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REGLA II En verdad, si observamos bien esta regla muy pocas cosas se encuentran cuyo estudio

pueda emprenderse. Pues apenas hay en las ciencias cuestión alguna sobre la que los
Conviene ocuparse tan sólo de aquellos objetos, sobre los que nuestros espíritus hombres con talento no hayan discutido muchas veces entre sí. Ahora bien, siempre que
parezcan ser suficientes para obtener un conocimiento cierto e indudable. dos a propósito del mismo asunto llegan a puntos de vista distintos, es cierto que por lo
Toda ciencia es un conocimiento cierto y evidente; y el que duda de muchas cosas no es menos uno de ellos se equivoca, e incluso ni siquiera el otro parece poseer la ciencia;
más docto que el que jamás pensó en ellas, sino que incluso parece más indocto que este, pues si la razón de este fuese cierta y evidente, de tal modo podría proponérsela a aquél
si de alguna de ellas se formó una falsa opinión; y por tanto es mejor no estudiar nunca que también convenciera finalmente a su entendimiento. Así pues parece que de todo
que ocuparse de objetos de tal modo difíciles que, no pudiendo distinguir los verdaderos aquello en que sólo hay opiniones probables no podemos adquirir una ciencia perfecta,
de los falsos, estemos obligados a admitir los dudosos por ciertos, puesto que en ellos no pues no podemos sin presunción esperar de nosotros mismos más de lo que los otros
hay tanta esperanza de ampliar la ciencia como peligro de disminuirla. consiguieron; de modo que, si calculamos bien, de las ciencias ya descubiertas sólo
quedan la Aritmética y la Geometría, a las que la observación de esta regla nos reduce.
Aún siendo muy importante, y también definitoria del saber, la nota o el carácter de evidente, y se hable de la
evidencia como criterio de verdad, nos parece que la caracterización más fundamental del saber en Descartes Aparece aquí, por primera vez en las Reglas para la dirección del espíritu, ya insinuándose, un problema de
consiste en la certeza. Decir que la ciencia es un conocimiento cierto y evidente, sin más precisiones, pude valer importancia en el pensamiento de Descartes: la relación de las matemáticas con la filosofía, y que brevemente
para otros filósofos. Lo que requiere, en nuestro caso, es precisar qué se entiende por certeza y cómo se llega a podría expresarse así: si las matemáticas como ciencia, con consideradas como el modelo del saber y su
su instauración. Ello empieza a mostrarse con la sola indicación de la esencial referencia de la certeza a la razón, fundamento, siéndolo también para la filosofía, o si, por el contrario, es el saber filosófico, tal como Descartes
en cuanto esta es instituida por Descartes como el principio desde donde se determina el aspecto y respecto en lo concibe, quien funda y justifica en su raíz el saber y sus notas o caracteres epistemológicos en general.
que algo llega solamente a ser sabido, con la consiguiente correlativa des-realización de las «cosas». En último
término, todas las reglas están encaminadas a mostrarlo. La evidencia no vendría a ser sino la expresión y En este pasaje no se dice sino que de las ciencias ya descubiertas sólo la Aritmética y la Geometría no ofrecen
resultado de esta «operación» en que la razón o la mente constituyéndose en un pivote y principio, establece de duda ni encierran conocimientos sólo probables; lo cual no quiere decir que ellas sólo haya que aprender, ni que
antemano los requisitos y condiciones de lo que puede llegar a ser sabido. Las condiciones de la presencia y la certeza buscada se ofrezca originariamente en ellas, y por ellas fundada, de modo que desde ellas hubiese de
manifestación son establecidas por el espíritu, que viene a consistir en este respecto en el asegurarse y en el ser extendida sin más al resto de las ciencias y a la filosofía misma. A lo más en esta regla sólo se indicará que
aseguramiento de aquello que no le escapa y que queda sometido a su querer y poder. en la búsqueda de la verdad, no deberá «ocuparse de ningún objeto del que no puedan tener certeza igual a la de
las demostraciones aritméticas y geométricas». No se trata de extrapolar y generalizar, sino examinar «la razón
por la cual ello es así».
Y así, por esta regla rechazamos todos aquellos conocimientos tan sólo probables y
establecemos que no se debe dar asentimiento sino a los perfectamente conocidos y de los Y, sin embargo, no por ello condenamos aquella manera de filosofar que otros han
que no puede dudarse. seguido hasta ahora, ni las máquinas de guerra de los silogismos probables de los
La exigencia de certeza como propiedad epistemológica impone la exclusión radical y plena de los escolásticos, tan apropiadas para las disputas: en verdad, ejercitan los espíritus jóvenes y
conocimientos tan sólo probables. Para calibrar el sentido en que Descartes desestima la probabilidad como los promueven con cierta emulación; y es mucho mejor instruirlos en tales opiniones, /
