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María Laura Favarel / La Capital

Artículo publicado por La Capital (Rosario)

11 de septiembre de 2006

Con cuatro años, hoy el niño vive con su familia adoptiva. El caso se actualiza tras los abortos en La
Plata y Mendoza

Ante los recientes casos de las madres de La Plata y Mendoza que decidieron practicar un aborto
para culminar con los dramáticos embarazos de sus hijas con discapacidad y violadas, en Rosario y
frente a una situación similar, una mujer optó por darle continuidad a la gestación y ofrecer al
pequeño en adopción. “Es una situación muy difícil, pero aunque sea una violación, la criatura no
tiene la culpa”, dice Teresa, abuela de la chica discapacitada, quien cargó con el peso de tamaña
decisión.

El pequeño Martín hoy tiene cuatro años y una sonrisa pícara le ilumina el rostro. Inquieto, corre
con los autitos y arma torres de ladrillos alrededor de su madre adoptiva. Le encantan los
videojuegos y las fiestas de cumpleaños. Su caso acompaña la polémica por las situaciones
similares, aunque con distinto final, en La Plata y Mendoza.

Teresa tiene 64 años, trabaja como empleada doméstica y vive en la zona sur de Rosario. Junto a su
esposo crió a su nieta Marta desde los seis meses, cuando la pequeña sufrió una meningitis que le
dejó graves secuelas neurológicas. Desde entonces Marta llama a Teresa “mamá”, aunque ésta sea
su abuela. Ambos nombres son ficticios.

Actualmente Marta tiene 25 años, aunque ella dice tener sólo dos. La afección cerebral le provocó
dificultades musculares en el habla, en las manos y no pudo aprender a leer ni a escribir. “Ella es
muy afectuosa, es guapa”, dice la abuela mirando con una sonrisa a su nieta. “A veces lava los
platos o barre y me entiende cuando le hablo, pero no distingue el peligro”, explica.

Cuando Marta cumplió 20 años, Teresa quedó viuda y debió dejar a su nieta con su madre
biológica, para poder mudarse y arreglar asuntos familiares.

Cuatro meses después la llamaron de urgencia para que fuera a buscar a Marta. “La encontré toda
golpeada, con el pelo rasurado y embarazada. Me quise morir”, recuerda con desesperación la
abuela, quien confiesa que en ese momento “no sabía qué hacer”.
En medio de la confusión radicó la denuncia por violación y luego llevó a su nieta al médico. “El
doctor me dijo que era una lástima no haber ido antes porque se lo hubiéramos podido sacar”. Es
que Marta ya estaba de cinco meses. Sin embargo, Teresa, al recibir a Marta, ya había tomado la
decisión de que ese embarazo continuara. “Desde el primer momento dije que no íbamos a hacer
un aborto, aunque Marta hubiese estado embarazada sólo de un mes”, manifiesta conmocionada
al evocar estos momentos, y explica: “Aunque era por una violación, el inocente no tiene la culpa.
Marta tenía una vida adentro y yo no lo podía admitir (al aborto)”, confiesa. “Sólo me preocupaba
que Marta estuviera bien, sobre todo en el parto. Después veríamos qué hacer con la criatura”,
continúa.

El 16 de abril de 2002 nació Martín por parto natural en un hospital público de Rosario, con
fórceps, porque nadie enseñó a Marta a pujar. El chico nació sano. “Sólo tiene pie plano”, recuerda
que dijeron los médicos.

A pesar de que muchos ven a Marta y creen que ella entiende poco y nada por su edad mental, la
chica recibió a su hijo con lágrimas y enseguida lo abrazó con fuerza. Lo cuidó durante un año. Con
ayuda de su abuela aprendió a amamantarlo, “se reía con él y hasta logró cambiarle los pañales”,
relata Teresa. Pero, aunque Marta quisiera al niño, toda la familia sabía que ella no podría hacerse
cargo de la criatura y se decidió darlo en adopción.

“Marta no quería desprenderse del niño y esto me hacía dudar”, cuenta la abuela. Además, ella
también se había encariñado con Martín.

De a poco, y con la paciencia que da la experiencia maternal, Teresa fue explicando a su nieta que
Martín necesitaba de un papá y una mamá, y que ella no iba a estar toda la vida para ayudarla con
la crianza de su hijo. “Además mi situación económica es muy ajustada y no podíamos con más
gastos”, dice la abuela. La figura paterna fue decisiva para la adopción. “A Marta la protegió y la
cuidó mucho mi esposo, por eso ella entendió qué era un papá”, relata Teresa.

