extrañado a Sarah.

—¿Crees que haya alguna manera de llegar a casa en un día? —preguntó


Devlin.

Hank rió al ver la expresión enferma de amor de su amiga.

—Si la hubiera, sé que serías tú quien la encontraría.

Devlin fue a la ciudad a la mañana siguiente. Prometió que llevaría a Matt,


una vez que ella volviera al campamento. En honor a la verdad, habría
querido un poco de tiempo para sí misma. Lo primero que hizo fue enviar un
telegrama a casa con la esperanza que llegara a Sarah en el pueblo Chahta.
Luego se dirigió a la tienda y compró un nuevo conjunto de ropa -no esa ropa
que usaba todos los días, sino un traje de vestir elegante. Se vistió toda de
negro a excepción de un chaleco de brocado dorado y una camisa blanca.
También compró un par de botas negras. Se sentía como uno de esos
jugadores de póquer que se paseaban alrededor de las mesas de juego del
salón. Una vez que tuvo su nueva ropa bajo el brazo, se dirigió al primer lugar
que ofrecía un baño caliente en privado. Una vez que llegó de vuelta al
campamento, su buen humor se desvaneció rápidamente.

—¿Cómo que se fue a la ciudad solo? —Devlin preguntó enfurecida a los


hombres que quedaban en el campamento. Estuvo buscando a Matt durante
una hora antes de que alguien le dijera dónde estaba.

—Bueno, no, jefa. Se fue con Sparks y Jimmy el tuerto.

245
—¿Se fue con esos dos cabezas de carnero? ¿Para qué? —Devlin miró a los
hombres que de repente encontraron la tierra a sus pies muy interesante—.
¡Dije para qué! —Estaba gritando y vio a uno de ellos retroceder.

—Bueno, ya sabes, él es un chico y tiene... un hombre necesita… —Buster


había montado en el arrastre de la manada y ahora sabía por qué era la única
posición que podía manejar.

—Dime que no lo hiciste —dijo, dando un paso más cerca del hombre—. ¡Dime
que no enviaste a mi hijo a tener sexo a una casa de citas en Abilene!

Buster tragó saliva e intentó reunir un poco de valor. Miró a su alrededor, pero
no encontró ningún apoyo de los otros jinetes. Los hombres esperaban que
Devlin no se fijara en cualquiera de ellos para descargar su ira.

—Bueno, pensé... quiero decir, que es un chico…

—¡Él es un niño!

—Lo hice cuando tenía su edad —Buster cometió el error de decirle.

—¡Eso es porque eres un idiota! —Devlin gritó mientras se montaba en su


caballo—. Más te vale que lo encuentre a tiempo.

—Bueno, ¿y si él lo ha hecho ya, jefa?

—Entonces volveré y te romperé las dos piernas —Devlin gritó mientras se iba
en dirección de la ciudad.

Devlin se encontró ahora en la parte situada al sur del ferrocarril conocido


como Tejas Abilene. Fue a todos los salones de baile y bares que pudo
encontrar en busca de los dos jinetes estúpidos y Mattew. Miró en la Cabeza
del toro, el Cuerno de Alce, La perla, La fruta vieja, y finalmente el Tom
Downey. Estaba cada más preocupada cuando entró en el Álamo.

El Álamo era una habitación larga con un frente de doce metros sobre el
Cedar Street, mirando hacia el oeste. La barra tenía una entrada en cada
extremo. El frente tenía tres puertas dobles de cristal, que siempre
permanecían abiertas. Un bar con accesorios de latón y carriles corría a lo
largo de la pared del fondo, y detrás de él estaban grandes espejos. Grandes
pinturas de mujeres desnudas colgaban en las paredes laterales. Devlin buscó
en la amplia zona del piso, pero a pesar de que tenían una orquesta tocando,
estaba ocupado en su mayoría por mesas de juego.

Devlin miró a través de las puertas de cristal hacia Cedar Street. Allí, al otro
lado de la calle, se encontraba Mattew. Miraba uno de los muchos edificios

246
de dos plantas, pero él no se movió. Devlin no necesitaba que le dijeran que
albergaba el edificio. Abandonó el Álamo y se acercó por detrás al
inconsciente joven.

Justo cuando Mattew se frotaba las manos sudorosas a lo largo de sus


pantalones nuevos, dio un paso hacia delante, y su impulso fue detenido por
una mano alrededor de su cuello. Él sabía que reconocería ese agarre de
acero en cualquier lugar.

¡Au, Dev!

—¿Qué demonios estás haciendo, muchacho? —Devlin no tuvo el corazón


para decir nada más.

Matt se quedó con las manos hundidas en los bolsillos y las mejillas teñidas de
rosado.

—No importa. Tenía demasiado miedo para entrar de todos modos —


murmuró.

Devlin puso un brazo alrededor de los hombros del niño y lo llevó lejos de la
calle. Se acordó de lo aterradora que había sido su primera vez.

—Aprendí algo sobre el miedo este último par de meses, Matt. ¿Quieres oír lo
que es?

Matt se encogió de hombros mientras caminaban. Devlin todavía tenía su


mano en su espalda cuando se dio cuenta de algo que no había notado
antes. La parte superior de la cabeza del chico, sobrepasaba su hombro.
Sarah llegaba hasta el hombro de Devlin, y la última vez que había visto Devlin
a madre e hijo juntos, Sarah era un poco más alta que Matt.

Devlin se detuvo y se apoyó en la barandilla de madera delante de una de


las muchas tiendas de la ciudad.

—A veces el miedo es nuestro amigo. Nos dice cuando nosotros estamos


haciendo algo muy estúpido.

—Sí, pero pensé que me dijiste que a veces hay que seguir adelante y no tener
miedo, que a veces hay que presionarse a sí mismo.

—A veces hay que hacerlo. Tienes razón, Matt. Sin embargo, tienes que
tomarte el tiempo para mirar a cada lado, para decidir si lo que estás
haciendo va a ayudarte a largo plazo o si sólo va a doler o, peor aún, hacer
que te maten. Un hombre inteligente toma decisiones después de pensar en
las consecuencias de sus acciones.

247
Matt se quedó allí, al parecer, procesando la información. Esta fue una de las
muchas razones por las que se enorgullecía de Matt. Parecía escucharla y
tomar sus palabras en serio. Tanto si las creía o no.

—¿Alguna vez has estado en lugares como ese, Dev?

Devlin suspiró. No entendía todos los detalles de cómo los hombres se sentían
sobre este particular rito, pero había vivido más cerca de los hombres que la
mayoría de las mujeres nunca lo haría. Vivía en su mundo como una igual. Los
vio de manera que muchas de sus esposas nunca lo harían.

—Matt, crecí diferente que tú. Diferentes reglas se aplicaban en aquel


entonces. Sí, he visitado lugares como ese, pero tienes la oportunidad de vivir
tu vida mejor que yo. ¿Sabe lo que más siento sobre las chicas en casas como
esa?

Matt negó con la cabeza, preguntándose si debería sentir vergüenza por tener
esta conversación con la mujer que había empezado a considerar como otra
madre. A él le gustaba que le hablara como un adulto. Por encima de todo,
sabía que ella siempre había sido honesta con él. Se preguntó si Devlin
entendía todo lo que sentía.

—Me perdí de algo muy especial, como conocer a una chica en la escuela o
en un picnic. Me perdí crecer juntas y planear para un futuro. Conocer a una
mujer como tu madre cuando era más joven podría haber cambiado el
rumbo de mi vida. Estoy contenta de haberla conocido cuando lo hice. Estoy
feliz con la vida que tengo hoy, pero estoy segura que perdí mucho de mi
tiempo.

El ala del sombrero de Matt ocultaba sus ojos. Él bajó la cabeza antes de
hablar.

—Creo que sentí como si estuviera... como si debiera, ¿sabes? Además,


bueno, yo quería saber un poco, ya sabes... cómo se sentía —La voz de Matt
se apagó.

—Si lo sé. Realmente lo creo —Devlin se puso de pie en toda su altura y colocó
sus manos a cada lado de la cara de Matt—. Tu día llegará. Eso sí, no te
apresures, ¿de acuerdo? Vas a crecer como el hombre que tu padre querría
que fueras. Piensa más con esto —puso un dedo en la frente de Matt—, en
lugar de eso. —Terminó señalando en la dirección de su cinturón.

Matt tuvo dificultades para no subir una sonrisa a su cara. Tal vez Devlin sabía
cómo se sentía.

248
—Oye, ¿tienes hambre? —preguntó Devlin.

—Podría comer.

—Bueno, porque estoy medio muerta de hambre y sedienta como el diablo.


Ya que estamos dudosos, puede que te compre la cena. ¿Alguna vez has
dormido en una cama de hotel?

—No.

—Entonces lo haremos esta noche. Vamos.

—Pero, Dev, el Merchant Hotel está por ahí —Matt dijo cuándo se dio cuenta
que Devlin lo llevaba hacia el lado norte de la ciudad.

—Ahí es donde van los jinetes. Este —Devlin se quitó el sombrero y dirigió los
ojos de Matt al signo pintado de oro que decía Cottage Drover—, es donde
los jefes de rutas y los compradores vienen.

Matt miró a través de las ventanas de vidrio a los hombres en trajes elegantes
y damas en vestidos largos.

—Pero, Dev —Matt susurró—. No soy un jefe.

—No, pero yo lo soy y tú eres mi hijo. No creo que la gente vaya a quejarse
conmigo, ¿verdad? Además —Devlin abrió la puerta y empujó a Matt en el
interior—, conozco al propietario.

—Necesito dos habitaciones —dijo Devlin a la espalda del recepcionista.

El hombre se dio la vuelta con una sonrisa en su rostro.

—Sí, señor... es decir... eh, señora —pasó de tener una sonrisa confiada a una
nerviosa, una vez que se dio la vuelta y vio a Devlin en el mostrador.

—Dos de sus mejores habitaciones, una junto a la otra. Quiero un baño


privado, también.

—Uh, sí, señora. Si usted firma... aquí.

Devlin arqueó una ceja al hombre nervioso y firmó su nombre completo en el


guion. El volvió el libro y leyó su nombre en voz alta.

—Devlin Brown.

Devlin estaba segura que escuchó detenerse varias conversaciones en el


vestíbulo a su alrededor. No dejó que le molestara; se había acostumbrado a
lo largo de los años. Sacó unos billetes de su bolsillo y los colocó en la pulida

249
recepción del hotel. Sólo un instante pasó antes que una mano grande
aplastara el dinero, atrapando la mano de Devlin debajo.

—Tu dinero no es bueno aquí, Brown.

Matt dio un paso atrás y observó al extraño confrontar a Devlin. Era un hombre
grande, incluso más alto que Hank. Tenía un vientre más grande que Hank,
pero los brazos de este hombre parecían troncos de árboles.

—¡Devlin Brown, pendenciera y bebedora de whisky barato! —gruñó el


hombre.

—Bueno, si es JB Carpenter, el ladrón de caballos —Devlin siseo.

—Te dije que te mataría si alguna vez te veía de nuevo, Brown.

—Y recuerdo haber dicho que morirías intentándolo.

Los dos se miraron mutuamente, y con cada tic-tac del reloj en la pared, la
gente en el vestíbulo esperaba ver qué drama se desarrollaría. De repente,
Devlin se echó a reír. El hombre entonces la envolvió en un apretado abrazo
de oso.

—Sabía que reventarías en primer lugar —El hombre se rió mientras hablaba.

—¡Eso es solamente porque la idea de que trates de patearme el culo es muy


graciosa!

—¿Cómo demonios estas, Dev? —Hank dijo en su última carta que fuiste a
trabajar para una mujer.

—Estoy muy bien, y confía en mí, Hank no te contó ni la mitad —Devlin miró
sobre su hombro para ver a Matt con una expresión confusa en su rostro—.
Está bien, hijo, ven. Matt, me gustaría que conocieras al propietario de esta
trampa para ratas —dijo con un guiño—. Te presento a JB Carpenter, el peor
ganadero que nunca montó los caminos, pero uno de los empresarios más
inteligentes que jamás conocerás. JB es el hermano menor de Hank, y utiliza
las palabras un poco a la ligera.

Matt sonrió de oreja a oreja una vez Devlin lo dejó entrar en la broma. Estrechó
la mano de JB y retrocedió una vez más.

