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Objetivos específicos:
1. Reconocer que vivimos un cambio de época, caracterizado por la globalización y que afecta
profundamente nuestras vidas.
2. Discutir como la nueva época de la humanidad se está gestando con una serie de peculiaridades
que debilitan los valores que definen la vida personal, familiar y social.
1. Desarrollo de contenidos
Vivimos un cambio de época
Vivimos hoy una nueva era de la humanidad marcada por grandes cambios que afectan
profundamente nuestras vidas.
Esta realidad trae consecuencias para todos los ámbitos de la vida social e impacta la cultura, la
economía, la política, las ciencias, la educación, el deporte, las artes, la religión, etc.
“Vivimos un cambio de época, cuyo nivel más profundo es el cultural” (Aparecida, 44). Todo entra
en crisis, particularmente las Instituciones.
El cambio de época actual tiene un impacto a nivel global en todos los ámbitos: económico, político,
social, religioso, cultural, educativo, y “modifica valores y comportamientos en todo el planeta,
impactando en las tradiciones y en la identidad de los pueblos” (Educar para una nueva Sociedad,
pág. 17).
“Una tan rápida mutación, realizada con frecuencia bajo el signo del desorden, y la misma conciencia
agudizada de las contradicciones existentes hoy en el mundo, engendran o aumentan
contradicciones y desequilibrios” (Gaudium et Spes, 8).
La familia, como todas las comunidades y vínculos sociales atraviesa una crisis cultural profunda.
2. Globalización
En muy poco tiempo el mundo se ha convertido en una “aldea global”, se ha “globalizado”.
Los cambios, a diferencia de los ocurridos en otras épocas, tienen un alcance global que, con
diferencias y matices, afectan al mundo entero. Los acontecimientos se aceleren y los cambios
mismos se vuelvan vertiginosos, puesto que se comunican con gran velocidad a todos los rincones
del planeta.
Las nuevas tecnologías y la informática hacen que todo tipo de comunicación sea instantánea.
Globalización económica
“La cara más extendida y exitosa de la globalización es su dimensión económica, que se sobrepone
y condiciona las otras dimensiones de la vida humana” (Aparecida, 61).
Es una economía de exclusión, que considera al ser humano como objeto de consumo. Esta
exclusión afecta la raíz de la sociedad, poniendo al dinero como único fin, generando una crisis
antropológica en la que se niega la primacía del ser humano, se rechaza la ética y a Dios, y se genera
violencia.
“Vivimos la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano” (SS
Francisco a Embajadores en el Vaticano, mayo 2013).
Para el mundo no es noticia cuando un pobre muere de frío y de hambre, pero se arma el gran
escándalo mundial cuando las bolsas de las principales capitales caen dos o tres puntos.
Hoy en el mundo existe una gran injusticia social, que ocasiona que millones de seres humanos vivan
una espantosa miseria, mientras unos cuantos gozan y dilapidan todo lo que quieren.
Durante los próximos años habrá un cambio en los roles económicos en el mundo, pasando del
norte al sur y de occidente a oriente. Los cambios económicos generarán nuevas presiones entre
los países, que pudiera propiciar conflictos militares en diversos puntos del globo.
“En muchos países, la globalización ha significado un acelerado deterioro de las raíces culturales con
la invasión de tendencias pertenecientes a otras culturas, económicamente desarrolladas, pero
éticamente debilitadas” (Evangelii Gaudium, 62).
“La ciencia moderna y la técnica que se deriva de ella se han convertido en un verdadero poder y
constituyen el objeto de políticas o de estrategias socioeconómicas, que no son neutrales para el
futuro del hombre” (Discurso del Papa San Juan Pablo II a los participantes en el Simposio
Internacional celebrado con ocasión del 350 aniversario de la publicación de los "Diálogos sobre los
dos máximos sistemas del mundo" de Galileo Galilei (Roma, 9 de mayo de 1983).
Los mayores avances se han dado en el ámbito de tecnologías de información, ciencias biológicas,
energía y procesos de manufactura.
Se tiene una mayor conciencia del impacto ambiental, de la urgencia de proteger nuestra casa
común, que incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un
desarrollo sostenible e integral.
“Si la crisis ecológica es una eclosión o una manifestación externa de la crisis ética, cultural y
espiritual de la modernidad, no podemos pretender sanar nuestra relación con la naturaleza y el
ambiente sin sanar todas las relaciones básicas del ser humano” (Laudato Si, 119).
Por un lado, un gran desarrollo científico, tecnológico y de conocimiento del hombre, pero por otro,
se ha llegado a una falsa conclusión antropológica que es causa de enormes errores culturales.
“Se desvanece la concepción integral del ser humano, su relación con el mundo y con Dios”
(Aparecida 43).
La nueva época de la humanidad se está gestando con una serie de peculiaridades que debilitan o
menoscaban los valores que definen la vida personal, familiar y social.
“La cultura actual tiende a proponer estilos de ser y de vivir contrarios a la naturaleza y dignidad del
ser humano. El impacto dominante de los ídolos del poder, la riqueza y el placer efímero se han
transformado, por encima del valor de la persona, en la norma máxima de funcionamiento y el
criterio decisivo en la organización social” (Aparecida, 387).
El individualismo
“Esta cultura se caracteriza por la autorreferencia del individuo, que conduce a la indiferencia por
el otro, a quien no necesita ni del que tampoco se siente responsable. Se prefiere vivir día a día, sin
programas a largo plazo ni apegos personales, familiares y comunitarios. Las relaciones humanas se
consideran objetos de consumo, llevando a relaciones afectivas sin compromiso responsable y
definitivo” (Aparecida, 46).
