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INTRODUCCIÓN

Los juicios de la justicia militar policial serán orales y públicos, según indica el Decreto
Legislativo 1094, sobre el nuevo Código Penal Militar Policial, que fue publicado en el
boletín de Normas Legales del diario oficial El Peruano.

Dicha normativa establece que la audiencia será oral, por lo que el imputado y las
demás personas que participen en ella deberán declarar de la misma forma.

Asimismo, las resoluciones de la Sala o el Tribunal Superior Militar Policial durante la


audiencia se dictarán verbalmente, quedando notificados todos por su pronunciamiento.

De igual modo, quedan exceptuadas de la oralidad, las pruebas recibidas conforme a


las reglas del anticipo jurisdiccional de prueba, siempre que no sea posible la presencia
de quien participó o presenció el acto; así como las declaraciones o dictámenes
producidos por comisión o informe.

En cuanto al principio de publicidad, el Código establece que el juicio debe ser público,
no obstante, la Sala o el Tribunal podrán decidir motivadamente que se realice total o
parcialmente en forma privada.

El Código Penal Militar Policial también señala que los representantes de los medios de
comunicación podrán presenciar el debate e informar al público sobre lo que suceda en
el proceso.

Ello, añade, ocurrirá cuando la Sala o el Tribunal señalen en cada caso las condiciones
en que se ejercerán esas facultades y que, por resolución fundada, podrán imponer
restricciones cuando sea perjudicial para el desarrollo del debate.

El juicio se realizará en dos fases que observarán el debido proceso. En la primera se


tratará todo lo relativo a la existencia del hecho, su calificación y la responsabilidad
penal del acusado.

En tanto en la segunda, deberá determinarse si se probó los hechos materia de


acusación y si el procesado es culpable o inocente cuando haya veredicto de
culpabilidad, en la segunda fase se determinará la calificación jurídica, las penas y
medidas de seguridad.

Respecto a la presencia del acusado en el proceso, determina que este asistirá a la


audiencia “sin ataduras, grilletes o vestido que denigre su dignidad personal”, pero el
tribunal podrá disponer la vigilancia y cautela necesarias para impedir su fuga o
violencia.

“Si el imputado se halla en libertad, el tribunal podrá ordenar, para asegurar la


realización de la audiencia, su conducción por la fuerza pública”, precisa la norma.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA JURISDICCIÓN MILITAR DEL PERÚ

Registra antecedentes durante la época del virreinato donde tuvieron vigencia las
Ordenanzas Militares Españolas del ario 1728, las ordenanzas del 10 de enero y 7 de
abril de 1745.

En el Perú, a fines del siglo XIX fue el Presidente Nicolás de Piérola quien al emprender
la reorganización y modernización del Ejército del Perú, observó la necesidad de contar
con un marco jurídico que definiera la participación organizada de los ciudadanos en las
Fuerzas Armadas y cautelara la disciplina en el interior de las fuerzas militares. Por ello,
gestionó una ley sobre servicio militar obligatorio y obtuvo la promulgación, del Primer
Código de Justicia Militar de 1898, elaborado por una misión francesa que llegó ex
profesamente para estos fines al Perú, al mando del Coronel Pablo Clement. El Código
de Justicia Militar de 1898 marcó decidida y definitivamente los parámetros de la justicia
militar durante el pasado siglo y lo que va del presente, comprendiendo no solo a los
militares, también a los policías y en algunos casos hasta los civiles. Y si bien algunos
de sus postulados fueron dejados de lado o relativizados por alguna modificación
menor, el esquema básico de la justicia castrense mantuvo la orientación impregnada
por el viejo código, haciéndolo básicamente dependiente del Poder Ejecutivo. Así, se
conservó en la estructura orgánica de la justicia militar a los auditores, los jueces
instructores, los consejos de guerra y el consejo supremo como tribunales permanentes;
no se varió los supuestos de la jurisdicción de guerra en materia penal; los jueces
militares no tenían formación jurídica; los policías y los civiles podían ser comprendidos
por la justicia castrense; la ley penal militar funcionó sin una mayor declaración de
principios generales; las bases de la punibilidad no fueron modernizadas o puestas al
día; el sistema de penas no sufrió alteración significativa; la descripción de los delitos de
naturaleza militar siempre contravino el principio de taxatividad máxima; los
procedimientos fueron los mismos (ordinario, especial y extraordinario), etc.

El 24 de Julio de 1980, a escasos cuatro días de la transferencia del poder político a la


civilidad el entonces Presidente del Perú General de División EP Francisco Morales
Bermúdez, promulga el Quinto Código de Justicia Militar mediante Decreto Ley N°
23214, el cual se sustentó en la necesidad de adecuar la legislación penal militar a la
nueva Constitución Política del Perú de 1979 en concordancia con la evolución y
desarrollo de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional. Se inicia desde entonces —
paralelamente - un proceso de "autorreforma" dentro de la Justicia Militar, lenta pero
gradualmente empezaron a nombrarse los primeros jueces abogados, y luego vocales
jurídicos en los Consejos de Guerra; a inicios de los noventa se crearon las primeras
Fiscalías a nivel de los Juzgados; en 1994, por primera vez, la Presidencia del CSJM
fue asumida por un General de Brigada EP Abogado.

Finalmente el 24 de Octubre de 1996 se consolidaron todas estas reformas a través de


la Ley N° 26677 y además se incorpora en el modelo procesal penal militar el "proceso
sumario". Sin embargo estas reformas internas de la Justicia Penal Militar, estuvieron
acompañadas de un espíritu expansionista de los Tribunales Militares, los que de
inmediato extendieron su ámbito de competencia al juzgamiento de delitos ajenos a la
protección de bienes jurídicos estrictamente castrenses, conociendo casos de
terrorismo y conductas propias del crimen organizado cometidos por civiles.

En ese contexto a partir del ario 2003, instituciones vinculadas a la defensa de los
derechos humanos, Defensoría del Pueblo, Colegios de Abogados, Universidades y un
importante número de académicos especialistas en la materia, señalaron
reiteradamente la necesidad de una reforma sustancial de la Justicia Militar. Sendas
demandas de inconstitucionalidad presentadas ante el Tribunal Constitucional,
determinaron que numerosos artículos de la Ley Orgánica y del Código de Justicia
Militar fueran declarados inconstitucionales. Al poco tiempo, se promulgó entonces el
Nuevo Código de Justicia Militar Policial (DL N° 961) con el cual se consolida la
competencia de la Justicia Militar no solamente al ámbito castrense sino además al
policial, excluyéndose definitivamente a los civiles; de la misma manera se promulgó
una Ley de Organización, Funciones y Competencia de la Jurisdicción Especializada en
Materia Penal Militar Policial (Ley N° 28665). Normas que igualmente fueron declaradas
inconstitucionales en muchos de sus articulados.

El 16 de diciembre del 2006 se publicó en el Diario Oficial El Peruano la Ley N° 28934,


"Ley que amplía excepcional y temporalmente la vigencia de la actual justicia militar y
policial", con la finalidad que la Justicia Militar Policial continúe ejerciendo sus funciones,
atribuciones y competencias con la misma estructura organizativa señalada en la
Novena Disposición Transitoria de la Ley N° 28665, hasta la aprobación de la ley que
subsane los vacíos normativos que se generaron al quedar sin efecto los artículos
declarados inconstitucionales de la Ley N° 28665 por sentencias del Tribunal
Constitucional 0004-2006-PI/TC y 0006-2006-PI/TC, o de la dación de una nueva ley
que regule la justicia militar.

Sin embargo, en el Perú, la Jurisdicción Militar se fue convirtiendo en un fuero paralelo e


independiente de la judicatura ordinaria, con escasas, por no decir casi nulas,
posibilidades de que sus decisiones sean revisables por el fuero común, y con una
predisposición expansionista de juzgamiento a civiles y competencia en delitos no
militares y por causas ajenas al delito de función atribuibles a los militares.

El 24 de octubre de 1996 se consolidaron todas estas reformas a través de la Ley N°


26677 y además se incorpora en el modelo procesal penal militar el "proceso sumario".
Sin embargo estas reformas internas de la Justicia Penal Militar, estuvieron
acompañadas de un espíritu expansionista de los Tribunales Militares, los que de
inmediato extendieron su ámbito de competencia al juzgamiento de delitos ajenos a la
protección de bienes jurídicos estrictamente castrenses, conociendo casos de
terrorismo y conductas propias del crimen organizado cometidos por civiles.

En ese contexto a partir del año 2003, instituciones vinculadas a la defensa de los
derechos humanos, Defensoría del Pueblo, Colegios de Abogados, Universidades y un
importante número de académicos especialistas en la materia, señalaron
reiteradamente la necesidad de una reforma sustancial de la Justicia Militar. Sendas
demandas de inconstitucionalidad presentadas ante el Tribunal Constitucional,
determinaron que numerosos artículos de la Ley Orgánica y del Código de Justicia
Militar fueran declarados inconstitucionales. Al poco tiempo, se promulgó entonces el
Nuevo Código de Justicia Militar Policial (DL N°961) con el cual se consolida la
competencia de la Justicia Militar no solamente al ámbito castrense sino además al
policial, excluyéndose definitivamente a los civiles; de la misma manera se promulgó
una Ley de Organización, Funciones y Competencia de la Jurisdicción Especializada en
Materia Penal Militar Policial (Ley N° 28665). Normas que igualmente fueron declaradas
inconstitucionales en muchos de sus articulados.

Finalmente, el 16 de diciembre del 2006 se publicó en el Diario Oficial El Peruano la Ley


N° 28934, "Ley que amplía excepcional y temporalmente la vigencia de la actual justicia
militar y policial", con la finalidad que la Justicia Militar Policial continúe ejerciendo sus
funciones, atribuciones y competencias con la misma estructura organizativa señalada
en la Novena Disposición Transitoria de la Ley N° 28665, hasta la aprobación de la ley
que subsane los vacíos normativos que se generaron al quedar sin efecto los artículos
declarados inconstitucionales de la Ley N° 28665 por sentencias del Tribunal
Constitucional núms. 0004-2006-PI/TC y 0006-2006-PI/TC, o de la dación de una nueva
ley que regule la justicia militar.

Sin embargo, en el Perú, la Jurisdicción Militar se fue convirtiendo en un fuero paralelo e


independiente de la judicatura ordinaria, con escasas, por no decir casi nulas,
posibilidades de que sus decisiones sean revisables por el fuero común, y con una
predisposición expansionista de juzgamiento a civiles y competencia en delitos no
militares y por causas ajenas al delito de función atribuibles a los militares.
ANTECEDENTES NORMATIVOS

Tenemos como principales normas a las siguientes:

La Real Cedula de Carlos III de fecha 4/11/1773, creo en España el Consejo Supremo
de Guerra.

La Ordenanza Naval de 1802.

La Constitución Política de la Monarquía Española, también denominada Constitución


de Cádiz; promulgada por el Rey Fernando VII de fecha 19 de Marzo de 1812,que rigió
para España y sus dominios.

Reglamento Provisional de 1821, señalándose en el Art. 15 que asumía la jurisdicción


La Capitanía General.

La Primera Constitución Peruana 1823, en su art. 121 señalando la vigencia de las


leyes anteriores que no se oponían al proceso de independización.

Ley Especial que creo el Consejo Militar Permanente en el ario 1823.

Proyecto de Constitución Militar del Ejército del Perú en el año 1827.

La Constitución de 1832 de fecha 17/12/1832; La ley para normar la competencia entre


los juzgados del Fuero Militar y los Juzgados Ordinarios de Primera Instancia.

La Constitución de 1834, señalando en su Art. 110; la existencia del Consejo Supremo


de Guerra, que funciono hasta el ario 1839.

La Constitución de 1839, dictándose La Ley del 2 de Noviembre; estableciéndose que la


Corte Suprema, resolverá los recursos de nulidad que presenten los fueros militares,

La Constitución de 1856, señalando en su Art. 139. La existencia de los juzgados y


Tribunales privativos, asimismo sus códigos especiales, hasta que no exista las
reformas correspondientes.

La Constitución de 1860, señala en su Art. 119 indicando la obediencia militar será


sujeto a las leyes y ordenanzas militares.

Proyecto del Primer Código de Justicia Militar del Perú, fue promulgado el 10/01/1865,
dentro del marco de la Constitución de 1860,1a cual no entro en vigencia.
Proyecto de Código de Justicia Militar, el cual fue elaborado por una comisión en el año
1878; presidida por el General Manuel Mendiburu.

Proyecto de Código de Justicia Militar, promulgado el 20 de diciembre de 1898,


dándose las disposiciones penales militares, asimismo fue sustituido la pena de muerte
por la de veinte arios de penitenciaria.

La Ley N° 272 de fecha 27/10/1906, el cual estableció la competencia entre la


Jurisdicción Ordinaria y la de Guerra, considerando a la Corte Suprema como la
Jurisdicción en el último grado de mayor jerarquía, con la facultad de definir en ultimo
grado la jurisdicción que corresponde a los diversos tribunales de la República.

La Ley N° 273 de fecha 27/10/1906, modificando el art. 4 del Código de Justicia Militar,
reconociendo a la Corte Suprema la jurisdicción en el último grado, cualquiera que sea
el fuero de las causas civiles y criminales, así como la especial que corresponden a los
juicios que se da contra los altos funcionarios públicos, y el Consejo Supremo de Guerra
y Marina, se llamara en adelante "Consejo de Oficiales Generales. La Ley N° 2442 de
fecha 3/09/1917, cuyo art. 1 disponía que: " A la Jurisdicción militar Están sujetos los
militares, únicamente por infracciones cometidas en actos de servicio.

Decreto Supremo reglamentando la Ley N° 2442, estableciendo la inhibición de las


Autoridades y tribunales de la justicia militar, derogando 9 artículos del Código de
Justicia Militar.

Decreto Ley N° 6881, de fecha 26/09/1930 decreta la suspensión del art. 156 de la
Constitución de 1920 y las leyes n° 2442 y 5862 del 22/09/1927.

Decreto Ley N° 6948 de fecha 28/11/1930, para fijar los alcances del Decreto Ley N°
6881.

El Código de Justicia Militar de 1898, con cuarenta años de vigencia, fue limitada por la
Constitución del Perú de 1920, en cuanto a su jurisdicción sobre las personas que no
estén en servicio en el ejército, a no ser en caso de guerra nacional.

El Código de 1939, fue creada mediante Ley N° 8992 durante el gobierno de Oscar R.
Benavides, solo tenía en cuenta las necesidades del Ejercito de Tierra, el cual tuvo una
vigencia de 11 años.

El Código de 1950, se dictó mediante Decreto Ley N° 11380,el 29/05/1950,siendo


ratificado por el congreso por la Ley N° 11490, de fecha 1/09/1950, tuvo una vigencia de
13 años.

D. L. N° 14612, el cual norma La Ley Orgánica de La Justicia Militar de fecha


25/07/1963, durante el régimen de Nicolás Lindley López. El Código de 1963, es el
primero en tener sus leyes independientes no estar sujeta a los anteriores códigos, tuvo
una vigencia de 17 años, a finales del gobierno de Morales Bermúdez.

D.L. N° 23201, Ley Orgánica de la Justicia Militar de fecha 19/07/1980, sobre la


organización de La Defensa Nacional, fue la primera norma que desarrollo el ámbito
castrense del Art. 8 de La Constitución, incluyendo un artículo dedicado a la justicia, en
este caso la militar, que desaparece cuando esta Ley es reformada en 1984.

D.L. N° 23214, dando origen al Código de Justicia Militar de 1980, el cual fue aprobado
por el Decreto Ley N° 23214 de fecha 24/07/1980; habiéndose basado en el código de
1963, el cual se adecuo a la constitución de 1979 que hasta la fecha aún mantiene
vigencia.

La Ley Orgánica del Poder Judicial de 1985, prevé la Sala de lo Militar del Tribunal
Supremo, la cual fue subsanado por la creación de La Sala Quinta de lo Militar.

La Ley Orgánica de Competencia y Organización de La Jurisdicción Militar, del 15 de


Julio de 1987, en referencia de la Competencia y Organización de La Justicia Militar.

La Ley N° 24150, en su Art. 10, señala que los miembros de Las Fuerzas Armadas y de
La Policía Nacional, que están en servicios en las zonas declaradas en estado de
excepción, están sujetos a la aplicación del Código de Justicia Militar.

Ley N° 26677,de fecha 24 de Octubre de 1996,modificando varios artículos de La Ley


Orgánica de Justicia Militar y del Código de Justicia Militar, corrigiendo aspectos de
orden orgánico y procesal.

La Ley N° 26926, del año 1987, que califica a los delitos de tortura, genocidio y
desaparición forzada como delito contra la humanidad, estableciéndose que su
juzgamiento corresponde a la justicia común.

Ley N° 28665, denominada Ley de Organización, funciones y Competencia de la


Jurisdicción especializada en materia militar policial, de fecha 07 de Enero del 2008.
MARCO CONSTITUCIONAL Y LEGAL VIGENTE

Se encuentra estipulado en el Artículo 139 de la Constitución:

"Artículo 139.- Son principios y derechos de la función Jurisdiccional: La unidad y


exclusividad de la función Jurisdiccional. No existe ni puede establecerse jurisdicción
alguna independiente, con excepción de la militar y la arbitral... ".

Unidad De La Función Jurisdiccional

Consideramos que esta norma resulta bastante cuestionable, no sólo a nivel del propio
diseño normativo, sino incluso en el plano técnico jurídico.

"De un lado, porque desde el punto de vista conceptual no es fácil comprender que en
un mismo precepto se proclame la unidad de la función Jurisdiccional, a la par de
reconocer la existencia de la justicia militar como "otra jurisdicción" independiente y
paralela. De otro lado, porque en los modelos democráticos constituye una regla que la
justicia militar, si bien responde a criterios de especialidad y goza de autonomía, tiene
que encontrarse integrada y subordinada dentro del órgano jurisdiccional, precisamente
en aplicación del principio básico de unidad y exclusividad de dicha función".

Son tres los temas de La Justicia Militar dentro de la Constitución Política del Perú:

1°. Relacionado a la Jurisdicción Militar strictu sensu y la ampliación que se acuerda


para sancionar a los civiles regulado en el Art. 173.

2°. La Pena de Muerte, para quien cometa determinados delitos calificados y normados
en el Art. 140.

3°. La Casación, el cual es competente el Poder Judicial, para revisar los fallos
provenientes del Consejo Supremo de Justicia Militar, careciendo actualmente de la
facultad revisora; existiendo otro problemas como los derechos del procesado y los
principios básicos de la función jurisdiccional.

Lo que significaría que cualquier pena privativa de libertad que imponga los jueces
militares, como la imposición de la cadena perpetua, quedaría jurisdiccionalmente
consentida en el fuero militar, no existiendo la posibilidad de ser revisada por el Poder
Judicial, el cual no solo perjudicaría a los civiles, sino también a los militares o policías
que se le impongan dicha pena, y no tengan acceso de ser revisados por una instancia
I UNIDAD
LA JURISDICCION ESPECIALIZADA EN MATERIA PENAL MILITAR
PRIMERA Código Penal Militar Policial Decreto Legislativo 1094- Título
SEMANA preliminar, libro primero (parte general) de la ley penal militar
04 horas policial- aplicación espacial.
superior.

A pesar de haber existido pocas reformas de la jurisdicción militar, sobre el aspecto de


competencia, en tanto que disminuir o restar la jurisdicción castrense era complicado,
en cuanto a los militares quitarle su rol de militares profesionales, como los Capitanes
Generales y otros alto cargos castrenses.

Siendo ellos los que ejercían dicha jurisdicción, a la vez también integraban el Consejo
Supremo de Justicia Militar, el cual era dependiente del Ministerio de Defensa, la cual
fue reformado en el año 1987 con la promulgación de la Ley Orgánica de Competencia
y Organización de la Jurisdicción Militar, se ha adherido el recurso de casación,
creándose los órganos judiciales castrenses, mas técnicos y compuestos por miembros
del cuerpo jurídico.

La Justicia Militar, es calificada como la única excepción, al principio de Unidad


Jurisdiccional considerada también como Jurisdicción Especial, lo más recomendable
sería denominarla como manifestación de la jurisdicción para determinar la potestad de
la unidad de la jurisdicción.

Actualmente, de acuerdo a nuestra Constitución Política del Estado Peruano, la cual


señala en forma independiente la existencia de dos jurisdicciones una la ordinaria y otra
la Justicia Militar, el cual es un error de considerarlo con ese concepto, el cual debería
ser denominado como Tribunales especializados en materia militar o Tribunales
militares cuya competencia debería ser definida por ley.

Dicho Tribunal debería de tener en cuenta el Pacto Internacional de Derechos Civiles y


Políticos, no tener excesos como que juzguen a personas civiles, el cual representaría
graves problemas en lo que respecta a la administración equitativa, imparcial e
independiente de la justicia, para establecer a los tribunales la aplicación de
procedimientos excepcionales que no se ajustan a las normas habituales de justicia.

DOCTRINA

El Fuero Militar Policial es un órgano jurisdiccional autónomo, independiente e


imparcial y constituye una jurisdicción independiente del Poder Judicial. Su función
central es la administración de Justicia Penal Militar Policial, en el ámbito establecido
por ley. El Fuero Militar Policial por su naturaleza y finalidad se relaciona con el Sistema
de Defensa Nacional dentro de la independencia y autonomía que les reconocen la
Constitución y sus respectivas leyes.

TITULO PRELIMINAR

1. OBJETO DEL CÓDIGO.- El Código Penal Militar Policial tiene por objeto prevenir la
comisión de los delitos defunción militar o policial, como medio protector y de
cumplimiento de los fines constitucionales de las Fuerzas Armadas y de la Policía
Nacional del Perú. Contribuye al mantenimiento del orden, seguridad y disciplina en
dichas fuerzas del orden.

2. DELITO DE FUNCIÓN.- El delito de función es toda conducta ilícita cometida por


un militar o un policía en situación de actividad, en acto del servicio o con ocasión de él,
y que atenta contra bienes jurídicos vinculados con la existencia, organización,
operatividad o funciones delas Fuerzas Armadas o Policía Nacional.

El delito de función militar policial


Es el delito cometido por un militar o policía en situación de actividad, en el ejercicio de
sus funciones o con ocasión de él, y que atenta contra bienes jurídicos vinculados a la
existencia, organización, operatividad o funciones de las Fuerzas Armadas o Policía
Nacional o que afectan la seguridad interna y externa y soberanía del Estado.

Los delitos de función de naturaleza y carácter militar y policial son tipificados en el


Código Penal Militar Policial y son imputables sólo y únicamente a militares y policías en
situación de actividad.
La sanción de los delitos de función
La Constitución (artículos 165º y 166º) les ha asignado a las Fuerzas Armadas y a la
Policía Nacional las trascendentales funciones de garantizar la defensa, independencia,
soberanía, integridad territorial, seguridad y orden interno de la República.

Para que estas funciones se cumplan cabalmente resulta indispensable que se asegure
la disciplina y el orden en estas instituciones, lo cual se logra cardinalmente con la
sanción de los delitos de función. Máxime, cuando la Constitución (artículo 163º) señala
que la defensa y seguridad de la Nación es integral y permanente.

Por tanto es responsabilidad de la jurisdicción militar policial velar por que las Fuerzas
Armadas y la Policía Nacional cumplan con valor y disciplina las funciones que la
Constitución les ha encomendado respecto a la defensa y seguridad de la República.

El cumplimiento de estas funciones hace posible la preservación del orden


constitucional y que el Estado cumpla con su deber fundamental, plasmado en el
artículo 44º de la Carta Magna, de “defender la soberanía nacional, garantizar la plena
vigencia de los derechos humanos; proteger a la población de las amenazas contra su
seguridad; y promover el bienestar general”.

La CORTE IDH ha definido el delito de función como una conducta que afecta los
bienes jurídicos vinculados a las funciones de las fuerzas armadas, cuyo agente es un
militar en actividad que ha cometido dicho ilícito en el ejercicio de sus funciones. Así
pues, la CORTE IDH ha señalado al respecto que: “141. Es necesario señalar, como se
ha hecho en otros casos, que la jurisdicción militar se establece para mantener el orden
y la disciplina en las fuerzas armadas. Por ello, su aplicación se reserva a los militares
que hayan incurrido en delito o falta en el ejercicio de sus funciones.

142. Este Tribunal ha establecido que en un Estado democrático de Derecho la


jurisdicción penal militar ha de tener un alcance restrictivo y excepcional y estar
encaminada a la protección de intereses jurídicos especiales, vinculados con las
funciones que la ley asigna a las fuerzas militares.”
Características del delito de función
El delito de función tiene las siguientes características:

1. Que el sujeto activo sea un militar o un policía que ha realizado la conducta cuando
se encontraba en situación de actividad;

2. Que se cometa el delito en acto de servicio o con ocasión de él; y,

3. Que se trate de conductas que atenten contra bienes jurídicos vinculados con la
existencia, organización, operatividad o funciones de las Fuerzas Armadas o de la
Policía Nacional.

