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Pero para el gobierno la cuestion esta vez era aun más compleja que de
costumbre: 48 horas antes del crimen, el ministro de Gobierno, Carlos Lemos, se
habia trenzado con Jaramillo en una agria polémica, iniciada por el primero al
declarar que existia una clara vinculación entre la UP y las FARC. Jaramillo y el
presidente de la UP, Diego Montaña Cuellar--quien ocho días antes había
condenado energicamente un ataque de las FARC a un convoy militar--rechazaron
la imputacion y promovieron ante la Procuraduría General de la Nación una
investigación contra el ministro, en la ultima gestion politica de Jaramillo antes de
morir (ver recuadro).
Sin embargo, más allá del debate sobre la responsabilidad política que le podía
caber al titular de la cartera de Gobierno la opinión nacional, que había vivido una
especie de relativas vacaciones en medio de la guerra, desde la muerte a
principios de diciembre de Gonzálo Rodríguez Gacha, El Mexicano, se encontraba
de repente ante la inminencia de una nueva oleada violenta.
Aparte del sentimiento nacional en el que se mezclaban la indignación y la
frustracion, el pais terminaba la semana en medio de una gran confusion en
cuanto a la autoria del asesinato. Al principio, todo parecia muy claro. En un
maletín que el sicario llevaba, las autoridades habían encontrado el jueves en la
mañana una cédula falsa a nombre de Jaime Alberto Restrepo Posada, una
revista en la que aparece una foto de Jaramillo, un manual de regulación aerea de
la Academia Antioqueña de Aviación y un libro del periodista Fabio Rincon sobre
la vida de El Mexicano, señalado en una página donde aparece una foto del
general Miguel Maza, director del DAS. La vinculación del sicario con Antioquia y
la foto del general Maza eran indicios que apuntaban a ubicar en Medellín la
autoría intelectual del crímen.
Esta idea se vio reforzada en horas de la tarde por una llamada telefónica a una
emisora de la capital antioqueña, en la que una voz anónima se atribuia el
asesinato a nombre del cartel de Medellín. "El atentado fue ejecutado por el
comando Gonzalo Rodríguez Gacha que tenemos en Bogotá", dijo la voz, que
agrego otros detalles: que el cartel de Medellín había reorganizado su aparato
militar; que la próxima víctima sería el candidato liberal Cesar Gaviria, contra quien
habría fallado un atentado el martes de la semana pasada; que el cartel había
decidido reiniciar la guerra debido a que durante cinco meses ofreció negociar con
el gobierno y la unica respuesta que obtuvo fue que sus dirigentes se entregaran a
la justicia".
El general Miguel Maza, director del DAS, y el ministro de Defensa, general Oscar
Botero, habian confirmado esa misma mañana, poco despues de la muerte de
Jaramillo, que se trataba del cartel de Medellin, y habian responsabilizado en
forma directa a Pablo Escobar. Habian señalado que el día antes del asesinato,
una conversación entre Escobar y uno de sus jefes de sicarios, apodado "El
Zarco" había sido interceptada y que en ella (ver recuadro) se hablaba claramente
de un atentado para el jueves. En la misma grabación se habla, segun la
interpretacion que de ella hacen las autoridades, del pago de 300 mil pesos a
alguien, cifra que corresponde con la que el sicario confeso haber recibido como
adelanto del operativo. Para los dos generales el origen del sicario, las
caracteristicas de su contratacion y entrenamiento, y la coincidencia de la cifra
paga da, asi como el anuncio en la conversación de un golpe para el día siguiente,
permiten "establecer con certeza" que el autor intelectual del asesinato es Pablo
Escobar.
El jueves, los colombianos se fueron a dormir con la idea fija en sus cabezas de
que la guerra terrorista de la organización de Pablo Escobar se había reactivado y
de que lo que venía era una nueva ofensiva, presumible mente más sangrienta
que la que se inicio en agosto con el asesinato de Luis Carlos Galan, puesto que a
juzgar por el lenguaje utilizado en la llamada anónima a la emisora de Medellin, se
trataba de una guerra de kamikases.
Pero lo que hubo el viernes fue una carta de Pablo Escobar, con su huella digital
impresa--como acostumbra el jefe del cartel a identificar sus documentos desde
hace algun tiempo- en la que desmentia categóricamentt ser el autor intelectual
del crimen, presentaba una larga serie de argumentos para sustentar su posición.
La carta iba dirigida al presidente de la UP, Diego Montaña, a quien se refería
como "Distinguido señor". En la comunicación, Escobar comenzaba por declararse
"adolorido" por el crimen y luego "asombrado de ver la facilidad y la rápidez con
las que el gobierno encuentra un culpable para justificar ante el pueblo los
asesinatos cometidos por sus sicarios oficiales".
