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Los juicios de la justicia militar policial serán orales y públicos, según indica el Decreto
Legislativo 1094, sobre el nuevo Código Penal Militar Policial, que fue publicado en el
boletín de Normas Legales del diario oficial El Peruano.
Dicha normativa establece que la audiencia será oral, por lo que el imputado y las
demás personas que participen en ella deberán declarar de la misma forma.
En cuanto al principio de publicidad, el Código establece que el juicio debe ser público,
no obstante, la Sala o el Tribunal podrán decidir motivadamente que se realice total o
parcialmente en forma privada.
El Código Penal Militar Policial también señala que los representantes de los medios de
comunicación podrán presenciar el debate e informar al público sobre lo que suceda en
el proceso.
Ello, añade, ocurrirá cuando la Sala o el Tribunal señalen en cada caso las condiciones
en que se ejercerán esas facultades y que, por resolución fundada, podrán imponer
restricciones cuando sea perjudicial para el desarrollo del debate.
Registra antecedentes durante la época del virreinato donde tuvieron vigencia las
Ordenanzas Militares Españolas del ario 1728, las ordenanzas del 10 de enero y 7 de
abril de 1745.
En el Perú, a fines del siglo XIX fue el Presidente Nicolás de Piérola quien al emprender
la reorganización y modernización del Ejército del Perú, observó la necesidad de contar
con un marco jurídico que definiera la participación organizada de los ciudadanos en las
Fuerzas Armadas y cautelara la disciplina en el interior de las fuerzas militares. Por ello,
gestionó una ley sobre servicio militar obligatorio y obtuvo la promulgación, del Primer
Código de Justicia Militar de 1898, elaborado por una misión francesa que llegó ex
profesamente para estos fines al Perú, al mando del Coronel Pablo Clement. El Código
de Justicia Militar de 1898 marcó decidida y definitivamente los parámetros de la justicia
militar durante el pasado siglo y lo que va del presente, comprendiendo no solo a los
militares, también a los policías y en algunos casos hasta los civiles. Y si bien algunos
de sus postulados fueron dejados de lado o relativizados por alguna modificación
menor, el esquema básico de la justicia castrense mantuvo la orientación impregnada
por el viejo código, haciéndolo básicamente dependiente del Poder Ejecutivo. Así, se
conservó en la estructura orgánica de la justicia militar a los auditores, los jueces
instructores, los consejos de guerra y el consejo supremo como tribunales permanentes;
no se varió los supuestos de la jurisdicción de guerra en materia penal; los jueces
militares no tenían formación jurídica; los policías y los civiles podían ser comprendidos
por la justicia castrense; la ley penal militar funcionó sin una mayor declaración de
principios generales; las bases de la punibilidad no fueron modernizadas o puestas al
día; el sistema de penas no sufrió alteración significativa; la descripción de los delitos de
naturaleza militar siempre contravino el principio de taxatividad máxima; los
procedimientos fueron los mismos (ordinario, especial y extraordinario), etc.
En ese contexto a partir del ario 2003, instituciones vinculadas a la defensa de los
derechos humanos, Defensoría del Pueblo, Colegios de Abogados, Universidades y un
importante número de académicos especialistas en la materia, señalaron
reiteradamente la necesidad de una reforma sustancial de la Justicia Militar. Sendas
demandas de inconstitucionalidad presentadas ante el Tribunal Constitucional,
determinaron que numerosos artículos de la Ley Orgánica y del Código de Justicia
Militar fueran declarados inconstitucionales. Al poco tiempo, se promulgó entonces el
Nuevo Código de Justicia Militar Policial (DL N° 961) con el cual se consolida la
competencia de la Justicia Militar no solamente al ámbito castrense sino además al
policial, excluyéndose definitivamente a los civiles; de la misma manera se promulgó
una Ley de Organización, Funciones y Competencia de la Jurisdicción Especializada en
Materia Penal Militar Policial (Ley N° 28665). Normas que igualmente fueron declaradas
inconstitucionales en muchos de sus articulados.
En ese contexto a partir del año 2003, instituciones vinculadas a la defensa de los
derechos humanos, Defensoría del Pueblo, Colegios de Abogados, Universidades y un
importante número de académicos especialistas en la materia, señalaron
reiteradamente la necesidad de una reforma sustancial de la Justicia Militar. Sendas
demandas de inconstitucionalidad presentadas ante el Tribunal Constitucional,
determinaron que numerosos artículos de la Ley Orgánica y del Código de Justicia
Militar fueran declarados inconstitucionales. Al poco tiempo, se promulgó entonces el
Nuevo Código de Justicia Militar Policial (DL N°961) con el cual se consolida la
competencia de la Justicia Militar no solamente al ámbito castrense sino además al
policial, excluyéndose definitivamente a los civiles; de la misma manera se promulgó
una Ley de Organización, Funciones y Competencia de la Jurisdicción Especializada en
Materia Penal Militar Policial (Ley N° 28665). Normas que igualmente fueron declaradas
inconstitucionales en muchos de sus articulados.
La Real Cedula de Carlos III de fecha 4/11/1773, creo en España el Consejo Supremo
de Guerra.
Proyecto del Primer Código de Justicia Militar del Perú, fue promulgado el 10/01/1865,
dentro del marco de la Constitución de 1860,1a cual no entro en vigencia.
Proyecto de Código de Justicia Militar, el cual fue elaborado por una comisión en el año
1878; presidida por el General Manuel Mendiburu.
La Ley N° 273 de fecha 27/10/1906, modificando el art. 4 del Código de Justicia Militar,
reconociendo a la Corte Suprema la jurisdicción en el último grado, cualquiera que sea
el fuero de las causas civiles y criminales, así como la especial que corresponden a los
juicios que se da contra los altos funcionarios públicos, y el Consejo Supremo de Guerra
y Marina, se llamara en adelante "Consejo de Oficiales Generales. La Ley N° 2442 de
fecha 3/09/1917, cuyo art. 1 disponía que: " A la Jurisdicción militar Están sujetos los
militares, únicamente por infracciones cometidas en actos de servicio.
Decreto Ley N° 6881, de fecha 26/09/1930 decreta la suspensión del art. 156 de la
Constitución de 1920 y las leyes n° 2442 y 5862 del 22/09/1927.
Decreto Ley N° 6948 de fecha 28/11/1930, para fijar los alcances del Decreto Ley N°
6881.
El Código de Justicia Militar de 1898, con cuarenta años de vigencia, fue limitada por la
Constitución del Perú de 1920, en cuanto a su jurisdicción sobre las personas que no
estén en servicio en el ejército, a no ser en caso de guerra nacional.
El Código de 1939, fue creada mediante Ley N° 8992 durante el gobierno de Oscar R.
Benavides, solo tenía en cuenta las necesidades del Ejercito de Tierra, el cual tuvo una
vigencia de 11 años.
D.L. N° 23214, dando origen al Código de Justicia Militar de 1980, el cual fue aprobado
por el Decreto Ley N° 23214 de fecha 24/07/1980; habiéndose basado en el código de
1963, el cual se adecuo a la constitución de 1979 que hasta la fecha aún mantiene
vigencia.
La Ley Orgánica del Poder Judicial de 1985, prevé la Sala de lo Militar del Tribunal
Supremo, la cual fue subsanado por la creación de La Sala Quinta de lo Militar.
La Ley N° 24150, en su Art. 10, señala que los miembros de Las Fuerzas Armadas y de
La Policía Nacional, que están en servicios en las zonas declaradas en estado de
excepción, están sujetos a la aplicación del Código de Justicia Militar.
La Ley N° 26926, del año 1987, que califica a los delitos de tortura, genocidio y
desaparición forzada como delito contra la humanidad, estableciéndose que su
juzgamiento corresponde a la justicia común.
Consideramos que esta norma resulta bastante cuestionable, no sólo a nivel del propio
diseño normativo, sino incluso en el plano técnico jurídico.
"De un lado, porque desde el punto de vista conceptual no es fácil comprender que en
un mismo precepto se proclame la unidad de la función Jurisdiccional, a la par de
reconocer la existencia de la justicia militar como "otra jurisdicción" independiente y
paralela. De otro lado, porque en los modelos democráticos constituye una regla que la
justicia militar, si bien responde a criterios de especialidad y goza de autonomía, tiene
que encontrarse integrada y subordinada dentro del órgano jurisdiccional, precisamente
en aplicación del principio básico de unidad y exclusividad de dicha función".
Son tres los temas de La Justicia Militar dentro de la Constitución Política del Perú:
2°. La Pena de Muerte, para quien cometa determinados delitos calificados y normados
en el Art. 140.
3°. La Casación, el cual es competente el Poder Judicial, para revisar los fallos
provenientes del Consejo Supremo de Justicia Militar, careciendo actualmente de la
facultad revisora; existiendo otro problemas como los derechos del procesado y los
principios básicos de la función jurisdiccional.
Lo que significaría que cualquier pena privativa de libertad que imponga los jueces
militares, como la imposición de la cadena perpetua, quedaría jurisdiccionalmente
consentida en el fuero militar, no existiendo la posibilidad de ser revisada por el Poder
Judicial, el cual no solo perjudicaría a los civiles, sino también a los militares o policías
que se le impongan dicha pena, y no tengan acceso de ser revisados por una instancia
I UNIDAD
LA JURISDICCION ESPECIALIZADA EN MATERIA PENAL MILITAR
PRIMERA Código Penal Militar Policial Decreto Legislativo 1094- Título
SEMANA preliminar, libro primero (parte general) de la ley penal militar
04 horas policial- aplicación espacial.
superior.
Siendo ellos los que ejercían dicha jurisdicción, a la vez también integraban el Consejo
Supremo de Justicia Militar, el cual era dependiente del Ministerio de Defensa, la cual
fue reformado en el año 1987 con la promulgación de la Ley Orgánica de Competencia
y Organización de la Jurisdicción Militar, se ha adherido el recurso de casación,
creándose los órganos judiciales castrenses, mas técnicos y compuestos por miembros
del cuerpo jurídico.
DOCTRINA
TITULO PRELIMINAR
1. OBJETO DEL CÓDIGO.- El Código Penal Militar Policial tiene por objeto prevenir la
comisión de los delitos defunción militar o policial, como medio protector y de
cumplimiento de los fines constitucionales de las Fuerzas Armadas y de la Policía
Nacional del Perú. Contribuye al mantenimiento del orden, seguridad y disciplina en
dichas fuerzas del orden.