Esta triple identidad del delito de función ha sido recogida íntegramente en la Ley de
Organización y Funciones del Fuero Militar Policial y coincide plenamente con los
criterios establecidos por la Corte Interamericana de Derechos Humanos

Es importante señalar que no pueden ser tipificados como delitos de función los
crímenes contra la humanidad ni delitos preeminentemente comunes.
Los delitos de función tipificados en el Código Penal Militar Policial
Los principales delitos de función tipificados en el Código Penal Militar Policial, D. Leg.
1094 son:

Delitos contra la defensa nacional:


Traición a la patria. Delitos contra la seguridad interna. Violación de información relativa
a la defensa nacional; orden interno y seguridad ciudadana. Ultraje a símbolos
nacionales; militares y policiales.
Delitos cometidos en estados de excepción y contra el derecho Internacional
humanitario:
Delitos de inconducta funcional durante conflictos armados. Delitos contra las personas
protegidas por el Derecho Internacional Humanitario. Delitos de empleo de métodos
prohibidos en la conducción de hostilidades. Delitos de empleo de medios prohibidos en
la conducción de hostilidades. Delitos contra operaciones humanitarias y emblemas.
Delitos contra el servicio de seguridad:
Delitos cometidos por centinela, vigía o responsables de la seguridad. Deserción
Inutilización voluntaria para el servicio activo. Capitulación indebida y cobardía.
Delitos contra la integridad institucional:
Insulto al superior. Insubordinación. Desobediencia. Delitos contra el servicio de
seguridad.
Delitos cometidos en el ejercicio del mando o autoridad:
Omisión de deberes del mando: Abandono de comando. Empleo indebido de armas.
Inicio de operación innecesaria.
Delitos de violación al deber militar policial:
Delitos contra el deber militar policial. Excesos en el ejercicio del grado, mando o
posición en el servicio militar policial.
Delitos que afectan los bienes destinados al servicio militar policial:
Afectación del material destinado a la defensa nacional. Apropiación ilegítima de
material destinado al servicio. Hurto de material destinado al servicio. Utilización
indebida de bienes destinados al servicio. Sustracción por culpa.
Delitos contra la fidelidad a la función militar policial:
Información falsa sobre asuntos del servicio. Falsificación o adulteración de
documentación militar policial. Certificación falsa sobre asuntos del servicio. Uso
indebido de condecoraciones, insignias o distintivos. Destrucción de documentación
militar policial.
Sanciones
El Código Penal Militar Policial establece el tipo de sanción que corresponde aplicar
según las características y la gravedad del delito cometido. Las penas pueden ser:
multa, limitación de derechos, privación de libertad y pena de muerte solamente para el
caso de traición a la patria en caso de conflicto armado internacional.

El juzgamiento a los militares y policías que infringen el Código Penal Militar Policial se
lleva a cabo en los Juzgados Penales Militares Policiales, los Tribunales Superiores
Militares Policiales y el Tribunal Supremo Militar Policial.

3. PREVALENCIA DE LAS NORMAS EN MATERIA DE DERECHOS HUMANOS


Los derechos humanos son derechos inherentes y libertades básicas del hombre,
sin distinción de sexo, nacionalidad, origen, religión, lengua o cualquier otra condición.
Los derechos humanos universales están contemplados en la ley, constituciones,
tratados y, en el derecho internacional.
Los derechos humanos son considerados como universales, inalienables,
interdependientes, iguales, no discriminatorios, inherentes e inviolables, estos
nacen o se consolidan con la Declaración Universal de los Derechos Humanos después
de la II Guerra Mundial en el año 1948.
Todos los Estados y Naciones del mundo se encuentran en la obligación de garantizar
el cumplimiento y respeto por parte de los organismos del Estado de los derechos
humanos, con excepción de aquellos que no han firmado ni suscrito la Declaración
Universal de Derechos Humanos, por lo que aun aplican pena de muerte en sus
ordenamientos jurídicos, y deben proteger dichos derechos y garantías ya que cualquier
actuación violatoria de estos puede acarrear sanciones para los Estados y funcionarios
del mismo.

Estos derechos son recogidos en la Declaración Universal de los Derechos


Humanos, que reza, que todos los seres humanos nacen libres, tienen derecho a la
vida, libertad de expresión, son iguales ante la ley, a tener un juicio justo y tener
seguridad en su libre tránsito, también tiene derecho a una nacionalidad, a formar una
familia y ganar un salario justo.
Existen muchos derechos humanos, como los llamados derechos civiles, derechos
políticos y los derechos económicos de las personas, ningún derecho vale más que otro
o puede ser ponderado mejor o peor, sin embargo, los padres de los derechos humanos
es el derecho a la vida y el derecho a la libertad, por ello son el pilar de los derechos y
garantías humanos que rigen al mundo y a la sociedad actual.

En la actualidad el concepto de los Derechos Humanos ha sido importante y


determinante en la gran mayoría de las sociedades del mundo, ya que el mundo y la
Comunidad Internacional se ha encargado de buscar y castigar aquellos gobiernos y
gobernantes que se han encargado de violar los derechos humanos de sus pueblos o
de otros, ocasionando desapariciones forzosas o genocidios entre otros.

De esta manera, se ha condenado a aquellos que infringen o violan los Derechos


Humanos inherentes al hombre, ya sea por los propios pueblos, así como las
organizaciones internacionales y la Corte Penal Internacional y sus Tribunales o Salas
Especiales.

Cabe resaltar que todas las personas debemos respetar los Derechos Humanos, sin
embargo, son los Estados quienes tienen la gran tarea de protegerlos, por lo cual, cada
vez se les exige de manera más contundente proveer y mantener las condiciones
necesarias para que dentro de una situación de justicia, paz y libertad, las personas
puedan gozar realmente de todos sus derechos.

Es así que los gobiernos y gobernantes de cada país deben buscar el bienestar común,
lo que acarrea que los poderes públicos deben hacer todo lo necesario para que sean
superados los problemas de desigualdad ante la ley, la pobreza, la discriminación y las
violaciones al derecho a la vida, así como garantizar un juicio justo a todos aquellos
investigados o acusados de cometer un delito o crimen en contra de la sociedad.

En el mundo actual y en la sociedad moderna es impensable mantener un gobierno o


régimen que atente contra los derechos humanos de sus habitantes o de otro pueblo,
sin embrago existen excepciones que logran disfrazar las falsas democracias para
implementar regímenes que atentan contra los derechos humanos, sin embargo, los
medios de comunicación así como la Comunidad Internacional juegan un papel
fundamental para combatir estos dictadores y hacerlos pagar por sus violaciones y
atrocidades.

Los Derechos Humanos han sido un gran avance de los pueblos, las personas y la
sociedad en el mundo, han permitido la reivindicación del Ser Humano y avances en el
desarrollo de una sociedad un poco más justa, en la que la vida, la libertad, la igualdad
y no discriminación son la base fundamental para que existe respeto y coexistencia de
todas las razas y religiones, cada día existen más organizaciones que defienden y
buscan preservar los Derechos Humanos de las personas frente a las violaciones que
pueden acontecer en el mundo. Es por eso que es impensable e mundo actual sin la
defensa y asentamiento de los Derechos Humanos del Hombre.

4. PRINCIPIO DE LEGALIDAD
El principio de legalidad es uno de los principios superiores que informan todo el
ordenamiento jurídico haciendo posible la realización de un Estado social y democrático
de derecho, es decir, el respecto irrestricto al Derecho, al cumplimiento de la ley, a la
realización de la justicia. Este fundamental principio tiene enraizamiento constitucional
que va más allá de la visión meramente formalista, pues como muy bien afirma el
profesor Roberto Dromi, el principio de legalidad “a solas” no dice nada, debe
enmarcarse en una orientación filosófico-política que busca consolidar la
democratización de las instituciones contra las acechanzas del autoritarismo y las
dictaduras. Es propiamente el imperio del derecho que regula jurídicamente los valores
y el “número apertus” de los derechos humanos.

El principío de legalidad ha sido engendrado por el aforisma romano “ legem patere


quam feciste” que en buen castellano significa soporta la ley que hiciste. Es pues deber
de los funcionarios y la ciudadanía en general soportar u obedecer la norma legal que
rige para toda la Administración Pública y el quehacer privado y público de las
personas. Ni la Constitución ni la ley son una teoría especulativa o abstraccionista como
fungen los mesías, los caudillos o los dictadorcillos de ciertas instituciones públicas que
se creen sus propietarios absolutos obrando al mismo tiempo como fiscales y jueces, al
amparo de una discrecionalidad abusiva e intolerante. La supremacía de la norma
constitucional y la obligatoriedad de la ley garantizan la seguridad jurídica, la
participación comprometida y responsable de los ciudadanos en la vida política, cultural
y el progreso económico, la redistribución de la riqueza, que el interés privado armonice
con el interés público, la justicia solidaria.
En la Constitución del 93’, el principio de legalidad está expresamente normado en el
literal d), inc.24 del art. 2°, concordado con el parágrafo a) del inc.24 del artículo en
referencia, y el numeral 3 del art. 139° los cuales dan plena seguridad jurídica al
ciudadano y sustentan los principios del Derecho Administrativo, puntualmente, el
numeral 1.1 del Artículo IV del Título Preliminar de la Ley del Procedimiento
Administrativo General, (LPAG), Ley N° 27444, mediante el cual se precisa que las
autoridades administrativas deben actuar con respeto a la Constitución, la ley y al
derecho, dentro de las facultades que le estén atribuidas y de acuerdo para los que le
fueron conferidas. Normas legales concordadas con el inc. 2 del art. 2° de la
Constitución; arts. 2° y 7° de la Declaración Universal de los Derechos Humanos; art. 2°
de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; arts. 2°, 3° y 26°
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos; arts. 1° y 24° de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos. De modo que es fundamento legal que rige no
sólo para los tres clásicos poderes del Estado: Ejecutivo, legislativo y judicial, sino
también para todos los órganos autónomos constitucionales, e incluso para entidades
de derecho privado que presten servicios públicos (propios e impropios). En el caso de
las universidades públicas, prevalece su Ley Universitaria, Ley N° 23733, aplicándose
supletoriamente la LPAG, Ley 27444.
No obstante que este principio es uno de los principios rectores de un Estado
comprometido con los derechos fundamentales, todavía existen instituciones públicas
que parecen castillos feudales impenetrables y herméticos dentro de un Estado que
pretende acceder a la modernidad y competitividad del siglo XXI. Craso ejemplo es el
de algunas universidades públicas como la Universidad Nacional Federico Villarreal,
cuyo rector hace caso omiso al principio de legalidad, encubriendo a siete decanos que
no cumplen con los requisitos que la Ley Universitaria exige para desempeñar su
función. La denuncia de un sector de docentes de la Facultad de Derecho y Ciencia
Política interpuesta contra su ilegal decana y el acuerdo de la Asamblea Universitaria,
máximo órgano de gobierno, de constituir una Comisión Investigadora son altamente
significativas. ¿ Y qué hace el órgano de control institucional ?
No es el único caso, también figuran algunos partidos políticos, federaciones deportivas
y otras entidades públicas, donde el titular del presupuesto, rodeando de un muro
burocrático, se comporta como señor feudal sin tener en cuenta que la legalidad es la
base de las instituciones y de la democracia.
El país necesita entidades democráticas, profesionalismo y transparencia en la gestión
y normas claras que todos respeten y cumplan a partir de principios como el de la
legalidad, debido proceso y otros, contenidos en la tutela jurisdiccional efectiva, derecho
esencial procesal y constitucional, básicamente humano para alcanzar la justicia real y
concreta. Sólo así se podrá purificar el desagradable hedor de aquella institución
pública que opera como un viejo y amurallado castillo medieval.

6. PROHIBICIÓN DE LA ANALOGÍA

La inaplicabilidad de la analogía para calificar supuestos de hecho como delitos o faltas


empezó a tener importancia con posterioridad a la época de la ilustración pues, hasta
ese momento, se pensaba que los jueces y tribunales sólo podían aplicar la ley, más no
interpretarla. No obstante, con la propia evolución del derecho se determinó que no era
posible determinar el alcance de la ley si ésta no era sometida a una interpretación
previa. De ahí que, primero, se deberá interpretar la ley y, segundo, aplicar la misma
según los preceptos y principios constitucionales.

La garantía de prohibición de la analogía constituye un pilar de todo Estado Social y


Democrático de Derecho, encontrándose recogido en los artículos 2.24 literal d) y 139.9
de nuestra Constitución. Igualmente, ha sido recogido por los principales instrumentos
del Derecho Internacional de los Derechos Humanos (Declaración Universal de
Derechos Humanos, artículo 11°, numeral 2; Convención Americana sobre Derechos
Humanos, artículo 9°; Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, artículo 15°).
Cabe destacar que el principio de prohibición de analogía se aplica no sólo a los tipos
penales (supuestos de hecho y consecuencias jurídicas) previstos en la parte especial
del Código Penal, sino también a aquellos casos en los que la parte general comprenda
preceptos que amplíen la imputación penal, como es el caso de la tentativa, la coautoría
y la participación.

La Definición De Analogía Y Su Disención Con La Interpretación

Se entiende por analogía al proceso mediante el cual se resuelve un caso penal no


contemplado por la ley, argumentando la semejanza del acontecimiento real legalmente
imprevisto con un tipo que la ley ha definido o enumerado en su texto para casos
semejantes. En otras palabras, con la analogía se procura aplicar un tipo penal a un
supuesto de hecho que la ley no ha previsto, por tanto, la analogía no es propiamente
una forma de interpretación legal, sino de aplicación. En la aplicación de la ley, se exige
determinar cuáles son los supuestos que se hallan recogidos por estos, donde no se
debe rebasar los límites que la ley determina en la adecuación de ciertos supuestos,
pues cualquier violación a estos límites implicaría contradecir la vigencia de la garantía
de prohibición de la analogía. Es por ello que su tratamiento “está relacionada con la
problemática de la interpretación”. Así, la interpretación viene a ser la aclaración
fundada de la letra y del espíritu de las normas legales, para conocer su verdadero
sentido y determinar su alcance o eficacia general en un caso particular. La diferencia
entre interpretación (no sólo permitida, sino necesaria) y analogía (prohibida únicamente
si perjudica al reo) radica en que la primera es la búsqueda del sentido o significado del
texto que se halle comprendido en el precepto legal (de ahí que para ser considerada
como tal deba permanecer dentro de los límites del “sentido literal posible” del texto
legal), mientras que la segunda desborda los límites que permiten su interpretación,
suponiendo la aplicación de la ley penal a un supuesto no comprendido en ninguno de
los sentidos posibles de su letra, pero análogo a otro sí comprendido en el texto legal.

Las Interpretaciones Extensivas Y Analógicas En La Ley Penal

En la interpretación extensiva, aunque el intérprete se sirve del elemento sistemático, el


supuesto de hecho real está previsto por la ley, acaso con palabras inadecuadas; es
decir, que en la interpretación extensiva la voluntad de la ley, manifestada después de
usar los métodos gramaticales y teleológicos, aparece clara en cuanto abarca el caso
en cuestión, en tanto que en la analogía la ley no tiene voluntad alguna de comprender
el hecho que se juzga. En la interpretación extensiva falta la expresión literal, pero no la
voluntad de la ley; en la analogía falta la expresión literal y la voluntad de la ley (6). Con
la interpretación analógica o intralegem es más fácil la distinción, puesto que ésta se
hace en virtud de la ley, que determine se aplique analógicamente el precepto; o sea,
está permitida cuando a la fórmula casuística le sigue una genérica, debiéndose admitir
que ésta comprende casos semejantes o análogos a los mencionados por aquellos (7).
Al respecto, citamos algunos ejemplos que obran en nuestro Código Penal: “otro medio
capaz de poner en peligro la vida” (art. 108, numeral 4), “otros actos análogos
introduciendo objetos o parte del cuerpo por alguna de las dos primeras vías” (art. 172),
“engaño, astucia, ardid u otra forma fraudulenta” (art. 196), “cualquier clase de energía”
(art. 273). Por el contrario, una aplicación del derecho al margen del marco de la
regulación legal (praeter legem), o sea una interpretación que ya no esté cubierta por el
sentido literal posible de un precepto penal, constituye una analogía fundamentadora de
la pena y por tanto es inadmisible.

La Analogía In Bonam E In Malam Partem

La garantía de prohibición de la analogía sólo se aplica cuando sea perjudicial para el


inculpado (analogía in malam partem), es decir, cuando se extiendan los efectos de la
punibilidad a supuestos no previstos por ley. Por el contrario, la analogía favorable
(analogía in bonam partem) es aceptada a través de los procesos de interpretación de
la ley penal. La interpretación es lícita aunque resulte extensiva de delitos o penas, con
ello no se sobrepasa el límite de garantía representado por la letra de la ley, porque
toda interpretación se mueve dentro de este límite (el “sentido literal posible”). En
cambio, como la analogía traspasa esta frontera no será admisible si perjudica al reo
(analogía in malam partem). Cuando favorezca al reo (analogía in bonam partem) no
chocará, en cambio, con el sentido de límite garantizador que posee el texto legal: dicho
límite sólo persigue garantizar al ciudadano que no podrá verse afectado por una pena
que no se halle prevista por la letra de la ley, y no que no pueda ser castigado menos o
incluso eximido de pena si no lo prevé literalmente la ley. Siendo así, parece lógico
admitir la aplicación de un beneficio leal para el reo cuando su situación sea análoga a
la que motiva dicho beneficio (9). Por tanto, la aplicación de la analogía in malam
partem constituye una abierta vulneración a la garantía de la lex stricta, lo cual
únicamente podrá ser efectuado por el órgano jurisdiccional cuando éste condene al
imputado a través de un juicio de subsunción de la norma en el hecho imputado.

Sobre Su Vinculación Con Las Exigencias Lex Praevia, Lex Certa Y Lex Stricta

La prohibición de aplicar por analogía la ley penal es indispensable para hacer efectiva
la garantía de la ley anterior (lex praevia) que establece el art. II CP (la ley penal sólo
tenga efectos para aquellos hechos ocurridos con posterioridad a su entrada en
vigencia y no para hechos ocurridos con antelación). En efecto, no basta decir que
“nadie será sancionado por un acto no previsto como delito o falta por la ley vigente al
momento de su comisión” si al mismo tiempo, no se prohíbe a los jueces aplicar por
analogía la ley penal. Por cuanto, el magistrado que así procediese podría argüir en su
defensa que él ha condenado fundándose en un ley anterior al hecho del proceso, ley
que si bien no describía la conducta por él penada, la prohibía de modo implícito por su
semejanza con la descrita (10). Por otro lado, las leyes penales que incluyen términos
absolutamente confusos o indeterminados permiten un amplio campo de
discrecionalidad, así como un indeterminado margen de apreciación al operador judicial,
lo cual constituye una evidente vulneración a la garantía de la lex certa, la cual le
impone la obligación al legislador de dictar leyes lo suficientemente claras como para
ser comprendidas. Ello traerá consigo problemas de aplicación en cuanto a la
prohibición de la analogía en la solución de casos penales, pues el operador judicial
estará propenso de aplicar dichas cláusulas indeterminadas a supuestos de hecho no
previsto en la ley penal, lo cual constituye una grave violación a los principios de
seguridad jurídica y libertad individual. Por tanto, no cabe duda que la vulneración a la
garantía lex certa traerá consigo un quiebre indefectible del mandato de lex stricta por
parte de la mayoría de los tribunales penales.

7. PRINCIPIO DE LESIVIDAD

También llamado principio de lesividad o de la objetividad jurídica. Este principio señala


que para que una conducta determinada se configure como delito, primero debe de
existir un daño a un bien jurídico legalmente protegido. Por tanto, para que un interés
personal y/o social se pueda considerar como bien jurídico protegido, este debe de
estar reconocido como tal por la ley y asimismo debe de estar protegido por ésta.
Definimos el bien jurídico como aquellos intereses sociales que por su notable
importancia para el desarrollo personal y para el desenvolvimiento de la sociedad en
general son merecedores de resguardo y protección a través de las normas jurídicas
que componen el Derecho penal. Por ejemplo: la vida, la libertad, entre otros A través
de este principio controlamos la función de la creación de nuevos delitos, obligando al
legislador a definir el bien jurídico que se quiere proteger a través de la ley penal.
Partiendo de esto, su importancia radica en que la protección del bien jurídico es la
razón que legitima la intervención penal. Por otra parte, no se podrá decir que un acto
es ilícito si no se encuentra fundamentado en la lesión de un bien jurídico. Entonces, se
entiende por lesión al bien jurídico, a toda aquella acción que el agente cometa para
causar un determinado daño a un bien que está protegido por el ordenamiento jurídico.

8. CONOCIMIENTO DE LA LEY
Aunque se ha discutido en el tiempo en orden a los efectos de la ignorancia de la ley, en
el derecho moderno ha adquirido firmeza el principio de que la ley, una vez que ha
entrado en vigor, es obligatoria, aún para aquellos que, de hecho, ignoren sus
disposiciones ("ignorancia iuris non excusat").

En justificación de este principio de que la ignorancia de la ley no excusa de su


cumplimiento se ha alegado: a) que todos tenemos el deber de conocer las leyes; b)
que el legislador, al promulgarlas y publicarlas, pone los medios para que podamos
enterarnos de ella; y c) que, como consecuencia de lo anterior, si pudiendo y debiendo
conocerlas las ignoramos, nuestra ignorancia es culpable y no puede eximirnos de las
sanciones establecidas por las leyes mismas para el caso de incumplimiento. En
cualquier caso, la razón de este principio radica, más que el presunto conocimiento de
la ley (fundamento subjetivo), en la necesidad social de que las normas jurídicas tengan
incondicionada y general aplicación (fundamento objetivo): admitir el principio contrario
de la excusabilidad de la ignorancia de las leyes equivaldría prácticamente a entregar el
cumplimiento de ellas a la voluntad de cada ciudadano.

En nuestro Derecho, ya las leyes de Partida, inspirándose en las del Digesto, partían de
la base de que "son todos tenudos de guardar las leyes"(epígrafe de la Ley 16, título I,
Partida 1ª), aunque admitían algunas excepciones al principio de que la ignorancia de
las leyes no excusa, establecidas a favor de los militares, de los menores, de las
mujeres y de los labradores; pero tales excepciones se entendieron derogadas por la
Novísima Recopilación. Fue el Código Civil el que sentó el principio absoluto de que "la
ignorancia de las leyes no excusa de su cumplimiento"(artículo 6.1 del Código Civil), sin
dar entrada a ninguna de las excepciones del antiguo Derecho, principio éste cuya
aplicación ha sido consagrado por la jurisprudencia. Este mandato de la norma civil se
limita a declarar que la ignorancia jurídica de una persona no puede ser obstáculo para
el cumplimiento de las leyes. No impone la obligación de conocer las leyes ni implica
una condena a los que ignoran el Derecho. Sólo afirma la voluntad de que el Derecho
se cumpla, la ignorancia o el error sobre el sentido de una norma no impide su
cumplimiento, esto es lo único que ordena el Código. Disposiciones especiales, normas
concretas, atribuyen determinadas consecuencias al conocimiento y desconocimiento
de las leyes; ciertas personas, por sus cargos, deben saber Derecho, y las leyes
sancionan la ignorancia inexcusable de sus funcionarios; otros preceptos, en cambio,
protegen al que ha obrado equivocadamente por desconocer el Derecho, valoran su
buena fe y estiman el error del que contrata o paga por no conocer bien el contenido de
las disposiciones vigentes. Por eso, con justo criterio, el artículo 6.1 del Código Civil ha
añadido a la fórmula citada, en la que se recoge el principio de que la ignorancia de la
ley no excusa de su cumplimiento, en un segundo párrafo que se integra en el mimo
número, que "el error de Derecho producirá únicamente aquellos efectos que las leyes
determinen".

Este clásico principio de Derecho ("ignorantia iuris non excusat") no ha de interpretarse


como una presunción contraria a la realidad de las cosas, que autoriza a castigar al que
infringe la ley penal por ignorancia, sino como una norma básica para la eficacia general
del ordenamiento, el cual ha de realizarse con independencia de la conducta de los
particulares, de su conocimiento o de su ignorancia, de su curiosidad o descuido.
Además, constituye cumplimiento de las leyes penales, tanto el castigo de quien realiza
un acto punible con dolo o con culpa (artículo 1 del Código Penal), como la absolución
de quien actúa inculpablemente por ignorancia invencible. El artículo 14.3 del Código
Penal indica que "el error invencible sobre la ilicitud del hecho constitutivo de la
infracción penal excluye la responsabilidad criminal" y, si el error fuese vencible,"se
aplicará la pena inferior en uno o dos grados". Tal normativa representa la admisión en
nuestra ley penal positiva de la teoría de la culpabilidad, lo que no ha dejado de suscitar
reparos doctrinales.

9. JURISDICCIÓN NATURAL

Como bien lo ha subrayado Aníbal Quiroga León, tiene dos alcances. Uno, en forma
amplia pero fundamental: la imposibilidad de ser sometido ante la autoridad de quien no
es juez (falta de jurisdicción en su mejor sentido procesal), y para el o se prohíben no
solo los tribunales especiales y los juicios por comisión o delegación (tribunales ad-hoc,
"tribunales revolucionarios" o "tribunales especiales") sino también la imposibilidad de
crear fueros especiales en razón de las personas por sus especialidades calidades
como en otras épocas. El segundo alcance tiene como base un principio de
legalidad:"Las ordenes competenciales de esos jueces y tribunales jerárquicamente
integrados están o deben estar predeterminados por la ley y no al arbitrio de ningún
funcionario o persona. Producido un conflicto de interés, el justiciable debe estar en
posibilidad de saber de antemano cual es ese orden jurisdiccional que ha deventilar su
causa con imparcialidad. Estas son las llamadas reglas de competencia en sus diversos
órdenes: territorial, funcional, material, patrimonial, etc. Las reglas de competencia
defienden el principio del acceso del justiciable al juez natural bajo un ineludible
principio de legalidad, pues solo las leyes las han de determinar con anterioridad.

