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Introducción a la psicología del sentimiento:


motivación y emoción.

Book · January 1996

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1 author:

Jaume Rossello Mir


University of the Balearic Islands
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Universitat de les Illes Balears

Col.lecció Materials Didàctics,


Sèrie de Psicologia.

INTRODUCCIÓN A LA PSICOLOGÍA DEL


SENTIMIENTO: MOTIVACIÓN Y EMOCIÓN

Jaume Rosselló Mir

Palma, 1996
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

"Ensenyament és plaser ordonat de vista corporal e d'oïment agradable"


Ramon Llull.
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

INDICE

Primera parte: MOTIVACION

-1. UNA ADVERTENCIA PREVIA 2

-2. INTRODUCCIÓN Y DELIMITACIÓN CONCEPTUAL 3

-2.1. Definiciones de motivación y precisiones terminológicas 4


-El instinto 5
-El impulso (drive) 6
-El incentivo 7
-La visión asociacionista: diferencia entre incentivo y recompensa 8
-El concepto de homeostasis 9
-La perspectiva hedonista 10
-2.2. Componentes de la motivación 11
-La activación 12
-La direccionalidad 13
-2.3. Las categorías de la motivación 14
-2.4. Los sistemas motivacionales 15
-2.5. Motivación y aprendizaje 16
-2.6. Motivación y emoción 17
-2.7. Motivación y psicología de la personalidad 18
-2.8. La medida de la motivación 19
-2.9. Motivación animal y motivación humana 20
-2.10. Motivación y cognición 21
-2.11. Motivación intrínseca y extrínseca 22
-2.12. Las controvertidas funciones de la motivación 23

-3. UNA PANORÁMICA HISTÓRICA DEL ESTUDIO DE LA MOTIVACIÓN 24

-3.1. Algunos antecedentes 25


-El hedonismo presocrático 26
-Sócrates y la determinación intelectual de la motivación de bondad y de
la acción humana 27
-Aristóteles, la tabula rasa y la cuestión del determinismo 28
-Platón o la intrascendencia de lo motivacional 29
-El catolicismo y la libre voluntad del hombre 30
-Descartes: el análisis de las causas del comportamiento y las pasiones
del alma 31
-Del materialismo al asociacionismo 32
-La réplica "socrática" de Kant 33
-3.2. Los pioneros 34
-El evolucionismo: un duro golpe para el dualismo cartesiano 35
-Los primeros pinitos experimentales 36
-3.3. El primer periodo de experimentación sistemática 37
-Richter, Hull, Warden y Tolman 38
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

-Mowrer (1939) o la ansiedad como agente motivador 39


-Neal Miller (1941): el miedo como impulso adquirido 40
-Estes & Skinner (1941): la parsimonia asociacionista 41
-3.4. El segundo periodo de experimentación sistemática 42
-Clark L. Hull (1884-1952) 43
-Kenneth W. Spence (1907-1967) 44
-3.5. La revolución cognitiva en la psicología de la motivación 45
-La crisis del modelo homeostático de Hull 46
-Las propuestas alternativas del asociacionismo 47
-La irrupción de las variables cognitivas 48

-4. APROXIMACIONES TEORICAS AL ESTUDIO DE LA MOTIVACIÓN 49

-4.1. La aproximación neurofisiológica 50


-4.2. La aproximación etológica 51
-4.3. La aproximación psicoanalítica o el estudio de la motivación inconsciente 52
-La homeostasis, el hedonismo y la energía en la teoría de Freud 53
-El determinismo psicológico freudiano. Los sueños y el sueño 54
-Evolución del concepto de pulsión o instinto en el pensamiento
freudiano: el largo camino hasta Eros y Thanatos 55
-La estructura de la personalidad: id, ego y superego 56
-La dinámica del comportamiento 57
-La motivación en el psicoanálisis de Freud 58
-La teoría de la personalidad de Murray 59
-4.4 La aproximación humanista: Abraham H. Maslow 60
-4.5. La aproximación desde las teorías del aprendizaje 61
-La consolidación de la teoría del incentivo 62
-El hedonismo motivacional: Paul Young (1966) 63
-La teoría del proceso oponente: Solomon y Corbit (1974) 64
-El modelo de Bindra (1969, 1974) 65
-Motivación, indefensión aprendida y estilo atribucional 66
-Motivación vicaria, aprendizaje social y expectativas 67
-Estado de la cuestión 68
-4.6. Activación y motivación 69
-4.7. La aproximación sociocognitiva 70
-La valoración cognitiva en la investigación emocional (appraisal.) 71
-Las teorías cognitivas de la motivación y la influencia de la psicología
social 72
-Las teorías de la competencia, la causación personal y el control:
tres caminos hacia la motivación intrínseca 73

-5. UN COMENTARIO SOBRE LA APROXIMACIÓN INTEGRADORA DE LA TEORÍA DE LOS


"PRIMES" (BUCK, 1985) 73

Segunda parte: EMOCION

-6. OTRA ADVERTENCIA 74


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

-7. INTRODUCCIÓN Y DELIMITACIÓN CONCEPTUAL 75

-7.1. El objeto de estudio de la psicología de la emoción 76


-7.2. La experiencia emocional y la conducta emocional 77
-7.3. Las dimensiones proto- y epicrítica de la emoción 78
-7.4. Emoción y emociones: ¿es vana una taxonomía de las emociones? 79
-7.5. Antecedentes de la emoción y teorías emocionales 80
-El feed-back sensorial como antecedente 81
-La cognición como antecedente 82
-Arousal más evaluación cognitiva: la síntesis hegeliana en los antece-
dentes de la emoción 83
-Un modelo multifactorial 84
-7.6. Los tres componentes de la respuesta emocional 85
-El componente fisiológico 86
-El componente conductual 87
-El componente cognitivo o vivencia subjetiva 88
-7.7. Las técnicas de evaluación y medida de la emoción, y sus limitaciones 89
-La medida del componente fisiológico 90
-La medida del componente conductual 91
-La medida del componente cognitivo o vivencial 92
-La evaluación multisistema y la naturaleza interdisciplinar del estudio
de las emociones 93
-7.8. Los diversos fenómenos afectivos: emociones, afectos, sentimientos,
pasiones y estados de ánimo 94
-7.9. Las funciones de la emoción 95

-8.UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA: PRINCIPALES TRADICIONES TEÓRICAS


EN EL ESTUDIO DE LA EMOCIÓN 96

-8.1. Antecedentes 97
-8.2. Teorías periféricas avant la lettre 98
-8.3. James: en el umbral de la moderna psicología de la emoción 99
-La teoría de James-Lange 100
-Las críticas 101
-La crítica de Wundt 102
-La crítica de Titchener 103
-La crítica de Cannon y la controversia centro/periferia 104
-8.4. El disperso legado de William James 105
-La herencia directa 106
-La herencia indirecta 107
-8.5. La doble faz de Jano en el estudio de la emoción: panorama según Fraisse y
Mandler 108
-8.6. La tradición evolucionista 109
-La evolución del evolucionismo 110
-8.7. La tradición psicofisiológica-cognitiva 111
-Los modelos de la tradición bifactorial 111
-Los modelos centrados en la cognición 111
-Los modelos centrados en los aspectos psicofisiológicos 111
-8.8. La tradición neurofisiológica 112
-El Sistema Límbico, nuestro cerebro emocional 112
-8.9. La tradición psicodinámica 113
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

-8.10. La tradición conductual 114


-8.11. La tradición de la teoría de la activación 115
-8.12. La aproximación sociológica al estudio de las emociones 117
-8.13. La emoción y la teoría de los esquemas: entre Freud y Piaget 118

-9. EL MODELO DE ROSS BUCK: MOTIVACIÓN, EMOCIÓN Y COGNICIÓN 119

-9.1. El concepto de "primes" 120


-9.2. Características básicas 121
-9.3. Los niveles de organización jerárquica 122
-9.4. La motivación como potencial de activación de estrategias adaptativas 123
-9.5. La emoción como manifestación del potencial motivacional 124
-9.6. Los tres sistemas de manifestación o salida emocional 125
-9.7. La experiencia emocional subjetiva 126
-9.8. El aprendizaje emocional y la cognición analítica 127
-9.9. El caso humano y la importancia del lenguaje 128
-9.10. El interaccionismo evolutivo de Buck: a modo de conclusión 129
-Emoción, motivación y cognición 130

-10. CONCLUSIÓN 131

-REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 132


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

Primera parte:
MOTIVACION

Un home amb un motiu


és un home empès a viure.
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

1. UNA ADVERTENCIA PREVIA.

Es necesario que, antes de exponer el marco conceptual en el que nos moveremos al

hablar de los procesos motivacionales, delimitemos las lindes de ese marco. Al hablar de

motivación se presenta de entrada una importante cuestión a resolver: ¿motivación animal o


motivación humana?. Es obvio, y eso la historia lo demuestra, que no puede concebirse la

segunda sin tratar al menos someramente la primera. Valoramos los esfuerzos que se hicieron,

sobre todo desde el paradigma conductista, para articular una teoría de la motivación
rigurosamente basada en datos obtenidos a partir de experimentos con animales. Pero no

podemos quedarnos a este nivel. La investigación motivacional de las últimas décadas, muy

ligada al paradigma cognitivo y a la dimensión social de la conducta motivada, se centra casi


exclusivamente en el estudio de la motivación humana. Esta va a ser, básicamente, nuestra

opción. Revisaremos los estudios que sobre motivación animal han contribuido históricamente al

actual desarrollo de la psicología motivacional, y trataremos con mayor detalle los modelos
teóricos especialmente referidos a "lo que mueve" al ser humano.

Cabe hacer otra precisión previa: a la hora de decantarnos por uno de los múltiples

modelos motivacionales aún vigentes, hemos querido hacerlo por uno que integre motivación y
emoción. Nos ha parecido especialmente adecuado el modelo de los primes de Ross Buck, el

cual expondremos después de haber visto con detenimiento ambos procesos. En consecuencia,

pospondremos la exposición de dicho modelo a la segunda parte de este libro, que versa sobre la
emoción, para que, en esos últimos apartados, sirva como vehículo de contigüidad y cohesión,

como vínculo sintético e integrador de dos procesos, motivación y emoción, que comparten

cercanías insoslayables.

2. INTRODUCCIÓN Y DELIMITACIÓN CONCEPTUAL.

Aunque las cuestiones motivacionales han sido tratadas con profusión por los filósofos ya

desde Sócrates -y aún antes-, en psicología, la motivación es un concepto relativamente joven,


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

cuya hilación teórica empieza a mostrar cierta coherencia sólo en nuestro siglo, y cuya madurez

experimental no se alcanza hasta bien entrados los años 20. Prueba de una juventud que puede

sorprender a algunos es que, por ejemplo, el término motivación no aparecía en el índice del
volumen primero de los Psychological Abstracts de 1927. Hay que esperar a 1961 para que en

dicha publicación la motivación constituya un título clasificatorio por sí mismo. Tampoco en el

famoso libro de Boring sobre la historia de la psicología experimental (Boring, 1950) aparece el
término motivación, ni se da importancia a los inicios de la experimentación que, en torno a

dicho concepto, ya se estaban realizando.

2.1.Definiciones de motivación y precisiones terminológicas.

A la hora de definir lo que entendemos por motivación, nos encontramos con la dificultad
que entraña la convivencia de diversas tendencias teórico-experimentales en su estudio. Además,

la motivación es un concepto muy vinculado al pensamiento del hombre de la calle y muy

extendido en el registro coloquial, lo que, a veces, dificulta el logro y la consolidación de una


plena identidad científica. No obstante, su definición no entraña tantos problemas como veremos,

por ejemplo, en el caso de la emoción, y podemos intentar formularla sin tantos riesgos de

provocar la abierta disconformidad de ciertos sectores de la comunidad científica.


Se ha dicho que la motivación es el estudio del "porqué" de la conducta -frente al "cómo",

que correspondería a otros niveles de análisis-. Sin embargo, decir eso es decir poco. Más

acertada, aunque todavía ambigua, resulta la proposición según la cual la motivación es el


conjunto de procesos encubiertos que inician o energizan una u otra forma de conducta.

Para la psicología precientífica la motivación humana se reducía a la actividad voluntaria.

En cambio, para la científica, existen, por un lado, las tendencias, los impulsos y los instintos que
dan fuerza al comportamieto llamado motivado y, por otro, las actividades cognitivas que dirigen

el comportamiento hacia determinadas metas, que actuan a modo de incentivos. Motivación

implica pues un determinante interno y uno externo. J. S. Brown (1961), después de una revisión
bibliográfica exhaustiva, propuso cuatro criterios para caracterizar un hecho como motivacional:
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1-Proporcionar energía a muy variadas reacciones y reforzarlas.

2-Condicionar el aprendizaje de nuevas reacciones frente a nuevas situaciones.

3-Al variar, aumentar o disminuir ciertas reacciones.


4-Debe poder aislarse, sin que coexistan otros hechos o variables a los cuales se pueda

atribuir la reacción del organismo.

Más preciso resulta McClelland (1955). Para él, una variable motivacional debe:

1-Ser lo suficientemente perceptible como para distinguirse con claridad su presencia o su


ausencia, así como su variación cuantitativa.

2-Ser unívoca, perfectamente clara, es decir, debe representar las variaciones sólo en un

motivo y no en otros.
3-Manifestarse de la misma forma en un individuo o grupo de individuos de idénticas

condiciones.

4-Correlacionarse con otras para explicar una parte del comportamiento humano.

Son realmente pocas las variables que cumplan los criterios de McClelland y nosotros

necesitamos una definición que nos oriente. Revisando la literatura, hemos encontrado una, que,
debido a su dimensión comprehensiva, nos parece especialmente adecuada:

"motivación es un concepto genérico, un constructo teórico-hipotético, que designa a las


variables que no pueden ser inferidas directamente de los estímulos externos, pero que influyen

en la dirección, intensidad y coordinación de los modos de comportamiento aislados tendientes a

alcanzar determinadas metas; es el conjunto de factores innatos (biológicos) y aprendidos


(cognitivos, afectivos y sociales) que inician, dirigen, sostienen o detienen la conducta."

(Mankeliunas, 1987).
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A lo largo de la evolución histórica que en nuestro siglo ha sufrido el concepto de

motivación, se han manejado, estrechamente relacionados con ella, una serie de términos y

conceptos cuyo significado conviene aclarar de inmediato.

El instinto.

Es el primer concepto motivacional que encontramos en psicología. Su origen tiene

mucho que ver con la teoría evolucionista de Darwin, el cual pensaba que no sólo las

características físicas se sometían a sus postulados, sino también las formas de conducta, y,
dentro de ellas, muy especialmente, el comportamiento emocional. Si realmente existía una

continuidad filogenética entre los animales y el hombre, el comportamiento humano debía

resultar de la evolución de formas anteriores de comportamiento animal. En la conducta humana


deben encontrarse aún vestigios de esos remotos orígenes evolutivos. Los comportamientos

instintivos dan fe de que esto es precisamente así.

Los instintos se conciben así como formas de conducta heredadas y invaden el ámbito de
la psicología a partir de una nueva disciplina creada por George John Romanes: la psicología

comparada. El tema principal de esta nueva disciplina fue precisamente el instinto.

La interpretación del instinto en un contexto motivacional nos llegará ya entrado nuestro


siglo con Freud, por un lado, y McDougall, por otro. Para ambos, los instintos eran los

movilizadores y directores del comportamiento humano hacia sus metas u objetivos. El éxito del

concepto fue, a la postre, su desgracia, ya que empezaron a proliferar desmesuradamente las


conductas que se consideraban instintivas, hasta el punto de que no se dejaba ya lugar al

aprendizaje y a la modulación del comportamiento humano a partir del ambiente y la experiencia.

La crítica conductista ayudó a que el concepto de instinto dejara prácticamente de utilizarse. Sin
embargo, a mediados de siglo, y fruto de los estudios etológicos sobre el comportamiento animal,

reaparece la concepción de conducta instintiva entendida como un patrón innato de acción fija,

pero que, a menudo, necesita elicitadores ambientales. La influencia que, desde entonces, han
ejercido las tesis etológicas sobre la psicología ha sido notable, máxime cuando la primera de
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estas disciplinas ha terminado por abordar el estudio del comportamiento humano (ver Eibl-

Eibesfeldt, 1973).

El impulso (drive).

La protesta funcionalista y conductista ante el uso indiscriminado del concepto de instinto


culminó con la sustitución de éste por el de impulso. Su introducción se la debemos a

Woodworth, que concibió el impulso como el aspecto energizador de la conducta. El aspecto

directivo quedaba reservado a procesos de aprendizaje. Esta concepción se conservó básicamente


en el modelo teórico de dos grandes estudiosos de la motivación: Hull y Spence. Ambos

consideraban que el impulso activaba el comportamiento, poniendo en acción las tendencias

asociativas o hábitos. Además, el impulso proporcionaba la fuente de reforzamiento de aquellas


asociaciones que tuvieran como consecuencia su reducción. El impulso, la energía motivacional,

era una energía de dentro a fuera. El carácter directivo de la conducta era responsabilidad

exclusiva del hábito, concebido como proceso de aprendizaje asociativo.

El incentivo.

La concepción primitiva de Hull y Spence, y su reducción de la motivación a la idea de

impulso, pronto topó con obstáculos insorteables. Cada vez se hacía más evidente que los

organismos en general, y en particular el organismo humano, regían su acción no sólo por un


empuje “de dentro a fuera”, sino también a partir de atracciones extrínsecas. Ciertos tipos de

conducta motivada no podían explicarse en función del impulso. Era necesario concebir un

control de la acción “de fuera a dentro”, que pusiera de relieve la atracción de los organismos por
ciertos estímulos externos sin que medie impulso alguno. Nació así el concepto de incentivo, que

reconocía de manera algo tardía la formulación de Tolman, que creía que la conducta no era

regida sólo por el impulso, sino también por otros procesos de índole, podríamos decir hoy,
"cognitiva": expectativas de meta, proposiciones, intencionalidad, etc.
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Con la introducción del concepto de incentivo se cognitivizó la psicología de la

motivación y del aprendizaje acentuándose la crisis del paradigma conductista. El modelo

homeostático del impulso no podía ya dar cuenta de toda la motivación del comportamiento
humano. Caparrós lo expone claramente: "Si los organismos pueden ser motivados desde fuera,

incentivamente, ello es posible gracias a su capacidad de anticipar cognoscitivamente los

acontecimientos futuros" (Caparrós, 1979). No obstante, Hull, Spence y otros autores coetáneos,
intentaron reducir el concepto de incentivo a una formulación asociacionista, basada en lo que

llamaron "respuestas fraccionales anticipatorias de meta", las cuales, condicionadas clásicamente

a estímulos situacionales antecedentes, podían dar cuenta del constructo de incentivo sin tener
que recurrir a la cognición. La complejidad del modelo resultante y el auge del paradigma

cognitivo han determinado que el elaborado razonamiento de los dos insignes conductistas se

haya convertido hoy en otro modelo teórico cuyo estudio se aborda, fundamentalmente, en los
manuales de historia de la psicología.

La visión asociacionista: diferencia entre incentivo y recompensa.

Conviene profundizar un poco en como autores conductistas como Hull y Spence

concibieron inicialmente el ineludible concepto de incentivo.


Desde el punto de vista físico incentivo y recompensa son idénticos. Sin embargo, la

perspectiva asociacionista concebía los estímulos externos simplemente como refuerzos de la

conducta, puesto que reducían los impulsos iniciales. Así pues, desde el punto de vista funcional
y formal, incentivo y recompensa no son equivalentes. En la teoría del impulso la conducta es

activada desde dentro y la recompensa tiene la función de reducir dicha activación, reforzando el

hábito. Para los teóricos del incentivo, sin embargo, el organismo se ve atraído desde fuera por
ese estímulo que para los asociacionistas de la homeostasis funcionaba simplemente como

recompensa. De este modo, parece haber una diferencia esencial entre incentivo y recompensa: el

proceso de reforzamiento actúa en sentido regresivo sobre las respuestas que preceden al hecho
reforzador (hábitos), mientras que los incentivos actúan en sentido progresivo sobre las conductas

que siguen al suceso motivante.


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

Resulta obvio que el concepto de incentivo no se puede reducir al de recompensa. Esto

mismo lo vieron los propios conductistas que, como Hull y Spence, intentaron montar

complicados engranajes asociacionistas para incluir ese concepto y seguir explicando la


motivación en términos mecanicistas. Para nosotros, sin embargo, resulta más convincente -y

más económica- la postura que deja paso a la cognición como responsable del poder de atracción

del incentivo. Si los estímulos externos pueden llegar a atraer a los organismos, es plausible
pensar que esto ocurra no siempre porque estos organismos se muevan impelidos por impulsos o

necesidades homeostáticas, sino que, a menudo, lo hagan en virtud de lo que puedan anticipar, de

forma cognitiva, respecto al poder hedónico de determinados estímulos.

El concepto de homeostasis.

El concepto de homeostasis nace en 1932 de manos de W.Cannon, quien lo utiliza para

describir los estados estables logrados por los procesos fisiológicos de los organismos vivientes.

Sin embargo, este concepto de tendencia a un equilibrio fisiológico puede hallarse ya implícito en
muchos autores anteriores, desde Hipócrates a Claude Bernard. Fue precisamente Bernard quién

llamó la atención sobre la importancia que tenía la constancia del medio interno, una constancia

que no implica un estado estático, sino un equilibrio dinámico. Cannon sistematizó y amplió las
concepciones de Bernard, acuñando el término homeostasis.

Así pues, el concepto en cuestión nace en el seno de la fisiología, refiriéndose en un

principio a variables intraorganísmicas relacionadas con el control neuroendocrino. Pronto, desde


la misma fisiología, se empezaría a contemplar la posibilidad de la conducta homeostática,

conducta que ayudaría a mantener la estabilidad fisiológica del medio interno. Al respecto, fueron

relevantes los estudios del psicobiólogo C. P. Richter sobre los ajustes conductuales de los
desequilibrios fisiológicos. Cuando los mecanismos automáticos de autorregulación de naturaleza

fisiológica fallan, o quizás en acción conjunta con ellos, pueden llevarse a cabo algunos

comportamientos que cambien las condiciones del ambiente y permitan, indirectamente, el


restablecimiento del equilibrio del medio interno. De este modo, se puso de manifiesto la
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

intrincada relación existente entre los factores nerviosos, hormonales y conductuales, a la hora de

considerar el control homeostático.

Sin embargo, pronto se planteó la posibilidad de aplicar el concepto de homeostasis a


sistemas distintos al medio interno de los organismos. Ya Cannon había especulado sobre la

posibilidad de una homeostasis social. Otros biólogos y psicólogos habían apuntado tendencias

de equilibrio en la conducta de los organismos vivientes -algunos piensan que el primer


psicólogo en adoptar las tesis de Cannon fue Fletcher (1938, 1942)-. No mucho después, este

influjo desembocó en la consideración de la homeostasis como un principio motivacional

fundamental. Los modelos motivacionales homeostáticos postulan que la motivación se activa


cuando una variable fisiológica cae por debajo de un nivel óptimo. La motivación existe hasta

que el nivel óptimo se ha restablecido. Desde un punto de vista neurofisiológico, este esquema

correspondería a un sistema de retroalimentación negativa, semejante al que rige el termostato de


un calefactor.

FIGURA 1

El concepto de homeostasis aparece, implícita o explícitamente, en numerosos modelos

de la motivación, sobre todo en los formulados en la primera mitad de siglo. Freud, Thorndike,
McDougall, Hull, Bindra y muchos otros, recurrieron a esa concepción en sus respectivas teorías.

Sin embargo, diversas experiencias, entre las cuales destacan, por su impacto en la

comunidad psicológica, las de Young, empezaron a cuestionar el hecho de que la motivación


estuviera regida siempre por un principio homeostático: parecía claro que, en ciertas

circunstancias y, sobre todo, en ciertos sistemas motivacionales, las preferencias determinaban la

conducta en mayor grado que las necesidades homeostáticas.

La perspectiva hedonista.

El hedonismo es probablemente la explicación más antigua de la conducta motivada -tal

vez quepa recordar a Demócrito o a Trasimaco-, a partir de una perspectiva que asume que
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

actuamos para conseguir el placer y evitar el dolor y todo lo que resulta desagradable.

Aprendemos a aproximarnos a aquellos estímulos placenteros y a evitar los que son aversivos.

Las explicaciones más recientes del hedonismo conciben un continuum entre placer y displacer.
Además, parece comprobado que ciertos estímulos pueden resultar placenteros en ciertas

situaciones y no serlo en otras. Y, desde luego, no hay que olvidar las numerosas diferencias

individuales en la consideración de algo como placentero o no (ya se sabe que sobre gustos...).
La perspectiva hedonista ha estado presente en algunas importantes corrientes filosóficas

y en gran parte de las teorías clásicas de la motivación, como las de Freud y Hull. En la

actualidad su poder heurístico es limitado y, a menudo, se considera más un componente afectivo


que un determinante de la conducta motivada.

2.2. Componentes de la motivación.

Todos tenemos una idea intuitiva de lo que es la motivación. Otra cosa es que consigamos

definirla adecuadamente. Kleinginna y Kleinginna (1981), por ejemplo, han reunido más de cien
definiciones de este proceso. Ya hemos visto que es difícil llegar a una definición consensuada y,

en consecuencia, hemos tenido que tomar partido por la que más nos ha satisfecho, aún siendo

conscientes que nuestra opción implicaba un cierto grado de arbitrariedad.


No obstante, si examinamos las innumerables definiciones formuladas en el ámbito de la

psicología de la motivación, podemos encontrar un factor común: una gran mayoría de ellas

atribuyen dos características básicas a la conducta motivada. Esas dos características o


componentes de la motivación son la activación y la direccionalidad.

La activación.

La activación se identifica a menudo con la producción de conducta, con la “ejecución”.

Sin embargo, esta aserción debe ser reconsiderada: mientras la ocurrencia de comportamiento
observable es generalmente evidencia de que existe algún grado de motivación, la ausencia de

dicha conducta no significa necesariamente que no haya motivación alguna. La activación puede
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

a menudo no manifestarse en comportamiento observable y necesitar de instrumentos especiales

para ser detectada. Tal es el caso de ciertas variables fisiológicas, que pueden estar altamente

activadas sin que se pueda percibir ese hecho a través de la simple observación directa. De todas
formas, ya veremos como también la observación indirecta de estas variables, estudiadas desde la

psicofisiología, presenta importantes problemas de fiabilidad y validez.

Otra característica que se ha creído típica de la activación motivacional es la persistencia


en un determinado patrón de comportamiento. Sin embargo, hay que tener en cuenta que dicha

persistencia depende también, por ejemplo, de las respuestas alternativas disponibles. Si un

organismo sólo tiene los medios para realizar una conducta determinada para alcanzar un
incentivo, la persistencia será probablemente más un producto de la falta de alternativas de

respuesta que del grado de motivación experimentado.

También el vigor de la respuesta se ha mencionado a menudo como un índice de


activación motivacional. Sin embargo, no siempre el vigor o intensidad de una respuesta indica

una activación elevada. Por ejemplo, es posible enseñar a una rata que la respuesta correcta para

obtener alimento es pulsar una palanca con una intensidad determinada. Así pues, factores como
el aprendizaje pueden determinar también la intensidad de un comportamiento específico.

La conducta manifiesta, la persistencia y el vigor son pues tres características de la

activación motivacional que hay que considerar con especial cuidado, puesto que pueden también
ser debidas a otros factores como los que hemos expuesto. La activación motivacional es una de

las dos grandes características de la motivación, y como tal aparece referida en la mayoría de las

definiciones de proceso motivacional. La otra característica, quizás más importante por ser más
específica, es la direccionalidad que toma esa conducta activada.

La direccionalidad.

La direccionalidad de nuestra conducta, aparentemente una cuestión obvia, ha sido y sigue

siendo un foco de discusión de los teóricos de la psicología. Aunque aún no resulta del todo claro
como se establece dicha direccionalidad, parece evidente que los procesos motivacionales tienen
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

algo que ver en el asunto. De hecho, a menudo se considera la direccionalidad como índice de un

estado motivacional.

Cuando la meta es única, la direccionalidad no supone ningún problema para el


organismo. Sin embargo, cuando son posibles varias opciones, la cosa se complica. En algunas

situaciones, debe establecerse mediante un test de preferencia cual es la alternativa más

motivante para el sujeto. Indices como la persistencia o el vigor resultarían aquí del todo inútiles.
Sólo verificando cual es la opción más a menudo seleccionada por el organismo sabremos si es o

no la más motivante. Algunos autores (Beck, 1990) consideran que la preferencia es el índice

motivacional por excelencia. En cualquier caso, parece quedar claro que su especificidad es
mayor que la de los índices de activación comentados en el apartado anterior.

2.3. Las categorías de la motivación.

Los diferentes estudios bibliográficos realizados en torno a la motivación evidencian

siempre la supuesta existencia de una gran cantidad de necesidades, que, en virtud de sus
características, pueden ser divididas en dos grandes grupos o categorías: motivos primarios o

biogénicos y motivos secundarios o sociogénicos. Estas dos categorías se hacen especialmente

manifiestas en el estudio de la motivación humana.


Los motivos primarios son innatos y ayudan a satisfacer las necesidades biológicas

individuales y las de la especie. Los secundarios, en cambio, son aprendidos, adquiridos durante

el proceso de socialización, y, por tanto, variables según sean los modelos culturales, la
experiencia personal, la educación. En la especie humana, son probablemente los que en mayor

medida determinan la conducta. Los motivos secundarios no están necesariamente sujetos a los

biogénicos, sino que, especialmente en el hombre, pueden modificarlos sustancialmente e incluso


invertirlos. Sólo con atender someramente a nuestra propia conducta y a la de las personas que

forman nuestro entorno inmediato, podremos detectar con facilidad patrones de comportamiento

que responden a motivos sociogénicos que resultan antagónicos con respecto a motivos primarios
fundamentales. Pensemos en los motivos que nos hacen estar a dieta, en los que nos impelen a

prescindir de horas de sueño para estudiar -o para ir de juerga-, en los que continuamente nos
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hacen reprimir nuestras tendencias agresivas, pensemos en los motivos que empujan a ciertas

personas a realizar el voto de castidad, o a mantener una huelga de hambre, o a caer en el oscuro

abismo de la anorexia nerviosa.


Esa particular relevancia que, con la eclosión de la sociedad y la cultura, han adquirido los

motivos sociogénicos en la especie humana, hace que creamos necesario que los estudios que

sobre motivación se llevan a cabo en laboratorios, utilizando como sujetos experimentales a


animales, tengan en cuenta esta particularidad de la motivación humana y busquen organismos

cuya estructura del sistema nervioso sea lo más parecida posible al hombre. Sólo de esta manera

los resultados obtenidos serán relativamente extrapolables a la motivación humana.


Desgraciadamente, esta propuesta puede conllevar problemas éticos difíciles de resolver.

Evidentemente, las categorías que hemos expuesto no son las únicas en las que se han

dividido los distintos motivos. Grossman (1967) los dividió en homeostáticos y no


homeostáticos, Peters (1980) en reparadores y no reparadores, Pfaff (1982) en regulatorios y no

regulatorios, Moore-Ede (1986) en homeostáticos reactivos y en homeostáticos predictivos, etc.

Sin embargo, de todas las clasificaciones revisadas, la expuesta es la que consideramos más
completa y con un mayor poder explicativo.

2.4. Los sistemas motivacionales.

De acuerdo con esta división de los motivos en primarios o biogénicos y secundarios o

sociogénicos, consideramos, aún a riesgo de simplificar en exceso, que los diferentes sistemas
motivacionales pueden también adaptarse a esa división. De este modo, los sistemas

motivacionales biogénicos serán aquellos de naturaleza innata y regulación biológica, que a

menudo no son esencialmente diferentes en el hombre y en los animales no humanos. Entre ellos
nos gustaría destacar los sistemas motivacionales de:

-ingesta -hambre, sed y apetito de sodio-.


-regulación de la temperatura.

-sexo.
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-sueño y el reposo.

-exploración y curiosidad (motivación epistémica).

-miedo.
-agresión.

Naturalmente, no todos los sistemas motivacionales mencionados dependen en igual medida de


los determinantes biológicos, ni son semejantes en el mismo grado en los animales y en el

hombre. Es evidente que sistemas motivacionales como la agresión, el miedo o la curiosidad,

dependen mucho menos de mecanismos hereditarios y mucho más del aprendizaje y la


experiencia social que sistemas como, la sed, el apetito de sodio o el sueño -sin que con ello

queramos decir, ¡ni mucho menos!, que el aprendizaje no pueda influir en estos últimos-. Resulta

de la misma forma obvio que la naturaleza del sistema motivacional regulador de las conductas
de ingesta de una rata será mucho más comparable a su correspondiente humano, que, por

ejemplo, la del sistema regulador de la conducta sexual. No podemos pues concebir de un modo

rígido y dicotómico la división realizada: más bien hemos de considerar que la agrupación que
hemos propuesto es simplemente funcional, puede calificarse de arbitraria y, en todo caso,

contempla en cada una de las dos subdivisiones todo un gradiente, un continuum, de

"biogenicidad" o "sociogenicidad".
Aclarada esta cuestión, podemos decir que consideramos en el grupo de sistemas

motivacionales secundarios todos aquellos determinados básicamente por el aprendizaje y el

proceso de socialización, a menudo sumamente diferentes -¿cualitativamente diferentes?- en el


hombre y en los animales. Los sistemas motivacionales agrupables en esta sección son muy

numerosos y cada autor propone los suyos sin que se llegue nunca a un consenso definitivo. Sin

embargo, a nuestro modo de ver, destacan los siguientes:

-motivación de logro

-de poder
-motivos afiliativos -amor, sexo, intimidad, etc-

-motivos de evitación -ansiedad, miedo al fracaso, a la inseguridad, al poder o al éxito-


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-altruismo.

De igual modo, podría incluirse en esta lista un sistema motivacional que incluiría muchos de los
mencionados: nos referimos al difuso constructo de motivación social.

2.5. Motivación y aprendizaje.

Clásicamente, el estudio teórico-experimental de la motivación ha estado estrechamente

relacionado con el estudio del aprendizaje. Con la poderosa irrupción del paradigma conductista
se intensificaron sobremanera las investigaciones sobre aprendizaje, investigaciones que se

prolongaron durante todo el periodo conductista y neoconductista. El estudio experimental de la

motivación nace realmente de esas experiencias sobre el aprendizaje, en las cuales


frecuentemente los aspectos motivacionales eran utilizados como variables intermedias,

manipulándose, por ejemplo, motivos primarios para facilitar la expresión conductual de lo

aprendido. Así pues, desde los estudios de Thorndike, que le llevaron a proponer la llamada “ley
del efecto”, ha existido una íntima y continua relación entre estos dos procesos.

La motivación, en efecto, parece relevante como factor instigador de patrones de conducta

y de suma importancia -aunque no esencial- para que un organismo aprenda. Decimos que la
motivación no es esencial para el aprendizaje: en otras palabras, el aprendizaje sin motivación es

posible. Esto ha quedado demostrado en los experimentos que se han llevado a cabo sobre

aprendizaje latente (Tolman, 1932), que, dicho sea de paso, vinieron a deshacer un craso error
histórico: la confusión del aprendizaje con la ejecución. Hasta entonces, el aprendizaje había sido

definido por referencia a determinadas características del comportamiento motriz de los

organismos: frecuencia, topografía, intensidad, etc.; es decir, por los aspectos observables de la
conducta. Sólo la comprobación de que podía darse un aprendizaje latente, sin traducción

conductual hasta la introducción del incentivo adecuado, pudo demostrar que el aprendizaje, en

general, es independiente de la actuación conductual: puede haber aprendizaje sin ejecución. Del
mismo modo, la actuación conductual no es sólo fruto del aprendizaje (los factores

motivacionales, por ejemplo, son sumamante relevantes). Hull aseguraba que precisamente la
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

función de la motivación es la de traducir lo aprendido en patrones de actuación. Hoy en día, cada

vez es más frecuente encontrarse con posturas que defienden que la intención más la motivación

conducen a la acción (Heckhausen, 1991).


De todos modos, aunque la motivación no sea un requisito para el aprendizaje, sí que

determina en gran medida su manifestación y su intensidad. Podría decirse que los factores

motivacionales tienden a facilitar el aprendizaje, aunque no lo determinan -en algunos casos,


como en el de la indefensión aprendida, parece que algunos motivos pueden tener papel causal-.

Según la visión asociacionista, el aprendizaje juega un papel fundamental en la

direccionalidad de la conducta motivada. Ya hemos visto que los hábitos eran los directores de la
conducta. El valor adaptativo del aprendizaje radica pues en que el animal es capaz de anticipar

el futuro a medida que va modelando las regularidades del mundo. Por supuesto, esta

anticipación es concebida por los cognitivistas de un modo más "mentalista". Sin embargo, lo que
es innegable desde cualquier punto de vista es que, si decimos que muchos de los motivos

humanos son adquiridos, es decir, son aprendidos, entonces no nos cabe otra opción que

reconocer que el aprendizaje contribuye de manera esencial en los procesos motivacionales en


general, contribución que se acentúa especialmente en el caso particular de la motivación

humana.

2.6. Motivación y emoción.

Podríamos decir que, desde siempre, la teorización y experimentación motivacional ha


estado tan estrechamente vinculada a la emocional, que, a menudo, han llegado a solaparse.

Ya en Freud y McDougall la relación se había hecho explícita. En las teorías del conflicto

y la frustración, como la psicoanalítica, la emoción se da cuando un conflicto u otro tipo de


obstáculo produce la frustración de una meta motivacional. La emoción va estrechamente ligada

a la frustración de la motivación. La teoría del instinto, por su parte, postulaba el acoplamiento de

las emociones impulsoras con los propios impulsos para dar cuenta de la conducta motivacional.
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Con la teoría hedonista de Young, que destaca el aspecto afectivo de los motivos, se

enfatizó y justificó el vínculo entre motivación y emoción. Para Young, la activación de una

conducta depende del valor afectivo-hedónico del incentivo.


También para algunos de los conductistas más representativos, como Spence, era

relevante el aspecto emocional de los impulsos.

Otros han llegado a decir que la emoción es simplemente un tipo de motivación (Bolles,
1974).

Con la irrupción de los modelos de motivación de logro, el vínculo entre ambos procesos

se consolidó. Así, McClelland resalta, por ejemplo, la satisfacción y el placer que se obtiene
cuando se alcanza un logro determinado. Este autor creyó incluso que la activación afectiva era la

esencia de la motivación. Tener un motivo, para McClelland, no es otra cosa que anticipar

sucesos dolorosos o agradables próximos en el espacio o en el tiempo. El motivo controla la


conducta para conseguir los agradables y evitar los inductores de displacer. Para este autor, las

emociones eran también indicadores de los incentivos que llamó "naturales". Dice McClelland

textualmente:

"... es lógico concebir nuestras experiencias afectivas como representación de un nivel

más primitivo de la función cerebral, que puede ser modificada y modulada enormemente por
acontecimientos cognitivos sobrevenidos en la corteza del cerebro. En los animales inferiores

con un menor desarrollo cortical los estímulos-signos específicos desencadenan conductas

específicas a través de los centros del cerebro más antiguo. En los seres humanos, las
liberaciones de estímulos son más variables y se hallan más modificadas por la corteza; pero el

núcleo afectivo (...) sigue siendo una clave para comprender lo que a los seres humanos les

parece satisfactorio o no. (...) las emociones, así como los motivos basados sobre ellas, parecen
hallarse intervenidos por una parte diferente y más antigua del cerebro que la de las cogniciones

o asociaciones." (McClelland, 1985).

Esa parte del cerebro de la que nos habla McClelland, investigada desde la psicobiología y

otras ciencias afines, constituye un argumento más para vincular los procesos motivacionales y
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los emocionales. Desde la propia psicobiología, se conciben estos procesos como indisolubles y,

frecuentemente redundantes. Los estudios neuroanatómicos no hacen sino confirmar esta postura:

las estructuras y sistemas funcionales responsables de la motivación y de la emoción


frecuentemente coinciden, conformando un “cerebro motivacional/emocional” conocido con el

nombre de Sistema Límbico.

También las teorías socio-cognitivas han tocado este tema. Por ejemplo, la consideración
de la disonancia cognitiva de Leo Festinger como estado motivacional y de alerta ha sido la causa

de innumerables trabajos que la relacionan con las emociones, apuntando, algunos, el posible

paralelismo con la teoría psicofisiológico-cognitiva de la emoción de Schachter y Singer, que


veremos más adelante. La disonancia sería, para estos autores, un estado negativo de activación

psicológica que motiva a su propia reducción.

Finalmente, queremos destacar el tratamiento que merece el tema en la teoría de los


primes de Ross Buck (Buck, 1985, 1991). La concepción de este autor parte de la pretensión

metateórica de lograr un modelo comprehensivo de motivación y emoción, tomando en cuenta

los enfoques principales de los dos procesos. Buck considera la motivación y la emoción como
aspectos diferentes de un mismo proceso. La fuerza potencial intrínseca de los primes (Primary

Motivational/Emotional Systems) sería la motivación, mientras que la manifestación de este

potencial motivacional daría lugar a la emoción. Veremos todo esto con más detalle al final de la
segunda parte de este libro, como colofón al estudio del proceso emocional.

2.7. Motivación y psicología de la personalidad.

Desde sus orígenes la psicología de la personalidad se ha mostrado especialmente

interesada en las disposiciones motivacionales de los individuos. Su objetivo ha sido elucidar qué
motivos existen, cuáles son los más importantes y cómo sabemos que una persona tiene o no un

determinado motivo. En cierto modo, cada persona parece tener una serie exclusiva y diferente de

necesidades motivacionales. Así lo reconocía Allport al afirmar que no existen motivos simples y
soberanos comunes a todos los hombres, sino que cada persona es única del mismo modo en que

es única cada cultura. Los teóricos de la personalidad, arguyendo que parte de la dificultad para
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unificar las motivaciones básicas de los diferents individuos tiene su origen en la confusión entre

los valores -determinados socio-culturalmente- y los motivos propiamente dichos, pretendieron

dar al tema un enfoque nomotético. Este enfoque partiría de un estudio psicométrico de las
diferencias individuales -recordemos los trabajos de Stern-, cayendo, a menudo, en el llamado

personalismo.

Constituye una evidencia cotidiana el hecho de que intentamos explicar la conducta de los
demás atribuyéndoles siempre una serie de motivos sobre los cuáles no tenemos más que el

conocimiento basado en la propia experiencia personal. Seguramente, el lector de este libro ha

supuesto, o supondrá ahora, que el autor ha estado bajo el influjo de una serie de motivos durante
la realización del mismo. Los psicólogos que estudian la personalidad han ido mucho más allá de

esta idea intuitiva, falacia nominalista, mediante la identificación de una lista limitada de motivos

humanos básicos, distinguiéndolos de otras características personales como pueden ser los
rasgos, los valores o las capacidades. Es cierto que no se han puesto enteramente de acuerdo en la

determinación de esos motivos básicos. Sin embargo, sí hay un relativo consenso a la hora de

afirmar que a menudo los motivos resultan inconscientes y que cualquier lista final de motivos
humanos tendría, desde luego, que incluir las necesidades de agresión, poder, amor o sexualidad,

alivio de la ansiedad y de la inseguridad y de algún tipo de logro, dominio o autorrealización.

Además, hoy en día podemos topar con numerosas dimensiones de personalidad basadas en
características más bien motivacionales. Valgan, a modo de ejemplo, las dimensiones de

“búsqueda de sensaciones” (sensation seeking), “intensidad de afecto” o “patrón de conducta tipo

A vs. tipo B” (Reeve, 1995).


Sin embargo, a pesar de los notables progresos logrados desde este enfoque, hay una cuestión

especialmente delicada a la que se han enfrentado los estudiosos de la personalidad: el problema

de la medición de los motivos humanos.

2.8. La medida de la motivación.

La ingente experimentación originada en los estudios que sobre motivación animal

realizaron los psicólogos del paradigma conductista, puso de manifiesto la necesidad de medir de
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algún modo el grado de motivación de un organismo. Esos psicólogos nunca medían la

motivación directamente. En su lugar, manipulaban primero los estímulos y, a continuación,

medían algunos parámetros de algún tipo de comportamiento observable. La motivación, de este


modo, se infiere de los cambios ocurridos en los parámetros medidos del comportamiento: la

intensidad, la frecuencia, la persistencia, la latencia, la direccionalidad, etc. Así, la motivación

nos ayuda a explicar y comprender el cambio en el comportamiento animal, concibiéndola como


una variable intermedia. Una variable intermedia se situa entre el estímulo y la respuesta y sirve

de conexión entre ellos. De este modo, la motivación conecta el cambio estimular (p.e. la

deprivación de alimentos) con el cambio conductual (p.e. aumento en la velocidad de carrera) y


proporciona una posible explicación de las relaciones entre estímulo y respuesta. Esta naturaleza

intermedia de las variables motivacionales hace que sea particularmente difícil su estudio directo.

Una segunda dificultad proviene de la naturaleza temporal de los fenómenos motivacionales. La


motivación oscila y cambia con el tiempo, de modo que dificulta aún más una medición ya de por

sí compleja.

Por lo que respecta a la medición de la motivación humana, los intentos han sido
múltiples, pero los resultados no son todo lo satisfactorios que cabría desear. Dos de los

precursores en esta empresa fueron Murray y Cattell, que intentaron primero definir

cuidadosamente y luego medir los diferentes motivos humanos. Murray promulgaba la necesidad
de medir la motivación a todos los niveles posibles. En consonancia con esta premisa, sus

medidas fueron múltiples: medidas de observación conductual, autoinformes, codificación de

fantasías asociadas a la música, de sueños, pasación de cuestionarios y, sobre todo, la pasación


del TAT, el Test de Apercepción Temática, elaborado por él mismo. El TAT es un test

proyectivo, que recoge sistemáticamente el tipo de asociaciones libres que Freud y sus sucesores

habían empleado para extraer inferencias acerca de los motivos en su trabajo clínico. En este test
se pide a los sujetos que narren relatos imaginativos tras contemplar una serie de veinte

fotografías sugerentes, pero ambiguas, que se supone evocan complejos emocionales clave en la

vida de los individuos, tales como la relación padre-hijo, madre-hija, etc. Las primeras diez
imágenes representan escenas típicas de la vida cotidiana, y las otras diez, más fantásticas,

deducen asociaciones inconscientes más hondamente reprimidas. Los relatos resultantes de las
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fantasías del sujeto al contemplar las diversas fotografías son sometidas a una codificación de

orden psicoanalítico.

Por su parte, Cattell optó por los métodos estadísticos, concretamente recurrió al análisis
factorial para extraer los factores que explican realmente la covariación entre las diferentes

medidas de la motivación. Mediante este análisis, Cattell pretendía identificar los diversos

motivos y la fuerza relativa de cada uno de ellos. Su método pareció especialmente prometedor
porque proporcionaba un procedimiento estadístico objetivo de probar la existencia de un motivo

y de combinar diferentes indicadores en un solo factor numérico, método que contrastaba con el

meramente intuitivo de Murray. Sin embargo, la precisión estadística es un espejismo que no


debe impedirnos ver las serias limitaciones de los procedimientos de este tipo. Por ejemplo, el

resultado de un análisis factorial es una mezcla de muchos indicadores diferentes que sólo de una

manera muy amplia cabe clasificar bajo un epígrafe común. Debido a este, y a otros muchos
inconvenientes conceptuales, el método de Cattell no ha tenido la trascendencia que pretendía su

autor.

Alrededor de los años 50, McClelland revolucionó la medida de la motivación humana


con un método que, pese a haber sido muy discutido, ha sido también muy utilizado. Su método

se basaba, a grandes rasgos, en inducir una activación motivacional para después medir las

producciones de la fantasía a través de tests proyectivos (p.e. el TAT de Murray). Los contenidos
mentales expresados eran cuidadosamente codificados e interpretados, con lo cual se obtenía una

baremación a partir de la cual interpretar futuras pasaciones del test a sujetos de los cuales se

desconocían sus disposiciones motivacionales. Con este método, McClelland pretendió aunar los
principios psicoanalíticos con la rigurosa metodología experimental.

