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MÉTODOS CUALITATIVOS
PRIMERA ENTREGA.
TUTOR
IVÁN RODRÍGUEZ.
PRESENTADO POR:
Junio 02 de 2018.
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INTRODUCCIÓN
Colombia es el único país en Latinoamérica que continúa con un conflicto armado y aunque
tiene una de las democracias más antiguas, su situación parece no mejorar; desde hace más de
cuatro décadas las noticias sobre crímenes, narcotráfico, masacres desplazamientos, torturas y
demás, han ido en aumento, esto sumado a que las víctimas no denuncian por miedo a
algo normal, en donde la gran mayoría de víctimas del conflicto han sido, los ciudadanos, los
campesinos, niños, personas civiles que nada tienen que ver con la guerra, pero les ha tocado
Debido a esta situación los diferentes gobernantes que han querido acabar con la violencia
fracasan, porque no hay una política clara de reconciliación de paz y los actores armados
tampoco han puesto su voluntad para negociar de una forma digna y justa para un país que
Es evidente entonces hablar del conflicto y remontarnos hacia la década del siglo XIX, cuando
comienzan a darse una serie de rivalidades entre los partidos tradicionales de esta época,
iniciando así un periodo de violencia en Colombia; en los años 60, con la aparición de la
grupos que iniciaron sus ideales pasando por encima de las leyes que nos rigen como
ciudadanos e iniciando acciones inhumanas contra las personas que pertenecen a su mismo país,
Por otra parte en este conflicto armado que ha vivido Colombia se comienza a visualizar el
posconflicto, es la fase que viene después de la firma definitiva de los acuerdos de paz, se
supone que existirá una recomposición de la sociedad que incluye asuntos como la
pueden tener más garantías para vivir dignamente; cabe decir que estos grupos armados se
etapa cuyo objetivo es preservar la paz, construir o reconstruir todo lo perdido durante esos
años de violencia y velar por el cumplimiento de los acuerdos a los que se llegaron.
Dentro de estos acuerdos encontramos la reparación integral de víctimas del conflicto, donde
incluye una serie de reparaciones materiales, las cuales han llegado a ser mucho más
importantes que destinar un punto específico a nivel psicológico, dar una relevancia clínica y
epidemiológica que tienen todos los trastornos y situaciones derivadas de la violencia, cuyas
consecuencias se presentan a mediano o largo plazo sobre el individuo y sus familias; sin
restarle importancia a los demás acuerdos es necesario tener en cuenta aspectos psiquiátricos y
psicológicos dentro de este proceso de paz, y durante el postconflicto ya que las víctimas se ven
enfrentadas a una serie de emociones como dolor, duelos, perdidas, odio, deseos de venganza.
Es por ello que se quiere lograr que los individuos, familias, comunidades, puedan vivir sin
terror, sin arbitrariedades, que sientan que están en un país que no permite la impunidad, que
puedan transformar ese estado de victimas a ciudadanos con derechos, y que sientan que no
solo su salud física sino también psicológica, es importante para este proceso dentro de los
acuerdos de paz.
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En Colombia se ha vivido el conflicto más largo de la historia, casi seis décadas donde la
población más afectada ha sido la zona rural; teniendo un impacto importante a nivel social y
económico; trayendo consigo la afectación de la población civil por desplazamientos forzados,
inclusión en la guerra de niños y adolescentes y por su puesto la violación a los derechos
humanos; sin olvidar las masacres, desapariciones y secuestros que han llevado al país a
implementar estrategias que permitan transformar el contexto de la guerra en esperanza. Por tal
motivo este proyecto se enfoca en identificar el impacto social y económico que se ha
presentado en nuestro país en los últimos años y plantear una hipótesis que permita decidir
sobre el futuro del país donde se incluya la reintegración social, donde se evidencie la
participación del gobierno, de los sectores públicos y privados en la mitigación del impacto del
posconflicto.
OBJETIVO GENERAL
Identificar el impacto social y económico del posconflicto en Colombia, el cual permita
reconocer la participación de diferentes sectores en la reparación de las víctimas.
OBJETIVOS ESPECIFICOS
Analizar el impacto socioeconómico del posconflicto en las diferentes regiones del país.
Identificar diferentes clases de impacto social en la población civil.
Identificar la participación de los diferentes sectores en la generación de recursos para
minimizar el impacto del posconflicto.
Plantear una hipótesis que permita definir las posibles opciones de minimizar el impacto
del posconflicto.
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MARCO TEÓRICO
En Colombia, el tema del posconflicto no es algo nuevo, dado que no es la primera vez que un
grupo al margen de la ley se desmoviliza, entre los periodos presidenciales de Virgilio Barco y
Cesar Gaviria, se desmovilizaron mediante acuerdos 5 grupos los cuales fueron los siguientes:
M-19, Epl, Quintín Lame, Prt y Crs, gran parte de las personas pertenecientes a estos grupos
decidieron dejar las armas y reincorporarse a la vida civil.