Para que estas funciones se cumplan cabalmente resulta indispensable que se asegure
la disciplina y el orden en estas instituciones, lo cual se logra cardinalmente con la
sanción de los delitos de función. Máxime, cuando la Constitución (artículo 163º) señala
que la defensa y seguridad de la Nación es integral y permanente.
Por tanto es responsabilidad de la jurisdicción militar policial velar por que las Fuerzas
Armadas y la Policía Nacional cumplan con valor y disciplina las funciones que la
Constitución les ha encomendado respecto a la defensa y seguridad de la República.
La CORTE IDH ha definido el delito de función como una conducta que afecta los
bienes jurídicos vinculados a las funciones de las fuerzas armadas, cuyo agente es un
militar en actividad que ha cometido dicho ilícito en el ejercicio de sus funciones. Así
pues, la CORTE IDH ha señalado al respecto que: “141. Es necesario señalar, como se
ha hecho en otros casos, que la jurisdicción militar se establece para mantener el orden
y la disciplina en las fuerzas armadas. Por ello, su aplicación se reserva a los militares
que hayan incurrido en delito o falta en el ejercicio de sus funciones.
1. Que el sujeto activo sea un militar o un policía que ha realizado la conducta cuando
se encontraba en situación de actividad;
3. Que se trate de conductas que atenten contra bienes jurídicos vinculados con la
existencia, organización, operatividad o funciones de las Fuerzas Armadas o de la
Policía Nacional.
Esta triple identidad del delito de función ha sido recogida íntegramente en la Ley de
Organización y Funciones del Fuero Militar Policial y coincide plenamente con los
criterios establecidos por la Corte Interamericana de Derechos Humanos
Es importante señalar que no pueden ser tipificados como delitos de función los
crímenes contra la humanidad ni delitos preeminentemente comunes.
Los delitos de función tipificados en el Código Penal Militar Policial
Los principales delitos de función tipificados en el Código Penal Militar Policial, D. Leg.
1094 son:
El juzgamiento a los militares y policías que infringen el Código Penal Militar Policial se
lleva a cabo en los Juzgados Penales Militares Policiales, los Tribunales Superiores
Militares Policiales y el Tribunal Supremo Militar Policial.
Cabe resaltar que todas las personas debemos respetar los Derechos Humanos, sin
embargo, son los Estados quienes tienen la gran tarea de protegerlos, por lo cual, cada
vez se les exige de manera más contundente proveer y mantener las condiciones
necesarias para que dentro de una situación de justicia, paz y libertad, las personas
puedan gozar realmente de todos sus derechos.
Es así que los gobiernos y gobernantes de cada país deben buscar el bienestar común,
lo que acarrea que los poderes públicos deben hacer todo lo necesario para que sean
superados los problemas de desigualdad ante la ley, la pobreza, la discriminación y las
violaciones al derecho a la vida, así como garantizar un juicio justo a todos aquellos
investigados o acusados de cometer un delito o crimen en contra de la sociedad.
Los Derechos Humanos han sido un gran avance de los pueblos, las personas y la
sociedad en el mundo, han permitido la reivindicación del Ser Humano y avances en el
desarrollo de una sociedad un poco más justa, en la que la vida, la libertad, la igualdad
y no discriminación son la base fundamental para que existe respeto y coexistencia de
todas las razas y religiones, cada día existen más organizaciones que defienden y
buscan preservar los Derechos Humanos de las personas frente a las violaciones que
pueden acontecer en el mundo. Es por eso que es impensable e mundo actual sin la
defensa y asentamiento de los Derechos Humanos del Hombre.
4. PRINCIPIO DE LEGALIDAD
El principio de legalidad es uno de los principios superiores que informan todo el
ordenamiento jurídico haciendo posible la realización de un Estado social y democrático
de derecho, es decir, el respecto irrestricto al Derecho, al cumplimiento de la ley, a la
realización de la justicia. Este fundamental principio tiene enraizamiento constitucional
que va más allá de la visión meramente formalista, pues como muy bien afirma el
profesor Roberto Dromi, el principio de legalidad “a solas” no dice nada, debe
enmarcarse en una orientación filosófico-política que busca consolidar la
democratización de las instituciones contra las acechanzas del autoritarismo y las
dictaduras. Es propiamente el imperio del derecho que regula jurídicamente los valores
y el “número apertus” de los derechos humanos.
6. PROHIBICIÓN DE LA ANALOGÍA
Sobre Su Vinculación Con Las Exigencias Lex Praevia, Lex Certa Y Lex Stricta
La prohibición de aplicar por analogía la ley penal es indispensable para hacer efectiva
la garantía de la ley anterior (lex praevia) que establece el art. II CP (la ley penal sólo
tenga efectos para aquellos hechos ocurridos con posterioridad a su entrada en
vigencia y no para hechos ocurridos con antelación). En efecto, no basta decir que
“nadie será sancionado por un acto no previsto como delito o falta por la ley vigente al
momento de su comisión” si al mismo tiempo, no se prohíbe a los jueces aplicar por
analogía la ley penal. Por cuanto, el magistrado que así procediese podría argüir en su
defensa que él ha condenado fundándose en un ley anterior al hecho del proceso, ley
que si bien no describía la conducta por él penada, la prohibía de modo implícito por su
semejanza con la descrita (10). Por otro lado, las leyes penales que incluyen términos
absolutamente confusos o indeterminados permiten un amplio campo de
discrecionalidad, así como un indeterminado margen de apreciación al operador judicial,
lo cual constituye una evidente vulneración a la garantía de la lex certa, la cual le
impone la obligación al legislador de dictar leyes lo suficientemente claras como para
ser comprendidas. Ello traerá consigo problemas de aplicación en cuanto a la
prohibición de la analogía en la solución de casos penales, pues el operador judicial
estará propenso de aplicar dichas cláusulas indeterminadas a supuestos de hecho no
previsto en la ley penal, lo cual constituye una grave violación a los principios de
seguridad jurídica y libertad individual. Por tanto, no cabe duda que la vulneración a la
garantía lex certa traerá consigo un quiebre indefectible del mandato de lex stricta por
parte de la mayoría de los tribunales penales.
7. PRINCIPIO DE LESIVIDAD
8. CONOCIMIENTO DE LA LEY
Aunque se ha discutido en el tiempo en orden a los efectos de la ignorancia de la ley, en
el derecho moderno ha adquirido firmeza el principio de que la ley, una vez que ha
entrado en vigor, es obligatoria, aún para aquellos que, de hecho, ignoren sus
disposiciones ("ignorancia iuris non excusat").
En nuestro Derecho, ya las leyes de Partida, inspirándose en las del Digesto, partían de
la base de que "son todos tenudos de guardar las leyes"(epígrafe de la Ley 16, título I,
Partida 1ª), aunque admitían algunas excepciones al principio de que la ignorancia de
las leyes no excusa, establecidas a favor de los militares, de los menores, de las
mujeres y de los labradores; pero tales excepciones se entendieron derogadas por la
Novísima Recopilación. Fue el Código Civil el que sentó el principio absoluto de que "la
ignorancia de las leyes no excusa de su cumplimiento"(artículo 6.1 del Código Civil), sin
dar entrada a ninguna de las excepciones del antiguo Derecho, principio éste cuya
aplicación ha sido consagrado por la jurisprudencia. Este mandato de la norma civil se
limita a declarar que la ignorancia jurídica de una persona no puede ser obstáculo para
el cumplimiento de las leyes. No impone la obligación de conocer las leyes ni implica
una condena a los que ignoran el Derecho. Sólo afirma la voluntad de que el Derecho
se cumpla, la ignorancia o el error sobre el sentido de una norma no impide su
cumplimiento, esto es lo único que ordena el Código. Disposiciones especiales, normas
concretas, atribuyen determinadas consecuencias al conocimiento y desconocimiento
de las leyes; ciertas personas, por sus cargos, deben saber Derecho, y las leyes
sancionan la ignorancia inexcusable de sus funcionarios; otros preceptos, en cambio,
protegen al que ha obrado equivocadamente por desconocer el Derecho, valoran su
buena fe y estiman el error del que contrata o paga por no conocer bien el contenido de
las disposiciones vigentes. Por eso, con justo criterio, el artículo 6.1 del Código Civil ha
añadido a la fórmula citada, en la que se recoge el principio de que la ignorancia de la
ley no excusa de su cumplimiento, en un segundo párrafo que se integra en el mimo
número, que "el error de Derecho producirá únicamente aquellos efectos que las leyes
determinen".
9. JURISDICCIÓN NATURAL
Como bien lo ha subrayado Aníbal Quiroga León, tiene dos alcances. Uno, en forma
amplia pero fundamental: la imposibilidad de ser sometido ante la autoridad de quien no
es juez (falta de jurisdicción en su mejor sentido procesal), y para el o se prohíben no
solo los tribunales especiales y los juicios por comisión o delegación (tribunales ad-hoc,
"tribunales revolucionarios" o "tribunales especiales") sino también la imposibilidad de
crear fueros especiales en razón de las personas por sus especialidades calidades
como en otras épocas. El segundo alcance tiene como base un principio de
legalidad:"Las ordenes competenciales de esos jueces y tribunales jerárquicamente
integrados están o deben estar predeterminados por la ley y no al arbitrio de ningún
funcionario o persona. Producido un conflicto de interés, el justiciable debe estar en
posibilidad de saber de antemano cual es ese orden jurisdiccional que ha deventilar su
causa con imparcialidad. Estas son las llamadas reglas de competencia en sus diversos
órdenes: territorial, funcional, material, patrimonial, etc. Las reglas de competencia
defienden el principio del acceso del justiciable al juez natural bajo un ineludible
principio de legalidad, pues solo las leyes las han de determinar con anterioridad.
Jurisdicción Militar
"Pronto comprendimos, por la diversidad de opiniones que teníamos, que existían varios
modelos de jurisdicción militar, y que de todos ellos el peruano no era el más
recomendable. En efecto, como producto de la Constitución vigente de 1993, se había
creado un "fuero militar" cerrado, impermeable a todos y que nadie revisaba, salvo en el
caso de la aplicación de la pena de muerte, que en rigor no podía aplicarse.
