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Nombre del estudiante: Carlos Daniel Álvarez Muñoz.

Referencia del texto: Restrepo O., Diego A. y Jaramillo E., Juan C. (2012). Concepciones de

salud mental en el campo de la salud pública. Revista Facultad Nacional de Salud Pública, vol.

30(2), pp. 202-211. Recuperado el 6 de febrero de 2018 de:

http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=12023918009

Contexto del escrito: en el momento de publicación del artículo, Diego Restrepo era un

estudiante de doctorado en Salud Pública en la Universidad de Antioquia y un docente

Investigador de la Facultad de Psicología de la Universidad CES. Por otro lado, Juan Jaramillo

era un psicólogo con maestría en Psicología y un docente Investigador de la Facultad de

Psicología de la Universidad CES (Restrepo y Jaramillo, 2012).

Descripción del texto: el texto aborda el concepto de salud mental en la salud pública desde

tres enfoques diferentes; a saber, el enfoque biomédico, el comportamental (que abarca las

perspectivas conductual y cognitiva) y el socioeconómico, intentando dar luz sobre cómo cada

modelo resuelve los problemas epistemológicos de los conceptos ‘salud mental’, ‘enfermedad

mental’ y ‘lo mental’. Además de esto, también da cuenta de los efectos que estos postulados

tienen en la intervención –ya sea curar, prevenir o promover– y las soluciones que plantean a

los problemas de la salud mental en el campo de la salud pública.

Análisis del texto: empezando con el enfoque biomédico, se observa una corriente filosófica

monista materialista, pues este modelo afirma que solo existe lo orgánico. La enfermedad, a

manera general, no es más que “el producto de factores anatómicos, fisiológicos o de

entidades externas que afectan el funcionamiento orgánico.” (p.203). Este enfoque define la

salud como la “ausencia de enfermedad”, razón por la cual ha recibido muchas críticas,
pensamiento reduccionista y dicotómico. Ahora entrando en el aspecto mental, este modelo

define la enfermedad mental, según Restrepo y Jaramillo (2012), como la “manifestación de

desórdenes en diferentes procesos cerebrales que median el funcionamiento psicológico”

(p.204).

Sobre le intervención, dirán Restrepo y Jaramillo que: “el tratamiento terapéutico

convencional de la mayoría de los trastornos mentales se realiza mediante farmacoterapia”

(p.204). Es decir, a través de la medicalización. Como se dijo anteriormente, cada enfoque da

una solución a los problemas de este concepto de salud mental en la salud pública.

Básicamente, este enfoque lo solucionará mejorando los servicios, teniendo más

profesionales, más accesibilidad para las personas, más disponibilidad de medicamento y unas

herramientas más tecnológicas.

Resumiendo lo anterior, la concepción biomédica reduce lo mental a un proceso biológico,

su objetivo es curar la enfermedad (mental o no) a través de los fármacos y define la

normalidad a partir de la no-enfermedad, y su solución a los problemas a la salud mental es a

través de mejores y más cosas. Se le puede agregar que la responsabilidad del sujeto en la

enfermedad (y en la salud) no existe, pues todo depende de los factores externos como los

microorganismos en la teoría microbiana; es decir que la génesis de la enfermedad es ajena a

la persona que la padece (desrresponsabilización).

Y después vino un nuevo enfoque. Desde 1960, las enfermedades agudas (de corta duración

y rápida evolución) ceden paso a las enfermedades crónicas (larga duración y corta evolución),

lo que cambia la preocupación de los microorganismos a los estilos de vida. A partir de esto se

empieza a hacer énfasis en los “factores de riesgo ambientales y conductuales asociados a los

problemas de salud de la vida contemporánea”. (p.204). Lo anterior dio paso al enfoque

comportamental, ese que sostendrá que la conducta es un factor determinante para la salud y

la enfermedad. La enfermedad es un resultado del comportamiento ‘inadecuado’ del


individuo. Bajo esta perspectiva, y según Restrepo y Jaramillo, todo era culpa del sujeto

(hiperresponsabilización) (p.204).

Ahora hablando sobre lo mental, en este enfoque surgieron dos concepciones de salud

mental: la conductual y la cognitiva. La primera concepción, el conductismo, ‘choca’ con lo

mental, pues esta corriente psicológica renuncia a todo lo no observable ni medible; o sea, al

mentalismo y a la introspección, mostrando un reduccionismo incluso más ortodoxo que la

perspectiva biomédica. Para resolver esto, se cambia el concepto de ‘salud mental’ por el de

‘salud comportamental’, pues el ambiente es un elemento central en esta concepción. Define

la salud comportamental como los “hábitos y conductas adaptativos resultantes de procesos

de aprendizaje” (p.205), mostrando la importancia que se le da al estilo de vida. Por otro lado

los ‘trastornos comportamentales’ se entienden como un desajuste del hábito, o sea,

respuestas maladaptativas o ‘indeseables’.

