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“Tenían la cabeza, la voz, el cuerpo y las cerdas del puerco, pero su espíritu
seguía siendo el mismo de antes. Y lloraban cuando se vieron encerrados
(...)” (La Odisea, Canto X).
Otro punto por comparar entre las dos obras es la aplicación de las
protagonistas en el tejido y el bordado.
“(...) era más dulce con Mario, lo hacía sentarse cerca de la ventana y le
explicaba proyectos de costura o de bordado.” (del cuento “Circe”, p. 94).
“Un gato seguía a Delia, todos los animales se mostraban siempre sometidos
a Delia, no se sabía si era cariño o dominación, le andaban cerca sin que ella
los mirara. La madre decía que Delia había jugado con arañas cuando
chiquita. “Y las mariposas venían a su pelo (...) pero Delia las ahuyentaba
con un gesto liviano.” (del cuento “Circe”, p. 94).
“Mezcló luego vino de Pramnio con queso, harina y miel dulce, pero puso el
veneno en el pan, con el fin de hacerles olvidar el suelo de su patria.” ( La
Odisea, Canto X).
Su mejor receta eran unos bombones a la naranja rellenos de licor, con una
aguja perforó uno de los que traía Mario para mostrarle como se los
manipulaba.” (del cuento “Circe”, p. 99).
“Ella le hizo muchas bebidas. Pero Rolo tenía miedo por el corazón. El
alcohol es malo para el corazón.” (del cuento “Circe”, p. 101).
Los dos personajes masculinos comparten el mismo destino: no caer en el
hechizo de Circe y de Delia. Ulises es advertido y ayudado por Hermes con
una pócima; mientras que Mario se da cuenta él solo del terrible engaño.
“(...) Mario acercó el bombón a la boca, iba a morder, bajaba la mano y Delia
gemía como si en medio de un placer infinito se sintiera de pronto frustrada
(...) La luna calló de plano en la masa blanquecina de la cucaracha, el cuerpo
desnudo de su revestimiento coriáceo mezclado con la menta y el mazapán,
los trocitos de patas y alas, el polvillo del caparacho triturado.” (del cuento
“Circe”, p. 114).
“Cuando le tiró los pedazos en la cara, Delia se tapó los ojos y empezó a
sollozar (...) entonces los dedos de Mario, se cerraron en su garganta como
para protegerla de ese terror que le subía del pecho (...) Aflojó el apretón y la
dejó resbalar hasta el sofá, convulsa y negra, pero viva.” (del cuento “Circe”,
p. 114-115).