—¿Estás trabajando con arrieros un poco jóvenes, ¿no Dev?

—Matt es mi hijo —dijo Devlin sin dudar.

250
JB no creía que la sonrisa del niño pudiera ser más grande. Nunca había visto
tan relajada a Devlin. Obviamente, Hank había dejado la mejor parte de su
historia para su reunión familiar esa noche.

—Como dije, Dev, tu dinero no sirve aquí. James, ve que mis amigos tengan lo
mejor que tenemos para ofrecer —dijo JB al recepcionista—. ¿Qué tal si los
invito a cenar?

—Bueno, si eres lo suficientemente loco como para desprenderte de tu dinero,


estoy segura que no soy tan tonta como para rechazar tu invitación. Una
buena comida es justo lo que me gustaría ahora —dijo Devlin—. ¿Y tú, Matt?
¿Crees que podrías comer lo suficiente para hacer pagar una gran factura a
este Dandy?

—Sí, señora —Matt dijo con entusiasmo.

Fiel a su palabra, JB mostró a los dos la mejor mesa en la casa. Devlin y Matt
colocaron sus sombreros en las sillas vacías al lado de ellos. Matt parecía
inseguro por todo el cristal y plata sobre la mesa. Devlin había estado allí antes,
pero todavía tendía a sentirse abrumada por la cantidad de cubiertos. Colocó
la servilleta de tela en su regazo y Matt repitió sus acciones.

—¿Todavía te gustan las cosas buenas, Dev? —preguntó JB.

—Cuando puedo conseguirlo. Me he vuelto un poco aficionada al bourbon


de Kentucky en los últimos tiempos.

—Rose —JB se volvió hacia una mujer joven con una bandeja en sus manos—
trae a mis amigos aquí una botella de Madame Cliquot. ¿Lo quieres con hielo,
Dev?

—Estás bromeando, ¿verdad?”

—Nop. Lo cortan del río Republic en el invierno, y lo almacenan en graneros


durante el verano. Me cuesta seis centavos la libra, pero en un día caluroso,
vale la pena.

—Acepto. Nunca he tenido hielo en verano.

—¿Ahora qué dices de un par de filetes con todo? —preguntó JB, frotándose
las manos como si estuviera haciendo una venta.

—Por favor, JB, yo he estado en la ruta durante dos meses. Estoy hasta la
coronilla de carne —se quejó Devlin.

251
—Bien, bien. Tenemos un filete de jamón de alrededor de 2 centímetros de
espesor acompañado de patatas fritas y verduras.

Devlin sonrió y miró a Mattew, quien asintió con entusiasmo.

—Suena como un trato.

—Está bien, los dejaré comer en paz y volveré cuando tengas tu café. Rose,
trata bien a mis huéspedes aquí.

—Sí señor Carpenter —La camarera regresó con el whisky de Devlin. Llenó el
vaso con hielo de un cubo de plata, que dejó sobre la mesa. Después vertió
una cantidad generosa del líquido ámbar en el vaso de cristal pesado y se
volvió a Mattew—. ¿Y para usted señor?

Matt se mostró sorprendido que la camarera hablara con él, pero Devlin
respondió en su lugar.

—Para él, leche.

—Au, Dev. Eso no es divertido.

—Si lo es —dijo con una sonrisa—. Oh, está bien, deja de mirarme con los ojos
de tu madre ¿Sabes la diferencia entre un sorbo y un trago? —preguntó a la
camarera. Cuando Rose asintió, continuó Devlin—. Él puede tener un sorbo.

Rose sonrió y le sirvió más que una cucharada de whisky en vaso a Matt.

—Disfrútenlo. Si necesitan algo, sólo pídanlo. Vuelvo con sus cenas en un


momento.

Devlin sostuvo el vaso hacia Mattew.

—Este es el whisky más suave que probaras por en estas partes. Has hecho un
buen trabajo este verano, Matt. Por un rápido viaje a casa.

Ellos golpearon sus vasos juntos y Matt sonrió por el sonido musical que emitió
el cristal cuando hicieron contacto. Bebió la pequeña cantidad de licor de un
trago. Se quemó la garganta al bajar y sus ojos se humedecieron. Parecía estar
conteniendo la respiración.

—No seas orgulloso, muchacho —Devlin empujó un vaso de agua delante de


Matt—. Bebe algo.

Matt tragó el agua hasta que su garganta se sintió mejor. Cuando su


respiración volvió a la normalidad, Devlin dejó el vaso sobre la mesa.

—Entonces, ¿qué te parece?


252
—Tienes razón... suave —Matt dijo con voz ronca.

Devlin se rió de las payasadas de Matt.

—Espero que lo hayas disfrutado. Esa es la última bebida alcohólica que


beberás durante algún tiempo.

—¿Cuánto tiempo?

—Hasta que estés tan alto como yo.

—¡Au, Dev, eso será para siempre!

Devlin se rió una vez más y recordó cuanto había crecido Matt, en este verano.

—No es tanto como piensas, hijo. No es tanto tiempo.

—Bueno, ¿ha estaba tan verde como yo en mi primera manada? —Preguntó


JB. Todos se sentaron alrededor de la mesa para conocerse. Devlin estaba
muerta de cansancio, pero disfrutaba de la conversación con su viejo amigo.

—Nadie puede estar tan verde como tú. Ahora que lo pienso, nadie ha sido
nunca tan malo como tú.

Se rieron un poco más y JB se volvió a Matt.

—Ella tampoco es una chica. Dev terminó sacándome de las arenas


movedizas, el barro y las chumberas. Una vez estuve a diez segundos de caer
sobre una cascada que me habría dejado en un montón de pequeñas piezas.
Dev me agarró justo a tiempo.

—Matt me sacó esta vez. Me salvó justo cuando pensaba que moriría —dijo
Devlin.

—¿Es eso así? Bueno, supongo que tienes los ingredientes de un verdadero
ganadero aquí —JB dijo mientras se inclinaba hacia atrás en la silla—. Creo
que Dev y yo nos hicimos amigos rápidamente el día que le prometí que no
volvería nunca a poner un pie en el camino de nuevo —se rió tan fuerte que
sacudió su vientre.

—¿Realmente le dijiste a Dev que la matarías la próxima vez que la vieras? —


preguntó Matt.

—Claro que sí. Quería matarla. Estaba dolorido, hambriento, cansado y triste
todo el camino a St. Louis. Maldije su nombre a cada paso que daba. Por
supuesto, creo que fue el incidente de la lata que llevó a Dev a decirme que

253
si alguna vez me veía trabajando como arriero de nuevo, ella me cortaría en
trozos y me daría como alimento a los búfalos.

Devlin ahora estaba riendo tan fuerte como JB. Se volvió a Matt.

—Estaba de guardia durante la noche cuidando una manada de alrededor


de mil quinientos cabezas. De alguna manera, el burro dejó que su caballo
metiera la pata en una lata. Lo peor fue que el animal la tenía atrapada en
su casco. Se desató el infierno. Entre éste, —apuntó el pulgar en dirección de
JB—, y su caballo, parecía que estaba haciendo un acto en un salón de baile.
El sonido espantó a la manada que rompió en estampida en cinco
direcciones diferentes. Nos llevó tres días juntarlos de nuevo, aun así, nunca los
encontramos a todos.

—Como dije, yo era un mal arriero.

—Pero él es un gran hombre de negocios —añadió Devlin—. Odio dejar esta


amena conversación, JB, pero estoy a punto de dormirme parada y el sol no
ha bajado aún.

—Fue muy bueno verte de nuevo, Dev. Matt, cuidado con ella. Voy a buscar
a alguien que les muestre sus habitaciones.

Después de las buenas noches, cuando estaban solos en sus habitaciones,


Devlin oyó un golpe en la puerta contigua.

—Adelante, Matt.

Devlin estaba medio tumbada en la cama suave.

—¿Alguna vez tuviste un colchón tan suave en toda tu vida?”

—Seguro que no —dijo Matt somnoliento—. Sólo quería decir gracias, Dev.
Por... bueno, supongo que por todo lo que hiciste por mí hoy y traerme a este
viaje en primer lugar.

—De nada, Matt. Te lo ganaste. Debes estar orgulloso de lo que has logrado.
Yo lo estoy. Tu madre también lo estará. Ahora ve y duerme un poco. Sin vagar
por la ciudad solo, es una orden.

—Sí, jefa. —Matt sonrió a Devlin, que parecía que ya estaba dormida.

254
Parte 21

—Sakli, es el momento.

La voz de Tima despertó a Sarah de un sueño profundo. Una vez que Sarah
tomó unos segundos para poner su cabeza en orden, se dio cuenta de dónde
estaba. Se había quedado en la Chuka de la familia de Hotti. La nieta de la
matriarca, tuvo un momento duro, la noche anterior con el nacimiento de su
primer hijo. Tima y Sarah se habían quedado despiertas toda la noche
manteniendo un ojo en el recién nacido y su madre. Era casi el amanecer
cuando Sarah apoyó la cabeza para descansar.

Ahora que tenía los ojos abiertos, Sarah temía que Tima le dijera que había
perdido el bebé. No fue hasta que ella tomó una respiración profunda que se
dio cuenta de lo que significaban las palabras de Tima. Olía a humo. No era
el tipo de humo que se levantaba de la leña de nogal en la cocina, sino el
olor inconfundible de la quema de hierba y madera.

Sarah saltó de su posición boca abajo en el suelo y rápidamente se puso los


mocasines hasta la rodilla. Ella corrió desde la Chuka y tuvo que hacer una
pausa para protegerse los ojos del sol brillante. Parpadeando para ajustar sus
ojos a la luz, se dio cuenta a lo que Tima se refería. Lejos, al noroeste, unas
columnas de humo blanco y negro se levantaban del horizonte como un gran
muro. Estaba bastante lejos, pero ella supuso que, para el mediodía, la pared
de humo se levantaría alto y ocultaría el sol.

—Los ancianos están en el promontorio, Sakli. Tal vez puedas ver más a partir
de ahí —dijo Tima.

Sarah asintió con aire ausente y aceptó las riendas de su pony. Un joven se
paró pacientemente, luego de ensillar a Coal por ella.

—Volveré —dijo en voz alta a Tima cuando saltó a la silla.

—No te olvides lo que has aprendido, mi niña —Tima susurró para sí misma
mientras observaba la carrera del caballo de Sarah hacia la colina.

Una vez que Sarah estuvo cerca de la colina, desmontó y dejó a Coal abrirse
paso entre las rocas de piedra caliza. Cuando llegó a la cima de la elevación,
Kontonalah y los ancianos estaban sumidos en una profunda discusión. Al

255
entrar en medio de ellos, los hombres y las mujeres inclinaron sus cabezas en
señal de respeto.

—Sakli, has dejado tu huella dentro del clan Thunderbird. Tu visión se ha


cumplido —dijo Keeho.

—Ojalá hubiera estado equivocada —dijo. El fuego estaba a una distancia


considerable hacia el oeste, pero la dirección de los árboles doblados por el
viento les dijo a todos que sus praderas sentirían los estragos del fuego antes
de la tarde.

Sarah escuchó las conversaciones a su alrededor. Se sentó en silencio, ya que


no tenía mucho que añadir. El clan había pasado por incendios en las
praderas antes, y lo haría de nuevo. Ellos ya conocían el camino de la
supervivencia observando e imitando a la naturaleza. Además, el pueblo
estaba a un tiro de piedra del río. El agua no estaba alta, tal vez hasta las
rodillas en esta época del año, pero tenía trescientos metros de orilla a orilla.
Incluso las pequeñas hormigas en la pradera sabían cómo defenderse contra
un depredador como un incendio. Sabiendo que no podían esperar a correr
más rápido que un fuego abierto, las hormigas se arrastraban en las hojas que
flotaban sobre la superficie del río. Si todo lo demás fallaba, el clan haría lo
mismo.

Los otros se levantaron, pero Kontonalah llamó a Sarah.

—Quédate y siéntate conmigo por un tiempo, Sakli —Él le indicó sentarse a su


lado en un tronco caído con vistas a la pradera—. El círculo sagrado se da a
conocer hoy.

—Pero de una manera tan grande —dijo Sarah—. Tanta muerte.