Jurisdicción Militar

"Pronto comprendimos, por la diversidad de opiniones que teníamos, que existían varios
modelos de jurisdicción militar, y que de todos ellos el peruano no era el más
recomendable. En efecto, como producto de la Constitución vigente de 1993, se había
creado un "fuero militar" cerrado, impermeable a todos y que nadie revisaba, salvo en el
caso de la aplicación de la pena de muerte, que en rigor no podía aplicarse.

Esto dio lugar a abusos cometidos sobre todo en la década del noventa e incluso que
algunos de los miembros del Consejo Supremo de Justicia Militar de aquella época
declarasen la existencia en el Perú de dos poderes judiciales: el Común, al cual todos
estamos sometidos y el Poder judicial Militar, privativo de las Fuerzas Armadas.
Indudablemente éramos concientes de que el actual fuero militar (llamémoslo así, aun
con la impropiedad del término que la propia Constitución utiliza) actuaba últimamente
con mesura y mayores garantías que en otra época y más aún que había tenido y tiene
militares honorables que ahí desempeñan sus labores en forma seria y desinteresada.
Pero ese en realidad no era el problema, pues lo que estaba en juego era la institución
en sí misma y si debía o no gozar de esa autonomía excepcional de la que gozaba y
goza hasta ahora".

El termino Jurisdicción no ha ser necesariamente entendido en su estricta acepción


procesal; de hecho, son numerosos los ejemplos en que las propias leyes procesales
confunden no solo jurisdicción y orden jurisdiccional, sino también jurisdicción y
competencia, como igualmente —y la comparación es más significativa por su vecindad
conceptual— jurisdicción con un determinado conjunto de órganos especializados: así
sucede con la llamada impropiamente jurisdicción de menores. Ciertamente, para
alcanzar este grado de diseño estructural de la planta de la jurisdicción habrá que
operar las reformas oportunas acompañadas de periodos transitorios, no solo de
adaptación, sino de asimilación.

Ciertamente, la solución no es única. Ciertamente, no es indiscutible ni perfectamente


acabada. Pero espero que suscite nuevas aportaciones en el debate doctrinal a la que
el legislador no permanezca insensible. Reconducir las especialidades a la estructura y
los cauces ordinarios, en lugar de excepcionarlos sin una sólida justificación,
redundara., a mi parecer, en el logro más acabado de un sistema armónico.

10. FUNCIÓN DE LA PENA Y DE LAS MEDIDAS DE SEGURIDAD

Función de la Pena

En 1966 ROXIN señaló que la pregunta acerca del sentido de la pena estatal “no se
trata en primer término de un problema teórico, ni por tanto de reflexiones como las que
se suelen hacer en otros campos sobre el sentido de esta o aquella manifestación de la
vida, sino de un tema de acuciante actualidad práctica”. Sin embargo, la discusión
doctrinal sobre la función de la pena parece seguir siendo vista como una cuestión
teórica sin mucha importancia práctica. En los ambientes universitarios se respira la
idea de que la exposición sobre las diversas teorías que se encargan de responder a
esta cuestión podría servir, en todo caso, como una clase inicial en el dictado de la
Parte General del Derecho penal, pero las conclusiones a las que se puede llegar con
esta discusión no repercuten finalmente en los concretos criterios de imputación
jurídico-penales. A este parecer, que niega la utilidad práctica del conocimiento teórico,
no cabe más que calificarlo de completa-mente infundado. Para ello bastaría con traer a
colación la conocida afirmación de que no hay nada más práctico que una buena
teoría.

La función de la pena debe informar todo el sistema penal, de manera tal que, de una u
otra manera, tiene que influir en su operatividad. Tanto la previsión legal de la pena,
como su imposición judicial y ejecución deben tener como punto de partida la función
que la sanción penal cumple. En el plano legislativo, la determinación de la función de la
pena permitiría, en primer lugar, hacer un juicio crítico sobre la legitimidad de la pena
legalmente establecida. Una pena que no se ajuste a su función, no podrá aceptarse
aunque se encuentre prevista en la ley. Así, por ejemplo, si la función de la pena es la
sola retribución, resultará legítimo castigar a una persona por la comisión de un delito
aunque en el momento de la sentencia este delito se encuentre despenalizado, lo cual
desde la lógica de la prevención general resultaría claramente improcedente. Pero,
además, la función de la pena es también relevante para discutir los marcos penales
previstos en la ley, en la medida que si se entiende, por ejemplo, que la función de la
pena es la resocialización, difícilmente podrán considerarse legítimas penas privativas
de libertad como la cadena perpetua que niegan la posibilidad de reinserción social del
condenado.

La misma relación de coherencia con la función de la pena debe observarse en su


imposición judicial. Así, por ejemplo, en una concepción retributiva de la pena, la pena
adecuada al hecho solamente será aquélla que se corresponda con la culpabilidad del
autor, sin importar si con ello se contribuye o no a la prevención general o a la
resocialización del delincuente. Por el contrario, en una visión preventivo-general de la
pena, el juez se guiará por los fines de intimidación, imponiendo la pena como
confirmación de la amenaza penal y dejando de lado, en principio, consideraciones
referidas a la culpabilidad del autor. Por el contrario, si el criterio rector del juez fuese la
resocialización del reo, entonces podría encontrar legitimidad la aplicación de una pena
indeterminada que sólo terminaría si es que se cumple la finalidad de una efectiva
resocialización del reo.
La fase de ejecución de la pena tampoco es ajena a la determinación de la función que
cumple la pena. Muchos aspectos de la ejecución penal dependerán de dicha
determinación. Así, por ejemplo, las medidas alternativas a la pena privativa de la
libertad de corta duración sólo podrían explicarse desde la perspectiva resocializadora
de la pena (o, para ser más exactos, no desocializadora), ya que el hecho de evitar que
el condenado vaya a prisión por poco tiempo se sustentaría en impedir el efecto de una
desocialización carcelaria. Por el contrario, estas medidas alternativas, así como
diversos beneficios penitenciarios como la liberación condicional, la redención de penas
por trabajo o incluso la semilibertad no podrían tener aceptación en una visión
retributiva de la pena, pues el condenado tendría que cumplir siempre la pena que se le
ha impuesto judicialmente. Desde esta comprensión de la pena, el delincuente no
podría ser exonerado del cumplimiento de pena impuesta sin afectar el valor Justicia.

En atención a lo brevemente dicho en este apartado introductorio, puede llegarse a la


conclusión de que la función de la pena no puede ser considerada una discusión teórica
sin ninguna utilidad práctica. Todo lo contrario: de la respuesta a esta cuestión general
depende el tratamiento de muchos problemas específicos del Derecho penal y
finalmente la propia coherencia del sistema punitivo. Me animaría a decir que se trata
del tema general con mayores consecuencias prácticas en la lucha contra la
criminalidad, por lo que su estudio no puede ser tomado como una cuestión
simplemente teórica o introductoria.
Las teorías sobre la función de la pena

En las exposiciones doctrinales sobre el fin de la pena se suele distinguir las llamadas
teorías absolutas de la pena y las llamadas teorías relativas de la pena. El criterio de
esta distinción radica en que mientras las primeras ven la pena como un fin en si
misma, las segundas la vinculan a necesidades de carácter social. Si bien esta
contraposición constituye una simplificación esquemática de posturas que se muestran
en la práctica mucho más complejas y menos unilaterales, no puede negarse su utilidad
pedagógica en la exposición de las ideas. Por esta razón, voy a orientar mi exposición
general sobre las teorías de la pena a partir de esta tradicional diferenciación de
posturas.
- Las teorías absolutas de la pena

Las teorías absolutas de la pena sostienen que la pena tiene la misión trascendental de
realizar el valor Justicia. Por lo tanto, no se encuentran informadas por criterios de
utilidad social. Este punto de partida es asumido por las llamadas teorías retributivas de
la pena que la definen como retribución por una lesión culpable. En su versión subjetivo-
idealista, KANT sostiene que la ley penal es un imperativo categórico que impone la
razón del sujeto individual sin atender a consideraciones de carácter utilitarista. El
carácter estrictamente ideal de esta concepción de la pena se pone de manifiesto en el
extendido ejemplo de la isla propuesta por el profesor de Königsberg, en donde llega a
afirmar que si la sociedad de una isla decide disolverse, debe ejecutarse hasta el último
asesino que se encuentre en prisión. La idea central de esta concepción es que la pena
debe ser impuesta por imperativos de la razón, aunque su ejecución no sea necesaria
para la convivencia social.

En su versión objetiva-idealista, la teoría de la retribución de HEGEL entiende que el


Derecho, como objetividad de la voluntad, debe ser reestablecido ante la negación del
delito (voluntad subjetiva del autor). Si bien la voluntad del autor, en tanto irracional, no
podría afectar la objetividad del Derecho, la única forma de tratar al delincuente como
un ser racional es darle a su voluntad subjetiva una pretensión de validez general. Es,
en este contexto, en donde puede comprenderse la extendida afirmación de HEGEL de
que la pena honra al delincuente como un sujeto racional. La imposición de pena al
negar la voluntad subjetiva del delincuente, reafirma la racionalidad general del sistema
jurídico. Este proceso dialéctico se verificaría con independencia de las consecuencias
empíricas que produciría. No se trata, por tanto, de un reestablecimiento empírico, sino
de un reestablecimiento de la racionalidad del Derecho. Buscar el fin de la pena en el
efecto motivatorio sobre el individuo sería tratar al sujeto como a un perro al que se le
levanta un palo.

En la doctrina penal actual existe consenso en cuanto a rechazar las concepciones


absolutas de la pena. Salvo algunas reminiscencias de la filosofía idealista como la
teoría de la pena defendida por KÖHLER, la tendencia general está orientada a negar
que la pena tenga una función ideal. Hay que precisar que la razón fundamental de este
rechazo no es el cuestionamiento que pudiera hacérsele a una filosofía de corte
idealista. El rechazo a las teorías absolutas de la pena se encuentra, más bien, en la
opinión general de que la existencia del Derecho penal depende de la existencia de la
sociedad, de manera que resulta imposible imaginar un Derecho penal desligado de su
utilidad social. Si bien las teorías de la retribución pueden dar un criterio de referencia
para la pena (culpabilidad), presuponen la necesidad de pena, por lo que no se
encontrarían en posibilidad de explicar cuándo se tiene que penar. La necesidad de
pena sólo podría determinarse atendiendo a los requerimientos del concreto sistema
social.
- Las teorías relativas de la pena

La comprensión del Derecho penal como fenómeno social nos lleva necesariamente a
las teorías relativas de la pena, es decir, a aquellas teorías que entienden que la pena
debe cumplir necesariamente una función social. El consenso doctrinal llega, sin
embargo, sólo hasta este punto, comenzando a romperse cuando se tiene que
determinar cuál esta función social. Si bien se suele reducir las teorías relativas a las
que procuran fines de prevención, lo cierto es que cabe también otra orientación: las
teorías de la reparación o reestabilización.
A. Las teorías de la prevención

Las teorías de la prevención sostienen que la función de la pena es motivar al


delincuente o a los ciudadanos a no lesionar o poner en peligro bienes jurídicos
penalmente protegidos. Como puede verse, la prestación social del Derecho penal (la
protección de bienes jurídicos) tiene una incidencia directa sobre el individuo a través de
la motivación. Este efecto motivatorio puede recaer sobre todos los ciudadanos en
general o solamente sobre el sujeto delincuente. Con base en estas dos posibilidades,
la doctrina ha diferenciado dos formas distintas de prevención: la prevención general y
la prevención especial.
a) Prevención general
La teoría de la prevención general establece que la función motivatoria del Derecho
penal se dirige a todos los ciudadanos. La forma cómo tiene lugar este proceso
motivatorio es precisamente lo que diferencia las dos variantes que existen al interior de
esta teoría: la prevención general negativa y la prevención general positiva.

a.1) Prevención general negativa


La teoría prevención general negativa se caracteriza por ver a la pena como un
mecanismo de intimidación para motivar a los ciudadanos a no lesionar bienes jurídicos
penalmente protegidos. Este proceso de motivación a través de la intimidación puede
verificarse en dos momentos distintos del sistema penal:

En la norma penal: La prevención general negativa mediante la conminación penal


contenida en la norma penal fue formulada original-mente por FEUERBACH. Según
este autor alemán, la pena debe ser un factor de inhibición psicológica para que los
ciudadanos no se decidan a cometer un hecho delictivo. Este entendimiento de la
función de la amenaza penal presupone que exista un vínculo psicológico entre el
mensaje de la norma penal y los ciudadanos. Es aquí donde precisamente se presenta
el primer cuestionamiento a esta concepción de la pena, pues se dice que la
mencionada vinculación psicológica resulta muy difícil de sostener en gran parte de la
población, pues sólo un número reducido de ciudadanos ha leído efectivamente el
Código penal. Por ello, la versión moderna de esta teoría entiende que la vinculación
entre la norma y los ciudadanos no tiene un carácter empírico, sino normativo, es decir,
que parte del hecho de que este diálogo racional existe, aunque empíricamente no sea
así: todos deben conocer las normas jurídico-penales.

La reformulación normativa de la teoría de la prevención general negativa no la libra, sin


embargo, de otros puntos críticos. En primer lugar, se dice que existen determinados
delitos en los que la amenaza de pena no puede ejercer su función motivatoria, como
sucede en el caso de los delitos pasionales, pues la decisión de delinquir en estos
casos no es producto de una evaluación racional de los pros y los contras de la acción.
En este sentido, la función de prevención general negativa tendría que limitarse
solamente a los delitos en los que el agente hace efectivamente una ponderación de
costes y beneficios de su actuación. Así las cosas, la aplicación de la teoría de la
prevención general negativa se reduciría sólo a los delitos en los que el agente cumple
el modelo de sujeto que actúa racionalmente, es decir, a los llamados delitos
económicos.

Pero incluso en el ámbito de los delitos económicos se ha cuestionado la realidad del


efecto intimidatorio de la amenaza penal. Se dice que para poder ajustar
adecuadamente la pena al proceso motivatorio es necesario fijar su cuantía de manera
concreta y no general, pues la ponderación de costes y beneficios se hace siempre en
cada caso concreto, cambiando las variables de caso en caso. Para la estafa, por
ejemplo, se establece en el Perú una pena privativa de libertad de uno a seis años para
intimidar, en general, a los ciudadanos a no realizar este delito. Si bien la pena prevista
de manera general puede intimidar en determinados contextos (por ejemplo, cuando los
beneficios sean mínimos), esta pena será incapaz de generar un efecto disuasorio en
casos en los que se trate de ganar elevadísimas sumas de dinero. Por otra parte, puede
ser que un delito no muy grave requiera, en determinados casos, una pena muy elevada
para poder intimidar al delincuente (por ejemplo: un acto de denigración del competidor
del que dependa la supervivencia de la empresa). En este sentido, la única manera de
dar cierta fuerza intimidatoria a la pena sería hacerla legislativamente indeterminada
para que el juez pueda ajustarla a las necesidades preventivas de cada caso concreto.
No obstante, el grado de inseguridad al que llevaría semejante sistema penal resulta a
todas luces inaceptable en un Estado de Derecho.

Los defensores de la prevención general negativa perciben los peligros de una


perspectiva únicamente disuasoria de la pena, por lo que sus actuales formulaciones no
se centran exclusivamente en la función intimidatoria de la pena, sino que intentan
precisar criterios de limitación para evitar caer en situaciones de terror penal (el principio
de culpabilidad, por ejemplo). El principal cuestionamiento que encuentran estas
concepciones atemperadas de la prevención general negativa reside en la dificultad de
fijar el punto de equilibrio entre los criterios de prevención y la limitación de la potestad
punitiva. No puede dejar de aceptarse un cierto decisionismo a la hora de fijar la
frontera entre lo que se puede motivar mediante una pena y los límites a esta
motivación, lo que, por otra parte, lo hace muy sensible a situaciones emotivas o
subjetivas de la comunidad. Una muestra clara de esta situación son los delitos que
afectan la seguridad ciudadana.

En la ejecución penal: La prevención general negativa puede configurarse, por otra


parte, en el plano de la ejecución de la pena. Esta variante de la prevención general
negativa fue desarrollada por el filósofo inglés BENTHAM, quien coloca el efecto
disuasorio de la pena en su ejecución. Una muestra clara de esta finalidad de la pena
fue la ideación del denominado “panóptico”, el cual era un diseño especial de una cárcel
que permitía a los ciudadanos ver desde fuera como los condenados cumplían sus
penas. El principal cuestionamiento a esta visión de la prevención general negativa es la
instrumentalización de la persona a la que se llega con fines preventivos. No obstante,
en una filosofía utilitarista, como la angloamericana, este cuestionamiento no resulta tan
relevante, en la medida que desde esa perspectiva filosófica el sufrimiento de uno
puede justificarse si con ello se obtiene la felicidad de la mayoría. Esta finalidad
preventivo-general negativa puede verse aún en la ejecución de las penas en los
Estados Unidos de Norteamérica. Por el contrario, en una tradición jurídica deudora de
los principios de tradición europea (como la no instrumentalización de la persona), un
planteamiento como el esbozado resulta de difícil admisión como criterio general.

a.2) Prevención general positiva

La formulación original de la prevención general positiva se mantiene en la lógica de la


motivación de los ciudadanos, pero cambia en el mecanismo de su realización. No es la
intimidación a través de la amenaza penal la forma de motivar a los ciudadanos a no
lesionar bienes jurídicos, sino el fortalecimiento que produce la pena en la convicción de
la población sobre la intangibilidad de los bienes jurídicos. Desde esta lógica, la tarea
del Derecho penal consistirá en la protección de bienes jurídicos a través de la
protección de valores ético-sociales elementales de acción, confirmando la pena al
Derecho como orden ético. Por ello, se agrega, esta visión de la pena superaría el
peligro de un terror penal latente en una visión preventivo-general negativa, pues
solamente la pena justa sería la necesaria para confirmar los valores éticos del
Derecho.

La teoría de la prevención general positiva no está, sin embargo, libre de objeciones. Se


le ha cuestionado realizar una labor pedagógica y educativa que penetra indebidamente
en la esfera de autonomía atribuida jurídicamente al ciudadano. En este sentido, esta
teoría tendría cierto corte autoritario, al imponer a los ciudadanos ciertos valores éticos-
sociales de carácter elemental. Desde KANT el Derecho solamente puede exigir el
cumplimiento externo de sus mandatos y prohibiciones, pero no procurar que el
ciudadano asuma las razones de tales mandatos y prohibiciones. El reconocimiento
actual del derecho al libre desarrollo de la personalidad, haría poco viable una teoría de
la prevención general positiva como la descrita en nuestro sistema jurídico.

b) Prevención especial

La llamada teoría de la prevención especial parte también de la idea del efecto


motivatorio de la pena, pero entiende que este efecto no se dirige a la colectividad, sino
al delincuente. En este sentido, no sería una teoría de la norma penal, sino una teoría
de la ejecución de la pena. La comprensión de la pena como prevención especial
estuvo contenida en el proyecto político-criminal de VON LISZT, contando con un
amplio desarrollo por parte del positivismo italiano. Según esta teoría, la pena debe
intimidar al delincuente para que no vuelva a cometer hechos delictivos. Si es que la
pena impuesta al delincuente no le produce un efecto intimidante, la teoría de la
prevención especial establece que, en estos casos, la pena tendrá que asumir la labor
de corregir a este sujeto inintimidable. Si finalmente el sujeto inimtimidable resulta
además incorregible, no quedará otra solución que su inocuización, es decir, su
eliminación como peligro futuro de realización de nuevos delitos.

Los esfuerzos de los representantes de la teoría de la prevención especial orientados a


sustituir la toga del juez por la bata del médico no llegaron a imponerse plenamente en
los sistemas penales, pues la pena siguió vinculada a la idea de injusto culpable. Sin
embargo, hay que reconocer que esta tesis logró abrir paso a una segunda vía del
Derecho penal, las llamadas medidas de seguridad, las cuales se asentaron sobre la
lógica de la peligrosidad del autor y el tratamiento. En el plano propiamente de las
penas, la prevención especial tuvo una fuerte influencia a través de la doctrina de la
resocialización, la cual se desarrolló fuertemente en países escandinavos y en los
Estados Unidos de Norte-américa en los años sesenta. No obstante, después de una
década de gloria la doctrina de la resocialización ha sido duramente cuestionada. Se le
criticó llevar a penas indeterminadas o muy severas, en la medida que la liberación del
delincuente sólo podría tener lugar si se le ha conseguido resocializar, lo cual, en la
situación actual de las cárceles, resulta casi un milagro. Pero, por otra parte, esta
perspectiva de la pena legitimaría imponer al delincuente un determinado esquema de
valores (el socialmente imperante), lo cual vulneraría el ámbito de autonomía
constitucionalmente reconocido a las personas. Por todo lo dicho, el fin de
resocialización de la pena se ha convertido, más bien, en una garantía del delincuente,
es decir, en una posibilidad que se le ofrece para poder reinsertarse en la sociedad
(artículo 139 inciso 22 de la Constitución Política del Perú). Si el delincuente aprovecha
o no esta facilidad, quedará sometido a su absoluto criterio.
c) Teoría de la unión
Los cuestionamientos que se les ha hecho a las teorías absolutas y a las diversas
teorías de la prevención, han llevado, de alguna manera, a la formulación de teorías de
corte ecléctico que buscan corregir los excesos a los que se llegaría con la asunción de
la perspectiva de sólo una de ellas. Es así que se han desarrollado teorías de la pena
que combinan la perspectiva retributiva con los fines de prevención. Dentro de las
teorías de corte ecléctico destaca especialmente la llamada teoría de la unión o
unificadora, según la cual la pena cumpliría una función retributiva, preventivo-general y
resocilizadora. La idea central de esta formulación doctrinal es que todas las teorías de
la pena contienen puntos de vista aprovechables, por lo que conviene aprovecharlos en
una formulación conjunta.

Si bien podría pensarse que una teoría de la unión debería alcanzar fácil consenso, lo
cierto que es que se la ha sometido también a críticas muy severas. El reproche más
duro que se le hace es crear niveles excesivos de discrecionalidad, en la medida que
tanto el legislador como el juez podrían recurrir a cualquier teoría de la pena en función
de la decisión que quisieran tomar. Por ejemplo: si se desea establecer una pena
severa se podría recurrir a la prevención general negativa, mientras que para sustentar
la falta de necesidad de imponer una pena privativa de libertad a un delincuente podría
tenerse en consideración el fin de resocialización del reo. De esta forma, cualquier pena
podría ser utilizada en el sistema penal, recurriendo para su legitimación a la teoría que
mejor se ajuste a la pena deseada.

La arbitrariedad a la que podría llegarse con una teoría de la unión, ha traído como
consecuencia el desarrollo de una metateoría que busque ordenar el recurso a los
diversos fines de la pena. En esta línea discurre precisamente la llamada teoría
dialéctica de la unión formulada por ROXIN, quien se encarga de precisar la función que
cumple la pena en cada momento de su existencia: en el momento de la norma penal la
pena cumple una función de prevención general informada por los principios de
exclusiva protección de bienes jurídicos y subsidiariedad; en la imposición judicial de la
pena los fines preventivos son limitados por la culpabilidad del autor (retribución); y en
el momento de la ejecución penal adquieren preponderancia los fines de resocialización
. Como puede verse, no se puede recurrir a cualquier fin de la pena, sino que,
dependiendo del momento en el que se está, resultan preponderantes unos fines sobre
otros. En la misma línea, cabe destacar el planteamiento dialéctico de SILVA
SÁNCHEZ, quien recogiendo las exigencias garantistas como fines igualmente propios
del Derecho penal, sostiene que el fin legitimante del Derecho penal resulta de la
síntesis de las finalidades preventivas con la lógica utilitarista y garantista. Los excesos
a los que se podría llegar con la lógica de la prevención se limitarían, de esta forma, con
consideraciones utilitaristas y garantistas.

Medidas De Seguridad

En el moderno Derecho penal, a la pena se ha añadido, como consecuencia jurídica del


delito de naturaleza específicamente penal, las medidas de seguridad1. Así como la
pena tiene como fundamento la culpabilidad del sujeto, las medidas de seguridad se
basan en su peligrosidad. Este sistema de una diferenciación de sanciones (penas y
medidas) es el resultado del compromiso histórico que se alcanza tras la polémica
desarrollada en Europa en el s. XIX acerca del fundamento y los fines de la pena2. Por
un lado, la denominada Escuela Clásica postuló que la responsabilidad penal se basaba
en el libre albedrío y que la pena debía encontrar su fundamento exclusivamente en la
culpabilidad del sujeto y orientarse a la retribución. La Escuela Positiva, en cambio,
negaba el libre albedrío y partía de una concepción determinista del hombre; la
responsabilidad penal no era una de carácter ético o ético‐jurídico, sino una
responsabilidad legal o social atribuible al sujeto por formar parte de la sociedad. La
pena debía tener su fundamento en la peligrosidad del delincuente. La superación de
esta polémica se produce mediante el compromiso alcanzado con las propuestas de las
llamada «direcciones intermedias», encabezadas por v. Liszt en Alemania o por
Carnevalle y Alimena en Italia. La solución pasa por entender que el Derecho penal
debe establecer dos clases distintas de reacciones o consecuencias jurídicas frente al
delito: la penal, cuyo fundamento y límite sería la culpabilidad del sujeto, y las medidas
de seguridad, cuyo presupuesto es únicamente la peligrosidad del delincuente. De ahí
la denominación con la que se suele designar a esta propuesta, la de «doble vía». En la
actualidad se habla de un sistema denominado «vicarial», que permite compatibilizar
ambas vías computando el tiempo de cumplimiento de la medida de seguridad como
parte de tiempo de pena.