Esto dio lugar a abusos cometidos sobre todo en la década del noventa e incluso que
algunos de los miembros del Consejo Supremo de Justicia Militar de aquella época
declarasen la existencia en el Perú de dos poderes judiciales: el Común, al cual todos
estamos sometidos y el Poder judicial Militar, privativo de las Fuerzas Armadas.
Indudablemente éramos concientes de que el actual fuero militar (llamémoslo así, aun
con la impropiedad del término que la propia Constitución utiliza) actuaba últimamente
con mesura y mayores garantías que en otra época y más aún que había tenido y tiene
militares honorables que ahí desempeñan sus labores en forma seria y desinteresada.
Pero ese en realidad no era el problema, pues lo que estaba en juego era la institución
en sí misma y si debía o no gozar de esa autonomía excepcional de la que gozaba y
goza hasta ahora".
Función de la Pena
En 1966 ROXIN señaló que la pregunta acerca del sentido de la pena estatal “no se
trata en primer término de un problema teórico, ni por tanto de reflexiones como las que
se suelen hacer en otros campos sobre el sentido de esta o aquella manifestación de la
vida, sino de un tema de acuciante actualidad práctica”. Sin embargo, la discusión
doctrinal sobre la función de la pena parece seguir siendo vista como una cuestión
teórica sin mucha importancia práctica. En los ambientes universitarios se respira la
idea de que la exposición sobre las diversas teorías que se encargan de responder a
esta cuestión podría servir, en todo caso, como una clase inicial en el dictado de la
Parte General del Derecho penal, pero las conclusiones a las que se puede llegar con
esta discusión no repercuten finalmente en los concretos criterios de imputación
jurídico-penales. A este parecer, que niega la utilidad práctica del conocimiento teórico,
no cabe más que calificarlo de completa-mente infundado. Para ello bastaría con traer a
colación la conocida afirmación de que no hay nada más práctico que una buena
teoría.
La función de la pena debe informar todo el sistema penal, de manera tal que, de una u
otra manera, tiene que influir en su operatividad. Tanto la previsión legal de la pena,
como su imposición judicial y ejecución deben tener como punto de partida la función
que la sanción penal cumple. En el plano legislativo, la determinación de la función de la
pena permitiría, en primer lugar, hacer un juicio crítico sobre la legitimidad de la pena
legalmente establecida. Una pena que no se ajuste a su función, no podrá aceptarse
aunque se encuentre prevista en la ley. Así, por ejemplo, si la función de la pena es la
sola retribución, resultará legítimo castigar a una persona por la comisión de un delito
aunque en el momento de la sentencia este delito se encuentre despenalizado, lo cual
desde la lógica de la prevención general resultaría claramente improcedente. Pero,
además, la función de la pena es también relevante para discutir los marcos penales
previstos en la ley, en la medida que si se entiende, por ejemplo, que la función de la
pena es la resocialización, difícilmente podrán considerarse legítimas penas privativas
de libertad como la cadena perpetua que niegan la posibilidad de reinserción social del
condenado.
En las exposiciones doctrinales sobre el fin de la pena se suele distinguir las llamadas
teorías absolutas de la pena y las llamadas teorías relativas de la pena. El criterio de
esta distinción radica en que mientras las primeras ven la pena como un fin en si
misma, las segundas la vinculan a necesidades de carácter social. Si bien esta
contraposición constituye una simplificación esquemática de posturas que se muestran
en la práctica mucho más complejas y menos unilaterales, no puede negarse su utilidad
pedagógica en la exposición de las ideas. Por esta razón, voy a orientar mi exposición
general sobre las teorías de la pena a partir de esta tradicional diferenciación de
posturas.
- Las teorías absolutas de la pena
Las teorías absolutas de la pena sostienen que la pena tiene la misión trascendental de
realizar el valor Justicia. Por lo tanto, no se encuentran informadas por criterios de
utilidad social. Este punto de partida es asumido por las llamadas teorías retributivas de
la pena que la definen como retribución por una lesión culpable. En su versión subjetivo-
idealista, KANT sostiene que la ley penal es un imperativo categórico que impone la
razón del sujeto individual sin atender a consideraciones de carácter utilitarista. El
carácter estrictamente ideal de esta concepción de la pena se pone de manifiesto en el
extendido ejemplo de la isla propuesta por el profesor de Königsberg, en donde llega a
afirmar que si la sociedad de una isla decide disolverse, debe ejecutarse hasta el último
asesino que se encuentre en prisión. La idea central de esta concepción es que la pena
debe ser impuesta por imperativos de la razón, aunque su ejecución no sea necesaria
para la convivencia social.
La comprensión del Derecho penal como fenómeno social nos lleva necesariamente a
las teorías relativas de la pena, es decir, a aquellas teorías que entienden que la pena
debe cumplir necesariamente una función social. El consenso doctrinal llega, sin
embargo, sólo hasta este punto, comenzando a romperse cuando se tiene que
determinar cuál esta función social. Si bien se suele reducir las teorías relativas a las
que procuran fines de prevención, lo cierto es que cabe también otra orientación: las
teorías de la reparación o reestabilización.
A. Las teorías de la prevención
b) Prevención especial
Si bien podría pensarse que una teoría de la unión debería alcanzar fácil consenso, lo
cierto que es que se la ha sometido también a críticas muy severas. El reproche más
duro que se le hace es crear niveles excesivos de discrecionalidad, en la medida que
tanto el legislador como el juez podrían recurrir a cualquier teoría de la pena en función
de la decisión que quisieran tomar. Por ejemplo: si se desea establecer una pena
severa se podría recurrir a la prevención general negativa, mientras que para sustentar
la falta de necesidad de imponer una pena privativa de libertad a un delincuente podría
tenerse en consideración el fin de resocialización del reo. De esta forma, cualquier pena
podría ser utilizada en el sistema penal, recurriendo para su legitimación a la teoría que
mejor se ajuste a la pena deseada.
La arbitrariedad a la que podría llegarse con una teoría de la unión, ha traído como
consecuencia el desarrollo de una metateoría que busque ordenar el recurso a los
diversos fines de la pena. En esta línea discurre precisamente la llamada teoría
dialéctica de la unión formulada por ROXIN, quien se encarga de precisar la función que
cumple la pena en cada momento de su existencia: en el momento de la norma penal la
pena cumple una función de prevención general informada por los principios de
exclusiva protección de bienes jurídicos y subsidiariedad; en la imposición judicial de la
pena los fines preventivos son limitados por la culpabilidad del autor (retribución); y en
el momento de la ejecución penal adquieren preponderancia los fines de resocialización
. Como puede verse, no se puede recurrir a cualquier fin de la pena, sino que,
dependiendo del momento en el que se está, resultan preponderantes unos fines sobre
otros. En la misma línea, cabe destacar el planteamiento dialéctico de SILVA
SÁNCHEZ, quien recogiendo las exigencias garantistas como fines igualmente propios
del Derecho penal, sostiene que el fin legitimante del Derecho penal resulta de la
síntesis de las finalidades preventivas con la lógica utilitarista y garantista. Los excesos
a los que se podría llegar con la lógica de la prevención se limitarían, de esta forma, con
consideraciones utilitaristas y garantistas.
Medidas De Seguridad
Las medidas de seguridad son, por tanto, la consecuencia jurídica establecida para
aquellos sujetos que han puesto de manifiesto su peligrosidad con un comportamiento
delictivo, pero del que no pueden ser culpables. Son un mecanismo complementario a
la pena y suponen, como ésta, la previa realización de un hecho previsto en la ley como
delito. Comportan, como la pena, una restricción de derechos y son impuestas, al igual
que la pena, de conformidad con lo previsto en la Ley, por los órganos de la jurisdicción
penal. Lo que diferencia claramente la pena de la medida de seguridad es su
fundamento; como ya hemos dicho, la culpabilidad en las penas, la peligrosidad en las
medidas de seguridad. De lo anterior se deriva que son dos los presupuestos materiales
que deben fundamentar la imposición de las medidas: la peligrosidad criminal4 del
sujeto y la comisión de un delito previo. Estos presupuestos constituyen también
criterios limitadores de la gravedad y duración de las medidas. Éstas no podrán ser más
gravosas que la pena correspondiente al delito previo realizado, ni exceder del límite
necesario para prevenir la peligrosidad del autor. Si las medidas se fundamentan en la
peligrosidad criminal del sujeto a quien se imponen, desaparecida la peligrosidad,
dejará de tener sentido el cumplimiento de la medida. Esto último se concreta en dos
sentidos. Uno, de orden cualitativo: no puede imponerse una medida de seguridad
privativa de libertad si el delito cometido no está castigado con una pena también
privativa de libertad. Otro, de orden cuantitativo: el internamiento no podrá exceder del
tiempo que habría durado la pena privativa de libertad. Como ya se expuso en otro
lugar, la previsión de las medidas de seguridad en el sistema jurídico‐penal parece
responder a una ponderación equilibrada entre los tres principios de la Política criminal:
por una lado, entre el de seguridad y el de respeto de la dignidad (subprincipio de
subsidiariedad, en cuanto que la medida se presenta como una alternativa menos lesiva
a la pena); y por otro lado, entre el de dignidad y el de seguridad (subprincipio de
culpabilidad, en la regla de igualdad real o material: trato desigual a sujetos desiguales,
de acuerdo con la cual, parece ajustado a Derecho contar con alternativas a la pena
para sujetos inimputables). Es posible dar entrada entonces a las medidas de seguridad
(arts. 19; 20 in fine para los supuestos 1.º; 2.º; 3.º; CP), que se orientan a la concreta
fuente de peligrosidad del sujeto en cuestión, por lo que prima en ellas la prevención
especial. Al no tratarse de penas, por tanto, no son de aplicación instituciones tales
como la suspensión de la ejecución de la pena privativa de libertad, ni la libertad
condicional
Las medidas no privativas de libertad tienen como denominador común que no afectan
a la libertad del sujeto. La mayor parte de ellas tienen por objeto la privación o
restricción de otros derechos distintos a la libertad, aunque algunas de ellas afectan a
determinados aspectos de la libertad ambulatoria. En nuestro Derecho se prevén como
medidas de seguridad no privativas de libertad: La inhabilitación profesional; la
expulsión del territorio nacional de extranjeros no residentes legalmente en España;
libertad vigilada; custodia familiar; privación del derecho a conducir vehículos a motor y
ciclomotores; privación del derecho a la tenencia y porte de armas (arts. 96.3 y 105 CP).
