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Roma empieza a existir como una pequeña comunidad, que forma parte de
una federación de treinta pueblos latinos (o tribus) y, por descontado, no tiene en
sus albores la importancia que pretenden darle los escritores romanos.
En cuanto a las facultades del rey, se comprende bien que, en una pequeña
comunidad agraria, no hubiera todavía una división de funciones, y que, por ello, el
rey fuera tanto sumo sacerdote como juez supremo y, por descontado, ostentaba
el más alto mando militar. Su omnímodo poder constituía el imperium.
La pretura: las Leyes Licinias Séxtias (367 a.C) crean, al lado de los dos
cónsules, como collega minor, la figura del pretor, que observa, por tanto,
respecto de los cónsules, una relación de colegialidad impar. Aunque el
pretor tenía imperium, es decir un poder general que no difería del de los
cónsules, enseguida recibe como misión específica la de administrar justicia
(ius dicere, iurisdictio) y, cuando la expansión de Roma posterior a las
Guerras Púnicas (265 a.C.) hace inevitables las relaciones con los
extranjeros, se crea, el año 242 a.C., el llamado praetor peregrinus, para
dirimir las controversias que se susciten, en la ciudad de Roma, entre
ciudadanos romanos y extranjeros, o entre extranjeros. Ambos pretores, el
urbano –como empieza a llamarse al antiguo pretor– y el peregrino,
conservan así, esferas de competencia perfectamente delimitadas.
Hacia los inicios del s. IV a.C. –a raíz, entre otras, de la conquista de Veyes en
el 396 a.C.– hay una recrudescencia en las luchas entre los dos estamentos,
patricios y plebeyos, pues la expansión romana provocó un cierto aumento de la
movilidad social.
Tan solo los titulares del imperium estaban facultados para convocar al pueblo
y proponer votaciones. El pueblo tampoco entraba en los comicios de manera
indiferenciada, sino que lo hacía por un orden. Según la manera de agruparse del
pueblo, podemos distinguir:
Las XII Tablas era una ley de mediados del siglo V a.C. y constituyó el
fundamento del ius civile. Era, en gran parte, una recopilación de usos y
costumbres aún vigentes. Su importancia se refleja en la consideración como
fuente de todo el derecho público y privado, o como cuerpo de todo el derecho
romano.