Otras medidas utilizadas frecuentemente en sujetos humanos son las relacionadas con la

ejecución, tal como vimos que hacían los primeros conductistas con las ratas de laboratorio.
Desgraciadamente ya hemos visto que aunque la motivación influye en la ejecución, ésta no deja

de ser una medida indirecta de aquella, y, a veces, la ejecución puede venir controlada por otros

procesos distintos de los motivacionales (p.e. el aprendizaje).


En la segunda mitad de este siglo se ha recurrido con frecuencia a los cuestionarios y a las

escalas tipificadas para medir diferentes motivos. Han aparecido, por ejemplo, la Escala
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Preferencial Personal (Edwards, 1959), las Escalas Mehrabianas para orientación del logro y de la

afiliación (1969, 1975), etc. Sin embargo, su validez no es la que cabría desear, ya que no miden

motivos “puros”. Intervienen otros factores difíciles de controlar.


No podemos concluir este apartado sin hacer referencia a las medidas psicofisiológicas

utilizadas para medir motivos o desórdenes motivacionales. Las pruebas utilizadas son

prácticamente las mismas que han sido utilizadas profusamente en la medida de la emoción
(actividad electrodérmica, electrocardiografía, respiración, presión sanguínea, etc) y que

constituyen, a la vez, las variables registradas por el controvertido “detector de mentiras”. Su

aparente objetividad no consigue eliminar serios problemas de fiabilidad y validez por lo que a la
medida de la motivación respecta. Comentaremos más detalladamente estas medidas

psicofisiológicas cuando veamos la evaluación del proceso emocional, donde su utilización ha

resultado, quizás, menos problemática.

2.9. Motivación animal y motivación humana.

Aunque, como demostró Darwin, existe una genuina continuidad entre lo que conocemos

como animales y ese animal al que llamamos hombre, y a pesar de que, en el ámbito concreto de

los estudios motivacionales, la psicología debe muchísmo a la experimentación animal, creemos


que existen importantes diferencias cuantitativas y cualitativas que hacen irreductible la

problemática motivacional humana a la propia de especies filogenéticamente distintas. Debemos

reconocer la gran deuda contraída con aquellos investigadores que en los años 30 consolidaron la
primera aproximación experimental sistemática a la motivación, trabajando incansablemente en

sus laboratorios con diversas especies animales. El desarrollo actual de la motivación humana

sería inconcebible sin esos orígenes. Sin embargo, pensamos que hoy en día ya no se puede
concebir la psicología de la motivación como una disciplina basada fundamentalmente en el

estudio de especies no humanas. Varias son las razones que nos inducen a pensar de este modo.

En primer lugar, la decadencia del paradigma conductista y la irrupción en la psicología de los


procesos cognitivos superiores, hace que sea sumamente difícil concebir unos mecanismos

motivacionales estrictamente asociacionistas, prescindiendo del estrecho vínculo entre


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motivación y cognición. La consideración de ese vínculo implica la adopción de una postura

diferencial ante la motivación animal y la humana: la diferencia estribaría en la irreductibilidad

de la cognición humana a la animal. En segundo lugar, debemos fijarnos en la particular


dimensión social de la conducta humana. Dicha dimensión social, aprehendida de manera única

por la cognición humana, ha dado lugar a la aparición de motivaciones cuantitativa y

cualitativamente distintas a las motivaciones animales, cuyo grado de socialización es


generalmente inferior -y, cuando menos, esencialmente distinto- al humano. Por poco que se

profundice en el estudio de la llamada motivación social, se hace inmediatamente evidente que

estamos tratando con motivos intrínseca, y, a menudo, exclusivamente humanos. El desarrollo de


una metodología adecuada para medir la motivación humana -tanto mediante técnicas de

laboratorio como a nivel de investigación social-, la potencialización que investigadores como

David C. McClelland y John W. Atkinson han dado en esta segunda mitad de siglo a la
experimentación en motivación humana, la consecuente adopción de un enfoque más ideográfico

que nomotético y la recuperación de constructos cognitivos largamente olvidados (propósitos,

intenciones, expectativas, volición, motivación inconsciente, etc), han sido otras de las muchas
causas determinantes que han llevado a la "humanización" irreversible de la psicología

motivacional. Hay quien piensa que la disociación es de tal magnitud, que el estudio de la

motivación animal poco puede aportar ya a la psicología de la motivación humana.

2.10. Motivación y cognición.

Con la irrupción del paradigma del procesamiento de la información tras la crisis

paradigmática del conductismo, la psicología dió un giro importante en su orientación y en su

objeto de estudio. La cognitivización basada en la analogía de la computadora que trajo consigo


esa primera época relegó a un segundo plano los estudios motivacionales, hasta entonces tan en

boga entre los psicólogos conductistas y neoconductistas. El péndulo histórico osciló tanto que la

mente humana, aunque recuperada para la psicología tras el largo olvido asociacionista, fue de
algún modo mutilada en un rescate vinculado estrictamente a la metáfora del ordenador. Fue ésta

la época del cognitivismo "frío". Como siempre suele ocurrir en el devenir histórico, fue
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moderándose la desviación del péndulo de su vertical y, paulatinamente, tanto la motivación

como la emoción, encontraron su lugar en el enfoque cognitivo. Con esta recuperación del

proceso motivacional desde el paradigma cognitivo, resurgieron algunos conceptos "mentalistas"


de primera mitad de siglo y aparecieron otros nuevos que sustituyeron las complejas

explicaciones asociacionistas de temas tales como el poder de atracción del incentivo. Desde el

cognitivismo "cálido" se recuperaron, pues, y se readaptaron, los conceptos lewinianos de


valencia y de espacio vital, la intencionalidad de la conducta molar y las expectativas

promulgadas por Tolman y el “valor de expectativa” de Atkinson. Esta recuperación de viejos

conceptos puso de manifiesto la adecuación de los conceptos cognitivos para dar cuenta del
proceso motivacional humano. El procesamiento de la información que llevan a cabo los

organismos superiores y, sobre todo, el hombre, no se da en absoluto de manera aséptica, sino

que viene siempre regulado por las necesidades, los motivos, las aspiraciones y las emociones del
sujeto. Aparecieron así toda una serie de factores cognitivos que influyen sobre la motivación: el

análisis de la información y de su procesamiento, las autovaloraciones, los juicios y las

atribuciones causales, la percepción y recuperación de los éxitos y fracasos anteriores, la


intencionalidad, las creencias, la motivación intrínseca, etc. Este universo terminológico

respondía a una necesidad de la psicología de la motivación que el asociacionismo había

intentado disimular con parches demasiado complejos para resultar verosímiles y eficaces. Con la
irrupción de la dimensión cognitiva en la motivación se inauguró una nueva época en la

investigación de los diferentes sistemas motivacionales, unos sistemas que eran ahora mucho más

"humanos" y tenían mucho más en cuenta la realidad social que condiciona hoy por hoy al homo
sapiens sapiens.

2.11. Motivación intrínseca y motivación extrínseca.

Son éstos conceptos muy en boga últimamente, sobre todo porque han generado

conocimiento tecnológico con ámbitos de aplicación importantes, que van desde la educación a la
mejora del rendimiento laboral. Concretamente, resulta paradigmática su aplicación a la

psicología industrial (Salanova, Peiró & Hontangas, 1990).


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Se considera motivación extrínseca aquella motivación que viene elicitada por una

recompensa manifiesta independiente de la tarea en sí. Los incentivos extrínsecos serían por tanto

aquellos que proporcionan una satisfacción independiente de la actividad misma, siendo, además,
normalmente controlados por alguien o algo distinto del propio sujeto.

La motivación intrínseca sería, en cambio, la que no depende de incentivos externos. El

incentivo es inherente a la propia actividad. En la motivación intrínseca la actividad por sí misma


es motivante y, como norma, aumenta el sentimiento personal de competencia y

autodeterminación (Eysenck, 1982), favoreciendo la autoestima.

Mientras, en principio, parecería lógico pensar que ambos tipos de motivación tienen
efectos aditivos e independientes sobre el rendimiento, parece que la evidencia empírica apunta a

la existencia de una interacción no precisamente aditiva (DeCharms, 1968, Deci, 1975). En

algunos casos, la motivación extrínseca -o, más bien, la orientación motivacional extrínseca, es
decir, la orientación hacia el incentivo extrínseco- puede, de hecho, disminuir la intrínseca. Según

Deci (1978), la motivación extrínseca favorece el rendimiento cuando ofrece principalmente

información de la buena competencia del sujeto, sin que éste perciba el incentivo extrínseco
como la fuente de control de su comportamiento, y cuando se aplica a actividades rutinarias o

sobreaprendidas. Sin embargo, la motivación extrínseca reduce el rendimiento cuando los

incentivos externos se aplican a tareas ya de por sí interesantes o cuando están relacionados con
actividades tan abiertas como la solución de problemas o la creatividad.

Cuando una persona está motivada intrínsecamente, el lugar percibido de la causalidad es

interno, mientras que en las situaciones de motivación extrínseca pasa con frecuencia a percibirse
la recompensa o incentivo como fuente de causalidad, quedando la persona con una motivación

intrínseca reducida.

La teoría de Deci de la evaluación cognitiva (Deci, 1980; Deci & Ryan, 1985), dice que
las recompensas tienen dos aspectos a considerar: el informacional y el controlador. Si éste

destaca más que el primero, un sujeto percibirá el control como externo. Si es el aspecto

informacional el que destaca, el control será percibido como interno y dará lugar a sentimientos
de competencia y autodeterminación, y a la mejora de la autoestima. En consecuencia, parece

lógico pensar que el reforzamiento externo podría llegar a facilitar cualquier comportamiento si
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

informara a la persona de que lo que está haciendo lo está haciendo bien (Beck, 1990). Sin

embargo, parece que, además hay que tener en cuenta otros factores a la hora de optar por la

motivación extrínseca. Estudios recientes demuestran que las recompensas reducen la motivación
intrínseca cuando:

1-Aparecen “expectativas” de recompensa.


2-Se recuerda al sujeto a menudo, y se enfatiza, la posibilidad de obtener dicha recompensa.

3-La recompensa es tangible (regalos, dinero, etc). Parece que las recompensas simbólicas

(alabanzas, sonrisas, etc) no reducen la motivación intrínseca.

La estrategia a seguir parece que es la de aplicar la motivación extrínseca teniendo en cuenta

estas premisas, y hacerlo sólo cuando la intrínseca inicial del sujeto es muy baja y no
encontramos modo alguno de elevarla. Existen diversas formas para, antes de recurrir al

incentivo extrínseco, intentar elicitar algún grado de motivación intrínseca. Si veíamos que,

normalmente, la motivación intrínseca aumentaba el sentimiento de competencia y de


autodeterminación, parece que también se da la relación a la inversa. En efecto, la competencia

percibida y la creencia de ser uno mismo el “causante” de la propia conducta aumentan la

motivación intrínseca. De este modo, podemos optar por dar falso feed-back -dando por buenas
respuestas que no lo son- o por tachar de muy difícil una tarea que en realidad es bastante fácil,

para elicitar la percepción de competencia, y por ofrecer la posibilidad de elegir entre actividades

alternativas, para inducir un sentimiento de autodeterminación. Si aún después de utilizar estas


estrategias no hemos conseguido que el sujeto se halle lo suficientemente motivado

intrínsecamente, habrá que recurrir a los incentivos extrínsecos, teniendo buen cuidado de

destacar su dimensión informacional, procurando no despertar excesivas expectativas de


recompensa y prefiriendo los premios simbólicos sobre los incentivos materiales

2.12. Las controvertidas funciones de la motivación.


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

El tema de las funciones de la motivación es una cuestión delicada y confusa. En torno al

asunto ha habido tantas propuestas como enfoques teóricos en la concepción del proceso

motivacional. La propia definición de motivación ha sufrido un proceso histórico similar.


En un principio se postuló que la función de la motivación, de la pulsión o de los

impulsos era la de mantener y/o restablecer la homeostasis de los organismos. Como veremos,

esta opción teórica que consideraba la motivación desde la homeostasis se vió paulatinamente
desacreditada por las aportaciones que demostraban que no siempre la conducta motivada tiende

a restablecer el equilibrio de nuestro medio interno y que, en algunas ocasiones, incluso

incrementa la tendencia, digamos, entrópica.


Se ha dicho también que la función de la motivación es precisamente la de elicitar la

conducta de los organismos. Según esta concepción, el organismo no motivado está inactivo. Sin

embargo, la inactividad total no se da nunca en un organismo vivo. La actividad es una propiedad


inherente a todos los organismos vivientes, y su simple existencia no constituye un problema

motivacional, ni tan siquiera psicológico.

Del mismo modo, se ha argumentado que la motivación dirige la conducta. Es evidente


que la conducta a menudo posee un carácter direccional, pero no parece cierto que dicha

direccionalidad se deba siempre y exclusivamente a la motivación. Las estructuras innatas, las

habilidades, los hábitos, etc pueden determinar de igual modo la orientación de nuestro
comportamiento.

Descartadas las funciones de elicitar y dirigir la conducta, ha habido quien ha abogado por

la función de determinar el grado de actividad, el vigor, la persistencia, la latencia o la tasa de


conducta. Resulta evidente que esta concepción también es errónea cuando consideramos que

esas propiedades del comportamiento son susceptibles de ser condicionadas en un proceso de

aprendizaje.
Como vemos la cuestión es sumamente compleja. Hull argumentaba que la motivación

catalizaba las tendencias asociativas (hábitos) en acción. Los hábitos sin impulso son impotentes

y el impulso sin los hábitos no es sino una ciega urgencia a la acción. También esta versión tiene
sus puntos débiles, pero es, tal vez, la que puede aportar algún atisbo de solución al dilema. De

hecho, y prescindiendo de la visión asociacionista de Hull, las tendencias más recientes vinculan
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la motivación a la acción resultante de una intención: la presencia de la motivación facilitaría la

puesta en marcha del proceso que convertiría una acción virtual, previo paso por los mediadores

cognitivos pertinentes, en una acción intencional real.

3.UNA PANORAMICA HISTORICA DEL ESTUDIO DE LA MOTIVACION.

3.1. Algunos antecedentes.

El estudio y la reflexión sobre lo que hoy conocemos como motivación se remonta muy
atrás en nuestra historia. Ya los primeros filósofos de la Grecia clásica abordaron temas que

podríamos considerar como los primitivos rudimentos de lo que hoy consideramos patrimonio de

la psicología de la motivación.

El Hedonismo presocrático.

Algunos presocráticos, entre los cuales destaca Demócrito, sostuvieron una especie de

hedonismo ético derivado de su concepción atomista del mundo. El atomismo presuponía una

postura determinista, sólo ligeramente suavizada por Epicuro, -que atribuyó a los átomos
psíquicos cierta autonomía-. Para Demócrito, las motivaciones venían determinadas por los

átomos físicos que incidían y producían el movimiento de los átomos psíquicos. Todos los

placeres tienen el mismo origen, luego son igualmente buenos. El hombre virtuoso se distinguía
por saber ordenar su vida de manera que obtuviera el máximo de placer. El problema de los

apetitos animales no consistía en que fueran intrínsecamente malos, sino en que entrañaban

ciertos peligros o riesgos. Por eso, el virtuoso buscaba la satisfacción de sus necesidades
corporales, pero lo hacía con cuidado y moderación.

Trasimaco, en el siglo IV antes de Cristo, defendió una teoría que le condujo a una

posición muy similar a la de Demócrito. Decía que la motivación principal del hombre era el
auto-interés. La gente actuaba en función del propio provecho. La misión de las leyes era hacer

que el propio interés (en evitar el castigo de los guardianes de la ley) coincidiese con el interés
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

social. De este modo, encontramos en este autor también algunas ideas características de una

postura hedonista.

Sócrates y la determinación intelectual de la motivación de bondad y de la acción humana.

Sócrates discrepaba profundamente de esta concepción. Si los actos correctos son


aquellos que benefician a su autor y no importa nada más, entonces dos individuos pueden no

ponerse nunca de acuerdo respecto a lo que consideran "correcto". Nuestro interés no coincide

siempre (más bien, casi nunca) con el del vecino. Sin embargo, a veces, los seres humanos
podemos llegar a concluir que un acto que va incluso contra nuestros propios intereses es

correcto: en consecuencia, parece que el hombre posee en cierto modo un estándar de bondad.

Para Sócrates, la gente actúa siempre haciendo lo que cree correcto, aunque es verdad que el
juicio sobre la corrección de un acto puede estar equivocado. Lo difícil es pues saber qué es lo

correcto. El intelecto no sirve nuestros deseos, más bien aquello que deseamos se basa en nuestro

juicio intelectual de lo que es correcto. Si la doctrina de Trasimaco podría concebirse como una
rudimentaria teoría del reforzamiento, la de Sócrates sería la contrapartida cognitiva de una

explicación motivacional del comportamiento humano.

Aristóteles y la cuestión del determinismo.

Aristóteles propuso algunas ideas relevantes que incluso hoy en día continuan
determinando el estudio de la motivación. Para el filósofo griego, el alma humana era libre y la

mente del recién nacido una tabula rasa.. Quizás conviene llamar la atención sobre el hecho de

que, a lo largo del devenir histórico, estas dos ideas, tan controvertidas, raramente volverán a ser
defendidas conjuntamente por un mismo autor o en una misma teoría filosófica: la mayoría de

aquellos que defiendan posiciones análogas a la de la tabula rasa, optarán, pensamos que de

forma más coherente, por defender una postura determinista. Según el determinismo, todo el
comportamiento humano es el resultado de las condiciones que lo preceden -variables

antecedentes, en términos psicológicos-.


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Por supuesto, cada uno de nosotros puede tener su opinión sobre el determinismo o el

libre albedrío del hombre. Sin embargo, la psicología casi siempre ha estado en desacuerdo con la

escuela peripatética. El determinismo psicológico implica que cada comportamiento tiene una
causa que lo antecede. La motivación ha sido propuesta a menudo como una de las principales

causas de la conducta humana. Si reflexionamos un poco sobre la cuestión, llegaremos a la

conclusión que la postura de la psicología no podía ser de otra manera: si el hombre fuera
realmente libre sería imposible estudiar el comportamiento, porque no se podría postular regla

alguna que predijese su conducta. A menudo, cuando se explica esta postura en clase, el

alumnado reacciona casi escandalizado, suponiendo que el determinismo imposibilita la opción,


la elección humana. Esta conclusión, como veremos, no es del todo acertada. Esta tarde, por

ejemplo, yo he tomado la opción, he elegido, trabajar en este libro en lugar de llevar a cabo una

serie de trabajos domésticos pendientes. A primera vista, mi decisión ha sido totalmente libre.
Sin embargo, si analizamos más de cerca la cuestión, descubriremos una serie de variables

antecedentes que me han influido a la hora de tomar esa decisión (el compromiso de tener listo

este trabajo para unas fechas más o menos predeterminadas, el hecho de que esta mañana haya
ocupado el tiempo en otros menesteres, etc). De este modo, podemos decir que he podido elegir,

pero que mi elección ha sido determinada realmente por estas y otras muchas condiciones

antecedentes. Alguien que me conozca mínimamente bien, teniendo en cuenta todas esas
variables, podría haber predicho con poca posibilidad de equivocarse cual habría sido mi opción

para ocupar esta tarde.

La segunda idea fundamental de Aristóteles se refería a que la mente humana es, al nacer,
como una página en blanco donde va escribiendo la experiencia. Esta idea, tan aparentemente

inofensiva, ha determinado enconados enfrentamientos en el seno de la psicología

contemporánea. Se trata de la ya clásica dicotomía entre la natura y la nurtura, entre lo innato y lo


aprendido. Los teóricos de la motivación no han escapado a este acalorado debate.

Platón o la intrascendencia de lo motivacional.


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Platón pensaba que lo que hoy conocemos por motivación poco tenía que ver con la

conducta humana, ya que el hombre anulaba la influencia de los motivos con la facultad del

razonamiento. Como todo ser humano es capaz de elegir y marcarse metas, mientras el intelecto
tenga la necesaria libertad para decidir sus acciones, estas metas determinarán la conducta

humana.

Sin embargo, Platón reconoció la existencia de movimientos "forzados" producidos por


las emociones o las "pasiones animales", aunque consideraba dichos movimientos torpes y

carentes de gracia y de propósito. Eran movimientos fortuitos, arbitrarios y no constituían

actividades naturales o habituales del hombre. La motivación , como vemos, jugaba un pobre
papel en la filosofía del hombre platónico.

El catolicismo y la libre voluntad del hombre.

La época que va de Platón y Aristóteles al Renacimiento ha sido tradicionalmente pobre

en aportaciones novedosas o revolucionarias al campo del pensamiento y la ciencia. Sin embargo,


cabe destacar la influencia de la concepción católica del hombre a la hora de inferir cuales eran

las disposiciones para reconocer entidades equiparables a las actuales motivaciones. Para el

catolicismo el hombre es libre, porque Dios le dió una voluntad y una capacidad de elección entre
el bien y el mal. Esa voluntad humana pone de manifiesto la poca importancia que se daba a las

motivaciones extrínsecas, que debían someterse a ella. Aunque se reconocían ciertas atracciones

del mundo potencialmente generadoras de acciones -generalmente, pecaminosas-, la voluntad


humana debía ser capaz de controlarlas e imponer las acciones que de ella emanaban. En

términos de Tomás de Aquino, las "compulsiones" debían ser vencidas por las acciones derivadas

de la voluntad del hombre. Para Ramón Llull, la voluntad humana, que procede de la divina, es la
instancia superior del alma, y prevalece sobre el entendimiento, el sentimiento y la tentación.

Descartes, el análisis de las causas del comportamiento y las pasiones del alma.
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La época en que vivió Descartes se caracterizó por una revolución del conocimiento y de

la ciencia y por el olvido de la resignación y de la oscuridad medieval. Con Descartes se inaugura

el Racionalismo y la filosofía moderna. Fue él quien, por primera vez, definió y explicó los
reflejos de una manera, aunque errónea, sumamente ingeniosa. Era una de las primeras

incursiones en el análisis causal del comportamiento, un comportamiento concebido por este

autor a partir de principios mecánicos. Este mecanicismo rige toda la conducta animal. Sin
embargo, la mente humana escapa a esta causalidad mecánica a partir de la existencia del alma,

lo que justifica el libre albedrío de la persona, característica básica que lo distingue del animal.

De este modo se configura el dualismo cartesiano. La conducta se puede dividir en conducta


refleja, causada por sucesos físicos y típica de los animales, y en conducta voluntaria, causada por

sucesos mentales y exclusiva del ser humano. Esos sucesos mentales cartesianos incluyen lo que

el llama las pasiones fundamentales del alma: la admiración, el amor, el odio, el deseo, la alegría
y la tristeza. De esas seis pasiones fundamentales se derivan otras muchas, todas ellas posibles

motivos del comportamiento humano.

Del materialismo al asociacionismo.

Debemos a Hobbes la recuperación de la doctrina materialista de Demócrito, que lo


explicaba todo en función de la acción de fuerzas físicas sobre los átomos. Los cuerpos, y entre

ellos el cuerpo humano, son materia sometida a los movimientos y fuerzas físicos. Hobbes recoge

la crítica de Spinoza al dualismo cartesiano: si la mente es causa de movimiento de un cuerpo


físico, también debe ser física. La actividad mental responde literalmente a movimientos físicos

de partículas en nuestro cerebro, movimientos que han sido transmitidos desde los sentidos. Para

Hobbes, nada hay en nuestra mente que no haya entrado por los sentidos. Con esta aserción puede
considerarse inaugurado el pensamiento empirista según el cual todo el conocimiento proviene de

la experiencia sensorial. La conducta es causada entonces por el mundo físico. No existe la libre

voluntad humana. Son los estímulos los que determinan, "motivan" el comportamiento: los
estímulos deseables lo atraen, los indeseables lo alejan. De este modo, para Hobbes, una persona

se mueve en función de lo que es deseable y de lo que no lo es, en función del deseo y la


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aversión: vuelve el hedonismo de Trasimaco articulado en un discurso mecanicista. Pero si este

hedonismo es cierto, si cada cual actúa para autoprocurarse placer, ¿cómo puede existir la

sociedad?. Aún más: si la motivación humana proviene sólo de los estímulos externos ¿cómo
puede la conducta preveer un futuro cuyos estímulos aún no se dan?

La respuesta de Hobbes va a conducir a una corriente de pensamiento sumamente

fecunda: el asociacionismo. Para este autor, las ideas eran movimientos de partículas en el
cerebro. Si dos inputs entran juntos en dicho cerebro, se pueden quedar ligados, "asociados",

formando, según explicará posteriormente Locke, las llamadas “ideas complejas”. Cuando una de

las dos ideas ligadas se ponga en movimiento, se moverá automáticamente la otra, y será
entonces evocada. Si en nuestra mente una acción determinada está asociada a un castigo, aunque

sepamos que esa acción en un momento concreto nos va a proporcionar un placer o un beneficio,

no podemos evitar que se movilice la idea del castigo, produciéndose automáticamente un


proceso de aversión y reprimiéndose la conducta. Esta es realmente la causa, según Hobbes, de

que no actuemos siempre en provecho propio y en contra de los intereses de los demás cuando se

contraponen a los nuestros.


Hobbes explicitó, por primera vez, el papel de la asociación en la motivación de la

conducta humana. Estas ideas serán desarrolladas por Locke, Hume y otros empiristas británicos.

En ellos persistirá la vieja idea del hedonismo, según la cual la motivación del hombre viene
determinada por sus deseos o por sus inquietudes.

La réplica “socrática” de Kant.

La reacción al radicalismo empirista y asociacionista no se hizo esperar. Entre las

numerosas críticas formuladas, destaca la que provino del pensamiento del filósofo alemán
Immanuel Kant.

Kant asegura que nuestras mentes poseen conceptos que no se pueden explicar a partir de

lo percibido por nuestros sentidos. Pone, a modo de ejemplo, la noción de causalidad, que
atribuimos a menudo a los eventos que nos llegan del mundo exterior. Esa causalidad no se

percibe directamente, sino que se infiere de las secuencias de acontecimientos percibidos. Así
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pues, la mente humana produce una serie de ideas que, como la causalidad, organizan las

sensaciones. Estas ideas, conceptos o "categorías" a priori constituyen una especie de teorías del

mundo, que no se derivan de la experiencia (aunque Kant no explicita que tengan un carácter
innato). Estas teorías incluyen los juicios "socráticos" sobre qué acciones son correctas y cuáles

no. Renace, actualizada, la argumentación que Sócrates esgrimió contra el hedonismo de

Trasimaco: cumple otro ciclo el péndulo de la historia.

3.2. Los pioneros.

Hace más de un siglo, se dieron una serie de eventos y circunstancias que impulsaron el

estudio de la motivación humana hacia cuestiones que aún siguen vigentes hoy en día. Veamos

los fundamentales.

El evolucionismo: un duro golpe para el dualismo cartesiano.

La concepción cartesiana según la cual el hombre y los animales eran esencialmente

diferentes -en cuanto que el primero poseía una mente que se mantenía al margen del

mecanicismo que gobierna la conducta de los seres infrahumanos- empezó a tambalearse


peligrosamente con la aparición del Origen de las especies (1859). Tradicionalmente, el

pensamiento filosófico y teológico había visto al hombre como un organismo dotado de razón y

voluntad. Esto le distinguía de los animales, le dignificaba, y, a la vez, le hacía responsable de sus
acciones. En este marco conceptual no había lugar para fuerzas motivacionales. Con Darwin,

todo cambió. De acuerdo con sus tesis, las diferencias físicas y comportamentales de todos los

organismos vivientes (incluido el hombre), se pueden explicar en base a dos principios


fundamentales: las variaciones accidentales y aleatorias en los mecanismos de la herencia (hoy

hablaríamos de mutaciones), y la selección natural de aquellas variaciones más adaptativas. Dos

principios, como vemos, causalmente determinados. Este determinismo, extendido al hombre,


trajo consigo, a la postre, la aniquilación del concepto de voluntad y libre albedrío: el hombre

perdió la cualidad ontológica que le distinguía del animal, con lo cual se sentaron las bases para
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el estudio indiferenciado de las fuerzas que impulsaban la acción de ambos. Efectivamente, si no

hay diferencias cualitativas entre las especies animales y la humana, las explicaciones de la

conducta de los primeros deben ser hasta cierto punto válidas para explicar la nuestra. Con esta
argumentación, se dió pie al nacimiento de la psicología comparada, que tanto habría de aportar

en las primeras décadas del estudio científico de la motivación. Otra importante consecuencia de

la continuidad comportamental entre el hombre y los animales fue la consideración de los


instintos en la explicación de la conducta humana. William James (1890) fue un pionero, como lo

sería en tantos otros ámbitos, en la consideración del instinto desde la psicología, atribuyendo al

hombre hasta veinte instintos “físicos” y diecisiete “mentales”. McDougall (1908) radicalizó esta
postura, defendiendo el instinto como el concepto con mayor influencia en la conducta y en la

motivación. La influencia de los postulados de James y de la concepción hórmica de McDougall

se detecta aún en las tesis de la moderna etología en torno a lo que, sustituyendo el viejo término
de “instinto”, se han dado en llamar “patrones de acción fijos”.

Casi simultáneamente a los intentos de James y McDougall por elucidar cuales eran los

principales instintos rectores del comportamiento, Sigmund Freud trataba de explicar los
fenómenos irracionales de la conducta humana, atribuyéndolos a impulsos inconscientes y

dinámicos. Su teoría va a suponer una importantísima aportación a la psicología de la motivación

humana y va a determinar todas las posteriores teorías de la personalidad.


La equiparación del hombre y el animal trajo consigo, ya lo hemos dicho, la validación

implícita del estudio de la conducta animal y la extrapolación de sus principios rectores al

comportamiento humano. Pronto se hicieron grandes progresos en el estudio del aprendizaje


animal, labor en la que cabe destacar a Thorndike, que, a partir de las enseñanzas de su maestro

William James - que, entre muchos otros méritos, acuñó también el término "hábito"-, llevó a

cabo el primer análisis de los "instintos" animales desde una perspectiva asociacionista. Los
instintos, para Thorndike, no eran sino conjuntos complejos de reflejos, y, en consecuencia,

podían ser analizados a partir de asociaciones estímulo-respuesta objetivables. El énfasis que el

asociacionismo puso en el análisis del comportamiento rompió con la larga tradición del
introspeccionismo, para el cual el objeto de la psicología no era la conducta, sino la conciencia o

la mente. Mientras el énfasis estuvo en el estudio de la mente, poco importaron las causas de la
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conducta y, lógicamente, poco lugar hubo para el estudio de la motivación. Ahora, las cosas

parecían cambiar de forma esencial. A los estudios de Thorndike y su formulación de la ley del

efecto, les sucedieron otras concepciones de talante parecido, entre las que cabe destacar la de
Woodworth (1918), que recogía también parte del pensamiento de McDougall. Woodworth está

generalmente acreditado como el introductor del término "impulso" en la psicología americana.

Discrepó de McDougall negando que dicho impulso fuera necesariamente una necesidad
instintiva o biológica. De hecho, la teoría hórmica entró en un franco declive, sobre todo a partir

de la crítica obra de Bernard (1924), en la que quedaba patente la desmesura en la que había

caído la explicación instintiva de nuestra conducta: se habían llegado a formular cerca de seis mil
instintos diferentes que gobernaban otros tantos comportamientos humanos.

El concepto de disociación del comportamiento instintivo en un cúmulo de conductas

reflejas, fue recogido con especial entusiasmo por la escuela reflexológica soviética. Destaca en
esa escuela la influencia de la obra de Ivan Petrovich Pavlov, cuya obra tuvo una repercusión

relativamente tardía porque no fue traducida al inglés hasta el año 1927. La influencia de Pavlov

se manifestó sobre todo en el pensamiento asociacionista, y se considera que él y Thorndike son


los grandes precursores del enfoque asociacionista de la motivación. Si Thorndike dió origen a la

aproximación a la motivación desde el aprendizaje, Pavlov fue, junto con Cannon, el precursor de

la aproximación articulada porteriormente en las teorías de la activación.


Todavía cabe mencionar un efecto más de la rápida expansión de la revolución

darwiniana. Las variaciones aleatorias de la herencia sobre las cuales actúa la selección natural no

determinan exclusivamente las diferencias interespecie. Dichas variaciones originan también


diferencias entre individuos de la misma especie, algunos de los cuales están más dotados para

afrontar las crueles demandas de la evolución. En una misma especie habrá pues individuos cuyas

potencialidades físicas o comportamentales posean un valor adaptativo mayor que el de sus


congéneres. Esta premisa llevó al estudio de las diferencias individuales y, a través de Galton y

Binet, fundamentalmente, dió lugar al nacimiento de la llamada psicología diferencial, que va a

influenciar de manera destacada la aproximación de la teoría de la personalidad a los procesos


motivacionales humanos.
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Así pues, las aportaciones teórico-experimentales de James, McDougall, Thorndike,

Woodworth, Bernard y Freud, desde la psicología, y de Pavlov y Cannon, desde ópticas más

vinculadas a la tradición fisiológica, fueron realmente valiosas para legitimizar el estudio de los
antecedentes causales de la conducta, entre los cuales destaca el proceso motivacional.

No podemos dejar de mentar aquí, entre esta generación pionera, una vieja tradición que

llevaba ya tiempo especulando sobre los mecanismos psicológicos de la volición. Esta tradición
había sido relativamente inmune a la influencia del pensamiento darwiniano. Pretendía esta

escuela instaurar el estudio experimental de la voluntad y sus efectos en la conducta humana. Por

ejemplo, para Wundt, el acto volitivo representaba un principio fundamental para el control de la
experiencia y la acción individual. El análisis de los procesos volitivos a partir de la

introspección y el tiempo de reacción inauguró esta tendencia experimentalista que investiga un

constructo supuestamente exclusivo del ser humano.

FIGURA 2

A los primeros estudios experimentales de Wundt y su escuela de Leipzig, les sucedieron

los análisis del pensamiento llevados a cabo por O. Külpe -discípulo de Wundt- y la Escuela de

Würzburgo. Dichos análisis les llevaron a concluir que había actitudes y tendencias que
controlaban de forma inconsciente la volición. Narziss Ach (1871-1946) interepretó este

fenómeno en términos de una psicología de la voluntad y acuñó el término de "tendencia

determinante". Ach, junto con Michotte (1881-1965), fueron los verdaderos fundadores de una
psiocología experimental de la voluntad, que había sido influida no sólo por la escuela de Wundt

y de Külpe, sino también por la tradición que empezando en Herbart pasaba por G.E.Müller. Esta

aproximación fue relevante en el estudio de la motivación principalmente por su reivindación de


la aproximación experimental a la psicología. La poderosa influencia del evolucionismo acabó

por desacreditar a los miembros de esta escuela y sus teorías acerca de la volición humana. No

obstante, parece que el péndulo de la historia ha vuelto de nuevo a cumplir uno de sus ciclos:
hace sólo unos pocos años, se vuelve a hablar de formación de intenciones y de volición desde el

ámbito de la psicología motivacional humana (Halish & Kuhl, 1987). El futuro asistirá
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seguramente a un espectacular renacimiento de las largamente ignoradas capacidades humanas

para actuar según los designios de la voluntad.

Los primeros pinitos experimentales.

Además de los pioneros ya comentados, hubo una serie de estudiosos que tomaron el
testigo de la difícil empresa de la experimentación, cuyos trabajos pueden considerarse directos

antecedentes de la experimentación sistemática en psiología de la motivación.

Uno de estos estudiosos fue Elmer Gates (1859-1923), un psicólogo apenas conocido que
parece haber llevado a cabo algunos de los primeros estudios experimentales sobre conducta

motivada mediante shocks y privación de alimentos. Los estudios de Gates surgieron de la

convicción de que las experiencias psicológicas se traducían en cambios estructurales del sistema
nervioso. A partir de esta hipótesis, trabajó con animales, a los cuales privaba de experiencias

sensorio-motrices, para investigar luego el desarrollo de las áreas del cerebro encargadas de

procesarlas. En sus experimentos, hacía que los animales llevasen a cabo ciertas tareas en las
cuales debían utilizar las capacidades sensorio-motrices supuestamente afectadas por la falta de

estimulación. Para empujarles a actuar les motivaba frecuentemente a partir de la privación de

alimentos o a partir de shocks eléctricos -por ejemplo, conectando sólo las placas de un
determinado color, de las de diferentes colores sobre las que pisaba el animal, a la corriente. El

animal, que había sido privado de estimulación visual, debía aprender a esquivar las placas

conectadas a la corriente, para lo cual era esencial que pudiese distinguir los colores-.
Fueron estos algunos de los primeros experimentos que utilizaron variables

motivacionales para promover una conducta determinada.

Otros personajes dignos de mención fueron Yerkes y Dodson, conocidos sobre todo por
su experimento de 1908, en el cual estudiaban la habilidad de los ratones para aprender tareas de

discriminación de brillo en tres niveles de dificultad. La ejecución se promovía debido a la

motivación que suponía el hecho de que las respuestas erróneas fueran castigadas con shocks
eléctricos de intensidades variables. De los resultados de esos experimentos nació la famosa ley

de Yerkes-Dodson, que relaciona la ejecución de las tareas fáciles y difíciles con el grado de
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motivación (o de activación) de un organismo. (Yerkes & Dodson, 1908). Aunque dicha ley ha

sido objeto de amplios debates, parece aún de relativa vigencia.

Watson y Rayner (1920) también destacaron por sus contribuciones a los estudios
motivacionales. Según ellos, la diversidad y complejidad de las emociones del adulto son debidas

a procesos de condicionamiento. Estudiaron, pues, el condicionamiento emocional. Sus

experimentos de condicionamiento del miedo, y su utilización del poder motivacional de ese


estado, se consideran cruciales en la historia del estudio de las fuentes adquiridas de motivación.

3.3. El primer periodo de experimentación sistemática.

Richter, Hull, Warden y Tolman.

Según Brown (1979), la experimentación sistemática en psicología de la motivación nace

en el periodo comprendido entre los años 1924 y 1942.

Los primeros estudios sobre el impulso (drive ) nacen de los trabajos de una serie de
biólogos y fisiólogos entre los cuáles, además de Cannon, destaca sobre todo Richter. Fueron

estos autores los que introdujeron el recurrido concepto de homeostasis para explicar las

motivaciones biológicas que se dedicaban a analizar (Caparrós, 1979). Dicho concepto fue
adoptado por numerosos psicólogos y aplicado en un principio a todos los sistemas

motivacionales. Destaca, entre todos los propuestos, el modelo que elaboró Hull, que culminó en

la formulación que en 1943 aparecía en Principles of Behavior, un libro que marca el inicio del
segundo período de experimentación sistemática, que veremos en el próximo apartado.

Posponemos para entonces la exposición de los aspectos fundamentales de la concepción

hulliana. Veamos ahora la aportación que, desde la experimentación, llevaron a cabo los
principales fisiólogos y psicólogos de aquellos años.

Richter estudió la relación entre los estados corporales y la actividad espontánea, y dió pie

a que los psicólogos adoptaran el paradigma de crear condiciones de motivación internas y


concibieran la noción de que tales eventos internos pueden asociarse con conductas manifiestas

destinadas a restablecer el equilibrio perdido (Hull, 1933).


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A partir de ahí, se hicieron nuevas investigaciones sobre las relaciones entre las

dimensiones de la recompensa, y la adquisición y mantenimiento de actividades complejas.

Según estas investigaciones, verdadero preludio del concepto de incentivo, los objetivos-meta
podían no sólo servir para fortalecer las conexiones asociativas, sino también para motivar

acciones distintas para su obtención. Esta tendencia investigadora tiene en Warden (1931) -con el

concepto de impulso-incentivo- y en Tolman (1932) a dos de los representantes más destacados.


Esta fue la época en que las investigaciones de éste último demostraron que aprendizaje y

ejecución no eran equivalentes y que existía lo que se denominó "aprendizaje latente". Esta

consideración propició la aceptación, por parte de un cierto sector de la comunidad psicológica,


de mediadores cognitivos entre el estímulo y la respuesta, aunque algunos, entre los que

destacaron Hull y Spence, siguieron explicando el fenómeno en función de complejos modelos

asociacionistas. Tolman insistía en que esas variables intervinientes correspondían a propósitos,


expectativas, cogniciones, capacidades y a las adaptaciones comportamentales, si bien matizó que

dichas variables no eran ni impalpables ni mentalistas, sino que, fiel a su origen asociacionista,

las explicó en función de las "correlaciones empíricas" entre estímulos específicos y estados
fisiológicos iniciales con la consecución de los objetivos-meta.

Para Tolman, la cognición era una uno de los determinantes inmanentes de la conducta.

Consecuente con esta convicción, construyó un sistema teórico que contemplaba las
características propositivas, dirigidas a una meta, del comportamiento -ya sugeridas, aunque en

otros términos, por McDougall-. Las cogniciones, variables intervinientes del comportamiento

animal y humano, se ponen de manifiesto en fenómenos como el del aprendizjae latente o en el


de la ejecución diferencial de una misma tarea en función de la intensidad del incentivo, lo que

pone en evidencia la ley del efecto de Thorndike. Sin embargo, esas variables intervinientes, esas

cogniciones propositivas, dice Tolman, sólo pueden ser inferidas a partir de la conducta, de
manera retroactiva (Tolman, 1932).

Aún así, hay que reconocer que la contribución de Tolman a las teorías del incentivo,

bastante posteriores, tuvo un papel crucial. Tolman fue quién sustituyó el estudio de los reflejos
más elementales por el de la conducta "molar", quién concibió de manera clara que entre los

estímulos y las respuestas había algo más: toda una serie de variables explicativas intervinientes
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que iban desde los propósitos hasta las demandas. Fue también Tolman quién dejó bien

establecida la diferencia entre desempeño abierto y aprendizaje encubierto, despejando el camino

de los que, años después, empezaron a adivinar el estrecho vínculo entre motivación y cognición.

Mowrer (1939) o la ansiedad como agente motivador.

O.H. Mowrer, desde la Universidad de Yale, extendió un importante influjo y contribuyó

ampliamente al desarrollo de los temas del conflicto, la frustración y la agresión, al de la teoría de

la personalidad y a la del aprendizaje social y por imitación. Su discurso adapta ciertas


concepciones freudianas al lenguaje del asociacionismo y rechaza la concepción del miedo como

algo innato o instintivo -que había sido defendida, entre otros, por psicólogos de la talla de

William James-. Como Freud, Mowrer sostiene que el miedo es producto de una asociación, que
se aprende a lo largo de la experiencia. Ese aprendizaje se da cuando un estímulo originariamente

neutro precede a un estímulo traumático o aversivo. Por asociación, el primero acaba evocando

las reacciones de "ansiedad" típicas del segundo. Estas reacciones consisten en un estado de
tensión elevada y una disposición para impedir el estímulo traumático. Además, como esta

ansiedad es desagradable y la evitación del estímulo la elimina, el organismo se ve motivado a

escapar, mermando la posibilidad de enfrentarse al estímulo incondicionalmente traumático. Para


Mowrer, la función de la ansiedad es precisamente la de motivar al organismo a evitar la

ocurrencia del estímulo incondicionado aversivo y reforzarle por ello. El famoso experimento de

Miller (1948) vino a confirmar, años después, lo postulado por Mowrer. En 1947, Mowrer dirá
que son dos los factores que contribuyen a que la mayoría de las ansiedades y miedos sean

aprendidos y cursen con respuestas de evitación: el factor que produce que el estímulo neutro se

convierta en condicionado, evocando la respuesta que evocaba el incondicionado -es decir, el


condicionamiento clásico del miedo- y el refuerzo de la respuesta de escapar motivada por el

miedo. La conducta de escape se ve pues motivada por el miedo y reforzada por su reducción.

Esta formulación será precisada de forma muy sutil y acertada por Schoenfeld (1950), diciendo
que el refuerzo no proviene de la reducción del miedo en sí, sino de la desaparición del estímulo

condicionado, que activa estados internos aversivos.


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Neal Miller (1941). El miedo como impulso adquirido.

El propósito del experimento de Miller era determinar si los shocks eléctricos

administrados a ratas en ambientes discriminables conduciría al condicionamiento del miedo a

esas situaciones ambientales, y si ese miedo adquirido tendría las mismas características de los
impulsos primarios: motivar las llamadas conductas al azar (ensayo-error) y reforzar las

respuestas que preceden a su reducción. Para comprobar estas cuestiones, se administró a las

ratas un shock en un compartimento blanco con suelo de rejilla del que, inicialmente, se les
permitía escapar a un compartimento negro con suelo almohadillado. Después de una serie de

ensayos, en los cuales se pretendía que la rata asociase la descarga y su alivio a las claves

perceptivas de cada compartimento, se cerró la puerta que los comunicaba, de modo que sólo se
abría si el animal daba una vuelta a una rueda que estaba sobre ella, permitiendo, sólo así, escapar

al animal, que se encontraba atemorizado por encontrarse en el departamento blanco. La rapidez

con que la mayoría de las ratas aprendieron la nueva estrategia fue sorprendente. Este resultado
apoyó la conclusión de que el miedo aprendido a la caja blanca motivaba a los animales a

comprometerse en una conducta de ensayo-error, conducta que, a su vez, se veía reforzada por

una reducción de dicho miedo. De este modo, Miller parece haber sido el primero en sugerir
explícitamente que la presencia de un estado motivacional o impulso puede ser identificada a

partir de sus propiedades para potenciar reacciones al azar y por actuar como un reforzador

cuando dicho impulso es reducido después de una determinada respuesta. El miedo condicionado
mostraba pues las mismas características que impulsos primarios como el hambre. Por otra parte,

Miller reiteró la idea de los fisiólogos de que el poder de impulso de una respuesta aprendida

reside en su capacidad para generar fuertes estímulos internos (Miller & Dollard, 1941). De este
modo, conseguía equiparar los impulsos aprendidos a los impulsos de marcado carácter biológico

descritos por Cannon o Richter.

Estes & Skinner (1941): la parsimonia asociacionista.


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

Estes y Skinner (1941) definen la ansiedad anticipatoria a partir del condicionamiento

clásico. Los estímulos que normalmente antecedían a los que elicitaban una respuesta

determinada anticipan ahora dicha respuesta, a la que se han condicionado por asociación. La
ansiedad anticipatoria tiene pues las características de una respuesta emocional condicionada. Sin

embargo, para Estes y Skinner, al igual que para Mowrer (1939), la respuesta condicionada no era

idéntica a la incondicionada, aunque sí muy similar. Cualquier analogía con el condicionamiento


pavloviano, dada esa disimilitud, era de algún modo imperfecta. En general, la fuerza de una

emoción condicionada y el efecto de las diversas variables sobre ella, pueden ser evaluados de

forma indirecta a partir de la observación de la medida en que dicha emoción afecta a otras
respuestas. Teóricamente, la emoción puede tener un efecto incrementador o decrementador

sobre esas otras respuestas, aunque en el estudio de estos autores sólo se contempla la segunda

posibilidad.
Concretamente, Estes y Skinner enseñaron a una serie de ratas a apretar una palanca,

reforzándolas con un programa de intervalo variable. Después de ello, se apareó un determinado

tono a una descarga. Aunque ni el tono ni el shock eran inicialmente supresores de la respuesta de
apretar la palanca, después de una serie de apareamientos, sólo la ocurrencia del tono inhibía de

manera espectacular dicha respuesta. Así, a diferencia de Mowrer y Miller -para quienes lo que

importaba era la potencialidad activadora del miedo condicionado-, para Estes y Skinner lo
verdaderamente importante era la interferencia de ese miedo sobre otras respuestas. En

consecuencia, para éstos últimos el poder reforzador de la reducción de la ansiedad puede

deducirse de inmediato, mientras que para los dos autores antes citados era necesario demostrarlo
empíricamente.