Algunas de ellas tienen la misma denominación y contenido que ciertas penas
(inhabilitación profesional, privación del derecho a conducir vehículos a motor y
ciclomotores y del derecho a la tenencia y porte de armas), pero se distinguen por el
término de referencia (peligrosidad en lugar de culpabilidad, que no se da aquí). En
virtud de la custodia familiar (art. 96.3 y 105.1), el sancionado quedará sujeto al cuidado
y vigilancia del familiar que se designe y que acepte la custodia, quien la ejercerá en
relación con el Juez de Vigilancia Penitenciaria (sin menoscabo de las actividades
escolares o laborales del custodiado). La libertad vigilada consiste (art. 106) en el
sometimiento del sancionado a control judicial a través del cumplimiento por su parte de
ciertos deberes (como la obligación de estar localizable, o presentarse periódicamente,
o la prohibición de aproximarse a la víctima, entre otras).
Es que, el principio constitucional nullum crimen, nulla poena sine lege, favorece más el
desarrollo de un Derecho penal del hecho que el de un Derecho penal de autor. Y ello
porque las descripciones de acciones y de penas por el hecho se acomodan más a las
consecuencias de éste (lex stricta, certa, scripta y praevia), que unas disposiciones
penales que atiendan a un elemento caracterológico en la persona del autor, o a la
esencia criminal de la personalidad que hay que castigar, y que midan a partir de ese
baremo la clase y cuantía de la sanción8. Según ROXIN, un ordenamiento jurídico que
se fundamente en los principios propios de un Estado de Derecho Liberal, se inclinará
siempre hacia un Derecho penal del hecho9. La decisión en favor de una u otra
tendencia es tan importante, que puede afirmarse que el Derecho penal habrá de
estructurarse de modo completamente distinto según se base en la idea del hecho o en
la del autor. En palabras de ZIMMERL “hecho concreto o personalidad, ésta es la
pregunta sobre el fundamento primario de todo sistema”.
El principio de culpabilidad “no hay pena sin culpa” se enuncia dentro del marco general
de pensamiento liberal ilustrado, que lo deriva del de legalidad con la finalidad de excluir
la responsabilidad objetiva y la responsabilidad por hechos de “otros”. Es decir, que
garantiza la subjetivización y la individualización de la responsabilidad penal.
Perez Manzano sostiene que algunos derivados de estas ideas son ciertos criterios que
excluyen la pena si no se refiere a personas físicas –se excluye los animales y personas
jurídicas-, si no se acredita un cierto vínculo psicológico entre la persona y el resultado
ilícito, y que la pena se impone individualmente al sujeto responsable.
Además, el principio de culpabilidad, asegura que sólo será legítima la pena que tenga
por presupuesto la culpabilidad del autor y siempre que no se exceda la gravedad
equivalente a la misma. De esa manera, el principio de culpabilidad se propone evitar
que una persona pueda ser tenida por un medio para la realización de algún fin, es
decir, se propone evitar la vulneración de la dignidad de persona.
El derecho de defensa implica a su vez varios derechos, tales como: que el acusado
cuente con un abogado defensor, que este pueda comunicarse libremente con su
defendido sin interferencia ni censura y en forma confidencial (pudiendo ser vigilado
visualmente por un funcionario que no escuchara la conversación), que sea informado
de las razones de la detención, que sea informado oportunamente de la naturaleza de la
acusación iniciada en su contra, que tenga acceso al expediente, archivos y
documentos o las diligencias del proceso, que se disponga del tiempo y medios
necesarios para preparar la defensa, que cuente con in interprete o traductor si el
inculpado no conoce el idioma del Tribunal, entre otros. Un ejemplo de violación de este
derecho fue visto por la Corte Interamericana en el caso Suarez Rosero.
El Tribunal Constitucional ha señalado, en la sentencia STC 06648-2006-HC/TC,
fundamento 4, que la Constitución en su artículo 139 inciso 14 reconoce el derecho a la
defensa; en virtud de dicho derecho se garantiza que los justiciables, en la protección
de sus derechos y obligaciones, cualquiera sea su naturaleza (civil, mercantil, penal
laboral, etc.) no queden en estado de indefensión. El contenido esencial del derecho de
defensa queda afectado cuando, en el seno de un proceso judicial cualquiera de las
partes resulta impedida, por actos concretos de los órganos judiciales, de ejercer los
medios necesarios, suficientes y eficaces para defender sus derechos e intereses
legítimos.
Entendido de esta forma el principio de doble incriminación, es útil para delimitar si las
conductas son susceptibles de Extradición, en la medida en que se puedan identificar
en un tipo penal, tanto en la legislación del Estado requerido, como en la del requirente;
además que esté incluida entre aquellas que puedan motivar el procedimiento
extradicional; en este sentido, Jiménez de Asúa declaró el principio de legalidad, nulla
traditio sine lege.
Este principio deja su impronta por ejemplo, en la Sentencia dictada por la Corte
Suprema de Chile, Caso de solicitud de extradición de Alberto Fujimori artículo I, letra
b), del Tratado Multilateral de Extradición de Montevideo de 1933 que preceptúa: “Cada
uno de los Estados signatarios se obliga a entregar, de acuerdo con las estipulaciones
de la presente Convención, a cualquiera de los otros Estados que los requiera, a los
individuos que se hallen en su territorio y estén acusados o hayan sido sentenciados,
siempre que concurran las circunstancias siguientes: b) Que el hecho por el cual se
reclama la extradición tenga el carácter de delito y sea punible por las leyes del Estado
requirente y por las del Estado requerido con la pena mínima de un año de privación de
libertad.”
Este principio no significa identidad de normas penales, coincido con otros autores en
que es suficiente para identificar el principio que el hecho sea delictivo y con una
penalidad mínima, dispuesta en el Tratado, es decir, el juicio se hará a partir del relato
de los hechos proporcionados por las autoridades del Estado requirente.
Ciertas causas motivaron la concreción actual del principio, entre ellas podemos citar: la
necesidad de actualizar constantemente los Tratados que quedaban obsoletos por
surgir nuevas conductas perseguibles no incluidas en ellos; los cambios en la
legislación penal de los Estados que pueden dar lugar a delitos incluidos en la lista
del Tratado, inexistentes en la legislación de una de las partes; el problema de la
calificación de los hechos por el Estado requerido y por el Estado requirente; el
cambio de calificación en el Estado requirente una vez hecha la entrega; además del
inconveniente de la no equivalencia de los términos entre los idiomas de las dos partes
contratantes. Y agrego además de las distintas firmas por los Estados de distintos
Tratados que regulan cuestiones de Extradición que incluyen esta modalidad.
El principio de doble incriminación constituye un límite al poder punitivo del Estado que
implica una protección a no ser juzgado más de una vez como consecuencia de un
mismo hecho, “quiere ello decir que una vez concluido el proceso, no cabe, como regla
general, que el sindicado sea sometido a nuevo juicio de la misma naturaleza por los
mismos hechos” . Este principio constituye uno de los más antiguos de la historia del
derecho en general. Acerca de su origen se ha dicho que viene del doble enjuiciamiento
penal que se practicó en el Oscurantismo penal y que sus antecedentes se encuentran
en la Antigua Grecia y en el Derecho Romano. En la época medieval, este principio
estuvo contemplado en las Siete Partidas de Alfonzo X (Siglo XII), en la medida que se
prohibió que el absuelto por sentencia valedera, fuera acusado nuevamente por el
mismo hecho. Años más tarde dicho principio, fue recepcionado por el Derecho
Anglosajón, sobre el que se destaca que fue consagrada en la quinta enmienda de las
diez primeras reformas a la Constitución de Estados Unidos de América de 1787 (Bill of
rights) del 15 de diciembre de 1791, estableciendo: “Non person…nor shall any person
be subjet for the same offence to be twice put in jeopardy of life or lim;…” que significa
que “tampoco podrá someterse a una persona dos veces por el mismo delito, al peligro
de perder la vida o sufrir daños corporales” (marianolosa1. blogspot.com) Se precisa
que su aparición se entiende en el contexto de una concepción liberal de la sociedad
que implica establecer garantías a favor de los individuos para hacerlas valer frente al
poder punitivo del aparato estatal. Así mismo encuentra su espacio en el Estado social
de derecho, apoyado en el Neoconstitucionalismo en cuanto se procura por la
preponderancia de los principios al lado del garantismo penal que prevé para el
individuo garantías jurídicas enmarcadas en el marco del debido proceso. Pero sobre
esto se profundizará más adelante. La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha
precisado que este principio “busca proteger los derechos de los individuos que han
sido procesados por determinados hechos para que no vuelvan a ser juzgados por los
mismos hechos”. Por otra parte, siguiendo la interpretación de la comisión
Interamericana de Derechos Humanos en su informe 1 de 1995, caso 11006, la
expresión imputado absuelto, a la cual se le aplica la garantía, significa que la persona
que ha sido sujeto de investigación y luego se declara exenta de responsabilidad penal
por demostración de su inocencia, por no haberse probado su culpabilidad o por falta de
tipificación de los hechos denunciados; y sentencia firme, constituye la expresión del
ejercicio de jurisdicción que adquiere las cualidades de inmutabilidad e impugnabilidad
propias de la cosa juzgada, y se reiteran las tres identidades que conforman el
concepto, las cuales son ídem personae, ídem re, ídem causa petendi.