Las medidas de seguridad son, por tanto, la consecuencia jurídica establecida para
aquellos sujetos que han puesto de manifiesto su peligrosidad con un comportamiento
delictivo, pero del que no pueden ser culpables. Son un mecanismo complementario a
la pena y suponen, como ésta, la previa realización de un hecho previsto en la ley como
delito. Comportan, como la pena, una restricción de derechos y son impuestas, al igual
que la pena, de conformidad con lo previsto en la Ley, por los órganos de la jurisdicción
penal. Lo que diferencia claramente la pena de la medida de seguridad es su
fundamento; como ya hemos dicho, la culpabilidad en las penas, la peligrosidad en las
medidas de seguridad. De lo anterior se deriva que son dos los presupuestos materiales
que deben fundamentar la imposición de las medidas: la peligrosidad criminal4 del
sujeto y la comisión de un delito previo. Estos presupuestos constituyen también
criterios limitadores de la gravedad y duración de las medidas. Éstas no podrán ser más
gravosas que la pena correspondiente al delito previo realizado, ni exceder del límite
necesario para prevenir la peligrosidad del autor. Si las medidas se fundamentan en la
peligrosidad criminal del sujeto a quien se imponen, desaparecida la peligrosidad,
dejará de tener sentido el cumplimiento de la medida. Esto último se concreta en dos
sentidos. Uno, de orden cualitativo: no puede imponerse una medida de seguridad
privativa de libertad si el delito cometido no está castigado con una pena también
privativa de libertad. Otro, de orden cuantitativo: el internamiento no podrá exceder del
tiempo que habría durado la pena privativa de libertad. Como ya se expuso en otro
lugar, la previsión de las medidas de seguridad en el sistema jurídico‐penal parece
responder a una ponderación equilibrada entre los tres principios de la Política criminal:
por una lado, entre el de seguridad y el de respeto de la dignidad (subprincipio de
subsidiariedad, en cuanto que la medida se presenta como una alternativa menos lesiva
a la pena); y por otro lado, entre el de dignidad y el de seguridad (subprincipio de
culpabilidad, en la regla de igualdad real o material: trato desigual a sujetos desiguales,
de acuerdo con la cual, parece ajustado a Derecho contar con alternativas a la pena
para sujetos inimputables). Es posible dar entrada entonces a las medidas de seguridad
(arts. 19; 20 in fine para los supuestos 1.º; 2.º; 3.º; CP), que se orientan a la concreta
fuente de peligrosidad del sujeto en cuestión, por lo que prima en ellas la prevención
especial. Al no tratarse de penas, por tanto, no son de aplicación instituciones tales
como la suspensión de la ejecución de la pena privativa de libertad, ni la libertad
condicional

Clasificación de las medidas de seguridad

Se utilizan dos criterios clasificatorios. En primer lugar, según la finalidad perseguida


por la medida, se distingue entre las de carácter corrector (educativas o terapéuticas) y
las asegurativas. En segundo lugar, se puede diferenciar las medidas por el contenido
de éstas: medidas personales (afectan al sujeto, y pueden ser privativas o no de
libertad) y medidas reales (afectan a las cosas). El Código penal español en su art. 96
utiliza un criterio de distinción atendiendo al efecto de privación de la libertad y distingue
así entre medidas privativas de libertad y no privativas. Las medidas privativas de
libertad consisten en el internamiento del sujeto en un establecimiento adecuado a sus
características de personalidad. El art. 96.2 CP menciona el internamiento, tanto en un
establecimiento psiquiátrico (medida terapéutica), como en uno de deshabituación
(también terapéutica), o en centro educativo especial (medida educativa).

Las medidas no privativas de libertad tienen como denominador común que no afectan
a la libertad del sujeto. La mayor parte de ellas tienen por objeto la privación o
restricción de otros derechos distintos a la libertad, aunque algunas de ellas afectan a
determinados aspectos de la libertad ambulatoria. En nuestro Derecho se prevén como
medidas de seguridad no privativas de libertad: La inhabilitación profesional; la
expulsión del territorio nacional de extranjeros no residentes legalmente en España;
libertad vigilada; custodia familiar; privación del derecho a conducir vehículos a motor y
ciclomotores; privación del derecho a la tenencia y porte de armas (arts. 96.3 y 105 CP).
Algunas de ellas tienen la misma denominación y contenido que ciertas penas
(inhabilitación profesional, privación del derecho a conducir vehículos a motor y
ciclomotores y del derecho a la tenencia y porte de armas), pero se distinguen por el
término de referencia (peligrosidad en lugar de culpabilidad, que no se da aquí). En
virtud de la custodia familiar (art. 96.3 y 105.1), el sancionado quedará sujeto al cuidado
y vigilancia del familiar que se designe y que acepte la custodia, quien la ejercerá en
relación con el Juez de Vigilancia Penitenciaria (sin menoscabo de las actividades
escolares o laborales del custodiado). La libertad vigilada consiste (art. 106) en el
sometimiento del sancionado a control judicial a través del cumplimiento por su parte de
ciertos deberes (como la obligación de estar localizable, o presentarse periódicamente,
o la prohibición de aproximarse a la víctima, entre otras).

11. PRINCIPIO DE CULPABILIDAD

El principio de culpabilidad, como garantía individual, se halla dentro del conjunto de


postulados esenciales a todo Estado Constitucional de Derecho, que operan como
límites de la potestad punitiva y se traducen en condiciones necesarias tanto para la
atribución penal, como para imposición de la pena. MIR PUIG considera que bajo la
expresión principio de culpabilidad, se pueden incluir diferentes límites del ius puniendi
que tienen en común exigir como presupuesto de la pena que pueda culparse a quien la
sufre del hecho que la motiva. De manera que éste principio debe ser asumido como el
“medio más liberal y psicosocialmente más efectivo que hasta ahora se ha encontrado
para limitar el poder punitivo del Estado”. YACOBUCCI sostiene que “El derecho penal
de nuestro tiempo ubicó al principio de culpabilidad como otro de los pilares de la
legitimación del ius puniendi. Es decir, como otra de las reglas de encauzamiento,
realización y limitación de la potestad punitiva del Estado. Por eso, junto con el principio
de legalidad, el de culpabilidad puede ser definido como principio fundamental. Es tal su
importancia, en el estado de derecho, reconoce el profesor argentino, que sin su
consagración, no es posible legitimar en estos días la legislación penal. Incluso
ZAFFARONI4 llega a afirmar que el principio de culpabilidad es el más importante de
los que derivan en forma directa del Estado de Derecho, porque su violación importa
el desconocimiento del concepto de persona.

En efecto, el reconocimiento de la vigencia de un derecho penal de culpabilidad por el


hecho, importa el respeto a la dignidad humana y asegura a los habitantes que sólo
serán sancionados por sus acciones (o en todo caso por sus omisiones) pero no en
razón de sus ideas, creencias, personalidad o supuesta peligrosidad, que han sido el
fundamento de los sistemas represivos impuestos por los regímenes autoritarios.

Es que, el principio constitucional nullum crimen, nulla poena sine lege, favorece más el
desarrollo de un Derecho penal del hecho que el de un Derecho penal de autor. Y ello
porque las descripciones de acciones y de penas por el hecho se acomodan más a las
consecuencias de éste (lex stricta, certa, scripta y praevia), que unas disposiciones
penales que atiendan a un elemento caracterológico en la persona del autor, o a la
esencia criminal de la personalidad que hay que castigar, y que midan a partir de ese
baremo la clase y cuantía de la sanción8. Según ROXIN, un ordenamiento jurídico que
se fundamente en los principios propios de un Estado de Derecho Liberal, se inclinará
siempre hacia un Derecho penal del hecho9. La decisión en favor de una u otra
tendencia es tan importante, que puede afirmarse que el Derecho penal habrá de
estructurarse de modo completamente distinto según se base en la idea del hecho o en
la del autor. En palabras de ZIMMERL “hecho concreto o personalidad, ésta es la
pregunta sobre el fundamento primario de todo sistema”.

No obstante ello, y a pesar de que debió recorrerse un largo y lento camino


hasta arribar el principio de culpabilidad, según el cual no hay pena sin culpabilidad,
hoy en día parece encontrarse en crisis esta garantía, o al menos es seriamente
cuestionada, lo que hace que se mantenga vigente la siguiente reflexión de JIMÉNEZ
DE ASÚA “acaso por lo mismo que es tan difícil ser digno a los pueblos –como a los
individuos- la ansiada meta no está enteramente conseguida”.

Origen Del Principio De Culpabilidad


El concepto penal de culpabilidad hoy utilizado, fue desarrollado por la doctrina europea
hacia finales del siglo XIX. Con anterioridad, las cuestiones relacionadas con la
imputación subjetiva se solían tratar bajo el epígrafe general de “imputación”, si bien la
palabra “culpabilidad” había sido ya utilizada por los autores de aquel tiempo. Sin
embargo, este concepto sólo pudo ser tratado con el rigor sistemático actual desde que
VON IHERING separara por primera vez en 1867, el injusto “objetivo” de la culpabilidad
“subjetiva” y con ello se pusieran las bases para la moderna teoría del delito”. Se
atribuye a BINDING la elaboración del concepto de culpabilidad en su sentido moderno.
Cabe aclarar, a fin de una correcta comprensión, que el vocablo
CULPABILIDAD contiene, al menos, tres significados:

1.- CULPABILIDAD como fundamento del principio de culpabilidad enunciado


bajo el aforismo latino “nulla poena sine culpa”.
2.- CULPABILIDAD “ como elemento dogmático del delito.
3.- CULPABILIDAD como elemento legitimador de la pena y del ius puniendi.

En el presente trabajo nos limitaremos a desarrollar la primera de las acepciones, es


decir, el principio de culpabilidad, no obstante lo cual, haremos algunas
breves referencia a las otras dos, no con el fin de ahondar en ellas, sino mas bien con el
objeto de precisar el alcance del mentado principio y la interrelación existente entre los
conceptos. Luego, analizaremos las críticas que se han formulado a este principio y las
posturas que lo niegan o intentan suprimirlo, para terminar concluyendo que en un
Estado de Derecho no es posible apartarse de este principio limitador del ius puniendi ni
es recomendable aplicar penas sin culpabilidad.

El principio de culpabilidad “no hay pena sin culpa” se enuncia dentro del marco general
de pensamiento liberal ilustrado, que lo deriva del de legalidad con la finalidad de excluir
la responsabilidad objetiva y la responsabilidad por hechos de “otros”. Es decir, que
garantiza la subjetivización y la individualización de la responsabilidad penal.

Perez Manzano sostiene que algunos derivados de estas ideas son ciertos criterios que
excluyen la pena si no se refiere a personas físicas –se excluye los animales y personas
jurídicas-, si no se acredita un cierto vínculo psicológico entre la persona y el resultado
ilícito, y que la pena se impone individualmente al sujeto responsable.

Además, el principio de culpabilidad, asegura que sólo será legítima la pena que tenga
por presupuesto la culpabilidad del autor y siempre que no se exceda la gravedad
equivalente a la misma. De esa manera, el principio de culpabilidad se propone evitar
que una persona pueda ser tenida por un medio para la realización de algún fin, es
decir, se propone evitar la vulneración de la dignidad de persona.

12. DERECHO DE DEFENSA


El derecho de defensa consiste en la obligación de ser oído, asistido por un abogado de
la elección del acusado o demandado, o en su defecto a contar con uno de oficio. Este
derecho comprende la oportunidad de alegar y probar procesalmente los derechos o
intereses, sin que pueda permitirse la resolución judicial inaudita parte, salvo que se
trate de una incomparecencia voluntaria, expresa o tácita, o por una negligencia que es
imputable a la parte. La intervención del abogado no constituye una simple formalidad.
Su ausencia en juicio implica una infracción grave que conlleva a la nulidad e ineficacia
de los actos procesales actuados sin su presencia.

El derecho de defensa protege el derecho a no quedar en estado de indefensión en


cualquier etapa del proceso judicial o del procedimiento administrativo sancionador.
Este estado de indefensión no solo es evidente cuando, pese a atribuirse la comisión de
un acto u omisión antijurídico, se le sanciona a un justiciable o a un particular sin
permitirle ser oído o formular sus descargos, con las debidas garantías, sino también a
lo largo de todas etapas del proceso y frente a cualquier tipo de articulaciones que se
pueden promover.

El derecho de defensa implica a su vez varios derechos, tales como: que el acusado
cuente con un abogado defensor, que este pueda comunicarse libremente con su
defendido sin interferencia ni censura y en forma confidencial (pudiendo ser vigilado
visualmente por un funcionario que no escuchara la conversación), que sea informado
de las razones de la detención, que sea informado oportunamente de la naturaleza de la
acusación iniciada en su contra, que tenga acceso al expediente, archivos y
documentos o las diligencias del proceso, que se disponga del tiempo y medios
necesarios para preparar la defensa, que cuente con in interprete o traductor si el
inculpado no conoce el idioma del Tribunal, entre otros. Un ejemplo de violación de este
derecho fue visto por la Corte Interamericana en el caso Suarez Rosero.
El Tribunal Constitucional ha señalado, en la sentencia STC 06648-2006-HC/TC,
fundamento 4, que la Constitución en su artículo 139 inciso 14 reconoce el derecho a la
defensa; en virtud de dicho derecho se garantiza que los justiciables, en la protección
de sus derechos y obligaciones, cualquiera sea su naturaleza (civil, mercantil, penal
laboral, etc.) no queden en estado de indefensión. El contenido esencial del derecho de
defensa queda afectado cuando, en el seno de un proceso judicial cualquiera de las
partes resulta impedida, por actos concretos de los órganos judiciales, de ejercer los
medios necesarios, suficientes y eficaces para defender sus derechos e intereses
legítimos.

El derecho de defensa es esencial en todo ordenamiento jurídico. Mediante le se


protege una parte medular del debido proceso. Las partes en juicio deben estar en la
posibilidad jurídica y fáctica de ser debidamente citadas, oídas y vencidas mediante
prueba evidente y eficiente. El derecho de defensa garantiza que ello sea así.
13. DOBLE INTANCIA

“…se cumple con el principio constitucional de la doble instancia, porque lo que se


pretende es que la sanción que se imponga y que afecte derechos fundamentales del
sancionado, como en este caso, su derecho al trabajo, pueda ser revisada por alguien
distinto de quien la ordenó y en este caso, como se dijo, la sanción impuesta
administrativamente puede ser revisada en vía jurisdiccional '. (Sentencia número 7019-
95 dictada por la SALA CONSTITUCIONAL DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA,
de las diecisiete horas cincuenta y siete minutos del veintiuno de diciembre de mil
novecientos noventa y cinco)…” Sentencia 11424-02

“… que la doble instancia en el procedimiento administrativo sancionatorio, no


constituye un derecho fundamental amparable en esta vía, de manera que su
inexistencia no representa una vulneración al derecho de petición, al debido proceso o
al derecho de defensa de los administrados, considerando que éstos pueden acudir a la
vía jurisdiccional, donde con toda amplitud, están habilitados para exponer sus
argumentos y ofrecer la prueba pertinente, cuando se sientan afectados por una
decisión proveniente de la Administración…” Sentencia 18572-10
Al respecto, la jurisprudencia de la Sala es clara y reiterada en reconocer que el
derecho a la doble instancia, consiste en el derecho fundamental que tiene toda
persona imputada de un delito dentro de una causa penal, a recurrir la sentencia
condenatoria dictada en su contra, para que un órgano superior revise lo resuelto en
primera instancia. Este derecho se desprende claramente del artículo 8, punto 2, inciso
h, de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, por lo que integra las
garantías del debido proceso tutelado en el artículo 39 de la Constitución Política. Sin
embargo, cabe resaltar que en reiteradas ocasiones, esta Sala ha señalado que tal
como lo establece la citada Convención, el principio de doble instancia está referido
únicamente a la materia penal, por lo que puede ser exigido su estricto cumplimiento
únicamente dentro de un proceso de esa naturaleza y bajo determinadas
circunstancias, y no así en otros procesos judiciales de distinta índole. Por otra parte,
resulta importante mencionar que el principio de la doble instancia dista de significar
un derecho irrestricto o ilimitado para que todas las resoluciones que se dicten en un
determinado proceso -incluso penal- puedan ser recurridas ante un superior, sino, más
bien, se reconoce la posibilidad de acceder a una doble instancia respecto de aquellas
resoluciones que dan por terminado el proceso, o bien, las que por su naturaleza tengan
efecto propio, ya que el resto de los autos o resoluciones pueden ser revisadas a través
de otras instancias, incluso mediante la impugnación que procedería contra la
resolución final. Sentencia 14952-11

En cuanto al principio de doble instancia en sede administrativa. El criterio sostenido


por la Sala es que la doble instancia en el procedimiento administrativo sancionatorio
no constituye un derecho fundamental amparable en esta vía, de manera que su
inexistencia no representa una vulneración al derecho de petición ni al debido proceso
o al derecho de defensa del administrado, considerando que el acto final deja expedita
la vía jurisdiccional, donde con toda amplitud puede ofrecer sus argumentos y la prueba
pertinente quien se sienta afectado por una decisión proveniente de la
Administración que estime ilegal. Sentencia 15131-11

14. PROHIBICIÓN DE DOBLE INCRIMINACIÓN

El principio de doble incriminación, en su dimensión efectiva se explica a partir de que el


hecho por el que se solicita la Extradición esté tipificado como delito, tanto en la
legislación del Estado requerido como en la del Estado requirente; en el momento de su
comisión, como en el de solicitud o de entrega; así de esta manera, si el hecho no es
delito en el Estado requirente, no se le podrá entregar para juzgar o para que cumpla
una pena, si no lo es en el Estado requerido, no obstaculiza la convivencia del mismo.

Entendido de esta forma el principio de doble incriminación, es útil para delimitar si las
conductas son susceptibles de Extradición, en la medida en que se puedan identificar
en un tipo penal, tanto en la legislación del Estado requerido, como en la del requirente;
además que esté incluida entre aquellas que puedan motivar el procedimiento
extradicional; en este sentido, Jiménez de Asúa declaró el principio de legalidad, nulla
traditio sine lege.

La Resolución IV del X Congreso de Derecho Penal Internacional celebrado en Roma


en 1969, sostuvo la necesidad de mantener el principio de doble incriminación como
condición obligatoria para extraditar, sin olvidar el respeto de determinados derechos
fundamentales que se protegen en los Tratados; de esta forma se impide la detención
por las autoridades del Estado requerido, de una persona que el hecho imputado no
esté tipificado según la legislación del lugar donde se encuentre.

Este principio deja su impronta por ejemplo, en la Sentencia dictada por la Corte
Suprema de Chile, Caso de solicitud de extradición de Alberto Fujimori artículo I, letra
b), del Tratado Multilateral de Extradición de Montevideo de 1933 que preceptúa: “Cada
uno de los Estados signatarios se obliga a entregar, de acuerdo con las estipulaciones
de la presente Convención, a cualquiera de los otros Estados que los requiera, a los
individuos que se hallen en su territorio y estén acusados o hayan sido sentenciados,
siempre que concurran las circunstancias siguientes: b) Que el hecho por el cual se
reclama la extradición tenga el carácter de delito y sea punible por las leyes del Estado
requirente y por las del Estado requerido con la pena mínima de un año de privación de
libertad.”

Este principio no significa identidad de normas penales, coincido con otros autores en
que es suficiente para identificar el principio que el hecho sea delictivo y con una
penalidad mínima, dispuesta en el Tratado, es decir, el juicio se hará a partir del relato
de los hechos proporcionados por las autoridades del Estado requirente.

El principio de doble incriminación se ha configurado con una dimensión más amplia,


desde el momento en que se ha reemplazado el sistema de lista cerrada por el de la
pena mínima gravedad, minimis non curat praetor;sistema que delimita los delitos que
pueden ser objeto de Extradición, no circunscribiendo la entrega a las figuras que
exclusivamente tipificaban los Estados en los Tratados con anterioridad.

Ciertas causas motivaron la concreción actual del principio, entre ellas podemos citar: la
necesidad de actualizar constantemente los Tratados que quedaban obsoletos por
surgir nuevas conductas perseguibles no incluidas en ellos; los cambios en la
legislación penal de los Estados que pueden dar lugar a delitos incluidos en la lista
del Tratado, inexistentes en la legislación de una de las partes; el problema de la
calificación de los hechos por el Estado requerido y por el Estado requirente; el
cambio de calificación en el Estado requirente una vez hecha la entrega; además del
inconveniente de la no equivalencia de los términos entre los idiomas de las dos partes
contratantes. Y agrego además de las distintas firmas por los Estados de distintos
Tratados que regulan cuestiones de Extradición que incluyen esta modalidad.

El principio de doble incriminación constituye un límite al poder punitivo del Estado que
implica una protección a no ser juzgado más de una vez como consecuencia de un
mismo hecho, “quiere ello decir que una vez concluido el proceso, no cabe, como regla
general, que el sindicado sea sometido a nuevo juicio de la misma naturaleza por los
mismos hechos” . Este principio constituye uno de los más antiguos de la historia del
derecho en general. Acerca de su origen se ha dicho que viene del doble enjuiciamiento
penal que se practicó en el Oscurantismo penal y que sus antecedentes se encuentran
en la Antigua Grecia y en el Derecho Romano. En la época medieval, este principio
estuvo contemplado en las Siete Partidas de Alfonzo X (Siglo XII), en la medida que se
prohibió que el absuelto por sentencia valedera, fuera acusado nuevamente por el
mismo hecho. Años más tarde dicho principio, fue recepcionado por el Derecho
Anglosajón, sobre el que se destaca que fue consagrada en la quinta enmienda de las
diez primeras reformas a la Constitución de Estados Unidos de América de 1787 (Bill of
rights) del 15 de diciembre de 1791, estableciendo: “Non person…nor shall any person
be subjet for the same offence to be twice put in jeopardy of life or lim;…” que significa
que “tampoco podrá someterse a una persona dos veces por el mismo delito, al peligro
de perder la vida o sufrir daños corporales” (marianolosa1. blogspot.com) Se precisa
que su aparición se entiende en el contexto de una concepción liberal de la sociedad
que implica establecer garantías a favor de los individuos para hacerlas valer frente al
poder punitivo del aparato estatal. Así mismo encuentra su espacio en el Estado social
de derecho, apoyado en el Neoconstitucionalismo en cuanto se procura por la
preponderancia de los principios al lado del garantismo penal que prevé para el
individuo garantías jurídicas enmarcadas en el marco del debido proceso. Pero sobre
esto se profundizará más adelante. La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha
precisado que este principio “busca proteger los derechos de los individuos que han
sido procesados por determinados hechos para que no vuelvan a ser juzgados por los
mismos hechos”. Por otra parte, siguiendo la interpretación de la comisión
Interamericana de Derechos Humanos en su informe 1 de 1995, caso 11006, la
expresión imputado absuelto, a la cual se le aplica la garantía, significa que la persona
que ha sido sujeto de investigación y luego se declara exenta de responsabilidad penal
por demostración de su inocencia, por no haberse probado su culpabilidad o por falta de
tipificación de los hechos denunciados; y sentencia firme, constituye la expresión del
ejercicio de jurisdicción que adquiere las cualidades de inmutabilidad e impugnabilidad
propias de la cosa juzgada, y se reiteran las tres identidades que conforman el
concepto, las cuales son ídem personae, ídem re, ídem causa petendi.