En definitiva, los estudios que hemos comentado en estos últimos apartados nos

proporcionaron nuevas y significativas maneras de inferir la intensidad de las emociones,


habitualmente consideradas inescrutables: unos a través del grado de supresión de una respuesta

apetitiva, otros a través de la tasa de adquisición de una respuesta nueva. Era necesario concluir

que los procedimientos de condicionamiento podían dar cuenta de la formación de las reacciones
emocionales aprendidas, que, a través de los procesos de la ley del efecto de Thorndike, podían
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

conducir a su vez al fortalecimiento de conductas totalmente nuevas o a la interrupción de otras

profundamente instauradas.

3.4. El segundo periodo de experimentación sistemática.

Según Brown este periodo correspondería al comprendido entre los años 1943 y 1967,
desde la publicación de Principles of Behavior de Hull hasta la desafortunada muerte de Spence.

Ha sido éste, seguramente, el periodo que con mayor fuerza ha contribuido a la consolidación y

desarrollo de la psicología experimental de la motivación.

Clark L. Hull (1884-1952).

Hull creía firmemente que los organismos eran conjuntos de sistemas físicos gobernados

por unas leyes que la psicología debía contribuir a descubrir. Esa concepción, claramente

mecanicista, le llevó a dedicarse con afán a una experimentación de alto rigor metodológico. Al
igual que Tolman, Hull estuvo interesado en el estudio de la conducta molar, pero tuvo poco

interés en considerar conceptos tales como propósitos o cogniciones si no eran concebidos desde

una explicación estrictamente asociacionista. Spence, como veremos luego, compartía esa
obsesión. Ambos articularon hábiles y complejos intentos de derivar los llamados procesos

superiores de la ley del efecto y de los principios del condicionamiento clásico.

En su formulación de 1943, Hull observaba que los organismos están continuamente


enfrentados al problema de la supervivencia individual y que su éxito en esa empresa dependía de

la compensación de los desequilibrios fisiológicos a través de las estrategias comportamentales

adecuadas. Esta tendencia al equilibrio u homeostasis había sido ya formulada mucho antes en
los ámbitos de la fisiología, pero, ni aún en tiempos de Richter, no se había extrapolado nunca de

manera tan sistemática a un teoría psicológica. Los desequilibrios fisiológicos del organismo

daban lugar a los drives (impulsos). Con esta simple proposición, Hull pretendía desmontar
todas las argumentaciones propositivas y teleológicas en torno al impulso. Otra cosa es que lo

consiguiera de manera definitiva.


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

El impulso de Hull no era un impulso “para algo” y tampoco ejercía un control directivo

sobre la conducta. Hull lo concebía simplemente como un energizador del comportamiento,

como un energizador de la conducta en general: cualquier reducción del impulso era reforzante
independientemente de la manera en que se hubiera logrado. Sólo una función fue asignada al

impulso: la de ser el catalizador de las tendencias asociativas (hábitos) en acción. Los hábitos sin

los impulsos son impotentes y los impulsos sin los hábitos una ciega tendencia a la acción
indiscriminada. De esta relación entre hábito e impulso puede deducirse, según Hull, la diferencia

entre aprendizaje y ejecución, y queda explicada la cuestión del aprendizaje latente sin tener que

recurrir, como hizo Tolman, a conceptos mentalistas. La teoría de Hull suponía un paso adelante
para el asociacionismo, suministrando, por primera vez, un modelo motivacional en el cual se

explicitaban las relaciones funcionales entre las condiciones antecedentes y los impulsos, y entre

éstos y la conducta. Un modelo, que se basaba en la concepción de un impulso ateleológico,


desprovisto de directividad intrínseca. Tolman criticó el hecho de que el poder motivacional de la

recompensa no depende exclusivamente, como decía Hull, de su capacidad para reducir el

impulso, sino que también debe tenerse en cuenta el papel del incentivo. Tras años de intensos
debates, Hull incorporó el razonamiento de Tolman a su teoría, traducido, naturalmente, a

términos mecanicistas y asociacionistas (1952). Spence se encargaría de perfeccionar esa

reformulación (1956). En definitiva, los esfuerzos de Hull, y los de Spence, iban encaminados a
demostrar que el concepto de incentivo, que se introducía con fuerza inusitada en la psicología de

la motivación, podía integrarse en su propia teoría sin tener que recurrir a entelequias cognitivas,

manteniendo el discurso en el ámbito, cada vez más angosto, del paradigma conductista.
El modelo motivacional de Hull tuvo una importantísima repercusión a nivel

experimental. Sus propuestas generaron multitud de investigaciones que desarrollaron, como

nunca antes había sucedido, los estudios sobre los impulsos y la motivación. Como dice
Caparrós:

"... uno de los principales méritos del modelo motivacional de Hull fue la gran cantidad de
experimentación que puso en marcha; lo de menos, desde la perspectiva auténticamente

científica, es que esta experimentación sólo sirviera para acabar con él" (Caparrós, 1979).
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Kenneth W. Spence (1907-1967).

Las características y objetivos de la psicología motivacional promulgada por Kenneth W.

Spence fueron, en lo esencial, similares a los de la de Hull, del cual fue discípulo. Ambos

abogaron por la concepción de una combinación multiplicativa de los componentes


motivacionales con la intensidad de los hábitos para producir potenciales de reacción

determinantes de la conducta. La principal contribución de Spence a la teoría motivacional

consistió en su énfasis en el papel de los incentivos y las emociones en el impulso. Ante la


realización diferencial de una conducta determinada cuando se variaba la recompensa, Spence,

como Tolman, arguyó que un cambio en la recompensa alteraba las "expectativas" del animal y

que dichas expectativas estaban sometidas a cambios rápidos, a corto plazo. Sin embargo, a
diferencia de Tolman, no concibió dichas expectativas como conceptos mentalistas, sino que las

entendió como respuestas apetitivas anticipatorias, condicionadas clásicamente. Tales respuestas

anticipatorias de meta suministraban estímulos a los cuales podían llegar a condicionarse


reacciones diversas, y producían incrementos en el nivel de la motivación de incentivo (K, de

Kenneth ). Para Spence, esta K se sumaba a la D correspondiente al impulso hulliano. El propio

Hull (1952) incorporó esa K a su propia teoría, aunque lo hizo de modo que su valor se
multiplicaba por el valor de D. En consecuencia, para Spence la influencia de K sobre la

producción de conducta era independiente de la de D, cosa que no ocurría en la formulación de

Hull. Numerosas investigaciones no lograron aclarar si la relación matemàtica entre D y K era la


propuesta por Hull (D x K ) o la que defendía Spence (D + K ). El modelo de Spence predeciría

que cuando el impulso es nulo es posible que se dé conducta motivada debida exclusivamente al

incentivo. Según la relación multiplicativa predicha por Hull, si no había impulso la probabilidad
de producción conductual era nula, independientemente del valor del incentivo. Parece que los

resultados experimentales son contradictorios, coincidiendo a veces con la formulación hulliana y

otras con la de Spence.


De lo que no cabía duda era de la importancia de la K, que ofrecía por fin una explicación

mecanicista de los efectos directivos de los incentivos sobre la conducta, efectos que se daban a
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distancia espacial y temporal de dichos incentivos. De este modo, la magnitud de la recompensa

podía influir en la ejecución sin que pudiera percibirse directamente dicha recompensa. Con este

razonamiento, desaparecía la necesidad de recurrir a la cognición para explicar las mencionadas


expectativas. Según Spence (1956, 1958), el mecanismo determinante del nivel de impulso

elicitado por estímulos aversivos es un estado emocional interno, o bien una respuesta del

organismo. Eso explicaba que los postefectos emocionales de un determinado estímulo aversivo
pudieran afectar a un impulso elicitado con posterioridad. Spence sugirió que, tal como ocurría en

el caso de las estimulaciones aversivas, también podía ocurrir en los impulsos apetitivos. Para

este autor, en definitiva, toda motivación proviene de las respuestas emocionales y de las
respuestas consumatorias anticipadas. Decir esto venía a ser lo lo mismo que decir que la

motivación viene determinada por D y por K.

3.5. La revolución cognitiva en la psicología de la motivación.

El declive del concepto de impulso ocurrido en los años 50, coincidió con la recuperación
y actualización de algunos conceptos ya anticipados por Tolman en el marco de un cambio del

paradigma E-R a un paradigma E-O-R.

La crisis del modelo homeostático de Hull.

Ya hemos mencionado la gran eclosión experimental que supuso el modelo del impulso
de Hull y como, esa misma eclosión, condujo a resultados que no podían ser explicados por una

psicología de la motivación basada en un impulso homeostáticamente determinado. Es en este

contexto donde se empiezan a recuperar aspectos de la motivación que ya habían sido destacados
por Tolman y por Lewin: aspectos incentivos, anticipación, expectativa, “valencias”, “fuerzas”,

intenciones, etc. Los modelos asociacionistas, a pesar de hacer un esfuerzo por integrar algunos

de esos conceptos, empezaron a ser cuestionados por la mayoría de los psicólogos


motivacionales, que veían como los esfuerzos asociacionistas redundaban en modelos complejos

contrarios al principio de la parsimonia, modelos que, además, como hemos visto en los
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

apartados anteriores al considerar la relación entre D y K, a menudo no coincidían y resultaban

contradictorios.

Los motivos hullianos actuaban sobre la conducta "desde dentro", reduciéndose su valor
motivacional a la función reductora de los impulsos y, por consiguiente, a la necesidad que los

origina. Era necesario explicar esos motivos que atraían la conducta “desde fuera” (los

incentivos), y la explicación que se daba desde el asociacionismo no convencía a muchos de los


que, por aquel entonces, estudiaban los procesos motivacionales. De cualquier modo, lo que sí

puede afirmarse es que la concepción homeostática de la teoría primitiva de Hull había dejado de

ser explicativa respecto a la mayoría de los sistemas motivacionales psicológicos, aunque podía
seguir relativamente vigente de cara a la explicación de motivaciones de carácter fisiológico ( y

aún así, surgían serias dificultades teóricas).

La sustitución del concepto de drive por el de incentivo, y la introducción de los


conceptos cognitivos que posteriormente sobrevino, no fue un proceso fácil, y hubo que superar

numerosos obstáculos en forma de tentativas asociacionistas al estilo de las del propio Hull o las

de Spence, tentativas que pretendieron, trascendiendo o desglosando el impulso hulliano, seguir


siendo el paradigma hegemónico en el estudio de la motivación.

Las propuestas alternativas del asociacionismo.

Gran parte de estas propuestas ya las hemos comentado al analizar la aportación de Estes

y de Skinner, por una parte, y las de Hull y Spence, por otra.Sin embargo, hubo otras alternativas
propuestas desde ópticas igualmente mecanicistas.

De orígenes asociacionistas fue también la que se ha llamado Teoría de la Activación, que

pretendía acercar el análisis de la conducta molar a las recientes aproximaciones


neurofisiológicas, que empezaban a dar frutos muy prometedores (p.e. Olds y Milner, 1954).

Conjugando la neurofisiología y el asociacionismo, el modelo motivacional conservaba su

carácter mecanicista y sus pretensiones de objetividad.


La Teoría de la Activación sustituyó los efectos energizantes del impulso postulados por

Hull y Spence, por la explicación basada en la activación de la actividad neural de una estructura
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mesencefálica recientemente descubierta: la Formación Reticular (Moruzzi y Magoun, 1949). La

activación o arousal, como se llamó a esa actividad, era una especie de impulso general e

inespecífico, que energizaba al organismo. Su repercusión sobre el rendimiento no era


monotónicamente lineal, como en el caso del impulso hulliano: los teóricos de la activación

recuperaron la ley de Yerkes-Dodson (1908) y la adaptaron a su teoría, de modo que la relación

entre activación y rendimiento seguía el patrón de una U invertida. De este modo, los
incrementos de los impulsos (de la activación) resultaban reforzantes cuando la activación era

pobre, mientras los decrementos lo eran cuando el arousal se encontraba a niveles muy elevados.

Este razonamiento sirvió, entre otras cosas, para explicar la motivación de curiosidad (Berlyne,
1960). Sin embargo, el concepto de activación resultó ser problemático, los estudios realizados

empezaron a demostrar deficiencias metodológicas, las diferentes medidas de la activación

correlacionaban poco, hasta el punto de que se empezó a dudar de los modelos que postulaban
una activación unidimensional: los postulados básicos de la Teoría de la Activación empezaron a

tambalearse. Sólo la eclosión de los modelos multidimensionales, según los cuales había

diferentes “tipos” de activación, supuso un alivio parcial a la crisis desencadenada por la


evidencia empírica (Rosselló, 1994). Pero, de cualquier modo, era evidente que la activación por

sí sola, como el impulso hulliano, no podían dar cuenta de toda la fenomenología motivacional.

En ese paradigma E-O-R, en el cual se había profundizado en las variables fisiológicas de la O,


materializadas en el estudio del Sistema Activador Reticular Ascendente (SARA), faltaba algo:

las variables organísmicas que hacían referencia a los procesos cognoscitivos.

La irrupción de las variables cognitivas.

La introducción de estas variables debe seguramente bastante al concepto de appraisal ,


extendido desde las teorías de la emoción -como debe también, como veremos pronto, a los

profusos estudios que, desde la psicología social, abordaron la temática motivacional-.

El appraisal -la valoración cognitiva- de una situación afectaba directamente al


comportamiento, determinando la implicación de procesos cognitivos y motivacionales. Con la

introducción del concepto de valoración cognitiva se dió un gran paso en la comprensión de la


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

necesidad de reintroducir la cognición, una vez que la descripción en términos newtonianos de la

secuencia estímulo-respuesta había resultado fallida y los mediadores biológicos resultaban

insuficientes para explicar los vacíos de información que los organismos parecían llenar por sí
mismos, yendo más allá de la información o de los estímulos inmediatamente disponibles en

términos espacio-temporales.

De los muchos procesos cognitivos que influyen en la secuencia motivacional que


conduce a la acción, hemos seleccionado los que hemos creído más relevantes, sintetizando y

adaptando lo postulado por McClelland (1989) en la figura 3.

FIGURA 3

4. APROXIMACIONES TEÓRICAS AL ESTUDIO DE LA MOTIVACIÓN.

Vamos a analizar de forma sucinta los diversos puntos de vista desde los cuáles se ha

emprendido el estudio de la motivación. Algunos de estos enfoques ya los hemos esbozado en el


apartado anterior, dada su importancia en el desarrollo histórico del tema que nos ocupa. De

todos modos, insistiremos un poco en ellos, ahora enfatizando no su importancia y su lugar en la

historia, sino más bien reparando en su aparato conceptual.

4.1. La aproximación neurofisiológica.

El auge de los estudios neurofisiológicos que se dió aproximadamente a mitad de nuestro

siglo, y que trajo consigo importantes descubrimientos algunos de los cuales ya hemos

comentado (Moruzzi & Magoun, 1949; Olds & Milner, 1954), dejó sentir su influjo también en el
ámbito de estudio de la motivación. Concretamente, el hallazgo de los centros de recompensa de

manos de James Old y Peter Milner (1954), no sólo revolucionó el campo de las neurociencias,

sino que supuso también una importante aportación al estudio de los correlatos fisiológicos de la
conducta. Esos dos científicos habían descubierto de forma fortuita que la estimulación eléctrica

de ciertas regiones del cerebro anterior de la rata tenía efectos altamente reforzantes. Si, además,
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se daba la posibilidad a la rata de que se autoestimulara utilizando un dispositivo especial

instalado en una caja de Skinner, resultaba que dicha autoestimulación se producía de forma

frenética y compulsiva, hasta el punto de que el animal obviaba motivaciones primarias tan
poderosas com el hambre o el sexo. Esto ocurría especialmente así, si la estimulación se aplicaba

a unas vías catecolaminérgicas conocidas como haz prosencefálico medial (HPM). Sin entrar en

las implicaciones que tuvo el descubrimiento de esas vías nerviosas para estimular las visiones
antilocalizacionistas de los neurocientíficos, ni en las numerosas investigaciones

neurofisiológicas que a partir de estas fechas se generaron, cabe decir que la mera constatación

del fenómeno de la autoestimulación intracraneal y la evidencia de que había ciertas vías neurales
cuya estimulación producía un placer con alto poder de reforzamiento suscitó inmediatamente el

interés de algunos psicólogos que se dedicaban al estudio experimental de los mecanismos

motivacionales y, hasta cierto punto, volvió a poner de moda, ahora articuladas en un discurso
científico, las tesis hedonistas que los cirenaicos y los epicúreos defendieran cinco siglos antes de

nuestra era.

A medida que se han prodigado los estudios al respecto, se han localizado otras vías cuya
estimulación produce placer o aversión de forma más o menos intensa. Sin embargo, lo que a

nosotros nos interesa ahora son las implicaciones de estos nuevos conocimientos para la

psicología de la motivación. Tiempo atrás, hubo quien se aventuró a predecir que este fenómeno
fisiológico bien podría dar lugar a un modelo explicativo de la motivación. Sin embargo, pronto

se verían frustrados tan optimistas augurios. En primer lugar, parecía que la autoestimulación

venía regida por reglas distintas a las que se conocían respecto al refuerzo natural. Por ejemplo, la
curva de extinción era mucho más rápida en el caso de la autoestimulación: cuando la presión de

la palanca no inducía la estimulación eléctrica pertinente, la rata dejaba de forma casi inmediata

de presionarla. Además, la mayoría de experimentos que intentaron replicar el experimento en


humanos fracasaron estrepitosamente. Investigaciones posteriores han puesto en evidencia que la

estimulación eléctrica de esas zonas cerebrales produciría en todo caso un impulso motivacional

inespecífico cuya direccionalidad dependería de los estímulos disponibles: la rata presentaba un


incremento de sus tasas de conducta motivacional, pero la conducta específica dependía de los

“incentivos” disponibles: si en la jaula había comida, la rata comía con frenesí, si había una
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

pareja sexual, copulaba hasta la extenuación, si había bebida, bebía compulsivamente, etc. Todas

estas evidencias, y otras cuyo comentario excedería nuestras pretensiones, hicieron que aquellos

autores que habían creído posible construir un modelo explicativo de la motivación -y,
concretamente, de la conducta motivada subyacente a ciertas toxicomanías- tuvieran que, por lo

menos, relativizar sus aserciones, para admitir, al cabo, que las propiedades funcionales de la

motivación humana distan mucho de ser equiparables a las de la autoestimulación intracraneal


descrita por Olds y Milner y sus sucesores.

4.2. La aproximación etológica.

La teoría hórmica de McDougall fue el directo antecedente de una aproximación al

estudio de la motivación que se ha basado especialmente en el análisis del comportamiento


instintivo y en el estudio comparado de la conducta desde la perspectiva neodarwinista. Esta

aproximación, conocida como etológica, surgió en principio lejos del ámbito de estudio de la

psicología. El principal fundador de este enfoque fue sin duda Konrad Lorenz (1937, 1943) que
empezó su disquisición criticando la teoría de McDougall por lo vagas que resultaban sus

definiciones y postulados, y por la excesiva generalización del concepto de instinto a la que había

conducido dicha vaguedad. Por su parte, Lorenz restringió el comportamiento instintivo a las
secuencias de respuestas innatas, es decir, a los componentes invariantes de una conducta

secuenciada orientada hacia una meta que culminaban en una respuesta determinada. Sólo el

comportamiento final que puede adscribirse a esta definición es controlado exclusivamente por el
sistema nervioso central y elicitado por mecanismos desencadenantes innatos y, por tanto,

exclusivamente dichas respuestas finales pueden calificarse de instintivas: son lo que se conoce

entre los etólogos como “patrones innatos de acción fija”. Los eslabones previos están todavía
orientados hacia los aspectos situacionales, de modo que, cuanto antes ocurren en la secuencia de

eslabones conductuales que conduce a la respuesta final, más probablemente están sujetos a

factores de aprendizaje. Esto es particularmente cierto en la fase preliminar, también llamada


"activación general".
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A partir de estos principios se abrieron múltiples líneas de investigación. Se estudió el

curioso fenómeno de la impronta (imprinting ) y el instinto de agresión, que, como el resto de

instintos, se desencadenaban a partir de ciertas situaciones estimulares. Se identificaron los


estímulos ambientales clave que, en determinadas especies, elicitaban una particular secuencia

conductual instintiva. Si estos estímulos clave estaban ausentes durante un largo periodo de

tiempo, entonces el comportamiento instintivo podía llegar a manifestarse por sí mismo, sin
desencadenantes ambientales ("comportamiento ocioso"). Esta observación condujo a Lorenz a

postular una especie de modelo "psicohidraúlico" de la motivación, que tiene algunos puntos en

común con la doctrina freudiana. Lorenz asume que para cada instinto hay una energía de acción
específica que es constantemente regenerada y almacenada. Si el comportamiento instintivo no

tiene lugar durante mucho tiempo, es como si dicho almacén llegara a rebosar de energía

almacenada. Entonces, se produce el comportamiento instintivo sin necesidad de que se haya


dado el estímulo ambiental desencadenante.

Según Lorenz, la conducta instintiva tiene tres características fundamentales:

1- Es altamente estereotipada.

2- Es independiente de la experiencia.

3- Los mecanismos desencadenantes de esa conducta involucran procesos internos sujetos


a períodos críticos de disponibilidad.

Respecto a la tercera característica, es paradigmático el caso de la impronta: si, p. e., el


patito recién nacido pasa un cierto tiempo sin estar expuesto a un objeto móvil que pueda

“improntarse” como normalmente ocurre con su madre, la exposición ulterior a cualquier

estímulo, por mucho que se mueva, o por mucho que se parezca a una genuina mamá pata, no
producirá en ningún caso el fenómeno de la impronta.

Lorenz es aún ampliamente recordado por sus posteriores estudios sobre el instinto de
agresión (Lorenz, 1966), trabajo que ha merecido la atención de numerosos psicólogos de la

motivación.
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A Konrad Lorenz, le ha sucedido un etólogo también de amplio prestigio, Nikolaus

Tinbergen, que se ha dedicado a retomar y ampliar las investigaciones del anterior. Tinbergen

define el instinto como un mecanismo nervioso jerárquicamente organizado que es susceptible de


ser afectado por ciertos impulsos facilitadores, desencadenantes y directivos de origen interno o

externo, y que responde a esos impulsos coordinando una serie de conductas que contribuyen a la

supervivencia de los individuos y de las especies (Tinbergen, 1951).


La etología actual va mucho más allá de la psicología de la motivación. Sin embargo, ha

vuelto a captar la atención de los estudiosos de ese proceso gracias fundamentalmente a dos

factores:

1-La crítica etológica a los experimentos motivacionales de los teóricos del aprendizaje,

que estudian la conducta de los animales en laboratorios, ambientes restringidos y artificiales.


2-El intento de aplicar los hallazgos etológicos al estudio del comportamiento humano,

intentos muy personificados en la obra de Eibl-Eibesfeldt (1973, 1989).

Los etólogos contemporáneos acentúan la importancia de los instintos en la conducta de la

especie humana a partir de una pléyade de estudios transculturales, aunque reconocen que esa

importancia es mucho mayor en especies anteriores en la escala filogenética: la mayoría de los


instintos humanos son regulables y modulables a partir del aprendizaje y las influencias socio-

culturales. Esta extrapolación de sus conclusiones al ámbito del comportamiento humano, ha

supuesto una aportación de aires renovados a una psicología de la motivación que, como
resultado del énfasis asociacionista, se hallaba excesivamente anquilosada en el estudio de la

conducta aprendida.

A estas dos factores podría añadirse un tercero, que ha repercutido ampliamente en los
estudios psicobiológicos y ha estimulado el estudio del sistema nervioso, del sistema hormonal y

de sus interrelaciones como elementos causales a tener en cuenta a la hora de explicar ciertos

comportamientos humanos. Nos referimos a la explicación etológica de las relaciones entre


variables conductuales y situacionales observadas, a partir de constructos o modelos neurales y

neuroendocrinos.
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4.3. La aproximación psicoanalítica o el estudio de la motivación inconsciente.

La teoría psicoanalítica de Sigmund Freud ofrece la concepción más popular de la

dinámica motivacional. Su concepción es tan vasta que carece de significado preguntarse si es

correcta o incorrecta. Lo cierto es que algunos aspectos han demostrado ser razonablemente
válidos, otros, en cambio, no son respaldados por la contrastación empírica; un tercer tipo de

cuestiones, tal vez el más numeroso, no es susceptible de ser sometido a ningún tipo de falsación.

De todos modos, lo que sí es incuestionable es la trascendencia histórica de la teoría freudiana,


que podríamos calificar de macromodelo motivacional.

La homeostasis, el hedonismo y la energía en la teoría de Freud.

Resulta útil considerar la teoría psicoanalítica freudiana desde el contexto de los modelos

biológicos de supervivencia. Desde este punto de vista, que mucho debe a Darwin y su teoría de
la evolución, los individuos son concebidos como organismos luchando por satisfacer sus

necesidades personales, organismos inmersos en un mundo de recursos limitados y restringidos.

Para satisfacer sus necesidades, y sobrevivir, el comportamiento debe conducir a esos organismos
a las metas deseadas. Como el acceso del individuo al mundo exterior es limitado, sobrevivirán

aquellos que mejor se adapten a la parte de ese mundo en la que se desenvuelven.

Este primer análisis que hemos llevado a cabo viene regido en su trasfondo por dos
conceptos fundamentales: la homeostasis y el hedonismo. La homeostasis se refiere a la

tendencia de los organismos a mantener un medio interno relativamente estable. Si dicho

organismo se ve privado de algo esencial, se dará un desequilibrio interno que pondrá en marcha
ciertos comportamientos destinados a corregir el desequilibrio causado. El hedonismo, una

doctrina derivada de la filosofía de Jeremy Bentham, afirma que el placer y la alegría son las

principales metas del organismo humano. Si la homeostasis es el principio rector del


comportamiento, el placer es el resultado o la consecuencia de permanecer en un estado de

equilibrio, en el cual todas las metas y necesidades han sido satisfechas.


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

Sigmund Freud aceptó tanto la doctrina del hedonismo como el principio homeostático y

los incluyó como principios fundamentales de su modelo teórico. Para Freud, el individuo

satisfecho no va en pos de ningún tipo de estimulación: la actividad indica, por una parte,
necesidad homeostática, por otra, insatisfacción. La quiescencia es el indicador comportamental

de la ausencia de tensiones y necesidades. Estrechamente relacionado con esa quiescencia,

aparece en el hombre el deseo de volver al seno materno. Una extensión lógica del mismo
principio explicará el llamado "instinto de muerte", Thanatos, ya que la muerte es el estado ideal

donde no puede haber ni necesidades ni deseos insatisfechos.

En la teoría de Freud, los conceptos de homeostasis y hedonismo están estrechamente


ligados con el de energía. Veamos cómo.

Freud fue influenciado por el pensamiento del destacado psicofísico Hermann von

Helmholtz, quién siempre defendió que los eventos fisiológicos podían ser explicados
recurriendo a principios derivados de la física y de la química. De hecho, Freud llamó

"psicoanálisis" a su teoría por la similitud de su proceder con los procesos químicos. Para Freud,

el concepto de energía estaba ligado a cualquier "trabajo" psicológico. Tres conceptos


intrínsecamente relacionados con esa energía son especialmente pertinentes en la explicación del

comportamiento humano: la conservación de la energía, la entropía y la distinción entre energía

cinética y energía potencial. Freud, desde una óptica quasitermodinámica, concibió al ser humano
como un sistema cerrado, donde siempre existe la misma cantidad de energía. Este principio,

derivado del principio de conservación de energía formulado por von Helmholtz en 1847,

establecía que la energía nunca se crea ni se destruye, sólo se transforma (primer principio de la
termodinámica). Además, la energía que se halla implicada en un proceso o llevando a cabo una

función, nunca está disponible para ser utilizada para otros procesos o funciones. La entropía se

refiere a esa cantidad de energía que no está disponible para producir "trabajo" psicológico. De
acuerdo con esto, hay una cantidad de energía, la energía cinética, que se halla "ocupada", en

terminología freudiana, ligada a un proceso de catexis. Una catexis (del griego "kathexo" que

significa "ocupar"), implica un apego a algún objeto que es deseado pero que todavía no se ha
logrado. El apego, o catexis, es un fenómeno temporal, ya que si el objeto deseado se obtiene, hay

una liberación de energía (libido). De este modo la energía cinética -ocupada- se convierte en
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

energía potencial, que sí puede ser utilizada ahora en otras funciones o procesos. Si todo lo que

uno desea se consigue, entonces toda la energía está en estado libre, potencial. Dicha liberación

de la energía está pues, de algún modo, relacionada con la felicidad. En contrate, la energía que
se halla ocupada trae consigo una sensación desagradable y, además, no puede ser utilizada para

ninguna otra función o propósito.

El determinismo psicológico freudiano. Los sueños y el sueño.

Para Freud todo el pensamiento y las acciones humanas tienen sus causas. Si todos los
eventos psicológicos se originan en una causas determinadas, entonces pueden ser explicados a

partir de ellas. Esta era una posición francamente optimista, pero que podía ser el punto de

partida para poder establecer una predición científica de la conducta. Sin embargo, Freud no se
dedicó a predecir comportamiento futuros, sino que dirigió sus esfuerzos a interpretar y explicar

los pasados. Esto, sin ser de por sí contraproducente, acarrea un notable peligro de acabar

construyendo explicaciones "a medida" para esos eventos pasados, ignorando el marco general de
la teoría, es decir, es posible que la postdicción acabe siendo una vulgar hipotetización ad hoc.

Freud aplicó su determinismo a la conducta anormal, explicando los fenómenos

patológicos tales como la histeria o las obsesiones, y a ciertos aspectos de la conducta normal que
todavía no habían sido objeto de estudio psicológico exhaustivo. Entre estos últimos destacan los

sueños. Las causas primeras de los sueños están ligadas a los impulsos sexual y agresivo. Sin

embargo, el verdadero significado, el contenido genuino de los sueños, es a menudo latente, y


viene enmascarado por un lenguaje simbólico que cabe descifrar. Freud creyó que, con un

análisis adecuado, se podía deducir el verdadero significado de los sueños de su significado

aparente. Esto acarreaba una ventaja adicional: los sueños eran una vía directa de acceso al
inconsciente. Además, la satisfacción vicaria de los impulsos sexuales y agresivos que se daba en

los sueños tenía otra función accesoria: preservar el sueño. En ausencia de actividad onírica los

impulsos, desagradables de por sí, acabarían despertando al desafortunado durmiente.


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

Evolución del concepto de pulsión o instinto en el pensamiento freudiano: el largo camino

hasta Eros y Thanatos.

La teoría freudiana de la pulsión representa el núcleo de la teoría psicoanalítica: no sólo

ha influido en la concepción de otros importantes conceptos determinantes del psicoanálisis, sino

que su influencia se deja sentir igualmente en el desarrollo de las formas de tratamiento


psicoanalítico a causa de la conexión entre teoría y terapia, inherente a la teoría de Freud.

La teoría de las pulsiones, muy discutida y polémica, tuvo, sin embargo, un gran valor

heurístico, afectando, más allá del psicoanálisis, a la psicología de la percepción social y a los
modelos motivacionales de autores como Murray (1938) o Maslow (1954).

A lo largo del desarrollo del modelo teórico freudiano, el concepto de pulsión o instinto

ha sufrido cambios y modificaciones esenciales, aunque siempre se ha caracterizado por hacer


especial hincapié en las motivaciones inconscientes que influyen en el comportamiento humano.

Para el psicoanálisis freudiano las pulsiones o instintos son fuentes apetitivas internas de

comportamiento. Son apetitivas porque van dirigidas hacia, más que lejos de, unos objetos
determinados. Son internas porque se derivan de procesos metabólicos y somáticos. Son fuentes

de comportamiento porque impelen la conducta de los organismos. Más aún, para Freud, los

instintos tiene un objetivo y están ligados a un objeto que los satisface y, al hacerlo, induce la
feliz liberación de la energía catéctica.

Un instinto corresponde a una necesidad somática. Sin embargo, los instintos no instigan

tan sólo procesos mecánicos, sino que son representados mentalmente como deseos.
Freud no intentó elaborar una lista definitiva de los instintos, aunque siempre redujo los

instintos básicos a uno o a dos. Veamos cuáles fueron esos instintos básicos freudianos.

Inicialmente, Freud sugirió que dichos instintos eran dos, a saber: el instinto que servía
para preservar la vida y el que nos incitaba a la obtención de placer. Más tarde, revisó su

concepción y dijo que unos no eran separables de otros, dada la relación recíproca entre las

catexis interna y externa. De este modo, concluyó que sólo había un instinto primario que
conducía tanto a la preservación de uno mismo como a la de la especie. No tardó Freud en asumir

una nueva rectificación que postulaba la existencia de dos instintos enfrentados, algo, que,
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

cuando menos, era más coherente con la dinámica de fuerzas intrínseca a su modelo teórico.

Freud sugirió que, además de la libido o energía de vida, existía un instinto de muerte. Esta

noción, difícilmente aceptada por los psicoanalistas posteriores, se debía a la observación de que,
con relativa frecuencia, tendemos a repetir de forma aparentemente compulsiva experiencias

desagradables (un ejemplo claro serían las pesadillas recurrentes). De este modo, Freud llegó a la

conclusión de que había algo más allá del principio del placer, de la tendencia al hedonismo.
Guiado por estas ideas, postuló la existencia de Eros (instinto de vida) y Thanatos (instinto de

muerte). Los dos impulsos básicos ejemplificarían cada uno de estos instintos: el sexo, el de vida;

la agresividad, el de muerte. En realidad, la agresividad representaba para Freud un instinto


autodestructivo desplazado hacia el exterior. Efectivamente, una de las características de los

instintos freudianos era que podían desplazarse, es decir, que los objetos a los que primariamente

se ligaba la catexis, podían ser sustituidos por otros objetos más fácilmente disponibles o librados
de las restricciones impuestas por la sociedad. Un ejemplo claro de este desplazamiento de las

pulsiones son las distintas fases del desarrollo psicosexual postuladas por Freud, en las cuales el

objeto de la libido está sometido a un cambio progresivo que pasa por las fases oral, anal, fálica,
de latencia y genital: el placer va ligado en cada una de esas fases a distintos objetos y, por ende,

a distintas zonas del cuerpo del sujeto.

Aunque el dualismo freudiano pulsión de vida-pulsión de muerte fue muy discutido por
sus discípulos, para su concepción particular resultó una idea extraordinariamente productiva, lo

que supuso que las ideas relacionadas con su visión del acontecer de la pulsión repercutieran en

la mayoría de los desarrollos teóricos posteriores.

La estructura de la personalidad: id , ego y superego.

De acuerdo con Freud, hay tres componentes o partes de la personalidad; el id (ello), el

ego (yo) y el superego (superyo). Cada una de estas estructuras tiene funciones únicas y

específicas, y opera por medio de mecanismos distintos. El ello, el yo y el superyo no son partes
de la persona que puedan identificarse con determinadas regiones del cerebro. Son más bien

constructos que representan estructuras hipotéticas interactivas. Fueron propuestas por Freud para
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

explicar la observación de que muchos de los comportamientos humanos eran resultados de

compromiso entre los deseos de esa persona, las disponibilidades del ambiente y los valores

morales internalizados. En otras palabras, el comportamiento humano está gobernado por las
necesidades, la razón y los ideales.

El ello es concebido por Freud como el primer sistema que se origina en la persona. Está

muy relacionado con la herencia biológica que determina los impulsos sexuales y agresivos. El
individuo no se da cuenta de la existencia de la mayoría de esos impulsos innatos, de modo que

los contenidos del ello son primariamente inconscientes. El ello es también el almacén de toda la

energía psicológica de que hablábamos antes, energía a la que Freud llamó libido. La
disponibilidad de esa energía permite al ello ser directamente responsable de las necesidades

corporales. Las tensiones internas no pueden ser toleradas por el ello, que actua descargándolas

inmediatamente. De este modo, el ello opera de acuerdo con el llamado "principio del placer", es
decir, de acuerdo con una estricta doctrina hedonista. Cuando el ello no puede satisfacer las

necesidades debido a la ausencia de posibilidades en el medio real, puede recurrir a los actos

mentales internos, tales como las alucinaciones o los sueños, de modo que los deseos se
satisfagan temporalmente a ese nivel.

No obstante, para que un organismo pueda sobrevivir, debe aprender a diferenciar entre la

fantasía y la realidad. El ello es incapaz de discernir entre una y otra. Además, a veces, la
gratificación inmediata puede conducir a más dolor que placer, como en el caso de los

comportamientos sexuales o agresivos que luego son castigados por la sociedad. El yo es el

encargado de realizar estas funciones que el ello no podría asumir. El yo está gobernado por el
llamado "principio de la realidad", lo que no quiere decir que olvide el principio hedonista. El yo

sirve al ello en su búsqueda del placer y de la reducción de la tensión, pero teniendo en cuenta las

demandas de la realidad. De este modo, su existencia proporciona un medio para conseguir


posponer la gratificación, para hacer planes a largo plazo, etc. Los contenidos del yo son

principalmente conscientes, aunque algunos aspectos de su funcionamiento, como los

mecanismos de defensa, a veces escapan a esa consciencia. Cabe resaltar que la mayor parte de la
experiencia vivida es preconsciente, es decir, no se halla en la consciencia, pero, si así se quiere,

se halla disponible en el almacén de memoria del individuo.


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El superyo, la tercera de las estructuras de la personalidad propuestas por Freud, tiene dos

funciones principales: 1-recompensar a los individuos por actuar según la moral, y 2-castigarlos

por sus comportamientos inmorales que no han sido sancionados socialmente, a partir de la
creación de la culpa. El superyo se desarrolla cuando el niño se identifica con el progenitor del

mismo sexo. Cuando lo hace, los valores morales son internalizados, se adoptan los roles de

comportamiento propios de su sexo y el conflicto edípico se resuelve. El superyo está


representado en el consciente y, aunque no parezca evidente, también en el inconsciente.

Estas tres estructuras de la personalidad humana se hallan en una relación dinámica. El yo

inhibe las tendencias del ello, siendo el genuino agente ejecutivo o la más "elevada" estructura de
la persona, utilizando una terminología neurológica. La conducta final de la persona se halla bajo

la responsabilidad de esta estructura, que debe procurar satisfacer las constantes demandas del

ello y apaciguar los ideales del superyo, al tiempo que atiende a los requerimientos y limitaciones
que impone la realidad vivida.

La dinámica del comportamiento y el modelo motivacional freudiano.

Como ya hemos dicho, la relación entre las tres estructuras de la personalidad es una

relación dinámica, de fuerzas opuestas que compiten. Esta dinámica de fuerzas es la que,
finalmente, determinará, via estructura del yo, el comportamiento del individuo. El yo puede

oponerse a la catexis del ello cuando, por ejemplo, se derive dolor de una gratificación inmediata.

En ese caso ocurrirá un proceso de contracatexis, que toma la forma de mecanismo de defensa. Si
no se reprime la catexis mediante uno de los múltiples mecanismos de defensa, entonces puede

surgir una defensa psicológica en forma de patología, paradigmáticamente la neurosis, que

impedirá que se realice la catexis del ello. El conflicto entre el ello y el yo es el núcleo de la
teoría motivacional freudiana. Freud concibió al ser humano en un estado de conflicto continuo

entre los deseos personales y las demandas y requisitos sociales. Esos conflictos, si no son

adecuadamente resueltos por los mecanismos de defensa, culminarán en un proceso neurótico.


Dejando de lado los conflictos entre el yo y el ello, podemos postular cuatro niveles en los

cuales cabría situar los modelos motivacionales postulados por Freud:


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

1-El primer nivel es el llamado "modelo primario de acción" y está basado en el principio

del placer o doctrina hedonista. La catexis da lugar a una acción sobre un objeto y esta ación
produce la descarga catéctica de energía. Este primer modelo motivacional no da cuenta de los

procesos de pensamiento: representa una serie de acciones motivadas por impulsos básicos sin la

intervención de estructuras psíquicas.


2-El pensamiento, igual que la acción, se origina en un deseo instintivo o en un deseo. Sin

embargo, en este caso el objeto que satisfacería el deseo no está disponible. La gratificación

puede entonces ocurrir a través del recuerdo de experiencias pasadas en presencia de ese objeto o
a partir de alucinaciones y/o sueños. De este modo, este sistema motivacional, llamado "modelo

primario de pensamiento", no distingue la realidad de la fantasía, ya que emerge del ello. En este

tipo de pensamiento, del cual los sueños son un claro ejemplo, sirve para satisfacer básicamente
los impulsos agresivos y sexuales.

3-El "modelo secundario de acción" incluye los mecanismos mediante los cuales el yo

retrasa la gratificación de los deseos del ello.


4-El "modelo secundario de pensamiento" implica también un aplazamiento, por parte del

yo, de la gratificación de los pensamientos primarios del ello. Este aplazamiento puede lograrse,

por ejemplo, mediante la elaboración de planes para conseguir en un futuro lo pretendido por el
ello de forma inmediata.

La motivación en el psicoanálisis después de Freud.

Ya hemos dicho que la teoría de las pulsiones y sus modificaciones, cuya influencia

decisiva en distintos ámbitos de la formación de teorías psicoanalíticas y de la concepción


terapéutica psicodinámica es indiscutible, fue desde un principio una de las ideas freudianas más

polémicas, estimulando la elaboración de concepciones alternativas. Realmente, la teoría de las

pulsiones freudiana sólo fue aceptada por la línea ortodoxa del psicoanálisis, mientras que las
diversas escuelas de la psicología profunda tomaron las tesis defendidas en dicha teoría como un

motivo de disidencia y de modificación del modelo teórico original.


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

En el desarrollo de las tesis freudianas pueden distinguirse dos corrientes fundamentales:

los neofreudianos, entre los que destacan Horney, Fromm y Sullivan; y los partidarios de la

llamada "psicología del yo", entre los que cabe citar a Hartmann o Anna Freud. Con estos
autores, la concepción freudiana de las pulsiones experimentó algunas importantes

modificaciones. Entre otras, destacan las siguientes:

-En la etiología de las neurosis queda restringido el papel de la sexualidad, acentuándose,

en cambio, los factores que aludían a la génesis social de los trastornos.

-Se suelen rechazar las concepciones que defendían una pulsión de muerte o agresividad
primaria, considerando que los fenómenos agresivos son reactivos, expresión de las dificultades y

frustraciones sociales.

-Hay un creciente estudio de la estructura del yo. La sistematización de la teoría de los


mecanismos de defensa de Anna Freud, la teoría de las funciones del yo de Erikson, o la

acentuación de las funciones sintéticas del yo de Hartmann, representan nuevas formas de

acercarse a la estructuración de la personalidad y a las necesidades de las pulsiones.


-Se desarrolla la terapia psicoanalítica, abreviando el método clásico y ampliando el

abanico de aplicaciones terapéuticas. Además, las formas de terapia individual evolucionan hacia

las terapias de grupo.

En los desarrollos psicodinámicos actuales apenas se concede importancia a la teoría

original de las pulsiones. Una excepción podría ser el modelo de Melanie Klein, que describe el
mecanismo de escisión del objeto, según el cual, todo objeto contra el que se dirigen pulsiones

eróticas y destructivas se divide en un objeto "bueno" y en un objeto "malo". Sin embargo, la

profundización en ese enfoque queda lejos de los objetivos de este libro.

La teoría de la personalidad de Murray.

La teoría de la personalidad de Murray es, sobre todo, una teoría de la motivación. El

análisis de las tendencias de actuación, de los objetivos de las acciones del ser humano en el
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

marco de los condicionamientos respectivos del entorno, constituyen la clave para la

comprensión de la conducta humana.

Murray se siente especialmente ligado a los hechos psicoanalíticos, aunque demuestra


cierto distanciamiento crítico de la teoría original freudiana. A pesar de esa visión heterodoxa,

centrada en aspectos teóricos y metodológicos, Murray valora en extremo la aportación de Freud

al autoconocimiento del hombre. Se ha dicho que su obra principal, Explorations of Personality


(Murray, 1938), es un intento de reconciliar el psicoanálisis con la psicología académica (Todt,

1977). Según este autor, la psicología debe esbozar un sistema de conceptos que permita

reproducir el proceso general del desarrollo individual, suministrando así un sistema de


referencias al que puedan ser adscritos todos y cada uno de los episodios de la conducta. De

acuerdo con este objetivo, Murray proyectó un complejo sistema de conceptos en el marco de su

teoría de la personalidad -a la que llamó "personología"- que resulta imposible reproducir aquí,
dada su enorme amplitud. Sin embargo, cabe destacar el concepto de necesidad, esencial en la

teoría motivacional de este autor. Las necesidades, para Murray, son constructos hipotéticos, no

observables, inventados para explicar diversos hechos objetivos y subjetivos. Estos constructos
no se derivan directamente de una conducta observable, sino de sus efectos. La necesidad, por lo

tanto, es un concepto tan dinámico como finalista. Toda necesidad tiene un aspecto energético y

otro orientativo, concepción que puede resultarnos particularmente familiar dada su modernidad.
Esas necesidades inducen determinadas fuerzas en las regiones cerebrales, fuerzas cuyo origen

fisico-químico es aún desconocido, pero que se sabe organizan las sensaciones, la percepción, el

pensamiento, las tendencias y las acciones, de tal manera que pueden orientar en una dirección
específica una determinada situación insatisfactoria. Las necesidades son provocadas, a veces,

directamente por procesos internos originados en las vísceras, las glándulas endocrinas o ciertas

partes del cerebro (tálamo). Más frecuentemente, se originan en la aparición de una presión
(press ) eficaz del entorno o en la anticipación imaginada de la misma. En consecuencia, las

necesidades pueden dividirse en primarias (elicitadas por mecanismos internos) y secundarias

(elicitadas por presiones ambientales). La mayoría de las veces, ambos tipos de necesidades,
mueven al organismo a influir en la situación existente de manera favorable para él. Murray

incluye un gran número de necesidades, tanto en las primarias o viscerógenas como, sobre todo,
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

en las secundarias o psicógenas. Entre estas últimas destaca la llamada "necesidad de

rendimiento", que será ampliamente tratada en la literatura psicológica gracias a autores como

McClelland (1953), Atkinson (1958), Heckhausen (1967) o Weiner (1974), que se referirán a ella
en el marco de la llamada “motivación de logro”.

En definitiva, para Murray la conducta es el resultado de la interacción de numerosas

fuentes interiores y exteriores. La interacción de necesidad y las presiones sociales (press), dará
lugar a lo que Murray denomina "tema", que será el determinante responsable de un episodio de

conducta específico.

La teoría de la personalidad de Murray, junto con los métodos proyectivos y cuestionarios


que desarrolló -entre los cuales destaca el Test de Apercepción Temática (TAT)-, han ejercido

una influencia relevante en el diagnóstico clínico y en la psicología de la personalidad. Sin

embargo, la cuestión de su validez está aún en entredicho, dados los tímidos intentos de
conseguir una sólida contrastación experimental.

4.4. La aproximación humanista: Abraham H. Maslow.

La aproximación humanista viene representada por la obra de dos autores ilustres: Carl R.

Rogers y Abraham H. Maslow, que abordaron el estudio de la motivación desde una perspectiva
holista -afirmando que cualquier motivo afecta a la totalidad del individuo- y pusieron especial

énfasis en el estudio de los esfuerzos del sujeto (self) por alcanzar la autorealización. Por razones

de espacio nos aproximaremos exclusivamente al enfoque de Maslow, que, por razones diversas,
ha resisitido mejor los avatares del tiempo.

Cuando Maslow esbozó su teoría de la motivación humana a principios de los años 40,
partió, por una parte, de los datos ofrecidos por la psicología experimental, y, por otra, del

psicoanálisis freudiano, aunque rechazó la imagen del hombre que ofrecían ambas perspectivas.

Para Maslow, la naturaleza interna del hombre no es esencialmente mala. Las necesidades
básicas humanas, las emociones y las capacidades, son o bien neutrales, o bien moralmente

"buenas". Las conductas agresivas y destructivas del hombre no parecen ser inherentes a él, sino
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

que son producto de reacciones violentas a la frustración. El psicoanálisis se ha basado

demasiado en la parte "mala" del hombre, en su parte patológica. Se ha centrado excesivamente

en explicar las motivaciones “anormales” de la persona neurótica. Es necesario que, a la hora de


construir una teoría motivacional se parta de la parte sana -y se prescinda también de los estudios

realizados con animales, típicos de la psicología experimental, porque la motivación animal es

cualitativamente distinta de la humana, que se ve en extremo influida por los determinantes


socio-culturales-.