—Es la forma de las cosas —dijo Kontonalah—. No nos limitamos a vivir, somos
una parte de toda la vida misma. Todo tiene vida y un lugar en el círculo,
incluso la hierba bajo nuestros pies. A veces la renovación sólo se produce
después de la devastación.

Sarah pensó en esa declaración y vio la verdad de ella en su propia vida. Si su


madre no hubiera muerto cuando Sarah era una niña, su padre nunca se
habría levantado de la manera que lo hizo. Si su padre no le hubiera enseñado
las habilidades generalmente reservados para un hijo, ella nunca habría
encontrado su camino hacia el lugar en el que estaba sentada en ese
momento. Nunca habría conocido a Devlin si no hubiera sido por la muerte de
Peter, nunca tendría la libertad de ser su mujer si no fuera por la muerte de su
tío Art. Su vida había sido una perfecta imagen de la pradera. Todo ocurrió

256
por una razón y todos los eventos encajaban en perfecta armonía y equilibrio,
al igual que en la naturaleza.

—Es una renovación —dijo Kontonalah—. La madre Tierra sabe cuándo


revivirse a sí misma. Tiene una sorprendente capacidad para saber cuándo
hay que empezar de nuevo. ¿Sabes, Sakli, que algunas de las hierbas de la
pradera no crecerán en nuestros jardines? Mueren al sembrarlas demasiado
de cerca. Necesitan devastación para comenzar de nuevo. Las semillas
germinan sólo después de que hayan pasado por el calor de un incendio.
Muchas veces, quemamos la ladera en la primavera para tener un nuevo
pasto para nuestros caballos.

Sarah escuchó con atención las palabras de Kontonalah. Tenía una manera
casual, pero dedicada de aceptar la vida y todas sus calamidades. Cerró los
ojos y dejó que sus palabras la envolvieran. Una ráfaga de viento en su cara
hizo que sus párpados se abrieran de golpe. Al instante, Kontonalah estaba de
pie a su lado.

—Se está moviendo —Él echó una mirada de preocupación al sur, en la


dirección de la ciudad y los acres de los ranchos.

Sara vio que la pared de humo que se había estado moviendo en dirección
noroeste-sureste chocaba con otra pared de humo que empujaba desde el
norte. Las nubes grises y negras chocaron entre sí, formando una torre grande
de humo. Podía ver la columna de llamas ahora.

—Tengo que llegar allí y advertirles —dijo Sarah—. No sabrán que se está
moviendo hacia ellos más rápido de lo que se está moviendo hacia el este.

—Sakli, es demasiado peligroso.

—Miko, ellos son mi pueblo, también. No puedo darles la espalda a ellos más
de lo que podría hacerlo con el clan.

Largos momentos pasaron antes de que Kontonalah finalmente asintiera.

—Sin embargo, no debes ir sola. Voy a enviar hombres fuertes contigo para
advertir a la gente en el pueblo del hombre blanco. Eres la madre del clan,
Sakli. No puedo permitirte ir tan lejos sin sacrificarnos también.

Sarah abrazó fuerte a Kontonalah y descubrió que estaba mirando a los ojos
de Devlin. Era evidente que la manzana no caía lejos del árbol. La misma
sabiduría antigua se ocultaba debajo de los lirios pálidos. Silbó una vez más a
Coal y casi corrió por la colina rocosa para encontrarse a mitad de camino
con el pony. Oyó al anciano gritar una última advertencia.

257
—Que la Madre Tierra sea tu maestra, Sakli.

Corrió hacia el campamento dispuesta a salir. Habló primero con Tima y


Hannah. Tima le pidió que no dijera nada frente a Hannah que la asustara,
pero Sarah pudo leer la expresión de preocupación en la cara de Tima. En el
momento en que se puso la ropa de montar que había llevado a la aldea,
diez jóvenes la esperaban.

—Tengo que asegurarme que la gente en mi rancho sepa que el fuego está
cambiando, Nali, tengo que ir. Tengo que tratar de ayudarlos —dijo Sarah
desde su posición encima de su caballo.

—Lo sé, Sakli. Yo entiendo que eres responsable de ellos también —Tima
agarró a Hannah cuando la chica se despidió de su madre—. Cuídense y
manténganse alejados de Luak el hermano fuego —Tima recomendó a Sarah
mientras su partida se alejaba del pueblo.

Mientras cabalgaban por la pradera, Sarah explicó a los jóvenes lo que tenían
que hacer. Estaba agradecida de que Kontonalah hubiera seleccionado
hombres fuertes que hablaban un poco de inglés. De esta manera, se podrían
separar y cubrir más terreno al mismo tiempo. Detuvo a Coal y dio
instrucciones a dos de los hombres para dirigirse a la ciudad y dar la
advertencia a Frank Grayson, su viejo amigo que era dueño de la tienda.
Dividió a los otros seis en dos grupos y los hizo ir al suroeste de su rancho para
advertir a los demás ganaderos. Eso dejó a Sarah con Hanan y Anoli.

Sarah se apartó de la pradera abierta cuando Anoli notó que el viento se


había hecho más fuerte. Llamó su atención las manchas que habían
comenzado a flotar por el aire como semillas de álamo. Las partículas eran
cenizas del fuego y el conocimiento lo instó a permanecer más cerca de la
quebrada. Mientras cabalgaban al galope rápido, vio a una pequeña
manada de búfalos dejando el campo abierto para meterse en el mismo
arroyo. Algunos de los animales grandes se revolcaban en el banco fangoso,
y recubrían sus gruesas pieles con una densa capa de barro.

Cuando Sarah y sus amigos Chahta llegaron al Double Deuce, no estaba


contenta de ver que los hombres no habían completado los cortafuegos a
tiempo. Los cortafuegos eran zanjas profundas y surcos arados en el suelo con
la esperanza de que cuando el fuego se reuniera con el espacio abierto, las
llamas no tuvieran nada para extenderse. Los jinetes de su rancho se reunieron
con ella mientras cabalgaba debajo de la puerta de madera que marcaba
la entrada a la casa del rancho.

258
—Señora. Tolliver —Bud, el capataz del rancho, contempló a los hombres que
estaban con Sarah—. Es extraño que regrese.

—Es el fuego, Bud. No estamos muy lejos de él —Sarah gritó.

—¿El fuego? Pero parece que se dirige a…

—Ya no. Se está moviendo hacia el sur más rápido de lo que se mueve al este.
Nadie puede verlo con ese muro de humo bloqueando la vista.

—¡Buen señor! Necesitamos una maldita solución lo antes posible. Hemos


tenido que dejar de trabajar en el patio principal. El suelo es como cavar en
granito sólido. Tenemos un cortafuego alrededor de la casa principal, pero
eso es todo.

De repente, por primera vez en el día, Sarah pensó en Devlin. Deseaba


desesperadamente que su amante estuviera allí con ella. Los hombres la
respetaban y tenía una presencia imponente que los hacía creer en ella.
Sarah apretó su mandíbula, y para cualquier persona que la conociera, era
evidente que había tomado una decisión. Saltó de su pony y lo traspasó a un
jinete. Los hombres Chahta la siguieron de cerca y sin decir una palabra.

—Muy bien —Sarah ladró—. Lo primero es abrir los establos y dejar a todos los
caballos libres, a continuación, asegúrense de que no haya animales en los
corrales.

—¿Que se vayan? —preguntó Bud con incredulidad.

—Eso es lo que dije. No quiero que ninguno de ellos se queme allí. Déjalos
correr libres ya nos preocuparemos por traerlos de nuevo más tarde. ¿Dónde
está Angelia y María?”

—Las dos están aquí, en la casa.

—Asegúrense de que todos, incluyendo las chicas monten, Bud. Si ese fuego
llega hasta aquí, planeo hacer todo lo posible para luchar contra él, pero si
llega al punto en que se vuelva una causa perdida, todos se irán hacia el río.

—Sí, señora —dijo Bud.

Sarah siguió dando órdenes a los hombres mientras caminaba por el rancho.
Sabía que los hombres solamente seguirían sus órdenes si creían en ella. Puso
su mente en la tarea de lograr su respeto con su conocimiento y un aire de
confianza.

—¿Qué pasa con la estancia, señora Tolliver?

259
Sarah miró a su alrededor. La casa tenía un cortafuego alrededor de ella, pero
eso no era garantía de que las llamas no saltaran. Cualquier cosa podría
incendiar la casa en llamas, la quema de plantas rodadoras, hasta las brasas
que caían del cielo.

—¿Qué tal si lo apagamos con cubos de agua? —preguntó Bud.

—Sí —dijo Sarah con un acento lento. Su mente se centró en algo que sentía
de alguna manera se refería a su situación.

Deja que la Madre Tierra sea tu maestra Sakli.

Sarah escuchó la despedida de Kontonalah en sus oídos como si estuviera a


su lado. Una vez que abrió la mente, la respuesta vino a ella fácilmente. Una
imagen del búfalo en el borde del río llenó su mente. Habían estado rodando
alrededor del barro, recubriendo sus cuerpos con la espesa mezcla.

—Lodo —dijo Sarah.

—¿Señora? —preguntó Bud mientras los hombres se miraron entre sí y luego a


Sarah.

—Usen el barro para cubrir la casa. Tiren un cubo de agua, a continuación, un


cubo de tierra, al igual que un nido de barro. No detendrá las llamas, pero si
las brasas que caigan de arriba “.

—Sí —dijo Bud—. ¡Sí! —Se dio cuenta que la idea de Sarah podría funcionar.
Se volvió y gritó órdenes al resto de los jinetes. Los hombres no parecían
convencidos de que el plan tuviera éxito, pero la confianza de Sarah era
contagiosa. Se pusieron a trabajar inmediatamente.

—Los otros ganaderos —comenzó Sarah—. ¿Qué saben acerca de ellos, Bud?
¿Necesitarán nuestro… —Se detuvo en mitad de la frase. Se había olvidado
de Cordelia Henley—. Bud, la viuda de Henley. ¿Sabe si ella está allí sola?

—¡Maldita sea! Perdón, por mi lengua, señora, pero apuesto a que ella está
ahí. Usted sabe que a ella no le gusta que los jinetes pasen por su casa.
Además, la mayoría de sus jinetes están en la unidad. Señora Tolliver —Bud se
aclaró la garganta y parecía incómodo—. No creo que podamos hacer algo
por ella en este momento. Es decir, si el fuego está tan cerca como usted dice,
llegará a la casa de la viuda antes que aquí —Bud tosió y parpadeó cuando
el aire alrededor de ellos se hizo más denso.

Sarah se volvió y silbó fuertemente a Coal. El pony, todavía ensillado y listo,


corrió a donde estaba. Bud se anticipó a sus acciones y agarró las riendas
antes de que pudiera montar el animal.
260
—Señora. Tolliver, no sea tonta. No puede ir directamente a esa cosa —dijo
Bud.

—No podemos prescindir de los jinetes si vamos a salvar este rancho, Bud, y no
voy a dejar a Cordy por ahí sola —Sarah gritó, tomando las riendas de la mano
del hombre.

—Por lo menos lleve un par de hombres con usted.

—Tengo los míos —Sarah dijo mientras se ponía sobre la espalda de Coal.
Hanan y Anoli reflejaron las acciones de Sarah, y los tres cabalgaron hacia la
pradera.

Cabalgaron hacia la pared negra de humo. Todos llevaban pañuelos atados


en sus rostros. Incluso con la barrera de tela, la garganta de Sarah quemaba
y sentía la lengua recubierta con el sabor acre del humo. No podía ver más
de lo que supuso podría ser medio kilómetro delante de ella, pero encontrar
la casa del rancho de Cordelia no era difícil. Siguieron el lecho del arroyo seco
que corría detrás de su casa.

—¿Has oído eso? —Sarah tiró de Coal deteniéndolo.

—¿Tormenta? —dijo Anoli con optimismo.

Sarah escuchó un sonido que estaba convencida de haber oído antes.


Sonaba como el comienzo de una tormenta de verano. El ruido le recordó los
truenos que parecían caer en las colinas boscosas. En lugar de desvanecerse,
sin embargo, creció en intensidad. Recordó dónde había oído el familiar
sonido sólo unos momentos antes que una fila grande de búfalos en
estampida se hiciera visible a través del humo.

