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SUMARIO: 588. Medios de que se vale el Estado para el cumplimiento de sus fines.
Actividad "administrativa" y actividad de los "administrados" o "particulares". - 589.
Contratos de derecho público y contratos administrativos. - 590. Los contratos de la
Administración Pública: especies de éstos. ¿Existen "contratos administrativos"
propiamente dichos, como especie o categoría de contratos de derecho público? - 591.
Definición del contrato "administrativo". - 592. "Terminología". La cuestión en el derecho
argentino. Derecho francés ("contrat" et "marché"); derecho italiano ("contratto" e
"appalto"). - 593. El contrato administrativo es un "acto" administrativo bilateral:
consecuencias de ello. El "contrato administrativo" dentro de la clasificación de los actos
administrativos. Diferencias con el acto "complejo" y con el acto "colectivo".
La colaboración que el Estado requiera del administrado puede ser forzosa o voluntaria: la
primera da lugar a la carga pública o prestación personal obligatoria, e incluso podría
determinar una requisición transitoria de dinero o de cosas, como ocurriría, por ejemplo,
con el empréstito forzoso temporario o con el uso de cosas muebles o inmuebles, ya que
este uso puede ser objeto de requisición; la segunda puede dar lugar a los contratos de la
Administración Pública. Ver el tomo 2º, números 367 y 370.
589. Como bien se hizo notar, la expresión "contrato de derecho público" no es sinónima
de "contrato administrativo". Hay contratos de derecho público internacional
(tratados-contratos) y contratos de derecho público interno (1) . Entre estos últimos figuran
los "contratos administrativos", que son los celebrados entre la Administración Pública y
otras personas, para determinados fines o funciones estatales. Los "contratos
administrativos" constituyen, pues, una especie dentro de los contratos de derecho público
(2) .
Otro sector doctrinal acepta la existencia de tales contratos, ya los haya celebrado la
Administración Pública con otros entes administrativos o con particulares o administrados
(5) . Es la opinión que prevalece en la doctrina y que comparto totalmente.
Si bien la doctrina dominante acepta que la figura jurídica "contrato" pertenece al derecho
general, siendo común al derecho privado y al derecho público (9) , también acepta que el
"contrato administrativo", propiamente dicho, existe con caracteres propios que lo
distinguen del contrato de derecho privado de la Administración (civil o comercial). Ya
Gastón Jèze había sostenido esta última posición, afirmando que entre esos contratos civiles
y los de administrativos existe una "diferencia de fondo", pues estos últimos contratos
tienen un régimen jurídico especial y sus efectos no son los mismos que los de los contratos
civiles (10) .
Primero
Desigualdad de las partes. Siendo el Estado una entidad soberana, no se concibe que se
vincule contractualmente supeditando el interés público a un interés privado. La
desigualdad entre los sujetos intervinientes impediría la equivalencia jurídica de las
voluntades, requisito indispensable para que las mismas se fundan constituyendo un acto
jurídico único. De ahí que no se admitan otros actos jurídicos bilaterales entre entes
públicos y los administrados que no sean contratos de mero derecho privado, en el que las
partes aparecen colocadas en un pie de igualdad (12) .
b) Los que niegan que entre el Estado y el administrado puedan celebrarse contratos
"administrativos" (de derecho público), y sólo aceptan la posible celebración de contratos
de derecho privado, suelen incluir entre éstos a contratos que la generalidad de la doctrina
considera "administrativos" (es decir, de derecho público); verbigracia, el contrato de
construcción de obra pública. Es lo que ocurre en el derecho italiano. Tal punto de vista
carece de lógica, pues el proceso de "formación" del contrato entonces considerado como
de derecho privado de la Administración Pública, es el mismo que la doctrina dominante
acepta para la formación del contrato administrativo, stricto sensu. En tal orden de ideas,
Vitta pudo decir con todo fundamento: "Si se admiten y subsisten contratos de derecho
privado entre el particular y la Administración Pública, no se advierte por qué deba negarse
a priori la posibilidad de negocios contractuales regulados por el derecho público" (14) .
c) Algunos de los que niegan que puedan existir contratos de derecho público entre el
Estado y los administrados, y sólo aceptan tales contratos entre entes públicos, sostienen
que ello es así porque sólo los sujetos de derecho público tienen capacidad para realizar
actos de derecho público o para concurrir con su voluntad a formar dichos actos (15) . Tal
afirmación es equivocada, porque así como la Administración Pública tiene una doble
"capacidad" que le permite actuar en el campo del derecho público o del derecho privado;
lo mismo ocurre con el administrado, quien tiene aptitud jurídica para actuar en ambos
campos del derecho (véase el tomo 1º de la presente obra, nº 43, y el tomo 2º, nº 401, punto
2º, "Capacidad", letra b. "Del administrado").