Para Maslow el individuo humano es un todo integrado y organizado, de manera que la

motivación, y su satisfacción, es vivenciada por el individuo en su conjunto, no por una parte de


él. Si analizamos nuestros principales deseos cotidianos, veremos que la mayoría de las

motivaciones y deseos no son fines en sí mismos, sino que, detrás de esos deseos aparentes,

aparecen los verdaderos objetivos de la conducta motivacional humana. El análisis de los deseos
no es tan importante com el análisis de los objetivos finales, a menudo instaurados a nivel

inconsciente. En consecuencia, el estudio de la motivación inconsciente es fundamental.

Según el modelo de Maslow, es muy corriente que las acciones humanas respondan a una
motivación múltiple. Además, la mayoría de esas acciones responden a alguna motivación: son

pocas las conductas humanas en las que no se detecte ningún tipo de motivo, aunque sea a nivel

inconsciente. Esas motivaciones múltiples que determinan el comportamiento humano, están


relacionadas entre sí: cuando un deseo se cumple, aparece otro en su lugar. Por todo ello, es

imposible considerar aisladamente los estados de motivación. La equívoca pretensión de que las

motivaciones humanas son independientes entre sí -junto con la concepción, también errónea, de
que todas las necesidades tienen la misma prioridad jerárquica- han inducido a muchos autores a

elaborar listas de pulsiones o necesidades. La concepción motivacional de Maslow implica la

renuncia a esa pretensión clasificatoria. La única posibilidad de clasificar la motivación parece


ser una clasificación según los objetivos o necesidades fundamentales de que hablábamos antes:

sólo estos objetivos permanecen constantes. En cambio, la conducta orientada a ellos puede

variar en el mismo individuo, de un individuo a otro y de cultura a cultura.


Maslow opinaba que las posibilidades reales que se le ofrecen al hombre son un aspecto

importante de su motivación y, a la postre, la determinan -sobre todo en los niveles jerárquicos


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

superiores-. La relación de los impulsos inconscientes con la realidad -la oposición freudiana

entre el principio del placer y el principio de la realidad- es, para Maslow, uno de los problemas

de la psicología de la motivación que hay que intentar resolver. Y, para hacerlo, no se puede
recurrir a datos procedentes de personas neuróticas, como hizo Freud, a conclusiones extraídas de

la experimentación animal, como hace el asociacionismo, o a extrapolaciones del conocimiento

sobre impulsos como el del hambre a los demás sistemas motivacionales, como hacen ciertas
posturas mecanicistas vinculadas a enfoques neurobiológicos (el hambre es una excepción en los

sistemas motivacionales, dado que se conocen bastante bien sus determinantes

neurofisiológicos).
Hemos dado a entender que el modelo de Maslow es un modelo jerárquico de los estados

motivacionales. En efecto, este autor postula una jerarquía general de necesidades que

exponemos a continuación en orden ascendente:

1-Necesidades fisiológicas (hambre, sed, sueño, etc)

2-Necesidades de seguridad (seguridad, estabilidad, dependencia, protección, ausencia de


miedo, temor o caos, estructura, orden, etc)

3-Necesidades de pertenencia grupal y de amor.

4-Necesidades de estimación (deseos de fuerza, rendimiento, competencia, independencia,


libertad, prestigio, posición, fama, dominio, reconocimiento, etc).

5-Necesidades de autorrealización (en el ámbito del conocimiento, de la comprensión y de

la estética, por este orden).

Esta jerarquía de necesidades presupone que las necesidades de orden superior sólo

aparecerán cuando las inferiores hayan sido satisfechas. Las necesidades superiores son las que
centran la atención de los estudios de Maslow, sobre todo, la necesidad de autorrealización. Sin

embargo, este autor era de la opinión de que tanto las necesidades superiores como las inferiores

eran igualmente innatas y universales -aunque la conducta motivacional concreta que lleve a
satisfacerlas dependerá de variables socioculturales y educativas-. Las distintas necesidades se

diferenciaban principalmente en que las superiores aparecían más tarde en la evolución


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

filogenética y ontogenética, tenían menos importancia de cara a la estricta supervivencia, eran

percibidas psicológicamente como menos urgentes, su satisfacción era vivida como más positiva

y exigían para su activación un ambiente externo favorable.


La jerarquía de necesidades propuesta por Maslow no ha podido ser comprobada

empíricamente. Sin embargo, sus concepciones han influido notablemente en diversas áreas de la

psicología y, especialmente, en el ámbito de la llamada psicología industrial.

4.5. La aproximación desde las teorías del aprendizaje.

En el apartado dedicado a la perspectiva histórica hemos tratado ampliamente los inicios

de la investigación en psicología de la motivación desde enfoques asociacionistas que, basados

generalmente en la experimentación animal, la vinculaban directamente al aprendizaje y a la


ejecución. La obra de los primeros asociacionistas -Tolman, Hull, Spence, Mowrer, Miller, Estes,

Skinner, etc- no puede concebirse desde otro contexto que no sea el que aquí ofrecemos, y que

hemos tratado previamente en esa introducción histórica al estudio experimental de la


motivación. Vamos a ver ahora cuáles han sido las repercusiones más recientes que esos estudios

pioneros han generado en el ámbito de la psicología motivacional.

La consolidación de la teoría del incentivo.

Ya hemos visto como se estableció un fuerte debate entre las concepciones de Hull,
puramente asociacionistas, y las de Tolman, que consideraban el papel del incentivo en la

motivación, papel mediado por procesos de carácter mentalista tales como la anticipación o la

expectativa. Experimentos como el del aprendizaje latente, ya comentado en el marco histórico,


hicieron que Hull tuviera finalmente que rectificar su formulación de 1943 , en la cual la

dimensión del incentivo influía exclusivamente en la formación del hábito. Aunque siguió

suponiendo que el número de refuerzos, y su dilación, influyen en la intensidad del aprendizaje,


tuvo que ir más allá, considerando el incentivo como una variable más que determinaría, junto al

hábito y el impulso, la motivación (Hull, 1952). Creemos que Hull se debió ver ante un problema
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

bastante complejo al intentar traducir las expectativas tolmanianas al lenguaje del estímulo-

respuesta. Finalmente, solucionó la cuestión recurriendo al condicionamiento clásico. El impulso

(hambre, por ejemplo) provoca contínuamente una estimulación que se asocia a cada una de las
respuestas parciales que provocan la secuencia de estímulos físicos parciales con que se

encuentra la rata de camino hacia el estímulo final (alimento) que dará lugar a la respuestra final

(comer). No hay que olvidar tampoco que toda reacción lleva a determinados estímulos -llamados
propioceptivos- que siguen a esa reacción. Asimismo, en virtud del condicionamiento clásico,

estos estímulos internos adquieren la capacidad de provocar la reacción correspondiente: el

estímulo de hambre provoca a su vez lo que Hull llamó "reacciones parciales anticipadas" (por
ejemplo, determinados movimientos masticatorios). Estas reacciones parciales anticipadas

provocan también una estimulación interna determinada. Esta estimulación, a la cual Hull llama

"estímulo final", está presente a lo largo de toda la secuencia de acción. Según el


condicionamiento clásico está estimulación final está condicionada a todas las reacciones de la

secuencia, incluida la respuesta parcial anticipada. El punto decisivo de este análisis tan complejo

es que, como consecuencia de la aparición de la reacción parcial anticipada al comienzo de una


cadena de comportamientos, el organismo posee una especie de preconocimiento o previsión de

los estímulos que aún no han aparecido. Para Hull, la respuesta parcial condicionada es pues la

base física de conceptos como finalidad, expectativa o deseo. De esta forma, el incentivo (K) se
añadiría a la concepción hulliana de la motivación. Especificando más aún, la intensidad de la

reacción era función multiplicativa del hábito, el impulso y el incentivo (I= H x D x K). Spence,

que explicó las expectativas de un modo bastante similar, diferiría, sin embargo, en la
formalización final. Para él, el impulso y el estímulo se relacionan aditivamente, de modo que la

función sería: I= H x (D + K).

Hoy en día no ha podido determinarse aún cuál de las dos hipótesis explica mejor la
realidad, dado que los resultados experimentales resultan controvertidos. Sin embargo, lo más

difícil se había conseguido: aunque de forma harto compleja, se había logrado formular el efecto

del incentivo en lenguaje asociacionista.

El hedonismo motivacional: Paul Young.


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En 1966, Paul Young formula una teoría de la motivación que recoge, actualizándolas,

toda una serie de tradiciones que se remontan largamente en el tiempo. Young destaca las
propiedades afectivas y placenteras de los estímulos, propiedades que van a determinar su poder

motivacional, potenciando el impulso del organismo o, en algunos casos, yendo contra él. Para

este autor la afectividad ligada a los estímulos incentivos es básica para explicar cualquier
proceso motivacional. El hedonismo de Young es compatible con los principios de dirección

hacia una meta: se puede decir que el organismo es llevado hacia la meta más atractiva y

permanece en contacto con ella mientras resulte hedónicamente positiva. Con esta formulación,
Young no pretendía contradecir a Hull, sino tan sólo complementarlo. Es evidente que, a veces,

factores distintos a la simple necesidad corporal controlan, por ejemplo, las preferencias

alimenticias. Incluso en algunas ocasiones, las preferencias motivadas por su carácter hedónico
van en contra de las necesidades homeostáticas (un ejemplo extremo se daría en algunos

trastornos de la alimentación). Sin embargo, Young reconoce que los estímulos que más gustan

son, ordinariamente, aquellos que más se necesitan, de modo que suele existir una correlación,
aunque imperfecta, entre la necesidad corporal y el disfrute afectivo.

En la línea de Young se encuentran las investigaciones de Cabanac y de Berridge.

Cabanac (1979) sostiene que la clasificación hedónica obtenida por un estímulo se corresponde
con la utilidad con que tal estímulo contribuye a las necesidades de supervivencia. Aunque es

cierto que se pueden demostrar excepciones, es útil formular este principio, que se ha dado en

llamar principio de alliestesia. Este principio se refiere al cambio en la clasificación hedónica de


un estímulo si varía el estado interno de un organismo.

Berridge et al. (1983, 1984) han llevado a cabo, recientemente, una interesante

elaboración del modelo hedónico de la motivación. En base a su experimentación sobre el


hambre, estos investigadores sugieren que los componentes de ingesta y los de aversión se

procesan de forma separada y, a veces, se pueden activar ambos de forma simultánea. De esta

forma, sus resultados son contrarios a la suposición corriente de que se procesa la información
del sabor para obtener un valor hedónico único en un continuo, valor hedónico del cual se deriva

la respuesta de ingerir, evitar o mostrar indiferencia ante el alimento. Para estos autores, se da
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

más bien un procesamiento en paralelo que produce a la vez señales aversivas y de ingestión.

Cuando un alimento se encuentra en un extremo, el conflicto entre los dos tipos de procesamiento

no se manifiesta. Si es altamente aversivo se produce la evitación, mientras que si es muy


positivo se da claramente una conducta de ingesta. Sin embargo, si el alimento se encuentra en

una posición intermedia, pueden manifestarse parcialmente las dos respuestas en una especie de

alternancia rápida entre ambas. Al final, se consumará aquella respuesta que sea más poderosa y
pueda neutralizar la contraria.

La teoría del proceso oponente: Solomon y Corbit (1974).

Del mismo modo que las teorías hedonistas, la teoría del proceso oponente considera muy

ligados los procesos motivacionales y los afectivos. Su formulación específica es, sin embargo,
muy diferente.

El modelo de Solomon y Corbit (1974) postula que un estímulo intenso determinado

elicita dos estados motivacionales antagónicos, digamos, A y B. El estado A, el estado


motivacional primario, se elicita de forma rápida, alcanza rápidamente su máxima intensidad y es

congruente con el tono hedónico del estímulo (si el estímulo es placentero el estado A será

placentero). Sin embargo, el estímulo también desencadena un estado B, el estado motivacional


secundario, de tono hedónico opuesto al estado A (si A es placentero, B será aversivo). Si el

estado A se iniciaba rápidamente llegando a un máximo de intesidad con relativa prontitud, el

estado B sólo se inicia después de haberse iniciado A, se desarrolla lentamente y tarda mucho
más en alcanzar su intensidad máxima y, después, en disiparse. Cabe resaltar que el estado B,

como sugieren muchos manuales, no es exactamente un estado de rebote del A, ya que no se

inicia con su terminación, sino un poco después de su comienzo.


La teoría del proceso oponente tiene otros dos principios fundamentales:

1-El estado motivacional y emocional global es el sumatorio de los estados A y B,


considerando que son de signo opuesto. Como el estado B empieza y termina más lentamente que

el A, el estado motivacional total experimentará primero un pico de máxima intensidad, después -


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

cuando se haya iniciado ya el estado B- esta intensidad se verá reducida por la sumación del

componente negativo del estado B, aunque seguirá siendo positiva. Cuando desaparezca el

estímulo, desaparecerá inmediatamente el estado A congruente, pero el estado B permanecerá


algo más, provocando un estado afectivo contrario al que había elicitado en un principio el

estímulo considerado.

2-El estado B se ve fortalecido con la repetición del estímulo, aumentando en intensidad.

Además, se elicita antes y se desvanece más tarde. Esto no ocurre con el estado A. Esta

circunstancia hace que, a medida que se vaya repitiendo la estimulación, el estado afectivo
congruente con esa estimulación será cada vez menos intenso, mientras el estado opuesto que

sobreviene cuando se retira la estimulación será cada vez más intenso y más duradero.

La teoría del proceso oponente ha venido a explicar ciertas paradojas del comportamiento

animal observado en el laboratorio, pero explica también comportamientos humanos tan

complejos como el de las conductas adictivas. En definitiva, este modelo puede ofrecer algún
tipo de explicación al hecho de que, generalmente, la mayor parte de los placeres pierden su

atractivo con la repetición, mientras su privación, en cambio, resulta cada vez más aversiva. Del

mismo modo, parece poder aplicarse para dar cuenta del fenómeno de que la repetición de
experiencias dolorosas resulta cada vez menos aversiva, mientras que su desaparición produce un

mayor alivio.

El modelo de Bindra (1969,1974).

Bindra (1969, 1974) propuso un modelo que rompe con el típico E-R, sustituyéndolo por
una asociación E-E. Su ruptura con el paradigma E-R para dar cuenta de la motivación incentiva

se debe a su demostración de que puede haber aprendizaje sin que haya oportunidad de

responder. Animales curarizados son expuestos a un incentivo, pero, a causa de la parálisis


causada por el curare, no pueden responder. Una vez desaparecidos los efectos del curare los
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

animales demuestran haber aprendido la respuesta adecuada al incentivo. Mowrer (1960) nos

proporciona un ejemplo muy ilustrativo:

Había una vez un monje que fue sometido, como penitencia, al castigo de comer en el suelo del monasterio.

Para su desgracia los gatos famélicos que rondaban por allí le disputaban la comida. El monje lo había intentado todo

para ahuyentarlos y no lo consiguió hasta que descubrió el condicionamiento clásico: metió a todos los gatos en un

saco, los sacó a la intemperie, tosió y les dió una buena paliza. Fue repitiendo la secuencia. A partir de entonces,

cuando le traían la comida bastaba con que tosiera para ahuyentar a todos los gatos y poder comer tranquilo.

(Mowrer, 1960).

El intríngulis de este relato se halla en el hecho de que los gatos no podían haber

aprendido la respuesta de huir ante la tos, simplemente porque se encontraban en el interior del
saco, donde lo único que podían hacer era agitarse y maullar. Sin embargo, pese a no haber

habido respuesta sí había habido aprendizaje.

El modelo de Bindra explica las expectativas no en función de la asociación estímulo-


respuesta sino en función de la asociación estímulo-estímulo. De acuerdo con este autor, el

animal, o el ser humano, aprenden la contingencia entre un estímulo A y un estímulo B. durante

el condicionamiento se produce una asociación entre el estímulo A (luz) y la representación


central/neural del estímulo B (alimento). Despúes de haberse asociado lo suficiente, el estímulo

A motiva la conducta simplemente por la elicitación de la representación central -a nivel neural-

del alimento que, en principio, sólo ocurría ante la verdadera presencia de éste. De este modo,
ciertos estímulos previamente neutros pueden transformarse en incentivos condicionados. Bindra

va un poco más allá: podría formarse un gradiente en el cual los estímulos más próximos al

estímulo-meta tendrían un valor incentivo más alto que los más lejanos. De este modo, a través
de la introducción del condicionamiento de esa representación neural de la que hemos hablado,

Bindra ofrece una explicación alternativa a la del paradigma operante. Quepa decir que, del

mismo modo, el aprendizaje vicario o por imitación cuestionará de raíz la postura operante de la
respuesta reforzada. Aparentemente, la mera observación de la conducta de un modelo sirve para
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

alterar significativamente el comportamiento, sin que los observadores reciban ningún tipo de

reforzamiento (Bandura, 1976).

Motivación, indefensión aprendida y estilo atribucional.

El modelo de la indefensión aprendida ofrece una explicación plausible a la observación


largamente referida de que, tras vivir una catástrofe de gran magnitud, la mayoría de las personas

experimentan un particular estado de apatía y postración.

Efectivamente, de la teoría de Seligman (1975) se desprende que la exposición a eventos


aversivos incontrolables genera un determinado tipo de motivación aprendida caracterizado por

la apatía y la inactividad. Vamos a ver a partir de que premisas pudo llegarse a esta conclusión.

El más sistemático e influyente de los estudios sobre pérdida de control fue llevado a cabo
por un grupo de trabajo dirigido por Seligman. Sus investigaciones pioneras fueron realizadas

sobre todo con infrahumanos, aunque, posteriormente, fueran aplicadas a nuestra especie. Según

este grupo de investigadores, los organismos devienen indefensos cuando sus acciones no
influyen en los resultados (de dichas acciones). Se da indefensión cuando la respuesta no

incrementa la probabilidad de recibir el reforzamiento, lo que ocurre cuando se viven

acontecimientos incontrolables (p.e. las catástrofes antes aludidas).


Para estudiar la indefensión en el laboratorio, los investigadores administraron primero,

durante un cierto periodo de tiempo, shocks inescapables a un grupo de perros. Una vez

sometidos a estas descargas inescapables, los canes eran situados en cajas de escape, donde
podían evitar las descargas a las que eran sometidos simplemente cruzando una barrera que

separaba el compartimento donde eran aplicadas dichas descargas de otro donde se encontraban

absolutamente a salvo. Seligman y Maier (1967) observaron que los perros que habían sido
sometidos previamente a descargas inescapables permanecían inmóviles, sin intentar hacer nada

para evitar la descarga a la que eran sometidos en la caja de escape. La actuación de un grupo de

perros control, al que no se le había admisnitrado ninguna descarga previa, y de otro grupo al que
se le habían administrado descargas que podían evitarse con algún tipo de respuesta, era

completamente distinta, ya que, tanto unos como otros, aprendían rápidamente a pasar al
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

compartimento "seguro". Los animales del primer grupo experimentaban indefensión, lo que se

manifestaba, según Seligman, a través de tres tipos de déficits: déficits de aprendizaje y

cognitivos, déficits motivacionales -que se materializan en una disminución de la probabilidad de


emitir conductas voluntarias- y trastornos emotivo-fisiológicos. El cuadro era tan espectacular

que incluso podía culminar en muerte súbita.

Para explicar lo observado en estos experimentos de indefensión -o incontrolabilidad-


aprendida, Seligman (1975) propone una teoría de tres estadios según la cual:

1-Los organismos obtienen información sobre la contingencia entre sus respuestas y los
resultados ejercidos sobre el ambiente. En el caso de la indefensión aprendida, esta información

revela que no hay contingencia o asociación entre las acciones instrumentales y el refuerzo.

2-Esta información redunda en el desarrollo de una expectativa de que, en un futuro, los

resultados seguirán siendo independientes de cualquier respuesta: se da una expectativa de

incontrolabilidad.

3-Dichas expectativas causan déficits en el aprendizaje futuro, ya que suponen que el

organismo “piense” que no hay nada que pueda hacer para alterar los eventos o aliviar su dolor:
el organismo ha aprendido la incontrolabilidad de la situación, lo que le origina un profundo

déficit motivacional. La exposición repetida a experiencias incontrolables produce trastornos

emocionales con características curiosamente parecidas a las de los trastornos depresivos y


numerosas alteraciones fisiológicas, entre las que destaca, tal vez, la aparición de úlceras

gástricas.

La experimentación iniciada con perros fue aplicada posteriormente a seres humanos

(Hiroto & Seligman, 1975). Como ya hemos insinuado, estas experiencias llamaron la atención

de Seligman y sus colaboradores sobre el parecido que había entre el síndrome causado por la
experiencia de incontrolabilidad y los síntomas clínicos de los trastornos depresivos (Maier &

Seligman, 1976). La teoría de Seligman se propuso entonces como un modelo explicativo de la


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

depresión humana. Posteriormente, los estudios que Seligman y colaboradores realizaron en

reacción a las críticas recibidas por el modelo propuesto, les llevaron a reformular su teoría. En

efecto, se había aducido en su contra que, en ocasiones, los eventos nocivos inescapables
producían reacciones depresivas, pero en otras ocasiones no. También se había observado que, en

algunos casos, las reacciones eran crónicas y, en otros, transitorias. El modelo original no podía

explicar estos efectos diferenciales observados en humanos. Tampoco explicaba la pérdida de


autoestima común a los estados depresivos y de indefensión, ni aclaraba la demostración de un

déficit cognitivo en los individuos indefensos.

Como reacción a estas críticas apareció la reformulación de la teoría de la indefensión


(Abramson, Seligman, Teasdale, 1978; Alloy & Seligman, 1979). Esta nueva versión incorporaba

el análisis atribucional para resolver algunas de las más evidentes controversias teóricas acerca de

los efectos de la incontrolabilidad en los seres humanos. Heider (1958) ya había destacado la
importancia de las causas percibidas de nuestro comportamiento en la generación de

expectativas. Estas causas percibidas -estas “atribuciones”- explicaban la motivación de nuestro

comportamiento. Seligman y sus colegas aplican el concepto de atribución a su modelo,


distinguiendo tres dimensiones atribucionales:

1-Internalidad-externalidad.
2-Estabilidad-inestabilidad.

3-Globalidad-especificidad.

Las características de las atribuciones realizadas por un sujeto determinado en cada una de esas

dimensiones continuas, determinarán su estilo atribucional. Asi, por ejemplo, un individuo que

haya experimentado un fracaso sentimental con una persona del sexo opuesto puede atribuirlo a
su falta de habilidades sociales (atribución interna), puede creer que esa carencia se manifestará

siempre en sus intentos de relación con miembros del otro sexo (atribución estable) y que,

además, se generalizará y afectará también otros ámbitos de su vida (profesional, familiar, etc)
(atribución global). Como es obvio, la vivencia de un fracaso de un sujeto como el del ejemplo -

que hace atribuciones internas, estables y globales- será muy diferente a la de otro individuo que,
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ante la misma situación, demuestre un estilo atribucional totalmente opuesto (externo, inestable y

específico). Del mismo modo, el estilo atribucional influye decisivamente en la vivencia de las

experiencias de éxito. Lo ideal, por supuesto, sería manifestar un estilo atribucional interno-
estable-global ante el éxito y, en cambio, hacer atribuciones externas, inestables y específicas

ante el fracaso.

De este modo, se explicaba como los déficits producidos por las experiencias de
indefensión dependían de las atribuciones hechas por los sujetos, lo que daba cuenta de las

diferencias intra e interindividuales, de los dèficits cognitivos y de la afectación de la autoestima.

Motivación vicaria, aprendizaje social y expectativas.

La teoría del aprendizaje social formulada por Albert Bandura (1976), enfatiza el
aprendizaje inducido de forma vicaria, es decir, que se da a partir del modelado y la imitación.

Según este autor, los comportamientos motivados pueden ser propiciados de esta forma. Bandura

(1973) aplicó esta formulación general, por ejemplo, a la comprensión del comportamiento
agresivo. Según su argumentación, hay evidencias de que la observación de modelos violentos,

aunque sean simbólicos -p.e., personajes del cine o la televisión-, induce a la imitación y, en

consecuencia, a la manifestación de conductas violentas, especialmente si dichos modelos se ven


recompensados por sus comportamientos agresivos.

Bandura incorporó a su modelo el concepto de expectativa, cuyos orígenes se remontan a

la obra de Lewin y a la de Tolman, resaltando su papel motivacional (Bandura, 1977).


Concretamente, se centra en un tipo especial de expectativa de control que llama “expectativa de

autoeficacia” (Bandura, 1977) y que se refiere a la confianza que tiene el sujeto en su

competencia conductual. Del mismo modo, introduce el concepto de “expectativa de resultado”,


un segundo tipo de expectativa que se refiere a las consecuencias que el individuo espera que

tenga su conducta. De este modo, las expectativas de autoeficacia se refieren a la creencia en las

propias posibilidades de llevar a cabo un determinado comportamiento, mientras las de resultado


se refieren a la confianza en que el comportamiento realizado alcance sus objetivos. Según

Bandura, el comportamiento motivado vendría gobernado por ambos tipos de expectativas. Sin
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

embargo, cabe decir que la repercusión de las primeras en la literatura psicológica ha sido mucho

más relevante que la de las últimas.

Así pues, las expectativas, esa especie de autoevaluación subjectiva de las probabilidades
que tenemos de alcanzar un objetivo comportamental determinado, son las que nos proporcionan

la percepción de competencia, que resulta harto importante para motivar una conducta

determinada y, por tanto, para iniciar, mantener y regular un comportamiento específico.


Sabemos hoy, que las expectativas de autoeficacia son uno de los mejores predictores de la

conducta futura de un sujeto.

Si nos centramos en el tipo de expectativas que más trascendencia ha tenido, las


expectativas de autoeficacia, nos dice Bandura (1986) que vienen determinadas por cuatro tipos

de información:

1-Los logros personales (son la fuente principal de generación de este tipo de

expectativas).

2-La observación de los éxitos o fracasos de los demás, sobre todo si nuestra experiencia
en esa conducta específica es limitada. La influencia de este factor será directamente proporcional

a nuestro nivel de identificación con los sujetos observados.

3-La información que nos llega de los demás, acerca de nuestra propia capacidad, a través
de la persuasión verbal.

4-La activación emocional. El miedo, la tensión, la ansiedad -así como la fatiga y el dolor-

disminuyen nuestras expectativas de autoeficacia.

Parece demostrado que los sujetos con altas expectativas de autoeficacia para una

determinada actividad tienen tendencia a esforzarse y a persistir más, y a adoptar niveles más
elevados de autoexigencia, en la conducta que implica tal actividad (Bandura, 1989).

Estado de la cuestión.
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

Ninguna otra orientación ha dado lugar a tantas ramificaciones ni ha generado tanta

investigación. Sin embargo, aunque las cuestiones motivacionales son importantes, se ha

priorizado largo tiempo el estudio del aprendizaje, animal o humano. La aproximación


motivacional desde las teorías del aprendizaje, amén de lo dicho, se caracteriza porque las

explicaciones de la conducta enfatizan los aspectos situacionales, más que referirse a los factores

disposicionales. No obstante, mucho han avanzado las cosas desde la ley del efecto de Thorndike,
que no contemplaba aspectos motivacionales ni “mentalistas”.

Los estudios motivacionales ligados a las teorías del aprendizaje van evolucionando a

medida que evoluciona la concepción que sobre el aprendizaje mismo tienen los psicólogos. Las
aproximaciones recientes intentan ofrecer una mayor potencia predictiva y una aplicabilidad a un

mayor rango de situaciones empíricas. Algunos de los modelos actuales han incorporado modelos

matemáticos precisos que permiten una predicción experimentalmente más precisa y verificable
de dichos modelos. Se han formulado también recientemente aproximaciones que podríamos

llamar “modelos de regulación conductual”, basados en el concepto de homeostasis

comportamental. Este enfoque ha propiciado la concepción de la motivación desde una


perspectiva económica, concibiendo la fuerza motivacional para un comportamiento determinado

como función de la relación esfuerzos/logros o, dicho de otro modo, precio/incentivo. Esta nueva

concepción ha redundado en importantes logros. Vaya como ejemplo el conocido Principio de


Premack, uno de los frutos con mayor trascendencia práctica que se ha derivado de tal

aproximación.

Cabe destacar, por fin, que la mayoría de modelos actualmente en liza recurren a variables
intermediarias de carácter cognitivo. Sólo cabe esperar que la multitud de micromodelos que han

proliferado puedan conjugarse algún día en una única y sólida macroteoría motivacional del

aprendizaje.

4.6. Activación y Motivación.

Si es verdad que podemos considerar a Pavlov como uno de los antecedentes

fundamentales de las teorías del aprendizaje, y, consecuentemente, del enfoque que han
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

experimentado los procesos motivacionales desde ese marco, también encontramos a dicho autor

en el otro gran ámbito de investigación de carácter básicamente mecanicista: el enfoque de la

teoría de la activación. Sin embargo, así como los teóricos del aprendizaje apostaron por
conceptos "psicológicos", influenciados por los estudios primero de Thorndike y luego de

Watson y Skinner, los investigadores que se decantaron por el estudio de ese constructo nebuloso

que denominaron activación, optaron por fundamentar su mecanicismo y su objetividad en la


evidencia neurofisiológica (Rosselló, 1994). De este modo, encontramos el enfoque

asociacionista de los teóricos de la activación muy ligado a los relevantes descubrimientos que, a

mediados de siglo, se realizaron en torno a las bases neurológicas de la motivación humana.


Concretamente, fueron dos los descubrimientos que queremos resaltar. Por un lado, el

descubrimiento de la Formación Reticular Mesencefálica y, dentro de ella, de la función del

SARA (Sistema Activador Reticular Ascendente), que, según todos los indicios, era el
responsable de una activación inespecífica de las áreas corticales de nuestro cerebro (Moruzzi &

Magoun, 1949). Por otra parte, fue también crucial el descubrimiento de centros de placer o

reforzamiento a nivel hipotalámico (Olds & Milner, 1954), que hemos comentado con detalle en
el apartado 4.1. Sin embargo, ya antes de que se hubieran llevado a cabo estos importantes

descubrimientos, Elisabeth Duffy (1934), adoptando el concepto de "movilización de energía"

postulado por Cannon, había llamado la atención sobre la activación vegetativa que acompañaba
a ciertos estímulos, haciendo especial referencia a los estímulos emocionales.

El concepto de arousal o activación se introdujo con fuerza en la psicología motivacional,

sustituyendo en ciertos sectores al drive generalizado que postularon Hull y su escuela. Entre los
más destacados seguidores de este nuevo constructo que explicaría la intensidad de las conductas

motivacionales se encontraban Malmo (1959), Hebb (1955), la misma Duffy (1957) y Bindra

(1959). Debido a que el nivel de activación del organismo podía ser medido a partir de índices
vegetativos -respuesta psicogalvánica de la piel (hoy llamada actividad electrodérmica), tono

muscular, tasa cardíaca, etc- o a partir de la electroencefalografía, se pensó que podía ser un

índice más fiable de la fuerza del impulso que aquellos utilizados por la escuela conductista, que
se basaban fundamentalmente en la medida de periodos de deprivación. Sin embargo, el asunto

no fue tan sencillo y, a los pocos años, el constructo de activación empezó a perder credibilidad
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

entre la comunidad científica, particularmente por la falta de correlación entre los diferentes

índices fisiológicos, lo que se dió en llamar “fraccionamiento direccional” (Lacey, 1967).

Detengámonos a analizar más detenidamente la evolución del concepto de activación y el nexo


que se estableció con los procesos motivacionales.

La investigación en torno a la activación se relacionó en un principio con la variable

rendimiento. Parecía que la relación activación-rendimiento seguía una función en forma de U


invertida, en contraste con la relación impulso-rendimiento predicha por Hull (1943), que era

monotónica lineal. Niveles de activación muy bajos, o muy altos, afectan negativamente a la

ejecución. Los niveles de activación bajos son más favorables para tareas difíciles que para tareas
fáciles. La llamada ley de Yerkes-Dodson (1908) resultó providencial para explicar este

fenómeno.

Hebb (1955) interpretó esta U invertida como una interacción entre la función de
activación y la función de las “claves”. La información es procesada, por una lado, como claves

específicas que dirigen la conducta hacia una meta determinada. Por otro, contribuye de un modo

inespecífico a elevar un nivel general de activación. Para que las claves puedan funcionar es
necesario un mínimo de activación inespecífica.

Como hemos dicho, el constructo de activación vino a emparejarse en un principio con el

de impulso. Sin embargo, hubo dos problremas que impidieron reconciliar las posturas hullianas
con las de los teóricos de la activación:

1-En primer lugar, la relación curvilínea entre la activación y la ralización predicha por la
teoría de la activación. Recordemos que, para Hull y sus acólitos, la realización conductual era

una función monotónica del nivel de impulso.

2-En segundo lugar, el nivel de activación se veía muy afectado por la estimulación
externa. En cambio, el impulso postulado por Hull se originaba internamente.

Según los teóricos de la activación, la información que recibía un organismo determinaba


en gran medida su nivel de activación. Parámetros tales como el contenido informativo, la

complejidad, la desviación de lo esperado o de lo familiar, eran variables psicológicas cruciales


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

que determinaban el potencial activador de los estímulos. El propio Hebb (1946, 1949), informa

de una gran activación elicitadora de reacciones de pánico, si se exponía a un grupo de monos a

estímulos inesperados o no familiares. El extremo opuesto del continuum de niveles de activación


se alcanzaba con la deprivación sensorial, y también era hedónicamente negativo. Los estados de

activación intermedios, producidos por incongruencias estimulares moderadas, eran, en cambio,

vivenciadas como positivas, y elicitaban conductas exploratorias, curiosidad o conductas de


manipulación. Estos fenómenos conductuales intentaron ser explicados desde la teoría del

impulso (Montgomery, 1954). Sin embargo, las explicaciones en el contexto de la teoría de la

activación fueron siempre mucho más plausibles. De la teoría de Hebb se originaron múltiples
intentos de explicar las conductas exploratorias, entre los que destacan los de Fowler (1971),

Walker (1973) y, sobre todo, Berlyne (1960, 1963, 1971).

Para este último, los determinantes más importantes del nivel de activación son
propiedades inherentes a los estímulos: el cambio, la novedad, la sorpresa, la ambigüedad, la

complejidad, la incongruencia, etc. A este tipo de estímulos los llamó Berlyne estímulos

"colativos". Las características de estos estímulos colativos eran importantes condiciones


antecedentes del "potencial de activación", que venía determinado en su totalidad por los

siguientes factores:

1-Propiedades colativas mencionadas.

2-Propiedades afectivas.

3-Intensidad de la estimulación.
4-Propiedades asociadas con la gratificación biológica o el disconfort.

Hay que destacar que, para Berlyne, "potencial de activación" no era sinónimo de nivel de
activación. El primero se refiere a las propiedades de los estímulos. El segundo se refiere a los

efectos de estos estímulos sobre el organismo, que pueden implicar, además, valores hedónicos

positivos o negativos. Berlyne (1971, 1974) sugiere que el potencial de activación se relaciona
con el tono hedónico en un forma que viene determinada por la antigua curva postulada por

Wundt en 1874 para ilustrar la relación entre la intensidad estimular y la agradabilidad de la


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

sensación. A medida que aumenta el potencial de activación va aumentando gradualmente el

afecto positivo elicitado por el estímulo, hasta que, a niveles medios del potencial de activación

dicho afecto positivo alcanza su máximo. A partir de ahí, los incrementos en el potencial de
activación estimular traen consigo un decremento en el afecto positivo, de modo que, si el

potencial aumenta mucho el tono hedónico puede convertirse en negativo.

FIGURA 4

Dicha curva, es, para Berlyne, la resultante de la actividad de dos sistemas opuestos, un sistema
primario de refuerzo y un sistema primario de aversión. La curva de Wundt sería el resultado de

sumar las curvas correspondientes a ambos sistemas. A potenciales de activación bajos sólo se

producen efectos positivos. A medida que aumentan dichos potenciales se elicita la respuesta del
sistema aversivo, con lo cual va disminuyendo el afecto positivo producido. Finalmente, si el

potencial de activación sigue aumentando, el incremento de la actividad del sistema aversivo

contrarresta completamente la del sistema de refuerzo y empieza a manifestarse el afecto


negativo.

FIGURA 5

Berlyne recalca que el nivel de activación no es una función monotónica lineal del

potencial de activación, sino que su relación viene ilustrada por una función en forma de U (no
invertida). Niveles bajos y altos de potencial de activación inducen altos niveles de activación.

FIGURA 6

Por tanto, los bajos niveles de activación conllevan un afecto más positivo que los altos, lo que

implica que todo lo que produzca un decremento en los niveles de activación será reforzante.
Esta conclusión encaja notablemente con la concepción de la reducción del impulso de Hull.
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FIGURA 7

De este modo, un potencial de activación bajo tenderá a ser elevado por el organismo mientras
que uno alto tenderá a ser disminuido, ya que ambas acciones redundan en una disminución del

nivel de activación. Concretamente, Berlyne postula que si el potencial de activación es

demasiado alto se da una respuesta de "exploración específica", centrando la atención en algún


aspecto concreto, de modo que el nivel de activación tienda a bajar. Berlyne llama a esta

respuesta "curiosidad perceptual". En cambio, si el potencial de activación es excesivamente bajo

se da la respuesta de "exploración diversa", que es una búsqueda de estimulación indiscriminada.


Frecuentemente, esta reacción viene elicitada por el aburrimiento o la monotonía estimular.

En contraste con Berlyne, Hebb (1955), como Fiske y Maddi (1961), proponían que un

nivel de activación intermedio (que para ellos era sinónimo de un "potencial de activación" o
arousal medio) era en realidad el estado óptimo. Todos los cambios que acercasen el nivel de

activación del organismo a ese estado medio serían vividos como positivos. Como se puede

deducir de todo lo expuesto, Hebb y Berlyne diferían esencialmente en cuanto a los efectos del
bajo potencial de activación. Generalmente, la evidencia empírica es más congruente con la

formulación de Berlyne.

No podemos cerrar este apartado sin mencionar la conexión entre las nociones expuestas
en torno a la teoría de la activación y las llamadas teorías motivacionales de la discrepancia

(McClelland et al., 1953). Según estos modelos, ligeras desviaciones respecto al estado de

arousal normal, en cualquiera de las direcciones, son vividas como agradables y tienen
características motivacionales. Esos estados normales se llaman "niveles de adaptación" y

representan puntos neutros en el sistema de valores del individuo que sirven de referencia para

todas las experiencias perceptivas y para los juicios. Un estudio ampliamente citado para ilustrar
los efectos afectivos de la desviación del nivel de adaptación es el estudio llevado a cabo por

Haber (1958). En ese trabajo se constataba cómo pequeñas desviaciones del nivel de adaptación

eran placenteras para los sujetos, mientras que las desviaciones más acentuadas iban ligadas a un
afecto negativo. Pese a la poca falsabilidad experimental de esta aserción, podemos afirmar que,

al menos a nivel intuitivo, resulta altamente sugerente.


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El enfoque que tomaron los teóricos de la activación, pese a partir de principios

asociacionistas y estrechamente vinculados a los avances neurofisiológicos, da pié a la

consideración de ciertas variables cognitivas. Ejemplos diversos serían el concepto de curiosidad


de Berlyne, las expectativas que se ven truncadas por estímulos incongruentes o novedosos, las

propiedades colativas de los estímulos, la motivación epistémica, las claves estimulares de Hebb,

las emociones o propiedades afectivas de los estímulos, etc. La vía que iba a conducir a la
revolución cognitiva empezaba a descollar en el horizonte de la investigación y la teoría

psicológica.

4.7. La aproximación sociocognitiva.

Hemos visto que, ya desde Tolman, se había entrevisto que las variables cognitivas tales
como las expectativas y las proposiciones, podían jugar un papel fundamental en la conducta

motivada de los organismos, y, particularmente, en la motivación humana. Sin embargo, la

eclosión de los estudios experimentales con animales llevados a cabo principalmente desde
posturas asociacionistas estrictas y la formulación de modelos mecanicistas que explicaban, hasta

cierto punto, los constructos defendidos por Tolman, eclipsaron las concepciones que recurrían a

entidades mentalistas y, hasta que el paradigma conductista no entró en crisis, no empezaron a


manifestarse los primeros intentos de recuperar algunos conceptos olvidados durante lustros.

Describir aquí todos los enfoques cognitivos que han ido surgiendo en las tres últimas

décadas sería un trabajo ingente que sobrepasaría con creces nuestros objetivos. Vamos pues a
limitarnos a exponer de modo genérico la aproximación sociocognitiva, partiendo de los dos

factores cruciales que han promovido su desarrollo: el concepto de valoración cognitiva

(appraisal) procedente de la psicología de la emoción -más adelante abordaremos este concepto


con mayor detalle- y la influencia de la psicología social, que, sobre todo con la llegada del

llamado segundo cognitivismo, ayudó a consolidar tres líneas fundamentales de investigación en

torno al tópico de la motivación social y afianzó el vínculo, hoy por hoy indisoluble, entre
motivación, cognición y ámbito social.
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

Aún dentro de este marco sociocognitivo, acabaremos con una referencia sucinta a las

teorías de la competencia, la causación personal y el control, y a su relación con la elicitación de

la motivación intrínseca.

La valoración cognitiva en la investigación emocional (appraisal.).

La investigación sobre el proceso emocional ha contribuido a poner de relevancia la

dimensión cognitiva de las motivaciones y las emociones humanas. Concretamente, el primer

síntoma claro de la importancia otorgada a lo mental es la aparición de las teorías del appraisal o
valoración cognitiva, que argumentaban que para determinar el estado emocional es crucial la

evaluación que hace el sujeto de la percepción de sus cambios fisiológicos y de la activación.

Discutiremos con mayor detalle estos modelos teóricos, iniciados con la teoría de Schachter y
Singer (1962), en la segunda parte de este libro, dedicada al estudio del proceso emocional.

Las teorías cognitivas de la motivación y la influencia de la psicología social.

Desde hace unas décadas, la dimensión social de la conducta humana ha venido

adquiriendo más y más importancia en la psicología en general, y, por lo que aquí respecta, en la
psicología de la motivación humana. El desarrollo de la investigación básica ha contribuido a ese

auge y, como contrapartida, la psicología básica de los procesos superiores se ha beneficiado del

influjo de los múltiples trabajos que, desde la psicología social, han investigado variables
cognitivas. Como resultado de esta especie de simbiosis, la psicología general y la psicología

social se han acercado hasta el punto de solapar sus objetos de estudio, lo que ha ocasionado más

de una disputa por el "patrimonio" de cada disciplina.


Obviamente, el contexto social de la conducta, especialmente si hablamos de conducta

humana, es de una importancia crucial. Pero, también es verdad que, si lo pensamos

detenidamente, casi cualquier comportamiento humano puede considerarse de alguna forma


“social”. Este hecho, que ha propiciado el estudio de la motivación humana por parte de los

psicólogos sociales, creemos que no justifica algunos desafortunados expansionismos -que


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

trascienden el ámbito de la psicología de la motivación y de la emoción- que se han llevado a

cabo desde ciertos sectores de la psicología social. Es verdad que las múltiples teorías de la

motivación social han contribuido de forma importante a la consolidación del paradigma


cognitivo desde la psicología motivacional, ya que han ayudado a poner de manifiesto que los

motivos humanos se hallan firmemente ligados a los procesos cognitivos. La recuperación del

estudio de la motivación y la emoción en el marco de la psicología cognitiva, una vez superado el


periodo de cognición "fría", seguramente tiene subscrita una deuda con la labor de los psicólogos

sociales. Sin embargo, eso no justifica ciertas actitudes extremas que abundan en pretensiones

fagocitóticas a las que poco les falta para caer en el lado más oscuro del ademán imperialista.
Pero dejemos ahora esta cuestión tan controvertida y profundicemos un poco en las tres

grandes líneas de investigación a las que antes aludíamos, líneas de investigación que a menudo

se hallan tan profundamente interrelacionadas que, en algunos modelos concretos, devienen


indisolubles. Sin embargo, en aras a la clarificación conceptual y la estrategia didáctica, debemos

hacer un esfuerzo por discernir cada uno de esos tres pilares básicos sobre los cuales se sustentan

la mayoría de las aproximaciones sociocognitivas contemporáneas.


En primer lugar, nos encontramos con los llamados “modelos de la expectancia x valor”,

herederos, por una parte, de la tradición lewiniana, y, por otra, de los trabajos de Tolman. En

efecto, en Lewin (1935, 1936, 1938) encontramos por primera vez el concepto de “valencia”,
refiriéndose al valor positivo o negativo de los estímulos de nuestro entorno (posibles

incentivos). Según este autor, que contribuyó de forma muy relevante al desarrollo de la

psicología social, la conducta motivacional humana se da impulsada por “valencias” o fuerzas


procedentes básicamente del contexto social. Tolman (1932), por su parte, introduce el concepto

de expectativa, una importante cuña cognitiva surgida en un marco demasiado asociacionista para

apreciar en toda su valía la explicación que ofrecía del comportamiento motivado por un
incentivo.

A partir de esos antecedentes, y sobre todo a lo largo de la década de los 60 y los 70, se

introducen con fuerza los modelos de la expectancia x valor, según los cuales la conducta
motivada es el resultado de la combinación de las necesidades individuales y el valor de las metas

disponibles en nuestro ambiente. La probabilidad de una conducta no sólo depende del valor de la
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

meta para el individuo, sino también de la expectativa del sujeto de obtener o no dicha meta. La

teoría predice que, en situaciones donde las metas posibles sean varias, elegiremos la conducta en

la cual la combinación de éxito esperado y valor sea mayor. A partir de esta formulación, y en el
marco de la teoría del aprendizaje social, se han desarrollado teorías tan relevantes como la del

locus de control de Rotter (1966, 1975). Ya hehos visto como también Bandura (1977), el

psicólogo del aprendizaje social por antonomasia, ha enfatizado la importancia de las


expectativas de autoeficacia en la regulación de nuestra conducta. Las expectativas y las metas

valoradas han jugado asimismo un importante papel en el desarrollo de teorías originadas con

anterioridad, como la teoría de la motivación de logro (McClelland, 1961, Atkinson, 1958, 1964),
modelos cruciales para el abandono definitivo de los modelos homeostáticos del impulso y para

la consolidación definitiva de los modelos motivacionales que contemplaban variables

intermediarias de naturaleza cognoscitiva.


En segundo lugar, hay que considerar los “modelos de la consistencia”, cuyo pionero más

destacado fue sin duda Leo Festinger. Después de Lewin, quizás el psicólogo social más

relevante haya sido precisamente Festinger. Investigó en primer lugar el nivel de aspiración de los
seres humanos (Festinger, 1942), su variablidad en función de las experiencias de éxito o de

fracaso y los efectos de la consecución de los objetivos a los que se aspiraba. Poco después,

formuló la teoría de la comparación social (Festinger, 1954), a partir de la cual postulaba la


necesidad humana de autoevaluación mediante la comparación con los demás miembros del

grupo de referencia. El resultado de esta comparación determinará nuestro grado de satisfacción y

nuestra motivación para cambiar. Si estamos insatisfechos y el cambio no es posible, excluimos a


los sujetos que para nosotros son problemáticos de los modelos tomados como referencia. Existe,

pues, una tendencia motivacional a reducir la discrepancia, tendencia que aumenta la relevancia

subjetiva de la dimensión comparada. En 1957, Festinger va a formular el modelo teórico por el


que ha llegado a ser tan ampliamente reconocido: la teoría de la disonancia cognitiva. Esta teoría

es un modelo cognitivo de la consistencia, en el sentido gestaltista del término. Las actitudes, las

opiniones, las creencias y los valores, tienen tendencia a la consistencia entre ellos y con el
comportamiento. Si se relacionan de forma relevante, las diferentes cogniciones y las diferentes

conductas, pueden ser consonantes o disonantes. Decimos que son disonantes cuando de una
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

cognición determinada -o de un comportamiento- se sigue, se deduce, lo contrario que de otra.