—¡Cabalguen! —Sarah gritó mientras estimuló a su caballo al galope. El búfalo


se parecía a los animales en su visión. Eran grandes bestias en una manada al
menos de quinientos metros de ancho. Mirando sobre su hombro derecho, no
podía ver el fin de la inmensa manada; seguían llegando como si
materializaran del humo. Dio un golpe en el flanco de Coal fuertemente con
las riendas. Había tomado la decisión de montar en la parte delantera de la
manada y ahora que estaban a mitad de camino, no podía dar marcha atrás
sin ser aplastados por los animales que venían de frente. Esperaba que ella
hubiera tomado la decisión correcta, pero si hubiera esperado que la manada
pasara, habría tomado horas, y para entonces, podría ser demasiado tarde
para Cordelia.

Corrieron a través de la pradera, Sarah flanqueada por Hanan y Anoli. Los


hombres Chahta estaban muy presionados para mantenerse el ritmo con ella,

261
pero una mirada a su derecha y cabalgaron con la misma urgencia. Sarah
tuvo que girar más al sur de lo que quería para mantenerse por delante del
fuego que se movía rápidamente. Tuvieron que hacer un gran rodeo, una vez
que llegaron a la tierra de Cordelia.

Sarah gritó tan pronto como llegaron en frente de la casa principal. La


hermosa estructura de dos pisos estaba en llamas. Un enorme roble había
caído en el otro extremo de la casa, y las llamas la estaban consumiendo.

—¡Revisa allí! —Sarah señaló hacia la puerta abierta del establo mientras
saltaba del lomo de Coal. Hanan desmontó y corrió hacia el granero.

Sarah corrió dentro de la puerta trasera de la casa, esquivando la caída de


trozos de madera y las llamas. Podría haber estado aterrorizada si hubiera
dejado permitirse pensar en lo que estaba haciendo.

—Mira aquí, voy a ir arriba —le ordenó Anoli.

Sarah subió los escalones de dos en dos y abrió las puertas, todo el tiempo
llamando a la viuda. El piso superior estaba libre de fuego, pero el humo
empezaba a acumularse allí.

—¡Aquí! —La voz de Cordelia Henley resonó desde una habitación al final del
pasillo.

Sarah la encontró en el suelo, mirando como si se hubiera caído y fuera


incapaz de levantarse por sí misma.

—¿Quién diablos eres? —Cordelia preguntó con voz áspera. Tosió y Sarah
sacó el pañuelo de la cara—. ¡Por Dios, Sarah Tolliver! Sácame de aquí, niña,
antes de que este lugar nos cocine.

—Vamos, Cordy, no me iré sin ti. —Sarah se inclinó y la ayudó a levantarse.


Cogió el brazo de Cordelia y lo puso alrededor de su cuello, deslizando su
propio brazo alrededor de la cintura de la mujer.

Estaban a unos pasos de estar fuera de la habitación cuando Cordelia


tambaleó hacia delante. De alguna manera, sus dedos quedaron atrapados
en la tira de cuero que ataba la bolsa de medicina de Sarah alrededor de su
cuello.

—¡Espera! Tu amuleto, cayó en el suelo.

—Está bien, puedo volver una vez que salgas de aquí —Sarah jadeó. Al
principio, había pensado que Cordelia pesaba casi nada, pero con cada

262
paso que daban, pensó diferente. Por suerte, Anoli las recibió en la parte
superior de las escaleras y levantó fácilmente a Cordelia en sus brazos.

—Sácala de aquí, tengo que volver por algo —dijo Sarah.

Sarah volvió corriendo y cogió su bolsa de medicinas, atándola firmemente


alrededor de su cuello mientras corría de vuelta a las escaleras. Las llamas
lamían la parte inferior de la escalera y la planta baja de la casa se llenó de
humo. Con un pie todavía en el rellano, ella subió a la escalera superior con la
otra. Un sonido bajo llenó el aire, y cuando sacó su pie, Sarah vio con horror
como la escalera se derrumbaba por el fuego.

Las llamas se dispararon contra Sarah y ella dio un salto atrás en el rellano. El
fuego había quemado la vieja escalera de madera desde la parte inferior.

—¡Maldita sea! —dijo.

Sarah corrió hacia el extremo opuesto de la sala para llegar lo más lejos posible
de las llamas, pero el humo se elevaba rápidamente en las habitaciones del
segundo piso, lo cual hizo que respirar fuera doloroso. Hizo una respiración
profunda y la sostuvo durante tanto tiempo como pudo mientras buscaba una
salida. Una de las ventanas de la habitación en el lado norte de la casa
llevaba al techo del porche posterior. Ella abrió la ventana y vio las llamas que
lamian los lados de la casa. No había otro lugar donde ir sino hacia arriba.

Salir por la ventana era la parte fácil. Sarah se agarró del alero por encima de
ella y casi se cae al suelo cuando una teja de madera le golpeó la mano. Se
detuvo por un momento, con la mejilla presionada contra el lado de la casa,
y tomó unas cuantas respiraciones más. Esperaba que su corazón facilitara su
salida, entonces el calor del fuego la obligó a continuar. Usando la celosía a
lo largo del costado de la casa, giró hacia el techo. Deseaba tener la fuerza
de Devlin para trepar por la superficie vertical, pero la fragilidad de la madera
vieja hacía la tarea lenta.

Le costó toda la fuerza que tenía el tirar de ella hacia lo alto del techo. Una
vez allí, se tumbó sobre su espalda, tratando de recuperar el aliento, y esperó
a que el temblor en sus brazos disminuyera. Los gritos de Hanan y Anoli la
despertaron. Se puso de pie con las piernas temblorosas, pero casi
inmediatamente se dejó caer. Una oleada de náuseas la abrumó mientras
miraba hacia el suelo brillante. La única debilidad que había tratado de
ocultar a los demás durante toda su vida volvió a ella con una fuerza terrible.
Una intensa ola de vértigo se apoderó de Sarah, paralizándola.

263
Sarah agarró al alero de la ventana del ático, atrapada en las garras de su
propia fragilidad humana. Sus dedos estaban doloridos porque estaba
apretando las tejas de madera con mucha fuerza sólo con las puntas de sus
dedos. Podía oírse a sí misma respirando fuerte. Sintió el calor del fuego,
mientras las llamas dentro de la casa llegaron al segundo piso. Abrió los ojos
para ver a Hanan y Anoli llamándola. Hanan arrojaba cubos de agua a las
llamas, mientras que Anoli vencía el fuego con lo que parecía un saco de
arpillera húmeda. Los dos hombres siguieron gritando hacia Sarah en Choctaw
y en inglés, pero ella no mostraba signos de escucharlos.

Sarah siguió tratando de empujar lejos su temor, para decirle a su cuerpo que
el terror paralizante no era más real que una alucinación. Cada vez que
intentaba levantarse, sin embargo, las náuseas y mareos la volvían a su
posición.

—Por favor —Sarah oró—, por favor, madres, ayúdenme. Por favor envíen a
alguien para que me ayude. —Sintió que las lágrimas caían de sus ojos, pero
no podía decir si fue debido a la emoción o el humo que se alzaba a su
alrededor—. No puedo hacer esto sola —susurró al aire.

Algo le dijo a Sarah que abriera los ojos de nuevo. Ella diría más tarde que todo
pareció suceder tan lentamente. El movimiento en el suelo debajo de ella fue
como si se estuviera viendo en un sueño. Ella vio como sus amigos Chahta
combatían el incendio. De repente, como un Fénix que renace de las cenizas,
una figura entró por la espesa niebla. Saltando por encima de una línea de
llamas y a través de la cortina de humo que rodeaba la casa; era Devlin a
horcajadas sobre Alto.

Sarah parpadeó y alzó una mano para limpiarse los ojos. Fue asombroso ver a
Devlin toda vestida de negro, logrando un marcado contraste con el cuerpo
color crema de Alto. Devlin y el animal parecían ser uno mientras saltaban al
campo de visión de Sarah. El cabello de Devlin se batía alrededor de su cara,
sus mejillas manchadas de suciedad y hollín. Era la visión más increíble que
Sarah había visto nunca, y Sarah no confiaba en lo que había visto hasta que
escuchó esa voz.

—Sarah —Devlin gritó, lo que hizo que Sarah llorara mucho más fuerte—.
¡Sarah! —Devlin estaba detrás de Hanan y Anoli, buscando en vano una forma
de llegar a ella, que se negó a moverse. Devlin sabía que a Sarah no le
gustaban las alturas. Sarah mantenía un apretón de muerte en la escalera
cuando se metía en el pajar, pero Devlin nunca la había visto de esta forma
antes.

264
—Dev —Sarah llamó, pero el humo había hecho un nudo en la garganta por
lo que salió más como un susurro. Ella tragó saliva y trató de aclararse la
garganta—. ¡Dev! —gritó al fin.

—¡Estoy aquí, Sa! Sarah, tienes que saltar —gritó Devlin.

Sarah sacudió la cabeza y cerró los ojos de nuevo. Devlin buscó una escalera,
cualquier cosa que pudiera usar para llegar a Sarah. Dio instrucciones a Hanan
y Anoli para mantener las llamas en la zona por debajo de donde estaba
atrapada Sarah.

—Sarah. Maldita sea, Sarah, mírame —Devlin gritó tan fuerte como pudo.
Sarah entregó su mente a la voz de Devlin y abrió los ojos nuevamente—.
Sarah, tienes que saltar. Te atraparé, pero tienes que saltar, y hay que hacerlo
ahora.

—No puedo —exclamó Sarah—. No puedo hacer que mis piernas funcionen.

—Sí que puedes. Sa, sólo tienes que hacerlo —Devlin se detuvo para ver si
estaba siendo escuchada por la aterrorizada mujer. A través del humo, pensó
que percibió un poco de razón en los asustados ojos verdes—. Todo lo que
tiene que hacer es empujarte a ti misma y saltar. No te dejare caer, Sa, lo
prometo.

Sarah volvió la cabeza para mirar la cara de Devlin. Por primera vez, vio lo
cerca que las llamas estaban. También vio el miedo en la expresión de Devlin.

—Tengo miedo, Dev.

La expresión de Devlin se suavizó.

—Sé que lo tienes, Sa, pero sabes que puedes hacer esto.

Sarah tosió cuando la brisa cambió de nuevo y echó más humo a su cara. Se
agarró al alero con los dedos que habían perdido toda sensibilidad debido a
su fuerte presión sobre la madera. Sus rodillas se sentían inestables y débiles
cuando se puso de pie. Aún miraba hacia la ventana del ático, incapaz de
reunir el valor para darle la espalda.

—¡Maldita sea, Sarah! Vas a morir allí, entonces yo voy a morir en el intento de
llegar a ti. ¿Es eso lo que quieres? —gritó Devlin.

Sarah sacudió la cabeza en un movimiento furioso.

265
—Entonces tienes que saltar. No tienes que mirar hacia abajo. Sólo cierra los
ojos, da la vuelta, y saltar. Te atraparé. ¡Sarah, recuerda quien eres! ¿Los Alikchi
dejan que el miedo los controle?

El comentario tuvo el mismo resultado que una bofetada a la cara de Sarah.


Estaba dejando el control a su miedo. Después de todo lo que había pasado,
las visiones que había experimentado, ahora estaba dejando la victoria a
Keyuachi. Estaban recibiendo lo mejor de ella, y una cosa que Sarah
detestaba era permitir que la falta de autoestima la golpeara.

—Soy Alikchi —susurró, haciendo eco del mantra hasta que sintió que en cierto
grado regresaba a su cuerpo. Se dio la vuelta con cuidado, de espaldas a la
casa, y miró al suelo, las llamas casi lamían la punta de sus botas. La familiar
náusea hizo que su estómago diera un vuelco.

Devlin vio la transformación que tenía lugar dentro de Sarah cuando sus
palabras tuvieron el efecto deseado. En el último momento, vio a Sarah
tambalearse ligeramente y cerrar los ojos con fuerza.

—No mires hacia abajo. Sarah, sólo mantén los ojos cerrados y confía en mí. Si
saltas, estaré aquí para atraparte. ¡Ahora, Sa, tienes que saltar ahora!