Es preciso aclarar que el principio non bis in idem, no excluye la posibilidad de que la
ley contemple penas concurrentes (privación de la libertad, interdicción de derechos,
multa) aplicables a la comisión de una determinada conducta. La imposición de penas
concurrentes a una misma conducta no es contraria a la unidad de la pena. El legislador
al consagrar la sanción jurídica de un supuesto de hecho está en libertad de afectar no
sólo la libertad del condenado, sino también su esfera patrimonial y el ejercicio de sus
derechos civiles o políticos, todo lo cual constituye "la pena a imponer por la comisión
del delito." Ahora bien en cuanto a la jurisprudencia, en el caso del Consejo de Estado,
este en reiteradas providencias, entre ellas, en sentencia de 29 de noviembre de 2001,
(Expediente 6075), precisó que el principio del nos bis in ídem, “se configura cuando por
unos mismos hechos se juzga a una persona natural o jurídica dos o más veces, en una
misma modalidad”. Por su parte la Corte Constitucional, ha expresado que el
fundamento de existencia del non bis in idem son los principios de seguridad jurídica y
justicia material, los cuales a su vez encuentran pleno desarrollo en la institución jurídica
de la cosa juzgada, que, precisamente, le reconoce carácter inmutable a las decisiones
de los jueces que se encuentran debidamente ejecutoriadas y, por tanto, impide “que
los hechos o conductas debatidos y resueltos en un determinado proceso judicial
vuelvan a ser discutidos por otro funcionario en un juicio posterior”. En palabras de
Suarez Sánchez, con la prohibición de doble incriminación se evita que la experiencia
jurídica se convierta en una sucesión continua e interminable de procesos y fallos en
relación a una misma situación o problemática. En cuanto a la función del principio del
nos bis in ídem, el tribunal constitucional sostuvo lo siguiente: …La función de este
derecho, conocido como el principio non bis in idem, es la de evitar que el Estado, con
todos los recursos y poderes a su disposición, trate varias veces, si fracasó en su primer
intento, de castigar a una persona por la conducta por él realizada, lo cual colocaría a
dicha persona en la situación intolerable e injusta de vivir en un estado continuo e
indefinido de ansiedad e inseguridad. Por eso, éste principio no se circunscribe a
preservar la cosa juzgada sino que impide que las leyes permitan, o que las autoridades
busquen por los medios a su alcance, que una persona sea colocada en la situación
descrita. Se ha señalado que la importancia del non bis in ídem radica en que, a partir
de su vigencia, cualquier individuo puede tener la confianza y la certeza de que las
decisiones definitivas dictadas en su contra, fruto de los procesos que definen su
responsabilidad en la comisión de conductas contrarias a derecho, realizan la justicia
material en cada caso concreto e impiden que tales comportamientos ya juzgados
puedan ser objeto de nuevos debates sin distinta formula de juicio. La jurisprudencia
constitucional ha reconocido que el principio adquiere relevancia constitucional y resulta
exigible, sólo en los casos en que, bajo un mismo ámbito del derecho, y a través de
diversos procedimientos, sanciona repetidamente un mismo comportamiento, ya que en
esta hipótesis se produce una reiteración ilegítima del ius puniendi del Estado, como
también un claro y flagrante desconocimiento de la justicia material y la presunción de
inocencia. En relación a esto, se ha enfatizado que la prohibición del doble
enjuiciamiento goza de una cobertura amplia y laxa, en la medida que su garantía de
aplicación no se restringe al campo del derecho penal, sino que, de manera general, se
extiende a todo el universo del derecho sancionatorio, de lo que se entiende, todo
régimen jurídico cuya finalidad es regular las condiciones en que un individuo puede ser
sujeto de una sanción como consecuencia de una conducta personal contraria a
derecho. En este punto, es pertinente la sentencia 478 de 2007, en la que se analiza si
se viola el principio de prohibición de nos bis in ídem en el ámbito laboral. En la
demanda, el actor considera que el artículo 113 del Código Sustantivo del Trabajo viola
los artículos 13, 25, 29 y 53 de la Constitución Política, toda vez que, al regular el tema
de las multas que se causan por retrasos o faltas al trabajo sin excusa justificada, la
norma permite que los trabajadores sean sancionados dos veces por una misma falta.
Para él, la violación se concreta en el hecho de que los numerales 2° y 3° del artículo
acusado sancionan el retraso o la falta al trabajo con una multa y, a su vez, con un
descuento del salario por el tiempo no laborado.
1) Efectividad: El ejercicio del mando justifica su existencia, la inhibición del que manda
se traduce en que, a veces, priman los intereses particulares de quienes obedecen que
pueden no coincidir con los objetivos de la organización.
2) Delegación: La acumulación de tareas impide el ejercicio real de gran parte de ellas.
3) Ejemplaridad: El comportamiento del grupo depende de la conducta personal del jefe.
4) Continuidad: El mando no admite interrupciones por lo que es preciso garantizar la
continuidad en el ejercicio de éste.
5) Disciplina: El mantenerla impone corregir desviaciones.
El mando no nace, se hace, por lo que podemos extractar nueve normas que pueden
considerar básicas para el aprendizaje del mando:
7) Adiestrar a sus subordinados para actuar en equipo. Asignar a cada hombre las
misiones con las que se siente más identificado o que van mejor con su forma de
trabajar.
a) Responsable. El superior está facultado para exigir obediencia, por eso se le hace
directamente responsable de los errores de sus subordinados.
Podemos señalar otras peculiaridades del Mando como son: Transmite órdenes, decide
a su nivel, ordena, controla el cumplimiento, enlaza con sus superiores,
responsabilizándose, etc.
En definitiva, se llama Jefe o Mando a toda persona que dirige el trabajo de otros y es
responsable del trabajo ejecutado por otros.
Finalmente resulta necesario hacer referencia a una serie de reglas que el mando debe
tener presente en el ejercicio de su función:
1) Conocer exactamente lo que quiere alcanza. Para ello hay que tener una idea clara
de los fines y de los medios materiales y humanos de que se disponen, planificando de
antemano las operaciones.
6) Individualizar las órdenes para que no haya duda de quién tiene que realizarlas.
8) Hacer que quien ha de ejecutar las órdenes desee hacerlo, es decir, motivarlo.
Jorge Vigón, expresaba este concepto de la siguiente manera: “La ordenación cuenta,
para asegurar la subordinación, con el mecanismo de la jerarquía. La disciplina es el
medio de hacer jugar este mecanismo al poner en tensión el resorte de la obediencia”.
Es importante entender desde el principio que la subordinación obliga por igual a todos,
al superior como al inferior, al que manda como al que obedece.
Principio de defensa
La Defensa Externa
La cuestión relativa a los medios de que habrá de valerse el Estado agresor, nos
introduce en un primer aspecto del debate anunciado. Tradicionalmente se ha entendido
que la amenaza fundamental que pone en riesgo la Seguridad Nacional es el ataque
físico armado por parte de otro Estado o Estados al territorio, población y bienes del
Estado propio, a través del empleo del poder militar en sus diversas formas. Aunque sin
lugar a dudas la amenaza de ataque a través del empleo de los medios referidos está
comprendida dentro de todo concepto conocido de Seguridad Nacional y en todo
momento ha sido considerada como el riesgo más grave que debe conjurar la misma,
ha sido puesto en tela de juicio si es la única o si, por el contrario, dicha seguridad no
puede ser amenazada por otros Estados a través del empleo de otros medios, tales
como la amenaza de la aplicación de sanciones económicas, o de determinadas
políticas económicas dirigidas a afectar gravemente los intereses económicos del
Estado afectado. Amos A. Jordan, William J. Taylor, Jr. y Lawrence Korb10 señalaban
sobre este tema –en un concepto que puede resumir el concepto imperante en Estados
Unidos de América, Gran Bretaña, y otras naciones de la OTAN- que "...Seguridad
Nacional, un término que ha pasado a ser ampliamente usado sólo después de la
Segunda Guerra Mundial, significa muy diferentes cosas para diferente gente.
Claramente, significa protección del pueblo y territorio de la nación contra asalto físico,
y, en ese estrecho sentido, es aproximadamente equivalente al tradicionalmente usado
término defensa. Seguridad nacional, sin embargo, tiene un significado más extenso
que la protección contra daño físico; también implica protección, a través de una
variedad de medios, de intereses vitales políticos y económicos, cuya pérdida amenaza
valores fundamentales y la vitalidad del Estado."
En el Art. 169° de la Constitución del Perú de 1993 se señala: “Las fuerzas armadas y
la policía nacional no son deliberantes. Están subordinadas al poder constitucional”.
Este artículo es idéntico al 278° de la Constitución de 1979. Me referiré sólo a la
segunda parte de este artículo, ya que ha sido incluido como un “principio militar-policial
esencial” en el Decreto Ley 1094 (Código Penal Militar Policial, Art. XIV, e.). Comenzaré
con ciertas interrogantes: ¿por qué sólo a los uniformados se les exige la subordinación
al poder constitucional y no a todos los ciudadanos?, ¿es acaso el poder constitucional
un poder instituido sólo para los uniformados?, ¿qué es el poder constitucional?, ¿es
una persona, una institución, alguno de los poderes del Estado?
Casi todos los constitucionalistas concuerdan que existen poderes constitucionales, que
se derivan de la Constitución, que a decir de Kelsen es la “expresión máxima del poder
constitucional”. Entonces, ¿a qué, quién o quiénes deben subordinarse sólo las FFAA y
la PNP y no otros elementos, instituciones o ciudadanos en general? Si bien el Art. 167°
establece que el Presidente es el Jefe Supremo de las FFAA y PNP ¿dónde están
instituidas, constitucionalmente, las potestades y atribuciones del Jefe Supremo? (post
del 7 noviembre 2010). La Constitución de 1856 Art. 118° señalaba “La obediencia
militar será subordinada a la Constitución y a las leyes”, pero la de 1920 cambia la
redacción y hace que la obediencia sea “arreglada a las leyes y ordenanzas militares”.
Está claro que el “poder constituyente” es el pueblo representado por las personas que
elaboraron una Constitución, donde básicamente se establece una estructura estatal
con los poderes que gobernarán un país, supuestamente en armonía y equilibrio,
siguiendo las tradiciones constitucionalistas, de donde se derivan los “poderes
constituidos”. Por supuesto que hay más elementos en una Constitución, pero importa
ahora intentar descubrir ¿por qué se menciona sólo en un artículo “poder constitucional”
y únicamente para las fuerzas del orden?
Debemos estar claros que lo que se les debe exigir a los uniformados es la obediencia
militar-policial, conforme al ordenamiento constitucional. En todo caso, resulta necesario
que nuestros legisladores o el Tribunal Constitucional aclaren tanto el concepto de
“poder constitucional” como la razón del mandato para que sólo los uniformados se
subordinen al mismo. No hay que olvidar que militares y policías, por formación, son
obedientes a un superior jerárquico, que dicha obediencia tiene su fundamento en la
disciplina consciente y voluntaria, y que la subordinación implica una relación de
mando-obediencia; es decir alguien debe personificar a la autoridad que legal y
legítimamente ejercerá la dirección política-constitucional y el mando militar-policial.