Es preciso aclarar que el principio non bis in idem, no excluye la posibilidad de que la
ley contemple penas concurrentes (privación de la libertad, interdicción de derechos,
multa) aplicables a la comisión de una determinada conducta. La imposición de penas
concurrentes a una misma conducta no es contraria a la unidad de la pena. El legislador
al consagrar la sanción jurídica de un supuesto de hecho está en libertad de afectar no
sólo la libertad del condenado, sino también su esfera patrimonial y el ejercicio de sus
derechos civiles o políticos, todo lo cual constituye "la pena a imponer por la comisión
del delito." Ahora bien en cuanto a la jurisprudencia, en el caso del Consejo de Estado,
este en reiteradas providencias, entre ellas, en sentencia de 29 de noviembre de 2001,
(Expediente 6075), precisó que el principio del nos bis in ídem, “se configura cuando por
unos mismos hechos se juzga a una persona natural o jurídica dos o más veces, en una
misma modalidad”. Por su parte la Corte Constitucional, ha expresado que el
fundamento de existencia del non bis in idem son los principios de seguridad jurídica y
justicia material, los cuales a su vez encuentran pleno desarrollo en la institución jurídica
de la cosa juzgada, que, precisamente, le reconoce carácter inmutable a las decisiones
de los jueces que se encuentran debidamente ejecutoriadas y, por tanto, impide “que
los hechos o conductas debatidos y resueltos en un determinado proceso judicial
vuelvan a ser discutidos por otro funcionario en un juicio posterior”. En palabras de
Suarez Sánchez, con la prohibición de doble incriminación se evita que la experiencia
jurídica se convierta en una sucesión continua e interminable de procesos y fallos en
relación a una misma situación o problemática. En cuanto a la función del principio del
nos bis in ídem, el tribunal constitucional sostuvo lo siguiente: …La función de este
derecho, conocido como el principio non bis in idem, es la de evitar que el Estado, con
todos los recursos y poderes a su disposición, trate varias veces, si fracasó en su primer
intento, de castigar a una persona por la conducta por él realizada, lo cual colocaría a
dicha persona en la situación intolerable e injusta de vivir en un estado continuo e
indefinido de ansiedad e inseguridad. Por eso, éste principio no se circunscribe a
preservar la cosa juzgada sino que impide que las leyes permitan, o que las autoridades
busquen por los medios a su alcance, que una persona sea colocada en la situación
descrita. Se ha señalado que la importancia del non bis in ídem radica en que, a partir
de su vigencia, cualquier individuo puede tener la confianza y la certeza de que las
decisiones definitivas dictadas en su contra, fruto de los procesos que definen su
responsabilidad en la comisión de conductas contrarias a derecho, realizan la justicia
material en cada caso concreto e impiden que tales comportamientos ya juzgados
puedan ser objeto de nuevos debates sin distinta formula de juicio. La jurisprudencia
constitucional ha reconocido que el principio adquiere relevancia constitucional y resulta
exigible, sólo en los casos en que, bajo un mismo ámbito del derecho, y a través de
diversos procedimientos, sanciona repetidamente un mismo comportamiento, ya que en
esta hipótesis se produce una reiteración ilegítima del ius puniendi del Estado, como
también un claro y flagrante desconocimiento de la justicia material y la presunción de
inocencia. En relación a esto, se ha enfatizado que la prohibición del doble
enjuiciamiento goza de una cobertura amplia y laxa, en la medida que su garantía de
aplicación no se restringe al campo del derecho penal, sino que, de manera general, se
extiende a todo el universo del derecho sancionatorio, de lo que se entiende, todo
régimen jurídico cuya finalidad es regular las condiciones en que un individuo puede ser
sujeto de una sanción como consecuencia de una conducta personal contraria a
derecho. En este punto, es pertinente la sentencia 478 de 2007, en la que se analiza si
se viola el principio de prohibición de nos bis in ídem en el ámbito laboral. En la
demanda, el actor considera que el artículo 113 del Código Sustantivo del Trabajo viola
los artículos 13, 25, 29 y 53 de la Constitución Política, toda vez que, al regular el tema
de las multas que se causan por retrasos o faltas al trabajo sin excusa justificada, la
norma permite que los trabajadores sean sancionados dos veces por una misma falta.
Para él, la violación se concreta en el hecho de que los numerales 2° y 3° del artículo
acusado sancionan el retraso o la falta al trabajo con una multa y, a su vez, con un
descuento del salario por el tiempo no laborado.

De las consideraciones de la Corte Constitucional se destaca que “la jurisprudencia


constitucional ha reconocido que el principio de non bis in ídem es de aplicación
restringida, en el entendido que no prohíbe que una misma conducta sea castigada y
valorada desde distintos ámbitos del derecho, esto es, como delito y al mismo tiempo
como infracción disciplinaria o administrativa o de cualquier otra naturaleza
sancionatoria. También sostuvo que es posible juzgar y sancionar un mismo
comportamiento en los siguientes casos: (i) cuando la conducta imputada ofenda
distintos bienes jurídicamente protegidos; (ii) cuando las investigaciones y las sanciones
tengan distintos fundamentos normativos; (iii) cuando los procesos y las sanciones
atiendan a distintas finalidades; y (iv) cuando el proceso y la sanción no presenten
identidad de causa, objeto y sujetos. En el caso en estudio la Corte encontró que el
artículo 113 del C.S.T. no viola el principio del non bis in ídem, en razón a que una de
las dos consecuencias jurídicas previstas en la norma, la de prescindir del pago del
salario correspondiente al tiempo dejado de trabajar, no tiene carácter punitivo y, por
tanto, no se está en presencia del doble enjuiciamiento. También se estableció que el
origen de las sanciones y sus finalidades son distintos. La sanción de multa, es
consecuencia del proceso disciplinario y con ella se persigue mantener el orden y la
disciplina en el proceso económico de la empresa, lo cual redunda no solo a favor del
empleador sino también de los demás trabajadores y del buen funcionamiento de la
empresa. La sanción de descuento de salario correspondiente al tiempo dejado de
trabajar, encuentra su fuente originaria y directa en el contrato de trabajo y su propósito
específico es meramente económico, en la medida que únicamente busca recuperar
para el empleador la parte del salario correspondiente al servicio no prestado, como una
forma de restablecer el equilibrio del contrato y la justicia conmutativa del mismo. Por lo
anterior, y luego del análisis la Corte declaró exequible el artículo 113 del C.S.T., al
encontrar que el mismo no desconoce la prohibición constitucional del doble
juzgamiento (C.P. art. 29).

15. PRINCIPIOS MILITARES POLICIALES ESENCIALES


a. Disciplina.- Toda comunidad tiene por desafío construir una manera de operar que
le permita cumplir con sus objetivos. Ello se traduce en la necesidad de crear reglas
básicas de funcionamiento y de asignar roles complementarios para el logro de las
metas de la comunidad. Se entenderá por disciplina el cumplimiento del rol que cada
uno de los actores tienen en el contexto de una comunidad organizada. Cada actor, al
adherir a los objetivos de la comunidad, tiene responsabilidades que cumplir y de las
que dar cuenta a los demás. Así, la “indisciplina” queda enmarcada como el
incumplimiento de las responsabilidades particulares que contribuyen al logro de los
objetivos de la escuela y no se reduce únicamente a las faltas de los estudiantes, sino
de todos los miembros de la comunidad educativa. Un profesor puede incumplir sus
responsabilidades al faltar el respeto a un estudiante o no preparar una clase; un
estudiante puede incumplir con las propias al burlarse de un compañero o al postergar
sus deberes escolares. La formación en disciplina es un proceso en el que se lleva
progresivamente a todos los estudiantes a compartir objetivos, mirar-se como parte de
una comunidad, reconocer su rol, sus responsabilidades y el significado de éstas. Ella
no puede ser concebida como un conjunto de sanciones que castigan la trasgresión de
un marco, sino como un proceso gradual en el que los estudiantes van compartiendo
objetivos e internalizando, apropiándose y ensayando los roles que desempeñarán en
marcos comunitarios más amplios.

b. Jerarquía y subordinación.- El Derecho Administrativo define la jerarquía como la


estructuración realizada entre los distintos órganos de un mismo ramo de la
Administración dotados de competencia propia, mediante su ordenación escalonada,
por la que los superiores pueden dirigir y fiscalizar la actuación de los inferiores.

Un Cuerpo jerarquizado es aquél que orgánicamente se articula en escalones de mando


estableciendo áreas de competencia y responsabilidad, que deben asumir quienes
ostenten una graduación a la que han sido promocionados por el reconocimiento legal
de unos méritos y su aptitud profesional. Cada escalón se encuadra en otro superior
que a su vez posee un mayor nivel de competencias y de responsabilidades, hasta
converger en la cúspide, la jefatura, donde se concentra la máxima responsabilidad y,
por tanto y en última instancia, la mayor capacidad de dirección.

Se estructura así un eficaz sistema, tradicionalmente denominado “cadena de mando”,


en el que quien lo preside decide en base a su criterio profesional, la información que le
aportan sus subordinados, las normas establecidas en los reglamentos y las
circunstancias del momento. Esta decisión, traducida en órdenes, es transmitida en
orden descendente a sus subordinados inmediatos para su obligado cumplimiento,
asumiendo cada jefe del eslabón correspondiente la responsabilidad de ese
cumplimiento dentro del área de su competencia y dictando a su vez las decisiones que
para ello debe adoptar. La cadena de mando exige para su buen funcionamiento que
ningún eslabón pueda ser saltado, ni en la transmisión de la decisión de arriba abajo, ni
en la aportación de la información de abajo arriba. Por ello decimos que el mando a
órdenes y el subordinado partes.

La jerarquización se fundamenta en la capacidad de decisión del que manda y en la


asunción de toda responsabilidad sobre lo que ha mandado. Existen limitaciones a ese
poder de decisión, limitaciones establecidas en las leyes.

La estructura y organización jerarquizadas se caracteriza por su forma piramidal,


siempre existe un superior jerárquico que se encuentra por encima de cada uno de
nosotros.

c. Principio de mando y obediencia.-

La jerarquía se basa en dos principios:

 Principio de unidad de mando, que implica una concentración de funciones.

 Principio de división del trabajo o especialidad de la gestión.

La actividad y papel del Mando queda englobado en la palabra mandar. Mandar es


crear, motivar, y dirigir un equipo de subordinados para lograr los objetivos establecidos.
Mandar, en definitiva, siguiendo a Fayol, es hacer funcionar el personal. Esta función
directiva es la que identificamos con la noción de jefatura, del jefe, y en su virtud,
podemos definir la función de mando como el conjunto de actos concretos del jefe que
ponen en marcha a la organización y la conducen hacia la consecución de los objetivos
propuestos.

La función de mando se materializa a través de actos concretos, por lo que su ejercicio


tiene decisiva importancia sobre las organizaciones, de ahí la importancia del jefe. El
Mando ha de saber convertir un grupo de subordinados, establecido por la estructura
organizativa de la Policía Municipal, en un equipo eficaz, conjuntado, colaborador y con
adecuado sentimiento de logro. Para ello debe motivarlo y convertirse en su dirigente, o
sea, en quien le señala los caminos y le define los objetivos.

Si el papel del jefe se considera trascendente es importante destacar algunas de las


condiciones que, para el ejercicio del mando, debe poseer éste:

1) Efectividad: El ejercicio del mando justifica su existencia, la inhibición del que manda
se traduce en que, a veces, priman los intereses particulares de quienes obedecen que
pueden no coincidir con los objetivos de la organización.
2) Delegación: La acumulación de tareas impide el ejercicio real de gran parte de ellas.
3) Ejemplaridad: El comportamiento del grupo depende de la conducta personal del jefe.
4) Continuidad: El mando no admite interrupciones por lo que es preciso garantizar la
continuidad en el ejercicio de éste.
5) Disciplina: El mantenerla impone corregir desviaciones.

6) Fomento de la iniciativa: Un instrumento para fomentar la iniciativa es la delegación


de funciones.

La función de mando es inherente y consustancial a la jefatura. El ejercicio de esta


función, que impulsa a la organización hacia sus fines, se consigue mediante la
transmisión de órdenes que deben ser claras, concretas, precisas y concisas.

El mando no nace, se hace, por lo que podemos extractar nueve normas que pueden
considerar básicas para el aprendizaje del mando:

1) Información y preparación técnica y táctica. Estar preparado para dirigir, lo que se


consigue mediante una constante información y asimilación de lo que se lee.

2) Conocimiento adecuado de uno mismo y una preparación personal y profesional


adecuada.

3) Conocimiento de los subordinados, buscando su bienestar. Conocer sus aptitudes y


limitaciones tanto profesionales como humanas.

4) Información local y veraz a los subordinados. Con información se mejora la iniciativa,


la eficacia y la moral.

5) Dando ejemplo el mismo mando con su actitud. La apariencia y conducta individual


del mando, tanto particular como profesional, es fundamental para fomentar y mantener
el respeto mutuo entre mandos y subordinados.

6) Asegurarse de que la orden ha sido comprendida, controlada y cumplida.


Seleccionando a las personas adecuadas para órdenes determinadas.

7) Adiestrar a sus subordinados para actuar en equipo. Asignar a cada hombre las
misiones con las que se siente más identificado o que van mejor con su forma de
trabajar.

8) El mando ha de ejercitarse en tomar decisiones. El Mando debe adoptar


resoluciones, implicarse en el problema, responsabilizarse del riesgo posible de la
situación. Antes de tomar decisiones deberá asesorarse y no debe vacilar jamás para
no sembrar la duda ni el desconcierto.

9) Inculcar el sentido de la responsabilidad entre los subordinados y aumentar el del


Mando. Esto se consigue mediante la delegación de funciones.
El buen ejercicio del mando es el resultado de una profunda reflexión. El mando educa,
dirige, organiza e instruye a sus subordinados de una forma continua y paciente y todo
en un ambiente de confianza y lealtad mutuas. Para ello, el mando debe aglutinar en su
persona unas cualidades:

a) Responsable. El superior está facultado para exigir obediencia, por eso se le hace
directamente responsable de los errores de sus subordinados.

b) Moralmente respetable. A base de confianza en sí mismo, conducta irreprochable,


serenidad ante las situaciones complicadas, etc.
c) Intelectualmente superior. A través de un perfecto conocimiento de su oficio, con
claridad de juicio, amplia facultad de síntesis y absoluta disciplina.

d) Físicamente preparado. Cuidando su apariencia exterior, presentándose siempre en


condiciones de trabajar como el último de sus subordinados. Debe gozar de buena
salud física y mental.

Podemos señalar otras peculiaridades del Mando como son: Transmite órdenes, decide
a su nivel, ordena, controla el cumplimiento, enlaza con sus superiores,
responsabilizándose, etc.

En definitiva, se llama Jefe o Mando a toda persona que dirige el trabajo de otros y es
responsable del trabajo ejecutado por otros.

Finalmente resulta necesario hacer referencia a una serie de reglas que el mando debe
tener presente en el ejercicio de su función:

1) Conocer exactamente lo que quiere alcanza. Para ello hay que tener una idea clara
de los fines y de los medios materiales y humanos de que se disponen, planificando de
antemano las operaciones.

2) Expresarse claramente mediante lenguaje claro y comprensible. Asegurándose de


que la persona a quien se da la orden la ha comprendido.
3) Hablar sin dudar, con voz clara, y sin gritar.
4) No pensar ni por un momento en que puedan desobedecer.

5) Respetar la línea jerárquica, respetando los escalones jerárquicos y no haciendo


observaciones a un mando delante de los subordinados.

6) Individualizar las órdenes para que no haya duda de quién tiene que realizarlas.

7) Adaptarse a la situación. Comprender a cada individuo y adaptarse a su situación


personal así como al ambiente reinante en ese momento.

8) Hacer que quien ha de ejecutar las órdenes desee hacerlo, es decir, motivarlo.

9) En lo posible fijar el objetivo y dejar libertad en cuanto a los medios. Fomentar la


iniciativa y dar confianza.
10)Saber animar, felicitando a los que se lo merezcan, hacer observaciones no sólo
cuando no va bien el trabajo sino también cuando las cosas marchan bien.
Relaciones de subordinación.

Subordinación es, en términos generales, estar bajo un ordenamiento, subordinatio, y


por extensión estar bajo órdenes que, se entiende, son dadas por quien tiene
atribuciones para ello.

Jorge Vigón, expresaba este concepto de la siguiente manera: “La ordenación cuenta,
para asegurar la subordinación, con el mecanismo de la jerarquía. La disciplina es el
medio de hacer jugar este mecanismo al poner en tensión el resorte de la obediencia”.

La disciplina es un género de relación que supone la existencia de discípulos y


maestros; de quienes obedezcan y de quienes enseñen a obedecer y sepan mandar.
Esta es la razón de que la obediencia del inferior grado al superior sea el principio
esencial de la subordinación. Esta reflexión resulta aplicable, de forma inmediata, a un
Cuerpo jerarquizado y subordinado como lo es el Cuerpo de la Policía.

La Subordinación es una virtud muy ligada a la obediencia activa. Es la predisposición


sincera a cumplir de buen grado y con el mayor sentido de responsabilidad e
inteligencia los mandatos u órdenes del superior jerárquico.

No obstante lo anterior no se debe confundir subordinación y obediencia. La


subordinación es un escalón más que la obediencia activa, ya que, es buen
subordinado, no se limita a obedecer cuando le mandan, sino que se preocupa por la
responsabilidad que tiene el Mando en el cometido que él debe desarrollar, y por lo
tanto asume esta responsabilidad como suya propia al realizarlo. Toma decisiones ante
cualquier hecho que se produzca de improviso, tendentes a la consecución del mayor
éxito en los servicios encomendados.
Consideraciones relativas a la Subordinación.

Es importante entender desde el principio que la subordinación obliga por igual a todos,
al superior como al inferior, al que manda como al que obedece.

La subordinación impone no sólo el deber de la obediencia, sino que también el


respecto a los superiores, existiendo muestras exteriores que lo demuestran como es el
saludo. Saludar es una muestra de subordinación.

La Subordinación se funda en la noción de grado. Propone una ordenación por niveles


de responsabilidad de todos los hombres que se integran en una organización. Esta
virtud expresa la voluntad moderna de despersonalización de las relaciones de mando y
obediencia. La nueva subordinación construye una pirámide de Mando que se fija hasta
producir una situación en la que, de hecho, todos mandan y todos obedecen, dentro de
un orden. Incluso quien ocupa el vértice de la pirámide obedece al ordenamiento
jurídico y tiene prohibido extralimitarse en el uso de la autoridad que ha recibido. El
desacato a las normas es, asimismo, la insubordinación formal del que obedece. Y es
que la subordinación se legítima, tanto para los de arriba como para los de abajo, en la
costumbre de obedecer a la norma.

La Subordinación, en definitiva, resulta para la mentalidad tradicional un sucedáneo de


la fidelidad y de la lealtad. Pero para la mentalidad moderna se ofrece como un hallazgo
afortunado que establece un orden al que todos habrán de atenerse de modo
impersonal, desde puestos diferentes.

Reflexiones en torno al concepto de Subordinación.

La subordinación es uno de los dos principios expresamente citados para regular la


actuación profesional del policía. El otro es el de jerarquía. Más si la jerarquización es
casi unánimemente comprendida y aceptada, por cuanto supone un reparto de papeles
y responsabilidades en el ejercicio de una profesión, la subordinación, por el contrario, y
a pesar de ser una consecuencia lógica de aquélla, provoca no pocos recelos,
motivados, tal vez, por desconocimiento de su alcance y significado que por una
fundada resistencia a admitir ese proceso natural que constituyen el mando y la
obediencia.
En ocasiones se observan ciertas reticencias a la utilización del concepto que estamos
analizando. Esto, quizá, se podría deber a dos posibilidades: O se ignora su significado
o no se comprende bien su trascendencia.

En el primer caso, al acudir al diccionario de la Lengua castellana, se nos dice, entre


otras cosas, que subordinación es sinónimo de sumisión, palabra que puede herir
sensibilidades. En este caso, en aras de un mejor entendimiento, podríamos aplicar
este concepto cuando nos referimos a la subordinación a Leyes y preceptos.

Otro aspecto más preocupante es la falta de comprensión que a veces se observa


sobre su alcance profesional, cuando el subordinado policial, que tan incómodo pudiera
sentirse de serlo, es a su vez una jerarquía en su actuación profesional y exige el
cumplimiento de las normas a sus conciudadanos.

Este rechazo al concepto de subordinación pudiera estar motivado por la carencia de


convicción interna sobre su necesidad social. Vigón lo entiende así, al definirla en otra
ocasión como “una disposición espiritual de quienes se someten a una ordenación
superior”. Esto implicaría la voluntariedad de aceptación de ese ordenamiento y por
tanto la libre renuncia de la parcela de libertad que se ve comprometida por la
obediencia.
Principio de defensa y seguridad de la República

Principio de defensa

La Defensa Nacional es un proceso permanente de previsión, planeamiento,


preparación, dirección y ejecución de actividades que el Estado adopta
permanentemente, a través del Sistema de Defensa Nacional para lograr y garantizar la
Seguridad de la Nación, y de ésta manera alcanzar los Objetivos Nacionales. El mismo
que se hace efectivo a través del Sistema de Defensa Nacional.

Finalidad de la defensa nacional.


La Defensa Nacional tiene por finalidad garantizar a la Seguridad Nacional que
comprende:
- Mantener la inviolabilidad de la soberanía e independencia del país con el
ejercicio absoluto de su libertad de acción, así como la integridad de
su patrimonio material y espiritual, en los ámbitos internos y externos.
- Vencer las resistencias que otros Estados opongan a la consecución de sus
objetivos Nacionales, e impedir que dichos Estados logren objetivos que resulten
perjudiciales para nuestro país.
- Hacer frente a los desastres o siniestros causados por fenómenos de
la naturaleza, así como los efectos de la conflagración bélica interna o externa, y
a cualquier otra causa que afecte significativamente a la población nacional.
Características de la Defensa Nacional:
Permanente.
Se realiza en todo tiempo y en toda circunstancia.
- Integral.
Compromete a todo el que hacer nacional y hace frente a los conflictos y amenazas que
se produzcan en los ámbitos interno y externo.
- Obligatoria.
Participan todas las personas naturales y jurídicas del país.
Preventiva.
Se adopta con la suficiente anticipación las previsiones, acciones y decisiones dirigidas
a garantizar la Seguridad del Estado.
Sistémica.
Se prepara y ejecuta a través de un Sistema y bajo una orientación común sustentada
en la Doctrina de la Defensa Nacional.
- Dinámica.
Se adecua a los cambios y a las circunstancias que se presenten de acuerdo a la
naturaleza de las amenazas y de los conflictos.
- Ejecutiva.
Su accionar permanente se orienta a enfrentar y superar los conflictos y catástrofes.
Objetivos De La Defensa Nacional
Los objetivos de la Defensa nacional son resultados por alcanzar en plazos
determinados de acuerdo a la naturaleza de las amenazas, conflictos y catástrofes, a fin
de garantizar la Seguridad de la Nación y contribuir al logro de los Objetivos Nacionales.
Política de la Defensa Nacional.
Es la norma general destinada a orientar las acciones del Estado para alcanzar los
objetivos de la Defensa Nacional.
Estrategia De La Defensa Nacional.
Es la concepción de acciones que hacen viable las Políticas de Defensa para enfrentar
con éxito los conflictos de significación y desastres que amenazan la Seguridad del
Estado y de la colectividad nacional. Garantiza la localización, explotación, disposición,
despliegue, empleo y aprovechamiento de las posibilidades o recursos, precisando el
punto de la aplicación de las fuerzas del Poder Nacional y del Potencial Nacional.
Hipótesis De Conflicto Y Catástrofes
Son supuestos establecidos sobre la posibilidad y probabilidad de un conflicto de
significación y de catástrofe que el Estado podría enfrentar. Se adoptan como
Instrumentos de decisión para dar lugar al Planeamiento Estratégico de la Defensa.
Las Hipótesis se aprueban en el más alto organismo de decisión política. Son
establecidas como consecuencias de la Apreciación Político – Estratégico , que evalúa
y prevé la situación integral del país en un momento dado, para preparar y fundamentar
la toma de decisiones sobre objetivos políticos y previsiones destinadas en conjunto
guiar la acción política del Gobierno.
Toda Hipótesis debe incluir básicamente:
 Elementos de juicio que la sustentan, vale decir los argumentos esenciales que le
sirven de fundamento.
 Descripción de los conflictos (probables adversarios, causas, etc.)
 Posible actitud de los países o grupos de interés.
 Circunstancias que condicionan su desarrollo.
 Plazos y condiciones de su ejecución.
 Finalidad general del conflicto.
Ámbitos de la Defensa Nacional
Constituyen ámbito de la Defensa Nacional, el espacio interior y exterior del territorio
nacional, en los cuales se desarrollan las previsiones, acciones y decisiones de ésta,
dando lugar a la Defensa Interna y a la Defensa Externa, respectivamente.
La Defensa Interna

Es el conjunto de previsiones, acciones y decisiones de carácter permanente que


adopta y ejecuta el Estado en forma permanente en todos los campos de la actividad
nacional, para enfrentar las oposiciones, antagonismos y agresiones que se producen
dentro del territorio nacional, generados por agentes internos o externos, así como las
catástrofes y calamidades causadas por la naturaleza o por el hombre. Comprende la
Defensa Interior del Territorio y la Defensa Civil.

 La Defensa Interior del Territorio: Es el conjunto de previsiones, decisiones y


acciones de carácter permanente que adopta el Gobierno en todos los campos de la
actividad nacional destinadas a garantizar, y mantener y restablecer el Orden Interno y
el Orden Público.
 El Orden Interno es la situación en la cual están garantizadas la estabilidad y normal
funcionamiento de la institucionalidad político-jurídica del
Estado.Su mantenimiento y control demandan previsiones, decisiones y acciones que el
gobierno debe adoptar permanentemente.
 El Orden Público es la situación de paz, tranquilidad y disciplina social, en la que se
da plena observancia del orden jurídico como fundamento de la convivencia entre las
personas y grupos que integran la sociedad. El Orden Público se encuentra
comprendido en el Orden Interno.
 La Defensa Civil : Es el conjunto de previsiones, decisiones y acciones que realiza
el Estado, en forma permanente, destinadas a prevenir y proteger a la población y al
patrimonio nacional de catástrofes de toda índole, cualquiera que sea su origen Y
magnitud, prestando ayuda adecuada y oportuna para superar las circunstancias de la
emergencia, orientado y preparando a la población para su participación en ella,
atendiendo reduciendo los daños, y rehabilitando los bienes y servicios afectados.
La Defensa civil se hace efectiva a través del Sistema de Defensa Civil, que forma parte
del Sistema de Defensa Nacional.

