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En la actualidad, asistimos a una fuerte superposición entre vida y política. Esto sucede,
paradójicamente, junto a un vínculo muy estrecho con la muerte: ¿por qué la política de
la vida amenaza a cada paso en convertirse en política de muerte? Esta pregunta motivo
a Foucault, pero éste dejó algo no resuelto1.
El enigma de la biopolítica
El paradigma de la inmunización
1
Para Espósito la biopolítica es la política dirigida hacia el hombre en cuanto zoé, no en cuanto bios.
Retomando a Foucault y su punto no resuelto (“caja negra”), el filósofo sostiene que de la biopolítica el
pensamiento foucaultiano es capaz de prever dos efectos posibles: la subjetivación o la muerte. Es, de
todas formas, ambivalente porque el poder biopolítico subjetiva a condición de hacer participar a los
individuos de su propia objetivación (la biopolítica puede pensarse como aquel tipo de poder que se
ejerce potenciando el objeto sobre el cual se aplica).
“Esto ocurrió cuando cayeron las defensas naturales que hasta cierto punto habían
constituido el caparazón de protección simbólica de la experiencia humana: en primer
lugar, el orden trascendente de matriz teológica. La grieta que imprevistamente, al final
de los siglos medios, se abrió en ese primitivo envoltorio inmunitario determinó la
necesidad de un aparato defensivo distinto, de tipo artificial, orientado a asegurar un
mundo ya constitutivamente expuesto al peligro” (Espósito, 89)2.
2
En Immunitas, Espósito afirma que el desarrollo de la vacunación introduce está misma lógica
mediante la cual es el artificio el que infecta la vida la natural para hacerla posible.
3
Este razonamiento se inserta de lleno en la inflación que padece el tema de la conservación/inmunidad
en el pensamiento moderno. La ruptura de las envolturas simbólicas expone a la vida en su más
descarnada precariedad, a la par que la protección de la misma se realiza por apelación al artefacto.
Biopoder y biopotencia
“La mayor enfermedad de los hombres nació de la batalla contra sus enfermedades, y
los remedios aparentes generaron, a la larga, algo peor que aquello que debían
eliminar” (Aurora)
Pero Nietzsche también tiene otra propuesta (biopolítica). Aunque en sentido inverso.
Nietzsche biologiza al bios, lo retorna a la zoé, para que pueda ir más allá de sí mismo.
Esto se ve en conceptos muy zoológicos, tales como cría (Züchtung) o domesticación
(Zähmung) “la potencia vital del hombre reside en su pertenencia profunda a aquello
que en él no es aún, o ya no es más, hombre, aquello que constituye a un tiempo la
fuerza primigenia y la negación específica de lo humano” (158).
Es como un parto: “El parto no es tan solo una oferta de vida, sino el lugar efectivo
donde una vida se hace entre dos, se abre a la diferencia consigo misma de conformidad
con un movimiento que contradice la lógica de la autoconservación inmunitaria” (171).
TANATOPOLÍTICA
En el nazismo no hay filosofía: hay biología. La relación entre política y biología se
llevó a cabo sin mediaciones (con bestialidad literal, nada de metáforas).
El enfermo era el pueblo alemán el sistema protector se tornó tan agresivo que se
vuelve contra el cuerpo mismo que debe proteger.
Hay vidas que ya están muertas en vida (degeneradas): al matarlas, la muerte no les
viene de afuera.
¿Qué querían matar los nazis en los judíos? A la muerte misma. Mediante la muerte
(221) no es una cuestión de falta de ética médica.
Eso llevó al nazismo a morir como última estrategia para evitar el riesgo de muerte.
Autodestrucción.
Filosofía del bios
Más que el comunismo, es el nazismo el que trazó el umbral de inicio de nuestra época.
Arendt vió algo de la génesis de este proceso cuando afirmó que la modernidad supone
una retracción del “mundo en común” y un alza de la categoría de “vida” (tematizada en
la primera modernidad mediante el tópico de la conservación). Pero la filósofa hace su
análisis en función de la política griega, y desde allí interpreta el advenimiento de la
sociedad del trabajo moderno como una sociedad sin mundo común, donde lo único
compartido es la satisfacción individual de necesidades mediante el consumo de bienes.
Luego Espósito propone tomar los conceptos centrales de la biopolítica para volcar su
sentido hacia la communitas: vida, nacimiento, cuerpo.
La posibilidad de pensar la carne sin cuerpo supone una potencialidad. Hoy en día el
pensamiento del cuerpo en política está en retroceso: caída de todos los límites y
fronteras, adhesión a formas de identificación más reducidas. Posibilidad de una política
de la carne (difícil de enunciar por ahora).
El recién nacido es expuesto (excorporado) a una diferencia irreductible con todos los
que lo han precedido. Punto para Arendt: el nacimiento es la instancia política
fundamental, supone una divergencia con el ciclo vital y biológico de la especie, pero
también la posibilidad de ser único. La política es la repetición de esta primera novedad.
Canguilhem: Norma es estado del viviente. Salud y enfermedad tienen cada una su
propia norma (son estados). Lo “anormal” es parte de la norma, y permite su
inteligibilidad. En biología la salud no es advertible sino es a través de la enfermedad.