Este es el fenómeno archiconocido de la disonancia cognitiva, que pone de manifiesto una

incompatibilidad de carácter psicológico, no de carácter lógico ni causal (Caparrós, 1979). La


disonancia cognitiva elicita una poderosa motivación para reducir dicha incompatibilidad, lo que

se puede traducir en la utilización de diversas estrategias por parte del sujeto:

1-Cambio de la creencia o de la cognición original.

2-Cambio de la segunda cognición o comportamiento.

3-Cambio de un aspecto del entorno.


4-Adición de nuevas cogniciones “justificativas”.

Pese a las muchas críticas recibidas, la teoría de Festinger ha resultado de un gran poder
heurístico y ha generado multitud de trabajos experimentales y de revisión teórica. Según apunta

Caparrós "...la consideración de la disonancia como estado motivacional y de alertamiento ha

sido el punto de partida de importantes trabajos contemporáneos sobre las motivaciones


biológicas y las emociones" (Caparrós, 1979). Además, de esas críticas de las que hablábamos

han nacido numerosas teorías alternativas de las cuales queremos destacar la teoría de la

autopercepción (Bem, 1972), la teoría de la reactancia (Brehm, 1966), la teoría de la autoatención


(Wicklund & Duval, 1972), la teoría de la equidad (Homans, 1961). Todas ellas han contribuido

a un desarrollo sin precedentes de la psicología social de los procesos cognitivos.

En tercer lugar, cabe citar una línea teórica que, en cierto modo, surge también como
reacción crítica a la teoría de Festinger, aunque, por su relevancia, merece sin duda mención

aparte. Se trata de la teoría de la atribución de Heider (1958), que ya hemos tratado someramente

a propósito de la reformulación del modelo de la indefensión de Seligman. De hecho, la


aproximación atribucional viene a llenar un vacío explicativo intrínseco a las teorías de la

expectativa: el hecho de como se generan -el origen de- dichas expectativas. Heider puntualizó

por primera vez que la generación de expectativas radica en la percepción de las causas de
nuestro comportamiento, percepción que a veces es ilusoria, muy diferente de la genuina

realidad. Estas causas percibidas, estas “atribuciones”, se encuentran en el origen de nuestras


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

expectativas y explican la motivación que impulsa y dirige nuestro comportamiento. Las personas

necesitamos saber acerca de esas causas, necesitamos hacer atribuciones, saber, o creer saber,

porque ocurre lo que ocurre.


Desde Heider, han proliferado los modelos atribucionales (Jones & Davis, 1965; Kelley,

1967; Bem, 1967), algunos de los cuales han enriquecido otras aproximaciones. Entre estos

últimos, sin pretensión de exhaustividad, cabe destacar la integración ya vista con los modelos de
la indefesión aprendida (Abramson, Seligman, Teasdale, 1978), la teoría atribucional de la

motivación de logro (Weiner, 1985) o, tal vez de un modo especial, la confluencia del enfoque

atribucional con los modelos de expectancia x valor.

Las teorías de la competencia, la causación personal y el control: tres caminos hacia la

motivación intrínseca.

Como muy bien postuló Robert White (1959), el afán y la lucha por la competencia son

un motivo esencial en la especie humana. Las personas necesitan sentirse competentes. El éxito,
los logros conseguidos, producen, decía White, sentimientos de “efectancia”. Esta motivación de

efectancia está muy relacionada a la que, desde otros ámbitos, califican de motivación de poder

(poder personal o social). Según este autor, la motivación intrínseca viene elicitada precisamente
por ese afán humano por sentir la propia competencia. A mayor percepción de competencia,

siempre que se perciba a la vez una autodeterminación de la conducta, mayor será la motivación

intrínseca del individuo.


Richard deCharms (1968) puso el énfasis en esa autodeterminación que mencionábamos

en el apartado anterior, formulando un modelo de causación personal. Según este autor, los

individuos se esfuerzan por ser agentes causales de su conducta. Las personas, dice deCharms,
necesitan sentirse “orígenes”, sentir que son ellos mismos los que determinan sus intenciones y

sus comportamientos. De hecho, aparece una resistencia activa, a menudo intensa, al control

extrínseco de nuestras acciones: tal vez por eso frecuentemente hacemos lo contrario -o sentimos
la tentación de hacerlo- de lo que se nos pide, sobre todo, si la petición es insistente, autoritaria o
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imperiosa. Según deCharms es posible fomentar la autodeterminación, el sentimiento de

causación personal, a través de las siguientes estrategias:

1-Autoimposición de objetivos realistas.

2-Autoconocimiento de nuestras habilidades y déficits.

3-Determinación de estrategias específicas para alcanzar los objetivos propuestos.


4-Recopilación de información suficiente como para garantizar un autofeed-back

fidedigno.

Posteriormente, Decy & Ryan (1985) abundarán en este enfoque, destacando que para

alcanzar esa autodeterminación, ese sentimiento de causación personal, es sumamante importante

la posibilidad de elección por parte del sujeto. Cabe recalcar algo que ya hemos mencionado unos
párrafos más arriba: la percepción de competencia, sin sentimiento de causación personal, no

incrementa la motivación intrínseca.

De este modo, nos encontramos con que nuestra acción puede venir regulada -
”controlada”- por el ambiente (factores externos) o puede ser autoregulada (Hunt, 1965). Como

es de suponer, un importante medio de autoregulación de la conducta es la cognición y, dentro de

la esfera cognitiva, destaca tal vez el papel de la planificación. Según Miller, Galanter & Pribam
(1960), esa estrategia de control cognitivo supone un medio de energizar y dirigir nuestra

conducta, con lo cual necesariamente hay que concluir que los planes adquieren una función

genuinamente motivacional.

5. UN COMENTARIO SOBRE LA APROXIMACION INTEGRADORA DE LA TEORIA


DE LOS "PRIMES" (Buck,1985).

Cuando empezamos esta primera parte, dedicada a los procesos motivacionales, ya


apuntamos que, ante la enome diversidad de modelos explicativos de la motivación humana,

optaríamos por el que formuló Ross Buck en 1985. Nos parece un modelo plausible que tiene,
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

además, la ventaja parsimoniosa de integrar la explicación de los procesos emocionales o

afectivos. De todos modos, somos conscientes de que adolece de algunas limitaciones, entre las

cuales destacan su excesivo innatismo y su pobre consideración del concepto de incentivo. Sin
embargo, constituye un modelo comprehensivo de los procesos motivacionales y emocionales

que tiene especialmente en cuenta las valiosas aportaciones etológicas, las de la psicobiología y

las que provienen de la teoría del aprendizaje. Pone también énfasis en los determinantes
cognitivos de las motivaciones jerárquicamente superiores, aunque descuida esa dimensión

cognitiva en los impulsos más básicos. En conjunto, nos parece una formulación aceptablemente

válida -en la medida en que puede ser válido un modelo si lo consideramos inmerso en la
evolución paradigmática de la ciencia-, una formulación que integra el conocimiento de buena

parte de las aproximaciones más relevantes al estudio de la motivación y la emoción, aunque deje

demasiado implícitos, quizás, algunos de los conceptos mentalistas de la tradición sociocognitiva.


Ofreceremos una visión detallada del modelo de Buck y una discusión profunda de sus

implicaciones después de profundizar, en la segunda parte de este libro, en los procesos

emocionales: la perspectiva que entonces tendremos facilitará en grado sumo una exposición que
ahora podría resultar confusa.
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

Segunda parte:
EMOCION

L’emoció posa els colors que pinten a priori


la fador en blanc i negre de l’enteniment
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

6. OTRA ADVERTENCIA .

Es vano pretender ser exhaustivo a la hora de ofrecer un panorama sobre la psicología

contemporánea de la emoción. Es, además, absurdo pretenderlo en el marco de un manual

introductorio como este. A través del desarrollo conceptual que sigue a esta advertencia, hemos
procurado tratar los problemas básicos con los que se debe enfrentar la psicología de la emoción,

nos hemos detenido particularmente en el comentario de los principales antecedentes históricos

de los modelos contemporáneos, pero, a la hora de adentrarnos en éstos, hemos optado por
hacerlo tomando partido. Creemos que no puede ser de otra forma si pretendemos evitar que un

discurso que quiere ser clarificador e introductorio, devenga con facilidad confuso o demasiado

disperso. Por ello, como colofón a la exposición de las tradiciones más representativas en
psicología de la emoción, expondremos detalladamente el modelo de Ross Buck, de índole

marcadamente integradora. Dicha aproximación facilitará al lector la tarea de relacionar los

conceptos expuestos en torno a las emociones con los que acabamos de ver referidos a los
procesos motivacionales, permitiéndonos, dentro de la arbitrariedad que siempre supone la

opción, continuar nuestra disquisición abordando las que creemos constituyen las principales

cuestiones de actualidad en psicología de la emoción, y hacerlo con una relativa garantía de no


resultar excesivamente disonantes.

7. INTRODUCCION Y DELIMITACION CONCEPTUAL.

Según Caparrós, cuando hablamos de emoción nos referimos a "...una serie de fenómenos

conductuales de muy diversa naturaleza y nivel que han sido objeto de estudio a lo largo de la
historia de la psicología desde las más diversas perspectivas: introspeccionista, psicoanalítica,

conductista, funcionalista (James) y, por supuesto, fisiológica..." (Caparrós, 1979).

Efectivamente, llama la atención la hetereogeneidad que, en casi todos los sentidos, caracteriza al
estudio de las emociones. La vaguedad del concepto mismo de emoción es probablemente una de

las causas de esta alarmante falta de consenso. De hecho, el ámbito de estudio de la psicología de
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

la emoción ha sido fuente continua de polémica e incertidumbres. Esta problemática conceptual

se ve secundada por una no menos importante problemática metodológica que aún estamos lejos

de resolver aceptablemente. Estas circunstancias han contribuido a la peculiaridad de la


psicología experimental de la emoción. Mientras que en el estudio de otros procesos (memoria,

percepción, motivación, atención, etc), la experimentación ha sido la que, normalmente, ha

determinado la teorización, en el caso de la emoción ha sido a la inversa: primero suelen aparecer


los modelos o teorías, luego se lleva a cabo la experimentación necesaria para contrastarlos.

Por otra parte, en los últimos tiempos ha quedado cada vez más patente la estrecha

ligazón entre la psicología de la emoción y la psicología del desarrollo, la psicología social y la


psicobiología. Pero destaca, sobre todo, su relación con la psicología clínica, que, de unas

décadas a esta parte, se ha dedicado a estudiar profusamente las alteraciones de la conducta y de

la experiencia emocional (ansiedad, estrés, depresión, etc), debido sin duda al progresivo
protagonismo que, por desgracia, dichos trastornos han ido adquiriendo en la epidemiología de

los trastornos mentales. Este extraordinario auge de los estudios en torno a las alteraciones de la

emoción contrasta notablemente con el olvido que sufrió la emoción como proceso básico
durante la época conductista y en los primeros años que siguieron a la irrupción y consolidación

del paradigma cognitivo. El primer cognitivismo, lejos de recuperar el estudio de los procesos

emocionales, acentuó más si cabe su omisión. En los primeros modelos basados en el


procesamiento de la información llama la atención precisamente la ausencia de cualquier

referencia a los procesos emocionales. Esta tendencia se verá agudizada en los modelos

computacionales posteriores. Estaba claro: la metáfora de la computadora no podía contemplar


algo como el sentimiento, un concepto ajeno a cualquier sistema artificial de procesamiento de

datos. El largo silencio que mantuvo ese cognitivismo “frío” en torno al proceso emocional, fue

roto por fin más adelante, cuando, a mediados de los setenta, el llamado “segundo cognitivismo”
dejó de lado la metáfora de la computadora y profundizó en el estudio de una cognición más

“ecológica”. Hoy en día, la emoción ha recuperado su lugar como objeto de estudio en

psicología, lo que ha sido posible -sería injusto no reconocerlo- gracias a la contribución de otras
muchas disciplinas, desde la etología humana hasta las neurociencias. Pensamos que no podía ser

de otro modo: las cuestiones que hacen referencia a la emoción desde siempre han interesado al
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

hombre porque son indisolubles de su carácter humano, y una sólida prueba de ello la constituye

la enorme importancia que la emoción siempre ha tenido en la creación artística y en el mundo

literario, muy ligados, como resulta obvio, a la experiencia y a la vivencia fenomenológica del ser
humano. Pero el resurgir del interés por el estudio del proceso emocional ha venido acompañado,

como decíamos antes, por una multiplicidad casi exasperante de planteamientos teóricos y de

procedimientos experimentales. Esa heterogeneidad de planteamientos trasciende a su vez el


ámbito de la psicología, dado que el estudio de la emociones es aún, hoy por hoy, -y,

particularmente, pensamos que debería seguir siéndolo- un estudio marcadamente

interdisciplinar. Esta extrema diversidad, que, por una parte, puede resultar tan provechosa en el
avance del conocimiento, hace, por otra, que sea aún una tarea harto compleja la de definir lo que

se entiende por emoción y, en consecuencia, la de delimitar el objeto de estudio de una psicología

del proceso emocional.

7.1. El objeto de estudio de la psicología de la emoción.

Para tener claro cuál es el objeto de estudio de la psicología de la emoción parece que

sería suficiente con tener claro qué es una emoción. Pero esto ha resultado ser estremadamente

difícil, en contra de lo que pueda parecer a nivel intuitivo. La problemática se remonta a William
James, que formuló ya explícitamente la pregunta ¿Qué es una emoción?, intentando resolver el

asunto en un artículo publicado en Mind el año 1884. Después de James, son innumerables los

autores que han intentado inútilmente dar con una solución que traiga el consenso a la comunidad
científica. El progresivo reconocimiento de la psicología de la emoción en el seno del paradigma

cognitivo ha dado algunos frutos: los trabajos sobre el tema han proliferado en los últimos veinte

años y, hoy en día, el estudio de la emoción constituye uno de los ámbitos más prolíficos en
psicología. Pero, esa paulatina consolidación y la extraordinaria productividad consiguiente, no

han traído consigo la clarificación conceptual que hubiera sido de esperar. Los intentos por

lograrla han sido múltiples, pero la mayoría han resultado finalmente vanos. A lo sumo, se han
conseguido hilvanar algunas definiciones operativas, definiciones de trabajo que, aunque muy

útiles, han contribuido escasamente a la explicación del procexo emocional. Algunos psicólogos
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se han dejado llevar por el desencanto y han asumido la postura que tomara ya Madison Bentley

en 1928:

"Tengo todavía dudas sobre si la emoción es hoy en día algo más que una cabecera de capítulo."

(tomado de Mandler, 1984, pag. 14).

Otros comparten la opinión de Meyer, según el cual el concepto de emoción es

innecesario y superfluo, y puede llegar a desaparecer de la terminología psicológica como

desapareció, por ejemplo, el término voluntad (Schmidt-Atzert, 1981). También autores tan
ilustres como Elisabeth Duffy han pretendido eliminar el concepto de emoción del vocabulario de

la psicología científica porque, según ellos, la emoción no se refiere a ningún tipo de conductas

claramente diferenciables de las no emocionales (Duffy, 1962).


Al margen de este sector de autores escépticos o, digamos, "desencantados", nos

encontramos con numerosos autores empecinados en dar con la definición deseada. Relevantes

han sido las contribuciones de Schachter (1964), para quien la emoción requería tanto de un
estado fisiológico de arousal como de una evaluación cognitiva de esa activación; la de

Millenson (1967), que decía que la emoción era el resultado de la asociación entre ciertos

cambios generales en la conducta que se lleva a cabo y la presentación o retirada de un


reforzador; la de Plutchik (1980) que, después de revisar 28 definiciones, llega a la conclusión de

que la mayoría de ellas son poco explícitas y divergentes, proponiendo como solución el intento

de integración de las ideas que en ellas aparecen en conflicto; la de Leventhal y Tomarken (1986)
quienes, después de plantear los cuatro grandes enfoques que han dominado recientemente la

investigación emocional -el evolucionista, el psicofisiológico, el neurofisiológica y el derivado de

la teoría de Schachter & Singer del arousal + cognición-, consideran que estas cuatro
aproximaciones son complementarias y que, por tanto, todas ellas son necesarias para definir la

emoción de forma válida; o la de Izard y Saxton (1988), que, en la línea de los anteriores,

consideran que el estudio de las emociones sólo puede abordarse desde un frente multidisciplinar.
Algunos autores, más prudentes, reconocen que, de momento, no es posible definir con

claridad y validez el concepto de emoción, pero que confían y trabajan para que en un futuro eso
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sea posible. Entre ellos, Heller (1983) considera que la investigación en psicología de la emoción

se encuentra en una etapa pre-paradigmática en el sentido kuhniano, etapa, hoy por hoy, marcada

por una multiplicidad de modelos contrapuestos e investigaciones fragmentadas, pero que, con el
tiempo, debería culminar en la madurez y el relativo consenso característicos de la consolidación

paradigmática. En este grupo, destacan también G. Mandler -que piensa que, de momento,

debemos concentrarnos en el estudio de los procesos psicológicos que subyacen a la emoción y


olvidar la obsesión casi enfermiza por dar con una definición que llegará por sí sola, con el

tiempo y los logros teóricos y experimentales- y K. T. Strongman, que ha estado al frente de la

edición de una revisión relativa a los progresos realizados en este campo, más en el plano teórico
y comprensivo que en el meramente experimental. Esta labor de Strongman dió su primer fruto

en 1991 con la aparición de International Review of Studies on Emotion. Vol. 1, cuya secuela

(vol. 2), vió la luz pública al año siguiente. Creemos sinceramente que este loable intento de
Strongman, que ha intentado superar el anquilosamiento conceptual y formal de los artículos

publicados en revistas, ha contribuído de algún modo al avance de la psicología de la emoción en

el árduo camino que debe recorrer antes de alcanzar la madurez necesaria para solventar
definitivamente la cuestión de su objeto de estudio.

Mención aparte merecen Kleinginna y Kleinginna (1981), que, después de revisar 92

definiciones, formulan una definición operativa que destaca todos los posibles aspectos de la
emoción, reflejando los diferentes componentes y/o sistemas de respuesta, sobre los cuales

insistiremos más adelante. Según ellos: "... la emoción es un grupo complejo de interacciones

entre factores subjetivos y factores objetivos, mediados por sistemas neurales-hormonales que
pueden a) elicitar experiencias afectivas como sentimientos de arousal, placer/displacer, b)

generar procesos cognitivos tales como: efectos perceptivos relevantes emocionalmente,

apreciaciones, procesos de etiquetado, etc, c) activar ajustes fisiológicos generalizados, y d)


llevar a una conducta que, a menudo, aunque no siempre, es expresiva, dirigida a un objetivo y

adaptativa" (Kleinginna & Kleinginna, 1981).

Resulta al menos sorprendente constatar que, a pesar de que exista una tradición de más
de un siglo de estudio psicológico de las emociones, no se haya logrado todavía una concepción

unánime de lo que se debe entender por emoción. En principio, no resulta fácil entender porque el
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concepto de emoción es uno de los peor definidos en psicología, a pesar de que los intentos al

respecto hayan sido muy numerosos. Puede haber diferentes razones que justifiquen esta paradoja

pero, desde nuestro punto de vista, dos de ellas resultan primordiales:

1-El concepto de emoción ha sido aplicado a fenómenos de naturaleza muy diversa. A

menudo, además, se ha utilizado la emoción como una especie de comodín para establecer nexos
entre fenómenos de índole racional. Strongman (1987) distingue cuatro tipos de fenómenos a los

cuales se ha llegado a aplicar la etiqueta de “emociones”:

-experiencias conscientes.

-estados psicológicos con participación crucial del Sistema Nervioso Vegetativo o

del Sistema Límbico.


-adaptaciones inadecuadas (p.e., estrés).

-determinados aspectos del comportamiento.

Parece lógico, incluso inevitable, que si un concepto se aplica de un modo tan

indiscriminado se llegue a perder cualquier atisbo de claridad conceptual.

2- La segunda razón fundamental, ya apuntada de alguna manera por Duffy (1962), se

refiere a la difícil discriminación entre los fenómenos emocionales y aquellos que no lo son. Una

determinada forma de conducta, un estado afectivo interior, una excitación fisiológica, pueden,
según las circunstancias, ser considerados o no como emocionales. Con frecuencia, carecemos de

criterios y métodos lo suficientemente fiables para discernir entre las emociones y los fenómenos

no emocionales.

Considerando todo lo anterior, parece inevitable llegar a la conclusión de que, al menos

por el momento, no es posible ofrecer una definición explicativa adecuada de la emoción. De


hecho, la mayoría de autores se han refugiado en las definiciones operativas al estilo de la de

Kleinginna y Kleinginna (1981), que permiten al menos seguir investigando un concepto que no
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podemos explicar con la esperanza de que esa misma investigación nos permita algún día llegar a

hacerlo. Sin embargo, algo parece claro respecto a las características de esa línea de trabajo: no

debe limitarse a un único ámbito científico, sino que debe tener un marcado carácter inter- o
multidisciplinar, implicando no sólo a la psicología, sino también a disciplinas tales como las

neurociencias, la sociología, la sociobiología o la etología. Incluso en el propio ámbito del

conocimiento psicológico, está claro que se ven implicadas en el estudio de la emoción áreas tan
variopintas como la psicología básica, la social, la psicobiología, la psicología de la personalidad

o la evolutiva. Que duda cabe que esta interdisciplinariedad representa una dificultad añadida a la

ya de por sí ardua tarea de dar con una definición válida del fenómeno emocional.

7.2. La experiencia emocional y la conducta emocional.

El objeto de estudio de la psicología de la emoción ha sufrido diversos cambios desde el

siglo XIX hasta nuestros días. En el siglo pasado, la joven psicología tenía por objetivo básico el

estudio de la conciencia humana. No debe extrañarnos entonces que la teoría de la emoción más
emblemática de ese periodo -nos referimos, naturalmente, a la teoría de James-Lange- sea

esencialmente una teoría de la conciencia emocional. Con la irrupción del conductismo el

estudio de la conciencia devino acientífico, cuando no imposible, lo que dió lugar a que, a
mediados de nuestro siglo, las cosas hubieran experimentado un giro radical. Ahora, lo que

importaba realmente al psicólogo con pretensiones de cientificidad era sólo la conducta

emocional, aquello que podía observarse directamente o contrastarse a partir de registros


psicofisiológicos. Debido a esta circunstancia, la teoría emocional de James fue de algún modo

mutilada por la comunidad científica, sobre todo por la estadounidense. De la teoría de James-

Lange se aprovechó lo que iba de acorde con el espíritu del momento, es decir, la parte que hacía
referencia a las reacciones viscerales y a la activación vegetativa -que podían considerarse de

algún modo como conducta emocional susceptible de ser observada (registrada) más o menos

objetivamente-, dejando de lado la parte de la teoría que, a partir de este antecedente periférico,
pretendía explicar la experiencia emocional - precisamente, creemos, la parte más esencial de la

teoría-. En Europa, como afortunadamente suele suceder, las cosas fueron algo diferentes, ya que
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el espíritu conductista no caló tan hondo y hubo quien, protegido de ciertas veleidades de la

ciencia gracias a una admirable gravidez histórica , siguió investigando la emoción al estilo de los

introspeccionistas.
Con la llegada y la consolidación ulterior del paradigma cognitivo, mucho iban a cambiar

las cosas en psicología de la emoción. Una vez superado el lapsus inicial en el cual, desde los

modelos del procesamiento de la información del cognitivismo “frío” se ignoró sistemáticamente


la emocionabilidad humana, se estableció una corriente de retorno al estudio de la experiencia

emocional en detrimento del análisis mecanicista de la conducta emocional. Esta reacción ha sido

especialmente detectable en la psicología norteamericana de los últimos 25 años. Sin embargo, la


vuelta al objetivo introspeccionista del estudio de la "conciencia" emocional no ha supuesto la

adopción sin más de las premisas metodológicas promulgadas por los psicólogos del XIX. El

periodo conductista ha dejado huella, y aún cuando el paradigma cognitivo haya podido con el
conductismo teórico, muchos cognitivistas han adoptado una rigurosa metodología experimental,

conservando el conductismo metodológico. Este conductismo metodológico impera en la

psicología de la emoción actual, y, si bien se recurre con frecuencia al autoinforme, o incluso a la


introspección, se tiene en cuenta que estos métodos son sólo índices de experiencia emocional,

procurando tener siempre presentes las limitaciones inherentes a las metodologías de esa índole.

7.3. Las dimensiones proto- y epicrítica de la emoción.

Toda emoción -hemos de reconocer aquí la gran influencia de la teoría de Schachter y


Singer (1962)- tiene dos dimensiones: una intensiva, cuantitativa -que, por cierto, podría

corresponderse con la agrupación por dimensiones comentada en el siguiente apartado-; y otra

cualitativa, de etiquetado -que se correspondería con la agrupación por clases -. La dimensión


cualitativa, que califica la emoción, la denominamos epicrítica. A la dimensión intensiva la

llamamos protocrítica. Esta terminología encuentra su origen en la distinción que hacía Head,

allá por los años veinte, entre la sensibilidad localizada, que llamaba precisamente epicrítica, y la
sensibilidad difusa, a la que denominó protopática, pensando que era tan sólo característica de

estados patológicos. Como, posteriormente, se ha demostrado que la sensibilidad difusa forma


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

parte del control normal de mecanismos homeostáticos tales como la temperatura o el dolor, la

denominación protopática se ha transformado en protocrítica.. Así pues, cada emoción tiene una

propiedad de intensidad -activación para Schachter y Singer (1962)- indiferenciada e


inespecífica, pero, además, posee la propiedad específica que la configura como un tipo

determinado de emoción -esta dimensión epicrítica surgiría de la valoración cognitiva o

appraisal de Schachter y Singer-. Al parecer, los mecanismos neurales que controlan las dos
dimensiones son diferentes, estando la dimensión protocrítica controlada básicamente por la

formación reticular, la amígdala, el núcleo caudado, el putamen y el hipocampo (estructuras del

Sistema Límbico y ganglios basales), mientras la dimensión epicrítica se encuentra bajo control
cortical (Pribam, 1980). La riqueza emocional del ser humano, que puede emocionarse a partir de

información simbólica tal como una obra pictórica, una pieza musical o un telefilm de

sobremesa, que puede incluso experimentar emoción de forma vicaria, parece más relacionada
con esa valoración que ocurre a instancias de la parte más evolucionada de nuestro SNC.

7.4. Emoción y emociones: ¿es vana una taxonomía de las emociones?.

Numerosos autores han intentado llevar cabo una tipología de las emociones a partir,

sobre todo, de las manifestaciones conductuales y de los autoinformes vivenciales de diferentes


individuos -las manifestaciones fisiológicas de las emociones son, como veremos, a menudo

inespecíficas y, de momento, poco útiles para distinguir una emoción de otra-. Otra vez debemos

remontarnos a William James para intentar aclarar la posibilidad y la utilidad de tales taxonomías
de las emociones. Según este autor (James, 1890), es absurdo cualquier intento de llevarlas a

cabo, ya que el número de emociones distintas que hallase cada investigador dependería de la

riqueza de su vocabulario introspectivo, lo que se demuestra en el hecho de que cada cultura ha


dado nombre a algún aspecto del sentimiento humano que otras culturas o civilizaciones han

descuidado. William James prosigue su reflexión argumentando:

"Si nosotros quisiéramos entonces separar las emociones, ya enumeradas en grupos, de

acuerdo con sus afinidades, resulta claro otra vez que sería posible toda clase de
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

agrupamientos, según como hayamos escogido ésta o aquella característica como básica, y que

todos los agrupamientos serían igualmente reales y verdaderos. (...) El lector puede pues

clasificar las emociones como quiera" (James, 1890).

También Lange se ocupó de esta problemática, y, anticipándose a Wittgenstein en varias

décadas, habló de las razones del solapamiento entre diversas concepciones de las emociones
debido a ciertos "parecidos familiares" que pueden encontrarse tanto en el habla popular como en

la psicología científica. Podemos adivinar en la concepción de Lange la moderna convicción de

que el rol del científico consiste en explicar e investigar ciertos fenómenos, y no en explicar los
usos del lenguaje común o del habla popular.

De acuerdo con todo esto, parece que es posible cualquier clasificación de las emociones,

sin que ninguna pueda ser totalmente válida desde el punto de vista científico. La cuestión se
reduce a un problema de lenguaje ordinario: no podemos esperar que a cada palabra que designa

una emoción corresponda una emoción psicológicamente diferenciada, ni que cada emoción

posea siempre una “etiqueta” lingüística: a menudo, sentimos algo que no podemos expresar
verbalmente. Sólo el lenguaje artístico nos puede ayudar entonces a trascender las limitaciones de

la palabra. No es de extrañar que nadie coincida a la hora de proponer una taxonomía emocional.

A pesar de esta falta de consenso, podemos decir que existen algunas emociones, que se
han llamado a menudo primarias, que suelen ser un factor común a todas las taxonomías

emocionales. Nos referimos a emociones tales como la alegría, la tristeza, la cólera o la ira, el

miedo, la sorpresa o el asco. Hay autores que proponen también como primarias emociones tales
como el desprecio, la vergüenza, la culpa, la envidia o el interés. Existe un relativo acuerdo en

que las emociones más sutiles, denominadas secundarias, resultan de cierta combinación de las

primarias.
Una visión particular es la definida por el modelo de Plutchik (1962), que defiende, desde

una perspectiva funcionalista, que las emociones son en esencia reacciones básicas provistas de

un poder adaptativo o de supervivencia. Para las aproximaciones funcionalistas al estilo de la de


Plutchik estas reacciones básicas son: protección, destrucción, reproducción, deprivación,

incorporación, rechazo, exploración y orientación. A cada una de estas reacciones básicas se les
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

asocia una conducta y una vivencia emocional de mayor o menor intensidad. De este modo,

resultan ocho emociones básicas cuya combinación puede dar lugar a innumerables emociones

secundarias, el aspecto vivencial de las cuales será, para este autor, esencial a la hora de
clasificarlas.

Algunos autores han intentado salvar la arbitrariedad que siempre trae consigo el hecho de

establecer una taxonomía emocional, recurriendo a la determinación empírica de los diferentes


tipos de emociones a partir de la información suministrada por un grupo suficientemente

numeroso de hablantes competentes de una lengua determinada. Una vez obtenida la lista de

términos que supuestamente designan emociones, se ha intentado clasificarlos. Para ello se han
seguido básicamente dos métodos distintos:

1-la clasificación en función de dimensiones descriptivas generales .


2-la clasificación en función de su agrupación en clases o clusters.

1- El primer método fue ya seguido por Wundt a principios de siglo. En su opinión las
emociones podían clasificarse según las dimensiones descriptivas generales de placer-displacer,

excitación-tranquilidad y tensión-relajación. Toda emoción quedaría de este modo caracterizada

y podría ser distinguida de cualquier otra. El inconveniente principal del sistema de ordenación
de Wundt reside en el hecho de que es producto del pensamiento de una sola persona y no

sabemos, por tanto, si tiene o no validez general. Por esta razón, se han llevado a cabo las

tentativas empíricas que mencionábamos, que requieren la colaboración de muchos individuos,


la pasación de cuestionarios con diferenciales semánticos y una amplia evaluación estadística de

los datos en cuyos detalles no creemos necesario entrar ahora. Los diferentes intentos al respecto

difieren notablemente -lo que se atribuye a notables deficiencias metodológicas-, pero llama la
atención el hecho de que, pese a todas estas deficiencias, aparezcan prácticamente siempre las

dimensiones placer-displacer y activación. (Según esto, las emociones pueden clasificarse con

arreglo a que sean vivenciadas como agradables o desagradables, a la intensidad de las


correspondientes vivencias y al grado de arousal concomitante. De estos criterios de clasificación

dimensional, el de agradable-desagradable parece ser el más relevante). Sin embargo, el grado de


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

discriminación entre distintas emociones que poseen estas dos dimensiones fundamentales es

limitado, y, con frecuencia, nos encontramos que son precisas otras dimensiones para distinguir

entre emociones que son obviamente distintas. Mas allá del afán clasificatorio, resulta interesante
preguntarse si en realidad percibimos las emociones directamente o, en cambio, percibimos en

primera instancia las dimensiones emocionales y sólo a partir de una integración cognitiva de

estas diferentes dimensiones podemos hablar de percepción emocional. La respuesta no está nada
clara, aunque cada vez parece más claro que, sea en primera o en última instancia, hemos de

percibir de algún modo determinadas dimensiones: ¿cómo puede explicarse sino que “sintamos”

que algunas emociones (p.e., miedo y sorpresa) se parecen más entre sí que otras (p.e., alegría y
asco) ?

2- En la clasificación que parte de una agrupación por clases, cada una de ellas comprende
una serie de emociones que presentan cierta similitud esencial. Esta clasificación se obtiene a

partir de un análisis de cluster de un determinado número de términos que designan emociones.

Veamos, como ejemplo, el resultado de un análisis de cluster de 60 emociones realizado por


Schmidt-Atzert (Schmidt-Atzert, 1981):

Denominación del cluster. Emociones que corresponden al cluster.

ALEGRIA Entusiasmo, alivio, alegría, regocijo, felicidad, contento,

euforia, sentimiento de triunfo, arrogancia, satisfacción.

PLACER Deseo, excitación, apasionamiento, placer, ganas.

AFECTO Gratitud, amor, veneración, cariño, ternura, afecto.

SIMPATIA Simpatía, compasión, enternecimiento.

ANHELO Morriña, anhelo.


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

INQUIETUD Impaciencia, inquietud.

AVERSION Aversión, repugnancia, asco, alegría por el mal ajeno,

desprecio, antipatía.

GANAS DE AGREDIR Enojo, ganas de agredir, irritación, rencor, odio, tozudez, ira,

furor.

TRISTEZA Frustración, pena, abatimiento, preocupación, duelo, tristeza,

desgana, depresión.

PERPLEJIDAD Arrepentimiento, vergüenza, perplejidad.

ENVIDIA Celos, envidia.

MIEDO Miedo, horror, temor, pánico, desesperación.

*Nota: Debe tenerse en cuenta las limitaciones que impone el hecho de haber tenido que traducir los sustantivos del

alemán al castellano.

La agrupación empírica de las emociones en clases requiere aún de futuras


investigaciones, sobre todo por lo que se refiere al grado en que depende la agrupación del

método y de la muestra utilizada. De todos modos, las clasificaciones de este tipo han sido

sumamente útiles a la hora de elaborar cuestionarios para indagar el estado emocional, muy
utilizados en la actualidad por los psicólogos clínicos. De hecho, el método de la autoevaluación

emocional mediante cuestionarios es sumamente útil en la práctica clínica, por ejemplo como un

método de evaluación de la eficacia del tratamiento (test-retest). Por regla general, en el análisis
de las respuestas a los cuestionarios puede apreciarse no sólo un determinado estado de ánimo,
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

sino una combinación de estados de ánimo diversos, distinta en cada individuo. Si, además,

tenemos en cuenta la posibilidad de contar con una escala de intensidad para cada item, las

combinaciones posibles son muy elevadas, lo cual hace de los cuestionarios un instrumento
eficaz y sensible a la hora de describir el estado de ánimo de un individuo y de diferenciarlo del

de los demás. Sin embargo, no hay que olvidar nunca, sobre todo de cara a la investigación

básica, las limitaciones en la validez que presuponen la utilización del lenguaje y de la


introspección.

7.5. Antecedentes de la emoción y teorías emocionales.

Con frecuencia, en la literatura que versa sobre la emoción, se confunden lo que son

modelos de activación o antecedentes de emoción y lo que son propiamente teorías emocionales.


Sin embargo, creemos que es necesario saber discriminar entre esas dos opciones teóricas. Los

que hemos llamado modelos de activación se ocupan sólo de explicar la generación de la

emoción, es decir, abordan exclusivamente uno de los aspectos que debe tratar una teoría
emocional, que debe explicar también las funciones de la emoción, su biología, la relación con la

motivación, el desarrollo evolutivo de lo emocional, la relación con la conducta social, etc, etc. A

todas luces, no deshacer esta confusión puede ser harto perjudicial, ya que se puede llegar a
considerar la emoción como un simple epifenómeno en la esfera de la personalidad o de la

conducta. En este apartado nos vamos a ocupar de tres posturas diferenciadas sobre los

antecedentes de la emoción, las tres posturas que creeemos que han acaparado la atención de la
mayoría de investigadores.

El feed-back sensorial como antecedente.

Ya el insigne William James sugirió que la percepción de los cambios viscerales que se

producen ante un hecho excitante son los antecedentes de la emoción. De ahí surgió toda la
tradición de las teorías periféricas -que comentamos ampliamente en futuros apartados-, cuyas

primeras versiones, entre las que destaca la teoría de Lange, consideraban sobre todo los cambios
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

acontecidos a nivel vaso-motor. Con el tiempo, se ha diversificado el tipo de cambios corporales

que se han considerado motivo de emoción y actualmente hay autores que se refieren a aspectos

vegetativo-viscerales, somáticos o incluso a los cambios tónicos de los músculos faciales. En el


marco de la psicología contemporánea, parte importante de la responsabilidad de que haya vuelto

a estar vigente la postura jamesiana debemos atribuírsela a Tomkins y a Izard, que se ocupan del

feed-back somático, principalmente del procedente de la musculatura facial.


Tomkins (1962, 1963, 1979, 1981), siguiendo a Spencer, Darwin y James, propone un

número determinado -ocho en unas ocasiones, nueve en otras- de emociones innatas y explica su

activación en términos de la frecuencia de disparo neuronal. Según este autor, esa frecuencia
produciría a lo largo del tiempo un patrón particular de actividad neuromuscular en el rostro. El

feed-back de esa actividad produciría una emoción específica. Cada emoción se caracterizaría

por un patrón distinto de feed-back facial.


Izard sigue el camino de Tomkins, convirtiéndose en uno de los autores más prolíficos y

más reconocidos en psicología de la emoción (Izard, 1971, 1977, 1984, 1987, 1988, 1990, etc).

Profundizaremos en el enfoque de estos autores, y en el de otros que adoptan una postura


cercana, al tratar la tradición evolucionista en el marco de estudio de las principales

aproximaciones teóricas al estudio de la emoción.

La cognición como antecedente emocional.

Diversos investigadores, entre los que destaca Arnold (1960) como pionera, han
defendido la postura de considerar que las emociones se originan a partir de la percepción y la

valoración (appraisal ) (Parkinson y Manstead, 1992). Para esta autora, la percepción sería la

integración de las impresiones de los sentidos y la valoración una función sensorial integradora.
De este modo, Arnold pretende distinguir entre el procesamiento perceptivo de eventos

emocionales del de los eventos que no lo son. Autores posteriores como Lazarus y Plutchik han

descrito los antecedentes cognitivos de la emoción incluyendo entre ellos numerosos procesos
cognitivos (percepción, memoria, pensamiento, etc). Dentro de esta línea, otros autores adscriben

emoción o motivación al procesamiento de la información, de manera que el afecto positivo


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

surgiría a partir de la correcta asimilación de material informativo, mientras que el afecto

negativo se originaría en la dificultad o deficiencia en este proceso. Una versión algo particular

de esta postura podemos encontrarla en quien considera a la discrepancia o interrupción de las


expectativas o esquemas cognitivos como la verdadera causa de la génesis emocional- ver

apartado 8.14.-.

Arousal más evaluación cognitiva: la síntesis hegeliana en los antecedentes de la emoción.

La natural consecuencia de la existencia de dos posturas contrapuestas -burdamente, la


tesis y la antítesis hegeliana- suele ser la aparición de una opción ecléctica que recoja lo más

verosímil de cada formulación. Este fue probablemente el origen de la teoría que se atribuye a

menudo a Schachter y a Singer (1962), pero que no fue claramente defendida sino por el primero
(Schachter, 1964). Este autor propuso, dentro de una línea que podríamos llamar postjamesiana,

que la emoción era el resultado combinado de los dos factores que otros autores habían

considerado individualmente el antecedente genuino de la emoción. El arousal o activación


indiferenciada -léase factores somáticos que, naturalmente, dan origen a un feed-back sensorial-

requería de una evaluación cognitiva -el appraisal de Arnold- que ofreciese una explicación no

sesgada de las alteraciones somáticas producidas a raíz de dicha activación. La búsqueda


cognitiva de esa explicación llevaría a establecer una etiqueta -la dimensión epicrítica- que

determinaría la cualidad de la experiencia emocional. En otras palabras, la emoción surgiría a

partir del etiquetaje cognitivo de un estado fisiológico en principio ambiguo. Esta postura obtuvo
inicialmente numerosos acólitos y generó abundantes trabajos de investigación. Se ha llegado a

hablar de toda una tradición que considera la emoción fruto de la activación más la evaluación

cognitiva, tradición que se ha denominado, por razones obvias, bifactorial. Consideraremos en


detalle esta tradición en el apartado 8.12., pero conviene anticipar que los intentos de replicación

del experimento original de Schachter y Singer no han sido precisamente exitosos. A menudo, los

datos parecen sugerir que la activación indiferenciada lleva a una búsqueda sesgada
negativamente y, por tanto, a un etiquetado y experiencia emocional predominantemente

negativos.
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

Un modelo multifactorial.

Cada uno de los planteamientos anteriores intenta explicar los antecedentes de la emoción

a partir de una variable crítica -o dos en el caso del modelo de Schachter-. Sin embargo, no

parece que ninguna de estas tres versiones sea lo suficientemente satisfactoria y dé cuenta de los
datos experimentales en su totalidad. De cada una de las formulaciones vistas resultan soluciones

parciales, explicaciones que se adaptan a determinadas circunstancias, pero que fallan en otras.

Así pues, la generalización de su aplicación ha resultado ser muy restringida.


Ya Cannon criticó duramente la primera de las formulaciones que, como hemos visto, se

originó oficialmente en la teoría de William James. Parte de las críticas de Cannon a los

antecedentes viscerales de la emoción podríamos decir que siguen aún vigentes. Los estudios
sobre el desarrollo emocional parecen invalidar, al menos en parte, también la versión de

Tomkins, y la de Izard, sobre el feed-back facial.

En cuanto al segundo de los planteamientos sugeridos, parece que, obviamente, la


cognición desempeña un papel muy importante en la emocionabilidad, pero, desde luego, no se

limita a ella. Las evidencias actuales sugieren que también otros factores pueden ser

desencadenantes emocionales. Por ejemplo, determinados estímulos ambientales parecen


desencadenar de forma automática, sin mediar cognición consciente alguna, respuestas

emocionales. La idea de McDougall de que el sistema nervioso está preparado para responder

afectivamente a determinados datos sensoriales, y no a otros, parece recuperar su cuestionada


validez.

También hemos apuntado ya algunas de las dificultades de la aproximación bifactorial de

Schachter, las más relevantes de las cuales se originan en el fracaso rotundo de la replicación
experimental para obtener resultados similares a los referidos por Schachter y Singer en 1962.

De este modo, es probable que la solución al debate sobre los antecedentes de la emoción

pase por una aproximación multifactorial o multidimensional (Izard y Saxton, 1988). Parece
crucial, para determinar los diferentes factores y su influencia relativa, estudiar el desarrollo

ontogenético de la emoción humana y la relación emoción-cognición: cada factor antecedente no


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

posee la misma eficiencia a edades diferentes o en situaciones disparejas. Teniendo presente esta

relativización evolutiva y situacional, los factores a considerar en una propuesta

multidimensional podrían ser, al menos, los diez siguientes:

1-Selectividad de los receptores sensoriales.

2-Procesos pre-atencionales.
3-Mecanismos de selectividad atencional.

4-Preparación biológica del organismo.

5-Densidad de disparo neural.


6-Feed-back del arousal fisiológico o de la actividad del Sistema Nervioso Vegetativo.

7-Feed-back del patrón de activación de la musculatura facial.

8-Feed-back de la actividad extrafacial del sistema nervioso somático.


9-Evaluación cognitiva no reflexiva inmediata.

10-Pensamiento, memoria y procesos cognitivos de orden superior.

Como vemos, con este enfoque la cuestión de los antecedentes de la emoción deviene

algo sumamente complejo y difícil de determinar. Sin embargo, la evidencia empírica indica que

ninguno de ellos es baladí. Si algún día llegamos a formular un modelo comprensivo de los
antecedentes de la emoción, deberá, sin duda, asumir la ardua tarea, experimental y teórica, de

considerar los factores enunciados y, probablemente, alguno más.

7.6. Los tres componentes de la respuesta emocional.

Toda emoción parece que puede manifestarse a tres niveles diferentes: fisiológico,
conductual y cognitivo. El conocimiento de estos tres niveles de reacción nos ayuda a identificar

y a describir mejor los fenómenos emocionales.Veámoslo con un ejemplo: un sujeto afecto de

cólera experimenta taquicardia y una vasoconstricción periférica (se pone pálido), ejecuta un
comportamiento agresivo -por ejemplo, grita a su interlocutor-, y siente la vivencia subjetiva de

la ira. Si toda emoción se manifestase siempre del mismo modo en los tres niveles, la medida de
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

alguno de los tres componentes sería suficiente para calibrar dicha emoción. Desgraciadamente,

la cosa no es tan sencilla. Parece que la íntima relación y covariación, que en principio podría

suponerse, entre los tres componentes, no se puede demostrar prácticamente. De hecho, se da una
gran variabilidad a nivel inter e intraindividual. Es más, con frecuencia, dichos componentes sólo

se relacionan entre sí de un modo no significativo. Sea cual sea la causa de ello, se han barajado

muchas y muy diversas, lo cierto es que parece que la emoción no puede explicarse sino a partir
de los tres niveles de reacción. Aunque son muchos los investigadores que han enfatizado o se

han dedicado al análisis de uno sólo de los canales de respuesta -para Lange, por ejemplo, la

emoción era esencialmente una reacción vasomotora-, actualmente, la mayoría de los teóricos de
la emoción la definen en función de sus tres componentes, reivindicando la necesidad de un

estudio de las emociones de naturaleza multidisciplinar.

El componente fisiológico.

Tal vez sería más adecuada la denominación de componente neurofisiológico, dada la


tendencia actual de las investigaciones en este ámbito, que se centran sobre todo en elucidar las

estructuras neurales y sistemas funcionales implicados en los mecanismos emocionales. El

llamado Sistema Límbico parece ser clave en la investigación del sustrato neural de las
emociones, y, dentro de él, diferentes estructuras implicadas ya diferencialmente en distintas

emociones -el hipotálamo, el hipocampo, la amígdala, el área septal, la circunvolución del

cíngulo, etc-. La evidencia parece apoyar la idea de que el sustrato neural de una emocion dada
incluye interconexiones complejas entre diferentes estructuras y sistemas funcionales, y que, a

menudo, están implicadas diferentes regiones o sistemas en los procesos de activación y en los de

atenuación o inhibición, tal como ocurre, como hemos visto, en la esfera motivacional.
También cabe destacar los estudios que relacionan las emociones con la neuroquímica y

con la neuroendocrinología. Efectivamente, neurotransmisores, neuromoduladores y hormonas,

parecen estar muy implicados en los mecanismos emocionales, lo que, en la práctica, queda
constatado a partir de los modernos estudios psicofarmacológicos. Sin embargo, no parece que la

relación entre dichos mensajeros y las emociones sea específica: no hay evidencia de que un
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

neurotransmisor o una hormona se relacione sólo y exclusivamente, de forma biunívoca, con un

tipo de emoción.

De todos modos, cuando el psicólogo pretende analizar el componente fisiológico de una


emoción determinada, suele prescindir de la neurofisiología, de la neuroquímica y de la

neuroendocrinología, centrándose en el estudio de los correlatos fisiológicos debidos a la

actividad del Sistema Nervioso Vegetativo o del Sistema Nervioso Periférico Somático, que,
obviamente, son más sencillos de registrar y gozan ya de una gran tradición en la disciplina

denominada psicofisiología. Trataremos más profusamente este tema en el apartado 7.7.

El componente conductual.

