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FACUNDO

II
ORIGINALIDAD Y CARACTERES ARGENTINOS
Si de las condiciones de la vida pastoril nacen dificultades para la organización política y el triunfo de la civilización europea,
de sus instituciones, de la riqueza y la libertad; por otra parte, no puede negarse que esta situación tiene un costado poético. Si
un destello de literatura nacional en las sociedades americanas, es el que resultará de las escenas naturales y de la lucha entre
civilización europea y la barbarie indígena, entre la inteligencia y la materia.
Fenimore Cooper transportó sus descripciones al límite entre la vida bárbara y la civilizada, a la guerra que las razas indígenas
y la raza sajona.
Del mismo modo nuestro Echeverría ha vuelto su mirada al desierto.
Este hecho es explicativo de los fenómenos sociales. Mil accidentes prueban que modificaciones análogas del suelo traen
análogas costumbres, recursos y expedientes. Es por eso que en Fenimore Cooper se hallan descripciones de usos y costumbres
que parecen plagiadas de la pampa.
Existe poesía que nace de los accidentes naturales del país y de las costumbres que engendra. La poesía para despertarse necesita
lo bello y lo terrible, lo vago y lo incomprensible. He aquí la poesía, en el hombre que se mueve en estas escenas.
El pueblo argentino es poeta por naturaleza. Está rodeado por la oscuridad que sucede a la luz, la muerte que sucede a la vida.
Además de la poesía de la ciudad existe la poesía popular.
El pueblo argentino es también músico. El joven de las ciudades toca el piano o la flauta, el violín o la guitarra; los mestizos son
hábiles compositores e instrumentalistas.
El pueblo campesino tiene sus cantares propios.
El triste es frigio y plañidero. Predomina al norte.
La vidalita es acompañada por guitarra y tambor. Es el metro popular: el gaucho compone el verso que canta.
En medio de la rudeza, estas dos artes embellecen la vida y dan desahogo a las pasiones.
De estas costumbres y gustos se levantan especialidades, que un día embellecerán y darán originalidad al drama y al romance
nacional.
El rastreador es el más conspicuo y extraordinario de todos los gauchos. En llanuras donde las sendas y caminos se cruzan, es
preciso saber seguir huellas de un animal y distinguirlas de entre muchas otras.
El rastreador es grave y circunspecto. Todos lo tratan con consideración: el pobre, porque puede hacerle mal; el propietario,
porque puede fallarle.
El baqueano es grave y reservado. Es el topógrafo más completo. El baqueano conoce la distancia entre un lugar y otro: el
tiempo exacto para llegar a él.
El gaucho malo es un outlaw, un squatter, un misántropo. La justicia lo ha perseguido por muchos años. Es un personaje
misterioso.
Este salvaje blanco no es más depravado que los que aquellos con los que habita. No es un bandido ni un asaltador.
El cantor es el mismo trovador de la edad media, que se mueve entre las luchas de las ciudades y del feudalismo del campo,
entre la vida que se va y la vida que se acerca. El cantor hace el mismo trabajo de crónica, historia y biografía que el bardo de la
Edad Media, sus versos serán recogidos más tarde por el historiador del futuro.
En la República Argentina se ven a un tiempo dos civilizaciones distintas en un mismo suelo: una naciente que está remedando
los esfuerzos ingenuos y populares de la Edad Media; otra que intenta realizar los últimos resultados de la civilización europea.
El siglo XIX y el XII viven juntos: el primero dentro de las ciudades, el segundo en las campañas.
La poesía del cantor es pesada, monótona e irregular. Es más narrativa que sentimental.

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