El tiempo de Sarah fue perfecto. Mientras saltaba fuera del edificio con un pie
para despejar las llamas, el muro se derrumbó. Abrió los ojos cuando su cuerpo
se puso en contacto con los brazos de Devlin. Devlin la atrapó a medias, pero
utilizó su propio cuerpo para bloquear la caída de Sarah. Cayeron al suelo y
Devlin rodó lejos de la casa, mientras se derrumbaba en pedazos.

Devlin tenía sus brazos envueltos apretadamente alrededor de Sarah, pero su


reencuentro duró poco. Hanan corrió hacia ellas con sus monturas y Anoli las
ayudó a ponerse de pie, lo que indicaba que había dejado a Cordelia en el
río. Se dieron cuenta de que no habría manera de volver al Double Deuce. El
humo les obstaculizaba la vista casi tanto como el fuego. No podían ver a
través de la espesa neblina, y aún era posible que los búfalos los aplastaran.

Una vez en el río, se encontraron con Cordelia en buen estado, teniendo en


cuenta los acontecimientos recientes. Lo primero que Devlin hizo fue saltar de
Alto y tirar de Sarah del lomo de Coal. Cogió a Sarah en sus brazos, ajena al
intercambio de miradas de los otros. Se besaron, y Devlin secó las lágrimas con
tierra que surcaban el rostro de Sarah. Sarah envolvió sus brazos alrededor de
la cintura de Devlin y la apretó con tanta fuerza que Devlin pensó que sus
costillas se romperían. Pero no iba a quejarse.

266
Devlin se apartó del abrazo y miró la cara de Sarah, colocando un suave beso
en la frente.

—Hola, estoy de vuelta.

Sarah se rió entre lágrimas y se aferró a Devlin. De repente, levantó la vista con
miedo.

—¿Matt?

—Está bien, está con Hannah en el pueblo.

Sarah dejó escapar un profundo suspiro y se estiró para besar a Devlin de


nuevo.

—Te extrañé mucho.

—Yo también. No volvamos a hacer esto de nuevo. ¿Vale?

—Vale.

Las dos mujeres se sentaron en la arena mojada cerca de la orilla del río y
continuaron sosteniéndose entre sí. Devlin explicó que Matt y ella habían
viajado en tren la mayor parte del camino a casa. El tren se detuvo cuando
los ingenieros vieron el humo en la pradera. Devlin y Mattew descargaron sus
monturas del vagón y se dirigieron a la aldea del clan.

—Sin embargo, Matt no estaba demasiado feliz. Pasó el verano con hombres
tratándolo como a un igual. Todo en lo que podía centrarse era en llegar a ti,
por lo que le ordené permanecer allí y me fui. Cuando llegué al Deuce Double,
Bud me dijo que te habías ido hacía más de diez minutos. Lo siento, Sa, yo
hubiera estado allí antes, pero me encontré con unos búfalos. Por la forma en
que se movían, pensé que lo mejor era permanecer fuera de su camino.

Sarah se inclinó hacia Devlin y le apretó la mano.

—Recé pidiendo ayuda, y al igual que un milagro, apareciste.

—No creo que haya sido la respuesta a las oraciones de nadie antes —dijo
con una sonrisa.

—Eso no es cierto —Sarah se echó hacia atrás y miró a los ojos azules que
había llegado a amar tanto—. Pensé que lo eras la primera vez que te vi.

La mirada de amor y adoración en los ojos de Sarah robó el aliento de Devlin,


así como sus palabras. No tenía una respuesta tan profunda para tal
declaración. Sus oídos se estremecieron con calidez cuando levantó la vista y

267
se dio cuenta de que no estaban solos. Se aclaró la garganta y se miró las
botas.

Sarah recordó entonces la gente alrededor de ellas y sonrió con vergüenza a


Cordelia.

—Siento mucho lo que le pasó a su casa, Cordy.

—¿Cómo? —Cordelia miró a Sarah con incredulidad—. Arrastraste esta vieja


carcasa fuera de esa caja que se estaba quemando, ¿verdad? Tiene mi más
profundo agradecimiento, señorita.

—Pero era su hogar. Todos sus recuerdos estaban allí.

Cordelia colocó una nudosa, y curtida mano sobre la de Sarah.

—Sarah Tolliver, esa casa tenía recuerdos físicos en ella, sin duda, pero tener
cosas a tu alrededor no mantiene vivos los recuerdos. Una casa es sólo un lugar
de descanso para tu cuerpo. Puede ser un agujero en el suelo o en una gran
mansión. Un hogar... ahora, eso es lo que tienes dentro de ti. Todo lo que
significa algo para mí, sigo estando aquí. —Cordelia colocó la palma de su
mano sobre su corazón—. Sólo recordad eso —Hizo un guiño a Devlin— y todo
lo demás parecerá pequeño en comparación.

El viento cambió una vez más y comenzó a llevar lejos el humo. El fuego
finalmente siguió su curso, encontrando cauces y cortafuegos que no pudo
cruzar, y las llamas finalmente no encontraron nada para alimentarse. Cuanto
más el viento soplaba, más el azul del cielo se hacía visible a través de la
bruma grisácea. El sol de la tarde comenzó su descenso hacia el horizonte
occidental, y una vez que el humo se hubo disipado lo suficiente como para
que la luz brillante atravesara el río, se sintió una especie de renacimiento.

Sarah, en su cansancio, pensó en las palabras de Kontonalah. Él le había dicho


que la Madre Tierra tenía una extraña habilidad para saber cuándo hay que
empezar de nuevo. También le había dicho todo el bien que con el tiempo
llegaría a la tierra a causa del fuego en la pradera. La ironía era que los
humanos eran los únicos que pagaban por la devastación, pero a Sarah se le
recordó que podría ser porque la mayoría de los humanos no conocían su
lugar en el círculo sagrado. La tierra había existido en su perfecta armonía
antes de que el hombre supiera del tiempo en que vivía. Todo lo que tenía
vida, incluso los árboles, entendían que pertenecían al círculo sagrado. ¿Eso
quiere decir que no pertenecemos aquí? Las personas Chahta le habían
mostrado la respuesta a esa pregunta.

268
Devlin había dicho una vez a Sarah que había espacio suficiente para todos.
La mayoría de los hombres blancos eran ignorantes, sin estudios en los caminos
de la Madre Tierra. Muchos, sin embargo, eran arrogantes. Habían llegado a
este país, a esta tierra, con la intención de conquistarla. En lugar de adaptarse
a la tierra alrededor de ellos, obligaron a la naturaleza a ajustarse a su estilo
de vida, a su voluntad. Sarah se preguntó cuándo la Madre Tierra le diría al
hombre, que ya era suficiente. Alternativamente, se cuestionó si el hombre se
daría cuenta de que había desperdiciado regalos de la Madre y que estos
dones nunca llegarían de nuevo.

El viento continuó ganando fuerza, pero el aire frío del otoño se volvió húmedo
y cercano. El cielo azul se oscureció. Los truenos se desarrollaban en el cielo
del norte. En el momento en que la pequeña partida había montado sus
animales y llegaron a la ciudad, los cielos desataron el aguacero tan
largamente esperado. El trueno bramó como un toro irritable y la lluvia caía
como si las nubes hubieran estado ahorrando la precipitación para ese día. El
suelo ardía y siseaba mientras la lluvia lo empapaba, impidiendo que nuevos
incendios se encendieran.

Sarah y Devlin acomodaron a Cordelia en una habitación del hotel, y luego


decidieron pasar la noche. Frank y Maria Grayson, que eran dueños de la
tienda, habían conocido a Sarah y su tío durante años. La pareja suministró al
grupo ropa seca y otras necesidades.

Hanan y Anoli se encontraron con los otros que habían seguido a Sarah desde
el pueblo Chahta. Insistieron en regresar al pueblo, a pesar de que Devlin les
animó a quedarse en la ciudad hasta la mañana siguiente. Los hombres con
respeto se negaron, y ella no presionó sobre el asunto. Entendió que sus
hermanos de clan probablemente se sintieran incómodos entre la gente del
pueblo. El hecho de que los hombres regresaran al pueblo alivió la mente de
Sarah por una razón diferente. Ella y Devlin enviaron un mensaje a Tima y a los
niños informándoles que estaban a salvo y que volvería al día siguiente.

Sarah y Devlin estaban bajo el techo que cubría la calzada de madera que
iba desde el hotel a la tienda. Devlin agradeció a sus amigos por su ayuda, y
Sarah les proporcionó a cada uno de los hombres chaquetas y sombreros de
ala ancha para protegerse de la lluvia. Devlin no tuvo el corazón para decirle
que los hombres estaban acostumbrados a los elementos y probablemente se
sentirían extraños al usarlos.

Los hombres estaban desconcertados al recibir los regalos. Era bien sabido
que hacer regalos era algo que el clan Thunderbird no hacía. Sarah era su
curandera, y junto con ese honor llegaron ciertos privilegios. Uno de esos

269
privilegios era la capacidad de dar regalos. Sería considerado una falta de
respeto para los hombres negarse a un regalo de ella.

Sarah dio los regalos porque la gentil madre que era no le gustaba ver a los
hombres jóvenes regresar a casa en medio de una tormenta. Otra razón fue
que los hombres habían mostrado una fuerza de carácter que la impresionó.
Hanan y especialmente Anoli se habían quedado con Sarah y nunca dejaron
de intentar llegar a ella, a pesar del riesgo de sus propias vidas.

Sarah se despidió personalmente de cada uno de los hombres.

—Tienen mi agradecimiento y mi respeto. Hanan y Anoli, estoy en deuda con


vosotros.

Los ojos de los hombres se abrieron por las declaraciones de Sarah. Admitir
tener una deuda a otro miembro del clan era una obligación seria. Sarah sabía
que esas palabras, especialmente cuando venían de una curandera, eran un
juramento inquebrantable. Ellos formaron una unión extraña de amistad entre
el receptor y el deudor.

—Yo podría haber ido al lugar sagrado hoy si no hubiera sido por los dos. Yo
no fui muy fuerte —admitió—. El Keyuachi me hizo una visita en ese techo.

—¿Viste al Keyuachi? —preguntó con asombro Anoli.

—Para mí son tan reales como tú. Han tratado de engañarme con bastante
frecuencia últimamente —sonrió—. Pero cuando recuerdo lo que soy y que
tengo la fuerza de mis antepasados Chahta en mí, entonces el Keyuachi no
me puede vencer.

Anoli inclinó la cabeza y tomó la mano de Sarah en la suya.

—Voy a recordar sus palabras, madre.

Devlin estaba tan impresionada por la declaración de Sarah, como los


jóvenes. Sarah y Devlin vieron como el grupo montó bajo la lluvia. Esperaron
allí hasta que ya no pudieron distinguir las formas de sus jóvenes amigos.

Devlin miró a Sarah y vio que la joven había cambiado considerablemente


durante el verano. Devlin ocultó su sonrisa irónica cuando se preguntó si Sarah
había cambiado. ¿No había sido siempre un enigma para ella? Desde el día
en que se conocieron, Devlin había sospechado que Sarah podría ser tan
fuerte como las circunstancias lo dictaran. Al mismo tiempo, Sarah tenía una
fragilidad en ella que sacó el instinto protector de Devlin. Suave y dura, sabia,
pero a la vez inocente. La explosión de un trueno acentuó la epifanía de

270
Devlin. De repente se dio cuenta que Sarah Tolliver había sido Chahta en su
corazón mucho antes que Devlin entrara en su vida.

271
Parte 22

S
Arah y Devlin yacían juntas en el colchón de plumas suaves.
Intercambiaron partes de lo que ocurrió durante el verano. Estuvieron de
acuerdo en que habría un montón de tiempo después para examinar los
detalles. Por ahora, estaban felices de estar juntas y escuchar la lluvia que caía
a un ritmo constante contra el techo.

—No creo que pueda deshacerme del olor del humo de mi pelo —dijo Sarah.

Devlin se inclinó para besar la parte superior de la cabeza dorada.

—Mmm, huele bien para mí —dijo mientras aspiró el olor de cabello recién
lavado de Sarah.

—Es curioso, ¿verdad? —preguntó Sarah, cambiando de tema—. Si la lluvia


hubiera llegado aquí unas cuantas horas antes, el fuego nunca habría
sucedido.