Dejo el tema para el debate de los constitucionalistas y para prevenir futuros conflictos
derivados del limbo constitucional planteado.
DOCTRINA
Principio de Territorialidad
El principio de territorialidad consiste en que el delito se reprime por el Estado en cuyo
territorio se ha cometido. Por lo tanto todos los delitos cometidos en el territorio peruano
caen bajo el imperio de la ley peruana y se fundamenta en el criterio de la soberanía del
Estado, por lo que, la ley penal tiene validez estrictamente en el territorio de la
República, sobre las infracciones cometidas por cualquier persona, sin importar la
nacionalidad del autor y de los partícipes (art. 1º del C.P.).
Entendemos por territorio, el suelo, subsuelo, dominio marítimo y espacio aéreo que
cubre la nación peruana (artículo 54 de la Constitución). Es pues, todo lugar donde el
Estado ejerce su soberanía. No obstante, es necesario recalcar que el concepto jurídico
de territorio es más amplio que su concepto geográfico o del léxico.
El perímetro del suelo que integra al territorio está precisado en los tratados celebrados
con nuestros países limítrofes; el dominio marítimo comprende una extensión de
doscientas millas marinas contadas desde la costa (art. 54º segundo párrafo de la
Constitución; Decreto Supremo Nº 781 del 1 de agosto de 1947).
Se discute la extensión vertical del espacio aéreo sobre el suelo y el dominio marítimo,
para la aplicación de las leyes penales. La Constitución Política del Perú (artículo 54º in
fine) y las normativas correspondientes a su ordenamiento jurídico se afilian a la teoría
ilimitada en la altura.
Los hechos ocurridos, los actos realizados y los delitos cometidos a bordo de una
aeronave civil peruana que se encuentra sobre territorio extranjero se someten a la ley
peruana, excepto cuando los efectos de tales actos o delitos afecten la seguridad o el
orden público del Estado subyacente o causen daños a personas o bienes dentro de
dicho territorio.
Los delitos cometidos a bordo de una nave civil extranjera en vuelos sobre territorio
peruano se rigen por leyes del Estado de matrícula de la aeronave, excepto cuando
afecten la seguridad o el orden público de la República Peruana y cuando causen daño
a personas o bienes en territorio peruano.
Extraterritorialidad
La ley peruana se aplica al nacional que cometa una infracción en el extranjero (artículo
2 inc. 4 del C.P.). Se exige que la infracción sea susceptible de extradición, que exista
doble incriminación (delito también punible en el Estado extranjero) y que cuando el
culpable ingresare de cualquier modo en el territorio de la República. La nacionalidad de
la víctima es indiferente.
La ley peruana se aplica al extranjero que comete un delito contra un nacional fuera del
territorio de la República (artículo 2 inc. 4 del C.P.). Se exige que la infracción sea
susceptible de extradición, que haya doble incriminación y que cuando el culpable
ingresara de cualquier modo en el territorio de la República.
Este principio pretende la “protección de los intereses culturales de todos los Estados”,
resulta indiferente el lugar de comisión, la nacionalidad del autor o la víctima de la
infracción (artículo 2 inc. 5 del C.P.). En otros términos, el principio universal o de la
justicia universal es un grado en la solidaridad internacional frente al delito, significa que
los Estados se comprometen a aplicar la ley nacional cualquiera que sea el lugar en que
el delito se haya cometido.
Es el lugar donde el autor o partícipe haya obrado o dejado de obrar, según el caso.
Pero también lo extienden al lugar donde se producen sus efectos o las consecuencias
de la infracción, en concordancia con los presupuestos del artículo 2º del C.P. Cuando
la acción y el resultado del delito se producen en un mismo lugar de comisión, no se
presentan dificultad para los efectos de la territorialidad. Sin embargo, la más importante
dificultad se encuentra en los delitos a distancia que son aquellos en los que la
conducta tiene lugar en un territorio y el resultado en otro. Problemática especial
representan los delitos de tránsito en los que ni la actividad inicial ni el resultado se
produce en el Perú, sino que sólo transcurre en nuestro territorio parte del proceso
ejecutivo del delito. Tres son las teorías que plantean solución para esta problemática:
la teoría de la acción, la del resultado y la de la ubicuidad.
Considera que el lugar de comisión del delito es aquel donde fue practicada la acción o
realizada la omisión. En otras palabras, el delito se comete en el momento en que se
exterioriza la voluntad de ejecutar determinada conducta.
Considera que el lugar de comisión es tanto el de la acción como del resultado típico.
De esta manera, esta teoría logra conciliar las teorías anteriormente mencionadas. Por
otra parte, ésta es la posición mayoritaria y la que es incorporada en códigos y
proyectos.
Estas leyes se dictan sólo para un período limitado de vigencia, bien por un período
exacto de tiempo, señalando taxativamente en su propio texto el comienzo y el fin de la
vigencia de la ley (en sentido estricto) o bien mientras dure una situación, generalmente
ante circunstancias excepcionales, que han motivado precisamente la dación de la ley,
de tal forma que cuando desaparezcan éstas, pierde también todo sentido la vigencia
del texto legal como por ejemplo las catástrofes, epidemias, guerras, calamidad pública,
conflictos bélicos, estados de emergencia, situaciones críticas en la aparición de
terrorismo u otra clase de delincuencia grave, etc., por eso suelen ser leyes de mayor
dureza que las normales (leyes excepcionales).
Inviolabilidad.- las personas que gozan de este privilegio no puede ser sancionada.
Entre las personas que cuentan con esta prerrogativa se encuentran los congresistas.
Inmunidad.- las personas que tienen este privilegio no pueden ser perseguidos
penalmente durante el tiempo en que dure su cargo. Entre las personas que gozan de
este privilegio tenemos: Presidente de la República, los congresistas, miembros del
Tribunal Constitucional.
DOCTRINA
Traición a la patria
Art. 1. Son delitos de Traición a la Patria la comisión de los actos terroristas previstos en
el art. 2 del Decreto Legislativo 25475, cuando se empleen las modalidades siguientes:
a. Utilización de coches bombas o similares, artefactos explosivos, armas de guerra o
similares, que causen la muerte de personas o lesiones a su integridad física o su salud
mental, dañen la propiedad pública o privada, o cuando de cualquier otra manera se
pueda generar grave peligro para la población.
B. La pena
De conformidad con el incoherente texto legal que nos remite al art. 2 del D. L 25475 —
supra— será de una pena no menor de 20 años de pena privativa de la libertad.
Hasta aquí un primer comentario, los legisladores del Periodo que estudiamos
equiparan dos delitos de naturaleza distinta a). El delito de Traición a la Patria; y, b). El
delito de terrorismo. Obsérvese que la pena máxima de acuerdo al texto propuesto para
el delito de Traición a la Patria es de privación de la libertad no menor de 20 años.
Mientras que para otra clase de delito de terrorismo tendrán penas distintas, como
veremos más adelante.
Pero, volvamos al Art. 3 del Decreto Ley 25659 que tipifica el delito de Traición a la
Patria que lee como sigue:
Esta norma legal citada es la misma que tipifica el delito de terrorismo. Reproduzcamos
el mencionado inc. a) del art. 3 del D.L 25475, lee así:
ANÁLISIS DE CASOS
El sub oficial de inteligencia de la Fuerza Aérea del Perú (FAP), de quien hasta el
momento se desconoce su identidad, fue descubierto cuando pretendió captar a otro
oficial solicitándole información valiosa y confidencial de su mismo departamento de
inteligencia.
Según trascendió a la prensa, este mal elemento ya venía siendo investigado debido a
su extraño comportamiento y a sus incrementos financieros. Se presume también que el
sujeto habría sido captado por el gobierno chileno, cuando éste sirvió en el 2003 en la
embajada de ese país.
La policía informó además que el espía pudo acogerse a la colaboración eficáz, pero
debido a que se negó a dar más detalles del espionaje, argumentando haber "trabajado"
y conseguido la información solo, fue puesto a disposición de las autoridades.
Según informó el fiscal Chávez Cotrina, el sub oficial, quien era uno de los elementos
más preciados en inteligencia de la FAP, está siendo interrogado y ha admitido su
culpabilidad.
Condenamos enérgicamente el grave delito de traición a la patria que el suboficial Víctor
Ariza Mendoza y otros miembros de la Fuerza Aérea del Perú (FAP) habrían perpetrado
en contra del Perú y a favor de Chile. Estos hechos deben ser investigados y
sancionados con severidad por el sistema de justicia peruano y, de parte de Chile,
esperamos una investigación y una explicación de lo sucedido. Somos países hermanos
entre los cuales hechos como éstos son inaceptables.
1. En primer lugar, hay que señalar que el bien jurídico vulnerado en un caso de
traición a la patria es la “defensa nacional”, que se ve en serio riesgo cuando un
nacional –civil o militar- proporciona información a un gobierno extranjero poniendo en
peligro, precisamente, la defensa y seguridad del país frente a otros. La “defensa
nacional” es así un bien jurídico ordinario y no castrense, tal y como se desprende del
segundo párrafo del artículo 163º de la Constitución: “La Defensa Nacional es integral y
permanente. Se desarrolla en los ámbitos interno y externo. Toda persona, natural o
jurídica, está obligada a participar en la Defensa Nacional, de conformidad con la ley.”
(Subrayado nuestro). Por ello, la definición del delito es traición “a la patria” y no sólo
traición “a las fuerzas armadas”.
2. En segundo lugar, también hay que señalar que el delito de traición a la patria está
tipificado tanto en el Código penal común como en el Código de Justicia militar y policial
(Decreto Legislativo 961). En efecto, por un lado el Título XV del Código Penal sobre los
“Delitos contra el Estado y la defensa nacional” contiene el capítulo I referido a los
“Atentados contra la seguridad nacional y traición a la patria”, siendo una de las
modalidades de la traición a la patria el delito de “espionaje” tipificado en el artículo 331º
de dicho cuerpo legal: “El que espía para comunicar o comunica o hace accesibles a un
Estado extranjero o al público, hechos, disposiciones u objetos mantenidos en secreto
por interesar a la defensa nacional, será reprimido con pena privativa de libertad no
menor de quince años.”