De la propia sangre

A Teresa la frenaba el temor de no poder volver a ver a Martín. “La solución era que se quedara en
la familia, también por Marta”, dice. Su deseo se cumplió, porque mientras su nieta daba a luz,
Nanci, su prima segunda, que conocía perfectamente la historia, se decidía a adoptarlo. Ese día
para ella nació el “hijo de mi corazón”, como llama a Martín.
Desde el primer momento se ofreció a hacerse cargo del pequeño, pero había que respetar los
tiempos de la mamá. Nanci habló con Norberto, hoy su esposo y que en ese momento era su
novio, de la posibilidad de adoptar a Martín.

En el 2003 se casaron y entonces ya tenían al pequeño con ellos. Marta lo empezó a llevar los fines
de semana, y ella misma le explicó a su pequeño hijo “acá está papá” cuando lo dejó en los brazos
de Norberto.

Nanci tiene 36 años y trabaja de empleada doméstica. Con Martín saltando a su lado cuenta que
cuando se decidió dejar al niño a su cargo, “les aclaré que yo no iba a poder darle plata, pero sí
amarlo y educarlo” y desde ese momento se convirtió en madre.

Desde el primer momento Nanci ofreció a su prima que fuera a ver al pequeño cuando quisiera. Y
cuando hoy le preguntan a Marta por su hijo, ella responde “Titín (como ella lo llama) con mamá
Nanci y papá Beto. Martita no es más”. Teresa cuenta que Marta “está contenta porque lo ve bien,
que tiene ropa, alimentos y juguetes y ahora una nina, que es una hermanita”, dice con una
sonrisa.

El niño llegó al hogar recién estrenado de Nanci y Norberto cuando tenía un año y todavía no
hablaba ni caminaba. “Lo aprendió con nosotros -recuerda Nanci- y así a mí me empezó a llamar
mamá, y a mi marido, papá”, manifiesta mientras mira con ojos brillantes al pequeño que no deja
de hacer travesuras a su lado. Desde ese momento empezaron a hacer los trámites para la
adopción.

A los pocos meses de casada Nanci quedó embarazada, pero perdió el bebé. “Entonces me aferré
un montón a Martín”, cuenta. “El fue un gran aliento para nosotros, que nos pusimos muy tristes
por la pérdida del embarazo, pero el nene nos devolvió la alegría”, cuenta mientras mira con
complicidad a su hijo.

A los dos años, Nanci volvió a concebir un hijo y esta vez el embarazo llegó a buen término. Hace
un mes y medio nació Guadalupe. Allí comenzaron las preguntas. “Mamá, ¿yo también estuve en
tu panza? , decía Martín. Nanci le explicó con sencillez que no: “Le dije que él había estado en la
panza de otra señora, pero que desde siempre lo llevaba en mi corazón y que con papá lo
queremos mucho”

Publicada por la Agencia Informativa Católica Argentina


Rosaura Gabriela Gómez tiene 16 años y vive en Guaviraví, Corrientes. A mediados de febrero de
2005, le confirmaron su embarazo. “Recuerdo mi alegría, me sentí feliz desde el primer momento,
llena de ilusiones”, cuenta la joven. “Después vino el desconsuelo, el dolor, mi alma partida, lloré
tanto, tanto. Ese día mi mamá me da la noticia, mi bebita, esa que yo tanto quería, tenía
anencefalia”.

Pese a la noticia, Rosaura no perdió la esperanza: “Solamente me quedaba Dios, quien me


acompañó en todo momento”.

Los médicos le recomendaron extraer el niño y abortar, pero Rosaura se negó: “A pesar de mi
juventud sentí que eso no era correcto, que si ella vivía en mí, yo no tenía derecho a decidir sobre
su vida; que hay una voluntad superior a la nuestra y es la de Dios, sólo Él puede decidir. Yo puse
todo mi sufrimiento en sus manos”.

El 13 de octubre nació Luciana de los Milagros. Un sacerdote la bautizó dentro del quirófano, y
Rosaura sintió “una gran tranquilidad”: “Luciana estuvo junto a nosotros durante siete días, pasó a
mi lado el día de la madre y permaneció junto a mí hasta el 20 de octubre; ese día se marchó junto
a Dios”.

“Me siento feliz, pude darle una cristiana sepultura, y sé que está en el cielo junto a otros
angelitos”, confía Rosaura, y afirma que siempre que tiene problemas le pide ayuda a ella, “que es
una santita que me hace pequeños milagros”.

Rosaura pide por todas las jóvenes que están pensando en abortar: “a ellas les doy mi fuerza y mi
fe en Dios”; por las que “sin saber abortaron, para que encuentren el perdón en el amor de María y
su Hijo Jesús; y por los que hacen de la muerte de inocentes una profesión bien lucrativa”.

Rosaura Gómez compartió su testimonio con la Secretaría Sí a la Vida, del Movimiento Hogares
Nuevos, cuyos responsables declararon: “Tuvimos el privilegio de conocer a Rosaura, una joven
maravillosa, de una fortaleza poco común, y sobre todas las cosas, una gran madre”.

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