Aunque no todos los procesos son iguales, si contemplan algunos beneficios para estas personas
que toman la decisión de dejar el camino de la criminalidad, pero también implica
responsabilidades que deben cumplir, para ello existen entes encargados de vigilar y controlar
que los acuerdos sean cumplidos por ambas partes, como lo es la ONU.
Por lo anterior, (contagioradio, s.f.) sostiene “Desde hace 18 años, cuando la Oficina se instaló
en el país, el informe ha sido un insumo para sistematizar las violaciones de derechos humanos
y un visor sobre la posición internacional ante la grave situación en materia de DDHH que vive
Colombia. Por consiguiente, vale la pena rescatar tres temas sobre la paz y el posconflicto
abordados en el Informe que fue presentado hace algunos días en Colombia, y que contribuyen
al análisis de este escenario que se acerca:
En primer lugar el fin del conflicto armado y el derecho a la verdad, la justicia y la reparación
de las víctimas.
Segundo, el Estado debe responder a la violencia de grupos post-desmovilización y prevenir la
vinculación de jóvenes a estos grupos.
En tercer lugar, la OACNUDH sostiene que “Alcanzar una paz sostenible requerirá un esfuerzo
sustancial para superar las desigualdades en el acceso a los derechos políticos y económicos y
a los servicios públicos”. (contagioradio, s.f.)
En ese orden de ideas (Cárdenas, 2017), afirma “Lo ideal sería este año se dedicara al
posconflicto y la implementación territorial del acuerdo para que, con la ayuda de la Agencia
de Renovación Territorial, se adelanten programas de desarrollo (Pedts) en la 16 subregiones y
170 municipios que se han priorizado, considerando que son los que han tenido mayores
impactos negativos en el conflicto armado; se ponga en marcha el Programa Nacional Integral
de Sustitución (Pnis) para los cultivos ilícitos, y se avance en el proceso de reincorporación de
los antiguos combatientes, garantizándoles seguridad y reconociéndolos como ciudadanos de
pleno derecho. Igualmente, resulta fundamental que se ponga en marcha el Sistema de Nacional
de Innovación Agropecuaria y el Programa Nacional de Adecuación de Tierras.”
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El reciente proceso de paz llevado a cabo en Colombia, nos lleva a plantear hipótesis sobre el
futuro el país, y tratar de estar preparados para enfrentar los nuevos desafíos, entre ellos,
reintegración social y desarrollo económico.
De acuerdo a estudios económico del Grupo Bancolombia “Encontramos que los hechos
relacionados con el conflicto que mayor incidencia tienen sobre el desempeño de la economía
son el número de homicidios y las extorsiones. Por lo tanto, el crecimiento adicional en el
posconflicto dependerá de la reducción que tengan estos crímenes.
Así, el país, al destinar menos dinero para la guerra, podrá invertir más en desarrollo social
como: educación, salud, agricultura, generando un impacto directo de crecimiento, además, se
aplica una incursión social, porque los reinsertados, podrán desarrollar nuevas habilidades que
les permita ser útil a la sociedad, podrán ser empleados, que contribuyan con el crecimiento del
país, y su propio desarrollo personal.
Se pueden hacer análisis comparando a Colombia con otros países que han pasado por
situaciones similares,
“A finales del año pasado, Planeación Nacional (DNP) presentó un informe en el que comparó
18 países que vivieron procesos de paz similares a Colombia. Según este, la economía daría un
salto entre 1,1 y 1,9 puntos porcentuales, por encima del crecimiento potencial (estimado hoy
en 3,7 por ciento). Así las cosas, el país podría alcanzar tasas de 5,6 por ciento anual. En esa
misma línea está el ex codirector del Banco de la República Juan José Echavarría, quien dirigió
el equipo programático de la campaña de Santos para el segundo periodo. Sostiene que los
réditos del posconflicto sobre el crecimiento serían de 1,8 puntos adicionales.”
Se pueden esperar mejoras en la productividad del país, porque habrán mas empleados, más
inversión, más territorio para producir, territorio que anteriormente pertenecía a grupos ilegales.
Este también es un desafío nivel social, la seguridad también traerá consecuencias positivas:
“La seguridad ciudadana entendida como la posibilidad social de tener una sensación de
confianza, cuando no hay mayores riesgos o daños a la integridad física y psicológica de las
personas. La Comisión Interamericana en su informe sobre seguridad ciudadana y derechos
humanos, recuerda que en “los regímenes democráticos, el concepto de seguridad frente a la
amenaza de situaciones delictivas o violentas, se asocia a la “seguridad ciudadana” y se utiliza
en referencia a la seguridad primordial de las personas y grupos sociales. En esa nueva
concepción la seguridad se puede ver mermada por razones de seguridad.”