—Es cierto —dijo Devlin—. Pero si nos fijamos en lo que podría haber sido, yo
creo que hay que notar el hecho que el incendio fue causado probablemente
por un rayo en las colinas en primer lugar.

—Te has convertido en toda una filósofa para ser una ganadera.

—Le dijo la sartén al cazo —dijo Devlin con una risa.

Sarah se levantó de su posición dentro de los brazos de Devlin para


mordisquear cariñosamente la suave piel de su cuello. Un beso se convirtió en
más hasta que Devlin se liberó del alcance de Sarah. Se incorporó y miró a
Sarah como si nunca la hubiera visto.

—Sa, ya sabes las paredes son como papel en este lugar —Sarah asintió y se
acercó más, continuó su asalto sobre el cuello de Devlin. Trató de luchar
contra las olas de placer que venían del contacto íntimo. Se dio cuenta que
era una batalla perdida.

—Oh, está bien hacerme el amor con tu madre a unos pocos pasos de
distancia, pero no está bien cuando quiero hacerte el amor mientras estamos
solas en una habitación —Sarah, arrastró las palabras con dulzura.

272
—Bueno, sí, pero... oh... —Devlin se quejó en voz baja mientras las manos de
Sarah vagaban por su cuerpo.

—Te quiero a ti, Devlin —Sarah susurró la misma demanda que Devlin le había
dicho una vez.

—Oh, Sa, no sabes lo que estás haciéndome —murmuró Devlin en lo que


parecía una derrota total.

Sarah vio su oportunidad mientras se preparaba para el siguiente movimiento.


Puso la mano bajo la barbilla de Devlin y la levantó hacia arriba. Su mirada fija
en la de Devlin. Se subió a Devlin a horcajadas sobre su muslo. Sus brazos
rodearon el cuello de Devlin y se puso a sí misma sobre ella.

Fue en ese momento que Devlin se dio cuenta que la camisa de gran tamaño
que Sarah usaba para dormir era tan larga que ocultaba la ausencia de ropa
interior. La humedad de Sarah cubrió el muslo de Devlin mientras se deslizaba
más cerca de ella. Devlin se estremeció.

Sarah movió los labios a la oreja de Devlin.

—Oh, pero lo hago, tashka —susurró mientras su lengua recorría la longitud de


la oreja de Devlin. Usó sus dientes para pellizcar el lóbulo de Devlin.

—Por Dios —gimió Devlin.

—Quiero escuchar lo mucho que me quieres, tashka.

—Por favor, Sarah...

—Sí, mi amor —Sarah susurró en el oído de Devlin.

—Por favor, Sa, no te detengas.

Devlin envolvió los fuertes brazos alrededor de la cintura y tiró de Sarah hacia
ella. Con sus cuerpos apretados, impartió la profundidad de su amor con un
beso. Sus labios se juntaron, la carne suave se encontró con la carne
igualmente suave, hasta que la pasión se extendió a lo largo de las dos mujeres
como una inmensa ola. La lengua de Devlin se deslizó más allá de los labios,
sintiendo el calor intenso de Sarah ascender tan rápido como el suyo. Se
perdió en los besos que durante los últimos meses sólo había soñado.

Sarah tenía sus dedos enterrados en los oscuros mechones de Devlin. Se puso
más cerca de su amante con una fuerza y una pasión que no sabía que
poseía. Sus caderas comenzaron un movimiento lento de roce contra el muslo
de Devlin y gimió ante la fricción agradable contra su centro. Las manos de

273
Devlin se deslizaron por la espalda de Sarah y agarraron sus caderas,
intensificando el movimiento de balanceo.

Sarah se apartó del beso y apoyó la frente en la barbilla de Devlin. Ambas


mujeres tragaron una bocanada de aire. Sarah se preguntó si Devlin podía
sentir los latidos del corazón golpeando contra su pecho. Juró que podía
escucharlo haciendo eco contra las paredes a su alrededor. Nunca había
experimentado una necesidad tan intensa, tan cruda, antes. Todo en lo que
podía concentrarse era el abrumador deseo de tomar a Devlin, para mostrarle
toda la pasión de la que era capaz.

Devlin se echó hacia atrás para mirar a los ojos de esmeralda. Reconoció la
necesidad allí, al igual que en sus propios ojos, que reflejaban ese mismo
esmalte apasionado. Vio algo más allí, también. Sarah tenía una mirada
salvaje en su ardiente mirada que Devlin reconoció de su pasado. Había
tenido esa expresión en sus pasadas escapadas sexuales. La mirada era toda
intensidad, calor, y deseo.

—Esto, fuera —Sarah ordenó, tirando de la camisa que llevaba Devlin.

Devlin podía sentir su cuerpo responder a la orden mientras un río


embravecido fluía de su sexo excitado. Su cuerpo zumbaba como una tensa
cuerda de arco mientras se desabrochó la prenda. Sarah abrió la camisa de
los hombros de Devlin y contempló su cuerpo con ojos hambrientos. Estuviera
dispuesta a admitirlo o no, a Devlin, las acciones agresivas de Sarah la
excitaban.

Sarah arrojó fuera su propia prenda de vestir y empujó a Devlin sobre la cama.
Ambas mujeres se quejaron ante la sensación largamente negada de piel
contra piel. Sarah exploró desesperadamente cada milímetro del cuerpo de
Devlin. Su mano encontró el pecho de Devlin y apretó la carne con sus manos.
Sus dedos tiraron suavemente del pezón de Devlin, provocando un gemido de
la ganadera. Capturando su boca en un beso apasionado, Sarah empujó su
lengua más allá de sus labios.

Devlin tuvo que apartar su boca del beso, pero Sarah nunca dejó su asalto
sobre su pecho. Sarah observó a Devlin humedecer sus labios, luego
separarlos. Jadeó mientras respiraba el aire necesario para sus pulmones.

Sarah se inclinó hacia el cuello de Devlin y chupó la carne suave allí. Mordió
la carne de la garganta de Devlin y succionó con más fuerza. Los dedos de
Devlin se entrelazaron en el pelo de Sarah y la atrajeron más cerca.

—Sí, Sa ... más duro —jadeó Devlin.

274
La ferviente petición de Devlin fue suficiente para convencer a Sarah que
Devlin deseaba lo mismo que ella. Perdió el conocimiento del mundo exterior.
En ese momento, sólo existía Devlin y su propia necesidad de consumirla.

El muslo de Sarah se movió entre las piernas de Devlin y se presionó contra su


montículo.

—Oh, sí —Sarah gimió contra el hombro de Devlin al sentir su humedad. Sus


labios se deslizaron por el cuello de Devlin y por encima del hombro. Cada
bocado suave y posterior caricia de su lengua traían jadeos de placer de la
figura que se retorcía debajo de ella.

—Por favor, Sa. —Devlin se quejó. Parecían ser las únicas palabras que era
capaz de decir. Ella arqueó la espalda, rogándole en silencio a Sarah sobre su
pecho.

La boca de Sarah encerró el pezón dolorido de Devlin en su calor húmedo. Su


lengua jugueteó con la carne dura, golpeándola suavemente, a
continuación, la succionó y apretó con sus dientes. Devlin sintió el tirón de su
pezón directamente hasta su centro. Sus caderas empujaron contra el muslo
de Sarah. Una vez más, Sarah se estiró y capturó sus labios en un beso lleno de
fuego seductor.

Devlin apenas podía respirar, y mucho menos hablar. Debió haber sabido que
Sarah podría ser una gran amante. Sarah siempre se expresaba con pasión,
pero eso no era nada en comparación con el entusiasmo que ponía en su
amor.

Sarah continuó besando a Devlin. Arrastró la palma de la mano por el


estómago de Devlin y a lo largo de la parte superior de su muslo musculoso.
Pasó los dedos hacia atrás a lo largo del interior de la misma pierna y apoyó
la mano sobre los rizos húmedos, sintiendo el calor que irradiaba desde el
centro de Devlin. Devlin alzó las caderas hacia la mano de Sarah y Sarah
deslizó sus dedos a través de los pliegues resbaladizos con trazos provocativos.

La respiración de Devlin quedó atascada en la garganta cuando en un


movimiento fluido, Sarah deslizó dos dedos en su interior. Devlin extendió sus
rodillas y se incorporó para encontrarse con el movimiento deslizante de la
mano de Sarah.

—¿Te gusta así? —Sarah susurró con una sonrisa de complicidad.

—¡Sí, así... ahí... oh, sí! —Devlin entonces sintió que su voz salía por la ventana
después de su dignidad cuando descaradamente le rogaba a Sarah que no
parara.

275
Sarah siguió el ritmo de las caderas de Devlin, ni siquiera trató de reprimir un
gemido cuando Devlin levantó su muslo y lo apretó con firmeza entre las
piernas de Sarah. Apretó sus caderas contra la pierna de Devlin. Las caderas
de Devlin empujaron más fuerte contra la mano de Sarah y todo su cuerpo
tembló sin control. Sus ojos se movieron hacia atrás justo antes que sus
párpados se cerraran.

—Devlin, mírame —Sarah logró jadear, su propio cuerpo pedía la liberación.


Devlin abrió los ojos. Podía sentir los temblores correr a través de su cuerpo.

—Te amo, Devlin —susurró Sarah.

El efecto fue inmediato cuando Devlin tiró de Sarah en un beso lleno de todas
las emociones intensas que había sentido desde que puso los ojos en la mujer
que ahora estaba haciendo el amor con ella. El fuego en el vientre de Devlin
pronto se transfirió a Sarah a través de ese beso. Un gruñido de puro placer
retumbó profundo en el pecho de Devlin. Podía sentirse a sí misma a punto de
saltar del precipicio de fuego líquido que corría de su sexo, sobre la mano de
Sarah.

—Sarah —gimió Devlin. Fue el único sonido que hizo para indicar su inminente
liberación.

—Te amaré por siempre, tashka.

La cabeza de Devlin se estrelló de nuevo en la cama al oír el sonido de la


promesa de Sarah. Su cuerpo se convulsionó y se sacudió cuando oleadas de
dulce e intenso placer la atravesaron. El gruñido que había comenzado como
un ruido sordo salió de la garganta de Devlin como un rugido. El sonido fue
suficiente para Sarah; al grito de Devlin, se unió a ella en la liberación. Sentía
como si las llamas hubieran consumido su cuerpo, un fuego tan intenso como
cualquier fuego en la pradera. Cuando sintió que el calor la abrumaría, se
derritió.

Sarah se derrumbó contra el cuerpo de Devlin y se fundieron. Ninguna de las


dos trató de moverse mientras Sarah yacía encima de Devlin. Los brazos de
Devlin envolvieron a la mujer agotada y trataron en vano de controlar su
respiración.

Con el tiempo, Sarah levantó la cabeza y se apoyó en un codo. Mirando hacia


abajo la cara de su amante, ella sonrió.

—Hola, me alegro que estés de vuelta.

276
Parte 23

—Oh, Dev —Sarah dijo entre lágrimas cuando ella puso su cabeza en el
hombro de Devlin. Devlin envolvió un brazo alrededor de Sarah mientras
miraban lo que quedaba de la casa del rancho de Art Winston.

Se detuvieron delante del cascarón quemado de la casa principal. Muchos


de los edificios habían escapado de las llamas, pero el fuego había reducido
la casa y el granero a cenizas.

—Lo siento mucho, señora Tolliver, Dev. Nos quedamos hasta el final. Siento
que las decepcioné —dijo Bud.

—Sabemos que hiciste lo mejor posible —dijo Devlin.

—Bueno, el viento cambió la situación antes de que llegara a cualquier otra


cosa al sur de aquí. Las casas por el arroyo, el barracón, y el antiguo granero
que se solía utilizarse para el almacenamiento están bien.

—¿Qué hay de los hombres Bud? —preguntó Sarah—. ¿Necesitan algo?

—No, señora. Gracias, somos jinetes. Estamos acostumbrados a salir con sólo
un poco de ropa a cuestas. No sabríamos qué hacer si fuera diferente. Sin
embargo y estoy seguro que lo haremos si eso cambia. Sin ganado para el
invierno aquí, es probable que no nos necesiten hasta la primavera.