La observación del comportamiento de un individuo en algunas ocasiones puede


ayudarnos a elucidar el proceso emocional que experimenta. Por otro lado, a menudo es fácil a

este nivel engañar a un potencial observador y, aún suponiendo la "honestidad" del individuo

observado, a veces se hace difícil adscribir un determinado comportamiento a una determinada


emoción si prescindimos de la información circunstancial, es decir, de la situación concreta en la

que se da la conducta. Sólo la expresión facial no necesita de dicha ayuda contextual. En

contraposición con los demás modos de comportamiento, la expresión facial puede ser
interpretada como emocional independientemente de la situación y, además, puede serlo con una

relativa garantía de autenticidad, ya que parece realmente difícil fingir una expresión facial a la

perfección, sobre todo si es opuesta a nuestra vivencia emocional. En efecto, todos hemos pasado
por situaciones en las que, pese a nuestros esfuerzos, nos ha resultado imposible ocultar un

determinado estado de ánimo, por mucho que hayamos intentado disimular de forma voluntaria la

expresión facial (también ocurre algo similar con el tono de voz). Hay que pensar que la
musculatura facial del homo sapiens es sumamente compleja -las expresiones faciales surgen de

la actividad combinada de unos 23 músculos- y, en consecuencia, su control voluntario es

sumamente difícil y casi siempre incompleto.


Por todo ello, el comportamiento facial ocupa un lugar privilegiado en el estudio del

componente conductual de la emoció. El reconocimiento de este hecho ha propiciado que en los


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

últimos quince años la investigación sobre expresiones faciales haya renacido con fuerza

inusitada. Este renacimiento de alguna de las premisas darwinistas -hay que tener siempre

presente que el primer gran impulsor del estudio de las expresiones emocionales fue Darwin con
su libro The Expression of Emotions in Man and Animals (1872), obra, por cierto, de insólita

actualidad- viene también marcado por la obtención de sólidas evidencias en relación con la

universalidad de las expresiones de algunas emociones discretas, evidencias documentadas por


ilustres antropólogos y etólogos humanos (ver, por ejemplo, Eibl-Eibesfeldt, 1973). Todas estas

circunstancias han hecho que en la comunidad científica se haya dado un fenómeno de aceptación

generalizada de los patrones faciales como el mejor índice aislado de la presencia de una
emoción, particularmente en niños, en los cuales la influencia cultural sobre la conducta

expresiva es mínima y más fácil de evitar en caso de estar presente. Desde una postura

funcionalista, parece que las conductas faciales ejercen una función social y comunicativa muy
importante, siendo cruciales en el desarrollo y en las interacciones interpersonales. Aunque la

evidencia sobre este punto es controvertida, parece también que el feedback del tono muscular

facial puede ser crítico en la generación de la cualidad única de conciencia que define una
emoción subjetivamente.

El componente cognitivo o vivencia subjetiva.

La vivencia subjetiva de la emoción es propiamente lo que hace que cada uno de nosotros

califique un determinado estado de emocional y etiquete la emoción sentida. Sin embargo, el


problema surge a la hora de comunicar ese estado, ya que nuestra comunicación depende y está

sometida a las limitaciones del lenguaje humano. A la hora de estudiar las emociones ajenas

debemos fiarnos de lo que se nos comunique, sin que tengamos modo alguno de contrastar de
manera clara y definitiva lo que se nos ha informado. Ya William James destacó la importancia

de la introspección y el autoinforme en el estudio del componente vivencial subjetivo de las

emociones, argumentando que la verificación última de la existencia o no de una emoción


determinada dependía del informe que efectuaba el sujeto en cuestión. Hoy en día, como ya

hemos comentado, se ha recuperado el uso de esa metodología introspectiva, aunque, bien es


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

verdad que la mayoría de investigadores son conscientes de las limitaciones que lleva consigo. A

menudo, no se comunica todo lo que se siente, es posible también que un individuo no sea

sensible en la detección de sus propios sentimientos o que éstos se den en él de forma


inconsciente, incluso puede darse el caso de que, aún siendo consciente de una emoción, el sujeto

no sepa, o no pueda, reflejar sus sutilezas mediante el lenguaje, que adolece ciertamente de

limitaciones importantes a la hora de “representar” nuestro universo emocional.


Salvando estos inconvenientes, parece que el autoinforme es aún sumamente útil en el

estudio psicológico de la emoción humana. Ya hemos comentado la importancia que, sobre todo

en psicología clínica, han alcanzado los cuestionarios construidos a partir de los agrupamientos
empíricos de las emociones.

7.7. Las técnicas de medida y evaluación de la emoción, y sus limitaciones.

Para exponer las principales estrategias de medición de la emoción es conveniente hacer

referencia a los tres componentes de la respuesta emocional que acabamos de ver. En


consecuencia, dividiremos nuestro comentario sobre las técnicas de evaluación en tres grupos -

que corresponden al componente fisiológico, conductual y cognitivo de la emoción- y

expondremos, finalmente, la necesidad de llevar a cabo los tres tipos de medida en lo que podría
denominarse una estrategia de evaluación multisistema.

La medida del componente fisiológico.

En la investigación psicofisiológica de la emoción se ha venido discutiendo cuáles son los

mejores índices para evaluar un estado emocional. El dilema no se ha resuelto aún de manera
satisfactoria. Algunos investigadores han planteado las ventajas e inconvenientes de la medición

de las funciones vegetativas o de las somáticas. La evidencia sugiere que lo más fiable es tomar

múltiples medidas de dos o más sistemas, sean éstos vegetativos, somáticos, o, mejor, vegetativos
y somáticos.
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

Desde que William James formuló su teoría emocional, los científicos se han preocupado

por encontrar algún sistema cuya medición muestre indicios de cierta especificidad respecto a

cada una de las emociones. Hace tiempo que se descartó una parte de la hipótesis de James-
Lange, según la cual cada emoción surgía de un patrón específico de actividad visceral. La otra

parte de esa teoría, a menudo ignorada, y según la cual la emoción puede generarse a partir de

cambios específicos de la actividad somática -o el énfasis de Lange en la importancia de los


procesos vasomotores- también ha resultado generalmente infructuosa. Otro tipo de índices,

como las tan prometedoras variables vegetativas, tampoco han satisfecho las expectativas

depositadas en ellos. Efectivamente, parece que hay serias dudas acerca de la especificidad de la
respuesta vegetativa a las distintas emociones. Hay que tener en cuenta que este tipo de trabajos

también se ve limitado por la deficiencia de muchos investigadores en el uso de criterios de

validación empíricos para las expresiones de emoción observadas. No obstante, Ekman et al.
(1983) encontraron que los patrones de tasa cardíaca y de temperatura de la piel distinguían entre

sujetos que expresaban alegría, sorpresa, tristeza, ira, disgusto y miedo, de acuerdo con criterios

establecidos para expresar y codificar emociones. Del mismo modo, Cohen, Izard y Simons
(1986) encontraron que los patrones de tasa cardíaca y temperatura de la piel distinguían en niños

de cuatro meses y medio expresiones espontáneas de interés, alegría e ira. Estos dos estudios

abren la posibilidad de que en un futuro próximo el rigor metodológico pueda llevar a una mejor
comprensión de las relaciones entre expresiones emocionales específicas y patrones de

funcionamiento del Sistema Nervioso Vegetativo. Hoy por hoy, la técnica que más se aproxima a

ofrecer patrones específicos para cada tipo de emoción, es el registro de la electromiografía


facial, que se realiza colocando múltiples electrodos sobre diferentes músculos del rostro y

analizando la actividad particular combinada que produce cada emoción. Parece que el patrón

expresivo idiosincrático de cada emoción se traduce en una activación diferencial de los diversos
músculos, activación que da lugar a diferentes registros electromiográficos. Una alternativa, a

priori menos objetiva, pero bastante extendida, consiste en contar con una serie de jueces que se

dediquen a observar y evaluar los patrones y cambios de activación de esos músculos ante
determinadas experiencias emocionales.
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No podemos concluir este apartado sin hacer al menos una referencia sucinta a la medida

de las variables neurofisiológicas y neuroquímicas. Este tipo de investigaciones pueden

inscribirse en la tradición iniciada por Cannon y las teorías centralistas, y, a menudo, se han
llevado a término desde ámbitos relacionados con las ciencias médicas y biológicas, centrándose

en estudiar las estructuras y las vías neurales, las hormonas y los neurotransmisores implicados

diferencialmente en las diversas emociones. La evidencia neurofisiológica parece apoyar la idea


de que el sustrato neural de una determinada emoción incluye interconexiones complejas entre

distintas estructuras y sistemas funcionales, y que pueden estar implicadas diferentes sendas en

los procesos de activación o elicitación y en los de atenuación o inhibición -como vimos, esto se
cumple especialmente en lo que se refiere a la neurobiología de la motivación-. Los estudios

neuroquímicos se centran básicamente en la psicoendocrinología, que estudia los efectos

psicológico-emocionales de la secreción hormonal, y en la psicofarmacología, que hace lo propio


a partir del análisis de los diferentes neurotransmisores y neuromoduladores implicados en los

procesos límbicos. Los resultados no son muy alentadores, puesto que parece que la relación

entre una determinada emoción y la actividad endocrina o neurotransmisora es sumamente


compleja. Se han identificado algunos neurotransmisores -principalmente monoaminérgicos-

cuya actividad parece correlacionar con la activación o inhibición de determinadas emociones. Al

respecto, ha sido particularmente fructífera la investigación llevada a cabo en torno a trastornos


emocionales como la depresión o la ansiedad. Los déficits de serotonina (5-HT), noradrenalina y

dopamina parecen los más relacionados con los trastornos del estado de ánimo, mientras que la

elevada concentración sináptica de adrenalina y noradrenalina, y los déficits en la transmisión


GABAérgica, parecen vinculadas a los mecanismos neuroquímicos de la ansiedad. Sin embargo,

nuevos descubrimientos van relacionando otros mensajeros intersinápticos -muchos de ellos

neuropéptidos- a los distintos trastornos emocionales, con lo cual se hace cada vez más difícil
comprender el papel específico de cada una de las sustancias implicadas.

En cuanto al estudio de los neurotransmisores implicados en la emoción no disfuncional o

patológica la cosa resulta aún, si cabe, más confusa, aunque parece que las catecolaminas
(dopamina, noradrenalina y adrenalina), probablemente los neurotransmisores más estudiados,

están implicados de algún modo en las emociones de ira, alerta y miedo. También parece cada
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

vez más claro que los neuropéptidos conocidos como opiáceos endógenos (encefalinas,

endorfinas y dinorfinas) se hallan ligados a las sensaciones placenteras, tanto físicas como

psicológicas. La acción de una indolamina, la serotonina, podría ir ligada también a emociones de


afecto positivo.

Resulta igualmente una tarea ardua para la psicoendocrinología demostrar vínculos

específicos entre determinadas hormonas y patrones emocionales concretos. Es imposible


resumir aquí la profusa investigación realizada al respecto, aunque tal vez valga la pena citar la

relación entre la secreción de hormonas corticoesteroides y la vivencia de estrés.

En definitiva, resulta evidente que, por lo que se refiere a la medida de las respuestas
neurobiológicas de la emoción, queda aún mucho por hacer. Además, hay que contar claramente

con la posibilidad de que quizás nunca se pueda relacionar de forma inequívoca una emoción

determinada con una actividad neurofisiológica o neuroquímica específica.


Tal vez las expectativas más sólidas se den en la investigación psicofisiológica, que, sin

embargo, tiende a buscar una medida válida de los perfiles o patrones de funciones

neurofisiológicas que subyacen a la emoción. Parece conveniente no olvidar las nuevas


posibilidades que nos ofrecen los progresos tecnológicos en el campo de las neurociencias, y

tener en cuenta las valiosas aportaciones descriptivas que técnicas como la TEP (Tomografía por

Emisión de Positrones), la IRMf (Imagen por Resonancia Magnética funcional) o la MEG


(Magnetoencefalografía) nos brindan ya en ese prometedor ámbito interdisciplinar que se ha dado

en llamar neurociencia cognitiva.

La medida del componente conductual.

Debemos el énfasis en la observación del comportamiento emocional, en primer lugar, a


Charles Darwin y a sus estudios sobre la expresión facial de la emoción. En segundo lugar, a la

instauración y predominio del paradigma conductista durante la primera mitad de este siglo. A

pesar de este factor común, los conductistas y neoconductistas descuidaron bastante la sagaz
visión darwiniana, y optaron por considerar unos índices de la emoción más relacionados con

patrones de actividad motora, estudiándolos preferentemente en animales de laboratorio. El


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

fracaso de esta nueva opción ha sido patente: no se lograron medidas comportamentales que

pudieran relacionarse específicamente con emociones humanas concretas. De hecho, el interés de

los investigadores comportamentales por el proceso teórico/cognitivo que llamamos emoción fue
muy peregrino y se limitó prácticamente a su componente conductual: los esfuerzos por

identificar cada comportamiento “emocional” con un estado mental específico propio de la

especie humana apenas trascendieron.


Hace poco más de dos décadas que, ante la necesidad de una medida específica de la

emoción y la inutilidad manifiesta de los procedimientos conductuales al uso, se empezó a

recuperar el planteamiento visionario del padre de la teoría de la selección natural. Darwin volvía
a estar de moda, una moda que, a la postre, ha demostrado estar al margen de cualquier

esnobismo oportunista, ya que, desde entonces, las conductas faciales ocupan un lugar único y

privilegiado en el estudio y evaluación de las emociones humanas. Los patrones diferenciales de


respuesta facial a las emociones son ahora parte fundamental de numerosas formulaciones

teóricas, muchas de las cuales las relacionan con los procesos neurofisiológicos de la emoción y/o

con las funciones social y comunicativa. Evidentemente, ya lo hemos puesto de manifiesto en el


apartado anterior, la medida de este comportamiento facial no hubiera sido tan exitosa sin la

participación de la psicofisiología. Sin embargo, la expresión facial de las emociones puede

estudiarse hoy en día también a partir de ciertos métodos de codificación basados en la


observación y la categorización rigurosas de los distintos movimientos de los músculos faciales.

Estos métodos observacionales requieren de la grabación en vídeo de las expresiones a estudiar y

de la pasación a cámara lenta, a menudo fotograma a fotograma, por lo que es aconsejable una
alta definición temporal en la grabación. Actualmente los dos métodos más utilizados son:

1-El FACS- Facial Action Coding System, elaborado por Ekman y Friesen en 1978.
2-El MAX- MAXimally discriminative facial movement coding system, desarrollado por

Izard en 1979.

El FACS es probablemente el más utilizado de los dos, ya que, al basarse en un minucioso

análisis molecular de cada uno de los movimientos de los músculos faciales de forma
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

independiente, permite un análisis más objetivo, riguroso y exhaustivo de cada expresión. El

MAX, en cambio, se basa en un análisis más molar, que implica hacer ciertas inferencias y

atribuciones de cualidad emocional a los movimientos codificados.

La medida del componente cognitivo o vivencial.

Debemos remontarnos de nuevo a William James, quién ya argumentaba que la

verificación última de la existencia de emoción dependía del autoinforme del sujeto, y señalaba

que era éste un instrumento muy valioso en el estudio de las emociones. Las escalas de
autoinforme consisten generalmente en evaluaciones de dimensiones (p.e., placer-displacer) o de

adjetivos que definen categorías discretas -o clases- de experiencia emocional (p.e., alegría,

tristeza, ira, etc). En general, estos dos tipos de autoinforme han logrado una alta fiabilidad y
validez, lo cual, de algún modo, justifica la convivencia de los dos tipos taxonómicos de las

emociones comentados en el apartado 7.4. A pesar de esa alta fiabilidad conseguida en la medida

de la emoción a través del autoinforme, no siempre está claro si dichos autoinformes se


relacionan más con palabras o pensamientos sobre emoción que con una experiencia de emoción

genuina. Otra dificultad resulta de la consideración de que un autoinforme es siempre una

función conjunta de los procesos emotivos y cognitivos. Es indudable la influencia de procesos


como el aprendizaje o la memoria. Debemos pues ser cautos: se puede considerar este tipo de

evaluación emocional como una ayuda valiosa, pero que, preferiblemente, debe usarse en

conjunción con medidas de los otros componentes emocionales.

La evaluación multisistema y la naturaleza interdisciplinar del estudio de las emociones.

Ha llegado la hora de reconocer abiertamente las deficiencias que manifiestan muchos de

los experimentos sobre emoción, deficiencia que se centra generalmente en la utilización de

medidas de un único sistema de respuesta. Cada vez se hace más evidente que la emoción se
manifiesta a través de los tres componentes descritos, y, dentro de éstos, en multitud de sistemas

que deben ser explorados en profundidad. Sin embargo, existe una dificultad añadida: en los
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

experimentos en los cuales se utilizan medidas de múltiples sistemas, por lo general, la

correlación entre ellos es sorprendentemente pobre. De hecho, los tres componentes emocionales

descritos presentan a menudo datos altamente disonantes, lo que indica que estas tres
manifestaciones emocionales se hallan dificílmente acopladas. Todo esto nos lleva a concluir que

la medida de uno sólo de esos componentes para definir una emoción es, hoy en día, del todo

insostenible. Es importante que la investigación se centre en la medida de los diversos sistemas


de respuesta (neurofisiológico, neuroquímico, neuroendocrino, psicofisiológico, conductual,

expresivo y vivencial). Más tarde vendrá la dificultad mayor: articular los datos obtenidos en un

modelo teórico explicativo que abarque los tres componentes de respuesta emocional, que
explique su discontinuidad, la independencia relativa de la activación emocional de los diversos

sistemas y, yendo más allá de la vivencia y de la experiencia psicológica de la emoción, trate de

comprometer en su estudio a las disciplinas necesarias para acabar de una vez con el caos teórico-
conceptual que embarga a la mayoría de los investigadores del proceso emocional.

7.8. Los diversos fenómenos afectivos: emociones, afectos, sentimientos, pasiones y


estados de ánimo.

A la hora de distinguir entre estos términos la confusión es grande y las alternativas


ofrecidas por los diferentes autores, múltiples. Con frecuencia, utilizamos los mismos vocablos

para designar eventos psicológicos que deben ser distinguidos para no crear más confusión de la

ya reinante en el estudio de la emoción. Si el lenguaje cotidiano es ambiguo e impreciso -es


inevitable aquí recordar a los neopositivistas y, muy especialmente, al “primer” Wittgenstein-,

debemos esforzarnos para que nuestro lenguaje científico deje de serlo. Vamos, pues, a comentar

brevemente la distinción que creemos válida entre cada uno de los fenómenos afectivos
enunciados. Para ello, nos vamos a basar en un artículo que nos ha parecido especialmente

clarificador, firmado por miembros del departamento de psicología de la Universidad de

Amsterdam (Frijda et al., 1991).


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

-Emoción- Podríamos definirla como un estado de sentimiento activado o desactivado,

relacionado con un objeto emocional específico. Las emociones serían pues reacciones afectivas,

más o menos espontáneas, a eventos significativos. Sorprende, a menudo, la naturaleza


multicomponente de las emociones, que se manifiesta cuando, al intentar describir una emoción,

recurrimos a menudo al enunciado de otras emociones relacionadas pero distintas. Una emoción

implica una manera específica de evaluar las cosas y de disponerse para la acción. Puede también
ayudar a distinguirla su duración -criterio que se ha usado, ya desde antiguo, en la distinción de

los diferentes fenómenos afectivos-, que, según la emoción, variará de algunos segundos a varias

horas.

-Afecto- Cuando hablamos de afecto nos referimos a la cualidad positiva o negativa de las

emociones. Es la valoración que nos merece una emoción en una dimensión de placer-displacer.

-Episodio emocional- Se trata de estados diversos que se suceden en el tiempo y que se

ligan emocionalmente con un único evento. A menudo, un suceso determinado nos lleva a sentir
una multiplicidad de emociones que se suceden la una a la otra, se confunden y son vividas como

una sola. A estas secuencias emocionales engendradas a partir de un único evento, o serie de

eventos, que se prolongan de manera continua en el tiempo, las llamamos episodio emocional.
Tanto las emociones como los episodios emocionales suponen un control sobre la acción y sobre

los mecanismos atencionales: implican una disposición para la acción, particularmente a nivel

estratégico. Los episodios emocionales pueden llegar a durar días o incluso semanas.

-Sentimiento- La distinción entre emoción y sentimiento ha sido la más controvertida, lo

que ha hecho que sea, probablemente, la más confusa. Hay quién distingue entre una y otro
simplemente en virtud de su duración -los sentimientos se prolongan más en el tiempo-. Otros

equiparan los sentimientos al componente subjetivo o cognitivo de las emociones (Schmidt-

Atzert, 1981). Es especialmente problemática la distinción entre el sentimiento que se refiere a la


vivencia emocional y el que se refiere a la percepción propioceptiva o somestésica. De hecho,

carecemos de criterio claro para diferenciar entre ambos significados y algunos autores utilizan el
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

término para referirse tanto a uno como a otro (Pribam, 1970). También hay quien engloba en la

categoría de sentimientos la motivación y la emoción: habría, de este modo, sentimientos

emocionales y sentimientos motivacionales, distinguiéndose en que los emocionales suelen


"terminar dentro del cuerpo del organismo", mientras que los motivacionales "tienden a ir más

allá y entrar en relación con el objeto estímulo" (Pribam, 1980).

Para poner un poco de orden a este caos conceptual recurriremos una vez más a la ayuda
de Frijda et al. (1991). Para estos autores, los sentimientos son disposiciones a responder

emocionalmente a un objeto específico. Esta disposición emocional, el poder de elicitar

emociones y afectos, y la conducta motivada de acercamiento o evitación, parece que en los


sentimientos se prolonga indefinidamente. Son ejemplos de estos fenómenos afectivos las

aversiones hacia individuos o grupos, los rencores, las filias y las fobias, el amor y el odio, etc.

Los sentimientos se identifican por su objeto y por la forma particular de valorarlo. Su duración,
como hemos dicho, es indefinida, lo que, junto al hecho de que sean sólo disposiciones,

constituyen las dos características básicas que los diferencian de las emociones.

-Pasión- En el lenguaje ordinario, las pasiones tienen connotaciones que nos refieren a un

sentimiento llevado a intensidades extremas. Frijda et al. (1991) las definen como metas

persistentes para la acción de naturaleza emocional. En ocasiones, las emociones no se convierten


meramente en disposiciones de duración indefinida (sentimientos), sino que, además, los

propósitos de éstas disposiciones devienen metas a largo plazo. La naturaleza emocional de estas

metas se define en función de su alta posición en la jerarquía del sistema de valores del
individuo, de su prioridad respecto a las demás metas competitivas, de la constante persistencia

de sus objetivos y de la predisposición a correr altos riesgos y a pagar elevados costes con tal de

conseguirlos. Podrían calificarse de pasiones los nacionalismos, los deseos de venganza que
duran toda una vida, la xenofobia y el racismo, las pasiones eróticas -descritas de forma tan

magistral por Stendhal-, el ansia de poder, etc. Como en el caso de los sentimientos, la duración

de las pasiones es también indefinida.


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

-Estado de ánimo- Tradicionalmente, se ha considerado como estado de ánimo, o humor,

aquel estado emocional en el que destaca el componente vivencial, que cursa con una intensidad

más bien moderada durante largo tiempo. De este modo, se diferenciarían de las emociones en
que éstas se manifiestan en el mismo grado a través de los componentes conductual y fisiológico,

y en que, en las emociones, la intensidad de la fenomenología afectiva suele ser mayor y su

duración menor. Frijda et al. (1991) consideran errónea y confusa esta distinción y proponen
identificar los estados de ánimo con estados emocionales más o menos continuos, estados de

activación o desactivación sin objeto específico. Esto no quiere decir que el sujeto no sea

consciente de la causa de su estado afectivo, sino que éste no se vive como estrechamente
vinculado a un objeto determinado. Los estados de ánimo constituyen más bien valoraciones

globales del mundo, el “color del cristal con que se mira”: es típico del estado de ánimo

depresivo, por ejemplo, creerlo todo vacío y carente de sentido, a veces con una intensidad que
contradice la concepción clásica de los humores. La disposición para la acción no se dirige a

metas u objetivos específicos. De todos modos, los estados de ánimo suponen una elevación o un

descenso del umbral para determinadas emociones, que sí se orientan hacia un fin particular. La
duración de los estados de ánimo o humores es más bien indeterminada, pudiendo oscilar entre

días, meses o incluso años, como puede contrastar fácilmente el psicólogo cuando, en la práctica

clínica, se encuentra con estados de ánimo, digamos, disfuncionales.

7.9. Las funciones de la emoción.

Si alguna vez nos detenemos en nuestro ajetreado devenir y nos preguntamos porqué o

para qué existen las emociones, es probable que nos invada la perplejidad. Realmente, resulta

fascinante -y a la vez se hace extraño- pensar que si se han desarrollado mecanismos emocionales
es sólo porque cumplen o deben cumplir alguna función esencial que aumenta nuestro poder de

adaptación, supervivencia y reproducción. Los pensadores de todos los tiempos se han

aventurado con frecuencia en la difícil empresa de ofrecer alguna respuesta plausible a la


incógnita de la función de las emociones, alcanzando a menudo niveles de explicación

metafísicos sumamente complejos. Ahora, esta cuestión constituye un reto para los estudiosos de
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

la psicología. Muchas, y muy diversas, han sido las respuestas ofrecidas. Destacan las posturas

que consideran las emociones como mecanismos de alteración del equilibrio intraorganísmico

que cumplen funciones informativas. También son muchos los que piensan que las emociones
actúan de algún modo motivando la conducta. Casi todos, fieles al legado de Darwin, destacan la

función adaptativa de las emociones, como estrategias que se someten al implacable arbitrio de la

selección natural y que ayudan a las pretensiones “egoístas” de autoperpetuación de nuestro


ADN. Los sociólogos, en cambio, enfatizan la función social de la emoción como medio de

comunicación interpersonal. Siguiendo un poco una línea de intersección entre la sociología y la

biología, los antropólogos y los etólogos han investigado en que medida las diferentes razas y
culturas esgrimían estrategias similares para comunicar sus estados emocionales: parece haber,

efectivamente, expresiones emocionales universales, inscritas en el patrimonio genético de la

humanidad.
Probablemente, la causa de la divergencia de estos distintos enfoques sea simplemente el

diferente nivel de análisis del fenómeno. Por nuestra parte, quisiéramos destacar la capacidad

informativa de la emoción, que tendría dos vertientes: información para el propio sujeto e
información para los individuos de la misma especie que le rodean y conviven con él. En un

artículo reciente publicado en el Annual Review of Psychology, Oatley y Jenkins (1992)

concluyen que las dos funciones básicas de la emoción son, por una parte, y por lo que respecta al
individuo, el control de las metas u objetivos de la conducta; por otra, y por lo que a la sociedad

se refiere, su función básica sería la de comunicar intenciones y la de establecer interacciones

entre los diversos individuos. Al fin y al cabo, ambas funciones están muy relacionadas con la
carga informativa y con el poder adaptativo de la emoción.

8. UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA: PRINCIPALES TRADICIONES


TEÓRICAS EN EL ESTUDIO DE LA EMOCIÓN.

8.1. Antecedentes.
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

El estudio de la emoción ha interesado a los pensadores de casi todas las épocas, mucho

antes de que la psicología empezara a andar su propio camino al margen de la filosofía y la

fisiología. No hace falta más que recordar la doctrina hipocrática -sobre todo la que aparece en el
libro De la naturaleza del hombre -, la filosofía platónica o la teoría humoral galénica para

constatar que, en efecto, la e-moción -los peripatéticos motus animorum (movimientos del alma)-

, y sus perturbaciones, han interesado al hombre desde los orígenes de la historia. No son pocas
las teorías de las pasiones o de las emociones formuladas a través de los siglos, a menudo

identificando la pasión con una enfermedad del alma, cuando no considerando, desde ámbitos

religiosos, la pasión como pecado -no hay que olvidar que la tristeza fue durante mucho tiempo
uno de los pecados cardinales del cristianismo-. Sin embargo, no hay que pensar que fue

exclusiva de la iglesia cristiana la censura de las pasiones. Platón ya condenaba el exceso de

dolor o de placer porque “disminuían la capacidad de razonamiento” y clasificaba al amor entre


las cuatro formas principales de locura. En la obra platónica, los apetitos y de los sentimientos -

los aspectos irracionales del alma- estaban localizados en el abdomen y en el pecho,

respectivamente, y eran amenazas potenciales para el buen funcionamiento del espíritu racional,
localizado en el cerebro. Asimismo, los estoicos pensaban que lo ideal era acabar con la mayoría

de las pasiones, cuya influencia no producía sino graves perturbaciones del alma. Aristóteles no

creía que las pasiones fueran tan perniciosas como postulaba Platón, pensando incluso que
podían ser útiles estímulos para la acción, aunque sí creía necesario que estuvieran sometidas al

control de la consciencia. Para Aristóteles, iban acompañadas de placer o dolor, pero no se

reducían a éstos, ya que implicaban "movimientos del alma" que las hacían más complejas.
A las pasiones se las relacionaba, por una parte, con estados fisiológicos y el pensamiento

médico y, por otra, con la ética, por lo que entraron a formar parte de las teorías filosóficas, lo

que supuso una vía de acceso fácil a la doctrina teológica.


Al entrar en la era cristiana, el estudio de las pasiones estuvo largamente marcado por las

influencias ético-religiosas. Las pasiones debían evitarse porque alteraban la quietud del alma.

Durante los siglos que siguieron, y aproximadamente hasta el siglo XVII, la tendencia general fue
la de seguir a los estoicos en la búsqueda de una reducción, clasificación y definición lógica de

las pasiones básicas. En este largo periodo, cabe destacar la concepción del alma en la Edad
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

Media como una entidad tripartita, que constaba de una parte concupiscente donde residían los

deseos y apetitos, una parte irascible en la cual se originaban las pasiones en su sentido genuino,

y una parte racional, sede de la razón, que se hallaba en continuo conflicto con las dos anteriores.
Durante el Renacimiento, se incrementó el interés general por el estudio de las pasiones, y

empezó a independizarse dicho estudio de lo místico y lo teológico. El término afecto suplió al

de pasión, que se reservó para los estados emocionales más exacerbados. En esta época, aparece
la ilustre figura de Joan Lluís Vives, un humanista valenciano, acérrimo defensor del cristianismo

-psicólogo moderno antes de Huarte de San Juan- que en 1538 publica De anima et vita, una

obra cuyo libro tercero está dedicado al estudio de las pasiones o afectos, "parte necesaria para
poner remedio a tantos males y deparar medicina a enfermedades tan crueles como producen"

(tomado de García Vega et al., 1992). Sin embargo, para Vives, las pasiones no eran siempre

perniciosas: reconocía ya su poder motivacional y la importancia que alcanzaban en la educación


del ser humano. Poco a poco, las explicaciones fisiológicas de los estados afectivos volvieron a

recuperarse, siendo la más común una teoría basada en los espíritus animales -originados en el

concepto primitivo de pneuma -, que sustituyó paulatinamente a la vetusta teoría de los humores.
Siguiendo la tradición aristotélica, a lo largo de este periplo histórico que nos lleva hasta

el Renacimiento, la mayoría de pensadores creyeron que los afectos surgían del corazón. Habrá

que esperar a la teoría neurocéntrica cartesiana, para que esta creencia errónea empezase a ser
descartada por los estudiosos. Veremos como esa concepción contiene claras premoniciones de

las dos teorías que, atribuidas a James-Lange y a Cannon-Bard, se erigirán a principios de siglo

XX como las protagonistas de la primera gran controversia de la psicología de la emoción. En


realidad, la teoría de Cannon-Bard y, sobre todo, la de James-Lange, no decían nada nuevo y,

desde luego, ésta última no fue la primera en destacar el origen periférico de las emociones, como

veremos más detalladamente en el próximo apartado.


Volviendo a nuestro somero recorrido histórico, ya sólo nos queda destacar el lugar

preponderante que pasaron a ocupar los afectos en el estudio de la vida mental a lo largo del siglo

XVIII. Las pasiones llegaron a ser ensalzadas como las grandes fuerzas impulsoras de la
naturaleza humana, sobre todo a raíz de la obra filosófica germana de finales del XVIII y

principios del XIX. Contrastando con las teorías medievales, que ligaban las pasiones a los
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

apetitos y los deseos, y con las teorías cartesianas, que lo hacían más bien al conocimiento, los

afectos del XVIII-XIX empezaron a concebirse como aspectos plenamente diferenciados de la

vida mental humana. Será este interés inusitado, esta nueva concepción, la que va a dar origen a
la tendencia de los estudiosos de la emoción a abandonar el amparo de la filosofía para

profundizar en los aspectos psicológicos del sentimiento. Que duda cabe que fue ésta una de las

múltiples razones que contribuyeron al feliz nacimiento de lo que, poco a poco, empezó a ser
conocido como psicología.

8.2. Teorías periféricas avant la lettre.

La teoría de James-Lange, cuyo postulado fundamental podría resumirse diciendo que las

emociones no son sino la percepción de los cambios periféricos que se dan ante determinadas
estimulaciones, no constituye, ni mucho menos, una idea original o novedosa. El supuesto origen

de las modernas teorías psicológicas de la emoción debería al menos ser reconsiderado en virtud

de la evidencia histórica.
En el siglo III, Plotino ya pensaba que las pasiones no eran sino el resultado de la

conciencia que el alma tenía de los afectos del cuerpo. El alma tomaba conciencia inmediata de

los cambios corporales acaecidos y los asociaba con la idea de amenaza de algo malo. Esa
conciencia y experiencia que el alma tenía del cuerpo era la pasión.

En el siglo IV, Gregorio de Nisa elaboró una teoría fisiológica que sostenía que la alegría

se producía como consecuencia de una vasodilatación, mientras que el dolor y la pesadumbre


eran causados por una contracción de los vasos sanguíneos. Estas mismas ideas las encontramos

curiosamente en una teoría que nos queda mucho más cerca. Nos referimos a la teoría de Lange,

que concluía que entre los signos somáticos característicos de la tristeza y el miedo estaba la
vasoconstricción -y el debilitamiento de la "enervación voluntaria"-, mientras que, entre los que

caracterizaban la alegría y la exaltación, destacaba la vasodilatación -y el aumento de la

"enervación voluntaria"-.
Muy posterior a la de Gregorio de Nisa, la teoría neurocéntrica cartesiana, a pesar de

recordar más claramente a las teorías modernas que llamaremos "centralistas", que se originan
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

básicamente a partir de la formulación de Cannon-Bard, también llevaba el germen de las teorías

periféricas. Frente a la creencia que había logrado inculcar la iglesia cristiana de que la

experiencia afectiva era producto o surgía de la mente o del alma, siendo las manifestaciones
corporales tan sólo secundarias a la pasión anímica, Descartes recuperó la ya antigua concepción

de que los factores somáticos son realmente las raíces de las pasiones. El modelo de las pasiones

cartesiano proponía que las experiencias emocionales se originaban en la recepción de un “input”


sensorial que era transferido al cerebro. Allí, esta información era "mecánicamente" evaluada y,

según fuere dicha evaluación, se elicitaban unas u otras eferencias que, por los nervios

descendentes, eran transmitidas a glándulas y músculos, dando lugar a las respuestas físicas
apropiadas al estímulo emocional primario. El cerebro era informado de las consecuencias de

estas acciones o respuestas por medio de los nervios sensitivos, cuya información era

transportada hasta la glándula pineal. El contacto de la glándula pineal con el alma producía al fin
la pasión o experiencia emocional. Es obvia la íntima conexión entre la teoría cartesiana y los

modelos periféricos del siglo XIX, aunque el hecho de que el ilustre filósofo del XVII concibiese

ese origen somático como radicado en el cerebro lo aproxima también a las teorías que surgirán,
ya entrado el siglo XX, intentando identificar los sistemas neurales responsables de la emoción y

considerando las alteraciones periféricas como simples efectos elicitados a partir de ese origen

central.

FIGURA 8

En el siglo XIX nos encontramos, strictus sensu, con la primera referencia explícita a la

controversia entre teorías periféricas y centrales en la revisión que, sobre las tendencias de las

teorías de los afectos, llevó a cabo Beebe-Carter (Jackson, 1986). Según este autor, las periféricas
serían aquellas que surgieron de las teorías de las sensaciones del siglo XVIII y que subrayaban el

lugar de los órganos de los sentidos y los procesos fisiológicos. Las centrales, en cambio, serían

aquellas que destacaban los procesos mentales más elevados y trataban de explicar los afectos
sobre la base de lo mental. Algunas de las teorías periféricas a las que se refería Beebe-Carter se

desarrollaban casi exclusivamente a partir de los procesos fisiológicos, ignorando los factores
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

mentales. Tal es el caso, por ejemplo, de la teoría de Cabanis, que pensaba que los afectos

surgían de la excitación periférica de los nervios. Esa excitación podía darse a partir de objetos

externos o a partir de situaciones internas que producían movimientos de las vísceras. Sorprende
la modernidad de esta concepción, que nos recuerda claramente la teoría de James-Lange.

También Bichat sostenía una postura similar algo más radicalizada, ya que, si Cabanis situaba el

origen de los afectos a nivel de los nervios periféricos -podríamos decir a nivel cerebro-espinal-,
éste autor creía literalmente que su origen había que buscarlo en las mismas vísceras.

A partir de este momento, los modelos teóricos se diversificaron. Algunos añadieron a los

factores fisiológicos periféricos algunas teorías “fundamentales”, pero que destacaban lo


somático en lugar de lo mental. En otras ocasiones, estas ideas implicaban al cerebro u otras

regiones del Sistema Nervioso Central: eran los primeros rudimentos de las teorías centralistas.

Surgieron quienes afirmaban que las vivencias emocionales subjetivas no eran sino percepciones
conscientes de procesos somáticos. Otros veían dichos procesos como simples consecuencias de

lo mental. Había aún quien los consideraba simples epifenómenos. Con estas posturas

encontradas empezó a dibujarse la polémica entre las teorías periféricas y las centrales, que, a
menudo, se describe como producto del enfrentamiento entre los modelos de James-Lange y

Cannon-Bard. Evidentemente, la cosa venía de mucho más atrás. Pocas ideas importantes surgen

de la nada. El estudio de la historia nos trae a veces a la memoria las palabras del sabio Salomón
en el Eclesiastés, I, 10: “nil novi sub sole”. Entonces, nos encontramos sólo a un paso de

reconocer que los personajes históricos a quienes se atribuyen las innovaciones más importantes

han sido en gran parte un producto de su época, y su mérito consiste probablemente en recoger y
sistematizar adecuadamente la idea en cuestión, en divulgarla con las palabras y en el momento

más propicio, en hacerlo con la seguridad que da un completo dominio del tema y, porque no, en

haber sabido ser dignos depositarios de un poco de fortuna.

8.3. James: en el umbral de la moderna psicología de la emoción.


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

Es ya un tópico considerar la teoría de James-Lange como el punto de partida de la

moderna psicología de las emociones, aunque, como hemos visto en el apartado anterior, las

raíces históricas primigenias debemos buscarlas siempre mucho más atrás.

La teoría de James-Lange.

William James recogió las ideas de un fisiólogo danés, Carl G. Lange, y las elaboró en el

modelo teórico que, desde entonces, se conoce como de James-Lange. Esta elaboración, ya algo

más que centenaria, mantiene aún una relativa vigencia y es citada a menudo como primer punto
de referencia de numerosos modelos. La teoría de James-Lange dice básicamente que la emoción

es la percepción de cambios fisiológicos. Fue primeramente expuesta por James en el artículo

publicado en Mind el año 1884, y completada en sus Principles of Psychology (1890), y en la


respuesta a sus críticos publicada cuatro años después en Psychological Review. James

consideraba fundamentales los cambios viscerales y de la musculatura estriada, mientras que

Lange enfatizaba el papel de los músculos involuntarios, sobre todo el de aquellos que, inscritos
en las paredes vasculares, dan lugar a los procesos de vasoconstricción y vasodilatación. Según

Fernández Dols y Ortega (1985), los supuestos básicos de la teoría de James-Lange son los

siguientes:

1-Existe una percepción inmediata de los cambios viscerales que median, a su vez, entre

dicha percepción y la percepción de cambios ambientales. En las emociones sentimos, pues, los
distintos cambios fisiológicos con mayor o menor claridad.

2-Los cambios viscerales son imprescindibles en la emoción. Si no existen éstos, no hay


emoción, sino un "estado frío y neutral de percepción intelectual" (James, 1884). Sin embargo,

no sólo son importantes los cambios viscerales, sino la totalidad de los cambios corporales que

suponen acciones como correr, gritar, la expresión facial, etc (Mandler,1979).

3-Existen patrones viscerales específicos para las distintas emociones.


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

4-La activación inducida de los cambios viscerales correspondientes a una emoción

concreta debería producir esa emoción. Para James, no existe posibilidad real de probar esta
afirmación, ya que, según él, no tenemos un control voluntario sobre las vísceras. Este supuesto

ha sido cuestionado por los trabajos de condicionamiento operante de las funciones vegetativas.

Las críticas.

Una teoría como la de James-Lange, tanto debido a sus contenidos como debido a sus
supuestos epistemológicos, no podía dejar de ser polémica. Una parte importante de las

controversias que suscitó se deben a que iba en contra del sentido común, que estaba tan de moda

en el pensamiento anglosajón. Probablemente, el estilo de exposición de William James, retórico


y vehemente, no hizo sino agudizar la visión crítica de sus lectores.

La crítica de Wundt.

Wundt calificó la teoría de James-Lange de "pseudoexplicación psicológica que intenta

explicar realidades psíquicas con observaciones fisiológicas" (Wundt, 1891). Como alternativa,
Wundt propone el siguiente modelo: el sentimiento primario, que es inanalizable, produce una

alteración del flujo ideacional, alteración que se manifiesta en un sentimiento secundario y en

unas reacciones orgánicas. Estas reacciones orgánicas producen sentimientos sensoriales que se
añaden al sentimiento primario intensificando su cualidad consciente. Una teoría moderna

heredera de la visión wundtiana es posiblemente la de Arnold (1960), que define el sentimiento

primario como valoración (appraisal ). Según esta autora, primero se da la valoración de algo
como bueno o malo, para seguir después con el resto de la secuencia emocional, que perfilará los

matices de cada sentimiento.

La crítica de Titchener.
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

Titchener sigue en cierta manera la línea de Wundt, partiendo de la noción de sentimiento

fundamental. Sin embargo, este sentimiento es un concepto más elaborado que el wundtiano,

tratándose de un proceso complejo que consta de una percepción o una idea y de un afecto, que
juega un papel primordial. Según Titchener, el flujo ideacional es interrumpido por un

sentimiento intenso que refleja una situación del mundo exterior y que se enriquece mediante

sensaciones orgánicas surgidas en el curso del ajuste corporal al suceso ambiental. Titchener cree
que si pudiéramos conocer todas las situaciones que un individuo puede vivir, podríamos

determinar perfectamente todas las emociones fundamentales (Mandler, 1979).

La crítica de Cannon y la controversia centro/periferia.

De entre todas las revisiones y críticas de la teoría jamesiana fue ésta, sin duda alguna, la
que obtuvo más trascendencia, calando hondo en la comunidad científica y promoviendo una

cantidad ingente de investigación, sobre todo en el área de la psicobiología de la emoción. La

crítica de Cannon se articula en los siguientes puntos:

1-La separación total entre vísceras y Sistema Nervioso Central no altera la conducta

emocional.
2-Los mismos cambios viscerales se producen en estados de emoción muy distintos e

incluso en estados no emocionales.

3-Las vísceras son estructuras relativamente insensibles.


4-Los cambios viscerales son demasiado lentos para constituir una fuente de sentimientos

emocionales.

5-La inducción artificial de los cambios viscerales característicos de las emociones


intensas no dan lugar a éstas -este supuesto viene avalado por las investigaciones de Gregorio

Marañón (1920, 1924) sobre los efectos de la experiencia emotiva inducida por la inyección de

adrenalina.
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

Para Cannon, estas objeciones eran suficientes para acabar de una vez por todas con la

teoría de James-Lange. Sin embargo, la vasta labor investigadora que se promovió con la

polémica, ha cuestionado seriamente algunas de estas críticas.


Tras el intento de descalificar la teoría jamesiana, Cannon nos ofrece una alternativa

teórica que nunca ha llegado a las cotas de popularidad alcanzadas por sus enunciados críticos. El

modelo alternativo de Cannon era básicamente una teoría centralista que argumentaba que el
tálamo era el centro del SNC responsable de nuestra conducta emocional.

A raíz del debate abierto por James y Cannon, empezó a configurarse una fuerte polémica

que, en cierto sentido, se ha prolongado hasta nuestros días. Se trata de la dicotomía teorías
centralistas-teorías periféricas. La crítica de Cannon dió pie a la formulación de las teorías

centrales, que reivindican el SNC como condición necesaria y suficiente para la existencia de la

emoción -mientras que las teorías periféricas, como hemos visto, se basan fundamentalmente en
la concepción de la emoción como la percepción de la actividad del Sistema Nervioso Vegetativo

y la del Sistema Nervioso Periférico Somático-. Fieles a los postulados centralistas de Cannon,

aparecieron las teorías de Cannon-Bard (1927-1928), Papez (1937), Mac Lean (1949), etc, todas
ellas enfrentadas frontalmente con el modelo teórico de James-Lange. Con el tiempo, que

acostumbra a propiciar la creación de alternativas salomónicas, han surgido modelos que

podríamos calificar de intermedios. Entre ellos destaca, sin duda, el ya clásico de Schachter y
Singer (1962).

8.4. El disperso legado de William James.

La herencia directa.

Teorías como las de Schachter y Singer vienen a configurar lo que podríamos llamar la

herencia directa del modelo de James-Lange y de la polémica establecida entre éste y el de

Cannon-Bard. Schachter y Singer (1962) postulan que la emoción es el resultado de una


activación fisiológica inespecífica más una evaluación cognitiva de la situación en que se da

dicha activación. Este postulado lo hemos calificado de intermedio en tanto, por una parte, está
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

de acuerdo con la necesidad de activación que predicaba James, pero, por otra, califica dicha

activación de inespecífica, lo que contradice el principio jamesiano de la existencia de un patrón

determinado de activación para cada emoción y confirma, en cambio, la opinión sostenida por
Cannon. Además, este modelo intermedio va algo más allá: reconoce la necesidad de la uqe

hemos llamado dimensión epicrítica, que trae consigo el etiquetamiento cognitivo de la emoción.

El propio Schachter califica su teoría de "jamesionismo corregido": la emoción es el resultado de


una actividad visceral, pero ésta implica fundamentalmente un estado de activación simpática que

recibe su caracterización definitiva como emoción gracias a una evaluación cognitiva y

situacional. Las críticas que, inevitablemente, va a suscitar la teoría de Schachter y Singer,


acentúan en muchos casos su jamesionismo. Nos encontraremos así con los modelos de

Berkowitz (1978), de Maslach (1979), de Marshall y Zimbardo (1979), que destacan la no

neutralidad de la activación, es decir, arguyen que esa activación tiene en sí connotaciones


emocionales, independientemente de las aportadas por la valoración cognitiva.

Todas estas teorías, que forman parte de lo que hemos llamado herencia directa de

William James, nos hacen reparar en la sorprendente vigencia del enfrentamiento James-Cannon.
Los datos obtenidos en la experimentación son desalentadoramente ambiguos y no permiten que

nos inclinemos claramente por una de las dos posturas. Cuestionan también la teoría de Schachter

y Singer, pero sin inclinar la balanza significativamente hacia la vertiente más próxima a James o
hacia la más afín a la teoría de Cannon, y, lo que aún es más desesperante, sin refutar del todo el

propio modelo de Schachter y Singer. Todo apunta a que este modelo es imperfecto y, sobre todo,

a que los métodos experimentales que lo sostienen son discutibles, pero no hay evidencias que lo
invaliden definitivamente. Activación y cognición parecen ser elementos más complejos de lo

que inicialmente se creía: el aparente equilibrio que se consiguió con el supuesto eclecticismo de

Schachter y Singer se ha roto, y, hoy en día, la utilidad de ese modelo casi se puede limitar a su
innegable estimulación de la investigación sobre las relaciones entre emoción, cognición y

activación. La herencia directa del binomio James-Cannon ha resultado fecunda, pero

radicalmente indeterminada en sus conclusiones (Fernández Dols y Ortega, 1985).