La Defensa Externa

Es el conjunto de previsiones, decisiones y acciones que adopta y ejecuta el Estado


para garantizar, en forma permanente, los intereses nacionales, la soberanía e
independencia del país y su integridad patrimonial, frente a cualquier forma de
amenaza, intervención o agresión provenientes del ámbito externo.
Vías de acción de la Defensa Nacional
El estado, para garantizar la Seguridad Nacional, mediante la Defensa Nacional, emplea
en forma separada o combinada diferentes vías de acción, tales como: La Vía Pacífica y
la Vía Violenta.
- La Vía Pacífica, comprende el conjunto de acciones que emplean medios no violentos
para resolver un conflicto. Estas acciones se denominan Luchas.
- La Vía Violenta, comprende el conjunto de acciones que emplea medios coactivos o
acciones bélicas para resolver los conflictos de Guerra y Subversión.

Principio de Seguridad de la República


Es necesario admitir que definir seguridad no es cosa sencilla, particularmente en las
últimas décadas. Puede advertirse que en todo el mundo, pero especialmente en
Latinoamérica, estos términos han experimentado una peculiar carencia de precisión.
¿Qué es la seguridad? Es una calidad, una condición, la condición de hallarse "seguro".
"Seguro", según la Real Academia Española 3 equivale a "Calidad de seguro”. A su vez,
seguro significa “Libre y exento de todo peligro, daño o riesgo". En definitiva, seguridad
es la calidad de hallarse libre y exento de todo peligro, daño o riesgo. Por otra parte,
riesgo no es sino4”contingencia o proximidad de un daño”. Resulta fundamental
considerar en este concepto la noción de amenaza, entendida en su acepción del
idioma inglés que a diferencia del español, -que limita su significado a acción de
amenazar, dicho o hecho con que se amenaza; definiendo amenazar como dar a
entender con gestos o palabras que se quiere hacer un mal a otro, o dar indicio de estar
inminente una cosa mala o desagradable; anunciarla o presagiarla5 - incluye la
acepción de amenaza útil para el análisis estratégico: indicio de probable mal, violencia
o daño futuro; algo que da indicio de ocasionar mal o daño; advertencia.6 Más
claramente aún, Algo o alguien que puede dañar a una particular persona o cosa; algo
percibido por el gobierno como una posible amenaza para la seguridad nacional. 7 Es
este concepto de amenaza 8 - el que a nuestro juicio resulta útil para el análisis relativo
a la búsqueda de la seguridad a través de las medidas que tiendan a lograrla; cuando
buscamos la seguridad, más que el peligro, daño o riesgo, consideramos sus indicios,
es decir, las amenazas; tanto el ente que puede causar daño, como los indicios de los
efectos que puede producir, y la percepción que tenemos de tales indicios. Lo que
resulta obvio, es que las nociones de riesgo, daño o peligro, y de amenaza – integran,
inescindiblemente, la noción de seguridad.

Si nos referimos a la "Seguridad Nacional", es decir, a la seguridad del Estado-Nación


ante las amenazas que pueden pesar sobre el mismo, ingresamos en uno de los
aspectos que más profundo debate han suscitado. En una primera aproximación a la
Seguridad Nacional, encontraríamos que a través de la misma se procuran conjurar las
amenazas que puedan pesar sobre los valores esenciales que hacen a la existencia e
identidad del Estado: independencia, soberanía, e integridad territorial de un Estado. La
amenaza estará constituida por la actividad de un Estado o de Estados que desean
apoderarse del primer Estado, o de parte de su territorio, o, cuando menos, de
imponerle dependencia y sumisión. Debemos señalar que los valores esenciales antes
referidos, son, indiscutiblemente, valores mínimos que hacen a la propia existencia del
Estado-Nación como tal. Ello no implica, ciertamente, que determinados Estados no
puedan estar determinados a proteger otros valores. Así, Estados Unidos de América
anunció a través de su presidente James Carter, tras la ocupación soviética de
Afganistán, su disposición a defender la seguridad de los Estados del Golfo Pérsico y el
acceso de los países occidentales a las fuentes de energía hidrocarburíferas por todos
los medios, incluida la fuerza militar.

La cuestión relativa a los medios de que habrá de valerse el Estado agresor, nos
introduce en un primer aspecto del debate anunciado. Tradicionalmente se ha entendido
que la amenaza fundamental que pone en riesgo la Seguridad Nacional es el ataque
físico armado por parte de otro Estado o Estados al territorio, población y bienes del
Estado propio, a través del empleo del poder militar en sus diversas formas. Aunque sin
lugar a dudas la amenaza de ataque a través del empleo de los medios referidos está
comprendida dentro de todo concepto conocido de Seguridad Nacional y en todo
momento ha sido considerada como el riesgo más grave que debe conjurar la misma,
ha sido puesto en tela de juicio si es la única o si, por el contrario, dicha seguridad no
puede ser amenazada por otros Estados a través del empleo de otros medios, tales
como la amenaza de la aplicación de sanciones económicas, o de determinadas
políticas económicas dirigidas a afectar gravemente los intereses económicos del
Estado afectado. Amos A. Jordan, William J. Taylor, Jr. y Lawrence Korb10 señalaban
sobre este tema –en un concepto que puede resumir el concepto imperante en Estados
Unidos de América, Gran Bretaña, y otras naciones de la OTAN- que "...Seguridad
Nacional, un término que ha pasado a ser ampliamente usado sólo después de la
Segunda Guerra Mundial, significa muy diferentes cosas para diferente gente.
Claramente, significa protección del pueblo y territorio de la nación contra asalto físico,
y, en ese estrecho sentido, es aproximadamente equivalente al tradicionalmente usado
término defensa. Seguridad nacional, sin embargo, tiene un significado más extenso
que la protección contra daño físico; también implica protección, a través de una
variedad de medios, de intereses vitales políticos y económicos, cuya pérdida amenaza
valores fundamentales y la vitalidad del Estado."

d. Principio de subordinación al poder constitucional.-

En el Art. 169° de la Constitución del Perú de 1993 se señala: “Las fuerzas armadas y
la policía nacional no son deliberantes. Están subordinadas al poder constitucional”.
Este artículo es idéntico al 278° de la Constitución de 1979. Me referiré sólo a la
segunda parte de este artículo, ya que ha sido incluido como un “principio militar-policial
esencial” en el Decreto Ley 1094 (Código Penal Militar Policial, Art. XIV, e.). Comenzaré
con ciertas interrogantes: ¿por qué sólo a los uniformados se les exige la subordinación
al poder constitucional y no a todos los ciudadanos?, ¿es acaso el poder constitucional
un poder instituido sólo para los uniformados?, ¿qué es el poder constitucional?, ¿es
una persona, una institución, alguno de los poderes del Estado?
Casi todos los constitucionalistas concuerdan que existen poderes constitucionales, que
se derivan de la Constitución, que a decir de Kelsen es la “expresión máxima del poder
constitucional”. Entonces, ¿a qué, quién o quiénes deben subordinarse sólo las FFAA y
la PNP y no otros elementos, instituciones o ciudadanos en general? Si bien el Art. 167°
establece que el Presidente es el Jefe Supremo de las FFAA y PNP ¿dónde están
instituidas, constitucionalmente, las potestades y atribuciones del Jefe Supremo? (post
del 7 noviembre 2010). La Constitución de 1856 Art. 118° señalaba “La obediencia
militar será subordinada a la Constitución y a las leyes”, pero la de 1920 cambia la
redacción y hace que la obediencia sea “arreglada a las leyes y ordenanzas militares”.
Está claro que el “poder constituyente” es el pueblo representado por las personas que
elaboraron una Constitución, donde básicamente se establece una estructura estatal
con los poderes que gobernarán un país, supuestamente en armonía y equilibrio,
siguiendo las tradiciones constitucionalistas, de donde se derivan los “poderes
constituidos”. Por supuesto que hay más elementos en una Constitución, pero importa
ahora intentar descubrir ¿por qué se menciona sólo en un artículo “poder constitucional”
y únicamente para las fuerzas del orden?

Si nos atenemos al constitucionalismo clásico, no deberíamos hablar de un solo poder


constitucional, si no al menos de tres. Pero ¿existe primacía de algún poder
constitucional sobre otro? Es común escuchar que el Parlamento es el primer poder del
Estado. ¿Acaso, este es el poder constitucional a que se refiere el Art. 169°? En todo
caso, si los tres poderes se han instituido como una forma de autogobernarnos
soberanamente, ¿por qué no se exige obediencia a todos los ciudadanos sin distinción?
En la práctica la subordinación militar es al poder ejecutivo, que implica subordinarse a
la opción política ganadora, que a la vez es una opción ideológica, con lo cual no habría
neutralidad política exigida a los uniformados.

Lo que sucedió en Honduras es un caso típico de indefinición constitucional, respecto a


la subordinación de las FFAA y la “desobediencia civil” a través de otras instituciones
constitucionales. Ahí se suscitó un caso de conflictos de poderes instituidos en su
Constitución, que arrinconaron a las FFAA y prácticamente les asignaron un rol de
árbitros. Partiendo de la sentencia de un Juzgado de Letras Contencioso (similar a una
1ra instancia), pasando por el Tribunal Supremo Electoral y finalizando en la Corte
Suprema de Justicia, todos sentenciando o dictaminando en contra de la voluntad del
poder ejecutivo y señalando que no deberían cumplir los mandatos del Presidente. Las
consecuencias de las decisiones que tomaron las FFAA aún se debaten interna y
externamente.

Debemos estar claros que lo que se les debe exigir a los uniformados es la obediencia
militar-policial, conforme al ordenamiento constitucional. En todo caso, resulta necesario
que nuestros legisladores o el Tribunal Constitucional aclaren tanto el concepto de
“poder constitucional” como la razón del mandato para que sólo los uniformados se
subordinen al mismo. No hay que olvidar que militares y policías, por formación, son
obedientes a un superior jerárquico, que dicha obediencia tiene su fundamento en la
disciplina consciente y voluntaria, y que la subordinación implica una relación de
mando-obediencia; es decir alguien debe personificar a la autoridad que legal y
legítimamente ejercerá la dirección política-constitucional y el mando militar-policial.
Dejo el tema para el debate de los constitucionalistas y para prevenir futuros conflictos
derivados del limbo constitucional planteado.

e. Aplicación supletoria.- En caso de vacío o defecto del presente Código, será de


aplicación supletoria las normas previstas en los Códigos Penal, Procesal Penal y de
Ejecución Penal, en cuanto lo permita su especial naturaleza y no se opongan a los
preceptos y fines de este Código.
SEGUNDA Aplicación temporal.- aplicación personal-hecho punible de
SEMANA función.- De las penas (clases de pena)-.- aplicación de las
04 horas penas-.- rehabilitación-.- de la extinción de la acción penal y
de la condena-.-de la reparación civil.

DOCTRINA

Principio de Territorialidad
El principio de territorialidad consiste en que el delito se reprime por el Estado en cuyo
territorio se ha cometido. Por lo tanto todos los delitos cometidos en el territorio peruano
caen bajo el imperio de la ley peruana y se fundamenta en el criterio de la soberanía del
Estado, por lo que, la ley penal tiene validez estrictamente en el territorio de la
República, sobre las infracciones cometidas por cualquier persona, sin importar la
nacionalidad del autor y de los partícipes (art. 1º del C.P.).

Entendemos por territorio, el suelo, subsuelo, dominio marítimo y espacio aéreo que
cubre la nación peruana (artículo 54 de la Constitución). Es pues, todo lugar donde el
Estado ejerce su soberanía. No obstante, es necesario recalcar que el concepto jurídico
de territorio es más amplio que su concepto geográfico o del léxico.

El perímetro del suelo que integra al territorio está precisado en los tratados celebrados
con nuestros países limítrofes; el dominio marítimo comprende una extensión de
doscientas millas marinas contadas desde la costa (art. 54º segundo párrafo de la
Constitución; Decreto Supremo Nº 781 del 1 de agosto de 1947).

Se discute la extensión vertical del espacio aéreo sobre el suelo y el dominio marítimo,
para la aplicación de las leyes penales. La Constitución Política del Perú (artículo 54º in
fine) y las normativas correspondientes a su ordenamiento jurídico se afilian a la teoría
ilimitada en la altura.

Principio del Pabellón (Derecho de Bandera)

Es una ampliación del principio de territorialidad por el que se extiende la aplicación de


la ley penal peruana a hechos punibles cometidos en naves o aeronaves nacionales
públicas en donde se encuentren y, en las naves o aeronaves nacionales privadas, que
se encuentren en alta mar o en espacio aéreo en donde ningún estado ejerza
soberanía. (Art. 1º del C.P.)

Los hechos ocurridos, los actos realizados y los delitos cometidos a bordo de una
aeronave civil peruana que se encuentra sobre territorio extranjero se someten a la ley
peruana, excepto cuando los efectos de tales actos o delitos afecten la seguridad o el
orden público del Estado subyacente o causen daños a personas o bienes dentro de
dicho territorio.

Los delitos cometidos a bordo de una nave civil extranjera en vuelos sobre territorio
peruano se rigen por leyes del Estado de matrícula de la aeronave, excepto cuando
afecten la seguridad o el orden público de la República Peruana y cuando causen daño
a personas o bienes en territorio peruano.

Extraterritorialidad

Consiste en casos en que se extiende la ley penal peruana a hechos punibles


cometidos fuera del territorio nacional (Art. 2º del C.P.). Los principios correspondientes
son: principio real o de protección de interés, principio de personalidad, principio de
universalidad (justicia mundial).

Principio real de Defensa o de protección de intereses.


Se aplica la ley nacional a todas las conductas que afecte los intereses del Estado, sin
considerar la nacionalidad, el agente, ni el lugar donde se haya cometido. Su
fundamento radica en la protección de bienes jurídicos pertenecientes del Estado, que
puedan serle indiferente a otro Estado, no brindándole protección o haciéndolo de
manera insuficiente.

Principio de personalidad activa

La ley peruana se aplica al nacional que cometa una infracción en el extranjero (artículo
2 inc. 4 del C.P.). Se exige que la infracción sea susceptible de extradición, que exista
doble incriminación (delito también punible en el Estado extranjero) y que cuando el
culpable ingresare de cualquier modo en el territorio de la República. La nacionalidad de
la víctima es indiferente.

Principio de personalidad pasiva

La ley peruana se aplica al extranjero que comete un delito contra un nacional fuera del
territorio de la República (artículo 2 inc. 4 del C.P.). Se exige que la infracción sea
susceptible de extradición, que haya doble incriminación y que cuando el culpable
ingresara de cualquier modo en el territorio de la República.

Principio de universal (Justicia Mundial)

Este principio pretende la “protección de los intereses culturales de todos los Estados”,
resulta indiferente el lugar de comisión, la nacionalidad del autor o la víctima de la
infracción (artículo 2 inc. 5 del C.P.). En otros términos, el principio universal o de la
justicia universal es un grado en la solidaridad internacional frente al delito, significa que
los Estados se comprometen a aplicar la ley nacional cualquiera que sea el lugar en que
el delito se haya cometido.

¿Cuándo las Excepciones al Principio de Defensa y de Personalidad no se


aplican?

Las excepciones del principio real o de defensa y los de personalidad no se aplican


cuando la acción penal se encuentre extinguida conforme a la legislación nacional (art.
78º del Código Penal) o a la extranjera. Tampoco se aplican cuando se trata de delitos
políticos o hechos conexos con ellos y cuando el acusado haya sido absuelto en país
extranjero, o cuando el condenado haya cumplido la pena, o ésta se hallare preescrita o
le hubiera sido remitida (art. 4º del C.P.).

Cuando el condenado no hubiere cumplido totalmente la pena, podrá renovarse el juicio


ante Tribunales peruanos, pero tendrá que computarse la parte de la pena cumplida
(art. 4º in fine del C.P.)

¿El principio de Universalidad tiene relación con la Corte Penal Internacional?

Sí existe relación entre el principio de universalidad y la Corte Penal Internacional cuyo


instrumento de creación, el Estatuto de Roma, prevé delitos de interés universal como
son los delitos de lesa humanidad y los crímenes de guerra, siendo posible la
intervención de dicho Tribunal cuando el Estado no quiere o no puede juzgar.
El Estatuto de Roma es el instrumento constitutivo de la Corte Penal Internacional. Fue
adoptado en la ciudad de Roma, Italia, el 17 de julio de 1998, durante la "Conferencia
Diplomática de plenipotenciarios de las Naciones Unidas sobre el establecimiento de
una Corte Penal Internacional".

¿Cuál es el lugar de comisión del delito?

Es el lugar donde el autor o partícipe haya obrado o dejado de obrar, según el caso.
Pero también lo extienden al lugar donde se producen sus efectos o las consecuencias
de la infracción, en concordancia con los presupuestos del artículo 2º del C.P. Cuando
la acción y el resultado del delito se producen en un mismo lugar de comisión, no se
presentan dificultad para los efectos de la territorialidad. Sin embargo, la más importante
dificultad se encuentra en los delitos a distancia que son aquellos en los que la
conducta tiene lugar en un territorio y el resultado en otro. Problemática especial
representan los delitos de tránsito en los que ni la actividad inicial ni el resultado se
produce en el Perú, sino que sólo transcurre en nuestro territorio parte del proceso
ejecutivo del delito. Tres son las teorías que plantean solución para esta problemática:
la teoría de la acción, la del resultado y la de la ubicuidad.

Teoría de la acción (Frank)

Considera que el lugar de comisión del delito es aquel donde fue practicada la acción o
realizada la omisión. En otras palabras, el delito se comete en el momento en que se
exterioriza la voluntad de ejecutar determinada conducta.

Su fundamento se apoya en el sentido que el resultado no permite una solución general,


pues existen delitos sin resultado (de pura actividad). Además, en que la teoría
fundamentada en el resultado origina soluciones insatisfactorias como en el caso del
sujeto que actúa en estado de inimputabilidad y el resultado se produce cuando
recupera la normalidad o los cambios legislativos que se producen en el tiempo que
transcurre entre la acción y el resultado y, en tercer lugar, se alude a las dificultades
para determinar el lugar del resultado.

Teoría del resultado (von Liszt)

Afirma que el lugar de comisión es donde se produce el resultado. Esta es la fórmula


que se acepta como alternativa en el artículo 302º del Código Bustamante que acuerda
“dar preferencia al derecho de la soberanía local en que el delito se haya consumado”.

Teoría de la ubicuidad (Binding)

Considera que el lugar de comisión es tanto el de la acción como del resultado típico.
De esta manera, esta teoría logra conciliar las teorías anteriormente mencionadas. Por
otra parte, ésta es la posición mayoritaria y la que es incorporada en códigos y
proyectos.

¿Qué es el principio de irretroactividad?

Este principio básico de irretroactividad de la ley penal, es consecuencia directa del


principio de legalidad, ya que sus efectos no alcanzan a las acciones ejecutadas antes
de su entrada en vigor ni tampoco a las cometidas después de su derogación, sino que
sólo se aplica la ley que rige al tiempo de comisión (tempus regit actum); y, además,
posee rango constitucional -como base fundamental de todo ordenamiento jurídico-.
Este principio, consagrado en nuestra carta magna, señala que la ley, desde su entrada
en vigencia, se aplica a las consecuencias de las relaciones y situaciones jurídicas
existentes y no tiene fuerza ni efectos retroactivos; salvo, en materia penal cuando le
favorece al reo (art. 103º Const.).

¿Excepciones al principio de irretroactividad?

Esta excepción es el llamado principio de retroactividad favorable de la ley penal, que


significa aplicar la ley a supuestos anteriores a la misma, es decir, con eficacia hacia
atrás. No obstante, en el Derecho penal lo que sí se prohíbe es la aplicación de la
retroactividad de aquellas leyes penales que crean, agravan, o crean más
responsabilidad penal. Esta excepción favorable se encuentra recogida en la
disposición del art. 6º CP, la cual a pesar de señalar que la ley penal aplicable es la
vigente en el momento de la comisión del hecho punible, resalta que se aplicará la [ley]
más favorable al reo, en caso de conflicto en el tiempo de leyes penales.

¿Que son las leyes intermedias?

Un supuesto especial lo plantea la aplicabilidad de la ley intermedia, que es aquella que


entra en vigor después de la comisión del hecho, el cual se comete bajo la vigencia de
una determinada ley (ley previa), pero que antes del juicio ha sido derogada y sustituida
por una ley posterior que establece una mayor o igual responsabilidad penal que la
primera. El problema es que existe una sucesión de tres leyes penales.

En estos casos se da la circunstancia de que la ley intermedia tiene efecto retroactivo,


ya que se aplica a un hecho cometido con anterioridad a su vigencia, y al mismo tiempo
tiene efecto ultraactivo, ya que regirá en el momento del juicio cuando ya había sido
derogada. Definitivamente, la posible retroactividad de la ley intermedia no se puede
plantear si la misma es desfavorable, sino sólo cuando sea la más favorable para el reo.

¿Que son las leyes temporales o excepcionales?

Estas leyes se dictan sólo para un período limitado de vigencia, bien por un período
exacto de tiempo, señalando taxativamente en su propio texto el comienzo y el fin de la
vigencia de la ley (en sentido estricto) o bien mientras dure una situación, generalmente
ante circunstancias excepcionales, que han motivado precisamente la dación de la ley,
de tal forma que cuando desaparezcan éstas, pierde también todo sentido la vigencia
del texto legal como por ejemplo las catástrofes, epidemias, guerras, calamidad pública,
conflictos bélicos, estados de emergencia, situaciones críticas en la aparición de
terrorismo u otra clase de delincuencia grave, etc., por eso suelen ser leyes de mayor
dureza que las normales (leyes excepcionales).

El problema surge cuando un hecho cometido bajo la vigencia de la ley temporal se ha


de juzgar cuando ésta ya no está vigente porque se ha vencido el plazo y no hay ley
para el caso. En consecuencia nos encontramos ante un problema de ultraactividad de
la ley penal. Pues estas leyes excepcionales se aplican a todos los hechos cometidos
durante su vigencia, aunque ya no estuvieran en vigor, salvo disposición en contrario.
Por tanto, el artículo 8º CP se convierte en una excepción a la regla general de
retroactividad de la ley penal más favorable, en la medida en que, como suele ser lo
habitual, la ley temporal determina un endurecimiento de la intervención

¿Cómo se aplica la ley penal en relación a las personas?

Si bien es cierto, nuestro ordenamiento jurídico se basa en el principio de igualdad


regulada en el artículo 2º, inciso 2 de la Constitución Política del Perú, mediante el cual
se señala que todos somos iguales ante la ley, es necesario delinear las excepciones
que giran en torno al principio de igualdad.

Estas excepciones al principio de legalidad se configuran como privilegios que se


otorgan a determinadas personas en relación estrictamente a la función o cargo que
desempeñan.

¿Cuáles son los principios en la aplicación de la ley penal a determinadas


personas?

Nuestro ordenamiento jurídico ha determinado algunos principios para la aplicación de


la ley penal:

Inviolabilidad.- las personas que gozan de este privilegio no puede ser sancionada.
Entre las personas que cuentan con esta prerrogativa se encuentran los congresistas.

Inmunidad.- las personas que tienen este privilegio no pueden ser perseguidos
penalmente durante el tiempo en que dure su cargo. Entre las personas que gozan de
este privilegio tenemos: Presidente de la República, los congresistas, miembros del
Tribunal Constitucional.

Antejuicio.- denominado también acusación constitucional, se configura como el


privilegio procesal por el que se somete a la persona a la ley o jurisdicción diferente, la
que decidirá si se le juzgará como a cualquier otro ciudadano. Las personas que gozan
de este privilegio son Presidente de la República, Congresistas, Ministros de Estado,
miembros del Tribunal Constitucional, miembros del Consejo Nacional de la
Magistratura, Vocales de la Corte Suprema, Fiscales Supremos, Defensor del Pueblo y
Contralor General; siempre y cuando el delito haya sido cometido en el ejercicio de sus
funciones. Es necesario recalcar que las personas que gozan de este privilegio no
pueden ser enjuiciados sin antes haber sido autorizados por el Congreso.

¿Cuáles son las exenciones del Derecho Internacional?

La doctrina internacional ha señalado que existen las siguientes personas quienes


gozan de este privilegio: a) los jefes de Estado; b) los representantes diplomáticos; c)
los funcionarios de la Organización de las Naciones Unidas; y d) los miembros de un
ejército extranjero.
II UNIDAD
DELITOS CONTRA LA DEFENSA NACIONAL
TERCERA Segundo libro especial-.-Delitos contra la seguridad interna-.-
SEMANA Violación de la información relativa a la defensa nacional. Orden
04 horas interno y seguridad ciudadana-. Ultraje a símbolos nacionales
militares o policiales

DOCTRINA

Traición a la patria

A. Descripción típica. Delito de traición a la Patria

El delito de Traición a la Patria está tipificado por el Decreto Legislativo 25659 de 13 de


agosto de 1992, y lo hace del siguiente modo:

Art. 1. Son delitos de Traición a la Patria la comisión de los actos terroristas previstos en
el art. 2 del Decreto Legislativo 25475, cuando se empleen las modalidades siguientes:
a. Utilización de coches bombas o similares, artefactos explosivos, armas de guerra o
similares, que causen la muerte de personas o lesiones a su integridad física o su salud
mental, dañen la propiedad pública o privada, o cuando de cualquier otra manera se
pueda generar grave peligro para la población.

b. Almacenamiento o posesión ilegal de materiales explosivos, nitrato de amonio o los


elementos que sirven para la elaboración de este producto o proporcionar
voluntariamente insumos o elementos utilizables en la fabricación de explosivos, para
su empleo en los actos previstos en el inciso anterior.