En caso de enfermedad, la intervención es a través del recondicionamiento del sujeto hacia

comportamientos más aceptables

La segunda concepción, la cognitiva, define lo mental como “estructuras y procesos

cognitivos, no observables, que determinan la manera como las personas sienten, piensan y se

comportan” (p.205). Sobre la enfermedad mental, Restrepo y Jaramillo dirán: los trastornos se

encuentran determinados por formas distorsionadas o irracionales de pensamiento [esquemas

maladaptativos, creencias irracionales, etc.] que llevan al sujeto a presentar desajustes en su

comportamiento o sus afecciones emocionales.

Ambos enfoques comparten la definición de normalidad, definiéndola en términos de

adaptación de la conducta individual a los modelos sociales. La intervención en cognitiva se

define de la siguiente manera: “entrenamiento del sujeto para reemplazar aquellos

comportamientos, pensamientos o emociones desadaptativos o problemáticos, con unos más

saludables” (p.205).
Sobre la solución a los problemas de la salud mental en la salud pública, juegan un papel

fundamental la prevención basada en la información, la educación instructiva y las habilidades

conductuales.

Como último enfoque está el socioeconómico, que surge entre los años 1970 y 1980 como

crítica de los anteriores enfoques, sobre todo en cinco (5) aspectos: 1) la normalización, 2) la

medicalización, 3) el individualismo, 4) el capitalismo y 5) la centralidad del concepto ‘estilo de

vida’ en las intervenciones. Pero además de criticar, también complementa. Por ejemplo, uno

de los aspectos que le añade este enfoque al comportamental es que no solo importa el estilo

de vida, sino también las condiciones de vida (la posición socioeconómica, el núcleo familiar, el

lugar de nacimiento), llamando a la unión de estos dos aspectos ‘modo de vida’. Con esto el

sujeto ya no es totalmente culpable de su enfermedad o sanidad, sino que las posibilidades

para poder tener una vida sana también son importantes.

Lo mental se define, bajo esta perspectiva, como una estrecha relación entre los individuos

y las estructuras socioeconómicas, el ambiente material y la vida cultural. La solución de este

enfoque a los problemas de salud mental se centran en lo que se llama Atención Primaria en

Salud Integral, que se enfoca en la promoción de la salud a través de diferentes sectores y

teniendo muy en cuenta los determinantes sociales de la salud.

Reflexión: me parece muy interesante darme cuenta de lo difuso que es este concepto de

salud y enfermedad (en especial en lo mental), que el gobierno nos presenta con total

seguridad como si tuvieran ellos la respuesta correcta. Se me vino a la memoria el libro de la

OMS “Invertir en Salud Mental” y las demás definiciones que dan otras organizaciones. Me

parece que es un eclecticismo, una integración de posiciones bastante imprecisa, pues queda

una mescolanza de teorías que a nivel superficial no tiene mayores complicaciones, pero que

son perjudiciales en la práctica sanitaria e incluso en la investigación. De ahí la importancia de


ver la salud mental bajo alguna perspectiva y dejarla muy en claro antes de intervenir en el

campo de la salud, pues del enfoque depende las ideologías, filosofías, definiciones e

intervenciones que se harán a posteriori. Pero tampoco estoy a favor de un dogmatismo, me

parece que se puede hacer una integración selectiva, reuniendo conceptos no contradictorios

sino complementarios que permitan una visión más amplia de este concepto.

Discrepo con la apreciación sobre la hiperresponsabilización del enfoque comportamental

que hacen los autores, pues seguido citan a un autor, supuestamente apoyando su posición,

que dice simplemente que nuestra forma de vivir tiene una relación directa con muchos

aspectos de nuestra salud. Y me parece que es cierto, pues a mayor consumo de drogas,

descuidos en la alimentación o manejo irresponsable en la carretera, más se incrementará la

probabilidad de morir o enfermarse. En ningún momento entendí que fuera la única variable

que interviene. No es como si el estilo de vida lo fuera todo, pero sí juega un papel importante.

BIBLIOGRAFÍA

Restrepo O., Diego A. y Jaramillo E., Juan C. (2012). Concepciones de salud mental en el campo

de la salud pública. Revista Facultad Nacional de Salud Pública, vol. 30(2), pp. 202-211.

Recuperado el 6 de febrero de 2018 de:

http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=12023918009

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