Por su parte, el Título I del Código de justicia militar y policial sobre “Delitos contra la
defensa nacional”, contiene el Capítulo I referido al delito de “Traición a la patria”, cuyo
artículo 66.3.c) establece que: “Será sancionado… el militar o policía, que durante
conflicto armado internacional cometa alguna de las acciones siguientes:… Colaborar
estratégicamente, favoreciendo al enemigo o intentando favorecerlo, perjudicando la
defensa nacional en los siguientes casos:… Proporcionando al enemigo, potencia
extranjera u organismo internacional, cualquier información, procedimiento, asunto,
acto, documento, dato u objeto cuya reunión o explotación sirva para tal fin.” Acto
seguido, el artículo 67º del referido Código de justicia militar y policial establece que
“… en los casos que no exista guerra exterior, ni conflicto armado internacional, serán
sancionados con pena privativa de libertad no menor de veinte años, con la accesoria
de inhabilitación.” En sentencia recaída en el Expediente 0012-2006-AI/TC el Tribunal
Constitucional sentenció que estos dos artículos eran constitucionales ante la demanda
de inconstitucionalidad presentada por el Colegio de Abogados de Lima.
“7… la Ley N.º 29182 de Organización y Funciones del Fuero Militar Policial [que deroga
la aludida Ley N.º 28665, que a su vez derogó el Decreto Ley N.º 23201], nueva ley que,
sin embargo, ii) no sólo vulnera la autoridad de cosa juzgada establecida en el artículo
139º inciso 2) de la Constitución, en lo que se refiere a las sentencias del Tribunal
Constitucional, constituyendo un abierto desacato a tales pronunciamientos, sino que
supone, iii) además, una situación de rebeldía legislativa, dado que el Congreso
incumple su deber constitucional de legislar sobre una materia respecto de la cual este
Colegiado ya se ha pronunciado, haciendo caso omiso a lo antes decidido, situación
que sin lugar a dudas iv) pone en riesgo los derechos fundamentales judiciales de
aquellos miembros de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional del Perú que puedan ser
sometidos a la jurisdicción militar… 8. Por ello, teniendo en cuenta lo antes
expuesto… el Tribunal Constitucional estima que debe inaplicarse la Ley N.º 29182, que
es la ley que actualmente regula la composición de los órganos jurisdiccionales militares
policiales, pues en el análisis del caso concreto se produce una situación que es lesiva
de un derecho fundamental –iniciada con el derogado Decreto Ley N.º 23201,
continuada por las Leyes N.ºs 28665 y 28934 y actualmente por la mencionada Ley N.º
29182–, que en esencia es el derecho a un juez independiente e imparcial. En efecto,
no obstante lo establecido por el Tribunal Constitucional, la Ley N.º 29182 dispuso la
continuación del funcionamiento de los órganos jurisdiccionales penales militares que
este Colegiado estimó como inconstitucionales…”
“6. En ese sentido se advierte que no es posible que exista otro órgano con las mismas
atribuciones y potestades conferidas al Ministerio Público, dado que es la propia
Constitución quien le atribuye dichas competencias de manera exclusiva. De allí que la
presencia de fiscales militares dentro de un proceso penal realizado en el Fuero militar
(en el caso de que dichos funcionarios hayan sido seleccionados y nombrados sin
intervención alguna del Ministerio Público) conlleve que el mismo se torne en irregular,
lo que supone también que se vulneren los derechos fundamentales de los justiciables.”
¿Qué sucedió ese 5 de febrero de 1975? En las siguientes líneas proponemos una
interpretación sociológica de estos acontecimientos, contando con información
empírica sobre el perfil de las multitudes en acción y el tipo de establecimientos
atacados.
Los sucesos del 5 de febrero constituyen una crisis urbana con diversas y significativa
acciones de masas. La crisis se origina en una fisura ocurrida al interior del bloque
militar que detentaba el poder y que crea las condiciones para la expresión violenta y
masiva de contradicciones sociales e institucionales de diversa índole. De esta
manera se generaliza la crisis y se paraliza por algunas horas el sistema político y el
orden social en las calles de Lima. La generalización solo es posible por la
convergencia y encadenamiento de varios procesos: huelga policial, manifestaciones
políticas de protesta, y actos de vandalismo y saqueo.
La represión a la huelga policial hace que una reivindicación económica sectorial del
personal subalterno pase a transformarse en un enfrentamiento institucional entre la
policía y las fuerzas armadas. Este enfrentamiento ocurre en el corazón de las
instituciones coercitivas del estado de un gobierno militar, y es allí donde convergen
las manifestaciones políticas de solidaridad con los huelguistas y de protesta contra la
represión militar y sus símbolos e instituciones. Estas
manifestaciones no respondieron a alguna estrategia insurreccional sino a
“politizar” y buscar precipitar algún desenlace en las contradicciones internas del
gobierno. Junto a esto estallaronacciones de saqueo de multitudes con aspiraciones
igualitaristas de consumo y que aprovecharon la ausencia del orden público para
acceder violentamente a estos productos de consumo.
Finalmente, es indudable que los sucesos del 5 de febrero tuvieron un impacto
político significativo ya que abrieron la coyuntura de crisis del liderazgo del General
Velasco dentro de las Fuerzas Armadas y que concluyo con su relevo seis meses
después por acción del General Francisco Morales Bermúdez y con el inicio de la
segunda fase del gobierno militar. Este impacto fue producido por la fisura producida
al interior del bloque militar en el poder que atentaba contra la propia cohesión
institucional de las Fuerzas Armadas. El reemplazo de Velasco busco precisamente
recuperar esa cohesión y darle un lugar en el gobierno a las fuerzas policiales.
Motín
A modo de Ejemplo:
Esta crónica del motín policial de junio de 2012 en Bolivia, redactada con base en
fuentes periodísticas, es un ejemplo de cómo la estructura institucional y el accionar
de la policía boliviana se ajusta a la descripción del modelo descrito en el punto 2 de
este artículo. El resultado del motín policial puede considerarse pobre en términos
económicos, por cuanto el incremento salarial no fue alto (100 bolivianos o 14 dólares
americanos) y el salario de los policías sigue por debajo del equivalente en las
Fuerzas Armadas; sin embargo, para la organización policial el mayor logro de la
protesta fuela suspensión de la aplicación de la ley 101 de Régimen disciplinario que
llevó los procesos disciplinarios contra los policías a fojas cero; determinó la
recepción de denuncias de nuevos casos pero no el inicio de los procesos legales
hasta que se sancione una nueva normativa o se mejore la existente; y finalmente,
durante los hechos violentos los efectivos policiales quemaron y desaparecieron
todos los archivos de procesos existentes en las oficinas del Tribunal Disciplinario
Policial.Las demandas policiales desnudaron una vez más una situación laboral
deprimida en comparación con otros estamentos laborales nacionales. Más allá de
que esta realidad explique buena parte de las deficiencias en la organización,
también hay problemáticas estructurales que perviven ante la ausencia de voluntad
política en la organización y el gobierno nacional de llevar a cabo procesos de
reforma que logren una policía de calidad que responda efectivamente a las
problemáticas de seguridad de la sociedad boliviana. Primero, el rasgo institucional
más fuerte sigue siendo la dependencia y subordinación a los objetivos cortoplacistas
y coyunturales de la política, relegando objetivos institucionales a los beneficios
corporativos jerárquicos. Los niveles jerárquicos en la Policía Boliviana siempre están
alineados con el oficialismo de turno, que además de permitirles y otorgarles
ascensos y promociones, les permite acceder y controlar los mecanismos de ejercicio
del poder derivado del uso de la fuerza pública, y con ella la administración temporal
de los instrumentos de la prebenda y la corrupción.
En consecuencia, los objetivos de la cúpula jerárquica de la organización policial
parecen ser diametralmente distintos a los de la base, que sigue relegada, mal
retribuida y expuesta a sanciones judiciales originadas en errores políticos ajenos a la
organización. El motín contra el gobierno del presidente Evo Morales no es el primero
ni tiene objetivos diferentes a los que se sucedieron en 2000 en el gobierno de Hugo
Banzer o el de febrero de 2003, que originó las bases políticas del acortamiento del
mandato presidencial de Gonzalo Sánchez de Lozada. Simplemente, cuando se
suceden coyunturas en las que los policías ven amenazados su statu quo, sus
beneficios, rentas, prebendas y demás prerrogativas, se inician procesos de
deliberación y protesta que utilizan coercitivamente, en contra del gobierno y la
ciudadanía, los beneficios derivados de la legitimidad del uso de la fuerza pública y la
eliminación de la prestación de los servicios de seguridad ciudadana. Segundo, el uso
de la fuerza y la violencia como recurso para la defensa de los intereses corporativos
es una característica del accionar de la Policía Nacional, característica que se ha
convertido en el formato común de la protesta social boliviana como método efectivo
para obtener respuesta del aparato gubernamental, ante la inoperancia de los
canales de relación entre el estado y sociedad en democracia.La cultura política
boliviana tiene como sus rasgos estructurales una muy baja tolerancia, muy bajos
niveles de confianza entre sus ciudadanos y una muy baja percepción de la utilidad
de los mecanismos de diálogo democrático como forma de resolución de conflictos.
Estas características, presentes en todos los conflictos sociales, se amplifican en
organizaciones como la Policía y las Fuerzas Armadas, que tienen al uso de la fuerza
como parte de sus atribuciones.Tercero, la cultura organizacional burocrática y de
trabajo informal de la Policía Nacional, proclive a la corrupción como forma paralela
de generación de ingresos y al control del “desorden” de la información como factor
de poder, se ha visto disminuida desde 2011. Esta situación ha llevado a buscar
compensaciones, no solo por la vía directa de los salarios y otros bonos (vía motín
policial), sino de la participación directa de efectivos policiales en estructuras
criminales o la creación de estructuras criminales propias (por ejemplo, narcotráfico,
extorsión, secuestro, robo, entre otros delitos), aprovechando, como se vio en el
resultado del motín policial, la impunidad lograda con la suspensión de la ley 101, de
Régimen disciplinario.Cuarto, una vez más se ve cómo la estructura atomizada de la
Policía Nacional es un instrumento de discriminación y castigo, porque
independientemente del acuerdo firmado y del actuar gubernamental, con muchos
meses de anticipación empezaron los cambios de destino, que afectan a muchos
oficiales de los que participaron en el motín. Lo que pone de presente, una vez más,
que los objetivos gubernamentales, instrumentalizados por una jerarquía policial
subordinada, terminan generando efectos perversos en la base de la organización.