—Sé que la mayoría por lo general van a Texas o México para el trabajo de
invierno, Bud. Informa a todos los hombres que, si están dispuestos a tomarse
el invierno, pueden descansar aquí durante los meses fríos. Se lo debo a ellos.
Además, esta jinete aquí —Sarah pasó un brazo alrededor de la cintura de
Devlin— me hizo una mujer rica. Diles a los hombres que se lo tomen con calma
por un tiempo.

—Se lo agradecemos, señora. Le prometo, que no nos aprovecharemos de su


naturaleza generosa. Bueno, será mejor que me vaya.

Bud dejó a Devlin y a Sarah paradas allí. A pesar de que Devlin no había vivido
en la casa del rancho por mucho tiempo, sintió la pérdida del lugar.

—Podemos reconstruirlo, Sa.

277
—Lo sé —Sarah asintió—. No va a ser lo mismo ¿verdad?”

—Probablemente no.

—Creo que Cordy tiene razón. Todo esto es temporal —Sarah hizo un gesto a
los restos de la casa con su mano libre—. Si mantienes tus recuerdos a buen
recaudo en tu corazón, nunca podrás perderlos.

—Vamos, Sachu-kash. Vamos a ver a los niños.

Dejaron el rancho para volver al pueblo del clan. Sarah apenas reconoció a
su hijo. Estaba más alto que ella, después de haber crecido 8 centímetros ese
verano. Su pelo largo le hacía parecer a muchos de los que cabalgaban en
su rancho, y se dio cuenta que él se comportaba de manera diferente. Se
sorprendió que Matt hubiera aprendido el lenguaje del clan mientras él estuvo
ausente. Le ayudó a encajar en el pueblo de inmediato. Lo que más la
sorprendió fue escuchar a su hijo llamar a Devlin Ishki Toba. Su relación con
Devlin sin duda se había hecho más fuerte y Sarah esperaba con interés el
relato detallado de Devlin sobre la ruta. Con el tiempo, Hannah también
comenzó a usar la palabra Chahta para segunda madre.

El trabajo duro y un gran número de decisiones llenaron las siguientes semanas.


Cuando las cuentas finales por la venta del ganado llegaron, Sarah Tolliver se
hizo conocida como la mujer más rica al oeste de Chicago. Los ganaderos
que se habían unido con Sarah y Devlin estaban tan agradecidos con la
pareja, que se presentaron con los suministros de un día y levantaron un nuevo
establo en el Double Deuce. Dijeron que, para el verano, la casa estaría
terminada, también.

Para Sarah, lo mejor que salió del incidente fue que los ganaderos no parecían
tener prisa para poner sus cercas de nuevo. Volvieron a las viejas formas de
gestionar sus ranchos. Los nidos, estaban tratando de cambiar todo eso. Sarah
y Devlin tendrían un trabajo bastante duro a la hora de tratar con las personas
que estaban decididos a cultivar la tierra que estaba destinada a los búfalos
y el ganado.

El invierno pasó mientras Sarah, Devlin, y los niños aprendieron a existir dentro
de la villa del clan. Sarah nunca se planteó la idea del matrimonio, prefiriendo
dejar a Devlin la iniciativa. Había pasado algún tiempo desde que Devlin vio
un ejemplo del protocolo de compromiso. Recurrió a su madre y su tío por un
consejo. Por supuesto, era mucho más entusiasta cuando el evento parecía
lejano.

278
—Esto es muy incómodo, Nali —Devlin se removió cuando Tima ajustó el traje
especial que había hecho. El cuero era una piel de ante suave, blanco como
la nieve. La prenda era la vestimenta tradicional de un guerrero cuando pedía
un vínculo matrimonial. Una vez más, Devlin tiró del collar alrededor de su
cuello.

—Redhawk, por favor, quédate quieta. ¿Cómo te sentirás si esto no está listo
para hoy? —Reprendió Tima.

—No veo por qué tengo que vestir esto de todos modos. Yo estoy de acuerdo
en pedir a Sarah que se case conmigo en el camino Chahta, pero nunca dije
que me fuera a gustar.

—Esta es la forma Chahta. Esto es lo que una mujer va a recordar cuando


envejezca. Todavía recuerdo el día en que Tekola se sentó en la iksita de mi
padre. Nunca olvidaré lo guapo que se veía en sus pieles blancas.

—Está bien, lo entiendo —Suavizó Devlin—. Pero no es que Sarah me vaya a


rechazar —se rió, pero la expresión del rostro de Tima detuvo bruscamente su
risa—. ¿Qué se supone que significa esa mirada?

Tima todavía la miraba con la ceja levantada que Devlin había aprendido a
imitar.

—Esto significa que tal vez no deberías ser demasiado confiada.

De repente, Devlin perdió todo el sentido de la razón. Siempre le había


resultado difícil ser racional cuando se trataba de lo que sentía por Sarah.
Ahora sentía mariposas en el estómago. ¿Qué sabía su madre?

—¿Qué has escuchado, Nali? ¿Está otra persona interesada en Sarah?

Tima resopló de una manera como para indicar que se trataba de una
pregunta idiota.

—Ella es Alikchi. Por supuesto, muchos la desean. Es hermosa y con talento.


Esto significaría un gran estatus para la familia de su cónyuge. ¿Creías que
serías la única que podría tenerla en cuenta ahora que es Chahta? —Se
rompió el corazón de Tima al burlarse de ella de tal manera, pero a veces la
confianza de Devlin era demasiado grande. Sarah podría sentir que esa
confianza la estaba dando por sentada.

Si Devlin se hubiera tomado el tiempo para pensar acerca de su relación con


Sarah, se habría dado cuenta que, para cualquiera de ellas, no existía nadie
más en el mundo.

279
—¿Debo ir temprano? —Se detuvo, permitiendo a Tima terminar la costura de
última hora.

—Creo que sí. Mostrarás tu entusiasmo para recibir su respuesta. ¿Tienes un


regalo para su padre?

—Sí —dijo Devlin. Era una cosa extraña de acostumbrarse. Su madre hablaba
como si Sarah fuera una chica india que había vivido en este pueblo toda su
vida.

—Muy bien —Tima palmeó el hombro de Devlin para decir que había
terminado—. Hermosa, muy bonita —dijo Tima cuando miraba a Devlin. Devlin
tenía el pelo recogido en una larga trenza por la espalda y pequeños
mechones de pelo quedaban libres para enmarcar suavemente su cara—.
Okshakla estaría muy orgullosa de ti hoy.

La observación de Tima sorprendió a Devlin. Rara vez hablaba de la madre de


Devlin. Era una sensación extraña seguir amando a la madre que la había
dado a luz, pero luego sentir el mismo amor por la mujer que estaba frente a
ella.

—No estaría aquí, con el amor de Sarah en mi corazón, si no hubiera sido por
ti, Madre.

Las lágrimas se formaron en los ojos de Tima y ella le dio un beso en la mejilla
a Devlin.

—Ve ahora y no te olvides de tus modales. —Ella de repente le hizo un gesto


hacia la puerta. Se puso de pie en el interior de su casa durante un largo rato,
recordando la manera tierna en que Devlin la había llamado “madre”.

Devlin se hizo la sorda ante los silbidos y gritos que provenían de los otros
guerreros, mientras caminaba por el pueblo en sus galas de compromiso. Si no
fuera porque lo último que Tima le había dicho fue que recordara sus modales,
Devlin se habría acercado y le hubiera dado un puñetazo en la nariz a cada
uno de ellos. Por supuesto, la idea la hizo sentirse mejor. Se prometió que quizás
más tarde volvería y los golpearía. Esa idea le hizo sentir mucho mejor.

—Hálito —Devlin llamó a Keeho mientras se acercaba a su Chuka.

—Hálito, binili —saludó Keeho a Devlin, pidiéndole que se sentara cerca de su


fuego.

Devlin se acomodó al otro lado del anciano. El agradable clima de primavera


significaba que era hora de que la gente empezara a tomar sus comidas
fuera. Intercambiaron una pequeña charla hasta que Sarah apareció con su
280
cena. Comieron la comida que ella había preparado y Devlin comentó la
suerte que Keeho tenía al tener una hija que cocinara tan bien.

—Es cierto —estuvo de acuerdo Keeho. Sonrió para sí mismo y se preguntó


cuánto tiempo pasaría antes de que Sarah rompiera su silencio. Sabía lo difícil
que algunas de las formas Chahta eran para ella.

—Los espíritus te sonrieron cuando te dieron una hija —Devlin continuó con el
discurso que había memorizado—. Sin duda, será una bendición para ti
cuando tu hija se case y su cónyuge pueda proveer para tu iksita.

Keeho sonrió por el respeto que Devlin prestó a su hogar. Él asintió y dijo las
palabras que se esperaba de él.

—Sí, me siento muy afortunado de tener una hija. Hashtahli También me ha


dado una hija que es talentosa y bella.

Devlin se quedó en silencio. Tima la había preparado para esto, pero ella
había dicho que Keeho probablemente no sacaría este truco. Era la forma de
un padre de subir el precio de su hija. Aunque ningún bien cambiaba de
manos en virtud del derecho Chahta, los padres a menudo querían oír la
dedicación de un pretendiente. Un guerrero con un pico de oro por lo general
se iba a casa comprometido.

—Sí, uh —Devlin tartamudeó—. He viajado mucho y no he visto mayor belleza.


Pero si tu hija tuviera un rostro simple, no sería menos premio para el guerrero
que tuviera la suerte de capturar su atención. Su corazón es puro y la convierte
en la mujer más hermosa de la tierra. —Bingo, pensó Devlin, al ver la mirada
feliz en la cara de Keeho.

—Tal vez incluso la banaha mejore, con el tiempo —sonrió Keeho. No quería
que el orgullo de su hija se hinchara demasiado.

Devlin se rió entre dientes mientras masticaba el pan de maíz ligeramente


seco.

—Bueno, tal vez la perfección tomará un poco más de tiempo para que ella
logre lo que pensamos.

Sarah arqueó una ceja en dirección a Devlin y Devlin se dio cuenta que era
evidente que tenía problemas acerca de ser el objeto de burlas sobre sus
habilidades culinarias. Para ser justos, Sarah era una cocinera excepcional,
pero las recetas Chahta eran nuevas para ella.

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Después de que terminaron su comida, Devlin abrió la piel al lado de ella. Dejó
el paquete abierto antes Keeho. Dentro había una pipa con un mango de
cedro y un cuenco de arcilla.

—Esta madera vino a mí. Di forma al mango y formé la arcilla sólo para darme
cuenta de que ya tenía una pipa especial. Estoy dispuesta a dejártela. Tal vez
una nueva pipa es algo que puedas encontrar útil.

—Pero yo no puedo aceptar un regalo —Keeho declaró lo obvio.

—Por supuesto que no. Tal vez tengas algo que podrías darme en lugar de la
pipa.

Keeho asintió pensativo.

—Tal vez lo tengo. Voy a probar tu pipa por un tiempo, y si me gusta, voy a
darte algo mío a cambio.

—Se trata de una pipa muy valiosa —Devlin utilizó las palabras que Tima le
había enseñado. Tima le había dicho que esta era la forma en que Keeho se
comprometería—. Yo no la cambiaría por cualquier cosa. He pasado muchas
horas en su elaboración, y esta pipa ha llegado a significar mucho para mí.

Keeho asintió de nuevo.

—Estoy de acuerdo. Puedo ver que se trata de una posesión muy valiosa. Me
aseguraré de darte algo que tengo en la más alta estima en su lugar.

Devlin tomó una respiración profunda y metió la mano en la bolsa que tenía
en la cintura por unos granos de maíz seco. Las palmas de las manos estaban
sudorosas y no podía recordar haber estado tan nerviosa. ¡Demonios! Todo
ello para conseguir comprometerse. Estaría más tranquila si se tratara de un
tiroteo.

Devlin arrojó casualmente una de las piezas secas de maíz en el suelo delante
de Sarah. Esperó a la respuesta de Sarah. Tradicionalmente, si una mujer
Chahta aprobaba el compromiso, cogía el maíz, se dedicaba a sus tareas, y
el pretendiente se iba con una sonrisa. Si Sarah salía corriendo, era obvio que
el pretendiente tenía que buscar en otra parte. Devlin esperó. Siguió
esperando, mientras Sarah parecía no darse cuenta del maíz.