Segundo
Otro argumento de que se hace mérito para sostener la inexistencia de contratos
administrativos, propiamente dichos, consiste en que sólo hay actos administrativos
"unilaterales" y no bilaterales, derivando de ahí un mero carácter "reglamentario" de la
respectiva relación; la voluntad de administrado -se agrega- sólo influye sobre la "eficacia"
y no sobre la existencia y validez del acto; a lo sumo se admite que en tales supuestos el
contrato sería de derecho común o privado.
Tercero
Cuarto
De lo dicho en los párrafos precedentes dedúcese que no hay razón alguna, desde el punto
de vista objetivo, que se oponga a la admisión de los contratos administrativos,
propiamente dichos, celebrados entre la Administración Pública y el administrado o
particular. La invocada superioridad de la Administración frente al administrado en el
campo del derecho público, en nada obsta a la existencia de tales contratos. La
autolimitación de la Administración Pública, propia del Estado de Derecho, explica
sobradamente la existencia de los "contratos administrativos" (20) . Para negar la
existencia de éstos no puede, entonces, invocarse válidamente al ya referido argumento de
que se trata de "sujetos desiguales", determinantes de valores dispares entre la voluntad
administrativa y la del particular o administrado, que impediría que las voluntades de
ambas partes se fundan en un acuerdo contractual. Cuadra tener presente aquí la aguda
observación de un jurista brasileño: "La característica del contrato público hállase en la
finalidad de la convención y en la igualdad proporcional, y no cuantitativa, aritmética, de
los derechos de las partes" (21) .
Para concluir acerca del carácter contractual de derecho público ("contrato administrativo"
celebrado entre la Administración Pública y el administrado), correspondiente a diversas
relaciones originadas en el campo del derecho público (verbigracia, construcción de obra
pública, concesión de obra pública, relación de empleo o función pública, empréstito
público voluntario, etc.), pueden repetirse las certeras palabras de Masagäo referidas a la
concesión de servicio público: "No se conoce ejemplo de concesión de servicio público, a
la cual el concesionario haya sido compelido, llevado por la fuerza, violentamente
obligado. Admitir que ella puede surgir de ese modo, es desconocer todas las conquistas de
libertad individual y de la seguridad humana. Es cambiar el imperio de la ley por los
arbitrios del despotismo. Es destruir el régimen de derecho para establecer una situación de
esclavitud" (22) .
En la definición se dice, asimismo, que el acuerdo de voluntades puede tener lugar entre un
órgano estatal "con otro órgano estatal o con un particular o administrado". Esto responde a
que, como ya quedó expresado, los contratos administrativos no sólo pueden celebrarse
entre entes públicos, sino también entre un ente público y un administrado o persona
particular.
Nada corresponde decir expresamente acerca de que el contrato está regido por el derecho
público, pues esto va de suyo: es una consecuencia lógica de que el órgano estatal
interviniente actúe "en ejercicio de las funciones administrativas que le competen". En
estos supuestos, el órgano estatal actúa ejercitando potestades públicas stricto sensu. Véase
más adelante, nº 612.
Tampoco cuadra que en la definición se haga referencia a las particularidades del régimen
jurídico del contrato administrativo. Esto no corresponde a la "definición" sino al estudio
doctrinario donde se analicen los "caracteres" de dichos contratos.
En los casos concretos que se presenten, el intérprete deberá analizar los elementos del
contrato para establecer si éste es o no un "contrato administrativo". En esa tarea el
investigador deberá ayudarse utilizando los datos o materiales suministrados al efecto por la
técnica jurídica; en especial ha de tener en cuenta el criterio aceptado para diferenciar un
contrato administrativo de un contrato de derecho común de la Administración Pública.