La descripción típica para esta clase de delito de Traición a la Patria no es taxativa, no


es clara. No cumple con el Principio de Legalidad, para adecuar el texto, con este
requisito —de naturaleza sustantiva— nos remite al D.L. 25475 (13-08-92) que tipifica el
delito de terrorismo. El delito de terrorismo está tipificado por el Decreto Legislativo
25475 del 06 de mayo de 1992, y lo hace de la siguiente manera:

Art. 2. El que provoca, crea, mantiene un estado de zozobra, alarma o temor en la


población o en un sector de ella, realiza actos contra la vida, el cuerpo, la salud, la
libertad y la seguridad personal o contra el patrimonio, contra la seguridad de los
edificios públicos, vías o medios de comunicación o transporte de cualquier índole,
torres de energía o transmisión, instalaciones motrices o cualquier otro bien o servicio,
empleando armamentos, o artefactos explosivos o cualquier otro medio capaz de
causar estragos o grave perturbación de la tranquilidad pública o afectar las relaciones
internacionales o la seguridad de la sociedad y del Estado, será reprimido con pena
privativa de la libertad no menor de 20 años.

B. La pena

De conformidad con el incoherente texto legal que nos remite al art. 2 del D. L 25475 —
supra— será de una pena no menor de 20 años de pena privativa de la libertad.

Hasta aquí un primer comentario, los legisladores del Periodo que estudiamos
equiparan dos delitos de naturaleza distinta a). El delito de Traición a la Patria; y, b). El
delito de terrorismo. Obsérvese que la pena máxima de acuerdo al texto propuesto para
el delito de Traición a la Patria es de privación de la libertad no menor de 20 años.
Mientras que para otra clase de delito de terrorismo tendrán penas distintas, como
veremos más adelante.

C. Otra pena por el mismo delito

Pero, volvamos al Art. 3 del Decreto Ley 25659 que tipifica el delito de Traición a la
Patria que lee como sigue:

Art. 3. La pena aplicable al delito de Traición a la Patria, tipificado en el presente


Decreto Ley [D.L. 25659] será la establecida en el inciso a) del art. 3 del Decreto Ley
N.° 25475.

Esta norma legal citada es la misma que tipifica el delito de terrorismo. Reproduzcamos
el mencionado inc. a) del art. 3 del D.L 25475, lee así:

Art. 3. La pena será:


a) Cadena perpetua:
b) Si el agente pertenece al grupo dirigencial de una organización terrorista sea en
calidad de líder, cabecilla, jefe, secretario general u otro equivalente en el ámbito
nacional, sin distingo de la función que desempeñe en la organización.
Si el agente es integrante de grupos armados, bandas, pelotones, grupos de
aniquilamiento o similares de una organización terrorista encargados de la eliminación
física de personas o grupos de personas indefensas sea cual fuere el medio empleado.

b. Privativa de la libertad no menor de treinta años.


Si el agente es miembro de una organización terrorista que para lograr sus fines
cualesquiera que sean, utiliza como medio el delito de terrorismo previsto en el art. 2 de
este decreto ley. Igual pena será aplicada al delincuente terrorista que directamente
intervenga o provoque la muerte de persona o tenga participación en tales acciones.
Si el agente miembro de una organización terrorista se vale de extorsión, asalto, robo,
secuestro de personas, o se apropia por cualquier medio ilícito de dinero, bienes o
servicios de una autoridad o de particulares.
Si el agente hace participar a menores de edad en la comisión de delitos de terrorismo.
Si como efecto de los hechos contenidos en el art. 2 de este Decreto Ley, se producen
lesiones graves a terceras personas.
Si nos atenemos a la redacción de las tipificaciones de los delitos de Traición a la Patria
y de terrorismo, que los equipara el legislador, resulta que para el delito de Traición a la
Patria habría hasta tres penas distintas, a saber:

a) Pena de Cadena Perpetua [D.L. 25475, art. 3, inc. a.];


b) Pena no menor de treinta años [D.L. 25475, art. 3, inc. b.];

c) Pena restrictiva de la libertad no menor de 20 años [D.L. 25475, art. 2];


Tenemos que inferir que las penas a) y b) son penas agravadas. Pero hacerlo es
ingresar a un terreno que el derecho penal clásico o liberal lo prohíbe con el Principio de
la Prohibición de la analogía penal. Volvamos. Como se entenderá la redacción es
vaga, laxa, se presta para que el juez especial, interprete el evento criminoso e imponga
la pena, eventualmente, la más dura porque así lo exigía la coyuntura política del
momento. Esto, como es sabido atenta contra el Principio de Legalidad, contra
principios elementales del derecho penal democrático e instaura, en una etapa superior
de lucha contra el terrorismo y la subversión, un derecho penal autoritario o demoliberal
si tomamos en cuenta el modelo económico que implementó Fujimori. Este tipo de
derecho sustantivo y procesal abrió las puertas a la analogía penal —como hemos
dicho—, prohibida en un sistema penal liberal clásico.

ANÁLISIS DE CASOS

En plena campaña para limitar el armamentismo en la región, un sub oficial de


inteligencia de la Fuerza Aérea del Perú fue descubierto espiando para la Fuerza
Armada Chilena. Él ha admitido su falta y sería denunciado por traición a la patria.

Se informó que el Ministerio Público con conocimiento de autoridades del Ejecutivo,


formalizaría la denuncia contra este mal elemento por el delito de traición a la patria.

El sub oficial de inteligencia de la Fuerza Aérea del Perú (FAP), de quien hasta el
momento se desconoce su identidad, fue descubierto cuando pretendió captar a otro
oficial solicitándole información valiosa y confidencial de su mismo departamento de
inteligencia.

Según trascendió a la prensa, este mal elemento ya venía siendo investigado debido a
su extraño comportamiento y a sus incrementos financieros. Se presume también que el
sujeto habría sido captado por el gobierno chileno, cuando éste sirvió en el 2003 en la
embajada de ese país.

La policía informó además que el espía pudo acogerse a la colaboración eficáz, pero
debido a que se negó a dar más detalles del espionaje, argumentando haber "trabajado"
y conseguido la información solo, fue puesto a disposición de las autoridades.

Según informó el fiscal Chávez Cotrina, el sub oficial, quien era uno de los elementos
más preciados en inteligencia de la FAP, está siendo interrogado y ha admitido su
culpabilidad.
Condenamos enérgicamente el grave delito de traición a la patria que el suboficial Víctor
Ariza Mendoza y otros miembros de la Fuerza Aérea del Perú (FAP) habrían perpetrado
en contra del Perú y a favor de Chile. Estos hechos deben ser investigados y
sancionados con severidad por el sistema de justicia peruano y, de parte de Chile,
esperamos una investigación y una explicación de lo sucedido. Somos países hermanos
entre los cuales hechos como éstos son inaceptables.

Al respecto, si bien la justicia ordinaria ya inició las investigaciones fiscales y judiciales


correspondientes, se ha abierto el debate sobre si debe ser la justicia ordinaria o la
justicia militar la que debe investigar y sancionar este caso de traición a la patria.
Muchos han opinado que la justicia militar debe ser la competente para ver este caso
porque se trata de suboficiales en situación de actividad que habrían perpetrado estos
hechos en el ejercicio de sus funciones castrenses, y que los fiscales y jueces militares
gozan de los conocimientos especializados para investigar mejor este tipo de casos y
que la justicia militar sería más rápida.

Nosotros discrepamos de estas opiniones y consideramos que la justicia ordinaria debe


seguir conociendo y juzgando este caso de espionaje y traición a la patria por las
siguientes razones:

1. En primer lugar, hay que señalar que el bien jurídico vulnerado en un caso de
traición a la patria es la “defensa nacional”, que se ve en serio riesgo cuando un
nacional –civil o militar- proporciona información a un gobierno extranjero poniendo en
peligro, precisamente, la defensa y seguridad del país frente a otros. La “defensa
nacional” es así un bien jurídico ordinario y no castrense, tal y como se desprende del
segundo párrafo del artículo 163º de la Constitución: “La Defensa Nacional es integral y
permanente. Se desarrolla en los ámbitos interno y externo. Toda persona, natural o
jurídica, está obligada a participar en la Defensa Nacional, de conformidad con la ley.”
(Subrayado nuestro). Por ello, la definición del delito es traición “a la patria” y no sólo
traición “a las fuerzas armadas”.

Al respecto, el Tribunal Constitucional ha señalado que “… el bien jurídico “defensa


nacional”, el Tribunal Constitucional ha sostenido que “de acuerdo con el mencionado
artículo 163º de la Constitución, la Defensa Nacional es integral y permanente; por
tanto, involucra al conjunto de acciones y previsiones que permiten la subsistencia y
permanencia del Estado, incluyendo su integridad, unidad y facultad de actuar con
autonomía en lo interno, y libre de subordinación en lo externo, posibilitando que el
proceso de desarrollo se realice en las mejores condiciones… Es “integral” porque
abarca diversos campos, como el económico, político, social, cultural, militar, etc.; y
“permanente”, debido a que se trata de una actividad constante que se relaciona con
sus sentidos preventivo y represivo” (Exp. 0012-2006-AI/TC) En ese marco general, el
TC consideró que en un contexto de conflicto armado internacional, algunos aspectos
de la “defensa nacional” sí podían ser considerados bienes jurídicos castrenses.

2. En segundo lugar, también hay que señalar que el delito de traición a la patria está
tipificado tanto en el Código penal común como en el Código de Justicia militar y policial
(Decreto Legislativo 961). En efecto, por un lado el Título XV del Código Penal sobre los
“Delitos contra el Estado y la defensa nacional” contiene el capítulo I referido a los
“Atentados contra la seguridad nacional y traición a la patria”, siendo una de las
modalidades de la traición a la patria el delito de “espionaje” tipificado en el artículo 331º
de dicho cuerpo legal: “El que espía para comunicar o comunica o hace accesibles a un
Estado extranjero o al público, hechos, disposiciones u objetos mantenidos en secreto
por interesar a la defensa nacional, será reprimido con pena privativa de libertad no
menor de quince años.”

Por su parte, el Título I del Código de justicia militar y policial sobre “Delitos contra la
defensa nacional”, contiene el Capítulo I referido al delito de “Traición a la patria”, cuyo
artículo 66.3.c) establece que: “Será sancionado… el militar o policía, que durante
conflicto armado internacional cometa alguna de las acciones siguientes:… Colaborar
estratégicamente, favoreciendo al enemigo o intentando favorecerlo, perjudicando la
defensa nacional en los siguientes casos:… Proporcionando al enemigo, potencia
extranjera u organismo internacional, cualquier información, procedimiento, asunto,
acto, documento, dato u objeto cuya reunión o explotación sirva para tal fin.” Acto
seguido, el artículo 67º del referido Código de justicia militar y policial establece que
“… en los casos que no exista guerra exterior, ni conflicto armado internacional, serán
sancionados con pena privativa de libertad no menor de veinte años, con la accesoria
de inhabilitación.” En sentencia recaída en el Expediente 0012-2006-AI/TC el Tribunal
Constitucional sentenció que estos dos artículos eran constitucionales ante la demanda
de inconstitucionalidad presentada por el Colegio de Abogados de Lima.

En consecuencia, frente al delito de traición a la patria el ordenamiento jurídico peruano


vigente contempla anómalamente una doble tipificación tanto por el Código penal
común como por el Código de justicia militar y policial y, por ende, abre la posibilidad
que el fuero común o el fuero militar planteen una contienda de competencia para que el
Tribunal Constitucional (TC) determine cuál es de ellos va a ser el fuero competente en
el presente caso. Tradicionalmente era la Corte Suprema la que dirimía competencia
entre la justicia ordinaria y la castrense, pero la actual Ley de organización y funciones
de la justicia militar y policial (Ley 29182) polémicamente le transfirió esa función al TC.

3. En tercer lugar, dicho lo anterior y tomando en cuenta la jurisprudencia del TC en


esta materia, nosotros consideramos que en este caso el Poder Judicial no debe
inhibirse de seguir conociendo sino que, de ser el caso, el TC debería dirimir
competencia a favor de la justicia ordinaria y no de la justicia militar, bajo el argumento
principal que ya ha esgrimido el máximo intérprete de la Constitución en casos
anteriores: que la actual organización y funciones de la justicia militar y policial
establecida por la Ley Nº 29182 no ofrece la garantía de juez “independiente e
imparcial” porque los fiscales, jueces y vocales militares –a excepción del actual
Presidente del Tribunal supremo de justicia militar y policial- siguen siendo oficiales en
situación de actividad que forman parte de una estructura jerárquica y subordinada
como la castrense, lo que resulta incompatible con la independencia e imparcialidad que
debe ostentar todo fiscal y juez.

No sólo lo decimos nosotros, también lo ha señalado la Defensoría del Pueblo en varios


informes defensoriales, el Colegio de Abogados de Lima (que ha interpuesto una
demanda de inconstitucionalidad contra la actual Ley Nº 29182 y que actualmente está
en trámite), la Corte interamericana de derechos humanos en el caso Palamara contra
Chile, la Comisión interamericana de derechos humanos ha analizado esta situación en
dos audiencias públicas y el propio Tribunal Constitucional, no sólo respecto a la
legislación anterior sobre la organización y funciones de la justicia militar y policial, sino
también respecto a la actual Ley Nº 29182.

En efecto, en el caso “Condori Condori” (Exp. 01605-2006-PHC/TC) el Tribunal


Constitucional ya ha inaplicado la Ley Nº 29182 al reiterar que sigue vulnerando la
garantía de juez “independiente e imparcial” porque insiste en disponer que los fiscales,
jueces y vocales militares sean oficiales en situación de actividad:

“7… la Ley N.º 29182 de Organización y Funciones del Fuero Militar Policial [que deroga
la aludida Ley N.º 28665, que a su vez derogó el Decreto Ley N.º 23201], nueva ley que,
sin embargo, ii) no sólo vulnera la autoridad de cosa juzgada establecida en el artículo
139º inciso 2) de la Constitución, en lo que se refiere a las sentencias del Tribunal
Constitucional, constituyendo un abierto desacato a tales pronunciamientos, sino que
supone, iii) además, una situación de rebeldía legislativa, dado que el Congreso
incumple su deber constitucional de legislar sobre una materia respecto de la cual este
Colegiado ya se ha pronunciado, haciendo caso omiso a lo antes decidido, situación
que sin lugar a dudas iv) pone en riesgo los derechos fundamentales judiciales de
aquellos miembros de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional del Perú que puedan ser
sometidos a la jurisdicción militar… 8. Por ello, teniendo en cuenta lo antes
expuesto… el Tribunal Constitucional estima que debe inaplicarse la Ley N.º 29182, que
es la ley que actualmente regula la composición de los órganos jurisdiccionales militares
policiales, pues en el análisis del caso concreto se produce una situación que es lesiva
de un derecho fundamental –iniciada con el derogado Decreto Ley N.º 23201,
continuada por las Leyes N.ºs 28665 y 28934 y actualmente por la mencionada Ley N.º
29182–, que en esencia es el derecho a un juez independiente e imparcial. En efecto,
no obstante lo establecido por el Tribunal Constitucional, la Ley N.º 29182 dispuso la
continuación del funcionamiento de los órganos jurisdiccionales penales militares que
este Colegiado estimó como inconstitucionales…”

Posteriormente en febrero de este año 2009, el Tribunal Constitucional volvió a


pronunciarse sobre este mismo tema, esta vez reiterando la inconstitucionalidad de los
fiscales militares policiales que no formen parte del Ministerio Público, en el caso “Rojas
García” (Exp. 05567-2007-PHC/TC):

“6. En ese sentido se advierte que no es posible que exista otro órgano con las mismas
atribuciones y potestades conferidas al Ministerio Público, dado que es la propia
Constitución quien le atribuye dichas competencias de manera exclusiva. De allí que la
presencia de fiscales militares dentro de un proceso penal realizado en el Fuero militar
(en el caso de que dichos funcionarios hayan sido seleccionados y nombrados sin
intervención alguna del Ministerio Público) conlleve que el mismo se torne en irregular,
lo que supone también que se vulneren los derechos fundamentales de los justiciables.”

4. En consecuencia, de ventilarse el presente y grave caso de espionaje ante la


justicia militar policial, este proceso no contaría con la garantía de juez o tribunal
“independiente e imparcial” que el propio Tribunal Constitucional ha exigido a este fuero
privativo desde el año 2004 hasta la fecha. Eso explica por qué desde un inicio tanto las
autoridades civiles como militares pusieron este caso a disposición del Ministerio
Público y del Poder Judicial sin reparo alguno y que inclusive, la Cancillería peruana
haya anunciado que ha pedido a la Fiscal de la Nación copia del expediente respectivo
para ser entregado a las autoridades chilenas para que, posteriormente, nos den las
explicaciones que corresponden.

5. Esta exigencia de la garantía de juez o tribunal “independiente e imparcial” a la


justicia militar policial no es una exquisitez jurídica sino que tiene consecuencias
prácticas fundamentales. Todos los peruanos y peruanas queremos y necesitamos
saber hasta dónde ramifica sus tentáculos esta supuesta “red de espionaje” de la que el
propio Gobierno peruano ha hablado y de la que al parecer algunos jefes militares de la
FAP ya tenían conocimiento desde hace algunos años según información periodística.

¿Sólo involucra a suboficiales de la FAP o también a altos oficiales FAP? ¿Sólo


involucra a miembros de la FAP o de otras instituciones militares, gubernamentales o de
fuerzas armadas de Chile como ya se ha señalado también? ¿Un oficial en actividad de
la FAP que ahora cumple funciones de fiscal, juez o vocal militar, otorga las garantías
de independencia e imparcialidad para, eventualmente, investigar y sancionar a sus
compañeros de armas o hasta a sus superiores? Creemos que no y, por ende, en este
caso el país merece que las autoridades fiscales y judiciales civiles peruanas otorguen
la máxima garantía de independencia e imparcialidad de que se llegará al fondo del
asunto caiga quien caiga en Perú o en Chile.

6. Sobre la supuesta mayor celeridad procesal que ofrece la justicia militar en


comparación con la justicia común, ello puede resolverse si es que la Fiscal de la
Nación y el Presidente del Poder Judicial designan a fiscales y jueces ad hoc
respectivamente, dedicados a exclusividad a investigar y juzgar este caso. La Sala
especial que juzgó al ex Presidente Alberto Fujimori es una clara muestra que cuando el
Poder Judicial se lo propone, puede impartir justicia con firmeza y en plazos razonables.

Rebelión militar policial


Una rebelión militar es una insurrección en la que participan militares que se
manifiestan debido a un descontento con el contexto social y político. No supone la
toma del poder político del Estado o gobierno, conspiración previa ni uso de las
armas, como si son características de un golpe de Estado.
Sedición

Seguidamente realizaremos un recuento histórico:

Lima, 5 de febrero de 1975: huelga policial, manifestaciones y saqueos.- A mediodía


del 31 de diciembre de 1974 el Presidente General EP Juan Velasco Alvarado, como
era costumbre, salió por una puerta lateral de Palacio de Gobierno. Ese día se había
dado la orden que no se permitiera que los periodistas se acercaran a la comitiva
presidencial, ya que el presidente no quería declarar. La orden fue desatendida por
un guardia civil que se encontraba de servicio en palacio y, por ende, el automóvil
presidencial interceptado por los periodistas. Al observar esta situación, el Jefe de la
Casa Militar, General EP Enrique Ibáñez Burga, montó en cólera, maltrató
verbalmente y le aplico una bofetada al policía responsable, ordenando además su
detención y el retiro inmediato de todo el personal policial a la 22 Comandancia.

Momentos después, en dicha comandancia, el personal subalterno que debería salir


de servicio en el turno de la una de la tarde se negó a hacerlo aduciendo como
inaceptables tanto las ofensas como la agresión física recibida. Estalló de esta
manera un conato de huelga que fue resuelto con la intervención por el general de la
Guardia Civil Ernesto Olivares Montano, quien ordeno la libertad inmediata del policía
detenido y expreso la solidaridad institucional con el personal maltratado. Luego de
este episodio y durante todo el mes de enero de 1975 circularon en las comisarías de
Lima volantes anónimos convocando a paros de protesta que no se llevaron a cabo
en las fechas anunciadas.

El lunes 3 de febrero de 1975 Lima amaneció sin custodia policial. El personal


subalterno de la Guardia Civil no salió a cubrir su cotidiano servicio, se declaró en
huelga y se acantonó en el Cuartel de Radio Patrulla, que queda aun en el distrito de
La Victoria. La plataforma reivindicativa de los policías huelguistas incluía entre otros
a) el desagravio a la guardia civil por el ultraje sufrido por uno de sus miembros por
parte de oficial del ejército; b) aumento mensual de 2,000 soles; c) que la mutual del
personal subalterno sea administrado por ellos mismos previa auditoria; d) la
modificación de los reglamentos (militares) y e) la reorganización de la guardia civil.
Al día siguiente, el 4 de febrero, el gobierno militar traslada la solución del conflicto al
Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, al fracasar las gestiones del Ministro del
Interior General EP Pedro Richter Prada de que los huelguistas depongan su medida
de fuerza. EL Comando Conjunto, entonces, calificó la huelga como sedición policial y
ordenó a la II Región Militar deberla por la fuerza.

La madrugada del 5 de febrero el desalojo de los policías que se encontraban en el


local de Radio Patrulla se produce. La Victoria, populoso distrito de Lima donde se
ubica el Cuartel de Radio Patrulla es testigo de cómo tanques y tropas del ejército
toman por la fuerza el cuartel deteniendo a decenas de sus ocupantes.
Inmediatamente después piquetes de activistas, entre los que destacan universitarios
apristas del ARE y universitarios del maoísta Bandera Roja, realizan manifestaciones
relámpago en señal de protesta por la actitud represiva del gobierno militar y en
solidaridad con los huelguistas. Horas más tarde la ciudad presenció asombrada
cómo ante la falta de resguardo policial, multitudes descontroladas producían
incendios, saqueaban establecimientos comerciales del centro de la ciudad, atacaban
diarios y locales de instituciones públicas, en fin, como en medio de una situación
generalizada de agitación social se efectuaban los más vandálicos actos que la
capital del Perú recuerde.

Esto fue posible porque cotidiana rutina de Lima y el funcionamiento de sus


instituciones se paralizó y el orden social pareció haber desaparecido. A medio día el
comando conjunto de la Fuerza Armada rompe el inmovilismo gubernamental, declara
el estado de emergencia el territorio nacional y ordena reprimir la asonada. Los
tanques y tropas salen nuevamente a las calles, está vez en un número
considerablemente superior. En la noche el ejército controla la situación y el toque de
queda es impuesto. Según fuentes oficiales 86 personas murieron, 155 resultaron
heridas, y fueron 1012 detenidas. 162 establecimientos comerciales fueron
saqueados y varios edificios públicos destruidos.

¿Qué sucedió ese 5 de febrero de 1975? En las siguientes líneas proponemos una
interpretación sociológica de estos acontecimientos, contando con información
empírica sobre el perfil de las multitudes en acción y el tipo de establecimientos
atacados.

Los sucesos del 5 de febrero constituyen una crisis urbana con diversas y significativa
acciones de masas. La crisis se origina en una fisura ocurrida al interior del bloque
militar que detentaba el poder y que crea las condiciones para la expresión violenta y
masiva de contradicciones sociales e institucionales de diversa índole. De esta
manera se generaliza la crisis y se paraliza por algunas horas el sistema político y el
orden social en las calles de Lima. La generalización solo es posible por la
convergencia y encadenamiento de varios procesos: huelga policial, manifestaciones
políticas de protesta, y actos de vandalismo y saqueo.
La represión a la huelga policial hace que una reivindicación económica sectorial del
personal subalterno pase a transformarse en un enfrentamiento institucional entre la
policía y las fuerzas armadas. Este enfrentamiento ocurre en el corazón de las
instituciones coercitivas del estado de un gobierno militar, y es allí donde convergen
las manifestaciones políticas de solidaridad con los huelguistas y de protesta contra la
represión militar y sus símbolos e instituciones. Estas
manifestaciones no respondieron a alguna estrategia insurreccional sino a
“politizar” y buscar precipitar algún desenlace en las contradicciones internas del
gobierno. Junto a esto estallaronacciones de saqueo de multitudes con aspiraciones
igualitaristas de consumo y que aprovecharon la ausencia del orden público para
acceder violentamente a estos productos de consumo.
Finalmente, es indudable que los sucesos del 5 de febrero tuvieron un impacto
político significativo ya que abrieron la coyuntura de crisis del liderazgo del General
Velasco dentro de las Fuerzas Armadas y que concluyo con su relevo seis meses
después por acción del General Francisco Morales Bermúdez y con el inicio de la
segunda fase del gobierno militar. Este impacto fue producido por la fisura producida
al interior del bloque militar en el poder que atentaba contra la propia cohesión
institucional de las Fuerzas Armadas. El reemplazo de Velasco busco precisamente
recuperar esa cohesión y darle un lugar en el gobierno a las fuerzas policiales.