La herencia indirecta.
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

Sin embargo, la investigación y las alternativas teóricas que sitúan al menos parte de su

origen en las propuestas de James no se limitan a lo que hemos denominado herencia directa. Se
han generado también toda una serie de tradiciones teóricas que deben mucho al universo

jamesiano, pero cuyo vínculo con él no se detecta fácilmente en primera instancia, como sí se

hace con el establecido con la tradición bifactorial de Schachter y Singer.


Si examinamos con detenimiento la teoría de las emociones de James, podremos

comprobar que este autor propone nada menos que la integración de cuatro niveles explicativos

diferentes, a cada uno de los cuales se pueden adscribir algunas de las tradiciones más sólidas en
el estudio contemporáneo de la emoción:

1-Un nivel fisiológico- que va a originar la moderna tradición fisiológica, desde Cannon
(1927) hasta modelos mucho más recientes (p.e. Pribam, 1980, 1984, 1986).

2-Un nivel conductual-expresivo- en el que se basará, en parte, la tradición conductual, en


la cual destaca el estudio de la conducta expresiva facial, cuyo origen primordial, no obstante,

debemos buscar en los preceptos biológicos de Charles Darwin. De este modo, en este apartado

cabe considerar la tradición evolucionista contemporánea, encarnada en modelos como los de


Tomkins (1962, 1963, 1979, 1981), Izard (1977, 1979, 1990) o Ekman (1973, 1980, 1989).

3-Un nivel ideacional- en el cual se va a inspirar la tradición que podríamos llamar


cognitiva, a menudo ligada a la psicofisiológica, sobre todo porque ambas son

epistemológicamente funcionalistas. Los modelos contemporáneos que se pueden adscribir a esta

tradición son numerosísimos y se distribuyen en un abanico que va desde aquellos que enfatizan
más los aspectos psicofisiológicos (p.e., Lang, 1963, 1979, 1985, 1988, o Schwartz, 1982, 1986)

a aquellos que priorizan la dimensión cognitiva (p.e., Lazarus & Folkman, 1984, o Mandler,

1975, 1980, 1983, 1984, 1992), incluyendo modelos que abordan la explicación de la emoción
desde el marco del procesamiento de la información (p.e., Frijda, 1970, 1984, 1986, 1987, 1988,

1993).
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

4-Un nivel perceptivo intermedio (entre las respuestas viscerales y el SNC)- En este nivel

de explicación jamesiano se originarían teorías como la de Leventhal (1980, 1982, 1984), que
postula un modelo perceptivo-motor de la emoción, el cual, a menudo, aparece incluido, por

diversas afinidades, en las aproximaciones psicofisiológico-cognitivas.

Como vemos, la propuesta de James debió suponer en su época una conmoción

inasumible. Sólo más adelante se pudo comprender la deuda que la moderna psicología de la

emoción, y las diversas tradiciones en ella inscritas, han contraído con James. Esperemos que la
psicología del futuro pueda agradecer a este insigne psicólogo del XIX la propuesta de un

proyecto que, por entonces, se haya desarrollado por fin en su totalidad.

8.5. La doble faz de Jano en el estudio de la emoción: panorama según Fraisse y

Mandler.

Para simplificar el esquema anterior, podríamos adoptar la visión de Fraisse y de Mandler,

que consideran sólo dos grandes tradiciones en el estudio de la emoción: la tradición orgánica y

la mental (Fraisse, 1968; Mandler, 1979).


Los dos primeros niveles de James podrían corresponderse con la tradición orgánica o

biológica, aunque esa equivalencia no es, a nuestro modo de ver, del todo exacta. Realmente,

para Mandler, la tradición orgánica es la que enfatiza la influencia de las reacciones somáticas
sobre las consecuencias mentales emocionales. Esta tradición tiene un origen remoto, que se

pierde en los albores de la historia con las primeras teorías sobre los humores. Las teorías que

hemos citado en el apartado 8.2. podrían encuadrarse aquí, como también podrían hacerlo las de
los sensualistas del siglo XVIII y las de los directos antecesores de William James. La propia

teoría de James-Lange puede incluirse en esta tradición orgánica, ya que destacaba, como hemos

visto, el aspecto periférico-vegetativo -y, por tanto, orgánico- de la experiencia emocional. A


partir de James, las tradiciones que hemos denominado psicofisiológica, neurofisiológica y la

basada en teorías de la activación (p.e. Lindsley, 1951) cumplen, sin duda, con los requisitos para
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

ser englobadas en esta tradición orgánica. También es susceptible de ser incluída la tradición

bifactorial representada por la teoría de Schachter y Singer y sus sucesoras, ya que, como hemos

visto, de los dos componentes o factores de la emoción (activación y valoración cognitiva), el que
ha sido enfatizado de manera más clara por los sucesores y críticos de esos dos autores ha sido el

componente de activación, lo que ha hecho que se tendiera en este contexto, ya lo hemos dicho, a

un jamesionismo progresivo. Finalmente, algunas de las teorías que se basan en la tradición


evolucionista, inaugurada por Darwin y sus estudios sobre la expresión emocional, pueden ser

también incluidas aquí.

La otra cara del estudio de la emoción es, para Mandler, la tradición mental o psicológica,
cuyos orígenes también se pierden en la antigüedad. Esta tradición, que podría corresponderse

con los niveles de explicación ideacional y perceptivo de James, se caracteriza por la concepción

de un sentimiento no analizable, de lo que hemos llamado emociones fundamentales, tan propias


de teorías como las de Wundt o Titchener. Estas teorías priorizan los procesos psicológicos en la

cadena causal de las emociones y creen que los eventos somáticos son sólo un resultado de estos

procesos. Pertenecen a esta tradición la teoría fenomenológico-cognitivo-fisiológica de Arnold


(1960), la teoría “psicoevolucionista” de Plutchik (1977, 1980, 1982, 1984, 1991), que, pese a

encuadrarse en la tradición bifactorial, enfatiza la evaluación cognitiva frente a la activación, y

muchas otras entre las que destacan las llamadas teorías del conflicto. Estas últimas constituyen
un grupo verdaderamente peculiar, ya que se caracterizan por concebir la emoción como fruto de

una interrupción de las tendencias conductuales: la emoción sólo se da cuando aparece el

conflicto, cuando se interrumpe la conducta normal encaminada a un objetivo. Los orígenes de


esta teoría se remontan a los escritos de Herbart (1816). Más tarde, algunos de los principales

exponentes de esta concepción fueron Paulhan, Dewey o, ya en el siglo XX, Angier. También la

consideración que hacen de las emociones el conductismo y el psicoanálisis, indica que ambas
son teorías del conflicto. Así pues, también la tradición conductual y la psicodinámica pueden

considerarse incluidas en la tradición mental o psicológica concebida por Mandler. Asimismo,

son teorías del conflicto, y, por tanto, deben incluirse también en esta tradición mental, la teoría
de Hebb (1946, 1949), la de Meyer (1956) y la teoría de la interrupción del propio Mandler

(1964), aunque esta última la califica su propio autor de "puente" entre las teorías del conflicto y
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

las orgánicas (Mandler, 1979), con lo cual enlazaría esas dos caras contrapuestas pero

complementarias, ambas esenciales: el doble rostro de Jano en el estudio de la emoción.

8.6. La tradición evolucionista.

Charles Darwin fue el primero en reconocer que el concepto de evolución no sólo era
aplicable a la morfología, sino también a la conducta y vida mental de animales y humanos

(Darwin, 1872). Su libro, publicado en 1872, Expression of the Emotions in Man and Animals, es

un intento de demostrar su convicción de que las emociones han evolucionado con funciones
definidas y son básicas para incrementar las posibilidades de supervivencia. Son producto, pues,

de los mismos mecanismos evolutivos que han dado lugar a las características físicas de las

especies -conviene recordar que el libro mencionado iba a ser en un principio un capítulo de El
Origen de las Especies -. Darwin trató de demostrar la continuidad básica de las expresiones

emocionales desde los animales inferiores hasta el hombre. Su aproximación al estudio de las

emociones y la conducta es una aproximación funcional. Precisamente el estudio de las funciones


de la emoción le llevará a fijarse con especial atención en la expresión emocional. Darwin

enfatiza la función señalizadora y comunicativa de la expresión emocional. Las emociones son

básicamente adaptativas y ayudan a organizar la conducta del animal de manera que sea
apropiada a las demandas del ambiente. En su libro, el eminente biólogo, consideró tres tipos de

conducta relacionada con la emoción: los reflejos, los instintos y los hábitos. Sólo los dos

primeros son considerados como verdaderas expresiones, puesto que suponen no sólo la
capacidad innata para reaccionar de una determinada forma, sino también la de reconocer esa

misma reacción (expresión) en los demás.

La evolución del evolucionismo.

Las ideas de Darwin han influido notablemente en algunos de los enfoques más
importantes del estudio psicológico de la emoción. Recientemente, el reconocimiento de Darwin

en el ámbito de la psicología en general ha experimentado un auge sorprendente, debido, en


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

parte, a la recuperación de sus tesis por parte de los etólogos. En el ámbito específico de la

psicología de la emoción, se ha consolidado toda una tradición evolucionista que enfatiza la

función adaptativa de los fenómenos emocionales. Entre las teorías más destacables de esta
tradición podemos mencionar:

1-La teoría del script de Sylvan S. Tomkins, que concibe las emociones como programas
innatos, subrayando su papel como sistema motivacional primario. Tomkins pone el ejemplo de

que la falta de aire para respirar produce una fuerte emoción de terror o miedo que, a su vez, nos

motiva a la acción para solucionar el problema y obtener, como sea, el aire necesario para la
respiración. Según este autor, la base neurofisiológica de las emociones es la activación cortical.

De hecho, la tasa diferencial de descarga cortical explica cada una de las diferentes emociones: la

sorpresa, por ejemplo, implicaría una alta tasa de disparo cortical, que disminuiría
progresivamente en emociones como el miedo o el interés. La tristeza es “neutral”, en el sentido

de que dicha tasa se mantiene sin cambios, mientras emociones como la alegría llevan consigo

una disminución de la activación cortical. Para Tomkins, la experiencia emocional es el feed-


back propioceptivo de la expresión facial de la emoción. En definitva, la secuencia sería:

activación cortical -> activación subcortical (hipotalámica) -> expresión facial -> feed-
back propioceptivo -> sentimiento emocional (vivencia subjetiva de la emoción).

La versión fuerte de esta hipótesis implicaría que si conseguimos reproducir fielmente una
expresión facial emocional, debemos sentir la emoción correspondiente. Sin embargo, se da una

patente falta de pruebas empíricas que verifiquen esta concepción, falta de pruebas que se

extiende también a la base neurofisiológica propuesta. De todos modos, lo que sí parece


comprobado es que la exageración voluntaria de la expresión facial de una emoción determinada

aumenta la intensidad del sentimiento vivido, mientras la supresión de la expresión la disminuye.

2-La teoría diferencial de las emociones de Carrol E. Izard y su estudio de la respuesta

facial como principal correlato emocional. También Izard destaca el poder motivacional de las
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

emociones. Según este autor, existen diez emociones fundamentales: alegría, tristeza, miedo,

rabia, sorpresa, interés, asco, culpa, desprecio y vergüenza. Cada una de ellas tiene una cualidad

subjetiva única que se corresponde con un patrón único de expresión facial. Desde una postura
cercana a la de Tomkins, Izard postula que cada emoción fundamental implicará una tasa

particular de descarga neuronal y unas consecuencias comportamentales específicas. El resto de

emociones sentidas resultan de la combinación de las emociones fundamentales (p.e., el odio


sería una combinación de las emociones de rabia, asco y desprecio; el amor, una combinación de

alegría e interés, etc).

3-La teoría de Zajonc, en la línea biologicista de las anteriores. Según este autor, aunque

la cognición puede originar la emoción, no es siempre necesaria: puede darse emoción sin

cognición. Zajonc postula que el sistema cognitivo y el emocional se hallan separados y son
parcialmente independientes. Las emociones pueden ser pre o postcognitivas (Zajonc, 1980,

1984, 1985; Zajonc & Markus, 1984).

Podríamos mencionar aún la teoría de Plutchik, y su formulación de las emociones como

reacciones adaptativas prototípicas, o las aportaciones de Ekman y Friesen a la codificación de la

expresión facial de la emoción, pero, por razones de espacio, nos conformaremos con sarcarlas a
colación. Sin embargo, vale la pena exponer los factores comunes a todos estos enfoques

evolucionistas, que podrían resumirse en los siguientes principios básicos:

1-Las emociones surgen desde una base biológico-adaptativa y son modificables a través

del aprendizaje social.

2-La percepción de un estímulo emocionalmente elicitante produce una actividad en


determinadas estructuras neurales.

3-Dicha actividad genera la experiencia emocional, la conducta emocional expresiva y los

correlatos fisiológicos típicos de la emoción.


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

4-El patrón de actividad neural, el patrón comportamental, el fisiológico y el de

experiencia subjetiva, son específicos para cada emoción, existiendo un número limitado de

éstas.
5-Se da un circuito de retroalimentación entre la acción motora expresiva y la experiencia

subjetiva emocional.

Como se puede deducir de todas estas aproximaciones, la influencia de Darwin en la

moderna psicología de la emoción es todavía muy relevante. Sus seguidores se caracterizan aún

por compartir un último postulado fundamental: la creencia de que las emociones no difieren
especialmente entre las diferentes especies animales o humanas. Cabe decir que la aproximación

biologicista de todos estos modelos va a chocar abiertamente con las aproximaciones desde

ópticas cognitivas, como las formuladas por Lazarus (1984) o Averill (1980, 1988, 1992). Ross
Buck (1985), sin abandonar el biologicismo y la perspectiva evolucionista, va a proponer una

postula conciliadora que merece mención aparte y que, por ello, expondremos detalladamente en

un próximo capítulo.

8.7. La tradición psicofisiológica/cognitiva.

Esta tradición parte de los trabajos del largamente citado William James. Este autor

desarrolló un concepto de emoción que enfatizaba las relaciones entre sentimientos subjetivos y

estados fisiológicos de activación periférica. Hemos visto como esta concepción impulsó a
muchos otros investigadores a analizar la relación entre el arousal y el feed-back vegetativo-

visceral, el feedback de la musculatura facial o el de ciertos centros cerebrales, con los

sentimientos subjetivos de emoción. Desde el punto de vista de Mandler (1984), la principal


contribución de James fue la de promover el cambio desde una aproximación de contenidos,

típica, por ejemplo, de la tradición estructuralista, a la aproximación de procesos que predomina

hoy en la ciencia psicológica. La tradición que nos ocupa, tal y como se ha desarrollado
recientemente, no acepta de manera estricta el supuesto fundamental de James. Considera que el

feed-back vegetativo-visceral y el facial son de gran relevancia para la experiencia emocional,


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

pero, habitualmente, recurre a ciertos procesos cognitivos para explicar la elicitación de la

emoción. De las teorías sucesoras del modelo jamesiano, algunas optan por otorgar más

relevancia a la dimensión fisiológica. Otras, en cambio, se centran prioritariamente en el estudio


de la dimensión cognitiva. También aparecen algunos modelos que se ubican en posturas

intermedias. En cualquier caso, los hallazgos recientes sobre patrones vegetativo-viscerales y los

estudios de electromiografía facial asociados a ciertas emociones específicas, parecen haber


revitalizado los planteamientos originales de James. Efectivamente, a partir de la tradición

bifactorial abierta por Schachter y Singer (1962), numerosos modelos han acentuado su

jamesionismo, aunque también es verdad que otros han optado por la vía opuesta, otorgando
mayor relevancia al papel de la cognición.

Para ofrecer un panorama más o menos organizado de los modelos que pueden inscribirse

en la tradición psicofisiológico/cognitiva, vamos a dividir, de forma un tanto arbitraria, las teorías


en tres grandes grupos:

1-Los modelos de la tradición bifactorial.


2-Los modelos centrados en la cognición.

3-Los modelos centrados en los aspectos psicofisiológicos.

Los modelos de la tradición bifactorial.

Constituyen esencialmente lo que antes llamábamos herencia directa de William James -


los modelos del segundo y del tercer grupo forman parte, a su vez, de lo que llamábamos herencia

indirecta-.

Se puede decir que la tradición bifactorial debe su aparición, al menos en parte, a la


incapacidad heurística de los modelos unidimensionales basados en el concepto de arousal o

activación inespecífica. Desde una postura simplista, podríamos decir que la teoría bifactorial

soluciona la cuestión de la inespecifidad de la activación postulando una dimensión epicrítica de


evaluación cognitiva de esta activación en función de la situación y el contexto. Esta dimensión

cualitativa sería la que explicaría la vivencia de diferentes emociones a partir de una activación
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

más bien indiferenciada. La cognición del sujeto sería, de este modo, la que determinaría el

sentido de la vivencia emocional, aunque la activación sería un requisito previo necesario para

que se diera dicha vivencia.


Vale la pena mencionar un antecedente no demasiado conocido de la tradición bifactorial,

todavía en una línea muy jamesiana. Nos referimos a la propuesta de Wenger (1950), que asocia

la emoción a la respuesta visceral. En efecto, este autor pensaba, siguiendo parte del pensamiento
jamesiano, que el origen de las emociones eran las respuestas viscerales. Sin embargo, huía del

introspeccionismo utilizado por James, enfatizando la importancia de la conducta emocional a la

hora de evaluar una emoción determinada. De hecho, pensaba que nuestra percepción de un
estímulo emocional dependía de los estímulos condicionados e incondicionados asociados a él,

que son los que provocan los cambios vegetativos que conducen a la respuesta visceral. Para

Wenger, la percepción de los cambios viscerales constituía un estímulo motivacional, un drive,


que culminaba en respuestas musculares encubiertas e informes verbales. Cada emoción tenía

una forma distinta de manifestación somática.Simplificando, la secuencia sería:

EE-> cambios vegetativos-> cambios viscerales-> percepción de la respuesta

visceral = Emoción/Motivación -> Respuesta encubierta/verbal.

Con la teoría de Schachter (1964), se inaugura la llamada tradición bifactorial, basada en

experimentos llevados a cabo en años anteriores, especialmente en el realizado con Singer en

1962 (Schachter y Singer, 1962). Normalmente, un estado emocional consta de una cognición
emocional -que aporta la cualidad a la emoción- más una activación fisiológica -que es

responsable de la dimensión intensiva-. El problema surge cuando se da una activación para la

cual no se dispone, en primera instancia, de una cognición explicativa: es entonces cuando nos
vemos motivados a buscar una explicación a la activación fisiológica sentida. La emoción

finalmente evocada por esta activación dependerá de la explicación cognitiva que se le dé,

dependerá, en definitiva, de como se valore o etiquete.


Según Manstead y Wagner (1981), las tres proposiciones fundamentales de esta teoría

serían las siguientes:


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

1-Dado un estado de activación fisiológica para el cual no tiene explicación inmediata, el

individuo etiquetará este estado y describirá sus sentimientos en términos de las cogniciones de
que disponga. En la medida en que los factores cognitivos son determinantes potentes de los

estados emocionales, se puede anticipar perfectamente que el mismo estado de activación

fisiológica puede etiquetarse como "alegría", "furia" o alguna otra de la gran diversidad de
etiquetas emocionales, dependiendo de los aspectos cognitivos de la situación.

2-Dado un estado de activación fisiológica, para el cual un individuo tiene una


explicación completamente apropiada, no surgirán necesidades evaluativas, y es improbable que

el individuo etiquete sus sentimientos en términos de las cogniciones alternativas disponibles.

3-Dadas las mismas circunstancias cognitivas, el individuo reaccionará emocionalmente o

describirá sus sentimientos como emociones sólo en la medida en que experimente un estado de

activación fisiológica.

De las tres proposiciones de la teoría la más característica y distintiva es, sin duda alguna,

la primera. Schachter puso siempre especial atención en el estudio de la activación inexplicada.


Esta teoría también debe verse como un intento ecléctico de superación de la vetusta

polémica James-Cannon, puesto que se aceptan tanto los factores periféricos (arousal ) como los

centrales (cogniciones). Sin embargo, han surgido algunos problemas relacionados con la
contrastación empírica de la teoría que han hecho que ese intento de superación no haya resultado

definitivo. El principal problema reside en la circunstancia de que hay poco apoyo experimental

de las dos primeras proposiciones, lo que ha propiciado las sucesivas revisiones que han surgido
en el marco de esta tradición bifactorial (Zillmann, 1971, 1972, 1978; Schachter, 1971; Berscheid

y Walster, 1974; etc) y las críticas y alternativas teóricas surgidas fuera de él (Arnold, 1960;

Lazarus, 1968; Zimbardo, Ebbesen y Maslach, 1977; Berkowitz, 1978; Marshall y Zimbardo,
1979; Maslach, 1979; Roseman, 1984; Scherer, 1984; Weiner, 1985; Frijda, 1986; etc).

Actualmente, hay algo así como media docena de teorías de la emoción basadas en la evaluación
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

cognitiva (appraisal ) que pueden considerarse sucesoras vigentes de la teoría de Schachter y, por

tanto, pueden ser inscritas en la tradición que hemos llamado bifactorial (Ellsworth, 1991).

Los modelos centrados en la cognición.

Destacan en este apartado los modelos llamados del appraisal o de la valoración


cognitiva. Por orden cronológico cabe destacar, en primer lugar, la aproximación de Arnold

(1960). Esta autora pensaba que la emoción requiere de una evaluación cognitiva inicial de la

situación, una evaluación, digamos, pre-arousal, que va a calificar la situación estimular como
buena o mala. Esta evaluación inicial era el mecanismo clave que conducía tanto a la activación

fisiológica como a la experiencia emocional subsiguiente. Arnold estudió a fondo las bases

neurofisiológicas de la emoción, para contrastar si resultaban coherentes con su teoría. De todas


formas, se echa a faltar en su modelo una explicación de las emociones específicas. Tendrán que

ser otros investigadores posteriores quienes pongan remedio a esta carencia.

Entre ellos se encuentra Richard Lazarus (1966, 1975, 1982, 1984, 1991), quién va a
ampliar el concepto de evaluación cognitiva propuesto por Arnold. Lazarus defiende que, en

lugar de darse la evaluación genérica bueno/malo propuesta por Arnold, se da una evaluación

primaria que ya es específica. Según la evaluación cognitiva (appraisal) será la emoción. Así
pues, evaluaciones de amenaza conducen a emociones de miedo, evaluaciones de injusticia a

emociones de rabia, evaluaciones de curiosidad a emociones de interés, etc. Cada emoción

implica un tipo concreto de evaluación, una tendencia específica a la acción (poder motivacional)
y una expresión particular. El número posible de evaluaciones -y, por tanto, de emociones-

depende del conocimiento emocional del individuo y es, en consecuencia, específico de cada

individuo. De este modo, variará también la manera de cada sujeto de actuar, de enfrentarse a su
entorno. Lazarus va a estudiar profusamente estas estrategias de afrontamiento (coping),

arguyendo que existen dos grandes modos de enfrentarse con el campo estimular: a través de la

acción directa -la evaluación cognitiva del éxito o fracaso de esa acción determinará nuestra
experiencia emocional-, y a través de un proceso de reevaluación (reappraisal), a nivel

puramente cognitivo -podemos reevaluar una determinada situación, centrándonos más en sus
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

aspectos positivos, o viceversa-, lo que repercutirá también en la vivencia emocional

subsiguiente. Como vemos, Lazarus es un claro exponente de la postura que afirma que la

cognición precede a la emoción: ello le ha llevado a mantener acalorados debates con los
defensores de que la emoción puede preceder a la cognición y que, esencialmente, una y otra son

procesos independientes. Especialmente interesante ha sido el debate mantenido con Zajonc (ver

Lazarus, 1982, 1984 vs Zajonc, 1980, 1984).


Bernard Weiner (1982, 1985, 1986, 1992) introduce el enfoque atribucional en la

psicología de la motivación y la emoción, postulando la existencia de un segundo tipo de

evaluación, que se da después de obtener un “resultado” de la acción. Será esta evaluación


atribucional, una evaluación secundaria que, según Weiner, se produce especialmente cuando se

dan resultados “sorprendentes” y que determinará cuáles van a ser las emociones específicas: la

evaluación primaria, al estilo del modelo de Arnold, sólo determinaría el afecto genérico de la
emoción (positivo o negativo). La formulación atribucional de Weiner contribuye, igual que la de

Lazarus, a solucionar aquellas carencias explicativas de las emociones específicas de las que

adolecía el modelo de Arnold.


George Mandler (1975, 1980, 1984, 1990, 1992) considera la emoción inmersa en el vasto

contexto de la mente. En un principio, la postura de Mandler era muy similar a la sostenida en el

modelo bifactorial de Schachter, pero, poco a poco, fue otorgando más importancia a las
variables cognitivas, sobre todo a la evaluación que sigue a estímulos discrepantes de nuestras

expectativas o esquemas. Según este autor, tres son los aspectos destacables de la experiencia

emocional:

1-El arousal inespecífico, que inducirá una percepción de la actividad del Sistema

Nervioso Simpático y que se genera automáticamente o a partir de la interpretación cognitiva -del


análisis del significado estimular-. El arousal es el responsable de la dimensión intensiva de la

emoción y se da esencialmente cuando ocurre una discrepancia en la percepción, la acción o el

pensamiento, es decir, cuando lo ocurrido no encaja con los esquemas previos del individuo, con
sus expectativas. Sin embargo, la discrepancia no es la única fuente de arousal emocional, ya que
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

se puede dar también a partir, por ejemplo, del esfuerzo mental, del ejercicio físico, de la ingesta

de ciertas drogas, etc (Mandler, 1992).

2-El análisis del significado o interpretación cognitiva, que aportará la cualidad de la

emoción. La experiencia emocional surge de una interacción bidireccional entre arousal y

interpretación cognitiva: el análisis del significado puede también modificar la activación


vegetativa, lo que se traducirá en un cambio de la vivencia emocional a partir de un cambio en la

percepción del arousal.

3-La conciencia, donde se da esa experiencia emocional. De hecho, una vez realizada la

evaluación cognitiva se dan outputs hacia la conciencia, por una parte, y, por otra, hacia los

programas de acción. Mandler sugiere que algunas emociones pueden ser sólo vividas en la
conciencia y que, en todo caso, la conciencia es necesaria para la vivencia emocional generada a

partir del arousal y la interpretación cognitiva.

El enfoque de Mandler, enmarcado en la tradición constructivista, adquiere gran

complejidad al postular una continua retroalimentación entre las distintas etapas que conducen a

la experiencia emocional consciente. De este modo, la percepción estimular conduce a una


interpretación cognitiva que nos lleva a una determinada percepción del arousal producido, lo

cual se traduce en una experiencia emocional concreta que, a su vez, es nuevamente evaluada, lo

que modifica la interpretación cognitiva original, y así sucesivamente... Tal vez por esta
complejidad, el modelo de Mandler no da cuenta de numerosos datos empíricos obtenidos por la

psicología experimental de la emoción. El mismo Mandler lo reconoce, arguyendo:

“Mi posición constructivista -la teoría de la discrepancia /evaluación- sólo pretende un

poder explicativo para ejemplos concretos de experiencia emocional. No pretende la

omnisciencia acerca de la emoción, y hay aspectos de la emoción humana que esta teoría no
puede explicar en el momento presente -o, posiblemente, no pueda nunca.” (Mandler, 1992).
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

Dadas las particularidades de la concepción de Mandler, volveremos más tarde sobre ella,

dedicando el punto 8.13. a profundizar en la noción de esquema y en otras interesantes

implicaciones de su teoría.
Howard Leventhal (1974, 1979, 1982, 1984) propone el que se va a denominar modelo-

perceptivo motor de la emoción, muy ligado con el cuarto nivel de explicación de la teoría

jamesiana que vimos en el apartado 8.4. Este modelo se deriva del procesamiento de la
información, considerando que la emoción se encuentra muy ligada a los sistemas semánticos,

informándonos de los sentimientos ligados a ciertas percepciones y cogniciones y sobre los

estados internos momentáneos generados por la estimulación ambiental. La emoción, para


Leventhal, no es más que un tipo de cognición. Su modelo emocional consta de dos fases:

1-Fase perceptual/motora- En la cual se da la evaluación cognitiva que instiga la emoción


y la expresión emocional, el feed-back de la cual es a su vez necesario para determinar la

cualidad subjetiva de la emoción. Esta evaluación cognitiva viene dada por dos tipos de

decodificadores perceptuales innatos: uno automático y otro encargado de evaluar los estímulos
discrepantes de las expectativas del individuo. Estos decodificadores, a través del análisis de la

información, instigan sentimientos previos a la expresión emocional, sentimientos que tienen

sólo cualidad de positivos o negativos (como en las formulaciones de Arnold y Weiner). Las
discriminaciones emocionales más finas se dan sólo después del feed-back de la expresión

emocional y de la activación vegetativa.

2-Fase de acción- Según Leventhal, aunque el sistema de acción compite normalmente

con el emocional de forma que en la medida que uno es consciente de lo que hace pierde

consciencia de lo que siente, si la acción y el estado emocional que la precede se hallan


estrechamente asociados, entonces esta acción puede llegar a intensificar el sentimiento.

Otra aproximación destacada desde el modelo del procesamiento de la información nos la


ofrece Nico H. Frijda (1970, 1984, 1986, 1987, 1988), que piensa que las emociones surgen

como respuesta a las estructuras de significado de cada situación. Cada estructura de significado
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

específica da cuenta de una emoción determinada. También Öhman (1987) y Schwartz (1986)

nos ofrecen perspectivas en cierto modo coincidentes. Tal vez, quepa destacar la aproximación de

éste último, que adopta un modelo emocional partiendo del enfoque de la Teoría General de
Sistemas. Para Schwartz, los tres componentes de la emoción (cognitivo, conductual y

fisiológico) interactuan, y de esta interacción surge la emoción como un proceso holístico (el todo

es más que la suma de las partes). Ningún componente por separado es suficiente para explicar la
emoción. De hecho, la emoción es la combinación interactiva de los tres componentes.

No podemos finalizar este apartado dedicado a los modelos centrados en la cognición sin
aproximarnos a los modelos que tratan de las relaciones de la emoción con los procesos

mnésicos. Entre todos ellos destaca sin duda el modelo de Gordon H. Bower (1981, 1983, 1987).

Este autor se ha mostrado especialmente interesado en la investigación de las relaciones de la


emoción y la cognición, un tema especialmente apasionante y causa de alguna de las mayores

controversias en la psicología contemporánea de la emoción. La trascendencia de este debate se

materializó hace casi una década en la creación de una publicación periódica: el año 1987 se creó
la revista Cognition and Emotion, constituyendo un foro internacional de discusión especializada

sobre estos tópicos. Bower se erige en uno de los personajes clave de esta polémica, sobre todo

por lo que se refiere al estudio de las relaciones entre emoción y memoria. Como han demostrado
numerosas investigaciones, el recuerdo depende en cierta medida de la similitud entre la

situación de aprendizaje y la de evocación. Esto, según Bower, puede hacerse extensivo al estado

emocional de un sujeto. De este modo, un individuo recordaría mejor los sucesos que se hubieran
dado cuando experimentaba un estado emocional semejante al del momento del recuerdo, es

decir, la congruencia del estado emocional del momento del aprendizaje y del momento de la

evocación facilita la recuperación. Este efecto emocional sobre la memoria se pone de manifiesto
sobre todo cuando el material a recordar es poco accesible y cuando la tarea de recuperación es

especialmente dificultosa. En esta línea de investigación, Bower presenta evidencias de que

también se aprende mejor lo que resulta congruente con nuestro estado de ánimo. La emoción
elicita, pues, un aprendizaje selectivo. Pero la influencia de la emoción no se limita al aprendizaje

y la memoria: el humor influye también sobre la asociación libre de palabras, sobre la


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

interpretación de escenas ambiguas, sobre las expectativas, sobre la atención, sobre el juicio,

sobre la autoevaluación y, naturalmente, sobre la motivación. Bower postula un modelo teórico

que puede dar cuenta de parte de estos efectos de la emoción sobre la cognición. Este autor
concibe la memoria como una serie de nódulos interconectados en una red asociativa. Las

emociones son también nódulos de esta red, interconectados a otros nódulos que representan

expresiones emocionales, actividad vegetativa, etiquetas verbales, determinados sucesos,


estímulos o situaciones concretas, etc. La activación de estos nódulos, que determinará la

recuperación mnésica, puede darse directamente o, indirectamente, a través de la activación

transmitida desde los otros nódulos a los cuales se hallan interconectados. Los efectos del estado
emocional sobre la cognición en general, y sobre la memoria en particular, se explican porque

todo lo que se vive con un humor determinado se liga a nódulos que representan ese estado

emocional. Así, por ejemplo, la reinstauración del estado emocional activará, al menos
parcialmente, todos los nódulos relacionados con el nódulo que lo representa, facilitando así la

recuperación de todo lo asociado con este humor particular.

Parece que, además de lo dicho, los estados de ánimo negativo y, en particular, los
trastornos depresivos afectan espectacularmente a la memoria. Esto se debe a un déficit para

procesar, organizar y codificar la información. Por el contrario, los estados emocionales positivos

tienden a facilitar el procesamiento cognitivo y, por tanto, favorecen, a nivel genérico, los
procesos de aprendizaje y la memoria.

Modelos centrados en los aspectos psicofisiológicos.

De entre todos estos modelos, destaca sin duda la teoría de Peter J. Lang (Lang &

Lazovik, 1963, Lang, 1979, 1984, 1985, 1987, 1988), una de las aproximaciones más exhaustivas
al estudio psicológico de la emoción. El punto de vista de Lang es comprehensivo, dado que

intenta ligar la psicología básica de la emoción -desde el punto de vista del procesamiento de la

información-, la psicofisiología y la psicología clínica de orientación cognitivo-conductual. Lang


investiga la imagineria emocional y afirma que las imágenes emocionales vienen codificadas de

forma proposicional (no de forma analógica). Según Lang, esta estructura proposicional de la
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

imagen emocional determina la activación fisiológica asociada a ella. Las instrucciones dadas por

el experimentador, o el clínico, para evocar la imagen emocional, pueden referirse a

proposiciones de estímulo -describiendo, por ejemplo, un estímulo fóbico- o a proposiciones de


respuesta -describiendo la respuesta cognitiva, motora y fisiológica del sujeto ante el estímulo

fóbico-. Según Lang, las proposiciones de respuesta producen una mayor activación

psicofisiológica, lo que se traduce en un cambio más acentuado en variables tales como la tasa
cardíaca, la electromiografía, la tasa respiratoria, la actividad electrodérmica, etc. Según la

evidencia experimental, también la vivencia de escenas fóbicas es más intensa cuando se utilizan

proposiciones de respuesta que cuando se utilizan proposiciones de estímulo. Lang defiende que
los sujetos que manifiestan más reactividad fisiológica y más vivencia subjetiva de las imágenes,

obtienen normalmente un mayor éxito terapéutico en el caso, por ejemplo, de que sean sometidos

a una desensibilización sistemática para intentar solucionar una fobia. Además, la reactividad
fisiológica depende de otra variable: las diferencias interindividuales en habilidad imaginativa.

Lang considera la emoción como un tipo de acción que, cuando se activa, se procesa

como un programa motor y, al mismo tiempo, como un programa conceptual. La información


emocional es proposicional y se organiza en redes asociativas mnésicas. Cuando se activan un

determinado número de proposiciones de estas redes, se produce un procesamiento de la red en

su totalidad. Esta activación no se produce exclusivamente por la presencia del estímulo real,
sino que puede darse a partir de fotografías, dibujos o, aún mejor, a partir de instrucciones y

descripciones del experimentador. De entre las proposiciones que forman las instrucciones, las

más relevantes de cara a inducir la activación de la red mnésica son las proposiciones de
respuesta.

Evidentemente, estas conclusiones de Lang llevan consigo connotaciones importantes

para la psicología clínica, por ejemplo, para la intervención en trastornos fóbicos mediante
técnicas de desensibilización sistemática o de exposición en imaginación. Desgraciadamente,

pese a que la evidencia experimental sí que confirma que, en sujetos entrenados, se da más

activación fisiológica cuando se utilizan proposiciones de respuesta, no hay evidencias claras que
apunten a que la segunda parte de la hipótesis de Lang se cumpla: de momento, no hay indicios
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

de que la mayor activación psicofisiológica se traduzca en una mayor efectividad del tratamiento

en los sujetos que la experimentan.

8.8. La tradición neurofisiológica.

Esta aproximación al estudio de las emociones se origina modernamente en las


formulaciones de Cannon y sus críticas a la teoría de James-Lange. Su teoría talámica, advierte

que son ciertas estructuras del cerebro (básicamente el tálamo) las responsables de la experiencia

y la conducta emocionales. También Cannon, como había hecho Darwin el siglo anterior,
destacaba la funcion adaptativa de las emociones, aunque no exactamente en el sentido

darwiniano. Para él, el tálamo inducía, vía hipotalámica, los cambios periféricos típicos de la

emoción (aumento de la frecuencia respiratoria y cardíaca, aumento de la presión arterial,


dilatación pupilar, paralización de los procesos digestivos, secreción de adrenalina, aporte de

glucosa a partir de la glucógenolisis, etc), que no constituían sino mecanismos de preparación

para el ataque o la huída. El córtex, según Cannon, ejercía una función inhibitoria sobre el
tálamo. Los estímulos emocionales inhibían esta inhibición, dando lugar a la activación del

tálamo (inhibición de inhibición = activación) que provocaba, a su vez, una estimulación del

córtex, produciendo el sentimiento o experiencia emocional, y del hipotálamo, dando lugar a la


conducta emocional y a los cambios periféricos, sobre todo vía Sistema Nervioso Vegetativo y

Sistema Endocrino.

En la teoría de Cannon, las relaciones funcionales entre emoción, preparación y acción


eran evidentes. No obstante, su énfasis en las funciones de emergencia de las emociones llevó a

investigadores posteriores a identificar las emociones tan sólo con las situaciones límite,

considerándolas epifenómenos propios de esas situaciones extremas.


Actualmente, aunque el estudio psicobiológico de los procesos emocionales no sea aún

demasiado prolífico, se está investigando cada vez más, y la eclosión de la llamada neurociencia

cognitiva ha contribuido a acentuar este renovado interés, hasta el punto de que uno de los
investigadores contemporáneos más relevantes ha hablado recientemente del nacimiento de una

nueva disciplina que denomina “neurociencia afectiva” (Panksepp, 1991). Efectivamente, los
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

neurocientíficos y los neuropsicólogos cognitivos están intentando determinar los sistemas

funcionales, las vías neurales y los mensajeros interneuronales asociados al universo fundamental

y comportamental de la emoción. De entre todos estos estudios, destacan los que se han dedicado
a investigar la base neural de la emoción, estudiando un sistema funcional que, por su situación

limítrofe entre el cerebro diencefálico y la parte telencefálica, filogenéticamente más reciente, se

ha llamado Sistema Límbico.

El Sistema Límbico, nuestro cerebro emocional.

Ya hemos dicho que la investigación de las bases neurales de la emoción sigue la

tradición centralista, por lo que no debe extrañarnos encontrar en los orígenes de este enfoque la

conocida teoría de Cannon-Bard, ya comentada someramente en el apartado anterior. Desde


entonces, los intentos por ir desentrañando los misterios de nuestro cerebro emocional han sido

numerosos, pero todavía hoy no hay un completo consenso de las estructuras que forman parte

del Sistema Límbico. Por ello, adoptaremos aquí una solución de compromiso, siendo
conscientes de que es posible que omitamos ciertas estructuras que, para determinados autores,

son parte indiscutible de nuestro cerebro emocional. Pero, antes de entrar en las concepciones

contemporáneas, conviene al menos hacer una referencia a algunos antecedentes importantes.


Nos referimos, en primer lugar, a las investigaciones de John W. Papez (1937) -elaboradas más

tarde por MacLean- según las cuales existía una especie de circuito cerrado y reverberante que

explicaba la localización cerebral de las emociones. Dicho circuito, conocido precisamente como
Circuito de Papez, recorría en su periplo las siguientes estructuras:

Hipocampo --> Fórnix --> Cuerpos mamilares del hipotálamo --> Núcleos anteriores del
tálamo --> Circunvolución del cíngulo --> Circunvolución parahipocampal --> Hipocampo.

Ha sido también importante la contribución de Paul D. MacLean (1949, 1970,1990), el


cual, desde una perspectiva evolucionista, nos habla del llamado cerebro trino: nuestro cerebro,

en base a criterios filogenéticos, puede ser dividido en tres partes: las formaciones reptilianas,
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

que compartimos con la mayoría de vertebrados, las formaciones límbicas o paleomamíferas, más

recientes y que encontramos sólo en aves y mamíferos, y las formaciones neocorticales, que

constituyen la parte más evolucionada de nuestro cerebro y se hallan sólo en los mamíferos
superiores, particularmente desarrolladas en los primates y, entre éstos, de forma muy especial en

el homo sapiens. Cada una de estas tres partes de nuestro cerebro jugará su papel en la

determinación de la conducta y la experiencia emocional del ser humano, un papel involucrado


en pautas comportamentales tanto más complejas, flexibles y evolucionadas cuanto más moderno

sea su origen filogenético.

Hoy en día, se ha progresado mucho en el conocimiento de nuestro Sistema Límbico, el


cerebro emocional por excelencia. Ello ha sido posible gracias, primero, a las investigaciones

neuropsicológicas realizadas con individuos que padecían lesiones localizadas o eran sometidos a

estimulación eléctrica de ciertas zonas de su cerebro, después, dado el extraordinario progreso


tecnológico de estas últimas décadas, gracias a las técnicas de estimulación bioquímica y

farmacológica y, más recientemente, a las técnicas de neuroimagen que nos ofrecen información

funcional (TEP, SPECT, IRMf, etc).


En virtud de todas estas investigaciones, se sabe que el Sistema Límbico está formado por

estructuras corticales relativamente primitivas -no se trata de neocórtex, sino de un córtex

filogenéticamente más antiguo que consta normalmente de tres a cinco capas, en lugar de las seis
que forman las zonas neocorticales- y por toda una serie de núcleos subcorticales sobre cuyo

número e identidad, ya lo hemos dicho, no acaba de alcanzarse un definitivo consenso. Entre las

estructuras corticales, destacaremos:

1-La circumvolución del cíngulo o lóbulo límbico, una de las zonas de mayor importancia,

ya que parece que se da aquí una coordinación de la actividad de otras zonas límbicas que se cree
muy relacionada con la experiencia subjetiva de la emoción. Se ha dicho que es el puente entre lo

emocional y lo cognoscitivo.

2-La circunvolución parahipocampal.


3-El hipocampo, que, junto a la circunvolución parahipocampal, parece relacionado con la

memoria emocional.
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

4-El uncus, que tiene que ver también con el procesamiento de la información olfativa que

le llega del bulbo olfatorio por el primer par de nervios craneales o nervios olfatorios -tal vez por

eso los olores evocan fácilmente determinadas emociones o experiencias emocionales pasadas-.
5-El septum verum o área septal, implicado en emociones como la ira, los sentimientos

maternales y el instinto de tutela de la prole, y la motivación sexual.

Entre los núcleos de substancia gris subcorticales, cabe mencionar:

1-La amígdala, situada en cada lóbulo temporal e involucrada especialmente en las


emociones de miedo y rabia, y en la conducta agresiva. También interviene en el sentido del

olfato

2-El núcleo habenular, una pequeña protuberancia que forma parte del llamado epitálamo
y se halla situada en la parte posterior al III ventrículo, próxima a la epífisis o glándula pineal.

3-Los núcleos anteriores del tálamo, de funciones todavía poco conocidas.

4-El hipotálamo, especialmente los llamados cuerpos mamilares, punto clave de conexión
del Sistema Límbico con el Sistema Nervioso Vegetativo y, vía eje hipotalámico-hipofisario, con

el Sistema Endocrino.

5-El tegmento mesencefálico, que forma parte de la llamada Formación Reticular, y es en


gran parte responsable de la dimensión intensiva de la emoción.

Todas estas estructuras, corticales y subcorticales, se hallan altamente interconectadas por


numerosas vías, formando un gran sistema funcional. Entre los tractos de substancia blanca que

se encargan de dicha intercomunicación destacan el tracto mamilotalámico y el fórnix.

El Sistema Límbico también se encuentra relacionado con zonas del SNC más recientes
desde el punto de vista filogenético, básicamente áreas neocorticales. Destacan el neocórtex

temporal anterior y el neocórtex frontal.

El estudio de las asimetrías interhemisféricas ha conducido a la concepción del cerebro


izquierdo como un hemisferio más “racional”, especializado en tratar la información de forma

analítica, y ligado normalmente a las funciones lingüísticas. Según este modelo, nuestro
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

hemisferio derecho se hallaría más involucrado en el tratamiento de la información perceptivo-

espacial, su forma de procesar sería más global, más sintética, y sería el encargado, por

excelencia, de procesar la información emocional. Aunque recientemente se ha empezado a poner


en duda esta clásica dicotomía funcional entre el cerebro derecho y el cerebro izquierdo

(Gazzaniga, 1985), parece haber evidencias de que, efectivamente, lesiones importantes del

hemisferio derecho conducen, normalmente, a una falta de reconocimiento de las expresiones


emocionales, a una profunda indiferencia afectiva y, aunque los sujetos afectados sean capaces de

expresar verbalmente contenidos emocionales, lo hacen sin los indicios paraverbales que denotan

la verdadera presencia de emoción (p.e., su lenguaje es monótono, sin las modulaciones propias
de los distintos estados emocionales).

Ya hemos dicho que estas últimas décadas el progreso en el conocimiento

neuropsicológico ha sido espectacular. Esperamos que las arduas investigaciones que intentan
correlacionar lo morfológico con lo funcional nos aporten pronto datos definitivos, que

erradiquen la falta de consenso que hemos apuntado y nos conduzcan, al fin, a un conocimiento

exhaustivo de nuestro cerebro emocional.

8.9. La tradición psicodinámica.

Sigmund Freud y el psiconálisis provocaron, en su día, un seísmo en el seno de la

psicología y en la concepción que hasta entonces se había tenido de la mente humana. Nuevos

conceptos irrumpieron en el ámbito psicológico derribando la puerta de los convencionalimos y


trayendo consigo, a menudo, el escándalo de la comunidad científica. Términos como

inconsciente, energía catéctica, resistencia, mecanismos de defensa, represión, transferencia,

objeto sexual, sexualidad infantil, superego, Eros y Thanatos, etc, invaden el panorama
terminológico de las ciencias de la mente. Es indudable la contribución de este modelo de la

mente y del desarrollo motivacional humano a la psicología de las emociones. De hecho, podría

considerarse el psicoanálisis como una macroteoría de la emoción y la cognición, encuadrable


entre las teorías emocionales del conflicto de la tradición mental o psicológica comentada en el

apartado 8.5. (Mandler, 1979). En la teoría psicoanalítica aparece la tácita convicción de que las
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

emociones son parte de una herencia biológica, pero que pueden experimentar grandes cambios

en función de la experiencia vital. Sorprendente resulta el hecho de que, a pesar de que los

términos afecto y sentimiento aparecen a menudo en los escritos psicoanalíticos, pocos


investigadores han planteado una visión sistemática de las emociones según una perspectiva

psicodinámica. Sin embargo, sí se puede deducir de la teoría de Freud que el afecto aparece con

la incapacidad del organismo para descargar ciertas reacciones instintivas -lo cual supone un
conflicto--. MacCurdy (1925) habla de tres estadios implícitos en la teoría psicoanalítica de la

emoción:

1-activación de la libido en conexión con alguna tendencia instintiva.

2-manifestación de esta energía en la conducta, o en el pensamiento consciente si esta

tendencia es bloqueada.
3-si el bloqueo se extiende también al pensamiento consciente, aparece la vivencia

emocional, a menudo inmersa en un cuadro neurótico.

Heller (1983) propone una sistematización parecida del proceso emocional:

1-los datos sensoriales que llegan al organismo son evaluados inconscientemente y


movilizan energías impulsivas.