Esta seguridad o confianza, fortalecerá relaciones internacionales, facilitará procesos de
mucho más fácil el control d lavado de activos, financiación del terrorismo, dando una cara del
país mucho más confiable y atrayendo empresas internacionales que quieran generar empleo
Un gran desafío para el posconflicto va a ser la necesidad derivada del concepto de paz
territorial de integrar a las regiones más afectadas por la guerra, las más descuidadas y las más
rezagadas. Por ejemplo, para llegar con justicia a los municipios que hoy no tienen acceso a
ella, que pueden ser más de 200, se propone crear un sistema integrado de justicia territorial
(rural) con jueces experimentados, capacidad y recursos para dotar a las regiones que no tienen
instituciones judiciales adecuadas (‘Hay que crear un sistema de justicia rural’, ‘Semana’, 31
de enero del 2016, pág. 27).
Lo mismo sucede con educación, salud, servicios básicos, seguridad ciudadana, infraestructura
y otros bienes públicos, empleo, transporte y medios de producción y de comercialización, entre
otros. No solamente se requiere una adecuación de las instituciones que más o menos funcionan,
sino que habrá que crear nuevas instituciones, nuevas formas de participación, de hacer política
y de vincular a las regiones más pobres o más afectadas por el conflicto como miembros con
plenos derechos de una nación que tradicionalmente las ha confiado, como si fueran colonias
marginales a administradores locales, frecuentemente terratenientes, o que han sido ocupadas
por la guerrilla, paramilitares o bandas criminales.
Son parte de otra Colombia que no está cabalmente incorporada y está mucho menos
desarrollada. Se espera que en el posconflicto se trabaje en esas regiones con la población para
llegar a consensos que lleven a reducir y eventualmente borrar el atraso relativo, e integrarlas
plenamente. Hay que aprovechar la firma de la paz para echarnos encima esta responsabilidad
con el conocimiento de que van a surgir problemas en el desarrollo de esos objetivos, entre las
que se destaca construir un sistema político más democrático y menos corrupto, y crear una
identidad nacional que concuerde con el futuro deseado de mayor justicia social, plena
incorporación de las regiones y dinamismo económico general.
Entre lo más importante y difícil de resolver está la restricción económica. La integración de
las regiones es algo que tenemos que hacer forzosamente y que muy posiblemente fortalezca a
la economía significativamente una vez haya culminado con éxito la unificación. Pero en el
camino van a aparecer sin duda dificultades que van a dar lugar al temor de llevar a cabo algo
tan trascendental sin desestabilizar la economía.
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El problema y la oportunidad que esto representa pueden equipararse a los que enfrentó
Alemania cuando tuvo la posibilidad de reunificarse, contando para ello con ingresos muy
superiores, instituciones, conocimiento y organización política también más avanzada.
Mucho se habla de los beneficios que debe traer la paz –mayor crecimiento, inversión
extranjera, más PIB, más empleo, etc, pero sin mencionar los instrumentos o los mecanismos
que llevarían a esto. Como si el solo anuncio sin cambiar nada más trajera todas esas bondades.
Se habla de programas para víctimas y victimarios; para reinserción y para indemnización; etc.
Pero no de programas que vayan directamente al desarrollo económico, o de las condiciones
para que este cambie su ritmo.
Las zonas que no se han podido desarrollar por estar bajo la influencia de la guerrilla se
encuentran así porque el Estado no ha hecho presencia. No hay infraestructura, ni servicios, ni
mano de obra, ni las condiciones mínimas para facilitar la inversión o la explotación económica.
Y de programas concretos para eso, nada.
No solo no se habla de las reformas a las condiciones sociales (reformas a la educación, salud,
empleo, pensiones, etc.) sino que no se dan incentivos a la inversión. Solo se espera que el
Mercado, sin la intervención del Estado, produzca ese milagro.
Tal vez la Zidres intentó esa orientación, pero como no se atrevieron a decir de frente que ese
era el propósito, lo que se creó fue un engendro que acaba no representando nada.
Si alguna vez se habló de ‘reducir la corrupción a sus justas proporciones’, hoy deberíamos
‘reducir la paz a sus verdaderas proporciones’. Y es que igual que la corrupción, si no hay
cambios no habrá paz.
Los ingresos del Estado por el solo concepto de la baja del petróleo disminuyen en más de $20
billones (del orden de 10% del presupuesto). Si se tiene en cuenta el impacto en ralentizar la
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actividad económica y la parte de los gastos que son inamovibles (servicio de la deuda, nóminas
oficiales, etc.) la disminución en la capacidad de inversión casi desaparece (y ni hablar de
aumentarla).
