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¿Es la belleza algo existente más allá de la conciencia humana? Pregunta Einstein. ¿Y la
verdad? ¿Acaso existe algo más allá de la mente humana que sea verdad? ¿O por el
contrario verdad y falsedad no son sino criterios pasajeros y efímeros? La mayor parte del
diálogo entre estas dos eminentes figuras se llevó a cabo sobre esta noción de verdad. ¿Qué
es la Verdad realmente?
La Verdad, pudiéramos agregar nosotros, es una palabra sin sentido alguno fuera de un
marco que le sirva de referencia. Lo que es verdad dentro de un marco de referencia dado,
puede ser mentira dentro de otro. Cada marco de referencia es lo que llamamos un
paradigma.
El dualismo metodológico
Ante todo, quiero dar las gracias a Francisco Capella e Ismael Rodríguez por el tiempo que
han invertido en leer mi artículo y elaborar con posterioridad una respuesta más o menos
larga. Uno escribe básicamente por dos motivos, por una necesidad interna que en algunos
casos llega a ser absolutamente incontrolable, y por un afán morboso de protagonismo que
busca la confrontación directa y que aspira a provocar opiniones y reacciones en las demás
personas. Gracias a Francisco e Ismael, ambos motivos han quedado plenamente
satisfechos con este artículo. Se lo agradezco sinceramente.
1.1. Lo que no pretendo
En lo relativo al asunto que nos ocupa, no puedo menos que empezar señalando el error
con el que Capella inaugura su crítica a mi artículo, equivocación que sin duda le lleva a
plantear una suposición de partida falsa, lo cual hace que el resto del análisis quede un
tanto menguado, cuando no completamente invalidado. Según él, yo pretendo defender
que en las ciencias sociales “solo vale la lógica y la deducción a partir de unos principios
axiomáticos autoevidentes”. De ese modo, me atribuye un simplismo y una rigidez que
rayan en lo absurdo. Una vez más, creo que Capella es incapaz de entender el dualismo
metodológico que yo reivindico, el cual no dice en ningún momento que solo sirva un
método de estudio, sino que lo que dice es que existen dos métodos esenciales para
entender todas las ciencias, también la sociología. Jamás he apoyado ni apoyaré esa crítica
burda que hacen algunos adeptos a la escuela austriaca, con la que buscan desprestigiar las
matemáticas, aduciendo que no constituyen un lenguaje adecuado para estudiar la
sociedad humana, en ninguna de sus facetas. Asimismo, tampoco creo que la deducción
axiomática sea la única forma de abordar esa misma problemática.
1.2. Lo que sí pretendo
2. Lo accesorio
Tampoco entiendo demasiado la crítica que hace Capella al hecho de que yo diga que la
única justificación de la Escuela Austriaca es la oposición al socialismo. Nada en este mundo
tiene sentido si no existe un contrario con el cual contrastarse y al cual oponerse. El día solo
tiene sentido si existe la noche. Igualmente, la defensa de la libertad solo queda definida
cuando constatamos que existen grupos de personas que quieren oprimirnos. El individuo
solo existe si existe a su vez un entorno que lo niega. No es una cuestión de auto
consistencia interna. Es simple y llanamente una evidencia por oposición. Reto a Capella a
que me ponga un ejemplo que invalide esta afirmación.
El escándalo sokal
El escándalo Sokal se llevó a cabo a finales de 1996, cuando el matemático Alan Sokal
publicó un artículo en broma en una revista de estudios culturales llamada Social Text, en
el que analizaba temas de actualidad física y matemática, además de comentar en tono
irónico las costumbres culturales, filosóficas y políticas que deberían tener los
comentaristas científicos que cuestionan las afirmaciones de la ciencia a la objetividad. El
problema fue que los editores no se dieron cuenta de que este artículo era una farsa.
El engaño del escándalo fue revelado por el mismo Alan Sokal en una publicación en la
revista Lingua Franca, donde explicaba que el artículo decía únicamente tonterías, pero que
había sido aceptado porque sonaba bien y halagaba las preconcepciones ideológicas de los
editores.
Por de pronto, para entender adecuadamente a Spengler, lo primero que hay que hacer es
tomar conciencia del enfoque especial con el cual considera a la Historia. Él mismo lo califica
de “fisiomático”, vale decir: observando las cosas directamente, sin aditamientos
cientificistas. En otros autores, demasiadas veces el verdadero significado de las cosas
termina oscurecido por toda una maraña de “hechos” mecánico-científicos – que son
precisamente los únicos considerados por los “historiadores científicos” carentes de
imaginación y renuentes a considerar cualquier cosa que esté más allá de lo evidentemente
visible.
Las Altas Culturas son organismos “vivientes”. Siendo orgánicas por naturaleza, deben pasar
por los estadios de nacimiento, desarrollo, plenitud, decadencia y muerte. Esta es la
“morfología” de la Historia. Todas las culturas anteriores han pasado por estas diferentes
etapas y la Cultura Occidental simplemente no puede ser una excepción. Más aún: hasta es
posible detectar en cual de esos estadios orgánicos se ubica actualmente.
El punto más alto de una cultura es su fase de plenitud, que es la “fase cultural” por
antonomasia. El comienzo de la declinación y el decaimiento de una cultura está constituido
por el punto de transición entre su fase “cultural” y su fase de “civilización” que le sigue de
modo inevitable.