Agregaba que a Jaramillo "lo quise, lo respeté y lo admiré siempre". Contaba que
se había reunido con él varias veces "para mediar ante mi amigo Gonzálo
Rodríguez Gacha, con el fin de que se respetara su vida".
Luego preguntaba que interés podría tener el en matar a quien, como Jaramillo, se
opuso a la extradición y defendió el diálogo con el narcotráfico.
Para terminar, citaba una frase del candidato de la UP en una entrevista de
septiembre pasado a la revista Cromos, que le venia como anillo al dedo: "Ahora
todo se lo achacan al señor Pablo Escobar. El va a ser el chivo expiatorio de todas
las bellaquerías que se han hecho en el país durante estos años. Aqui hay altas
personalidades del Estado que estan comprometidas con los grupos paramilitares
y tienen que responderle al pais por los crimenes que han cometido ".
En otras palabras, había tres posiciones diferentes en este asunto: la del supuesto
grupo de Fidel Castaño que reivindicaba el crimen, la de Escobar que lo negaba y
la de las Fuerzas Armadas que se lo atribuian a Escobar.
Pero por otra parte, hay que aceptar que en esta oportunidad hay un elemento que
pareceria apuntar hacia la posibilidad de que una trama de ese estilo haya sido
diseñada. Y es el hecho de que, segun la version de las autoridades, el sicario que
mato a Jaramillo habría recibido de su contacto con Escobar en el aeropuerto, un
maletin cuyo contenido es definitivamente incriminatorio contra el cartel de
Medellin. Que en el mismo maletin en el que iba la ametralladora para el sicario,
un hombre del cartel incluyera elementos como un libro sobre la vida de El
Mexicano, en el que además estaba señalada la pagina en que aparece la foto del
general Maza, enemigo numero uno del cartel, era demasiado para no despertar
sospechas, pues equivalia practicamente a firmar con nombre propio la autoria del
asesinato a nombre de la organización de Escobar. Y no es que a veces en
Colombia no se firmen estos crimenes con nombre propio. Lo que sucede es que
si Escobar hubiera querido firmarlo el jueves, no tenía sentido que a primera hora
del viernes saliera a desmentir su autoria de manera tan enfática.
ENTONCES QUIEN ?
Pero si se le creía a Escobar, quien podía entonces ser señalado como autor
intelectual del crimen? Como suele suceder en estos casos, las teorias de coctel
inundaron el ambiente: que fueron las FARC porque la proxima semana Jaramillo
iba a dar a conocer una declaracion condenando la lucha armada; que por la
misma razón habría sido el ELN; que fueron los gringos porque Colombia se
estaba durmiendo en la lucha contra el cartel; que fue el Ejército, hastiado de los
ataques de las FARC, o para hacer abortar un posible dialogo con los
narcotraficantes etc. Sin embargo, aceptar cualquiera de estas tesis equivalia a
comenzar a jugar a la bola de cristal, pues fuera de basarse en interpretaciones a
varias bandas, nada más apuntaba hacia ellas.
Por su parte, Pablo Escobar no dijo en su carta que no haya sido Castaño. Afirmó
simplemente que el no tenia nada que ver con los grupos paramilitares, que no era
de derecha y que el comunicado "a nombre del cartel de Medellin" era falso. Esto
podria ser interpretado como que el grupo de paramilitares de Castaño, que
reivindico el crimen, no puede asumir la voceria del cartel. El texto de la
transcripcion de la llamada anonima deja la impresión de que nadie estaba allí
suplantando a nadie. La unica duda al respecto es que habla de entrega de
laboratorios y armas y de la liberación del hijo del secretario general de la
Presidencia, German Montoya, cuando esos procesos han sido responsabilidad
exclusiva de Escobar.
Pero esto se puede explicar teniendo en cuenta que los señores Fidel Castaño,
Henry Perez y compañía también están asociados con el narcotrafico, el exito o
fracaso del denominado "proceso de rendición" también los afecta.
LAS IMPLICACIONES
Si lo anterior se confirma, el pais se estaria enfrentando de nuevo a algo que
muchos creyeron habia muerto con El Mexicano: una ofensiva anticomunista en la
cual la militancia y la dirigencia de la UP son consideradas por los atacantes como
un objetivo militar asimilado a las FARC. Esto no solo tiene implicaciones para los
intentos de aclimatar la paz en el país, sino para el futuro del ministro de Gobierno,
Carlos Lemos, pues su situacion, que despues de los problemas del jueves en la
mañana habia mejorado con la llamada anonima atribuida al cartel--ya que al fin y
al cabo ningun otro ministro del actual gabinete se ha enfrentado mas duramente a
los narcotraficantes--, volvía a ser difícil al apuntar las cosas hacia una actividad
paramilitar que se basa en no distinguir a la UP de las FARC.
