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COMENTARIOS DE TEXTO

Recuerde el alma dormida, Este mundo es el camino


avive el seso y despierte para el otro, que es morada
contemplando sin pesar;
cómo se pasa la vida, mas cumple tener buen tino
cómo se viene la muerte para andar esta jornada
tan callando; sin errar.
cuán presto se va el placer; Partimos cuando nacemos,
cómo después de acordado andamos mientras vivimos,
da dolor; y llegamos
cómo a nuestro parecer al tiempo que fenecemos;
cualquiera tiempo pasado así que, cuando morimos,
fue mejor. descansamos. [...]

Pues si vemos lo presente Decidme: la hermosura,


cómo en un punto se es ido la gentil frescura y tez
y acabado, de la cara,
si juzgamos sabiamente, la color y la blancura,
daremos lo no venido cuando viene la vejez
por pasado. ¿cuál se para?
No se engañe nadie, no, Las mañas y ligereza
pensando que ha de durar y la fuerza corporal
lo que espera de juventud,
más que duró lo que vio, todo se torna graveza
pues que todo ha de pasar cuando llega al arrabal
por tal manera. de senectud. [...]

Nuestras vidas son los ríos Los placeres y dulzores


que van a dar en la mar, de esta vida trabajada
que es el morir: que tenemos,
allí van los señoríos, no son sino corredores,
derechos a se acabar y la muerte, la celada
y consumir; en que caemos:
allí los ríos caudales, No mirando a nuestro daño,
allí los otros medianos corremos a rienda suelta
y más chicos; sin parar;
y llegados, son iguales des que vemos el engaño
los que viven por sus manos y queremos dar la vuelta,
y los ricos. no hay lugar.
[...]
Jorge Manrique, Coplas a la muerte de su padre

Pleberio, padre de Melibea, se queja del mundo tras la muerte de su hija

¡Oh mundo, mundo! Muchos hablaron mucho de ti, muchos en tus cualidades metieron la mano, con diversas
cosas te compararon de oídas. Yo por mi triste experiencia lo contaré como a quien sucedieron no prósperamente las
ventas y compras de tu engañosa feria, como aquel que mucho hasta ahora ha callado tus falsas propiedades para no
encender con odio tu ira, para que no me secases sin tiempo esta flor, que hoy echaste de tu poder. Pues ahora, sin
temor, como quien no tiene qué perder, como aquel a quien tu compañía es ya enojosa, como caminante pobre que, sin
temor de los crueles salteadores, va cantando en alta voz. Yo pensaba en mi más tierna edad que estabas y estaban tus
hechos regidos por algún orden. Ahora, visto el pro y la contra de tus bienandanzas, me pareces un laberinto de errores,
un desierto espantable, una morada de fieras, juego de hombres que andan en corro, laguna llena de cieno, región llena
de espinas, monte alto, campo pedregoso, prado lleno de serpientes, huerto florido y sin fruto, fuente de preocupaciones,
río de lágrimas, mar de miserias, trabajo sin provecho, dulce veneno, vana esperanza, falsa alegría, verdadero dolor. Nos
cebas, mundo falso, con el manjar de tus deleites; en el mejor paladeo nos descubres el anzuelo; no lo podemos evitar,
porque nos tiene ya cazadas las voluntades. Prometes mucho, nada no cumples; nos echas de ti para que no te podamos
pedir que mantengas tus vanas promesas. Corremos por los prados de tus viciosos vicios, muy descuidados, a rienda
suelta; nos descubres la trampa cuando ya no hay lugar de volver.
Fernando de Rojas, La Celestina

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