El mundo sufre una falta de fraternidad, fruto del egoísmo, la indiferencia y el desinterés del
hombre.
“El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza
individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres
superficiales, de la conciencia aislada” (Evangelii Gaudium, 2).
El relativismo
“El relativismo no reconoce nada como absoluto y deja únicamente al ‘yo’ y sus caprichos como
última medida” (Cardenal Ratzinger, 18 abril 2005).
“El relativismo abandona la posibilidad del diálogo para alcanzar una verdad común sobre la que
construir la convivencia humana, el desarrollo como personas y como sociedad, e introduce una
dictadura, la del propio yo y sus apetencias” (Cardenal Ratzinger, 18 abril 2005).
El producto directo del relativismo: el dominio de los poderosos, la cultura del descarte y la
indiferencia, la burocratización de la fe.
Podemos decir que en la actualidad hay dos concepciones de la Moral que discuten su supremacía:
la jusnaturalista, que acepta la existencia de la Ley Natural y la relativista, que ni admite a Dios, ni la
Ley Natural, ni la Verdad objetiva. (Pedro Trevijano Etcheverria, “El Relativismo y la doctrina de los
Papas” en Infocatólica).
El alcance del concepto de lo “desechable”, se ha ido ampliando de modo que se aplica cada vez
más, a contrapelo de la más elemental humanidad, a las personas.
Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar.
Los excluidos no son “explotados” u “oprimidos” sino desechos, “sobrantes”, están fuera de la
sociedad (cfr. Evangelii Gaudium, 53).
La sociedad se ha descristianizado
La indiferencia religiosa priva a la persona de sus razones de ser y de vida, y lo dejan sin guía y sin
esperanza.
“La secularización, que tiende a reducir la fe y la Iglesia al ámbito de lo privado y de lo íntimo y niega
toda trascendencia, ha producido una creciente deformación ética, que se ha reflejado en un
debilitamiento del sentido del pecado personal y social, un aumento del relativismo y una creciente
desorientación de la sociedad” (Evangelii Gaudium, 64).
Se piensa que todas las religiones son iguales y por lo tanto no hay un compromiso con ninguna,
mucho menos con la Iglesia Católica.
La cultura de la muerte
La cultura de la muerte es una mentalidad, una manera de ver al ser humano y al mundo, que
fomenta la destrucción de la vida humana más débil e inocente por parte de los más fuertes y
poderosos, de los que tienen voz y voto.
La expresión "cultura de la muerte” fue acuñada por S.S. Juan Pablo II en su Encíclica Evangelium
Vitae: “Aunque la ‘cultura’ de la muerte se ha extendido por toda la historia de la humanidad, ha
sido en los últimos siglos que esta ‘cultura’ de la muerte ha asumido unas características sin
precedentes.
Con las nuevas perspectivas abiertas por el progreso científico y tecnológico surgen nuevas formas
de agresión contra la dignidad del ser humano, a la vez que se va delineando y consolidando una
nueva situación cultural, que confiere a los atentados contra la vida un aspecto inédito y, podría
decirse, aún más inicuo ocasionando ulteriores y graves preocupaciones: amplios sectores de la
opinión pública justifican algunos atentados contra la vida en nombre de los derechos de la libertad
individual, y sobre este presupuesto pretenden no sólo la impunidad, sino incluso la autorización
por parte del Estado, con el fin de practicarlos con absoluta libertad y además con la intervención
gratuita de las estructuras sanitarias" (Evangelium Vitae, 4).
La “cultura de la muerte” no es verdadera cultura, sino anticultura, pues sólo hay verdadera cultura
allí donde hay humanización, respeto a todos los hombres y a cada hombre, promoción integral de
los bienes inherentes a cada existencia humana, comenzando, precisamente, por ese bien que
posibilita la convivencia de la sociedad: el de la vida de cada uno de nosotros.
La ideología de género, según la cual cada uno puede escoger su orientación sexual, sin tomar en
cuenta las diferencias dadas por la naturaleza humana. Esto ha provocado modificaciones legales
que hieren gravemente la dignidad del matrimonio, el respeto al derecho a la vida y la identidad de
la familia.
“Es un conjunto de ideas que plantean la separación entre el sexo –condición orgánica, masculina o
femenina- y el género –grupo sociocultural al que pertenece cada ser humano por su sexo” (La
dictadura de la ideología de género en México, FNF, 2016).
El Siglo XX fue especial escenario para la aparición de filosofías y expresiones ideológicas que
debilitaron los valores que durante siglos forjó la Civilización Occidental: el liberalismo, los
autoritarismos, los estatismos, las guerras, etc.
El problema de esos regímenes ideológicos fueron sus ideas equivocadas, parciales, que absolutizan
un solo aspecto de la persona.
Este escenario complejo de un mundo en transformación, de instituciones en crisis, y que vive las
peculiaridades que hemos descrito, ha sido el caldo de cultivo propicio para que se esté
desarrollando la “revolución sexual”. [8:32, 25/5/2018] +52 1 55 1358 6690: CHARLA 1:
BIBLIOGRAFIA
Bibliografía:
https://www.aciprensa.com/Docum/evangeliigaudium.pdf
• Encíclica Evangelium Vitae, sobre el Valor y el Carácter Inviolable de la Vida humana. S.S.
Juan Pablo II. 25 de marzo de 1995.
http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/encyclicals/documents/hf_jp-
ii_enc_25031995_evangelium-vitae.html
• Conferencia del Episcopado Mexicano. Documento conclusivo de Aparecida. Ed. CEM, 2007.
https://parroquiaicm.files.wordpress.com/2008/12/documento_conclusivo_aparecida.pdf
http://es.aleteia.org/2014/05/06/el-relativismo-segun-benedicto-xvi/