¿Cómo diablo puede no verlo? Está justo en frente de ella. Devlin intentó una
vez más. Una vez más, Sarah buscó por todas partes, pero no en frente de ella.
Al tercer intento, Devlin arrojó la pieza de maíz directamente a Sarah. La
golpeó en la mano y cayó al suelo a sus pies. Sarah se estremeció, pero siguió
haciendo caso omiso del maíz.
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—Recógelo —Devlin murmuró por la comisura de la boca. Sarah rodó los ojos
y levantó la vista hacia el cielo. Finalmente, Devlin entendió. Sarah estaba
vengándose por su comentario acerca de su forma de cocinar—. Muy
graciosa —murmuró Devlin.

Keeho no entendía inglés, pero pudo ver que las dos mujeres estaban
actuando tontamente. Había visto muchos compromisos terminar en discusión
porque los adultos actuaban como niños.

—Ah, el joven Anoli. Tal vez venga a visitarme esta noche, también. ¿Te gusta,
Sakli?

Ambas mujeres levantaron la cabeza por el comentario de Keeho. Él quería


reírse de sus expresiones. Sarah extendió la mano y agarró la pieza más
cercana del maíz. Por si fuera poco, cogió cada pieza que Devlin había
arrojado a su manera. Devlin suspiro de alivio y las mujeres sonrieron la una a
la otra.

—Está decidido. Me gusta mucho tu pipa, Redhawk. En el siguiente paso de la


luna, te daré algo que aprecio mucho. Vete ahora.

Así todo había terminado. Keeho despidió con la mano a Devlin antes de que
pudiera decir una palabra a Sarah. Sarah y sus hijos vivirían en la Chuka de
Keeho hasta la ceremonia de matrimonio. Las dos mujeres tendrían un montón
de tiempo durante el día para verse entre sí, pero sus noches las pasarían
alejadas hasta que se casaran.

En un primer momento, Sarah estaba preocupada por cómo Keeho se


comportaría alrededor de los niños. No tendría que haberlo hecho. Hannah,
que normalmente actuaba distante alrededor de los hombres, lo amaba, y él
la trató de una manera especial, como a cualquier nieta. Matt lo tomó con
resignación cuando Keeho le mostró cómo hacer flechas con apenas una
línea curva.

Devlin dejó la iksita de Keeho sintiéndose orgullosa de sí misma. Tendría que


encontrar una manera de hacerle pagar a Sarah por casi detener su corazón.
Sería divertida y cariñosa, pero definitivamente se vengaría. Mientras
meditaba, se acordó de las burlas y silbidos de sus hermanos guerreros cuando
los había pasado antes. Sonrió con una sonrisa totalmente malvada y se dirigió
en dirección de donde habían estado.

En su mayor parte, Sarah, Devlin, y los niños vivían en el pueblo del clan
después que Hannah y Matthew acordaron intentarlo. En el momento en que
el invierno terminó, era como si siempre hubieran sido una familia allí. Sarah

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todavía tenía un montón que aprender, y algunos días, se sorprendía a sí
misma por lo que sabía. Las madres de los clanes habían tenido razón. Cuando
ella necesitaba el conocimiento, estaba allí.

Devlin finalmente parecía estar en paz. Estaba viviendo el sueño de toda su


vida. Era simple, pero todo lo que siempre había querido era ser parte de esta
comunidad. Siempre se había sentido diferente, no sólo porque era un
guerrero en el cuerpo de una mujer, sino por todo lo que significaba. Se había
sentido fuera de lugar en el mundo del hombre blanco, pero nunca se había
sentido como en casa con el clan de su madre. Nunca había pensado que
una familia de hijos y una esposa estarían disponibles para ella. Ahora todo
había cambiado. Toda su vida estaba cambiando y, como siempre, estaba
preocupada.

—He estado buscándote, Miko —Sarah bromeó con Devlin mientras deslizaba
sus brazos alrededor de su cintura.

Devlin ajustó automáticamente sus brazos alrededor de Sarah y se inclinó para


besar un lado de su cuello.

—Veo que has estado hablando con el abuelo.

—Me dijo que él te pidió que fueras un miembro del consejo y tomaras su lugar
como el portavoz de la familia —Kontonalah había entrado en detalles con
Sarah, discutiendo el sistema de gobierno del clan. A pesar de que cada
familia tenía un Miko, a veces las familias se juntaban. Por lo general, esto no
lo hacían para obtener beneficios políticos o poder, sino porque pensaban en
cuestiones importantes. De esta manera, sólo necesitarían un Miko. El abuelo
de Devlin había sido Miko para un número de familias durante muchos años.
Él se cansó de la responsabilidad, pero no tuvo hijos varones. Él admitió de
todas maneras, que los nietos nunca fueron su primera opción para formarlos
como sucesores. Ahora había empezado a presionar a Devlin para quedarse
con su gente y cumplir con su deber como un guerrero.

—Dijo que tu lugar es tanto con el clan como junto a mí. Me dijo que mi estado
supera incluso a los guerreros más expertos en batalla porque estoy casada
con una poderosa curandera.

Sarah sonrió.

—Bueno, lo de la curandera es cierto. No puedo decir que lo poderosa sea


verdad.

Sara se rió y Devlin sonrió. Era feliz cuando Sarah estaba feliz, y Sarah supiera
o no, parecía la mujer más feliz del mundo últimamente.

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—¿Sería tan malo? —preguntó Sarah.

—Esto significará realmente ser Chahta, Sachu-kash. No podemos vivir allí en


ese mundo —Devlin indicó el rancho con un movimiento de cabeza—, luego,
volver a la aldea del clan cuando nos plazca. Tendríamos que elegir.

—Lo sé, tashka, pero tenemos tiempo para decidir, ¿verdad?

Devlin asintió. Tenía miedo de obligar a Sarah a elegir sobre un mundo u otro,
pero eso es lo que tenían que hacer.

Sarah pensó en la familia de Devlin y los temores de Oka Kapassa sobre ella y
Devlin al casarse. Oka Kapassa se preocupaba que algún día Sarah alejara a
Devlin de su pueblo.

Soy Chahta... Siempre he sido Chahta.

Esas palabras vinieron a la mente de Sarah en los momentos más extraños.


Había dicho Keeho que las palabras llegaron a ella en más de una ocasión.
Keeho sonrió y le dijo que la respuesta vendría a una vez que estuviera
preparada para ello. Sonrió para sí misma. Aquellos eran siempre los tipos de
respuestas que recibió de su padre adoptivo.

Sarah besó la barbilla de Devlin, que era todo lo que podía alcanzar en el
momento.

—Entiendo la importancia de nuestra decisión, Dev. Tal vez más de lo que


crees. He hecho un compromiso y no tomo esas promesas a la ligera. Nunca
hubiera entrado al entrenamiento si pensara por un momento que el clan no
sería una parte de nuestra vida cotidiana. Creo que convertirme en Chahta
me ha enseñado una cosa importante.

—¿Qué?

—Que te preocupas demasiado —Sarah se rió cuando Devlin encontró el


punto más delicado en su cuerpo—. Estamos viviendo aquí ahora. Hank está
haciéndolo muy bien con el rancho y confiamos en él. ¿Por qué no confiamos
en que los espíritus nos mostrarán la dirección que quieren que nuestras vidas
lleven?

—Pero tenemos que pensar en los niños, también. Matt quiere ser un ranchero,
y luego está Hannah —Devlin hizo una pausa para mirar a Sarah y suavemente
rozó el dorso de sus dedos contra su mejilla—. Sólo quiero que nuestros hijos
sean tan felices aquí como nosotras, Sa.

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Sarah escuchó con asombro a Devlin sonar exactamente como antes,
preocuparse por cosas que nunca podrían ocurrir. Sarah sonrió a Devlin e
indicó que debía darse la vuelta. Detrás de ellos estaba su pueblo y su gente,
haciendo lo que hacían todos los días para vivir.

Un grupo de hombres jóvenes luchaban ferozmente entre sí en el Toli, una


especie de juego de béisbol callejero en el que cada participante tenía dos
palos con lo que parecían tener unas cestas al final. La idea era llevar el balón
a la portería contraria, pero cualquier persona con el balón en su poder se
convertía en un blanco fijo. Sólo los hombres más fuertes jugaban debido a
que el deporte podía ser muy duro. Kontonalah y los otros ancianos a menudo
solían decirles a los jóvenes, de los días en que el juego se utilizaba para
resolver los conflictos entre las otras tribus. Explicaban a los jóvenes que en esos
días había pocas guerras, pero muchos juegos de Toli.

Devlin sonrió cuando vio a un muchacho alto y delgado en medio de la


refriega. Matt se había dejado crecer el pelo, y utilizaba una banda de
cuentas que Hannah hizo para alejar el cabello de los ojos. Su pecho desnudo
fue pintado con los mismos colores brillantes de los otros chicos Chahta.
Recibió la pelota y luchó para evitar que el otro equipo la tomara, con una
enorme sonrisa en su rostro.

Kontonalah y algunos otros Mikos actuaban como mediadores. Muchas de las


mujeres habían mudado sus tareas cerca del campo de juego para poder
completar su trabajo, y aun así hacer apuestas sobre sus hijos o jugadores
favoritos. Todo el mundo vio que los hombres jóvenes corrían arriba y abajo
del hitoka, o campo de pelota, riendo y jugando.

Hannah estaba a una corta distancia. Se reía y saltaba mientras se alternaba


entre animar a su hermano y jugar con sus amigos en un círculo debajo de los
ojos vigilantes de Tima y Oka Kapassa. Hannah parecía como cualquier otra
chica del clan con su vestido de piel de ciervo y mocasines. En una mano,
todavía se aferraba a Dolly. El juguete parecía que estaba más allá del punto
de reparación, pero se negaba a desprenderse de ella.

Devlin no pudo evitar abrazar más fuerte a Sarah. Observaron las caras felices
de sus hijos, familiares y amigos.

—Tenía miedo —Devlin admitió en voz baja—. Miedo de que perdieras tu


hogar.

—Tashka —Sarah sonrió con cariño a su compañera—. Este es mi hogar.

Fin
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Biografía de la autora

L
J. Maas fue autora y artista a tiempo completo. También encontró tiempo
en su apretada agenda para enseñar gráficos en ordenador y dio clases
de escritura en una universidad local. Es autora de seis novelas
publicadas:

—Tumbleweed Fever

—None So Blind

—Meridio's Daughter

—Prairie Fire

—Rebecca's Cove

—Journey's End (el primer libro de la serie Conqueror)

—Varios fanfics muy populares.

Está en el Salón de la fama de 2005 de la Royal Academy of Bards.

Falleció el 29 de octubre de 2005, dejando atrás una legión de admiradores y


amigos que quedaron devastados por su prematura pérdida. No solo fue una
talentosa narradora y autora, sino que también fue un alma gentil que dejó
una marca indeleble en todos los que la conocieron.

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Serie Tumbleweed

1 Fiebre rodadora
En el Territorio de Oklahoma del viejo oeste, Devlin Brown está tratando de
redimirse de un pasado como forajida. Trabajando como jinete en un rancho
ganadero, conoce a Sarah Tolliver, una viuda con dos hijos y un rancho
exitoso, pero no hay forma de protegerla de los hombres despiadados que
preferirían verla fracasar. Las chispas vuelan cuando la ex bandida se une con
la hermosa, pero testaruda, joven Tolliver.

2 Fuego en la pradera
En esta secuela de Fiebre Rodadora, la historia de Devlin Brown, una ex-
forajida, y Sarah Tolliver, la mujer de su corazón continúa. Sarah y Devlin deben
convencer a los rancheros de los alrededores para que destruyan las vallas de
alambre que contienen a su ganado para así evitar cierta calamidad. En
medio de la hermosa y, en ocasiones, implacable tierra del Territorio de
Oklahoma, Sarah y Devlin comienzan una nueva vida. Aventura y misticismo
abundan mientras visitan el campamento Choctaw. Sarah debe decidir si se
someterá a los rituales del clan que le permitirán unirse a la ex forajida en una
ceremonia que unirá sus corazones para siempre. Cada mujer debe someterse
a una prueba de sus habilidades individualmente y al mismo tiempo competir
contra el tiempo para evitar que una premonición se convierta en una
realidad aterradora.

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