Con la fase de la civilización viene el gobierno del dinero y sus herramientas gemelas: la
democracia y la prensa. El dinero gobierna al caos y sólo el dinero saca provecho del mismo.
Pero los verdaderos portadores de la cultura – las personas cuyo espíritu todavía se
identifica con el alma de la cultura – sienten repugnancia ante este poder plutocrático y sus
felahs servidores. Consecuentemente, se movilizan para quebrar este poder y tarde o
temprano tienen éxito en su empresa, pero dentro del marco de una sociedad ya
masificada. La dictadura del dinero desaparece, pero la fase de la civilización termina dando
lugar a la siguiente, que es la del cesarismo, en dónde grandes hombres se hacen de un gran
poder, ayudados en esto por el caos emergente del último período de los tiempos
plutocráticos. El surgimiento de los césares marca el regreso de la autoridad y del deber,
del honor y de la estirpe de “sangre”, y el fin de la democracia.
Con esto llegamos a la fase “imperialista” de la civilización, en la cual los césares con sus
bandas de seguidores combaten entre si por el control de la tierra. Las grandes masas o
bien no entienden lo que sucede, o bien no les importa. Las megalópolis se deshabitan
lentamente y las masas poco a poco “regresan a la tierra” para dedicarse a las mismas tareas
agrarias que ocuparon a sus antepasados varios siglos atrás. El frenesí de los
acontecimientos pasa por sobre ellos. Y en ese momento, en medio de todo ese caos, surge
una “segunda religiosidad”; un anhelo a regresar a los antiguos símbolos de la fe de esa
cultura. Las masas, fortificadas de ese modo, adquieren una especie de resignación fatalista
y entierran sus esfuerzos en el suelo del cual emergieron sus antepasados. Contra este telón
de fondo, la cultura y la civilización creada por ella, se desvanecen.
La miseria de historicismo
En La sociedad abierta y sus enemigos, Popper critica a una serie de filosofías sustantivas
de la historia. Popper se propone mostrar la invalidez de estas posturas porque suelen
utilizarse para justificar medidas políticas autoritarias y atacar la libertad humana al
sostener que la historia se dirige por grandes leyes inmanentes.
El plan del trabajo será mostrar en qué consiste el ataque de Popper al historicismo, su
criterio y reglas para la historia. Luego, se mostrará en qué consiste su crítica a Hegel.
Después se verá cómo la misma crítica puede formularse a Kant que propone una filosofía
de la historia semejante en muchos aspectos a la de Hegel pero Popper no lo critica. Por
último, se analizará la consistencia del planteo popperiano.
En efecto, el historicismo no se limita a ser un tipo de filosofía especulativa, sino que sus
resultados tienen implicancias políticas significativas porque suele usarse para justificar
proyectos políticos autoritarios. Al pretender conocer el desarrollo futuro de la humanidad,
una teoría historicista se utiliza para decidir qué medidas y qué proyectos de sociedad
pueden servir al cumplimiento de las tendencias futuras. Entonces, según Popper, estas
teorías historicistas han sido utilizadas una y otra vez para impedir el desarrollo de la
sociedad abierta. Y si tenemos en cuenta que Popper escribió este libro durante la segunda
guerra mundial, se comprende que el objetivo es ejercer una influencia política. De aquí
surge la imperiosa necesidad de destruir al historicismo.
En 1960, el filósofo polaco Adam Schaff publicó en la revista internacional Diógenes Era un
trabajo erudito en el cual se compactaban en reducido número de páginas una cantidad
de problemas. Adam Schaff se proponía la refutación de dos tesis que él juzgaba erró-
neas, a saber, las codificables bajo los conceptos de «presentismo» y de
«perspectivismo». Digo codificables, pues la simple lectura del ensayo de Schaff y de los
autores que él citaba muestra una pluralidad de dimensiones (no solamente
historiográficas sino asimismo filosóficas y epistemológicas) subyacentes a cada concepto.
A causa de esta pluralidad debo proceder aquí a una simplificación.
Si ésta no se hiciese nos perderíamos en un bosque de problemas de diverso orden,
naturaleza y jerarquía, y no podríamos atenernos a lo que debe ser claro, distinto y
fundamental.
La primera tesis que se planteó, se enfoca en la producción de Historia está subordinada a
la política del período en que se produce. Se reescribe sin cesar la Historia a causa de que
se transforman las condiciones (a veces coactivas) sociales, ideológicas, corporativas y
políticas, desde las que se hace descripción, interpretación o análisis histórico. El historiador
pertenece a una estructura social dada, está adherido por adscripción o por achievement a
unos grupos, a los que se debe, y respecto a los cuales reflejado asume los intereses
políticos y sociales, tal como éstos actúan en el presente. La segunda tesis está vinculada
sobre todo al primer historicismo alemán2 y dice en lo sustantivo lo siguiente: a) El objeto
histórico carece de existencia intrínseca: es una construcción intelectual del historiador.
Esta construcción es discrecional e incluso, a veces, arbitraria: él selecciona períodos, datos,
fechas, documentos, ideas, procesos, y los nombra, clasifica y adjetiva con categorías que
forman su instrumental profesional) Esas categorías que él emplea para la construcción del
objeto no son puros instrumentos lógicos o científicos; ellas mismas son históricas, y
además de su función cognitiva conllevan ideas que traducen o reflejan, directa o
indirectamente, la cultura del tiempo y del contexto, son una manifestación de la constante
creatividad humana, y con ella una novación, total o parcial, en horizontes y en perspectiva.