Fuera de esas expresiones, en Argentina no existen otras aplicables en este ámbito del
derecho. Cierto es que entre nosotros se habla de "contrato de concesión" (sea de servicio
público, de uso del dominio público o de obra pública); pero éste no constituye un término
que se oponga o reemplace, en todo o en parte, al género "contratos de la Administración
Pública", ni a sus especies "contrato administrativo" y "contrato de derecho común de la
Administración": sólo designa a una de las tantas categorías o supuestos de "contratos
administrativos", propiamente dichos, lo que igualmente ocurriría si se hiciere referencia a
la relación de función o empleo público, a la construcción de obra pública, etc.
En Francia, por ejemplo, existen las voces contrat y marché. Ambas expresiones se refieren
a acuerdos de voluntades generadores de derechos. Pero mientras la voz contrat es de
significado amplio, comprensiva de todo acuerdo contractual, la voz marché se la utiliza
para referirse a los acuerdos contractuales donde la persona del cocontratante no es
"esencial", es decir refiérese a los acuerdos donde lo intuitu personae no es decisivo (31) .
Así como en derecho privado el acto jurídico bilateral constituye la esencia de todo
contrato (sea éste unilateral o bilateral) (34) , así también en derecho administrativo el acto
administrativo bilateral es la base de todo contrato administrativo y, en general, de todo
contrato celebrado por la Administración Pública (35) .
Es, pues, ilógico reconocer la existencia de "contratos" administrativos, pero negar -como
lo hacen algunos autores- que ellos sean "actos" administrativos "bilaterales", ya que todo
"contrato" -sea éste bilateral o unilateral- reposa siempre en un acto jurídico "bilateral"
("acto administrativo", en este caso). La cuestión no se subsana ni se soluciona diciendo
-como lo hacen algunos tratadistas- que los actos contractuales de derecho público
celebrados entre el Estado y los particulares o administrados no son actos administrativos,
aunque pertenezcan al derecho administrativo. Esto no pasa de un juego de palabras
carente de sentido. Ver el tomo 2º, nº 383, nota 64. En derecho público, como en derecho
privado, la esencia de todo contrato es un acto jurídico bilateral. Tratándose de contratos
administrativos su esencia la constituye un acto administrativo bilateral (36) .
697. Los contratos "administrativos", propiamente dichos, tienen caracteres específicos que
se traducen en prerrogativas especiales en favor de la Administración Pública. Esto se
explica porque tales contratos tienden a facilitar el cumplimiento de funciones esenciales de
Estado, es decir, de fines públicos propios del mismo.
Los tratadistas franceses, dada la íntima relación que para ellos existe entre el contrato
administrativo y el servicio público, consideran que los caracteres propios de dichos
contratos responden a que los contratos de referencia tienen por fin permitir o facilitar el
funcionamiento de un "servicio público" (477) . Pero ya en parágrafos precedentes quedó
expresado que la noción de servicio público es harto restringida para servir de criterio de
distinción entre el contrato "administrativo", stricto sensu, y el contrato de derecho común
de la Administración (véase los números 595-597).
698. De esos "caracteres" específicos de los contratos administrativos derivan, como dije,
una serie de "prerrogativas" especiales o exorbitantes en favor de la Administración
Pública, al extremo de que en esa clase de vinculaciones contractuales el cocontratante
queda en una verdadera situación de subordinación respecto de la Administración. Es así
como ésta, dentro de ciertos límites, puede ejercer sobre su cocontratante un control de
alcance excepcional; puede modificar unilateralmente las cláusulas del contrato; puede dar
directivas a la otra parte; puede, incluso, por sí y ante sí, declarar extinguido el contrato;
etc. Trátase de reglas generales aplicables a todo contrato "administrativo", por ser ellas
inherentes a la naturaleza de tales contratos, en los cuales pierde gran parte de su imperio el
viejo principio, tan invocado en derecho privado, de que el contrato constituye la ley
inmutable de las partes (478) .
699. Un carácter típico del contrato "administrativo" es que el mismo crea, según los casos,
ya sea una obligación "personal" o ya un derecho "personal" a cargo o a favor del
cocontratante, según se esté en presencia de un contrato de "colaboración" o de
"atribución", respectivamente.