Y para las Fuerzas Armadas, ya que en multiples ocasiones se ha denunciado que
Fidel Castaño se pasea como Pedro por su casa en Cordoba y Uraba.
¿SICARIOS KAMIKASES?
El interrogante está abierto: ¿qué tan suicida es el sicario? Mucho se ha
especulado sobre el tema. Algunos estudiosos de esta problemática afirman que
son jóvenes dispuestos a matar sin importarles sus propias vidas.
Otros dicen que el sicario es un sujeto cobarde, que con gran facilidad pierde el
control, especialmente cuando se siente herido. Pide clemencia para que no lo
dejen morir. Sin embargo
por el momento lo único cierto es que hay elementos muy contradictorios en esta
teoría.
Los ejemplos sobran. Andrés Arturo Gutiérrez Maya, el sicario que disparó contra
Bernardo Jaramillo Ossa, tenía la esperanza que una vez cumpliera su misión, el
resto del plan se llevaría a cabo para que él pudiera escapar. Pero esa esperanza
de vida que guardaba Andrés Gutiérrez era una tenue luz en medio de un
huracán. No se necesita saber de cálculos ni de estrategias delicuenciales para
saber, por más juventud que se tenga, que una persona que se enfrenta a 16
guardaespaldas, armados hasta los dientes, afronta todas las posibilidades de que
lo maten.
Por tanto, es indudable que el sicario promedio es una persona que cuenta con la
posibilidad de morir cuando se compromete a una acción suicida como la del
pasado jueves en el terminal aéreo de Bogotá. Y hay elementos que apuntan a
que los sicarios tienen si no la vocación de suicidas que generalmente es producto
de la depresión o del fanatismo, por lo menos un concepto sublimizado de la
muerte. Y no la de sus víctimas sino de la propia. Morir no solamente es normal. Si
no es deseable. Siempre y cuando se muera en su ley. Es decir, así como un
torero acepta la dignidad de morir en las astas de un toro, un sicario acepta la
dignidad de morir en un operativo. Eso ocurrió en el terminal aéreo de Bogotá,
cuando fue asesinado José Antequera y herido de gravedad Ernesto Samper
Pizano.
Las imágenes grabadas por las camaras del circuito cerrado de televisión del
aeropuerto, que nunca han sido proyectadas al público en el momento de los
disparos, muestran una escena espeluznante cuando el sicario, una vez ha
descargado su metralla sobre los cuerpos de sus victimas, en lugar de correr para
ponerse a salvo, comienza a bailar, como si estuviera celebrando un gol, junto a
los cuerpos de los dos heridos. Y en medio de esta celebración, los
guardaespaldas de Antequera y Samper le dan de baja.
DESAFORTUNADA COINCIDENCIA
Todo comenzó con una entrevista al ministro de Gobierno, Carlos Lemos
Simmonds, publicada entre el 1 y el 17 de marzo en los periódicos afiliados a la
agencia nacional de noticias Colprensa. En ella Lemos, refiriéndose al momento
que vive Colombia, aseguró que "el país ya está cansado y una prueba de ese
cansancio en que en estas elecciones votó contra la violencia y derrotó al brazo
politico de las Farc que es la Unión Patriótica . Se van a enojar porque les estoy
diciendo esto, pero ellos saben que es así".
Según él, una prueba contundente de los vinculos entre la Union Patriótica y las
Farc era el hecho de que Braulio Herrera, elegido en 1986 representante a la
Cámara por la UP, supuestamente después de haber dejado la lucha guerrillera en
las Farc, hubiera abandonado el Congreso para regresar al monte. Pero, sobre
todo, que la Unión Patriótica no hubiera condenado tajantemente la lucha armada,
especialmente después de la escalada terrorista de los últimos meses.
Homenaje
Lo ve a él, a través de unos ojos y a través del amor, lo ve detrás de una frase tan
terrible como tierna, pero ve también la desoladora realidad de un país donde
siempre ha habido hijueputas que se atreven al magnicidio.
Bernardo Jaramillo fue, quizás, eso que dicen los franceses: un enfant terrible. Un
enfant terrible de la izquierda colombiana. Contra todo pronóstico. Porque nació y
vivió su infancia, su adolescencia y su primera juventud en Manizales, una de las
ciudades más pacatas y conservadoras del país. Porque hizo toda su vida política en
el Partido Comunista Colombiano que tiene muy pocos émulos en el mundo en
resistencia al cambio, en hibernación del pensamiento.