modo o grado de conocimiento, conviene tener presente que es la interpretación aristotélica de la probabilidad lo aunque parezcan inciertas, ya que son discutidas entre los eruditos, que si se los deja
que Descartes tiene principalmente presente.
libres y abandonados a sí mismos. Pues quizá sin guía se encaminarían al abismo; pero
El tema de la duda está ya presente en las Reglas para la dirección del espíritu implícitamente, con todo lo que mientras continúen sobre las huellas de sus predecesores, aunque alguna vez se aparten de
ella, como artificio metódico, comporta, tanto en el Discurso del método, como en las Meditaciones metafísicas. la verdad, sin embargo emprenderán ciertamente un camino más seguro, por lo menos en
Alquie, sin embargo, estima que el sentido metafísico de la duda está ausente en las Reglas para la dirección del el sentido de que ha sido ya experimentado por otros más prudentes. Y nosotros mismos
espíritu. En cualquier caso, la duda encerraría en su seno a lo probable, de manera que no hay otra alternativa
que, o certeza: indubitabilidad, o dudoso: probable, y, en cuanto tal, a considerar como falso. La unidad excluye nos alegramos de haber sido educados así, en otro tiempo, en las escuelas; pero puesto
del criterio epistémico esta en relación con la unidad arquitectónica de la razón, en la que consiste la sabiduría. que ya estamos libres de aquel juramento, que nos ligaba a las palabras del maestro, y por
fin, con una edad bastante madura, hemos sustraído la mano a la férula, si queremos
Y aunque los eruditos estén convencidos quizá de que tales conocimientos son muy seriamente proponernos a nosotros mismos reglas, con cuya ayuda ascendamos hasta la
pocos, porque de acuerdo con un vicio común a todos los hombres descuidaron cumbre del conocimiento humano, seguramente ha de ser admitida entre las primeras
reflexionar en ellos, en la idea que son demasiado fáciles y obvios a cada cual, yo les aquella que nos advierte que no abusemos del ocio, como hacen muchos que desdeñan
advierto, sin embargo, que son muchos más de los que piensan y que son suficientes para todo lo que es fácil y no se ocupan sino en las cosas difíciles, sobre las cuales componen
demostrar con certeza innumerables proposiciones, sobre las que hasta ahora no han ingeniosamente conjeturas ciertamente sutilísimas y razonamientos muy probables, pero
podido disertar sino de un modo probable. Y porque creyeron / que era indigno de un después de muchos trabajos al fin advierten demasiado tarde que tan sólo han aumentado
hombre culto confesar que ignoraba alguna cosa, de tal modo se acostumbraron a adornar el número de las dudas, sin haber antes aprendido ciencia alguna.
sus falsas razones que después se convencieron poco a poco a sí mismos, y así las han
presentado como verdaderas. También aquí la reducción al «moi-même», representa la vía para el hallazgo de la verdad.
Pero ahora, ya que poco antes hemos dicho que de entre las disciplinas ya conocidas sólo Y, sin embargo, no por eso debe sorprender que muchos espíritus espontáneamente se
la Aritmética y la Geometría están libres de todo defecto de falsedad e incertidumbre, a dediquen más bien a otras artes o a la filosofía, pues esto sucede porque cada uno se toma
fin de que examinemos con más cuidado la razón por la cual ello es así, se ha de notar más confiadamente la libertad de adivinar en un asunto oscuro que en uno evidente, / y
que llegamos al conocimiento por dos caminos, / a saber, por la experiencia o por la porque es mucho más fácil hacer alguna conjetura sobre cualquier cuestión que llegar a
deducción. una sola, aun cuando sea fácil, a la verdad misma. Mas de todo esto ha de concluir no
ciertamente que se han de aprender sólo la Aritmética y la Geometría, sino únicamente
La experiencia y la deducción son, según señala Descartes en este pasaje, los dos caminos por los que «llegamos
al conocimiento de las cosas». Puede resultar extraño el que Descartes vea en la experiencia uno de los caminos. que aquellos que buscan el recto camino de la verdad no deben ocuparse de ningún objeto
Ahora bien, el término «experiencia» encierra en Descartes una ambigüedad, o mejor, quizá, una riqueza de del que no puedan tener una certeza igual a la de las demostraciones aritméticas y
significado, que es preciso clarificar y precisar para la adecuada comprensión de su pensamiento. Se aprecia esta geométricas.
ambigüedad si se recuerda cómo denomina Descartes en otros pasajes estos dos caminos: «experiencia-
deducción» (experientia-deductio), «intuición-inducción» (intuito-inductio), intuición-deducción (intuitus-
deductio). Basta la consideración de estas parejas de términos para ver que «experiencia», en alguno de sus
sentidos vendrá a ser tanto como intuición. Ello no obsta, es claro, para que «la experiencia de las cosas (sean)
con frecuencia falsas», según dice Descartes a continuación. La ambigüedad o polisignificatividad de la
experiencia es obvia. La cuestión estará en señalar los diferentes niveles, y sus respectivos valores en que juega
la experiencia.