700. Como corolario o reflejo de que tanto la "obligación" o el "derecho" del cocontratante
derivados de un contrato administrativo, les corresponden "personalmente" a él, cuadra
afirmar:
La "subcontratación", para ser tenida como lícita, debe ser autorizada por la
Administración Pública, sea en el o en los documentos que constituyan el texto del contrato
o posteriormente por acto especial. Es frecuente que se autorice la subcontratación, pues
suele ser indispensable para que el cocontratante cumpla su obligación, ya que resulta
difícil que una misma persona disponga de todos los elementos requeridos para el
cumplimiento íntegro o total del contrato (488) . Pero debe distinguirse "subcontrato" de
"cesión" del contrato, pues ambos difieren fundamentalmente en su alcance. Cuando exista
substitución total en la ejecución del contrato, no habrá subcontrato, sino cesión del
contrato. Cuando sólo exista "subcontrato", el cocontratante de la Administración Pública
sigue siendo el director responsable de la empresa, quedando en pleno vigor su vinculación
contractual con la Administración. El "subcontratista" -aun cuando haya sido autorizado
por la Administración- no se convierte en "parte" del contrato principal, ni substituye al
cocontratante de la Administración, El "subcontrato" sólo y únicamente tiene en cuenta la
ejecución, por el subcontratista, de una fracción o de un elemento del contrato (como
ejemplo de esto se ha indicado el equipamiento eléctrico en un contrato de construcción de
aviones). Por tanto, se ha dicho, es el carácter de total substitución o de parcial
colaboración lo que distingue la "cesión" del contrato de la "subcontratación". A veces la
determinación de si se está en presencia de un "subcontrato" o de una "cesión" del contrato
constituye una cuestión de hecho (489) . El cocontratante que "subcontrata" sin
autorización incurre en incumplimiento del contrato, asumiendo las consecuencias y
haciéndose pasible de las sanciones correspondientes a tal conducta ilícita (490) .
Tampoco es exacto que todo contrato administrativo, propiamente dicho, se celebre intuitu
personae: puede serlo intuitu rei, como acaece, por ejemplo, en las concesiones de uso de
agua pública para irrigación, en las que, además, la generalidad de los legislaciones sobre
aguas sólo admite que el traspaso o transferencia del derecho de agua concedido se efectúe
conjuntamente con el inmueble para el cual fue otorgado; de no ser así, el concesionario
lucraría con un valor o derecho que sólo se le atribuyó para ser utilizado en una labor
considerada de utilidad general: el cultivo de una tierra determinada, lucro que entonces
desvirtuaría la finalidad de la concesión otorgada.
Va de suyo que, aparte del aspecto ético, el cesionario o el subcontratista, para ser
aceptados por la Administración, han de reunir condiciones de capacidad técnica y
financiera. Pero el fundamente "inmediato" y "directo" de la originaria prohibición de ceder
el contrato o de subcontratar es la indispensable calidad "moral" -condición de ser "buena
persona"- que debe reunir todo aquel que colabore en la actividad que la Administración
Pública despliega procurando satisfacer el "bienestar general", pudiendo presumirse que
éste sólo se logrará si los respectivos colaboradores fueren personas "buenas". De ahí que
la Administración Pública, en los supuestos de cesionarios de un contrato administrativo, o
de subcontratistas, necesite saber de antemano quiénes actuarán como colaboradores suyos,
siendo esto lo que obsta a la cesión del contrato o a la subcontratación sin que tales actos
sean autorizados por la Administración Pública. Una cosa es la idoneidad que ha de
reunirse y acreditarse para ser cocontratante de la Administración Pública (idoneidad moral,
técnica y financiera) y otra distinta el fundamento que, como "principio", justifica la
prohibición de ceder el contrato administrativo o de subcontratar (necesidad de ser "buena
persona").
705. En derecho privado los contratos no pueden ser opuestos a terceros, ni invocados por
éstos. Tal es el principio (Código Civil, artículo 1199 ).
El contrato "administrativo", en ciertos casos, puede serle opuesto a terceros. Así, por
ejemplo: a) en la concesión de obra pública, el concesionario tiene el derecho de exigirles a
ciertos terceros el pago proporcional de la obra; b) en las concesiones de servicio público,
el concesionario puede adquirir atribuciones de carácter policial, derecho de expropiar, de
imponer servidumbres administrativas, etc., todo lo cual incide, o puede incidir, en la esfera
jurídica de "terceros".