Nos hablan de proyectos de recursos que se destinan al ‘posconflicto’, pero sin destacar que
son los que ordinariamente se aplican a los sectores sociales que ahora los agrupan para
presentarlos como partidas para la ‘paz’. Mal se podría subir gastos sin que mejoren los
ingresos.
Retóricamente nos repiten que la guerra cuesta más que la paz, pero los dineros destinados a
las fuerzas armadas se mantienen como si siguiera la ‘guerra’, en tanto no aparecen (ni se ve de
dónde puedan aparecer) fondos para fomentar los cambios en las zonas donde se supone
desaparecerá la insurgencia.
Pareciera que toda la expectativa gira alrededor de la inversión extranjera. Sin embargo,
ninguna condición favorable se ve para ello: el proceso para llegar al plebiscito y las reglas que
se concretaron lo que muestran es una inseguridad jurídica y una inestabilidad institucional
total; la polarización con una tercera parte del país a favor de los acuerdos, una tercera parte en
contra, y, sobre todo, otra tercera parte abstencionista, lo único que presagia son problemas
políticos; las soluciones que se dan a los problemas estructurales (pensiones, salud, educación,
empleo) al igual que a los coyunturales (paro de camioneros) solo consisten en diferir
indefinidamente las decisiones; y nadie invierte en vísperas de una Reforma Tributaria sin saber
en qué sentido cambiará las reglas del juego.
La otra fuente de recursos serían los subsidios de los gobiernos amigos que prometen colaborar.
Pero la crisis internacional pareciera ir en contra de esa esperanza: de hecho Estados Unidos,
principal fuente de ayuda externa, lejos de aumentar, disminuyó lo que antes destinaba al ‘Plan
Colombia’ y hoy se llama ‘Paz Colombia’ (dan menos para la paz que para la guerra). Y la
prioridad de los europeos está en los problemas de los inmigrantes, del nuevo terrorismo, del
Estado Islámico, y de las guerras de Siria y Libia (incluso de Ucrania) para darle a nuestro caso
la atención –y los aportes– que necesitamos.
Que se apoye la paz (sin siquiera debatir sobre hasta dónde esto es cierto) es relativamente fácil;
no así que se destine a ello lo que necesitamos como recursos.
No está mal que se hagan acuerdos con la insurgencia; y los acuerdos que se han hecho no son
negativos (aunque así insista en presentarlos la oposición uribista). Pero es poco probable que
traigan algo cercano a la paz si no se acompaña de proyectos y recursos para crear nuevas
condiciones en el país. Tal vez justamente porque no hay plata es que no hay programas.
El mucho prometer cuando no se puede cumplir es mucho engañar: ni los acuerdos son la paz,
ni el plebiscito es por la paz. Y la ciudadanía teme que votando para disminuir uno de los
aspectos del conflicto armado puede acabar respaldando un gobierno que lo que más ha
producido son frustraciones.
Por otro lado, la Directora Ejecutiva de la Fundación Ideas para la Paz (FIP), María Victoria
Llorente, resaltó que a nivel internacional hay más optimismo en el proceso de inclusión que
en el propio país, aclarando que este debe ser aspecto a reflexionar.
Uno de los puntos a los cuales se refirió Llorente, fue que una de las bases para lograr que las
personas afectadas se adhieran de la mejor manera a la sociedad civil y que puedan vincularse
a las empresas, es cambiar los modelos mentales para lograr un mejor diálogo y una mejor
comunicación entre las diferentes partes.
Por su parte, la Directora para el Postconflicto, Alexandra Guáqueta, afirmó que la inclusión es
solo un punto para lograr la paz, sin embargo, es necesario que las empresas se preocupen por
lo público y que así mismo puedan alcanzar mejores alianzas público-privadas que fortalezcan
el desarrollo humano, económico y social del territorio nacional.
Se explicó que el 50% de este tipo de acuerdos fracasan en el primer año de implementación,
por lo que es necesaria una ejecución adecuada. Esta ejecución está ligada con lo que afirmó
Llorente: poder conectar la agenda de la paz con la agenda de desarrollo, para lograr en conjunto
los objetivos.
Una de las principales estrategias, que deben tener en cuenta tanto empresas como el gobierno,
es desarrollar iniciativas para emprendimientos. De esta forma no solo se apoya a
desmovilizados sino además se contribuye al crecimiento económico del país.
Los voceros María Perdomo (Ecopetrol), Margarita Díez, Ron Popper (ABB) y Christian
Frutiger (Nestlé), ratificaron el compromiso de cada una de las empresas en el proceso del
postconflicto y confirmaron su papel en el campo de la paz y los derechos Humanos.
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