Finalmente, el incumplimiento del acta de acuerdo por parte del gobierno generó una
nueva protesta de las esposas de los policías, quienes empezaron una huelga de
hambre. La posible evolución del malestar por los cambios de destino y por el inicio
de represalias legales por parte del fiscal General.
Infidencia
Ejemplo:
Ya se había sugerido abrir este tema en FMP. Las circunstancias lo ameritan. Se abre
este tema para tratarlo con objetividad y sin lineamientos políticos. A lo largo de la
historia del Perú se han dado una serie de traiciones que han atentado no solo con la
soberanía nacional. La dignidad del Perú también ha sido tocada.
Hechos poco conocidos como la traición del Coronel Vento después de la Victoria de
Sangrar. Hasta la Guerra con Colombia. Donde nuestros valerosos hombres se
coronaban con la victoria mientras nuestros diplomáticos y políticos entregaban
Leticia. Ariza es un claro ejemplo de Traición que debió ser sancionado con Cadena
Perpetua.
Durante la extradición de Fujimori se hablo de la entrega de material clasificado a
Chile. Giampietri,ex-vicepresidente del Perú a dado un nombre. El caso debe
actualizarse y ejecutarse inmediatamente penando a los implicados con el castigo
máximo.
El estudio del crimen organizado es un tema recurrente en las últimas décadas, debido
principalmente a la proliferación de estos grupos y a la necesidad de conocerlos y
tratarlos desde punto de vista jurídico. Sin embargo, este estudio no ha estado libre de
obstáculos ya que, por ejemplo, a pesar del uso común de la palabra “crimen
organizado” y de la frecuencia con la que las fuerzas y cuerpos de seguridad de estado
se enfrentan a este tipo de criminalidad, los académicos no han sido capaces de
ponerse de acuerdo -al menos hasta épocas recientes- en la definición y
conceptualización de este fenómeno. De hecho, algunos autores debaten actualmente
sobre si el crimen organizado debe ser contextualizado y separado del resto de
crímenes al no presentar características y condiciones que lo hagan específico. Las
definiciones de crimen organizado ha sido numerosas pero vagas, así Albanese nos
indica que el Departamento de Justicia de los Estados Unidos no cuenta con una
definición clara sobre qué es crimen organizado, a pesar de que en este país se han
desarrollado y evolucionado los principales y más conocidos grupos de crimen
organizado. Un primer elemento problemático en la definición es utilizar el adjetivo de
“organizado” como calificativo diferenciador de este tipo de criminalidad. En cierta
forma, todo crimen tiene cierto grado de organización con lo cual, establecer los límites
entre el crimen organizado y desorganizado resulta muy complicado. No obstante, aquí
la palabra “organizado” no se usa tanto en su relación con el “orden” y con la tarea de
colocar cada cosa en su lugar siguiendo unas reglas establecidas sino más bien en su
relación con la necesidad de coordinar personas y medios adecuados para lograr algún
fin. Así podemos llegar a una característica de crimen organizado que sí puede
considerarse específica, la de reunión de un grupo de personas. Por tanto, hablamos de
crimen organizado cuando en esa organización participan y colaboran más de una
persona. Este grupo de personas se organizan en la comisión de delitos estableciendo
una continuidad temporal. Su objetivo y deseo es perdurar en el tiempo. Aunque
hablaremos de ello más adelante, el grupo organizado tiene una motivación basada en
la obtención de beneficios, de tal manera que su existencia tiene justificación y futuro en
la medida en la que sea rentable para sus miembros. Para la obtención de ese beneficio
la organización opera de forma racional y con mayor o menor grado de complejidad y
planificación, de tal manera que detrás de cada operación llevada a cabo por el grupo
hay una premeditación y una planeación. Los instrumentos para operar por la
organización son dispares en función del tipo de criminalidad a la que se dediquen. No
obstante, todas parecen tener en la violencia y la amenaza unas herramientas básicas
para el desarrollo y la consecución de sus fines. Como veremos más adelante, la
violencia puede perseguir distintos fines. En relación con lo anterior, otro instrumento de
“trabajo” propio de las organizaciones delictivas se basa en actividades de corrupción
de las estructuras legales. La supervivencia de la organización se consigue estando
alejada de las autoridades policiales y judiciales y creando una apariencia de legalidad
en sus actividades y resultados. Para conseguir esto es necesaria cierta connivencia de
instituciones legales o de algunos de sus miembros que presten colaboración e
inmunidad a la organización a cambio principalmente de dinero. En resumen, el
consenso entre los autores que han tratado de definir el crimen organizados establecen
las siguientes características como distintivas:
Falsa alarma
Derrotismo
Como su mismo nombre indica, este delito sólo puede cometerse en tiempo de guerra,
definido en el artículo 14 del Código Punitivo Castrense como el periodo de tiempo que
comienza con la declaración formal de guerra, al ser decretada la movilización para una
guerra inminente o con la ruptura generalizada de las hostilidades con potencia
extranjera, y termina en el momento en que cesan éstas.
El sujeto activo del delito previsto en el artículo 64 del Código Penal Militar puede ser
cualquier persona, militar o no, aunque si el culpable perteneciese a las Fuerzas
Armadas se impondrá la pena señalada en su mitad superior.
La conducta típica castigada en el artículo 64 del Código Penal Militar tiene dos
modalidades. La primera consiste en realizar públicamente actos contra
la intervención de España en una guerra o contra las Fuerzas Armadas españolas.
La segunda está integrada por la conducta de quien divulgare noticias o informaciones
falsas con el fin de debilitar la moral de la población o de provocar la deslealtad o falta
de espíritu entre los militares españoles.
Ambas acciones son castigadas con la pena de seis meses a seis años de prisión o con
la de confinamiento o destierro.
El mandatario dijo que conoce que en varios cuarteles han circulado correos
electrónicos en los que se afirman que el Gobierno eliminaría el Instituto de Seguridad
Social de las Fuerzas Armadas (ISSFA) y la Escuela Politécnica del Ejército (ESPE).
Sistemática maniobra
Se refirió a la serie de triunfos electorales que ha logrado en los últimos cuatro años,
que incluyen dos comicios presidenciales y un referendo constitucional, así como al
apoyo popular de casi el 60 por ciento que le asignan varias encuestas.
Por otra parte, Correa aseguró que este enero será difícil para su Gobierno, por la serie
de movilizaciones anunciadas por organizaciones como las sindicales e indígenas, así
como la “arremetida” de medios de comunicación, que se oponen a una nueva ley que
regula ese sector.
“Desde el primer día (del Gobierno, en enero de 2007), nosotros hemos tenido, no
oposición, porque eso tiene otro concepto; hemos tenido obstrucción, conspiración y
desestabilización”, señaló el gobernante, que se declara como un humanista de
izquierdas. Correa aseguró que ha podido sortear la supuesta obstrucción de la
oposición con base en el apoyo popular.
“Esa es la gran crítica que siempre hago a nuestros militantes. Somos el triple, pero no
estamos organizados”, dijo el gobernante y recalcó que uno de los objetivos de su
movimiento es mejorar su organización y robustecer el apoyo ciudadano.
Acerca de las protestas, para enero, de la organización indígena, la más importante del
país y antigua aliada de su Gobierno, Correa dijo que a ese colectivo “le falta una visión
enorme y siempre se presta para los juegos de la derecha”. Los indígenas, según
Correa, “protestan sin argumentos, creen que así van a llegar a (concretar) proyectos
como en Bolivia”.
Infidencia
El caso de banda que ’lavó’ dinero sucio. Procuradora del Ministerio del Interior, Sonia
Medina, denuncia que Óscar Rodríguez (a) ‘Turbo’ fue alertado de operativo secreto.
Doce cómplices fueron detenidos en Lima, Piura, Tumbes y Ayacucho.
DIRANDRO. (Arriba) La Policía ejecutó una operación que permitió desbaratar una
banda dedicada al lavado de dinero sucio. (Abajo izq.) Óscar Rodríguez o Édgar
Zárate es intensamente buscado. Al lado, procuradora Sonia Medina.
El CASO DE BANDA QUE ’LAVÓ’ DINERO SUCIO • Procuradora del Ministerio del
Interior, Sonia Medina, denuncia que Óscar Rodríguez (a) ‘Turbo’ fue alertado de
operativo secreto.
• Doce cómplices fueron detenidos en Lima, Piura, Tumbes y Ayacucho.
La procuradora antidrogas del Ministerio del Interior, Sonia Medina, denunció que una
infidencia policial permitió fugar al narcotraficante Óscar Rodríguez Gómez o Édgar
Zárate Condori ‘Turbo’, cabecilla de una organización criminal que se dedicaba al
lavado de dinero.
"El operativo –dijo– era reservado pero de alguna manera se filtró, incluso al
periodismo, obstaculizando las intervenciones posteriores", indicó mortificada.
Caso en la población civil: El Gobierno pedirá hasta cuatro años de cárcel para una
bailarina que posó desnuda montada en un caballo sobre la bandera de Perú, un
hecho que escandalizó al país a pocos días de la celebración de las Fiestas Patrias.
El ministro de Defensa, Antero Flores, dijo el miércoles que presentara una denuncia
penal contra la bailarina conocida como Leysi Suárez, por "ultrajar" a los símbolos
patrios tras aparecer desnuda en la portada de una revista de espectáculos sólo con
un sombrero y sobre la bandera roja y blanca de Perú.
"Es una acción irrespetuosa y un vejamen a los símbolos patrios, que no pueden
quedar impunes, y que ha generado la indignación de la colectividad que siente, sobre
todo en estos días patrios, lo que significa el Perú y sus símbolos", afirmó un
comunicado del Ministerio de Defensa.
En una entrevista a la radio local RPP, el ministro Flores dijo que "el vejamen de los
símbolos patrios está tipificado como delito en el Código Penal" con una pena privativa
de la libertad no mayor de cuatro años.
Perú celebrará el 28 de julio 187 años de Independencia, una fecha en la que los
símbolos patrios son exhibidos por ley y homenajeados por las entidades públicas y
privadas del país.
Pero la bailarina Suárez, también cantante de cumbia del grupo local 'Alma
Bella', parece no arrepentirse y hasta amenazó con nuevas fotos con la bandera
peruana: "No temo una demanda porque no he cometido ningún delito. Amo al Perú y
lo demuestro en cuerpo y alma", refirió Suárez.