Corría y corría, porque sentía a la muerte tocando sus talones, pero también porque
sentía la urgencia de cambiar ideas tatuadas con hierro caliente en la faz de una
izquierda que sacrificaba la convocatoria de la ciudadanía al ejercicio de una
beligerancia armada.
En estas dos actitudes se cifra lo que perdió Colombia con el asesinato de Bernardo
Jaramillo. Perdió la oportunidad de que, 15 años atrás, florecieran organizaciones
como el Polo Democrático Independiente, que ahora, desde la concertación y la
moderación, busca un espacio cierto en la política, para contribuir a la construcción
de una democracia pluralista.
Quizá sea vano hablar de lo que hubiese podido ocurrir si la mano artera de la
intransigencia colombiana no hubiera segado la vida de Bernardo y de cientos de
dirigentes que como él empezaron a abrir los ojos en un país enceguecido por los
odios heredados de las batallas incontables del pasado.
La Colombia de los años 90 y la de principios del siglo XXI ha pagado con creces la
falta de generosidad de unos y de otros. La maldición de todos los dioses se derramó
sobre este territorio sin piedad alguna. De nada valieron las reformas que atrajo
consigo la Constitución de 1991, de nada valió el acuerdo de paz que firmaron ocho
grupos guerrilleros. El terrorismo del narcotráfico, la activación implacable de las
guerrillas que se negaron a firmar el pacto de reconciliación, el desmesurado
crecimiento del cruel paramilitarismo y la indolencia de un Estado incapaz de la paz
multiplicaron las muertes y el dolor.
Como el país recuerda, en 1990 tras firmar los acuerdos de paz, el ex comandante
del M-19 aspiraba a la presidencia y fue acribillado a sangre fría en un avión en
pleno vuelo. Luego de meses de investigación, la Procuraduría está convencida de
que el ex director de inteligencia del DAS Alberto Romero Otero y el detective
Jaime Ernesto Gómez tienen responsabilidad en el asesinato.
A los ocho minutos de vuelo el aparato alcanzó los 15.000 pies de altura y el
capitán apagó la luz que ordena mantener ajustados los cinturones de seguridad.
En ese momento un hombre joven que viajaba en los puestos de adelante se
levantó de su silla y se dirigió al baño posterior, a tres metros de la silla que
ocupaba Pizarro. Se trataba de Gerardo Gutiérrez Uribe.
El hombre entró al baño. A los dos minutos salió, dio un paso y accionó el gatillo
de una subametralladora mini Ingram por la espalda de Pizarro. En apenas unos
segundos el arma vació el proveedor de 15 proyectiles calibre 9 milímetros corto:
13 tiros impactaron en la cabeza, cuello y manos del político. Los guardaespaldas
reaccionaron y abatieron al agresor. De milagro ningún disparo atravesó la
estructura del avión, que habría podido sufrir una despresurización e incluso haber
estallado en el aire.
Sin embargo, el procurador delegado para asuntos penales Gabriel Jaimes afirmó
categóricamente: "Dentro del proceso por el crimen de Pizarro ahora existen
pruebas concretas que vinculan al director de inteligencia del DAS Alberto Romero
y al detective Jaime Ernesto Gómez". Basándose en esos hallazgos, la
Procuraduría le solicitó a la Fiscalía que vincule a la investigación a los dos ex
funcionarios.
Fruto de toda esa labor, en agosto pasado la Fiscalía tomó dos determinaciones
sorprendentes. Por un lado, elevó el crimen de Galán a la categoría de lesa
humanidad para evitar que la investigación prescribiera al cumplirse 20 años del
suceso. Y por otro lado, ordenó la captura del ex director del DAS, el general
retirado Miguel Maza Márquez. Esto debido a que se fortaleció la hipótesis de que
el crimen de Galán se perpetró con colaboración de su jefe de escoltas, un
detective del DAS.
Esto no quiere decir que el general Maza y los otros funcionarios del DAS sean
culpables. Las investigaciones judiciales deben determinar cuáles fueron las
razones detrás de los cambios repentinos de escoltas días antes de los
magnicidios y si los directores tienen responsabilidad directa o indirecta frente a
esos hechos. Lo cierto es que tanto en el caso de Galán como en el de Pizarro
hubo un modus operandi muy similar en el corazón de los anillos de seguridad a
cargo del Departamento.
Otro magnicidio en el que se está revisando con lupa la actuación del DAS, es el
de Bernardo Jaramillo Ossa. Cada paso del esquema de seguridad que escoltó al
político en sus últimos días está siendo analizado. De hecho, la labor es instruida
por el mismo procurador que revisó el expediente de Pizarro.