Pero el contrato "administrativo", en ciertos casos, puede ser invocado por terceros; vgr., la
concesión de servicio público, donde el público -conjunto de "terceros"- puede exigir que el
concesionario preste el servicio correspondiente. Ver el tomo 2º, nº 356, in fine, y nº 360.
Trátase de caracteres propios del contrato administrativo. Más adelante, al referirme a los
"efectos" de esos contratos, volveré sobre esta cuestión (nº 712).
SUMARIO: 706. Principio general. Rigen los mismos elementos del acto administrativo.
Lo atinente a la "expresión de voluntad". Algunas observaciones especiales. 707.
"Competencia" para celebrar contratos "administrativos". Poder Ejecutivo, Parlamento y
Poder Judicial. El Poder Ejecutivo ¿necesita proveerse de una autorización especial para
celebrar contratos de esa índole? 708. "Formas". Cuestiones de interés relacionadas con las
mismas: a) Principio general: libertad "formal". 709. Continuación. b) El
"perfeccionamiento" del contrato administrativo. ¿Cuándo se produce? Remisión. 710.
Continuación. c) Supuesto de forma "escrita". ¿Se requiere "escritura pública", otorgada
ante escribano?
706. Todo contrato "administrativo" es substancial y esencialmente un acto administrativo
bilateral. De ahí que las reglas fundamentales que constituyen el régimen de los actos
administrativos sean, por principio, aplicables a los contratos administrativos (véase el nº
593) (497) .
Como consecuencia de lo que antecede, los dos "aspectos" jurídicos que ofrecen los actos
administrativos tienen vigencia en materia de contratos administrativos; vale decir, inciden
en el régimen de éstos no sólo lo atinente a los "elementos" del acto administrativo, sino
también lo relacionado con la "expresión de voluntad" para la formación de dichos actos.
Véase el tomo 2º, nº 397 y siguientes. Incluso hay quienes consideran aplicables a la
contratación administrativa las bases de la contratación "civil" (498) .
Salvo texto expreso en contrario, serán pues aplicables a los contratos "administrativos" las
reglas expuestas para los actos administrativos.
No obstante, cuadra insistir -poniéndolos de relieve- sobre ciertos aspectos que, en materia
de contratos administrativos, adquieren expresiones propias; es lo que ocurre con la
"competencia", la "forma", etc.
707. Como ya lo advertí en otro lugar de esta obra, en nuestro ordenamiento jurídico, como
principio general, la potestad para celebrar contratos "administrativos" -y lo mismo
corresponde decir de los contratos de derecho "común" de la Administración- le compete al
Poder Ejecutivo, a cuyo cargo hállase la "administración general del país" (Constitución
Nacional, artículo 86 , inciso 1º). La atribución de celebrar contratos "administrativos"
pertenece a la "zona de reserva de la Administración", integrándola. La facultad de celebrar
ese tipo de contratos es una de las tantas maneras en que se manifiesta la actividad
administrativa.
708. En lo relacionado con las "formas" de los contratos, en los supuestos de silencio de las
normas rigen los criterios aplicables a los actos administrativos.
Por tanto, a falta de texto expreso que exija una forma determinada, en materia de contratos
administrativos rige el principio de libertad formal, tal como respecto a los actos
administrativos (véase el tomo 2º, números 409 y 412) (499) . De ahí que puedan haber
contratos "administrativos" verbales (500) , todo ello, desde luego, sin perjuicio de las
dificultades que en tal caso puedan suscitarse respecto a la "prueba" de la existencia del
contrato (501) .
709. Vinculado al aspecto "formal" del contrato administrativo aparece lo atinente al
"perfeccionamiento" de éste. ¿Cuándo queda "perfeccionado" dicho contrato?
Lo cierto es que la "escritura pública" sólo es necesaria cuando un texto expreso así lo
disponga. De no existir tal texto, el contrato se otorga con la mera intervención del
respectivo funcionario público, en cuyo caso el acto se reputa "auténtico" (503) , tal como
surge del "principio" establecido por el Código Civil, en su artículo 979 , inciso 2º, que dice
así: "Son instrumentos públicos respecto de los actos jurídicos: 1º... 2º Cualquier otro
instrumento que extendieren los escribanos o funcionarios públicos en la forma que las
leyes hubieren determinado".