Se ha de notar, además que las experiencias de las cosas son, con frecuencia falaces, pero
que la deducción, o simple inferencia de una cosa a partir de otra, puede ciertamente ser
omitida, si no se repara en ella, pero nunca ser mal realizada por el entendimiento por
poco razonable que sea. Y para esto me paree que son muy poco útiles aquellos
encadenamientos de los dialécticos, con los cuales ellos piensan regir la razón humana
aun cuando no niego que sean muy apropiados para otros usos. En efecto, todo error, que
puede alcanzar a los hombres –y no a las bestias, quede claro–, jamás se origina de una
mala inferencia, sino sólo de que se admiten ciertas experiencias poco comprendidas, o
que se emiten juicios precipitadamente y sin fundamento.
La teoría cartesiana del error aparece aquí ya esbozada. Este no es imputable al entendimiento, siempre que obre
según establece el método, sino al juicio (o la voluntad).

Esta exigencia de no juzgar precipitadamente es recogida en el primero de los preceptos del Discurso del
método: «evitar cuidadosamente la precipitación», es decir, juzgar antes de haber comprendido clara y
distintamente.

De lo cual se colige evidentemente por qué la Aritmética y la Geometría son mucho más
ciertas que las demás disciplinas, a saber: porque sólo ellas se ocupan de un objeto de tal
modo puro y simple que no suponen absolutamente nada que la experiencia haya
mostrado incierto, sino que se asistan totalmente en una serie de consecuencias
deducibles por razonamiento. Son, por consiguiente, las más fáciles y trasparentes de
todas, y tienen un objeto tal como el que requerimos, pues en ellas, a no ser por
inadvertencia, parece difícil equivocarse.
Este pasaje nos parece especialmente importante y significativo, a la vez que viene a añadir un matiz de interés
en la relación con el tema de las matemáticas y su relación con la filosofía. El «obiectum quae requirimus»
expresa que, en la búsqueda de la verdad de las cosas y el establecimiento de su criterio, el espíritu pone de
antemano los requisitos que habrá de cumplir cualquier cosa, para que pueda ser objeto del saber. Si es preciso
reparar en la Aritmética y la Geometría no es porque se las instituya como modelos, sino porque «sólo ellas se
ocupan de un objeto… tal como requerimos».

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