Motín

A modo de Ejemplo:
Esta crónica del motín policial de junio de 2012 en Bolivia, redactada con base en
fuentes periodísticas, es un ejemplo de cómo la estructura institucional y el accionar
de la policía boliviana se ajusta a la descripción del modelo descrito en el punto 2 de
este artículo. El resultado del motín policial puede considerarse pobre en términos
económicos, por cuanto el incremento salarial no fue alto (100 bolivianos o 14 dólares
americanos) y el salario de los policías sigue por debajo del equivalente en las
Fuerzas Armadas; sin embargo, para la organización policial el mayor logro de la
protesta fuela suspensión de la aplicación de la ley 101 de Régimen disciplinario que
llevó los procesos disciplinarios contra los policías a fojas cero; determinó la
recepción de denuncias de nuevos casos pero no el inicio de los procesos legales
hasta que se sancione una nueva normativa o se mejore la existente; y finalmente,
durante los hechos violentos los efectivos policiales quemaron y desaparecieron
todos los archivos de procesos existentes en las oficinas del Tribunal Disciplinario
Policial.Las demandas policiales desnudaron una vez más una situación laboral
deprimida en comparación con otros estamentos laborales nacionales. Más allá de
que esta realidad explique buena parte de las deficiencias en la organización,
también hay problemáticas estructurales que perviven ante la ausencia de voluntad
política en la organización y el gobierno nacional de llevar a cabo procesos de
reforma que logren una policía de calidad que responda efectivamente a las
problemáticas de seguridad de la sociedad boliviana. Primero, el rasgo institucional
más fuerte sigue siendo la dependencia y subordinación a los objetivos cortoplacistas
y coyunturales de la política, relegando objetivos institucionales a los beneficios
corporativos jerárquicos. Los niveles jerárquicos en la Policía Boliviana siempre están
alineados con el oficialismo de turno, que además de permitirles y otorgarles
ascensos y promociones, les permite acceder y controlar los mecanismos de ejercicio
del poder derivado del uso de la fuerza pública, y con ella la administración temporal
de los instrumentos de la prebenda y la corrupción.
En consecuencia, los objetivos de la cúpula jerárquica de la organización policial
parecen ser diametralmente distintos a los de la base, que sigue relegada, mal
retribuida y expuesta a sanciones judiciales originadas en errores políticos ajenos a la
organización. El motín contra el gobierno del presidente Evo Morales no es el primero
ni tiene objetivos diferentes a los que se sucedieron en 2000 en el gobierno de Hugo
Banzer o el de febrero de 2003, que originó las bases políticas del acortamiento del
mandato presidencial de Gonzalo Sánchez de Lozada. Simplemente, cuando se
suceden coyunturas en las que los policías ven amenazados su statu quo, sus
beneficios, rentas, prebendas y demás prerrogativas, se inician procesos de
deliberación y protesta que utilizan coercitivamente, en contra del gobierno y la
ciudadanía, los beneficios derivados de la legitimidad del uso de la fuerza pública y la
eliminación de la prestación de los servicios de seguridad ciudadana. Segundo, el uso
de la fuerza y la violencia como recurso para la defensa de los intereses corporativos
es una característica del accionar de la Policía Nacional, característica que se ha
convertido en el formato común de la protesta social boliviana como método efectivo
para obtener respuesta del aparato gubernamental, ante la inoperancia de los
canales de relación entre el estado y sociedad en democracia.La cultura política
boliviana tiene como sus rasgos estructurales una muy baja tolerancia, muy bajos
niveles de confianza entre sus ciudadanos y una muy baja percepción de la utilidad
de los mecanismos de diálogo democrático como forma de resolución de conflictos.
Estas características, presentes en todos los conflictos sociales, se amplifican en
organizaciones como la Policía y las Fuerzas Armadas, que tienen al uso de la fuerza
como parte de sus atribuciones.Tercero, la cultura organizacional burocrática y de
trabajo informal de la Policía Nacional, proclive a la corrupción como forma paralela
de generación de ingresos y al control del “desorden” de la información como factor
de poder, se ha visto disminuida desde 2011. Esta situación ha llevado a buscar
compensaciones, no solo por la vía directa de los salarios y otros bonos (vía motín
policial), sino de la participación directa de efectivos policiales en estructuras
criminales o la creación de estructuras criminales propias (por ejemplo, narcotráfico,
extorsión, secuestro, robo, entre otros delitos), aprovechando, como se vio en el
resultado del motín policial, la impunidad lograda con la suspensión de la ley 101, de
Régimen disciplinario.Cuarto, una vez más se ve cómo la estructura atomizada de la
Policía Nacional es un instrumento de discriminación y castigo, porque
independientemente del acuerdo firmado y del actuar gubernamental, con muchos
meses de anticipación empezaron los cambios de destino, que afectan a muchos
oficiales de los que participaron en el motín. Lo que pone de presente, una vez más,
que los objetivos gubernamentales, instrumentalizados por una jerarquía policial
subordinada, terminan generando efectos perversos en la base de la organización.
Finalmente, el incumplimiento del acta de acuerdo por parte del gobierno generó una
nueva protesta de las esposas de los policías, quienes empezaron una huelga de
hambre. La posible evolución del malestar por los cambios de destino y por el inicio
de represalias legales por parte del fiscal General.
Infidencia

Ejemplo:
Ya se había sugerido abrir este tema en FMP. Las circunstancias lo ameritan. Se abre
este tema para tratarlo con objetividad y sin lineamientos políticos. A lo largo de la
historia del Perú se han dado una serie de traiciones que han atentado no solo con la
soberanía nacional. La dignidad del Perú también ha sido tocada.
Hechos poco conocidos como la traición del Coronel Vento después de la Victoria de
Sangrar. Hasta la Guerra con Colombia. Donde nuestros valerosos hombres se
coronaban con la victoria mientras nuestros diplomáticos y políticos entregaban
Leticia. Ariza es un claro ejemplo de Traición que debió ser sancionado con Cadena
Perpetua.
Durante la extradición de Fujimori se hablo de la entrega de material clasificado a
Chile. Giampietri,ex-vicepresidente del Perú a dado un nombre. El caso debe
actualizarse y ejecutarse inmediatamente penando a los implicados con el castigo
máximo.

Lima Martes, 01 de noviembre del 2,011


Se Entregaron Secretos Militares A Chile: Reveló decretos con información de armas
so pretexto de extraditar a Fujimori.
Luis Giampietri: Chehade entregó secretos militares a Chile y traicionó a la Patria
César Rojas. Además de sus reuniones con altos generales de la Policía Nacional
para supuestamente traficar influencias, y con funcionarios del Ministerio de
Transportes a fin de “recomendar” otorgar licitaciones a determinadas empresas
extranjeras, el segundo vicepresidente Omar Chehade también reveló secretos de
Defensa Nacional a autoridades de Chile, poniendo en peligro nuestra soberanía.
Así lo reveló el almirante Luis Giampietri, en el sentido de que, cuando Chehade
Moya era procurador del Estado en el proceso de extradición de Alberto Fujimori,
envió un expediente adicional, para sumar nuevos cargos contra el exmandatario.
“Se envió a la Corte Suprema de Chile el texto íntegro de todos los decretos de
urgencia sobre compras, reparación y mantenimiento de armamento. Estos decretos
eran secretos, porque contenían información clave para determinar el poder de
nuestra flota”, indicó a LA RAZÓN.
Cabe recordar que esto ocurrió en el año 2007, y mereció una denuncia ante el
Ministerio Público de parte del abogado Mario Cavagnaro Basile por la presunta
comisión del delito contra el Estado y la Defensa Nacional en su modalidad de
revelación de secretos nacionales que sanciona el artículo 330 del Código Penal,
teniendo al Estado como agraviado.
“Esta situación es totalmente irregular, porque significaría un acto de traición a la
Patria, brindarle a una nación extranjera con la que hemos tenido continuos
problemas de soberanía, e incluso con la cual ahora estamos en litigio ante la Corte
de La Haya”, sostuvo Giampietri. Explicó que esta información no tenía nada que ver
con el juicio al expresidente Fujimori, tal y como se comprobó cuando la justicia
chilena rechazó los nuevos cargos de corrupción con fondos públicos por el gasto en
equipos militares.
“Sin embargo, toda la información secreta y estratégica se quedó en manos chilenas,
y como los jueces se deben a su país, es más que probable que compartieron lo que
envió Chehade con su Poder Ejecutivo”, añadió el almirante en retiro.
Por su parte, el ex comandante general de las Fuerzas Armadas, Jorge Montoya, dijo
que era innecesario entregar el cuadernillo con información secreta de nuestro
armamento a Chile, y que el Ministerio Público debería aclarar en qué quedaron las
investigaciones luego de la denuncia hecha por Cavagnaro.

Colaboración con organización ilegal

El estudio del crimen organizado es un tema recurrente en las últimas décadas, debido
principalmente a la proliferación de estos grupos y a la necesidad de conocerlos y
tratarlos desde punto de vista jurídico. Sin embargo, este estudio no ha estado libre de
obstáculos ya que, por ejemplo, a pesar del uso común de la palabra “crimen
organizado” y de la frecuencia con la que las fuerzas y cuerpos de seguridad de estado
se enfrentan a este tipo de criminalidad, los académicos no han sido capaces de
ponerse de acuerdo -al menos hasta épocas recientes- en la definición y
conceptualización de este fenómeno. De hecho, algunos autores debaten actualmente
sobre si el crimen organizado debe ser contextualizado y separado del resto de
crímenes al no presentar características y condiciones que lo hagan específico. Las
definiciones de crimen organizado ha sido numerosas pero vagas, así Albanese nos
indica que el Departamento de Justicia de los Estados Unidos no cuenta con una
definición clara sobre qué es crimen organizado, a pesar de que en este país se han
desarrollado y evolucionado los principales y más conocidos grupos de crimen
organizado. Un primer elemento problemático en la definición es utilizar el adjetivo de
“organizado” como calificativo diferenciador de este tipo de criminalidad. En cierta
forma, todo crimen tiene cierto grado de organización con lo cual, establecer los límites
entre el crimen organizado y desorganizado resulta muy complicado. No obstante, aquí
la palabra “organizado” no se usa tanto en su relación con el “orden” y con la tarea de
colocar cada cosa en su lugar siguiendo unas reglas establecidas sino más bien en su
relación con la necesidad de coordinar personas y medios adecuados para lograr algún
fin. Así podemos llegar a una característica de crimen organizado que sí puede
considerarse específica, la de reunión de un grupo de personas. Por tanto, hablamos de
crimen organizado cuando en esa organización participan y colaboran más de una
persona. Este grupo de personas se organizan en la comisión de delitos estableciendo
una continuidad temporal. Su objetivo y deseo es perdurar en el tiempo. Aunque
hablaremos de ello más adelante, el grupo organizado tiene una motivación basada en
la obtención de beneficios, de tal manera que su existencia tiene justificación y futuro en
la medida en la que sea rentable para sus miembros. Para la obtención de ese beneficio
la organización opera de forma racional y con mayor o menor grado de complejidad y
planificación, de tal manera que detrás de cada operación llevada a cabo por el grupo
hay una premeditación y una planeación. Los instrumentos para operar por la
organización son dispares en función del tipo de criminalidad a la que se dediquen. No
obstante, todas parecen tener en la violencia y la amenaza unas herramientas básicas
para el desarrollo y la consecución de sus fines. Como veremos más adelante, la
violencia puede perseguir distintos fines. En relación con lo anterior, otro instrumento de
“trabajo” propio de las organizaciones delictivas se basa en actividades de corrupción
de las estructuras legales. La supervivencia de la organización se consigue estando
alejada de las autoridades policiales y judiciales y creando una apariencia de legalidad
en sus actividades y resultados. Para conseguir esto es necesaria cierta connivencia de
instituciones legales o de algunos de sus miembros que presten colaboración e
inmunidad a la organización a cambio principalmente de dinero. En resumen, el
consenso entre los autores que han tratado de definir el crimen organizados establecen
las siguientes características como distintivas:

• Organización de forma continuada.

• Organización que opera racionalmente en pro de beneficios.

• Uso de la fuerza y/o amenaza.

• Necesidad de corrupción para mantener la inmunidad ante la ley.

Estas características son recogidas por la ONU en su artículo 2º de la Convención


contra el Crimen Organizado Transnacional y sus Protocolos definiendo: a) Por “grupo
delictivo organizado” se entenderá un grupo estructurado de tres o más personas que
exista durante cierto tiempo y que actúe concertadamente con el propósito de cometer
uno o más delitos graves o delitos tipificados con arreglo a la presente Convención con
miras a obtener, directa o indirectamente, un beneficio económico u otro beneficio de
orden material; b) Por “delito grave” se entenderá la conducta que constituya un delito
punible con una privación de libertad máxima de al menos cuatro años o con una pena
más grave; c) Por “grupo estructurado” se entenderá un grupo no formado fortuitamente
para la comisión inmediata de un delito y en el que no necesariamente se haya
asignado a sus miembros funciones formalmente definidas ni haya continuidad en la
condición de miembro o exista una estructura desarrollada (ONU 2004).

Falsa alarma

A manera de ejemplo: El ministro de Defensa, Jakke Valakivi Álvarez, llegó ayer a


Iquitos (Loreto) para informarse sobre las pesquisas iniciadas en torno a la
sustracción de 18 fusiles Galil de los almacenes del Batallón de Material de Guerra N°
115. Tras reunirse por varias horas con el jefe de la Región Policial de Loreto, general
PNP Jorge Pérez Flores, Valakivi confirmó que su presencia se debía a este caso,
pero evitó dar detalles al respecto. Luego de la cita con el mando policial, el titular del
sector Defensa recorrió las instalaciones castrenses de donde desapareció el
armamento. El robo de los 18 fusiles de fabricación israelí se habría perpetrado
semanas atrás, pero el personal a cargo de la base recién se dio cuenta el último
sábado durante un inventario. Según conoció El Comercio, las indagaciones
reservadas apuntarían a que los fusiles fueron vendidos a una red vinculada al
narcotráfico. Esta organización operaría en el Trapecio Amazónico, la triple frontera
entre Brasil, Colombia y el Perú.

El suboficial EP Adrián Tello Huamán está bajo investigación al ser el responsable de


custodiar los almacenes, informó el Departamento de Investigación Criminal de la
PNP, a cargo del caso. La mañana del último domingo, el personal de esa
dependencia policial llegó hasta una casa ubicada en el kilómetro 12,5 de la carretera
Iquitos-Nauta, por información de que las armas estaban escondidas en un inmueble
de la zona. Sin embargo, al registrar la vivienda no se halló nada.

Derrotismo

Como su mismo nombre indica, este delito sólo puede cometerse en tiempo de guerra,
definido en el artículo 14 del Código Punitivo Castrense como el periodo de tiempo que
comienza con la declaración formal de guerra, al ser decretada la movilización para una
guerra inminente o con la ruptura generalizada de las hostilidades con potencia
extranjera, y termina en el momento en que cesan éstas.

El derrotismo es, según el Diccionario de la Lengua Española, tendencia a propagar el


desaliento en el propio país con noticias o ideas pesimistas acerca de del resultado de
una guerra.

El sujeto activo del delito previsto en el artículo 64 del Código Penal Militar puede ser
cualquier persona, militar o no, aunque si el culpable perteneciese a las Fuerzas
Armadas se impondrá la pena señalada en su mitad superior.

El delito de derrotismo se caracteriza por contener un elemento subjetivo de injusto,


consistente en el fin de desacreditar la intervención de España en una guerra
(declarada o generalizada) en la que tome parte. Esta finalidad distingue
esta infracción del delito de traición previsto en el núm. 8 del artículo 49 (propalar o
difundir noticias desmoralizadoras o realizar cualesquiera otros actos derrotistas, con
la intención manifiesta de favorecer al enemigo).

La conducta típica castigada en el artículo 64 del Código Penal Militar tiene dos
modalidades. La primera consiste en realizar públicamente actos contra
la intervención de España en una guerra o contra las Fuerzas Armadas españolas.
La segunda está integrada por la conducta de quien divulgare noticias o informaciones
falsas con el fin de debilitar la moral de la población o de provocar la deslealtad o falta
de espíritu entre los militares españoles.

Ambas acciones son castigadas con la pena de seis meses a seis años de prisión o con
la de confinamiento o destierro.

La finalidad de desacreditar la intervención de España en una guerra en que tome parte,


debilitar la moral de la población o provocar la deslealtad o falta de espíritu entre los
militares españoles distingue el derrotismo bélico de los delitos de información militar
falsa (art. 115) o de cobardía del artículo 109 (actos demostrativos de cobardía
susceptibles de infundir pánico o producir grave desorden en la propia fuerza).

Finalmente, el último párrafo del artículo 64 establece que la defensa de soluciones


pacíficas a los conflictos no será considerada derrotismo bélico, a los efectos del
delito previsto en el Código Penal Militar.

Conspiración del personal militar policial

El presidente ecuatoriano Rafael Correa expresó su temor de que militares, vinculados


con un grupo opositor, estén involucrados en una supuesta “conspiración” para
desestabilizar a su Gobierno.

Correa, en declaraciones a la agencia pública de noticias Andes, señaló que esos


militares estarían, según él, vinculados al ex presidente Lucio Gutiérrez, ex coronel del
Ejército y cabeza visible de la oposición.

“Hay una conspiración para desestabilizar al Gobierno, en la que están involucrados


ciertos elementos de las Fuerzas Armadas, vinculados a los Gutiérrez”, los militantes del
Partido Sociedad Patriótica (PSP), que lidera el ex coronel opositor, afirmó Correa.

El mandatario dijo que conoce que en varios cuarteles han circulado correos
electrónicos en los que se afirman que el Gobierno eliminaría el Instituto de Seguridad
Social de las Fuerzas Armadas (ISSFA) y la Escuela Politécnica del Ejército (ESPE).

Sistemática maniobra

“Eso es mentira” y forma parte de la trama de confabulación que, supuestamente,


adelanta la oposición, añadió Correa quien, no obstante, presagió que ese tipo de
movimientos no tendrán éxito, porque se toparán con el apoyo popular a su gestión.
Será la población la que decida “si quiere volver al pasado o prefiere mirar hacia al
futuro”, añadió el jefe de Estado, tras apostillar que, como el suyo, “no hay Gobierno
que se haya legitimado tanto en las urnas y que se haya expuesto tantas veces al
escrutinio ciudadano”.

Se refirió a la serie de triunfos electorales que ha logrado en los últimos cuatro años,
que incluyen dos comicios presidenciales y un referendo constitucional, así como al
apoyo popular de casi el 60 por ciento que le asignan varias encuestas.

Por otra parte, Correa aseguró que este enero será difícil para su Gobierno, por la serie
de movilizaciones anunciadas por organizaciones como las sindicales e indígenas, así
como la “arremetida” de medios de comunicación, que se oponen a una nueva ley que
regula ese sector.

“Desde el primer día (del Gobierno, en enero de 2007), nosotros hemos tenido, no
oposición, porque eso tiene otro concepto; hemos tenido obstrucción, conspiración y
desestabilización”, señaló el gobernante, que se declara como un humanista de
izquierdas. Correa aseguró que ha podido sortear la supuesta obstrucción de la
oposición con base en el apoyo popular.

Mandato. El presidente Rafael Correa asumió la presidencia de Ecuador el 2007 para


un período de cuatro años, pero en elecciones adelantadas en el 2009 ganó esos
comicios para un mandato que lo mantendrá en el poder hasta el 2013.

involucra. En su denuncia, Correa hizo una referencia al ex presidente Lucio Gutiérrez,


ex coronel del ejército, y a su hermano Gilmar Gutiérrez, quien fue capitán del ejército y
ahora ocupa un curul en la Asamblea Nacional.

Fustiga protesta de los indígenas

Correa también admitió que su movimiento, Alianza País, no ha logrado fortalecerse


como organización, pese al gran apoyo popular al proyecto del Gobierno.

“Esa es la gran crítica que siempre hago a nuestros militantes. Somos el triple, pero no
estamos organizados”, dijo el gobernante y recalcó que uno de los objetivos de su
movimiento es mejorar su organización y robustecer el apoyo ciudadano.

Acerca de las protestas, para enero, de la organización indígena, la más importante del
país y antigua aliada de su Gobierno, Correa dijo que a ese colectivo “le falta una visión
enorme y siempre se presta para los juegos de la derecha”. Los indígenas, según
Correa, “protestan sin argumentos, creen que así van a llegar a (concretar) proyectos
como en Bolivia”.

Infidencia

El caso de banda que ’lavó’ dinero sucio. Procuradora del Ministerio del Interior, Sonia
Medina, denuncia que Óscar Rodríguez (a) ‘Turbo’ fue alertado de operativo secreto.
Doce cómplices fueron detenidos en Lima, Piura, Tumbes y Ayacucho.
DIRANDRO. (Arriba) La Policía ejecutó una operación que permitió desbaratar una
banda dedicada al lavado de dinero sucio. (Abajo izq.) Óscar Rodríguez o Édgar
Zárate es intensamente buscado. Al lado, procuradora Sonia Medina.

El CASO DE BANDA QUE ’LAVÓ’ DINERO SUCIO • Procuradora del Ministerio del
Interior, Sonia Medina, denuncia que Óscar Rodríguez (a) ‘Turbo’ fue alertado de
operativo secreto.
• Doce cómplices fueron detenidos en Lima, Piura, Tumbes y Ayacucho.
La procuradora antidrogas del Ministerio del Interior, Sonia Medina, denunció que una
infidencia policial permitió fugar al narcotraficante Óscar Rodríguez Gómez o Édgar
Zárate Condori ‘Turbo’, cabecilla de una organización criminal que se dedicaba al
lavado de dinero.

"El operativo –dijo– era reservado pero de alguna manera se filtró, incluso al
periodismo, obstaculizando las intervenciones posteriores", indicó mortificada.

"A eso le llamo actos de corrupción", insistió.

El coronel Óscar Urbina, jefe de la División de Investigación Financiera de la


Dirandro, anunció que por disposición del comando se iniciarán indagaciones internas a
fin de establecer si malos agentes alertaron al narcotraficante. "Nos encontramos
abocados en su búsqueda, es un delincuente con mucha experiencia que se ha
desplazado normalmente por el valle del río Apurímac-Ene", dijo el oficial.

Explicó que Óscar Rodríguez creó las empresas Transtur, Edzacom


SAC, InversionesTurísticas Wari, Ecuaperú, así como hoteles y almacenes con el dinero
que obtenía traficando cocaína a los cárteles colombianos, vía Ecuador. También
adquirió 40 inmuebles y 15 camionetas de lujo. El valor de lo incautado, entre inmuebles
y vehículos, asciende a unos US$ 6 millones.

En total se detuvo a 12 personas. Los capturados en Lima son: Demetrio Mezares


Altamirano, David Dipaz Anyosa, Antonio Chipana Santi, Gladys Ventura Rodríguez,
Fulgencio Matos Velásquez, Benedicto Mezares Altamirano, Juan Alarcón Montes y
Olga Velarde Quispe.

En Tumbes cayeron Cirilo Ramos Rodríguez, primo hermano de la esposa de ‘Turbo’, y


Rocío Huertas Regalado, en tanto que en Piura fue arrestado Máximo Pozo Pillaca.

Igual suerte corrió en Ayacucho Luis Pizarro Crisóstomo. El cabecilla de la banda le


entregó dinero para que constituyera un hotel y adquiriera vehículos de carga.

Ultraje a los símbolos nacionales, militares o policiales

Caso en la población civil: El Gobierno pedirá hasta cuatro años de cárcel para una
bailarina que posó desnuda montada en un caballo sobre la bandera de Perú, un
hecho que escandalizó al país a pocos días de la celebración de las Fiestas Patrias.

El ministro de Defensa, Antero Flores, dijo el miércoles que presentara una denuncia
penal contra la bailarina conocida como Leysi Suárez, por "ultrajar" a los símbolos
patrios tras aparecer desnuda en la portada de una revista de espectáculos sólo con
un sombrero y sobre la bandera roja y blanca de Perú.
"Es una acción irrespetuosa y un vejamen a los símbolos patrios, que no pueden
quedar impunes, y que ha generado la indignación de la colectividad que siente, sobre
todo en estos días patrios, lo que significa el Perú y sus símbolos", afirmó un
comunicado del Ministerio de Defensa.

En una entrevista a la radio local RPP, el ministro Flores dijo que "el vejamen de los
símbolos patrios está tipificado como delito en el Código Penal" con una pena privativa
de la libertad no mayor de cuatro años.

Perú celebrará el 28 de julio 187 años de Independencia, una fecha en la que los
símbolos patrios son exhibidos por ley y homenajeados por las entidades públicas y
privadas del país.

Flores anunció la denuncia penal contra la bailarina en una ceremonia de aniversario


de la Fuerza Aérea, en la que señaló que los ciudadanos y militares de Perú "están
llamados a cumplir con obligaciones y deberes para con la patria y no solo pretender
que se respeten sus derechos".

Pero la bailarina Suárez, también cantante de cumbia del grupo local 'Alma
Bella', parece no arrepentirse y hasta amenazó con nuevas fotos con la bandera
peruana: "No temo una demanda porque no he cometido ningún delito. Amo al Perú y
lo demuestro en cuerpo y alma", refirió Suárez.

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