2-los impulsos -que se consideran perentorios, cíclicos, selectivos y desplazables- son

clasificados como orientados al placer y orientados a la realidad, y, a menudo, entran en


conflicto.

3-si no está disponible una vía libre para el escape de estas energías, se produce la

expresividad emocional, la experiencia emocional y los cambios neurofisiológicos


concomitantes.

El psicoanálisis se interesará principalmente por las alteraciones de este sistema de escape


que producen reacciones emocionales inadecuadas o patológicas, el paradigma de las cuales es la

neurosis. Hay quien dice que, por eso, más que una teoría emocional, el psicoanálisis es una
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

teoría de los trastornos emocionales. Después de todo, no hay que olvidar que la teoría

psicoanalítica ha estado, desde sus inicios, plenamente vinculada a la práctica clínica.

8.10. La tradición conductual.

Podemos hacer coincidir el inicio de esta tradición con la aparición de la personalidad de


John B. Watson, el cual, a partir de los estudios de Darwin sobre la expresión emocional y de la

Reflexologia sobre las respuestas condicionadas -destacan los estudios de Bejterev sobre el

condicionamiento de respuestas musculares y, naturalmente, los de Pavlov, sobre el de respuestas


glandulares-, va a inaugurar la incursión del conductismo en el estudio de la emoción. Los pinitos

teóricos que ha ensayado este paradigma en relación con la emoción han sido relativamente

pobres si los comparamos, por ejemplo, con las teorías conductistas de la motivación. A menudo,
el estudio de la emoción se limitaba a la conducta animal y al análisis del condicionamiento de

estados viscerales, pasando por alto numerosas cuestiones que ya habían sido planteadas desde la

óptica funcionalista de William James. Estos conatos teóricos debemos encuadrarlos en las
teorías del conflicto y, por tanto, en la tradición mental mencionada por Mandler (1979) -el

conductismo, efectivamente, aborda con preferencia los mecanismos psicológicos y deja de lado,

por entender que no es su objeto de estudio, los mecanismos fisiológicos-. El estudio de la


emoción roza el descrédito en el marco del paradigma conductista, que pretende una

aproximación mecanicista al estudio del comportamiento humano, un mecanicismo basado en el

asociacionismo y el análisis riguroso de la conducta observable. A veces, dicho descrédito se


acerca incluso al descrédito de índole moral. Kantor mismo (1922) reconoce que las

consecuencias emocionales son caóticas y perturban el devenir normal de la conducta,

produciendo conflicto. Esta visión de la emoción como algo perjudicial, dado que interfiere el
progreso de la actividad, nos recuerda en alguna medida el significado peyorativo, y en ocasiones

hasta pecaminoso, que se creía inherente a las pasiones en tiempos medievales. Para el

conductismo, emoción era sinónimo de conflicto, y el conflicto debía evitarse. Es más, cuando se
producía, era un buen índice de que nuestro ambiente no era el propicio. Por todas estas razones,
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

los conductistas se encontraban cuando menos incómodos en terreno emocional, y algunos

llegaron a considerar su estudio como superfluo en el marco del análisis de la conducta humana.

Una de las principales aspiraciones de los conductistas que se interesaban aún por lo
emocional era que las leyes del condicionamiento llegaran a explicar la adquisición, el

mantenimiento y la extinción de los estados emocionales. Pero la esperanza y el empeño de

aquellos primeros seguidores del movimiento conductista no ha dado aún los frutos esperados.
Sabemos mucho de las leyes del condicionamiento, particularmente de las respuestas viscerales,

pero esta línea de investigación deviene bastante obtusa al abordar los determinantes, adquisición

y pérdida de la experiencia emocional humana. Sólo recurriendo a la ayuda aportada por el


estudio de variables cognitivas ha podido el conductismo de los últimos decenios abordar esta

cuestión.

Según Mandler (1979) hay dos únicas contribuciones clave del conductismo al estudio
psicológico básico de la emoción. Una fue la contribución de Mowrer (1939, 1960), formulando

conceptos típicos de la emoción en lenguaje propio del condicionamiento. Así, para este autor, el

miedo no era sino la forma condicionada de la respuesta de dolor, y la esperanza, la del refuerzo
positivo. La otra contribución relevante fue el análisis de Skinner de las condiciones bajo las

cuales adquirimos “palabras emocionales” (Skinner, 1957).

En el ámbito de la psicología clínica la cosa cambia, dado que el paradigma conductista,


clásico y operante, se ha mostrado especialmente fructífero en analizar y ofrecer estrategias de

intervención en las alteraciones emocionales más comunes (trastornos por ansiedad, estrés,

trastornos del estado de ánimo). De todas formas, es un hecho incontrovertible que el


conductismo aplicado a la evaluación y a la intervención clínica debe apoyarse, cada vez más, en

la ayuda inestimable que suponen las técnicas de inspiración cognitiva.

8.11. La tradición de la teoría de la activación.

La aplicación de la teoría de la activación al campo de la emoción encaja plenamente en la


tradición orgánica postulada por Mandler (1979). Surge con fuerza a partir de la propuesta de

Lindsley (1950, 1951) basada en la desincronización cortical (medida mediante


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

electroencefalografía) que se observaba cuando se daba una conducta emocional -aunque, como

vimos en la primera parte de este libro, los primeros orígenes de las teorías del arousal o

activación debemos buscarlos en las investigaciones que en los años 30 manejaban el concepto de
movilización de energía de Cannon (Duffy, 1934)-. La idea era francamente atractiva: se daba un

continuum de niveles de activación, desde el coma o el sueño profundo hasta los estados

emocionales o de alerta. El registro electroencefalográfico, que era la variable dependiente,


cambiaba a lo largo de este continuum, mostrando ondas de baja frecuencia en los estados poco

activados y denotando un incremento de dicha frecuencia a medida que aumentaba la activación

del organismo: por ejemplo, la diferencia entre la vigilia relajada y la alerta emocional se traducía
en un cambio de la actividad alfa cerebral, de una frecuencia aproximada entre 8 y 12 ciclos por

segundo, en actividad beta, cuya frecuencia se halla siempre por encima de los 13 hertzios. La

principal propiedad -y, a la postre, el principal handicap- de esta teoría, era la inespecificidad de
la activación, que afectaba de manera generalizada a todo el córtex cerebral. Ya vimos como el

desarrollo del concepto de arousal o activación, en principio sinónimos, se vió favorecido por

los hallazgos efectuados en el campo de las ciencias relacionadas con el estudio del sistema
nervioso. Se descubrieron los sistemas responsables de esa activación inespecífica del córtex, y

se propuso la Formación Reticular como la estructura principal de dichos sistemas (Moruzzi y

Magoun, 1949).
Ya apuntamos también que, para Lindsley, en el extremo superior del continuum de

activación nos encontraríamos con la emoción. El desplazamiento a lo largo de los diferentes

niveles dependería en gran medida de los factores motivacionales, es decir, a medida que
aumentase la motivación del organismo aumentaría el nivel de activación inespecífica. La

vivencia del sujeto tenía pues una dimensión cuantitativa basada en ese nivel de activación

inespecífica, pero la experimentación de una emoción u otra dependía de una dimensión


cualitativa determinada fisiológicamente por procesos de excitación específicos.

A partir de la teoría de Lindsley surgieron muchos modelos relacionados (Malmo, 1959;

Berlyne, 1960; Broadbent, 1963, 1971; etc). Desgraciadamente, la falta de una medida
satisfactoria de la activación se convirtió con el tiempo en un importante problema metodológico

que dió pie a un problema todavía más preocupante: no había consenso en lo que se entendía por
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

activación. Algunos preferían la medida de la activación cortical y hablaban entonces de arousal

central, otros, en cambio, preferían una medida de actividad del SN Vegetativo, hablando de

arousal periférico. Había incluso quien rechazaba ambas alternativas y optaba por la medida de
un arousal comportamental (Broadbent, 1971). El substrato biológico de la activación también se

complicó. Según Pribam y McGuinness (1975), había tres sistemas diferenciados que

controlaban, uno la desincronización fásica, otro la tónica, mientras un tercero se encargaba de


coordinarlos. En definitiva, la falta de unanimidad, y la ambigüedad que ha ido adquiriendo con

el tiempo el concepto de activación han motivado la paulatina desaparición de modelos teóricos

basados en etse concepto, tanto en el área de la emoción, como en los otros ámbitos donde la
teoría de la activación había parecido una opción prometedora (Rosselló, 1994). Remitimos al

lector al apartado 4.6., donde veíamos las relaciones entre activación y motivación, para una

visión más exhaustiva de este enfoque y de la problemática que supuso su descrédito.

8.12. La aproximación sociológica al estudio de las emociones.

Algunas de las teorías que se manejan en psicología de la emoción destacan el papel

importante que desempeñan la emoción y la expresión emocional en la comunicación

interindividual, en la interacción y organización social, pero enfatizan, casi siempre, el valor


adaptativo que todo ello supone para el propio individuo (p.e. las teorías que hemos encuadrado

en la tradición evolucionista). Las aproximaciones sociológica y antropológica, en cambio, se

centran en el estudio del sistema de organización, dejando de lado esta consideración individual.
Mientras la mayor parte de los psicólogos estudian la emoción como una característica genérica

de los seres humanos, los sociólogos la consideran un fenómeno propio de un grupo de gente

socialmente específico, que vive en un momento determinado, en una cultura determinada y en


unas determinadas circunstancias (p.e., status socioeconómico). De este modo, el énfasis de la

sociología de las emociones recae sobre la historia, la cultura, la estructura social, etc; todo

aquello que moldea al individuo independientemente de su naturaleza individual. Los sociólogos


están especialmente interesados en el contexto como origen y ámbito de manifestación

emocional. Una teoría de las emociones que pretenda ser verdaderamente explicativa no debe
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

preocuparse sólo de los eventos cognitivos y de las variables conductuales y fisiológicas, sino

también de los procesos culturales y sociales que evocan determinadas emociones en

determinados contextos. No hay emociones libres de contexto. No hay emociones arraigadas en


un ambiente histórico específico que no sean una adaptación funcional, una respuesta o un factor

de mantenimiento de esa particular circunstancia histórica. Según Kemper (1991), la sociología

de las emociones no se puede reducir a la psicología de las emociones: una teoría emocional
completa debe contemplar una comprensión integrada del cuerpo, la psique y la sociedad.

El estudio sociológico de las emociones ha experimentado una particular efervescencia a

partir de los años 70, como vimos que ocurrió en el ámbito psicológico. Las aproximaciones
teóricas son múltiples y, a menudo, irreconciliables, incluso en mayor grado de lo que lo son en

psicología. Sin embargo, pueden llegar a diferenciarse dos grandes planteamientos: el que estudia

la emoción centrándose en la estructura social y el que lo hace centrándose en las variables


culturales. Aunque el consenso parece aún lejano, el enfoque sociológico es un enfoque

complementario y contiguo al psicológico, si bien deben tomarse las necesarias precauciones para

que, en la medida de lo posible, la cercanía y la complementariedad no devengan simplemente


redundancia.

8.13. La emoción y la teoría de esquemas: entre Freud y Piaget.

Desde Bartlett y Piaget se viene reconociendo el papel fundamental que tiene el

"conocimiento anterior" en la producción de nuevo conocimiento. A los conocimientos anteriores


a menudo se les ha dado el nombre de “esquemas”, los cuales, por una parte, se consideran

contenidos empíricos y, por otra, estructurales (Marty, 1989). Los psicólogos cognitivos que, a

partir de los años 70, dejaron un poco de lado la rigurosa metáfora del ordenador, han empezado
a interesarse por lo que de válido pueda haber en la teoría de esquemas, demasiado ambigua para

ser considerada por un cognitivismo de "primera generación", basado estrictamente en el

procesamiento de la información. Paralelamente, la emoción ha vuelto a interesar a una


comunidad psicológica que intenta recuperar lo que pudo perder con aquella inflexible fidelidad a

la virtualidad de una metáfora. En el ámbito de la psicología de la emoción, el controvertido


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George Mandler ha dedicado gran parte de sus esfuerzos a demostrar las importantes

implicaciones que puede tener la noción de esquema para la construcción de las emociones

(Mandler, 1975, 1979, 1982, 1984, 1985, 1988). En este contexto, el esquema pasa a ocupar un
lugar relevante no sólo en el desarrollo cognitivo derivado de la doctrina piagetiana, sino también

en el desarrollo afectivo y emocional adscrito al universo freudiano.

Los esquemas forman nuestro conocimiento del mundo y nos ayudan a situarnos en el
espacio y en el tiempo, y a definir las expectativas sobre la situación presente. Los fenómenos de

discrepancia e interrupción, que se dan en relación con dichos esquemas, son fundamentales

para la génesis de la emoción -ya comentamos estas premisas del modelo de Mandler en el
apartado 8.7-. Mandler recupera las nociones freudianas de inconsciente, preconsciente y

consciente. Para este autor, hay contenidos conscientes, estructuras activadas pero no conscientes

(preconscientes) y estructuras inconscientes, no disponibles para la construcción consciente. Los


esquemas son inconscientes hasta que son activados por procesos bottom-up y/o top-down. Los

que más activación reciban serán los que más probabilidades tendrán de participar en dichas

construcciones conscientes. En cambio, las estructuras o esquemas que reciban poca o ninguna
activación no serán accesibles a la conciencia.

La postura de Mandler respecto a la conciencia es constructivista, basada en los

argumentos de Marcel (1983), que afirma que lo preconsciente no accede a lo consciente sin
pasar por una transformación constructiva. Este autor sostiene que la conciencia es una

construcción de la experiencia fenoménica a partir de uno o más de los esquemas preconscientes

disponibles. Según Mandler, que, en principio, coincide con Marcel, el mecanismo activo en tal
construcción es el esquema más general y abstracto de entre todos los que son relevantes para los

motivos y objetivos presentes del sujeto. Si este esquema abstracto no encuentra evidencia

suficiente que encaje con las expectativas creadas, se da la discrepancia o la interrupción, que
nos impide dar sentido al mundo que nos rodea y provoca una activación del Sistema Nervioso

Vegetativo. Para Mandler, como para muchos otros teóricos de la emoción que se han visto

influidos por la tradición bifactorial, la vivencia emocional es una construcción consciente que
combina estructuras de evaluación y de activación vegetativa en una estructura unitaria abstracta.

Dos fuentes van a determinar la naturaleza de la experiencia emocional específica:


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1-Los esquemas genéricos que son las abstracciones que surgen de nuestra experiencia

común: humana, cultural, social y personal.


2-La evidencia resultante de los esquemas que evaluan el medio actual, a partir de los

estados cognitivos que representan los esquemas evaluativos y a partir de la actividad vegetativa.

Cuando se da una notable discrepancia entre la evidencia disponible y las expectativas

producidas por los esquemas existentes, se dará activación vegetativa y se producirá la síntesis

emocional. Así pues, una situación particular llevará a algún tipo de vivencia emocional si se da
dicha activación, cuya ocurrencia depende, en parte, del análisis del significado del input, lo que

depende, a su vez, de los esquemas específicos activados.

Un nuevo input, que activa un nuevo esquema, puede provocar la interrupción del
proceso si es incompatible con uno viejo o si proporciona evidencia que no puede ser asimilada

por las estructuras existentes, en cuyo caso esta evidencia será catalogada de "inesperada" o

"sorprendente". El acontecimiento inesperado interrumpirá la actividad cognitiva en curso. Al


producirse la interrupción de la actividad de los esquemas, se dan fenómenos de solución de

problemas y de aprendizaje, y el foco de conciencia se centra en dicha interrupción -es frecuente

observar que los individuos sólo toman conciencia de sus acciones automáticas cuando fallan-.
Parece, pues, que una de las funciones cognitivas de la interrupción es la de llevar algún

problema adaptativo a la conciencia, donde se puede intentar su resolución. Sólo cuando la

operación de resolución del problema adaptativo no tiene éxito inmediato se produce una notoria
activación vegetativa y entra en juego algún factor emocional en la conciencia. La intensidad de

esa emoción será función del grado de activación del SN Vegetativo, y ésta depende, sobre todo,

-esperamos que quede claro- del grado de interrupción e incongruencia no resuelta.


Pero la experiencia emocional no sólo se da en función de la activación vegetativa, sino

también de la valoración cognitiva (appraisal ). Dicha valoración cognitiva depende:

1-de fuentes innatas que producen acercamiento o evitación automáticos.


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2-de aserciones personales y culturales, que son responsables de la mayoría de nuestros

valores aprendidos.

3-de preferencias primitivas basadas en la familiaridad -los tipos más sencillos y más
primitivos de valoraciones surgen de la congruencia estructural entre los acontecimientos y el

esquema-. En estos casos la valoración suele ser positiva.

4-de las estructuras de relaciones internas, que nos harán emitir una valoración subjetiva
de un objeto o de un acontecimiento determinado.

En definitiva, podemos concluir diciendo que la visión de Mandler, basada en cierta


medida en las aserciones piagetianas y los constructos freudianos de inconsciente, preconsciente

y consciente, no puede pasar desapercibida para quién pretenda estudiar la psicología de las

emociones y obtener una visión más o menos fidedigna de las aproximaciones cognitivas a su
estudio.

9. EL MODELO DE ROSS BUCK: MOTIVACION, EMOCION Y COGNICION.

Hemos optado por profundizar en este modelo porque parte de la pretensión metateórica

de lograr un modelo comprehensivo de motivación y emoción, tomando en cuenta las principales


aproximaciones al estudio de los dos procesos. A nuestro entender, este objetivo epistemológico

puede facilitar una concepción integral de los procesos motivacionales y emocionales, que

creemos muy provechosa a la hora de emprender el estudio de la psicología del sentimiento


animal y humano. En el modelo de Buck (1985, 1991) se toman en consideración la mayoría de

las tradiciones psicológicas que han abordado el análisis de la motivación y la emoción, y se

tienen también en cuenta las aportaciones de las neurociencias, de la psicobiología y de la


etología. Podríamos decir, a riesgo de caer en la sobresimplificación, que el modelo de los

primes, integra la motivación y la emoción como aspectos diferentes de un único proceso. La

aproximación que, en el marco de este modelo, afecta a la motivación y a la emoción es, de este
modo, consistente con el hecho de que coincida la raíz etimológica latina de ambos términos
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

(movere ). Esperamos que esta visión comprehensiva ayude al lector a asimilar de una forma más

holística y cohesionada todo lo que hasta aquí hemos expuesto.

9.1. El concepto de primes.

Literalmente, primes es un acrónimo de Primary Motivational/Emotional Systems , y se


refiere a unos supuestos sistemas motivacionales-emocionales básicos que explicarían tanto el

aspecto motivacional como el emocional de la conducta animal y humana.

Ross Buck los define como "sistemas propositivos especiales que sirven para las
funciones básicas de adaptación y homeostasis" (Buck, 1985). La fuerza potencial intrínseca a

los primes correspondería a la motivación, mientras la manifestación, la “salida” de esta fuerza,

correspondería a la emoción (Buck, 1991) Es importante tener presente que, para el autor del
modelo, los primes son sistemas de conducta que implican respuestas adaptativas para una

especie concreta de ser vivo, sistemas que están asociados a sistemas neuroquímicos

identificables en el Sistema Nervioso Central. Por supuesto, existen primes genéricos, comunes a
la mayoría de las especies (p.e., los determinados por las necesidades de alimento, agua, aire,

etc). Otros, por el contrario, son específicos y dependen de las necesidades adaptativas

particulares de la especie en cuestión (p.e., motivación de efectancia, motivos y emociones de bae


lingüística, etc).

La manifestación o salida (readout ) de los primes, o sea, la emoción, puede darse a tres

niveles:

1-Emoción I-Es la manifestación más básica. Implica funciones adaptativo-homeostáticas.

2-Emoción II-Implica la expresión externa, de la cual la más importante es, sin duda, la
facial.

3-Emoción III-Es la manifestación jerárquicamente superior. Se desarrolla con la

cognición. Implica una salida cognitiva interna, una experiencia directa subjetiva de los primes.

9.2. Características básicas.


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Existen toda una serie de características que no podemos perder de vista si vamos a

manejar el concepto de primes :

1-Evolucionan según las exigencias de la adaptación corporal y la homeostasis. La

función última, tanto de la motivación como de la emoción, tiene que ver con dichas adaptación y
homeostasis.

2-Implican procesos internos activos.

3-Requieren generalmente estímulos internos o externos para ser activados.


4-Se basan en mecanismos innatos organizados en diferentes regiones del SNC,

básicamente en las regiones subcorticales y paleocorticales del cerebro.

5-Son sistemas propositivos especiales que cumplen con una función específica en cada
especie animal. Como sistemas propositivos especiales, se oponen a los sistemas propositivos

generales, que se refieren al condicionamiento clásico, al aprendizaje instrumental y a la

cognición.

9.3. Los niveles de organización jerárquica de los primes.

Los primes se dan en diversos niveles de organización, desde los más simples a los más

complejos. Según Buck, esta jerarquía se corresponde con una jerarquía de estructuras nerviosas

que aumentan su complejidad a medida que se hacen más complejos los primes que tienen a su
cargo. La jerarquía de primes se corresponde también con una jerarquía filogenética: los más

simples corresponden a patrones de conducta más primitivos, los más complejos a conductas

propias de organismos más evolucionados. Una cosa más: a medida que subimos en la jerarquía
de los primes, mayor es la interacción de éstos con los sistemas propositivos generales, es decir,

con la cognición y el aprendizaje. Más adelante trataremos con más detalle estas consideraciones.

FIGURA 9
........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

Figura 9: Jerarquía de los primes según la teoría de R. Buck (1985).

Entre los reflejos, Ross Buck incluye los llamados tropismos, taxias, movimientos
automáticos endógenos, etc.

Los instintos son, como para los etólogos, patrones de acción fijos.

Los impulsos primarios tienen, como los instintos, un objetivo fijo, pero la secuencia
conductual es aprendida. Ejemplos de impulsos primarios son la necesidad de comida, agua,

sueño, oxígeno, sexo, regulación de la temperatura o evitación del dolor. El control de estos

impulsos primarios (drives ) está especialmente relacionado con la actividad del hipotálamo, que
interacciona con sistemas tales como el Sistema Nervioso Vegetativo o el Sistema Endocrino.

Los impulsos secundarios o adquiridos se diferencian de los primarios en que la meta, es

aprendida, normalmente por un proceso de condicionamiento clásico, y mantenida por un proceso


de condicionamiento operante.

Los afectos primarios son los sistemas motivacionales más comúnmente asociados a la

emoción. Se consideran afectos primarios la alegría, la tristeza, el miedo, la ira, la sorpresa y el


asco o repugnancia. Estos afectos son innatos y van asociados a manifestaciones expresivas muy

generalizadas, universales dentro de una misma especie. Sin embargo, las circunstancias bajo las

cuales son experimentados y las formas en que se expresan implican aprendizaje. Los afectos
primarios no están asociados a secuencias u objetivos específicos, como lo están los instintos o

los impulsos. En cambio, lo que hacen es activar tendencias generales de respuesta a la

estimulación ambiental. Se hallan particularmente asociados a la región del SNC que se ha


denominado Sistema Límbico.

La motivación de efectancia se refiere a la necesidad intrínseca de interacción efectiva con

el ambiente. Esta relacionada con la curiosidad y la exploración del medio en busca de nueva
información que, una vez conseguida, será rápidamente incorporada a los sistemas propositivos

generales del organismo. Parece que los sistemas neocorticales intervienen preferentemente en el

control de este tipo particular de motivación.


Consideración aparte merecen lo que hemos denominado motivos y emociones de base

lingüística, entre los cuales cita Buck la diversión, la necesidad de comprensión, de evitación de
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la disonancia, la satisfacción intelectual, etc. Estos primes, que se encuentran en la cúspide de la

jerarquía, son característicamente humanos.

Ya hemos dicho que, a medida que ascendemos en la jerarquía de los primes, estos
sistemas que Buck llama propositivos especiales interactúan cada vez más con los sistemas

propositivos generales, constituidos básicamente por el aprendizaje y la cognición. Esta

interacción progresiva, que hace que aprendizaje y cognición jueguen un papel más destacado a
medida que ascendemos en la jerarquía, permite un aumento paulatino de la flexibilidad y de la

autoregulación conductual.

Los niveles jerárquicos inferiores de los primes vienen mediados por estructuras del
sistema nervioso filogenéticamente primitivas, relacionadas a menudo con la médula espinal y el

tronco encefálico. A partir de los impulsos primarios, se van a involucrar estructuras

diencefálicas y telencefálicas, mucho más evolucionadas. En último término los primes de


aparición más reciente en la escala filogenética estarán controlados por estructuras neocorticales

y vinculados, sobre todo, a la actividad del hemisferio derecho. Es necesario enfatizar este

vínculo del hemisferio derecho cerebral con la esfera emocional, lo que se manifiesta de modo
particularmente acentuado en la especie humana, en la cual se maximiza la asimetría

interhemisférica cerebral. Todos estos circuitos neuroquímicos responsables de los primes

pueden estar relacionados unos con otros, aunque no siempre ocurre así. Algunos de los primes
pueden también involucrar sistemas neuroquímicos de diferente evolución filogenética: tal es el

caso, por ejemplo, del sexo; en el control del comportamiento sexual de la especie humana

intervienen desde estructuras medulares hasta sistemas neocorticales mucho más sofisticados,
pertenecientes, sobre todo, a la mitad derecha de nuestro cerebro.

Esta consideración referente a los sistemas neuroquímicos que controlan los primes,

vendría a justificar la aproximación tipológica a la clasificación de las emociones. Sin embargo,


existe también suficiente evidencia para justificar la alternativa opuesta: la aproximación

dimensional. En efecto, parece que el rango estimular que va a producir el desencadenamiento

de respuestas tipo primes a nivel fisiológico, cognitivo o motor, depende de lo que se ha llamado
nivel de activación. Ya hemos mencionado el control de este nivel de activación por parte del

llamado sistema reticular activador ascendente (SARA) -aunque hay otros sistemas que también
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intervienen y que aquí no mencionaremos para no complicar demasiado el discurso-. La

consideración del nivel de activación nos llevaría a una aproximación dimensional de intensidad

(fuerte-débil), según la cual las emociones variarían a lo largo de este continuum cuantitativo.
Pero si, en lugar de considerar la función del SARA y la dimensión de activación, consideramos

el llamado sistema de recompensa-castigo -que se refiere a la existencia de la serie de tractos

fibrosos descritos por Olds y Milner (1954), que corren a nivel diencefálico, especialmente a
nivel hipotalámico, y que, cuando son estimulados, inducen placer o displacer- deberemos

adoptar una aproximación dimensional, según la cual las emociones varían cuantitativamente

según la dimensión agradable-desagradable. Así pues, la consideración de los sistemas


neuroquímicos apoya no sólo la aproximación tipológica a la clasificación y estudio de las

emociones, sino que también fundamenta claramente la aproximación dimensional, por lo que

debe dejarnos de sorprender el hecho de que la emoción en sí tolere y se adapte a los dos tipos de
tentativas taxonómicas.

9.4. La motivación como potencial de los primes.

La motivación es un potencial inherente a la estructura de los sistemas de control

conductual, a la estructura de los primes. Para Buck, a lo largo de la evolución se han


seleccionado respuestas homeostáticas, conductas expresivas y experiencias subjetivas que se han

mostrado adaptativas. La motivación sería el potencial de activación de estas estrategias,

potencial que se halla integrado en los primes y que se libera cuando se dan los correspondientes
eventos desencadenantes. Básicamente, dichos eventos estarán constituidos por la estimulación

ambiental y por la cognitiva.

9.5. La emoción como manifestación del potencial motivacional.

En el marco de la teoría de Buck, la emoción se define generalmente como la


manifestación del potencial motivacional cuando éste es activado por un estímulo

desencadenante adecuado (Buck, 1991). De este modo, se concibe la emoción como un


........................................... Introducción a la psicología del sentimiento ...........................................

mecanismo de salida (readout ) asociado a la motivación y que lleva información sobre los

primes. Motivación y emoción son, según esta concepción, diferentes aspectos de los primes, dos

caras de la misma moneda: en definitiva, podría decirse que la motivación es un potencial que se
manifiesta a través del mecanismo emocional.

Según esta perspectiva, la emoción no sólo se da cuando se interrumpe una secuencia

motivacional, como sugieren las llamadas "teorías del conflicto", sino que es un fenómeno que
ocurre más o menos constantemente, reflejando tranquilidad y satisfacción cuando el organismo

funciona sin ninguna eventualidad conflictiva, o alarma cuando se hace necesaria una actuación

adaptativa. Ya hemos mencionado en el apartado 9.1. que, en el curso de la evolución, han


aparecido tres tipos de salida emocional a los que Buck llama Emoción I, II y III. Sin embargo, el

propio Buck reconoce que se pueden dar procesos motivacionales/emocionales sin ningún tipo de

salida externa, es decir, limitándose a la manifestación Emoción III. Veamos más detenidamente
las funciones de cada uno de los sistemas de salida emocional.

9.6. Los tres sistemas de manifestación o salida emocional.

Aunque la fuente u origen de la salida emocional sea el potencial motivacional de los

primes, los objetivos de salida pueden ser los sistemas de adaptación corporal y homeostática
(Emoción I), los sistemas de expresión externa (Emoción II) y los sistemas de la vivencia

subjetiva de la emoción (Emoción III). Las funciones principales de cada una de estas salidas son,

básicamente, las siguientes:

-Emoción I- Mantenimiento de la homeostasis (agua, alimento, regulación de la

temperatura, oxígeno, etc). Esta función se consigue con la acción combinada de los sistemas
endocrino, inmunológico y nervioso vegetativo.

-Emoción II- Comunicación y coordinación conductual entre diferentes individuos. A


menudo, esta salida es necesaria para la supervivencia de la especie, y su desarrollo es mayor

cuanto mayor es el grado de socialización de la especie en cuestión.


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-Emoción III- Experiencia subjetiva directa de la emoción. De este modo, el sistema

cognitivo tiene acceso al estado de los primes en forma de cognición sincrética, proceso
presumiblemente basado en la actividad del hemisferio derecho cerebral. Este estado

experimentado sincréticamente se convertirá en objeto para la cognición analítica, dependiente

del hemisferio izquierdo, lo que fomenta la participación cognitiva en funciones adaptativas,


incrementando la flexibilidad de la acción y la capacidad de autoregulación. Tal participación de

la cognición analítica del hemisferio izquierdo es necesaria, por ejemplo, en la conducta

adaptativa anticipatoria o en la motivación de incentivo.


Otra función importante de esta interacción entre cognición sincrética y analítica es la de

controlar analíticamente la expresión externa del estado primario, dando lugar a una

intensificación, atenuación, sustitución o enmascaramiento de la expresión emocional, de vital


importancia en la adaptación y manipulación del entorno socio-cultural. Optimiza, pues, la

interacción entre los motivos biológicos y los socio-culturales, posibilitando el aprendizaje social.

FIGURA 10

Figura 10: Fuente, proceso, objeto y función de la salida emocional en la teoría de


Buck (1985).

9.7. La experiencia emocional subjetiva.

Al contrario de lo que pueda parecer en una primera aproximación a la teoría de Buck, la

experiencia emocional subjetiva no es exclusiva de la llamada Emoción III, sino que cada tipo de
salida emocional está asociado a un tipo distinto de vivencia de la emoción. La que hemos

llamado Emoción I estará ligada a la experiencia que se va a derivar del feed-back interoceptivo

de las respuestas endocrinas y vegetativas. La Emoción II lo estará al feed-back propioceptivo de


los músculos estriados implicados en la experiencia emocional, preferentemente al que procede

de los músculos faciales. La experiencia emocional propia de la Emoción III es la que resulta
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inmediatamente evidente en la teoría de Buck -y también a nivel intuitivo-, y estará relacionada

con el registro cognitivo sincrético y directo de la emoción, un registro que será relativamente

distinto para cada estado primario. Veamos con más detalle cada una de estas fuentes de vivencia
emocional:

-El feed-back I- Contribuye a algunos tipos de experiencia emocional, aunque no es


necesario ni suficiente para todos ellos. Si reflexionamos sobre esta visión de Buck, podremos

observar que se trata de una formulación intermedia entre la posición de James y la de Cannon,

que se aproxima a la concepción de Schachter (1964) sobre el papel de la activación fisiológica


en la emoción.

-El feed-back II- Este tipo de retroinformación fue sugerido ya por Charles Darwin.
Según este punto de vista, la experiencia subjetiva de la emoción depende del feed-back de la

expresión emocional, particularmente a nivel facial. La versión más fuerte de esta teoría

(Tomkins, 1983) sostiene que si no hubiera expresión emocional, no habría emoción. Sin
embargo, si ésto fuera realmente así, resultaría difícil de explicar la evidencia de que los sujetos

menos expresivos facialmente son precisamente los que manifiestan mayores respuestas

vegetativas relacionadas con los estímulos supuestamente emocionales (Buck, 1979, 1980).
Además, a menudo, los humanos presentamos una expresión facial que no se corresponde con el

estado de nuestros primes. Experiencias al respecto, como la de Tourangeau y Ellsworth (1979),

no hacen sino confirmar que la versión de Tomkins, y las similares, deben ser definitivamente
descartadas.

-Registro cognitivo-sincrético- La afirmación de que se dan cogniciones sincréticas que


reflejan directamente el estado de los primes no es fácil de contrastar. Sin embargo, se han

realizado experiencias con estimulación artificial eléctrica y química del cerebro humano que

indican que así es, sobre todo cuando el área manipulada forma parte del Sistema Límbico. La
evidencia neuropsicológica apunta también hacia la misma conclusión y, concretamente, la que

proviene de pacientes en los cuales se han desconectado los hemisferios mediante sección del
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cuerpo calloso, sugiere, en contraste con la teoría de Schachter (1964), que puede darse

experiencia emocional en ausencia de las cogniciones verbalizables analíticas propias del

hemisferio izquierdo (Buck y Duffy, 1980; Tucker, 1981). En consecuencia, parece que el
hemisferio izquierdo ejercería sólo un control de mediación verbal de la emocionabilidad del

derecho (Sperry et al., 1979). Gazzaniga (1985), en su afán por desmitificar la dicotomía entre

hemisferio derecho y hemisferio izquierdo, diría más bien que lo que hace el cerebro izquierdo es
interpretar la información emocional elaborada en los diferentes sistemas modulares no verbales

que procesan información emocional.

La diferenciación subjetiva entre las distintas emociones parece deberse principalmente a


este tercer proceso cognitivo-sincrético, aunque, pese a la refutación de la concepción de

Tomkins, parece de sentido común pensar que el feed-back propioceptivo pueda contribuir a ella,

al menos en cierta medida. Hasta cierto punto, parece lógico que el registro cognitivo-sincrético
haya evolucionado de forma relativamente análoga y paralela a la manifestación expresiva

externa, y que ambos cambien según los diferentes estados primarios para fomentar una adecuada

autoregulación de los organismos emocionales. En cambio, es poco probable que el feed-back


interoceptivo intervenga en la diferenciación emocional, dado que los conocimientos actuales

indican que este tipo de retroinformación es muy similar en estados motivacionales-emocionales

diferentes.

9.8. El aprendizaje emocional y la cognición analítica.

Es obvio que la expresión externa de la emoción depende en gran medida de patrones

aprendidos. El aprendizaje social por imitación y observación juega aquí un papel muy

importante, de tal modo que la expresividad emocional de un individuo está sumamente


influenciada por la accesibilidad a expresiones emocionales manifestadas por sus congéneres a lo

largo de la vida del individuo. Numerosísimos estudios indican que las formas en que los niños

aprenden a expresar la información emocional vienen determinadas por los modos en que
responden emocionalmente las personas que los rodean, particularmente las vinculadas

afectivamente a ellos.
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Aunque no sea, tal vez, tan inmediatamente obvio, parece que también la experiencia

subjetiva de la emoción, la vivencia emocional, difiere de un individuo a otro según su historia de

aprendizaje social. La razón radica en que la cognición sincrética, que esconocimiento por
experiencia, interacciona y es influida por la posterior cognición analítica, o conocimiento por

descripción. Y esta cognición analítica o conocimiento por descripción se origina a partir de

influencias socio-culturales en las cuales el aprendizaje juega un rol fundamental. El aprendizaje


social conlleva diferentes patrones de emoción subjetiva a personas pertenecientes a distintas

sociedades e inmersas en culturas disparejas: hay cierta evidencia, por ejemplo, de que en la

cultura occidental la fuerza de los procesos que hemos llamado Emoción II y Emoción III -la
expresividad emocional y la vivencia subjetiva de la emoción, respectivamente- es mayor en las

mujeres que en los hombres, pero ocurre a la inversa en cuanto a la Emoción I -respuestas

emocionales vegetativas y endocrinas-. Esta diferencia entre sexos de los patrones de


manifestación emocional se fundamenta en modelos sociales y estereotipos -cogniciones

analíticas- que son aprendidos a lo largo del desarrollo del individuo en el seno de la sociedad y

que, a la postre, determinan no sólo la manera y el grado en que va a expresar los sentimientos,
sino también la propia vivencia de los mismos. Asimismo, parece que en las diferentes culturas

varía la atención selectiva a cada una de las manifestaciones emocionales -Emoción I, II y III-.

Como sabemos que la experiencia subjetiva emocional depende de estas tres salidas emocionales,
es inevitable concluir que la vivencia emocional de cada una de las culturas será diferente de las

demás en la medida en la que lo sean su actividad interoceptiva, su expresividad emocional y su

cognición sincrética. Paradigmático es el ejemplo de las culturas orientales, que, por ejemplo,
prestan mucha más atención y aprenden a controlar las manifestaciones emocionales controladas

por el Sistema Nervioso Vegetativo: la interacción entre su cognición analítica y sus primes es

bastante diferente a la nuestra. Esta interacción será responsable no sólo de las diferencias
interculturales en la vivencia emocional, sino que también originará diferencias interindividuales

insoslayables. La diversidad y, al mismo tiempo, la riqueza emocional características de la vida

mental del homo sapiens se deben a la diversidad y la riqueza de su cognición analítica,


acentuadas por el impacto revolucionario que supuso la aparición del lenguaje.
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9.9. El caso humano y la importancia del lenguaje.

Nuestra mayor capacidad cognitiva analítica y un sistema lingüístico exclusivo son las
principales causas del gran repertorio de fenómenos motivacionales-emocionales que

experimentamos los humanos. De hecho, la complejidad de la esfera emocional del hombre

deriva, al menos en parte, de la interacción entre los primes y la cognición analítica, que implica
conocimiento por descripción logrado vía aprendizaje. Al control analítico se añade la facultad

inédita del lenguaje -ningún lenguaje animal es comparable ni cuantitativa ni cualitativamente al

humano-. El lenguaje permite que la conducta humana esté bajo el control de los principios de la
lógica y el razonamiento. Permite, asimismo, el modelado de la conducta social. A través del

lenguaje, la cultura influye en la emoción humana y el hombre adquiere la capacidad de poder

alterar su expresión emocional espontánea, y hasta su cognición sincrética basada en el


conocimiento por experiencia, a partir de la cognición analítica -dicho sea de paso, esto puede

crear graves problemas a la hora de establecer una medida fiable de la emoción humana (Buck,

1986)-. En definitiva, sólo a través del lenguaje podremos comprender los aspectos
exclusivamente humanos que atribuimos a los procesos motivacionales y a la emoción. La

interacción sincrético-analítica no es exclusiva de los humanos. Lo que sí es único es su lenguaje,

que ha posibilitado un sistema de control de la conducta modelado por la cultura funcionalmente


independiente de la biología y diferente, en lo fundamental, de cualquier capacidad comunicativa

animal. Los sistemas de control lingüísticos hacen posible que el homo sapiens sapiens pueda

trascender su experiencia personal y le permiten una potencialidad simbólica a partir de la cual


puede considerar experiencias jamás vividas en el pasado e, incluso, imaginar vivencias futuras

que nunca formarán parte de su realidad.

9.10. El interaccionismo evolutivo de R. Buck: a modo de conclusión.

La emoción es realmente un tipo de cognición, no el producto o resultado de la evaluación


cognitiva. Ross Buck (1991) defiende una postura, que él mismo llama interaccionista-evolutiva,

que concibe la emoción como un input que contribuye al proceso atribucional evaluativo. Esta
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visión interaccionista se remonta a la teoría de Schachter (1964), que veía la emoción como

producto de la interacción entre sistemas cognitivos y fisiológicos, visión que se origina

realmente en los trabajos que, sobre los efectos emocionales de la inyección de adrenalina, llevó a
término Gregorio Marañón en los años 20 (Marañón, 1924).

Sin embargo, entre estas primeras teorías y la de Buck existe una diferencia esencial: el

énfasis que dichas teorías de la emoción ponían en las respuestas periféricas como factores
fisiológicos originarios de la emoción desaparece y, en cambio, en la teoría interaccionista-

evolutiva de Buck irrumpe un interés por el estudio de los sistemas neuroquímicos centrales

responsables de los primes, interés que, inevitablemente, nos trae a la memoria algunos de los
presupuestos de Cannon y sus incondicionales. Estos primes o sistemas propositivos especiales

se originan a partir de la evolución filogenética y constituyen lo que se podría llamar un primer

sistema de control emocional.


Los factores cognitivos los denomina Buck sistemas propositivos generales . Este sistema

se estructura a partir de la experiencia socio-cultural y se forma a través de la evolución

ontogenética del individuo. A su vez, el proceso de desarrollo individual determinará la


naturaleza de la interacción entre los dos sistemas propositivos, lo cual supone una especie de

segundo control emocional - de alguna manera, determinará también la interacción entre la

cognición sincrética y la analítica, entre el conocimiento por experiencia y el conocimiento por


descripción-.

El lenguaje se concibe, de este modo, como un tercer sistema de control, exclusivo del ser

humano, que viene a añadirse al control ejercido desde la esfera de la cognición analítica.

Emoción, motivación y cognición.

Desde el punto de vista de la teoría interaccionista-evolutiva, todos los primes, incluso los

más simples, tienen aspectos motivacionales, emocionales y cognitivos. Si una moneda pudiera

tener tres caras, diríamos que constituyen las tres caras de la misma moneda. Sin embargo, no
podemos decir que sean tres caras que se den simultáneamente.Ya hemos dicho que la

motivación constituye el potencial de los primes, la emoción es la manifestación de dicho


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potencial y la cognición es el análisis o evaluación determinado por la emoción. Así pues, en el

modelo de Buck (1991) la emoción es previa a la cognición: para que haya emoción no es

necesaria una evaluación cognitiva previa -esta opinión va en contra de una tradición muy
extendida representada, entre otros, por Schachter (1964) y Lazarus (1966, 1984)-. La cognición

sincrética, el conocimiento por experiencia dependiente del hemisferio derecho, es en sí un

proceso afectivo que precede y determina la naturaleza de la cognición analítica o conocimiento


por descripción típica del hemisferio izquierdo. El proceso de transformación del conocimiento

por experiencia en conocimiento por descripción se lleva a cabo a partir de lo que llamamos

valoración o appraisal, concepto presente en muchas de las teorías emocionales vigentes, sobre
todo a partir de la formulación de Arnold (1960), y a partir del vínculo que estableció Mandler -

ver apartado 8.13.- entre emoción y teoría de esquemas. Para Buck, en definitiva, todo lo que es

real es emocional. La posible racionalidad subsecuente depende, en gran medida, de nuestra


elaboración lingüística estructurada.

FIGURA 11

Figura 11: Visión sinóptica de la propuesta interaccionista de Buck (1991).

10. CONCLUSION

A pesar de que la motivación y la emoción se hallen presentes en tantas facetas y


momentos diversos de nuestra vida, y de que utilicemos casi contínuamente términos que se

refieren a supuestos sentimientos motivacionales o emocionales -sólo el discurso técnico o

científico puede considerarse una excepción-, el mundo del sentimento humano es todavía un
gran desconocido. La razón estriba en la complejidad que supone su estudio, que debe abarcar

dominios tan diversos como el biológico, el psicológico, el antropológico o el socio-cultural. Esta

circunstancia, que afecta al estudio del sentimiento humano en general, se hace especialmente
patente en el ámbito del sentimiento emocional. La emoción, ya lo hemos visto, puede tener

antecedentes múltiples. De estos antecedentes se origina una respuesta emocional con múltiples
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componentes que se puede manifestar en multitud de sistemas. En consecuencia, sólo el análisis

complejo y multidisciplinar de la emoción puede conducir a la comunidad científica al logro

inestimable de una teoría comprehensiva e integradora del proceso emocional humano. Una
teoría que debe extender su poder explicativo no sólo a los aspectos bio-psico-sociales de la

emoción, sino también a cuestiones tales como el desarrollo emocional, el papel de la cultura en

la expresión de la emoción y el origen de las llamadas alteraciones emocionales. La mayoría de


las teorías de la emoción se han basado en la consideración de uno o dos antecedentes y han

priorizado la explicación de un sistema de respuesta emocional. Por esta vía está claro que no

llegaremos a ninguna parte. Una teoría válida debe abarcar todos los antecedentes y sistemas de
respuesta emocionales, y debe intentar explicar los procesos que los enlazan. Ha habido ya

algunos intentos en este sentido, entre los cuales destaca, seguramente, el modelo de Lang (1979,

1984, 1985, 1987). Pero el trabajo más duro está aún por hacer y no creemos que el camino a
recorrer sea ni tan breve, ni tan cómodo como cabría desear.

De este modo, el panorama del estudio del sentimiento, y especialmente del de la

emoción, se presenta muy vasto y de naturaleza interaccionista. Podemos afirmar que, hasta el
momento, sólo dos emociones -miedo e ira- y dos alteraciones emocionales -ansiedad y

depresión- han sido estudiadas en profundidad. El resto es una dilatado enigma que debe

traducirse en un amplio proyecto de futuro. Se perfilan ya tímidamente algunos trazos de ese


proyecto. Cuestiones como la modulación cultural de las emociones y su expresividad, la

importancia de la emoción en la función y la disfunción psicológica, el reto de conseguir un

vínculo más estrecho entre las teorías de la emoción y la psicología aplicada -investigando las
repercusiones de las emociones sobre la salud mental y la física, y ampliando los conocimientos

sobre lo que se han llamado enfermedades psicosomáticas o, mejor, psicogénicas-, la explicación

de las supuestas emociones combinadas y su distinción de lo que serían simples secuencias


emocionales, son sólo algunos de los interrogantes a los que urge responder. El reciente

“redescubrimiento de la conciencia” abre nuevas posibilidades respecto al análisis de su relación

con los procesos emocionales. A menudo, las emociones no son completamente conscientes, lo
que se hace particularmente patente cuando sabemos que sentimos algo, pero no estamos nada

seguros de la cualidad o sentido de nuestro sentimiento. También es posible que las emociones
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constituyan índices de objetivos o metas que la persona en cuestión no tiene conscientemente

presentes (Oatley, 1992). Una emoción puede inducir la concentración de la atención en el asunto

que la ha elicitado, cosa que se maximiza en algunos trastornos emocionales -rumiaciones


depresivas o ansiógenas, pensamientos obsesivos, etc- . Parece, pues, que la emoción actua sobre

la atención selectiva y sobre la memoria, y, a menudo, implica también algún tipo de

reestructuración cognitiva. Cada emoción supone un acceso preferencial a una determinada


información autobiográfica almacenada sobre la cual se dirige nuestro foco atencional. Esta

nueva perspectiva se plasma en la aparición en este último lustro de toda una serie de

publicaciones que relacionan, por ejemplo, la emoción con el mecanismo atencional (ver, por
ejemplo, Wells & Mathews, 1994). Parece que cada vez se tiene más claro que la conciencia se

halla determinada en alto grado por los procesos emocionales. Este vínculo emoción-atención-

conciencia nos permite precisamente explicar y planificar nuestra acción. Esperemos que la
consideración de todo esto nos lleve a una acción futura, desplegada en un frente multidisciplinar

e integrado, que nos ayude a entender algo más el oscuro arcano de una emoción y un sentimiento

que, afortunadamente, participan de manera tan indisoluble en nuestra experiencia vital como
seres humanos.
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